Reflexiones sobre nuestro lema upaep

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EFLEXIONES SOBRE NUESTRO LEMA Juan Louvier Calderón Lema UPAEP: “LA CULTURA AL SERVICIO DEL PUEBLO” PRIMERA PARTE La Esencia de la Cultura En la riquísima variedad de definiciones sobre la Cultura que en todas las épocas se han formulado, encontramos en todas ellas un "común denominador", en unas eícito y en otras implícito: el cultivo por el hombre de todo lo humano. Ya su raíz etimológica -colere; cultivo- nos indica que es precisamente la acción del hombre sobre la naturaleza para fomentarla y perfeccionarla, lo que conforma el mundo de la cultura. Toda la naturaleza es susceptible de cultivo; así por ejemplo, la tierra sin cultivar, en estado "natural" ,da frutos, pero la tierra cultivada -agricultura- da más y mejores frutos. Sin embargo, el sentido más profundo y esencial de la cultura está en el cultivo y perfeccionamiento de la naturaleza humana, en el desarrollo y actualización de las capacidades y aptitudes del hombre. Y es el hombre cultivado -en mayor o menor grado- quien, por su actividad dirigida a perfeccionar la naturaleza exterior crea las obras culturales, que a su vez ayudan a otros hombres a cultivarse, forrnándose así un "círculo virtuoso". De este modo encontramos que en el ancho mundo de la cultura existen dos realidades que es preciso distinguir: la cultura subjetiva o personal y • la cultura objetiva o real, ambas interdependientes pues, como decía Ortega y Gasset, "el hombre cultiva y humaniza el mundo

para cultivarse y humanizarse así mismo". La Cultura Subjetiva (o Personal) Si la cultura brota del espíritu del hombre y, al mismo tiempo es el hombre el destinatario de la cultura, resulta obvio que la vertiente más importante, profunda y esencial es la "cultura subjetiva". Juan Pablo II dice al respecto: "La cultura es aquella a través de la cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, 'es' más, accede más al 'ser'. En esto encuentra también su fundamento la distinción capital entre lo que el hombre es y lo que tiene, entre el ser y el tener. La cultura se sitúa siempre en relación esencial y necesaria a lo que el hombre es, mientras que la relación a lo que el hombre tiene, a su 'tener', no solo es secundaria, sino también relativa. Todo el

'tener' del hombre no es importante para la cultura, ni es factor creador de cultura sino en la medida en que el hombre, por medio de su 'tener', puede al mismo tiempo 'ser' más plenamente hombre"(1). Este "ser más plenamente hombre" es el objetivo de la cultura subjetiva, pues implica el desarrollo de todas las capacidades y potencialidades humanas; es decir, la formación integral del ser humano.


La "Cultura subjetiva" o "cultura personal" tendrá siempre una dimensión de interioridad al hombre, e inicia "de cero" en cada persona pues, "cada niño al nacer, es un niño de la edad de piedra" (Zimmerman). Es por ello que Juan Pablo 11 recuerda que "la primera y esencial tarea de la cultura en general, y también de toda cultura, es la educación. La educación consiste, en efecto, en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre., que el hombre sepa 'ser más' no sólo 'con los otros', sino también 'para los otros "(2). Esta "cultura subjetiva" viene a constituirse como una "segunda naturaleza" del ser humano. Efectivamente, la íntima relación existente entre la educación y la cultura es de capital importancia. En esta relación nos encontramos con un hecho fundamental: en la base de cada cultura existe una conceptualización precisa del ser humano, y como "en definitiva son los hombres los que

educan a los hombres"(3), de la respuesta que el propio hombre de a la pregunta ¿qué es el hombre? dependerá la configuración esencial de su cultura. La Cultura Objetiva (o Real) El hombre interiormente cultivado necesariamente refleja su espíritu en el mundo exterior, en los objetivos producidos por su actividad; esto es lo que constituye la "cultura objetiva" o "cultura real". A diferencia de la cultura subjetiva, la cultura objetiva no inicia "de cero"; por su característica de exterioridad es heredable. Como realidades objetivas concretas surgidas de las manos del hombre, las obras culturales se incrementan de generación en generación, formándose así el "patrimonio cultural" de un pueblo, de una nación, de toda la humanidad; es por ello que la cultura objetiva tiene más "volumen" que la subjetiva, aunque esta última sea su origen y su finalidad. Cultura objetiva será pues el arte, la ciencia, la técnica, la economía, la política, el derecho, la moral, la religión; y el modo especifico como encarna en una sociedad determinada es lo que constituye la civilización.

"En estricto rigor, cultura y civilización son términos que deben tomarse como sinónimos.., sin embargo, se emplean para designar dos aspectos diferentes de la misma realidad existencial" (4). Miguel Angel Bounarotti fue una persona que cultivó sus capacidades y habilidades; la formación del artista es cultura subjetiva. Las obras de sus manos -como "El David" o "La Piedad" - son arte, cultura objetiva, pero arte que pertenece a la civilización italiana del siglo XVI. De igual forma también son expresiones de la cultura objetiva: la ciencia, la técnica, la economía, la política, el derecho, la moral y la religión; y corresponde designar como civilización a: los laboratorios y universidades, las máquinas, los mercados, los sistemas de gobierno, los tribunales, las normas éticas, los templos y ritos(5). Aunque se dice que la Cultura es participar en el poder creador de Dios, las posibilidades creadoras del hombre son necesariamente limitadas, tanto en el conocer, como en el obrar y en el hacer. La razón es obvia tal como señala perfectamente Angel González Alvarez(6): "siendo el

