Relatos sobre el Mediterráneo

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RELATOS SOBRE EL MEDITERRÁNEO


Retórica Mediterránea Cuentan que es hechicero. Que es altivo y orgulloso, y que cimbrea ante tus ojos con toda la belleza de la que es capaz para atraparte en su embrujo. Revuelve sus lenguas saladas en olas de espuma para hacerse el bravo e intimidarte, para demostrarte en su arrogancia que no eres más que una mota de polvo a su merced si te dejas agarrar. Sería sencillo. Levantarme de la orilla, seis o siete pasos mar adentro y sería suya. Jugaría conmigo, travieso como un niño, sádico tal vez. Pero quiero confiar que, aparte de su merecida soberbia, no es malo. Tan solo no puede entender que abrazarme con fuerza y arrastrarme hacia su pecho de algas y lodo me podría hacer mucho daño. Claro que podría intentar escapar de él. Podría hacerle que me suelte. Pero sé que si me dejo llevar solo un poco, hoy, ahora, cuando me abrace, no haré nada por huir.

Me dejaré violentar por sus

fluidos antiguos, sus aguas de Europa, sus sales de Oriente, hasta fundirme en su seno junto a los náufragos y las sirenas. Junto a las caracolas. En otra ocasión pensar ser su cónyuge infinita, compartir eternamente su lecho, me hubiera atemorizado. Hubiera retrocedido escandalizada por mis pensamientos y hubiera tardado mucho en volver a acercarme a sus orillas de arena y grava, y cuando lo


hiciera y lo recordara achacaría esos pensamientos al cansancio, al sol,

a

la

primera

excusa

que

encontrara

medianamente

satisfactoria. Pero estoy harta de fingir. Más mentiras me pudrirían el alma, y entonces igual daría que lo hiciera o no. Quizá ya sea lo mismo y no haya salvación para mi alma corrompida, para mi corazón dañado. Quizá no vuelva a encontrarle sentido al mundo y me merezca la pena ahorrarles ese sufrimiento a las personas que aún me quieren. No. No puedo dejarme llevar y pensar en ellos. Duele demasiado. Si lo hago no tendré la mente fría y cualquier decisión será la incorrecta. Y una de las dos que barajo no es retornable. Por esto, siendo franca, como quiero ser de ahora en adelante, aunque me quede poco, no me escandalizo cuando pienso mi suicidio. Siempre he sido demasiado bohemia, según me han dicho. Ese subconsciente aflora ahora en todo mi ser. Me invita a no seguir convicciones, a dejarme llevar, a dignificar mi problema y hacerlo más grande, más encomiable, a transformarlo en la causa justa por la que merece la pena morir, y a cumplir mi justo fin como mártir. Esa bohemia que levita entorno a mi pensamiento me impide coger una cuerda, me impide apretar un gatillo. Tan solo me permite arrojarme a ese mar que fue mío por última vez. Es irónico.

El Sol baja y la marea sube, intentando

alcanzarme con sus lengüetazos de sal y decidirme de una vez. Yo no termino de ceder a su encanto. Me ata la conciencia de saberme embrujada.


Dicen que es hechicero. Aún no lo sé. Solo lo he mirado tres veces. La primera duró toda mi infancia: quince años constantes a su regazo. Mi hogar, una casita blanca cerca de la orilla, de pueblo pobre, de gente pobre. De Iglesia omnipresente y ese miedo al qué dirán que te hace ser sumisa y débil. Me mudé entonces y no volví a verlo hasta que pasé la adolescencia y volví a sus aguas, pero a otra orilla completamente distinta, de luna de miel. Aquel viaje eterno, aquel crucero ideal que me marcó para siempre. Aquellos canales de Venecia, aquellos Dragones de Eslovenia, aquellas islas de Grecia y la magnífica pasta italiana. Aquel Egipto por el que no pasé, ese Jerusalén sus lamentaciones y su roca, esa Siria y su Damasco. Tantos sueños, rotos. Y la tercera vez que lo miro es hoy. Es ahora. En esta tarde infinita que le he dedicado a la decisión de mi vida. De mi muerte, mejor dicho. Sencillamente me apetece volver al pasado, cuando aún era pura y no tenía este tipo de pesos sobre los hombros, estas páginas mancilladas de mi historia. Mi padre tuvo suerte cuando se revalorizó toda la Costa del Sol. Nuestra casa de repente valía millones. Una buena venta y nos vimos en Madrid, viviendo como ricos. Montó una empresa inmobiliaria. Se le daba bien comprar otras viviendas y venderlas al doble, como hizo con mi hermosa casa en puertas de esta misma orilla que ahora piso.


Pero ha llovido mucho desde entonces. Ahora toda mi vida entera se desmorona. Ahora sé que el supuesto hombre de mi vida, el padre de mis hijos, me ha estado engañando durante años, que hacía mucho tiempo que ya no me amaba, y que solo mantuvo esta farsa de la que me creía protagonista en mi ignorancia, en mi ceguera, por mi dinero, por mi puesto en la empresa y por el suyo. La bolsa ha quebrado para mí. Para las casas de mi padre no hay más que tapiados y para mis papeles no hay más que cajones llenos de polvo. Mi “Derecho” para nada. El “Empresariales” de mi exmarido para nada. Para haber vivido once años de engañarme. Dice que lo hizo por los niños. Pero no le creo. No me creo que haya estado esperando a cerrar, a quedarse de patitas en la calle, para plantearme el divorcio. Solo quiero creer que estamos iguales. Que con esto ambos hemos perdido lo mismo. La única diferencia es que él tiene esa pareja a la que aferrarse, ese apoyo que te hace salir adelante sin necesidad de nada más. Sé que soy bonita. Aún soy joven y todavía me lo dicen, pero yo le amaba de verdad. Mi vida era mi familia, mi trabajo…Y ahora todo está malogrado. Por eso, ¿qué más dará hacer borrón y cuenta nueva? ¿Qué más dará ahogarme entre deudas y lágrimas, que ahogarme en mi Mediterráneo? De igual forma son malos tragos que tengo que asumir. Quizá si muero mis hijos puedan acceder a más becas, si es que aun así lo consiguen. Porque tal y como resuenan mis bolsillos, como tripas vacías, no podré dárselo yo misma. Quizá si muero


puedan comer caliente muchas más noches de lo que lo harán conmigo. La marea me está alcanzando. Me atrevo a hundir un dedo en la arena húmeda y a que el agua lo saboree. Tal vez un aperitivo. Entonces se me ocurre una idea absurda. Pero estoy dispuesta a dejar toda mentira aparte, así que la tengo que decir. Pensé en cuanta gente habría hundido un dedo, una mano, un pie en aquellas mismas aguas con problemas similares y habrán dudado lo mismo. Pensé en lo que habrían decidido finalmente esas personas. Pensé en todo lo que había visto, oído y vivido ese mar tácito y brillante, tranquilo y cálido. Ese mar sugerente y hermoso que me había criado como una madre vigilante siempre presente desde que tengo memoria. Me había acompañado en cada mirada al horizonte, había jugado conmigo entre chapoteos infantiles. Y yo le había traicionado sin reparar siquiera en ello. Le abandoné como a mí me habían abandonado ahora. Estoy segura de que continuamente lo abandonan montones de personas. Y sin embargo ahí sigue. Altivo, imponente, hechicero. Sin importarle lo que los demás hagan, lo que los demás piensen. Pase lo que pase, ya sean guerras, civilizaciones, o el mismo tiempo, él sigue distraído en su vaivén de espuma y su pecho de algas y caracolas, molestado en hacer de espejo al cielo y en atrapar los rayos de Sol para que se desfiguren sobre sus aguas. Siempre. Pase lo que pase. Además, a él vuelven miles de personas, miles de inmigrantes que se integran en su realidad indistinta de patria universal, sin


distinciones, como más hermanos de esta gran familia. Tal vez con mi vida pueda pasar lo mismo. Tal vez merezca la pena imitarle y pasar de todo. Seguir adelante. El Mediterráneo, con su alegría innata, con la emoción que transmite perder la vista sobre su horizonte, no puede haber pasado por montones de siglos con ese sadismo propio de los acantilados escarpados donde encalan los barcos. Este mar de playas y paraíso no puede querer llevar mi muerte sobre sus olas. No. Sus aguas ya están manchadas de toneladas de sangre bélica. No merece volverlo impuro a él con mis penas. Para soportarlas y guardar esa mancha de tristeza ya está mi alma. Ahora que me doy cuenta de cuánto lo eché de menos, que de haber seguido junto a él hace veinticinco años nada de esto habría pasado, no puedo decirle adiós a esa brisa que corre por la orilla como ninfas invisibles. No puedo decirle adiós a recoger el sombrero de paja que se me escurre entre las rodillas cuando me relajo y cae a la arena. Esa arena morena que se desliza por los dedos como un pañuelo de seda. Ahora que el Sol me roza con intensidad, ahora que la marea me ha mojado todos los pantalones no me impaciento por el plazo para decidir. Mi Mediterráneo ha sido lo único puro en mi vida, lo único seguro. Ha sido la verdad que me ha dado confianza, ha sido la base de mi carácter, de mi moral, de mi tradición. Mi Mediterráneo me ha sido mucho más sincero que ningún hombre, mucho más seguro que ninguna empresa. Mi Mediterráneo es el


único que siempre ha estado ahí, el único que ha sido completamente franco. Ya lo he decidido. Ha sido, es y será, mi verdad. He oído por ahí que el Mediterráneo es hechicero. Estoy completamente de acuerdo. Solo hace falta verlo una vez para te embruje. Solo hace falta mirarlo una vez de verdad para que te amarre a su seno y siempre lo lleves dentro.

IRENE BEATRIZ OLALLA. 1º BH A


TOQUES DE CULTURAS 2016; las vacaciones inter-semestrales acaban de terminar en la universidad de Harvard, y los estudiantes entramos de nuevo a la rutina, con los exámenes, los estudios, el jogging regular y sobre todo las fiestas no irregulares con un siempre variado tema. Bueno en resumen a la vida del estudiante. Estas vacaciones, una pequeña parte las ha utilizado para estudiar para las recuperaciones; un gran porcentaje de los estudiantes ha vuelto a su ciudad, pueblo, aldea... de infancia, vaya, a su "tierra de origen" para visitar a los padres, otros familiares y viejos amigos; y otros directamente se han ido de viaje con su novio o novia bien lejos de la rutina. Me refiero tanto a lugares de fiesta, por ejemplo a Las Vegas o Los Ángeles, como a ambientes tranquilos cuales se hallaron en el norte

de

Canadá.

Pero,

en

todos

los

casos,

siempre

permaneciendo en nuestra querida USA o bien, en Canadá. Me han llegado historias de todo tipo e incluso de lo más peculiar, mas sin duda, la mía fue una de las más extravagantes. Pues, yo no he hecho nada de lo anterior. Ay!, dios mío, ¿dónde están mis modales?, me llamo John Febrain y soy estudiante de arqueología de segundo año en la


universidad de Harvard; donde nuestro lema es: "queda absolutamente prohibido sentarse en los jardines del campus, y toda persona que esté a favor de ello, más tarde o temprano se verá relajado y tumbado en ellos". Es un lema bastante largo, lo sé, pero que se le va a hacer a mi ingenio un poco particular, además siempre soy el primero en estupideces como estas e incluso mucho peores, se lo podéis preguntar a cualquiera que me conozca, todos os dirán que soy un toro. Un ser optimista, que una vez que se ha planteado algo lo persigue hasta el final. Quizás sea porque cumpla años el 1 de mayo. ¡Santo Domingo!, me enrollo de nuevo. Bien, estaba contando mis vacaciones. En las mías me he atrevido a hacer algo lo que no ha hecho nadie de mi promoción. He decidido salir del continente. A mí, siempre me ha encantado la arqueología y la historia antigua, tanto como el trabajo como detective. Da la casualidad, que a los mejores estudiantes de esta facultad en Harvard, se les llama "detectives de la antigüedad", pues tengo el gran honor de decir que soy uno de los pocos de estos respetados estudiantes. Por esta razón, busqué un sitio en el mundo que reuniese muchas diferentes y diversas culturas. El lugar que me pareció lo más apropiado, fue ni más ni menos, el mar Mediterráneo o mejor dicho las costas del mismo. Por él, a lo largo de la


historia, han pasado tantas culturas, civilizaciones y pueblos, como años tiene mi hermana mayor. Bueno, mi viaje de aventuras y experiencias, nada más empezar, es correspondido con los primeros hechos inesperados. El destino original del avión era Tánger, pues quería comenzar mi viaje cultural desde el estrecho de Gibraltar. Sin embargo hubo un dilema con una turbina del mismo, quizás sea por el gran pájaro que vi durante un segundo por la ventana, cerca de ella. Así, el avión tuvo que aterrizar, gracias a Dios, en Marrakech, cual ciudad no se encuentra tan lejos de Tánger, en comparación con mi viaje. El cambio del destino inesperado no importó nada, ya que Marrakesh (también llamada "Perla del sur") fue la capital del Imperio islámico, cual ocupó principalmente el sur de los alrededores del Mediterráneo durante los siglos XII al X más o menos. Los bellos jardines y los extensos palmerales ya eran increíbles, pero cuando llegué al viejo mercado tradicional quedé hecho una estatua. No se si fue por la hermosura de los bazares que me dió como un cañonazo en una tarde de verano o, por el susto al ver una cosa que jamás he visto en mi vida. En el suelo estaba sentado un hombre que le estaba arrancando un diente a otro hombre con unos alicates! Más tarde al anochecer, fui a la plaza principal de Marrakech, también llamada Djemma el-


Fna. Me senté a comer la comida típica del país, el cus-cus. Fue entonces cuando me enteré de que aquel hombre de los alicates, en verdad era un dentista, al mismo tiempo le dí las gracias a Dios de que tenía un dentista tan amable en Boston. El resto de la noche lo pasé en la plaza hablando con las personas, viendo los bailes de unos hermosos seres, a las que allí las llaman simplemente mujeres, y examinando a los encantadores de serpientes. Al día siguiente, pude volar a Tánger. Aunque no había sido mi intención ir a Marrakech no me arrepiento de nada. Es una ciudad que nunca olvidaré. Llegado a Tánger, directamente me puse mi mochila con todo mi equipaje en la espalda y me monté en el autobús con destino a mi primer sitio de interés arqueológico, la antigua ciudad romana de Walili. Parece que fue fundada por los cartagineses, un pueblo de origen fenicio, los antiguos habitantes de Cartago. Mi objetivo del viaje no era solo conocer nuevas culturas y aventuras sino también recopilar información en directo sobre los restos arqueológicos de la historia para mi diploma de arqueología. En este yacimiento histórico de alrededor de veinte hectáreas se han descubierto varios monumentos, pero lo que personalmente me llamó más la atención eran los simplemente hermosos mosaícos que representaban temas como la mitología,


los guerreros o bellas mujeres danzando. Si ahora los describiera perderían todo su esplendor, pues no se pueden describir con palabras. Al atardecer me senté en una especie de terraza, desde la cual ví como embarcaban los diferentes barcos en el puerto, mientras que poco a poco la manta de las estrellas cubría el cielo. Mi siguiente destino tuvo mucho que ver con el yacimiento de Walili. La ciudad de Cartago, hoy en día un suburbio de Túnez, una de las más importantes centros de la Antigüedad. Los territorios controlados por ella, enriquecieron a Cartago con los productos y recursos del Mediterráneo occidental. Durante mucho tiempo fue una ciudad más próspera, rica y poderosa que Roma. La gran República Cartaginesa chocó muchas veces con la República Romana, en cuanto al control del Mediterráneo occidental. Sin embargo fue derrotada en el 146 a. C., lo que tuvo como consecuencia la destrucción de Cartago. Tiempo después y tras expulsar los intrusos de los vándalos, un pueblo bárbaro, la ciudad fue nombrada como colonia del Imperio Bizantino. En ese momento este estuvo en el cénit de su poder. Estuve allí durante dos días, recopilando información, haciendo fotos y comprando unos souvenirs, entre ellos se encontraba una pequeña estatua de Hannibal. Este personaje histórico


dirigió una armada hacia Roma cruzando los Alpes a espaldas de elefantes africanos. El siguiente punto de interés en mi viaje era Trípoli, mas debido a nuevas revueltas hacia el gobierno como a inicios de la década, decidí dirigirme directamente a Egipto, el reino de los faraones, cual función era la de tranquilizar a los dioses. En medio del desierto surgió de repente una de las civilizaciones más conocidadas de la historia. Logró sobrevivir durante treinta siglos cuales aportaron su escritura, calendario, la medicina y maravillosas obras arquitectónicas que perduran hasta hoy en día, y seguirán adelante en el tiempo; y otros hermosos testimonios artísticos, las momias y los reyes-dioses, entre otros. Además el pueblo egipcio no solo floreció intelectualmente, sino que también sobresalió y se adelantó en temas como el arte, conocimientos acerca del cultivo, creencias astronómicas, etc. Bueno, en concreto me dirigía a otra de las ciudades históricas más importantes, a la antigua capital del reino de Alejandro Magno, Alejandria. En su tiempo se convirtió en un, sin duda, respetado centro de las ciencias. Por mi interés arqueológico, la ciudad destaca en dos hechos; los restos excavados en la cuenca este del puerto de la


