Joyas Coloniales de Tlalnepantla
Valle de MĂŠxico desde el Cerro del Tenayo,1870 Eugenio Landesio (1810-1879)
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Honorable Ayuntamiento de Tlalnepantla de Baz, Estado de México 2009-2012 Joyas Coloniales de Tlalnepantla Consejo Editorial Presidente Ing. Víctor Hugo Pérez Perafán
C. Arturo Ugalde Meneses Presidente Municipal Constitucional C. César Ángel Soto Herrera Primer Síndico
C. Miguel Ángel Olea Ramos Segundo Síndico
C. José Luis López Pavana Tercer Síndico
C. Arturo Montero Alvarado Primer Regidor
C. Bertha Noelia Juárez Vergara Segunda Regidora
C. Rogelio Romero Colín Tercer Regidor
C. Eloina Juárez Vergara Cuarta Regidora
C. Luis Manuel Orihuela Márquez Quinto Regidor
C. Yolanda Sánchez González Sexta Regidora
C. Miguel Ángel Romero Espinosa Séptimo Regidor
C. Cristian Jesús Priego Santillán Octavo Regidor
C. Juana Flores Torres Novena Regidora
Textos Alejandro Parrilla Terán
C. Ma. Dolores Acosta García Décima Regidora
C. Antonio Rico González Décimo Primer Regidor
Fotografía Bertha Leticia Düke
C. Orlando Rodríguez Romano Décimo Segundo Regidor
C. Julio César Bautista Segura Décimo Tercer Regidor
Diseño Ricardo Lamphar Gálvez
C. Felipe de Jesús Rodríguez Hernández Décimo Cuarto Regidor
C. Leticia Osorio Trejo Décima Quinta Regidora
C. Luis Martínez Jiménez Décimo Sexto Regidor
C. Saúl Fernando López Maldonado Décimo Séptimo Regidor
C. Mónica Miguel García Décima Octava Regidora
C. Santa Lozada Mendiola Décima Novena Regidora
Carlos Alberto Becerril Francisco Medina Luna Director General Francisco Medina Luna Editor Carlos Alberto Becerril Director de Arte Ricardo Lamphar Gálvez
Relaciones Públicas Elba Esther Argüello Miriam Cariño Eusebio Agradecimientos
A la ciudadanía de Tlalnepantla, sus autoridades en forma muy especial al Lic. Arturo Ugalde Meneses, Presidente Municipal y al Lic. Jorge Chávez Enríquez, Secretario de Ayuntamiento, del municipio de Tlalnepantla de Baz, por su invaluable apoyo para la materialización de esta obra editorial. Derechos Reservados ® Título de la Obra Joyas Coloniales de Tlalnepantla Copyright © 2012 Av. Baja California 282 - 2. Col. Hipódromo Condesa. Delegación Cuauhtémoc. C.P. 06140. México, D.F. Impreso en México Printed in Mexico Por: Soluciones Integrales en Preprensa e Impresión, Asturias 56, Colonia Álamos, C.P. 03400, México D.F. Esta edición y sus características son propiedad de: Editorial Soluciones Integrales en Comunicación (SIC) Casas Grandes 160, Colonia Narvarte, C.P. 03020, México, D.F. E-mail: director@sicomunicacion.com El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de sus autores. SIC no se responsabiliza por errores u omisiones cometidos involuntariamente por alguna información. Se prohíbe la reproducción, transmisión, comunicación o almacenamiento total o parcial del contenido de esta publicación sin el consentimiento previo y por escrito del editor.
C. Jorge Armando Chávez Enríquez Secretario del H. Ayuntamiento
Fachada de la Catedral de Corpus Christi.
Agradecimiento
l recuerdo que deja un libro es más importante que el libro en sí, por eso, de manera muy especial, quiero agradecer al Licenciado Arturo Ugalde Meneses, Presidente Municipal Constitucional de Tlalnepantla, su confianza en este proyecto, ya que sin su liderazgo y visión no hubiera sido factible que este libro, que ahora está en sus manos, sea ya parte del acervo cultural de Tlalnepantla. De la misma forma quiero agradecer al Secretario del Ayuntamiento, Licenciado Jorge Armando Chávez Enríquez, al honorable cuerpo edilicio, y a nuestro equipo de trabajo, que hicieron posible la realización de este libro. El propósito del presente es tan sólo ser un aporte para la promoción y difusión del invaluable patrimonio histórico de nuestro Municipio. El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona experimenta aprecio y reconocimiento, el cual, en primer termino, es la calidez del pueblo de Tlalnepantla, así como el excepcional trabajo de mis colaboradores en apoyo a la edición de esta obra, realizada por la empresa Soluciones Integrales en Comunicación.
Ing. Víctor Hugo Pérez Perafán Director General de Desarrollo Económico del Municipio de Tlalnepantla de Baz Julio 2012
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Los frailes jugaron un papel muy importante en la conversiĂłn de los indĂgenas en nuestro paĂs.
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Introduccion
lalnepantla de Baz, la “Tierra de Enmedio” hoy día hace honor a su nombre al encontrarse sumida en el pasado colonial y la modernidad actual. Un lugar que irradia un sinfín de contrastes que se pueden descubrir al transitar entre sus calles, llenas de colorido y progreso, que derivan de su amplio desarrollo industrial y comercial, así como por la fusión de razas y la historia que la conforman. La mezcla entre el pasado histórico, entre nuestras raíces y el auge industrial de este Municipio, enmarcan de manera precisa la geografía del lugar, la idiosincrasia de sus habitantes, quienes cada día deambulan por la zona, así como aquellos que vienen de lejanos lugares y que tienen sus asientos laborales en la demarcación. ¿Y por qué hablar de nuestras raíces? Porque Tlalnepantla de Baz es uno de los pocos municipios privilegiados en contar, tanto con ruinas arqueológicas como coloniales, fusionadas entre parques y zonas urbanas, entre toneladas de hierro y cemento, dándole un toque especial y característico a esta zona norte del Estado de México.
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Por ello la importancia del Municipio; por la majestuosidad de sus pirámides, de sus templos o sus hermosas haciendas, que son un símbolo de la homogeneidad de culturas, tanto prehispánicas como española, en el constante devenir histórico que brinda hoy día el mestizaje cultural de Tlalnepantla. Recorrer sus calles, visitar sus templos y pirámides, degustar su comida o hacer compras en los centros comerciales, o simplemente descansar en alguno de sus hermosos jardines, son otras más de las opciones que este Municipio puede brindarle al visitante local o foráneo, en donde cultura es sinónimo de progreso, del esfuerzo cotidiano de sus habitantes, del clamor de un municipio que manifiesta que toda su historia permanece en sus joyas arquitectónicas, en los detalles de sus haciendas y en el estilo barroco de sus templos, mismos que quedan como una huella tangible del proceso vivido por los antiguos habitantes de la “Tierra de Enmedio”, hasta llegar al municipio que actualmente es. Ante todo, es destacable el desarrollo económico, pero quizá lo es más aún el hecho de que en medio de edificios o de las grandes naves industriales de las empresas establecidas en el lugar, existan vestigios arqueológicos o coloniales que juegan con la armonía, mostrando cómo durante ciertos periodos los antiguos pobladores fueron asimilado las nuevas culturas y adoptando,
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a base de sangre y muerte, las tradiciones impuestas por la Corona Española, pero que al final, unidas con la cosmovisión indígena, dieron paso a las tradiciones que aún se respiran en los rincones del lugar. Pero como dijimos anteriormente, el Municipio de Tlalnepantla de Baz es algo más que la existencia de monumentos arqueológicos; es la fusión de dos mundos, de dos culturas, de dos religiones. El misticismo que emana de sus edificios coloniales se manifiesta en sus calles, en su gente; en la manera de converger, de transcurrir en el tiempo, mientras que su gente muestra que sus raíces se hallan enclavadas en los lugares más increíbles e insospechados dentro de su municipio. Tlalnepantla, la “Tierra de Enmedio”, se postra orgullosa ante el mundo con sus zonas industriales, sus vestigios arqueológicos, sus edificios coloniales, pero más que nada con su gente, que hombro con hombro amanecen día a día para hacer de este Municipio lo que es: una mezcla de historia y progreso. Cuando pensamos en escribir esta obra fue con la idea de retribuir, de algún modo, el gran honor de conocer esta región
del Estado de México y, de algún modo, ser una parte viviente de su crecimiento, de su historia y de su trascender como comunidad. No es necesario ser originario del lugar para comprender su función dentro de la historia de nuestro país, ni tampoco para entender lo que significa el que sea una de las zonas productivas más importantes de nuestro territorio. El amanecer en Tlalnepantla, en general, rompe con la rutina cuando, de madrugada, se ve un largo peregrinar de gente que labora en las industrias o salen después de su jornada laboral. Un constante transitar por calles y bases de transporte urbano o taxis, aparte del melodioso andar de aquellos que van a divertirse o a hacer sus compras en los centros comerciales de la demarcación, o simplemente a descansar y pasar momentos de esparcimiento en los jardines que enmarcan algunas de sus colonias. Tlalnepantla es símbolo de lucha, de retos, de tragedias, como la que se vivió en San Juanico el 19 de noviembre de 1984, la cual dejó una enorme herida entre sus habitantes, quienes con la
mano solidaria de la gente local y externa, pudieron curar esa amarga experiencia y los hizo más fuertes, más unidos. Recorrer el Municipio es aventurarse en la magia del tiempo. Ver los contrastes entre lo antiguo y lo moderno, es mirar las pirámides que existen en la zona, rodeada de naves industriales o complejos habitacionales. Un mundo irreal dentro de lo real. Quizás ese sea uno de los mejores atractivos de Tlalnepantla. La conjugación entre nuestras raíces y lo traído por los españoles. Es como si el tiempo se detuviera por un instante y nos mostrara la fusión de dos mundos. Toda la gama de sentimientos que se despiertan al visitar sus pirámides, o el interior de sus templos e iglesias, nos hace maravillarnos y ver que Tlalnepantla tiene una extensa gama de lugares por descubrir, y sobre todo que nos muestran un poco de la historia del Municipio, que con el transcurrir del tiempo ha formado parte del complejo histórico de México. He aquí una pequeña semblanza de su pasado, de sus entrañas. Un Municipio que porta en sus manos y en la frente, cual elegante dama, sus “Joyas Coloniales…”
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“La Conquista de Tenochtitlan”, Mural de Diego Rivera, Palacio Nacional de México, 1930.
