RevistaQ No. 47

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REVISTA LA REVISTA DE LA CIUDAD

Distribuciรณn mensual gratuita Febrero 2014 No. 47 25 000 ejemplares

De cรณmo una quebrada se convirtiรณ en parque urbano Play Land Park. El recuerdo es vertigo Estuardo Maldonado rasga el velo de las tres dimensiones febrero de 2014 โ ข 1


larevistaq@gmail.com

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MUNICIPIO DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO, 2014 JORGE ALBAN. Alcalde (e) del Distrito Metropolitano de Quito CAROLINA ESPINOSA VERGARA Secretaria de Comunicación MDMQ EDITOR Edwin Alcarás ealcaras@gmail.com COORDINACIÓN EDITORIAL Katherine Tatés af.tates.k@gmail.com CONCEPTO Y REPORTERÍA FOTOGRÁFICA César Morejón cesarmorejonfoto@gmail.com DISEÑO E INFOGRAFÍA Rafael Castro rafacs@yahoo.com DIRECCIÓN DE ARTE Revista Q PORTADA Fotografía de César Morejón CONTACTO larevistaq@gmail.com Teléfono: 395 23 00 ext. 12089 MUNICIPIO DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO Dirección: Palacio Municipal, Venezuela entre Chile y Espejo www.quito.gob.ec Número 47. Febrero 2014. 25 000 ejemplares MUNICIPIO DEL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO, 2014 Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen a la revista ni a sus editores. PRODUCCIÓN: Revista Q IMPRESIÓN: Imprenta Mariscal Av. 6 de diciembre 7015 • Telf: 2449710 ventas@imprentamariscal.com Si usted nos cita le agradecemos que indique la fuente.

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urante todo este mes hemos trabajado en una oferta de temas que estimulen la lectura y la vuelvan un acto de curiosidad, de entretenimiento y de diversión. Pero también para que esa lectura se transforme en una manera de abrir la percepción hacia nuevas y diversas maneras entender la vida. Este ha sido el inicio y el fin de nuestro esfuerzo por escribir, fotografiar y diseñar esta edición, la cuadragésimo séptima de la Q. Los lectores minuciosos ya habrán notado que hemos variado el contenido editorial y visual de la revista. La verdad es que trabajamos intensamente antes de proponer esta nueva etapa de la Revista Pública de la Ciudad. Entre otras razones, la innovación se debe a que la revista ha cambiado de equipo de producción. Mi nombre es Edwin Alcarás, soy el nuevo editor. De aquí en más, para todos los efectos, seré el responsable por los errores y los aciertos. Ojalá más de los segundos. Y empiezo ratificando que en esta Q hemos mantenido el mismo espíritu, la misma manera de acercarse a la gente, la misma obsesión por escribir buen periodismo, la misma intención de ser útil a los lectores. Pero también debo aclarar que es distinta, otra. Hemos diversificado las secciones. A unas les hemos cambiado el nombre y hemos inventado otras. La intención editorial es entregar a los lectores más opciones de información ágil, más profundidad narrativa en algunos temas de interés, más argumentos para la conversación de sobremesa con la familia o más datos curiosos para una buena charla con amigos. Tenemos toda la información que habitualmente traía la Q. Y más. En las mismas 84 páginas. Para esta primera edición de la nueva etapa hemos escogido al carnaval como pretexto temático. El Carni-Vale, la fiesta de la carne, es una de las celebraciones paganas más extendidas en todo el mundo. El festejo que antecede a la cuaresma cristiana ha funcionado tradicionalmente como un paréntesis en la vida cotidiana, una pausa moral en la que se permitía el jolgorio y el gozo de la carne. El Carni-Vale es el tiempo de la tolerancia hacia los deseos furtivos de la humanidad, un tiempo para reencontrarse con las zonas apócrifas del alma y los mundanos apetitos. Por eso traemos un ramillete de historias sobre las formas ocultas del deseo de los quiteños. Nuestro propósito periodístico es acompañar, desde nuestras páginas, la evolución y el desarrollo de la ciudad más importante de este país. La ciudad que habitamos, que modificamos cada día y que también nos modifica a todos, todo el tiempo. Nos hemos jugado para crear una revista contemporánea que, al mismo tiempo, sea capaz de guardar la esencia de la identidad y la tradición quiteña. Hemos tensado los arcos de nuestra creatividad. El resultado ahora está justo en sus manos, amigos lectores. Nos encantaría que fueran parte de esta transformación. Sus sugerencias, observaciones, quejas, reclamos –de verdad-, serán bienvenidas. Edwin Alcarás Editor febrero de 2014 • 3


sumario

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Metrópoli 7 Radiografía social

Más de la mitad de quiteñ@s esta emparejad@

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Historias 12 La voz del espejo

Claudia Monsalve. La vida consiste en divertirse

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Civilitas Los vecinos de San Roque reivindican su tradición

Memoria De cómo una quebrada se convirtió en parque urbano

10 Gente de a pie

26 Dossier

La memoria del agua en El Placer

Carni-Vale. Formas ocultas del deseo

Bitácora 76 Casa propia para

54 La crónica del mes

más de 1 000 familias

77 Quito avanza en su

preparación contra catástrofes

Play Land Park, el recuerdo es vértigo

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Poesis Estuardo Maldonado rasga el velo de las tres dimensiones febrero de 2014 • 5


ideas Ideas radiografía civilitas tecnología gente imagen recomendación

Este implemento dedicado a las personas con discapacidad visual ganó el primer lugar en la Feria de Universidades: Ciudad Digital e Innovación Social, impulsado por el Municipio de Quito en noviembre de 2013. Lo crearon dos ingenieros de la ESPE.

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Estos sensores instalados en el piso, cerca de baños, cafeterías y salidas del parque, contienen información que se sincroniza con la tarjeta del bastón y envia datos que indican el lugar actual y la distancia entre un sitio y otro.

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n el mundo hay muchas formas de bastones para personas con discapacidad visual. Pero el que han inventado en la ESPE es el primero que informa a su usuario en que lugar se encuentra y le da sugerencias de a dónde ir y qué hacer para divertirse. El prototipo del Bastón electrónico para no videntes, creado por el equipo de investigación Tics & D de esa universidad, lo hace. Todo con ingenio, empeño e ideas ecuatorianas. El bastón electrónico para no videntes en principio ha sido creado para funcionar en el Parque La Carolina. La caja que el bastón lleva adosada en un extremo se conecta con sensores instalados en los senderos del parque que descargan información sobre rutas de bares, baños, cafeterías, puntos de auxilio y salidas a las calles aledañas al parque. Por ahora se ha desarrollado

el prototipo del bastón y se ha ganado el apoyo del Municipio de Quito para implementar el proyecto en La Carolina. En la etapa operativa del proyecto han trabajado seis estudiantes de varios semestres de la carrera de Ingeniería Electrónica de la ESPE, bajo la dirección de los ingenieros Fabián Sáenz y Carlos Romero, director del Departamento de Vinculación con la Sociedad de ese centro de educación superior. La idea es que los bastones sean un servicio público para los usuarios no videntes y que se distribuya en puntos específicos del parque, donde también se puedan cargar las baterías de los dispositivos de transmisión. Los creadores están considerando la viabilidad de implementar un servicio similar en los museos de la ciudad, para que los sensores transmitan información sobre las exposiciones.


radiografía social

Las cifras de los casados, unidos y solteros de la ciudad. Poco más de la mitad de los quiteños tiene una pareja estable con la que ha formalizado en forma de unión de hecho o de matrimonio. Juntas, estas formas de enlace sentimental suman el 52% de la población. El matrimonio sigue siendo la opción favorita de convivencia de pareja con el 39%, mientras que 13% se mantiene unión libre. Según el censo de 2010, 472 286 quiteños goza de las mieles de la libertad, o sea que no han unido su destino al de otro ser humano. Claro, hay que tener en cuenta que el censo considera solteros también a los adolescentes desde los 12 años. El universo de la muestra registraba 1 269 890 quiteños.

