"El tejido quiteño, una tradición barroca"

Page 1


2



Mauricio Rodas Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito Raúl Pérez Torres Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Patricio Herrera Crespo Director de Museos (e) Ximena Carcelén Cornejo Coordinadora Museo de Arte Colonial El Tejido Quiteño, una tradición barroca Museo de Arte Colonial Cuenca y Mejía esquina Curaduría Iván Cruz Cevallos Edición Diego Cornejo-Menacho Alfonso Ortiz Crespo Fotografía Rubén Ramírez Christoph Hirtz Judy Bustamante Dirección de arte Micaela Ponce Chiriboga Producción David Santillán Diseño gráfico Rubén Ramírez Diego Beltrán Imprenta Pedro Jorge Vera Casa de la Cultura Ecuatoriana Quito, 2016


El milenario algodón se cultivó en la Costa de lo que hoy es Ecuador desde épocas remotas. El cultivo, la cosecha y el posterior hilado de la fibra fue una tarea exclusiva de las mujeres. Y, el encaje era, sigue siendo, una de las labores más depuradas del imaginario femenino y del virtuosismo de sus manos. Los europeos heredaron la vasta tradición textil, tanto en el uso de colorantes naturales como en las distintas calidades de los tejidos. Las nuevas ciudades recibieron nutridas remesas de algodón hilado para la realización de objetos de culto, que se confeccionaron en los conventos, y para vestuario y pasamanería doméstica, en los hogares. Una nueva concepción del mundo se encarnó profundamente en la ciudad de Quito, desde el siglo XVI hasta mediados del XX, produciendo un extraordinario arte barroco en el tejido quiteño.

5


6


Quito es una singular fusión del entorno natural con la cultura y la historia, un “perfil de la quimera”, “ciudad hecha para organizar huracanes”, diría el gran Raúl Andrade. Tejida por héroes, heroínas y mártires, por artistas, poetas, pensadores reconocidos o anónimos, por soñadores y ejecutantes, esta urbe es una fragua de ideales, progreso y desarrollo. Por estos méritos fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, título que nos obliga a los quiteños y ecuatorianos a conservarla y enriquecerla, a prever su futuro y a velar por su memoria, a hurgar en viejos baúles de conventos y coleccionistas para develar los tesoros que aún ocultan. Con el auspicio del Instituto Metropolitano de Patrimonio, esta exposición: “El tejido quiteño, una tradición barroca“ descubre trescientos años de creación artística de la mujer

quiteña, cuyo lento y silencioso trabajo entretejió un deslumbrante universo barroco bordado con hilo de algodón. Felicito al Instituto Metropolitano de Patrimonio por esta singular iniciativa que respalda la investigación sobre el pasado de la ciudad y propone un enfoque renovado del exhuberante legado del barroco quiteño. Asimismo, aplaudo el talento de los profesionales que desarollaron el concepto y trabajaron en el montaje de esta exposición “El tejido quiteño, una tradición barroca”.

MAURICIO RODAS ESPINEL Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito

7


EL BLANCO SOBRE BLANCO Recuerdo cómo las iglesias se vestían con telas de colores para marcar los distintos momentos del calendario festivo. En el niño que entonces era yo, el morado, que cubría los altares en Semana Santa, evocaba el silencio y el olor del faenar de granos en la cocina, para el ritual de la fanesca. El color blanco del oficiante, los pastores y el gorgoreo de los pitos de agua, aún hoy me transportan a las fiestas de la Natividad, a los retablos, a los dulces y a los caramelos. Y, el Corpus, oro y esplendor, revive a los danzantes de los sanjuanes y el mágico sabor del rosero, ese manjar lampreado hecho con maíz, babacos, piñas y frutillas moldeadas para la representación de una custodia. En el presbiterio lucían las mejores imágenes y los ornamentos más exquisitos. Los objetos que estaban en contacto con el milagro de la transmutación encierran la misma fuerza expresiva que el resto del recinto, su materia es perecible: el algodón. Con el advenimiento de las reformas eclesiásticas todo ese oropel desapareció. La herencia barroca irá a parar en la cultura libresca, en el gabinete del estudioso que analizará la arquitectura, la pintura, la literatura; destrezas eminentemente masculinas. Las iglesias vestidas y engalanadas de colores con el trabajo femenino, desaparecerán. El tejido y la labor pasarán a ser calificados como “cosa de monjas” o de “tías solteronas”.

