REVISTA GEOGRAFI MERICA MENSUAL
Año XIII - Vol. XXVI
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SEPTIEMnBI~ 1946 PRINCIPALES Junto
ARTICULOS DE ESTE NUMERO a los nevados De Posadas
La cinchona, Cristóbal
Colón,
planta
de Aconquija al Iguazú
nacional
el descubrimiento
y las últimas EL SUMARIO DETALLADO
investigaciones
del
Ecuador de
América
históricas
ESTA EN EL INTERIOR DE LA TAPA
A D A
Núm. ]56
ESTE NUMERO :·CONTIENE ---, Notas
y
Noticias
Junto a los nevados de Aconquija con Ire. ilu.fracione. Mu¡~res trágica$ en la ¡ibaría con nueve, ilustraciones De Posadas al Igua~ú con nueve iluslraciones R. La cinchona, planta nacional del Ecuador con nueve ifustraciones Cuba, "Perla de lai Antillas", con .ei. ilustraciones Cristélbal Colón, el descubrimiento de América y ,las últimas investigaciones históricas cOn cinco ilustraciones Excursión a Loan Mapú con .eis ilustracione.
EL MUNDO
. EXEQUIEL DANIEL
HAMMERLY
P. BERNARDO PROF.
LANDABURU
M. ACOSTA ROBERTO
DR. ENRIQUE
DIA:! DUPUY
SOLlS
CASTAÑO DE GANDIA
LUIS E. SCALESE
Y LAS REVISTAS
Las danzas y pantomima, en la gran TenochtiUán, por Roáolfo Toquero - La isl. de Thanet, (lnglat_rra), por W. H. Corkill La ,oya y la alimentación d_1 pueblo venezolano ,por R. F• ....:. Las culturas indígenas vivientes, por Dicle Edgar Ibarra Grano
EL MUNDO
Y LOS LIBROS
Los Virreinalol en el siglo XVIII, por Cayetano A/cózar ~olina Nueva Vila - D. M.r del Plata a 1•• cat.rata. del Igunú, por Tomá. SI.I/al/nini rele Nuñez LO' villag. el 1_ paYlln de France, por Alberl Dauzal gününa küne, por Tomás Harrington - Manual de geografía de la República .A. eJ. Mona. Ru;z - .Botánica, por Lorenzo Uribe, S. J.
geograSía de Colombia, por Pablo El m.lero, por Ram6n A. A/áeContribución.1 estudio del Indio Argentina, por V. M. Acuña y P .
UN CUADRO A TODO COLOR "La quebrada de Escoipe" (Salta), témpera
por Pablo A. Fontá'n .
48 ilustraciones PropiedAd Artl.UcA l' Itter-ar ra - Registro Nacional de la Propiedad rntetectuat Marca y dibujo de la tapa registrados bajo el NO lU.H.
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Septiembre 1946
N' 100.015
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MUJE.RES TRAGICAS EN LA JIBARIA Algunos aspectos de la vida social y mental de estos extraordinarios indígenas de la vertiente amazóníca del Estado ecuatoriano. La curiosa práctica de los "tsantsas", cabezas reducidas por DANIEL
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altivez de! indio jíbaro queda en evidencia hasta en la fotografía. Debajo de un morrión de gala plumas multicolores, que adorna la cabeza erguida, aparecen los mechones de cabello renegrido y los ~jos igualmente obscuros y de mirada firme. El rostro ostenta las rayas y cruces pintadas' con trazos horizontales, verticales, obl.cuos 'y en X. , La desnudez de! pecho musculoso aparece condecorada por los collares de colmillos de jaguares. Queda en evidencia la constante hostilidad del aborigen por las armas que lleva. Con la mano derecha sostiene una formidable lanza de' chonia, con la punta' dirigida hacia abajo y hacia adelante en una posición tal que constituye una continua amenaza para quien se encuentra en su presencia. Contrariamente con lo que acontece con otras tribus sudamericanas, e! vestuario de los hombres y e! de las mujeres difiere notablemente. Mientras el itipi de los hombres solo va de la cintura hasta Ia mitad de la pierna, los iarach's de las mujeres caen desde los hombros hasta cerca de los tobillos. El itipi se teje con fibras de chambira, y en la preparación de los iarach:« ernpléase la corteza del árbol llanchama. La coquetería femenina se denuncia por la cantidad de collares formados con dientes de monos, semillas, carozos, alas atornasoladas de insectos desiumbradores, brazaletes con pieles de serpiente y sartas de avalorios suspendidos de la cintura y de los pies. Tanto las mejillas como los brazos ostentan diseños anaranjados y azules que son el resultado de la aplicación del achiote y del huito. E.I cuerpo de estos indígenas es robusto y bien proporcionado. La cara redonda aparece iluminada por los ojos negros, horizontales, diminutos, .pero vivaces, junto a la nanz corta y algo ach~tada. Tanto en los