FUENTE: CENSO DE POBLACIÓN Y VIVIENDA CPV - 2010. INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y CENSOS (INEC)

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civilitas

Además de ser uno de los barrios más rebeldes y valientes de la Historia de Quito, San Roque es una de las zonas que mejor guarda los oficios tradicionales de la ciudad. Desde 2010, un grupo de vecinos ha desarrollado un proyecto para preservar este patrimonio vivo, y a la gente que los ejerce, a través del turismo cultural.

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erá que retocar santos, curar el espanto, vender periódicos, elaborar colaciones, confeccionar sombreros, son oficios patrimoniales? ¿No se supone que el patrimonio está en los museos, en las iglesias o en los tiestos que encuentran los arqueólogos? Pues no. Resulta que el patrimonio es algo vivo, algo cotidiano, cercano, nuestro. Porque una tradición no se practica en el presente, si no se renueva a cada momento, no existe nomás. De eso se han dado cuenta los 21 vecinos de San Roque que crearon, luego de una preparación de dos años con la Fundación Gescultura, la Asociación Guardianes del Patrimonio de San Roque. Es una agrupación que busca reivindicar y hacer valer su patrimonio (ya quedamos que consistía en las tradiciones vivas y los usos cotidianos) a través de proyectos culturales, educativos, gastronómicos o turísticos. Una de las ideas más interesantes que han tenido es un sistema de recorridos por el barrio para extranjeros (o locales también, claro) que explican y conectan in situ con los representantes de los oficios clásicos de la zona. 8 • febrero de 2014

Ema Lagla, de 57 años, se dedica a curar el espanto desde hace 20 años. También tiene remedios para el susto, el mal de ojo y la sálipa. En cambio, para el estrés y las malas energías en los adultos, emplea una buena zarandeada con un ramito de plantas amargas que absborben la vibra pesada. Ella es la presidenta de la Asociación, aunque eso no le ha dado necesariamente más popularidad. Ella heredó la cientela de su madre. En cambio quiere retribuir, con su trabajo en los Guardianes del Patrimonio, la estima que encontró en el barrio. Hace siete años, Ema junto a 20 vecinos, se unió a la propuesta de Gescultura para desarrollar proyectos que preserven el patrimonio vivo de San Roque. Si usted quiere darse una vuelta por allí y de una vez recordar los oficios tradicionales de Quito, puede hacerlo de lunes a viernes, de 9 de la mañana a 3 de la tarde. Este proyecto no recibe subvención de ninguna institución, por eso el costo de los recorridos es de USD 4,50 para adultos y USD 3,5 para niños. Puede reservar plazas en el número 228 9441.


tecnología

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En Quito, más de 5 000 personas usan este servicio ofrecido por la empresa de software Cyber Guías. La aplicación está disponible para teléfonos con sistema operativo android y iPhone.

a cosa funciona así: usted necesita taxi pero la zona no le da confianza. Entonces el teléfono puede ayudarle a ubicar una unidad cerca y segura. Si se baja la aplicación desde la página taxiseguro. com.net usted puede localizar a la unidad registrada en el sistema, más cercana en un radio de un kilómetro. Claro, el taxista también debe estar registrado en el sistema y también tiene la opción de aceptar o rechazar la petición del usuario. La aplicación también permite acceder al historial del taxista y conocer el costo aproximado de la carrera. Al final, el cliente puede calificar el desempeño profesional del conductor. Y viceversa. La aplicación despliega un mapa que muestra su ubicación y la de los taxistas afiliados a un kilómetro a la redonda. Usted selecciona “llamar” al dispositivo más cercano. En la pantalla del teléfono del taxista aparece su llamada con las opciones de aceptar o rechazar. Si el conductor acepta, la aplicación le mostrará a usted el tiempo que se demorará en llegar y los datos del chofer y la unidad. La aplicación también permite reservar un taxi para una hora determinada. Alejandro Malacara, un mexicano de 33 años radicado en Quito hace uno, trajo la idea de la aplicación y la compañía ecuatoriana Cyber Guías le propuso perfeccionarla para ponerla a disposición de los usuarios quiteños. Por el momento el servicio cuenta con cerca de 300 unidades, de la Cooperativa El Veci y decenas de choferes independientes. El proceso de afiliación implica registrar todos los datos del conductor y de la unidad y estar sujeto a un sistema de evaluación. El taxista paga 25 centavos por carrera efectuada o 20 dólares mensuales. Y el cliente se queda tranquilo de irse en un taxi conocido.

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gente de a pie

Marina Leonor Murillo. Tiene 65 años, vive en Quito desde los 14.

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uando llegué a vivir en El Placer hace cincuenta años no había mucha gente. Al dique se iba solo por un chaquiñán, pero era bonito. Nos gustaba ir allá porque cerca de la chorrera había una planicie hermosa: sigses, plantas, flores, chilcas… Ahí, donde han cubierto con cemento, había una piedra. El agua bajaba por ahí, como hasta hoy. Lavábamos la ropa y la secábamos en las ramas. Si llovía la bajábamos en costales. Cuando lavaban los tanques de arriba, en la chorrera abrían el tanque y el agua bajaba con fuerza. Cuando uno estaba lavando la corriente se nos llevaba la ropa, las tinas, el jabón, todo. Hasta nosotros teníamos que subirnos a la ladera para que no nos lleve el agua. En ese entonces no teníamos agua en las casas y halábamos del ojo en tinas y en baldes. 10 • febrero de 2014

También traíamos de la casa de un vecino, allá arriba, lejos. Ponía una manguera para que podamos coger el agua pidiendo permiso. Luego se enojaba y nos decía que la llave se daña, que ya no nos iba a dar más. Era el único que tenía agua corriente en la casa. Después, acá abajo, en el tanque, también pusieron una llave. Pero cuando lavaban los reservorios nos tocaba ir al ojo. Ahí teníamos que esperar largo porque caía un chorrito delgado nomás. Se demoraba en llenarse los baldes, las ollas, las tinas. Y, además, la cola. El agua que sale del ojo sabe a minerales, es tibia. Nosotros imaginábamos que venía del centro de la tierra. Ahora quieren hacer recorridos turísticos porque es un sendero ecológico dentro de la ciudad. Y para preservar el ojo, en lugar de taparle, como todos tenemos agua en nuestra casa, los vecinos entubaron el chorro. Bonito está. Está de que vengan a conocer.


la imagen

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iños y jóvenes sostienen banderas y recipientes durante el carnaval de 1898 en Quito. La fotografía fue tomada en la antigua carrera Rocafuerte en el Centro Histórico. Por aquellos años esta calle, también conocida como De la cantera, fue el eje transversal que dividía a la ciudad en norte y sur. Y por varios siglos fue la más importante en la organización de la ciudad y el encuentro con la comunidad. Archivo Histórico del Ministerio de Cultura y Patrimonio Autor anónimo

la Q recomienda

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n parque siempre es una buena noticia para los guaguas. Y para todos, en realidad. Por eso le queremos recomendar que salga, se dé una vuelta, conozca el nuevo parque, y pase un buen rato con su familia. La Magdalena ahora tiene una plaza con parque y con bulevar. El proyecto costó cerca de dos millones de dólares. Son 9 200 m2 de extensión para correr, hacer picnic o pasear nomás. Tiene zonas asentadas con piedra, otras con hormigón y otras con césped, dos piletas iluminadas y espacios de juegos infantiles. Cuenta con rampas y conjuntos de gradas de escalones bajos para la gente con capacidades diferentes. Una parte del terreno está destinada a la construcción de la estación del Metro, una estación de buses y dos edificios de atención ciudadana. El parque se ha diseñado como un ágora para hacer conciertos o presentaciones.

