Pais de huecubu

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REVoISTA GEOGRAFIC AMERICANA !

MENSUAL

Año IX - Vol. XVIII

ILUSTRADA

OCTUBRE DE 1942 PRINCIPALES

ARTICULOS

Bocetos

H--I--+-+-t---1~:rt---i

Los últimos El viaje Escritura

del

malones

campo sobre

a Islandia mochica

Núm. 109

DE ESTE NUMERO argentino el país

de

de Cristóbal y escrituras

Huecubú

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americanas

EL SUMARIO DETALLADO ESTA EN EL INTERIOR DE LA TAPA

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ESTE NUMERO

CONTIENE

Notas y Noticias Bocetos de~ campo argentino, con seis ilustraciones Los últimos"lJIalpnes sobre el país' de Huecubú

GINO

con seis ilustraciones

/

DANIEL

El viaje a Islandia de Cristóbal Colón, con una ilustraci6n Los últimos Charrúes, con una ilustraci6n Transgresiones oceánicas y fauna del mar epicontinental (on ocho ilustraciones

y cinto

HAMM.ERLY

Dr. ENRIQUE

DUPUY

DE GANDIA

ANDRES

BRAND

argentino

mapas

JUAN

Escritura mochica y escrituras americanas, con Los altares de Toyopán, con trece ilustraciones

LARCO

JOSE

PARODIZ

J. IMBELLONI

doce ilustraciones

JORGE

A. UNES

EL MUNDO Y LAS REVISTAS Entre los negros de AFricI, por Emmy Bernatzik - A través de Kenya, por Roger plantas cultivadas más antiguas, por la Dra. Elizabeth Schiemann.

Tourte -

El origen de las

EL MUNDO Y LOS LIBROS Geograr.a de la prov. de Córdoba, por Carlos N. A ••dré. - Geograr.. de Europa y Oceanla. Geogr.r.a de Asi. y Alrica, por Eduardo Acevedo Dfaz - Geogr.r.. humene, social y económica, por Carlo. Benltez De' Jorme - Two thousand miles up the Amazonas, por Ffa nces Norene A.hl - Bromatología indígena, por Julio S. Storni - Viaje de un naturalist. alrededor del mundo, por Carlos Darwi n-Geografía par. 50 grado, por Afda Conca - Recopilación estadlstica años 1939·1940, edición oficial - Bosquejo de una introducción al folklore, por AU!1u.to R.úl Cortázar - Los medios de transporte en el valle de Nono, por AIFred Dornheim - Tartessos (Geograr.a histórica del SO. de España), por Antonio Marfin de La Torre - Obras recibid.s.

UN CUADRO A TODO COLOR "Pescando", óleo de Cleto Ciocchini

50 ilustraciones Propiedad

Artlstica y Literaria - Registro Nacional de la Propiedad Intelectual y dibujo de la tapa registrados bajo el No 161.245.

Año IX-Vol. XVIII

Marca

Núm. 109

OCTUBRE 19"2

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No 064.004 -

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LOS ULTIMOS MALONES SOBRE EL PAIS DE HUECUBU En la misma Bahía Blanca, y en sus alrededores, los antiguos dueños de las llanuras pampeanas sostuvieron encarnizados combates para conservar el dominio de la región, que los colonos les quitaban paulatinamente

por DANIEL

HAMMERL Y DUPUY

UECUBÚ MAPÚ el "País del Diablo", tal era la denominación que daban a la región de la bahía Blanca 'aquellos aborígenes indomables que habían recibido de los incas el nombre de "parum aucá", vale decir: "enemigos no vencidos". El empeño que estos indios del arauco tenían en disputar esa zona agreste, se debía mayormente a la proximidad de las Salinas Chicas, donde obtenían la sal, que luego comerciaban en los países transcordilleranos. La codicia despertada por ese valioso elemento los había puesto en conflicto con dos pueblos importantes: los puelches u "hombres del oeste", que hablaban la lengua genakén, y los' chenchehet o "gente del este" cuya lengua ha sido clasificada con el nombre de hei. Esos tres pueblos, de diferente origen étnico, recibieron indistintamente el nombre genérico de pampas por el solo hecho de realizar sus correrías por territorios homónimos, aun cuando evitaron en lo posible todo cruzamiento.

