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FIGURA 1. Marco conceptual de las respuestas de la estructura y función de los ecosistemas ante una perturbación
humana está amenazada al menos por tres alarmantes posibilidades: una guerra nuclear desencadenada por alguno de los impredecibles líderes que disponen hoy en día de este poder, una colisión con un asteroide o un cometa y una consolidación de la crisis ambiental:
De una u otra forma considero casi inevitable que haya alguna confrontación nuclear o que la catástrofe ambiental paralice la Tierra en algún momento de los próximos mil años, que en términos del tiempo geológico es un simple abrir y cerrar de ojos. (p. 149)
La complejidad
Los socioecosistemas, propios del Antropoceno, son más complejos que los ecosistemas naturales. Tienen, entre otras, la capacidad de los sistemas sociales para adaptarse a los cambios en el entorno, pero la dificultad de los sistemas naturales de hacerlo frente a perturbaciones muy fuertes o muy prolongadas. En ellos se realizan múltiples interacciones no lineales entre los componentes sociales y ecológicos, determinadas, entre otros, por factores culturales: son sistemas adaptativos y resilientes enmarcados en la incertidumbre, ya que los resultados de interacciones causadas por la pérdida de hábitat, la degradación ambiental o las implicaciones sobre el bienestar, la calidad de vida y la disponibilidad de recursos para las actividades humanas son difíciles de predecir. Desde esta perspectiva, su facultad de adaptación a los cambios depende, en gran medida, de los mecanismos de autoorganización y gobernanza, a partir de los cuales las personas pueden modificar sus comportamientos y sus relaciones (Urquiza-Gómez y Cadenas, 2015). Otra característica que hace que los socioecosistemas sean muy complejos es lo que ha sido definido por Folke et al. (2015) como memoria socioecológica, que se refiere a un aprendizaje colectivo que permite acumular conocimientos e incorporar nuevas formas de apropiación de los recursos, buscando que sean perdurables. Aquí se destaca la necesidad de articulación entre los conocimientos científicos y los tradicionales, basados en experiencias, que influyen en las visiones, métodos y riesgos que inciden sobre la gestión del territorio. Esta característica hace que los socioecosistemas puedan gestionarse desde una perspectiva sociopolítica multidisciplinaria, que permita responder a las exigencias de un entorno en permanente transformación, es decir que su gestión debe ir más allá de la forma tradicional derivada de entender los ecosistemas como entidades circunscritas principalmente al dominio de las ciencias básicas y naturales y a la tecnología, para integrarla con las ciencias sociales y humanas, y con las formas de conocimiento tradicional que permitan encontrar soluciones más amplias y complejas con formas de gobernanza y de gestión novedosas y flexibles.
Autonomía y dependencia
Los ecosistemas están sujetos a procesos de cambio impulsados por variaciones en las condiciones ambientales. En el mundo natural no existe un equilibrio estático, sino una serie de estados transitorios que hacen que los ecosistemas vayan pasando por una serie de estados “normales” sucesivos. Esta dinámica está asociada con las características propias de cada ecosistema y sus respuestas a las
ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL ECOSISTEMA
Medida de resistencia Perturbación
Recuperación
Medida de resiliencia Degradación
TIEMPO Intervalos de diversos estados normales de funcionamiento
Figura 1. Marco conceptual de las respuestas de la estructura y función de los ecosistemas ante una perturbación
Fuente: adaptada de Vogt et al. (1997, p. 78).