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la voz del espejo

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jón

Entrevista Edwin Alcarás. Fotos de César More

y asentada acá desde hace 40, La artista quiteña, nacida en Bogotá hace 64 años ador. Junto con su pareja de es la pionera del género teatral de los títeres en Ecu a Sabia, un sueño que sigue actividad y de vida, Fernando Moncayo, creó La Ran entreteniendo y enseñando a varias generaciones. febrero de 2014 •13


Antes de conocerlo ¿tú ya te dedicaste al teatro? Sí, empecé cuando estudiaba en el colegio. Mi hermano mayor tenía un grupo de teatro con varios compañeros de Secundaria. Hacíamos un teatro comprometido, revolucionario, de combate, en los buses, en los parques. En esa época todos los jóvenes encontraban el sentido de la vida en la lucha por el cambio social. Pero en algún momento te habrás dado cuenta de que así no podrías mantenerte… Claro, si ni siquiera cobrábamos la entrada. Cobrar era caer en el peor de los pecados burgueses. Entonces, como por supuesto tenía que vivir de algo, me puse a estudiar Diseño en la universidad. Pensé que eso me daría de comer. Y en cierto modo terminó siendo así porque siempre me he dedicado a diseñar y hacer títeres.

¿Cómo se siente el cumpleaños, el suyo y el del grupo? Bueno ya son 64 años y 40 en Ecuador. Vine cuando tenía 24 y me sigue encantando este país. Ha sido un tiempo absolutamente aprovechado. No se notan, la verdad. No, pero son. A mí no me hace mella pensar en la edad que tengo porque ha sido un tiempo muy pleno. ¿De niña, en Bogotá, pensaste que podrías estar donde estás ahora? Si te contara… En mi familia somos nueve hermanos. Y todos hemos salido artistas. Ceramistas, teatreros, pintores, músicos, fotógrafos, cineastas… Eso estaba relacionado con la manera de ser de mi padre. Era un hombre especial que nos incentivaba todo el tiempo. Fue el primer ecólogo de Colombia. Nos llevaba al teatro, a los títeres, y al campo. ¿Allí vivías cerca de la Universidad Nacional donde conociste a Fernando Moncayo? Vivimos en muchos barrios. Al final estuvimos al lado de la Universidad Nacional. Pero no fue ahí que conocí a Fernando. Él vivió en Colombia durante muchos años por un exilio político. Y es curioso porque él vivió en ese mismo barrio, pero no en la misma época. Fue compañero en la carrera de Bellas Artes de mi hermana. Él conocía a mi familia pero no a mí personalmente. 14 • febrero de 2014

¿Terminaste la carrera? Si, de hecho trabajé en diseño. Me emplearon en una agencia de publicidad creando logotipos y en una fábrica textilera haciendo diseños para las telas. Con ese dinero me financié dos semestres de Antropología en una universidad muy costosa. Pero no dejé el teatro. Al contrario era muy activa en el grupo, que se llamaba Acto Latino. Logramos que nos dieran una sala de teatro en el Parque Nacional. Pronto también conseguimos un fondo pequeño para que dos de nosotros trabajáramos a tiempo completo. ¿El trazo de tus muñecos fue influido por el diseño? En realidad ese trazo viene de mi inquietud. Cuando era niña yo tenía una tía que tenía parálisis cerebral y con la que yo pasaba mucho tiempo. Ella tenía una colección muy grande de muñecas de trapo de esas tradicionales, antiguas. En esencia, lo que yo he hecho siempre es esa muñeca de trapo, con esa nariz hacia adentro y esa expresión hierática. ¿Ya llevabas esa imagen en la mente cuando llegaste acá? Cuando yo vine a los 24 años me traje una de esas muñecas. Y me sorprendió que Fernando también tuviera unas muñecas iguales. Me parece que este país tiene que ver mucho con esas muñecas, por el color fuerte, por la actitud interiorista. Cuando haces un títere sabes que la nariz es el puntero que indica a dónde va la dirección de la mirada. La mirada hacia adentro de los muñecos es muy característica de la serranía americana, desde Tierra de Fuego hacia arriba. ¿Cuándo hiciste tu primer títere? Los títeres me empezaron a interesar porque yo trabajaba en los barrios con niños. En el frente cultural del Parque Nacional


trajeron a una maestra que acaba de volver de Checoslovaquia, donde había estudiado con Sergei Obrasov, el gran maestro de los títeres. Yo me inscribí en ese curso y, como a los 20 años, fabriqué el primer muñeco de mi vida. Fue una rana. ¿Por qué una rana? Porque era fácil de hacer. Podías escoger entre culebras, ranas o lagartijas. También me traje ese muñeco a Ecuador y fue el que después sirvió como personaje de La Rana Sabia. Bueno ahora si cuéntanos ¿cómo fue el momento en que Fernando apreció en tu vida? Verás. Por mi trabajo en el teatro del Parque Nacional yo tenía vínculos con varios artistas y comunicadores del país. Entonces un día ellos me pidieron que les ayudara a gestionar el espacio del Parque para un encuentro nacional de comunicadores. Era 1973. Y ahí llegó Fernando. Pero ¿cómo? si era solo para colombianos… Ajá es que a él lo colaron sus amigos como si fuera de Pasto. El encuentro duraba ocho días. Apenas lo conocí, él empezó a buscarme, a llamarme. Pero yo le huía al principio porque tenía un poco de miedo. ¿Miedo como de qué? Lo que pasa es que yo presentía que si estaba con él iba a ser algo definitivo, para toda la vida. Como en efecto fue. Entonces, finalmente tu miedo resultó cierto. Ajá, imagínate que a los 15 días de conocernos él regresó a Ecuador. Y entonces yo me vine con él. Y aquí sigo. ¿? Así fue. (Risas) O sea, vamos a ver, en sentido estricto ¿cuánto mismo duró la conquista? Eso fue larguísimo te digo… como una semana (más risas). Y yo fui la que le dije: me voy contigo. Perdón la indiscreción. ¿Eso te había pasado antes? Nunca. Además hay algo curioso. El pretendiente que tuve antes de Fernando también hacía Teatro. A él le propusieron ir a trabajar acá en Loja y él me dijo que me fuera a vivir con él allá o si no terminábamos. Pues así fue, eso se acabó. Pero, mira cómo son las cosas, un año después de vivir en Ecuador con Fernando, nos propusieron trabajar allá mismo. Y finalmente a mí me dieron el puesto que no aceptó ese otro señor. Tenía que ser. Tomaste la buena decisión parece…

Pues, así parece. Ya han pasado 40 años y lo he disfrutado… (risas) Pero si tú no hubieras sufrido ese arrebato de seguir a Fernando ¿estarías hoy aquí? Eso siempre me lo he preguntado. No lo sé… Fíjate, no creo en el tarot ni en esas cosas, pero cuando era adolescente una vez me echaron las cartas en son de juego. Me dijeron que iban a vivir toda mi vida con un extranjero que volvería a Colombia para retirarme. Yo se lo conté a mi papá y él me bromeaba diciendo entonces vamos al Aeropuerto a ver quién regresa. ¿El idilio con Fernando fue luego un idilio con Ecuador? Tengo un vínculo muy profundo con este país. Todo me llevó acá. Desde que empecé a vivir aquí me identifiqué profundamente con la cultura. Sentía que ya lo llevaba por dentro, que entendía todo muy fácil. El paisaje me fascinaba. Era como decirme a mí misma: si yo he sido de aquí y no sabía. Eran épocas duras. El trabajo político de base en las comunidades… Apenas vine fui a trabajar al lado del Lago San Pablo. Dormía en el suelo de una cocina con un montón de cuyes. Yo pensaba si no me estarían probando o algo así (ríe). Los indígenas al principio me tiraban piedras y me gritaban gringa. Hasta que un día resolvieron aceptarme. Me llamaron a una reunión y me dieron un pilche grande de chicha. Era para tomar y pasar pero yo pensé que era solo para mí y me lo tomé todo de una. Inmediatamente caí de bruces. Bueno y así ya me quedé. ¿Eras más artista o más activista? No sé. Los trabajadores de Imbabura estaban en huelga. Nosotros apoyamos esa huelga con funciones de títeres. Nos compramos a crédito un Andino y en ese íbamos a todas las comunidades rurales de esa y otras provincias, en las que Fernando había tenido proyectos antes de que yo viniera. Nos pagaban la función con mellocos, con caña de azúcar, con puntas. Seis meses así. febrero de 2014 • 15