hombre un ser finito, limitado, es incapaz de hacer algo partiendo de la nada. Hay en la creación divina novedad absoluta del ser. En la creatividad humana solo hay novedad relativa. Necesita el hombre de lo real existente como causa material que condiciona la peculiar estructura del producto


de su imaginación. La praxis productiva se limita a educir nuevas formas accidentales de la realidad natural que las contiene en potencia. La creatividad humana más que creación es invención". Valores Culturales y Cultura Nacional Maulnier afirma que la cultura traduce en creaciones objetivas la in-tuición del mundo de una colectividad humana, el sentido que da a su vida y las preguntas que se plantea a sí misma, o sobre sí misma (7); de una forma más sencilla, San Agustín planteaba lo mismo al decir que una sociedad es un grupo de personas, grande o pequeño, que están fundamentalmente de acuerdo acerca de lo que aman. El cimiento firme sobre el que una nación existe y se desarrolla es precisamente su cultura, su patrimonio común material y espiritual. Por eso Sófocles decía que la cultura era "los sentimientos

que crean a las comunidades"; para Montesquieu era "el espíritu general de un pueblo"; y para Kant, "el carácter nacional". Por su parte, Juan Pablo II dice al respecto: "La Nación es, la gran

comunidad de los hombres que están unidos por diversos vínculos, pero sobre todo, precisamente por la cultura. La nación existe 'por' y 'para' la cultura, y así es ella la gran educadora de los hombres, para que puedan 'ser más' "(8). Esto es posible porque la cultura encarna los valores fundamentales para el perfeccionamiento de la persona humana: la Verdad, el Bien y la Belleza, los que animan y sostienen respectivamente a la ciencia, la moral y el arte. La cultura también refleja otros valores importantes como la justicia que inspira al derecho, y la utilidad que produce la economía. Los valores culturales son pues, valores humanos, porque solo el hombre hace cultura y porque la finalidad de la cultura es el perfeccionamiento del propio hombre. Por ello, para valorizar correctamente a una determinada cultura es necesario preguntarse: ¿qué hace ella del hombre? Nos volvemos a encontrar con el hecho de que la verdad sobre el hombre es la norma rectora de la auténtica cultura. El ser humano recibe junto con la existencia, la misión de realizarse como tal, situación que no ocurre con el animal porque, "los irracionales carecen del conocimiento reflejo del fln de sus

operaciones; solo el hombre sabe del ser, sabe de sí mismo y sabe que sabe" (9). No son los instintos ni la biología sino el espíritu lo que hace que el hombre sea capaz de hacer cultura .y lo que lo hace infinitamente superior al animal. Este es conducido a su fin fatalmente; en cambio el hombre, por ser libre, se dirige por sí mismo hacia su fin, o puede renegar de el, puede realizarse o puede frustrarse. Esta es la grandeza del hombre."°). Para realizarse el hombre necesita de la cultura y sus valores, y es por ello que "Cada generación

ha de recibir la cultura como el conjunto de obras y realizaciones valiosas de los hombres en los distintos terrenos de la actividad humana: espiritual, moral, intelectual, político, artístico, económico, técnico etc., que han permanecido a través del tiempo; y la debe aceptar con respeto por los valores que encarna, y con gratitud a los antepasados, quienes con su esfuerzo brindan a otros hombres la opor-unidad de elevarse más allá de su estatura..." (11). El hombre al nacer es el ser más inválido, menesteroso e inculto, puesto que nadie nace en la flor de la juventud. Pero desde los primeros años recibe de sus mayores los bienes que le permiten no


solo sobrevivir sino desarrollarse conforme a su dignidad de ser humano. Por ello es que "las

causas del éxito o del fracaso en la formación del hombre se sitúan siempre a la vez en el interior mismo del núcleo fundamentalmente creador de la cultura, que es la familia... la familia comienza su obra en educación por lo más simple, la lengua, haciendo posible de este modo que el hombre aprenda a hablar y llegue a ser miembro de la comunidad, que es su familia y su nación"(12). La Nación expresa la idea de nacimiento en una sociedad determinada en la que priva una cultura, misma que se hereda y que se debe incrementar hacia nuevas realizaciones conforme a las necesidades de cada época; es pues la Nación un concepto dinámico. Íntimamente ligado a él encontramos el concepto de Patria, "tierra de los padres". Si la Nación hace referencia a los herederos, la Patria la hace sobre la herencia. Por eso, porque

es la tierra de los padres, comprendemos que la Patria es por esencia una tierra humana y, por tanto, algo más que una simple porción de tierra física, geológica ... no es solamente un suelo desnudo... es esa cantidad de tierra donde un alma puede respirar y un pueblo puede vivir.., es la tierra de los antepasados , la tierra de los cementerios, la que guarda a los que velaron por el niño... es la tierra sagrada del hogar... a menudo más sentida que pensada es en realidad, el patrimonio entero, el conjunto del capital que nos han dejado los antepasados. No solo la tierra, sino también las iglesias, las catedrales, los palacios._ y todas las maravillas de la industria o de las artes, monumentos del pensamiento y del genio, ¡Toda la herencia!. Tanto la tierra como los legados materiales, intelectuales, espirituales y morales"". Religión y Cultura El factor religioso en la vida y la cultura de los pueblos no es un agregado extrínseco y accidental; por el contrario, es el factor más profundo y substancial porque el hombre es el único ser que tiene conciencia de su existencia, que sabe que existe y que busca saber para qué existe, con un ansia natural e irrenunciable a la inmortalidad, Simultáneo a este buscar el sentido de la vida, el hombre se sabe finito y temporal. Precisamente porque todo hombre de cualquier época y cultura tiene en la conciencia la certeza de su propia muerte, es que "juzga con instinto certero cuando se resiste a

