Sitios, esquinas

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Esta serie de libros digitales es el resultado del proyecto

La poesía de Caracas: Rescate historiográfico de Jesús Sanoja Hernández



Índice Caracas-Antímano   Las Adjuntas.   En la Plaza Bolívar   A la torre de la Catedral de Caracas   El cardón de la Beneficencia   Latir del estudiante   Himno a San José del Ávila   Martí En Caracas   Canto a las mujeres de Caracas   Una tarde en Blandín   Hacienda “Altamira”   Hacienda “El Marqués”   Galipán   Galerón sabatino   Concierto   A la estatua de Bolívar   Confesionario de San Francisco   El Calvario   La ceiba de San Francisco   La plaza de la concordia   Otra voz dice   Galipán   Va a llover   Plaza de La Misericordia   Hojas

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Manifiesto rojo   Ahí mismo, en la puerta   Un cuadro   Ávila, eres un prejuicio   La Guaira   Petare colonial y desvaído   Las voces de la noche   Diario de amor   Bolívar en San Jacinto   Gesta romántica   El parque Carabobo   Viejo parque de Altagracia   Parques caraqueños

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Jean Aristegueta Caracas-Antímano Las Adjuntas. I Pariendo por la vía de San Martín el hálito un poco rural que define a esta zona, aparece entre los rasgos vespertinos. Hay una brisa tranquila que pasa a través de todo, como si la vida fuera de esperanza, sin esas puertas obscuras de la melancolía y de la muerte. Un reloj pintoresco y avenidas orladas del llamado ­tulipán africano son lo más característico de la ­urbanización Bella Vista. Bodegas, algunos borricos y campesinos con ­sombreros de paja y alpargatas, llenan de bondad el ­ambiente. Los letreros comerciales se presentan en todas­ ­direcciones: esto es invención yanqui, poner comercio en las menores actividades humanas. A trechos los carteles ­publicitarios se mezclan con enredaderas sin nombre o con las flagrantes trinitarias.

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II Las casitas del pueblo parecen mariposas desvaídas. ­Junto con los niños mal vestidos está la ráfaga de ilusión en una diamela florida, en un “cuatro” que suena ­apagadamente, en la cinta encarnada que lleva la muchacha asomada a la ventana. A todo lo largo del camino imperan flores granates y amarillas. Los cerros se ven bellos con su infinidad de ­verdes, con sus declives de inocencia sobrenatural. En los valles ­quedan las vegas que con frecuencia cultivan los ­inmigrantes. (Creo en la inmigración como fuerza viva para Venezuela, pero creo que no debemos sentir subestima por el venezolano común, a pesar de las aparentes fallas. Somos raza de heroísmo, raza de idealismo) Sobresalen unas fábricas de ladrillo que funcionan ­rudimentariamente. Los trabajadores pasan allí sus vidas y a cambio de ello posiblemente nunca tendrán una seguridad grata y modesta. Alientan miserablemente en alojamientos destartalados, metidos de lleno en la necesidad. ¿No será esta una de las principales causas por las que la mayor parte del proletariado venezolano bebe en exceso? III El itinerario que conduce a Antímano está precedido de una hilera de árboles esbeltos. Es un perfil agreste, confiado y 8


soñador en su visión ingenua. La tarde va cediendo a una irisación encantadora. Ya los insectos alzan sus mensajes elementales, ya las aves vuelan atropelladamente en busca de sus refugios. Cuántas veces recorrería estos senderos el Libertador. A excepción del cemento de las calles, muy poco debe ­haber cambiado el aspecto opaco de las casas. También vamos evocando a su hermana, a la insigne María Antonia ­Bolívar, en aquella marcha que ella misma describe hizo hacia su ­ingenio de Macarao, huyendo de los terrores de la guerra. María Antonia, tu espíritu acaso vague en las noches de luna, alrededor de esos hilos de agua que van a dormirse al pie de las espigas y de los garbancillos. IV Antímano tiene a su entrada un redondel de capachos multicoles . Le sigue un parque infantil. Luego está la ­iglesia cuyos contornos, si estuvieran atendidos, mostrarían un ­encanto especial. En cualquier sitio se paran innumerables hombres con las manos cruzadas “a matar el tiempo”, como dice la gente. Las mujeres, por lo visto, tienen algo más útil que hacer: para ellas no hay salida de la fábrica y cruzarse de brazos, ya que continúan en los quehaceres domésticos. Es una labor afanosa que lejos de deprimir, levanta. Pero parece que la mayoría de los hombres considera mejor el “no hacer nada” 9


o librar o jugar. Juicio completamente erróneo: en Suiza, país ejemplo del mundo, nunca se da un espectáculo de esta clase, el trabajo es allá un modo de ser, un sistema. Antímano muestra dos plazas muy bonitas. Y sus c­ asonas que aunque dan la impresión de alentar en una dejadez ­doliente, son sugestivas con sus corredores hacia la calle, con sus ­balcones de madera. Antímano, que está rodeado de hermosa vegetación, posee carácter interesante. V El atardecer domina tiernamente sobre el cuadro. Aparecen dos puentes de hierro a lo largo del ­ ­ camino. ­Antímano-Las Adjuntas. Unos chaguaramos dan su ­visión de mansa p­ lenitud. Más verdor, más sembrados por d­ ondequiera. Se nota una profunda paz. Las Adjuntas no es propiamente una aldea. Deberían agruparse las casas solitarias construídas en cerro y l­ lanuras, formar un núcleo a base de farmacia, correos, iglesia, ­escuela, plaza. Una hacienda con el techo de tejas queda a la margen izquierda de Las Adjuntas . Del otro lado figuran las ruinas de un ingenio que tal vez fue el que habitó María Antonia, la hermana de Simón Bolívar, rayo de fe y caudal de libertad imperecedera.

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Yo marcho junto a ti, Poesía-Venezuela, me exalto con tu amor, con tu creencia, oh ardiente claridad de ­sentimiento. Contigo, Venezuela, para siempre, quiero sufrir y darte mi corazón.

