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ARQUITECTURA CIVIL VIRREINAL DE LIMA

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1. Capilla de la Real Universidad de San Marcos, 1822/ 2. Palacio de Torre Tagle/ 3. Techo de la Sala de Audiencias del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.

Juan Pablo El Sous Arquitecto Universidad Nacional de Ingeniería Entiéndase por arquitectura civil aquella que comprende los edificios que tienen una función distinta a la religiosa o militar, tanto públicos como privados. La arquitectura civil pública, a su vez, incluye varios tipos edificatorios que – promovidos por la autoridad estatal - tienen en común el servir para uso de las personas de todas clases. Durante la época virreinal existieron en Lima diversos tipos de edificios civiles de carácter público, los cuales pueden agruparse en las siguientes categorías: edificios de administración y gobierno (que incluyen al Palacio Virreinal, el Cabildo, etc.), hospitales y hospicios, edificios educativos, edificaciones comerciales, fábricas, edificios recreativos y construcciones de ornato público.

EDIFICIOS DE ADMINISTRACIÓN Y GOBIERNO

Dentro de la categoría de edificios de administración y gobierno se incluyen tipos arquitectónicos muy distintos uno de otro, los cuales tienen en común el servir de sede a las diversas instituciones que regían el virreinato. Se trata de edificios únicos en la ciudad, dado que no existió más de uno de cada tipo en el ámbito urbano de Lima, y en su interior se llevaban a cabo las más diversas funciones: desde la vivienda de los funcionarios hasta la administración de justicia. Esto dio pie a una configuración un tanto irregular de estos edificios, que en buena medida quedaban compuestos por secciones construidas en distintas épocas y con diferentes partidos arquitectónicos. Es el caso del Palacio Virreinal, construido sobre la base de la residencia del marqués Gobernador Francisco Pizarro y confiscado por la Corona en la década de 1560 para albergar las diferentes instituciones y funcionarios del incipiente virreinato. Luego de varias remodelaciones menores, se consolidó a fines del siglo XVI y principios del XVII un edificio de dos plantas constituido por una serie de crujías longitudinales agrupadas en torno a dos grandes patios ubicados en el sector frontero a la Plaza Mayor. Cada patio tenía una función distinta: en el primer patio, con acceso desde la Plaza, se ubicaban las salas de la Real Audiencia y el Tribunal de Cuentas, mientras que en el segundo patio se encontraban la Caja Real, la Sala de Armas y la gran escalera que daba acceso a las habitaciones del Virrey, las cuales se organizaban alrededor de un jardín interior localizado en la parte posterior del palacio. La fachada principal, con frente hacia la Plaza Mayor, era asimétrica y se organizaba en torno a una gran portada de dos cuerpos que dividía la fachada en dos sectores con distinta configuración. Numerosos siniestros, entre terremotos e incendios, generaron una serie de reconstrucciones y remodelaciones que transformaron radicalmente el edificio, de tal manera que al terminar el período virreinal el Palacio era en buena cuenta un conjunto relativamente heterogéneo de construcciones realizadas en distintas épocas y con diferentes criterios, aunque dentro de un esquema general en base a grandes patios.

Por su parte, el edificio del Cabildo siguió un partido muy diferente, con una distribución compacta sobre la base de una crujía longitudinal de dos niveles –el superior ocupado por la sala de Cabildos- junto con una arquería doble que constituía la fachada principal hacia la Plaza. La fachada de arquería doble seguía el modelo característico de los cabildos de las pequeñas ciudades castellanas, sirviendo a un doble propósito: el portal bajo como lugar de circulación e intercambio y el corredor alto como miradero de las actividades públicas que se llevaban a cabo en la plaza. Interiormente, el edificio contaba con los calabozos de la cárcel de la ciudad -junto con la vivienda del alguacil mayor- y con una capilla mediana para administrar el culto a los presos.

