Harry Potter y la cámara secreta, de J.K. Rowling, ilustrado por Jim Kay

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J. K. ROWLING

J. K. Rowling es autora de la famosísima saga

HARRY POTTER y la

cámara secreta

y la cámara secreta

Ilustraciones de JIM KAY

«Las ilustraciones de Jim Kay me emocionaron profundamente. Me encanta su interpretación del mundo de Harry Potter, y para mí es un verdadero honor que haya aportado su talento a esta nueva edición.» J. K. Rowling BIC: YFB

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J. K. Rowling

HARRY POTTER

de Harry Potter, las emocionantes aventuras de un niño mago, que ha sido galardonada con numerosos premios y ha cosechado la admiración de una ingente legión de lectores en todo el mundo. Traducida a setenta y nueve idiomas y con más de cuatrocientos cincuenta millones de ejemplares vendidos, la serie ha sido también fuente de inspiración para ocho películas de enorme éxito en taquilla. Distinguida con la Orden del Imperio Británico, la Orden de la Legión de Honor de Francia y el Premio Hans Christian Andersen, J. K. Rowling ha escrito también tres libros complementarios con fines benéficos —Quidditch a través de los tiempos y Animales fantásticos y dónde encontrarlos (a beneficio de Comic Relief), y Los cuentos de Beedle el Bardo (a beneficio de Lumos)—, así como un guión cinematográfico inspirado en Animales fantásticos y dónde encontrarlos. En 2012 creó el sitio web Pottermore, donde sus fans pueden disfrutar de nuevos textos y seguir explorando el mundo de los magos. J. K. Rowling también ha colaborado en la obra de teatro Harry Potter y el legado maldito (Partes Uno y Dos), que se estrenó en el West End de Londres en el verano de 2016. Además de su extraordinaria contribución a la literatura juvenil, J. K Rowling es autora de Una vacante imprevista, su primera novela para adultos, y, con el seudónimo Robert Galbraith, ha creado el entrañable personaje del detective Cormoran Strike, protagonista de una serie de apasionantes novelas policíacas ambientadas en Londres.

229 mm x 273 mm CMYK

Jim Kay recibió la medalla Kate Greenaway

en 2012 por sus ilustraciones para Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness. Estudió ilustración en la Universidad de Westminster y, después de graduarse, trabajó en la Biblioteca y los Archivos de la Tate Britain y en el Real Jardín Botánico de Kew. Tras presentar una exposición individual en una galería de arte de Richmond, un editor se interesó por su obra y así fue como inició su carrera de ilustrador freelance. Kay ha trabajado para el cine y la televisión, y ha participado en la exposición colectiva «Memory Palace» del Victoria and Albert Museum de Londres. Tras el éxito de Harry Potter y la piedra filosofal, Jim Kay ilustrará el resto de libros de la saga. Actualmente vive en Northamptonshire con su pareja.

En el espacio entre dos ventanas, brillando a la luz que arrojaban las antorchas, había en el muro unas palabras pintadas de más de un palmo de altura: LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA. TEMED, ENEMIGOS DEL HEREDERO

Cuando Dobby, el elfo doméstico, aparece en Privet Drive e insiste en que Harry no debe volver a Hogwarts, éste sospecha que su rival, Draco Malfoy, tiene algo que ver. Sin embargo, después de que Ron lo rescate de casa de los Dursley en un coche volador, Harry pasa junto a los Weasley el resto del verano en La Madriguera, donde las distracciones mágicas le hacen olvidar las advertencias del elfo.

Ilustraciones de JIM KAY

Pero de regreso en Hogwarts, un mensaje siniestro pintado en el muro de un corredor oscuro confirma los augurios de Dobby de que cosas terribles están a punto de suceder...

