Árbol separado

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ĂĄrbol separado BenjamĂ­n Barajas



ĂĄrbol separado BenjamĂ­n Barajas



ĂĄrbol separado BenjamĂ­n Barajas


Árbol separado

D.R. © Ediciones del Lirio, SA de CV

www.edicionesdellirio.com.mx

Diseño: David Nieto 978-607-8569-78-6

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de los titulares del copyright.

Impreso y hecho en México. Printed and made in Mexico.


Presentación Árbol separado de Benjamín Barajas constituye un culto delicado al lenguaje que reivindica el mundo interior y la celebración de las cosas sencillas como materia de la poesía. A lo largo de sus páginas, Barajas despliega una mirada poética contemplativa y sutil que no deja de ser crítica de sus instrumentos, y que busca aguzar la visión mediante el rigor y la economía de medios. Hay en este conjunto de poemas una predilección por la brevedad de la forma, por la imagen elemental y por la transparencia del sentimiento, que brinda una sensación a la vez de profundidad y ligereza. Se trata de una poesía de la contemplación que no está exenta de humor y de una poesía del sentimiento susceptible de graduar la efusión emotiva con el decoro y la gracia de la forma. Pese a la heterogeneidad de temas y tonos, que van desde la celebración del paisaje hasta la vivencia amorosa, desde la escena urbana hasta la lamentación por la brevedad de la vida, es posible encontrar un profundo sentido de unidad en el libro que surge del asombrosamente parejo nivel de calidad de los versos y de las imágenes. En particular, el tratamiento del paisaje, no se limita a la postal, ni se contagia de la desmesura, sino que ensaya una suerte de fusión en la que el cuerpo reconoce y vuelve a su más primordial habitáculo.


Tras la lectura de la poesía de Barajas se hace evidente que no estamos ante aquel que se rinde a la imagen o al tono prestigioso, sino ante un poeta que experimenta emotiva e intelectualmente cada una de las palabras que pronuncia. Estas características: el amor por el lenguaje, el don de la oportunidad y el sentido de las proporciones son cualidades poéticas que permiten una empatía vital entre el libro y el lector. Porque el libro de Benjamín Barajas es una cuidada propuesta literaria, pero, sobre todo, un discreto y entrañable manifiesto de vida. En su interior hay piezas literarias excelentemente logradas y, a la vez, un elogio de la placidez y de la paz interior, con visibles efectos físicos. Barajas utiliza su oficio y su depurado oído para potenciar la revelación, la búsqueda del prodigio en lo pequeño y lo cotidiano, el azoramiento continuo ante el milagro y la concentración extrema en advertir lo más difícilmente advertible. Se trata de un libro de plenitud y agradecimiento a la vida que trasmina buen humor; un libro de gozosa y reposada fe, que combate nuestros vacíos de una manera risueña y alegre. ARMANDO GONZÁLEZ TORRES




Orillas de la luz



13

Cuerda

Fue el tiempo de la luz redonda, de la cuerda en movimiento bajo el salto acompasado de los niños. La casa era de oro y de oro el relámpago en la cara. Teníamos el miedo por costumbre y en la piel el sano calosfrío de las mañanas. Era el tiempo generoso de colgar con mano simple de altas ramas cada sueño. Era el tiempo cuando ardía en los oídos la voz de mis hermanas.


14

Alumbramiento

Por temor a la luz brava perpetuábamos la noche entre los párpados. Recreábamos el miedo, y con espanto, queríamos sostener del filo a la navaja. El peligro se saciaba en nuestro cuerpo y de mañana, después de provocar mutuas catástrofes, asomábamos al mundo la cabeza.


15

El sol de enero

Con manos invisibles llegamos a otro cuerpo, una cara nos sonríe y unos ojos imprudentes nos quisieran aplicar un beso. Con paso indefinido, con rumbos de serpiente, palpamos el aliento. Cansados del deseo volvemos a la imagen… Allí alienta la luz entre maderos y como cuervos nos quisiéramos beber el sol de enero.


16

Alegría

El corazón de siempre y la mirada que investiga nos llevan de la mano por el pasillo angosto a la otra orilla. Allí donde la sangre viste un cuerpo, allí donde la luz contrae la duda, con sonrisa diligente comparece la fortuna.


17

Trampa

A nuevas alegrías nos inclinamos, cansados de la luz y de su ornato. Buscamos un rincón para probar una canción, un canto… y cae la noche como un barco y a su abrigo asumen las criaturas el milagro.


18

Placer

Corregimos en las sombras la nostalgia. La fiesta crece entre los cuerpos, al son de los cortejos y las dádivas. No hay mucho qué decir ante el rincón que llama. Y presos en el círculo gozamos la expresión, la gracia.


19

Árbol

Como el cuerpo que llevamos al fondo de la estancia el árbol crece y canta. El árbol que sostiene al cielo azul y al círculo nocturno en el acero de sus hojas. El árbol columna de la luz y límite del viento el árbol vertebral es nuestra casa.


20

Burla

La novedad se muere a la mitad del día y el paso cotidiano y la imagen que apostábamos genuina se marchita en la mirada. Todo es, podría decir, un ademán domesticado, una débil esperanza que nos llena de fatiga.


21

Ecos

La imagen que no acaba, el beso accidental, la raíz de una palabra que no volvemos a escuchar‌ el cuerpo sugestivo en la memoria avanza y nos hace recordar viejas historias de fantasmas.


22

Territorio

Carecemos de otro cuerpo para dar un territorio al amor, carecemos del idioma y de su ritmo para unir como lo han hecho los otros que pudieron ser uno siendo dos. No encontramos las maneras ni la punzante imagen de anudar la noche al dĂ­a. AquĂ­, con jadeante invalidez, pensamos en el diestro que pudo traducir su ser en un sĂłlo movimiento.


23

Juego

Jugábamos con aguas dóciles, construíamos figurillas con la arena designada. Instruíamos sus contornos y sentíamos en el tacto una sensación de fruto amargo. Descendíamos al crepúsculo y en la noche peculiar imaginábamos las formas no tocadas.


24

Amanecer

No quisiéramos volver el cuerpo al día. Desprendidos de otro sueño miramos cómo el agua se retuerce en la olla del café, mientras en lo alto nos observa el sol flagrante como un estricto padre.


25

Ahora

Ahora que mudamos de piel como serpientes, se diluyen tambiĂŠn las sensaciones. Se pierden una a una las claves del deseo y vamos por la casa atravesando las paredes. Ahora que encerramos los ruidos de la vida en un rincĂłn del cuerpo podremos limpiar el corazĂłn con la renovada claridad de un astro nuevo.


26

Pozo

Cuando la luz nos llama en cuerpo y apellido, cuando la noche nos bendice con su abanico ciego, vivimos el momento sin importar el cรณmo. Nadie nos ha dado un instructivo para obrar, rodamos como el agua hasta caer al pozo de irreversible sombra.


27

Chamanes

En medio de la feria nos exhiben como al bรกrbaro prodigio y entre risas y sarcasmos se abre paso el bautismal aullido. Somos la bestia que se infiltra en el pecho de los otros somos el cuerpo que se erige para el rito.


28

Miedo

Ya no cabe más asombro en nuestro cuerpo –asombro de ángeles amantes de la luz–. No cabe un solo grito en nuestra boca y la sed y el vano esparcimiento nos hacen caminar en círculos de incendio. Jesús El miedo de vivir la rapidez del día nos crucifica como a ti sin disyuntiva.


29

Sueño

El sueño se abre ante la luz y el sol retira la neblina a lo más alto de la cima, el sueño se abre y nos lleva hasta el origen del apuesto día. El sueño o la entraña de nosotros, se abre, corta la noche y de su herida nace el cuerpo que camina.


30

Noche dividida

Se apresura el sol entre gemidos y en el seno de todo lo que duerme comienza el simulacro de la voz hasta crear un solo ritmo. Nos abrimos a la luz y al dĂ­a como prodigios. Somos el rasgo, el testimonio, de la profunda oscuridad, hemos nacido.


31

Como la noche al día

Como la noche al día la sonrisa es reversible. Con las palabras mínimas debemos conjurar el cambio de los signos de contenido triste. Debemos arrastrar con los pasos el camino, vivir la luz externa del redondo atardecer y con ánimo salvaje comernos los despojos del caníbal.


32

Baldía

Pasamos otra noche en nuestra cama baldía. Largos como el desierto, ajenos al color de una mirada y al juego que socava el movimiento. Pasamos otra noche como injertos de las sábanas y hundimos la cabeza en el vacío de fina espada.


33

Amor en llamas

Aguardamos maniatados el progreso de las llamas. El รกgil movimiento de la flor de fuego que avanza desde el tallo y florece bautismal en los extremos. En el centro de la hoguera pronuncia el sacerdote el anatema y en un abrazo de dolor sentimos que la flama nos quema la mirada y nos invade el corazรณn.


34

Diatriba

Vivir entre el follaje que anticipa el humo, imaginarnos la figura que reclama nuestro ser absurdo. Verla prosperar por la maleza de los días: ojos de mármol corazón vacío, palabras retorcidas, prosa sin gracia. Concentrar nuestro deseo en una cáscara de nuez, mientras ella vive en la memoria como una antigua diosa.