H

El "País del Diablo" El país de H uecubú ofrecía un cuadro excepcional. EL horizonte se cerraba. por un lado con las sierras azuladas de la Ventana y por el lado opuesto por el océano Atlántico. Hacia los otros puntos cardinales se deslizaban los arroyos cristalinos, que descendían de las serranías en busca del mar y el caudaloso río Colorado. Además de la vegetación típica, constituída por la jarilla y el espinoso piquillén, se erguían los sauces, chañares y caldenes que brindaban su añosa madera. En medio de esa maleza, el puma y el jaguar acechaban a los ñandúes, los guanacos y al ganado cimarrón, que se había multiplicado prodigiosamente.

Cuando el ingeniero Parchappe llegó junto a la bahía Blanca, en 1828, encontró todavía enormes montones de osamentas de ganado vacuno que evidenciaban a las claras que allí se había efectuado poco antes un cargamento de carne salada. Junto a los arroyos, los indios tenían dispuestos sus corrales para la caballada. Todos estos factores, más el famoso lago de sal, hacían de esa región un lugar ubérrimo para el aborigen. ¿Por qué, pues, le daban el nombre de país del diablo? Evidentemente, el nombre terrorífico de la comarca hacía alusión a los enormes lodazales que se tragaban a los cazadores imprudentes. En más de una oportunidad los indígenas habrían presenciado la desaparición de algunos de sus compañeros con montura y todo, sin poderles prestar el debido auxilio. Desde el río Colorado hasta la bahía Blanca se tenía un derrotero bien trazado mediante los médanos y el borde de los marjales. El terror que los indígenas le tenían a los traicioneros cangrejales, explica que sus orillas pantanosas fueran buscadas por los blancos en sus peligrosas travesías, sabiendo que allí estarían al resguardo de los aborígenes, cuya fantasía agigantaba las diabólicas perfidias de ese país terrorífico. Esta circunstancia fué aprovechada por Carlos Darwin quien, después de haberse entrevistado con Rosas en río Colorado, el 15 de agosto de 1832, al otro día marchó hacia la bahía Blanca, donde esperaba encontrar al Beagle poco después. Al describir esa marcha por el país de Huecubú, Darwin expresa: "A la mañana siguiente, muy temprano, se envía a buscar caballos y partimos


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Un rancho de los alrededores

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de Bahía Blanca, semejante a los que construían bladores de ese punto de avanzada

al galope. Pasamos la Cabeza de Buey, antiguo nombre dado a la extremidad de un gran pantano que se extiende hasta Bahía Blanca. Cambiamos de caballos y atravesamos durante muchas leguas, marismas y marj ales salinos. Volvemos a cambiar de caballos por última vez y reanudamos nuestra carrera a través del barro. Mi caballo cae y yo me sumerjo en el lodo negro y líquido, accidente muy desagradable cuando ,no se dispone de trajes de recambio. A algunas millas del fuerte, encontramos un hombre que nos dice que se adba de hacer un disparo de cañón, señal de que los indios están en las cercanías. Abandonamos, pues, inmediatamente, el camino y seguimos por. las orillas de un pantano, prestos a entrar en él si viéramos venir a los salvajes; éste es, en efecto, el mejor medio de escapar a su persecución. Nos consideramos dichosos de llegar al cinturón de murallas de la ciudad; entonces nos dicen que lo ocurrido había sido una falsa alarma, se habían presentado indios, en efecto, pero se trataba de aliados que deseaban ir a reunirse con el general Rosas". (" Viaje de un N aturalisla rllrededor del Jf1undo", vol. 1,

los primeros

po-

pág. J5; Barcelona, 19J2). Días después el naturalista visitó la costa del estuario que mediaba ent.-'Cla fortaleza y Punta Alta. Este trayecto le brindó la portunidad de conocer algo más el "País de Huecubú", pues añade la siguiente descripción: "El agua estaba cortada por numerosos diques de barro, que los habitantes denominan cangrejales a causa de la considerable cantidad' de pequeños cangrejos que viven en ellos. El barro es tan blando que se hace imposible andar por encima del mismo, ni siquiera dar algunos pasos. La mayor' parte de esos diques están cubiertos de juncos muy largos, de los que sólo se ve la punta durante la marea alta. Cierto día que íbamos em- ~ barcados, nos perdimos tan por completo en medio de ese lodo, que sólo con grandes dificultades pudimos salir de él. No podíamos ver otra cosa que la llana superficie del fango; el día no estaba muy claro y había gran refracción o, para emplear la expresión de los marineros, "las cosas se miraban en el aire". Lo único que no estaba a nivel era el horizonte; los juncos nos hacían el éfecto de zarzales suspendidos en el aire; el agua parecía barro y el barroagua". (1 dem., págJ'. J6, J7).


