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Partidos y movimientos políticos en México: Perfil ideológico del poder político en nuestro país
ParTIdOs y MOvIMIenTOs POLÍTICOs en MÉXICO: PERfIL IDEOLóGICO
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Por feDeRico aLcaLá
FoTos: QueHaceR PoLÍtico / ArCHIVo
Durante una buena parte del siglo XIX, la legislación mexicana no previó ningún tipo de afiliación, pertenencia o apoyo corporativo para quienes, en el marco del proceso electoral, buscaban el voto de la ciudadanía para ocupar los puestos de representación popular que señalaba la Constitución de 1824.
ESto PeRmaNeció por muchos años y con la presencia de un Colegio Electoral que emanaba de la Constitución de 1857 se consideraba intrascendente la presencia de grupos políticos nacionales cohesionados y organizados bajo la figura de “partidos políticos”. Sin embargo, no podemos descartar que las Logias Masónicas realizaban el papel de estos y, desde luego, siguieron dos tendencias: la conservadora que se origino en la logia del Rito Escocés y la liberal originada en la logia del Rito Yorkino. Ya para 1850 se constituyeron los dos grandes antagonistas políticos del siglo XIX, el Partido Liberal y el Partido Conservador.
La suspensión de los derechos políticos-electorales que emanaban de la Constitución de 1857 fueron recuperados hasta el triunfo de la República, el fusilamiento de Fernando Maximiliano de Habsburgo y, con este, la destrucción del sueño monárquico del “Segundo Imperio”. En 1867, el liberalismo se fragmentó en cuatro fracciones: dos civilistas que apoyaban al Presidente Benito Juárez, una tercera, que apoyaba las ambiciones políticas de Sebastián Lerdo de Tejada y una militarista que apoyaba las intenciones del General Porfirio Díaz bajo, irónicamente, el lema “No reelección” (obviamente del Presidente Juárez). En esos ayeres surgieron el Partido Radical de Tabasco que favorecía los intereses del Benemérito, en la capital el denominado Partido Republicano Progresista que apoyaba a Lerdo de Tejada, quien asumió la presidencia cuando, de forma repentina, falleció en Palacio Nacional el Presidente Benito Juárez.
Porfirio Díaz, desde luego, no se quedó con los brazos cruzados e inicio una rebelión armada bajo del denominado Plan de Tuxtepec. Obviamente logro sus intenciones y para 1892 se fundó la Unión Liberal y para 1896 el Circulo Nacional Porfirista. Y así duró más de treinta años en el poder instaurando la llamada “Pax Porfiriana”, hasta que en los albores del siglo XX se fueron organizando movimientos políticos bajo el esquema de la Confederación Nacional Liberal de 1903. En 1906 surge el Partido Liberal Mexicano de los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón; así como los partidos Nacional Antirreleccionista de 1910, Popular, Nacional Obrero y Nacionalista Democrático, todos de 1909.
La efervescencia política de la primera década del siglo XX impulsó el surgimiento de otras organizaciones políticas: Parido Católico Nacional, Constitucional Progresista, Popular Evolucionista, Liberal Estudiantil y Liberal Radical en 1911. Superada la primera etapa de la Revolución Mexicana, es decir desde la renuncia del General Porfirio Díaz el 25 de mayo de 1911 hasta las elecciones que dieron la victoria a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, el país se encontró con una multiplicidad de organizaciones políticas como el Partido Liberal Constitucionalista de 1916, Nacional Cooperativista en 1917. La lucha armada que desplazo la dictadura de la hiena Victoriano Huerta implicó el triunfo de la llamada Revolución Constitucionalista cuyo mayor logró fue organizar el Congreso de Querétaro del cual surgió la actual Constitución de 1917. Benito Juárez.
Francisco I. Madero.
Ya en el marco de esta nueva Carta Magna, cuyo objetivo en realidad era retomar la Constitución de 1857 y solo implementar algunas reformas, se fundaron los partidos Laboralista Mexicano y Comunista Mexicano de 1919. Cabe señalar que el Partido Comunista Mexicano fue una institución de vanguardia que aglutino a un sinnúmero de intelectuales, artistas plásticos y luchadores sociales entre sus filas y, desde luego, seguía los lineamientos del Comintern de la Unión Soviética. Su logotipo fue durante su existencia que cubrió desde 1919 hasta 1981 su logotipo fue la estrella roja y el símbolo del comunismo internacional, es decir, la hoz y el martillo en un tono amarillo.