Paisajes venezolanos. Caracas: Ediciones Lírica Hispana, 1954. 29 11


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Carlos Borges En la Plaza Bolívar De damas hermosas el grupo festivo penetra en la Plaza que cubre un dosel de luz, y, galante, sofrena el altivo jinete de bronce su bravo corcel. Transitan las bellas el parque suntuoso en torno a la efigie del Héroe inmortal … Un vals de Gutiérrez preludió la banda, su lírico arrullo encanta el jardín …. Cual vieja comadre rezonga las once la torre infalible de la Catedral: se ausentan las damas… y el épico bronce prosigue su eterna carrera triunfal. Comparar con Yépez, Ídolos Rotos, Linares, los programas en 1912, etc. Billiken. Año IV Mes III. 7 de enero de 1929 15


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Pedro Linares Araque A la torre de la Catedral de Caracas Atalaya que en el centro de la ciudad, te yergues como un altivo pensamiento. Sue帽o de piedra en ascensi贸n al cielo, que no pudiendo realizar su anhelo de perforar el cielo, sequed贸 interrogante en el espacio, en di谩logo perenne con el viento y la tormenta; con la nube y las estrellas. Ojo avizor 17


de la ciudad procera, por donde su alma se asoma hacia el azul y mira al porvenir. Tus campanas, lenguas de bronce que el tiempo enmudeció, -y ahora lagrimero de plegariasde su silencio despertarán un día tocando a somatén. ... Y también me lo imagino, -y quién lo ha de dudarque tú eres Don Simón Bolívar, que empinado hacia el azul reta al espacio y desafía a los tiempos.

Comparar con Joya Negra Élite. Año VIII, N° 371. 22 de octubre de 1932 18


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Pedro Sotillo El cardón de la Beneficencia Para implorar a los cielos la Parroquia de Altagracia sembró en la Beneficencia un cardón de siete ramas Para implorar a los cielos no existe aguda palabra, como estos brazos torcidos que tenazmente se alargan. Brazos rígidos de anhelos que en el corazón arraigan y que en lo infinito duermen su impotencia de mirada. Por su tropical frescura iba secular la savia, 20


la misma que dio el designio para sus bíblicas hazañas. Ningún ave de estos campos voló igual a las plegarias que del árbol lanzó al cielo la Parroquia de Altagracia. Barco para Dios fletado, la inocencia parroquiana hizo fuego de San Telmo, las Cabrillas en sus ramas. Candelabro del terruño, en el vigor de las varas reventaron como rosas los luceros de la Patria. Lento susurro nocturno que durmió la madrugada: cuando el viento tuvo bríos, fue una alondra la mañana! En el misterio apacible de las tardes olvidadas, acompasó a sus quejidos 21


la sordina de las beatas. Ojos presos en las calles, por milagro de sus lanzas, vieron otra vez el cielo entre Mercedes y Salas Vieron otra vez el cielo y reencontraron sus almas que es parroquia misionera la Parroquia de Altagracia ツソPor quテゥ en los blancos domingos a la Madre de la Gracia la empujan a Tienda Honda cuando quiere ir a Salas? No hubo cirio en Las Mercedes ni en la Iglesia de Caracas tan empinado ni bello como lo fueron sus ramas. Al bajar la brisa moza, purificada en el テ」ila, le tendiテウ con sus espinas las devotas alabanzas. 22


Y al pajarín contagióle tan cierta congoja humana, que fue empañando de llantos el cristal de la mañana Bendita la mano fuerte, mano labriega y cansada, que el cardón de la creencia en aquel lugar plantara Hoy el árbol abatido deja en suspenso las ánimas, que Dios y la Fe parece que con él se desplomaran. ¿Tus incrédulos, Dios mío, qué haremos con las plegarias que se nos iban al cielo desde la esquina de Salas? Para rezarte nos quedan los vuelos de luna clara en los senderos dormidos de las campiñas cristianas. Para llegar a tu altura con nuestra pobre palabra, 23


aún hay ecos vagabundos en la profunda montaña. Pero en la ciudad terrible que nos nutre de sus ansias: ¿dónde hallar el cielo abierto que le grite “Alerta!” al alma? En un día de inocencia el filo frío de un hacha te dejó sin candelabro la Parroquia de Altagracia Tú te olvidaste, Dios mío, de tu ciudad de Caracas: la parroquia misionera se te ha quedado sin alas. No llevarán oraciones las frescas brisas del Ávila, ni nadie sabrá en el mundo que es alondra la mañana. No habrá fuego de San Telmo en tus noches abismadas, ni los luceros rosas 24


se tornarán por la Patria. Tanto contra Dios lo pudo el filo frío de un hacha!

1. Sigue la línea del Limonero del Señor AEB 2. En otro poema alude a la parroquia de San José ligando el tema del santo carpintero con José Martí. Andanza. Cuadernos literarios de la Asociación de Escritores ­Venezolanos: Editorial Élite, 1939. 45-47 25


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Alberto Ravell Latir del estudiante Latir del estudiante: claustro de las aulas vaciado en el claustro del penal, boina jaquetona de inquietud encaramada sobre un mástil veinteañero grumete avizorando tierra en la confusa bruma amanecida. Latir del estudiante: vocerío de rebelión sacudiendo párpados de madrugadas sobre una ruta incorporada en inquietudes. Latir del estudiante: palabras graves bajo el cielo cargado de yodos, frente al mar que se sorbe al sol por sus poros ardientes en un espasmo sensual de carne cálida. Latir del estudiante: Grillos de sesenta libras 29


-inversiĂłn sexual de los aradoscon su reminiscencia de foxtroles y de charleston (La India, Tea Room, Chez Becker, en el andar torpe de la muchachada). Latir del estudiante: barraca de feria en plaza de arrabal, las manos de nuestras mujeres brochazos rojos, brochazos negros, indumentos gitanos, piyamas japonesas, taparrabos aborigen, plebeya desnudez del sexo insultando la vieja moral de los escribas. Latir del estudiante: fuga de paisajes huraĂąos, puentes de tercera, vocablos que son banderas, palabras que son palabras sin empeĂąos. Sangre de carnes nuevas aherrojadas. Vidas embriones, vidas amaneceres, vidas auroras, vidas tempranamente maduradas. 30


Latir del estudiante: voz confusa, voz inquieta, voz que me ha gritado aĂşn en su garganta la afirmativa palabra orientadora.