LOS ULTIMaS

Grandes

médanos

MALONES SOBRE EL PAIS DE HUECUBU

de arena movediza

se extienden

La ley del talión en la lucha con el indio Entre las recomendacio~es hechas por el Coronel Ramón Estomba, fundador de la fortaleza Protectora Argentina junto a la bahía Blanca, aparecen las siguientes instrucciones de prudente benevolencia hacia el aborigen: "Será generoso, comedido y humano con los indios salvajes y nada omitirá capaz de atraerlos a nuestra amistad, aunque sea a costo de algún gasto moderado destinado a obsequiarlos; y sobre cuyo particular, en comunicación separada, se dirá lo que deba practicarse. .. No obstante, como debe. estar siempre persuadido de su mala fe, cautela y alevosía natural disposición, nunca los perderá de vista, ni permitirá, al menos hasta que el Fuerte esté en completa seguridad, que entren bajo ningún pretexto que podría servirles para reconocerlo e informarse, con ulteriores miras, del estado de su fortificación y defensa" . A pesar de tales recomendaciones, a los indios se les dió .una guerra sin cuartel. El "ojo por ojo y dienté por diente" de la ley del talión se inclinó pesadamente hacia el castigo que tenía

en la zona cercana

a Bahía

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Blanca

por propósito el exterminio del aborigen. Describiendo algunos episodios de esa lucha desigual, Darwin hace diversos comentarios, de entre los cuales citamos los que siguen : "Algunos días después vi partir otro destacamento de esos soldados, semejantes a bandoleros, que iban a emprender una expedición contra una tribu de indios que se encontraba acampada cerca de Salinas Pequeñas. La presencia de esa tribu había sido traicionada por un cacique prisionero. El español que trajo la orden de marcha era un hombre muy inteligente, y me dió algunos pormenores acerca del último encuentro a que había asistido. Algunos indios hechos prisioneros habían indicado el campamento de una tribu que vivía en la orilla N orte del Colorado. Para atacarla se. envió doscientos soldados. Estos descubrieron a los indios gracias a la nube de polvo que producían los cascos de sus caballos, porque habían levantado su campamento y se marchaban. El país era montañoso y salvaje, y debía estar muy lejos hacia el interior, puesto que la Cordillera estaba a la vista. Los indios - hombres, mujeres y niños -, componían un grupo de unas ciento diez personas, y casi