35

Sobrevivir

El día nos recupera de las zonas de maldad y salimos de las cuevas en busca de los frutos más duros de probar. Con el deseo en las manos y el ruido de la máquina interior, nos esforzamos. Aquí mora el destino: dos animales que al medirse en los valles implorantes aseguran el camino a la futura descendencia.


36

Recuerdo fragmentado

Eran días de confusión espléndida, años de risa universal e invicta. El destino era un instante sin nostalgias y el amor un sentimiento al sol, vibrante. Hoy agrupamos cada beso en un sector del cuerpo, a la espera de alcanzar como indigentes un sentimiento nuevo.


37

Polvo elaborado

Practicamos el amor abstracto. Movemos pies y brazos ajenos al deseo mĂĄs caro. El beso firme la voz y el acto caen desde las cĂşspides como polvo elaborado. Fundimos nuestra luz con el grasiento amanecer y nos hiere la verdad como un bocado pestilente.


38

Ebrios

Aparece el día como una gracia, como una bendición solemne y alta. Huimos de la realidad honda del sueño y tomamos del entorno solo aquello que atraviesa nuestro rígido deseo. La música es enorme y en este mar los movimientos nobles al cuerpo envanecido corresponden.


39

Jornada

Salimos de las grutas, presurosos, a los dĂ­as. Rezagados en todas las materias imploramos al creador por una tregua, pero el dios de la Vida exige, pregona y amenaza. Le ofrendamos el cuerpo en seĂąal de sumisiĂłn y pasado el tiempo nos lo entrega para ser depositado en lo profundo de una cueva.


40

Signo

Vagamos sin dueĂąo por el mundo, expuestos al acoso del aire y del sol como animales. La libertad nos pesa y nos pesa la amarga sensaciĂłn de no importarle a nadie. Lanzamos como el bruto un alarido y la piel se nos eriza de salvaje instinto. Vagamos sin dueĂąo por el mundo y esperamos en medio de la noche otro prodigio.


41

Profeta

Debemos recordar la lengua generosa del profeta, su figura iluminada en el valle de los muertos. Su discurso es incendiario, lo alimenta con saliva de dragĂłn y lo viste con andrajos y lo lleva por las calles y los templos y lo impone si ha lugar a latigazos. Debemos recordar la multitud que se alimenta de oraciones, al muerto que camina, al ciego al manco al lunĂĄtico o leproso y a la Magdalena arrepentida y a todos los hĂŠroes de la voz que gracias a su autor son para nosotros gran literatura.


42

Cadena

El día de luz deshecha nos parte el pensamiento, infunde la fatiga de las cosas y mueve el aire que agoniza entre las hojas. El rostro de los otros, los gestos, las imágenes son borradas por el polvo del desierto. Aquí, bajo un cielo lejano, vemos cómo arrastra cada uno la cadena de los días al matadero.


43

Orfandad

La luz diluye nuestros actos de alegría, la alianza sutil entre dos sombras. La luz asume el movimiento de la fiesta, la vanidad que esconde la desolación, y muestra a cada uno en su pálida existencia. La luz, como una bestia de brillantes ojos, nos dispone a la orfandad del día.


44

Fuego

Por encima de nosotros el aire se amotina, tuerce los ĂĄrboles, socava cuĂĄnto hay de plenitud y lo derriba. Por encima de nosotros toda forma se disuelve y el aire se complica en lĂ­neas de humo y nos arrastra diminutos cuestarriba.


45

Los días

Aguardamos en la orilla de la luz cuanto acontece: chocan la baldosa y el tacón deliberados, suena el corazón y el timbre de las horas, truena el proyectil sobre algún cuerpo, y arranca de los techos las palomas.


46

Muertos

Por último aquí estamos: la noche cierra puertas y ventanas y un aire diminuto nos mantiene erguidos. Aquí sin nadie. El pensamiento se retuerce y la mirada solo mira aquella imagen que corroe el corazón. Aquí, sólo la pureza del silencio nos empuja hacia la vida.


47

Odisea

El viaje es la columna horizontal que sustenta nuestro ser, el viaje indiferente o el viaje elaborado con los pies. El viaje nos enseĂąa a respirar, a beber hiel y a secar nuestra osamenta en el desierto como el buey.


48

Rituales

Hay días que parecen verdaderos, las luces se acomodan al entorno y la respiración es un severo acontecer que nos envuelve a todos. Hay días simétricos que parten con la voz el corazón, días que nos conducen al altar de hierro. Hay días en que la sombra se somete a la blancura de los cuerpos por la gracia del deseo y el amor de Dios.


49

Camino al mar

I No hay luz para los pies ni descanso a los oídos. El pensamiento va sin ritmo y la mirada pierde el ancla en el camino. II Sacamos el cuerpo de la sombra y vamos al agua como autómatas‌ es el mar de arena simple y repetidas olas.


50

Analepsis

Todo habría sido verdad: el esclavo fascinado por el látigo, el cuerpo irreverente que apenas nos dejaba respirar. El vino era impaciente y recogíamos cada gota con la lengua, ah, y el beso de oro, y la sonrisa suya que humillaba el rostro… Todo habría sido verdad como el acero si no fuera porque a veces de tanto imaginar nos salimos de este mundo y entramos a la jaula del recluso.


51

Poiesis

Imitamos la sombra del fantasma, su drama nos protege de la vacuidad del dĂ­a. Con humor invisible, con caricias frĂ­as delineamos ese cuerpo de figura elemental, fructĂ­fera. Intuimos el periplo de la luz, la forma que delinea al animal dorado de salvaje mordedura.


52

Arqueología del Agua

Aquí donde la luz arrecia y el sudor se ejemplifica. Aquí donde el color amarillento crece en el dorso de las olas, aquí sin el ruido de las armas buscamos el vestigio, el recodo en que se aloja, con temblor ritualizado, el escombro de las horas.


53

Primavera

La mirada desampara los objetos, la luz más fina cae de la pared y muere en el fondo de los trastos viejos. La luz de primavera es la puya de alacrán que nos arriesga por la calle envenenada y nos somete a su alborear en el corazón del sol bañados.


54

Amistad

Compartimos el cadáver, la amistad que muere en el exceso. Recupera la memoria las etapas de la sed donde hubo sol oro en la boca. Recupera la memoria los sueños compartidos bajo el peso de la voz y la luz bilateral en cada rostro. Es la amistad que muere en el silencio, vibra el verano ampliado del escorpión que dora a la mitad del día su cuerpo dividido en gajos.


55

Látigo

Despertamos otra vez con una mueca de estupor, la luz terrosa sigue la moldura de los cuadros y detiene su periplo en la imagen silenciosa que recuerda la pasión del hijo solitario. Despertamos… se acerca la semana de las sufridas fechas, cuando el dolor se reivindica y van los hombres sudorosos con el látigo obstinado avivando la frescura de sus llagas.


56

Preguntas

Avanza el día con la infusión del ruido, alzan el cuerpo los insectos y en la búsqueda del sol todos se mueven con el ímpetu de un pueblo. Avanzan las horas con su gris misterio, la gente avanza con sus pasos viejos… pero nosotros cansados de buscar ya no sabemos cuál es la especie en que vivimos, cuál es el género o el número. Somos una rama híbrida de la más brutal de las criaturas.


57

Como pájaros distantes

A los pájaros distantes se asemejan nuestros días. A la mitad del mundo los sorprendió la luz y la alegría del cielo cobró en ellos fuerza en el desliz, alma en la huida. Los días que han caminado por el pecho, los días que han muerto en nuestros ojos como pájaros distantes no atardecen porque viven en lo vivo de la brasa.


58

Los dioses vuelven

Por más que los corramos a pedradas o que ensayemos en su huida los insultos con el puño airado, por más que caigan sus cabezas y los torsos rueden por las ruinas de sus templos, por más que las palabras del nihilista los execren los dioses vuelven y asumen nuestro aroma y apariencia y con mirada irreductible nos observan.


59

Libros

Regresamos pródigos al libro, a las palabras frescas, abundantes, como el agua de los ríos. Aquí crece la escena, el cuerpo del deseo se erige y canta. Allí son nuestras manos que nacen de la sombra y viven el tormento de alcanzar los frutos más logrados de la estampa. Allá corre la sangre de los héroes esmerados. Aquí en el corazón del universo lo signos libran la batalla más terrible.


60

Viento

Sobre todas las cosas sentimos el poder del viento, ni la montaña alegre ni la ciudad que hunde sus raíces en la piedra nos contiene. Aquí con los puños en lo alto increpamos al vacío mientras por todas partes esa fuerza elemental abre caminos.


61

Feria

Celebramos este mes entre piruetas. En el espacio se aglomera el contingente y en las calles otra vez florece el carnaval, la feria. Las luces se propagan y al calor de los deseos, todo el firmamento abre los ojos para ver la proeza del artista. Para colmo de alegrĂ­as la fiesta adquiere un nuevo giro: el tigre se rebela a su tutor y le mastica la garganta, el corazĂłn, ante el azoro complacido de terror.


