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Porfolios Fotografía de portada de José A. Herrezuelo Porfolio de “Colectivo f:11” con Beatriz Flores Portfolio del “Fotógrafo Invitado” con José de Juan Chirivella Porfolio de “Fotógrafo Andaluz” con Alfredo Oliva Porfolio del “Fotógrafos Noveles” con Colectivo f:11
Artículos Articulo ”5-7-5”. Paco Núñez Articulo ”La mirada y el retrato”. Gran Angular Articulo ”El Color”. Luis Robles
Colaboradores Redacción y Porfolios. Juan Miguel Alba Redacción. Paco Núñez Redacción. Gran Angular Redacción. Blanca Lasso de la Vega Diseño y maquetación. Ángel J. Pérez
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nuestros fotógrafos
Beatriz Flores Hace ya dieciséis años fundé el Colectivo f:11 con el objetivo de que mis alumnos pudiesen profundizar más en la fotografía a través de reuniones mensuales en la que se abordan distintas facetas, conocimientos de otros fotógrafos, coloquios y en una de ellas cada trimestre ver y comentar sus propias fotografías. El premio al mejor autor/a del año es la publicación de este libro donde analizaremos su trayectoria fotográfica. Lógicamente es su primera publicación, un galardón bastante merecido en el caso de Beatriz, lleva siete años en el Colectivo y su avance en la fotografía ha sido meteórico, ya estuvo el año pasado a punto de conseguir el premio y en otras tres ocasiones ha sido premiada con otros de los premios de este Certamen. Sus imágenes son bastante personales y van teniendo ese sello de identidad que hacen a los autores, fotografías que nos hacen reflexionar, con un exquisito tratamiento sin esos grandes artificios a los que algunos autores aluden para querer impresionar cuando sus imágenes no cuentan nada por si solas. Como podemos ver en este interesante libro no hay fotos sueltas, la mayoría forman parte de un proyecto elaborado concienzudamente por su autora a los que les ha sabido dar su forma y contenido. Para mí es un auténtico placer y me llena de orgullo el poder presentar a esta gran autora, era el fin que perseguía cuando creé en Colectivo f:11 en 1999, que esas personas como Beatriz que llevaban algo en su interior pudieran expresarlo y sacarlo fuera, yo solo les he puesto las herramientas, el resto es suyo y merece estar en ese grupo de élite que poco a poco se va consolidando en este Colectivo. Espero que este libro sea el comienzo de otros muchos en los que nos siga deleitando con sus proyectos e imágenes. Gracias por compartirlos. Juan Miguel Alba Fotógrafo MFIAP Fundador y Coordinador del Colectivo f:11 4
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5-7-5 PACO NÚÑEZ
Los números 5-7-5 hacen referencia a las sílabas que contienen cada uno de los tres versos que forman el haiku, una composición poética de origen japonés en la que se busca reflejar un instante con palabras. El paralelismo con la fotografía es evidente, ambos pretenden capturar y detener un momento. La única diferencia entre ellos es el lenguaje que usan, palabras el uno, imágenes la otra.
Fluye sin agua el río de la vida junto a la Habana 14
fotógrafo invitado
José de Juan Chirivella Las primeras fotografías de Chirivella la vi cuando formaba parte del jurado del concurso que cada año organizaba la Fundación Zoilo Ruiz Mateos de Rota, en compañía de José Luis Medina y Juan Rivera. Le dimos el primer premio. Dos años después ganó el Mezquita de Córdoba (1983), cosa que repitió en 1984 y que no pudo hacer de nuevo al año siguiente porque lo invité de jurado, si no, es posible que lo hubiera ganado por tercera vez consecutiva. Y es que en la década de los 80 del pasado siglo, cuando en el fallo de cualquier certamen aparecía una foto diferente al resto y que encandilaba a público y jurado, alguien soltaba la expresión “eso es una Chirivellada”, en lógica alusión a un tipo de fotografía que sorprendía por su creatividad, imaginación y magnífica resolución formal. Y si mal no recuerdo, esto solo pasaba en otro lugar del mundo, Buenos Aires (Argentina), donde ante similares circunstancias alguien decía aquello de “ché Raota”, como reverencia a uno de los fotógrafos más importantes de Sudamérica, en el siglo XX: Pedro Luis Raota. En la obra de José de Chirivella, en la de aquélla época al menos, su lenguaje fotográfico se estructuraba sobre una semiótica fronteriza con lo conceptual, pero sorprendentemente fácil de entender por el público. Sus dobleces, desgarres, fundidos y demás incursiones de la imagen en el passe-partout; los fotogramas entendidos como interacciones objetuales interpuestas entre la luz y el papel sensible; la concepción dual del espacio sometido a la inversión formal; y las aplicaciones cromáticas condicionadas a cada imagen, hicieron de este autor uno de los más prestigiosos de nuestro país. Basta recordar aquellas series sugerentes y reflexivas a la vez, como “Secuencias”, “Fotogramas”, “Formas” o “Dípticos”, siendo quizás esta última la que anunció por fin la tan deseada madurez del artista. Hoy me es muy grato recordar aquellas fotografías a través de este portfolio y decir que algunas forman parte de mi colección privada; que las suelo sacar de las carpetas donde las conservo, especialmente a la hora del café en alguna de esas tardes frías de invierno, para (re)verlas y “olerlas” -hoy las fotos no huelen a nada- lo que me traslada a una de las etapas más interesantes de mi vida. Gracias amigo Pepe por confiar tus creaciones más personales a tantos amigos y admiradores entre los que me encuentro. José F. Gálvez, Miembro de la Sociedad de Historia de la Fotografía Española 15