¿Por ahí salió el nombre de la Rana Sabia? Los títeres eran una herramienta para acercarse más a las comunidades. Cuando terminó la huelga nos ofrecieron un trabajo en el Instituto de Arte de la Universidad de Loja. Trabajamos dos años ahí. En ese tiempo fue que Fernando escribió la obra La Rana Sabia encuentra un tesoro. Y se nos fue quedando el nombre. ¿Cuándo se instalan en Quito como compañía de títeres? Un par de años más tarde, el Pájaro Febres Cordero nos ofreció un lugar en el Café del Teatro de la Universidad Católica. Produjimos muchísimas obras porque el público era muy pequeño y ya se sabía todas. Era crear un público a fuerza de pulso. Claro, no había cartelera cultural ni nada. Javier Ponce, nuestro amigo que hoy es ministro de Agricultura, en ese tiempo también trabajaba en ese Ministerio, pero en el Departamento de Comunicación. Él nos imprimía volantes en el mimeógrafo que tenían allí. Nosotros dejábamos esa propaganda en los carros parqueados afuera del único centro comercial que entonces había en Quito. Formamos público así, de gota en gota. ¿No quisiste volver al teatro? No. Porque el títere me llama profundamente porque es teatro, pero también porque es teatro de objetos. A mí siempre me gustó esto del diseño, las formas, el color. Y también porque en 16 • febrero de 2014

los títeres, el actor es anónimo. Esa manera de desvestirse de la importancia personal te enriquece de modo muy especial. Pero el público es más difícil ¿no? Cuando al niño no le gusta algo, se va nomás. Pero el títere lo hace fácil. Es un público muy crítico. Por eso mismo tienes que tratar al niño como persona. Al niño llegas jugando, pero de verdad, no fingiendo sino divirtiéndote de verdad. ¿Cómo asumiste el hecho de no haber tenido hijos? Dispensa la violencia de la pregunta. Es una circunstancia que nos dio la vida. Perdimos los hijos que nacieron… pero… eso es duro. Hay etapas de la vida en que esa ausencia se siente más… Sin embargo, tú haces tu vida de otra manera. Nunca dejas de ser mujer y de ser persona. Hay que aceptar las cosas como vienen y crecer en ese camino. Luego de 40 años y todo lo que has hecho… ¿Qué viene luego? El día a día. Más proyectos creativos. El envejecer haciendo lo que quieres es una riqueza profunda. ¿La gente te puede seguir viendo los domingos? Claro, si no actuamos no comemos. Tengo que trabajar para vivir, pero trabajo en lo que me gusta. Y este trabajo me hace sentir viva. En cada función, él y yo nos seguimos divirtiendo, seguimos jugando, como siempre. Eso, eso es la vida.


ELEGIR ES ELEGIRSE COMO DUEÑO DE SU PROPIO DESTINO

opinión

Escribe Hernán C. Mariátegui*

dores, luego de lo cual todo seguiría igual o peor. Ha tenido que ver con salir de este atolladero que alimentó las últimas tres débligada por sus propias reglas y compromisos, cadas de la cultura política del país. Ha significado tremendos cada cierto tiempo la gobernanza democrátiy combinados esfuerzos. Por una parte, salir de la “república ca decide apostar por el riesgo, a la vez que dar dual”, de aquella donde había una ciudadanía de primera y una continuidad a los principios fundantes de su de segunda categoría y que no era sino una versión actualizada naturaleza colectiva y compartida. Cada vez que aparecen los y enmascarada de aquella vieja división colonial entre la “repúagitados interregnos electorales, emerge la esencia calórica de blica de indios” y la “república de blancos”; sociedad maniquea este antiguo sistema de convivencia social, esencia paradójica en la cual un grupo, generalmente minoritario y escudado en puesto que el que manda se allana voluntariamente a obedecer sus propios recursos mal acumulados, era dueño de todas las a los que ha dirigido. prerrogativas y ventajas, frente a otro mayoritario, que se debía Cada vez que se agitan las aguas electorales, emerge de nuesometer permanentemente a sus dictámenes y voluntarismos vo quizá el más extraño rasgo de este régimen político: el de puesto que en la práctica carecía de derechos. En segundo tércon-ceder el poder del gobernante a los gobernados. Dicho de mino, significado ir reconstruyendo la democracia como un mejor forma, quienes están al frente de la sociedad acometen el sistema igualitario y salto acrobático de devolver pública y abiertamente capaz de sobreponerse su potestas, o sea el poder que les ha sido delegado, a a las arbitrariedades sus legítimos dueños, a los votantes que acuden a las “Cada elección debe ser la mejor, puesto y abusos del mercado urnas. Avalado por su propio dinamismo, el poder que cada elector tiene en sus manos no como amo y señor de político de naturaleza democrática se anima a que solo su propia apuesta por la felicidad, las personas y las colo escruten, y así se desafía a sí mismo, trasladando sas. Redistribución de a la gente la última palabra y reconociendo en ésta sino la de todos los demás”. la riqueza implica rela otra y más profunda cara del poder, la potentia. distribución de la digEstos lapsus periódicos no implican ni desmenidad, redistribución del valor de la diversidad de los espacios moria ni confusión, sino todo lo contrario, puesto que nos rey proyectos de vida, nivelación del perverso desequilibrio del cuerdan de golpe y con aguda precisión que todos los gobiernos norte como imperativo del sur. requieren ponerse a prueba, responder por lo hecho, continuar Recomponer la democracia ha implicado resucitar a las la ruta pero asentados de nuevo en la aceptación popular, exhielecciones como mucho más que el acto mecánico de rellenar bir sus evidencias y logros para mantener la esperanza del camun papel para depositarlo en una urna, urna que se tornaba bio de vida. Curiosamente la democracia logra su propia conurna funeraria al cabo de pocos meses. Recuperar la demotinuidad con estas epojés, tal y como algún filósofo las definió: cracia ha implicado enfrentar aquello que los antiguos griegos como un corte o generador de distancia que permite separar denominaban la hybris, entendida ésta como la desmesura, distintos momentos de un mismo proceso continuo. Ejercitar la voluntad ebria de sí misma, el orgullo de creerse eterno y la democracia significa un auto de fe, un convencimiento inomnipotente. Ha significado atacar de raíz este defecto, al que cuestionable en las prácticas libertarias: la libertad de elección, los antiguos consideraban el peor entre todos los que rodean la libertad de pensamiento, la libertad de expresión. Decir elecla acción humana, y sustituirlo por una virtus, la fuerza y la ciones libres es decir ciudadanos libres, es decir marcados por virtud de la moderación y la templanza. Elegir es elegirse como esa capacidad tan abismalmente humana de decidir sobre quién soberano y dueño del propio destino y a la vez reconocer el los gobernará. camino andado y los desafíos de la senda futura por recorrer. En sociedades como la nuestra, recuperar y avivar esta fe Cada elección debe ser la mejor, puesto que cada elector tiene democrática ha sido un asunto complejo. Ha implicado ir deen sus manos no sólo su propia apuesta por la felicidad, sino la jando atrás ese patético imaginario, persistente hasta hace no de los todos los demás. mucho, de que el ritual de las elecciones era en realidad una parodia que una vez iniciada iba a dejar como único resultado un *Hernán C. Mariátegui es catedrático en varias universidades de Quito. Socióloconjunto indiferenciado e irrelevante de ganadores y de perdego y téorico de la Comunicación.

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memoria

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Escribe María Fernanda Mejía. Fotos de César Morejón

El espacio donde hoy es el Parque Qmandá fue quebrada, botadero de basura y terminal terrestre. Como la ciudad a lo largo de los años, este espacio se ha reinventado para adecuarse a las nuevas generaciones de quiteños.