época de Kleopatra, la última emperadora del antiguo Egipto. Es considerada una de las más atractivas mujeres de la historia. Ahí ya no se yo, si era por los baños de leche que tomaba regularmente, por el poder que tenía, o simplemente por su encantadora nariz. El segundo hecho al que considero un descubrimiento "arquenial", (así decimos los estudiantes de arqueología en Harvard si algo nos gusta mucho, viene de "arqueo" y "genial"), es la Piedra de Rosetta, descubierta al este de Alexandria, en la ciudad de Rashid (Rosetta). Los franceses que hallaron la piedra le dieron este nombre, quizás debido a que el delta del Nilo tiene un aspecto de rosa. Gracias a esta piedra se consiguió identificar a los jeroglíficos, lo que a su vez tuvo como consecuencia la traducción de estos mismos en las pirámides de los faraones, al sur de El Cairo; cual fue mi siguiente camino a seguir. Al salir del aeropuerto en El Cairo, me ví sorprendido por la multitud de gente que vino correndo hacia mí. No estaba nada preparado para ello, y al final acabé con cinco relojes, cuatro pañuelos y dos gafas de sol. En ese hecho se me hizo realidad un lema, en concreto uno de Boston, "si no preparado estás, la sorpresa te agobiará". Bueno, pues al sur de El Cairo se situaban unas pirámides y no unos cualesquiera, sino que las pirámides de Guiza. Los guías con los cuales quería llegar a ellas, me


ofrecieron o, más bien me animaron a una aventura un poco peculiar, pero que luego me resultó perfecta para esta situación; se trataba de ir a las pirámides montado en un camello. Fue otra de esas de experiencias que nunca se olvida, yo lo interpreté como una mezcla entre una barca cuando hay mucho oleaje y una bicicleta, porque al bajarme estaba hecho un perfecto cowboy o gaucho, pues casi no podía andar. La necrópolis o cementerio de Guiza ya vista desde el exterior era espectacular, y siendo la más antigua de todo el Antiguo Egipto, no hay duda de que es así. Como otras muchas cosas esta tampoco se puede capturar con palabras. Como soy tan atrevido, o mejor dicho tan estúpido no se me ocurrió mejor cosa que entrar en la pirámide más grande, cual nombre ya se puede adivinar, este es pirámide de Keops o gran Pirámide. Está justamente al lado de la Esfinge. La historia es que me gustó tanto la pirámide que me quedé en ella, hasta que empezó a atardecer. Pues estaba tan fascinado de los jeroglíficos y otros detalles que perdí al grupo. Gracias a Dios, nuestro guía tenía a un fiel acompañante, un perro más mono nunca visto. Ahora alguna persona se pregunte, qué hace un perro en una pirámide, pues para ello no tenía ni explicación el guía. En mi opinión todo el mundo es igual, da igual en el lugar donde estoy, la gente a veces, torpe de remate. Lo gracioso


es que yo no me di cuenta de que me había perdido hasta dos horas antes de que me encontraran; los jeroglíficos simplemente eran fascinantes. Como ya dije salimos al atardecer, esto en verdad tuvo sus ventajas ya que en ese momento la imagen de la Esfinge con el sol descendiente detrás, era..., eso fue belleza pura. También puede ser porque me recordó a mi mejor amiga, pues igual que la Esfinge tiene una mirada tanto misteriosa como un poco asustadiza. Eso por lo menos era mi impresión. Como si no fuera suficiente, mi buena suerte me dio otro caramelo; la vuelta a El Cairo de noche montado en un camello con las estrellas tan cerca que casi se podían tocar, era increíblemente bonito, que uno quisiese que se parase el tiempo para siempre. Aa! Os doy un consejo, nunca perdáis al guía si entráis en una pirámide, que todos no tenemos la posibilidad de derrumbar paredes como Obelix, y si os creéis muy listos, olvidadlo, el GPS es un auténtico desperdicio en una necrópolis. Con esto concluyó la primera parte de mi viaje, o dicho de otra manera , el primer continente. Habían pasado cinco semanas y cinco despegues y aterrizajes desde que partí de Boston. Entonces echaba mucho de menos a todos mis amigos, pero


también estaba muy feliz de haber vivido tantas aventuras y de que hasta ahora todo había ido más o menos bien. El próximo continente que tocaba era Asia, en concreto Jerusalén, Irak (antiguamente conocido como Mesopotamia). Otro centro cultural, puesto que la antigua Mesopotamia nos ha dejado otro legado muy importante, pues influyó fuertemente en otras civilizaciones en su momento. Destacan por ejemplo la escritura cuneiforme, los primeros códigos de leyes, la bóveda y la cúpula, un calendario de 12 meses y 360 días, y el sistema de numeración sexagesimal. La civilización de este lugar era la hebrea, un pueblo de nómadas semitas. Jerusalén es muy conocido por su importancia en la historia y la religión. Algunas de las mayores religiones del mundo tienen sitios sagrados aquí, un ejemplo es la Tumba del Jardín. No pude estar allí durante mucho tiempo debido a que aunque quiera ser en algún día un famoso arqueólogo, como en mis películas favoritas India Jones; me gusta más la vida que han tenido

nuestros

lejanos

antecedentes,

su

arquitectura,

literatura,..., que ver tumbas donde supuestamente está enterrado Jesucristo. Para ello, me encantó mucho la Ciudad Vieja. Mientras investigaba los bonitos mosaicos que aparecían de vez en


cuando, examinaba los muchos puestos de venta en el zoco árabe, cual se ha mantenido en su lugar desde el dominio otomano. Desde chico ya me encantaban mucho los mercados, pero el mercado de Majané Yehuda era impresionable, sobre todo debido a los deliciosos alimentos que vendían ahí. No pude resistir y acabé lleno hasta reventar, tumbado en una cama de un albergue juvenil. Durante la noche se seguía oyendo el tumulto por las calles y barrios; pero a mí no me importaba, porque tuve un sueño donde se me presentó la historia de Jesucristo. Ojalá recuerde más. Creo que fue debido a las enormes cantidades de pasteles y otras muchas cosas que ingerí antes de quedarme dormido. Con tanta cultura, hasta un buen arqueológico se harta pasado un tiempo. Así pues fui a Haifa, y ayudé durante un tiempo en la recolecta de naranjas, en el Monte Carmelo. Esto me vino muy bien, ya que mi capital de viaje se iba reduciendo continuamente. La ciudad, situada a laderas del Monte Carmelo, ha sido gobernada por hebreos, persas, romanos, bizantinos, árabes, cruzados, otomanos, egipcios, británicos y finalmente israelíes. De todas estas civilizaciones la que más me llamó la atención era la de los cruzados, estos eran hombres que gozaban del beneplácito del Papa y que dirigieron las cruzadas, con el fin de recuperar la Tierra Santa ocupada por


los musulmanes hacia el 1095 d.C. Su principal característica era su símbolo, la Cruz Paté, generalmente de color rojo. Debido a la falta del tiempo, pues casi solo me quedaba un mes hasta que mi avión iría de vuelta a Boston, dejé tras de mí a Beirut, también llamada el "Paris del Próximo Oriente", y a Damaskus, la ciudad más antigua que ha sido habitada ininterrumpidamente, exactamente desde 2500 a. C. Me dio mucha tristeza de no haber podido visitarlas, pero regresaré en otro momento con total seguridad. De esta manera cogí otro avión, la cuenta de los aviones ya la había perdido pero como me quedaba pasta como dice mi hermana mayor, y llegué a la capital de Turquía, Ankara. La ciudad en sí no me interesaba mucho, puesto que tenía otros destinos a los cuales llegar. El primero eran las ruinas de Éfeso, una de las siete antiguas maravillas del mundo. Los principales motivos por visitarlas eran, por una parte la biblioteca de Celso. Ningún otro monumento bibliotecario actual puede competir con su brillante arquitectura de columnas. Es una de las bibliotecas más bellas de la Antigüedad, y eso no solo lo digo yo. Por otra parte me atrajo el templo de Artemisa. Es el mayor de la antigüedad y gracias a él Éfeso fue nombrado como ya dicho una de las siete antiguas maravillas del mundo.


Durante mi visita hice amistad con un ya mayor hombre, también arqueólogo. Pues él empezó a contar historias al igual que hacía yo, y como no terminamos al acabar la visita me invitó a su casa. Era una pequeña, pero muy bonita finca en el campo no muy lejos de Éfeso. Nunca olvidaré esa cena, pues lo que para ellos era una delicatesa, para mí, bueno vamos a decir que no dio del todo mi gusto. Es una tradición que cuando se tiene a un invitado en casa, se le debe ofrecer lo mejor que uno tiene, que en este caso era un cordero enterrado en arena, cual es una comida muy apreciada en la región. Menos mal que no me dijeron lo que era hasta terminar la cena, sino no pudiera haber sido capaz de comerlo. Al día siguiente me monté en un tren con destino a otra de estas ciudades de gran historia, me refiero a Troya. Troya es una ciudad tanto histórica como legendaria, en la cual mitológicamente hablando se desarrolló la mítica Guerra de Troya. No tendré que recordar al enorme caballo de madera hueco. Bueno, ahí solo quería ir para ver el ambiente y comprar un caballo de madera chiquitillo. Y sobre todo, porque me había pedido mi hermana mayor que le trajera unas fotos de ese lugar. En Estambul, llamada Constantinopla en la época del Imperio Romano e Imperio Bizantino, mi intención, aparte de visitar los


importantes monumentos y conseguir información para mi diploma como siempre, era hacer una pausa. Había oído de sus bellas playas y no salí defraudado. Utilicé los dos días de "descanso" para hacer windsurfing y estar tumbado en la playa con un buen libro. Además, antes de que se me olvide, Estambul es considerada una de las ciudades más bellas de Europa, lo que he comprobado por propia experiencia. Ya he visto muchas culturas del Mediterráneo, la islámica o musulmán, la cartaginense, la egipcia, la fenicia, la de los cruzados, etc. Principalmente me quedan dos, la griega y la romana. Grecia era el país más cercano a mí, así que fue a Grecia, cuando salí de Estambul. Grecia siempre me había fascinado, puesto que la cultura griega es mi preferida. Grecia ofrece una multitud de monumentos y regiones mitológicas y tradiciones simplemente únicas. Lo primero que me habían recomendado en la oficina de turismo en Atenas, correspondía con mi plan uno a uno, visitar la Acrópolis. En verdad la Acrópolis no es más que una fortaleza, cual era la parte más alta de la antigua poli griega de Atenas. Ahí también se halla el Parternón, el cual se elevó en honor a la diosa Atenea, la diosa de la sabiduría, artes, etc.


Otras de mis metas a conseguir y a las cuales viajar eran el Monte Olimpo o residencia de Zeus, y del cual reciben su nombre los juegos Olímpicos, cuáles eran el entretenimiento de los dioses; y un viaje en barca de vela alrededor de las islas en busca de la leyenda de Ulises y de las sirenas, de Tesos y del minotaurus en Creta; y de Atlantis, cual supuestamente se corresponde con San Tourin. Grecia me gustó tanto, que me quedé más tiempo del que había pensado, bebiendo ouzo y rezina; tocando la flauta de Pan como el Dios en su momento, pero tengo que admitir que la música no es lo mío, mejor sigo confiando en mis capacidades como detective de la antigüedad; paseando por las calles de Atenas; ayudando un poco en la recolecta de aceitunas; y bailando el sirtaki, una danza popular de Grecia que tiene como especial la aceleración. Como ya he dicho, la cultura griega es incomparable con cualquiera otra. Pues, se caracteriza en tener un pensamiento centrado en el hombre y en el mundo que lo rodea; en ejercer una política democrática; en la humanización de sus dioses; y en el valor que tenían los griegos de la belleza. A estas horas de mi viaje, ya había usado casi todos los medios de transporte: avión, coche, camello, tren y barca de vela. Tuve


mucha suerte entonces, cuando me encontré con el cocinero de un gran barco crucero, que se dirigía a Italia, pasando por la costa mediterránea de

Albania, Montenegro,

etc. Pues

necesitaba un ayudante en la cocina porque el anterior tuvo asuntos a tratar en Grecia. Me ofreció el trabajo y yo acepté sin pensar dos veces en ello. No me imaginaba que había comida aún más rica que la que había probado en Jerusalén, pero este genio de cocina la creaba en un abrir y cerrar de ojos. Yo le ayudaba como asistente y, encima pude probarlo todo, ya que él valoraba mucho una segunda opinión y a medida que pasaba el tiempo, su opinión de mí iba aumentando. Y como eso no fuera suficiente, cada vez que pasábamos por un nuevo país, me contaba historias intrépidas sobre el mar de cada región, y sobre la cultura y tradiciones correspondientes. Cuando llegamos al destino, a Venecia, me resultó muy difícil separarme de mi nuevo amigo que me había enseñado tantas cosas. Venecia ofrece un tipo de calles algo diferentes, de las que conocía hasta el momento. Son canales, de ahí su nombre "ciudad de los canales"; y los medios de transporte son las canoas que me llevaron por la ciudad de arriba hacia abajo. Pude comprobar que tiene una fama legendaria por su amplio patrimonio artístico. En especial, me impresionó la amplia


Plaza de San Marcos, "el salón más bello de Europa" según Napoleón. Bueno, tras un día y medio de otro tenía suficiente de Venecia y tomé el camino con dirección a Roma, la capital de Italia, y la capital del antiguo Imperio Romano. El Imperio Romano fue el imperio más importante de la historia antigua y, nos dejó muchas cosas y ejemplos a seguir. Destacan el idioma del latín, los acueductos y los arcos en la arquitectura, y la idea de que todos los miembros de una comunidad tienen ciertos derechos, expresadas a través de leyes. Estas fueron escritas en doce tablas de piedra que fueron expuestas al público. Aa!, una curiosidad que me contaron, los romanos para lavar su ropa utilizaban la orina para blanquear la tela. Esta provenía de grandes ollas situadas fuera de las puertas donde las personas podían orinar. Llegado a Roma, puse rumbo al coliseo. Este era la tercera Maravilla del Mundo (contando Guiza y Éfeso), pero esta vez de las modernas. Dentro de él conocí a otro turista que acababa de estar en la mejor heladería de Roma. Así me dije, "eso lo tengo que probar". Tras dos horas de busca, por fin la encontré bien escondida en un callejón. Probé primero uno, luego otro, luego otro y así sucesivamente hasta que probé todos los sabores, que


llegaban a unos cincuenta. Luego, que diga alguien que yo no sé comer. Por último fui a la Fuente de Trevi, para echar un céntimo de espaldas al agua, prometiendo volver algún día, y no solo por el helado, el mejor que he probado en mi vida. El viaje se estaba acabando, quería ir a Granada y a Córdoba como final. Pero sin perderme el ambiente francés. De este modo, me planteé ir a Marseille, pasando por Florencia. En Florencia se originó en la segunda mitad del siglo XIV el movimiento artístico del Renacimiento, y es considerada uno de los centros mundiales del arte y de la arquitectura. Antes de partir en barco de Marseille hacia Almería, fui rápidamente un poco hacia el norte, hacia Grassse. Grasse es un centro de perfúmenes, donde adquirí un perfume para mi hermana. Durante la última parte del viaje, visité los barrios antiguos de Granada y Córdoba, y la Alhambra y la Mezquita respectivamente. Ahí mi principal objetivo era recopilar información y hacer fotos, y claro, quedarme perplejo de lo que es capaz una cultura. Desde allí partí a Gibraltar, donde vi las Columnas de Hércules y los monos, cuales me quitaron los plátanos y me pegaron un tortazo por cada plátano robado. Me quedé muy perplejo porque


en Boston era justo al revés. Si tú le robas algo a otro, el otro es el que te da el tortazo, y no tú a él. Finalmente cogí el avión de vuelta a Boston, haciendo stop en Londres. En cuanto a Gibraltar, me aseguré de quitarlo de mi lista de futuros viajes, los monos de verdad saben arañar. El viaje ha sido una experiencia inolvidable, he aprendido mucho, he hecho nuevas amistades, y he hecho 5000 fotos lo cual no me lo podía creer ni yo cuando llegué de nuevo a mi pequeña habitación en el campus universitario de Harvard. Mas, lo mejor fue que me servirá de lujo para mi diploma, cual lo sacaré, según mis profesores, sin ningún problema. Como últimas palabras quiero decir: "si llegáis a la idea, como yo, de hacer un viaje de formación y también de pasárselo bien, no dudéis en emprenderlo, estoy seguro que os ayudará".

Yann Eckardt. 1º BH A


LA CLAVE ES EL MEDITERRÁNEO. Voy por la calle. Llego tarde a trabajar. Nieva, hace bastante frio. Madrid a estas horas está en pleno despertar. Tiendas abiertas, olor a café y churros recién hechos y ese molesto y tan característico ruido de coches mañanero. Hora punta. Gente corriendo. Vuelvo a recordarlo, llego tarde. Entro en el edificio. Pasa algo, lo noto. Tensión en el aire. No sé qué es. Un golpe. Me desvanezco. Me duele la cabeza. Intento tocármela, pero no puedo. Oigo voces. Discuten sobre algo. Gritan. No entiendo nada. Todo me da vueltas. Me mareo. He debido hacer algo, porque se callan de repente. Pasos. Se acercan. Otro golpe. Me vuelvo a desvanecer. Despierto. No veo nada. Me sigue doliendo la cabeza. Creo que me han dado un golpe, pero no lo recuerdo. ¿Dónde estoy? A saber. Creo que me han vendado los ojos. Estoy desorientado. Intento moverme, pero no, no puedo. ¿Estoy solo? Tal vez. Se oyen pasos. Me arrastran. No entiendo nada. Mi cabeza, me duele. Siento como me mareo. Todo me da vueltas. Otra vez, me desvanezco. Un ruido. Un portazo. Mi cabeza. Una luz, me ciega. Intento hablar, gritar. No puedo. No entiendo que me pasa. No tengo fuerzas para nada. No sé cuánto tiempo estoy así, sin


hacer nada. Tengo los ojos cerrados, no puedo abrirlos y me rodeo las piernas con los brazos. Mi cabeza. Cada vez me duele menos. Intento abrir los ojos. Lo consigo. La luz, me ciega. Veo borroso. Poco a poco voy recuperando la visión. ¿Dónde estoy? Veo una mesa, al fondo, y una ventana, ahora entiendo lo de la luz. Una puesta. Está cerrada. Sigo sin entender nada. Estoy solo. ¿Qué hago aquí? ¿Cómo he llegado? Me abrumo. Me vuelve a dar vueltas la cabeza. Intento levantarme. Me cuesta mucho hacer el mínimo esfuerzo. Me levanto. Me doy en la cabeza. Lo que me faltaba, ahora me duele más. Intento caminar. Primero un paso, luego otro. Llego a la puerta, cinco pasos. Intento abrirla. Nada, está cerrada. La aporreo. No, no se abre. Me canso. No puedo más. Tengo sed. La mesa, se me había olvidado. Veo comida. Me aproximo. Hay algo más, una nota. La cojo. La leo en voz alta como si alguien pudiera escucharme.