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CAPÍTULO I
ESPADA DEL HOMBRE Y ESPADA DIVINA
e manera simultánea al hecho de que los españoles lograban someter a los pueblos indígenas mediante el uso de las espadas, también lo hicieron por medio de la destrucción de los ídolos y pirámides, teniendo como bandera la fe católica. Y como era de esperarse, lentamente las costumbres indígenas, los ídolos y las pirámides fueron destruidos poco a poco a fin de fundar sobre ellas la “nueva cultura” que traían los conquistadores al Nuevo Mundo. Pero como Cortés jamás habría podido conquistar de manera espiritual a los naturales con sus marinos o los escasos sacerdotes que lo acompañaron en su travesía hacia las Indias, se vio obligado a solicitar al rey de España un grupo de misioneros que pudieran ayudarlo a desempeñar esa labor. Así, el mismo Cortés refiere en su Cuarta Carta de Relación, fechada el 15 de octubre de 1523, que solicita a Carlos V pida al Papa, Adriano VI, el envío de religiosos: “vuestra alteza suplique a Su Santidad conceda a vuestra majestad los diezmos de estas partes para este efecto... asimismo vuestra majestad debe suplicar a Su Santidad que conceda su poder y sean sus subdelegados en estas partes las dos personas principales de religiosos que a estas partes vinieren, uno de la orden de San Francisco y otro de la orden de Santo Domingo, los cuales tengan los más largos poderes que vuestra majestad pudiere”, de modo que pudiera administrar aun la confirmación y el orden.
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Así fue que llegaron los primeros evangelizadores, siendo los primeros los franciscanos, quienes llevarían a cabo la principal obra de poner las bases de la nueva religión. Fue entonces que los dioses, como los ritos antiguos, fueron derrumbados por los españoles, quienes en poco tiempo impusieron a los indígenas la religión católica, abandonando casi por completo sus signos paganos, así como sus tradiciones.
LOS PRIMEROS FRANCISCANOS Con base en los datos históricos con que se cuenta, el 13 o 14 de mayo de 1524, los primeros doce franciscanos llegaron a San Juan de Ulúa, en Veracruz, y poco tiempo después llegarían a la capital del país. Estos primeros franciscanos eran frailes menores de la observancia, algunos de los cuales, por sus acciones, dejaron grabados sus nombres en los anales de la historia mexicana. Los nombres de estos personajes fueron:
• Fray Martín de Valencia, • Fray Francisco de Soto, • Fray Martín de Jesús, o de la Coruña, • Fray Juan de Suárez, o de Juárez, • Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, • Fray Toribio de Benavente o Motolinia, • Fray García de Cisneros, • Fray Luis de Fuensalida, • Fray Juan de Ribas, • Fray Francisco Jiménez, • Fray Andrés de Córdoba y • Fray Juan de Palos (estos dos últimos permanecieron como legos).
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Fragmento del mural de Diego Rivera. Escaleras de Palacio Nacional de México, (1929-1935).
Con ellos comenzó la evangelización al fundar escuelas para los indígenas, ayudar en la alfabetización y adaptación a la cultura hispánica, fundamentada en el cristianismo.
la región. En la zona norte del valle, los franciscanos visitaban los poblados y con las piedras de los templos que destruían, erigían nuevas capillas dedicadas a los santos cristianos.
Así, los conventos religiosos se convirtieron en el núcleo organizador y concentrador de la población, y el centro de partida evangelizadora hacia otros poblados de
Como fueron la primera orden religiosa que llegó a la Nueva España, pudieron extenderse por donde quisieron, prefiriendo las zonas aledañas a la Ciudad de México.
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“Explotación de México por los conquistadores españoles”, mural de Diego Rivera (1929-1945)
EL IMPACTO DE LA EVANGELIZACION El mismo año en que llegaron los franciscanos, en 1524, y conocieron la región de Tlalnepantla, su espíritu misionero y de conversión los impulsó a fundar las primeras iglesias cristianas en San Lorenzo Teocalhueyacan y en San Bartolomé Tenayuca. Se menciona que los religiosos un domingo decían misa para los otomíes, y al siguiente para los nahuas, dividiendo su labor entre ambos lados. Y no se puede pasar por alto que en el aspecto religioso se generara un sinfín de elementos que consolidarían la imposición católica sobre la pagana indígena, por lo que para 1523-1524 se establece en Tlalnepantla una congregación franciscana con derecho a la Cruz Atrial y Pila Bautismal, que llevaría a cabo la evangelización de los pueblos de Tenayuca y Teocalhueyacan. Para 1535, aparece el nombre “Tlalnepantla,
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Convento del Sagrado Cuerpo de Cristo”, y para 1565 se le integra el primer templo. La Congregación de Tlalnepantla menciona en sus primeros documentos que contaba con escuela de oficios, convento y parroquia “Al Sagrado Cuerpo de Cristo Dedicada”, a cargo de los Padres Franciscanos. El primer guardián del Convento fue Fray Juan de Gaona. De esta manera la vida religiosa tenía la primacía en la comunidad indígena regida por misioneros. Es decir, el corazón de cada pueblo era la iglesia con su convento. Por lo común edificados en las partes más altas. La disposición general de los conventos mexicanos es muy sencilla: la iglesia, las más de las veces estaba construida en una sola nave, orientada de este a oeste, con el altar mayor colocado al oriente, con dos puertas: la principal, al poniente, y la
otra, abierta hacia el norte; a la derecha de la puerta principal, o sea en el costado sur del templo. En algunos casos se levantaba casi siempre el convento, con la entrada protegida por un pórtico, por donde se tenía el acceso al claustro. Por otra parte, las construcciones religiosas del virreinato se realizaron con la mano de obra indígena, quienes guiados por los párrocos llevaron a cabo las obras con un sello propio. Esta mano de obra podía ser voluntaria alrededor de los caciques locales o por reclutamientos forzosos. La parte organizada se ocupaba generalmente para construir las iglesias de cabecera, como en el caso de la catedral; las ermitas de los pueblos de visita casi siempre se hicieron con trabajo voluntario y con organización indígena, similar a la prehispánica. Obviamente las iglesias de doctrina eran más grandes y cuidadas, mientras que las de pueblos aledaños eran pequeñas y endebles. Los franciscanos cumplieron fielmente los lineamientos de convencimiento en todas las poblaciones que visitaron. A este impulso misionero lo conocemos como la primera evangelización, y consistía en la fundación de “doctrinas”, es decir, el lugar principal de una región, que generalmente era la cabecera; desde ahí visitaban a los pueblos sujetos a ésta, y que se conocieron como pueblos de visita.
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“El Valle de México”, José Maria Velasco.
En Teocalhueyacan como en Tenayuca debieron haber administrado el bautismo de los indígenas de forma masiva, pues en muy poco tiempo fueron convertidos a cristianos todos los tributarios de ambas cabeceras. Asimismo, los religiosos, para su labor evangelizadora, debieron aprender las lenguas indígenas, como el náhuatl y el otomí. Esta labor fue ardua pero la llevaron a cabo de manera muy rápida, pues para adoctrinar a los indígenas de Tenayuca y Teocalhueyacan debieron hacerlo en las lenguas de los naturales. En los domingos y fiestas de guardar se debía celebrar la misa en cada lugar principal. Tanto en San Lorenzo, como en Tenayuca, se reunía muy temprano a los indígenas en el patio o el atrio de las pequeñas iglesias, y una vez reunidos comenzaba la Eucaristía, y se les predicaba en su lengua natural. Si los indígenas se rehusaban a asistir, eran obligados de una u otra manera, pues si no se presentaban eran azotados o castigados con trabajos forzados.
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Las bases de la instrucción religiosa eran “El Padre Nuestro” y el “Ave María”. También se les enseñaban en su lengua los elementos principales de la doctrina, aunque no se les exigía su total comprensión, pues tomaban en cuenta la dificultad de aprendizaje de aquellos. Pese a la extrema vigilancia ejercida por los frailes y al esfuerzo por cristianizarlos, no fue posible desterrar de la conciencia indígena aquellos conceptos tan largamente sostenidos, ni impedir su manifestación plástica en determinadas ocasiones. Aunque las escuelas prehispánicas desaparecieron con la Conquista, en prácticamente todo el territorio, los frutos que habían creado no podían desaparecer tan pronto.
En general, los indígenas aceptaron los elementos más evidentes de la nueva religión, así como la construcción de las grandes iglesias y conventos, las ceremonias, las procesiones, y las imágenes de los santos, que asimilaron muchos años después. Para los franciscanos, Tenayuca y Teocalhueyacan en un inicio representaban un problema, pues el hecho de ir de un lado a otro cada domingo era demasiada pérdida de tiempo y esfuerzo. La solución a este problema la encontraron al erigir un templo a la mitad de ambos pueblos. En la Tierra de Enmedio…
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Valle de MĂŠxico desde el Cerro del Tenayo,1870 Eugenio Landesio (1810-1879), fragmento.
