La experiencia enseña que los valores no se aprenden, se descubren.
Alfonso López Quintás
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Índice Seminario sobre Valores 3 Signos de admiración 5 1. Necesidad de un conocimiento preciso de la vida humana La falta de guías adecuados
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2. Nuestro proceso de crecimiento 9 Los doce descubrimientos básicos 9 El descubrimiento de las realidades abiertas 11 El descubrimiento de las experiencias reversibles 12 El descubrimiento del encuentro 12 Condiciones del encuentro 13 El descubrimiento de los valores y las virtudes 15 Descubrimiento del ideal de la vida 15 Poder transfigurador del ideal de la unidad 16 Descubrimientos 6-12 16 3. Los niveles de realidad y de conducta 18 Niveles positivos 18 Niveles negativos 20 4. Fecundidad de este método formativo 4.1 Superación de diversos bloqueos espirituales El proceso de vértigo El proceso o experiencia de éxtasis El proceso de éxtasis La recta orientación de los deseos 4.2 La configuración de la conducta en torno a los valores del escudo de Qualfon 4.3 El ideal del servicio y el éxito de la empresa 4.4 El ideal de la unidad y el amor conyugal El matrimonio, escuela de unidad
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Índice de materias y de autores
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Seminario sobre Valores Qualfon Qualfon es una empresa que existe para trascender. Trascender significa dejar una huella positiva en la vida de las personas. Somos una empresa que tiene la maravillosa oportunidad de hacer contacto humano con miles de personas todos los días. Cada miembro de la familia Qualfon responde a una llamada que nos permite ofrecer el mejor servicio a nuestros clientes y por ello podemos generar empleo para jóvenes que experimentan en Qualfon una escuela que enseña a trabajar, a servir y a vivir con plenitud. Alfonso López Quintás es considerado uno de los hombres contemporáneos más comprometidos con la promoción de los valores universales y ha tenido la generosidad de responder a nuestra invitación de escribir un seminario que va encaminado a facilitar en todos colaboradores la experiencia de aprender a desarrollar el arte de admirar lo que vale la pena en la vida; los valores que son fundamento de una vida fértil y gozosa. El texto que Don Alfonso ha escrito, nos ofrece un recurso más para que nuestro compromiso con la misión de Qualfon y la vivencia de los valores STRIDES nos entusiasme para que todos trabajemos con la mirada en lo que enaltece y hace feliz a mujeres y hombres. Esa felicidad plena es una realidad espiritual y por ello para escribir esta introducción le pregunté a Don Alfonso lo que significaba el sentido de consagrar algo a Dios, pues para Qualfon la persona humana es cuerpo, mente y espíritu y en el espíritu de la empresa está su misma consagración al Creador del Universo en la expresión de su Sagrado Corazón, que hizo su fundador y equipo directivo en el año 2006 en la ciudad de Cebú, Filipinas. Don Alfonso no tardó en responderme de esta manera:
“El término consagrar añade al de dedicar un plus de elevación. A veces ambos términos parecen sinónimos; por ejemplo, cuando decimos que “consagramos o dedicamos mucho tiempo al deporte”. o una parte de nuestro Los cristianos usamos el verbo consagrar, en sentido estricto, para ofrecer al Señor un bien del que podemos disponer y dedicarlo a un propósito decidido: cumplir la voluntad del Padre. Puede ser algo material o una parte de nuestro tiempo, o una determinada capacidad, o incluso –en el límite– nuestra propia vida. Sabemos que todo cuanto tenemos es, en principio, un don de Dios. Pero, al correr de la vida, podemos actuar como si fuéramos los propietarios de cuanto somos y tenemos. Por tanto, mostrar abierta
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y reflexivamente que uno consagra a Dios algo que estima profundamente, como puede ser la empresa que sostiene y que estima como a las niñas de sus ojos, significa mucho más que dar algo gratuitamente: afecta al sentido mismo de la vida y al señorío último sobre todo cuanto existe. La realidad consagrada al Señor se convierte en algo sacro, sagrado, perteneciente al Dios tres veces santo. Al seguir en vinculación estrecha con esa realidad consagrada, participamos en alguna medida de esa sacralidad, y toda nuestra vida adquiere una peculiar elevación. Desde los orígenes de la Humanidad que relata el Génesis, el Creador sintió predilección por las personas que le consagran sus personas ofreciendo lo mejor de sus posesiones. Jesús, al ofrecerse él mismo como ofrenda sacrificial, nos enseñó a realizar el acto supremo de sacrificio: la entrega incondicional de la propia persona, por amor” Hacemos votos para que este seminario nos ayude a todos a elevar nuestra vida y adquiera mayor sentido con el fin de que cada miembro de la familia Qualfon, la vivamos desde nuestra propia realidad, respetando y apreciando nuestras creencias, que son diversas, pero que tienen el común denominador de encontrarse en los valores humanos universales que se trasmiten y se enseñan con el más poderoso de los instrumentos educativos: la autenticidad humana y el buen ejemplo.
Roberto Sánchez Mejorada Chief Mission Officer
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Signos de admiración: La experiencia enseña que los valores no se Aprenden, se descubren. Alfonso López Quintás
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Es necesario que los adolescentes aprendan el arte de admirar, y en esto consiste, creo yo, uno de los secretos de la educación. (Cf. Jean Guitton Nuevo arte de pensar [Encuentro, Madrid 2000] 23).
En enero de 2003, cierto telediario de gran audiencia destacó que nos hallamos en el primer aniversario de la muerte, por sobredosis, de la cantante Janis Joplin. Se la elogió como la “reina blanca del blues”, y, tras recordar que su vida estuvo entregada a toda clase de drogas, se concluyó que había sido “una mujer totalmente libre”. ¿Están preparados los jóvenes actuales para descubrir el tipo de manipulación que late en este mensaje televisivo? En caso negativo, no están debidamente formados para vivir en un momento de la historia tan fecundo y tan arriesgado, a la par, como el presente.
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1. Necesidad de un conocimiento preciso de la vida humana.
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Las necesidades más grandes del hombre están ocultas profundamente en él. La felicidad duradera se encuentra un poco más lejos, un poco más hondo de lo que suponemos. (…) Dichoso aquel que da un primer paso en esa dirección. (Cardenal Godfried Daneels: “Necesidad de una mirada profunda”, en Consudec 696 [1992] 1244ss).
En la película de Ingmar Bergman El silencio, una joven convive con un extranjero con el que no puede hablar por carecer de una lengua común. En un momento de intimidad, exclama exultante: «¡Qué bonito es no poder entendernos!». Me pregunto si un joven que oye esto se da cuenta de la actitud ante la vida que ha adoptado esa joven y de los riesgos que implica para ella. ¿Podría sentirse contenta si supiera que el lenguaje es vehículo del encuentro, y renunciar al encuentro equivale a bloquear el propio desarrollo personal? Si no lo sabe, va por la vida con los ojos vendados, expuesta a mil peligros. Esta especie de ceguera espiritual constituye una forma de “analfabetismo de segundo grado”, que todos podemos padecer en alguna medida¹ . No saber unir las letras y adivinar lo que dice un escrito es un modo primario de analfabetismo, y debe ser erradicado porque nos deja desvalidos ante la vida. Si sabemos leer
1. En qué consiste esta forma de analfabetismo y cuál es la vía óptima para combatirlo lo expongo en la obra Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los valores (BAC, Madrid 42003) 10-23.
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y nos hacemos cargo de lo que se nos comunica, tenemos capacidad de informarnos debidamente y saber a qué atenemos en la vida diaria. Pero, supongamos que no somos capaces de penetrar en el sentido de lo que leemos u oímos. Recibimos datos del exterior, mas no logramos descubrir lo que significan para nuestra vida. Captamos su significado superficial, pero no su sentido profundo. Nos enteramos, por ejemplo, de que una joven parece estar satisfecha por no poder hablar con su amante, pero no podemos descubrir lo que implica, en el fondo, tal sentimiento. Si es así, bien haremos en tomar medidas para superar esa forma de analfabetismo, que nos impide regir nuestra conducta con cierta seguridad de éxito. Una buena medida será iniciarnos en el método formativo que sugerimos seguidamente. Nos permitirá luego dar a la joven una lúcida clave de orientación. Últimamente, algunos dirigentes políticos mostraron interés en orientar la actividad escolar de tal modo que los alumnos aprendan a pensar bien, razonar con coherencia, decidir de modo equilibrado y realista. Este loable propósito no ha tenido siempre el éxito deseado a causa de un puñado de rnalentendidos. Se pensó, a menudo, que la formación ética consiste en “aprender” valores, y se exhortó a los educadores a consagrar tiempo y esfuerzo a tal forma de enseñanza. Pero la experiencia nos advierte a diario que los valores no se “aprenden”; se “descubren”. Por tanto, no debemos los mayores reducirnos a “enseñarlos”; debemos “ayudar a descubrirlos”. Los valores no sólo existen; se hacen valer, proyectan a su alrededor un aura de prestigio. La tarea del educador ha de consistir en acercar a niños y jóvenes a esa área de irradiación de los valores, sugerirles que hagan las experiencias necesarias para descubrir por sí mismos su belleza y su inmensa fecundidad. Hacerse cargo de esa fecundidad y esa belleza es el cometido de una Pedagogía de la admiración.
La falta de guías adecuados En una entrevista televisiva, un joven de 19 años manifestó lo siguiente: “Hasta hace poco yo era totalmente feliz. Adoraba a mi madre, me encantaba mi novia, sentía ilusión por mi carrera. Pero me entregué al juego de azar y me convertí en un adicto, un enfermo, un ludópata. Ahora, ni mi madre ni mi novia ni mi carrera me interesan nada. Sólo me interesa una cosa; seguir jugando.
“Esta especie de ceguera espiritual constituye una forma de “analfabetismo de segundo grado”, que todos podemos padecer en alguna medida.
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Estoy atado al juego. Lo que más me duele es que empecé a jugar libremente, y ahora me veo hecho un esclavo.”
“En el clima actual de desconcierto resulta muy penosa la falta de guías auténticos. La sociedad no suele favorecer la formación de tales líderes pues tiende a cultivar: el reduccionismo la manipulación el intrusismo el hedonismo
¿Algún día le explicó alguien a este desventurado joven lo que es el proceso de vértigo o fascinación y el de éxtasis o creatividad? Probablemente no. Ni siquiera el director del programa aprovechó la circunstancia para darle una mínima clave de orientación. Renunció a ser líder, en el sentido profundo de guía. Es muy posible que nadie haya ayudado tampoco a la jovencita de la película El silencio a admirar la riqueza del lenguaje auténtico, el que se inspira en la voluntad de crear vínculos personales. No se benefició de una Pedagogía de la admiración. De haber tenido esa suerte, no sentiría ahora alegría sino profunda tristeza al recluirse en un silencio de mudez, a fin de no crear vínculos con su compañero ocasional. En el clima actual de desconcierto resulta muy penosa la falta de guías auténticos. La sociedad no suele favorecer la formación de tales líderes pues tiende a cultivar el reduccionismo -la reducción injusta del valor de la vida humana-, la manipulación -el trato de las personas como si fueran meros objetos-, el intrusismo -la osadía de hablar en público de temas trascendentes sin la debida preparación- y el hedonismo, el afán desmedido de acumular sensaciones placenteras. Frente a este empobrecimiento de la vida humana, necesitamos poner en juego una pedagogía de la admiración o del asombro, no de la coacción; del descubrimiento, no del mero aprendizaje; de la persuasión, no de la transmisión fría. El que aprende lo que es la vida descubriéndola paso a paso, de forma bien articulada, no sólo acaba sabiendo qué ha de hacer para desarrollarse plenamente como persona sino que está bien dispuesto para transmitir ese conocimiento a otras personas de forma persuasiva y convincente. A veces se dice que no se educa a los jóvenes para ejercer la función de padres. La Pedagogía de la admiración sería un buen camino para ello. Pero ¿cómo llevar a cabo esta Pedagogía? A mi entender, la vía más eficaz es realizar una serie de descubrimientos encabalgados.
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2. Nuestro proceso de crecimiento Los doce descubrimientos básicos
“Para conocer cómo nos desarrollamos en cuanto personas debemos descubrirlo nosotros mismos.
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La importancia de las interrelacionesy del pensamiento relacional
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Nuestra capacidad de ser eminentemente creativos
El lenguaje y el silencio, vehículos del encuentro
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La fecundidad del proceso de “éxtasis” o creatividad y el carácter destructor del proceso de vértigo o fascinación
Cómo colmar de sentido nuestra vida Libertad interior o libertad creativa
La función decisiva de la afectividad en nuestra vida personal
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El ideal de la vida
Los valores y las virtudes
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El encuentro
Las experiencias reversibles
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Los “objetos” y los ámbitos
Para conocer cómo nos desarrollamos en cuanto personas debemos descubrirlo nosotros mismos. Para ello hemos de partir de la convicción de que crecer es ley de vida. Crecen el vegetal y el animal, por un impulso interno inconsciente. Los seres humanos debemos también crecer, no sólo en el aspecto fisiológico sino también como personas. Este segundo aspecto del crecer no es automático; necesitamos saber cómo hemos de crecer, y de ahí la necesidad de una formación adecuada.