Dentro de las corrientes socialistas cabe destacar el Partido Socialista del Sureste que llevo a la gubernatura de Yucatán a Felipe Carillo Puerto, mártir de la izquierda mexicana. Este partido fue fundado en 1916. Felipe Carillo Puerto alcanzo en el proceso electoral de 1921 el 94.9% de la votación de su estado e implanto un gobierno socialista en Yucatán desde el 1 de febrero de 1922, con un discurso de toma de posesión en lengua maya. La utopía socialista en Yucatán termino un 3 de enero de 1924 cuando Carillo Puerto junto con sus hermanos y el alcalde de Mérida fueron pasados por las armas.
El pueblo que sacrifico su vida en la “Guerra Cristera” respondió a un fanatismo más rupestre y menos ideológico.
En la etapa de consolidación del poder postrevolucionario la dinámica de los partidos políticos no estaba regulada por ley alguna y, durante un buen tiempo, no fue requisito constitucional para acceder a cualquier puesto la obligatoriedad de ser postulado por alguno de ellos. Fue hasta la Ley Electoral Federal de 1946, reglamentaria de los artículo 36 fracción I parte final, 60, 74 fracción I y 97 de la Constitución Federal en que se fueron señalando diversos requisitos para conformar estas instituciones políticas. En primer lugar, debía presentar sus documentos fundacionales básicos y contar por con lo menos de 30,000 afiliado en toda la república. Reunidos estos requisitos debían registrarse ante la Secretaría de Gobernación.
Y a partir de esta ley, podemos decir que inicia la vida moderna de los partidos políticos en México. El 1 de abril de 1946 la Secretaría de Gobernación otorgo el registro a dos instituciones fundamentales de la historia política de este país: el Partido Revolucionario Institucional fundado un 4 de marzo de 1929 en la ciudad de Querétaro como parte de la consolidación política del llamado “Maximato”, es decir, el omnipresente liderazgo del General Plutarco Elías Calles, quien en ese momento fue nombrado “Partido de la Revolución Mexicana” y cuyo logotipo ostento desde ese momento hasta la fecha los colores de nuestro lábaro patrio; y el Partido Acción Nacional fundado un 16 de septiembre de 1939 bajo el perfil conservador y católico del eminente abogado Manuel Gómez Morín.
La confrontación de ambas instituciones no ha sido únicamente política, sino que ambas difieren desde un principio en sus fundamentos ideológicos. Acción Nacional surge en clara confrontación con la política del General Lázaro Cárdenas quien, por otro lado, cambió el nombre y rumbo del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) a Partido Nacional Revolucionario (PNR) como signo de distanciamiento con el Maximato y el surgimiento del Cardenismo. Acción Nacional se ha caracterizado por ser un partido de derecha católica, tan es así que los colores albiazules de su logotipo hacen referencia directa al culto mariano, es decir, al culto de la Virgen María.
Y, a partir de aquí, un poco de historia de la mercadotecnia de ambos partidos. El Partido Nacional Revolucionario que después evolucionó al actual Partido Revolucionario Institucional conservo para sí los colores de la bandera nacional. Esto fue muy de la mano de los procesos de incorporación de la población indígena y lo obreros a la vida política de nuestro país auspiciados y apoyados por el Presidente Cárdenas. Además, aún cuando las actuales generaciones no estén enteradas, también implicaba la superposición del nacionalismo revolucionario y la educación socialista implantada por el cardenismo en nuestro país. Esto, junto con el recuerdo imborrable de la nefasta intervención del clero católico en la implementación de
las políticas surgidas de la Constitución de 1917, que al igual que en 1857, nos llevó a una guerra civil, la denominada “Guerra Cristera”. Para el campesinado y la clase obrera organizada por el nuevo corporativismo estatal promovido por el cardenismo, los colores del lábaro patrio superaron por mucho las deficiencias ideológicas y el analfabetismo imperante en esos años: se debía votar por la unidad nacional, por el partido único, por el ideal revolucionario que este enarbolaba.
El PNR y después el PRI hizo suyas las expectativas de representación política de las grandes masas que migraron a las ciudades y conformaron la naciente clase obrera organizada tanto en la CROM y posteriormente en la CTM. Asimismo, agrupo los ideales agraristas de aquellos campesinos que, desde albores del siglo XX, se habían formado en el pensamiento anarco-socialista y que, ahora estaban representados por organizaciones políticas como la CROC y la CNC.
Por otro lado, el genio político de Manuel Gómez Morín consistió en unificar en una sola organización política todo el conjunto de agrupaciones católicas y conservadoras que, desde el siglo XIX, se habían en-
Gómez Morín vio la oportunidad política de reunir bajo una misma bandera a fanáticos religiosos.
frentado a las políticas liberales derivadas de la Constitución de 1857. Estos grupos fueron “comprados” por el dictador Porfirio Díaz, quien en su pragmatismo político, les ofreció su apoyo y reconocimiento, regularizando las relaciones con el siempre combativo clero católico.