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CAPÍTULO II
Los 18 Pueblos Originarios de Tlalnepantla l establecimiento de ranchos y haciendas en la jurisdicción de Tlalnepantla arrancó casi desde 1530, con los encomenderos de Teocalhuecayan y Tenayuca, aunque el impulso definitivo a la creación de ranchos y haciendas en la localidad de Tlalnepantla fue la solicitud y otorgamiento de las tierras baldías ubicadas entre Coyoacán y Tenayuca entre 1529 y 1531, para establecer estancias ganaderas y cultivos de trigo a fin de abastecer a la Ciudad de México. En los últimos años del virreinato se instauró el sistema de intendencias basado en las diócesis (las jurisdicciones eclesiásticas) y que más tarde sería el Estado de México. Para el Siglo XVIII, las haciendas y ranchos se habían extendido por toda la jurisdicción de Tlalnepantla, y la población indígena local se había recuperado y estaba en plena expansión demográfica. Para el 31 de agosto de 1874 se forma un nuevo Municipio en la zona de Tlalnepantla, compuesto por los pueblos de San Francisco Atizapán, San Mateo Tecoloapan, Calacoayan. Con el tiempo, se mantuvieron 18 pueblos originales, los cuales son los siguientes: • • • • • • • • •
San Juan Ixtacala San Bartolo Tenayuca San Andrés Atenco San Juan Ixhuatepec Santa Cecilia Acatitlán Xocoyohualco San Lucas Patoni San Pedro Barrientos Santa María Tlayacampa
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San Jerónimo Tepetlacalco La Loma Tequexquinahuac parte baja San Miguel Chalma San Lucas Tepetlacalco De los Reyes San Pablo Xalpa San José Puente de Vigas Puente de Vigas
Retablo de la Catedral Corpus Christi.
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CAPÍTULO II
El Esplendor Colonial CATEDRAL DE CORPUS CHRISTI
na de las joyas coloniales más características de Tlalnepantla de Baz, es sin duda su Catedral. ¡Y cómo no maravillarse!, si al caminar por la zona centro nos encontramos con la belleza sin igual de esta obra arquitectónica, anteriormente conocida como el Convento de Corpus Christi, templo construido entre 1542 y 1587, bajo el mando de la orden de los franciscanos, quienes se distinguían por su sobriedad arquitectónica, como puede destacarse en sus elementos.
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Arcos del patio interior de la Catedral Corpus Christi.
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Aunque inicialmente en el lugar se fundó el Convento de San Francisco, posteriormente se construyó la iglesia de Corpus Christi. La erección de Tlalnepantla para construir un gran convento franciscano fue producto de la gran libertad con la que siempre contaron los religiosos con su obra evangelizadora, misma que era impulsada por el mismo rey español. La orden franciscana era contemporánea a la construcción de la actual catedral. Al parecer, el lugar lo eligieron los frailes con un propósito, pues ahí confluían las culturas nahua y otomí. Para la construcción del templo cooperaron indígenas de ambos pueblos, por lo que se consideraba que a cada grupo le correspondía una mitad de la iglesia. Ese hecho quedó de manifiesto para la posteridad si observamos dentro del claustro, así como en la capilla abierta, dos colores en la cantera de la construcción: La cantera rosa, que fue aportada y trabajada por los tenayucas, mientras que la gris pertenecía a los otomíes.
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Vista de la plaza donde aparece la escultura de dos indígenas: uno nahua y el otro otomí, representando la unión de los pueblos de Teocalhueyacan y Tenayuca.
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Podemos ver que en los muros exteriores del templo se encuentran labradas las palabras “otomíes” y “mexicanos”, indicando que la iglesia fue construida por ambos pueblos. Para 1622 se inició la construcción del altar en honor al Santo Patrono de Tlalnepantla, que era San Isidro Labrador, según consta en los archivos parroquiales del Sagrario de Tlalnepantla. Y a pesar de que en 1666 sufrió un terrible incendio y perdió una parte de su belleza, el 22 de enero de 1724 comenzó la reconstrucción de este magnánimo templo.
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Retablo de la Catedral en el que se pueden observar detalles del estilo barroco mexicano.
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Vista del Campanario de la Catedral de Corpus Christi.
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A causa de un temblor registrado a principios del siglo XX, el edificio sufrió graves daños, por lo que debieron repararse las paredes del lado norte. En el claustro se conservan algunas pinturas de estilo “tequitqui” (las características de este estilo se basan en el labrado de la piedra, con poco relieve y el empleo de símbolos indígenas mezclados con los góticos y renacentistas traído por los españoles). En el piso superior del claustro se ubican las oficinas del Arzobispado. Aún se puede observar un reloj de sol en la parte superior del claustro. Asimismo, podemos observar en el interior del templo algunos restos de los retablos de oro que sobrevivieron a los movimientos sociales y revolucionarios que sacudieron a este Municipio.
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Detalle del retablo. Anteriormente todo el retablo estaba elaborado en hoja de oro.
De acuerdo a los datos que se tienen, el franciscano Felipe de Jesús Cueto fue el primer obispo de la diócesis, la cual abarcaba 18 Municipios. Para el 31 de marzo de 1964, Paulo VI elevó a rango de obispado a Tlalnepantla, por lo que la Diócesis dejaría de ser la antigua parroquia y se constituiría en la Santa Catedral. Al recorrer el lugar, podemos observar que la edificación es totalmente sencilla, ya que cuenta con una sola nave y cuatro puertas de entrada. La principal está ubicada hacia
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el poniente; al norte la que comunicaba al jardín; otra que conectaba a la sacristía, en la parte sur de la iglesia. En la puerta que conecta a la sacristía con la iglesia existe una inscripción que dice: “año de 1582”, fecha en que quizá fue terminada la sacristía. El diseño de la fachada es muy sencillo pudiendose apreciar la imagen de San Bartolomé, mostrando el cuchillo con que fue martirizado. En el presbiterio se pueden observar pinturas de la época que representan La Natividad, La Adoración de los Reyes, La Presentación en el Templo, Las Bodas de la Virgen, La Anunciación, y otras. En el centro hay una escultura del siglo XVI, elaborada en caña, que representa a Jesucristo.
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Vista de las campanas en la Torre.
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El contraste de los jardines y la torre, sirven de marco a la catedral.
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Por su parte, el Convento cuenta con una capilla abierta que en la época colonial jugó un papel importante dentro del proceso de evangelización que se llevaba a cabo en la zona, ya que era en esa área donde se catequizaba a las indígenas, así como también se les instruia. En el costado oriente del patio, hacia el rincón noreste, existe un amplio vestíbulo
o corredor. En él se encuentra una pila bautismal monolítica y otra en forma de cáliz, en donde se puede localizar el topónimo de Tenayuca, mismo que data del Siglo XVI. Todas estas características hacen que el Ex Convento de Corpus Christi sea la principal Joya Colonial de Tlalnepantla.
Parte superior de la fachada, donde se pueden apreciar tres nichos sobre el óculo circular.
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Detalle del Retablo de la Parroquia de San Bartolom茅 Ap贸stol
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Parroquia de San Bartolome Apostol
a Parroquia “San Bartolomé Apóstol”, ubicada en Tenayuca, pertenece a la Arquidiócesis de Tlalnepantla. Se encuentra al norte de la Ciudad de México y en dirección al oriente de Tlalnepantla, junto a la pirámide de Tenayuca, en el lado sur de la misma. Según datos históricos, el templo fue erigido en el Siglo XVI y reconstruido en el Siglo XVII, por los franciscanos, después de que éstos ordenaron demoler el antiguo teocalli del lugar, para imponer a los indígenas la nueva religión. Como puede observarse en el Mapa Geográfico del Valle y la Ciudad de México de 1550, aparece en la zona un pequeño templo nombrado “tanaiaca”, que quizá haya derivado en el nombre Tenayuca. Cada año, el 24 de agosto el pueblo celebra su fiesta patronal.
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Actualmente el templo contiene en su interior algunas imágenes antiguas de San Martín de Porres, El Sagrado Corazón de Jesús, San Francisco de Asís, La Virgen de Guadalupe, San Judas Tadeo, La Divina Providencia, San Bartolomé, la Virgen de Dolores y San Juan. Cuando el visitante a esta parroquia se va adentrando en el lugar, comienza a experimentar un cúmulo de extrañas sensaciones, que van desde el asombro hasta la tranquilidad total; y esto se debe a que desde que uno se halla en el atrio y observa la totalidad de la construcción,
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el portal remachado con clavos, el nicho debajo del óculo, la escalinata, que consta de nueve escalones en la parte frontal y ocho en el lado derecho, y que quizá se haya construido con las bases de un teocalli, como en el caso de la capilla de Santa Cecilia; o la parte derecha de la entrada, donde apenas puede percibirse, entre las piedras, una inscripción antigua con raíces prehispánicas, es transportado al pasado. Al plantarnos en la entrada a la parroquia, y ver al fondo el retablo, la sensación de paz espiritual y asombro pueden invadir al más escéptico de los visitantes.
Conforme uno se adentra hasta llegar al altar puede ver los contrastes de tonalidades, con la figura principal de Jesús, y las pinturas alusivas a la Virgen María, o cuando Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su madre, así como las pequeñas pinturas que se encuentran a los pies de la imagen principal, enmarcadas en dorado, todo montado en un fondo rojo, o las imágenes de varios santos, como la del Sagrado Corazón, San Judas Tadeo, San Charbel, Fray Bartolomé de las Casas, San Francisco de Asís, entre otras. El 24 de agosto de cada año, los fieles de San Bartolo Tenayuca celebran la fiesta de su santo patrono con una gran verbena popular en la que hay danzas tradicionales, juegos pirotécnicos, música de banda y gran variedad de antojitos. Todo esto forma parte de lo que la Capilla de San Bartolomé Apóstol ofrece a los visitantes, y que la hacen ocupar un lugar preponderante dentro de la lista de las Joyas Coloniales de Tlalnepantla de Baz.
