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Guerra y paz

Este titular nos recuerda la magistral obra que León Tolstoi concluyó en 1869, en la cual hace referencia a los estragos causados por las Guerras napoleónicas. Nacido poco después del final de ese convulsionado periodo y fallecido en los albores de la Primera Guerra Mundial y la Revolución bolchevique, Tolstoi fue un soldado que intervino en la guerra de Crimea y que, pasados los años, defendió las banderas de la no violencia.

Siglo y medio después, no lejos de esas tierras que conoció el célebre autor ruso, la guerra tiene de nuevo la palabra. Lo que viene sucediendo en Ucrania, la nación que recuperó su independencia en 1991 y que no hace mucho vio afectada su integridad territorial, precisamente en la península de Crimea, le recordó al mundo esas situaciones de conflicto armado entre países, que parecían superadas en el contexto actual de las relaciones internacionales. En pleno siglo XXI, a pesar de los impresionantes avances de la humanidad en tantos campos, resulta sorprendente que estemos presenciando la invasión despiadada a un país, la ocupación de su territorio por las fuerzas armadas de un poderoso vecino, con la consiguiente pérdida de numerosas vidas humanas, el desplazamiento de cientos de miles de sus habitantes y el daño material de su infraestructura y patrimonio.

Frente a estos hechos de guerra y la urgencia de abrir caminos de paz, el papa Francisco no ha dudado en hablar de manera enérgica para enviar un mensaje que deseamos compartir desde nuestra Universidad. En el Ángelus del pasado 20 de marzo, el Santo Padre condenó “la violenta agresión contra Ucrania, una masacre insensata en la que todos los días se repiten estragos y atrocidades”. A renglón seguido exclamó: “¡No existe justificación para esto! Suplico a todos los actores de la comunidad internacional que se esfuercen de verdad para hacer que cese esta guerra repugnante”. Luego de recordar su visita “a los niños heridos que están aquí en Roma: a uno le falta un brazo, otro está herido en la cabeza… Niños inocentes”, Francisco hizo esta reflexión: “Pienso en los millones de refugiados ucranianos que deben huir dejando atrás todo, y siento un gran dolor por cuantos no tienen ni siquiera la posibilidad de escapar. Muchos abuelos, enfermos y pobres, separados de sus familiares, tantos niños y personas frágiles deben quedarse y morir bajo las bombas sin poder recibir ayuda y sin encontrar seguridad ni siquiera en los refugios antiaéreos. ¡Todo esto es inhumano! Aún más, ¡es también sacrílego, porque va contra la sacralidad de la vida humana, sobre todo contra la vida humana indefensa, que ha de ser respetada y protegida, no eliminada, y que está por encima de cualquier estrategia! No lo olvidemos: ¡es una crueldad inhumana y sacrílega!”.

Estos categóricos planteamientos del Papa, se unen a los que había formulado el 13 de septiembre de 2014, cuando visitó el Santuario Militar en Redipuglia con motivo de la conmemoración del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. Ese día, apenas inició su intervención, dijo: “la guerra es una locura. Mientras Dios lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos”. Entonces reiteró: “La guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción: ¡crecer destruyendo!”.

En esa ocasión, el Santo Padre llamó la atención sobre la frase «¿A mí qué me importa?», esculpida a la entrada del cementerio, que señaló como “lema desvergonzado de la guerra”. A continuación, nos recordó que “todas estas personas, que reposan aquí, tenían sus proyectos, tenían sus sueños… pero sus vidas quedaron truncadas. ¿Por qué? Porque la humanidad dijo: «¿A mí qué me importa?»”; y advirtió lo siguiente: “Hoy, tras “La guerra no el segundo fracaso de otra guerra mun- devasta solo el dial, quizás se puede hablar de una ter- presente, sino cera guerra combatida «por partes», con también el futuro crímenes, masacres, destrucciones… de una sociedad”, Para ser honestos, la primera página de papa Francisco. los periódicos debería llevar el titular: «¿A mí qué me importa?»”.

Sin lugar a dudas, a los hombres y mujeres de todo el mundo debe importarnos lo que ha ocurrido en Ucrania: se trata de un atentado contra la dignidad de los ciudadanos de una nación libre y soberana, desconociendo sus derechos, que, por lo tanto, constituye una afrenta a la humanidad.

En el caso de nosotros, los colombianos, que hemos palpado el sufrimiento y la destrucción que causa la confrontación armada, lo mismo que la dificultad para que llegue la paz, debemos unirnos en el repudio de la guerra, en todas sus formas, que como lo señaló Francisco el pasado 27 de marzo, es “lugar de muerte donde los padres y las madres entierran a los hijos, donde los hombres asesinan a sus hermanos sin ni siquiera haberles visto, donde los poderosos deciden y los pobres mueren”. Ciertamente, “la guerra no devasta solo el presente, sino también el futuro de una sociedad”

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