“Si has llegado aquí será por algo. No me preguntes el por qué. Piensa en lo que has hecho. Es mi propia venganza. ¿Ves esa comida? Es la única que tienes. Pero tranquilo, puedes salir de aquí. Solo tienes que adivinar el lugar del mundo del que te estoy hablando: Sesenta y nueve ríos tienen algo que ver. Nôtre dame, El panteón de Roma y el muro de las lamentaciones tienen la


clave. Cádiz, Túnez, Pompeya y Florencia. ¿La relación? Ahí tienes la clave. Firmado: otro más de este maravilloso lugar.” Me caigo. Intento gritar. No puedo. No entiendo nada. Cada vez estoy más liado. ¿Qué es todo esto? Me supera. ¿Estoy soñando? Me pellizco. No, esto es real. Lloro. Pataleo. Grito. Y por último, me duermo. La luz. Me despierto. ¿Qué hago aquí? De repente lo recuerdo

todo.

Grito.

¡SOCORROOOOOOOOO!

¿HAY

ALGUIEN? ¡SOCORRO! Me rindo. No sirve de nada. No hay nadie. Estoy sentado en el suelo. No puedo moverme. Tengo todo el cuerpo agarrotado. ¿Cuánto tiempo llevo así? ¿Horas quizás? ¿Qué hora es? Mierda, no tengo reloj. Siempre se me olvida. Ahora me arrepiento de tener esta cabeza. Es de día. Entra sol por la ventana. Me levanto. ¿Qué hacer? Encuentro la nota entre mis manos. La leo, la vuelvo a leer y así unas veinte veces más. Me desespero. Intento ordenar mis ideas. Sed, tengo sed. Voy a la mesa. Cuento la comida. Apenas hay dos botellas de agua, un par de barritas energéticas, una manzana, varias latas de conservas y poco más. Apenas duraré una semana. Doy un sorbo de agua y me como media barrita. Vuelvo a estar tirado en el suelo y buscándole sentido a todo esto. Miro otra vez la carta.


La analizo: “si has llegado aquí será por algo”. No entiendo nada. ¿Qué puede haber hecho un simple periodista? Pienso. Repaso mentalmente mis últimas publicaciones: unas cuantas entrevistas sobre moda, reportajes sobre el mediterráneo… Nada de importancia. Por más que le doy vueltas a la cabeza no se me ocurre nada. Sigo sin entender a que juega mi “raptor”, si es que se le puede llamar así. Lo de la comida lo asimilé hace tiempo. Comer poco, racionalizarla y rezar porque me liberen antes de que el agua se termine. Pero me queda lo peor, el misterio. ¿Un lugar del mundo? Como si fuera pequeño. Empiezo a leer otra vez la nota. “Sesenta y nueve ríos”. ¿Cómo se puede una persona saber todos los ríos que hay en cada país? No lo entiendo. Bueno, si lo entiendo. Voy a morir, eso es todo. No soy pesimista pero es lo que pienso. Me paso lo que creo que son dos días así. “Como”, pienso y por último me vence el sueño. Decido hacer un mapa y dibujo las ciudades, también los monumentos. ¿Qué tienen en común? ¡EUROPA! Son todas de Europa. No, está Túnez. He vuelto a caer. Mi subconsciente me ha vuelto a fallar. Me he vuelto a ver fuera de este zulo. Cada vez estoy más desesperado. Creo que poco a poco estoy perdiendo la cabeza. Otra vez, me vuelve a vencer el sueño. Pero está vez es diferente. Esta vez es una


pesadilla. Estoy de crucero por el mediterráneo. Escribo, estoy trabajando. Es un artículo del mediterráneo. He descubierto un secreto de una civilización antigua. Lo voy a publicar. Paso por Roma, Florencia, Túnez. Pompeya, es ahí a donde se dirigen mis investigaciones. Esto me suena. De repente me despierto de golpe. Nôtre Dame, El panteón, el muro de las lamentaciones, Cádiz, Túnez, Pompeya, Florencia. Todas tienen algo en común. El Mediterráneo, la respuesta es el Mediterráneo. Sesenta y nueve ríos tienen que ser los que desemboquen en él. Grito. “MEDITERRÁNEO, ES EL MEDITERRÁNEO.” Voces, luces, hombres que tiran de mí. Que me tranquilizan. Pierdo el conocimiento. ***

Fue la policía la que me sacó de aquel zulo a las afueras de Madrid ese horrible invierno. Dicen que cuando me encontraron, estaba gritando como un poseso algo del mediterráneo. Claro, ellos no entendían nada, nunca encontraron aquella nota que yo creía haber leído, ni nada parecido. Fue como según ellos mismos dijeron: “un caso que se nos escapa de las manos”, porque nunca lo llegaron a resolver.


Años después llegué a la conclusión del porqué de mi secuestro. La respuesta estaba en el sueño. Meses antes del secuestro estuve investigando por el mediterráneo y Pompeya me reveló el misterio mejor guardado de la historia. Cuando volví, engañé a mi jefe y publiqué unos cuantos artículos sobre Roma, Florencia... Nada con importancia, solo para cumplir con mi trabajo. En el momento del secuestro ya estaba pensando en publicarlo. Lo haría a lo grande y gracias a eso me convertiría en el periodista famoso que siempre había soñado ser. Mi plan era perfecto, pero el secuestro lo estropeó todo. Cuando los policías me dejaron volver a casa descubrí una cosa: toda mi documentación sobre Pompeya había desaparecido. No quedaba nada. Demasiada casualidad, ¿no creéis? Por eso pienso que todo aquello tuvo alguna relación. Claro que podría haber publicado el artículo porque seguía teniendo información suficiente en mi cabeza. Pero el secuestro me ayudó, en cierto modo, a preservar mi tierra y aprendí que los secretos del mediterráneo, son, y serán siempre del mediterráneo.

Mª Carmen Navas. 1ºBACH B


El viaje de sus sueños Alejandra era una chica de ojos azules y el pelo rubio y rizado, tiene 17 años, pero mañana por fin cumpliría los 18 y esa noche se acostó pensando en el regalo que le harían sus padres. Sabía que sería algo especial, porque era una fecha especial. No se cumplen 18 años todos los días. Pero no se imaginaba hasta que punto sería especial su regalo. A la mañana siguiente se levantó y bajó a la cocina para desayunar. Se comió rápidamente el bocadillo de jamón serrano, aceite de oliva y tomate, su favorito y se bebió de un trago el zumo de naranja, nerviosa por ver lo antes posible su regalo. Por fin se lo dieron, era mejor de lo que esperaba. Se había imaginado montones de regalos posibles, pero sin duda este los superaba a todos con creces: ¡un viaje por el mediterráneo! Salía dentro de dos días, así que tenía que ponerse rápido a hacer la maleta y preparar las cosas que le falten. Tiene que reconocerlo, sus padres son los mejores del mundo. El sueño de Alejandra siempre había sido hacer un largo viaje por algunos de los países que rodean el mar Mediterráneo. Siempre ha pensado que seguramente sería un maravilloso viaje del que podría aprender muchas costumbres interesantes. Pero lo que más le gustaría seria poder probar distintos tipos de comida y aprender recetas. Le fascina las maravillas que se pueden hacer hoy en día con la comida y los sabores tan variados que podemos encontrar. El primer país para visitar en su deseado viaje era Francia. Primero fue a París, la ciudad del amor. Llegó de noche y se fue directamente a ver la torre Eiffel, la vista desde allí arriba era


alucinante, se veía todo París iluminada, era mucho mejor que verlo en películas. Cenó Ratatouille, ya que quería probarlo desde que vio la película de Rataouille (la de ese ratón cocinero) y la verdad es que estaba bastante rico. Al día siguiente desayunó un par de croissants y se fue a ver el arco del triunfo y el museo del Louvre. Más tarde se fue a Marsella, donde comió confit de pato y de postre crepes. Más tarde se fue a la playa a descansar un rato y conoció a unas chicas que la invitaron a una fiesta por la noche. Cuando comenzó a anochecer se fue a ver el puerto y se fue a la fiesta, donde probó una fondue con distintos tipos de frutas, trozos de bizcochos y bolitas de helado. Cuando vuelva a su casa tiene que prepararle una a su madre, seguro que le encantará. El siguiente país que tocaba era Italia, el país de las pastas, las pizzas y los risottos. Primero fue a visitar el coliseo de Roma, un monumento increíble, ya que la parte que aún se conserva no está muy deteriorada. Es un lugar que hoy en día es visitado por millones de turistas y en el que antiguamente se realizaban luchas a muerte como espectáculo para entretener a la gente. Luego conoció a Mario, un chico italiano moreno muy simpático y extrovertido que la llevó a pasear por las calles italianas, todas llenas de vida, color y alegría. Más tarde fueron a comer a un restaurante italiano y pidieron tallarines a la siciliana (con tomate, berenjenas, aceitunas negras, albahaca, anchoas y alcaparras) y de postre se comieron un tiramisú. Después fueron a visitar la plaza de San Pedro en la ciudad del Vaticano y se comieron un helado con bolas de tres sabores distintos cada uno, había tanto que a Alejandra le costó muchísimo decidirse,


quería probarlos todos pero, al final escogió de gianduia (chocolate típico de Torino), cioccolato all’arancia (chocolate con naranja) y de pera. Por la noche quedaron otra vez para ir de fiesta a una discoteca muy buena que conocía Mario. Terminaron la noche cuando ya amanecía e intercambiaron sus números de teléfono para poder seguir en contacto por Whatsapp y se despidieron. Aunque seguro que volvían a verse, ya que Mario tenía planeado un viaje a España muy pronto. El siguiente país de su ruta mediterránea era la República Helénica, Grecia. El país donde nacieron los Juegos Olímpicos, la democracia, la política, la filosofía y sus filósofos (Tales de Mileto, Sócrates, Platón…), las ciencias… Lo primero que hizo al llegar fue irse a una de las playas más maravillosas de Grecia, con sus aguas turquesas y poco profundas y de arena color rosa. Después se tomó una cerveza y se fue a visitar el Partenón, un monumento dedicado a la diosa griega de la guerra, la civilización, la sabiduría, la estrategia, las artes, la justicia y la habilidad, y protectora de Atenas. Comió con un grupo de turistas españoles que conoció allí. Probó el souvlaki (pequeñas piezas de carne intercaladas con verduras y aderezos) y lo acompañó con una ensalada griega con queso feta y con ouzu (una bebida alcohólica griega). Por la noche se quedó a dormir en un hotel y desde su ventana podía verse el monte Olimpo. Se durmió pensando en todos los dioses de la mitología griega y en los distintos mitos, que siempre la han fascinado. El siguiente destino era Croacia, el país donde nacieron las corbatas y algunas de las primeras plumas estilográficas. No se podría hacer un viaje por el Mediterráneo y no ir a


Ragusa/Dubrovnik a ver esas espléndidas murallas. Allí comió Ćevapćići, (carne asada con forma de salchicha que se sirve con cebollas, pan de pita y mostaza, patatas, etc.). El siguiente país de la lista de su ruta era Turquía, un país con una cultura muy diferente a la suya. Primero fue a ver la Mezquita azul de Estambul, cuando salió se comió un kebap en un puestecillo que había junto a la mezquita y se fue a ver otros palacios, mezquitas y castillos. Después se fue a un hammam (un baño turco) para limpiar el cuerpo y relajarse un rato con masajes. Porque estaba un poco cansada al estar todo el día de viaje yendo de un sitio a otro y andando todo el día. Aunque merecía la pena, era un viaje estupendo. Más tarde se fue a la playa a hacer un curso de windsurf, fue muy emocionante pero después le volvía a doler todo el cuerpo, así que cuando terminó, cenó un börek (una especie de empanada rellena de carne), se tomó un té de escaramujo, que por cierto estaba delicioso y se acostó para recuperar fuerza para poder seguir disfrutando plenamente de su viaje. Su siguiente destino turístico era Israel, la tierra prometida. Cuando llegó conoció a un muchacho español, Javier y decidieron ver este país juntos. Él le explicó que en este país, la vida gira en torno al calendario hebreo. Le asombró ver la gran variedad de culturas y creencias que convivían en este país. Había muchísimos sitios sagrados para visitar, y aunque a ella no le interesaban mucho, acompañó a Javier a ver el muro de las lamentaciones, pero tuvieron que separarse, porque las mujeres y los hombres tenían que ir separados. Era increíble la cantidad de gente que había ahí rezando. Cuando salieron, se fueron a comer y pidieron croquetas de falafel y de postre baklava,


elaborado con una pasta de nueces trituradas distribuida en el filo y bañado en almíbar. Después de comer se fueron a bañarse al mar muerto, estaba chulísima la forma de flotar, intentaban ponerse de pie en el agua, pero no podían siempre eran impulsados hacia arriba haciendo imposible sumergirse. A Javier le entró agua en los ojos y eso si que fue terrible, le picaban muchísimo, pero fue un baño divertido. Luego se despidieron y quedaron en que ya hablarían para quedar un día cuando volvieran a España. El siguiente y penúltimo país de la ruta mediterránea de Alejandra era Egipto. Primero fue a ver las pirámides de Giza y pensó en cómo podrían haberlas construido sin ayuda de las máquinas modernas. Se imaginó a los pobres egipcios subiendo esas enormes rocas y lo vio imposible. Más tarde se fue a ver la Gran Esfinge y se la imaginó como era al principio: la cara y el cuerpo rojos y el nemes de rayas azules y amarillas que le cubría la cabeza. Después se comió un plato de Ful medames que no le gustó nada, pero bueno, como siempre le dice su madre: hay que probar de todo. Cuando terminó, se fue a ver el templo de Karnak, que era un recinto enorme rodeado por una muralla. Había una avenida con esfinges y un embarcadero, vio el templo de Ramses III, el de Thutmose III y el santuario de Amon-Ra, que fue el que más le gustó. Cuando salió ya se había hecho de noche, así que fue a cenar Kushari, un estofado de legumbres. Mientras esperaba a que le trajeran la cena, conoció a una chica inglesa en el restaurante que había aprendido a hacer papiro y le enseñó como se hacía. Al día siguiente fue a ver el museo egipcio de El Cairo.


El último lugar de su viaje era Marruecos. Al principio, Alejandra temía ir sola a Marruecos, pero después se dio cuenta de que no tenía por qué preocuparse. Se instaló en un Riad en la medina de Marrakech, era un lugar mágico. Cuando iba de camino, se cruzó con varios encantadores de serpientes, eso le produjo repelús, ya que no soportaba las serpientes, pero por otro lado, le parecía fascinante como podían controlarla simplemente con un poco de música. Decidió no hacer planes, así que fue a pasear y ya llegaría a algún lugar interesante. El paseo en sí, ya fue interesante por todos los colores, gente, olores, etc., con los que se cruzaba. En el zoco encontró un montón de cosas. Allí encontró regalos para sus padres y para sus amigas (consiguió regatear el precio hasta que solo le costó ¼ de lo que le pedían al principio) Cuando se cansó de andar, se dio un paseo en carroza. Cuando se bajó de la carroza, entró en una tetería, donde se tomó el mejor té que había probado en su vida. Por la noche volvió al Riad y cenó cuscús. El último día de su viaje fue a visitar la mezquita de Koutoubia, cuyo alminar llevaba viendo desde que llegó. Cuando volvió a España estaba reventada, tenía agujetas en todo el cuerpo, pero el viaje había merecido la pena. Era una experiencia que Alejandra jamás olvidaría y de la cual había aprendido muchísimo. Nunca se había imaginado que en el mundo pudiera existir gente tan distinta con ideas tan distintas, países con costumbres tan distintas, toda esa variedad de comidas que había tenido el lujo de probar y sobre todo, como en un trozo tan pequeño de nuestro planeta podía haber lugares tan diferentes.


Pensó que lo mejor sería hacer un álbum con las fotos del viaje y explicando todas las cosas que le habían llamado la atención, así jamás olvidaría el más mínimo detalle del viaje de sus sueños.

Sarah Jiménez. 1ºBach. A


Mediterráneo… la ausencia de tus olas. Vacío inmenso. Llanuras interminables de sal compacta y yermos prados secos. La sombra al mediodía parece escondida. Sudor sobre la frente. Calor abrasador. ¿Qué hago aquí? Sola. Indefensa. ¿Por qué me abrasa una desesperada sensación de que me falta algo? En mitad de aquel vacío solo puedo pensar en la inefable ausencia que me recorre por dentro. También me pregunto qué pinta una mancha negra en el horizonte. ¿Se mueve? Sí, se está moviendo. No tengo nada que hacer. No tengo nada que perder. Me acerco. Aquello también se acerca. Ambos caminaremos hacia un irrevocable encuentro que quizá me dé la respuesta que busco. ¿Cuánto llevo caminando? En este paraje uniforme es imposible medir distancias, pasos, o tiempo. Tampoco sé si el mástil que parece entreverse en ese cuerpo extraño es un mástil, o no. Sí, ahora se ve. Lleva una vela. Es pequeño. Bajo. Con ruedas. Me pregunto para qué sirve un barco en esta inmensa llanura. Es obvio que las ruedas sí.