Estampas. Caracas: TipografĂ­a Garrido, 1938. 122-23 31


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Carlos Borges Himno a San José del Ávila Coro Para siempre, Caracas, levantas en el Ávila un trono a José, y, cual sierva postrada a sus plantas, gozosa le cantas tiernos himnos de amor y de fe. I Voz de la ciudad José, que de tu esposa nos das el santo fruto, te ofrezco por tributo cuanto me da el Seños; las flores de mis campos, de mi suelo, el oro 34


los astros de mi cielo, los hijos de mi amor. II Voz de una niña Quisiera, José mío, del Ávila en la falda tejer una guirnalda para adornar tu sien, con lotos del Egipto y blancas azucenas y rosas nazarenas y espigas de Belén III Voz de jóvenes cristianos Con santa indiferencia queremos, Padre amado, en la elección de estado seguir tu inspiración; disipa la ignorancia que nuestros ojos venda, descúbrenos la senda de nuestra vocación 35


IV Voz de los niños En este grato asilo, refugio de inocencia, sin sombra la conciencia, sin duelo el corazón, se ofrece a nuestra infancia bajo tu santa egida la clave de la vida, la eterna salvación. V Voz de los maestros Doctísimo patriarca, que fuiste, humilde y tierno, tutor del Verbo Eterno, maestro de Jesús, danos la luz que infunde con doctrinal cariño, al corazón del niño la ciencia de la Cruz.

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VI Voz de los atribulados José, pues que tu ruego de Dios todo lo alcanza, henchido de esperanza llega hasta ti el clamor de todos los que sufren, de todos los que lloran, de todos los que imploran tu celestial favor VII Voz del fundador Gracias te doy ¡oh Padre!* porque en el alma siento que sólo un instrumento soy yo de tu bondad: bien sé que el que confía en ti, jamás zozobra, bendíceme en tu obra y ten de mí piedad.

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VIII Voz de los “Hijos de Dios” Más grata que del césped la fresca y blanda alfombra, más dulce que la sombra benigna del ciprés, encuentran nuestros huesos en este campo santo la paz y el encanto de dormir a tus pies. IX Voz del Libertador José, desde mi tumba, vecina a tu santuario,** en medio al funerario silencio del Panteón, a ti mi voz elevo y en tu poder confío, concede al pueblo mío virtud, paz y unión.

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X Voz del Seminario Cabe tu hermosa tienda con varonil Leticia sacerdotal milicia levanta su cuartel; tú le dirás las sendas que llevan a la gloria tú le darás la victoria, Caudillo de Israel. XI Voz de los enfermos del “Hospital Vargas” ¿En dónde está, Dios mío, el Buen Samaritano que con piadosa mano un bálsamo nos dé?... Mas ya baja del monte y cierra nuestra herida con su vara florida el Patriarca José

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XII Voz del Ávila La esfinge del desierto, de tu ansiedad testigo, brindó seguro abrigo al Hijo de tu amor. También para esos niños, amor de tus entrañas, te ofrezco en mis montañas un seno protector. XIII Voz del Mar Caribe Con música infinita soy yo, grande y profundo, el órgano de un mundo pleno de amor y de fe; y con mi eterno canto arrullo al monte egregio en donde impera el regio Patriarca San José

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XIV Voz de Venezuela El blanco potro libre de mi glorioso escudo es sテュmbolo, aunque rudo, de libertad y honor; y si mi pueblo es braco, tu mano dulce y buena con suave amor refrena su juvenil vigor. Coro Para siempre, Caracas, levantas en el テ」ila un trono a Josテゥ, y, cual sierva postrada a sus plantas, gozosa le cantas tiernos himnos de amor y de fe

Pテ。ginas perdurables. Caracas: [s/n], 1955. 221-26 41





Juan Miguel Alarcón Martí En Caracas II Ante la Efigie Augusta se descubrió el viajero y le pidió, en su lengua de héroe y trovador, “un consejo de bronce”. Era un vibrante acero la voz del Peregrino frente al Libertador. La inmensidad nocturna reflejó en el reguero de sus soles al Padre con el Hijo menor; y en los ojos del Padre leyó el bardo-guerrero el “consejo” nimbado de un astral resplandor. Vuélvase Martí a Cuba: la libertad lo guía; y lucha y truena y canta, ¡y es cual tu Epifanía, oh, “Estrella Solitaria”, porque Él fulgura en ti! Cuando el Poeta-Apóstol diadema su Victoria, el Mundo vio que era –milagros de la Gloria— 45


el “bronce” de Bolívar, oro en José Martí.

Pertenece a “Ronda de astros”, siendo el Soneto I Sucre en Bolivia -- Mal uso del juego de palabras “bronce”, oro -- Mayúsculas en exceso. -- Nació en 29 sep. 1882 y murió, en Cumaná, 30 dic. 1932 -- En Prólogo de JA COVA, dice que “como Gutiérrez Coll, como Sánchez Pesquera, envía también de Cumaná”. Que se inició allá en las letras con Domingo Badaracco Bermúdez, Luis Teófilo Núñez, Marco Tulio Badaracco en la revista “Broches de Oro”. Después otra, “Pléyade”. Residió los últimos 20 años en Caracas. Buen conversador. Influyeron en él Darío, y el Santos Chocano de Alma América. Darío le publicó su poema Rimas de Oro en la revista Mundial. Que no llegó a publicar en vida libro alguno. En la introducción de Jacinto Fombona Pachano se dice que “tuve ocasión de oír por boca de José Juan Tablada y de Francisco Villaespesa, en las distintas oportunidades en que nos visitaron, amplios y sinceros elogios de la poesía de Alarcón”… “Como Darío cantó también princesas y Bayardos”. La fuente de Castalia. Caracas: Tipografíade la nación, 1954. 195 46



Ramón Carrera Obando Canto a las mujeres de Caracas No canto por ti mujer hermosa que por los cuatro puntos cardinales perfumas a Caracas. Canto para la otra, la humilde, la sufrida, la de la esquina, de la mano estirada mientras pasan los ricos con la conciencia llena de negocios judíos, bajo este polvo gris que nos deja el progreso, y a este olor a papas petrolíferas y a pollos cebados con semillas de pino Canto a Dolores y a Epifanía, las que bajan las cuestas de Cotiza, con la cántara de agua sobre el moño torcido, enfermas de desvelo y de descuido Por la de la Veguita –poliomielítica— que soporta en sus carnes enfermas 48


este dolor del tráfico, sin que haya un caballero de autobús que le brinde el asiento, y transcurre tranquila bajo el sol africano de la ciudad coqueta, que se aliña y canta su poema de cabilla y cemento para el futuro abierto que da espera Para la flaca Petera, que todo el año espera su aumento de “a cuartillo” en la Textil, y por la joven madre que, corriendo tres cuadras, lleva del brazo al niño hasta la Escuela, con los ojos virados y el corazón sombrío, robándole a las ruedas del bus o la gandola la vida de su ­fruto de ternura. Por la “pobre” Teresa, frutera por herencia, a quien quitóle el puesto en el mercado la boca roja de una portuguesa. Canto por esa gente a quien no quiso Dios endulzar el pan de la existencia; en tanto llegue el día en que por las alturas la humildad también sueñe, 49