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La mirada y el retra GRAN ANGULAR
En relación a la fotografía la mirada tiene importancia capital y ha tenido diferentes interpretaciones según la escuela que la analice, el autor que la desarrolle o el estilo de que se trate. Es un tema inagotable tanto desde el punto de vista técnico, académico o estético. También espiritual. De antiguo ha existido la necesidad del hombre de ser inmortalizado y la pintura se convirtió en el medio de expresión de esta faceta artística únicamente asequible para las clases adineradas, pero es con la llegada de la fotografía cuando los retratos dejaron de tener carácter elitista democratizando la posibilidad de tener una imagen que perdurase para siempre. No quiere esto decir que la fotografía relegase al retrato a la obsolescencia, sino que expandió todo su potencial. El retrato ofrece una promesa de inmortalidad, de transcendencia, de reafirmación del poder y, en ultima instancia, de potenciación del ser. Habitualmente se conocen “reglas de la mirada” en la fotografía como existen también normas en relación a la rectitud de los horizontes o el reparto del escenario en las fotos de naturaleza.
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ato Me refiero a las recomendaciones de dar espacio al personaje en uno de los extremos de la imagen para que parezca que “mira” hacia el lugar que nos convenga buscando con ese tratamiento que el espectador trate de adivinar lo que hay en la curiosidad del modelo. Es “dar aire” a la composición para aumentar la fuerza expresiva del personaje. Pero, en mi modesta opinión, tratándose de la mirada humana, las reglas deben flexibilizarse porque en el dialogo que merece la pena establecer entre los dos protagonistas del acto fotográfico, hay sentimientos, momentos de complicidad, afinidades, objetivos comunes que no deben estar encorsetados por la aceptación rigurosa de la “norma”. Hay que dejar que la creatividad indique el camino a seguir en el retrato. Ciertamente la importancia de la mirada, especialmente en el retrato, concede a la imagen una fuerza expresiva que transciende de la mera interpretación del personaje añadiendo a la composición la relación que se establece entre modelo y fotógrafo. Parece que existiera una dialogo mudo entre las partes protagonistas del retrato pasando el autor a ser parte misma de la imagen. En retrato tiene que percibirse el consentimiento expreso que existe entre retratado y retratista. Cada fotografía es única y, buscando impresionar en el sensor algo mas que el simple sujeto, el fotógrafo debe olvidar cualquier tipo de recomendación académica, captar la esencia del modelo y plasmar lo que el visor de su interior le aconseje porque no solo mira el fotógrafo, sino que el fotografiado también entrega su personalidad en el retrato. Es el ejercicio de hacer visible lo que no se ve exteriormente. Leía en una ocasión -lamentablemente no recuerdo donde- que una fotografía en si misma explica cosas, pero no las cuenta todas sino solamente aquellas que es capaz de captar el que la mira o el que la toma. Es pues imposible, admitiendo como buena esta aseveración, someter a unos criterios formales la mirada de un niño en Turkana, una mujer en India, un guajiro de Cuba, un guerrillero en Etiopía o un pesonaje en cualquier lugar del mundo. Cada uno se ha mostrado frente a la cámara con un propósito diferente, con sorpresa, miedo, alegría o incomprensión y la mas de las veces con agradecimiento. Cuando se sitúa el objetivo frente al personaje se busca algo mas que la representación mas o menos estética del modelo porque así la fotografía quedaría fría, el sujeto con ademán impasible, rígido y no se percibiría la comunicación imprescindible entre los dos protagonistas del acto fotográfico. El retrato no solo define al modelo sino también al fotógrafo que la hace, a la persona que dispara estableciendo la imprescindible magia de la comunicación interpersonal. El sensor es capaz, está obligado diría yo, a captar el mensaje que los ojos, la sonrisa, el llanto, el gesto transmite. El “soul” que de manera tan precisa define la expresión amplia de los sentimientos. El retrato busca, pues, penetrar al individuo mas allá de su apariencia, fotografiando el talento, la belleza, el carisma, revelando el alma. Pienso, finalmente, que el retrato es la representación gráfica del ser humano, pero no todas la imágenes de una persona son un retrato.