Él me ha visto. Saluda con su mano morena y sonríe. Barba y barriga su estilo. Túnica ajada y sandalias su tarjeta de presentación. Vaya charla me está dando. Aníbal se llama. Me pregunta por Cartago. No le hago caso, le pregunto yo. ¡Sí! Él también lo nota. Falta algo. A él también se le ha perdido. Ahora sigue hablando. ¡Vaya hombre insaciable! Parece que lleva días sin hablar. Quizá sea cierto. Pero sus palabras me sirven. Si acaba de partir de Alejandría no puede estar lejos. En su barco llegaré mucho antes. Cualquier lugar es mejor que este solitario y vacío desierto. Y quizá allí encuentre la respuesta. Este mercader es un lascivo compungido. Simpatía por doquier pero en cuanto te das la vuelta te come con los ojos. Ten cuidado. Una mujer sola en este tiempo y en este lugar… ¿Que qué tiempo y qué lugar? Yo tampoco lo entiendo. Tan poco es tan malo. Tan solo habla demasiado. No para de repetir lo bien que se lo pasa fingiendo manejar armas y dirigir ejércitos al jugar con sus hijos. Me da vino bueno y comida. Pan de harina y nueces mientras me muestra orgulloso sus telas de tintes de Cidonia, sus tapices con bordados baratos de Eurídice y Orfeo. Llego pronto a la ciudad. O eso creo. Quién sabe. El tiempo se pierde entre esa arena salada.


Me extraño. Apenas un templo aquí, otro allá. Santa Sofía al fondo. La Torre de Pizza asomando en el extremo oeste, difuminada entre tres pirámides. Lo único que alcanzo a vislumbrar del puerto muerto son los grandes diques que unen ambos muelles, el Gran Puerto y el Puerto del Buen Regreso, al gigantesco faro. Allí atracamos. Un barco con ruedas entre montones de barcos con ruedas. Definitivamente aquí falta algo. Pero ¿qué es? Me despido. Un gracias por todo, muchas sonrisas y una especie de apego sincero por haberme llevado hasta allí sin necesidad alguna. Aníbal se va a seguir combatiendo con sus sueños de lo que pudo haber sido, y de lo que no es. Alejandría me recibe esplendorosa. Una vez entre sus calles de adoquines romanos, sus templos parecen aumentar en número así como lo hacen en tamaño. Estatuas de mármol sobresalen entre la gente con túnicas tintadas, tablillas mesopotámicas con sus cuñas y caras pintadas como egipcios. Junto al templo de Atenea Niké una loca da voces. Clama a voz en grito, sin parar de reír, que lo ha descubierto, que el astrolabio es una blasfemia cristiana. Que no deberían usarse los cielos, la cúpula de Dios y Jesús, para nuestro propio


beneficio. Que como castigo nos había quitado algo que no se atrevía a nombrar. Se le acerca un muchacho que intenta tranquilizarla. La coge por los hombros y le susurra al oído, pero ella sigue en su éxtasis y lo ignora, intentando soltarse. Finalmente el joven se harta. -¡Hipatia, por Dios, por los Dioses, por quien tú quieras! ¡Cállate, vete de aquí o acabarán linchándote! Tras su terrible advertencia se va. Hipatia calla un momento, pensando, pero aquello supone demasiado para ella y vuelve a su retahíla sin sentido contra las matemáticas, la astronomía, y los filósofos. -¡Nos lo ha quitado! ¡Nos lo ha quitado! Me da pena. Esa pobre ignorante está provocando miradas de odio entre la gente culta que pasa, y entre los cristianos que la tratan de loca. Finalmente una masa humana la rodea y la lapida. Desconozco de qué parte fueron. Pobre. En ella parecía faltar algo. A lo mejor lo hubiera sabido. Aunque desconociera tantas otras cosas. Voy preguntando a los que veo, y todos coinciden conmigo en esa ausencia devastadora. Pero nadie sabe decirme lo que es. Camino por la plaza Navona y paso por la Medina Vieja

hasta la plaza Medersa Sefarinne. La gente en el


mercado regatea los precios con arrojo, y no se escuchan más que palabras en árabe que perfectamente podrían ser insultos por la manera de dejarlas caer desde su boca. En el centro de la plaza rodeada por casas austeras con celosías, junto a una fuente, descansa un hombre moreno con turbante y babuchas. Está rodeado por un séquito de iguales con ropajes menos elegantes y unas cuantas esposas con sus velos y sus monedas tintineando a cada paso que comienzan a dar, disponiéndose a salir de la plaza. Corro hacia ellos. Tienen pinta de ser importantes. Ellos tienen que saber qué falta. No paran de caminar ante mi presencia, sino que más bien me apartan como si quisiera mendigarles dinero. Pero no me rindo y, aunque no me hacen el honor de detenerse por mí, consigo que sus guardias se aparten con sus sables de hoja de media luna y me dejen hablar con él. Ataja pronto la cuestión diciéndome lo mismo que muchos otros. Esto me lleva hasta Medina Azahara, que ocupa una porción de aquella extraña ciudad. No me dejan pasar, así que me quedo observando la Puerta del Primer Ministro mientras los veo alejarse. Un carraspeo y me doy cuenta de que uno de sus guardias se ha quedado junto a mí.


-Yo también lo noto. ¿No duele horriblemente ese vacío inexplicable? Es como si me faltara el valor que va atado a esa pérdida. Soy incapaz de realizar mis planes. Y todo por esa ausencia que me vuelve loco. Sonrío. Está igual o peor que yo. Se despide con urgencia pues si no lo hiciera, pronto la ausencia notada sería la suya. Efectivamente no tardan en llamarle a voz en grito. -¡Almanzor! Ahora camino entre las pirámides de arena, que rodean el Coliseo y el Panteón. Me pierdo entre tantos pasadizos angostos dejados entre tales monumentos hasta que encuentro en una esquina a una pareja besándose. Ella es delgada y poca cosa, pero muy bella, con un pelo moreno como la noche que cubre sus espaldas damnificadas por latigazos. Él viste de centurión, con la túnica ajada y el casco en el suelo. Se ve que es una sirvienta, y él uno más del ejército romano.

Voy

a

preguntarles,

aunque

me

fatiga

interrumpirles, pero estoy tan perdida que no puedo hacer otra cosa. Me responden lo de siempre. Me indican el camino y continúo. Pero escucho un gemido. Me doy la vuelta. Aun los veo. Ella yace en sus brazos, y él llora arrodillado, mientras


saca un frasquito. Sonrío. Qué bonito. Se desmaya y simplemente por eso él llora mientras la despierta con alcohol. ¿O se lo estaba llevando a la boca? Quién sabe, ya hace tres calles que se perdieron. Se me acelera el corazón y doy un salto. Por suerte el áspid se pierde pronto tras una esquina. Dios, que susto. Las autoridades deberían hacer algo. Es peligroso. Así murió Cleopatra. Paso por el Muro de las Lamentaciones y me introduzco de lleno en una serie de canales, con sus aceras de adoquines grises y sus puentes. Subo al puente de Rialto, sobre el Gran Canal. Me detengo allí, ante su pórtico central, a contemplar los fuegos del Carnaval. Las máscaras, las plumas y los disfraces estilizados se mezclan en bailes y paseos bajo fuegos artificiales. Sonrisas pétreas blancas, plateadas y doradas son las únicas respuestas que recibo entre el gentío de aquellos barrios. Cruzando otro puente, el de los Dragones, llego a otra parte completamente distinta. Allí las casas son pequeñas, de tejados oscuros, y mujeres con pañuelos atados a la cabeza. Allí también pregunto pero aunque coinciden conmigo en que notan la terrible ausencia tampoco nadie sabe responderme.


Andando llego frente a una plaza de toros. De allí salen hombres con fajín y, flamencas de sevillanas, pero al preguntarles me llevo la misma respuesta. Ya no sé qué hacer. Me he sentado en un banco del Quartier du Panier. En frente tengo una tienda de televisiones, de estas que ponen varios aparatos en el escaparate y sintonizan distintos canales de todo el mundo. Un telediario sajón arremete contra los países PIGS. Me extraño. Una vez supe la respuesta, pero ya no está. ¿Qué relación hay entre ellos, aparte de ser europeos y estar en crisis, como tantos otros? Falta algo. Sé que falta algo. Ante mí pasa una cuadrilla de soldados británicos imperialistas. Uniformes beige manchados de sudor y esfuerzo. Corren en formación con sus rifles en alto en dirección al puerto marsellés que se vislumbra desde allí. Me levanto y los alcanzo, con una mínima esperanza. No quepo en mí de asombro. -¡Claro! Nosotros sabemos lo que falta. Ven y te lo mostraremos. Emocionada subo al navío en el que van a zarpar. Quilla enorme con varias hileras de ruedas. ¿A dónde podrán llevarme?


Estoy intrigada, me muerdo las uñas de nervios. ¿Qué falta? ¡Voy a saberlo! De nuevo me encuentro rodeada por kilómetros de llanura seca y blanca. Un camino eterno que nunca termina. Por fin pregunto, por fin me entero. -Vamos rumbo a Gibraltar, obviamente, chiquilla. Dejaremos allí botines, los descubrimientos de las excavaciones y tumbas saqueadas, y recogeremos provisiones. Pasa el tiempo pero no cambia nada. Podríamos estar quietos perfectamente si no sintiéramos los vaivenes que producían las dunas saladas bajo nosotros. Por fin a lo lejos se distingue un cambio. Una elevación inmensa de roca que cada vez se hace más grande conforme nos acercamos. Paredes infinitas de roca se crecen desde la llanura hasta arañar el cielo. -Gibraltar está justo allí-me señala el soldado mientras dirige un dedo al extremo norte de esa pared gigantesca que termina enlazada al continente elevado que bordea toda esta meseta invertida. Pero apenas me fijo en sus palabras, ni en su dedo. Solo tengo ojos para ver el agua cristalina y azul desbordarse sobre


aquella pared que con un crujido parecía empezar a fragmentarse en su centro con ligeras grietas inundadas de golpe. El fluido no tarda en manar como un paño de seda gigantesco resbalando sobre la roca, formando una brillante catarata que refleja el sol y me deja ciega. Aunque no dejo de mirarla. Todos en el navío profieren exclamaciones de asombro y alegría, todos olvidan cualquier otro pensamiento y claman emocionados. Hasta que nos percatamos de que igual que había caído ahora el agua se avenía sobre nosotros como una terrible promesa. Sucumbo al oleaje, a los remolinos de cristal líquido y espuma, hasta que me falta el aire y abro los ojos. * Ante

un

portátil

parpadeante.

Un

procesador de textos con cientos de líneas a Times

New

Roman.

Y

tres

títulos.

“Pinceladas de un mismo azul”; “La Gran Pregunta”; “Mediterráneo…”. Sonrío soñolienta. Ahí tengo mi respuesta.

Irene Beatriz Olalla. 1º BH A


“Beep, beep, beep..” Apagué la alarma y miré el reloj: era las siete. Dentro de una hora estaré dando clases. Y pensar que hace una semana estaba viajando por todo el Mediterráneo con Tiffany... Me levanté de mi cama y fui a desayunar. Mientras me hacía el desayuno me puse a recordar todo lo que había hecho en ese viaje... Tras haber estado meses con un montón de exámenes, Tiffany y yo habíamos decidido irnos de viaje por todo el Mediterráneo en los tres meses que teníamos de verano. Recuerdo que estábamos nerviosas ya que nunca habíamos ido de viaje sin nuestros padres ni habíamos salido de América. Primero, fuimos a España, que está justo debajo de Francia. Antes de ir de viaje, mi madre me compró una guía turística del Mediterráneo. Había leído que en España se comía mucha paella y se bebía sangría. Al leer esto me emocioné mucho y quería probarlo todo. También quería asistir a una tradición donde la gente del pueblo soltaba toros y corrían de ellos. Yo no lo entendía, pero seguro que era entretenido. Después de aterrizar, fuimos directo al hotel y soltamos las maletas. Nos pusimos los bañadores y nos fuimos a tomar el sol en la piscina. Esa noche, como a mi me apetecía mucho, fuimos a cenar en un restaurante por el paseo. No hacía nada frío y había mucha


gente paseando fuera. Encontramos un restaurante muy bonito que hacía paella y nos fuimos a comer allí. Después decidimos pasear un poco por el paseo, para ver lo que hacía la gente de allí para entretenerse. Se veía que muchos se dedicaban a tomar cafés en las heladerías que había y, como a Tiffany quería, fuimos a tomarnos un helado también. En los días que siguieron, fuimos a visitar a La Alhambra que es una ciudad palatina andalusí situada en Granada. También fuimos a ver la tradición aquella de los toros, que al final no era tan entretenido como yo pensé... Como Francia estaba cerca de España, decidimos visitarlo justo después de haber estado en España: había tantas cosas para visitar, no nos queríamos perder nada. Para ahorrar dinero, para llegar a Paris, cogimos el metro. Era algo difícil entenderlo todo en francés pero al final lo conseguimos. Fuimos a visitar el Nôtre Dame (donde me hice uno foto haciendo como que estaba jorobada, aun que la gente me miraban raro..), el Sacre Coeur, el Museo Louvre, etc. Dejemos la Torre Eiffel para lo último, cuando se hizo de noche. Allí subimos a lo alto de la Torre, que básicamente es una estructura de hierro construida para la Exposición universal de 1889. Según el libro que me compró mi madre, en 2007 fue el monumento más visitado del mundo. También fue la estructura más elevada del mundo durante más


de 40 años hasta la construcción del edificio Chrysler, de Nueva York en 1930. Como a Tiffany le daba vértigo estar mucho tiempo allí arriba, nos bajamos a cenar croissanes y cola caos, ya que no teníamos mucha hambre. El tercer país que visitamos fue Italia. De todos los países a los que habíamos visitado, Italia era el que más me gustaba, porque comían pizza, espaguetis, viajaban en vespas... Bueno sí, sacaba estas ideas de las películas que veía y seguramente Italia no era nada así, pero aún así estaba motivada por ir y visitarlo. El primer día que estuvimos en Italia, conocimos a una chica, de nuestra edad, llamada Sofía. Tiffany, en la universidad, estudiaba italiano y la entendía muy bien. A pesar de la motivación que teníamos para ir a explorar, ambas estábamos reventadas, así que nos fuimos a dormir. El siguiente día nos fuimos para la casa de Sofía para cenar con su familia. Cuando dijo que íbamos a comer con su familia, yo me imaginaba cenar que se refería a sus padres y algún hermano o hermana que tendría. Me equivoqué. Entramos a la casa y estaba TODA la familia de Sofía allí: sus abuelos, sus primos, sus tíos, etc. La verdad es que me sentía como una acoplada en su reunión familiar, pero Sofía me contó que era normal aceptar a tus amigos también como si fueran parte de tu familia allí en Italia. Y eso fue lo que hicieron; nos


trataron como familia. Para comer, comimos espaguetis, algo que me hizo mucha ilusión y, aun que sea un cliché, los italianos de verdad saben cómo cocinar espaguetis. Comí tanto que pensé que iba a explotar, pero la familia de Sofía seguían comiendo: pan con aceite, tomates, quesos.. Yo no sé donde se lo guardaban, porque gordos no eran. Llegó la hora de irse; la verdad es que lo habíamos pasado muy bien. Los dos días que siguieron, Sofía nos llevó por toda Italia, enseñándonos cómo vivía la gente de Italia. Hicimos todo lo que haría un turista, hasta nos echemos la típica foto con la Torre inclinada de Pisa “manteniéndolo” recto. Después fuimos a la playa donde la gente se tiraba de las rocas que había allí. Sofía decía de subirnos y saltar, pero Tiffany no quería y yo no quería dejarla sola. Ya estábamos en Julio, y nos encontrábamos en Grecia. Para los cincos días que estuvimos en Grecia, yo no me encontraba nada bien. Pillé un virus de allí y me tuve que quedar durmiendo en el hotel todo el tiempo. En esos días, Tiffany se entretenía intentando entender lo que decían por la televisión. Ya en Turquía, me encontraba mucho mejor como para dar vueltas y explorar Turquía. Ese país era totalmente diferente que los otros que había visto antes pero seguía siendo muy


bonito. Tenían las playas con arena blanca, algunas mujeres andaban con trajes largos y de colores vivos, las calles eran muy largas y estrechas. Allí te podías perder. Recuerdo el día que fuimos al mercado grande que había y perdí a Tiffany por ahí. Yo, como suelo exagerar las cosas, pensé que alguien las había secuestrado o algo así. Al final estaba comprando los palos estos que quemas y huelen bien. Y yo allí preocupada... Otra cosa que me gustaba mucho de Turquía era las diferencias de té que servían y la Santa Sofía, una antigua basílica que, con la invasión otomana, fue convertida en una mezquita bajo los órdenes del sultán Mehmed II. Después de haber estado en Turquía, nos fuimos a Israel. Recuerdo que no me lo pasé muy bien en Israel: el hotel no estaba muy limpio, la gente no era sociable, no me gustaba mucho la comida de allí. La verdad es que estaba muy contenta por dejar ese país. Ya nos encontrábamos a finales de agosto y ya mismo se nos acababa el viaje. En ese momento, Tiffany y yo estábamos en Egipto. Habíamos llegado por la mañana temprano así que tuvimos tiempo para empezar a explorar Egipto. Tiffany y yo estamos de acuerdo en ir a visitar las Pirámides de Guiza, que se consideraban una de las siete maravillas del mundo. Cuando fuimos a verlo vimos que justo delante había como una estatua


de un hombre con algo que se parecía a un gorro encima de la cabeza. Según el libro que me compró mi madre, que tanto me había servido, era La Gran Esfinge de Guiza. Junto con la Gran Pirámide de Guiza, ha sido un tema recurrente de escritores desde el siglo XIX. Edgar Cayce difundió la teoría de una antigua civilización: los atlantes. Para Cayce y sus seguidores, la Gran Esfinge fue construida por los atlantes, y se cree que bajo la estatua se encuentra la “Sala de los Archivos.” Durante años, ha habido numerosos arqueólogos y egiptólogos buscando la “Sala de los Archivos” y hasta ahora, sólo han encontrado agua. Tras leer esto, me entró la curiosidad de si de verdad debajo de la esfinge se encontraba o no una sala de archivos. Supongo que nunca lo sabré.

“¡PIIIIIING!” Y con la tostadora imitando ese sonido, volví a la vida real.