8

Acercarme al trabajo del blanco sobre el blanco. Aproximarme al fino hilado de algodón, que sirvió de materia prima para la elaboración de caracoles, vuelcos y conchas. Aprehender la finura de bordados y encajes en la confección de manteles, cubrecáliz, velos, albas y remates de cortinajes, que complementaron la suntuosa vestimenta de oficiantes y feligreses. Entender en la razón de una época, el sentido barroco que permeaba en todas las actividades de la sociedad ha sido motivo de mi admiración. El mundo de lo sagrado es aquel espacio cerrado para dialogar con la divinidad, se expresa en delicados tejidos saturados de encajes con añadidos y sobreañadidos que rompen el espacio y se lanzan al infinito. Por el contrario, el mundo de lo profano es aquel que se percibe con los sentidos, ventana al placer y a la sensualidad que se plasma en cuellos, mangas, manteles, encajes, sábanas y quizá el pañuelo, primorosamente elaborado, que la doncella dejó caer para que el galán recogiera el desafío. Casi treinta años de búsqueda y recopilación de tejidos de algodón de origen puramente criollo se plasman en esta exposición denominada “El tejido quiteño, una tradición barroca”, que con profunda añoranza la dedico a la memoria de Bolívar Echeverría, quien quiso ser cómplice en esta aventura. IVÁN CRUZ CEVALLOS Curador de la muestra


El tejido quiteño, una tradición barroca presenta la finura, el preciosismo, la destreza de los tejidos que, desde la época colonial, las mujeres de la ciudad fueron elaborando en la casa, en el convento, en el recogimiento de su soledad, inventando técnicas y formas de un raro misterio y una simpar belleza.

los manteles y pañuelos, las servilletas de uso diario, un lenguaje no solamente barroco sino cercano al realismo mágico. El algodón mismo, marca la delicadeza del tejido que, en el lente aumentado de una cámara, parece una ciudad, una colmena perfecta, llena de sabiduría y encanto.

Parecería que las figuras elaboradas en el silencio de su tarea, salían de sus manos como nuevas mariposas para formar un rompecabezas lleno de exquisitez y ternura, para dar vida a los hábitos, los mantos de la virgen, los artilugios de los ángeles y santos, los frontales del altar y cubrecáliz, las prendas de vestir rodeadas de cuellos y mangas pulcras,

Bello muestrario de las habilidades secretas de nuestras mujeres.

RAÚL PÉREZ TORRES Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana

9


nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

10


SAGRADO

nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

Gilles Deleuze define el rasgo barroco como un pliegue que va al infinito. Es el gesto que produce una conmoción interior, una epifanía, en la vivencia con el agrandamiento del espacio en volutas, caracoles y hojas de acanto, con la acumulación de formas en un espacio cerrado que conduce al sacerdote que celebra el milagro de la transmutación. Es el instante cuajado, poblado del mayor sentimiento de la época, cortinas, manteles, cubrecálices, coporales, albas, se verán majestuosamente enriquecidos para festejar el milagro de la presencia divina. También los santos que presiden el altar mayor visten finos encajes que sorprenden a los feligreses que se han ataviado para la ocasión.

En otras manifestaciones estéticas de los siglos XVII y XVIII, como en la pintura y la escultura, apreciamos los diseños de encajes en altares, santos, ángeles y arcángeles. El momento en que las monjas de clausura tejen y meditan se exhibe como un producto exquisito que demuestra al mundo su alto grado de espiritualidad. En la tradición, esas monjas son las portadoras del pensamiento progresista de su época, liberadas voluntariamente del régimen patriarcal de la familia, son mujeres de hábito capaces de incidir en el devenir de la vida pública mediante el manejo de los bienes de la congregación.

La delicadeza en los materiales, el finísimo hilo del que están hechos y el vaporoso tejido son causa de su pronto deterioro y la necesidad de ser reemplazados, creando de esta manera la tradición barroca en el tejido.

11


12


< Patio principal, Museo de Arte Colonial

> San Ignacio de Loyola, madera, escultura policromada, Escuela QuiteĂąa, siglo XVIII, 165 x 60 cm 13


Alba, prenda larga blanca de algodón usada por el sacerdote en el altar, en los puños y de la cintura para abajo está confeccionada por un encaje de red entramado y bordado con diseños florales, primera mitad del siglo XIX, 155 x 65 cm

14


Detalles del alba: Algodรณn, entramado sobre la red, primera mitad del siglo XIX

Algodรณn y seda bordado sobre la cinta del cuello del Alba, primera mitad del siglo XIX