La escalinata de la parroquia era parte del Teocalli del lugar.
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Vista del atrio de la Parroquia de Santa Monica.
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Parroquia de Santa Monica
sta parroquia fue construida en el Siglo XVI, bajo la orden de los agustinos, cuando éstos se instalaron en el lugar y adquirieron esas parcelas. Desde la época colonial esta capilla formaba parte de la Ex Hacienda de Santa Mónica y en la actualidad es el lugar en donde los fieles de la zona acuden a misa. Su fachada es blanca, la cual contrasta con el rojo de los detalles y la cantera gris de su puerta y las trabes de su campanario. Arriba de la puerta, sobre el dintel, se encuentra el óculo de forma circular, con marco de cantera, que se haya entre dos remates de piedra en forma de espiral, y más arriba se encuentra un nicho con la imagen en cantera gris de San Agustín.
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Cuenta ahora con un pequeño atrio, que quizá durante el auge de las haciendas debió haber sido mayor. En él aparecen unas fuentes, y junto a una de ellas se encuentra una imagen de Jesucristo representando la Ascensión. Junto a la puerta se encuentra una pila bautismal en cantera gris. Al internarnos en la parroquia, podemos percatarnos que la nave principal es sencilla, aunque contiene arcos de cantera gris en su estructura. Los muros son blancos, y por ello resaltan los detalles dorados de las pinturas, o los filos de las columnas y el labrado del retablo. Éste está formado por cuatro columnas,
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y entre ellas se encuentra la imagen de Santa Mónica, y a sus costados aparece El Arcángel Gabriel y La Virgen María. En el interior se aprecian cinco cuadros que representan la vida de Jesús, 14 del viacrucis, y otras como la del Perpetuo Socorro, La Crucifixión, La Coronación de Jesús, S.S. Juan Pablo II, La Virgen de Guadalupe y de Nuestra Señora del Sagrado Corazón; así como las imágenes de Santa Mónica Bendita, La Divina Providencia, San Charbel, la Santísima Trinidad, San Martín de Porres, San Judas Tadeo, el Espíritu Santo, Jesús y La Virgen María.
A pesar de la sencillez de los detalles, el visitante puede sentirse maravillado al observar el conjunto de elementos que conforman a la parroquia. Los hermosos jardines que se encuentran al frente, la puerta de madera alumbrada por dos faroles, que remontan a la época de las haciendas, el suelo empedrado del acceso o el color rosa de los adoquines, aparte de la sensación de espiritualidad que evocan el pasado histórico del lugar, hacen que surja el deseo de volver para disfrutar de una misa o bien para imaginarnos cómo sería la vida en épocas pasadas. Cada 27 de agosto los pobladores celebran a Santa Mónica con una gran verbena popular, en la que hay música de banda, mariachi, danzas prehispánicas y tradicionales. La belleza de la Ex Hacienda, así como la de la Parroquia de Santa Mónica, hacen de ésta una de las principales Joyas Coloniales del municipio.
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Vista panorรกmica del altar de la Parroquia de Santa Cecilia.
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Parroquia de Santa Cecilia
un costado de la pirámide de Santa Cecilia se encuentra la iglesia del mismo nombre. Según los datos con que se cuenta, ésta fue terminada en 1825. Al igual que la Parroquia de Tenayuca, esta parroquia se construyó tomando como base un teocalli. Es un templo del Siglo XVI con características arquitectónicas sencillas y barrocas construido a base de bloques de piedra labrados en forma de tabiques, que sufrió remodelaciones a partir del Siglo XVIII. En su altar se encuentra la imagen de la Virgen de Santa Cecilia, patrona de los músicos y ciegos, así como las imágenes de San Judas Tadeo, San Martín de Porres, La Virgen de Guadalupe, La Virgen María, La Virgen de Dolores, La Virgen de San Juan de los Lagos, y en su altar las de la Virgen de Santa Cecilia, la Virgen del Carmen, el Cuerpo de Cristo y el Sagrado Corazón de Jesús.
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Para el visitante la Parroquia de Santa Cecilia se convierte en una experiencia inigualable. Desde la entrada se puede ver el enorme atrio, y al fondo una escalinata de tres peldaños que coronan la fachada de la construcción, donde se muestra una estructura elaborada en cantera, con un enorme portón arqueado y una torre del lado izquierdo, en donde se encuentra el campanario. En la parte exterior de la puerta pueden observarse detalles del barroco indígena compuesto por flores labradas de cinco puntas. Y en la parte superior de ésta puede verse el óculo de forma circular. Si uno se dirige al lado oeste, a un costado del campanario, puede verse lo que parece haber sido un pozo, pues existe una especie de brocal antiguo. Al ingresar en el templo se puede ver al fondo el retablo, en donde se encuentra la Virgen de Santa Cecilia, así como una imagen de la Virgen María.
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En los extremos se hallan unos nichos con varias imágenes, entre ellas el Sagrado Corazón, San Judas Tadeo y la Santísima Trinidad. El fondo del retablo es blanco con finos toques dorados. Todo el presbiterio está enmarcado por un enorme arco labrado en cantera donde prevalecen las flores indígenas, mismas que se encuentran también en unos enormes floreros de cantera, así como en la pila bautismal, que se localiza del lado derecho del arco. En los extremos de la nave mayor, se encuentran los cuadros de la Virgen de Guadalupe y Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
También dentro de la parroquia, hay sobre un pequeño altar, una especie de urna, que debe contener las reliquias de algún santo. Durante los días en que se celebra a Santa Cecilia, el 22 de noviembre de cada año, y por lo reducido del lugar, la misa se celebra en la parte del atrio, en el cual se improvisa un altar, el cual es adornado con arreglos florales de vistosos colores. También se realiza una procesión por todo el pueblo de Santa Cecilia Acatitlan, y ya en el atrio se desarrollan danzas y bailes regionales acompañados de música de banda y por la noche pueden disfrutarse de los juegos pirotécnicos que enmarcan la fachada de esta parroquia. Asimismo, el arco de la entrada se adorna con flores en donde se destaca el nombre de la Santa Patrona del lugar. Esta parroquia del Siglo XVI es un emblema de nuestro pasado, por lo que no podía faltar en la lista de las Joyas Coloniales de Tlalnepantla.
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Retablo de la Parroquia de San Jer贸nimo Doctor.
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Parroquia de San Jeronimo Doctor
sta es una de las parroquias más antiguas del Municipio de Tlalnepantla, y aunque es muy similar a las anteriores en cuanto al tamaño de sus naves, tiene ciertos detalles que la hacen destacar de las otras. Por ejemplo, al llegar al atrio y ver su fachada, podemos observar en ella, sobre el arco de la puerta de entrada, una inscripción en latín que dice lo siguiente: “Sanctus Deus Sanctus Fortis Sanctus Inmortalis Miserere Nobis”, cuya traducción sería: “Santo Dios. Santo Fuerte. Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros”.
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Asimismo, en la parte de la fachada aparecen tres placas con textos en español antiguo. La primer placa, refiere lo siguiente: Ó lagrimas de maria por mis culpas redam s. da por vuestra sangre mes. hamparadme noche i dia
Cuya traducción sería: ¡Oh Sangre de mi Jesús! ¡Oh remedio universal, líbranos de todo mal pues te vertiste en la Cruz! Ambos textos son invocaciones contra la peste.
Cuya traducción sería: O lágrimas de María Por mis culpas derramadas Por vuestra sangre mezcladas Amparadme noche y día.
Y en la tercera placa se lee: Biva el nombre de Jesus Biva su fee y su doctrina Biva por heternidades La conseusion de maria.
Y en la segunda placa se lee: Ō sangre de mi Jesus Ō remedio Hunibersal Libranos de todo mal Pues te bertiste en la
Cuya traducción sería: Viva el nombre de Jesús Viva su fe y su doctrina Viva por eternidades La concepción de María.
También puede verse en la fachada el óculo con una paloma blanca que representa al Espíritu Santo, con las alas extendidas. La fachada en sí cuenta con varios elementos barrocos que enmarcan el óculo, y que terminan en la parte superior con una cruz labrada con detalles de hojas y una flor al centro de la misma. También, del lado del campanario, arriba de la ventana o tragaluz del campanario, puede verse apenas los restos de una cruz labrada en la piedra, con el rostro de Jesús, enmarcado por algo que semejan ojos.
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Cabe mencionar que el origen del nombre de esta parroquia se debe a San Jerónimo Doctor, quien nació en Roma en el año 1340 y murió en 1410, a la edad de 72 años, en Belem. La importancia de este personaje radica en que era una persona muy preparada, era filósofo y le gustaba la retórica, así como otras artes, además de que sabía latín, griego y hebreo. Fue él quien tradujo el Nuevo y el Viejo Testamento de la Biblia.
El retablo, dorado, contiene un nicho con la imagen de San Jerónimo, así como cinco pinturas con diversos pasajes religiosos. La belleza de éste nos habla del cuidado y la suntuosidad con que eran representados los personajes católicos.
“Yo, Poncio Pilatos, presidente de la interior Galilea, juzgo, sentencio y pronuncio que condeno a muerte a Jesús nazareno, hombre sedicioso contrario de la ley y del grande emperador Tiberio César y por la dicha mi sentencia determino que por los tumultos que removió por toda Judea haciéndose hijo de Dios Rey de Israel y por amenazar la ruina de esta ciudad de Jerusalen y de su templo, que sea su muerte de cruz entre los dos ladrones que asimismo están condenados a muerte y mando se ejecute esta mi sentencia en el lugar acostumbrado del suplicio”.
También aparecen dos enormes pinturas de la Virgen María con el niño Dios y la otra es de la Virgen de Guadalupe, montadas en unos nichos que tienen una exquisitez barroca en todos sus detalles.