Hayley Duckering. 1º BH A


Amor Mediterráneo Vaya verano. VAYA verano. Se me ocurrió escribirlo todo aquí para no olvidarme nunca de nada, de ningún precioso recuerdo de mi viaje por el Mediterráneo. Bueno, pues empezamos…

Como regalo de graduación, mis padres me llevaron a Roma. Había terminado mis dos años de bachillerato y después del verano me esperaban cuatro estresantes años de derecho en la universidad

de

Málaga. Quería

relajarme

un

poquito,

escaparme de lo normal y tener experiencias nuevas en sitios nuevos. Salimos de España el 2 de julio. Al llegar al hotel, vi que estaba situado en un callejón bonito, lleno de casas rurales con balcones y pequeñas ventanas con rejas, no muy lejos de la Plaza Navona, la plaza principal de Roma, y de la fuente de Trevi. Al entrar, la sala principal estaba decorada con columnas romanas y los suelos eran de mármol. La cama de mi habitación era como la de una princesa de un cuento de hadas, llena de almohadas rojas, naranjas y amarillas. Esa tarde, después de deshacer las maletas, bajamos a un pequeño bar que había en frente del hotel, a tomarnos uno de los


helados más buenos que había saboreado en mi vida, y por la noche, cenamos en un pequeño restaurante cerca de la fuente de Trevi. Comimos unas pizzas llenas de aceitunas y jamón serrano, y bebimos una copa de vino tinto. Fue una semana genial. Vimos el Panteón, la ciudad del Vaticano, el Coliseo, la Capilla Sixtina y mucho más. Por la noche había pequeñas fiestas en las calles, y parecía que esta ciudad casi no dormía. El penúltimo día decidí darme un paseo yo sola por la ciudad, ya que mis padres decidieron aprovecharse del inmenso calor que hacía y estar todo el día al lado de la piscina del hotel. Me había gustado mucho la Fontana di Trevi, así que me dirigí hacía esa parte de la ciudad. Una de las tradiciones de Roma es que al visitar esta fuente, sacas una moneda, pides un deseo y tiras la moneda a la fuente para que se cumpla tu deseo. El mío fue tener una aventura este verano. Al darme la vuelta, vi al chico más hermoso que había visto jamás. Era alto, fuerte y, sobre todo, rubio. Llevaba un pantalón corto beige, una camiseta blanca, gafas de sol y unas chanclas. Era mi chico perfecto. Cuando me sonrió, me di cuenta de que le había estado mirando y salí casi corriendo a sentarme en una heladería muy bonita que había en la calle de al lado.


Me estaba comiendo un helado y leyendo cuando me di cuenta de que el chico de antes se había sentado detrás de mí, y que él también se había puesto a leer. Al cabo de un rato se dio la vuelta a preguntarme qué libro me estaba leyendo. Se presentó como Will. Era sevillano, y de mi edad. Empezamos a hablar y, cuando se quitó las gafas, me quedé hipnotizada. Tenía los ojos azules, azules como el azul de las aguas de Hawái. Eran preciosos. Nos tiramos toda la tarde hablando y esa noche, después de cenar en un restaurante de la Plaza España, vimos los fuegos artificiales desde el Arco de Constantino. Para el final del día siguiente Will me tenía enamorada, y yo a él. Me contó que este verano iba a viajar por el Mediterráneo. Había querido una aventura este verano y, al pedirme que fuera con él, acepté. De todas las aventuras que me había imaginado, esta era mejor que cualquiera de ellas. Sabía que mis padres confiaban en mí y, al decirles lo que tenía planeado con un chico que había conocido hace menos de 48 horas, me llamaron loca, pero me dejaron.

Salimos de Roma el 10 de julio, en tren, y llegamos a Atenas unos días después. Entre estas dos ciudades habíamos parado


en varios pueblos de la costa Mediterránea. De día fuimos a las hermosas playas que tenían, dimos paseos por los campos y bosques y vimos todas las culturas y monumentos que había. De noche, probamos todas las gastronomías de estos pueblos, y paseamos por los puertos, Will sin soltarme nunca la mano. Estábamos enamorados. Fue una locura, algo que solo sale en las películas, pero era un amor verdadero. En muy poco tiempo, este chico se había convertido en mi mejor amigo, pero también en ese gran amor que solo ocurre una vez en la vida. Era mi alma gemela.

Al llegar a Atenas, encontramos un hotel en el barrio de Plaka. Era una zona turística y pintoresca, de calles estrechas e irregulares, con unos edificios enormes, como la Catedral Metropolitana de Atenas. Estuvimos una semana aquí, y visitamos el barrio de Anafiótika, que tenía unas casas muy bonitas, con estilo típico de las islas del Egeo, y también los de Psirí, Thissio y Gazi, que me gustaron mucho por sus cafés, que eran muy pequeñas pero con buena comida, como tzatziki, fakes y musaca. Vimos monumentos como el Arco de Adriano, el Zappeion y, cuando fuimos a los Jardines Nacionales a tomarnos un picnic, el Templo de Zeus Olímpico.


Después de Atenas, llegamos a Marsella. Tuvimos que viajar en avión, ya que en tren o barco hubiéramos tardado más de una semana en llegar. Descubrí que Will hablaba francés cuando le dije que tenía mucho sueño de tanto viajar, y nos pidió un taxi para llevarnos al hotel. Esto solo hizo que le quería aún más. Había sido el caballero perfecto, pensando siempre en mí. Me entendía perfectamente, me hacía reír y teníamos miles de cosas en común. Cuando estaba con él me sentí princesa. Estaba empezando a desear que este verano fuese eterno. Marsella era una ciudad preciosa, y me encantaba desde el primer día. Estuvimos tres días aquí, y alquilamos una Vespa para desplazarnos por la ciudad. Sus playas eran increíbles, con arena blanca casi como la nieve y las aguas turquesas. Una mañana decidimos apuntarnos a una guía turística, y nos enseñaron la basílica Nôtre-Dame de la Garde, el Castillo de If, el Palacio Longchamp y la Catedral de la Major, que era un edificio enorme con una arquitectura tremenda, de estilo románico-bizantino.


La última cuidad de nuestro viaje era Barcelona. Debería de incluir también que entre todas estas ciudades estuvimos en numerosos pueblos y ciudades, todos muy bonitos, rurales y con muy buena comida, pero lo que más me gustó de todo esto fue la vida nocturna. Parecía que sus habitantes nunca descansaban. En los pequeños pueblos vimos fiestas callejeras de todo tipo, en las cuales bailaban y se lo pasaban bien con sus amigos y familiares. Niños corrían con sus amigos chillando y jugando, y sus padres charlando, todos sentados en unas sillas que habían sacado a la calle.

Barcelona también era una ciudad muy bonita, llena de arquitectura de todo tipo. Will nunca había estado aquí, y yo tampoco. Como mencioné anteriormente, él era de Sevilla. El padre era español y jefe de una empresa de negocios, y la madre, inglesa, pero había vivido en España durante muchos años y era enfermera. Como Will era de mi edad, en septiembre iba a empezar una carrera de derecho, como yo, en la universidad de Sevilla. Decidimos estar los tres o cuatro primeros días viendo la cultura y explorando la ciudad, y después estar una semana en un hotel lujoso, al lado de la playa, para poder descansar un poquito tras nuestro larguísimo viaje.


En estos primeros días, alquilamos otra Vespa y fuimos a la Plaza Cataluña, el Palacio de la Virreina, la Catedral de Barcelona y un montón de sitios más. Una noche vimos un teatro en el Gran Teatro del Liceo y otra comimos en el paseo de Las Ramblas. A la semana siguiente, teníamos reservado un hotel de cinco estrellas que estaba al lado de la playa. De día tomamos el sol, y de noche salimos de fiesta, ya que Barcelona es conocida por sus discotecas.

Fue un viaje inimaginable, con una persona inimaginable. Todavía no hemos decidido lo que vamos a hacer yo y Will ahora que hemos vuelto a la normalidad, pero pase lo que pase, estoy segura de que nuestro amor durará para siempre.

Lauren Fellows, 1º bach. C


Tras mi viaje por el Mediterráneo y tras mucho planteármelo, he decidido escribir este relato, por si alguien le encuentra utilidad como guía de viaje y espiritual, para encontrar las cosas buenas de la vida y que estas nos llenen de felicidad por encima de las cosas malas. Esta ruta, la cual me planteé como un viaje espiritual comenzó de una manera muy singular, todo empezó como un trayecto corto desde Málaga, el punto de origen, hasta Melilla, lugar donde decidí viajar alrededor del mediterráneo, el cual yo no tenía planteado, ya que solo iba a estar el fin de semana de visita a mis abuelos. Lo primero que hice después de dejar las maletas en el hotel fue desplazarme hasta los zocos árabes en compañía de mi familia, ya que necesitaban recargar sus reservas de cuero para su taller de bisutería. Mientras ellos terminaban de hacer sus compras yo decidí ir a echar un vistazo a un puesto que me llamó la atención desde un primer momento, cuando entré no era lo que yo me esperaba, sino una anciana mujer que leía el futuro, y como yo no creo mucho en el destino me dispuse a salir, pero la mujer antes de que yo pusiera


un pie en la calle me dio un consejo: “Descubre lugares nuevos, quizás allí encuentres lo que buscas”. Fue en ese mismo momento cuando decidí embarcarme en un viaje alrededor del Mediterráneo, lugar que había sido mi cuna durante toda mi vida. Tras despedirme de mis abuelos cogí el primer autobús que salía esa mañana rumbo a Argel, la capital de Argelia, allí el idioma no era ningún problema, ya que gracias a mis abuelos dominaba el árabe a la perfección junto con el inglés y el francés, reconozco que eso me daba alguna que otra facilidad a la hora de viajar, ya que la persona que no hablaba inglés normalmente hablaba francés o castellano. El primer día visité sus monumentos más importantes como las ruinas romanas de Thamugadi, una de las mejores conservadas del mundo, la verdad es que en Argelia no estuve todo lo que me hubiese gustado, ya que se me acabaron todos dinares argelinos, así que me dispuse a ir a la segunda parada de mi viaje: Egipto, pero para llegar hasta El Cairo tuve que rodear Libia, debido a la inestabilidad política que sufría este país tras la guerra que acababa de finalizar hacía poco. Allí la comida era alucinante, jugosos koshari empapados en salsa de tomate, deliciosos hanan, todo ello acompañado con licores típicos como yasoon,


un anís dulce o zahib, que era una especie de orujo local. Tras visitar las pirámides y la tumba de Tutankamón. Rumbo a mi tercera parada, Siria conocí a una familia pobre, esta a pesar de no tener nada que echarse a la boca me invitaron a comer a su casa porque me había perdido, yo agradecida por su generosidad, de camino a su casa compre toda la carne y el pescado que podía llevar, ellos aceptaron mis presentes llorando y en ese momento comprendí la meta de mi viaje: ayudar a todo aquel que se cruzara en mi camino que estuviera pasando dificultades. Ya en Siria me dispuse a visitar museos, pero caminando por sus sinuosas calles descubrí una pequeña mezquita la cual no tenía ni nombre pero era tan especial, no sé explicar el porqué, pero en ese momento creí en el hombre, creí que éramos capaces de erradicar todos los problemas del mundo y luchar porque este fuese más igualitario, más justo, solo era cuestión de proponérselo, llegué a esa conclusión cuando observé por primera vez esa mezquita, ya que si el hombre era capaz de crear cosas tan bonitas como aquella, también era capaz de luchar por un mundo mejor y más justo. Pero justo cuando me disponía a salir de Asia, me acordé de uno de los sueños de mi madre: bañarse en playas tunecinas, así


que decidí que la mejor forma de relajarse era desconectar por unos días, sin móvil, sin internet, sin televisión… solo yo y aquellas playas paradisíacas. Debo reconocer que cuando llegué me sorprendí de la blancura de su arena, el agua cristalina y la limpieza que presentaba este paraje, que no pude evitar comparar con mis playas malagueñas tan queridas, pero a la vez tan sucias por culpa de algunos inconscientes, por lo que me propuse una meta muy difícil de conseguir, la cual era conseguir que el mediterráneo español luciera tan cuidado y con tanto esplendor, porque yo sabía que podían llegar a ser tan e incluso más bonitas que las que me encontraba admirando en ese momento. Ya acabada mi etapa de relax me propuse otro reto: llegar hasta Turquía en camello, nada de aviones, coches, barcos ni nada por el estilo, yo un camello y el propósito de conocer cómo vivía la gente en la miseria, el hambre y la desolación provocada por las guerras, me daban igual los peligros a los que me tuviese que enfrentar, ya que aquellas gentes vivían con ese miedo todos los días, así que ¿Porqué no iba a ser capaz yo también? Debo reconocer que esta experiencia me cambió la vida, aprendí a apreciar aquel invento que era la electricidad, e incluso lloré por no ser capaz de encontrar un vaso de agua limpia con la que


poder refrescarme tras mi agotador viaje, pero una vez en Turquía disfruté de un delicioso viaje hacia Grecia en un pequeño barco, tan solo viajábamos un par de centenares de personas, pero tras mi viaje en camello lo agradecía, porque sabía que ya no iba a ser capaz de disfrutar de un crucero, no después de ver como la gente pasa hambre y sed. Una vez desembarcamos en el puerto de El Pireo, cogí un autobús que me llevó a Atenas, debo reconocer también que Grecia fue una de las etapas más largas de mi viaje, ya que desde pequeñita me había llamado la atención su cultura, sus paisajes, su idioma, su gente…, resumiendo, Grecia siempre había sido mi sueño. Tras comer un generoso plato de moussaka, que es una especie de lasaña griega con una gran cantidad de ingredientes (un kilo de berenjenas, medio kilo de carne picada (puede ser de vaca o cordero), cinco tomates, dos cebollas, hojas de menta, hojas de perejil, hojas de albahaca, una cabeza de ajo, cuatro huevos, doscientos gramos de queso, pan rallado, una taza de leche, y aceite, sal, canela y pimienta a nuestro gusto. Además, para cubrir la moussaka se necesitan dos vasos medianos de leche, cuatro o cinco cucharadas de harina, tres huevos y seis cucharadas de aceite), me dispuse a visitar Acrópolis, este es el lugar más importante de toda Grecia, ya que era la sede donde se reunían todos los lugares de culto de la Antigua Grecia,


dentro de esta ciudad se encontraba el Partenón, que era el edificio más importante de esta, también visité Ágora Antigua, que era el centro de la vida social, política y comercial de la ciudad en la antigüedad. El segundo día me dispuse a visitar los lugares que inmortalizan el cambio, como por ejemplo la Plaza Antigua o el Estadio Panatenaico, donde se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de nuestra era, en 1896. En mi tercer y último día me decidí a hacer un sprint final para terminar de ver todos los lugares emblemáticos, y conseguí visitar lugares tales como el Templo de Zeus, el Teatro Divino, el Odeón de Herodes Ático, el Ágora Romana, Kerameikos (barrio de Atenas donde se situaban los talleres de los alfareros.) Y la Biblioteca de Adriano. Cuando se puso el sol decidí que mi viaje `por tierras griegas había finalizado y me dispuse a coger el primer vuelo que saliese hacia Francia, mi última parada, pero tuve algunas dificultades con el idioma y perdí mi vuelo, por lo que tuve que pasar la noche en el aeropuerto. Tras aterrizar en Francia, debo señalar que la bienvenida no fue tan calurosa como en Italia, ya que por todos es conocido el desapego que sienten la mayoría de los franceses para con los


españoles, aun así llevo en mi memoria bonitos recuerdos de esta tierra, tales como los maravillosos jardines, los fantásticos castillos del Medievo, en los que parecía que un príncipe azul te estuviese esperando debajo de las almenas, y los quesos, aquellos magníficos quesos, de todos los tamaños, colores, sabores, texturas, que los franceses acompañaban con cualquier comida. Aquí estuve solo un par de días, ya que yo trabajaba en un instituto que abría de nuevo sus puertas al cabo de tres semanas, y por eso y para bajar los kilos cogido durante el viaje decidí realizar el camino de Santiago, desde Francia, para demostrar mi renovada fe tras mi viaje por África. Cuando llegué a la catedral de Santiago y vi a mi familia tras dos meses de duro viaje, soy incapaz de describir la emoción que sentí. Y así fue como termino mi viaje, mis padres y mi hermano en el coche y yo con lagrimas en los ojos contándole todas mis maravillosas y escalofriantes anécdotas.

María Pérez. 1º BH A


Acabo de llegar a España, mi país. Cuanto echaba de menos mi buen clima en Málaga, las comidas españolas, mi gente…He recorrido parte del Mediterráneo viajando en barco y avión. Comencé mi viaje el 28 de mayo del 2012. El primer país al que llegué fue Marruecos, cierto es que iba un poco asustada, ya que sabemos como son la mayoría de los hombres con las mujeres que no van con el velo. Primero fui a Amichar un pueblo de Nador. Cuando iba paseando me di cuenta que el número de hombres por las calles superaba al número de las mujeres y que las mujeres, casi todas, llevaban un velo, un hiyab, que cubre pelo y cuello. Intenté hablar con varias mujeres pero me huían en cuanto les preguntaban el porqué de llevar ese velo, aunque una me contestó. Su respuesta fue: este velo lo llevamos las mujeres

marroquís porque nos proporciona seguridad y protección, con esto los hombres nos respetan, es decir, no nos pueden ni piropear ni acosar. Me quedé fascinada, yo ya sabía esta información y también sabía los maltratos físicos y psicológicos que reciben las mujeres musulmanas por lo que me habían dicho en la escuela o medios de comunicación, pero no es lo mismo que lo escuches en


la televisión a que te lo cuente una propia musulmana y que vea justo llevar el velo y no lo vea como una represión a su propia libertad. Me paré el último día en un restaurante de comida marroquí para probar también su gastronomía, allí observé a un hombre que me pareció que era europeo. Cuando me acerqué a pedir algo de comer me fijé que no dominaba muy bien el marroquí y que dijo varias palabras en italiano. Entonces me presenté y se sentó en la mesa conmigo, se llamaba Carlo. Dominaba un poco el castellano pero yo me defiendo bien en italiano, por lo tanto, llevamos una conversación italiana. Me dijo que él llevaba aquí cinco meses y que todavía seguía sorprendiéndose de esta cultura, me contaba que aunque Marruecos e Italia eran países del Mediterráneo eran diferentes debido a la religión que está impuesta en países árabes, me habló de que en Nador es verdad que había más mujeres sin velo pero también había mucho más acoso por parte de los hombres. Al finalizar la comida le dije que hoy era mi último día aquí y que mi siguiente parada sería Italia, a lo que él me contestó que me acompañaría si quisiese debido a que nadie mejor que él me podía enseñar los lugares más emblemáticos de su propio país, me gustaba viajar sola pero el empeño que puso y las ventajas que me proporcionaría el ir con él, acepté.