Debemos recordar que la Revolución Mexicana fue una etapa traumática para los grandes terratenientes que aún conservaban un gran porcentaje de la propiedad agrícola de nuestro país, asimismo, las ideas socialistas que implícitamente llevaba el movimiento rompía con su particular forma de someter a las clases menos privilegiadas bajo la “obediencia debida y ordenada por Dios” doctrina política que gustosamente apoyaba el clero católico en todos sus niveles. La rebelión no se hizo esperar y, cuando se buscó implementar los principios sociales de la Constitución de 1917 nuevamente los intereses conservadores de terratenientes y clérigos fueron seriamente afectados. La “Guerra Cristera” cobró un sinnúmero de vidas, destruyó comunidades y, nos dio un numeroso grupo de “santos cristeros” muy venerados en el centro de nuestro país. Este fue el grupo que Manuel Gómez Morín vio como un suculento platillo político. El licenciado Gómez Morín fue una persona excepcionalmente inteligente; rescato económicamente a la UNAM en una de sus peores crisis económicas y, desde luego, fue un brillante político. Dudamos que en el fondo fuera un “fanático religioso conservador”, pero desde luego entendió que los contrapesos siempre deben de surgir de los grupos antagónicos. El cardenismo fue una etapa muy criticada por la extrema derecha mexicana y, grupos como los “sinarquistas” no cejaban en agrias críticas a las políticas sociales y económicas del Presidente Cárdenas. Gómez Morín vio la oportunidad política de reunir bajo una misma bandera a fanáticos religiosos, terratenientes, clero y grupos reaccionarios. Todos bajo los colores azul y blanco del manto virginal de las advocaciones marianas.
Ahora bien, el logotipo de Partido Acción Nacional también, como el del Partido Revolucionario Institucional, contiene un mensaje implícito e intrínseco. Para los conservadores los colores inmediatamente daban cuenta de su filiación católicamariana. Para estas fechas, ni siquiera muchos “panistas” captan el mensaje de sus colores institucionales, sin embargo, la población del centro-norte del país inmediatamente reaccionaron a estos. Desde luego, este mensaje estaba dirigido a grupos de elite económica y social, pues en su gran mayoría el pueblo que sacrifico su vida en la “Guerra Cristera” respondió a un fanatismo más rupestre y menos ideológico.
Por otro lado, los partidos de izquierda en nuestro país surgieron a partid de la influencia del comunismo soviético, cuya principal ideología era llevar a los confines del planeta la revolución socialista. Vladimir Lenin y Trostky consolidaron la idea de la “Internacional Socialista” como pilar ideológico de su movimiento político. Esta junto con su hermoso himno “La Internacional” circulo el planeta dando origen a todos los partidos comunistas del orbe. Como hemos dicho, en México desde 1919 la presencia del Partido Comunista Mexicano tuvo una trascendencia fundamental en la consolidación de los ideales de la Revolución Mexicana. Esto, junto con los movimientos sociales como el de Yucatán, dio pauta para que gobiernos como el cardenista retomara muchos de sus ideales y los institucionalizara.
La Expropiación Petrolera de 1938 y la creación de PEMEX, la
el logotipo de PAn, como el del Pri, contiene un mensaje implícito e intrínseco
fundación del Instituto Politécnico Nacional, la educación socialista encaminada a promover un mínimo de conocimientos en la población rural de nuestro país, en aquellos momentos, mayoritaria, etc., son ejemplos indudables de que la revolución institucionalizada debía correr por cauces sociales claros y definitivos.
Ya en la década de los setenta del siglo XX surgieron partidos como el Partido Socialista de los Trabajadores, mismo que en 1987 cambiaria su denominación a Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional. Este último surge a partir del exilio político del PRI de personalidades como el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y el Licenciado Porfirio Muñoz Ledo. La indudable deuda de Heberto Castillo hacia el General Lázaro Cárdenas facilito esta transición que después, un 5 de mayo de 1989 dio como resultado la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Antes de explorar la evolución de esta corriente de la izquierda mexicana, debemos concluir el proceso del Partido Comunista Mexicano. Aun cuando en 1946 no obtuvo registro oficial por no cumplir con el mínimo de militantes, para 1970 postuló a la Presidencia de la República al líder social Valentín Campa quien debió enfrentar al candidato oficial José López Portillo. En 1977 recupero su registro temporal, pero hacia la década de los ochenta, siguiendo la corriente del “eurocomunismo” que se disociaba de la Unión Soviética buscó aliarse con diversas corrientes de izquierda, para lo cual en noviembre de 1981 cambio su denominación a Partido Socialista Unificado de México (PSUM). EL PSUM fue incorporado a las diversas corrientes de izquierda que dieron nacimiento en 1989 al PRD.