donde ahora la panza de la gula se ahíta. Ya he visto cómo el beso de Berta –cocinera— seca sobre los ojos del hijo el lagrimeo, por no llegar a tiempo a la cocina “chic” y perder el derecho al valdo cotidiano para el virgen estómago del chico del cortijo…. La setentona Juana, de las Brisas de Catia, que trabaja en el Valle, y se come la aurora a tragos largos, regresando en la noche a calentar la plancha para seguir la lucha. Por ella va mi canto manso como una oruga…

aborigen. Caracas: Goya, 1958. 19 Tiesto 50



Gustavo Parodi Una tarde en Blandín Al Dr. Santiago Key Ayala

Tras la reja vése el fondo en que se mueve todo lo ilustre del solar; todo el hechizo voluptuoso y elegante de la ciudad primaveral. En el dintel hay un escudo cincelado en piedra y oro con sencilla sobriedad, España y Francia por sus dueños: Bartolomé Blandín, hidalgo en su ademán; y por su gracia de romántica hermosura en la gentil Mariana Blanca de Valois Por el follaje de los árboles, que dan rubíes en Mariches y áureo color en Pedregal pasan las leves armonías de Beethoven o el alma pura de Mozart, y ponen una exaltación a la Belleza 52


en el asueto señorial. Es un ambiente de pulquérrima impresión. Queman sus lumbres candelabros de Amsterdam; sobre las lunas venecianas pefila el Ávila su sombra secular; en las testeras de las puertas hab panoplias; arpas francesas, al compás del clavecino hacen soñar, y sobre el rútilo barniz de las consolas deja la luz de las bujías una ligera tenuidad. Están hablando quedamente, en la penumbra del rincón y en la molicie del diván, Mercedes Báez, que sonrosa sus mejillas, con un fulgor de castidad, ante la historia picaresca y donairosa que narra el Licenciado Sanz. Hay un varón interesante que dialoga con Lola Ustáriz, bella flor de la heredad, tal es el Conde de Segur; y máscal centro, entre la roja mediatinta el sofá, Luisa Echenique, que sonríe a las locuras de las muchachas de la casa: de Manuelita, de locuaz; 53


y de María de Jesús, la dulcedumbre musical. Y hay más: pelucas y espadines, y miriñaques de sedosa suavidad; de terciopelo azul o verde las casacas; de las medallas el esmalte es imperial; mientras los níveos abanicos sobre los labios encantados juegan un fino discretear. Y en la cadencia del minué apenas rozan los chapines del enlosado colonial. Del gran salón, en la penumbra, sobre butacas de una recia talladura ornamental, platican cosas de músicas y del campo el Padre Sojo, cuya vida es ejemplar pues es de Dios y de su Arte; y Mohedano, con su alma de panal; y de la casa solariega de los Blandín, el buen Domingo, de perfumada santidad. En sus miradas hay destellos de mansedumbre y dulce paz. En tanto llora el clavecino, Sojo sueña; del bucaral la brisa baña los cabellos del pastor; y altivo esplende el señoreo familiar 54


en Don Domingo tal un emblema de Caracas en su exquisita austeridad.

Año V, N° 246. 31 de mayo de 1930 Élite. 55




Antonio Arráiz Hacienda “Altamira” Café. Árboles rojos y graves, como niños. Hojas lanceoladas donde se pinta el sol. Quebradas que arrastran flores de los bucares. Sierras impregnadas de serena inconsciencia. Y el perfume sutil, que hiende el aire como una música… Menester es pararse, Abandonar el cuerpo fatigado, dejarse transportar, dulcemente. Dulcemente, sobre leguas y leguas de tierras venezolanas donde cuaja el café. Y recordar de pronto los enjambres ridículos de hombres de dorsos morenos 58


atareados en la hojarasca, y los pasos en falso, y el sol, y la fiebre, y el despeinar malezas, y el arriesgar caminos, y el ver brotar plantillas que alborozan los rostros. Y, ahora, ni un gesto quejumbroso, ni un ademán desconfiado surge ya. La sierra metro a metro fue henchida de recia seguridad. El trópico desfallece en las vertientes húmedas. Llueven los grandes árboles excrementos de pájaros. Una muchacha que pasa acribilla de injurias un asno. No se siente siquiera el curso del tiempo hostil. Se ha dado ya un firme paso que avanzó en el futuro: Al declinar los años, ineludiblemente, con rubor siempre nuevo se vestirá de flores la sierra, la novia amada, tímida y sensitiva. Y palpita en las plantas temblorosas al aire un ofertorio de amor de las vidas ardientes sepultadas aquí, fecundando riqueza para muchas progenies.

Parsimonia. Caracas: Editorial Élite, [s/f]. 90 59




Hacienda “El Marqués” He poblado de nuevo las graves alamedas de activo populacho. Acuciosos, con febril humildad, miles de esclavos negros bajo las alamedas. Unos iban cantando sonatas animales. Otros guiaban arreos, e impregnaban, al paso, denso olor a cacao. O volvían del trabajo, exhaustos y silenciosos. Evocaba los blancos corredores arcaicos. El gran patio cuadrado de pétreos basamentos; el dosel, y el sillón monacal, hasta donde arrastrábase la brisa suavemente. Bien valdrías ser amada así, señora mía. valdrías ser amada como amaría el Marqués. Bien 62


Todo en él era espléndido, sin tasa o titubeos. Lánguida simulaba ser su voluntad; y no obstante cuanto hacía, era para contarlo en siglos. Bien valdría ser amada así, pomposamente. El valle tibio y fértil. El cielo azul. La inercia. Sentirle cerca. Y al frente los bosques insondables, cuya tristeza ungía; los bosques de bucares, padroteados a veces por el cosmos senil de un higuerote. Bien valdrías ser amada así, marquesamente. Hacer hincar rodillas sumisas a tus pies. Y en las noches lunares, cuando los negros cantan, sorprender en tus ojos relámpagos de burla al comentar las cosas de unos jóvenes locos a los que indigestó Rousseau.