El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición era una institución que, si bien regía sobre temas religiosos, formaba parte del estado español por lo que su sede institucional se considera entre los edificios civiles. No se puede hablar propiamente de un edificio estructurado dedicado a las funciones administrativas del tribunal dado que su configuración responde a la sumatoria de varias edificaciones existentes gracias a adquisiciones sucesivas de predios. Conformado en base a las casas que se compraron en 1584 a Nicolás de Ribera, ubicadas frente a la plazuela que después se denominó de la Inquisición, el edificio fue sumando los inmuebles aledaños hasta ocupar la mitad de la manzana de tal manera que ya en el siglo XVII se podía hablar de tres grandes predios: la casa del Inquisidor Mayor, ubicada en la esquina con la calle Trapitos, la casa de en medio donde habitaba el Segundo Inquisidor y se encontraban las oficinas administrativas y la capilla del Tribunal, y la casa del Fiscal en la esquina con la calle Puno. La llamada casa de en medio tenía una configuración irregular en la cual una sucesión de espacios conformada por la portería, la Sala de Audiencias y la Sala del Secreto establecía un eje de composición que se complementaba con la capilla institucional, dedicada a San Pedro Mártir, ubicada en ángulo recto y con acceso independiente desde la calle. Interiormente se ubicaban las cárceles y demás espacios complementarios del Tribunal, cuya distribución inicial es difícil de establecer en el estado actual del edificio.

Durante la época de las reformas borbónicas en el siglo XVIII se crearon nuevas instituciones, como la Administración de Aduanas, la Administración de Correos, la Junta de Temporalidades, el Real Tribunal de Minería, etc., las cuales funcionaron por lo general en edificios ya existentes, fueran estos casas alquiladas para ese fin o construcciones que habían pertenecido a la orden jesuita y que fueron confiscados por la Corona luego de su expulsión en 1767. Este fue el caso, por ejemplo, de la Real Aduana, la cual se estableció en el edificio que había ocupado el Real Colegio de San Martín, regentado por los jesuitas.

HOSPITALES Y HOSPICIOS

Los hospitales virreinales constituyeron un tipo arquitectónico bastante bien definido, basado en los modelos tardogóticos y renacentistas que estaban vigentes en la Península durante los siglos XV y XVI y éstos, a su vez, relacionados con el proyecto de Filarete para el Hospedale Magiore de Milán. En Lima llegaron a existir más de diez hospitales, aunque no todos con el mismo partido arquitectónico

El núcleo básico de la mayoría de los hospitales virreinales estaba constituido por las enfermerías, enormes y largas crujías conformadas por gruesos muros de adobe o ladrillo en las cuales se alineaban las camas de los enfermos. Estas salas se organizaban en cruceros, obtenidos del cruce en ángulo recto de dos de éstas crujías de tal manera que, a partir de un espacio central, se trazaban cuatro enfermerías formando una cruz. Para la cobertura de estas salas se podía recurrir a diversos sistemas constructivos. Teniendo en consideración la gran longitud de estos espacios lo usual era optar por soluciones en base a madera, ya fueran alfarjes –techos planos de madera a base de un entramado de vigas que sostiene el entablado- o armaduras de tres o cinco paños, aunque en ocasiones se edificaron también bóvedas de cañón corrido de albañilería de ladrillo. Las sucesivas destrucciones por los terremotos hicieron que prevalecieran los techos planos de madera como solución constructiva para cubrir estas grandes salas, como los que aún subsisten en los antiguos hospitales de San Andrés y San Bartolomé, construidos en el siglo XVIII. En el centro de los cruceros se conformaba un espacio cuadrado, en el cual se habilitaba una capilla que permitía que los enfermos asistieran al culto divino. Ésta, por lo general, se cubría con una cúpula o media naranja sobre pechinas construida sobre cuatro grandes arcos torales usualmente cerrados con verjas de madera. El número de enfermerías podía variar dependiendo de la necesidad, y las sucesivas ampliaciones iban modificando el trazado inicial de las edificaciones.

El espacio alrededor de las enfermerías estaba ocupado por amplios espacios abiertos organizados de diversas maneras. Era común que los hospitales contaran con uno o varios patios cuadrangulares rodeados de corredores –usualmente de un solo piso- que daban acceso a las enfermerías y demás dependencias del nosocomio. Aunque algunos hospitales, como el de San Pedro, conservan patios con arquerías de pilares y arcos de ladrillo, lo usual desde mediados del siglo XVIII era que los corredores de los patios hospitalarios estuvieran sostenidos por arcos de madera y caña sobre esbeltas columnas de madera, como los que aún pueden verse en los hospitales de San Andrés y San Bartolomé y los que existieron en el de Santa Ana antes de su demolición. Adicionalmente, los hospitales contaban con extensas áreas de huerta para su subsistencia y con espacios para enterramiento de cadáveres.