aceptar la perspectiva de la ruina total y del adios definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte"". Esta es la razón por la cual el hombre es esencial y naturalmente religioso. El hecho religioso es el mejor atestiguado en la historia de la humanidad: todos los pueblos en todos los tiempos atestiguan hasta la saciedad la religiosidad del hombre, misma que es uno de los distintivos esenciales que lo diferencian del animal. Por ello, una cultura -cualquier cultura- es, en su núcleo más profundo y esencial, una respuesta al problema del sentido de la vida, y por tanto el núcleo cultural es religioso. Que esa respuesta sea verdadera o falsa es otro problema, pero el núcleo central de la cultura se resuelve en el hecho religioso. Esta universal inclinación de la naturaleza humana llamada "religión natural" por la flaqueza y extravío del hombre ha derivado en múltiples desviaciones: totemismo, animismo, fetichismo, magia, idolatría, etc. Sin embargo, aún en medio de las peores aberraciones, en el fondo de ellas palpita y se manifiesta el deseo de volver a unir (re-ligar) al hombre con el Creador, "Así Dios habla

a los hombres según su tipo de cultura y desde su misma cultura. Este entrever vacilante, real pero


insuficiente, este manifestarse oscuro que es un aparecer que se oculta, ha permitido al hombre cierto conocimiento del verdadero Dios, como lo es, quizá, aquel Ometéotl de los tlamatinime mexicanos" (15). Cultura Cristiana Así "Podemos hablar de una cultura cristiana cuando el sentir común de la vida de un pueblo ha

sido penetrado interiormente hasta situar el mensaje evangélico en la base de su pensar, en sus principios fundamentales de vida, en sus criterios de juicio, en sus normas de acción y de allí se proyecta en el ethos del pueblo, en sus instituciones y en todas sus estructuras". Desde que hace dos mil años Jesucristo recorrió "toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, y

predicando la buena nueva del reino y sanando toda dolencia y toda enfermedad entre el pueblo" (Mt. 4.23), el cristianismo ha sido aceptado por millones de hombres y multitud de pueblos y naciones, al grado de constituirse, como dice Strauss, en "el fundamento de la humana

civilización", y la historia de la cultura -como la historia de la humanidad- se divide en "antes" y "después" de Cristo. El mensaje de Jesucristo no se contenta con confirmar todo lo que nos es mandado por la ley natural, sino que nos propone el ideal más sublime de perfección: "Sed perfectos como vuestro

Padre Celestial es perfecto" (Mt. 5.48). Para lograr este ideal, el Evangelio señala al hombre, con extraordinaria claridad, todas las obligaciones para con Dios, para consigo mismo y para con los demás, prescribiendo no solamente todo pecado y crimen, sino hasta el más leve deseo del mal. El vínculo del mensaje de Cristo y de la Iglesia con el hombre es "efectivamente creador de cultura

en su fundamento mismo" (17). El anuncio del Evangelio entró en la historia proclamándose a los hombres de la cultura hebrea e inmediatamente después a los de la cultura greco-romana. El pueblo hebreo fue dispersado tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 D.C. Pero "la cultura

griega, la cultura romana y, dentro de ésta, la cultura hispano-romana fueron re-generadas por la revelación cristiana... Y así como la gracia no destruye la naturaleza sino que la cura y eleva, del mismo modo, al convertirse a Cristo, cada cultura es curada y elevada (regenerada); en este proceso de regeneración, tal cultura no deja de ser griega o romana, así como la naturaleza no deja de ser naturaleza, sino que se transfigura en cultura- greco-cristiana y romano-cristiana. Trátase de una radical transfiguración en la cual lo transfigurado o regenerado (esta cultura por ejemplo) es internamente recreado y llevado a su plenitud y a una plenitud no alcanzable por ningún otro medio" (18)• Hacia el siglo IV, el cristianismo entra en contacto con los pueblos "bárbaros", carentes de una cultura significativa, pero también para ellos fue un hecho significativo; los pueblos "bárbaros" dejaron de ser tales cuando aceptaron a Jesucristo ya su Iglesia. "El motivo está en la capacidad

del cristianismo de dialogar con lo humano, desde el primer momento en que entra en la historia concreta de un pueblo. Existe una razón que es la capacidad del cristianismo de insertarse en la problemática fundamental del hombre de todas las épocas y de todas las condiciones: el problema de la salvación, es decir, de la verdad y del significado de la vida" Por esta razón es que la cultura cristiana no se agota en una sola época o en un solo pueblo; es tan perenne como la Iglesia misma. Sin embargo, esto no obsta el que podamos distinguir


perfectamente específicas manifestaciones culturales de inspiración cristiana, como por ejemplo: la arquitectura gótica de las catedrales medievales; la creación de instituciones como las universidades, asilos o leprosarios; códigos jurídicos como "Las siete Partidas" y las Leyes de