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Para crecer, debemos ejercitar nuestras potencias: movenos libremente, andar, hablar, manejar objetos… Pero estas actividades sólo tienen sentido y eficacia cuando recibimos posibilidades del entorno. Esas posibilidades las recibimos jugando. Jugar -en sentido filosófico preciso- significa recibir posibilidades para crear con ellas algo nuevo valioso: por ejemplo, jugadas, en los juegos de mesa y en el deporte -cuya meta es dominar el campo adversario-; formas, en el arte, para «engendrar obras en la belleza» (como indicaba Platón); escenas, en el teatro, destinadas a mostrar la «intrahistoria» de unos personajes.
El descubrimiento de las realidades abiertas Uno de los juegos que podemos realizar es, por ejemplo, el ajedrez. Para jugar necesito un tablero. Tomo una tabla cuadrada. Es mía, puedo hacer con ella lo que quiero. A este nivel de mi vida en el que dispongo de objetos y los pongo a mi servicio vamos a llamarle nivel 1. Este dominio que tengo de objetos en el nivel 1 no me satisface, pues para crecer como persona necesito actuar de forma creativa. Y la creatividad auténtica comienza cuando asumo activamente posibilidades para generar algo nuevo dotado de cierto valor. Para actuar de este modo creativo pinto, en la tabla que poseo, unos cuadraditos en blanco y negro, y la transformo en tablero. El tablero es una realidad abierta, por cuanto nos ofrece un cauce para realizar las actividades que propone el reglamento del juego. He transformado la tabla -la convertí de objeto cerrado en realidad abierta-, y ahora debo transformar mi conducta respecto al tablero. En vez de poseerlo y dominarlo, debo obedecerle, por ser el cauce del juego que voy a realizar conforme al reglamento. Justo cuando renuncio a mi libertad primera -la libertad de maniobra-, adquiero un tipo superior de libertad, la libertad para crear una forma de juego. Al moverme con esta libertad creativa entre realidades abiertas -que, como el tablero, me ofrecen posibilidades para crecer-, me hallo en el nivel 2. Subir del nivel 1 al nivel 2 es decisivo en la vida humana.
La experiencia del poema. Dentro del nivel 2, puedo elevarme a un plano todavía superior al del ajedrez. Alguien me regala un folio en el que se ha escrito un poema. Con el papel puedo hacer lo que quiera. Con el poema, no.
“Al moverme con esta libertad creativa entre realidades abiertas -que, como el tablero, me ofrecen posibilidades para crecer-, me hallo en el nivel 2. Subir del nivel 1 al nivel 2 es decisivo en la vida humana.
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He de asumir activamente las posibilidades que me ofrece para declamarlo y darle vida. Mi declamación es libre, pero con libertad creativa, vinculada a las condiciones del poema. El poema me inspira, guía e impulsa; yo lo configuro a él. Me siento llevado por él, pero soy yo quien le da un cuerpo sonoro. Los dos colaboramos por igual. De aquí se deduce que, si deseamos crecer, debemos renunciar en alguna medida a la libertad de maniobra -capacidad de actuar conforme a nuestros gustos-, y adquirir un modo de libertad creativa o libertad interior, que nos permite ser creativos precisamente cuando obedecemos a las realidades valiosas que nos otorgan posibilidades. Observemos que nadie nos obliga a renunciar a la libertad de maniobra. Somos nosotros los que decidimos con gusto hacerlo, porque intuimos que vincularse por decisión interna a lo valioso -es decir, ob-ligarse² - es el camino para enriquecernos y crecer. Advertir que nos vamos enriqueciendo nos causa verdadera ilusión.
El descubrimiento de las experiencias reversibles Esta ilusión se explica porque acabamos de descubrir, por nosotros mismos, un tipo superior de experiencias: las experiencias reversibles, o bidireccionales. De ellas depende nuestro crecimiento personal, pues en ellas aprendemos a ser creativos, al aceptar el hecho de que debemos ser receptivos y activos a la vez. Gracias a esta doble condición, podemos dar vida a obras literarias y musicales y unirnos a ellas con un modo de unión superior a las formas superficiales de unión propias del nivel 1. De nuevo observamos que sólo al obedecer a algo valioso crecemos como personas. Vislumbramos ya el secreto de la vida personal, lo que podemos llamar la «lógica de la vida creativa»: obedecemos a lo que nos perfecciona sin ser coaccionados, sino movidos por la necesidad de crecer y perfeccionarnos. Esta obediencia es la actitud propia de quien se siente inspirado y se deja llevar de aquello que lo enriquece.
El descubrimiento del encuentro Al entrar en el campo de estas experiencias reversibles, descubrimos rápidamente la forma más alta: el encuentro, que es la unión estrecha de dos personas deseosas de crear un estado de enriquecimiento mutuo. Encontrarse de verdad no se reduce a estar cerca. Eso es mera vecindad. Yo puedo convivir con una persona, estar cerca de ella durante años y no encontrarme con ella ni una sola vez. Me cruzo en los pasillos de la universidad diariamente con muchos colegas. A lo sumo, nos saludamos rápidamente. No puede decirse que haya un verdadero encuentro entre nosotros. Pero un buen día, uno de esos colegas viene a mi despacho y me pide ayuda para resolver un problema. Yo dejo mis papeles a un lado y le oigo. No sólo le oigo sino que le escucho, lo que implica prestar atención; y no sólo le escucho, sino que movilizo mi capacidad de resolver problemas. Y dialogamos, en busca de una solución. Aunque sea muy breve la conversación, hemos creado una relación de encuentro, es decir, un estado de enriquecimiento mutuo.
2. Pongo un guión entre el prefijo ob y el verbo ligar, para subrayar el
procede en buena medida el español los prefijos ejercen ese papel de
hecho de que la idea de unir que expresa este verbo va especialmente
intensificar la acción del término al que se adhiere.
reforzada por el prefijo. Sabemos que en la lengua latina de la que
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Condiciones del encuentro
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Generosidad. Fijémonos en lo que sucedió aquí: mi colega vino hacia mí, con toda sencillez, y solicitó mi ayuda. Me abrió su alma, con confianza, y yo dejé generosamente a un lado la tarea que tenía entre manos y le dí mi tiempo para colaborar con él. Ya vemos que la generosidad es la primera condición del encuentro. El vocablo generosidad procede del verbo latino generare, generar, engendrar. Es generoso el que genera nueva vida a través de las diversas formas de encuentro. De la generosidad se derivan las demás condiciones del encuentro:
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La apertura veraz y sincera al otro.
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La cordialidad o ternura.
El que es generoso se abre a los demás de modo sincero y veraz. No olvidemos que abrirse con espíritu generoso es darse. Por eso, la sinceridad suscita confianza. En cambio, la doblez produce desconfianza, invita a replegarse sobre sí y no hacer confidencias. Esta falta de apertura hace imposible el encuentro.
El que se da sinceramente dulcifica el trato, pone corazón en ello. Ese trato cordial lubrifica las relaciones humanas. En cambio, la actitud hosca las torna desapacibles y, a la postre, conflictivas.
La fidelidad. El que se da de veras, sin restricciones falaces, persevera en su actitud de entrega y se comporta fielmente. Ser fiel no se reduce a aguantar. Esta actitud es propia de muros y columnas, realidades del nivel 1. Los seres humanos no nacemos para soportar pasivamente las cargas que se nos echen encima, sino para algo superior: ser fieles, es decir, crear en cada momento lo que uno, en un momento determinado, prometió crear: por ejemplo, un hogar, una comunidad religiosa, un centro formativo...
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La sencillez.
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El que se comporta generosamente con los demás, no quiere dominarlos, con objeto de servirse de ellos para los propios fines. Desea crear modos de valiosa vida en común. Por eso procura tratarlos en pie de igualdad, a fin de compartir la vida, en el sentido profundo de promover el intercambio de dones, de posibilidades creativas, de iniciativas y colaboraciones.
La paciencia.
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La persona sencilla, que no quiere imponer altaneramente sus puntos de vista y sus actitudes, se comporta de modo paciente, en el sentido de que se ajusta a los ritmos de las personas que trata, e incluso a los ritmos naturales, como puede ser el modo lento de regenerarse los tejidos. Cuando te rompes un brazo y el médico te ordena mantener reposo durante un mes, no te manda que te aguantes durante ese tiempo, sino que acomodes tu vida al modo de ser y proceder de tu organismo. En el nivel humano, la paciencia implica una forma de concordia, de coherencia, incluso -más positivamente- de colaboración.
La comunicación.
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Comunicarnos con afecto es darnos, al tiempo que transmitimos algo. El que se comunica de forma cordial se abre, comparte la vida, ofrece ideas y sentimientos, enriquece los vínculos mutuos, crea vida comunitaria. Esta forma de comunicación no se opone a la llamada “vida interior”; al contrario, le da cuerpo, solidez, eficiencia, y la hace creíble. El que se cierra porque prefiere mantener su independencia y cultivar su huerto a solas, corre peligro de romper vínculos y amenguar la vida comunitaria. Con lo cual achica sus espacios interiores.
La participación en tareas comunes valiosas.
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«Amarse no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en una misma dirección»³. Esta bella frase de Antoine de Saint-Exupéry podría glosarse de este modo: «Amarse no es mirarse el uno al otro por la complacencia que ello pueda suponer; es perseguir conjuntamente un ideal valioso».
3. Cf. Terre des hommes (Gallimard, Paris 1939) 234-235. Versión española : Tierra de los hombres (Círculo de lectores, Barcelona 2000) 178.
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El descubrimiento de los valores y las virtudes Estas condiciones del encuentro nos capacitan para encontrarnos y desarrollarnos como personas. En cuanto nos capacitan para crear diversas formas de encuentro, esas actitudes se denominan valores. Los valores asumidos por nosotros como formas de conducta reciben el nombre de virtudes. En la línea de la tradición latina, llamamos todavía hoy “virtuoso” de un instrumento musical al que tiene la capacidad de tocarlo con maestría. Las virtudes son capacidades para crear relaciones de encuentro.
Frutos del encuentro. Al llevar una vida virtuosa, creamos múltiples relaciones de auténtico encuentro y experimentamos los frutos de las mismas: adquirimos energía interior y sentimos alegría, entusiasmo, plenitud personal y, por tanto, felicidad. El encuentro eleva nuestro ánimo y nos da soberanía ante los vaivenes de la existencia. Ello se debe básicamente al hecho de que, al encontrarnos, realizamos nuestra vocación y nuestra misión en la vida. Al darnos cuenta de ello, vemos cumplidas nuestras mejores expectativas y experimentamos sentimientos de alegría, entusiasmo y plenitud interior. Esta plenitud gozosa se traduce en felicidad y se manifiesta en tres sentimientos entrañables: paz interior, amparo, gozo festivo o júbilo. Siempre que hay encuentro verdadero, hay fiesta; la vida entera adquiere carácter festivo: se transfigura el tiempo y el espacio, los gestos adquieren condición de ritos, las acciones en apariencia anodinas cobran un sentido especial.
Descubrimiento del ideal de la vida Al advertir que el encuentro opera esta transfiguración en mi vida, descubro algo decisivo en mi existencia, a saber: que el valor más alto, el que ensambla todos los demás como una clave de bóveda es el encuentro, o, dicho más en general, el crear las formas más elevadas de unidad. Ese valor supremo es el ideal de la vida. Este ideal no se reduce a una mera idea; es una idea motriz; mueve y orienta todo nuestro ser hacia la creación de modos cada vez más elevados de unidad. Estar orientados hacia la unidad significa que nos comprometemos a realizar en toda circunstancia el bien, la justicia, la verdad, la belleza. Para vivir en una forma de unidad activa, debemos ser buenos con los demás, justos, fieles a la verdad de cada uno, sensibles a la belleza de cada conducta y acción. Nada hay más bello en nuestra vida que el compromiso incondicional que late en estas afirmaciones: «El bien hay que hacerlo siempre; el mal, nunca». «Lo justo, siempre; lo injusto, nunca»... Si actuamos en virtud de estas convicciones profundas, garantizamos la alta calidad y la estabilidad del encuentro. Si éste constituye el punto culminante del nivel 2, asumir el ideal de la unidad como canon de vida debe considerarse como la actitud propia del nivel 3.
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Pero ¿cómo es posible actuar de modo incondicionalmente bueno, justo, veraz y bello con personas de conducta innoble y hostil? No parece haber en este mundo una razón suficiente para que nos comportemos con ellas de forma incondicionalmente buena, justa, veraz y bella. El fundamento para ello debemos buscarlo muy arriba: en el Creador que otorgó a cada criatura una dignidad inquebrantable. Devolver bien por mal sólo es posible cuando tomamos en serio el hecho de que todas las personas hemos sido creadas a su imagen y semejanza por un Ser absolutamente bueno, veraz y justo. Al reconocerlo, nos movemos en el nivel 4, que se adentra de lleno en la esfera de lo religioso.