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Ramón Carrera Obando Galipán Serena cumbre que ante el mar Caribe semeja un pensamiento de otros días, zafiro inmenso donde Dios escribo pentagramas de afables melodías. Ramillete de luz su frente inhibe cuando el alba florece epifanías y de armiño sus hombros circunscribe de la noche al sentir las nieblas frías. Cacique altivo de opulento abril; blasón de la ciudad ultragentil, perfumada de mirtos y claveles. Parece que su jiba siempre lista soñara nuevas metas de conquista por bosques de clarines y laureles. 1 Tiene un poema atroz “Las mujeres de Caracas” (ver) 2 Nieblas 3 En otro poema, “Amanecer”, es mejor. N. del ed.: En la nota uno, Sanoja probablemente se refiere a “Canto a las mujeres de Caracas”. V. Carpeta Mujeres Tiesto aborigen. Caracas: Goya, 1958. 85 66



[s/n] Galerón sabatino Mire amigo no se olvide que en “La Perla” está Loynaz y tiene medidas muy finas franelas y mucho más Tampoco debe olvidar lo dicho en otra ocasión: Mambie le vende un sofá a precio de situación. …. Si usted quiere en esta vida ser el hombre más feliz beba brandy sin demora en el botiquín París

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Al levantarse mañana muy tempranito, eso sí, una ducha se propina casa del Doctor Soucy Después un cigarro enciende que Columbina ha de ser pues no hay pitillo como éste ni aquí, ni allá, ni en Babel Y si se quiere curar con una gran rapidez, tome usted el depurativo que prepara F. Lairet. Ahora a “La Suiza” se va de San Jacinto a Gradillas, y compra para un regalo 1.000 varas de batistilla.

1. La Perla, los baños de Soucy, el cigarrillo columbina, el depurativo Lairet, la Suiza, venta de regalos. 2. Ver Gradillas en EEN y Traviso, y en Época 1906-09 De Sancho Panza (Sección Notas). Caracas, 19 de junio de 1909. 3 69



Antonio Simón Calcaño Concierto Las noches de Altamira musicales y frescas. El Ávila, la orquesta; el obelisco, director maestro

1. Comparar con Arráiz 2. Consultar EBN Motín de sueños: poemas. Caracas: Editorial Arte, 1963. 69 71



Domingo Ramón Hernández A la estatua de Bolívar No ha de tornar la horrible tiranía; y con júbilo patrio y ardimiento, hasta que trema el orbe en su agonía, saludarán tu insigne monumento. Nadie recordará mi poesía; a nadie inflamará mi pensamiento; más a tu palma y tu laurel en tanto Bardo más digno elevará su canto.

1. Dedicado a ¿la Plaza Bolívar? Historia EBN. Comparación Yépez T. 2. Son las dos últimas estrofas. 3. Picón Febres, pág. 278 en adelante: Es el bardo más popular después de Lozano. Creyó en Dios. Su p­ oesía huele a grama fresca. Tiene un canto a la Golondrina. Se c­ ompara con ella. Alma venezolana. Año I, Nº 19. 10 de diciembre de 1910 73



Pedro Pares Espino Confesionario de San Francisco Confesionario viejo y dorado que edificantes cosas has visto, de la Caracas que en el pasado al Rey temía y amaba a Cristo. Mi carne loca se siente pura presa en tu grave romanticismo, labrada joya donde perdura un rancio aroma de fanatismo. Oh, cuántas veces, de susto llenas, decir sutiles culpas oíste: a las del Toro, de azules venas, y a las Ustáriz, de gracia triste. Y mientras frailes flacos de celo les impartían absoluciones, 75


mojaban ellas el fiel pañuelo en hondos llantos de contricciones. También miraste, una y mil veces, cómo ante lívidos confesores, se doblegaban las altiveces de encomenderos y de auditores. Sencillos tiempos en que dormía temprano, aquesta ciudad mariana, y se sacaba por la sequía a la gloriosa Copacabana; cuando de ricos vinos preñados llegaban odres en galeones, junto a los rojos y los morados de las casullas y los ropones. Con tu severa gracias me hiciste soñar un alto sueño de asceta, confesionario de óbolo fuiste de don Juan Térez de Aristeguieta. Si a tus molduras vuelvo la vista en este siglo de vana ciencia, evoco un noble, claro batista, 76


mojado en llanto de penitencia. Tras de los muros poniente arde, y yo viviendo tu ayer me atristo, hoy que Caracas se duerme tarde y que, como antes, no adora ni a Cristo.

Poemas coloniales. Caracas: Imprenta Universitaria, 1963. 14-15 77




Aquiles Nazoa El Calvario Se está acabando el viejo paseo de El Calvario: como un tumor maligno lo roe la erosión; de sus claros jardines, de su oloroso herbario, sólo quedan chamizas en triste confusión. De mores juveniles romántico escenario, con él se muere un poco nuestro corazón: ¿quién no paseó sus frondas de parque octogenario con una novia y una cámara de cajón? ¡Oh, parque antaño digno de los impresionistas!, ¿a dónde irán ahora tus pueriles turistas, los que comían gofios junto al viejo Colón? Tú que fuiste, a la vera del bullicio, un remanso, descansa en paz. Y cuiden por siempre tu descanso los leones del Arco de la Federación.

El Ruiseñor de Catuche. Caracas: Editorial Ávila Gráfica, S.A., 1950. 17 80



[s/n] La ceiba de San Francisco Frente al templo derramas el follaje en un fresco milagro de verdura, y los brazos, de regia arquitectura, son un grito de fuerza en el paisaje. La brisa, en tu harmonioso varillaje, ya se queja, ya canta, ya murmura; y eres digna del verso que fulgura, y eres digna tambiĂŠn del homenaje. Si todos se admiraran cual te admira el alma soĂąadora que se embriaga con el color, las formas y la lira, 1. Soneto: es un canto a las ceiba cantada por Bravo Adams, Victor Hugo Escala, Julio Garmendia. 2. Disidente de Julio Garmendia (ver) 3. El varillaje 4. PolĂŠmica en cuanto al origen de la Ceiba. 82


Fueras palio de amor, amplio y sincero, para iniciar al alma burda y vaga las ocultas bellezas del sondero.