Indias" etc. La cultura de inspiración cristiana debe contemplar a todo el hombre. Por esto, la primera y más

importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino. Es a este nivel donde tiene lugar la contribución específica y decisiva de la Iglesia en favor de la verdadera cultura" 0»; y es también por ello que "el hecho cultural primero y fundamental es el hombre espiritualmente maduro.., no hay duda de que la dimensión primera y fundamental de la cultura es la sana moralidad: la cultura moral" (21)• La cultura moral o ética, al igual que las demás dimensiones culturales, se inicia en la persona, en la cultura subjetiva. Por esto, "una auténtica educación... no se limita a la información, ni a la

formación intelectual, física, técnica o profesional, sino que culmina, madura y logra su fin con la educación moral" (22). Como la moral se refiere a los actos conscientes y libres del ser humano, la cultura moral está siempre en el sentido de la acción, del "bien obrar", y está "por su misma naturaleza orientada al

porvenir"123). Es la cultura moral la que cultiva en el interior del hombre las virtudes, la libertad y la conciencia, facilitándole "hacer el bien y evitar el mal" y permitiéndole relacionarse más adecuadamente con los demás hombres y con la naturaleza, manifestándose entonces como cultura social. La Contracultura y los Reduccionismos Sólo el hombre hace cultura, pero no todo lo que el hombre hace es cultura, Si el actuar humano es contrario a la esencia del hombre y de la naturaleza; si en lugar de cultivar y perfeccionar, corrompe y degrada, ese actuar no es cultura sino "contracultura". Sin embargo, el mayor daño de la contracultura se sitúa en- el propio ser humano, especialmente en su espíritu. El perder de vista la verdad sobre el hombre, sobre sus valores y su destino trascendente es la principal causa de la contracultura. A su vez, el perder de vista la verdad sobre el hombre - oscurecimiento de la inteligencia- es producto de los reduccionismos, es decir, el reducir al hombre a solo una parte de su realidad. Al afirmar que el hombre es solo materia se niega su dimensión espiritual, por lo que ésta no solo ya no será cultivada, sino que se tratará de destruirla. Se llegará a afirmar que el hombre "no es

más que su hacer” (Marx, Gramsci), y en él se agota. Reduciendo así al hombre, también la cultura será reducida al ámbito del "hacer", del "tener" o del "poder". Por aceptar como toda la realidad solo una parte de la misma, ese segmento es absolutizado. Así, el hombre reducido solo a lo sensible pierde de vista lo que el hombre es, se absolutiza y se coloca en el lugar de Dios después de haberse desligado de El. El hombre pierde de vista sus límites y realidad; superticiosamente se cree ilimitado e infinito, entonces, "impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata


destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de "crear" el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra... En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por el"(24). Cultura y Contracultura en las Sociedades En su carta a los Romanos, San Pablo dice: "...no hago el bien que quiero, sino que obro el mal

que no quiero" (Rm. 7,19). Esta frase sintetiza una realidad de la condición humana: por el libre albedrío y pese a distinguir el bien y el mal, el hombre con frecuencia elige el mal. Si a ello se agrega que en muchos casos, por la conducta viciosa y la deformación de la conciencia, se llega a perder la distinción entre el bien y el mal, el problema se agrava. Aunque la posibilidad de elegir el mal no corresponde a la esencia misma de la libertad, porque una cosa es la facultad (libre albedrío) y otra su realización, la que solo se alcanza cuando hay perfeccionamiento, es del todo evidente que el mal uso y el abuso de esta facultad está presente en la vida del hombre y de la sociedad. Las personas producen cultura y contracultura en forma análoga como en las sociedades se da simultáneamente la con-vivencia social y la convivencia antisocial. "Por eso, cualquier visión idílica de la comunidad humana y de cualquier grupo humano

es pura fantasía, hueca irrealidad por completo antievangélica, además de ser contraria a la mera experiencia natural"(25). Así lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto, la cultura y la contracultura, se encuentran en el seno de cada sociedad. Sin embargo, para que la sociedad no sea destruida, es imprescindible que prevalezca lo conecto, lo justo, la cultura, y que lo incorrecto, lo injusto, la contracultura sean reducidas a la mínima expresión posible. De ello depende la salud de la Nación. Si lo que prevalece es la cultura, entonces cada persona -única e irrepetible- encontrará en su sociedad el acceso libre y fácil a los valores que le permitan realizar su vocación en esta vida, y alcanzar su destino eterno. En cambio, si lo que prevalece es la contracultura, la sociedad se convertirá en un conglomerado asfixiante, en el que solo pocas personas podrán realizarse como tales, tras un esfuerzo realmente heroico por alcanzar y vivir los valores que la contracultura combate y disuelve, quedando para la mayoría de las personas la frustración provocada por ese vacío existencial. SEGUNDA PARTE La Universidad en la Cultura