Poder transfigurador del ideal de la unidad. Descubrimientos 6-12 Al instalamos decididamente en el nivel 3, bien fundamentado en el nivel 4, recibimos una gran luz: se nos aclara de golpe que los diversos aspectos de nuestra vida alcanzan la perfección cuando descubrimos el auténtico ideal y optamos incondicionalmente por él. El ideal auténtico lo transfigura todo en nuestra vida:
La “libertad de maniobra” se transforma en “libertad creativa”. La vida anodina se colma de sentido. La vida pasiva se vuelve creativa. La vida cerrada se torna relacional. El lenguaje pasa de ser mero medio de comunicación a vehículo
viviente del encuentro.
La caída en el vértigo cede el paso al ascenso extático. La entrega al frenesí de la pasión se trueca en amor personal.
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Nuestra vida entera se eleva cuando es orientada al ideal de la unidad. La mente, la voluntad, la capacidad creativa, el sentimiento..., todo adquiere en nosotros una nueva potencia y se abre a un horizonte de grandeza insospechada. Este proceso ascensional fue denominado de antiguo por los griegos éxtasis. Los doce descubrimientos que hemos reseñado anteriormente constituyen la articulación interna del proceso extático. Esta inmensa riqueza que alberga el proceso extático de ascenso a lo mejor de nosotros mismos (con sus descubrimientos, sus transfiguraciones, sus ascensos de nivel, sus distintos modos de liberación interior y promoción de la actividad creativa...) se destruye implacablemente cuando nos entregamos al halago de un proceso de vértigo, con sus cinco fases de envilecimiento. Figurémonos que, por egoísmo, no cumplo las condiciones del encuentro, que son modalidades de la actitud de generosidad. Con ello me muevo exclusivamente en el nivel 1; actúo por afán de dominio, posesión y manejo egoísta de las realidades de mi entorno. Esta actitud puede hacerme caer en cuatro niveles negativos, que son otras tantas fases de un progresivo envilecimiento. Estamos en un proceso de signo opuesto al de éxtasis o encuentro. Si, en éste, cada ascenso de nivel supone un mayor ennoblecimiento de la vida, en el proceso de vértigo la caída en niveles inferiores implica una degradación creciente. Para conocer nuestra situación personal en cada momento y disponer -por así decir- de un mapa de la vida personal, nada más importante que diseñar con precisión los niveles positivos y los negativos en que nos situamos al adoptar, respectivamente, actitudes generosas o egoístas.
“Nuestra vida entera se eleva cuando es orientada al ideal de la unidad. La mente, la voluntad, la capacidad creativa, el sentimiento..., todo adquiere en nosotros una nueva potencia y se abre a un horizonte de grandeza insospechada.
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3. Los niveles de realidad y de conducta
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Cuando opto por estos valores con tal decisión que mi vida es regida en todo momento por la convicción de que “el bien hay que hacerlo siempre; el mal, nunca”, “es bello hacer el bien; resulta feo practicar el mal”..., tengo una garantía sólida de que mi vida de encuentro será auténtica y duradera.
Niveles positivos El nivel 1 es el propio de los objetos o de realidades superiores tratadas como si fueran objetos. Nuestra actitud respecto a ellos es de dominio, posesión, manejo y disfrute. El nivel 2 es el de las realidades abiertas, la creatividad y el encuentro. Debemos actuar con actitud de respeto, estima y colaboración. En el nivel 3 se da la opción incondicional por los grandes valores: unidad, bondad, verdad, justicia, belleza. Al crear relaciones de auténtico encuentro, experimento sus frutos: energía interior, luz, sentido, alegría, entusiasmo, plenitud y felicidad... Entonces descubro que el valor supremo de mi vida, el que corona y da sentido a todos los demás viene dado por el encuentro, es decir, por la fundación generosa de un modo muy elevado de unidad. La unidad se me revela como una fuente de vida en plenitud, por tanto como un ideal de vida.
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Merced a la intervinculación de los grandes valores, al decir unidad aludo también a bondad, verdad, justicia, belleza. Cuando opto por estos valores con tal decisión que mi vida es regida en todo momento por la convicción de que “el bien hay que hacerlo siempre; el mal, nunca”, “es bello hacer el bien; resulta feo practicar el mal”..., tengo una garantía sólida de que mi vida de encuentro será auténtica y duradera. He aquí cómo el nivel del encuentro -nivel 2- está fundamentado en un nivel superior de conducta, el nivel 3, donde acontece la opción incondicional por los grandes valores. De lo antedicho se infiere que la pérdida del auténtico ideal de la vida provoca una grave alteración en la vida personal del ser humano, altera su metabolismo espiritual. Podríamos decir que su espíritu enferma⁴. Mi admirado maestro de la universidad de Múnich, Romano Guardini, lo vio claramente:
“«Cuando el hombre rechaza la verdad, enferma. Ese rechazo no se da cuando el hombre yerra, sino cuando abandona la verdad; no cuando miente, aunque lo haga profusamente, sino cuando considera que la verdad en sí misma no le obliga; no cuando engaña a otros, sino cuando dirige su vida a destruir la verdad. Entonces enferma espiritualmente»⁵. En el nivel 4 encontramos la energía necesaria para vivir de modo incondicional los valores por los que optamos en el nivel 3. ¿Cómo es posible que alguien sea incondicionalmente bueno con quien le devuelve mal por bien, y sea justo con quien quebranta sus derechos? En este punto necesitamos abrir una ventana en nuestra investigación y acudir a la existencia de un Ser Supremo que nos haya creado a todos a su imagen y semejanza, y nos haya dotado así de una dignidad tan alta que no podamos perderla -aunque nuestra conducta sea indigna- y exija un trato de respeto “absoluto”, es decir, “absuelto” o liberado de toda condición. Al vernos gozosamente vinculados, en la raíz misma de nuestra realidad personal, a quien es la bondad, la justicia, la verdad y la belleza por excelencia, situamos nuestra vida en el nivel 4. En un ser corpóreo-espiritual, como es el hombre, los niveles 2 y 3 necesitan el apoyo del nivel 1, entendido aquí como el plano en que solucionamos nuestras necesidades materiales. Y, viceversa, la vida en el nivel 1 adquiere un sentido personal en las experiencias propias del nivel 2, que, para ser auténticas, remiten al nivel 3, el cual, a su vez, requiere la fundamentación última del nivel 4. Esta implicación mutua y jerarquizada de los cuatro niveles es indispensable para verlos en toda su riqueza y con su poder configurador de nuestra personalidad.
4. Cf. Welt und Person. Versuche zur christlichen Lehre vom Menschen
5. Cf. Welt und Person. Versuche zur christlichen Lehre vom Menschen
(Werkbund, Würzburg 1950) 96. Versión española: Mundo y persona.
(Werkbund, Würzburg 1950) 96. Versión española: Mundo y persona.
Ensayos para una teoría cristiana del hombre (Encuentro, Madrid
Ensayos para una teoría cristiana del hombre (Encuentro, Madrid
2000) 106.
2000) 106.
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Niveles negativos Nivel -1
Si, debido a una actitud egoísta, se debilita nuestra relación con el ideal de la unidad, carecemos de energía interna para ascender a los niveles 2, 3 y 4 y nos movemos exclusivamente en el nivel 1. En consecuencia, damos primacía a nuestro bienestar, consideramos a los demás como un medio para nuestros fines, intentamos poseer y dominar cuanto nos rodea para incrementar nuestras gratificaciones de todo orden. Al no estar compensada esta tendencia al propio bienestar (nivel 1) con la voluntad de hacer felices a los demás (nivel 2), corremos riesgo de volvernos egocéntricos e insensibles, poco o nada preocupados de ser bondadosos, justos y veraces con ellos, así como de unirnos a ellos y procurarles una vida bella (nivel 3). Al unirse esta insensibilidad con la propensión a supeditar el bien de los demás a nuestros intereses, no tenemos mayor dificultad en hacérselo ver abiertamente, con lo cual herimos su sensibilidad y quebrantamos su autoestima. Iniciamos, con ello, el proceso de vértigo y bajamos al nivel -1. Dos jóvenes se unieron en matrimonio, y todo hacía presagiar un buen futuro Tal presagio pareció cumplirse durante varios años. Pero un día, tras una larga y azarosa estancia en el hospital, a la joven esposa se le diagnosticó una enfermedad crónica, que no es mortal pero amengua la vitalidad notablemente. Cuando regresó a casa, las primeras palabras que oyó a su marido fueron éstas: «Lo siento, pero ahora como mujer ya no me sirves. Tengo que irme». Y la dejó sola, con su hija. Esta frase dio un vuelco a su vida, porque le reveló de un golpe que su marido la había reducido a un medio para saciar sus apetencias (nivel 1), y, al perder calidad ese medio, resultaba para él “inservible”, incapaz de satisfacer sus apetencias Tal vez le había dicho mil veces que la “amaba” con toda el alma. A juzgar por sus palabras, nunca la amó de verdad (nivel 2). La apeteció (nivel 1) cuando ella tenía sus potencias en estado de florecimiento. Ahora la ve inútil como un utensilio estropeado, y se apresura a canjearlo por otro nuevo. Las operaciones de canje son típicas del trato con meros objetos (nivel 1). Realizarlas con personas, por considerarlas deterioradas, supone un rebajamiento de éstas al nivel 1. Es un acto de violencia. Manifestarlo abiertamente a la persona interesada supone un ultraje e implica un descenso al nivel -1.
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Nivel -2
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Si alguien considera a otra persona sólo como un medio para sus fines -por tanto, como una posesión-, y no ve satisfechas sus pretensiones, puede llegar a desahogar su frustración con insultos e incluso con malos tratos, psíquicos y físicos. Se trata de una ofensa de mayor gravedad que la anterior y supone la caída en el nivel -2. Actualmente, la sociedad se halla confusa e indignada ante el fenómeno de los malos tratos entre cónyuges. Se reclaman, para evitarlo, toda clase de medidas policiales y judiciales. Pero apenas hay quien se cuide de investigar las fuentes de esta calamidad social. El análisis de los niveles de realidad y de conducta nos permite radiografiar este fenómeno degenerativo y poner al descubierto algunas de las causas que lo provocan.
Nivel -3
Nivel -4
Una vez entregados al poder seductor del vértigo del dominio, podemos vernos tentados a realizar el acto supremo de posesión que es matar a una persona para decidir de un golpe todo su futuro. Al hacerlo, nos precipitamos hacia el nivel -3. No pocas personas manifiestan su estupor ante el hecho de que alguien mate a quien comparte con él la vida. Visto aisladamente, es un hecho que parece inverosímil. Si lo situamos en su contexto (que es el nivel -3) y lo vemos como continuación del nivel -2, con cuanto implica, advertimos que estamos ante una caída por el tobogán del vértigo. Todo ello es injustificable, pero resulta perfectamente comprensible cuando conocemos las fases de la vía de envilecimiento que es el proceso de vértigo.
En esta caída hacia el envilecimiento personal, cabe la posibilidad de llevar el afán dominador al extremo de ultrajar la memoria de los seres a quienes se ha quitado la vida. No pocos terroristas han mancillado las lápidas que guardan los restos de sus víctimas. Esa vileza los hunde en el abismo del nivel -4. La burla y la mofa son manifestaciones prepotentes de dominio, propias de quien disfruta altaneramente al presenciar el espectáculo del ídolo caído. En el fondo, las actitudes propias de los niveles negativos son formas cada vez más agresivas de actitud dominadora. Están inspiradas por el ideal egoísta de dominar, poseer y disfrutar, así como las actitudes características de los niveles positivos responden al ideal generoso de la unidad y el servicio.
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4. Fecundidad de este método formativo
“
Un joven que viva así el proceso de crecimiento, aunando la adquisición de conocimientos y la realización de diversas transfiguraciones, adquiere luz suficiente para ….mucho tiempo al deporte. Los cristianos usamos el verbo consagrar, en sentido estricto, para ofrecer al Señor un bien del que podemos disponer y dedicarlo a un propósito decidido: cumplir la voluntad del Padre. Puede ser algo material…superar multitud de malentendidos y actitudes equivocadas, que lo alejan del verdadero camino de la felicidad.
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4.1 Superación de diversos bloqueos espirituales
1. Un joven centroeuropeo escribió, desolado, al renombrado teólogo Karl Rahner: «Mis amigos y yo nos lanzamos febrilmente en busca de la felicidad, y ahora nos vemos convertidos en carne de hospital. ¿Podría usted decirme qué es eso de la felicidad, que tanto ansiamos y nos destruye sin piedad?». Rahner se limitó a decirle que no debía pretender una felicidad demasiado grande. Haría bien en contentarse con la felicidad sencilla que anhelaron sus abuelos y sus padres⁶. Me temo que el gran pensador no consiguió desbloquear al pobre chico. En el nivel de desarrollo en que nos hallamos ahora -después de realizar los doce descubrimientos básicos del proceso de crecimiento-, podríamos decirle al joven Roberto -que se siente traicionado por su propia ansia de felicidad- que lo malo no es intentar ser feliz sino hacerlo por un camino equivocado. En el nivel 1 -el del manejo de cosas y personas-, podemos encontrar goces, acumular sensaciones placenteras, incluso excitantes, pero no la felicidad. Ésta surge, sin pretenderlo directamente, cuando subimos al nivel 2 y cumplimos las condiciones del encuentro: la generosidad, la fidelidad, la cordialidad, la comunicación que vincula el dar y el darse. Al crear relaciones de encuentro, sentimos gozo, entusiasmo, plenitud y felicidad. Fíjense de qué forma tan sencilla y eficaz ayudamos a Norberto a reparar un fallo, al tiempo que le descubrimos las valiosas posibilidades que nos ofrece el encuentro y, derivadamente, el ideal de la unidad.
