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¿Dónde está mi ‘amá?
by Irma J. Zamora Fuerte
Crecí entendiendo y confundiendo lo que era y lo que no era. Que vivíamos en Estados Unidos, pero no, mis padres son mexicanos. “¿Entonces soy mexicana?” preguntaba a mi mamá. “Pos, sí y no. Tú naciste aquí, entonces eres mexicoamericana.” respondía. Cuando decían mis padres que no tenían papeles, decía que yo tampoco. “No, tú eres ciudadana.”
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A final de cuentas no entendía ni me importaba esto, pues no era cosa que afectara a quién le iba en partidos de fútbol. Y aunque entendía que había diferencias entre mis padres y yo, no entendía la profundidad del impacto de estas diferencias hasta que estuve casi dos semanas sin mi mamá.
En la primavera del 2000 Mami decidió llevarme a mí y a mi hermanita, Jenny, a México. No nos dijo muy bien el porqué, pero sabía que era por algo importante. Aunque era algo muy emocionante, mis padres estaban ansiosos. Murmuraban entre sí y seguía escuchando la palabra “migra”. No sabía bien qué era eso, pero entendía que era algo malo. ¿De qué estarán preocupados? ¿Sería el dinero? Tal vez le tienen miedo al avión— mami nunca se sube a las montañas rusas.
Las ansias de Mami desaparecieron al llegar a Petatlán, Guerrero. Y pensé que todo iba a estar bien y que nada más era un mal entendimiento. Pero Mami se puso nerviosa otra vez cuando regresábamos a California. El viaje de regreso a California fue confuso y complicado. Viajamos a Tijuana en avión con Mami. Ahí, mis padrinos recogieron nada más a Jenny y a mí. Mi mamá se fue en un camión “a ver unas amistades.” Se despidió casi llorando--“nos vemos pronto”.
Mis padrinos manejaron directamente a Santa Ana después de que Mami se fue. No recuerdo mucho del viaje excepto que Jenny preguntaba seguido que si ya casi llegábamos o si íbamos con mamá. Estaba distraída con el viaje y molesta con Jenny que me sorprendió cuando vimos una parada—era la frontera, pero no sabía qué era en ese entonces. No había mucho tráfico así que cruzar fue rápido y quedé dormida. No desperté hasta después cuando mi papá ya estaba cargando Jenny a su carro. Entonces grité “¡¿Y mi mamá?! ¡¿Dónde está mi ‘amá?!” No la podía ver en el carro de mis padrinos ni en la troca de mi papá. Estábamos en un estacionamiento y no había nadie alrededor salvo un bote de basura. “¡¿Dónde está mami?!”
Mi madrina me tuvo que calmar, diciéndome que me calamara para que no despertara a Jenny. Me calmé poquito, pero lloré durante el viaje a casa—mi papá obviamente enfadado.
Durante 11 días—los conté—no supimos nada de Mami.
Durante 11 días vimos mucha televisión, jugamos afuera, no nos teníamos que bañar seguido ni limpiar después de comer.
Durante 11 días, nos quedamos solas cuando Papá iba a trabajar, comimos comida rápida casi todos los días porque él no sabía cocinar, y Jenny me despertaba para que durmiera conmigo porque tenía miedo “a los monstruos”.
“¿Dónde está ‘amá?” Le preguntábamos todos los días a mi papá. Y siempre contestaba “ya viene mañana.”
Al llegar el día 12, “¿Dónde está ‘amá?” Finalmente contestó “Viene en la tarde, la vamos a recoger. Así que alístense.”
Ese día, mi papá nos ordenó bañarnos y limpiamos la casa. Al terminar, viajamos a un lugar que parecía lejos de Santa Ana. Duramos bastante manejando hasta que llegamos a una Wal-Mart. Ahí esperamos en el estacionamiento por lo que parecía horas sin terminar.
De repente apareció una camioneta grande y negra. Tenía las ventanas tintadas.
“Ya llegó el coyote. Ustedes quédense aquí.” Dijo mi papá.
Jenny, como siempre, vino al frente de la troca para tener mejor vista conmigo de papá. Afuera vimos a mi papá hablando con un señor. ¡Mi mamá estaba en la camioneta!
“¡Mami!” gritamos y empecé a abrir la puerta, pero mi papá nos gritó con urgencia que no nos moviéramos.
Papá le dio un sobre al señor y ayudó Mami a salir del carro. Caminaron hacia nosotros y la camioneta se fue. Ahora si pudimos correr hacia mi mamá y nos abrazó muy fuerte. Tenía lágrimas en los ojos, pero no lloró sólo pidió que fuéramos a comer.
Comimos tacos afuera, cerca de un campo, en la parte de atrás de la troca. Ahí le pudimos preguntar “¿Por qué te tardaste? ¿Dónde estabas?”
“Tuve que cruzar la frontera a pie. La migra me cachó una vez y tuve que regresar a Tijuana. Cuando crucé la segunda vez me lastimé y el señor me tuvo que ayudar.” Aquí se subió el pantalón y nos enseñó su tobillo todo moreteado e hinchado.
“Pero, ¿por qué no pudiste manejar con nosotros?”
“Porque no puedo, m’ija. No tengo papeles.”