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hombres como en las mujeres de edad los labios y los dientes suelen estar teñidos de color negro porque mastican hojas de yanamuco. La cabellera de los hombres suele ser tan larga como la de las mujeres, pero es objeto de peinados especiales. Estas suelen ostentar también un flequillo que les cubre la frente un, par de dedos por encima de las cejas, caraoterizándose por un corte singular en la parte media de la cabeza de tal modo que traza una línea parieto-occipital. . Las jibarías se caracterizan por las casas ovaladas de chonta, con d03 entradas generalmente estrechas. Las viviendas se hallan' distantes y sobre e!ev~ci~nes. Dentro de la vivienda se observa la colocación de tantas peakas o lechos de troncos y cañas cuantas sean las mujeres casadas. Las personas solteras duermen directamente en e! suelo. El hombre es el dueño del hacha, la red, la canoa, de las armas y de los perros que le ayudan en la caza. Las mujeres son responsables de la preparación de ollas y vasijas de barro, cestos y tejidos. Ellas son las que cultivan la yuca de .las inmediaciones. Durante la noche cuidan que no se extingan las brasas hacia las cuales se extienden los pies de todos los que están durmiendo. Al despertar se 'apresuran a ofrecer a los mayores y a los niños una infusión amarga de guayusa que sirven tibia para que laven sus bocas y estómagos... Momentos después reaparecen con las pinuigas o recipientes de barro, repletos de chicha y de diversas comidas calientes. El dueño de la casa, que suele ser oolígamo, pronuncia un discurso matutino donde refiere las hazanas de sus anlepasaeGS-.y r~ cuerda quiénes son sus enemigos vencidos o a vencer. Después de ser escuchado y de darse por satisfecho de las atenciones recibidas, sorbe los últimos tragos del niiaman.chi, preparado con yuca fermentada, y se
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MUJERES
Indio millos se ha
TRAGICAS
DE
LA
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jíbaro de frente y de perfil con el morrion con plumas de vistosos colores y el collar con colde jaguar. Luce en el rostro tatuaje indeleble y empuña la "mortífera lanza guerrera. Este indígena convertido al cristianismo y, por lo tanto, abandonado sus prácticas sanguinarias, tan crueles como' tradicionales entre todos los hombres de su tribu y de su cultura etnográfica
con chicha o con frutas y otros productos aleja con aire grave de entre los suyos. Llemuy apetecidos entre los cuales [iguran las va la cerbatana, que le permitirá traer los orugas. Ese silencio que guardan frente a los resultados de una cacería, o la lanza, si es l-ombres adultos, queda compensado por la que se pro¡::one ir a visitar a otras personas f!u:dez de sus conversaciones con 103 niños. de la jibaría. Al dirigirse a otra persona En realidad los jíbaros del mañana son ende la tribu, exclama con altivez: ¡U niñahue! señados diligentemente por sus madres, antes (iVengo yo I ) Y en respuesta escucha el que entren en una relación más estrecha con consabido ¡U :ñera! (i Ven tú!). Antes que los padres, que los inician en la caza. se llegue al diálogo, el dueño de casa se Durante la primera infancia el número pinta la cara, arregla su cabello, se cine el de criaturas de ambos sexos es aproximadaiendema, y se dispone a escuchar con la mente el mismo. El" arrogancia de un modesnivel se produce narca que está en su para las personas de trono. A un largo la misma edad como discurso declamatorio consecuencia de Ía del visitante, sigue la vida un tanto penrespuest a igualmente denciera que llevan solemne del dueño 103 hombres, siempre de casa. Después de dispuestos a" formar esa introducción ausfuirnaldas de cabetera pasan al diálogo z as, común, cuando ya El escritor Carlos pueden dejar de emAÍvarez Miño ha nopuñar la lanza en tado q u e "algunas actitud un tanto amemujeres emplean el nazanre. baño unas hierbas Mientras los homero) para hacerbres hablan, las muse querer de los homjeres guardan r~guArtístico escudo preparado bres; en. cambio ellos roso silencio. "Cuanhábil combinación de cire os y ángulos, distribuípreparan la s.maqudo se presentan es dos en varias coronas concéntricas, produce este efecto sencillo y de buen gusto ea, para atraer las para traer pin 'ngas