variaciones del entorno. En el estado normal, las variaciones en su estructura y su función oscilan dentro de un rango que le permite mantenerse autónomamente, pero, cuando los factores modifi cadores son tan intensos o prolongados que sacan al ecosistema de su rango normal de funcionamiento, este sufre cambios que pueden llegar a ser irreversibles y transformarlo completamente. A la capacidad de respuesta de los ecosistemas (resistencia y resiliencia) se suma una tercera: la persistencia, que se refi ere a la duración temporal de un ecosistema en un estado determinado. Estas tres propiedades se emplean para describir su estabilidad con respecto a alguna condición en la que este se encuentre en buenas condiciones de “salud”, por ejemplo, en términos de la cantidad y calidad de su oferta de bienes y servicios ambientales. La fi gura 1 ilustra la respuesta de un ecosistema ante perturbaciones de origen natural o antrópico en términos de su estructura y función. Si son muy fuertes o muy prolongadas, pueden sobrepasar el rango en que estas propiedades operan efectivamente y dar origen a un proceso irreversible de desestabilización y degradación. Como ya se mencionó, a diferencia de los ecosistemas naturales, los socioecosistemas requieren de la intervención humana para su adecuado funcionamiento; incluso pueden llegar a requerir ayuda para su reproducción, como ya está ocurriendo debido a la extinción de insectos polinizadores, producida por los mismos pesticidas que se usan para protegerlos. La dependencia de los socioecosistemas urbanos es aún mayor, pues están más artifi cializados que los rurales y requieren un constante suministro de energía y de materiales para satisfacer las demandas para su funcionamiento, sus procesos productivos y de transformación, y contar con sistemas depurativos para combatir la contaminación del agua y del aire, en especial en las grandes ciudades, al punto de que son socioecosistemas incapaces de sostenerse autónomamente en un estado deseable.
La coevolución
Otra característica de los socioecosistemas es la influencia recíproca entre las variables naturales y sociales para generar nuevas características y estados para adaptarse a los cambios, es decir, la coevolución de la ecósfera12 y de la antropósfera.13 Es necesario además destacar la enorme diferencia de velocidad con que avanzan la evolución natural y la evolución cultural: mientras que la primera, que empezó muy lentamente con el inicio de la vida, se ha acelerado con el paso del tiempo a un ritmo que se mide en millones de años, la segunda lo hace a una velocidad que se mide apenas en décadas. Esta enorme diferencia favorece la formación de sistemas cada vez más complejos —integrados por elementos artificiales que cambian y se perfeccionan muy rápidamente y elementos naturales que lo hacen a un ritmo mucho menor—, favoreciendo así la artificialización del mundo. Stephen Hawking (2018) explica este tema de forma magistral, que bien merece citarse in extenso:
Al principio el proceso de evolución biológica fue muy lento. Se tardó dos mil quinientos millones de años en evolucionar de las células más antiguas a organismos multicelulares. Sin embargo, se tardó menos de mil millones de años adicionales en evolucionar hasta los peces, y unos quinientos millones en evolucionar de los peces hasta los mamíferos. Pero luego la evolución parece haberse acelerado aún más. Solo se tardó unos cien millones de años en pasar desde los primeros mamíferos hasta nosotros. La razón es que los mamíferos primitivos ya contenían esencialmente la mayoría de nuestros órganos importantes. Todo lo que se requería para evolucionar desde los primeros mamíferos hasta los humanos fue un poco de ajuste fino.
Pero con la especie humana la evolución alcanzó una etapa crítica, comparable en su importancia con el desarrollo del ADN: el desarrollo del lenguaje, y particularmente el lenguaje escrito, que significa que la información puede transmitirse de generación en generación de otra forma que genéticamente mediante el ADN. Ha habido algunos cambios detectables en el ADN humano, provocados por la evolución biológica, en los diez mil años de historia registrada, pero la cantidad de conocimiento transmitido de generación en generación ha crecido enormemente. Esto significa que hemos entrado en una nueva fase de la evolución. Al principio, la evolución procedió por selección —a partir de mutaciones aleatorias—; esta fase darwiniana duró aproximadamente tres mil quinientos millones de años y produjo seres que desarrollaron el lenguaje para intercambiar información. Pero en los últimos diez mil años, más o menos, hemos estado en lo que podría ser llamada una fase de transmisión externa. En esta etapa, el registro interno de la información transmitido a las generaciones posteriores en el ADN ha cambiado un poco. Pero el registro externo —en libros y las otras formas de almacenamiento de larga duración—, ha crecido enormemente. Algunas personas usarían el término “evolución” solo para el material genético transmitido internamente y se opondrían a que se aplicara a la información transmitida externamente, pero creo que
12 Formada por la atmósfera, la geosfera y la biósfera.
13 Parte de la superficie terrestre donde se desarrolla la vida del ser humano, que soporta sus actividades y procesos de intervención sobre los ecosistemas.