62

Parusías

Si al fin volviera viviría en su aliento, bajo su luz sencilla escucharía la música y la voz que se refuerza en cada uno de sus gestos. Si al fin volviera quedaría callado como una planta que se estira hacia la luz para gozar sus movimientos, si al fin volviera hasta nosotros Dios seríamos uno en las alturas de su crucifixión.


63

Pasión

Deseo sierpe sencilla que se enreda, crece y bebe de nuestra sangre primitiva. Amor, grito sin compañía. Abre la noche el sol y seguimos como lámparas baldías sin hallar habitación para alumbrar el cuerpo y su porción de vida.


64

Como las plantas

Como a las plantas nos alegra el nuevo dĂ­a y exponemos la mirada al dibujo de las cosas que se miran. Levantamos la cabeza hacia la luz y gozamos la franqueza de las lĂ­neas, el trazo silencioso en cada hoja, donde reclama su color la clorofila. Como las raĂ­ces mudas de las plantas probamos en lo oscuro el sabor de los despojos que nutren nuestra vida.


65

Oscuridad

Dejemos que la luz comience, bajo su manto iluminado la mirada alcanzará los perfiles de la voz y al cuerpo en los compases, solitario. Dejemos que la luz reseque el vuelo y que nos mate los deseos la realidad. No habrá nada que esperar (somos sus deudos) el vacío, la oscuridad serán un premio.


66

La oscuridad termina

La oscuridad termina: y empieza la hora vertical, el sol se posa en alfileres que lastiman. La oscuridad termina sin palabras y nos empuja con su luz complementaria a mirar un solo rostro que desde el fondo del pozo como una isla poderosa nos convida.


67

Bajo la bandera

Con la bandera de protesta tripulamos los dĂ­as. Enfermos del pasado oponemos la sonrisa a la fugacidad de la vida. Bajo la bandera en llamas apuramos el grito postergado y la historia se abre paso por veredas y por grietas hasta alcanzar las orillas del potente acantilado.


68

Caída

Con el afán de trazar en cada rótulo un recuerdo, soñamos el nombre, la luz del manifiesto, el ansia de los cuerpos al acecho. Perdidos como islas de incontables archipiélagos quisiéramos leer en la corteza de los mares la palabra nunca dicha, las voces de consuelo antes que la sombra instruya nuestra caída al vértigo.


69

Ciego

Solos y en silencio, repetimos el prodigio de aquel ciego que degusta los sonidos de la piel y acaricia los colores que transpiran luz entre los dedos. Solos, como el ciego, gozamos del eclipse con su cara de sol negro.


70

Grito

El sueĂąo nos arrastra por las antiguas superficies, vamos a tientas por caminos de humedad mientras los ojos hierran. El sueĂąo nos arrastra en la secreta procesiĂłn, deletreamos el grito, el alarido, entre la masa insomne.


71

Sueños

No conseguimos nada entre abundantes sueños, somos el profeta que convoca la luz del exterminio en plena fiesta. En los días más delicados recibimos un sablazo en la mejilla. Hoy un ángel pordiosero nos lleva por los callejones de la fe al matadero.


72

Vino

Quisiéramos romper cuchillos en el cristal dormido, partir caminos con la danza y miramos más allá del rumbo conocido. Quisiéramos romper a gritos esta vida y con el primer hervor del vino acceder a la embriaguez espiritual del sacerdote, el mago, el niño.


73

Con el idioma de los antepasados

Ensayamos el grito y la nostalgia. Afuera el sol florece y la sombra nos alarga. Adentro recreamos el dolor, contamos las heridas que en la sangre se propagan. Con el idioma de los antepasados queremos aprehender el mundo, y vestimos su ropaje y quedamos a merced del horizonte en que se anudan el tiempo y el espacio en un bostezo.


74

Carencias

Sólo nos falta el secreto del pez para cambiar de rumbo, en el cuerpo tenemos la experiencia, el ejercicio continuado en los estragos de la vida. Sólo nos falta el grito, la luz breve del relámpago, el sí del fuego subversivo. Solo nos falta la palabra pronunciada en el camino del amor o de la muerte.


75

Donde el amor reposa

Siempre estarán aquí, con la sonrisa austera, las imágenes que al polvo perdieron fortaleza. Siempre estarán aquí como invitadas, mientras nosotros vamos con dolorido aliento por galerías copadas al sabor de los recuerdos. Las imágenes que fueron luz de la mirada nos observan desde el cuadro con amarilla fuerza. Las imágenes que esperan suavizar la moldura de sus cuerpos.


76

Cotidiana

La rapidez se impone, primero es el reloj, después el chorro de agua que empuja la faena de este día. Somos la figura para armar en media hora. El cuerpo en contorsión por los rincones de la casa va copiando las maneras del mico adormilado… y en el espejo diario el cadáver que llevamos en danza primitiva nos concita.


77

Fantasía

En la fiesta se acumulan los deseos, la mirada voraz y el instinto que acompaña la respiración y el miedo. En la fiesta con el hambre de señores vagabundos quisiéramos pegar bajo la mesa las palabras… y comernos de un bocado los frugales alimentos.


78

Adentro-afuera

Alguien abre las luces desde afuera, alguien tiñe las cosas cuando avanza el rumor de la existencia humana. Adentro oponemos a la integridad del cielo el estupor vacío el corazón nocturno el sueño.


79

Toro

Aquí celebra la mirada el rito, cuando vamos por la casa como ramas abatidas, como escoria de murciélagos en el vientre de la luz, a la mitad del día… pero luego el toro levanta la cabeza y con la doble oscuridad que hay en sus ojos gobierna poderoso su invencible territorio.


80

Simpatía

Es difícil que amanezca, el silencio degenera en ruidos y el agua del café cae dividida. En la calle hay tonos grises y las nubes se estiran como víboras. Aquí, entre sábanas dormidas quisiéramos pedir a Dios que de una vez nos quite la pequeña simpatía que sentimos por la vida.


81

Latido

Llegamos a los otros con sigilo y medimos con la lengua la forma aproximada de las cosas. Es el cuerpo y son las huellas, la historia rugosa del camino. Es el cuerpo y el silencio, el testimonio puntual de nuestro mĂ­nimo latido.


82

Despedida

Como cuervos arrancados a la luz, como piedras sin relato quedamos a merced de la derrota. Después de la sentencia cada uno ensaya, con palabra endurecida, el tono de la cólera. Es la hora del dolor. Llegó el momento en que quisiéramos morder, modernos, y en cada bocanada de desprecio nuestros caminos tuercen a lo oscuro.


83

Épica

Arrastramos con el cuerpo el viento del sepulcro. Todo lo que hay entre dos soles ojos sin Ăłrbita voces maltrechas gritos se escuchan en lo hondo de la tierra. Sangre y furia reclama la mandĂ­bula, cuando la sombra embiste con su negra mordedura.



Cristal dormido



87

Los hombres sueñan

Llueve al lado y cae la sombra hasta el fondo de las cosas. Los hombres sueñan con el día de luz flagrante y con el cuerpo del deseo y con las flores mudas detrás de los cristales. Los hombres sueñan cuando el aire de la noche les infunde calosfríos y hiere la entraña de sus huesos.


88

Misterio

Un trozo de luz irrumpe en el centro de la noche. La fiesta es una isla de colores que ofrece a las criaturas un sano discurrir de imรกgenes sin nombre. Y en la madrugada, los seres a su ritmo buscan los rincones de ternura y una oscura enfermedad ejerce entre sus cuerpos todo mal y toda cura.


89

AsĂ­ son las palabras

Como una luz antigua, asĂ­ son las palabras. Como una caja hueca, como un cubo de sombras, como el hervor del bosque que atesora sus deidades, como el silencio de la roca asĂ­ son las palabras.


90

Brasas

Antes que la noche entre a su casa, cruzan la mirada y se recuestan sin mediar palabras. Suceden los momentos hasta despertar con la luz alta. DespuĂŠs oyen sus pasos alejarse y siguen el camino del raro calosfrĂ­o sobre el rescoldo de las brasas.


91

Marcha triunfal

Aquí mueren los hombres frente a la escopeta y ni el temor al rayo ni la oración punzante impiden que se maten. Aquí mueren los hombres más logrados con un poco de tierra en la mirada y una leve ración de música en los labios. Aquí mueren sin nombre los héroes de la patria y alimentan con su industria militar a los dioses de la guerra y los gusanos.


92

Flor roja

Los pĂĄjaros se alejan por las rutas elevadas. Abajo el sol se quema en un negro remolino de dolor y muerte. Las llamas han nacido entre la yerba y los maderos, despuĂŠs cierran el paso a las bestias y a la gente, las llamas que se amoldan a las formas de los cuerpos, siguen el cauce en bautismal incendio.


93

Vuelo

Dormidos en el viaje, como estatuas repentinas, aprenden a mirar las caras mĂşltiples del mar. Con el azar preciso de uno a otro costado los pĂĄjaros avanzan por las eternas rutas bajo el insomnio azul hasta gravar su imagen en la cara de la luna.