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gilderoy lockhart

porque era lógico que se te subiera a la cabeza. Pero mira, muchacho, no puedes ir volando en coche para convertirte en noticia. Tienes que tomártelo con calma, ¿de acuerdo? Ya tendrás tiempo para estas cosas cuando seas mayor. Sí, sí, ya sé lo que estás pensando: «¡Es muy fácil para él, siendo ya un mago de fama internacional!» Pero cuando yo tenía doce años era tan poco importante como tú ahora. ¡De hecho, creo que era menos impor­ tante! Quiero decir que hay gente que ha oído hablar de ti, ¿no?, por todo ese asunto con El-que-no-debe-ser-nombrado. —Contem­ pló la cicatriz en forma de rayo que Harry te­ nía en la frente—. Lo sé, lo sé, no es tanto como ganar cinco veces seguidas el Premio a la Sonrisa más Encantadora, concedido por la revista Corazón de bruja, como he hecho yo, pero por algo hay que empezar. Le guiñó un ojo a Harry y se alejó con paso seguro. Harry se quedó atónito durante unos instantes, y luego, recordando que tenía que estar ya en el invernadero, abrió la puerta y entró. La profesora Sprout estaba en el centro del invernadero, detrás de una mesa montada sobre caballetes. Sobre la mesa había unas veinte orejeras. Cuando Harry ocupó su sitio entre Ron y Hermione, la profesora dijo: —Hoy vamos a dedicarnos a replantar man­ drágoras. Veamos, ¿quién puede decirme qué propiedades tiene la mandrágora? Sin que nadie se sorprendiera, Hermione fue la primera en alzar la mano. —La mandrágora, o mandrágula, es un re­ constituyente muy eficaz —dijo Hermione en

entrar detrás de Ron y Hermione cuando Lockhart lo detuvo sacando la mano rapidísi­ mamente. —¡Harry! Quería hablar contigo... Profe­ sora Sprout, no le importa si retengo a Harry un par de minutos, ¿verdad? A juzgar por la cara que puso la profesora Sprout, sí le importaba, pero Lockhart añadió: —Sólo un momento. —Y le cerró la puerta del invernadero en las narices. —Harry —dijo Lockhart. Sus grandes dien­ tes blancos brillaban al sol cuando movía la cabeza—. Harry, Harry, Harry. Harry no dijo nada. Estaba completamen­ te perplejo. No tenía ni idea de qué se trataba. Estaba a punto de decírselo, cuando Lockhart prosiguió: —Nunca nada me había impresionado tan­ to como esto, ¡llegar a Hogwarts volando en un coche! Claro que enseguida supe por qué lo habías hecho. Se veía a la legua. Harry, Har­ ry, Harry. Era increíble cómo se las arreglaba para enseñar todos los dientes incluso cuando no estaba hablando. —Te metí el gusanillo de la publicidad, ¿eh? —dijo Lockhart—. Le has encontrado el gusto. Te viste compartiendo conmigo la pri­ mera página del periódico y no pudiste resis­ tir salir de nuevo. —No, profesor, verá... —Harry, Harry, Harry —dijo Lockhart, co­ giéndolo por el hombro—. Lo comprendo. Es natural querer probar un poco más una vez que uno le ha cogido el gusto. Y me avergüen­ zo de mí mismo por habértelo hecho probar,