Por el viaje en barco hacia Italia, Carlo me contó que él era de un pueblo de Roma llamado Mentana. Al escucharlo me puse muy contenta porque por fin iba a ver Roma. Aunque también quería ir a Florencia ya que envidiaba las fotos en las redes sociales de amigos míos que habían estado en la torre de Pisa y se habían echado esa foto tan común como si estuvieras sujetándola para que no se cayese. Desembarcamos en un puerto de Roma y desde allí cogimos el autobús hacia Mentana. Me di cuenta de cómo cambiaban los autobuses y la gente de Marruecos y Roma.

Mentana era pueblo muy bonito y tranquilo, Carlo me señaló el castillo de Mentana que lleva construido desde el año 1000. Una vez en el pueblo, Carlo me contó que su madre estaba enferma, y que los médicos no le daban mucho más de un año de vida, y que su padre murió cuando él era pequeño y su madre nunca le había querido explicar cómo o de qué murió. Me lo dijo porque no quería que me sorprendiera mucho viendo a su madre con tubos respiratorios y tumbada en una cama día y noche. Le dije que no hacía falta que me acompañase, al contarme lo de su madre, pero me dijo que la vida es así y que por mucho


que esté pegado a su madre sin moverse de su casa no la ayudaría a recuperarse.

A la mañana siguiente un 23 de julio, Carlo me levantó temprano para coger el autobús y dirigirnos hacia Roma. Una hora más tarde aproximadamente llegamos a la capital, ya que Roma estaba a veintitrés kilómetros. Fuimos a ver el foro romano, antes había sido una zona central en torno a la que se desarrolló la antigua ciudad y en la que tenían lugar el comercio, los negocios, la prostitución, la religión y la administración de justicia, era un pequeño pueblo dentro de una magnífica cuidad. Por el este se encontraba el famoso coliseo de Roma un magnífico anfiteatro de la época del imperio romano construido desde el siglo I, el guía nos contó que había sido nombrado Patrimonio de la Humanidad en 1980 y que su inauguración duro cien días en los que murieron decenas de gladiadores y fieras con el fin de satisfacer al público.

Fue un día agotador, al llegar a casa de Carlo una enfermera ya le había hecho la comida a la madre de Carlo. Él me hizo de cenar una de las exquisiteces italianas, pasta. Con la barriga llena me marché a dormir, aunque antes le dije a Carlo que Roma estaba separada de Florencia 279 kilómetros y que


podríamos llegar pronto si madrugásemos, en tres horas habríamos llegado, a lo que él me respondió que estaba de acuerdo.

A la una de la tarde pusimos pie en Florencia, como adoraba esa ciudad creo que incluso más que la propia Roma. El Casco histórico de Florencia es un auténtico museo al aire libre por el valor arquitectónico de los edificios. Las iglesias, los palacios, las callejuelas, las calles y los talleres de artesanía, construidos desde la edad media hasta hoy, hacen que Florencia sea artísticamente única en el mundo. Había gran cantidad de iglesias, castillos y puentes maravillosos, como el puente más antiguo, Puente Viejo, que fue construido en 1345. Estuvimos cuatro días en Florencia y después nos dirigimos a la Toscana, y obviamente me eché esa famosa foto junto a la Torre de Pisa.

El 31 de julio regresamos a Mentana donde dos días más tarde, desgraciadamente, falleció la madre de Carlo. Él decidió de venderlo todo en Mentana y regresar conmigo a España y vivir allí ya que nada le ataba ya a Roma. El hecho de querer venirse conmigo a España fue porque nos enamoramos, pero antes no me podía ir de allí sin visitar Grecia y Egipto.


El país que más me gustó fue Egipto, por su multitud de pirámides, como La gran Pirámide de Giza y también la gran esfinge construida en el año 2500 a.C. con una altura de 22 metros y tallada de roca natural.

Después de cinco meses viajando por el Mediterráneo hemos regresado Carlo y yo a España.

De este viaje he descubierto lo bonito que es el lugar en el que vivimos y que ni siquiera sabemos, porque Carlo desconocía tan bella ciudad como Málaga, donde nací y actualmente vivimos, y la Alcazaba, que ni yo misma sabía muy bien su historia. Dentro de un año recorreremos España ya que también tiene un interés cultural elevado.

CELIA CORTÉS. 1º BACH. A


EL VIAJE DE MIS SUEÑOS Son las 5 de la tarde. Estoy en mi habitación terminando las preguntas del trabajo de filosofía. Tiene un nombre bonito, “pinceladas de un mismo azul”. He tenido que buscar un montón de información para contestar las preguntas. Hoy entra el sol por una de las ventanas y me da en la espalda, ¡Qué calorcito! Creo que me está entrando un poco de sueño…

…El puerto está lleno de gente. Algunas personas están ya en el barco y se despiden de sus amigos y familiares con la mano. Yo también estoy arriba. ¿Cómo he llegado aquí? El barco se mueve. Nos informan a bordo que nuestra primera escala es en Francia, en Marsella. Desde allí a Paris hay unos 662 Km

Estoy en la sombra, hace un día caluroso. Miro hacia arriba y veo la impresionante figura de la Torre Eiffel. No sé cómo, pero estoy arriba. La vista de la ciudad es impresionante.


Ha sido una visita espectacular, pero de nuevo me encuentro en el barco. A pesar de la fiesta de dentro, aquí, en la cubierta se respira paz y relaja ver el azul del mar y su tranquilidad. Nuestra siguiente visita será en Italia. ¿Qué visitaremos? Italia tiene lugares muy conocidos que tienen que estar muy bien, como Venecia, la Torre de Pisa, Florencia, Milán, Nápoles, Sicilia, etc.

Nos llevan a Roma. Los monumentos de Italia me han parecido siempre curiosos. A lo lejos se ve la gran silueta del Coliseo romano. Cuando estás frente a él, tu mente vuelve a la antigua Roma, esperas que de un momento a otro aparezca un desfile con el emperador y su sequito acudiendo al coliseo a ver el espectáculo de la tarde. Una vez dentro, es impresionante recorrer las gradas y el fondo de la arena donde esperaban su suerte los luchadores y las fieras. Si cierras los ojos puedes verlos en la arena luchando mientras

en

las

gradas

miles

de

romanos

gritan

entusiasmados. ¡Esto es alucinante! Nadie debería perdérselo.


Después de la emocionante visita tenemos apetito. Vamos a un restaurante

y comemos pasta, normalmente no me gusta

demasiado, pero aquí esta riquísima. Los italianos son gente amable y simpática.

De nuevo en el barco, contemplando el mar,

mis recuerdos

vuelven al Coliseo y los monumentos fantásticos que hemos visitado. Nuestra siguiente parada es en Malta. No tenemos mucho tiempo en esta escala, así que no

podemos visitar sus

monumentos megalíticos, sus mazmorras medievales y sus callejuelas del centro histórico. Nos conformamos con algunas compras de recuerdos alrededor del puerto. Vamos navegando hacia Grecia. Desembarcamos en el puerto de Pireo, cerca de Atenas. Allí visitamos la Acrópolis, construida en una elevación del terreno, llena de templos y estatuas. El edificio principal es el Partenón, un fabuloso templo del arte gótico dedicado a los dioses. Es una lástima que tengas que imaginar cómo eran estos edificios, porque ahora no están completos, se han destruido en


las guerras y no se han reconstruido. Las guerras forman parte de la historia, pero destruyen también gran parte de nuestra cultura y monumentos. Aún así, aun sin completar, son sorprendentes e interesantes.

La siguiente escala de nuestro crucero es en Turquía. Nos llevan a visitar las ruinas de Éfeso, El templo de Adriano, el teatro, el Odeón y la única columna que sobrevive del templo de Artemisa considerada una de las 7 maravillas del mundo. Por lo visto, fueron los godos los que destruyeron gran parte de sus templos y edificaciones, la ciudad perdió importancia hasta quedar abandonada. ¡Una lástima! La visita duró todo el día. Volvimos a nuestros camarotes agotados pero preparados para que la siguiente visita fuera tan interesante como ésta. En Siria no desembarcamos, pasamos de largo hasta llegar a Israel aunque allí nuestra parada también fue breve.

Desembarcamos en Haifa y nos paseamos por el colorido zoco de Acre con sus puestos


de frutas, verduras, carne, ropa, etc. El tiempo no nos dio para más porque zarpábamos hacia Egipto.

Llegamos a Alejandría. Desembarcamos en la tierra de Alejandro Magno. Hace mucho calor. En el primer puesto de recuerdos que encontré, compré un sombrero para el sol. También es bueno llevar agua, compré unas botellas. Los guías que nos llevarían a conocer todos los monumentos egipcios, nos dieron unas cuantas instrucciones para que la excursión fuera bien y nos contaron un poco la historia de lo que íbamos a visitar. Visitamos los templos de Ramsés III y de su esposa Nefertiti, de Ramsés II y paseamos por el rio Nilo en faluca. Fuimos a comer algo y continuamos la visita en el complejo de Karnak con sus templos dedicados al dios Amón y otros dioses y el templo de Luxor. Íbamos a quedarnos dos días en Egipto para poder ver, aunque fuera deprisa, la mayor parte de sus monumentos.


Al día siguiente nos llevaron al Valle de los Faraones o de los Reyes y a Guiza donde se encuentran las pirámides más conocidas. Visitamos una fábrica de papiros y compré alguno de recuerdo, y disimuladamente cogí un poco de la arena del desierto en una de mis botellas vacías.

Todo me resultó alucinante. Una visita recomendable y que no se olvida fácilmente. El viaje estaba terminando. Conoceríamos algo de Túnez en la siguiente parada.

Desde la capital a El Djem hay tres horas de camino, pero había que visitar el coliseo romano y las ruinas de Cartago. ¡Que viaje tan cansado! Los viajeros queremos aprovechar todo el tiempo disponible para conocer lo máximo posible, aun a pesar de no dormir suficiente y madrugar todos los días mucho. Ya habrá tiempo de descansar cuando lleguemos a casa. Teníamos hambre así que fuimos a comer a un restaurante la típica comida tunecina a base de cordero, cuscús, carne de buey y camello. Recuperamos energía.


La última parada de mi fantástico viaje fue en Marruecos. Atracamos en Casablanca y nos dirigimos primero a Marrakech. Es una ciudad imperial, nos aconsejaron conseguir un plano para recorrer las calles de la Medina o Ciudad Antigua y no perdernos.

Visitamos la Mezquita de Koutoubia. A 150 metros de la mezquita se encuentra la Plaza Jemaa el Fna. El nombre de la plaza significa "asamblea de la muerte", se debe a que el sultán Jalifa castigaba a sus enemigos, ejecutándolos y mostrando aquí las cabezas de los ejecutados durante días. Es la única del mundo en la que todos los días músicos, cuentistas, bailarines, pícaros y

juglares actúan

frente a la gente que participa activamente. La Madrasa Ben Youssef, más conocida bajo el nombre de la escuela de teología coránica es uno de los monumentos más notables de Marrakech. Visitamos también Las tumbas Saadies y El palacio el Badi.


Fuimos a conocer Casablanca que es el centro económico e industrial de Marruecos. Allí visitamos

la gran mezquita de Hassan II, fuimos de

compras por el zoco del barrio de los Habbous y nos tomamos un descanso en el Parque de la Liga Árabe.

El viaje se acababa, ya solo nos quedaba que el barco nos desembarcara en casa, en España. En realidad, ha sido un viaje fantástico y alucinante.

La próxima vez iré a visitar la gran cantidad y variedad de monumentos que tenemos en nuestro país, porque tenemos que conocer nuestra cultura antes de salir fuera a conocer otras. Lo prometo.

Llegamos a puerto, y desembarcamos, mi mente repasaba cada cosa que habíamos visto. Estaban recogiendo la pasarela del barco. Hacia un ruido…Un ruido. Tac, tac, tac.


-- Hum...Parece que llaman a la puerta. Me levanto bostezando. Es mi madre. --Entra mamá.¡ No te puedes imaginar de donde vengo! --Cuéntame… --He recorrido los países que baña el mediterráneo. He visto cosas fantásticas, mamá. Si pudiéramos dormirnos juntas y soñar lo mismo, nos iríamos de viaje ahora mismo y te enseñaría las cosas maravillosas que hay por el mundo. --Ya me gustaría, hija… Los sueños nos permiten ir, hacer y ser como queramos y me alegro que tengas buenos sueños. ¿Bajas a cenar?

Mi madre salió de mi habitación y miré hacia mi escritorio, entraba la luz del atardecer y… Había una botella pequeña de agua llena de arena al lado del ordenador. Sonreí…

Celia Sanz 1º bh A


Viajando por el Mediterráneo Mi viaje comenzó al cruzar en barco el maravilloso estrecho de Gibraltar, mi visión cambio por completo al ver las costas y las playas tan diferentes a las del Océano Atlántico. El viaje en barco acabó en Marruecos, un hermoso lugar con grandes mezquitas y con comida buenísima, típica del Mediterráneo, con productos vegetales, pan, otros cereales y el aceite de oliva. Solo estuve un día en este país. Decidí avanzar hacia el este, por el norte de África y llegué a Argelia, allí me encontré con restos del Imperio Romano que aunque quedó atrás, hoy en día forma parte de todos los países bañados por el Mediterráneo y de su historia. Me imagino que ellos habrán influido mucho en nuestra cultura. El siguiente país en el que estuve fue Egipto, en el cual navegué por el río Nilo, el más largo del mundo. Recuerdo que fue una gran experiencia. Otra de las maravillas de este país fueron las grandes pirámides en las cuales se enterraban a los más grandes faraones de la época. Nunca me hubiera imaginado que fueran tan enormes. Antes de irme de Egipto, visité su capital (El Cairo), y la Pirámide escalonadas de Sakkara que según me han dicho fue la primera de las construcciones piramidales del Antiguo Egipto.


Decidí continuar mi viaje por el Mediterráneo parando en Turquía. Me sorprendió mucho su idioma, el turco. La verdad es que es un poco raro. Estuve en Ankara, allí me quedé almorzando un plato típico de este país, el pollo con miel. Me fijé en la cultura turca, cuando iba por la calle me di cuenta de que son muy atentos con las personas mayores. Pero ten cuidado, no son afectos al contacto físico, espera a que sean ellos quienes tiendan la mano antes. Por la noche me tomé un descanso y fui al hamman (los baños), costumbre que adquirieron de los romanos y conservan hasta hoy. Estos baños se utilizan habitualmente como lugar de reunión. Al día siguiente estuve en Grecia, me dirigí a la capital, Atenas, con la intención de visitar el Partenon, un templo dórico con grandes y numerosas columnas de mármol blanco. Pregunté a un habitante griego que religión tenían y me dijo que su religión mayoritaria era la cristiana ortodoxa. Pero me contó que antiguamente, sus antepasados, tenían una religión politeísta, es decir, que adoraban a numerosos dioses, los cuales eran considerados seres con poderes sobrenaturales que actuaban sobre las fuerzas de la naturaleza.


Después estuve en Italia, donde me comí una pizza con todos los ingredientes de la dieta Mediterránea, y me dirigí hacia el Coliseo, que aunque estaba en parte en ruinas, era espectacular. Este monumento es un anfiteatro y otra huella de la época del Imperio Romano. Retrocedí hasta Bosnia, allí solo aprendí a decir dos palabras del idioma serbocroata здраво, que significa hola y збогом, que significa adiós. También visité la fortaleza de Belgrado y descansé sentado en la orilla del río Danubio. Desde Bosnia me dirigí hacia Francia, me encanta el francés, es un idioma muy bonito y bastante fácil de entender, ya que lo he estado estudiando durante cuatro años en el Instituto. En Francia, fui a ver la Torre Eiffel, Nôtre Dame y el Arco del Triunfo mandado a construir por Napoleón Bonaparte. Por último regresé a mi país de origen, España, en el cual visité la Sagrada Familia y La Alhambra de Granada, obra creada por los musulmanes en su misión civilizadora y conquista del Mediterráneo

llevada a cabo desde el año 700

aproximadamente. Cansado de visitar monumentos, fui a refrescarme, ya que hacía mucho calor .Me bebí una jarra entera de gazpacho.


Después necesitaba relajarme y caminé por la sierra Tejeda, que posee todas las características propias del Bosque Mediterráneo, su paisaje lleno de pinares, alcornoques y matorrales. Aún recuerdo como los maravillosos olores del tomillo y el romero entraban por mis cavidades nasales. Al final, decidí volver a Málaga, donde estoy reflexionando sobre mi viaje por el Mediterráneo. Estoy pensando en cómo a partir de un solo continente, llamado Pangea, la tectónica de placas provocó la separación de éste en varios continentes y provocó por tanto la formación del Gran Mediterráneo. Todavía no me puedo creer como pasó de ser un caluroso y seco desierto de sal a una preciosa masa de agua que reluce con la luz del sol y que ha bañado durante años y aún baña la costa de numerosos países. Este es nuestro mar, el Mar Mediterráneo.

Youssef Lechhab. 1º BH B


Ahora, veinte años después de aquel suceso que cambió mi vida para siempre, me dispongo a contar todo lo ocurrido en aquel viaje de 1993, la pesadilla que viví en mitad de aquel mar.

