Antologia

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AntologĂ­a Final.


ÍNDICE DE CUENTOS Antología……………………………………………….. 1 Patito feo……………………………………………….. 4 Patito feo actual……………………………………… 5 Patito feo original……………………………………. 7 Caperucita roja……………………………………….. 18 Caperucita roja original…………………………….. 19 Caperucita roja actual………………………………. 23 Peter pan……………………………………………… 26 Peter pan original…………………………………….27 Peter pan actual ……………………………………....29 Pinocho……………………………………………….32 Pinocho original…………………………………….. .33 Pinocho actual……………………………………......37

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CUENTO: ACTUAL

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PATITO FEO

Había una vez una pata que estaba empollando sus huevos y esperaba a que nacieran para poder presumir de sus fuertes y preciosos hijos. Así fue como espero la mamá pata muchos días con mucha paciencia pues siempre tenía que vigilar que estuviesen calentitos bajo sus abrigas patas. Un determinado día comenzaron a abrirse los cascarones y fueron saliendo todos los patitos. Muchos animales del bosque se acercaron para ver a los nuevos miembros de la manada, todos fueron saliendo del cascaron poco a poco, eran grandes y muy hermosos… pero cuando nació el último de los patitos vieron que al contrario que todos sus hermanos este era muy pequeño, gordo y feo. Con el tiempo todo fueron creciendo hasta volverse unas aves muy bonitas, sin embargo el último de los patitos en nacer seguía sin mejorar su aspecto ni su tamaño, esta circunstancia hizo que todos sus hermanos lo llamaran “Patito Feo”. Finalmente, sus propios hermanos empezaron a avergonzarse de él por lo feo que era y empezaron a despreciarlo cosa que entristeció enormemente al patito. El patito se sentía muy desgraciado por esta situación por lo que decidió alejarse de allí. En su camino encontró una granja donde nadie lo rechazaba por lo que decidió quedarse a vivir, pero con el paso del tiempo todos empezaron también a insultarle y a burlarse de él, por lo que volvió a escapar para buscar otro sitio donde le quisieran. Tiempo después llegó a un lago donde encontró unos hermosos cisnes que se alegraron cuando lo vieron, el patito se quedó muy asombrado ya que lo habían aceptado desde el primer momento cosa que lo alegró enormemente. Lo cierto es que no sabía lo que estaba pasando, pero de repente, al mirar al agua se dio cuenta de que se había convertido en un precioso cisne al que ya nadie más se reiría de él. A partir de aquí vivió feliz con su nueva familia olvidando a todos los que se rieron de él pues lo juzgaron por ser un pato cuando realmente era un cisne.

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El patito feo [Cuento infantil. cuento original.] Hans Christian Andersen

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El patito feo [Cuento infantil. Texto completo.] Hans Christian Andersen

¡Qué lindos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo. Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla. Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón. -¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos. -¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo. -¿Creen acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sepan que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estén todos -agregó, levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo. Y fue a sentarse de nuevo en su sitio. -¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata vieja que venía de visita. -Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. ¿Por qué no vendrá a verme? Antología Final.


-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te

apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo… -Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño. -Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó: -¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos. Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua. -¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movían sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros. -No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato. Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato. -¡Vean! ¡Así anda el mundo! -dijo la mamá relamiéndose el pico, pues también a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. ¡A ver! ¿Qué pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre española; por eso es tan regordeta. Fíjense, además, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la más alta distinción que se puede

alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. ¡Anímense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mamá y papá… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac! Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz: -¡Vaya! ¡Como si ya no fuésemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos también con esa gentuza. ¡Uf!… ¡Qué patito tan feo! No podemos soportarlo. Y uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello. -¡Déjenlo tranquilo! -dijo la mamá-. No le está haciendo daño a nadie. Antología Final.


-Sí, pero es tan desgarbado y extraño -dijo el que lo había picoteado-, que no quedará más remedio que despachurrarlo. -¡Qué lindos niños tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustaría que pudieras hacerlo de nuevo. -Eso ni pensarlo, señora -dijo la mamá de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carácter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarón más de lo necesario, por eso no salió tan bello como los otros. Y con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas. -De todos modos, es macho y no importa tanto -añadió-, Estoy segura de que será muy fuerte y se abrirá camino en la vida. -Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden traérmela sin pena. Con esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas. -¡Qué feo es! -decían. Y el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral. Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decían: -¡Ojalá te agarre el gato, grandulón! Hasta su misma mamá deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un puntapié.