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. todos fueron hechos prisioneros o muer- errantes en esas inmensas llanuras, ~tos porque los soldados no daban .cuar- sin tener ni ocupación ni morada fijas. tel a hombre alguno'. Los indios sienten . ("Idem., 46, 47). en la actualidad un terror tan grande, Incursiones y raptos que ya no resisten' en masa; cada uno de ellos se apresura a huir aisladamenLas venganzas de uno y otro bando te, abandonando mujeres y niños; pero siempre pretendían saldar una deuda si se logra alcanzarles, se revuelven de honor, perpetrando atropellos como bestias feroces y se baten contra proporcionalmente mayores. De este mocualquier número de hombres que sea. do, los males iban incremerrtándose, Un indio agonizante asiócon los dientes pues los vencidos de hoy querían ser el pulgar de uno de los soldados que le los vencedores de mañana. persiguieron, y se dejóa:rrancar un ojo A medida que las fronteras del deantes que soltar la presa. Otro, gra- sierto se alejaban de Buenos Aires las vemente herido, fingióse muerto te- incursiones y depredaciones de los inniendo cuidado de poner su cuchillo dios se limitaban a la periferia del terrial alcance de su mano, a fin de poder torio que se les iba arrebatando. Los asestar un último golpe. El español arriesgados pobladores, que se atreque me daba estos informes añadió que vieron a adentrarse en el desierto para él mismo persiguió a un indio' que fundar las primeras poblaciones que mientras le pedía gracia procuraba dis- fueron surgiendo en torno de los forponer sus boleadoras a fin de atacarle tines, supieron una y otra vez lo que con ellas. "Pero de un sablazo le de- eran los malones. rribé del caballo, y echando pie a tierra E~ pincel de Blanes, que con tanto con presteza, le corté la garganta con verismo supiera representar una de las mi cuchillo". Sin disputa, esas escenas dolorosas escenas de la fiebre amarilla son horribles; [pero cuánto más horrible en Buenos Aires, también supo captar, aún es el hecho cierto de que se da con acentuada elocuencia, una de las muerte .a sangre fría a todas las indias desgarradoras escenas del malón: el que parecen tener más de veinte años1 rapto de las mujeres. A la luz de los' y cuando yo, en nombre de la huma- villorrios incendiados donde no había nidad, protesté, se me replicó: "Sin tiempo para otro luto que el de la sanembargo, ¿qué otra cosa podemos ha- gre derramada, huían los indios arreancer? ¡Tienen tantos hijos esas salva- do velozmente los animales y llevándose jes"J, , . Aquí todo el mundo está como trofeos vivientes de sus correconvenoido de que es la más justa de rías a más de una doncella que les protodas las guerras, porque está dirigida curarían un valioso rescate o que, de contra los salvajes. ¿Quién podría otro modo, llegarían, como madres, a creer que en nuestra época se cometie- formar una nueva generación en la que ran tantas atrocidades en un país cris- se produciria la extraña amalgama del tiano y civilizado? . " Esta guerra es mármol con el bronce ... demasiado cruel para que dure largo A la semana de haber llegado al país tiempo. No se da cuartel; los blancos de Huecubú, a fines de marzo de 1828, el matan a cuantos indios caen en sus ingeniero Parchappe escribía las simanos y los indios hacen otro tanto guientes líneas, que nos permiten descon los blancos. Cuando se piensa en correr una esquina del velo de ciertos la rapidez con que han desaparecido ep~odios característicos de la época: los indios ante los invasores, se experi- "La nueva de nuestro arribo a estos menta cierta melancolía", N o so- contornos se extendió rápidamente enlamente han desaparecido tribus en- tre las tribus errantes de los alrededoteras, sino que los restantes se han res; vinieron sucesivamente a acampar vuelto más bárbaros; en vez de vivir próximo a nosotros, en los bordes del Estos indios tenían entre en grandes aldeas y de ocuparse en la Napostá. caza y la pesca, actualmente viven ellos numerosas mujeres y niños de


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raza blanca; cautivos provenientes deinvasiones anteriores sobre territorios cristianos y de los cuales no matan más que a los varones adultos. Procuramos rescatar esos prisioneros al precio de algunas yeguas, moneda ordinariamente empleada en esta • clase de operaciones; pero la cosa rio se hizo sin dificultad y, lo que es más notable, ésta provino de los cautivos mismos, que se hallaban muy ligados a los indios. Desde la expedición del coronel Rauch, contra los indios del Sur, un gran número de mujeres blancas que aquel había liberado, se escaparon para volver PI.ANO DE LA CIUDAD DE BAHlA BLANCA con los indios. Du1.859. rante la marcha por la noche se dej an caer de la grupa de los caballos sobre la cual los soldados las llevan, y se salvan a favor de las tinieblas". Tales casos demuestran que la aleación Entru,da..y$tlll;ou ItorlL.dd eu;.,d~ l'A,rlcul. /ttJrd'H:.4l(de hl1.lZ4 y'. ·'u, ~LLft se había consumado t6rlo •.,~/. dnn, lit OIi.I:'tuu Jc G. (0".( "u'" entrañablemente y IBSII que más de una cau-. tiva, que había perdido trágicamente a toCroquis de Bahía Blanca en 1859, levantado por la comisión científica presidida por el Ing. Carlos E. Pellegrini dos los suyos, había unido definitivamente su suerte a la de la tribu con que esta- las mozas, pero con más frecuencia los ba ligada por vínculos de sangre. Con infantes. Refiriéndose a éstos, Darwin frecuencia se encontraban entre los in- recuerda que "se perdona a los niños, dios algunas españolas que habrían sido que son vendidos' a cualquier precio aprehendidas a corta edad, pues no ha- para hacer de ellos domésticos, o más blaban otro idiorl'faque el de sus raptores. bien esclavos, aunque esto sólo sea por el tiempo que sus poseedores pueden, Como se ha mencionado anteriormente, en las represalias contra el indio persuadirles de que son esclavos. Pero los blancos no solían hacer reparos en creo que, en general, se les trata basel sexo, A veces se llevaban cautivas tante bien". (1dem, pág. 46).