Debían de ser las tres de la tarde cuando, pertrechados por completo, Eliza y yo nos disponíamos a embarcar. Ella, aunque se mareaba en los barcos,

había soñado toda su vida con

realizar ese crucero por el Mediterráneo. La primera parada del viaje fue Italia, el país heredero de la civilización romana. En ella, el Coliseo, el Circo Máximo, el Foro... Fue en la Fontana de Trevi de Roma donde, tras lanzar juntos tres monedas, me decidí a pedirle matrimonio. Ella asintió con la mayor de sus sonrisas. El momento acabó en un beso y en sus brazos rodeando con fuerza mi cuello. Tras Italia vino Albania, con sus costas recortadas y abruptas. Eliza daba saltos de alegría por todos lados, estaba viviendo un sueño. Con la llegada a Grecia su sonrisa creció aún más. Siempre había tenido un gran interés por la mitología griega. Todas esas leyendas, esas historias de dioses... le apasionaban. La tranquilidad de sus templos, los paisajes de ensueño de sus islas... En Atenas me contó sobre la lucha de Atenea y


Poseidón; en el desfiladero de las Termópilas, la valentía de Leónidas y sus hombres; en Creta, la historia del laberinto del minotauro... Sin duda alguna, Grecia fue uno de los lugares más bellos y fascinantes que visitamos. Días más tarde llegamos al puente entre Europa y Asia, a Turquía. Un país exótico repleto de palacios, castillos, mezquitas... Israel fue otro país que también nos impresionó por la convivencia de tres culturas diferentes: judía, musulmana y cristiana. Tras Israel, llegaba uno de los lugares esperados por ella con mayor deseo: Egipto. La mañana de nuestra llegada al puerto de Alejandría, Eliza y yo nos hallábamos descansando en las tumbonas de cubierta. El día era espléndido: soleado pero no demasiado caluroso. Fui a por un refresco al bar de la piscina cuando me comunicaron que el viaje a Egipto se había suspendido. Egipto siempre había sido un país problemático en el que los ataques de patriotas

revolucionarios

eran

algo

ordinario.

Afortunadamente, había un grupo de personas que aún estaban decididas a visitar la magia de este país. Sin pensarlo dos veces asentí y apunté nuestros nombres en esa excursión. La visita comenzaba con una travesía en barco por el Nilo y acababa con

las maravillosas pirámides de Gizeh. Estas


construcciones me parecieron lo más grandioso que mis ojos habían visto en vida. Eliza admiraba todos y cada uno de los detalles de estas misteriosas obras. Estábamos asombrados observando la Esfinge cuando, de repente, comenzó un gran alboroto. Un grupo de patriotas revolucionarios intentaban atacar a las camionetas repletas de turistas, en una de las cuales nos encontrábamos nosotros. Nos echamos rápidamente al suelo, sin poder gesticular ni media palabra. Comenzó el tiroteo. Todos sollozaban y veían el final de sus vidas. Al no ver otra escapatoria posible me decidí a salir huyendo para esconderme tras una de las rocas que se situaban en torno a la Esfinge. Cogí del brazo a Eliza y tiré de ella con fuerza. Pero nada pude hacer cuando al bajar de esa camioneta una bala fue a parar directamente a su costado. Pese a habérseme derrumbado el mundo en aquel momento y en aquel lugar, la cogí en hombros y huí lo más rápido que pude. Los revolucionarios

mataron

a

todos

los

turistas

indiscriminadamente. En cuanto encontré algo de refugio intenté sanar la herida de Eliza, pero no era posible. La bala la había atravesado por completo, era una muerte segura. Ella, en su agonía, fijó sus brillantes ojos en los míos y con el último de los soplos de su corazón musitó un “te quiero”.


A partir de ahí no hay nada nítido en mis recuerdos. Mareos,

alucinaciones,

ataques

y

su

preciosa

sonrisa

clavándose en mi pecho. Me resultaba completamente difícil distinguir la realidad de la imaginación y de la pesadilla.

En aquel día se detuvo mi vida para siempre. La Esfinge, testigo de mi desdicha, siguió contemplando impasible el paso del tiempo. Todo lo que siempre había soñado fracasó al perder aquello a lo que amaba y a lo que nunca dejaré de amar.

Nieves Escobar. 1ºBH C


En una tarde de primavera, en una terraza de un pueblo de la Axarquía, estaba yo tomando un té con tres de mis amigos del pueblo. Entre charlas y charlas me vino una idea brillante, la cual la quise compartir con mis amigos. La idea era repetir el viaje que hicimos hace unos años juntos, el interrail, pero esta vez no cruzando Europa, sino una especie de interrail por todos los países del Mediterráneo. Cuando mis amigos escucharon la brillante idea quedaron fascinados. Entonces decidimos fijarle una fecha a este plan. La fecha que elegimos fue el 1 de mayo. El día uno de mayo empezó nuestra aventura, salimos desde Torrox, nuestra primera parada fue Granada, donde quería enseñarle a mis amigos los rincones favoritos de este maravilloso lugar. Una vez allí estuvimos haciendo la típica ruta de la tapa, donde nos pusieron un plato típico andaluz, salmorejo. Después de un paseo por las calles empedradas de la ciudad de Granada, terminamos el día por el mirador San Nicolás, donde inmortalizamos un día feliz con el fondo de la Alhambra. Cogimos el coche y nos lanzamos a la locura a un viaje sin rumbo por el Mediterráneo. Otra de las paradas fue para descansar, y nos paramos en Barcelona, donde estuvimos


visitando la Sagrada Familia, el parque Güell, y la Ramblas donde nos introdujimos por el barrio Gótico donde estuvimos comiendo unos choricillos al infierno. A la mañana siguiente, volvimos a coger el coche, quisimos coger la carretera secundaria, antes de entrar en Francia, para ir viendo las fabulosas playas de Costa Brava. Llegamos a la frontera, aquí ya dejábamos un primer país atrás. Nos adentramos en Francia, la cual solo la quisimos atravesar por el sur, donde recorrimos todos los lugares de la costa azul, topándonos por casualidad con el festival de cine de Cannes, ya que no pudimos encontrar ese mismo día entradas para el festival, al menos fuimos a observar la alfombra roja. Después de este momento, donde vimos a cantidad de famosos, nos fuimos a un restaurante famoso por sus quesos. Dormimos esa noche en el coche, aparcados a la orilla de una playa preciosa de Cannes. Al día siguiente volvimos a retomar el camino. Uno de mis amigos quiso pasar por Mónaco, para ver si es cierto el rumor de que es el país más limpio de Europa. Esta visita no nos quito mucho tiempo, pudimos apreciar que es cierto el rumor del que habla, pero fue una visita fugaz, prácticamente no bajamos del coche en ningún momento. De caminos íbamos planeando en qué lugar de Italia parar, ya que es un país con


miles de lugares que visitar, así que elegimos solo dos ciudades: Roma y Venecia. Una vez en roma quisimos visitar el anfiteatro de Flavio, donde con mis recientes conocimientos de las clases de latín de Pilar, le estuve explicando los ordenes arquitectónicos y los juegos que celebraban allí los romanos, lo que más le llamó la atención fue cuando le expliqué que hacia naumaquias, no podían imaginar cómo los romanos podían llenar aquello de agua y hacer combates navales. Después de estar visitando el anfiteatro, nos fuimos a comer, como no, algo de pasta. Cogimos el coche con ganas de seguir visitando Roma, pero bueno, fuimos selectivos con esta ciudad, sino se nos hubiese ido el presupuesto solo en Italia, por lo que cruzamos el centro del país hasta llegar a Venecia. Para gran sorpresa nos encontramos a un amigo del pueblo que estaba allí de Erasmus. Nos alegramos mucho al verlo y más aun de la proposición que nos hizo. Era no más que una fiesta típica de disfraces de la época veneciana con sus compañeros de piso. Fue una noche bastante divertida. Al día siguiente nos despedimos de nuestro amigo y seguimos la ruta de nuestro viaje. Los países siguientes fueron Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia y Albania los cuales solo, los cruzamos recorriendo sus costa, de las cuales nos quedamos embelesados, y pidiendo en cada restaurante del país su plato


típico, lo que nos encanto todos sus platos, sobre todo el plato típico de Albania la Fergese de tirana. Por suerte para mi nuestro siguiente destino era Grecia, ya que es el país europeo que más me gustaría visitar. También fuimos algo selectivos en este viaje, solo fuimos al Panteón de Atenas y algunas ruina de la antigua civilización griega, quedé enamorado del lugar y de su gente. La siguiente parada fue por Turquía donde elegimos pasar solo para ver las ruinas de la antigua ciudad de Troya. Cerca de esta ciudad decidimos coger un barco llevando con nosotros nuestro barco y ir hasta la isla de Chipre. Pasamos los días rodeando la isla por sus costas y visitando sus monumentos más emblemáticos. A los tres días cogimos de nuevo un barco y nos fuimos hasta Alexandria en la costa de Egipto. Una vez allí fuimos visitamos un poco Egipto y sus pirámides. Argelia y Túnez nos dejo impresionados por sus grandes dunas y sus increíbles playas. Allí también montamos en camello y degustamos todo tipo de platos típicos y a mi casi me da un cólico de tanto comer dátiles. Y casi legando a nuestro final del viaje visitamos las ciudades españolas que tenemos en África, allí quedemos con unos amigos que están estudiando enfermería. Ya por último


cogimos un ferry y llegamos Algeciras, donde retrocedimos y fuimos a visitar a los simpáticos monos de Gibraltar, los cuales no nos parecieron tan simpáticos como creíamos, porque nos robaron la cartera donde estaba el bote del viaje, lo cual hizo que retrasara nuestra llegada a Torrox. Por este hecho tuvimos que buscar trabajo y como no para seguir disfrutando aunque fuese trabajando, nos fuimos a trabajar una semana a un chiringuito de Caños de Meca, donde pudimos ahorrar para la vuelta a casa, en donde también nos hinchamos de comer pescadito frito del chiringuito donde trabajamos. Ya por último de todo cogimos el coche y nos volvimos hacia Torrox, dándole fin así a nuestra aventura, recorriendo toda la Costa del Sol.

ANTONIO GONZÁLEZ . 1º BH. C


Los mejores viajes, en mi opinión, son siempre aquellos que te producen un cosquilleo nervioso al comenzarlos y, al disfrutarlos y conectar tanto, durante un pequeño periodo de tiempo haces de ese viaje tu modo de vida, olvidando el ajetreo de la rutina a la que te enfrentas cada día. Bien, pues una experiencia similar tuve hace poco cuando me encaminé en un pequeño viaje por el mediterráneo este verano.

Siempre que he tenido oportunidad me ha gustado coger la maleta y partir hacia algún lugar nuevo, a veces incluso sin destino fijo y sin nada más que mis ganas de devorar el mundo a pequeños mordiscos. Esta vez estaba deseosa de conocer más sobre el Mediterráneo y pensé que lo mejor sería hacer un recorrido turístico por mi cuenta, sin aburrir a ningún compañero de viaje y de esta forma, forzándome a integrarme allá donde vaya.

Comencé como es lógico, desde España. Aún siendo mi país de origen, a veces siento que no lo conozco más que cualquier otro extranjero que viene a pasar unas semanas de vacaciones. Bordeé algunas de nuestras maravillosas playas, llenas de vida y nuestro tan famoso sol de verano del cual tengo que admitir


que quizás suene extraño, pero como aquí en España, no calienta en ningún otro sitio. ¿Será por el tinto de verano? ¿O quizás la paella nos hace más perceptivos al sol? No lo sé, pueden que sean imaginaciones mías. Recorrí varias playas hasta alcanzar Barcelona, en la cual hice una parada más turística y me decidí a visitar de una vez por todas La Sagrada Familia, la cual resultó ser mejor de lo que esperaba ya que pensé que con mis escasos conocimientos de arte no sería capaz de disfrutar algo así, pero su belleza supera cualquier conocimiento que puedas adquirir leyendo mil y un libros sobre arte.

Mi siguiente parada fue en Paris, Francia, tras un ligero vuelo en avión. Y ¡Oh la lá! ¿Qué decir de Francia, la ciudad del amor? Cada rincón al que miraba parecía tener una historia propia que contarme, realmente lo único con lo que puedo describir esa ciudad es como mágica. Me sorprendió comprobar que el clima allí en verano era bastante similar al clima de Madrid. Veranos calurosos que te hacen buscar una sobra igual que agua en el desierto. Fue una estancia corta, pues no tenía mucho tiempo si quería completar mi pequeño tour a tiempo, así que la noche del día siguiente marché con mucha ilusión rumbo a Italia.


Llegué a Italia con ganas de comérmela, literalmente. La Gastronomía italiana siempre ha sido mi favorita peor lamentablemente, por mucho que ponga en los carteles de los restaurantes que son de origen italiano, en España no puedes realmente disfrutar de la experiencia de saborear comida realmente italiana. No sabía por dónde empezar, era imposible decidir entre explorar y perderme entre los monumentos, museos y demás arte que invadía el país o pasar a mi parte favorita y degustar platos típicos e incluso atreverme con los platos más exóticos. Tras una larga cavilación, decidí dividir mi tiempo sabiamente y hacer ambas cosas, lo cual terminó en tres días llenos de deliciosa pasta llegando a mis manos a cualquier hora y miles de obras de arte grabadas en mis pupilas durante espero, mucho tiempo. Bonito lugar Italia, de algún modo conecté con aquel lugar de una forma especial y espero volver pronto y continuar con mi pequeña aventura por sus ciudades.

Por desgracia, no contaba con mucho tiempo restante así que mi última visita tenía que ser la siguiente, Grecia.


Cuando estudiaba griego clásico, siempre me imaginaba Grecia de un modo muy distinto al que es hoy en día. Y mi sorpresa ha sido realmente agradable. Atenas es maravillosa, llena de historia (de la cual, yo conozco una pequeña parte) y cosas que aprender. Gracias a la visita de algunos museos, aprendí un poco más sobre toda la historia simbólica que abarcan los griegos a través de su mitología. Es fascinante ver como construyen una historia y la moldean de modo que, aunque en apariencia pueda parecer un cuento más que contar en alguna ocasión, sea una explicación simbólica de muchas de las cosas que nos rodean hoy en día o nosotros mismos, los humanos mortales, y nuestro comportamiento a veces tan confuso e irracional.

Me monté en el avión camino a casa con una gran sonrisa, pues sentí que este viaje me había abierto una nueva puerta a conocimientos que me aportan mucho como persona. ¿Qué más podía pedir? ¡Ah, sí! Poder repetir esta experiencia más adelante y esta vez quizás, llevar a alguien conmigo con quien compartir mi fascinación.

Leticia Castañeda. 1º BH. C


Mi viaje por el Mediterráneo ha sido increíble, nunca imaginé que aquel crucero me marcaría tanto, no podía creer que tanta belleza pudiera estar rodeada de un único mar. Lo primero que visité en mi viaje fue España, exactamente Andalucía, me sorprendió la amabilidad y humildad de su gente y nos encantó el Aceite de Oliva, el cual era un ingrediente indispensable en casi todas las comidas de allí. Hice un recorrido por algunas de sus ciudades que me parecieron fantásticas. Cuando fui a Granada visité la Alhambra un lugar precioso que proviene de los musulmanes, también fui a Málaga y subí hasta la Alcazaba desde dónde se veía prácticamente toda la ciudad de Málaga. El viaje fue en verano, así que cogimos ropa ligera y no mucho abrigo ya que en el mediterráneo hay un clima templado, nos dirigimos a Barcelona y desde allí cogimos el ansiado crucero que deseábamos hacer mi familia y yo para ver las grandes maravillas y misterios que escondía el mar mediterráneo. Así pues, nos dirigimos a Francia, allí íbamos a atracar unos días y visitamos París “La ciudad de la moda” aunque a mí la moda me importaba más bien poco, estar en aquel lugar en el que abundaba la cultura y los espectaculares monumentos como La Torre Eiffel me llenaban de emoción, era uno de los


monumentos más altos de los que había visto nunca. Vimos también el Arco del triunfo y la Sagrada familia, Descubrimos además de los monumentos la gran diversidad que tenía Francia, observamos muchos bosques y muchos animales en él. Después de estar en Francia nos dirigimos a Italia, nos hizo mucha ilusión en particular este país, en él abundaba la fe por el cristianismo y esto se notaba en la mayoría de sus monumentos y en los lugares más visitados por los turistas, era increíble ver todo el dinero y el poder que tenía la iglesia. Allí mi madre descubrió gracias a un cartel de información para turistas, que los romanos llamaban al mar mediterráneo “Mare Nostrum” que se traduce a algo como “Nuestro Mar”. Era un lugar lleno de diversidad de culturas ya que había habido multitud de civilizaciones como los etruscos, fenicios, griegos, etc. Al llegar al crucero estábamos agotados después de conocer la fascinante historia de Italia. Después de unos días de navegación, nos despertamos para bajarnos en el siguiente país, Grecia. En Grecia conocimos a otros turistas que venían también de España y se habían perdido, junto a ellos hicimos la visita ya que mi padre había estado antes en Grecia y conocía algo más que el joven matrimonio de recién casados. Nos dirigimos a un restaurante local, muy tradicional por su


apariencia y sus platos. Había comida propia de la dieta mediterránea, probamos el Stifado, un famoso plato de la gastronomía de allí. La comida estaba muy buena pero debíamos seguir con nuestra visita. Destacaban el arte y la arquitectura bizantina, visitamos el Partenón y nos dirigimos al crucero de nuevo para seguir con la aventura. Nos dirigimos hacia la parte de Turquía, Libia, Siria y Egipto cuando de repente hubo un problema con el barco, al parecer nos habíamos quedado sin combustible y por ende, debíamos quedarnos unos días en Turquía.