Época – 1910 a 1914. -- Alma venezolana, de Fernández Garola y Urbaneja Alchelpohl, es la revista criollista, cuando el género alcanza su perfección. -- En 1910 el gran maestro es Tolstoi; el mismo Fernández García le dedica un poema en AV ese año. Así mismo, Arvelo Larriva y Arroyo Lameda. Los paseos por Valle abajo y los aledaños, del grupo Alborada, son tolstoyanos. Pero también a un rezago, tardío, de Baudelaire, que es el más o uno de los reproducidos en AV. Nietzsche ya está afincándose: el modernismo lo recoge a veces, en su aspecto de Splin o de demonismo, este superficial. El más profundo es Luis Lovera, colaborador del Cojo. -- Para encajar en el tolstoyanismo: F Garofa, en octubre de 1910, escribe “Arrabal caraqueño”, cuento donde figura un pintor amigo (se está en víspera el Colegio de Bellas Artes: pintores y literatos forman una cofradía amorosa, perros y gatos amaestrados). FA dice que a pesar de ser Junio no vio los jardines fantasmagóricos ni los campos de heliotropos y de jacintos, ni las maravillas aéreas. [s/n]. 15 de abril de 1910 83



Guillermo Feo Calcaño La plaza de la concordia La plaza de la concordia Amigo extranjero: si vienes a Caracas búscame en la “Concordia”. Allí me encontrarás minúsculo y repetido, entre carreras de brisas, con dos botones de rosas madurando en mis mejillas. Extranjero, búscame en la “Concordia” siéntate y mírame; siéntate y escúchame. Allá van mis gritos nuevos circundando estos ocho muros que no aprisionan nada. Son ocho pensamientos que no pueden esconderse, 85


porque por ocho ventanas de aire consiguió puerta franca al cielo. Siéntate, extranjero; prende tus ojos duros en mi salto ligero, como este viento loco tan libre y tan plano. ¡Qué respeto escondido te vendrá de adentro! ¡Oh, qué sueño tan franco el del azul sobre el verde! ¡Mira qué peninos tan pasos van formando estos meses! La Plaza de la “Concordia”, extranjero. Espera. No te vayas. La tarde se muere cuando nos vamos; ayúdala a levantarse porque está oyendo una diana. Y si ves un anciano oscuro, retraído, pálido y triste, no le preguntes nada; dile, acaso “Buenas tardes, abuelo….”

poemas. Caracas: Editorial Bellas Artes, 1942 Alba: 86




Enrique Planchart Otra voz dice Fernando, ya del día en que tu libro llegó a mis manos, sólo queda un resto de mortecina luz sobre la cumbre, y al primer soplo de frío del ocaso tirita el sauce y la cansada rosa deja caer sus pétalos a tierra; pero mejor que este apacible instante, el eco de tus versos, melancólico, me construye el jardín, la casa, el cielo. Lo escucho en mí, lo escucho en el ambiente, como una campanada, dilatarse, lleno de humanidad y algo divino ansiando, cual si fuera entre la tierra y el cielo el solo ser. Luego el silencio lo gana todo y todo lo confunde. 89


He vuelto a ver las horas juveniles, tan ricas en anhelo, a la distancia pasar sonrientes, y sus claros rostros mi alma no turbaron, con orgullo las contemplé en sus púdicas estolas, aun íntegro el aceite de sus lámparas y horas de torpe sueño las pupilas. Bien las recuerdas tú, Fernando, idéntico para ti y para mí fue su desfile y puedo alzar el velo que las cubre, pues se exalta a su vista la pureza, como ante la hermosura de una hermana. Ni una sola desvió, furtiva, el paso hacia el festín del lujurioso huésped, ni con fingido afeite las mejillas tiñó en rubor falaz. Si mostró alguna la faz enrojecida, fue de enojo y austera indignación. Si desvelada halló la aurora a alguna, junto a ella halló también el búho vigilante, que alzó su vuelo hacia el oscuro olivo. Pero la más, ¡oh cuántas y qué hermosas! Suelto el cabello al aire delicioso de este valle natal, la mano leve 90


sobre la flauta rústica, ensayaron una antigua canción, y si algún día, en los tiempos futuros, vuelve el eco a repetir los tonos que aprendimos entonces, ha de ser por obra tuya; pero también cumplida estará en ella la ambición de mis años juveniles.

La voz de los cuatro vientos. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes,1952. 114 91




Juan Santaella Galipán Ambiente puro, goces baratos, pulmones potentes, ágiles piernas; y las cimas con blancuras eternas y los hombres sin ridículos tratos. Rostros joviales, sencillos relatos, sanas tontunas, miradas tiernas, muy lejos de las hediondas tabernas, y del fastidio de los literatos. Bendigo la mañanita sabrosa que da auténticas mejillas de rosa, y la casita fragante a resada. Y quiero la niña de estos parajes que no tiene más que sus pobres trajes de percal, y sus bondades de seda.

Poesía de Venezuela (románticos y modernistas). Buenos Aires: E­ ditorial Universitaria de Buenos Aires, 1966. 120 94



Gloria Stolk Va a llover Va a llover, decían con aire indiferente, mirando al Ávila. Va a llover. Y en seguida las nubes grises se arremolinaban. Yo me tendía en el suelo, sobre la tierra poblada, bajo los crotos que se pintaban. Y las hormigas me subían solemnes por las manos. Va a llover. Las hormigas no oían nada. De las nubes baja antes que el agua un almácigo de brujas grises vestidas de telas de araña. Yo les ponía nombres a las brujas que mi mente entre ratos fabricaba. “Tú eres mi preferida Tú eres blanca 96


y tienes los cabellos verdes y plateados. Vienes del Ávila, de las nubes negras, y de las otras, que ayer tarde eran rosadas”. Va a llover. Pero antes, bajo el croto jugábamos las hormigas y yo, con gran confianza, con unas brujas que parecían hadas.

Cielo insistente. Caracas: Cuadernos Literarios de la Asociación de Escri tores Venezolanos, 1960. 15 97



Plaza de La Misericordia Vieja Plaza de la Misericordia… Árboles barbados de líquen, hortensias malvas y corazones rosados. Pileta seca en que unas damas de yeso hacían remilgos para vivir como estatuas… Vieja Plaza de la Misericordia: premio de las boletas malas. En tus bancos de piedra roída un mendigo rascaba sus barbas… Deforme, triste, espantoso, sin tener a nadie. Cerré los ojos por no verlo. Se me quedó grabado. En toda pesadilla, en toda angustia, el mendigo regresa con sus barbas. Ahora tiene a alguien…

Ibídem, 17 99



Julio Morales Lara Hojas Para las fiestas del Árbol el samán tiene una nueva edición de hojas. Edición monumental, neoyorquina, para que la lean todos los vientos

Antología Poética. México: Editorial José M. Cajica Jr., [s/f]. 53 101



Manifiesto rojo El verano estancó las aguas -lluvias, quebradas, manantiales y ríosRemate judío para un gran trust de invierno. El bucare, líder campesino, amaneció un grito soviético en la paz de los campos.