2. Con una rapidez y una eficacia semejantes podemos ahora ayudar al joven ludópata que confesó su desgracia en un plató de televisión. Aunque su tono fue de inmensa tristeza, el director del programa renunció a orientarlo. Nosotros podríamos hacerlo diciéndole que no esté tan triste porque le queda toda la vida por delante para disfrutar del descubrimiento que va a hacer con nuestra ayuda, a saber: que jugar es algo beneficioso, pues nos divierte en cuanto promueve nuestra creatividad, pero dejarse seducir por una forma de juego que excita porque encrespa nuestra ambición nos roba la auténtica libertad y es fuente de amargura. Lo es por constituir una forma de vértigo, una especie de arrebato que al principio te promete una vida llena -colmada de sensaciones gratificantes-, no te exige nada, y al final te lo quita todo. Con ello, no sólo le hacemos ver su error; le señalamos el camino de la libertad creativa, que lo llevará a encontrarse con realidades valiosas y le proporcionará energía interior, gozo, entusiasmo, plenitud y felicidad. Este es el camino venturoso del proceso de éxtasis. Sobradas razones tiene, pues, para sentirse alegre. Muchas más tendrá si, además, le indicamos que su tristeza procede de haberse entregado a un proceso de vértigo. En la vida podemos seguir dos procesos opuestos: el de éxtasis y el de vértigo.
6. Cf. K. Rahner: Tengo un problema. K. Rahner responde a los jóvenes (Sal Terrae, Santander 1984) 12-14.
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El proceso de vértigo. Comienza cuando adoptamos en la vida una actitud de egoísmo y queremos servirnos de las realidades de nuestro entorno para acumular sensaciones placenteras.
Cuando vemos algo que nos apetece mucho -por ejemplo, una persona-, queremos rápidamente dominarla para ponerla a nuestro servicio. Ese dominio se logra mediante las técnicas de seducción o fascinación.
Si logramos dominar esa persona, sentimos euforia, un sentimiento de exaltación que nos lleva a pensar que vamos a vivir plenamente.
Pronto, este sentimiento se trueca en decepción, pues bien sabemos que la vida plena se da al vivir experiencias de encuentro, y el encuentro se hace imposible cuando reducimos una persona a mero medio para nuestros fines egoístas. La bajamos del nivel 2 al nivel 1 -el nivel de la posesión y manejo de objetos-, y nos condenamos a no encontrarnos con ella.
Esta decepción se traduce inmediatamente en tristeza, sentimiento que sigue a la conciencia de no estarnos desarrollándonos como personas, sino bloqueándonos. La tristeza implica siempre un vacío interior; vacío provocado, en este caso, por la falta de encuentro y amistad.
Cuando la tristeza nos envuelve, porque actuamos siempre con la misma actitud de egoísmo, nuestro vacío interior es total, y nos invade un sentimiento de angustia. Nos sentimos angustiosamente desvalidos al vernos totalmente faltos de apoyo y de seguridad. Desde los primeros momentos de la vida, el gran apoyo del hombre es el encuentro, el acogimiento, la amistad. Al vernos privados de todo ello, el vacío se hace absoluto y sentimos “vértigo espiritual”, al modo como, en el nivel biológico, notamos vértigo al asomarnos al vacío desde una alta torre.
Esta situación de absoluto desamparo nos produce un sentimiento de desesperación. Por culpa de nuestro egoísmo, vemos cerradas todas las puertas hacia el crecimiento como personas. Numerosos drogadictos han confesado que su mayor sufrimiento en esos instantes procedía
“Cuando la tristeza nos envuelve, porque actuamos siempre con la misma actitud de egoísmo, nuestro vacío interior es total, y nos invade un sentimiento de angustia.
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de no ver ninguna salida. Cuando alguien les aconsejaba volver atrás, dejar la droga y recobrar la serenidad anterior, se decían a sí mismos: “¡Qué más quisiera yo!”. Tal sensación de impotencia les cerrada toda esperanza.
Esta forma de desesperación conduce a una soledad asfixiante. Sabemos que hay modos distintos de soledad: a) la del que se recoge para dejarse sobrecoger por algo muy valioso que lo predispone para crear modos fecundos de vida comunitaria; b) la del que rompe vínculos con los demás, por rechazar el encuentro, y ve anulada su condición primaria de “ser de encuentro”.
Es muy importante advertir las consecuencias de la entrega al vértigo:
Nos impide crear modos valiosos de encuentro y unidad.
Al moverse en el nivel 1 e imposibilitar, así, toda forma de encuentro auténtico, amengua al máximo nuestra capacidad creativa, que es promovida sobre todo por esa forma elevada de unión.
Nos enceguece para los valores, pues éstos se nos revelan cuando somos generosos y estamos dispuestos a realizarlos en nuestra vida.
El proceso o experiencia de éxtasis. Es inspirado por una actitud de generosidad. Si somos generosos, al ver una realidad muy atractiva no intentamos rápidamente dominarla y ponerla a nuestra disposición. Deseamos encontrarnos con ella, para dar lugar a un campo de juego común, en el cual se consigue una forma de unión íntima, que supera la escisión entre el dentro y el fuera, el interior y el exterior, lo mío y lo tuyo. El encuentro, como hemos visto, nos da energía interior, alegría, entusiasmo, plenitud y felicidad. Al vivir de modo reflexivo estos frutos, vemos de un golpe de vista que no hay valor más alto que el encuentro, o -dicho en general- la creación de formas elevadas de unidad. Descubrimos, así, el ideal de la unidad. Al optar por él y asumirlo activamente en nuestra vida, creamos formas eminentes de comunidad.
“Si somos generosos, al ver una realidad muy atractiva no intentamos rápidamente dominarla y ponerla a nuestra disposición.
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El proceso de éxtasis. Promueve el encuentro y, por tanto, la unidad; Incrementa nuestra capacidad creativa; Nos da luz para descubrir los valores y energía para optar por ellos y realizarlos en nuestra vida. Queda patente que los procesos de vértigo y de éxtasis se oponen por su origen, su desarrollo y sus consecuencias. Sin embargo, hoy se tiende profusamente a confundirlos a fin de que las gentes -sobre todo los jóveneslos confundan y se entreguen ardientemente a los destructores procesos de vértigo, pensando que son constructivos procesos de éxtasis. Podríamos aducir numerosos ejemplos tomados de la vida ordinaria, así como de obras literarias y cinematográficas.
3. A la joven protagonista de la película El silencio, que parece alegrarse
“Al descubrir el proceso de vértigo, estamos preparados para comprender su antónimo, que es el proceso de éxtasis. Éste nos lleva a lo mejor de nosotros mismos, al reino en que se da la verdadera felicidad, es decir, el campo del encuentro.
de no poder hablar con el amigo extranjero con el que convive, podríamos indicarle que hay dos tipos de silencio: el silencio de recogimiento que inspira las palabras auténticas, desbordantes de sentido, y el silencio de mudez, que corta la comunicación. El silencio de mudez mantenía a esta joven en un nivel infracreador (nivel 1), porque el lenguaje es el vehículo del encuentro, acontecimiento que nos constituye como personas (nivel 2). Al vivir sus relaciones íntimas en un plano de puras sensaciones, sin crear verdaderas relaciones personales -relaciones de encuentro-, no fundaba vínculos afectivos, que hacen difícil cualquier posible ruptura posterior -pues tales vínculos generan un sentimiento de responsabilidad-, pero la alejaba del camino de la verdadera dicha, que sólo surge cuando uno vincula la atracción con la generosidad.
4. En su Diario íntimo, el escritor Miguel de Unamuno hace esta confesión: «Soy un terrible egoísta. Ya no volveré a gozar de alegría. Lo preveo. Me queda la tristeza por lote mientras viva»⁷. Es de notar que Unamuno fue un triunfador: rector de la universidad de Salamanca, autor de bestsellers, conferenciante aclamado… ¿Cómo se explica que una actitud egoísta lo despeñe hacia una
7. Cf. O. cit. (Alianza Editorial, Madrid 1970) 123.
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sima de tristeza? Si le preguntamos a un joven estudiante qué relación media entre el egoísmo y la tristeza –e, incluso, la angustia- ¿sabrá contestarnos con la debida precisión? En caso negativo, ¿de qué modo podemos ayudarle a superar esa carencia? Advirtiéndole, sencillamente, que -según hemos visto- el egoísmo provoca la entrega al proceso de vértigo, cuya tercera fase es la tristeza⁸.
Recordemos que el vértigo es un proceso espiritual que nos fascina con algo que nos encandila, por ejemplo, una persona atractiva, pues nos promete multitud de goces fáciles; y nos invita a dominarla mediante la seducción.
Cuando lo conseguimos, sentimos euforia, un sentimiento de falsa plenitud personal. Falsa, porque al dominar a una persona la tratamos como si fuera un objeto, la bajamos al nivel 1, y no podemos encontrarnos con ella. Esto nos produce decepción y tristeza.
Ahora vemos claramente la relación entre egoísmo y tristeza, y podemos explicar mil fenómenos de la vida diaria. Al descubrir el proceso de vértigo, estamos preparados para comprender su antónimo, que es el proceso de éxtasis. Éste nos lleva a lo mejor de nosotros mismos, al reino en que se da la verdadera felicidad, es decir, el campo del encuentro.
5. En un telediario de gran audiencia, se comunicó la muerte por sobredosis de la cantante Janes Joplin. Se cerró la información con esta frase: «Fue una joven totalmente libre». ¿Se habrán dado cuenta los oyentes del tipo de manipulación que supone este modo de informar? Si un joven sigue el método formativo que he propuesto, no se desconcierta al observar que se considera como absolutamente libre a una joven artista que acaba de morir de una sobredosis. Advierte enseguida que el comunicador confunde la libertad de maniobra -propia del nivel 1- y la libertad creativa, característica del nivel 2. Fue muy libre, efectivamente, en cuanto a la decisión de saciar sus apetencias (nivel 1), pero careció de la libertad creativa o libertad interior que la hubiera llevado a no elegir el goce excitante, que produce vértigo y destrucción, sino el gozo del encuentro, que nos depara verdadera felicidad (nivel 2). Él sabe que la adicción a la droga -como al juego de azar, el alcohol, la velocidad…-constituye un vértigo, proceso espiritual que nos seduce y fascina, por tanto nos arrastra y nos despoja de la libertad creativa. Es un contrasentido afirmar que es absolutamente libre quien se entrega a un proceso seductor que te concede una absoluta libertad de maniobra para negarte el ejercicio de la libertad interior o libertad creativa.
6. Para defender una ley abortista, un ministro de justicia escribió: «La mujer tiene un cuerpo y hay que darle libertad para disponer de él y de cuanto en él acontezca». Si queremos neutralizar esta afirmación, nos basta indicar que rebaja injustamente el cuerpo humano al nivel 1. Según la antropología filosófica más cualificada actualmente, la mujer y el varón no tenemos cuerpo (nivel 1); somos corpóreos (nivel 2). El verbo tener sólo puede usarse con precisión en el nivel 1; pero el ser humano –cuerpo, psique y espíritu– integra los
8. Una exposición muy amplia de los procesos de vértigo y de éxtasis se halla en mis obras Inteligencia creativa (BAC, Madrid 42003) y Vértigo y éxtasis. Una clave para superar las adicciones (Rialp, Madrid 2006).
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niveles 1 y 2. Al vislumbrar el ministro que su afirmación era muy vulnerable, introdujo la palabra libertad, que actualmente es considerada como “palabra talismán”, es decir, como un término que, por razones conocidas, adquirió a partir de la revolución francesa tal prestigio que apenas osa nadie desde entonces ponerla en tela de juicio. Al oírla, multitud de personas tienden a aceptar cuanto se les diga por temor a ser tachadas de no demócratas, otra palabra talismán temible en las disputas al uso. El ministro no quiso dar razones de lo que afirmaba; intentó vencer al pueblo sin necesidad de convencerlo. Por eso utilizó la palabra libertad sin matizar a qué tipo de libertad aludía, para dejar que el pueblo pensara sólo en la libertad de actuar conforme al propio gusto, que es la forma de libertad que se convirtió en “talismán”. Queda patente que existe un gran desconcierto y faltan auténticos guías que ayuden a superarlo. Tan grave carencia se agrava hoy debido al ejercicio creciente y poderoso de la manipulación. Ya sabemos que es poderosa la manipulación cuando se dirige a un pueblo poco preparado. Por eso, a mayor manipulación, mejor formación debemos dar al pueblo. Empezamos a entrever que no basta cualquier tipo de formación. Necesitamos una formación óptima, en el sentido sugerido en este trabajo⁹.