En Turquía un 99% de la población era

musulmana, prácticamente todo el país. Nos dieron un traductor para que nos ayudara en aquel país ya que se hablaba únicamente el turco y estaba repleto de diversos palacios, mezquitas y castillos. Pasamos unos días allí muy agradables y conocimos a mucha gente con la que ahora mismo tenemos muy buena relación e incluso de vez en cuando quedamos en mi casa para recordar anécdotas de el viaje. Por fin solucionaron el problema del combustible y pudimos seguir nuestro viaje con normalidad. Seguimos el Viaje y conocimos infinitas culturas, idiomas, religiones y costumbres de aquellos países que habíamos visitado. Finalmente llegamos a Marruecos y conocimos su religión, un poco estricta y a veces machista, en mi opinión y conocimos palacios de los antiguos


reyes árabes que había habido en tiempos pasados, era un país con mucha historia y tenia rasgos muy parecidos a los de los españoles. Cuando terminó el viaje sentí mucha nostalgia por no saber si algún día volvería a visitar aquellos estupendos lugares de los que tanto había aprendido. Fue uno de los mejores viajes que he hecho nunca y espero volver pronto o al menos una segunda vez en mi vida.

Catherin Barajas. 1BH C


Todo comenzó con el nacimiento de Afrodita. Afrodita era una diosa olímpica desde que nació por ende era inmortal. Nació de la espuma del mar Mediterráneo al mezclarse con la sangre y semen de Urano. A todos los dioses al nacer le asignan una función; Afrodita debía ejercer como la diosa del amor y la belleza pero para ello debía recorrer todo el mar Mediterráneo que fue el que le dio la vida y enamorarse de cada uno de sus países empapándose de su cultura. Afrodita se sentía triste porque hasta que no realizase su misión sería fea y no se sentiría cómoda en la tierra de los mortales. Con tan solo una semana de edad Afrodita ya era adulta y bajó de donde vivía, el monte Olimpo, a la tierra de los mortales para realizar su misión. Al bajar se quedó totalmente enamorada del país que se encontraba bajo sus pies, Grecia. En su capital, Atenas, visitó las ruinas de la antigua civilización y en un palacio que apenas se sostenía en pie encontró una estatua de un antiguo caballo alado. Afrodita pidió ayuda a sus familiares los dioses y le dio vida. Este caballo blanco fue llamado Rapsus. Afrodita se montó en su lomo y se dirigió hacia Egipto donde realizó numerosos viajes por las ciudades de este país en la joroba de un camello y


quedó impresionada con las grandes pirámides y sus extensos desiertos. Nuevamente, se subió al lomo de Rapsus y partió hacia una hermosa península con forma de bota, Italia. Allí conoció la famosa pizza italiana y la escultura del David. Su siguiente viaje fue a Francia donde observó todo el país desde lo alto de la torre Eiffel. En su trayecto se pasó por países como el Libano, Libia, Marruecos, Siria y Túnez donde aprendió una de las lenguas más difíciles del mundo, el árabe. Pasó por todos los países que eran bañados por el mar Mediterráneo: Albania, Argelia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Israel, Malta, Mónaco, Turquía... Acabó con la visita a España donde observó la cultura hacia el toro en las plazas. Se quedó sorprendida cuando el torero intentó matar al toro pero Afrodita lo salvó a tiempo y lo curó de sus heridas en la isla de Chipre. Quedaron completamente enamorados y tuvieron un hijo medio humano y medio toro llamado Cron. El padre de Cron volvió a España y Cron regresó con Afrodita al Olimpo donde serviría de prueba del viaje de Afrodita para los dioses de su viaje por el Mediterráneo. A partir de ese momento, Cron fue considerado como un animal mitológico de la cultura griega.


Afrodita fue recompensada con la belleza ya que el amor ya lo había encontrado ella misma.

Andrea Martín. 1º BH C


El verano pasado mis padres decidieron hacer un viaje por el mediterráneo. Fue un viaje decidido a última hora, y a pesar de ello, fue el mejor de mi vida. Decidimos hacer un crucero que bordeaba toda la costa mediterránea. Salimos el 20 de julio y estuvimos 3 semanas en el barco. Diariamente desembarcábamos para visitar un nuevo país. El primer país que visitamos fue Italia. Al bajar en Italia, me dio la sensación de que seguía en España, la gente tenía el mismo aspecto que allí, y también eran muy abiertos. Fuimos a comer a un restaurante y todos pedimos pasta. Exquisita. El

día

por

Italia

transcurrió

muy

tranquilo,

viendo

monumentos y calles. Lo que más me gusto fue la plaza de San Pedro, en el Vaticano. Tuve mucha suerte, pude ver a Benedicto XVI. También la torre de Pisa me gustó mucho y me eché muchas fotos aguantándola para que no se cayera. Fue muy divertido. Mi segunda parada fue en la antigua Yugoslavia. Fuimos a Sarajevo, donde pasamos dos días en un hotel bastante bueno. La comida estaba muy rica, era muy diferente


a lo que yo estoy acostumbrada a comer pero aun así me encantó todo. Después de esos dos días volvimos al barco, el cual ya empezaba a echar de menos. Me encantaba pasar el rato en la piscina y en el gimnasio, para quemar las calorías de todo lo que comía. Grecia fue la siguiente parada. Allí visitamos el Partenón en Atenas, el cual es increíblemente grande y bonito. Recuerdo la visita a Grecia como la vuelta a casa. La cultura es muy parecida a la nuestra y por tanto no hubo ningún mal entendido en ningún momento. En Grecia andamos bastante y a mí llegada al barco recuerdo que había una gran fiesta a la que no pude asistir por mi gran dolor de espalda. Aquel viaje me estaba dejando muy cansada, daban una gran fiesta en el barco a la que no asistí. Esa no soy yo. En Grecia compré muchos regalos a mis familiares que después recuerdo dar con gran emoción. Estuvimos varios días embarcados sin llegar a ningún puerto hasta llegar a Egipto. Esos días los aproveché para descansar, me vinieron estupendamente para recobrar fuerzas. Varios días después nos encontrábamos en Egipto. La visita allí fue increíble, recuerdo las mezquitas en las que para poder entrar necesitaba un turbante sino no podía entrar y también recuerdo la mala conducción de los coches. Jamás podría conducir en Egipto, allí para cambiar de carril tocan el claxon, algo impensable en España.


Los guías siempre nos decían que no compráramos agua en la calle, ya que podíamos enfermar si la bebíamos pero era más bien para ellos llevarse una pequeña comisión. El primer día allí visitamos el Cairo. Las pirámides son lo más bello que he visto jamás. Pude entrar en el interior de una y había un fuerte olor bastante molesto que no te permitía pasar dentro de ella mucho tiempo. El día siguiente cogimos un avión para visitar el templo Abú Simbel. Me pregunto cómo podían poner esas grandes piedras una tras otra los esclavos, deben pesar toneladas. También debo decir que jamás había pasado tanto calor en mi vida. La temperatura no bajaba de o 42 grados centígrados, pero aun así era agradable la estancia. Unos días después volvimos al barco para visitar Argelia. Fuimos al desierto y fue muy divertido tirarse por las dunas toda la familia. Allí noté que la mujer estaba sometida por el marido, y que habían hombres que tenían cuatro o cinco mujeres, algo impensable en España. Eso fue una de las cosas que más me llamó la atención. Todas llevaban pañuelo y apenas había mujeres que no lo llevaran o que fueran solas por la calle. También vi mucha pobreza, niños en la calle descalzos y mal cuidados, a los que con un bolígrafo los hacías muy felices.


La travesía por los países del norte de África me impactó bastante, debido a la mala situación en la que se encontraban, a pesar de tener un gran atractivo turístico. Mi última parada antes de volver a Málaga fue Marruecos. Visitamos Rabat, ya allí noté que el tiempo refrescaba. Mis padres decidieron probar el cuscus ya que nunca lo habían probado. Para mi gusto no era lo mejor que había probado en toda la travesía pero se podía comer. Marruecos fue nuestra última parada, una verdadera lástima, ya que me hubiera encantado seguir conociendo las distintas culturas que hay en el mediterráneo, pero a pesar de ello tuve que volver, y como en casa en ningún sitio.

Nieves González. 1 Bh B


Mi ruta por el Mediterráneo…

Primer viaje:

Mi primera aventura a lo largo del Mediterráneo comenzó un día de verano en el que tomé un avión rumbo a mis primeros destinos…El primero de la lista era Marruecos, al que le seguían otros países con su misma religión como son Argelia, Egipto, y Turquía.

De cada uno de estos países aun recuerdo, las estupendas experiencias vividas en cada uno de estos bellos lugares, y lo mucho que aprendí sobre sus costumbres.

Durante mi estancia en Marruecos puedo destacar los ricos manjares que tuve la suerte de degustar desde el delicioso mechui, ese cordero asado lentamente que se funde al entrar en la boca, a los diversos tés acompañados con la suculenta


repostería árabe como son los pasteles de miel o los ghoriba con almendras.

Tal y como tenia en mi plan de ruta, a los cuatro días puse rumbo a mi siguiente destino, Argelia.

País del que tengo que destacar esas inmensas partes del desierto del Sáhara las cuales tuve el placer de recorrer subido en lo alto de un dromedario, vestido con el tradicional thawb, que es el nombre que recibe el `` vestido ´´ que llevan los hombres hecho de algodón blanco, para aguantar el duro clima característico de estos parajes. Y de sus lindas playas de agua cristalina, pudiendo elegir entre playas vírgenes como otras dotadas de restaurantes, hoteles y complejos turísticos, que tanto me recordaban a mi Málaga, claro está que para mi, ella es la más bonita joya del Mediterráneo, el amor por mi tierra no interfiere para apreciar la belleza de los otros países que son bañados también por estas aguas.

Tras mi corta e inolvidable estancia, partí a mi próximo destino, Egipto.


Allí tuve una estancia un tanto pasada por agua y no, porque lloviese durante el periodo de tiempo en el que permanecí en este lugar, ya que durante mis cuatro días el radiante sol solo bajaba del cielo para dar paso a las frías noches donde la luna reinaba junto con las estrellas.

Que fue una estancia pasada por agua se debe a que, el primer día aproveché para visitar las famosas pirámides, la gran Esfinge y el Valle de los Reyes. Y los tres días siguientes en ese país los pase en un pequeño crucero que se realiza en las aguas del Nilo entre Luxor y Assuán.

Al acabar este maravilloso crucero recorriendo esas lindas aguas y conociendo esas bellas ciudades cogí mi avión, que me llevaría a mi último destino del `` Mediterráneo Sur ´´ , Turquía.

En este país pude ver varias de sus grandes obras arquitectónicas como la Mezquita Azul, el Obelisco de Teodosio, el Palacio Dolmabahçe y el Palacio de Beylerbeyi. En el tiempo


que duró mi estancia no solo aproveché para perderme en su historia y monumentos. Una noche pude `` escaparme ´´ para disfrutar como buen amante del deporte que me considero, de un partido de baloncesto, deporte muy seguido en el país, ya que algunos de sus jugadores participan en

la liga más

prestigiosa del mundo, la NBA. Y otra a ver un combate de yagli , que consiste en lucha libre engrasada, que es el deporte nacional turco.

Con este país puse fin a mi ruta por la parte sur del Mediterráneo; y regresé a mis tierras torroxeñas para organizar la última ruta que daría por finalizada mi travesía por el Mediterráneo.

Segundo viaje:

A comienzo del verano retomé mi ruta por el Mediterráneo ya que lo dejé a medias el año pasado. En éste me dispongo a recorrer algunos de los países del `` Mediterráneo Norte ´´. En esta lista entran Francia, Italia y Grecia.


Este viaje comienza, en una visita familiar, eso si, un tanto `` inesperada ´´, ya que fue la excusa para visitar a unos familiares por parte de mi abuela materna que llevaba bastante tiempo sin ver; o mejor dicho sin verme ya que según mi abuela la última vez que vinieron apenas conseguía ponerme en pie y dar tres pasos seguidos. Si algo bueno tiene este mundo en el que vivimos actualmente es la tecnología, ya que gracias ella he podido tener contacto con mis primos a través de las redes sociales y correos electrónicos.

Un día comenté con mi prima que tenía pensado visitar su país ya que me había propuesto recorrer algunos de los países que bordean el Mediterráneo. Al escuchar eso ella me comentó de quedarme en un pequeño apartamento donde residía actualmente y dar una sorpresa al resto de la familia, la verdad sea que no me hice mucho de rogar ya que no podía dejar pasar una oportunidad como esta, conocería la bella capital francesa de la mano de mis añorados familiares.

No lo pensé y lo organicé todo, para poder disfrutar del largo viaje que tenia por delante.


EL 30 de junio partí en mi avión y tome tierra en París. Cuando llegué ya estaba mi prima Soicik esperándome en el aeropuerto. Tras una rápida presentación ya que nunca nos habíamos visto en persona, cogimos su coche para poder llevar mi equipaje y tomar un descanso tras el vuelo en su apartamento. Recuperadas las fuerzas tras una pequeña siesta y una buena merienda con el famoso pan y queso francés fuimos a la casa de su madre donde se encontraba el resto de la familia que me quedaba aun por conocer.

Cuando llegué todos quedaron algo sorprendidos ya que no se explicaban cómo podía ser, hasta que mi primo pregunto, si de verdad se trataba de mí; cuando afirme mi identidad todos se alegraron en especial mi tía de volver a verme tras tantos años.

Mi estancia, duró una semana, la cual se me pasó en un suspiro. Pero me llevo el grato recuerdo de las comidas con mi familia y las visitas a los sitios más destacados de la ciudad como son la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y el Museo de Louvre entre otros.


El lunes de madrugada ya me encontraba en tierras italianas dispuesto a conocer los lugares más emblemáticos de su cultura. Aunque no sin antes dormir un poco y desayunar para poder `` empaparme ´´ al máximo de su historia.

Durante mi estancia

semanal disfrute visitando

varias ciudades italianas, entre las cuales aun recuerdo ese característico olor de Venecia en verano. Aunque olores aparte, aprendí muchísimas cosas sobre sus bellos monumentos, como el Vaticano, la Galería Nacional de Arte Moderna, situada en Roma , la Basílica de San Marcos, el Coliseo Romano y la Capilla Sextina.

El último destino que me esperaba para cerrar mi ruta por el Mediterráneo no es ni más ni menos que Grecia.

Un país que tenía bastantes ganas de conocer ya que a parte de las ruinas de la época clásica que se conservan, ha sido la cuna de grandes filósofos, ya que fue aquí donde nació la filosofía. Y como ya mencioné en mi pasado viaje me considero un amante del deporte, como irme de Grecia sin ver


un partido de esa droga que tengo como afición, el baloncesto. Estas razones hicieron que mi estancia la planeara de forma más extensa que las demás; la más importante fue el poder disfrutar de un partido de Euroliga Olympiacos – Unicaja.

Tiene una gran patrimonio cultural e histórico, de una gran riqueza como: La Acrópolis, aunque falte la parte que robaron los ingleses y ahora exhiben en el British Museum, las columnas corintias del templo de Zeus Olímpico, el Partenon, la Academia de Platón, y el Estadio Panathinaiko, también llamado Kallimarmaro, que está hecho de mármol blanco, y construido en 1895 para los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Algo que no olvidare de su gastronomía será esos desayunos típicos de tzatziki. Tras los 15 días inolvidables de mi estancia en un paraje tan mágico, la

vida aun me deparaba otro regalo,

disfrutar de un bello partido de baloncesto y crearme un sana envidia de la devoción que por este deporte existe, sino que además, tuve la suerte de ver a mi Unicaja clasificarse para la final de la Euroliga en un igualado y emocionante duelo.


Cuando llegué de nuevo a mi tierra, decidí recoger en unas pequeñas memorias los lugares que había tenido la suerte de visitar, los monumentos sobre los que aprendí cantidad de cosas, la gastronomía característica de cada país y algunas de las experiencias vividas. Titulando, ``Mi ruta por el Mediterráneo ´´.

Antonio José Castán. 1º Bh. A


MI RECORRIDO POR EL MEDITERRÁNEO.

Para una persona que ama sus costumbres y su gran mar, El Mediterráneo, ¿por qué no un viaje por los lugares que son influidos por este? Y se puede decir que ahí comenzó mi viaje por las zonas mediterráneas más características. Empecé mi corto viaje visitando nuestra Península Ibérica y otras países cercanos. Viajé y contemplé los hermosas costas de España bañadas por el color azul del Mediterráneo, con sus chiringuitos y abundantes turistas comiendo ricas tapas. No puede olvidar visitar también Portugal que, aunque sus zonas costeras no son bañadas por el mar Mediterráneo, tiene un clima y unas costumbres propias de él. Alargué más mi viaje por tierra y visité el país donde se encuentra la ciudad del amor, Francia. En este país monté en sus famosos “bateaux mouches” y navegué por el Ródano, uno de los ríos que mueren en el mar del que hablamos. Seguí mi camino y llegué hasta la “gran bota”, Italia. Quizás, el país que más sepa del Mediterráneo, ya que lo dominó y lo hizo “Mare Nostrum”. Después de partir de Italia, continué por mar para visitar Grecia y sus islas, un país con grandes historias mitológicas y con muy buenos marineros. De Grecia, además de sus grandiosos templos, destaqué

como

utilizaban

lo

que

llamamos

“trilogía


mediterránea”, que son la vid, el olivo y el trigo en sus exquisitos

platos.

Mi

siguiente

destino

fue

Egipto,

extraordinario por su gran desierto, por su inmenso río, el Nilo, que desemboca en el Mediterráneo y por las zonas verdes alrededor de este río. Después de visitar el país de los faraones, visité en poco tiempo el país de al lado, Libia, formada también por un gran desierto. En último lugar que visité en mi breve y ameno recorrido por las zonas mediterráneas fue Marruecos. En este país podemos destacar sus bosques, con abundantes encinas y alcornoques. Y no olvidar su fauna, con su característico zorro feneco. Al finalizar mi viaje y llegar a casa, para

no

perder

el

mediterráneo,

hilo repuse

fuerzas con una buena tostada de tomate triturado y aceite de oliva, que no puede

haber

nada

más

característico

en

su

gastronomía

que

este

simple menú.

Raquel Fernández 1º Bh C


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