La combinación del rojo, el dorado, el blanco, aparte del colorido de sus imágenes, dan al visitante una sensación de paz y generan la curiosidad de cómo sería la vida en esta parroquia.
Del lado izquierdo de la entrada al templo, se encuentra una enorme pintura que representa la sentencia de Poncio Pilatos a Jesucristo y que en español antiguo dice:
Por todo lo anterior y la belleza de sus características, la Parroquia de San Jerónimo Doctor forma parte también de las Joyas Coloniales de Tlalnepantla.
Pero volviendo en sí a la parroquia que estamos analizando, tenemos que en su interior aún se pueden ver en el retablo, así como en sus muros, algunas pinturas con pasajes religiosos, lo que la hace ser una parroquia especial, ya que no todas cuentan con este tipo de elementos en su interior.
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Vista de la fachada de la Parroquia de San Juan Bautista, desde el atrio. Se puede observar en la parte superior el reloj que fue obsequiado a la misma en 1925.
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Parroquia de San Juan Bautista “San Juanico”
sta Parroquia está ubicada en el pueblo de San Juan Ixhuatepec, su construcción se remonta al Siglo XV, por el año 1438, cuando se decidió construir la primera ermita, que consistía en una simple estructura de maderos. Para 1599 se construyó otra capilla más grande de piedra, aunque los trabajos propiamente comenzaron en 1603 y concluyeron en 1616, con aportaciones de los habitantes del pueblo de San Juan. La parroquia estuvo bajo la Parcialidad de Santiago Tlaltelolco y después de la del Curato de Nuestra Señora de Guadalupe. Hasta el año 1925 fue remodelada con cantera rosa y gris, colocándole un reloj donado por el entonces hacendado Hermilo Mena. Desde el atrio se puede observar la fachada, que aunque cuenta con algunas modificaciones no por eso deja de tener los elementos barrocos de nuestros indígenas. El arco de la entrada aún mantiene los glifos característicos de la época colonial, así como la forma del óculo, que tiene una cruz en vitral, y el dintel en forma de arco.
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El atrio es pequeño y en él se haya una pequeña cruz atrial con la imagen labrada en mármol de la Virgen María, y que parece ser una caja de agua o pequeña fuente. En la parte alta de la fachada de la entrada al atrio, aparecen dos ángeles que flanquean a la misma, mirando hacia el exterior. La puerta de entrada al templo es de madera labrada, y en ella se encuentran labradas dos cruces en relieve, y en la parte superior del dintel se hallan dos rostros angélicos. En esta parroquia aún existe el confesionario, que no se ve en las otras que pertenecen a este municipio.
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En su interior se pueden apreciar las imágenes de La Virgen María, San Juan Bautista, San Francisco de Asís, San José, La Virgen de Guadalupe, El Cuerpo de Cristo, El Sagrado Corazón de Jesús, La Virgen de la Asunción, La Virgen del Carmen, San Judas Tadeo, San Isidro Labrador, San Martín de Porres, San Miguel Arcángel, El niño Dios protector de los pobres, la Santísima Trinidad y El Nazareno. En uno de los muros se puede apreciar una pintura que representa la crucifixión, y en la cúpula mayor se puede ver la imagen de lo que parece ser el sol con sus rayos.
También podemos observar en los muros 14 imágenes que representan la Pasión de Jesús. En una de las bóvedas se puede ver una pintura que representa el bautismo de los naturales, así como vitrales que representan la vid y el trigo. Los nichos y los retablos le dan un toque distintivo a esta parroquia, lo que aumenta la belleza de su interior.
El día de San Juan, 24 de junio, los pobladores de San Juan Ixhuatepec celebran la fiesta de su santo patrono y realizan una gran verbena en donde la música y los bailes enmarcan la festividad. Como puede verse, esta parroquia, a pesar de haber sido restaurada, conserva aún los elementos característicos para que forme parte de nuestras Joyas Coloniales.
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Retablo de una capilla de la Parroquia de San Andr茅s Ap贸stol.
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Parroquia de San Andres Apostol
l Templo de San Andrés Apóstol se encuentra ubicado en el pueblo de San Andrés Atenco. Fue fundado en 1700 pero por azares del destino permaneció cerrado durante 267 años, ya que no había ningún cura para oficiar las misas, por lo que no fue sino hasta 1967 que el templo fue abierto y usado como tal. Con una fachada roja contrastada por el color caoba de su puerta, y la cantera gris que forman el marco de la misma, así como la fuente del atrio, a la izquierda de la entrada, ésta representa la cruz atrial, enmarcada por un dintel y pilares en forma de cuerda, y que en sus extremos muestran las imágenes de la Virgen María de Guadalupe y Fray Juan Andrés.
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En su interior se pueden observar el retablo en cantera rosa, enmarcado por un fondo de madera labrada, en donde pueden apreciarse en nichos las imágenes de San Andrés Apóstol, La Virgen María, San José, La Santísima Trinidad, La Virgen del Carmen, El Niño Dios, San Francisco de Asís, entre otros. También puede verse un vitral con la imagen de San Andrés. En el extremo izquierdo de la nave, se puede observar una puerta con la frase “el maestro está aquí”, donde se halla un retablo exquisito, con decorados barrocos dorados, que por su belleza puede dejar maravillado a cualquiera. Las pinturas de los blancos muros, con sus marcos con filos dorados, dan un toque de religiosidad que contrasta con la escasez de las grandes pinturas.
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En la parte que es usada como capilla abierta se hallan las imágenes de El Sagrado Corazón de Jesús, La Divina Providencia, La Virgen de Dolores, El Cuerpo de Cristo, San Juan Apóstol, Jesús Resucitado y San Judas Tadeo. Al frente del templo existe una pequeña plazuela con un quiosco, y es en ese lugar en donde cada 30 de noviembre se celebra la fiesta de su Santo Patrono, y donde la gente local se reúne para efectuar una gran fiesta en donde no pueden dejar de faltar las danzas antiguas, la música de viento, el mariachi, etcétera. La Parroquia de San Andrés Apóstol es un sitio obligado de visita, y a pesar de que ha sido restaurada en varias ocasiones, no deja de tener ese toque colonial, en donde la historia y la espiritualidad se funden en los muros de cantera. Otra Joya Colonial que se postra con orgullo en Tlalnepantla de Baz. 59
El atrio y la fachada de la Parroquia de los Santos Reyes.
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Parroquia de los Santos Reyes
ste templo se encuentra enclavado en el pueblo de los Reyes Xocoyahualco. Data del Siglo XVI (1552), y fue construido por mandato de los frailes franciscanos bajo la advocación de los Reyes Magos. Los tepanecas fueron los primeros que se asentaron en el Pueblo de los Reyes, y durante la evangelización aprendieron diversos oficios, como la alfarería y la carpintería, entre otros. Al adentrarnos en el atrio, se puede ver una pequeña cruz atrial situada al frente de la entrada al templo. Su fachada es blanca en el exterior, salvo el dintel de la puerta, que está elaborado con cantera rosa, con glifos labrados y con el óculo de forma octagonal, en el que se puede ver la imagen de un pequeño cordero. En la parte alta de la fachada se puede observar una cruz de piedra gris, labrada, que contiene algunos símbolos religiosos.
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La torre del campanario se encuentra del lado izquierdo de la entrada y está elaborada, al parecer, con cantera gris labrada al estilo barroco. La nave del templo es sencilla, así como la estructura, y en los muros se pueden observar algunos pequeños cuadros debajo de pequeñas cruces. El retablo está elaborado en madera, así como las figuras que contiene, que representan a los Reyes Magos, San Blas, San Nicolás, San Pedro, San Pablo y un cuadro de la Virgen María. El fondo del retablo es en color natural.
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El arco que compone el área del retablo está labrado en cantera rosa, con los grabados indígenas típicos de la época. Al interior del templo puede admirarse las imágenes de El niño Jesús, La Virgen del Carmen, Santa Teresita, La Divina Providencia, San Judas Tadeo, La Virgen de Santa Teresa de Jesús y El Señor de la Misericordia, así como 14 cuadros que representan el Viacrucis. En varios templos y conventos del Siglo XVI se conservan todavía algunos ídolos y piezas prehispánicos empotrados en los muros. Como ejemplos tenemos la cabeza que está en el exterior del muro sur de la iglesia de Los Reyes.
Los días 6 de enero de cada año se conmemora la fiesta patronal con una gran verbena popular, en la que se destacan los adornos florales, las danzas y bailes típicos del lugar. A pesar de la austeridad de elementos que componen esta capilla, la belleza que emana, así como el material con que están elaboradas las figuras principales de su retablo, hacen de este templo una verdadera Joya Colonial que puede cautivar a cualquiera que lo visite. La parroquia tiene horarios para las misas, pero como no hay sacristía, el lugar permanece cerrado, pero si se quiere hacer una visita al templo, hay algunas personas encargadas del lugar, que amablemente acceden a recibir a los visitantes.
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Imagen de Cristo crucificado en el retablo de la Parroquia de la Preciosa Sangre.
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Parroquia de la Preciosa Sangre
l acceso al atrio de esta parroquia es al costado derecho, al frente de la misma, la cual está enmarcada por una estructura arqueada con detalles barrocos. No cuenta con cruz atrial, pues las dimensiones del lugar son un poco limitadas. En el extremo izquierdo de la puerta principal, a la altura de la torre del campanario, se puede ver una placa conmemorativa que dice: “esta iglesia del señor de la ‘preciosa sangre’ quedó erigida canónicamente como Parroquia el día 24 de noviembre 1914 por decreto del Exmo. Sr. Fray Felipe de Jesús C. Siendo el primer párroco José Ramírez G. Donada por el pueblo Xocoyahualco”. Edo. de Méx. La puerta es sencilla, y en la parte superior, arriba de su dintel, se encuentra el óculo en forma cuadrada. Al ingresar en el interior del templo, podemos ver un sinfín de detalles en cuanto al colorido de los mismos, los detalles barrocos se encuentran coloreados en dorado, rosa, rojo, en contraste con sus muros blancos, que la hacen una de las parroquias más bellas del municipio.