7. En un folleto editado por un gobierno autonómico se indica a niños y jóvenes que «tienen un cuerpo y deben disponer de él para ser felices». Se lo dicen de forma sugerente y amable, para darles la impresión de que están guiados por personas cordiales, afanosas de procurarles una felicidad plena. ¿Qué decirles a esos niños y jóvenes para que no caigan en la trampa que les tiende esa doctrina engañosa? ¿Tal vez que los están engañando para dominarlos mejor? Esto es cierto, pero, al decirlo, corremos peligro de que se pongan del lado de quienes, al parecer, están velando por su bienestar y felicidad. A mi entender, lo adecuado es ayudarles a descubrir lo que es el nivel 1 de realidad y de conducta, y cómo, por la necesidad de crecer, subimos al nivel 2. Pronto advertirán los chicos mismos que lo que les proponen esos folletos los acantona en el nivel 1 y les oculta todo lo grande y prometedor que podrían descubrir en los niveles 2 y 3. Me refiero al encuentro y sus frutos, y luego el ideal de la unidad, con su inmenso poder de transfigurar y otorgar excelencia. Son ellos -los niños y los jóvenes- quienes lo descubren, con nuestra ayuda, e inician, con ello, su proceso de formación. Una vez bien encaminados, adquieren luz suficiente para contestar, más o menos, de esta forma: «A mí no me engañáis fácilmente, porque conozco los trucos arteros de la manipulación, que consiste en bajarnos del nivel 2 al nivel 1. Me proponéis que me aferre a la actitud del nivel 1: poseer, manejar y disfrutar. Puedo sacar de ahí ciertos goces pasajeros, ciertamente, pero renuncio con ello a las maravillas que me ofrecen los niveles 2 y 3: el gozo del encuentro, la verdadera amistad, los horizontes de dicha que me abren los grandes valores en el nivel 3. Lo que yo quiero es integrar los goces y los gozos, no quedarme sólo con los primeros -que son fugaces y a veces traicioneros, pues degeneran en adicciones- y condenarme a perder los segundos, que tienen otro alcance y afectan a la persona entera».
9. Sobre qué significa manipular, quién manipula, cuál es su propósito
manipulación (Rialp, Madrid 2001) y el curso “La manipulación del
y cómo lo lleva a cabo puede verse mi obra: La tolerancia y la
hombre a través del lenguaje” en RIIAL……………………
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Esta soltura en el manejo de los términos y la articulación de los razonamientos la mostraron varios jóvenes que debatieron en un programa memorable de la TVE con otro grupo sobre el sentido del amor humano. Este grupo defendía el amor libre; el primero era partidario del amor comprometido, que integra la sexualidad y la amistad, la amistad y la fundación de un hogar, el hogar y la donación de vida a nuevos seres. Fue una sorpresa para todos observar cómo estos jovencitos matizaban los conceptos, distinguían por ejemplo la pasión y el amor, y supeditaban lo agradable a lo fecundo. Al día siguiente, hubo un afán general de saber quiénes eran esos chicos y de dónde habían salido. Es muy sencillo: habían hecho un curso en la Escuela de Pensamiento y Creatividad, y habían asumido el método que he propuesto anteriormente. En la situación actual, todo método formativo debe esforzarse en ayudar a niños y jóvenes a descubrir el camino que los lleva a desarrollarse cabalmente, adquirir plenitud humana y ser felices. Esto empiezan a lograrlo en el nivel 2, lo perfeccionan notablemente en el nivel 3 -el de los valores- y lo llevan a perfección en el nivel 4, el propiamente religioso. En cuanto los chicos se den cuenta de las inmensas posibilidades que se les han abierto en este impresionante proceso de desarrollo, se opondrán a quienes intenten reducir su vida al escaso recorrido del nivel 1. He aquí de qué modo tan preciso y claro les hemos ayudado a recorrer el camino que lleva a la plenitud y la felicidad.
“He aquí de qué modo tan preciso y claro les hemos ayudado a recorrer el camino que lleva a la plenitud y la felicidad.
Cuando nos dirigimos a personas creyentes, podemos fundamentar el desarrollo de la afectividad de los jóvenes directamente en la figura de Jesús, que encarna a perfección el ideal de la unidad. Es la vía seguida por prestigiosos escritores y conferenciantes actuales. Cuando nos dirigimos a un público más amplio, en el que pueden figurar jóvenes no creyentes o poco practicantes, estimo que puede ser muy útil ir, paso a paso, subiendo del nivel 1 al 2 -el del encuentro-, de éste al 3 -el de los valores-, y luego al 4, el de la experiencia religiosa, con las poderosas formas de transfiguración que presenta. Cuestiones tan significativas como la expresividad singular del lenguaje bíblico, parábolas tan expresivas como la del hijo pródigo, la conversión de San Pablo hasta su culminación en la transformación en Cristo, la condición “resucitada” de la vida de los fieles cristianos según San Pablo… pueden ser vividas con una hondura insospechada por los jóvenes si experimentan en sí mismos las diversas transfiguraciones que tienen lugar en los niveles 2 y 3¹⁰.
10. Puede verse una descripción bastante amplia de estos temas en
El decisivo tema de la transfiguración lo amplío y profundizo en la obra
el capítulo final del curso introductorio a los cursos de formación
La ética o es transfiguración o no es nada (BAC, Madrid, en prensa).
religiosa impartidos en la UNIR (Universidad Internacional de la Rioja).
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La recta orientación de los deseos La exposición anterior puede dar la impresión de que el método expuesto concede primacía al afán de superar la confusión intelectual mediante el cultivo del arte de pensar con rigor, con la consiguiente clarificación de conceptos y esquemas mentales, y apenas atiende a lo que podríamos denominar “emergencia afectiva”. Es cierto que hoy se da profusamente -sobre todo en edades tempranas- una peligrosa “anarquía del deseo”. Muchas personas actúan como si los deseos llevaran en sí su propia justificación y los consideran determinantes a la hora de elegir. De ahí su afán compulsivo de satisfacerlos sin demora, como si no pudieran tolerar la frustración de no saciarlos. Para superar de raíz esta tendencia narcisista y hedonista, mi método considera como imprescindible en el desarrollo ético la serie de transfiguraciones que nos llevan a realizar modos auténticos de encuentro, que -con sus espléndidos frutos- nos da luz y energía para descubrir el ideal de la unidad y optar decididamente por él. Este ideal -como sabemos- no es una mera idea; es una idea motriz que lo transfigura todo. Recordemos las siete transfiguraciones que opera dicho ideal y que dan a nuestra conducta un toque de excelencia. Cuando, tras un proceso de maduración ética impulsado por una voluntad de transfigurar realidades, conceptos y actitudes, tomamos el ideal de la unidad -y sus afines: el de la bondad, la verdad, la justicia, la belleza- como canon de vida, nuestros deseos e impulsos dejan de vagar anárquicamente por nuestros trasfondos y tienden a ordenarse bajo el poder de imantación que ejerce dicho ideal. A la luz de su amplia experiencia formativa, advirtió un día Chiara Lubich -la carismática fundadora de los focolares de la unidadque la lucha juvenil por la pureza se aquieta de ordinario cuando se polariza la vida en torno al ideal de la unidad. Ciertamente, el ideal regula los deseos en cuanto integra las distintas energías -las corpóreas y las espirituales- y las pone al servicio de una misma meta elevada.
“Muchas personas actúan como si los deseos llevaran en sí su propia justificación y los consideran determinantes a la hora de elegir. De ahí su afán compulsivo de satisfacerlos sin demora, como si no pudieran tolerar la frustración de no saciarlos.
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De todo lo anterior se infiere que el método propuesto nos permite vivir una vida ética valiosa y transmitirla a los demás. Gracias a él constatamos, por propia experiencia, lo fecundo que es nuestro proceso de desarrollo cuando logra descubrir el encuentro y el ideal de la unidad, y optar firmemente por él. Esta fecundidad del método nos permite llegar a conclusiones rápidas, lúcidas y convincentes. Esto sólo es posible tras un largo esfuerzo por clarificar la lógica de los diversos niveles en que podemos vivir. El que desee aplicar este método necesita conocer bien esta lógica y saber, a cada instante, en qué nivel se mueve cada uno. El método no es una llave para abrir puertas de forma expeditiva. Es un guía que te indica cómo puedes llegar a conocer de forma bien articulada y penetrante el proceso humano de desarrollo. Pero no te ahorra el trabajo de recorrer ese camino. En cuanto inicies la marcha, encontrarás muchos motivos para proseguirla, y cada día con mayor entusiasmo. Pero eres tú quien debe comenzar y perseverar. El método te enseña la forma de acomodar tu estilo de pensar a cada tipo de realidad. El autor se ha esforzado en estructurarlo de modo que sea accesible y fácil de asumir, pero no puede renunciar a que sea fecundo. Y su fecundidad depende en buena medida de que sea perfectamente asimilado por quienes lo sigan. Tal asimilación exige cierto esfuerzo. Pero nos da enseguida el ciento por uno. No se debe, pues, rechazar el método porque parezca algo complicado. Los métodos sencillos, cuando se trata de algo complejo, suelen resultar muy simples y poco eficaces. En cambio, los que afinan mucho, si están bien ajustados a la solución de las dificultades, acaban volviéndose claros, porque, al aplicarlos, todo encaja. La eficacia del método que ofrezco la descubre pronto el que lo aplica de modo inteligente y creativo, pues nota que va creciendo y ganando nuevos horizontes a medida que lo pone en juego.
4.2 La configuración de la conducta en torno a los valores del escudo de Qualfon Al optar por el ideal de la unidad y tomarlo como meta, guía e impulso de nuestra existencia experimentamos las siete transfiguraciones que hemos visto. Esto nos impresiona, nos parece que hemos subido a una alta colina y, desde esa privilegiada perspectiva, vemos en bloque lo que debemos hacer en nuestra vida para desarrollarla plenamente.
1. Lo primero que obervamos es que nuestro ideal en la vida -es decir, nuestra meta, nuestro canon de vida, nuestro criterio de conducta- no es servirnos de los demás para conseguir nuestro fines sino servirles a ellos para que creen formas altas de unidad y sean verdaderamente felices.
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R. Servitje -cofundador de la gran empresa internacional Bimbo- concede gran importancia al tema del liderazgo en la empresa y lamenta que escaseen los líderes, entendidos como personas que ponen sus cualidades intelectuales, sentimentales y volitivas, así como sus destrezas de todo orden, al servicio del bien común. «La legitimación de la autoridad es la voluntad de servicio»¹¹, pues «el líder nace para servir»¹².
“Toda empresa que quiera elevarse a un nivel de excelencia ética en el sentido antedicho necesita tener al frente auténticos líderes.
«Con vehemencia afirmo que un sano liderazgo es vital, que debemos estar alerta en cualquier área en la que actuemos para elegir, para nombrar, para aceptar, para apoyar solamente a los líderes que de verdad llenen los requisitos... Y para oponernos con todas nuestras fuerzas y posibilidades a que los puestos sean ocupados por gente indeseable»¹³. «[...] Estoy convencido de que todo depende de la cabeza que dirige»¹⁴. Toda empresa que quiera elevarse a un nivel de excelencia ética en el sentido antedicho necesita tener al frente auténticos líderes, guías que sepan dar a la actividad empresarial un impulso permanente hacia lo valioso.
R. Servitje escribe: «La columna vertebral de la empresa es su filosofía». «Una empresa debe tener algo que la anime, que le inyecte vida, que les dé a los sindicatos sentido, un propósito que valga la pena»¹⁵. Este ideal constituye la misión de la empresa, su tarea a realizar. En el caso de Bimbo, su “alma” es la decisión firme de “servir bien a los demás”, por la convicción profunda de que “quien no vive para servir no sirve para vivir”¹⁶. Al recibir el Premio Erasmo al mejor humanista europeo, ese pedagogo de alto estilo que fue Romano Guardini subrayó la necesidad de que Europa, tras cultivar brillantemente durante siglos el arte, la filosofía y la ciencia con afán de poder, se consagre ahora a domeñar ese afán de poder y cultive «otra forma de ejercer el poder, a saber: la del servicio»¹⁷. Visto a la luz del ideal de la unidad, servir no es tarea servil -propia de siervos-, sino señorial, como corresponde a quienes tienen soberanía de espíritu. Como personas que desean servir a otras personas, las gentes de empresa han de comenzar su labor situándose en el nivel 2, cuidándose de obtener los beneficios necesarios para sostener la institución (nivel 1) y poder continuar esa labor generosa de servicio (nivel 2), inspirada en la opción incondicional
11. Cf. Estrategia de éxito empresarial (Pearson Educación, México
16. Ibid.
2003) 203.
17. Cf. “Europa. Realidad y tarea”, en Obras de Guardini I (Cristiandad,
12. Cf. o.c., 205. 13. Cf. o.c., 210.
Madrid 1981) 13-33. Versión original: Europa. Wirklichkeit und Aufgabe
14. Cf. o.c., 218. 15. Cf. o.c., 147-148.
(Eggebrecht Presse, Maguncia 1962) 26-27.