Entonces el patito huyó del corral. De un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires. “¡Es porque soy tan feo!” pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza. A la mañana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compañero. -¿Y tú qué cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas direcciones, lo mejor que sabía. -¡Eres más feo que un espantapájaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas. Antología Final.


¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano. Unos días más tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. No hacía mucho que habían dejado el nido: por eso eran tan impertinentes. -Mira, muchacho -comenzaron diciéndole-, eres tan feo que nos caes simpático. ¿Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras que saben graznar espléndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres. -¡Bang, bang! -se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se habían sentado en las ramas de los árboles que se extendían sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua. Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblándose aquí y allá las cañas y los juncos. Aquello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a él un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo! El patito dio un suspiro de alivio. -Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendió allí muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires. Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y aún entonces el pobre no se atrevía a levantarse. Esperó todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan rápido como pudo. Echó a correr por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies. Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. Se sentía en tan mal estado que no sabía de qué parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. E l viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que éste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la hoja colgaba con una inclinación tal que le sería fácil filtrarse por la estrecha abertura. Y así lo hizo. En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba “Hijito”, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre “Chiquitita Piernas cortas”. Era una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia hija. Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. El gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo. -Pero, ¿qué pasa? -preguntó la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien Antología Final.


de la vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido-. ¡Qué suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. ¡Con tal que no sea macho! Le daremos unos días de prueba. Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueño y la gallina la dueña, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir: “nosotros y el mundo”, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo, y lo que es más, la mitad más importante. Al patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso oírlo. -¿Puedes poner huevos? -le preguntó. -No. -Pues entonces, ¡cállate! Y el gato le preguntó: -¿Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas? -No. -Pues entonces, guárdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas. Con lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -¡no pudo evitarlo!- fue y se lo contó a la gallina. -¡Vamos! ¿Qué te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonterías. Te las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear. -¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo! Sí, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregúntale al gato, ¡no hay nadie tan listo como él! ¡Pregúntale a nuestra vieja ama, la mujer más sabia del mundo! ¿Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse? -No me comprendes -dijo el patito. -Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber quién podrá comprenderte. De seguro que no pretenderás ser más sabio que el gato y la señora, para no mencionarme a mí misma. ¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable, donde te hacen compañía quienes pueden enseñarte? Pero no eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas. -Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito. -Sí, vete -dijo la gallina. Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era. Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la tapia, graznaba “¡cau, cau!”, de frío que tenía. Sólo de pensarlo le Antología Final.


daban a uno escalofríos. Sí, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.

Cierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crepúsculo, emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus largas, sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia los lagos abiertos y las tierras cálidas. Se elevaron muy alto, muy alto, allá entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud. Comenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la dirección que seguían, que él mismo se asustó al oírlo. ¡Ah, jamás podría olvidar aquellos hermosos y afortunados pájaros! En cuanto los perdió de vista, se sumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la superficie. No tenía idea de cuál podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se dirigían, y, sin embargo, eran más importantes para él que todas las que había conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: ¿cómo se atrevería siquiera a soñar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se daría por satisfecho con que los patos lo tolerasen, ¡pobre criatura estrafalaria que era! ¡Cuán frío se presentaba aquel invierno! El patito se veía forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se hacía más y más pequeño. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a congelarse rápidamente sobre el hielo. A la mañana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. Rompió el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de revivirlo. Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado, metiéndose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzándose de cabeza al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída. Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera. Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, Antología Final.


se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía. -¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno. Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas. -¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí en la límpida corriente? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!

Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos. En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó: -¡Ahí va un nuevo cisne! Y los otros niños corearon con gritos de alegría: -¡Sí, hay un cisne nuevo! Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Había pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo decía: -¡El nuevo es el más hermoso! ¡Qué joven y esbelto es! Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón: -Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo. Antología Final.


Caperucita Roja.