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. La venta. de indiecitos fué una prác(ica publica en 111 región de Huecubú, pues siete años después de la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina, el cura Juan Bautista Bigio firmó el siguiente documento, fechado el 20 de .octubre de 1835: "En esta fecha fueron bautizados dos niños que robaron los soldados a los indios del Sud: una mujer y un varón. La primera que se llama Benj amina Justiniana fué comprada por la señora María Inés García en 350 pesos y el segundo, de nombre Lorenzo, fué comprado por el señor León Cámara en 200 pesos" . Estas criaturas, arrebatadas violentamente de junto al seno de' sus madres, provocaron la tormenta de un nuevo malón. El indio, despojado de sus tierras y de los suyos, se preparaba para un lance, dispuesto a emprender una lucha casi suicida, pero queriendo cobrar muy caros los padecimientos de sus seres queridos. La hora fatídica de una venganza diabólica no se hizo esperar. En el libro parroquial de la naciente población bahiense se leen las siguientes palabras escritas por.el mismo presbítero que había sentado la venta de los dos indiecitos: "Agosto 24 de 1836. Día de sustos y de carnicería en Bahía Blanca. Las indiadas Boroganas, amigas desde unos años de los Caziques Alon, Meliguel, Culalén, etc., que tenían sus tolderias al pie de la Cierra de la Ventana, de consentimiento con la Indiada del Cazique con grado de Coronel D. Venancio, que tenía sus Tolderías a un cuarto de legua siguiendo la orilla del Napostá, atrás de la loma, en número de 800 lanzas de pelea, se rebelaron, sorprendiendo a esta guardia antes del amanecer. Luego que pudieron marchar los nuestros a pelearlos inmediatamente pasado el vecino arroyo en el declive de la loma, y mal montados los unos, los más a pie por estar la caballada invernando en el Sauce Grande. La acció~ fué fatal para los nuestros; perecieron 43 tantos entre Blandenguez, y Dragones, entre esos el Sor. Tente. Don Justo Fernández: hirieron a muchos, quemaron la casa

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del mayor Iturra sobre la loma dicha del Paraguay, y otros ranchos pasando el arroyo, cautivaron 13 personas niños y mujeres, robaron bastante hazienda, y se retiraron. Al día siguiente avanzaron las estancias del Sauce Grande, donde robaron como dos mil novecientas tantas de cabeza de ganado, habiéndose aciertado en la noche a trabar en salvo por la orilla del mar la caballada de la patria, quemaron los- ranchos, y cautivaron unas cuantas personas. La sorpresa ha sido por la gran confianza que se tenía en el Cazique pon Venancio en número de 250, tantos de pelea. Estos vivían como hermanos y buenos amigos desde 8 años, habían peleado contra los amotinados Unitarios al mando del General D. Juan Lavalle en 1828. Fueron juntos con los nuestros a exterminar los Indios enemigos Ranqueles del Cazique Yaquetruz a N agüel Napi, pelearon en los campos del Guaminy contra los indios rebeldes Borogones del Cazique Cañiquil, recibían más de frecuente de los otros razión de yerba, azúcar, tabaco, papel, pasas, venían a la guardia todos los días a comerciar, y a emborracharse, eran ricos, nada les faltaba: pero no hay lealtad entre los indios: lI1i.fericordia del Quia, en este día, Non Sumu.f Con.fupmti. Es de advertir que semanas antes había marchado a la Cierra el Teniente Arébalo con un destacamento de 20 Blandenguez a expiar las operaciones de los indios, pero fué completamente acuchillado sin poder dar aviso" .

La indomable dínastia de los "Piedra" Entre los indios araucanos que, con un gesto indómito habían trasmontado los Andes, estaban los invencibles aucá capitaneados por agtrerridos caciques. Entre éstos, los de más nombradía, los que más se resistieron a la soberanía del hombre blanco estaban los que se . apellidaban "Curá" o Piedra. Estos se consideraban los verdaderos monarcas del territorio comprendido desde la cordillera hasta las Salinas Chicas del País de Huecubú. La hegemonía de los "Piedra" obra-