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l paisaje ha cambiado. Los libros de Historia de Quito dicen que aquí hubo molinos de trigo, gente que lavaba la ropa en el hilo de agua que cruzaba la garganta de la quebrada, bautizada como Jerusalén en el siglo XVII, e incluso algún bañista arriesgado. También dicen que por acá cruzaba un puente conocido como De los Gallinazos debido a las aves carroñeras que circundaban la zona, atraídas por las inmundicias que los españoles medievales echaban al despeñadero. El paisaje se ha transformado profundamente. Olga María Pulig, de 66 años, a quien no le ha hecho falta leer los libros de Historia, dice que a esta zona también se la conocía como “el muelle de Cumandá” cuando, hace más de cinco décadas, ella se inició en el oficio de vender periódicos. 20 • febrero de 2014

Desde la parada del Trole, sobre la Maldonado, hacia el oriente se ve ese trozo de ciudad transformada. Luego de servir como cementerio, botadero de basura, cancha improvisada de fútbol, terminal terrestre, hoy es un parque con zonas verdes, juegos, piscinas y una edificación recién pintada. En un par de años, los nuevos quiteños -como ahora los actuales- irán a los libros de historia y preguntarán a sus mayores para entender cómo ha ido cambiando la ciudad, que es, a la vez, entender también cómo hemos ido cambiando los quiteños. *** Cuando Sebastián de Benalcázar llegó a Quito en 1534, encontró que la geografía era un enemigo mucho más tenaz que los soldados incas. La ciudad indígena en realidad era un


Por el puente que lleva a Santo Domingo pasaban carros pesados con dirección a Machachi, Latacunga y Riobamba. En 1950 el relleno fue usado por los transportistas como terminal.

nido urbano rodeado por abundantes desfiladeros. A primera vista, era un lugar inhóspito para edificar un centro poblado. Sin embargo, después de pensarlo mejor, los porquerizos y malvivientes españoles que fungían de soldados se dieron cuenta de las razones estratégicas de seguridad que asistieron a los ingenieros indígenas. En su estudio Apuntes sobre la Quebrada de Jerusalén, el arquitecto e historiador Alfonso Ortiz Crespo explica que las estribaciones del volcán Pichincha y las lomas que rodeaban la ciudad cumplían el papel de murallas naturales, mientras que las profundas quebradas hacían de fosos. La topografía también fue un aliado para los peninsulares que, en número de 200, temían comprensiblemente por su suerte. Entonces se entiende la decisión de Benalcázar de prohibir la repartición de solares y el levantamiento de edificaciones allende las quebradas. De ese modo, muchos conventos, molinos de trigo y casas, levantados en los filos de las peñas, funcionaron como hitos de los linderos urbanos. Una de esas gargantas naturales marcó, durante sus primeros siglos, el límite sur de la ciudad. Se extendía desde la Cantera del Pichincha (en lo que hoy es San Roque), se encontraba con la quebrada de San Diego y bajaba a través de la actual avenida 24 de Mayo, la Ronda o calle Morales, seguía por el exterminal terrestre y concluía en una de las estribaciones de El Panecillo. Según Luciano Andrade Marín, citado por Ortiz Crespo, los indígenas llamaban a esta quebrada Jatuna (al parecer, una derivación de Cantuña, que en lengua aimara significa hilo retorcido, o chorrera) y luego, al llegar el imperio español, mudó de nombre a quebrada de los Gallinazos (Ullaguangahuaico). Sin embargo, cuando se consolidó el poder español, las quebradas se volvieron innecesarias. En el mismo siglo XVI fue indispensable la construcción del primer puente de cal y canto, permanente y seguro, al que también llamaron Puente de los Gallinazos. Desde 1864 se lo reemplazó por uno de piedra y ladrillo bautizado como Puente de la Paz. Hoy en día ahí está la parada Cumandá del Trole. En los primeros siglos de la ciudad española ese paso fue fundamental para la administración y la política, pues permitía todo el tráfico que entraba o salía por el sur. Se cree que por ahí también pasaba el Camino del Inca.

Fue a mediados del siglo XVII, específicamente el 14 de enero de 1649, cuando la quebrada cambió de nombre a Nueva Jerusalén. Los siglos han borrado el eco vergonzante que ese nombre le imprimía al desfiladero. Para una sociedad tan cerrilmente católica, el recuerdo de la capital judía solo podía implicar ignominia. En realidad, el nombre significaba claramente el lugar de la segunda crucifixión de Jesús. Se lo puso luego del conocido atraco que sufrió el templo del Convento de Santa Clara de Asís, ubicado junto a la quebrada, en el lugar que más tarde se construiría la Capilla del Robo. Que los ladrones se hubiesen llevado el sagrario del retablo mayor no fue tan terrible como que apareciera a la mañana siguiente, destrozado al pie de la corriente, con las ostias esparcidas y confundidas con la inmundicia. Cuando al final los ladrones fueron descubiertos, se los condenó a muerte en la horca y sus cadáveres fueron arrastrados y descuartizados. La quebrada se quedó con ese nombre como un recuerdo perenne del crimen. Aunque el tiempo -que es el único perdón y la única venganza, dice Borges- ha difuminado el tamaño de la culpa. De algún modo La mácula siempre ha estado cerca de la quebrada. Andrade Marín documenta que en la zona de la actual calle La Ronda, se creó un cementerio público para la plebe, en 1562. Varias de esas osamentas fueron encontradas en 1910, cuando el Cabildo dispuso la reconstrucción de esa parte de la ciudad. Dos décadas antes, hacia 1887, se había ordenado la edificación de muros en los bordes que daban a las quebradas, lo que las convirtió en la práctica en botaderos de basura. Cerca de esta quebrada también se levantaron edificaciones importantes que quedan en la memoria de los quiteños. Por ejemplo, en 1900, entre las calles Imbabura y Chimborazo, se construyó la Cervecería Victoria que también fabricaba la tradicional bebida Orangine. Junto a la Capilla del Robo, en 1930, se creó la escuela de oficios para la Congregación de Artesanos, en lo que actualmente es la Estampería Quiteña. La lógica de crecimiento urbano de la ciudad obligó a que, en la primera mitad del siglo XX, se buscaran soluciones viales y se rellenaran varias quebradas, y una de las más claves fue la de Jerusalén. febrero de 2014 • 21


Fuente: Apuntes sobre la quebrada de Jerusalén, de Alfonso Ortiz Crespo

La quebrada Jerusalén en el tiempo

Primera mitad del siglo XVI

El Puente de los Gallinazos fue el primer paso de cal y canto que se construyó donde actualmente está la parada del Trole de Cumandá. No se conoce exactamente la fecha, pero se cree que fue anterior al Puente del Machángara, que inició en 1541.

1565

El Camposanto fue un cementerio público que se ubicó en el declive de la quebrada de los Gallinazos, en La Ronda. Los plebeyos enterraban ahí a sus muertos, ya que los ricos encomenderos lo hacían en La Catedral.

1649

La Quebrada de Los Gallinazos cambió de nombre al de Nueva Jerusalén luego de que el convento de Santa Clara de Asís fuera profanado. El sagrario hurtado apareció al día siguiente destrozado y con las hostias esparcidas en la orilla de la hedionda quebrada.

1864

El inglés Thomas Reed, arquitecto oficial del Estado, levantó el puente de la Paz, de piedra y ladrillo, que reemplazó al De los Gallinazos. También construyó un túnel debajo que permitió la prolongación de la calle La Ronda hacia el oriente.

1887

El Concejo Cantonal acordó que sobre los bordes de las calles que dieran a las quebradas se levantaran muros con sus respectivos aleros, y que se dejaran aberturas a fin de construir comunes retretes públicos y buzones para arrojar las basuras.

1900

La Cervecería Victoria se ubicó entre las calles Imbabura y Chimborazo, en el canto norte de la quebrada Jerusalén. Fue un amplio complejo industrial que ofrecía también la popular gaseosa Orangine, hielo seco, licores y fideos.

1922

La avenida 24 de Mayo se inauguró en conmemoración del centenario de la Batalla de Pichincha. La nueva vía se convertía en ese entonces en la más ancha y moderna de la ciudad.