94

Principiantes

La sombra requerida los acoge, sienten el peso del deseo en medio de la oscura proyecciรณn salobre. Con el tacto precavido aguardan el instante de caer al fondo de los tiempos, libres de la voz y la cรกrcel de su nombre.


95

Desamores

Se oyen las voces de un tema musical lejano, por los resquicios llegan, entre palabras rotas, los restos del amor y el odio. Los amantes de arrabal pronuncian las pesadas letras despuĂŠs se oyen disparos, gritos vencidos por el rayo.


96

Los dioses siempre triunfan

Los dioses siempre triunfan de la sombra o de la luz, del cuerpo o la vejez o de las mentes siempre ateas. Los dioses mรกs humildes renuevan su importancia en el fondo de las cuevas. Cuando la noche llega salen a buscar el favor de los devotos y se alimentan del humo de sus voces.


97

Patriarcas

Con la esperanza firme los hombres consagrados a la fe no se contagian del viraje de las aguas. Esperan, piensan y prosperan al amor del fuego de la zarza. Los patriarcas se aprestan a mirar el sol salir y duermen sueĂąos lentos cuando la luz madura y el insomnio los conduce por los valles donde los hombres se degĂźellan por [el amor del cielo.


98

Estertor

La fiesta quedó atrás también las muecas que alimenta el vino. Aquí todo son gritos, retazos de alarido. Aquí a la mitad del frío los intérpretes del canto vomitan su alegría hasta caer dormidos.


99

Despojo

En el rumbo de este dĂ­a no basta la luz cometida. No a la gente y su divisa no a la torpe recreaciĂłn del molde que se imagina. En la ventana se asoman con la renuncia en los ojos, las cosas que van, que pasan y pierden encanto y son para el que mira el escombro, un complot que reivindica el desafecto, el despojo.


100

Trueque

Convienen la mirada bajo un signo cerrado. Un relรกmpago atraviesa el corazรณn y desaparece la frontera entre dos cristos de salvaje desamparo. Convienen la mirada, y como dos flores recogen las espinas para burlar la muerte en un espasmo de vida.


Metales invisibles



103

PoĂŠtica

Solo la palabra que sube por la roca es digna de llamarse bella. SĂłlo la palabra que juega con la lengua, la palabra de rugosos pliegues que levanta la cabeza para alcanzar la redondez del sol con su copa de palmera, solo la palabra de alfarero merece la mirada, el trazo del poeta, sĂłlo la palabra bien labrada debiera ser la nuestra.


104

Poeta 1

Los días son muy delgados considera y el rencor que hay en la piedra no le basta para guardar con limpidez las brasas. “Dolor y tiempo vagan juntos” y en el cuerpo ejercen su labor de avispa. Los días son muy delgados, lo dicen sus palabras cuando vuelan.


105

Poeta 2

El poeta es un esquema de árbol viejo, los dedos de sus pies echan raíces y en sus ramas aún reúne el canto altivo de los pájaros y el balbuceo retórico del niño. El poeta avanza por la luz de sus recuerdos, asume los olores de la noche, cuando el gato con uñas de alfiler salta a su espalda.


106

Fatiga

No se acostumbra a la esperanza ni a la fe por eso cuando mira el cuerpo renovado reacciona como un niño que vuelve la cara a [la pared. La voz junto al oído, la ternura de las manos y la respiración rompiéndose a pedazos… [procura no sentir. Acaso ya sea tarde –reflexiona– para ensayar [el salto y reclamar a un mismo tiempo el bautismal [gemido. No, no se acostumbra a la esperanza ni a la fe por eso busca entre los muertos las imágenes [más vivas y con ellas se recrea en las horas de fatiga.


107

Soles

A lo largo de los días de soles indigentes, el poeta enciende luces de color sin brillo. Enfrenta al aire inmóvil y a la noche seca, y alimenta su canción con el olor del lirio. A lo largo de los días, contiene su alarido y acomoda en la pared cada palabra para dar fuerza a la estructura con el timbre irreversible de las sílabas que hablan.


108

Verdad

Reaparece de mañana y cubre el cuerpo en hilos de agua. Imagina el desayuno, el color que hay en el [fruto y el sonido en cada mordedura que desgarra. Mira el humo del café y ríe con risa vaga cuando asume la verdad del día que avanza.


109

Sed

Rompe la sombra de cerrados guettos y con mano firme y movimiento expreso descubre líneas donde traza el grito. Serio, alegre, artesano fiel de antiguo oficio, aquí opera un gemido, allá alarga un aullido y si la sangre fluye sobre el cuerpo bebe a generosos tragos el tibio néctar de su amante aún viva. Joven que provee a la oscuridad sus rojos signos.


110

LĂĄmparas

Las luces vespertinas en los ojos medran. La ciudad se delimita y en los altos edificios arden las siluetas de los hombres. Abajo, en la raĂ­z del arrabal, las lĂĄmparas descubren las cabezas soberanas de las ratas.


111

Microhistoria

La chispa alcanza al aire y en el aire se dibuja el movimiento de la llama: casi un sol para los ojos es la dieta iluminada. Con ritmo azul, preciso, dos alas abanican desde el centro de la hoguera. Con ojos grandes y prudentes el gato copia la estructura que allĂ­ vuela.


112

Alegría

Pertenece al cuerpo joven la belleza, se adecua a su mirada el abanico de la luz y a la línea de sus labios la sonrisa. Como el agua que en toda cavidad anida en sus poros se acomoda la alegría.


113

Lanza

Cuando la luz provee la edad festiva la vida es armoniosa y el deseo que hay en las manos encuentra direcciĂłn, placer y gracia. Cuando la vida es tierna risa y alegrĂ­a al cuerpo escoltan.


114

Sacrificio

Con el cerebro duro, ajeno a la catástrofe, el cuerpo se desliza entre graciosos días. Aquí deja la piel y la memoria en que ha vivido, allá levanta la cabeza y enfrenta el desafío. El cuerpo va entre líneas de imágenes perdidas cuando cae y se levanta, cuando al beber vinagre el padre lo reclama como suyo.


115

No más palabras

No más palabras pide el mar no la escritura en sus páginas de arena. Pide los cuerpos que al caer asumen la corriente de las aguas. No más palabras en la orilla ni voces que recrean la nostalgia selectiva. El mar reclama el cuerpo en su caída vertical, perfecta.


116

Mentira

El amor pronosticado toma la forma de un nudo de serpientes. En la bola de cristal se miran: la sonrisa elaborada y las caricias que rompen la rutina, pero no la bestia aplica en la garganta magistral su mordedura y la piedad fluida de la sangre nos recuerda que el corazรณn traiciona 60 veces por minuto.


117

Luz

La luz se anuda en la montaña, después avanza por los valles y palpa con su lengua luminosa las distancias. La luz posa desnuda y anima los colores de las flores y los pájaros. La luz habla en las bocas y sonríe con las miradas y se refugia en la vena más pura de la llama.


118

Isla

Huérfana de los viejos continentes la isla eleva las nubes y los pájaros al cielo. En derredor las olas insistentes muerden sus rocas y sus páramos y le entregan cadáveres profundos, monstruos y despojos que el mar robó a las naves del naufragio. La isla clava en el abismo su raíz de piedra y aviva con firmeza la utopía de los hombres que quisieran una nueva sociedad, más próspera y menos pervertida.


119

Estertor

El mundo sabe que las cosas no duran para [siempre, que la luz se precipita en los ángulos oscuros, que el cuerpo pierde forma y pierde precisión cada deseo. El mundo sabe que el sol se desmorona cada [día… Pero se aferra al estertor como el animal a su [alarido.


120

Tarde

Es una tarde de luz frĂ­a, los residuos de las ondas atraviesan la ventana y se agrupan en las torres y en las rocas escarpadas. Es una tarde en que la luz se quema y la roja inmolaciĂłn rodea la casa en una sola, bautismal fogata.


121

Derrumbe

El derrumbe requiere sus etapas, hay un progreso en el declive, una sombra que se extiende hasta alcanzar la marca. La caĂ­da escenifica, por dentro, sus batallas: Primero el sinsabor, despuĂŠs la ascidia y la nostalgia, luego la hendidura se abre paso por encima y por debajo de la piel hasta partir el corazĂłn de un solo tajo.


122

Ruta

El deseo es suficiente para abrir la puerta, para dar el primer paso hacia la luz y levantar la cara y reasumir el cuerpo. El ambiente es hoy propicio, lo dice el sol con la cabeza y tambiĂŠn la contorsiĂłn de los que van delante, es esmerada procesiĂłn, hacia la muerte.


123

La risa de Dios

En las horas felices Dios sonríe, cuando mira a sus criaturas entregadas al amor y a la osadía. Dios, el estratega del tiempo y el espacio. Cuando Dios rompe las cuerdas de malignas teologías sonríe para nosotros y también para los otros que a fuerza de negarlo alcanzan la piedad de la lombriz, del pájaro y del niño.