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Cuento Original

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Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo: "Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, "Buenos días," ah, y no andes curioseando por todo el aposento." "No te preocupes, haré bien todo," dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Rojaen el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él. "Buenos días, Caperucita Roja," dijo el lobo. "Buenos días, amable lobo." - "¿Adónde vas tan temprano, Caperucita Roja?" - "A casa de mi abuelita." - "¿Y qué llevas en esa canasta?" - "Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse." - "¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?" - "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a sí mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente." Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: "Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas." Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: "Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta. "¿Quién es?" preguntó la abuelita. "Caperucita Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la abuelita, "estoy muy débil y no me Antología Final.


puedo levantar." El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas. Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma: "¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita." Entonces gritó: "¡Buenos días!," pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña. "¡!Oh, abuelita!" dijo, "qué orejas tan grandes que tienes." - "Es para oírte mejor, mi niña," fue la respuesta. "Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes." - "Son para verte mejor, querida." - "Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes." - "Para abrazarte mejor." - "Y qué boca tan grande que tienes." - "Para comerte mejor." Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja. Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. "¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!" dijo él.” Hacía tiempo que te buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: "¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!," y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quizá correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto. Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente pensó: "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer." También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo Antología Final.


Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y siguió directo en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con otro lobo y que la había saludado con "buenos días," pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía pública, de seguro que se la hubiera tragado. "Bueno," dijo la abuelita, "cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar." Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó: "¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles!" Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus malas intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a la niña: "Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está afuera." Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño.

* * * FIN * * *

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CUENTO ACTUAL

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Había una vez una niña llamada Caperucita Roja. Su mama, que sabía coser muy bien, le había hecho una caperuza roja para que estuviera calentita y protegida del viento y como a la niña le gustaba mucho la llevaba a todos los días, por lo que todo el mundo la llamaba así. Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita porque estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos y es muy peligroso. Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo: -Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas tu tan bonita ? -A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces. -¡Vamos a hacer una carrera!- Le dijo el lobo -Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja. Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado. El lobo llegó antes a la casa de la abuelita y se comió a la pobre ancianita. Cuando Caperucita llegó, llamó a la puerta: -¿Quién es?, dijo el lobo vestido con las ropas de la abuelita. -Soy yo, dijo Caperucita. Pasa, pasa nietecita. Cuando Caperucita vio a su abuelita se sorprendió con su aspecto: -Abuelita, qué ojos más grandes tienes, dijo la niña extrañada. -Son para verte mejor. -Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes. -Son para oírte mejor. Antología Final.


-Y qué nariz tan grande tienes. Es para olerte mejor. -Y qué boca tan grande tienes. ¡Es para comerte mejor! Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas y sus cuchillos de caza. Uno de ellos le dio un golpe muy fuerte al lobo feroz en la cabeza y el lobo cayó al suelo desmayado. El cazador cogió su cuchillo y le abrió la panza al lobo sacando a la abuelita de Caperucita, que aún estaba viva y para darle un escarmiento al lobo le lleno la barriga de piedras y le volvió a coser la barriga. Después de esto se fueron apresuradamente de allí. Al cabo de un rato el lobo despertó y sintió una terrible sed y se fue corriendo al rio a beber agua pensando que la pesadez de su barriga era por la abuela de Caperucita. Al acercarse a la orilla, la barriga le pesaba tanto tantísimo que se tambaleó y cayó al agua, ¡ y se ahogó !. . Caperucita después de este susto aprendió la lección y nunca jamás volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN

Antología Final.


CUENTO

AntologĂ­a Final.


CUENTO ORIGINAL

Antología Final.