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En su retablo en forma de arco se puede observar una enorme cruz con la figura de Jesucristo, enmarcada por una cruz como fondo, realizada al puro estilo barroco, y a sus extremos las figuras de la Virgen María y María Magdalena Penitente. El altar es muy hermoso ya que al frente tiene un cuadro de la última cena en color dorado. Al frente de éste se puede ver la imagen de la Santísima Trinidad. Por su parte, la pila bautismal está elaborada en cantera gris, labrada, con detalles que muestran los rostros de ángeles alados. Cuenta con otras imágenes, como la de San Judas Tadeo, San Charbel, María Auxiliadora, el Sagrado Corazón o la Virgen de la Misericordia, que se encuentran en nichos finamente decorados, pero lo que más destaca y que la hace hermosa, es la combinación exacta de colores en sus detalles. También cuenta con un área de oratorios, igualmente enmarcado por los detalles coloridos en rojo y oro, y una pequeña sala que contiene una pintura representando el bautismo de Jesús en el Río Jordán, por Juan el Bautista.
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Panorámica desde el atrio de la parroquia.
Como se mencionó anteriormente, el colorido de la parroquia es notable, así como también el de los vitrales con que cuenta. Finalmente, podemos decir que a pesar de ser una parroquia pequeña, la belleza de su interior, contrastada con sus características coloniales, la hacen ser una Joya Colonial digna de ser visitada y admirada.
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Fachada de la Parroquia de San Miguel Arcangel.
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Parroquia de San Miguel Arcangel
sta parroquia, enclavada en la Colonia San Miguel Chalma, representa otra construcción con mucho pasado indígena. En la fachada pueden verse vestigios de cantera gris y rosa, así como algunas modificaciones que se le han hecho con el transcurso de los años. La parroquia es pequeña y su nave muy sencilla. En la fachada puede verse el dintel de la puerta en cantera gris, con algunos grabados barrocos. Sobre ésta se halla el óculo, de forma cuadrada, y sobre éste hay un nicho vacío. En el interior se puede observar una nave sencilla, cuyos muros blancos se encuentran cubiertos de madera, así como el retablo, que está formado de madera laminada, misma que sirve de fondo a la imagen de Jesucristo en la cruz. A la izquierda de éste se encuentra la imagen de San Miguel Arcángel, y en el extremo contrario la ascensión de Jesucristo.
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En toda la nave podemos encontrar distribuidas las imágenes de San Judas Tadeo, El Sagrado Corazón, San Juan de la Cruz, una pintura de la Virgen María de Guadalupe, la Virgen de la Misericordia, Fray Bartolomé de las Casas, la Santísima Trinidad, el Arcángel Miguel y Nuestra Señora del Socorro. Del lado derecho, se encuentra una pequeña capilla abierta en la que aparecen otras imágenes. En el otro extremo de la iglesia existe una especie de retablo con dos columnas, en donde se puede ver una pintura, al parecer de Moisés y Jesucristo, y debajo de ésta una pequeña pintura del Divino Rostro, así como un pequeño féretro de cristal con la imagen de Jesucristo bajado de la cruz.
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Cabe mencionar que según los datos que se tienen en cuanto a la construcción de esta parroquia, debajo de ésta existe un cementerio, o por lo menos hay criptas, ya que existen algunas lápidas de gente común que refieren esta situación. La Parroquia de San Miguel Arcángel fue construida en el Siglo XVI, y a pesar de que ha sufrido infinidad de cambios y remodelaciones sigue formado parte de las Joyas Coloniales del municipio de Tlalnepantla.
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Vista del campanario de la Parroquia de San Lucas Evangelista.
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Parroquia de San Lucas Evangelista “San Lucas Patoni”
l llegar al lugar, podemos encontrar que la entrada principal se encuentra en una esquina. Las rejas de la entrada están enmarcadas por un arco, en donde aparecen dos ángeles con la mano izquierda levantada al cielo. Esta parroquia ha sufrido varias restauraciones y actualmente se ofician las misas en la parte externa de la misma. En el ala derecha de la misma, se puede ver un moderno campanario, y junto a éste se halla una columna con una cruz de cantera labrada, con la imagen del rostro de Jesucristo. En el costado izquierdo a la entrada de la parroquia, se haya una construcción donde se pueden observar tres hermosos vitrales en donde destacan la figura de un león, un águila y una vaca. Como las misas son oficiadas en el exterior, no hemos podido descubrir la construcción del interior de la
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nave parroquial, sin embargo, pudimos ver las imágenes, colocadas en el exterior, en un improvisado altar, la imagen de Jesús en la cruz, San Charbel, San Lucas evangelista, patrono del lugar, y otros más. Aunque no se sabe con certeza la fecha de su construcción, y que actualmente la capilla se encuentra cerrada al público, podemos descubrir una obra majestuosa, con una nave sencilla, en la que se puede descubrir, en la zona del altar, una escalinata que da al retablo. En sus muros podemos encontrar varios nichos y pinturas enmarcadas con exquisitos filos rojos y dorados, mientras que el fondo blanco de sus paredes dan un toque de elegancia al retablo, en donde se puede encontrar la imagen de San Lucas Evangelista, con el dintel arqueado lleno de rostros angélicos, o su cúpula con pinturas bien definidas, o las imágenes de la Santísima Trinidad, Fray Bartolomé, o la Virgen María. También podemos encontrar una pintura que representa la Anunciación, la Natividad de Jesús, el Bautismo, o las imágenes del indio Juan Diego o el Sagrado Corazón, o el
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escudo heráldico de Juan Pablo II, o las imágenes que evocan la Pasión de Jesucristo. Todas las imágenes son modernas pero con los detalles barrocos que las enmarcan hacen que el interior de la Parroquia derroche majestuosidad. La fiesta del santo patrono de San Lucas Evangelista, en San Lucas Patoni es una tradición que se celebra cada 18 de octubre en el atrio, con bailes regionales, danzantes que dan vida a enormes muñecos, y donde los fieles realizan misas en su honor, le cantan las clásicas mañanitas y realizan una verbena popular que concluye con fuegos artificiales. A pesar de los cambios sufridos y constantes reparaciones, la Parroquia de San Lucas Evangelista forma parte de las Joyas Coloniales de Tlalnepantla.
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Torres de la Parroquia de San Lucas Evangelista.
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Parroquia de San Lucas Evangelista “San Lucas Tepetlacalco”
a historia de esta parroquia es especial por guardar enigmas impresionantes desde su inicio. Según cuenta la gente del lugar, existe una leyenda que dice que cuando el “padre Jorge” llegó al pueblo de San Lucas Tepetlacalco intentó construir una gran parroquia a un costado de la capilla, que data del siglo XVII. Lo primero que el padre debía hacer era deshacerse del panteón que se encontraba en el lugar. Por supuesto, nadie quería apoyarlo por miedo de hurgar entre los muertos. Un día se presentó ante el padre un hombre vestido de negro, con sombrero, muy misterioso, y se ofreció como voluntario para hacer los cimientos para la iglesia. Según comentaría más adelante el padre, ese hombre era Satanás, quien no se negó para hacer las sepas para los cimientos, ni excavar para extraer los restos de los difuntos, que fueron guardados debajo del santo patrono San Lucas Evangelista, cerca del centro del altar. De ahí que se le conozca como la “iglesia de los huesos”.
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Lo que destaca por encima de las casas y edificios de la zona, son sus altas y góticas torres, acondicionadas con arcos, en cinco niveles, en donde se puede ver la escalera de acceso al campanario. La parroquia es posterior a la Colonia, por lo que los detalles arquitectónicos son más actuales. Aunque conserva ciertas características barrocas, como puede verse en la pila bautismal, elaborada en cantera rosa. Al encontrarnos en el atrio podemos ver una construcción de fachada amarilla, con tres ventanales arqueados, que se ubican en la parte superior de la puerta de acceso, misma que en su dintel tiene un vitral claro, que da paso a una especie de lobby. La nave principal es sencilla, y cuenta con amplios ventanales que dan paso a la luz exterior y mantienen iluminado el interior. Al lado izquierdo de la puerta de acceso, en el muro se encuentra una gran pintura al óleo de la Virgen María rodeada de ángeles.
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Vista del interior de la parroquia.
La fiesta del santo patrono de San Lucas Tepetlacalco, la de “San Lucas Evangelista” es una tradición que se celebra desde hace más de 400 años cada 18 de octubre, y en ella los fieles realizan misas en su honor, le cantan las clásicas mañanitas y realizan una verbena popular que concluye con fuegos artificiales. A pesar de los cambios sufridos y constantes reparaciones, la Parroquia de San Lucas Evangelista forma parte de las Joyas Coloniales de Tlalnepantla.
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Atrio y fachada de la Parroquia de San Pedro Ap贸stol.
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Parroquia de San Pedro Apostol “San Pedro Barrientos”
a parroquia de San Pedro Apóstol, mejor conocida como “El castillo”, fue construida en la época actual. Su atrio es rectangular y cuenta con dos torres campanario. Su fachada es gris y tanto los muros del atrio como la misma capilla están fabricados con mampostería. La modernidad con la que fue construida esta parroquia, la hacen diferente de las parroquias coloniales y actuales del Municipio, ya que una de las características más notables es que en las torres aparecen balcones rodeando a las mismas. En su interior se puede ver una nave sencilla, con unos portales que la hacen ver como si se tratara de un pequeño claustro. La iluminación de su interior se basa en los vitrales de los extremos.