124

La risa del lagarto

La risa del lagarto es la prueba del pantano. La ternura del barro que a sĂ­ mismo se consume y el incendio que devora el corazĂłn del sapo. La risa del lagarto es el imĂĄn que debe procurar nuestro amanecer cansado.


125

Con línea lenta

Es lenta en cada cosa la línea de la luz. Es lenta la palabra y la lengua que pronuncia con pesado movimiento el nombre del Señor. Es lenta por los márgenes del cuerpo la caricia del lobo y su triunfal aullido, es lenta cada mordedura en el cadáver y lenta la aprehensión que nos mantiene vivos.


126

Sueño

Ni la mirada o el tacto habrán de consentir la interrupción del sueño. El párpado a la luz es suficiente y este corazón al golpe se llena de energía y de agitaciones dobles. Ni la mirada o el tacto podrán desrealizar la precisión del beso y el matiz que hay en el modo de ondular los cuerpos será un fruto en el racimo para el festín del huerto.


127

Suceso

En el jardĂ­n la flor se abre, el aire apenas toca la quietud de cada pĂŠtalo que sabe a vino aletargado. En el jardĂ­n la flor ondula, cuando el viento en su torrente agita su cabeza y la estrangula.


128

Mes

El mes parece un edificio de treinta habitaciones. Es el cuerpo que acontece por la gracia del entorno, es el cuerpo sucesivo en la escalera. AquĂ­ entre rituales horas, respiramos en secreto mientras la luz se ahoga por las sombras.


129

Niño

En el arroyo tibio, entre guijarros de dorso estimulante, a imitar los cocodrilos con trozos de madera juega el niño. El niño que no sabe de correr porque al mirar las aguas se sintió solo y sin alma, porque al caer al agua lavó el recuerdo de los suyos, desuniendo en su interior las partículas del aire.


130

Despertares

El tiempo asciende en claridad redonda. Las cosas se marchitan con su aliento, se pierden bajo el tacto, se dislocan. El cuerpo asciende sobre el negro acantilado mientras los gallos cantan, prioritarios. El tiempo asciende y se amotina en el pecho y la garganta del ahorcado.


131

La mano

Buscaba con orgullo la regiĂłn mĂĄs belicosa, el temblor siempre extendido y la humedad que huella en el abismo. Buscaba sin parar el arrebato y de alegrĂ­a se desbordaba y con desmayo.


132

Paisaje

Mientras la luz desteje los hilos de la sombra, mientras el aire se levanta y asimila en ronda transparente el rumor de los que duermen… despacio abierto a la mirada se abre el campo y todo lo que en él procede. La flor, el agua, la montaña… Despacio, siendo uno en la mirada, ¡algo ha de quedar tras el relámpago antes de que el párpado se cierre!


133

Nihilista

El nihilista llegó a la conjetura: mejor es no existir. La vida es dura al que cuestiona es una red pesada de sentencias y de verdades vacuas que atormentan. El nihilista cansado de buscar una Razón se inmola en la ironía y desde allí a pesar suyo afirma la Existencia.


134

Retrato

Se enorgullece cuando sabe que el deseo lo ha reclamado. Que la mirada lo contiene en la prédica del río para su cuerpo amante. Se enorgullece y vive con la emoción del animal que lee en la química del aire las partículas de amor.


135

Ciudad

En esta ciudad se clonan los espectros, las luces doblan la cabeza y el encono de la máquina transfiere al corazón su movimiento. En esta ciudad los monstruos sin autor se multiplican y alimentan con desdén al círculo de muertos.


136

Minotauro

Pronuncia el ritmo en movimiento colosal y altivo. La mĂşsica se arrastra por el suelo y arranca de los pechos el grito original. El hombre pisotea los instrumentos, se estruja el cuerpo y despuĂŠs como una cabra se come las flores y la ropa, tambiĂŠn a los actores que dieron vida al escenario.


137

Hegel

Cansado de mirar la realidad, su claro estruendo, el filósofo que esculpe en lo que mira el signo de la duda, se encierra a figurar lo que ha entendido de absolutos. ¿Pero cuáles son los mecanismos que unen el pecho con la espalda? ¿cómo hay que entender los besos sanguinarios de la muerte? ¿Cuál es el motor que empuja los caminos de nuestra humana raza? Hegel mira cabalgar al heroico Napoleón [desde su ventana y entonces, cómo médico del SER, palpa en el cuerpo del gigante Gulliver el pulso de la historia.


138

Luz

La luz del techo cuelga muy madura. Oscila en círculos que incurren en la densa oscuridad siempre rodeándola. Pertinaz, minúscula, imita en intención al mismo sol que esconde la cabeza en lo más hondo de la noche.


139

Tarde

Lento como un capricho el sol último se acaba. La diversión empieza en los centros de embriaguez, la luz doméstica se agita y bajo el mismo trueno los jóvenes se encogen y se estiran.


140

Meta

Mejor serรก leer el verso de otros, recrear en las palabras el nuevo desayuno, el gozo. Con lรกmpara de luces confidente el hombre escribe, recupera de su entorno el humo de la estatua, el corazรณn de siempre.


141

Esta luz

Esta luz apenas clara en las mañanas de otoño sobre las hojas resbala. Esta luz temblorosa recrea los mecanismos del cuerpo cuando respira, cuando oscila y cuando canta. Esta luz de cirio inhábil ilumina alternativa el compás de nuestra humana danza.


142

Piedra

En medio del paisaje la piedra al sol se lanza. Con su cabeza de manzana juega a los tonos de la luz y de la sombra que se alarga. A la hora de la luna en elevada andanza al lobo rinde su poder de esposa. La piedra aventurera se enreda con el viento y se arroja a lo mรกs alto como bala.


143

Grietas

De los pies del aire emerge y levanta la cabeza. Lleno de vigor recrea un jardĂ­n que mira al sol y gira como bestia sin fronteras. El hombre sin porvenir ahoga su pasado en una rĂĄfaga de luz mientras duerme en su lecho de piedra.


144

Enero

Enero brilla y reanima con su ternura específica. En breves relieves el viento nos muestra las cosas que tiemblan, las cosas que se acomodan al pliegue de los cuerpos. El sol, con desliz minucioso, es pavo real, piedra en flor, agua feliz en reposo‌ Enero brilla y reanima y a las puertas de la luz el corazón toma el fondo de un recipiente de gozo.


145

Primavera

En los días de primavera entra al cuerpo la alegría y uno mira a los que van más allá de la ventana con el ansia entre las manos y el temblor del colibrí. En los días de primavera la noche corre por las calles como un lobo diligente hacia los claros de la luna, donde pacen las cabritas palpitantes y prohibidas.


146

Adán

Adán regresa al manicomio después de su fracaso familiar. Las sensaciones tiñen de rojo el pensamiento y no encuentra los esquemas de aquel cuerpo para hormar. Adán se desespera y como un lobo se arranca otras costillas para completar su harén y así prevalecer rico en perspectivas de mujer.


147

Adopciones

Esta porciรณn de agua sin origen ni destino, juega su juego en el camino de la vida. Este clamar tembloroso prendido de falsos apoyos deviene a los poros del cuerpo siendo cuerpo para todos. Este clamor que aglutina follaje, piedra y arena adopta el cuerpo del hombre y con ternura lo asume en su bautismal ahogo.


148

Jardín

Ese jardín marginal, con su fuente de aguas tibias reclama de quien lo mira un minuto de alegría. Palabras sin nombre aguardan en rígida formación a la imagen sin definir del agua alegre en el son y la flor que aroma escondida en el juego aleve del ángel goza su anónima risa.


149

Superficies

La imagen de risa limpia bajo la sombra del agua doliente transita y vibra. La imagen que no se mira por ser de sĂ­ misma la causa sorpresa integral reĂşne en el rostro que percibe su belleza duplicada. La imagen de risa limpia ondula y se desvanece en la superficie rizada.


150

Ruinas

La luz nocturna delimita los relieves, expresa playas que se alargan como barcas. La luz que se contrae con la ternura apaciguada, que sucumbe entre las ruinas de la arena, une extremidades de fantasma.


151

Agua

El agua avanza por el rostro de la piedra. Deja atrĂĄs viejas moradas y su brisa fantasmal cae unida a lo mĂĄs hondo de la charca. El agua resignada en sueĂąo horizontal restaura superficies cuando avanza.


152

Metal

Un metal invisible parte el agua en la ventana. El agua delinea su curso en el zigzag azaroso cuando avanza. El agua cae hasta alcanzar el latido universal de un solo cuerpo que la atrapa.


153

Visión

Esta mañana las cosas aparecen más concretas, con su perfil desnudo con su horizonte cristalino. Esta mañana palpita la fibra de las cosas, y se presiente el movimiento del niño, el viejo y la dama para empezar la jornada.


154

Ciclo

A la ventana asoma el mecanismo de la vida. Amanece, llueve, el viento azota en el cristal de siempre. La ventana escenifica el ritmo de la luz: cuando crece el sol y la sombra se apacigua.