"En el ápice de la Edad Media, logrado con los esfuerzos de varios siglos, la Iglesia con su espíritu y concepción cristiana de la vida, incorporando a ella los elementos perennes de la cultura clásica greco-latina, logró dar forma a una nueva civilización y estilo humano de la vida. De esta madurez


de civilización cristiana, alcanzada a comienzos del siglo XIII, habría de brotar como su fruto, la Universidad, órgano superior de la concepción intelectual de la misma" (26). Efectivamente, la Universidad surgió en la historia como el "fruto maduro" del proceso cultural que se conoce como "la civilización occidental cristiana". Quizá es por ello que la Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas promulgada el 15 de Agosto de 1990 por Juan Pablo II, fue llamada "Excor de Eclesiae" (Nacida del Corazón de la Iglesia). Es del todo evidente que la Universidad no agota en sí a la cultura, ni es la única instancia generadora de la cultura, pero como órgano superior de la cultura, da el orden de la misma. Desde los claustros universitarios, por la docencia (comunicación) y la investigación, alimenta a toda la sociedad. Porque "la primera y esencial tarea de la cultura... es la educación"(2n, la Universidad como órgano de educación superior, encuentra en la formación integral de sus alumnos su principal aportación a la cultura. "La cultura en su acepción más noble y elevada es la formación del hombre, es decir, el

cultivo y la maduración perfectivo' de las potencialidades y capacidades humanas" (28) . Este es el fin esencial de la Universidad, y todo lo demás que ella haga, debe estar en función de él. Ordenamiento y Realización de la cultura Íntimamente unida a su labor formativa, y como parte integrante de su misión cultural, la Universidad tiene la tarea de ordenar e integrar las tres vertientes de la cultura: el hacer, el obrar y el contemplar, y es ella la institución que mejor puede realizar esta tarea. La importancia que esto tiene ha sido señalada claramente por S.S. Juan Pablo II en su mensaje a la Academia Pontificia de las Ciencias: "La cultura contemporánea exige un constante esfuerzo de síntesis de los

conocimientos y de integración de los saberes. Desde luego, a la especialización de las investigaciones se deben los éxitos que comprobamos. Pero, si esa especialización no se halla equilibrada por una reflexión atenta a descubrir la articulación de los saberes, se corre el gran riesgo de desembocar en una cultura fragmentada, que sería de hecho la negación de la verdadera cultura, pues esta no se concibe sin humanismo y sabiduría" (29). Es así que "la Universidad como tal, debe investigar y enseñar a todos sus alumnos en qué consiste y cuál es la finalidad de la actividad técnica y de tal técnica, del arte y de tal arte, de la moral, de las ciencias -de cada una de ellas-y de la Filosofía y de la Teología, y cómo se relacionan e integran entre sí en la unidad de la cultura o perfeccionamiento humano. Ella investiga y enseña, es decir, busca trazar el esquema cognoscitivo de la cultura, señalar el camino y los pasos de su realización; pero no propiamente la realización misma de la cultura..

"Confiere la formación intelectual, filosófica y teológica, científica, artística y técnica, bajo la cual otras instituciones puedan y deban realizar los distintos sectores de la cultura"(30). Así, en el mundo de la cultura, la Universidad no tiene ni debe hacer sentir su "poder"; en cambio si tiene y debe hacer sentir su "autoridad". Esto quiere decir que la Universidad debe ser "autora" de la cultura en cuanto "nutre" intelectualmente a los hombres que posteriormente desarrollarán su acción en la sociedad, y en cuanto determina la relación y jerarquía de las distintas ciencias en la unidad del saber.


Por otra parte, si fuera posible que la Universidad tomara para sí el papel de realizadora de la cultura (para lo cual requeriría de poder económico y político), estaría usurpando la responsabilidad que compete a otros organismos sociales como la familia, los cuerpos intermedios y el gobierno, y difícilmente podría ya cumplir la misión cultural que si le corresponde. Servicio a la Comunidad Por la formación de los alumnos en los valores universales y su capacitación profesional y técnica, así como por el ordenamiento e integración de la cultura, la Universidad presta su mayor servicio a la sociedad. Sin embargo, vinculada íntimamente a este servicio esencial, la Universidad tiene que realizar uno más: la investigación sobre la particular realidad - geográfica, histórica y cultural- de la comunidad en la que está ubicada, analizando su problemática, tanto material como espiritual, y proponiendo soluciones. Así los recursos naturales de la región deben ser objeto de estudio para optimizar su aprovechamiento y respetar la ecología; quizá sea necesario que la Universidad funde facultades o institutos técnicos especializados en los recursos naturales existentes en su entorno. Lo mismo deberá hacer en lo relativo a la historia, costumbres y tradiciones propias, por lo que los universitarios deben ser de lo más celosos defensores del acervo cultural de su región. Siendo el acervo cultural un valiosísimo tesoro, la Universidad no debe sin embargo contentarse con su conservación. Como todo "talento" no debe ser enterrado para no perderlo; debe ser puesto a trabajar para que fructifique y beneficie a los más posibles. Por ello, la misión cultural de la Universidad no consiste en conservar y acaparar la cultura sino transmitirla, "incrementarla, purificarla y proyectarla hacia nuevas realizaciones conforme a las

necesidades de cada época" (31). Este servicio a la comunidad coincide perfectamente con la formación, en los alumnos, de ese "ser

más no solo con los otros, sino también para los otros". Para ello la Universidad dispone de un formidable instrumento: el servicio social. Cuando este es correctamente aplicado y organizado, se convierte en un medio ideal para que los estudiantes ejerciten la virtud de la solidaridad, y canalizar el idealismo y generosidad propias de la juventud hacia la solución de algunas de las carencias materiales, intelectuales, morales o espirituales, preferentemente entre los sectores sociales más necesitados. La Universidad Católica Si como decíamos, la institución universitaria surgió como el fruto maduro de la civilización occidental cristiana, en sus orígenes hablar de "universidad católica", hubiera sido un verdadero pleonasmo; pero es indudable que, tras el proceso de feroz secularización de las sociedades contemporáneas, hoy es necesario utilizar el adjetivo "católica" para designar a aquellas universidades para las que el Evangelio continúa siendo guía e inspiración en la realización de su misión. Sobre ella dice Juan Pablo II: "su inspiración cristiana le permite incluir en su búsqueda, la

dimensión moral, espiritual y religiosa, y valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva total de la persona humana"03).