es una visión demasiado estrecha. Somos más que nuestros genes. Puede que no seamos inherentemente más fuertes o inteligentes que nuestros antepasados cavernícolas, pero lo que nos distingue de ellos es el conocimiento que hemos acumulado durante los últimos diez mil años, y particularmente durante los últimos trescientos. Creo que es legítimo tener una visión más amplia, e incluir la información transmitida externamente, así como también la del ADN, en la evolución de la especie humana. La escala de tiempo para la evolución, en el periodo de transmisión externa, es la escala de tiempo para la acumulación de información, que solía ser de cientos, o incluso de miles de años. Pero ahora esa escala se ha reducido a unos cincuenta años o menos. En cambio, los cerebros con que procesamos esa información han evolucionado en la escala de tiempo darwiniana, de cientos de miles de años. Esto comienza a causar problemas. En el siglo XVIII, se dijo que había un hombre que había leído todos los libros escritos. Pero actualmente, si leyera un libro por día, tardaría unos 15 000 años en leer los libros de una Biblioteca Nacional. Y en ese tiempo, se habrían escrito muchos más libros. Esto significa que nadie puede dominar más que un pequeño rincón del conocimiento humano. Tenemos que especializarnos en campos cada vez más estrechos. Ciertamente no podemos continuar por mucho tiempo con la tasa de crecimiento exponencial que hemos tenido en los últimos trecientos años. (pp. 109-114)
La acumulación y la persistencia de los impactos
La transformación de los ecosistemas y de las condiciones ambientales planetarias característica del Antropoceno es resultado de la acumulación de los impactos ambientales pasados y actuales, producto de las actividades antrópicas que se realizan en todos los lugares del mundo.14 Para desarrollar exitosamente el buen Antropoceno es indispensable mitigar o evitar los impactos socioambientales negativos y la producción de deshechos de las actividades que se realizan en los niveles local y regional, de manera que, al sumarse con los que se realizan en todos los otros territorios del globo, disminuyan su magnitud total. Implantar el buen Antropoceno globalmente, articulando un continuo espacial desde lo local hasta lo global, implica tener claro que este nos enfrenta con realidades nuevas y cambiantes, que provienen de lo hecho en el pasado y que tienen parámetros y condiciones que ya no es posible modificar en la práctica. Los pasivos ambientales son parte del Antropoceno. Como se explicará más adelante, la principal causa de la escasa efectividad de las políticas y de la gobernanza ambiental global es precisamente su falta de relación con territorios concretos y definidos, que es donde se desarrolla la vida y se
14 En cada región o localidad de cada país sus habitantes desarrollan sus variadas formas de vida y sus actividades socioeconómicas. Es allí, en los diversos territorios, en donde se ubican las ciudades, las fábricas, los desarrollos agrícolas de diversos tamaños, se construye y se opera la infraestructura, se realizan la minería y la explotación de hidrocarburos, para citar solo algunas de las más obvias. Y es allí donde se contaminan las aguas con los vertimientos urbanos e industriales, donde se generan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de los diversos sistemas de transporte e industrias, donde se talan y se queman los bosques; en fin, es en los territorios donde se originan estos impactos nocivos, que, al ingresar a los sistemas hídricos, atmosféricos y biológicos, se suman y se acumulan para generar los impactos sobre los sistemas de la Tierra que tanto preocupan al mundo.