55 Ibídem, 103



Lucila Velásquez Ahí mismo, en la puerta Ese ruido, esa dura expresión de cascos repasando la tabla del barro, hundiéndose y flotando enfrente, dando la vuelta cuadrada. Ese ruido. Esa insistencia percibida que suena y resuena y atrapa las moscas y amarra el pie de una hormiga, seca la palma bendita que se mueve en el aire, examina la tela de polvo que sale en retazos oscuros a la calle y ahuyenta los pájaros 105


que cortan yerbasuave en mi oído. Ese ruido: con su tambor de máscaras locas invadiéndome, quitando la piedad de este solo silencio del poema, poniendo en los espejos una inmovilidad, botándole a la rosa que brilla en el florero su agua de alegría, y a las habitaciones encerrándolas en una cautela desvestida. Ese ruido. Ahí, en las sienes, en la espina dorsal de mi cansancio, en el cuerpo entero de este dolor desarrollado, despeinado mi cabello en la espalda del cráneo, poniendo un paño caliente en mis oídos. Ese ruido. Ahí mismo, en la puerta, parado en el número 11.

Un espantapájaros acecha la manzana 106


y los niños de la casa alertan a los trinos.

Poesía resiste. México: Cuadernos Americanos, 1955. 36-38 107




Julio Morales Lara Un cuadro Tengo colgado en los ojos un cuadro de Marcos Castillo Tartamudeando casas, una calle de El Valle va de puntillas, con su carga de sol hacia la iglesia.

Antología poética. México: Editorial José M. Cajica Jr., [s/f]. 37 110



Ismael Urdaneta Ávila, eres un prejuicio

nacional. Eres también un prejuicio orográfico.

Te has estremecido a veces por temor al “qué dirán” de los volcanes. Aquiles, con el talón quemado, vencido por el “isleño”, Y por haberte rapado, eres una heladera en invierno y un horno de panadero en verano. Bébete un whisky de aventura inédita a ver si te dan ganas de fumar una pipa, como el Etna, el Vesubio y sus hermanos de América; y cuando ya no quieras fumarla, 112


a ver si te dan ganas de romperla y escupir un desdén bolchevique por el colmillo del cráter, para que nos improvises una Pompeya. Prejuicio orográfico, ¿acaso entre nosotros no hay más montaña que tú, buen burgués, instalado en tu “Silla” para consternación del Naiguatá? La Sierra de Mérida, esa austera matrona, se ha llenado de canas ¡viendo cómo has perdido tu juventud de monte, discípulo pésimo de volcán!

Poemas de la musa libre. Caracas: Taller Gráfico, 1928. 29 113



La Guaira La Guaira, puerto de mar con retozona curiosidad de cabra en su ascensión nerviosa hacia la cumbre del Ávila La Guaira, nuestro principal puerto; caribe Pireo; pórtico chato del edificio venezolano. El flanco del monte la empuja hacia el mar; pero el Caribe se la devuelve al Ávila con un puntapié magistral, y las casitas desparramadas por las vertientes, miran, con el susto de sus ventanas abiertas, la cólera de nuestro mar el tajamar inglés… contra 115


Las casitas encaramadas, respiran el oxígeno del monte y el yodo marino, conversan con la nube, tocadas de cielo azul. En cambio, las que se quedaron abajo, sufren triple martirio: la ira del Caribe, el odio del sol y la indiferencia de la montaña. Pero, de noche, iluminada, La Guaira, desde el mar, es un soberbio pesebre de Navidad para los niños pobres que están en el cielo.

Ibídem, 31 116



Jean Aristegueta Petare colonial y desvaído I En las estribaciones de Caracas queda Petare, villa del Estado Miranda cuyo nombre evoca cuerdas de hierbas ­afinadas por el viento. Petare ostenta verdores anhelantes a través de bambúes y de plátanos, de gramíneas regadas generosamente en todas direcciones. Petare guarda una tristeza monótona en sus barrios ­sumidos en la indiferencia. Petare es como una flor silvestre a merced del tiempo, flor de ligerísima humildad, flor de penumbra. II Se llega a este poblado atravesando una angosta c­ arretera de cemento* que cruzan constantemente vehículos de las clases más diversas. A despecho de las peligrosas cunetas, los carros surcan atropelladamente la vía. 118


La belleza del paisaje se pierde con el ruido de los ­motores. No hay salida hacia la contemplación. Por eso los soñadores somos los grandes solitarios, ¿quién lo niega?. Es algo intrínseco. Prosiguen brindando sus verdes intensos, sus a­ ngustias elementales, estos parajes. Y Petare cercano ya a sus v­ isiones, me invita a que le entregue la materia deslumbrada de mi poesía. III Aparece Petare muy sencillo, como esas hojas ­impasibles durante la época de las lluvias y de los ventarrones. Realmente que es grisáceo este Petare de casonas con tintes de vejez soñolienta. Su delgadez no me deja i­ ndiferente porque sea simple y no tenga tesoros que mostrarme. Todo lo contrario. Por parte de mi país, le tiendo las alas de mi canto, el vertiginoso aliento de mi nombre de Jean-amorpatria. Me enternece Petare con su luz sensitiva entre aleros mortecinos y rígidos. Me duele su estado de intemperie, esa ceñidura que le roza de desgano hasta las piedras. Lo recuerdo en las pinturas de no sé qué artista ­venezolano, lo contemplo con sus techos sombríos, sus r­ áfagas ­germinales, la corriente vulgar de su río- ­abandonado-, que casi inspira terror a los visitantes.

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IV Buen lugar mirandino de ojos empañados por el d­esamparo, ¿no sabes que he venido a mirarte solícitamente como el rocío enciende las corolas sin hacer separaciones de condición floral?. Te dibujo con la humanidad profunda de mis venas, te amo mansamente. ¿No sabes que eres el rayo de luna en ­torno a esas muchachas de vestidos chillones que te hacen guardia de romanticismo?. ¿Acaso no te elogian tus v­ entanales de ulgores mediocres?. ¿No encierras el encanto rural con tus “golfiados” y conservas? V Quisiera ofrecerle a Petare una plaza más bonita que la que tiene. Otro Templo con santos mejor tallados. Un aseo obligatorio, eficiente. Una urbanidad a prueba de malos ­entendidos. Petare con sed de ternura, Petare de claveles y cayenas, Petare amable y colonial, te beso con Venezuela en estas ­palabras.

* Para 1951. Ahora está casi concluida una moderna autopista. Paisajes venezolanos. Caracas: Ediciones Lírica Hispana, 1954. 53 120




Las voces de la noche El monte Ávila se parece al monte Tauro ¿Dónde está el terrenal monte Tauro? -Allá en las nubes de Fenicia -Allá en los limbos de la belleza Y el monte Ávila ¿Dónde queda? Enfrente de una ciudad de nombre aborigen como el turpial como la orquídea como los imanes del oro cochano y de la casimba El monte Ávila besa a Caracas (ciudad moderna y legendaria que oscila en besos y agonías) el monte Ávila le habla a Caracas de sus neblinas de sus tesoros de zoología y de árboles. 123


La noche corre por las venas riega de un vértigo de fiebre al cuerpo vivo de Caracas Hay una extraña avidez de fábula detenida y fraguando los delirios.

