GRACIELA ITURBIDE Fotógrafa (Ciudad de Mexico, 1942): Iturbide es uno de los grandes nombres de la fotografía artística de inspiración cultural y social. A caballo entre lo documental y lo poético, su singular forma de mirar integra lo vivido y lo soñado en una compleja trama de referencias históricas, sociales y culturales. La fragilidad de las tradiciones ancestrales y su difícil subsistencia, la interacción entre naturaleza y cultura, la importancia del rito en la gestualidad cotidiana o la dimensión simbólica de paisajes y objetos encontrados al azar ocupan un lugar central en su fructífera trayectoria. Su obra se caracteriza por un continuo diálogo entre imágenes, tiempos y símbolos; en un despliegue poético donde el sueño, el ritual, la religión, el viaje y la comunidad se conjugan. En 1969 cursó estudios en la Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y posteriormente fue asistente del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo. Al poco tiempo de esto se produjo la repentina muerte de su hija de seis años y su vida cambió radicalmente. Su obra se caracteriza por imágenes que muestran una gran sencillez, donde retratar significa participar de la vida de las personas, así como del ritmo y calidez de su gente y tradiciones. Graciela convirtió definitivamente la fotografía en su profesión, haciendo un trabajo sobre el general golpista Omar Torrijos en Panamá (al que, en la Constitución de 1972 se le nombra "Líder Máximo de la Revolución Panameña"). El gobierno de Torrijos fue conocido por sus políticas de redistribución de tierras, acompañado por un ambicioso programa de obras públicas. En palabras de la artista: ”...siempre prima en mí la necesidad de ir a descubrir el mundo, ver qué pasa y qué me pasa a mí con lo que voy encontrando.” A partir de ese desconocimiento de lo propio descombra su propia subjetividad para llevar a cabo un doloroso aprendizaje. En su trabajo, a lo largo de cuatro décadas, Graciela ha ido constituyendo una obra intensa y profundamente singular, fundamental para comprender la evolución que ha tenido la fotografía en América Latina. La intensidad de su obra radica en una concepción de la fotografía basada en el valor de la experiencia vital. Para Iturbide, fotografiar es, ante todo un pretexto para conocer. Asumiendo la propia subjetividad, despojando la fotografía de hipotética verdad totalizadora, documenta y fabula poniendo de manifiesto algunas de las paradojas en las que vivimos inmersos. Su obra nos hace, pues, partícipes de una reflexión sobre el mundo en la que el compromiso social no está disociado de una visión poética. “Retengo en imágenes los encuentros casuales externos y las finalidades internas. Busco atrapar la vida en la realidad que me rodea, recordando que mis sueños, mis símbolos y mi imaginación son parte de esa vida. Busco descubrir mi propia nostalgia en los seres humanos. Fotografiar como el pretexto de conocer las diferentes culturas.” Célebre por sus retratos de los indios Seris, que habitan en la región del desierto de Sonora, por su visión de las mujeres de Juchitán (en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca), o por su fascinante ensayo sobre los pájaros que lleva años fotografiando, Graciela ha recorrido, además de su México natal, países tan distintos como España, Estados Unidos, India, Italia y Madagascar. “Captar a la gente a través de la cámara era una manera de establecer una complicidad con ellos, una forma de llegar a conocer su cultura, sus leyendas, sus costumbres. Al penetrar en otra cultura a través de la fotografía, comencé también a descubrirme a mí misma. He trabajado como fotógrafa en muchos lugares del mundo y siempre encuentro que mi oficio no tan sólo me permite ahondar en el ser humano, sino que también me ha ayudado a ampliar mi comprensión sobre la vida y sobre muchos aspectos de mí misma”. Una cosa deja en claro Graciela: “En el mundo hay fotógrafos que roban las imágenes, sin jamás establecer un contacto. Hay que dar para recibir. No se puede andar por ahí tomando imágenes sin retribuirlas de alguna manera”.
“Yo creo que mi fotografía es crítica. El fotógrafo ‘interpreta la realidad’. Yo lo interpreto con la sorpresa.” Realizado entre 1979 y 1986, Juchitán de las mujeres es sin duda el trabajo que ha dejado una huella más profunda en su carrera y la ha consagrado a nivel internacional. Sin la menor pretensión de ofrecer una visión idealizada o anecdótica de lo indígena, Iturbide nos adentra en la complejidad de un orden cultural y social distinto a través de una serie de retratos llenos de complicidad. “Mi capacidad de interpretación no interviene solamente en el mundo indígena sino también en la ciudad o fotografiando a un escritor. Quiero dejar claro que no trabajo en el mundo indígena si no hay respeto. El retrato es complicidad con el otro. No me gusta que me digan que mi fotografía es mágica, eso me pone furiosa. Más me interesaría, y no sé si lo logro, que hubiera una dosis de poesía en mi fotografía. Nunca me hubiera atrevido a decirle a la señora de las iguanas: ‘ven a mi estudio y te pongo las iguanas en la cabeza’. Simplemente la encontré en el mercado. Creo que todos los fotógrafos hacemos fotografía documental, después todo depende de la interpretación de cada quien, si hay más o menos imaginación. Si insisto sobre el asombro, es porque éste tiene que ver con el mundo que llevas atrás o adentro.” En 1979 Iturbide realiza un proyecto sobre los indios Seris del Desierto de Sonora (México). Su singular punto de vista consigue plasmar aquellas situaciones que suelen eludir la representación fotográfica: las zonas de intercambio y fricción cultural entre un pasado ancestral y las nuevas costumbres impuestas por el capitalismo. “Al principio de mis incursiones en zonas indígenas, sufría mucho, me angustiaba cuando me preguntaba por qué estaba interesada en este mundo, me sentía como una intrusa. Llevaba una especie de bitácora de mis viajes, apuntes. Después entendí que yo era fotógrafa y que no tenía por qué avergonzarme de mi oficio. Hay muchos momentos de soledad cuando estás fotografiando, de constante reflexión durante los viajes.” Su trabajo la ha convertido en una incansable viajera que recorre no sólo extensiones espaciales sino aspectos profundos de la interioridad de las personas. Se aloja entre las comunidades para descubrir las prácticas cotidianas de la vida tanto como las prácticas rituales de la muerte. Tanto las ceremonias como el paisaje; lo comunal en su negociación con lo individual; los cuerpos, las prácticas sexuales, los imaginarios culturales, las festividades. Apunta Iturbide: “Lo que me interesa lograr con la fotografía es evidenciar la dignidad del ser humano en cualquier circunstancia. Nunca me ha interesado, por ejemplo, fotografiar la pobreza por la pobreza misma. Lo que sí me importa, y mucho, es fotografiar a los seres humanos a partir de una visión poética. Probablemente es la poesía del ser humano, de la vida, del mundo, de los paisajes, de los objetos, lo que más me interesa”. Sus obras: México: rituales de fiesta y muerte (1960/1980, México); Los que viven en la arena: Seris (1979, Desierto de Sonora); Juchitán de las mujeres (1979/1986, Oaxaca); Paisajes y objetos (1990 en adelante, México y EEUU); En el Nombre del Padre (1992, Oaxaca); El Jardín Botánico (1998, Oaxaca); El Baño de Frida (2006, Coyoacán)
Información: http://www.exposicionesmapfrearte.com/gracielaiturbide/ http://thebrokenglass.wordpress.com/2008/01/10/ojos-para-volar-primera-gran-retrospectiva-de-gracielaiturbide/ http://arteenlared.com/espana/exposiciones/retrospectiva-de-la-fotografa-mexicana-graciela-itu.html http://www.youtube.com/watch?v=2A1UZGgqAUM