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La nave de esta parroquia es sencilla pero destacan los arcos en sus portales.
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Imagen de San Pedro Apóstol.
En su retablo puede verse la imagen de San Pedro Apóstol, y arriba de éste se haya la imagen de Cristo crucificado. En cuanto a las imágenes de santos hay mucha austeridad, y los pocos detalles con que cuenta sólo son representativos. Una de las características que hacen destacar a esta parroquia, es que desde hace ya más de una centuria realizan, durante la Semana Mayor, la representación del Viacrucis, con la participación de actores de la demarcación.
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Escultura en el interior del casco de la Ex Hacienda de Santa M贸nica.
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CAPÍTULO III
La Produccion Colonial LOS RANCHOS Y LAS HACIENDAS DE TLALNEPANTLA
a apropiación y expansión de territorios con base en las mercedes que otorgaba la Corona española dieron paso a que se generalizara el sistema de haciendas novohispanas. La expansión comenzó en el Siglo XVI y se acentuó en los Siglos XVII y XVIII, correspondiendo al auge de la hacienda. Las primeras mercedes se designaban como “labores de tierra”; pero al crecer éstas a través de apropiaciones, legalizadas a través de las “composiciones”, o por compras, se comenzó a usar frecuentemente el término “hacienda”. En un principio la hacienda era “el conjunto de bienes que tenía un individuo, así como los pertenecientes a una comunidad, país o institución”. Por eso se usaba este termino al referirse a las propiedades rurales que tenían cierta riqueza.
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Pero hay que precisar el sentido de hacienda novohispana. No todos los hacendados eran ricos ni famosos, ni todas sus propiedades eran poderosas y lujosas. De hecho, la idea romántica de la hacienda con refinamiento, extensión ilimitada y familias distinguidas que la habitaban, no existía en Tlalnepantla, ya que los propietarios debían enfrentar graves problemas financieros y no es casual que los cambios de dueño se sucedieran tan a menudo. De hecho, existía una pequeña diferencia entre hacienda, rancho, ranchería, estancia y haciendita, razón por la cual en Tlalnepantla existen casos en que se nombran ciertas propiedades indistintamente como ranchos y haciendas.
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Hermosa vista del Rancho San José.
Cuando se mencionan las características estructurales primarias de una hacienda, como el dominio sobre los recursos naturales de la zona, sobre la fuerza de trabajo y los mercados regional y local, se puede afirmar que ninguna de las haciendas de Tlalnepantla cumplía con todos estos requerimientos. Esto nos da la idea de un sistema generalizado de haciendas, entre las cuales se mantiene un nivel igual de poder regional. Las haciendas novohispanas tenían un especial atractivo para los inversionistas. Y en Tlalnepantla también debieron contar con esas características, entre las cuales hay que destacar las siguientes: • Eran una inversión segura en su momento. • Si no se querían explotar directamente, podían rentarse en lo que se conocía como “censo”. • Daban a su poseedor prestigio social. • La tierra servía como garantía para préstamos. • Podían expandir su dominio sobre más territorios o sobre los recursos naturales. En el caso concreto de Tlalnepantla, el hacendado estaba muy cerca de la ciudad capital, en donde normalmente residía.
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De acuerdo a los documentos con que se cuenta, las haciendas en Tlalnepantla fueron las siguientes:
• San José de la Escalera • Santa Cruz o San Joaquín • Santa Mónica • San Francisco Javier • San Antonio Del Jaral • San Rafael • San Nicolás del Pago • La Blanca o Barrientos • La Patera • San Mateo Tulpa o Los Ahuehuetes • Las Tablas • San Felipe Tenayuca (conocido también como Rancho de Tenayuca) • Nuestra Señora del Rosario • El Zapote, o el Tesoro, o San Juan Nepomuceno • Santa Cecilia • San Ildefonso • San Pablo Jalpa • San Nicolás Lazarote • Tepujaco • La Encarnación • Zahuatlán • San Andrés Tulpa o Talpa Vallejo • Santa Ma. Magdalena Culhuacán • San Jerónimo • San Jacinto Yahuatlán
En cuanto a los ranchos, en el municipio aparecían los siguientes: • La Presa • Santa María Ticomán • San Antonio Calacoaya • La Renta • San Juanico • Rancho de San Aparicio • La Venta • La Cueva • San Isidro • Majadas de Ortega • San Miguel Chiluca • Rancho del Rincón, o Sta. Cruz, o el Rincón de Don Diego.
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La mayor parte de los documentos consultados provienen del Siglo XVIII, lo que nos hace suponer que el esplendor de la hacienda en Tlalnepantla ocurrió precisamente en esa época. Sin embargo existe un gran número de dueños de esas propiedades, lo que nos hace suponer que a pesar de haber tantas, éstas no siempre fueron muy productivas; porque se vendían o traspasaban constantemente. En la mayoría de los casos, las haciendas de la región se dedicaron al cultivo de trigo; inclusive, algunas de ellas, como la de Santa Mónica, contaban con molinos de agua para procesar las cosechas y fabricar harina
para elaborar pan. Otras se dedicaban al cultivo de maíz y otras semillas, y algunas contaban con huertas de hortalizas. La hacienda novohispana generalmente contó con una infraestructura básica: el casco, los corrales y las trojes, en algunos casos, también contaban con casas para los trabajadores, iglesia, corrales para animales, etc. En Tlalnepantla no existe evidencia de las construcciones de las haciendas, aunque la de Santa Mónica es la excepción. La Hacienda de Enmedio, de la cual existen aún algunas construcciones, no se consigna como una hacienda novohispana.
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Vista de la fachada de la Ex Hacienda de Santa M贸nica.
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Ex Hacienda de Santa Monica
sta hermosa hacienda tuvo su origen en las tierras que formaban parte de la encomienda de Teocalhueyacan. Se dice que a la muerte de doña Marina de la Caballería sus herederos decidieron rematar parte de ésta. El que compró esta propiedad fue Alonso Dávalos, casado con una hija de Alonso de Estrada, llamada Francisca. Pero muy poco tiempo después la vendió a Alonso de Bazán y a Pedro de la Fuente, en 1554. Juan de Bazán, hijo de Alonso compró toda su parte a Pedro de la Fuente, y aumentó sus propiedades al comprar parcelas vecinas. Finalmente, en 1573 Bazán la vendería al convento de San Agustín, quien tendría su posesión por un siglo. Los agustinos fueron los que bautizaron la hacienda con el nombre de Santa Mónica, en recuerdo de la madre del Obispo de Hipona, San Agustín.
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El señor Antonio Haghenbeck, quien fue su último dueño, donó el inmueble en 1985. Actualmente la Ex Hacienda es un Museo y Fundación que llevan su nombre. De su arquitectura aún destacan su enorme patio, los corredores y lo que en su momento fuera la tienda de raya, así como los extensos jardines que la conforman. Un detalle que quizá desconozcan muchos en cuanto
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Un detalle que quizá desconozcan muchos en cuanto al Sr. Haghenbeck, es que amaba a los animales, por lo que formó parte de la Liga Defensora de Animales en la Ciudad de México, y secundó a la señora Luz María Nardi en su incansable labor para erradicar la matanza cruel en los rastros del país. En la Casa de la Bola y en las Haciendas de Santa Mónica y de San Cristóbal Polaxtla tenía pavos reales, cisnes blancos y negros, pájaros, perros, así como hermosos caballos, porque gustaba de la equitación. Don Antonio permaneció soltero toda su vida y murió sin descendencia a los 89 años, el 4 de septiembre de 1991, con la satisfacción de haber tenido una vida plena en la que el arte, la arquitectura antigua de México, la naturaleza, los animales, su fe religiosa y su gran interés por ayudar al prójimo ocuparon un lugar muy importante.
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Fachada principal de la Ex Hacienda de San Pablo de Enmedio.
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Ex Hacienda de San Pablo de Enmedio
a Ex Hacienda de San Pablo de Enmedio es un imponente espacio colonial que remonta su historia al siglo XVIII, época en que fue construida como una finca de producción agrícola y lechera. La fachada principal, ejemplo del exquisito gusto arquitectónico que se acostumbrara en aquel entonces, permanece casi intacta para deleite de sus visitantes. La familia De la Mora Trueba (una de las más acaudaladas de la época) extendía el territorio de la Hacienda y sella su boyante producción de frutos los cuales además de consumo propio, eran exclusivos para los más cercanos de la familia. Se construyó en un lapso de 15 años aproximadamente, siendo concluida en 1856. Originalmente se llamó Hacienda de San Pablo del Medio, pero con el paso del tiempo se modificó el nombre hasta quedar con el que actualmente se le denomina: Ex Hacienda de San Pablo de Enmedio.
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El señorío y magnificencia del casco de esta Ex Hacienda se encuentra en excelente estado de conservación, lo que demuestra la importancia que en otras épocas tuvo, así como de la distinción que caracterizaba a sus fundadores. Su uso era para fines agrícolas y ganaderos. Sus productos eran leche, alfalfa, cebada y hortalizas. Posteriormente explota los recursos lácteos perteneciendo junto con las Haciendas del Rosario, La Patera, San José de la Escalera y Ahuehuetes a la cuenca lechera del norte del Distrito Federal.
Interior del Casco de la Hacienda. Se pueden apreciar sus amplios corredores.
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Las dimensiones con que contaba en 1856 era de 450 a 500 hectáreas, en 1920 con 110 Has, en 1950 se fracciona y surge la colonia Prado Vallejo quedando con 16 Has, en 1970 deja de funcionar como establo al ser emitido un acuerdo del entonces Presidente de la República que indicaba que todos los establos debían salir del área conurbada. En 1975 se fracciona nuevamente y se venden al FOVISSTE 13.5 Has, quedando como actualmente se encuentra con 2.7 Has.