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fotógrafo andaluz
Juan Mª Rodríguez
Alfredo Oliva Tener un abuelo fotógrafo y otro que trabajaba como vigilante en el Museo de Bellas Artes de Sevilla tal vez tenga mucho que ver con mi pasión por el mundo visual, y con que en mi adolescencia mis aficiones fuesen la pintura y la fotografía. Sin embargo, y a pesar de esos antecedentes, estudié psicología y me hice psicólogo. Y durante muchos años mi carrera como profesor universitario me tuvo tan ocupado como para alejarme de aquellas vocaciones tempranas. Pero la vida va y viene, y con frecuencia las pasiones de la infancia resurgen a edades más tardías. Y ocurrió que bien pasados los cuarenta retomé la práctica de la fotografía, primero como un simple aprendiz y aficionado de domingo, y poco a poco a poco de forma menos casual y más intensa. No sería demasiado riguroso decir que soy autodidacta porque aunque no he cursado más algún que otro taller aislado, debo mucho de lo que sé a las lecturas de textos fotográficos y a la participación en las redes sociales. Y es que soy un ávido lector de todos los libros de fotografía de interés que caen en mis manos. Así, podría decirse que Susan Sontag, Eduardo Momeñe, Cartier-Bresson, Edward Weston, Minor White, Michael Freeman, Javier Marzal o Llorenc Raich, por citar solo un puñado, han sido mis maestros. Eso sí, en diferido. Mi interés por aspectos teóricos relacionados con la fotografía me ha llevado a profundizar en el estudio de las relaciones que se establecen entre la psicología y la fotografía, y a impartir en mi universidad un seminario o asignatura de libre configuración sobre este tema. Tal vez pueda parecer un asunto extraño, pero la psicología ha realizado interesantes aportaciones a lo fotografía en cuanto a aspectos relativos a la composición y las preferencias estéticas. Y creo que los fotógrafos se beneficiarían mucho de conocerlas. En cuanto a los géneros fotográficos en los que me muevo, quizá la fotografía documental y de viajes, o la fotografía de calle sean ahora mis favoritos. No obstante, también me gusta la fotografía de paisajes, o aquella de corte más poético en las que domina el poder evocador de la imagen. Todo depende del lugar en el que me encuentre y de lo que tenga más a mano, aunque también influye mi estado de ánimo. Aunque me cuesta encasillarme en un tipo de fotografía, me atraen las imágenes en las que el sujeto humano es un elemento fundamental. Y es que cuando tomo fotografías no puedo dejar de lado que soy psicólogo, por lo que tratar de capturar las emociones humanas y provocarlas en el espectador es mi principal objetivo. Este puñado de fotografías que he elegido son un buen ejemplo de la fotografía que hago últimamente, ya que la mayoría de ellas han sido tomadas a lo largo del último año. Espero que os gusten.