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Actitud característica del jíbaro miéntras está en presencia de otra persona a la 'cual escucha. Cuando se di~ige a otro miembro de la' jibaría exclama con altivez: i Uníñahe Loise quiere decir ¡Vengo yo I
mujeres e integrarlas al número de las, suyas." ("Las Selvas del Continente Ecuato'riano: Costumbres del Jíbaro", ]uito, 1934, pág. 87). , A los indios jíbaros les agrada tomar por esposas a las mujeres de sus enemigos de , otras tribus. Ocasionalmente capturan las mujeres blancas de los buscadores'de' oro y de esmeraldas. Después 'de la sangrienta hecatombe del pueblo de Logroño, ,tlsediado por 20.000 jíbaros enfurecidos, en el año "599 sólo se les perdonó la 'vida a siete, mil niñas y mujeres jóvenes entre las cuales figuraban las monjas del monasterio de la Concepción. Todavía suele~' encontrarse' indígenas descendientes de aquellas uniones. Cuando son hombres les aparecen barbas y bigotes que los obliga a una continua depilación, porque tienen vergüenza de aparecer barbudos. En el caso de las mujeres, las hay ~ de piel relativamente blanca y de :formas es-
El tunduy, tambor "formado' por un tronco ahuecado sonido puede oírse a más de una legua
AMERICANA
El rrusronero Wilhelm Schaeffler entre dos indios jíbaros que abandonaron el culto a [uanchi, al que consideran genio del 'mal. El culto :a Y usa, Ser Supremo, no tiene entre ellos mayor importanciá
cultóricas según los clásicos cánones de la belleza greco-rornana. Muy de tanto en tanto algún indio jíbaro 'ostenta entre sus trofeos una cabeza de mujer, reducidaal 'tamaño de una naranja. T lJdavía se ignora cuáles son los motivos que los impulsa a transformar en trof~o, los cráneos -de contadas mujeres, <pues sólo' lo hacen muy' ocasionalmente, mientras' que la práctica de ~educir ¿ráneos masculinos es consuetudinaria., , Cuando el viajero F.W. U. de. Graff presenció un combate entre aguarunas y huambisas, el 27 de octubre' de 1 899, fué testigo de una tragedia espeluznante -que rec~erda en las siguientes frases: "Debo hacer mención de que no se permite que se consideración de ' mezcle ninguna delicada , sexos en estos ritos; tanto ia mujer que combate ¡como la que se niega a acompañar a la partida de guerra victoriosa hasta' sus' easas, y a servir al nuevo amo, se 'expone a que, con arreglo al consabido código de guerra de aquellas gentes, corra el ries'g¿ de ~ufrir la misma suerte que los hombres de, su tribu. Yo mismo tuve 'ocasión de presenciar de gran tamaño cuyo de distancia la suerte de una mujer
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reducirse el tamaño de permaneció inalterable; presenta admirablemente y modelada
Una twntsa de valor extraordinario. T rátase de una mujer jíbara cuya estatura ordinaria alcanza 1,60 m. y que aquí aparece reducida po¡. un procedimiento especial de deshuesamiento
huambisa que cayó al suelo herida por tres lanzas. i Cuán poco nos imaginábamos al dar principio al ataque aquella mañana cuál había de ser e! final! "La mujer yacía en el mismo SitIO en que cayó bajo los golpes de las lanzas. "Los aguarunas, ansiosos por cortar su cabeza, empezaron la obra cuando la infeliz estaba aún viva, aunque incapaz de defenderse. Mientras uno le retorcía la cabeza, otro la sujetaba en tierra y un tercero empezó a ~';; ~'L'" darle tajos en ,e] cuello con su hacha de ~~t":·-J;. piedra. Por último, me llamaron para que les prestara mi machete, arma mucho más ',:{~" 'E: a propósito para ejecutar la operación cm••.•.~ • "!'; pezada. F ué verdaderamente un espectáculo odioso. Cuando, por fin, la cabeza. quedó seccionada, fué ensartada con la otra presa hecha por nuestra partida. Cualquier intervención por mi parte habría equivalido al suicidio." ("Cazadores de Cabezas del
cabezas llevado a cabo por los jíbaros, hasta que la cabeza deshuesada de la desafortunada indígena huambisa se transformó en trofeo.' así como las de algunos hombres. Una parte del ritual exige que los victimaríos se sienten sobre los cráneos de sus víctimas. Cuando se trata de los despojos' de un hombre resulta explicable que se intente realzar el sentido de la victoria lograda a expensas de la fuerza o de la destreza, pero en el caso de una mujer ese aspecto queda invalidado. Es probable que e! trofeo creado con la reducción de un cráneo femenino tenga un significado metafísico. Es de recordar que en' todos los casos se les cosen los labios mientras que' las rajas de los ojos semantienen' abiertas con estaquitas de caña. Las mujeres no participan directamente en las ceremonias de la reducción de cabezas. Sólo intervienen con sus aportes de va.' sijas especiales y de bebidas. En el acto final e! rito finaliza con la colocación del cráneo en e! extremo de una lanza, se anu-