Muy bella casa, tanto en su exterior como en su interior, no muestra en su arquitectura el estilo colonial que muchos otros hacendados le impartieron a sus casas de campo; sino que predomina el carĂĄcter de la ĂŠpoca porfiriana. En sus interiores se pueden admirar salas, alcobas y comedores, todo ello iluminado por grandes y hermosos ventanales. Sus pasillos, escalinatas y jardines denotan el buen gusto de quienes la construyeron y habitaron, lo que la hace uno de los mĂĄs bellos ejemplares de las residencias campestres de tiempos pasados.
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Su anterior propietaria, Doña María de la Mora Vélez, hija de Don Rafael de la Mora, decidió conservarla tal cual, usando el casco como casa habitación y los jardines para alquiler para eventos sociales. En su interior pueden admirarse los jardines: la Explanada Adoquín, el Jardín de la Nochebuena, el Jardín El Hermoso, el Jardín de la Fuente, el Jardín de la Capilla, el Jardín de la Cruz y el Jardín del Bosque.
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Tiempo después, ampliando las instalaciones del casco de la Hacienda con una arquitectura que hoy vemos reflejada todavía, en una esplendorosa fachada terminada en 1856 que refleja el gusto de la época Porfiriana. Hoy día se encuentra distribuida en una superficie de terreno de poco más de 27 000 metros cuadrados, aproximadamente. La Ex Hacienda de San Pablo de Enmedio es una de las aún existentes maravillas del pasado que podemos visitar actualmente.
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Escalera en el interior del Rancho San JosĂŠ.
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Rancho de San Jose
ste Rancho fue otorgado en propiedad particular por Cédula Real del Rey Carlos III de España (1717-1765). Fue vendido a varios particulares, hasta que en el segundo tercio del siglo XIX fue adquirido por Don Ignacio Necios, quien era a la vez propietario de la Hacienda de Santa Cruz, anexándose a su propiedad San José. Al morir Don Ignacio, en 1912, la propiedad fue heredada a su esposa Doña Trinidad Mena, quien murió en 1918, que a su vez, la dejó a sus sobrinos Doña Loreto, Isaura y Hermilo Mena de la Higuera, quienes repartieron la Hacienda de Santa Cruz en tres fracciones, siendo una de ellas el Rancho San José, que se le adjudicó a Hermilo Mena de la Higuera. En 1920 comenzaron las obras de limpieza del terreno en donde se construyó el Casco del Rancho y el pozo de agua de San José Ixhuatepec. La construcción del casco tardó ocho años (1920-1928) y se construyó en una superficie de 12 000 m2. Por otra parte, el pozo tenía un brocal de 12 m de profundidad y 5 m por lado.
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En 1927 se sembraba cebada, maíz y alfalfa que se irrigaba con agua del pozo, había un establo con ganado vacuno de ordeña, se vendía leche y se explotaban los magueyes, la semilla era traída desde Apan, por Don Ignacio Enciso. Posteriormente la propiedad paso a manos de Isabel y Fernando Mena Rul, quienes continuaron con las actividades agrícolas del Rancho. El 15 de mayo de 1990 falleció Isabel Mena, heredando la propiedad a sus hijas Isabel y Lourdes Romero Mena, en copropiedad con el Sr. Fernando Mena Rul, quienes son los actuales propietarios. En un principio sólo había unas cuantas casas pertenecientes a los peones que trabajaban para la Hacienda de San José (Hoy Ex Hacienda de San José) ahí se sembraba maíz, fríjol, cebada y sorgo (en toda la zona donde hoy se encuentra Gas Metropolitano, Gas-oMático, y toda la zona de San Juan Ixhuatepec del lado de la autopista México-Pachuca, así como la parte baja de la
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Colonia San José Ixhuatepec. Es decir, todas esas colonias eran tierras de cultivo en tiempos anteriores a la Revolución. Existía otra hacienda en lo que hoy se ubica una zona habitacional y lo que alguna vez fueron las instalaciones de la Planta de Tubos de Concreto, rumbo a la colonia “Caracoles”; dicha hacienda era también grande (aunque no existen registros de ella), y tanto esa como la de San José contaban con su capilla y su casco para almacenar los granos. Existía una “tienda de raya”, y donde actualmente se ubica una escuela primaria anteriormente eran las caballerizas. La parte trasera de la iglesia eran los corrales. Durante la Revolución Mexicana estas
haciendas no fueron “saqueadas” por los rebeldes por su cercanía con la capital, por tal motivo fue hasta la década de los 60 que los predios se repartieron a los ejidatarios y éstos los vendieron para urbanizar la zona. Al parecer existían dos haciendas más: una en lo que hoy son las Instalaciones del Instituto Politécnico Nacional en Zacatenco y Ticomán, llamada Hacienda de San Pedro, y la otra, más pequeña, en lo que hoy es el Lienzo Charro de la Villa. En la Ex Hacienda de San José aún puede verse la capilla, el pozo y algunas edificaciones muy viejas.
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Uno de los mรกs de 2 300 arcos del Acueducto de Guadalupe que transportaban agua a la Villa de Guadalupe.
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Acueducto de Guadalupe
e los tres acueductos construidos en el Valle de México, quizá el menos conocido es el Acueducto de Guadalupe, el cual iniciaba en el río de Tlalnepantla (pueblo de Santa María), y terminaba en la caja de agua a espaldas de la antigua Basílica de Guadalupe (con una longitud de 12 696 varas). Su construcción fue subterránea hasta la actual Avenida Tenayuca, y a partir de ahí el agua era llevada sobre 2 310 arcos de poca altura, con una longitud de 7 km recorriendo territorio de la actual delegación Gustavo A. Madero, en el Distrito Federal. Fue hacia 1678 que los pocos habitantes del entonces poblado de Santa María de Guadalupe, y los ya crecientes peregrinos que acudían al santuario, se abastecían del “agua fétida” del Lago de Texcoco, y el agua turbia del río de Guadalupe, que pasaba frente al santuario, por lo que el entonces el virrey y arzobispo, fray Payo Enríquez de Ribera, ordenó la construcción de una “atarjea” que, a nivel del suelo, suministrara el vital líquido a las casas que se ubicaban en las faldas del cerro del Tepeyac.
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Desde 1682 se dio un primer convenio entre varias haciendas de Tlalnepantla para mandar el agua al Santuario de la virgen del Tepeyac, entre las que se encontraban la de Santa Mónica, San Francisco Javier, San Antonio del Jaral, San Rafael, Santa Cruz, San Nicolás, La Blanca, La Patera y Barrientos. Cabe decir que la contribución de los hacendados de la zona norte de la laguna, para la construcción del acueducto, fue decisiva. Y como menciono líneas arriba, el Acueducto de Guadalupe es una obra hidráulica que tenía como primer, fin llevar agua potable del río Tlalnepantla a la Villa de Guadalupe para, asimismo, luego ser conectado al acueducto que llevaba agua hasta Santiago Tlatelolco. Formaba parte de un sistema hidráulico integrado por tres acueductos: el de Guadalupe, el de Chapultepec y el Acueducto de Santa Fe. El acueducto contaba con reposaderos, pozas y fuentes, todos edificados con cantera proveniente del Cerro de Guadalupe.
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La Villa de Guadalupe obtenía su agua de manantiales y pozos desde los años del México prehispánico y siguió así por algunos siglos más, hasta que en 1731, durante el Virreinato de Juan Francisco de Güemes se mandó construir un acueducto ante las necesidades de la concurrida basílica. No obstante los esfuerzos realizados, la escasez de agua potable era constante, por lo que en junio de 1743 se iniciaron las obras para la construcción del acueducto. En los años siguientes se realizaron las obras del puente de Tenayuca (1745), el de Ticomán (1746), San Pedro Zacatenco y Santa Isabel Tola (1749), elevándose en ese año la población a la calidad de Villa, bajo el gobierno del primer conde de Revillagigedo. Después de ocho años de construcción (julio de 1751), se empezó a verter el agua en la famosa fuente que, a manera de prevención, estaba fabricada en el centro de la plaza del santuario, con cerca de 10 metros de diámetro, y que en su parte central ostentaba una elevada
columna, representando a los cuatro puntos cardinales, y en la cúspide tenía una imagen de la virgen de Guadalupe. A cierta distancia, en las estructuras que lo conforman se observan las famosas “cajas de agua”, que eran depósitos que servían para retener los sedimentos del agua, como arena y lodo, principalmente, y que al ser decantados se almacenaban, haciendo más puro el líquido y pudiéndose recolectar estos residuos de vez en cuando, desde sencillos tanques rectangulares hasta depósitos octogonales, mismos que a su vez complementan la belleza de los arcos. Cuenta una leyenda que en diciembre de 1815, cuando era llevado al lugar de su fusilamiento, en San Cristóbal Ecatepec, José María Morelos bebió agua de la fuente, y rezó por última vez. Para el 7 de abril de 1932, el Acueducto de Guadalupe fue oficialmente declarado Monumento histórico de la Nación. Al costado de este acueducto existe una colonia de la Ciudad de México que tiene el mismo nombre (Colonia Acueducto de Guadalupe), y se extiende en 7 km de longitud. Hoy día, a la altura de la Colonia Residencial Acueducto, éste fue restaurado y se puede apreciar un extenso corredor paralelo al monumento que la gente usa para correr o ejercitarse; en ocasiones se usa también para la práctica de ciclismo, además de ser el lugar de descanso de la peregrinación que año con año proviene del estado de Querétaro, considerada la más grande que acude a la Basílica de Guadalupe. De igual manera, este lugar en su momento ha sido ocupado como locación para películas en la década de los 40 y 50.
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Joyas Coloniales de Tlalnepantla
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