Así la Universidad católica contemporánea no puede -so pena de claudicar de su condición de católica- optar por quedarse exclusivamente en lo más fácil, en "el hacer", en la técnica y el arte, porque sin descuidar lo útil, tiene además la obligación de atender al orden superior de la cultura en "el obrar", que es precisamente el orden moral, y en "el contemplar" constituido por la "reflexión

contínua a la luz de la fe católica", reflexión que permite la integración de los distintos saberes y, sobre todo, saber para que se sabe. En la misión cultural de la Universidad Católica está inserta la responsabilidad de promover el diálogo entre fe y ciencia, "de modo que se puede ver más profundamente corno fe y razón se

encuentran en la única verdad. Aunque conservando cada disciplina académica su propia identidad y sus propios métodos, éste diálogo pone en evidencia que la investigación metódica en todos los campos del saber, si se realiza en una forma auténticamente científica y conforme a las leyes morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en el mismo Dios"(35). "Si es verdad que el Evangelio no puede ser identificado con la cultura, antes bien trasciende todas las culturas, también es cierto que el Reino anunciado por el Evangelio es vivido por personas profundamente vincula-das a una cultura"00. "La Universidad Católica debe estar cada vez más atenta a las culturas del mundo de hoy, así como a las diversas tradiciones culturales existentes dentro de la Iglesia, con el fin de promover un constante y provechoso diálogo entre el Evangelio y la sociedad actual. Entre los criterios que determinan el valor de una cultura, están, en el primer lugar, el significado de la persona humana, su libertad, su dignidad, su sentido de responsabilidad y su apertura a la trascendencia. Con el respeto a la persona está relacionando el valor eminente de la familia, célula primaria de toda cultura humana. Las universidades católicas se esforzarán en discernir y evaluar bien tanto las aspiraciones como las contradicciones de la cultura moderna, para hacerla más apta para el desarrollo integral de las personas y de los pueblos" (37). Los retos culturales que la Universidad Católica debe afrontar son difíciles y complejos y no existen fórmulas simplistas de solución, sin embargo debe trabajar en la confianza "de ser precedida por

Aquel que es «Camino, Verdad y Vida», el Logos, cuyo Espíritu de inteligencia y de Amor da a la persona humana la capacidad de encontrar con su inteligencia la realidad última que es su principio y su fin, y es el único capaz de dar en plenitud aquella Sabiduría, sin la cual el futuro del mundo estaría en peligro" (38). TERCERA PARTE La Misión Cultural de la UPAEP Desde el momento mismo de su fundación en el ario de 1973, la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla definió la frase "La Cultura al Servicio del Pueblo", como su lema distintivo. Este lema es de hecho un resumen del ser y misión de la UPAEP: "Una comunidad organizada y

jerárquica de maestros y alumnos, que tienen por fin la trasmisión, la investigación, la organización y defensa de la Verdad, y de la Cultura fundada en ella, en el nivel más elevado y en sus manifestaciones más nobles, al servicio de la sociedad de la que forma parte"(39). El documento "Naturaleza y Destino de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla" recoge los principios fundamentales que regulan la vida de nuestra institución; en el, la


conceptualización e importancia de la cultura tienen una clara y precisa definición: "La cultura en su

acepción más noble y elevada es la formación del hombre (cultura subjetiva)... y el conjunto de obras, instituciones, virtudes, ideas, principios, etc. (cultura subjetiva) que son capaces de formar a las personas porque encarnan en sí los valores fundamentales de los que depende el perfeccionamiento armónico, jerarquizado e integral de la persona humana" (40)• También encontramos en ese documento la concepción correcta del sustantivo "pueblo" y su relación con la persona humana; concepción que permite entender tanto nuestro lema como el adjetivo "popular" que los fundadores de nuestra institución quisieron llevara en su mismo nombre:

"En la sociedad cada hombre tiene su propio lugar; y como persona libre y responsable, consciente de sus deberes y derechos , aporta su esfuerzo al servicio de sus semejantes y a la construcción de una sociedad ordenada y justa. Hombre y Sociedad se implica e integran mutuamente. Uno sin otra son mutilaciones deformantes" (41). "La vida integra y sana de la sociedad depende de la plenitud de los hombres que la forman y de la madurez y el vigor de los grupos intermedios que la integran. Ellas son necesarios para garantizar la libertad de las personas y el cumplimiento del fin de la sociedad. La familia, la empresa, las asociaciones profesionales, los sindicatos, las institución educativas... constituyen el cuerpo de la sociedad, y el cauce por el que cada persona contribuye al progreso de la misma; sin ellas el Pueblo se convierte en masa" (42). Vemos pues, que lejos está el auténtico significado de "pueblo" y "popular" de la demagogia revolucionaria, que los ha convertido injustamente en sinónimo de masa y anarquía. Pero es la claridad de principios enunciados en su Ideario, como la UPAEP conoce cuales son sus responsabilidades y cual es la misión cultural que debe cumplir; en otras palabras, navega con la seguridad del que sabe a donde quiere llegar. Así el lema "La Cultura al servicio del Pueblo" no es una frase más, sino un compromiso ante la sociedad, libremente asumido por todos aquellos que, en un tiempo u otro han decidido incorporarse a las tareas de la Universidad, especialmente en el nivel directivo, pero que es compartido por todos los miembros de la comunidad universitaria. Este compromiso ha provocado la preocupación constante de la comunidad de la UPAEP por hacer realidad este lema llevándolo al terreno de los hechos. El trabajo se inició precisamente con la reflexión sobre el significado, fundamento, origen, finalidad y realización de la cultura universal, así como de nuestra cultura nacional, cuya sabio humanismo nos da nuestra identidad y personalidad como nación. Así: "Afirmarnos que los valores superiores de la cultura son los bienes