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ba en desmedro de los intereses de tribus de otro tronco étnico. Valiéndose de tales descontentos Rosas había hecho un trato con los tehuelches, acordándoles un premio por cada araucano que mataran al tratar de cruzar el río Negro, so pena de ser exterminados ellos mismos si no vigilaban los lugares donde se efectuaban los vadeos. Uno de los paUna caravana sos más estratégicos se hallaba en la isla de Choelechoel. "Cuando las tropas llegaron por primera vez a ese lugar, escribe Darwin, encontraron allí una tribu de indios y dieron muerte a veinte o treinta. El cacique escapó de un modo que sorprendió a todo el mundo. Los indios principales poseen siempre uno o dos caballos escogidos, que tienen siempre a mano para un caso de apuro. El cacique saltó a uno de esos caballos de reserva, un viejo caballo blanco, llevando consigo a su hij o, aun de corta edad. El corcel iba sin silla ni brida. Para evitar las balas, el indio montó su caballo como de ordinario lo hacen sus compatriotas, es decir, con un brazo en torno al cuello del animal y tan sólo una pierna sobre el lomo. Suspendido así a un lado, se le vió acariciar la cabeza del noble bruto y hablarle. Los españoles se encarnizaron en su persecución; el comandante cambió por tres . veces de caballo, pero fué en vano. El viejo indio y su hijo lograron escapar y, por consecuencia, conservar su libertad. ¡Qué magnífico espectáculo debía de ser ése, qué bello tema para un pintor: el cuerpo desnudo, broncegdo del anciano sosteniendo en brazos a su hijo, colgado de su blanco corcel, como Mazeppa, y escapando así a la persecución de sus enemigos!" (1 dem., pág. 47). Los "oaupolicanes" de esta parte de , los Andes supieron defender tesoneramente sus libertades. Durante muchas

en las pampas,

según un dibujo

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de Duveau

décadas los aucá fueron los árbitros del Sur de Buenos Aires, mientras obedecían al poder casi omnímodo de la dinastía de los "Curá", quienes, ante el empuje creciente de la civilización presentaron batalla una y' otra vez hasta refugiarse en los contrafuertes de los Andes, donde terminaron por aceptar el pabellón celeste y blanco que parecía un jirón de cielo al que ni siquiera le faltaba el sol. Fueron precisamente los "Curá" los caciques que lanzaron sus hordas en los últimos malones sobre Bahía Blanca. El cacique Calfucurá, con la indiada que le era adicta, constituía un peligro para la línea de fortines bonaerenses a mediados del siglo pasado. Calfucurá había sentado sus reales junto a las Salinas Grandes donde permanecía como inexpugnable bajo el amparo de una inmensa toldería. Desde ese punto de apoyo iniciaban y daban término a sus correrías que alarmaban a amplias regiones. El gobierno de Buenos Aires quiso dar término a ese estado de cosas, organizando una campaña punitiva. Las fuerzas expedicionarias, procedentes de Tandil y de Bahía Blanca. se encontraron en un lugar convenido, comandadas, respectivamente, por los coroneles Nicolás Granada y Wenceslao Paunero. Los combates de Cristiano Muerto, Sol de Mayo y Pigüé infligieron terribles &stigos a los indios,


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reg im ien t o "Granad e r os a e a b a IIo" y la artillería que comandaba. Desde el 7 de mayo de 1859, cuando llegaron las tropas del coronel Granada, quien había sido nombrado jefe de la Di visión Bahía Blanca, los habitantes de la población se sentían más confiados que nunca. Tan es así que, pocos días después cuando Indios dedicados a la caza del guanaco y del ñandú corriera el rumor de quienes huyeron desordenadamente ha- que algunos indios merodeaban, se le restó toda importancia. La primera nocia la Pampa. Se creía que éstos habían ticia concreta sobre indios hostiles fué quedado totalmente desmoralizados. Nada hacía suponer que, sólo un año traída por unos peones' de Cayetano después, Calfucurá iba a .realizar uno Casanova, a los que se había enviado a traer madera del arroyo Sauce Grande. de sus actos más atrevidos. Uno de los carreteros más avezados, El arriesgado malón del año 1859 conocido como "el gallego Mora," esRespirando venganza contra aquellos taba a poca distancia de Bahía Blanca en una de sus periódicas travesías que que lo habían obligado a la retirada, el cacique Calfucurá urdió un plan realizaba desde Buenos Aires, logrando extraordinariamente audaz: la destrucpingües ganancias; cuando fué rodeado ción de la Fortaleza Protectora Argen- por un tropel de indios que lo despotina con el poblado circundante, que jaron de sus bueyes; del cargamento y recibía generalmente el nombre de hasta de sus ropas. En su entusiasmo Bahía Blanca. Es de recordar que en los indios hablan entre ellos con verelcurso de los treinta años transcurridos dadero regocijo del botín que intentarían cobrar al día siguiente en Bahía desde la fundación, se habían ampliado Desde ese momento, Mora, sus defensas y el número de los defen- Blanca. sores. Rosas dispuso que se abriera un que entendía lo suficiente de la lengua zanjón que se deslizara desde el Na- de los aborígenes, como para darse postá hasta cerca de la playa, cauce cuenta de lo que ello significaba, se por el cual se desvió el arroyo Maldo- propuso huir para dar la advertencia nado. Habitualmente defendían la pla- oportuna a los bahienses, pues aquellos salvajes eran indudablemente los "bomza la Guardia Nacional de Infantería beros" de una avanzada. Los nativos y la Guardia Nacional -de Caballería. Pero, en febrero del año 1856, llegó la dicharacheros, probablemente por haLegión Militar Italiana, compuesta por ber apurado algún licor, recapacitaron, un destacamento de las tres armas, y ante la duda de si ese hombre blanco puesto que, además de un batallón de había entendido o no sus alusiones al malón en perspectiva, uno de los ~dios infanteria y del escuadrón de caballería, contaba con una batería de artillería de lo subió sobre la grupa de su caballo campaña. A todas estas fuerzas se pensando llevarse ese trofeo que parecía sumaron las del coronel Nicolás Gra- augurar 'la victoria esperada. Angel Mora trató de mantenerse nada, quien había recibido órdenes del sereno para observar cualquier oporSuperior Gobierno de hacer cuarteles de invierno en Bahía Blanca, con el tunidad que se prestara a la fuga. . Sa-