Peter Pan y los verdaderos Niños perdidos. La historia de Peter Pan y los Niños perdidos de Nunca Jamás, inmortalizada por el escritor inglés J.M. Barrie. Lo que pocos saben es que aquellos Niños perdidos, incluso el mismísimo Peter Pan, existieron realmente. Estos Niños Perdidos del relato; casi todos pequeños que viven en una especie de corte liderada por Peter Pan en una tierra donde es imposible envejecer, fueron inspirados por un grupo de hermanos llamados The Davies boys, todos ellos hijos de Sylvia y Arthur Llewelyn Davies, un matrimonio amigo de un joven escritor llamado J.M. Barrie. Todos los personajes masculinos de Peter Pan están basados en ellos: Peter, George, Jack, Nicholas y Michael. Ahora bien, es difícil imaginar que una familia aparentemente feliz encarne a un grupo de huérfanos en una tierra lejana. Sin embargo, así fue. J.M. Barrie organizó una especie de teatro familiar, en el cual todos los sábados se representa una obra sin fin sobre un grupo de jóvenes aventureros que luchaban contra piratas en una isla abandonada. Allí se encuentra la primera mención de Neverland. J.M. Barrie se convirtió inesperadamente en el guardián legal de los muchachos tras la muerte de sus padres; David en 1907 a causa de sarcoma, y Sylvia en 1910 de una rara enfermedad degenerativa. El tío Jim (Uncle Jim), tal como lo llamaba el grupo, pasó de ser un mero entretenimiento y un divertido contador de cuentos a la única persona que se preocupó por ellos. Lejos estaban los días en los que la orfandad era un simple argumento literario. En la primera aparición de Peter Pan durante la novela El pequeño pájaro blanco (The Little White Bird) ya se anuncia el destino desdichado de los muchachos.Los Niños perdidos de J.M. Barrie siempre estuvieron asociados a las historias de Peter Pan, aunque esto no los libró de un sino familiar nefasto. Los tres hermanos mayores sirvieron en la Primera Guerra Mundial; dos de ellos murieron antes de cumplir los veinte años de edad; uno en combate y otro ahogado; y el tercero se suicidó ya anciano.No queda claro si algunas historias preveen los hechos que vendrán, o si en definitiva son su causa. J.M. Barrie retrató a una familia feliz en una tierra bastante similar al limbo, es decir, una región en donde todo sucede una y otra vez; donde los piratas nunca mueren y los héroes jamás envejecen. Fuera de Nunca Jamás la muerte no tiene prejuicios en cerrar prematuramente algunas historias. Antología Final.


PETER PAN ACTUAL

Antología Final.


En las afueras de la ciudad de Londres, vivían tres hermanos: Wendy, Juan, y Miguel. A Wendy, la mayor, le encantaba contar historias a sus hermanitos. Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de vez en cuando la visitaba. Una noche, cuando estaban a punto de se acostarse, una preciosa lucecita entró en la habitación. Y dando saltos de alegría, los niños gritaron: – ¡¡Es Peter Pan y Campanilla!! Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los tres hermanos y ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía: - ¡Nos vamos al País de Nunca Jamás! Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y cuando se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: – Allí está el barco del temible Capitán Garfio. Y dijo a Campanilla: - Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio mas abrigado, mientras yo me libro de este pirata pesado. Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para con Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños Perdidos que Wendy era mala. Creyéndose las palabras del hada, ellos empezaron a decir cosas desagradables a la niña. Menos mal que Peter llegó a tiempo para repararles. Y les preguntó: - ¿Por qué tratan mal a mi amiga Wendy? Y ellos contestaron - Es que Campanilla nos dijo que ella era mala. Peter Pan se quedó muy enfadado con Campanilla y le pidió explicaciones. Campanilla, colorada y arrepentida, pidió perdón a Peter y a sus amigos por lo que hizo. Pero la aventura en el País de Nunca Jamás solo acababa de empezar. Peter llevó a sus amiguitos a visitaren la aldea de los indios Sioux. Allí, encontraron al gran jefe muy triste y preocupado. Y después de que Peter Pan le preguntara sobre lo sucedido, el gran jefe le dijo: - Estoy muy triste porque mi hija Lili salió de casa por la mañana y hasta ahora no la hemos encontrado. Como Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con el Gran Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india por toda la isla hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en la playa de las sirenas. Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con dejarla allí hasta que la marea subiera, si no le contaba donde era Antología Final.


la casa de Peter Pan. La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no iba a decírselo, lo que ponía furioso al Capitán. Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente oyeron una voz: - ¡Eh, Capitán Garfio, eres un bacalao, un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo! Era Peter Pan, que venía rescatar a la hija del Gran jefe indio. Después de liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra Garfio. De pronto, el Capitán empezó a oír el tic-tac que tanto le horrorizaba. Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba tanto que acabó cayéndose al mar. Y jamás se supo nada más del Capitán Garfio. Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no sabía cómo dar las gracias. Así que preparó una gran fiesta para sus amiguitos, quiénes bailaron y pasaron muy bien. Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir. Peter Pan y Campanilla os acompañaron en el viaje de vuelta. Y al despedirse, Peter les dijo: - Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. Volveré para llevaros a una nueva aventura. ¡Adiós amigos! - ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de la mantita porque hacía muchísimo frío.

Antología Final.


CUENTO: PINOCHO

Antología Final.


CUENTO ORIGINAL

Antología Final.