espirituales, por eso fundamentamos en ellos la misión de nuestra Universidad. Aceptarnos lo valioso del patrimonio cultural de la humanidad y sobre todo nos comprometemos a incrementar, difundir y defender el patrimonio cultural de nuestra Patria que forma ya parte del ser de nuestro Pueblo, y que es la base y el cauce de su futuro progreso y enriquecimiento cultural. Más aún, afirmamos que el respeto y desarrollo de nuestra cultura es la condición de la solución de los problemas de México en todos los órdenes, la base de la unidad nacional y la fuerza en que se funda la realización de nuestro destino. Abierta a las manifestaciones culturales válidas de todos los hombres a través de la Historia, tomamos como fundamento, inspiración y criterio de síntesis, a la Cultura Occidental que revitalizada por el Cristianismo marca la identidad cultural de nuestro


pueblo. Lucharemos por defenderla, incrementada y orientarla hacia nuevas realizaciones que den a México un lugar digno en la Historia" (43) Estos lineamientos esenciales, tomados del pensamiento de la cultura occidental, tras la reflexión realizada en los albores de la UPAEP y plasma-dos en el Ideario, condujeron "el impulso

fundacional y manifiesta las líneas rectoras en cualquier etapa de la historia de la UPAEP" (44). Esto no significa que la reflexión esté concluida; la reflexión debe ser continua para que se revigorice el propio corazón de la Universidad, evitando caer en un "activismo" que la convertiría en una máquina de titulación. De esa reflexión continua surgió más adelante el documento "Nuestra Misión", en el cual, para fines analíticos y prácticos, la misión general de la Universidad se desglosó en tres aspectos: misión histórica, misión pedagógica y misión cultural. De esta última se dice lo siguiente:

"El mundo de la cultura es el ámbito propio de la Universidad, por ello la comunidad universitaria tiene una Misión Cultural que constituye la parte fundamental de la finalidad esencial. Recibir, penetrar e incrementar la cultura de la sociedad en que vive y el patrimonio universalmente válido que la humanidad ha logrado a través de la historia, para ordenarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones, es el quehacer cotidiano de la Universidad. Esa trasmisión hace posible también la creatividad cultural que la Universidad debe fomentar. La Misión Cultural de la Universidad es el núcleo central de su vida; ya que, sin un desarrollo adecuado de esta tarea sus misiones histórica y pedagógica no se pueden cumplir. Así pues, por Misión Cultural de la Universidad entendemos la obra a realizar en el campo de las ciencias, las artes, los valores y todas las manifestaciones culturales del hombre en la sociedad. De este vasto campo que la universidad ha de abordar, la UPAEP dadas sus características, posibilidades, y, de acuerdo al sentido de su Misión Histórica y Pedagógica, afronta con mayor interés e intensidad las siguientes tareas, sin menoscabo de la universalidad que como Universidad le corresponde: La inspiración cristiana de la cultura, tomando en cuenta los valores del humanismo cristiano y, en particular, del patrimonio de la cultura occidental cristiana, ha de normar y se ha se realizar teniendo también presentes los procesos del secularismo inmanentista que le son contrarios y las nuevas realidades y problemas del mundo contemporáneo. La Misión Cultural de la Universidad supone la apertura de ésta a toda la verdad, incluida la de la fe, y a todo el hombre, sin menoscabo de su inminente dignidad y la sublimidad de su vocación trascendente. Objeto fundamental de la UPAEP en este apartado es hacerse cargo de armonizar los desarrollos de la ciencia contemporánea y de la técnica con una visión integral del hombre, que tome en cuenta su responsabilidad ética y los valores morales y espirituales de la persona. En tercer lugar, hay que poner de manifiesto la particular preocupación de la UPAEP por el adecuado cultivo y desarrollo de las ciencias humanas y sociales. La concreta concepción de las mismas, de su objeto y de su método, exige una crítica de su desarrollo y una constructiva interpretación y apropiación de sus resultados. El estudio de los problemas sociales y la búsqueda de soluciones exigen la justa aplicación de estas ciencias. La UPAEP entiende que una parte importante de su Misión Cultural es el conocimiento, difusión y defensa del patrimonio histórico, cultural y espiritual que define nuestra identidad y hace posible