1939

El Teatro Cumandá se edificó por encima de la quebrada de Jerusalén. La obra fue diseñada por el arquitecto alemán Augusto Riddery y se inició en 1933. Contó con 750 asientos en galería y 250 butacas en luneta.

1950

Los transportistas interprovinciales ocuparon el relleno de Cumandá a manera de terminal terrestre. Poco a poco se ubicaron alrededor oficinas de las cooperativas, una bomba de gasolina y hoteles.

1986

La construcción de la Terminal Terrestre de Cumandá tuvo un presupuesto de 335 millones de sucres y tomó ocho años. El edificio, de tres plantas, dejó de funcionar en 2009, cuando se crearon los terminales de Quitumbe, en el sur, y Carcelén, en el norte. 22 • febrero de 2014

*** Era 1957. Una jorga de 20 guambras bajaba por un potrero hasta el pedazo de quebrada que ya estaba rellenado, conocido como Santa Rosa, justo donde hoy se levanta el nuevo parque Qmandá. Allí se dedicaban a practicar una especie de salto largo con garrocha para cruzar al otro lado del río. Para impulsarse usaban unos troncos largos de eucalipto. La diversión consistía en el riesgo de que la hedionda ciénaga se tragara algún zapato. Patricio Cifuentes, ‘el Pato’ para sus amigos, era uno de esos guambras gimnastas espontáneos que bajaban desde el barrio de San Sebastián, en la orilla sur de la quebrada. Entonces tenía nueve años, ahora ha cumplido los 65 y es dirigente barrial, pintor y escritor aficionado. Ahora, parado en el mismo sitio exacto donde empezaba el juego, Patricio levanta el brazo para señalar hacia la Loma Grande. Hasta allá llegaba aventurándose a través de la quebrada, ignorando el trazado urbano que iba por la Maldonado hasta la Plaza de Santo Domingo y doblaba a la derecha para entrar en el corazón de la Loma Grande. En esa zona tradicional de la ciudad, en cambio, ha vivido siempre doña Lili, como conocen todos los vecinos a Liliana Aulestia, una quiteña de 70 años sorprendentemente bien llevados. Ella ha visto desde arriba la evolución de la quebrada. Nunca tuvo necesidad de cruzar el desfiladero. Quien sí lo cruzaba es Luis Alvarado, de 63 años. Cuando estudió en la escuela Reino de Quito, ubicada en San Sebastián, aprovechaba los 30 minutos que le daban de recreo para ir a jugar en las pequeñas piscinas naturales que se formaban cerca de los potreros. Luego la vida finalmente lo llevó a la otra orilla. Hace 40 años se trasladó a vivir en la Loma Grande. Estos vecinos muestran en sus vidas la separación no solo física sino también simbólica que instaló, por más de cuatro siglos, la garganta natural de Jerusalén entre los barrios de San Sebastián y la Loma Grande. El 25 de enero de 2014, por primera vez en su historia, se celebró un partido amistoso de indor fútbol para festejar la construcción de un puente que une a esas dos zonas tradicionales. La edificación es parte


El nuevo parque tiene un terreno de 35 000 m2, con 15 000 m2 de construcción. Tuvo una inversión de 11 millones de dólares.

del complejo arquitectónico del nuevo Parque Qmandá. Fue una oportunidad para honrar la memoria de la cancha improvisada sobre el botadero, en la que metieron sus primeros goles deportistas ilustres como Polo Carrera. *** La zona del Cumandá se denominó así en honor al famoso teatro homónimo, construido allí en 1939, y actualmente en desuso. Doña Olguita Pulig, como hace 50 años, sigue vendiendo periódicos cerca de las gradas que bajaban al exterminal. Ella recuerda, como vecinos antiguos, a los chóferes de la Cooperativa 17. Por ahí paraban también los carros pesados que iban y venían de Machachi, Latacunga y Riobamba. En los sesenta, el relleno sanitario alcanzaba el espacio donde ahora se levanta el nuevo Parque Qmandá. En la zona se había formado un vasto terreno vacío luego de las obras de relleno

que habían intercalado capas de basura y de tierra. Los choferes de los buses interprovinciales no perdieron tiempo y lo convirtieron pronto en un improvisado terminal, que llegaba hasta la calle Paredes. Don Luis Alvarado recuerda que los buses se estacionaban donde les daba Dios a entender, o sea donde podían. Cuando el sol quiteño mostraba su ferocidad, el campo baldío se convertía en un gran tierrero. Y si llovía, todo se volvía un lodazal insoportable. Todavía se encontraban restos de basura entre la tierra y por eso las ratas fueron las primeras inquilinas del improvisado terminal. De todas formas pronto proliferaron oficinas de las cooperativas de buses, negocios de comida, mecánicas, hoteles, baños públicos e incluso se instaló una pequeña estación de gasolina. El paisaje humano también se volvió más complejo y rico. Los antiguos recuerdan a personajes como el Patachín, que vendía papas y febrero de 2014 • 23


Qmandá: cultura y deporte para Quito

plátanos fritos con fritada; ‘el Negro’ Quiñonez, que aún es cuidador de carros cerca de La Ronda; ‘el Negro’ León, cargador de maletas y también boxeador en ese tiempo; y ‘los Mambos’, un grupo de 15 hermanos, que se ganaban los centavos bailando el ritmo popularizado por Dámaso Pérez Prado. Todos ellos se reunían en las gradas de la avenida Maldonado y protegían a los estudiantes amigos, como recuerda don Pato Cifuentes que hacían con él cuando regresaba del colegio nocturno. En 1978, ante el crecimiento de la población y de usuarios de buses interprovinciales, el Municipio decidió levantar el edificio que hasta 2009 funcionó como Terminal Terrestre de Cumandá. La construcción estuvo a cargo de la compañía israelí Solel Boneh International, por un monto de 335 24 • febrero de 2014

millones de sucres. Los trabajos concluyeron en 1986, durante la alcaldía de Gustavo Herdoíza, según registra Fernando Carrión en El proceso urbano del Ecuador. Hoy lo que el paisaje muestra es un edificio nuevo con amplias zonas verdes y un diseño de vanguardia. Sin duda se inaugura una nueva etapa de la historia de esta ciudad. Vendrán nuevas anécdotas y nuevas vivencias de los quiteños que empiezan a apropiarse de esta parte de la urbe y a darle nuevos sentidos. El Parque Qmandá es lo que el Quito de principios del siglo XXI se ha dado a sí mismo como devenir y consecuencia de todo lo que fue ese espacio. Los siguientes capítulos de la memoria están por escribirse y cada uno de nosotros es protagonista de esa nueva historia.

El nuevo Parque Urbano Qmandá ha sido creado pensando en la actividad cultural de la ciudad para acoger muestras de arte urbano, festivales de cine, presentaciones de artes escénicas, conciertos, etc. El sitio recupera lo que fue la Quebrada Santa Rosa e incorpora espacios verdes para los quiteños. En un terreno de 35 000 m2 se levantan 15 000 m2 de construcción, como resultado del reciclaje del edificio del antiguo Terminal Terrestre de Cumandá. La inversión fue de 11 millones de dólares. El espacio recreacional cuenta con plazas, miradores, un ágora para espectáculos, un muro de escalada, terrazas de áreas verdes, paseos peatonales, rampas y accesos para personas con discapacidades. Asimismo se han ubicado juegos, piletas, canchas deportivas, una parada de bus cubierta y un auditorio equipado para eventos. En los interiores del edificio se han adecuado siete piscinas de entrenamiento y acondicionamiento físico, gimnasio y sala de aeróbicos, cada una con un sistema de audio.