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por la bondad y la justicia (nivel 3). Esta integración de los tres niveles nos abre el camino del futuro: «La próxima era en la dirección empresarial -escribe C. Francis- pertenece a quienes consideran el éxito en términos del mayor servicio posible al mayor número posible de personas». Según E. Welbergen, presidente de la Schell alemana, «una política empresarial que no tenga en consideración las necesidades sociales de la comunidad y enfoque la actividad solamente bajo objetivos económicos está condenada al fracaso... (...) La sociedad espera elevadas prestaciones económicas por parte de la empresa; sin embargo, al mismo tiempo incide en su responsabilidad social». Esta mentalidad relacional da lugar al tipo de “hombre nuevo” que se viene diseñando y añorando intensamente desde la famosa década del 1920 a 1930. «El ser humano -escribe Marcos Arruda- deja de ser concebido como un individuo aislado y en competencia permanente con los otros y pasa a ser visto como un ser en relación, consciente de los desafíos comunes a enfrentar y de una existencia común a compartir»¹⁸. Precisamente en este momento de globalización, se impone cultivar con decisión una vida personal intensa y auténtica, capaz de sustituir el espíritu de competencia hostil por una voluntad de colaboración cordial y eficaz. Esta intensificación simultánea del carácter globalizado de la economía mundial y de la vinculación cordial, sincera y eficiente de las personas, debido a una voluntad interna de comunión, significa un auténtico crecimiento espiritual de la Humanidad. De esta forma se supera radicalmente el riesgo de que el tipo de racionalidad propio de la economía capitalista, eficaz para incrementar la productividad, pueda eclipsar las “razones del corazón”, la tendencia decidida al cultivo de la vida comunitaria.
“«Está en juego la condición humana del economista o del político -escribe Joseph Aloys Schumpeter-: porque la economía como actividad humana no puede desconocer el fin de la misma, el bien, la felicidad del hombre; es decir, no puede prescindir de la ética»¹⁹.
18. Cf. Pliego, en Vida Nueva. Agosto 2000, p. 29. 19. Apud Gerardo T. Farrell: “El empleo. Economía solidaria y economía de mercado”, en CONSUDEC
(Buenos Aires, nº 814, junio 1997).
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2.
Al tomar como meta la unidad, esa voluntad de servicio nos lleva a trabajar en equipo, no por la esperanza de que la unión genere fuerza y nos fortalezca a nosotros, sino porque la unidad es, de por sí, uno de los grandes valores que vitalizan nuestra vida y le dan sentido.
3. Este trabajo en equipo sabemos hoy que produce resultados sorprendentes en la vida de familia, en los centros escolares, en el seno de todas las instituciones, incluidas las empresas de todo orden. Actualmente, florecen en diversas naciones los institutos consagrados a estudiar la relación fecunda que se da entre la ética y la empresa. Suele afirmarse, a modo de axioma, que “la ética es rentable”, en el sentido de que aumenta la competitividad de la empresa. Hoy se constata a diario que, al promover la dignidad de los trabajadores, se incrementa su motivación y su vinculación interior a la empresa. Se desprende claramente del relato que Roberto Servitje hace en el libro citado del camino que siguió la empresa internacional Bimbo hacia el éxito, bajo la dirección de su hermano Lorenzo. Pero, si hemos de plantear de modo preciso este importante tema, debemos advertir que el adjetivo “rentable” pertenece al nivel 1, y el secreto de la fecundidad que encierra el nexo de ética y empresa es, justamente, advertir que empezamos a vivir la vida ética propiamente cuando nos elevamos del nivel 1 al nivel 2 -el del encuentro-, y fundamentamos éste en el nivel 3, el de los grandes valores. Lo veremos mejor más adelante.
4. El ideal de la unidad cobra firmeza gracias a la creencia religiosa de que un Padre común nos creó a su imagen y semejanza, y nos otorgó con ello una dignidad tal que no podemos perderla aunque nos empeñemos en ello entregándonos a una conducta desarreglada. Este descubrimiento de la altísima dignidad de la persona nos inspira una actitud de respeto, estima y colaboración, que es la propia del nivel 2, el nivel de la creatividad y el encuentro.
5. Si lo asumimos con toda energía interior, el ideal de la unidad, así entendido, es nuestra gran fuente de estímulo para realizar una labor solidaria y llenar de sentido y felicidad nuestra vida. Una de las tareas de la vida ética consiste en abrirnos los ojos para advertir que los estímulos verdaderamente fecundos no proceden de las fuerzas instintivas que alientan en nuestra naturaleza ni en las metas que nos sugiere nuestro afán de poder, de posesión, dominio y manejo para nuestros fines. Los estímulos más fértiles y perseverantes son los que nos vienen de la energía que irradian los grandes ideales: la unidad, la bondad, la verdad, la justicia, la belleza. Por eso ha sido tan importante para nuestra formación ver, paso a paso, cómo descubrimos el ideal de la unidad -y sus afines- y cómo, al ser asumido por nosotros activamente, transfigura toda nuestra vida.
6. Sólo cuando vinculamos nuestras fuerzas instintivas y las energías que irradia el ideal de la unidad, actuamos con paz interior, serenidad y decisión. Tal vinculación, si es profunda y no sólo tangencial, recibe el nombre de integración. Unimos dos melodías y obtenemos como fruto el fenómeno asombroso de la
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armonía musical. No sumamos las melodías, las integramos. Un novio y una novia unen sus vidas con una promesa formal de matrimonio y se convierten en esposos. No han sumado sus vidas, las han integrado.
7. Consideramos como íntegra la persona que actúa de modo coherente, movilizando todas sus energías al servicio de los valores que pugnan por hacerse valer en lo más profundo de su ser. Es íntegra porque moviliza y aúna y valora todas las implicaciones de su realidad personal: el anhelo de llegar a la verdad y vivir en la verdad y de la verdad; su afán de hacer valer la justicia, más allá de todo interés egoísta; su decisión de procurar el bien de los demás al tiempo que el bien propio, o incluso más allá del mismo… Íntegra es la persona que, entre varias posibilidades de acción, no elige sólo en virtud de sus propios gustos, sino en atención sobre todo al bien y la felicidad de los demás. Por eso irradia una forma modélica de dignidad.
8. Esta forma fecunda de unión la debemos al espíritu, vertiente de nuestro ser personal que es nutrida por los grandes valores: la unidad, la bondad, la verdad, la justicia, la belleza. «El espíritu -escribe Romano Guardini- tiene una especial relación con la verdad, el bien, la justicia. (…) El espíritu vive porque es capaz de conocer la verdad, querer el bien, hacer lo que es justo. Cuanto más ejercita esta capacidad, más rica y pura es su vida»²⁰.
9. Todo lo antedicho quedará patente si lo aplicamos al mundo de la empresa. Resalta en los siguientes testimonios de renombrados empresarios.
4.3 El ideal del servicio y el éxito de la empresa En su conocida obra Made in Japan, el eminente empresario japonés Akio Morita escribe este párrafo programático: «Para crear interés en los trabajadores, éstos deben ser incorporados a la familia y tratados como miembros respetados de ella». «Hay que tratar a las personas como adultos, como socios, con dignidad, con respeto. Tratarlas a ellas –no a la inversión de capital ni a la automatización– como la fuente principal del aumento de la productividad. Éstas son las lecciones fundamentales que se derivan de nuestra investigación sobre las empresas sobresalientes. En otras palabras, si se desea aumentar la productividad y la consiguiente recompensa financiera, hay que tratar a los obreros como la partida más importante del activo»²¹.
20. Cf. Ética. Lecciones en la universidad de Múnich (BAC, Madrid 1993,
21. Apud T. J. Peters y R.H. Waterman: En busca de la excelencia
22000) 144. Versión original: Ethik. Vorlesungen an der Universität
(Ediciones Folio, Barcelona 1990).
München (1950-1962), 2 vols.
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Por su afán de afirmar su empresa sobre sólidas bases antropológicas, Roberto Servitje analizó de cerca varias de las empresas más exitosas del mundo. Fruto de este viaje fue la siguiente consideración: «Pienso que el éxito del empresariado de ese país (Japón) se debe más que nada al respeto a las personas (...) Se les permite participar. Y ellas se entregan con toda el alma. Piensan que su empresa es un lugar que tienen que cuidar; que es parte de sí mismas (...). Sin duda, lo más importante en este milagro es que, en vez de usar a las personas, las involucra» ²². Al subrayar la importancia de contar con buenos líderes, Servitje insiste en la idea de que “el gran problema es la educación”. El que está bien preparado dispone de medios suficientes para informarse y comunicarse de modo rápido y barato, para simplificar los procesos sin perder “el capital que significa un personal bien preparado”²³, para buscar mano de obra asequible pero gratificarla debidamente (en la convicción de que la obtención de beneficios no es la única finalidad de la empresa, sino también la de promover la dignidad y la felicidad de las personas), para realizar los cambios necesarios en orden a perdurar y mejorar, avanzando así con prudencia hacia la vanguardia de la investigación y la producción. «Es una tentación seguir haciendo las cosas igual cuando salen bien. Hay que correr riesgos si se quiere perdurar. Hoy es imposible cerrarse en sí y no estar en peligro de perecer...»²⁴.
“Que la educación no sólo imparta conocimientos sino que inculque también valores espirituales y principios morales.
El logro de la excelencia exige realizar las transformaciones necesarias para mantener, en situaciones diversas, un nivel de alta calidad. Realizar con prudencia tales cambios exige una formación sólida, no sólo intelectual sino volitiva y emocional. «Debemos entender primero nuestro sistema educativo y después apoyar con toda nuestra fuerza su mejoramiento constante. Trabajemos firmemente para que la educación no sólo imparta conocimientos sino que inculque también valores espirituales y principios morales” (255). En esta línea parecía moverse también el innovador dirigente ruso Mijail Gorbachov cuando escribió lo siguiente en su obra Perestroika: «En la actualidad, nuestro principal trabajo es elevar al individuo espiritualmente, respetando su mundo interior y fortaleciendo su moral»²⁵.
22. Cf. o.c., 115.
24. Cf. o.c., 238.
23. Cf. o.c., 228.
25. Apud Servitje: o.c., 255.
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En su encíclica Centessimus annus (43 b), Juan Pablo II condensó de esta forma la concepción de la empresa expuesta anteriormente: «El desarrollo integral de la persona humana en el trabajo no contradice sino que favorece, más bien, la mayor productividad y eficacia del trabajo mismo, por más que esto pueda debilitar centros de poder ya consolidados. La empresa no puede considerarse únicamente como una “sociedad de capitales”; es, al mismo tiempo, una “sociedad de personas”, en la que entran a formar parte de manera específica y con responsabilidades propias los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo». En esta línea se movió siempre, según confesión propia, el fundador del Grupo Mapfre, Ignacio Larramendi, como quedó de manifiesto en la conferencia que pronunció, poco antes de morir, en un curso sobre valores organizado por la Sociedad Española de Axiología. «Sin ética -afirmó- no se puede triunfar en la empresa a la larga. No es que con ética a veces se pueda triunfar, sino que, a la larga, sin ética no se puede triunfar». Si confrontamos la buena marcha de su empresa en diversas naciones con el fracaso de otras que adoptaron procedimientos no éticos, parece confirmarse la exactitud de dicha sentencia. No es extraño que esto suceda, ya que los valores éticos ordenan la vida de modo adecuado a las exigencias de toda empresa humana cualificada. Para la comprensión plena de lo antedicho nos ofrecen hoy contribuciones muy sugestivas los estudios realizados sobre las distintas formas de inteligencia; entre ellas, la inteligencia emocional de Daniel Golemann y la inteligencia grupal de R. Stenberg y W. Williams. Golemann subraya la idea de que saber relacionarse debidamente con los demás, suscitar sentimientos constructivos, crear afectos creativos... es más fecundo para la vida humana que poseer un alto coeficiente académico. Inspirado en esta idea, afirma que el nuevo criterio del profesional consiste en valorar «el modo en el que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás mediante cualidades personales como la iniciativa, la empatía, la adaptabilidad o capacidad de persuasión»²⁶. En la misma línea escriben Stenberg y Williams: «Una conclusión importante es que el éxito de un equipo laboral y su eficacia están relacionados con el hecho de que existan personas capaces de motivarse a sí mismas y motivar a los otros organizándoles sus redes informales en equipos. Las redes informales hacen referencia a la comunicabilidad y la confianza entre las personas de un trabajo. En este contexto, estar bien, sentirse bien, es requisito necesario para trabajar a gusto y ser eficiente. Hablando en términos empresariales, se dice que produce mucho más una persona que tiene una actitud positiva y optimista que aquella otra que se limita a cumplir con su obligación. La nueva cultura del trabajo que ahora se recomienda es, o al menos así parece, una cultura más humana, dado que se considera que la persona es la clave para interpretar la información y transmitir un conocimiento en continua renovación»²⁷.
26. Cf. La práctica de la inteligencia emocional (Círculo de Lectores,
27. Apud Manuel Cuenca: Ocio humanista (Universidad de Deusto,
Barcelona 1999) 15.
Bilbao 2000) 262-263.