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alguien que parecía tan preocupado como él. Nick Casi Decapitado, el fantasma de la torre de Gryffindor, miraba por una ventana, mur­ murando para sí: «No cumplo con las carac­ terísticas... Un centímetro... Si eso...» —Hola, Nick —dijo Harry. —Hola, hola —respondió Nick Casi Decapi­ tado, dando un respingo y mirando alrededor. Llevaba un sombrero de plumas muy ele­ gante sobre su largo pelo ondulado, y una tú­ nica con gorguera, que disimulaba el hecho de que su cuello estaba casi completamente sec­ cionado. Tenía la piel pálida como el humo, y a través de él Harry podía ver el cielo oscuro y la lluvia torrencial del exterior. —Parecéis preocupado, joven Potter —dijo Nick, plegando una carta transparente mien­ tras hablaba, y metiéndosela bajo el jubón. —Igual que usted —dijo Harry. —¡Bah! —Nick Casi Decapitado hizo un elegante gesto con la mano—, un asunto sin importancia... No es que realmente tuviera interés en pertenecer... aunque lo solicitara, pero por lo visto «no cumplo con las caracte­ rísticas». —A pesar de su tono displicente, tenía amargura en el rostro—. Pero cual­ quiera pensaría, ¡cualquiera! —estalló de repente, volviendo a sacar la carta del bol­ sillo—, que cuarenta y cinco hachazos en el cuello dados con un hacha mal afilada se­ rían suficientes para permitirle a uno per­ tenecer al Club de Cazadores Sin Cabeza. —Desde luego —dijo Harry, que se dio cuenta de que el otro esperaba que le diera la razón.

—Por supuesto, nadie tenía más interés que yo en que todo resultase limpio y rápido, y habría preferido que mi cabeza se hubie­ ra desprendido adecuadamente, quiero decir que eso me habría ahorrado mucho dolor y ri­ dícu­lo. Sin embargo... —Nick Casi Decapitado abrió la carta y leyó indignado: Sólo nos es posible admitir cazadores cuya cabeza esté separada del correspondiente cuerpo. Comprenderá que, en caso contra­ rio, a los miembros del club les resultaría imposible participar en actividades tales como los Juegos Malabares de Cabeza so­ bre el Caballo o el Cabeza Polo. Lamen­ tándolo profundamente, por tanto, es mi deber informarle de que usted no cumple con los requisitos necesarios para perte­ necer al club. Con mis mejores deseos, Sir Patrick Delaney-Podmore Indignado, Nick Casi Decapitado volvió a guardar la carta. —¡Un centímetro de piel y tendón sostie­ ne la cabeza, Harry! La mayoría de la gente pensaría que estoy bastante decapitado, pero no, eso no es suficiente para Sir Bien Decapitado-Podmore. Nick Casi Decapitado respiró varias ve­ ces y dijo después, en un tono más tranquilo: —Bueno, ¿y a vos qué os pasa? ¿Puedo ayudaros en algo? —No —dijo Harry—. A menos que sepa dón­ de puedo conseguir siete escobas Nimbus 2001 gratuitas para nuestro partido contra Sly...

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EL CUMPLEAÑOS DE MUERTE

El resto de la frase de Harry no se pudo oír porque lo ahogó un maullido estridente que llegó de algún lugar cercano a sus tobillos. Bajó la vista y se encontró un par de ojos ama­ rillos que brillaban como luces. Era la Se­ñora Norris, la gata gris y esquelética que el conser­ je, Argus Filch, utilizaba como una especie de segundo de a bordo en su guerra sin cuartel contra los estudiantes. —Será mejor que os vayáis, Harry —dijo Nick apresuradamente—. Filch no está de buen humor. Tiene gripe y unos de tercero, por accidente, han puesto perdido de cerebro de rana el techo de la mazmorra 5; se ha pasado la mañana limpiando, y si os ve manchando el suelo de barro... —Bien —dijo Harry, alejándose de la mi­ rada acusadora de la Señora Norris. Pero no se dio la prisa necesaria. Argus Filch penetró repentinamente por un tapiz que había a la derecha de Harry, llamado por la misteriosa conexión que parecía tener con su repugnante gata, a buscar como un loco y sin descanso a cualquier infractor de las nor­ mas. Llevaba al cuello una gruesa bufanda de tela escocesa, y su nariz estaba de un color rojo que no era el habitual. —¡Suciedad! —gritó, con la mandíbula tem­ blando y los ojos fuera de las órbitas, al tiempo que señalaba el charco de agua sucia que había goteado de la túnica de quidditch de Harry—. ¡Suciedad y mugre por todas partes! ¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Sígueme, Potter! Así que Harry hizo un gesto de despe­ dida a Nick Casi Decapitado y siguió a Filch