,


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cando buen partido de la obscuridad se dejó deslizar ·del caballo en el momento cuando esta ban ascendiendo una lomada. Rodando por la pendiente logró finalmente su objeto de esconderse entre la vegetación a r b u s t iv a. Los aborígenes -lo buscaron con ahínco, .pero infructuosamente. No encendieron luces sien. do que estaban a sólo Indios de la pa tagonia atacando a un grupo de exploradores europeos dos leguas del fuerte Bartolomé Mitre se afirma que el en cuyo mangrullo siempre había gente alerta para descubrir cualquier indicio malón fué perpetrado por "un número sospechoso. considerable de indios, mandados en Estaba muy entrada la noche cuando persona por Calfucurá, que nos llamaba "el gallego Mora" se presentó en Bahía la atención por todas partes, con sus acostumbrados alaridos; y mezclados Blanca después de haber realizado una caminata, totalmente despojado de sus unos cuantos de ellos entre la caballada ropas, desafiando el frío reinante. Endel regimiento, peleaban con los caballerizos, con el objeto de arreba tarles trando en el establecimiento de Juan Molina, que solía ser el punto de reu- a éstas. En el momento, el sargento nión de la vecindad, contó de un modo mayor D. Ignacio Segovia, a la cabeza dramático lo que le había acontecido .. de una pequeña fuerza, se dirigió al punto donde se dejaban oír los tiros de A pesar de la vehemencia de sus palalos caballerizos; pero en esos momentos bras, no le dieron crédito. Atribuyendo tan premiosos, se dejó oír el cañón que su apariencia a otras causas se burlaron de tales advertencias, recordando que anunciaba la alarma, y dispersándose nuestra caballada pudieron tomarla los los nativos jamás se atreverían a atacar la guarnición cuyo poderío conocían. salvajes. A pocos momentos después, Entre las personas presentes en esos se notó que como ochocientos indios momentos estaban el juez de paz Julio estaban al frente de las cuadras, a Casal, los capitanes José Arroyo y José corta distancia, y de este lado del Quintana y el médico de las fuerzas, arroyo, de los que, una parte favorecidoctor Sixto Laspiur. dos por la obscuridad, pues ya se había entrado la luna, se internaron en el Pocas horas después, hacia las cuatro de la madrugada del sábado 19 de pueblo y prendieron fuego a los ranmayo de 1859, la población de Bahía chos ... " Todos los habitantes corrieron hacia Blanca despertó por el ruido producido una inmensa caballada que, lanzada a la fortaleza para hallar refugio, pero el toda carrera, se precipitaba sobre el comandante Orquerase olvidó de bajar los puentes levadizos que permitían poblado entrando por las calles Estornba y Zelarrayán. Eran unos dos o salvar el foso y de este modo los poblatres mil indios, que con sus chillidos dores se encontrar'l'5n entre el fuego del característicos produjeron un estado fuerte y las lanzas de los indios. La oportuna intervención del Tede pánico inenarrable. En el informe oficial elevado por el niente Coronel Antonio Susini, quien Coronel Nicolás Granada, once días entonces era el jefe de la Legión Militar después de los acontecimientos, a don compuesta por italianos, salvó la situa-