Ibídem, 18 124



Juan Santaella Diario de amor Tú no sabes… El soñar con tus raras pupilas, y esta tarde de brisas tan suaves, y este cielo dormido entre lilas han traído al romántico eterno; y me he puesto a escuchar – ya lejano – aquel vals que en las tardes de invierno lloraba tu piano. Hoy visito “El Calvario”. En su estanque, la pareja de cisnes muy blancos, ya no boga con lírico arranque. Están viejos y rotos los bancos. Esto es ruina, silencio y maleza. Hasta el pálido y viejo mendigo me ha mirado con una tristeza 126


extrañando no verme contigo. Un efebo me pasa delante, en sus manos un libro aprisiona: será algún soñador estudiante que lee a Díaz Rodríguez o a Blanco Fombona. Ya el rosal de tus rosas no existe, y no puedo encontrar la vereda donde un beso muy largo me diste una tarde de rosa y de seda. Un burgués – ya caído en desuso – se acerca. Yo finjo mirar a las abras. -¿Qué escribes? Y entonces le digo al intruso, como el príncipe loco. – Palabras…

-- Según esto El Calvario, para 1908, estaba abandonado. -- El invierno, ¿es la lluvia? -- 1908 debió significar el gran auge de Díaz Rodríguez y Rufino (sólo El Hombre de Hierro) El cojo ilustrado. 1908. Romanzas de ayer. México: Grafía Panamericana, 1951. 149 127



Bolívar en San Jacinto A Laureano Vallenilla Lanz

¿Cuál gesta de tu vida para su encanto? ¿Qué hora preferir de tu destino: el prólogo inmortal del Aventino o la noche de eterno desencanto cuando inclinarse viste, sin espanto, hacia el laurel de tu ideal divino el ciprés de San Pedro Alejandrino, húmedo por el agua de tu llanto? Ya en Junín, Boyacá, o en el proscenio de Casacoima, ilógico, tu genio a las más altas cumbres avecinas; pero nunca es tan grande tu grandeza como retando a la naturaleza sobre un trágico epílogo de minas

Ibídem, 161 129


Gesta romántica En la tertulia del Marqués del Toro y entre espléndida corte de hermosuras, Bolívar, con donosas galanuras, la charla aviva del femíneo coro Le habla una rubia de gentil decoro, cuyo torso triunfal vence en alburas a las nieblas del Ávila, y en puras notas su voz al manantial canoro: -Pues qué nos dice usted que tanto quiere la música y las flores, de estas cosas ¿cuál de las dos su corazón prefiere? Y Bolívar, a quien Eros inspira, le responde: - La música y las rosas… que es usted una rosa y una lira.

Ibídem, 168 130



Ramón Sánchez El parque Carabobo

Parque senil, eglógico y austero: todo pleno de bíblica fragancia, tu ambiente es a mi enferma trashumancia de paz, grato remanso lisonjero. ¡Cómo hoy a gozar vuelvo con sincero regocijo infantil, la tolerancia que tu amistad a mi humildad sin rancia distinción das con gesto placentero! Parque cordial, demócrata y patricio, con tu rebelde y silencioso orgullo solo, de la ciudad cabe el bullicio; Filosófico parque franciscano,

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por ese amable apartamento tuyo que es del extraño y del nativo hermano!

-- Se llamaba antes Misericordia. Gloria Stolk. ¿Planchart?... -- Alude a él Paz Castillo -- Buscar Enrique Bernardo Élite. N° 189. 27 abril de 1929 133



Ada Pérez Guevara Viejo parque de Altagracia No quiero para ti remozamiento… A la sombra propicia de tu gran arboleda, se tienden los muchachos, y acogen gustosos la inquietud de sus voces y la del libro abierto.

Año VI, N°285. 26 de febrero de 1931 Élite. 135



Emiliano Hernández Parques caraqueños Encanto de los parques alegres o sombríos, donde en horas de dicha o de tristeza a distraerse van nuestros hastíos. Parques silentes, siempre evocativos de sonoras leyendas; parques de soledad, parques de amores, de suaves rosas y doradas sendas. ¡Oh! parque de Bolívar trivial al cabo, en familiar encanto, donde el Héroe estimula con el gesto si alguien padece de mortal quebranto. El Héroe erige su corcel de gloria. Un quídam investiga la grandeza 137


del Súper-hombre. El diáfano crepúsculo da al Bronce excelsitudes de tristeza. ¡Viejo parque de la Misericordia!; húmedo y claro al despuntar el día, propicio al libro, lánguido a la siesta y a un abandono de melancolía. ¡Qué hechizo tienen tus follajes tristes, bajo la noche de la luna llena, si pasa, toda ritmos, toda incendio, con aires de odalisca, la morena! La morena del muslo áspero y noble, suave y dominadora, que la gracia canalla de los gestos hace, complejamente, vencedora. ¡Parque de Las Mercedes! ¡qué aristocracia tiene tu arboleda, y qué dulce sosiego tus ramajes donde la luz, como una flor, es leda! Parque con añoranzas de Versalles, donde a la tarde, cuando el sol declina, 138


pasa la dama de perfil arcaico, delgada, con su delgadez divina. Pasa, linda y nupcial como una rosa, con lejanos desmayos de palmera, - sensual como una vid – perfume y vino – y pálida, en su casta primavera. Parque de La Pastora, oloroso a verbena; parque de amor y de sonrisas claras y pretérito olor de yerba-buena. En tus noches de música y en tus tardes de viva transparencia, beldades vi cruzar – tibias magnolias en la más adorable florescencia – . Parque de evocaciones, de músicas baratas, de niños rubios y rosadas niñas y de puestas de sol, tibias y gratas.

Oh! parque de Miranda, 139


parque de Capuchinos, parque de Sucre, el paladín honesto, que sois al alma, siempre matutinos! En vuestra vecindad, a vuestra sombra bajo una viva irradiación de estrellas, o al alba nívea o al obscuro véspero, han sollozado mucho mis querellas! --Encanto de los parques, alegres o sombríos, donde en horas de dicha o de tristeza a distraerse van nuestros hastíos .

Musa gitana. [s.n.], 1918. 151-54 140



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