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El quinto mandamiento. Narcos macarras, por Alipio Morgades
NARCOS MACARRAS
Los grandes patriarcas del narcotráfico de Galicia en la década de los 80, Sito Miñanco, Oubiña, Charlín…, aprendieron una regla de oro para la buena marcha del negocio: no dar el cante y no darle demasiado al gatillo. En suma, pasar desapercibidos y, a ser posible, hacerse invisibles. No lo lograron del todo. Oubiña fue de los primeros en caer cuando quiso impresionar con su fabuloso pazo Bayón recién comprado a precio de oro. Ese fue el principio del fin.
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Campo de Gibraltar
Los narcos macarras y violentos del Campo de Gibraltar no han aprendido nada de sus mayores mafiosos de aquí y de allá. Quizás porque hay diferencia de marca. Los choros del sur, desertores tempranos de la ESO, son bandas venidas arriba a las que les falta tiempo para colgar sus fanfarronadas en el Facebook. Los apodos hablan por sí solos: El Messi, Los Chachos, El Potito, Los Castaña, Los Pantoja…
Rambos de la droga
Robar vehículos todoterreno para transportar fardos de hachís y conducir a lo rambo hasta estrellarlos contra los radiopatrullas policiales que cortan el paso en una carretera deja a las
claras que los perdonavidas ven demasiado cine de El Vaquilla, lo que no mengua un ápice su peligrosidad.
Relevo
La sociedad andaluza se está movilizando, pese al tentáculo de los narcomatones en algunas barriadas. Ocurrirá como en Galicia; caerán poco a poco entre rejas y les relevará una nueva generación con la lección asimilada y la ESO casi terminada. Para llevar las cuentas del “negocio” tampoco hace falta estorbar mucho más tiempo en las aulas.