LA SAL, OTRA LEYENDA QUITEÑA

opinión

un adolescente en una foto del feisbuk. ¡Con estos guambras ke scribn a la d Dios manda, kualkiera sal d circulación! na entidad legendaria deambula por la Un tercer problema es que la sal quiteña ha sufrifranciscana ciudad de Quito a inicios do muchas mezclas y ha perdido sabor. Junto con la de diciembre. Nadie la ha visto, pero tomodernización y crecimiento de la ciudad, vino tamdos hablan de ella. Ni el lexicógrafo ni el bién la migración masiva a Quito. Levantemos un escritor ni el periodista alcanzan a definirla, pero le breve censo sobre la procedencia de amigos y allegadedican sesudos artículos durante las fiestas de fundos. Uno que otro quiteño de cepa. Los demás, chadación. Ningún quiteño de carne y hueso sabe qué gras, monos, extranjeros, pastusos (que también son mismo es, pero todos se ufanan de poseerla. Otra lechagras, pero de la República Independiente de Allá). yenda más de la ciudad. No asusta. No moraliza. No El nuevo habitante del Distrito Metropolitano no alecciona. Se dice que anda en boca de los viejos. Tieviene incorporado con el chip de la sal. El extranjero ne nombre de condimento. Registrada en el diccionade la Quito Tenis, el chagra de Cotocollao, el mono rio como gracia o sentido del humor, se la conoce con de Carcelén, el Pastuso de San Juan no aderezan nunel alias de sal quiteña. ca su hablar. Bueno, el pastuso sí, pero su condición La sal quiteña es una leyenda más de la ciudad, de foráneo le excluye. En suma, la conjunción de un igual de tradicional que la historia de Cantuña, el paconglomerado tan heterogéneo, multiétnico y multidre Almeida o la Dama Tapada. Como tal, posee tocultural, necesariamente ha socavado la cultura de la das las características de una leyenda. Constituye un ciudad. O para decirlo sin tanta monserga: Sin quiteelemento inmaterial de la cultura, lo mismo que los ños no hay sal quiteña. ritos, hábitos y costumbres. Es una forma estandariCuarto y último problema. La sal quiteña está zada de comportamiento colectivo, fijado y transmipor desaparecer debido a la casi extinción del chullitido de forma oral en un contexto histórico específico. ta quiteño. Nadie mejor que Jorge Icaza para retratar El lector sagaz dirá: “¡Supongamos que sí, que la sal este emblemático habitante de la ciudad. Un personaquiteña es una leyenda! ¿Qué hay de malo en eso?”. je tragicómico de mediados del siglo XX. Hombre de La lamentable respuesta es que, como todas las leyenabolengo y pedigrí, bisnieto de los terratenientes del das, la sal quiteña se ve afectada por un sinnúmero de pasado. Galante y calaveproblemas. De los grandes. ra. Tipo con un tesoro de En primer lugar, los quiteños desconocen la situa“¿Cómo emprender acciones para preservar la sal apellido pero sin un cención de la sal quiteña. Están conscientes de que la histavo en el bolsillo. Aquel quiteña si ni siquiera somos conscientes de que se toria del padre Almeida, por ejemplo, es una invención chulla Romero y Flores, colectiva. Saben también que las leyendas, en tiempos halla en peligro de extinción? ¿Cómo cuidar al empobrecido por la nuedel feisbuk y el teve cable, son especies en peligro de abuelito si desconocemos que tenemos abuelito?” va sociedad del capital, extinción a las que se debe rescatar y preservar. Algo necesariamente tuvo que así como se cuida al abuelito enfermo que en cualquier buscarse una forma de subsistir y lograr la aceptación social. Esa formomento cuelga el sombrero y se nos va para el otro mundo. No así ma fue el humor. La sal quiteña le proveyó amigos, amores y comida. con la sal quiteña. ¿Cómo emprender acciones para preservarla si ni Cuando un día no muy lejano perezca el último chulla quiteño, siquiera somos conscientes de que se halla en peligro de extinción? se llevará a la tumba la sal con la que sazonaba su vida. Desde lue¿Cómo cuidar al abuelito si desconocemos que tenemos abuelito? go que una generación no desaparece de inmediato. Quedan aún En segundo, lugar, la sal quiteña vive confinada al silencio desalgunos epígonos que se aferran por conservar la tradición. Carlos de hace muchos años. Dicen los cronistas que las leyendas capitaMichelena, el Pájaro Febres Cordero, el Indio Manuel, Santiago Nalinas se volvieron obsoletas con la modernización de la ciudad, en ranjo, Lucio Gutiérrez. Nombres más, nombres menos. Algunos nala década de los setenta. La Dama Tapada, la legión macabra que cieron para el humor y matan de la risa; otros no, y matan de las iras. persigue al padre Almeida, los diablillos de Cantuña, huyeron de Sin importar la efectividad o no de estos humoristas, siempre las calles y zaguanes espantados con la luz eléctrica. A la sal quivienen bien las fiestas de diciembre. Salen a hacer de las suyas las teña le ocurrió lo mismo. Optó por una retirada silenciosa ante la leyendas y la sal quiteña, envasada en su presentación de mayor conjerga y modismos de las nuevas generaciones. “Caracho, qué linsumo: los cachos. Habitante de Quito, ama la cultura de tu ciudad. da la guambra”, soltaba un piropo un coetáneo de Don Evaristo Mándate de vez en cuando un buen cachito. Tan, tan. al ver pasar a una muchacha. “Del fructas, papelito la man”, likea

Escribe Mario Conde.

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En primera persona Nací en Ambato en 1971. Tengo una esposa, tres hijos, cinco amigos y mil trescientos veintitrés libros; y a todos los quiero por igual. Me encanta subir montañas, visitar pueblos olvidados y pescar en ríos o lagunas que estén lo más apartados de la ciudad. También, como una herencia de mi cultura indígena, suelo hablarles a las cosas, a las plantas y a los perros que se me cruzan en la calle. He publicado libros para niños y adolescentes como Amor es un no sé qué, El hombre pelo y otros cuentos, No me llevo con vos porque estás con tos, entre otros.

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Los antiguos cristianos usaban máscaras durante las noches del carnaval para encontrarse consigo mismos, para ver las zonas secretas de sus almas. Las máscaras velaban -al mismo tiempo que mostraban- las áreas profundas de su intimidad. Para este mes, como inicio de una nueva etapa editorial, ofrecemos cuatro relatos de no ficción sobre sendas formas recónditas del deseo de los quiteños. febrero de 2014 • 27


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Una tropa de hombres y mujeres trabaja en los ocultos hoteles destinados al deseo furtivo. Su rutina los enfrenta cada día con las huellas del deseo de los demás. ¿Cómo es el día a día detrás de las habitaciones de los moteles quiteños? Acá le contamos un par de historias. Escribe Pablo Tatés Anangonó Fotos de César Morejón febrero de 2014 • 29


El parqueadero de las habitaciones es lo primero que se ve en un motel. En el Tantra cada una tiene un tema diferente.

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na de las almohadas quedó a filo de la cama, dando la impresión de estar extenuada por el intenso placer que un par de manos le ha transmitido al estrujarla. Las sábanas y su tibieza, a punto de deslizarse fuera del colchón, son vestigios perfumados de lo que allí acaba de ocurrir. El desmembrado resto del sobre de un preservativo, en el piso de la habitación 15, yace bajo la cama como la ceniza que queda luego del fuego. Cuando las brasas amainan, pocos instantes luego de que ha salido la pareja, Gloria entra, armada de guantes y desinfectantes. Tiene seis minutos para borrar las huellas de la pasión ajena. Uno a uno debe retirar los vestigios, mientras procura no pensar en las circunstancias amatorias y gimnásticas que se fueron quedando sobre el colchón, el piso, las almohadas, los veladores… No ha pasado ni un minuto desde que la última pareja ha pagado la cuenta y ha bajado al garaje de la habitación, a esperar que el guardia reciba una orden para abrir la puerta lanfor. Nadie conoce su identidad. En eso consiste el espíritu de este negocio. Su razón de ser. Da lo mismo si eran una pareja de servidores públicos que buscaban escapar de la rutina deshumanizante, o un futbolista aburrido, o una famosa de televisión. Gloria revisa si hay consumos que el cliente no ha registrado en la cuenta o si las consabidas acrobacias del salto del tigre o el trampolín del piojo han dejado algún destrozo.