El libro consta de treinta capítulos y comienza con el conocido “érase una vez…”. Impregnado de invención y extraordinarios hallazgos, el libro dedica los dos primeros capítulos a contarnos como fue el maestro Ciliegia (cereza por el color de su nariz), siendo carpintero encuentra un trozo de madera, destinado a la hoguera, pero que él tomó para sacar la pata de una mesa. Cuando se dispuso a trabajar con sus herramientas observó cómo ese sencillo trozo de leña poseía vida, pues reía y lloraba como un niño y de él salía una sutil vocecilla que le decía: “No me pegues tan fuerte”, cuando el arremetía con sus herramientas de trabajo. “El maestro Ciliegia” regaló el trozo de madera a su amigo Geppeto, que fabricó con él un muñeco maravilloso, que sabía bailar, esgrimir y dar saltos mortales. Ahí precisamente comienzan las aventuras. Sin haber terminado Geppeto los ojos y la boca, ya el muñeco comienza a decir versos, y dar sus primeros pasos; terminadas sus piernas, se dirige hacia la puerta de la calle y se marcha. Geppeto es tomado preso por un guardia mientras seguí a Pinocho. Éste vuelve a casa y es acosado por los reproches de un grillo, que le reclama su mala conducta y al que aplasta con un martillo. Hambriento, Pinocho pide pan a un vecino, que e su lugar le lanza una jarra de agua helada. Ya cansado y con frío se hecha a dormir al pie de una estufa y se quema los pies. Tras volver de la cárcel, Geppeto lo construye de nuevo, calma su hambre y lo viste. Papa Geppeto con la intención de enviar a Pinocho a la escuela, vende su casaca para comprarle la cartilla, pues el muñeco expresa su deseo de asistir. La vista de un teatro de marionetas le hace cambiar sus planes; vende sus útiles para comprar la boleta de entrada y, ya en el escenario, los muñecos que realizaban la función reconocen en él a uno de la familia. Suspenden el acto y hacen subir al escenario a Pinocho. El público protesta y Pinocho es amenazado por el muñeco traga fuego, con ser quemado vivo. No obstante su ferocidad, este muñeco responde a las suplicas sollozantes de Pinocho obsequiándole 5 monedas de oro, pues su corazón es de ese metal. Luego de una deliciosa cena, una astuta zorra y un gato ladrón, con el propósito de robarle las monedas, le esperan a la entrada de la hostería del Cangrejo Rojo y lo cuelgan de la rama de la Encina Grande. La bella niña de los cabellos de turquesa interviene a su favor, salvándolo y llevándolo a su casita donde le atienden tres eminencias médicas: un cuervo, un mochuelo y un grillo parlante. Ya curado, Pinocho emprende el camino de regreso a casa de papa Geppeto, pero de nuevo es sorprendido por la zorra y el gato, quienes lo convencen de sembrar sus monedas en el “campo de los milagros”, donde al poco tiempo se multiplicaría. Luego de caer en la cuenta del engaño y habiéndole sido hurtadas Antología Final.


sus monedas, pinocho denuncia su caso ante el juez del país “Atrapa-pillos”, este lo toma preso por equivocación. Al fin libre, dirige sus pasos hacia la casa de Geppeto nuevamente. En el camino una horrible serpiente siente “tal convulsión de risa” al ver caer aparatosamente a Pinocho, que una vena de su pecho se revienta de tanto esfuerzo. Continuando su camino Pinocho cae en una nueva trampa, al verse tentado por un racimo de uvas en un huerto. Es tomado por un campesino como un perro guardián de su gallinero. De allí es liberado gracias a que descubre unas garduñas robando pollos; éstas le ofrecen la mitad de la comida tomándole por el difunto can Melampo. Pinocho aprovecha la situación para dar a conocer el hecho al campesino, que agradecido le concede la libertad. Decide entonces Pinocho regresar a la casita de la niña de los cabellos de turquesa pero para su sorpresa encuentra que en lugar de ésta hay una tumba con el siguiente epitafio: “Aquí murio la niña de los cabellos de turquesa Muerta de dolor Por haber sido abandonada Por su hermano pinocho.” El dolor de Pinocho se ve aliviado por una paloma que conmovida lo lleva a la orilla del mar en busca de Geppeto, cuya barca se a hundido, mientras navegaba buscando a su muñequillo. Pinocho se lanza al mar para rescatarlo, pero las fuertes corrientes lo conducen a la isla de las “Abejas Industriosas”, en donde todas trabajan para comer. Con el objeto de conseguir el también su comida, ayuda a una mujer a cargar su cántaro; pero en realidad es el hada. Ante ello promete Pinocho cambiar y ser un buen muchacho. Pero como siempre sus buenas intenciones pasan a segundo plano, pues en él primero están los conceptos de sus malas compañías escolares. Con quienes esta vez explora la orilla del mar para ver al “Atila de los peces pescadores”, al terrible “pez-perro”. Dándose cuenta de la burla y el engaño que a sufrido, emprende una feroz pelea, en la cual uno de sus compañeros resulta herido. Pinocho huye de los guardias, seguido del perro Alidoro, con quien se lanza al mar sin prever que éste no sabe nadar; por querer salvarlo, Pinocho cae en la red del pescador verde, quien confundiéndolo con un suculento pez se dispone a freírlo, pero el fiel animal a su vez lo salva. Luego de esta aventura, Pinocho quiere reformarse regresando al lado del hada. Pero de nuevo incumple y con su amigo Pabilo se marcha al país de los tontos. Allí es convertido en borrico Antología Final.


