Gracias a un excelente dominio de los recursos narrativos, sobre todo su habilidad con el contrapunto, y a la potencia de algunas escenas, Anna Giurickovic indaga con determinación entre los resquicios más impenetrables de la naturaleza humana. Los papeles de víctima y verdugo, con sus claroscuros y sus ambigüedades, se confunden en esta novela que golpea y aviva la conciencia, indicio inequívoco del mejor arte de narrar.