155

Diciembre

Es diciembre de luz casi completa, de montes silenciosos bajo el aire endurecido. Es diciembre, sus atardeceres caen como frutos indolentes, como despojos al abismo de la noche.



JardĂ­n imaginario



159

PoĂŠtica 2

Convoco las imĂĄgenes sencillas para escribir el poema, cuando la luz levanta los ĂĄrboles y el sol rige la isla con su mano depurada descubro en la cabeza de la hormiga una chispa de fuego y del grito amordazado solo extraigo las palabras que me faltan.


160

Biografía

Crecí bajo las piedras, con lentitud torcida me abrí paso hacia la luz y al calor de las estrellas. Fue homicida aquella lucha para ser quien ahora soy. Maté, robé, partí la sombra y de su herida nació el cuerpo de bella posición. Hoy me vence el peso y de nuevo las piedras se amontonan acá arriba.


161

Maleficio

Trabajé en el oficio de las flores, construí un ataúd para guardar los sonidos más logrados. En cada voz cautiva saboreé el perfume de los trinos y también la mordedura de los pájaros.


162

FantasĂ­a 2

Antes de amanecer, frente a la luz deforme, quiero dormir del modo como las piedras duermen. Quiero estirar el cuerpo y regalarme alegres voces y esculpir los deseos con la sentencia de sus nombres. Antes de amanecer, y del colapso de la noche, quiero recuperar la antigua sensaciĂłn del ser uno con su doble.


163

Loco

Soy de los que aguardan la palabra de un amigo. De los que esperan en las tardes que la luz les dĂŠ la espalda. Soy de los que miran con ojos de ciervo sometido la nueva parusĂ­a del alba. Como un chiflado creo en el cielo y en los profundos soles, bien nutridos. Como un loco me enredo entre los cuerpos y encuentro de mi antigua juventud solo reflejos.


164

Jesucristo

Este día miro al espejo y le sonrío entro a la ropa y los zapatos, cubro de luces el cuerpo en que he vivido y avanzo por las calles sin buscar el domicilio. Este día me allego a las provincias donde moran los mendigos, descargo en cada cuerpo la ternura y mi lleno de heroísmo como Cristo.


165

La ropa en llamas

A veces desespero y corro como el que trae la ropa en llamas. Pasan las horas y los días, sin alcanzar la luz de la montaùa‌ A veces bebo como el ciervo del agua que le ofrece el tigre en su reflejo.


166

A veces

A veces me doblo ante la imagen como se dobla el valle por el peso de las aguas. Pasan las horas y los aĂąos de esperar, mientras las manos palpan las formas del recuerdo. A veces de cansado el tacto se me enfrĂ­a y el vidrio se enrojece con la herida que reclama al muerto horizontal que en mĂ­ camina.


167

Pensé

Pensé anudar cada palabra, unir las piedras con mi paso, perder en un sorbo de café la imagen que corroe al corazón. Pensé que sería bueno con el nudo de la cuerda ahogar los días. Pensé… Pero me hundió en las aguas el rostro de infalible gracia.


168

Mendigo

Acciono en otros ojos el recuerdo, la sangre que me viste y el deseo perpetuo. Vivo días de soles polvorientos y me hiere la verdad de este silencio. Para nublar presencias he apedreado el corazón y di la espalda a su regreso y al fruto envenenado de su voz. Para nublar presencias me he vuelto un ser abstracto, un mendigo entre los parias que sonríe y se maquilla con el humo de los días en cada aniversario.


169

JardĂ­n imaginario

Ayer fui de paseo, anduve en la ciudad en artículo de muerte. Las calles y la gente, las bicicletas, los autos y los perros‌ me trajeron al trote y al galope. Ayer, sin ver a nadie, estuve entre la gente. Fue una experiencia nueva andar entre los otros como un alma deforme, como una abeja sin oficio, perdida la esperanza de libar las viejas flores.


170

Regreso a casa

Todos los días caigo en el pozo de la casa. La ronda oscura empieza con el ruido del agua con el humo del café con el ángel mal vestido que se arrastra. Todos los días frente al azar doméstico vivo la vida de mi amigo Sísifo. Todos los días sin corazón sin luz regreso a casa.


171

Luz seca

La luz carece de sentido sin un rostro, sin la fuerza de los ojos y la risa bautismal que nos entrega. La luz que se elabora en el seno de la noche alumbra los semblantes de las piedras. La luz que yo quisiera se anuda en un rincรณn indiferente y seca.


172

Sueños

Desearía encontrar en el tiempo perdido de este atardecer vacío tu figura fugaz. Desearía creer que hubo entre nosotros algo verdadero: la fricción de madrugada el calor del arrebato el cuerpo. Desearía, pese a la trama feroz de aquel relato, una grieta en el tiempo, una segunda historia.


173

Reflexión

Las manos se aproximan al papel y a la palabra, antes que la luz descifre los paisajes, atajo el malestar, la decepción nocturna y describo lo que entiendo de los síntomas del día. Me arropo en los sonidos de las letras y en síntesis comprendo que lo escrito en nada se parece al temblor que hay en el cuerpo.


174

Alejado

Sin alcanzar el fondo, pasan las horas por las manos como agua que desborda. Sin alcanzar el fondo con temblor de mariposa en las orillas de la hoguera voy de todo lo que ansĂ­o siempre alejado.


175

Huellas

Nadie sabrá que amé la delicada aparición, que al mediodía triunfante me suspendí para que abriera el aire con su paso y fuera de mis ojos la gentil adoración. Nadie sabrá que vi la imagen que los místicos conceden sólo a Dios. Nadie sabrá… y ya no es tiempo de dar fe. La gracia se ha perdido como se pierde la huella del ave tras el vuelo.


176

Como la piedra

Como la piedra que no respira y ni bebe, sin corazĂłn, sin boca, asĂ­ me siento a veces. Como la piedra voy sin voz, miro caer los dĂ­as y quiero gritar gritarte pero no encuentro el nombre.


177

MĂ­nima

Acontece como la luz, como un sonido que a callar convida. Es el rasgo estilizado, sĂłlo una lĂ­nea. Cierro los ojos y me duermo vertical. Avanza el sol el viento y la lluvia en miligramos de rutina. Acontece como la luz, en un segundo, nuestra vida.


178

Mordedura

Me sorprende el contenido de su voz, el brillo abstracto y la actitud rotunda que provoca este deseo. Me sorprende en la hora mรกs ansiada su amorosa mordedura.


179

Como un río

A veces me retuerzo como un río que en viaje colosal de aguas salvajes se enreda entre las piedras, cae sobre sí mismo y sangra de un sudor claro y furtivo. A veces, asumo en carne viva la herida de las rocas y el paisaje y sigo anónimo el camino hasta beber en mar oscuro la ración que hay para mí de muerte.


180

Muerte

Siempre la llave invicta conservaré en la mano. No guardaré palabras para nombrar la pena ni el rencor por el vacío que en el pecho llevo como un dardo. Cuando la noche exija el cuerpo me tragaré la vida de un bocado.


181

Año nuevo

Por ser la noche de año nuevo he buscado el último cuarto de un hotel, la gente está de fiesta en el seno familiar mientras las ratas salen a gozar del basurero. He buscado el último cuarto de un hotel, pero aquí no aceptan clientes sin mujer, por eso he de dormir en la banca que está enfrente hasta que el sol me ubique un día después.



HeroĂ­smo sometido



185

Consejo

Exhibe con firmeza la alegrĂ­a y deshecha entre la gente la duda contraĂ­da. No debes denunciar el desafecto, ni clamar por la mitad que te hace falta. Pondera la emociĂłn y atiende en el silencio tus heridas. No debes exhibir tu inestabilidad moral, y celebra con los otros los embustes de la felicidad.


186

Lo mejor de sĂ­

Orienta la mirada al sol correspondiente, adecua el nombre a la voz reconocida y lleva el cuerpo al lĂ­mite del orden de las cosas que por ti son complacidas. Ama tu cuerpo y a la gente que te ha correspondido amar, ama, en todo, lo mejor de sĂ­.


187

Prueba

Disfruta en este día las migas de la luz. Suprime la aflicción y deja al ángel que ha caído compartir la mesa. Parte el pan, denuda el agua y deja que sus labios prueben el manjar del polvo de la estrella.


188

Crónica

Volverías a la crónica sin culpa: la palabra en el oído, el bárbaro ademán y el crimen consumado a un solo grito. Después caía la espada de la luz y levantabas la cabeza en la ventana como el toro, ansioso de beber oscuras aguas.


189

Bautismo

Nos herías con la mirada y con la forma de incautar el movimiento, las palabras. Crecía el deseo con el secreto y la ternura agazapadas. Entonces revertíamos el prodigio: iba la mano fácil por la ruta que alumbrabas era tu aliento ríspido un encono de caricias y de dádivas. Era tu cuerpo un torbellino, desafiando las distancias.


190

La noche verde

Cada mañana sonreías como un retrato, como una pieza de mirar con inocencia primitiva y grata. Imaginábamos entonces el hechizo: era tu cuerpo desgarrado en líneas de agua era la arena disfrazada, comiéndote a pedazos, era el acceso de las manos a la región más anhelada. Cada mañana por tus ojos la noche verde se asomaba y nosotros, como estatuas de heroísmo sometido, repetíamos la estrategia…. ajenos al laurel y a la justicia de tu perfecta gracia.