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Alfredo Oliva 38
fotografos noveles
Taller de La Alpujarra 2015 Un fin de semana de mediados de noviembre un nutrido grupo del colectivo f11 realizamos un taller en La Alpujarra. Entre los que íbamos, algunos nos conocíamos y otros no, pero nos unía la afición común a tomar imágenes. Nuestra primera parada fue Pampaneira, que junto a Bubión y Capileira componen el Conjunto Histórico del Barranco del Poqueira. Allí empezamos a “cazar” escenas cotidianas, casas singulares, rincones con encanto y todo aquello que motivase un disparo. Mientras nos afanábamos por fotografiar lo mejor que sabíamos, íbamos comprobando que el lugar era inmejorable para ello: las estrechas calles adoquinadas, algunas con el agua corriendo por el centro del viario; las casas, unas sobre otras, con sus balconadas llenas de flores; los tejados planos de pizarra; la empinada topografía; las paredes, cientos de veces encaladas; y las fuentes de agua transparente, dan una apariencia a los pueblos de la zona pintoresca y única. De allí fuimos a Capileira, villa que iba a ser donde pernoctáramos y realizáramos gran parte del taller, tomando imágenes a todas horas e incluso de noche. Ya en los paseos fotográficos de mañana y tarde observamos las pocas personas que se veían por ambos pueblos, la causa según nos explicaron era la crisis que había disminuido el número de visitantes, por lo que muchos comerciantes y artesanos habían tenido que dejar el pueblo para buscar trabajo en otro lugar. La Alpujarra granadina tiene una geografía especialmente montañosa, así los pueblos se han adaptado a los desniveles, por lo que sus casas están escalonadas y motivó que estuviéramos todo el fin de semana “haciendo piernas”. El sábado 14 amaneció un día espléndido, eso sí, ni una nube. Durante el día visitamos los pueblos colindantes. A primera hora de la mañana fuimos a Bubión, considerado conjunto histórico-artístico, donde conocimos como funciona un telar, típicos en la zona pues ya se
usaba en la época morisca para tejer la seda. Tras la expulsión de los moriscos se adaptaron para uso más doméstico, utilizando para tejer la ropa usada o “harapos”, precisamente de esta palabra se deriva el nombre de ”harapa” y posteriormente “jarapa” o alfombra. En el libro de Justo Navarro, El país perdido. La Alpujarra en la guerra morisca, relata que existían entonces 4.000 telares. En este pueblo aprovechamos a los pocos autóctonos que había para “acribillarlos” a fotos, mientras que gatos, perros y ranas se rendían ante nuestros objetivos. Después fuimos a Mecina Fondales, próximo a la margen derecha del río Trevélez, que es la unión de tres núcleos urbanos: Mecina, Mecinilla y Fondales, aun así resultaba pequeño y por sus sinuosas calles curioseamos durante más de una hora perdiéndonos el rastro. La comida nos esperaba en Trevelez, que situado a 1.476 metros de altitud es el pueblo más alto de España, y donde al aire y el frío se curan sus afamados jamones, de los que dimos buena cuenta tras haber realizado una visita guiada a los secaderos y adquirir embutidos varios y otros manjares, como miel con nueces, bombones de higos, chocolate y dulces artesanos, mermeladas, licores, etc. A la vuelta a Capileira paramos en Fuente Agria, cercana al pueblo de Pórtugos, donde hay una ermita y un manantial de agua con grandes componentes de hierro, por lo que deja a su paso un color anaranjado-rojizo muy singular, y en el lecho del pequeño riachuelo y cascada que genera el venero, nos turnamos para hacer fotos rodeados de barro, agua, piedras, helechos y musgos hasta que casi se puso el sol. El domingo aprovechamos para bajar al río Poqueira, ver sus aguas cristalinas, y tomar fotos de otoño en su pleno apogeo, ya que el colorido de los castaños, robles, olmos, mimbres y sauces nos había acompañado desde que llegamos. Finalizamos nuestra excursión dando buena cuenta de la gastronomía de La Alpujarra con unos importantes platos de migas, solomillos, papas a lo pobre, jamón, queso, sopas de ajos y una barbaridad más que no creo que sea de mayor interés en este breve resumen. Sin embargo, si es resaltable el espléndido tiempo que nos hizo, lo bien que lo pasamos, lo bien organizado que estaba el taller, lo cómodo del hostal, lo sabrosa que estaba la comida y, lo más relevante, la simpatía y cordialidad de todos los que disfrutamos de este fin de semana, lo cual proporcionó un clima de relax, risas y buen rollo con el que nos fuimos de vuelta a casa. Hay 37 pueblos en La Alpujarra granadina y solamente hemos visitado 5. No digo más. Blanca Lasso de la Vega Parte de este artículo se ha tomado de: http://www.andalucia.org/es/destinos/provincias/granada http://www.jarapahilacar.com/
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EL COLOR LUIS ROBLES