Una muñeca macabra. Al la mujer sólo el cabello en lo demás la figura se proporcionada
Amazonas,", . cap. XXI). El viajero de Graff presenció algunas las etapas de! ceremonial de la reducción
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Vista interior de una habitación circular de una jibaría del Ecuador. En un ángulo se ve el t~mbor o lunduy, labrado en un tronco
dan los hilos que penden de la boca cosida y, mientras los hombres elevan el trofeo hacia ~I Levante, las mujeres cantan en coro ¡Eisa Iís/a! (i Mira el sol! El acto ,guerrero se transforma en una ceremonia supersticiosa o, como lo expresa el etnólogo Bertrand Flomoy después de su expedición de 1942, "con esos ritos exteriores, los cantos, las danzas y el tratamiento . mismo aplicado a la cabeza, se aporta' la confirmación de que se trata muy bien de un ac.o sagrado." (" V oyages en H auiAmazona"; pág. 166. Ed. Río" de j aneiro, 1945 )ó Resulta' imposible entender los sentimien.tos que agitan las jibarías y sus fiestas. movidas al 'compás de sus tambores gigantescos [tunduu} de troncos ahuecadosy de sus caS'cabefes de carozos troza dos, si no se admite que están. dor~inados por supersticiones referentes al más allá. Aunque creen en y usa como e! Ser Supremo, ese culto ha sido eclipsado por otro. En la realidad. tiemblan arite luanchi al que tienen por el genio del mal. Después de efectuar obra misional entre los jíbaros, Fray Enrique Vacas Galindo, recogió frecuentemente e! siguiente argumento de los aborígenes acerca de sus impulsos 'religiosos desviados hacia e!
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mal: "Si nosotros debemos adorar a un Ser Superior, rendirle homenaje y obediencia no es a Dios sino a luanchi : porque Dios. bueno por naturaleza, no puede hacemos ningún dafio, ni nosotros debemos cuidamos . de él; no es así con 1uanchi, malo por naturaleza, puede dañamos, y para' evitar eso, es menester adorarle, obedecerle y tenerlo propicio ... " ("Nankijukima" por Fr. Enrique Vacas Galindo, Ambato, 1895). Las jibarías viven bajo el terror de luanchi y de sus brujos o bishinios. Son, precisamente, las cabezas de brujos de las jibarías enemigas las más solicitadas, porque creen que' el victimario incorpora algunos de sus poderes. El poseedor de una tsanisa de esa calidad se cree protegido respecto a determinados peligros. Se han dado casos cuando no solamente se ha achicado la ca-· bez'a de! brujo sino .el cuerpo entero. ¿ T rátase de bishinios que tan excepcionalmente perecieron de muerte natúral? Esta es una cuestión que todavía no ha sido esclarecida. El autor ha tenido oportunidad de obtener informaciones directas acerca de un hallazgo 'efec~uado por Wilhe!m Schaeffler, misionero que actuó algunos años entre los indios jíbaros. En la vecindad de una choza los indios sunersticiosos habían colocado el cuerro reducido y momificado de una mujer. Creían que esa curiosa isantsa protegía sus chozas porque' haría ·las veces de un pararrayo 'en el cual caerían los males de los ctiales quedarían librados los moradores de! lugar. Las fotografías adjuntas dan un idea de la eficacia de la técnica de los jíbaros para reducir un cuerpo de 1,60 metros al tamaño de una muñeca común. Pueden notarse las suturas practicadas en la pie! previamente cortada para extraer los huesos . ¿ Cuál fué la verdadera historia de esa V enus de la jibaría? ¿ Era una mujer extraordinariamente virtuosa o fué castigada por sus intrigas? ¿ Tuvo una muerte natural o pereció trágicamente porque no correspondió a 105 deseos de· un b 'shinio endiabiado que no quería cumplir con su voto de castidad? ¿ F ué, tal vez, una gran sacerdotis~, .del culto de la Luna en medio' de un pueblo sélvático que se empeña en rendir culto al Sol? El misterio no ha sido resuelto. La imaginación sólo puede esbozar hipótesis más o menos probables.
de Wilhelm
Schaeffler)