Este nuevo partido, que trato de unificar todas las corrientes de la izquierda mexicana, buscó como signo de identidad el “Sol Azteca” en un color amarillo que hacia referencia al mismo color que ostentó la hoz y el martillo de los partidos comunistas. La caída del muro de Berlín y la posterior disolución de la Unión Soviética en 1991 termino por diluir en gran parte los ideales comunistas que por más de setenta años abanderó el PCM.
La realidad política nacional evolucionó hacia una transición en la cual, los ideales sociales y la estructura política del Partido Revolucionario Institucional entró en crisis frente al embate de las políticas neoliberales de los años noventa del siglo XX. Mucho del bagaje social y la fuerza política de sus organizaciones sociales como la CTM, la CNC o la CROC fueron menguando frente a un grupo de tecnócratas que se apoderaron de su dirigencia al termino del sexenio de Miguel de la Madrid. Para las elecciones del año 2000, la presencia de políticos de ocasión reforzó la estructura política de Acción Nacional, instituto que cada vez más se alejaba de los “ideales” de Gómez Morín y sus fundadores. En ese año asumió la presidencia Vicente Fox Quesada, empresario con mínima visión social y una estrategia o “marketing político” muy similar al de su antiguo patrón, la Coca Cola.
Paralelamente, con el triunfo de la izquierda en la Ciudad de México, el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas inauguro una nueva etapa de desarrollo político independiente en la capital de la república. Posteriormente, nuestro actual presidente Andrés Manuel López Obrador iniciaría su camino hacia la primera magistratura del país. Por cuanto al movimiento obradorista debemos decir que, aún cuando surge dentro del entramado político del PRD, posteriormente fue adquiriendo características y dinámicas particulares distintas a aquellas que imperaban en la política mexicana de inicios del presente milenio.
Después de una escisión de las filas del PRD, implementó un nuevo esquema para consolidarse políticamente: abandonó la idea de “partido” para construir un “movimiento”. Este cambio es significativo porque a lo largo del siglo XX todas las instituciones políticas de nuestro país debían conformar un “partido”, tan es así que el Frente Cardenista abandonó pronto esa denominación para consolidarse en la misma forma que su principal competidor político, el PRI.
Trascender de “partido” a “movimiento” iba más acorde a los cambios que buscaba la sociedad en la posmodernidad. La estructura de los “partidos” ya estaba contaminada de anacronismos que alejaban a los diversos actores sociales, principalmente a la juventud, de la vida política. El Movimiento de Regeneración Nacional o Morena recogió expectativas sociales que habían sido relegadas por los tecnócratas del partido oficial y, asimismo, superaba por mucho los constantes embates ideológicos que caracterizaban a las diversas “tribus” del PRD. Por otro lado, a diferencia de la “revolución institucionalizada” del PRI y el evidente trasfondo elitista católico-conservador del PAN, la connotación de Morena hacia referencia a un ideal social preconizado por el licenciado José Vasconcelos, quien aún cuando fue contradictorio en sus sustentos ideológicos, bien acuño la imagen de una “raza de bronce”, es decir, la condición mestiza de más del noventa por ciento de mexicano. Morena rompió así con los viejos estereotipos de la clase política mexicana y, por lo menos, ideológicamente amalgamo varias ideologías en su seno político, prevaleciendo un ideal liberal y un rompimiento con el liberalismo tecnócrata que caracterizo a los años noventa del siglo pasado.
Abandonar el uso del término “partido” consolidó políticamente la confianza en el “movimiento”. Claro que la legislación electoral impone registrar jurídicamente a las organizaciones políticas bajo el esquema de “partidos” creando institutos en su interior, jerarquías y grupos ideológicos en algunos casos antagónicos. En el actual proceso electoral 2021 no encontraremos con la “prueba de fuego” para Morena.
La dinámica social empuja a la política a cambiar. Los movimientos feministas han consolidado políticamente su actuación en los procesos electorales lo cual hace obligatorio la paridad de género en las candidaturas. El actual conflicto político que suscitó la candidatura del senador Félix Salgado Macedonio al gobierno del Estado de Guerrero, implicado en la violación de una o varias mujeres, ha sido un parteaguas que debe ser tomado con toda la seriedad posible.
El primer cuarto del siglo XXI avanza a toda velocidad. Los procesos sociales y económicos se encuentran en conflicto constante y bajo la presión de eventos catastróficos como la actual pandemia de Covid-19. La crisis del narcotráfico y la corrupción son pendientes históricos que heredamos desde el siglo pasado y que, necesariamente, debemos superar si pretendemos tener un futuro cierto y encaminado a la estabilidad de nuestro pueblo. Nihil de nobis, sine nobis. P