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cion en el momento más crítico. Desimés de destacar- al mayor Charlone de la misma legión, 'hizo montar en andas a la Guardia Nacional y una parte de la infantería juntamente con el capitán Rodiño, quienes se apostaron en uno de los pasos del arroyo. Por otra parte Susini y el capitán Caronti dejaron el cuartel de la Legión para esconderse en las inmediaciones del lugar por donde habían entrado los indios, de modo que cuando éstos intentaran salir se encontraran entre dos fuegos. Después de sufrir el primer tiroteo los aborígenes se detuvieron a saquear el almacén de 1tuna, que era uno de los más importantes, tarea que no dieron por concluida hasta haber cobrado un rico botín y haber incendiado el edificio que ocupaba la esquina de)a calle Zelarrayán y la que luego fuera denominada 19 de Mayo, en memoria del malón. Esa demora dió tiempo para concentrar un número de fuerzas que pudiera ofrecerles fuego cruzado con las de Charlone. Esta última situación no parecía estar dentro de lo previsto por los aborígenes, quienes se vieron obligados a huir en desbandada después de haber dejado 200 muertos. Aunque este malón pudo haber tenido consecuencias catastróficas para los habitantes de Bahía Blanca, según el informe oficial ya referido, las pérdidas fueron las siguientes: "Por nuestra parte sólo tenemos que lamentar la muerte de un sargento y dos soldados del regimiento de "Gr:anaderos a caballo" y tres heridos leves, siendo uno de éstos, el asistente del sargento mayor Landa, que peleó al lado de su jefe todo el tiempo que los indios tuvieron circundada su casa, y a: más un indio amigo y tres chinas que componían la familia de un tal Lucero, pertenecientes a los amigos y que se llevaron cautivas los invasores. Los indios se han retirado con la mayor precipitación, que equivale a una fuga".

La "Hoguera del Escarmiento" Entre los recuerdos los antiguos habitantes

hurgados entre dé Bahía Blan-

AMERICANA

ea, en relación con el malón del 59 hay uno al que Francisco Pablo de Salvo, en su libro "En el País del Diablo" llama "la hoguera del escarmiento". Los indios cautivos tuvieron que presenciar la formación de una pira formada con leña de chañares que se fué acumulando en la plaza Estomba frente a la fortaleza. Sobre las ramas retorcidas fueron estibados los cadáveres de los doscientos súbditos de Calfucurá que habían perecido en el encuentro. E~ fuego centelleaba en los ojos de los aborígenes obligados a presenciar ese acto fúnebre. Tal vez cerebraron el nombre del Ser Supremo al que denominaban "Padre de los muertos", quizá habrán recordado que, según decían, la Vía Láctea estaba formada por sus antepasados que en la pampa del cielo, lejos del país de Huecubú, se dedicaban a bolear avestruces ... Pero lo más probable es que los broncíneos émulos de Caupolicán, habrán jurado venganza. La dinastía de los "Curá" no podía resignarse a la suerte que se les quería imponer. Namuncurá, hijo del soberbio Calfucurá, atacó las cercanías de Bahía Blanca, mientras Catriel trataba de asustar al mismo pueblo en 1874. El coronel Granada tuvo que marchar nuevamente contra la indiada potente de Calfucurá, en 1877. En ese mismo año fallecía Alsina, después de haber iniciado una campaña contra los indios. En su reemplazo el Presidente Avellaneda eligió como Ministro de Guerra a Ro~a quien, al frente de cinco divisiones partió de Azul el 16 de abril de 1879 para realizar la conquista del Desierto. Los indomables se replegaron hacia el territorio neuquino. Entre ellos estaban los Curá cuya figura más notable era el cacique Namuncurá ("Pie de Piedra") quien, queriendo : hacer honor a su nombre se resistió en las estribaciones de los Andes hasta el año 1882, en el curso del cual se firmó la paz. ( V éase "La Sub y ugació n de los [ndios y la Conquista del Territorio de Neuquén", por D. Hammerly Dupuy en ·la "REVISTA GEOGRAFICA AMERICANA", vol. XIV, pág. 7"88).


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