EDIFICIOS EDUCATIVOS

Al hablar de los edificios educativos del Virreinato nos referimos a los que albergaban instituciones civiles de educación superior, dado que la enseñanza de primeras letras se daba en el ámbito privado o parroquial, y las órdenes religiosas contaban, por lo general, con colegios propios para la educación de sus miembros. Jerárquicamente, la institución educativa más importante del Virreinato fue la Real y Pontificia Universidad de San Marcos de Lima, fundada en 1551. Recién en 1576 adquirió su local definitivo, un edificio que había funcionado como recogimiento de mestizas y que fue paulatinamente remodelado para servir a su nuevo fin. El partido del edificio era bastante sencillo: alrededor de un pequeño patio de un solo nivel, al cual se accedía desde la calle por un espacioso zaguán, se distribuían las aulas, llamadas generales a las cuales se accedía a través de los corredores de arquería que rodeaban el patio. Estos generales eran espacios muy alargados, cubiertos con alfarjes de madera y dotados de sillas en su contorno para asiento de los asistentes. Adicionalmente la Universidad contaba con una espléndida capilla, cubierta por unas curiosísimas bóvedas colgantes de madera, caña y yeso, lamentablemente desaparecidas. La fachada de la Universidad era muy singular en el contexto de la arquitectura limeña; se componía de gruesas pilastras ubicadas rítmicamente y en los entrepaños se ubicaban las altas ventanas enrejadas de la capilla y la única portada que daba acceso al interior del edificio.

Además de la Universidad, existieron en Lima los llamados Colegios Mayores: el Real de San Felipe y San Marcos (1592), asociado a la Universidad, y el de San Martín (1582), regentado por los jesuitas, además del Colegio Seminario de Santo Toribio (1591). Conocemos la distribución del Colegio de San Martín gracias a la información gráfica producida a fines del siglo XVIII como consecuencia de los proyectos de remodelación del local para su habilitación como Aduana. Era un edificio de un solo piso con un enorme patio central rodeado por corredores de arquería de madera, alrededor del cual se distribuían las aulas y demás dependencias. Las aulas eran espacios alargados similares a los generales mencionados al hablar de la Universidad, los cuales tenían la particularidad de estar colocados transversalmente a los corredores que les daban acceso, de tal manera que se accedía a través de los lados más cortos de las salas. La fachada era muy sencilla y en ella destacaba la sobria portada de un cuerpo que daba acceso al patio. De las características iniciales del Colegio de San Felipe y del Seminario sabemos muy poco. El primero se transformó en cuartel a fines del siglo XVIII y en Escuela de Artes y Oficios en el XIX de tal manera que en la actualidad se halla muy transformado. El Seminario se trasladó a un sector del convento franciscano en la década de 1850 y el local que ocupó fue posteriormente demolido. En el pueblo de indios de Santiago existió, además, un Colegio regentado por los jesuitas, dedicado a la educación de los jóvenes pertenecientes a la nobleza indígena. Se le denominó Colegio del Príncipe (1616) y funcionaba en un local anexo a la iglesia parroquial de Santiago.

En 1767, como ya dijimos, se expulsó a los jesuitas de España y todas sus posesiones de Ultramar, lo que conllevó a una reorganización general de la educación superior en Lima. Como consecuencia de ello, se fusionaron los Colegios Mayores de San Martín y San Felipe en una nueva institución educativa llamada Convictorio Carolino, el cual funcionó en el edificio que había sido Noviciado de San Antonio Abad de la orden jesuita y hoy es la llamada Casona de San Marcos.

En 1810 se creó la Escuela de Medicina de San Fernando, para la cual el arquitecto Matías Maestro proyectó un edificio nuevo en un terreno adyacente al Hospital de San Andrés y con frente a la plazuela de Santa Ana. Se conoce muy poco de su distribución interior, pero se sabe que el local constaba de varias salas distribuidas alrededor de un patio central. Lo más saltante era su gran fachada de dos niveles, simétrica, compuesta en base a pilastras sin capitel con el entrepaño central de mayor anchura y coronado por un frontón triangular para jerarquizar el ingreso al edificio.