191

Historia

En algún día sin resumir recordarás la tarde de llovizna. La niebla donde anidan las imágenes y la montaña que retuerce las nubes en la cima. Algún día verás en el cadáver la historia de tu vida. Bajo otro sol será cuando en la síntesis del aire desnudes el perfume de su voz y recuerdes lo vivido sin contorsión ni alarde.


192

Certeza

La certeza de los otros sólo está en tu cuerpo. En el suspenso de la boca y su contacto ciego. La certeza de los otros, su vital silencio, se ejerce en el compás tras la mirada y se insinúa en un gesto.


193

Victoria rรกpida

Y te miraban, eras un ser de gracia tan trivial y tan entera. Bestia desnuda en movimiento, como agua misteriosa y vertical que vive presa en la garganta de las piedras. Y te miraban mientras los ojos afirmaban en tu piel la rรกpida victoria de las formas predilectas.


194

Virgen

Tú tienes la belleza de una virgen postulante. Eres la horma en que confía la mano y el gesto que conmueve y la mirada que interpreta los deseos más subterráneos. Tú eres el rostro que yo atiendo, eres la voz que se desviste con rotunda convulsión de amante.


195

Confesión

Reías con todo el cuerpo hecho al molde de mis manos y al compás del movimiento. Con besos mal planeados con frágiles caricias nos dijimos no sé cuánto y nos amamos no sé cómo… pero tú yaces inmóvil en la foto y yo estoy preso de ti como un simio enamorado…


196

Risa

Te queda bien la risa, la luz invicta que acomoda en ti su roja lozanía. Te queda bien el paso y la gracia imperativa de tus actos. Contraemos en silencio el gusto por mirarte, ejercemos el oficio de los nómadas amantes que borran cada gesto, cada imagen para que crezca la emoción flagrante.


197

Experiencia

Tú sabes que el deseo exige disciplina, un trabajo de alfarero que del ciclo arranca el molde y la alegría. Al ritmo de los dos un cuerpo anclado, al ritmo de los dos el corazón sonríe y la experiencia fluye como el agua que al rodar arrasa grietas, encubre vías.


198

Este que ves

Este que ves retrato crudo figura que se alarga sin lograr la luz. Este que ves retrato oscuro cuerpo del desprecio y del deseo que a nadie tuvo‌ se extiende aquí junto al azoro, y muere derribado piedra a piedra en el conjuro de las sombras.


199

Prometeo

Quieres encontrar la claridad, el rostro amable de las piedras, quieres limpiar la suciedad de las palabras. Y ves por la ventana cómo el sol lava los días, pero en tu sueño el aire es pegajoso y como un pez que desnuda sus heridas, alimentas el retorno de la perpetua arpía.


200

Testimonios

Eres un ignorante inconfesable de la existencia de Dios. A tus ojos las aguas no se parten y los músculos exánimes no mueven las montañas. En el dolor no encuentras redención, sólo escarmiento. Eres una especie de animal vencido que en la entraña de las sombras busca algo de luz vital, vestigios de los ángeles caídos.


201

Odisea

Quisieras prolongar la noche, herir con una roca la claridad del día. Te levanta la fuerza del acero y frente a una taza de café tu sueño alargas. En este nuevo día de luces harapientas, te duele la mirada al mendigar una ración de sombra para tu cuerpo esclavo.


202

Inventario

A la hora del recuento lees el mismo libro, su territorio despoblado de historias y de héroes. La soledad te ayuda a simular el viejo rol del tiempo, a recobrar el guiño y la mueca de ironía frente al espejo. Hoy que es tiempo de callar, lo reconoces: se deben al amor tus errores más logrados.


203

Lagarto

La memoria se complica cuando quieres recordar el rostro, el nombre, y aquel deseo, que si existiรณ hoy es un lagarto que te mira sigiloso en el pantano.


204

Estampa

Registras como un lobo el fresco olor del valle, las huellas que depuran los signos delgados de la lluvia. Con el silencio de la tarde, con el asomo de la sombra por las grietas y rincones cae la luz como una mariposa enferma. Entonces reconoces el aroma de la noche cuando el grillo la pronuncia para ti en su redoble.


205

Con la mirada firme

En medio de las ruinas vas de ti misma rodeada. Con la mirada firme imprimes valentĂ­a y direcciĂłn al movimiento cuando avanzas. En medio de las ruinas eternizas los instantes y asumes con espĂ­ritu triunfante el vigor sonoro del paisaje.


206

Diosa callejera

Cuando apareces completa con tu sonrisa de manzana avanzas por el barrio de ti misma rodeada. Cuando vienes a los ojos trivial de tan sincera ¿cómo no guardar silencio mientras tu intención prospera? Aquí los que te admiran desean que por hermosa desnuda siempre fueras.


207

Parusía

Porque en tu paso vejas a cuantos a tu lado vamos, porque tu figura usurpa la mirada, el corazón de fuego, elaboramos este sueño con tu imagen y con sinceridad de hormigas esperamos que regreses a renovar el mundo con tu expresión certera.


208

Proyecto

Este día venceré tu cuerpo. Lleno del sol placentero moveré a mi antojo la luz desnuda en movimiento. En el silencio elegido esperaré sin prisa la hora en que asumas la figura y proyectes la juventud como una estatua fugitiva.


209

Petición a un ser querido

Muérete ya por el amor de Dios. Migra tu cuerpo y la mirada a un punto sin retorno. Muérete ya de cada parte. Déjame limpiar de la memoria tu presencia negligente y el lastre de tu voz y el rescoldo de tus gestos que se añaden a lo míos como un extraño sortilegio. Muérete ya en el nombre y la oración. Muérete ahora, por el amor de Dios.


210

Ahora

Ahora que estĂĄs solo junto a la enorme vida, ahora que la luz se seca y que te enredas con los dĂ­as hasta manchar el corazĂłn de sombra, ahora que el dolor cobra su forma, quisieras arrancarte los ojos y la lengua para oscurecer las palabras que te nombran.


211

Arpón

Hay un ritmo acompasado en todo lo que miras, un sosiego de luces que penetra en la espesura de las casas y oficinas. Hay un corazón sutil sobre la verde cima y un canto entretenido que de pronto se convierte en risa de juventud y enérgicas caricias. Hay un arpón del tiempo cuando los días escapan, un arpón que inyecta el virus de la muerte.


212

Muerte

Morirás en el intento de otra huida; en la superficie de los muros tejerás la urdimbre por ganar la cima. Morirás en cada rostro, en cada pecho, en cada rapto que predice la agonía del movimiento. Morirás en la prisión absurda de la voz y el cuerpo.


213

Epitafio

Atraviesas la línea de la luz, abres la puerta con el cuerpo, la piel desnuda cambia el alma. En silencio, seguimos tu paso horizontal hasta el costado de la flama. Aquí, cierran las manos muy hábiles la puerta. Aquí, partes la noche con tu rostro, aquí, avanza la hoguera con lengua bautismal, aquí, con tu cuerpo depurado, animas los extremos de la llama.



Huella evaporada



217

Uno

Uno muere cuando se siente solo, cuando por dentro se derrumba y no hay manera de atajar las piedras. Uno muere como un รกrbol separado, entre luces de dudosa estima. Uno se deshace como el barco estirado por un lago.


218

Mentira

Uno juega con el júbilo, le miente a la tristeza y levanta la cabeza como piedra hasta bañarse en luz y pan de vida. Uno vive, sonríe en medio de la noche como el ciego y espera sin rumbo que la muerte se detenga y que el amor de los otros le contagie su alegría.


219

Cirugía

La obra que ahora vemos se debe al cirujano, el cuerpo luminoso se abre y nos entrega la virginidad del territorio, la escena de misterio, los campos conciliados. Con inteligente bisturí el Doctor cortó la noche y por los resquicios de la herida la luz migró y se reprodujo en ese rostro de suaves movimientos nobles.


220

Proyecto 2

Habrá que soportar la espina, cerrar la puerta del deseo y devorar el corazón. Habrá que oscurecer el beso y ahuyentar de la mirada la imagen que prospera en cada cuerpo. Habrá que detener el agua que se obstina y renunciar al ímpetu para morir como la estatua de aburrido gesto.


221

Vivir

Vivir en el encierro, preservar dentro del muro el deseo sin consumir. Vivir en el encierro con el resuello a tientas. Adentro en el abismo vivir sin mundo y sin hombrĂ­a, solo al acecho.


222

Necesidad

Es necesario precisar la voz y alcanzar el aire con las manos. Es necesario inclinar sobre el presente la cabeza y mirar por el resquicio la espesura de la niebla y el rรกpido despliegue de la luz cuando la gente se dispersa. Es necesario abrir con la mirada las distancias y atrapar entre los dedos el polvo milenario.