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4.4 El ideal de la unidad y el amor conyugal El recorrido que hemos hecho hasta descubrir el puesto que ocupa la afectividad en nuestro desarrollo personal -descubrimiento 12º- nos permite ahora clarificar a fondo cómo hemos de vivir el proceso de formación para el amor. Es un proceso de transfiguración que culmina la serie de transfiguraciones vividas a lo largo de los doce descubrimientos. Sigamos de cerca a dos jóvenes que sienten en sí el aleteo del amor mutuo y quieren recorrer el camino del noviazgo hacia la alta cota del matrimonio. Supongamos que se llaman Juan y María. Para mayor brevedad, voy a dirigirme sólo a Juan, pero cuanto le diga afecta también a María, naturalmente. Veo a Juan y le pregunto si ama a María. El me responde que le apetece sobremanera estar con ella, verla, tratarla. Yo le advierto: «¡Cuidado, Juan, que apetecer no es todavía amar!». Pero «¿es malo sentir atracción hacia alguien?», me pregunta. No lo es, le explico yo. Pero tampoco puede considerarse ya como amor. Es sólo el comienzo del proceso amoroso. Apetecer es propio del nivel 1. Y no olvidemos que la actitud propia de este nivel es la de dominar, poseer, manejar y disfrutar. Si estoy hambriento y soy goloso, tomo un pastel y me lo como ansiosamente. El pastel desaparece, pero no me quedo diciendo: «¡Qué lástima, que no volveré a verlo, con lo que yo le quería...!». No, no le quería; lo apetecía, que es bien distinto. Esta distinción me recuerda la siguiente anécdota. Dos jóvenes se casaron y parecían entenderse bien, pero un mal día el esposo le dijo a la esposa: «Me voy, porque en realidad a quien amo es a una compañera de trabajo». ¿De verdad la ama? ¿O, más bien, la apetece, porque es más vistosa y le resulta más “rentable” en las relaciones íntimas? Recordemos que el adjetivo “rentable” es propio del nivel 1 y su uso carece de sentido en el nivel 2. Debemos aquilatar bien los conceptos pues, de no hacerlo, tergiversamos la realidad y queda al descubierto que no sabemos pensar con la debida precisión.
“El proceso de formación para el amor es un proceso de transfiguración que culmina la serie de transfiguraciones vividas a lo largo de los doce descubrimientos.
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Juan, entonces, me pregunta: «¿Qué debo hacer para convertir la apetencia -es decir, la atracción primera- en auténtico amor?». Cuando trates a una chica -le respondo-, pregúntale a tu voz interior seriamente: «¿Qué pretendo con esta relación? ¿Pasar el rato, divertirme (nivel 1), o crear un verdadero encuentro con ella, una relación que pueda llevarnos a un alto grado de creatividad, como es fundar un hogar y dar vida a nuevos seres (nivel 2)?». Esto último -fundar un hogar- es grandioso; implica un alto grado de creatividad. Lo anterior -reducir la otra persona a medio para los propios fines- es mezquino, pues significa rebajarla al nivel 1. Querer de veras a una persona es una actitud propia del nivel 2. Tomarla como mera fuente de diversión y gratificaciones supone una manipulación altanera, una desmesura que envilece a quien la comete. Envilece porque no es creativa, no crea nada, se reduce a una llamarada sentimental. En cambio, el auténtico querer es muy fecundo, pues su fruto es el encuentro, visto en toda su riqueza.
La formación para el amor es formación para el encuentro, bien entendido. Juan me pregunta, entonces, qué debe hacer para crear una relación de encuentro con María. Mi respuesta es clara: «Ésta es la gran tarea del noviazgo. Para llevarla a cabo, decídete a ser generoso con María. La generosidad es la clave de toda relación humana auténtica. No te quedes nunca en el primer valor que encuentres; no te apegues a las ganancias inmediatas. Pasa más allá. Sube al nivel 2, el de la generosidad. Moviliza la imaginación para descubrir qué es lo que hace feliz de verdad a María y proponte, como una meta, conseguirlo. Compórtate de modo abierto, veraz, fiel, paciente, cordial, participativo, comunicativo..., y verás cómo dejas de querer sólo el halago que te producen las buenas cualidades de María; querrás a María como persona. Este es el gran cambio, el que nos eleva del nivel de la apetencia -nivel 1- al nivel del amor -nivel 2-». Se trata de una verdadera transfiguración, una transformación inmensamente superior a la que hemos realizado al principio con una tabla y con un papel. Merced a ella, ya no ves en María sólo un cuerpo adorable; ves a la persona, a todo aquello que sugiere su nombre: María. Esta elevación de espíritu te permite tomar la gran decisión y decirle estas palabras decisivas: «Tengo muchos motivos para quererte, pero ahora te quiero a ti, María, por ser quien eres, no sólo por lo que eres. De ahí mi deseo de crear contigo un hogar en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad». Y, sin pretenderlo, pronunció la fórmula del matrimonio sacramental.
“La generosidad es la clave de toda relación humana auténtica.
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Juan se encuentra ya en el nivel del verdadero amor -el del encuentro-, pero tal vez tema que este amor puede fallar y me pregunta si hay alguna garantía de que el amor perdure. Mi respuesta es decidida: «En la vida humana no hay garantías absolutas. Hoy me hallo en plena forma y mañana puedo levantarme agotado. Pero hay una garantía muy firme de que nuestra actitud amorosa perdure cuando nuestro amor es auténtico. Y lo es si cumplimos las condiciones del encuentro (nivel 2) y optamos incondicionalmente por el ideal de la unidad, eminente valor que implica también la bondad, la verdad, la belleza, la justicia (nivel 3). Si optas por estos valores con la firmeza de las decisiones fuertes, estarás dispuesto, en toda circunstancia, a cumplir las condiciones del encuentro: la fidelidad, la cordialidad, la comunicación amorosa, la participación cordial... Al elevarnos al nivel 3 -bien fundamentado para los creyentes en el nivel 4-, nuestra vida ética logra un grado muy alto de madurez. Esta madurez interior es la gran garantía de que el amor sea auténtico y perdure».
El matrimonio, escuela de unidad Si haces esto, amigo Juan, y vives tu vida conyugal en los niveles 1, 2 y 3, bien articulados entre sí, convertirás tu hogar en una escuela de unidad. Tú y María viviréis vuestra vida con libertad creativa; la colmaréis de sentido y creatividad; vuestro lenguaje estará inspirado por el amor; no os dejaréis llevar del vértigo sino del éxtasis, y vuestra afectividad será, en todo momento, expresión viva de vuestro amor personal. Para amar con autenticidad hay que ser libre interiormente, saber elegir no sólo en virtud de nuestras apetencias sino del ideal del encuentro, de la seria decisión de crear con la otra persona una forma muy alta de unidad. Esta forma excelente de vivir convertirá a Juan y a María en “portavoces del universo”. La planta, al exhalar perfume y exhibir sus bellas formas, da gloria a Dios pero no lo sabe ni lo quiere. Lo mismo el astro, al recorrer fielmente su órbita. Quienes lo saben y lo quieren son las personas que crean lúcida y voluntariamente formas elevadas de unidad, conscientes de que, al hacerlo, completan la obra de la creación. Cuando María, en el día de la boda, acuda al templo a prometer crear con Juan una vida de unidad llevará sin duda un bello ramo de flores en la mano, y podrá decirles: «Vosotras dais gloria al Creador pero no lo sabéis; Juan y yo lo sabemos y os invitamos a venir con nosotros porque os daremos voz, seremos vuestro portavoz ante las gentes, y esto os otorgará un instante de gloria porque vuestro verdadero ser se pondrá de manifiesto luminosamente, os pondréis en verdad». Por eso las bodas suelen irradiar tanta alegría, pues «la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado», como dijo el gran Bergson, y no hay mayor triunfo en la tierra que crear formas altas de unidad²⁸. Al verse elevados a esta alta dignidad, comprenderán a fondo los nuevos esposos la grandeza que ostenta el amor conyugal cuando presenta, bien conjugados entre sí, los cuatro elementos que lo constituyen:
28. Cf. Henri Bergson: L´énergie spirituelle (PUF, Paris 321944) 23.
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1. La sexualidad, la tendencia instintiva a unirse corpóreamente con otra persona por la atracción que ejerce sobre el propio ánimo y las sensaciones placenteras que suscita. Esa unión puede ser muy emotiva, excitante, embriagadora. Pero la embriaguez nos saca de nosotros mismos para fusionarnos con la realidad seductora. La fusión es un modo de unión perfecto en el nivel 1 (como se ve cuando dos bolas de cera se funden y forman una sola bola de mayor tamaño), pero sumamente negativo en el nivel 2, pues la unión entre ámbitos exige respeto, es decir, estar cerca manteniendo cierta distancia. Para contemplar un cuadro, no debo pegar los ojos al lienzo; he de situarme a la distancia que marcan las reglas estéticas. De modo semejante, si deseo conversar con un amigo debo acercarme a él, pero guardando la distancia necesaria para abrir entre ambos un espacio de comunicación. En el nivel 2, la unión verdadera la conseguimos al enriquecernos mutuamente, ofreciendo y recibiendo posibilidades. La energía sexual puede unir estrechamente a las personas en el nivel 1, pero no en el nivel 2 si no va unida con el propósito de crear esa forma de unidad personal que llamamos amistad. La sexualidad, ejercitada a solas, como mera fuente de satisfacción sensible y psicológica, no incrementa la generosidad hacia la otra persona; más bien, encrespa el egoísmo y anula la posibilidad del encuentro. El egoísmo inspira la voluntad de poseer y dominar aquello que encandila los instintos. Esa voluntad nos aferra a la actitud propia del nivel 1, actitud utilitarista que sólo atiende a las cualidades gratificantes de la otra persona, no a la persona como tal.
2.
La amistad. Para hacernos amigos de una persona que nos atrae, debemos considerar su atractivo no como una incitación a convertirlo en fuente de gratificaciones inmediatas, fáciles, superficiales, sino como una invitación a entrar en relación de trato con esa persona en cuanto tal, no en cuanto soporte de un haz de cualidades encandilantes. Renunciamos, con ello, a la libertad de saciar los instintos de forma inmediata -sin voluntad de crear una auténtica relación de amistad con la otra persona-, y ponemos en juego una forma más valiosa de libertad: la libertad interior o libertad creativa. Tal renuncia implica un sacrificio, pero no una represión, porque dejar de lado un valor inferior para conseguir uno superior no bloquea el desarrollo de nuestra personalidad; lo promueve.
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Para dar primacía voluntariamente a unos valores sobre otros, necesitamos suscitar en nuestro ánimo desde niños el sentimiento de asombro ante cuanto encierra un valor: el clima hogareño de amor incondicional y ternura, un bello paisaje, un pueblo acogedor, una obra artística o literaria de calidad, un juego vivido con espíritu creativo, una conversación ingeniosa, un día espléndido, una acción noble, una fiesta popular o litúrgica vivida con autenticidad... Esta capacidad de emocionarnos al ver la alta calidad de seres y sucesos cotidianos nos da energía interior suficiente para vencer la tendencia a las ganancias inmediatas y consagrarnos a la fundación de modos de unión más exigentes. Al ascender al nivel 2 y atender más bien a hacer feliz a la otra persona mediante el encuentro que a concedernos toda suerte de gustos sensibles y emociones psicológicas, descubrimos un mundo nuevo, distinto del mundo embriagador de las sensaciones y superior a él. Superior en cuanto abre la posibilidad de crear una relación de amistad, es decir, de comprensión y ayuda mutuas, de elaboración y realización de proyectos comunes, de afectos profundos, no reducibles a goces sensoriales. En ese ámbito de amistad se advierte que las potencias sexuales dejan de ser un mero medio para obtener goces sensibles y se convierten en el medio en el que se expresa nuestro anhelo de unión personal. Entonces se descubre con lucidez que las fuerzas instintivas están llamadas a colaborar con nosotros en la gran tarea de crecer como personas. Si el ideal de nuestra vida es crear formas elevadas de unidad, resulta obvio que debemos superar toda manifestación amorosa que reduzca la unión personal a mero empastamiento sensorial²⁹. Si estamos habituados a movernos en el nivel 1, tememos caer en el vacío si renunciamos a tal empastamiento y ascendemos a una forma de conducta desinteresada (nivel 2). Es comprensible, porque desde un nivel inferior no puede captarse, ni siquiera a veces adivinarse, la riqueza que alberga un nivel superior, con sus realidades de mayor rango y las actitudes humanas correspondientes. Por eso es decisivo que, en algún momento de la vida, entremos en contacto, a la vista de algún modelo, con la riqueza que encierra el nivel 2. Cuando nos decidimos a cambiar de actitud y tratamos a otros con amistad, con sincera voluntad de promocionar su personalidad, nos sorprendemos al observar de qué forma se ensancha nuestro ámbito de vida, pues encontrarse implica un intercambio de posibilidades de todo orden.
