La magia de los dibujos.

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La magia de los dibujos.

Autor e ilustradora. Diana Vargas.


Hola soy un gatito, creación de Dianita, la niña que me dibujó; con su lápiz le dio forma a mi cuerpo, después tomo diferentes colores de plumones para pintar mi pelaje, naranja, negro y amarillo fueron los colores que eligió, también dejo algunos espacios en blanco todavía no estoy seguro si lo hizo a propósito o se le olvidó pero me gusta mucho como quedé.


Al terminarme de crear, Dianita muy emocionada corrió con su mamá para presentarme, muy contenta le dijo "Mira mamá hice un gatito" , "Que bonito gatito" contestó mamá. "Voy a jugar con él" respondió Dianita. Pero entonces mamá le dijo "Deja al gatito dormir, vamos a ir a ver a tus primos", "Esta bien" contestó Dianita. Dejándome en el escritorio.


Esperé un rato a que Dianita y su mamá se fueran para poder estirarme un poco, ¿dormir? ¿quién quiere dormir cuando hay un mundo que explorar? Comencé a estirarme y desprenderme de la hoja, mis patas delanteras, mi cabeza y torso, después mis patas traseras y mi cola.


Caminé alrededor del escritorio y me distraía un poco jugando con todo lo que Dianita había dejado para mi, de repente vi una presa, era una especie de gusano enredado, la ataqué pero no se movía ni se defendía así que me aburrió y lo deje de molestar, fue cuando recordé que Dianita se pone ese gusano en el cabello, “que raros son los humanos”, me dije.


Seguí explorando, como pude fuí bajando por el escritorio, brincando obstáculos, escalé una especie de montaña verdosa, también me ayudé de mis poderosos saltos para llegar a la cima de la cama y a lo lejos vi otro ser como yo, otro gatito, pero este era muy grande parecía un gigante, di un gran salto para poder llegar al borde de la ventana y saludar al gigante.


Pero que gran desilusión me lleve porque el gigante no quería jugar conmigo, llegue justo a la hora de su siesta vespertina.


De repente se empezaron a escuchar ruidos, alguien estaba por entrar a la casa. Era Dianita y su mamá, tenía que apresurarme y llegar al escritorio de nuevo, le suplique a mi amigo el gigante que por favor me ayudara, sin decirme nada se levanto y me tomó con su hocico, pero con mucho cuidado para no lastimarme, me dejó en el escritorio y volví a mi sitio en la hoja.


Segundos después Dianita entró a la habitación y dijo, “Sabina, ¿qué haces en el escritorio? A caso quieres jugar con manchas?” Dianita tomó la hoja de papel y escribió en ella “manchas”. Fue cuando entendí que ese era mi nombre y en ese momento cobré vida aunque seguía quieto en la hoja de papel.


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