223

Suicidio

En la mirada los fragmentos, el oxígeno sin pausa, la luz arrebatada de los párpados y el cuerpo horizontal, interminable. Después los alaridos, los gritos sin las bocas, el puño crispado contra Dios. Después deviene el mundo en el silencio austero, los dolientes se afantasman en la casa y palidece el moño gris en la ventana.


224

PropĂłsito

Es bueno morir solo, desdeĂąar el golpe de metralla y mirar por la ventana el duro amanecer sin esperanza. Es bueno morir solo por ejemplo un dĂ­a cinco de febrero. Morir desnudo en los cueros del asceta y morder el humo del incienso en pro de la dignidad poĂŠtica.


225

Hay en todo lo que huye

Hay en todo lo que huye un esfuerzo extremo. Se estira la luz, el viento, y la memoria con la gracia de la yerba alcanza probidad en lo más alto de las ramas. Hay en todo lo que huye humo de estrellas ángeles rotos por las coyunturas, piedras que se parten en su entraña y nos entregan el rescoldo de la brasa aún viva.


226

Locuras

Vivir fuera de sí, crecer como la yerba que a la luz procura, bañarse con el polvo, comer tierra, ¡Qué alegría! Hacer que el cuerpo estrene más allá de la corteza su inmenso poderío, ceder al gesto, perseguir el guiño, pervertir las santidades y mundanizar los ídolos ¡Qué alegría!


227

Sueño

No es sólo del sueño la figura que la imagen teje. Cuando la sombra cede a los contornos se respiran líneas, hambre emergente. No sólo en sueños se asimila la franqueza de la muerte, también es voz, mirada, un puño de tierra que al besarla fosforece.


228

Huella

El amor y la vida nunca son lo mismo: el amor es el cuerpo, la semilla estremecida el grito unánime en el huerto. La vida es sólo un río, un río de evaporada huella.


229

Conjetura

A pesar de los días sin sal ni fruto uno se aviene al paso, a la mirada y a la voz de los que van en procesión a la búsqueda del sol, a pesar de los milagros inconclusos uno sabe que Dios finge de actor y lo encuentra por las calles tatuado de mendigo, o alimentándose del fuego como cualquier dragón sin artificio.


230

Es una piedra

Es una piedra de luz que no termina, es un nudo radiante, una cabeza de toro pensativa. Por arriba de los montes espĂ­a los movimientos cuando mira. Es una piedra de luz un golpe de gracia y una vieja profecĂ­a.


231

Sonreír

Sonreír al cuerpo amado cada vez que el día aparece, mutilar el sufrimiento y guardar con siete llaves la nostalgia. Creer entre sábanas tranquilas que la luz no ha muerto y que es mentira este dolor ante el deseo ileso. Sonreír cuando uno asoma la cabeza “con alegría de gallo” y confiar en la memoria como la luz confía en la rosa.


232

Todo

Todo el sol y la luz toda, la figura del relĂĄmpago en la grieta de la piedra, todo lo que vio el corazĂłn en sueĂąos se define en un instante vertical del cuerpo.


233

Volver

Volver a la ceniza y conservar el sueĂąo del tronco en laborioso incendio. Volver a la ceniza sin los adornos del recuerdo y correr por las estancias donde habitan los retratos. Volver a la ceniza y sentir la gracia compasiva del rescoldo.



Trazos



237

Guerra

El aire furioso de la guerra cobra los cuerpos mรกs logrados. Lejanas las imรกgenes se nublan en el polvo y la negrura pestilente del despojo, al sol, carbonizado. El grito de dolor se pierde y la escopeta ruge y mata al que estรก enfrente. La guerra es el sexo dominante y en su casa todos se dan cita con la muerte.


238

Repetir el día

Quien pudiera repetir el día y reiterar el sol del Poniente envejecido sería otro dios para la especie humana. Las horas volverían al hilo y con vestidos luminosos la gente seguiría por el camino en vilo. Quien pudiera repetir el día vería con refinado asombro a los mármoles monótonos, tiesos, aburridos.


239

Los once pueblos

Allí donde el barro preservó la huella se erigió el santuario de Los once pueblos. En líneas rectas los vestigios se dispersan y al centro está la plaza con sus vírgenes de piedra. Allí, fuera de la luz y la mirada de la ciencia, se alzan oraciones y el trazo de palabras en el cuerpo de la danza milenaria. Allí las sombrías divinidades aún parecen vigilar la memoria del barro y de la piedra…


240

Ferias

Los días tienen pasillos, corredores complicados, salidas abruptas a las plazas. Con espíritu de asombro los niños desembocan, repiten las historias de la mujer con dos cabezas, de la pulga que han vestido y del oso que enhebra las agujas. El tigre salta por los círculos de fuego mientras el Señor, padre remoto, sonríe con grata indiferencia de nosotros.


241

Dioses

A lo largo de los siglos muchos dioses mueren. Para otros se elevan catedrales de piedra formidable, y en las cĂşspides del lujo y el desdĂŠn atraen la admiraciĂłn del diablo y los mortales. Los hombres que han perdido la frescura de los ritos dan saltos de mandril en los atrios desolados, mientras los dioses mueren aburridos, sedientos de la sangre y del humo de inmolados sacrificios.


242

Sacrificio

La tribu embravecida al pie de la montaña diaria, entre negros alaridos arranca al hijo de la madre. Allá donde se mira la alta nieve crece el frenesí y la danza fosforece. Ajena a la embriaguez, la mano va a la piedra, la piedra a la cabeza y la cabeza se divide en medio del aullido de la fiesta… Después todo es espanto y el círculo se abre para el dios que accede al humo de la sangre.


243

Nota bibliográfica BENJAMÍN BARAJAS (Michoacán, México, 1965) es doctor en Le-

tras Hispanoamericanas por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor Titular C de Tiempo Completo en el Colegio de Ciencias y Humanidades [UNAM]. Ha publicado los libros de creación: Divagando en la voz [UAM-I, México, 1987]; Tadrio [Verdehalago, México, 1992]; Empieza el aire [UAM-A/ Verdehalago, México, 1996]); Luz de la memoria [Ediciones del Lirio, México, 1988]; La gracia inmóvil [Ediciones del Lirio/ Tinta Nueva, México, 2002]; Mirada adversa [Tinta Nueva/ Unidad Cooperativa de Refrescos Pascual, México, 2002]; Escafandra [Universidad Autónoma de Puebla, México, 2004], Microensayos [Ediciones Tintanueva, México, 2004]; Pasión encerrada [Raíz del agua, México, 2007]; Poemas de agosto [Doble Sol, Buenos Aires, 2008]; La terquedad relampagueante [Ediciones Arlequín y Raíz del Agua, México, 2009]; Breves autopsias [Cuadrivio, México, 2013]; Jardín minado [Cuadrivio, México, 2015]; La sonrisa de Proteo [Secretaría de Cultura del Gobierno de Michoacán, 2016] y Los ojos de Medusa [Renacimiento, España, 2017]; Disecciones [STUNAM, México, 2019]. También es autor de los textos de divulgación Tras la huella de la poesía [Endēre, México, 2001]; Diccionario de términos literarios y afines [Endēre, México, 2006], Didáctica de la literatura para el bachillerato [UNAM, México, 2013]; Dibujar con las palabras. Didáctica de la escritura en el bachillerato [UNAM, México, 2016];


244

Didáctica de la poesía lírica para el bachillerato [UNAM, México, 2017] y Prontuario del estudiante [UNAM, México, 2018]. Fue editor de los libros Qué es lo vivido. Obra poética de Dolores Castro [UAP/ UAZ/ Ediciones del Lirio, México, 2003]; Raíz del agua. Textos en homenaje a Dolores Castro [UAP/ Ediciones del Lirio, México, 2003]; Lámpara sin sosiego. Textos en homenaje a Raúl Renán [Ediciones Arlequín, México, 2006]; Paso de la memoria. Obra poética de Javier Peñalosa [Ediciones del Lirio, México, 2008], Los claros días. Obra poética de Alejandro Avilés [Ediciones del Lirio, México, 2011]. Por último, formó parte de las antologías colectivas Eco de voces (generación poética de los sesentas) [Ediciones Arlequín/ Conaculta, México, 2004]; Sólo ocho poetas [Ediciones Arlequín, México, 2006]; Animales distintos (muestra de poetas argentinos, españoles y mexicanos) [Ediciones Arlequín/ Conaculta, México, 2008], Antologia del Premio Internazionale per l’Aforisma “Torino in Sintesi” [Italia, 2014] y Lapidario. Antología del aforismo mexicano (1869-2014), de Hiram Barrios. •


Índice Presentación Orillas de la luz Cristal dormido Metales invisibles Jardín imaginario Heroísmo sometido Huella evaporada Trazos Nota bibliográfica

7 11 85 101 157 183 215 235 243



árbol separado se terminó de imprimir en agosto de 2019 en los talleres de Ediciones del Lirio S.A. de C.V. ubicados en Azucenas 10. col. San juan Xalpa del. Iztapalapa C.P. 09850, Ciudad de México tel. 5613 4257 www.edicionesdellirio.com.mx Tiraje de 500 ejemplares



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