15


16


17


18


< Sobrepelliz de algodón: Vestidura eclesiástica similar al alba pero más corta, utilizada en la administración de sacramentos, se la coloca sobre el hábito del religioso, su largo es debajo de la cintura, confeccionada en encajes o en tul sobre bordado, siglo XVIII, 90 x 70 cm

Detalle del sobrepelliz: ‘’Encaje de Irlanda’’, diseños florales

19


20


Detalles de mangas de sobrepelliz ‘’Encaje de Irlanda’’, bordado con diseños florales sobre tul

21


22


23


> Detalles de encajes: ‘’A la española’’ trabajados en hilos de oro y plata

< Nuestra Señora de la Merced con santos mercedarios (anónimo), óleo sobre lienzo, Escuela Quiteña, siglo XVIII, 95 x 75 cm, fotografía: Judy Bustamante 24


25


26


27


28


> Alba, vestimenta del sacerdote en el altar, en los puños y de la cintura para abajo está confeccionada por un encaje de red bordada con diseños de espigas, uvas y rosas, primera mitad del siglo XIX 155 x 65 cm

< Detalle de alba y detalle del remate del síngulo: Cordón con que el sacerdote se ciñe el alba a la cintura

29


Las celebraciones colectivas eran el esperado momento donde todos se unían en un gran retablo de la estructura social del barroco. La Semana Mayor devenía en una sucesión de eventos donde confluían todas las expresiones artísticas: Las iglesias se vestían, los músicos componían, los oradores sagrados escribían, los fieles rezaban y las monjas exhibían sus labores. Todo para lavar las culpas.

> Virgen de Dolores Manuel Chili, Caspicara Siglo XVIII Museo de Arte Colonial 30


31


Detalle de frontal de altar con diseĂąos alegĂłricos referentes a la pasiĂłn

32


Velo del sagrario que el Jueves Santo guarda las hostias consagradas

33


34


35


Detalle de frontal de altar con rocalla de inspiraciรณn rococรณ

36


37


38


El devenir de la existencia estuvo marcado por el calendario de fiestas religiosas. Al llegar el solsticio de invierno se conmemoraba el nacimiento del Redentor. Todo era alegría. Los templos se abrían a la música profana. Los altares exhibían sus pesebres, donde se representaba la diversidad de la vida: El día y la noche, pobres y ricos, niños y ancianos, mujeres y hombres, efebos y cotudos, blancos, indios y negros, y hasta ovejas y lobos forman parte de este mágico escenario. Los infantes eran agasajados por el Niño Dios. El mayor de los belenes, gran expresión del barroquismo festivo, está en el convento de El Carmen Bajo de Quito.

39


40


< Vestido para el niño Jesús, engalanado con diminutos encajes en puños, cuello y remate del faldón

> Detalles de encajes de mangas y remates de faldón

41


42


43


Detalle del encaje en la manga del vestido

44

> Vestimenta para niĂąo de BelĂŠn


45


46


47


< Misa del niĂąo, ĂĄlbum de costumbres ecuatorianas, 1855, Biblioteca Nacional de EspaĂąa

nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

48


TALLER

nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

El taller era el espacio donde se disponía de las herramientas para la labor. El bastidor es el mueble adecuado para elaborar la urdimbre en la que se anudarán los hilos que forman la red, ésta servirá luego para bordar las recargadas rocallas. Agujas de diferentes calibres, mundillos con bollillos y miles de alfileres que pautarán los complejos meandros que seguirá el hilo; patrones en papel, libros con monogramas, dechados de puntadas, diversas agujetas y crochés, hilos y una inmensa guarnición de retazos listos para ser reciclados.

Aquí, lentos pasarán los días, las semanas y los meses. El tiempo no importa, sí la excelencia de la labor. El taller es el aula donde se transmiten los secretos de los nudos, la magia del diseño y la inspiración para crear nuevas formas virtuosas.

49


Trabajadora de encajes, anรณnimo, 1879, colecciรณn privada


Monja de la Orden Dominica, del monasterio quiteño de Santa Catalina Siena, anónimo, 1855, álbum de costumbres ecuatorianas, Biblioteca Nacional de España


52


< Cabellete para bordar

Detalle del anudado de la red

53


El “encaje de bolillos“ consiste en entretejer hilos que están enrollados en bobinas llamadas bolillos. El tejido se sujeta mediante alfileres clavados en una almohadilla que se llama “mundillo”.

54

El lugar de los alfileres normalmente viene determinado por un patrón de agujeros. Se realizaba con hilos finos o gruesos. Tradicionalmente se hacía con lino, seda, lana y algodón o hilos de metales preciosos.