después de cinco meses de instancia. Es comprado por el director de una compañía de titiriteros, quien le enseña a bailar. La noche de su estreno le ocurre un accidente, pues reconoce entre el auditorio al hada; pierde el equilibrio, se cae y se parte una pata. Más tarde es vendido a un hombre que quiere su piel como parche para un tambor. Pinocho se lanza al fondo del mar, donde los peces lo despojan de su piel de asno. Aparece de pronto el “pez-perro” que, ante la mirada atónita del hada (transformada en cabra), se engulle a pinocho. En el estómago del animal se encuentra con Geppeto, que hace dos años vive allí. Juntos una noche aprovechando el asma del pez y su gran boca abierta. Un atún les ayuda a llegar hasta la orilla. Llega para Pinocho el momento de convertirse en un muchacho real, de carne y hueso como los demás niños. Comienza a trabajar para ayudar a Geppeto y, un buen día, hasta le salva la vida al hada turquesa. El final moralizador: “!Qué tonto era mientras fui muñeco, y que contento estoy ahora de haberme convertido en un muchachito de bien!”.

Antología Final.


CUENTO ACTUAL

Autor: Disney. Antología Final.


Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Geppeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pinocho. -¡Qué bien me ha quedado! -exclamó-. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al muñeco. -¡Hola, padre! -saludó Pinocho. -¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Geppeto mirando a todas partes. -Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces? -¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo! Geppeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros. Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba: -Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Geppeto. De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó: -¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres! Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies. -¡Bravo, bravo! -gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos. -¿Quieres formar parte de nuestro teatro? -le dijo el dueño del teatro al acabar la función. -No porque tengo que ir al colegio. -Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado -le dijo un señor. Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto: -¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? -dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino. -Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero. -¡Oh, vamos! -exclamó el zorro que iba con el gato-. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más? -Sí, pero ¿cómo? -contestó Pinocho. -Es fácil -dijo el gato-. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero. -¿Y dónde está ese campo? -Nosotros te llevaremos -dijo el zorro. Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol. Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul. -¿Dónde perdiste las monedas? -Al cruzar el río -dijo Pinocho mientras le crecía la nariz. Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar. -Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir Antología Final.


dijo el Hada Azul. Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos. -¿Qué es lo que pasa? -preguntó. -Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir? -¡Venga, vamos! Entonces, apareció el Hada Azul. -¿No me prometiste ir al colegio? -preguntó. -Sí -mintió Pinocho-, ya he estado allí. Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Geppeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena. -¡Iré a salvarle! -exclamó Pinocho. Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Geppeto, que le abrazó muy fuerte. -Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca. Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Geppeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.

Antología Final.


Bibliografías http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/el_patito_feo.htm http://cuentosparadormir.com/cuentos-clasicos/el-patito-feo http://www.altillo.com/articulos/caperucita.asp http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/caperucita_roja http://unlibroaldia.blogspot.com/2009/07/james-m-barrie-peter-pan.html http://www.taringa.net/posts/info/7690200/La-verdad-de-los-cuentos-de-Disney.html http://www.cuentosparachicos.com/ESP/cuentosclasicos/Pinocho1.htm http://www.diarioinca.com/2010/06/resumen-de-pinocho-de-carlo-collodi.html

Integrantes del equipo    

Claudia Nallely Escobar Saldaña Rosa Denisse Rodríguez Pérez Jessica Aimé Gutiérrez Guzmán Johana Daniela Galaviz Aguilar

Antología Final.


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