Introducción. Como muchos otros inventos, el descubrimiento de la fotografía en color se desarrolla a través de una azarosa historia donde exóticos personajes añaden, una a una, infinidad de piezas hasta llegar a componer un enorme rompecabezas. Se suele identificar al descubridor de tal o cual invención, pero rara vez un invento se debe al esfuerzo exclusivo de una sola persona. A menudo, esta persona sólo es quién culmina, quien pone la guinda a una larga cadena de ideas y esfuerzos anteriores. Y, de hecho, es muy común que la idea “cuaje” en la cabeza de dos o más personas casi a la vez, porque esa idea ya está muy madura y flota de alguna manera en el ambiente. La primera forma de conseguir el color fue socorrida pero eficaz, colorear la foto en blanco y negro. La segunda forma, se consiguió mediante el uso de filtros coloreados que añadían el color a una placa o cristal con una fotografía en blanco y negro, que se proyectaba mediante una linterna. La tercera forma, continuista de la anterior, se debe a los inventores del cine, los hermanos Lumière. El invento, el autocromo, fue una forma de foto en color que pervivió unos treinta años hasta prácticamente la II Guerra Mundial. Hubo también otras formas de fotos de color que se comentarán, pero ninguna de ellas tuvo ni de lejos el éxito del autocromo. Fue, sin duda alguna, la primera técnica de foto en color que contó con un claro y masivo éxito popular. La cuarta forma, se debe a los adelantos hechos en el cine, del que la fotografía ya será en adelante dependiente técnicamente hablando, un subproducto, aunque importante. Es la diapositiva, que puede entenderse como un fotograma enmarcado de una película en color, porque así nace. Poco después, aparece la quinta forma, la película negativa en color. Su aparición y rápido desarrollo fue debido en buena parte a las necesidades de la II Guerra Mundial, pero acabada ésta, se populariza hasta ser el estándar durante 60 años. En el siglo XXI la foto digital acaba casi por completo con la fotografía de celuloide. Como se ve, las técnicas empleadas en la historia de la fotografía en color han sido muy diversas, pero en todas ellas es posible encontrar siempre ejemplares de enorme calidad. Minuciosos pintores consiguieron colorear daguerrotipos o fotos monocromas sobre otros soportes con una sorprendente perfección. Varios fotógrafos combinaron después los filtros hasta conseguir un color que, sencillamente, asombra. Y en autocromo hay ya cientos de fotos extraordinarias, pasmosas, tomadas por todos los países del mundo.Y ello contribuyó sin duda a que se aceptarse la aparición de un nuevo arte, la fotografía. La teoría del color A lo largo del tiempo fueron muchísimos los adelantos que, directa o indirectamente, acabaron afectando a las posibilidades de la fotografía. En el campo de la química, se experimentó en el campo de los reveladores, de los fijadores y,
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sobre todo, en los posibles soportes que consiguieran retener la luz más allá de unos breves segundos. Pero fue en la medicina y, sobre todo en la física donde primero se requirió una aportación mayor. De hecho, la que se considera la primera fotografía en color, de la que luego se hablará, no era sino el resultado de un experimento de un físico interesado entonces en las ondas del color. Porque hubo que entender primero que la luz era una radiación electromagnética como también lo eran los rayos gamma o las ondas de radio, entre otras. El espectro electromagnético se fue investigando y resultó ser asombrosamente grande mientras que lo que podía percibir el ojo humano resultaba ser lamentablemente pequeño. La luz perceptible iba del violeta al rojo, siendo las longitudes de onda más largas cuanto más se acercaban al rojo, y más cortas cuando lo hacían hacia el violeta. En 1801 dos científicos descubrieron las luces que se encontraban vecinas pero más allá del espectro humano. Por un lado, Johann Wilhelm Ritter llamó rayos químicos a las que estaban más allá del rojo, los hoy denominados infrarrojas. Por otro, el polifacético astrónomo y músico William Herschel llamó rayos calóricos a lo que hoy conocemos como luces ultravioletas. Por otra parte, replicando al arco iris, Isaac Newton en 1666 había descompuesto la luz blanca mediante un prisma contando él siete colores: rojo, que se sitúa en la parte superior del arco, el naranja, el amarillo, el verde, el azul, el añil y el violeta, que se sitúa en el lado interior. Newton fue muy aplaudido por su descubrimiento, pero si el número de colores eran, o no eran, siete fue un tema que se debatió durante años estando muy de moda como tema de conversación al que recurrir cuando no se sabía de qué hablar. Se señaló que el añil no dejaba ser un violeta con otro tono, por lo que parecía que los colores pudieran quedar reducidos a seis. Pero luego se formuló que, en realidad, los colores además de ser unas ondas estudiadas por la física se percibían por los ojos, por lo que también la ciencia médica debía pronunciarse al respecto. Se intuía desde muy antiguo que el ojo humano sólo percibía tres colores básicos y las infinitas combinaciones de éstos, que era tricromático, pero este hecho sólo pudo demostrarse en el siglo XX. De esta manera, y si esto era cierto, ni siete ni seis, sino tan solo tres eran los colores. O dos, para el caso de los daltónicos dicromáticos. Hoy los niños estudian que el ojo tiene dos tipos de células sensibles a la luz o fotorreceptores: los bastones y los conos, estos últimos encargados del color. Cada cono es más sensible a un determinado color, al azul, al rojo o al verde. Y por ello, estos tres colores (red, green, blue, espacio de color RGB) son llamados primarios. Si se combinan estos tres colores de dos en dos, se obtendrían tres colores más, que se denominan secundarios: cian, magenta y amarillo. Si la suma de todos, que es el color blanco, era un color más, volvió a convertirse en tema de conversación para aquellos que ya había agotado el manido tema de la meteorología. Sobre el negro, no se debatió tanto. Desconozco la razón.