55


56


Patrones y diseĂąos

57


Frivolité. Tejido muy delicado en el que se realiza una serie de nudos con un instrumento llamado naveta en el que va enrollado el hilo. Se trabaja con los dedos de la mano y se van formando anillos que unidos crean variados motivos. Se utilizan para diversas tareas como tapetes, puntillas y bordados entre otras. Este trabajo se reducía a simples nudos, hechos en hilos gruesos de distintos y vistosos colores. La técnica, tan bella como antigua, es de origen desconocido aunque algunos afirman que viene de Oriente. Se dice que cuando Marco Polo volvió a Europa después de su viaje a Oriente, en el siglo XIII, llevaba una cantidad de alfombras y tapices que llamaron la atención por la suntuosidad y trabajo que mostraban. Entre estos objetos, algunos tenían un adorno de pasamanería llamado Makuk. Con el tiempo se hicieron en Europa; se trabajaron en hilo fino, brillantes, de un solo color y se usaron para adornar vestidos, ropa blanca, etc. Con esta modificación, Makuk, admirado por su belleza, pasó a convertirse en encaje y se llamó “frivolité”.

58


59


60


61


nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

62


PROFANO

nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn

Entre 1799 y 1807, el barón Luis Francisco Héctor de Carondelet, presidente de la Real Audiencia de Quito, fundó en el hospicio de San Lázaro una escuela para las mujeres recluidas en la institución donde se les enseñaba a tejer en telares. También se instruía a niñas de 8 a 12 años en el arte del tejido y del bordado en el Colegio de la Purificación de ese hospicio. Por las tardes, las mujeres de la casa se congregaban para “el oficio”: La elaboración de tejidos en diversas técnicas como croché, agujas, agujetas, bolillos, frivolité, deshilado, vainicas y otras. Allí se transmitía la técnica y se reproducían los diseños tradicionales, a los que se añadían modificaciones locales. Ese era el momento en que las mujeres trascendian creativamente, a la par de contribuir con la economía doméstica. Aquello evidencia como entonces se satisfacía la necesidad de los quiteños de disponer de vestimentas y objetos suntuarios como manteles, cortinajes, sábanas, cubrecamas, servilletas, tapetes, guantes, medias, velos y más accesorios para ropa de ocasión.

63


64


Dormitorio de inspiraciรณn barroca

65


Detalles de pasamanerĂ­a en sĂĄbanas y almohadas

66


Monograma bordado en una sĂĄbana

Detalle de pasamanerĂ­a en una sĂĄbana

67


68


< Mantel elaborado en tĂŠcnica de crochĂŠ

Detalle de mantel

69


70


71


Mesa de comedor vestida para una recepciรณn

72


Detalle de mantel, siglo XIX

73


Detalles de encajes en servilletas

74


Detalle de monograma en una servilleta

Detalle de bordado en servilleta

75


76


77


78


< Tapete elaborado en estilo de encaje veneciano

Detalle de tapete

79


80


81


82


< Virgen de la Merced a. Círculo de Manuel Samaniego Siglo XVIII, segunda mitad, óleo sobre tela Museo de Arte Colonial

Puño de encaje

En los retratos profanos que se han conservado del barroco, vemos la prolijidad en el vestuario, la preocupación de la época de engalanarse y brillar con los accesorios: Grandes candongas de perlas, collares de piedras preciosas, finos damascos rematados por exhuberantes encajes, que resaltan la noble postura y el piadoso gesto de sus manos.

Los hombres añadían a sus guerreras los sobresalientes puños y pecheras de delicadísimo encaje. El virtuoso hilado de algodón sustituyó a la exótica seda de la lejana China.

83


Mantilla recamada en encajes y mullos de cristal veneciano

84


85


86


< Perfumera elaborada en técnica de croché

> Pañuelos elaborados al estilo del encaje de Brujas

87


88


89


Cuello elaborado en la técnica de croché

90


Camafeo elaborado al estilo del encaje de Venecia

91


92


Encajes elaborados con la tĂŠcnica de bolillo, siglo XVIII - XIX 93


Catálogo ‘De presencias y evocaciones. La infancia en el arte ecuatoriano’ Museo de Arte Colonial 2016 Presidente: Raúl Pérez Torres Director de Publicaciones: Patricio Herrera Crespo


El tejido quiteño, una tradición barroca Museo de Arte Colonial 2016 Presidente: Raúl Pérez Torres Director de Publicaciones: Patricio Herrera Crespo

95


96


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.