escaleras abajo, duplicando el número de hue­ llas de barro. Harry no había entrado nunca en la con­ serjería de Filch. Era un lugar que evitaban la mayoría de los estudiantes, una habitación lóbrega y desprovista de ventanas, iluminada por una solitaria lámpara de aceite que colga­ ba del techo, y en la cual persistía un vago olor a pescado frito. En las paredes había archi­ vadores de madera. Por las etiquetas, Harry imaginó que contenían detalles de cada uno de los alumnos que Filch había castigado en alguna ocasión. Fred y George Weasley tenían para ellos solos un cajón entero. Detrás de la mesa de Filch, en la pared, colgaba una colec­ ción de cadenas y esposas relucientes. Todos sabían que siempre pedía a Dumbledore que le dejara colgar del techo por los tobillos a los alumnos. Filch cogió una pluma de un bote que ha­ bía en la mesa y empezó a revolver por allí buscando pergamino. —Cuánta porquería —se quejaba, furioso—: mocos secos de lagarto silbador gigante... ce­ rebros de rana... intestinos de ratón... Estoy harto... Hay que dar un escarmiento... ¿Dón­ de está el formulario? Ajá... Encontró un pergamino en el cajón de la mesa y lo extendió ante sí, y a continuación mojó en el tintero su larga pluma negra. —Nombre: Harry Potter. Delito: ... —¡Sólo es un poco de barro! —dijo Harry. —Sólo es un poco de barro para ti, mu­ chacho, pero ¡para mí es una hora extra fre­ gando! —gritó Filch. Una gota temblaba en la

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EL FÉNIX ES EXTRAORDINARIAMENTE LONGEVO, PUES PUEDE REGENERARSE. CUANDO SU CUERPO EMPIEZ A A FALLAR, ARDE Y RESURGE DE LAS CENIZ AS CON FORMA DE POLLO.

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LOS HUEVOS DE FÉNIX SON

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EL CANTO DEL FÉNIX ES INCONFUNDIBLEMENTE MUSICAL,

BRILLANTES Y DE COLOR VERDE

INQUIETANTE Y MUY POTENTE. SE

O AZUL. NO REQUIEREN INCUBACIÓN,

DICE QUE AUMENTA EL VALOR DE

PERO A VECES TARDAN VARIOS

LOS QUE SON PUROS DE CORAZÓN

AÑOS EN ABRIRSE. LOS FÉNIX SON

Y QUE ENGENDRA TEMOR EN EL

AVES MUY DIFÍCILES DE CRIAR

CORAZÓN DE LOS IMPUROS.

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Y DOMESTICAR, SOBRE TODO DEBIDO A SU HABILIDAD PARA DESAPARECER CUANDO LES PLACE.

LOS FÉNIX REGURGITAN LA MATERIA VEGETAL INDIGERIBLE EN FORMA

HEMBRA

DE BOLAS. ESTAS BOLAS SON MUY APRECIADAS POR SUS PROPIEDADES MEDICINALES Y POR LAS PECULIARES GEMAS QUE APARECEN EN SU INTERIOR. ESTAS PIEDRAS PRECIOSAS ÚNICAS O «SÍLEX DE FÉNIX» PROTEGEN DEL FRÍO EN ALTITUDES ELEVADAS

LAS LÁGRIMAS DE

A QUIENES LAS LLEVAN ENCIMA.

FÉNIX TIENEN PODEROSAS PROPIEDADES CURATIVAS.

MACHO

«SÍLEX DE FÉNIX»

LAS PLUMAS DE FÉNIX POSEEN PROPIEDADES MÁGICAS Y SE EMPLEAN EN LA FABRICACIÓN DE VARITAS, BASTONES Y AMULETOS. LAS REMERAS EMITEN UNA LUZ DÉBIL. LAS TIMONERAS ESTÁN CALIENTES AL TACTO.

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