hablar de un destino nacional. No se trata simplemente de que sea mejor conocido, sino, sobre todo, de que sea tomado en cuenta como punto de referencia en la solución de nuestros problemas y en el desarrollo general de nuestra sociedad. En la íntima relación con la Misión Histórica, forma también parte de la Misión Cultural el estudio, difusión y aplicación de la Doctrina Social Católica en proyectos y modelos que sean alternativas visibles para una justa reordenación de la sociedad. Lo cual supone el estudio y el análisis de los problemas económicos, políticos, sociales, educativos, técnicos etc. de la región y de la nación." Estas reflexiones, en cuanto han quedado plasmadas en documentos son, por este solo hecho, un logro en el cumplimiento de la misión de la Universidad sin embargo entendemos que esta sería siempre una tarea inconclusa y un reto para todas las generaciones. Tanto los logros obtenidos en el pasado como los que se obtengan en el futuro deben atribuirse a la lealtad hacia los principios y no a los siempre escasos e insuficientes méritos personales de quienes, por gracia de Dios, han tenido o tendrán la responsabilidad de dirigir los trabajos de la comunidad universitaria. "Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres" (Jn. 8.32). Siendo la cultura subjetiva la vertiente más importante, los logros en ella son en muchos casos imposibles de medir, puesto que la formación integral que se procura impartir tiene muchas facetas que no caben en parámetro alguno; así la responsabilidad o la recta conciencia solo será visible por la conducta personal que en distintas circunstancias sigan los alumnos y especialmente los exalumnos. En cambio la habilidad y capacitación profesional si son medibles; así los porcentajes de eficiencia terminal, el número de graduados etc., son indicativos de los logros en la vertiente subjetiva de la cultura. Por el contrario, en la vertiente objetiva de la cultura todo es evidente, medible y cuantificable: las distintas disciplinas y carreras profesionales; las maestrías y cursos de post-grado; los programas de Servicio Social; los edificios e instalaciones; las publicaciones; los reconocimientos legales y sociales; las membresías etc. etc. son indicativos de logros en la vertiente objetiva de la cultura. ¿Cuántos tiene la UPAEP para poder evaluar la realización de su lema? La respuesta está en los

"Indicadores" que anual-mente edita la Vice-rectoría académica y deben ser valorados y comprendidos en esta perspectiva. Hoy que "estamos ante una crisis cultural de proporciones insospechadas (Juan Pablo II) en la cual

van desapareciendo valores evangélicos y aún humanos fundamentales"", la UPAEP como institución de inspiración cristiana se siente corresponsable en la tarea de inculturizar el Evangelio. Evitando caer en la soberbia de pretender irradiar luces propias, busca que el sabor de los valores evangélicos impregnen la cultura que quiere poner "al servicio del Pueblo".


1)Juan Pabb 11. Discurso a la UNESCO 7. 2)Ibid No. 11. 3)Naturaleza y Destino de la UPAEP. 2, 20. 4)Isaac Guzmán Valdivia. Humanismo Trascendental y Desarrollo. Ed. Ijmusa. p. 64. 5)Cfr. 'bid. cap. IV. Las Condiciones del Desarrollo Social. 6)Angel González Alvarez. La Cultura. Verbo No. 221 p. 130-131. 7)Citado por A. Jiménez Abad. La amenaza del Sofisma. Verbo 225. p. 724 8)Discurso a la Unesco .4. 9)Alberto Caturelli. El Nuevo Mundo. Edamex-Upaep. p. 74. 10)Cfr. J. Louvier. "La tragedia del Humanismo Ateo" Cap. 1. Ed. Edamex-Upaep. 11)Naturaleza y Destino de la UPAEP. 2-11. 12)Juan Pablo 11. Discurso a la UNESCO 12 y 14. 13)Jean Ousset Patria, Nación, Estado. Ed. Speiro. p. 20-22. 14)Karol Wojtsda. Signo de Contradicción. Ed. BAC Madrid 1978 p.204. 15)Alberto Caturelli ob. cit. p. 87. 16)CELAM. Documento de Santo Domingo. No. 229. 17)Juan Pablo II. Discurso a la UNESCO. 10. 18)Alberto Caturelli. C. Cit. p. 94-95 19)Fidel González Fernández. m.c.c.j. La Evangelización en Latino América. Vertebración No. 151990. 20)Juan Pablo II. Centesimus Annus. 51. 21)Juan Pablo II. Discurso a la UNESCO 12. 22)Naturaleza y Destino de la UPAEP. 2-19. 23)Angel González y Alvarez. Ob. Cit., p. 127. 24)Juan Pablo II. Centesimus Annus. 37. 25)Alberto Caturelli. Ob. cit., p. 161. 26) Octavio N. Derisi. Naturaleza y Vida de la Universidad. Ed. Universitaria de Buenos Aires p. 1314. 27) Juan Pablo II. Discurso a la UNESCO. 7. 28) Naturaleza y Destino de la UPAEP. 2, 10. 29) L O'servatore Romano N. 46. 13 de Nov. 1992. 30) Octavio N. Derisi ob.cit, p. 23. 31) Naturaleza y Destino de la UPAEP. 2.13. 32) Juan Pablo II. Discurso de la UNESCO. 7.

33) Constitución acorde Eclesiae. 7. 34)Ibid. 13. 35)!bid. 17. 36)Ibid. 44. 37)Ibid. 45, 38)Ibid. 4. 39) Naturaleza y Destino de la UPAEP. 3,5.


40) lbid. 2,10. ' 41)!bid, 2.6. 42)lbid. 2.9. 43) Ibid. 4.3-5. 44) AutonomĂ­a Universitaria. Louvier; DĂ­az Cid; Arrubarrena. P. 88 45) Documento de Santo Domingo 230.


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