EDIFICIOS INDUSTRIALES

La Real Casa de Moneda de Lima fue creada inicialmente en 1563, aunque se trasladó tempranamente a Potosí en 1572 para ser reabierta en un local alquilado en 1683, el cual a su vez fue destruido con el terremoto de 1746. La construcción de la nueva Casa de Moneda de Lima, entre 1748 y 1760, coincidió con la reorganización general de la institución, luego que la Corona volviera a asumir los trabajos de amonedación. A pesar que el edificio subsiste, es muy poco lo que conserva de su construcción inicial debido a las transformaciones producidas por la modernización de la ceca durante el siglo XIX. El primer nivel de su fachada, compuesta por pilastras almohadilladas y con una interesante portada de un cuerpo -con características similares a las de arquitectura doméstica- probablemente provenga de esta época. El otro establecimiento industrial de la ciudad fue la Real Fábrica de Tabacos de Lima, como consecuencia de la creación de la Real Renta y Estanco de Tabacos de Lima en 1752. Para este fin se proyectó en 1790 un enorme edificio ubicado en el barrio de la Chacarilla cuyos planos, firmados por el Comandante de Ingenieros Vicente de Veza, se conservan en el Archivo General de Indias. El proyecto en cuestión era muy ambicioso, y constaba de varias salas y almacenes distribuidos a lo largo de dos ejes longitudinales compuestos por una sucesión de patios rodeados de corredores de arquería. La fachada proyectada era muy simple, destacando solamente una sobria portada adintelada. La falta de presupuesto impidió que se construyera lo proyectado, haciéndose en su lugar algunos almacenes alrededor de un patio.

EDIFICIOS RECREATIVOS

Por lo menos desde principios del siglo XVII existieron en Lima los corrales de comedias, espacios donde se realizaban representaciones teatrales que dieron paso en el siglo XVIII al primer teatro estable, edificado en 1749. El teatro tenía modestas dimensiones y constaba de una sala de corta extensión con platea, palcos y cazuela, a la cual se ingresaba a través de un patio interior. La fachada se organizaba con simples pilastras jónicas y se coronaba con un frontón triangular.

Durante el Virreinato las celebraciones y acontecimientos públicos solían realizarse en la Plaza Mayor, y uno de los eventos que se llevaban a cabo en este lugar eran las corridas de toros. Recién en 1768 se construyó una plaza de toros cerrada en el barrio de San Lázaro, la actual plaza de Acho. Se trata de un coso sostenido sobre gruesos arcos de adobe y ladrillo y rodeado por una galería de madera que cobija parcialmente la galería. Exteriormente el edificio tiene una apariencia recia debido a la presencia de gruesos contrafuertes que soportan la estructura.

OBRAS DE ORNATO PÚBLICO

La Plaza Mayor de Lima se constituyó en el centro de la ciudad desde su fundación. Desde temprano se pensó en adornarla con portales a la manera de las plazas porticadas españolas y es así que en 1565 se hacen los primeros portales, construidos por el alarife Francisco de Morales con pilares y arcos de piedra. Los portales se superponían a las construcciones existentes de la plaza reduciendo su ámbito, y los altos se cedieron a los propietarios de los solares adyacentes a cambio de contribuir económicamente con la obra. Estos portales fueron destruidos por el terremoto de 1687 y reedificados en 1692 por el alarife Juan Iñigo de Erazo, esta vez con pilares de piedra sosteniendo arcos de ladrillo.

Uno de los espacios públicos más importantes de la ciudad es la Alameda Vieja o de los Descalzos, concebida a semejanza de la llamada Alameda de Hércules de Sevilla. Su construcción fue promovida por el Virrey Marqués de Montesclaros y se llevó a cabo en 1611, trazándose tres calles conformadas por hileras de árboles que remataban en la recolección franciscana de Nuestra Señora de los Ángeles, adornadas con tres fuentes de agua con sus brocales de piedra. Ya en el siglo XVIII se construyó otra alameda, denominada Alameda Nueva o de Acho, la cual constaba de varias calles conformadas por árboles que bordeaban el río Rímac. Tal vez el más ambicioso de los proyectos de espacio público para la ciudad fue el del Paseo de Aguas o Nabona, promovido por el Virrey Amat en el barrio de San Lázaro. La novedad de su diseño radicaba en la construcción de un juego de aguas que partía de una arquería que, a manera de acueducto, transportaba el agua desde las acequias cercanas.

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1. Antiguo Palacio de Gobierno - Casas Reales del Perú - Archivo Courret/ 2. Mercado Principal de Lima; por M. Rugendas. 1843. Colección Privada de Chile/ 3. Calle de los Afligidos/ 4. Plaza de Toros de Acho/ 5. Casa de Osambela/ 6. Casa de Negreiros.

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