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Más tarde, se domesticó y se codificó el color, utilizando combinaciones de tres códigos de dos dígitos para expresar las diferentes intensidades de los colores primarios RGB. De esta manera y como es bien sabido:
Y, además de ello, se establecieron dos sistemas de colores que se utilizan en multitud de aplicaciones de la fotografía en la imprenta o en las pantallas de cualquier ordenador. En el sistema aditivo los colores se añaden como luces coloreadas, y variando la intensidad estas luces se pueden conseguir el espectro completo de colores. En el sistema sustractivo, el que utilizan nuestras impresoras caseras, los colores primarios son cyan, magenta y amarillo que son los opuestos al rojo, verde y al azul respectivamente. Se les suele añadir el negro y a la combinación de todos ellos se le denomina modelo o espacio de color CMYK. Y, además de ello, se establecieron dos sistemas de colores que se utilizan en multitud de aplicaciones de la fotografía en la imprenta o en las pantallas de cualquier ordenador. En el sistema aditivo los colores se añaden como luces coloreadas, y variando la intensidad estas luces se pueden conseguir el espectro completo de colores. En el sistema sustractivo, el que utilizan nuestras impresoras caseras, los colores primarios son cyan, magenta y amarillo que son los opuestos al rojo, verde y al azul respectivamente. Se les suele añadir el negro y a la combinación de todos ellos se le denomina modelo o espacio de color CMYK. Pintura. Mientras la ciencia va progresando y ofreciendo nuevas respuestas, la fotografía en blanco y negro va evolucionando a través de variados soportes y técnicas: daguerrotipo, calotipos, placas de cristal… sobre los que se va a conseguir el color mediante la pintura. Las técnicas empleadas para pintar son, también, muy diversas y fueron evolucionando a lo largo del tiempo. Algunas de ellas son muy sofisticadas y se desarrollan ad hoc para algún tipo concreto de soporte como puede ser el cristal. Evidentemente, la capacidad de absorción de la pintura por parte de un papel, no es comparable con el cristal, como también es importante proteger la propia pintura de roces más o menos intencionados o accidentales. Al menos, lo que si abundaba era una gran cantidad de pintores que venían haciendo pequeñas obras, en ocasiones puras miniaturas, antecedente claro y directo, de lo que sería después el retrato que
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se incorporaría a las tarjetas de visita. Cuando se compara uno de estos pequeños cuadros con un daguerrotipo pintado en la misma época, son evidentes las semejanzas. El daguerrotipo aparece en 1839, y ya hay constancia de su pintura en 1843. La perfección que se alcanza es admirable. Surgen casas especializadas que añaden su marca a la obra para difundir y promover su trabajo. En occidente son multitud los retratos coloreados de personajes más o menos importantes que podían costear entonces una fotografía. Y cuando la fotografía llega a lugares entonces tan remotos como Japón, los artistas locales se unen con entusiasmo a la tarea añadiendo sus propios puntos de vista y desarrollando también técnicas propias. En ocasiones las fotos no solo se pintan sino que también se rayan intencionadamente o se le realizan otra variedad de retoques para conseguir diferentes efectos. Todo ello con un enorme virtuosismo. Todavía hoy existen aficionados y coleccionistas de la foto coloreada y, a tono con los tiempos, es posible encontrarlos en redes sociales como facebook (Color History) o en páginas de almacenamiento como flickr.
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