29. El desconsuelo que produce en nuestro ánimo la reducción
obras Inteligencia creativa, págs. 169-172; Cómo formarse en ética a
del amor personal a meras sensaciones sensibles resalta de modo
través de la literatura, págs. 287-308.
aleccionador en los textos de la obra de Jean Anouilh Eurídice, que
30. Ahora comprendemos perfectamente que la amistad surge
actualiza el mito de Orfeo. Pueden verse sendos comentarios en mis
cuando se cumplen las condiciones del encuentro, vistas y vividas
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En el nivel 1, el ensanchamiento de una realidad -por ejemplo, una finca- se realiza a costa de la colindante. En el nivel 2, al entrar una realidad en el ámbito de otra no la invade; acrecienta su riqueza interior. El hombre egoísta avanza hacia los otros con ánimo de succionar su espacio vital (nivel 1). El hombre generoso se relaciona con los demás para potenciar su radio de acción (nivel 2). De ahí que, en el nivel 2, cuando estamos cerca de otras personas agradecemos que existan; no experimentamos resentimiento por el hecho de que puedan superarnos y disminuir nuestra autoestima³⁰. Cuando uno siente agradecimiento porque existen los demás, está bien dispuesto para otorgar a su amor una dimensión comunitaria.
3. La proyección comunitaria del amor. Cuando la atracción primera que sentimos hacia una persona se convierte en auténtico amor, nos vemos insertos en el dinamismo propio de este tipo de vinculación y ascendemos a un plano distinto del de la sexualidad y del de la amistad. De hecho, los seres humanos procedemos del encuentro amoroso de nuestros padres, que, en cuanto tales -no como meros progenitores-, nos llamaron a la existencia. Nuestra vida ha de consistir en responder agradecidamente a esa invitación. Si agradecer significa estar a la recíproca en generosidad, nuestra respuesta debe consistir en crear nuevas formas de encuentro. He aquí la razón profunda por la cual el amor personal se desarrolla creando formas de vida comunitaria. El amor personal se enciende en la intimidad de nuestro ánimo y se incrementa en el ámbito recatado de las confidencias mutuas. Pero llega un momento en el cual pide, de por sí, adquirir una proyección comunitaria, darse a conocer, fundar un ámbito de vida dentro de la sociedad, es decir, un hogar, un lugar de acogimiento donde arde el fuego del amor y se trasmite a otros ámbitos afines, formando así la “gran familia” de los allegados. He aquí cómo, al reflexionar sobre la vida amorosa, resalta de inmediato el poder creativo que alberga. Hemos dado dos saltos: del nivel 1 al nivel 2, y de la actitud íntima privada a la actitud comunitaria. Ésta, a su vez, nos insta a otorgar una nueva dimensión al amor: la que roza el enigma de la creatividad más alta.
como valores y como virtudes. Con profunda razón indica Aristóteles
Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás
en su Ética a Nicómaco (1156 b) que «la amistad perfecta es la de los
bienes (...); porque ¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva
hombres buenos e iguales en virtud; porque éstos quieren el bien el
de la facultad de hacer bien, que se ejerce preferentemente y del
uno del otro en cuanto son buenos (...)». La amistad es «una virtud, o
modo más laudable respecto de los amigos?» (o.c., 1155 a).
va acompañada de virtud, y, además, es lo más necesario para la vida.
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4. La fecundidad del amor. Por darse en el nivel 2, la relación conyugal se muestra poderosamente creativa: incrementa la amistad entre los esposos y da origen a nuevas vidas. Al sopesar la importancia de ambas actividades, descubrimos maravillados el poderío de la unidad matrimonial. De la amistad escribió Lope de Vega: “Yo dije siempre, y lo diré y lo digo,/ que es la amistad el bien mayor humano” ³¹. Por otra parte, dar vida a una persona es un acontecimiento sobrecogedor. Cuando reparamos en el hecho de que dos personas, incluso las más sencillas, pueden generar un ser capaz de pensar, sentir, querer, elaborar proyectos de todo orden, amar, tomar posición frente al universo entero e incluso frente a sí mismo, a sus progenitores y al Creador, nos parece tocar fondo en el enigma de la realidad y sentimos un inmenso respeto hacia esa región de los orígenes. Estos cuatro aspectos o ingredientes del amor conyugal deben hallarse tan vinculados entre sí que formen una estructura, es decir, una trama de elementos que se exigen y complementan entre sí de modo que, al desgajar uno de ellos, se desmorona el conjunto. Si, para procurarnos gratificaciones aisladas, movilizamos el primero de los elementos del amor conyugal -la sexualidad- y dejamos de lado los otros tres, despojamos nuestra relación amorosa de toda creatividad, nos alejamos del ideal de la unidad y situamos nuestra vida en el nivel 1, en el cual el amor se reduce a pasión. Esa actitud unilateral es injusta con el ser humano, que vive como persona al crear toda suerte de encuentros. Por mi condición de persona humana, me veo inserto en un dinamismo poderoso que me lleva a unirme conyugalmente con otra persona e independizarme de mis raíces familiares. Esta energía biológica, psicológica y espiritual ¿tiene por único fin satisfacer una necesidad individual primaria, como sucede con el comer y el dormir? Estas necesidades persiguen la meta de conservar nuestra existencia biológica, no la de configurar nuestra personalidad, porque no tienen capacidad de crear relaciones de encuentro. En cambio, la actividad sexual pone en relación íntima a dos personas y las somete a una peculiar conmoción. ¿Qué finalidad persigue esta vinculación conmovedora? Sin duda alguna, la creación de un modo valioso de unidad, una relación de encuentro. Vista en el conjunto del proceso humano de desarrollo integral, la potencia sexual presenta una condición abierta, tiende a desbordar nuestros límites
31. Cf. La Circe, con otras rimas y prosas, en Biblioteca de Autores Españoles, vol. 38 (Madrid 1950) 373.
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individuales y constituirnos como personas, en el sentido de seres comunitarios. Pero esta vida comunitaria desborda la relación de amistad entre los cónyuges, porque, como toda forma de vida, lleva en sí la exigencia de perdurar, lo cual implica la necesidad de renovarse mediante la procreación. El dinamismo interno del amor personal exige a quienes se unen conyugalmente por amor que lo hagan abiertos a la creación de nueva vida, y no conviertan el atractivo de su relación mutua en una meta. Esta apertura a la fecundidad significa la orientación de las potencias sexuales hacia fines que desbordan el área privada de cada persona y la llevan a plenitud. Tal orientación genera una energía insospechada, capaz de integrar los diversos aspectos del proceso amoroso personal. La vinculación de estos aspectos no amengua la fuerza de las pulsiones instintivas, que entrañan cierto valor; ordena su energía al logro de la espléndida meta que es crear una vida de profunda unidad personal, con toda la fecundidad que implica. Si el ideal de nuestra vida es crear modos relevantes de unidad, debemos movilizar todas nuestras energías para lograr ese propósito (nivel 3). Este deber hemos de asumirlo con amor por cuanto no nos viene impuesto desde fuera sino sugerido desde lo más íntimo de nuestra naturaleza sexuada, ordenada a la creación de ámbitos amorosos. El tema del amor humano muestra su espléndida grandeza cuando lo vemos dentro del dinamismo de nuestro crecimiento personal. Lo indica certeramente Gustavo Thibon: «Nosotros no queremos una plenitud sexual que se compre al precio de la plenitud humana; no sentimos ningún gusto por costumbres que, bajo pretexto de satisfacer plenamente al sexo, vacían al hombre de todo lo demás. Únicamente el matrimonio puede al mismo tiempo satisfacer el instinto sin degradar a la persona»³².
“Dar vida a una persona es un acontecimiento sobrecogedor.
32. Sobre el amor humano (Rialp, Madrid 31961) 64.
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Esta degradación comienza cuando, por afán irreflexivo de exaltar la potencia sexual, se la aísla de su contexto natural, que es la estructura formada por los cuatro ingredientes del amor: sexualidad, amistad, proyección comunitaria, fecundidad. Tal aislamiento empobrece la vida amorosa, y todo empobrecimiento injusto es un acto de violencia contra la realidad, en este caso contra nuestra propia realidad personal. Nada ilógico que, tanto en la vida cotidiana como en la expresión literaria y cinematográfica de la misma, el cultivo de las relaciones sexuales al margen del amor personal, creador de amistad y de vida comunitaria, vaya unido a menudo con actos de violencia. Es una calamidad, ciertamente, que a tantos niños y jóvenes no se les abran de par en par las puertas del asombro al ver ante sí, imponente, la grandeza que adquiere nuestra vida cuando vinculamos el nivel 1 al 2, y el 2 al 3. Descubrir estas altas cotas de grandeza que puede adquirir nuestra vida cuando ejercitamos una “mirada profunda” y nos interesamos por la cara oculta de los objetos y las personas es la colosal tarea de la Pedagogía de la admiración. Para ser felices debemos ensanchar el horizonte de nuestra vida, abriendo el espacio interior a las realidades más elevadas. Es el empeño del proyecto educativo que estoy promoviendo bajo el título de Escuela de Pensamiento y Creatividad (www.epc-online.es)
SIGNOS DE ADMIRACIÓN
Índice de materias y de autores Alegría, 15, 26 Amistad, 41 Amor personal, 16, 38 Proyección comunitaria del a., 43 La fecundidad del a., 44 Amparo, 15 Analfabetismo de segundo grado, 6 Angustia, 24 Apertura al otro, 13 Aristóteles, 43 Arruda, Marcos, 33 Asombro, 42 Belleza (la), 15 Bergman, Ingmar, 6 Bergson, H., 40 Bien (el), 15 Bloqueos espirituales (superación de), 23 Comunicación, 14 Confianza, 13 Conocimiento de la vida humana, 6 ss. Consagrar, 22 Cordialidad, 13 Creador (el), 16, 40 Creatividad, 11 Crecimiento (proceso de), 9 ss., 12, 42 Cuerpo (tener un c.), 27, 28 Decepción, 24 Descubrimientos básicos, 9 ss.
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Deseos (la recta orientación de los d.), 30 Desesperación, 24 Dignidad, 34 Dominio (actitud de), 24 Droga, 25, 27 Egoísmo, 24, 26 Empresa (el alma de la e.), 32 Encuentro, 12, 25, 39 Condiciones del e., 13 Enseñanza por vía de descubrimiento, 7, 8, 9 ss. Entusiasmo, 15 Espíritu, 35 Estímulo, 34 Euforia, 24 Europa, 32 Excelencia, 36 Experiencias reversibles, 12 Éxtasis, 16, 17, 23, 25, 26, 27 Oposición al proceso de vértigo, 26 Felicidad, 6 ss., 15, 22, 28 Fidelidad, 13 Formación, 28, 36, 38 Francis, C., 33
Imaginación, 39 Incondicional (bondad, justicia, verdad, belleza), 16, 35 Integración (de energías), 34-35 Intrusismo, 8 Janis Joplin, 6, 27 Jóvenes (dos grupos de), 28-29 Juan Pablo, II, 37 Jugar, 11 Justicia (la), 15 Larramendi, I., 37 Lenguaje, 16 Libertad, 6 l. de maniobra, 11, 12, 27 l. creativa, 11, 12, 23, 27 Lope de Vega, 44 Ludópata, 7, 23 Manipulación, 8, 28 Matrimonio, escuela de unidad, 40 ss. Mirada profunda, 45 Morita, Akio, 35 Nivel 1, 11, 17, 28 Nivel 2, 11, 15, 28, 38 Nivel 3, 15 Nivel 4, 16
Frutos, 15, 28 Generosidad, 13, 25, 38, 39 Goce, 27, 28 Goleman, D., 37 Gorbachov, M., 36 Gozo festivo (júbilo), 15, 27, 28 Guardini, R., 32, 35 Guía (líder), 7, 8, 32 Hedonismo, 8 Ideal de la vida (o ideal de la unidad), 15, 17, 32, 34, 38 Descubrir el i., 28
Niveles de realidad y de conducta, 18-21 Niveles positivos, 18 Niveles negativos, 20 (-1, -2, -3, -4) Paciencia, 14 Participación, 14 Pasión, 16, 44 Paz interior, 15 Pedagogía de la admiración, 7, 8, 45 Plenitud interior, 15 Poema (experiencia del), 11
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SIGNOS DE ADMIRACIÓN
Posibilidades, 11 Potencias, 11 Procreación, 44-45 Rahner, Karl, 23 Realidades abiertas, 11 Reduccionismo, 8 Relacional (pensamiento), 10 Schumpeter, J.A., 33 Sencillez, 13 Sentido, 7 Servicio (actitud de s.), 31, 32 Servitje, R., 32, 34, 36 Sexualidad, 41 Stenberg, R., 37 Significado, 7 Silencio, 6, 8, 26 Silencio de recogimiento, 26 Silencio de mudez, 26 Soledad, 24, 25 Talismán (palabra), 28 Tener, 27 Thibon, G., 45 Trabajo en equipo, 34 Transfiguración, 15, 39 Poder transfigurador del ideal de la unidad, 16 Transformación, 11 Tristeza, 24, 26 Unamuno, Miguel de, 26 Valores, 7, 15 Enceguecimiento para los v., 25 V. del escudo de Qualfon, 31 Verdad (la), 15 Vértigo, 16, 17, 23, 24, 25, 26, 27 Violencia, 45 Virtudes, 15 Welbergen, E., 33 Williams, W., 37