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Algo bastante improbable pues las camas aguantan lo que sea. Su base es de cemento. Pero entre todos los empleados de limpieza del Tantra Love Hotels, en el norte de la ciudad, Silvia es la dura, reconoce Mauricio López, administrador de uno de los dos establecimientos. Ella ha desarrollado un instinto infalible para detectar los detalles de lo que acaba de pasar, no en el sentido sexual, sino en el de las consumisiones. Ella va directo hacia el pequeño bar de la habitación. Si no se ha tocado nada, deben estar exactamente 21 productos. Los cuenta rápido. Se asegura de que no estén rotas las tapas de agua, colas y bebidas energizantes, pues no ha faltado el sediento de amor, que luego apagar sus instintos bebe el agua embotellada y luego llena el envase plástico con agua del grifo para ahorrase algún dólar. Las fundas de papas y otros esnacs también deben ser cuidadosamente revisadas. Parece mentira, pero ha habido quienes se comen el contenido y rellenan la funda con papeles periódico. Alguna vez también alguien quiso llevarse las sábanas o las almohadas (cuyo grosor y textura es particular del establecimiento). Pero Silvia, quien lleva tres años en este trabajo diario, es experta en detectar estos sutiles hurtos. Si todo está en orden, Silvia comunica por radio que todo está bien, la puerta lanfor se abre, el auto sale y ella dispone del resto del tiempo para limpiar la habitación. Frente a la cama, en la que pueden caber perfectamente


hasta cinco personas, está el baño con un vidrio panorámico que permite ver y desear a la pareja mientras se ducha. Silvia también debe revisar que el cristal no tenga fisuras, pues la ducha está diseñada para llamar al deseo y al desenfreno. Pero el vidrio bien puede pagar las consecuencias de la pasión desbordada. Cambiar sábanas debe ser uno de los negocios más rentables de Quito. El Tantra cambia de sábanas 180 veces por día en sus 34 habitaciones. Dispone de más de 300 juegos de sábanas y 700 de toallas. Tanta demanda se debe, por supuesto, a que la población de la ciudad creció, pero también a que la cultura de los quiteños también ha evolucionado y se ha transformado. Mauricio sostiene, con los números y las sábanas en la mano, que los habitantes de la ciudad ahora son más libres de inhibiciones. Del mismo modo, los establecimientos han dejado de ser un sitio subrepticio solo para el amor furtivo. Ahora ahí también se organizan aniversarios de bodas y hasta se han realizado pedidas de mano, jura el administrador. Por dentro, un motel se parece a un conjunto habitacional. Eso sí, sin triciclos ni pelotas abandonadas en los patios. Los empleados usan unas luces tipo aeropuerto que van dando pista para tomar el lugar desde el que despegará el amor corporal. Adentro, la habitación tiene todos los elementos que invitan a la imaginación. Aparatos de video, sonido, la barra de pol dance, sillas especiales… Cada establecimiento diversifica y refina esos servicios. El sillón del

Tantra, una especie de resbaladera chica forrada con cuero negro, tiene un manual de uso y está registrada en el Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual. En el bar también se dispone elementos más específicamente amatorios como productos naturales que propician la fuerza y la duración del acoplamiento. Por eso, o por la práctica o por la emoción, al pasillo que atraviesa las habitaciones por atrás, Silvia y Gloria lo llaman “el pasillo de la escuela”. Allí los amantes practican las vocales: “¡ah, ah, ah!”, “¡oh, oh, oh!”. En pocos y tristes casos también se ha repasado la uhh. En ese ambiente interno, de intensa actividad, las camareras circulan con escobas, baldes, toallas, sábanas, desinfectantes, paños, guantes, platillos, bebidas y preservativos. A ese sitio de movimiento, un poco menos intenso que el que de las habitaciones, las empleadas lo han bautizado como “el pasillo de la selva” debido a efusiones de animal entusiasmo como: “¡Dale mi león!”, “¡Vamos mi tigre!”, “¡Arre mi caballo!”, y algunas especies de aves insólitas, vistosas o endémicas, cuyas virtudes sexuales son un reto para la imaginación. Mauricio estudió Hotelería y Turismo y no imaginó que su carrera le permitiría desarrollar uno de estos servicios. Sin embargo, la ciudad ha diversificado tanto sus costumbres cuanto su apertura hacia este negocio, que ha sido posible darle un nuevo concepto al clásico motel. Desde luego, como en todo, a veces ha habido dificultades, como

Cada habitación está bien surtida con vino, comida y varios artefactos sexuales. También se puede ordenar comida a la recepción.

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la ocasión en que cinco universitarios se escondieron y lograron entrar en una sola habitación. El zafarrancho fue de tal magnitud que ocasionaron destrozos y, a pesar de que las habitaciones están diseñadas para que nadie escuche lo que pasa en los otros cuartos, las parejas vecinas no podían concentrarse en lo suyo. Gloria lleva tres meses en el trabajo de la limpieza. Es madre de tres hijos y nunca ha estado en un motel con su esposo. Por eso, al principio, los gemidos de las parejas la ponían nerviosa. “Es que escuchar de gente ajena es raro”, dice. Pero a todo se acostumbra uno. A tal punto que ahora sí se animaría a ir a un motel con su esposo. A ella le ha tocado atender pedidos de los clientes que no saben cómo funciona el jacuzzi, el control remoto, el sillón… A veces los amantes no han considerado práctico volver a vestirse solo para solucionar estos pequeños problemas y la han recibido desnudos, observándola sin ningún pudor. Los clientes pueden ocupar las habitaciones por 12 horas, pero alguna vez se dio el caso de una pareja que se quedó durante tres días y canceló una cuenta que superó los 500 dólares. A veces se dan situaciones curiosas con las cajas instaladas en las puertas, que están diseñadas para pa-

gar cuentas y recibir algún pedido del bar o la cocina del motel, sin que las mucamas puedan ver el rostro del cliente. La camarera abre la compuerta y a veces se ha topado con unas partes pudendas que agradecen por la cerveza o el sánduche. Así es el ritmo de un motel, al otro lado del placer de los quiteños. Otros sitios de paso Uno de los administradores de los hoteles que funcionan entre la Universidad Central y el Colegio Mejía, dice que ellos no funcionan como motel. Quienes quieran ocupar una habitación necesariamente deben registrarse y por lo general no se renta “para el momento”. Pero al menos siete de diez hoteles de este sector admitieron que sí prestan la habitación solo por un par de horas a las parejas urgidas. Los empleados de los establecimientos se negaron a conversar. “No quiero tener problemas con el dueño, el otro día ya vinieron de la prensa y él les dijo que no. Si digo algo, se va a enojar conmigo”, dice una dependienta. Otro ni si quiera se molestó en pronunciar palabra, sencillamente extendió su mano como si fuera un policía dirigiendo el tráfico, en señal de “vaya nomás”.

Los empleados del motel transitan todo el día por las instalaciones internas.

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Arriba: las habitaciones se reconocen por su número. Las que están ocupadas tienen colgada una factura. Abajo: las sabanas de las habitaciones se cambian 180 veces por día.

En uno de estos lugares, el timbre suena como una alarma para evacuar, su sonido permite a los empleados del hotel saber quién entra y quién sale. Las gradas de madera, al igual que los resortes de las camas metálicas, resultan más que chismosas. Las primeras crujen y las segundas emiten un quejido agudo cuando soportan el peso de un cuerpo. A la habitación no le falta el baño, un foco ahorrador permite apreciar las formas curiosas que la humedad ha

formado en las paredes, como una pintura surrealista. Sobre el tanque del inodoro hay una lavacara. Una cortina de plástico, de esas que ofrecen los almacenes chinos, protege la oxidada ducha. Y para que nadie moleste en ese momento de intimidad acá hay la opción de colocarle seguro a la chapa, pasar el picaporte de la puerta y como, para enfatizar la intimidad, colocar la aldaba. La habitación está decorada con la desgastada fotografía de un ave en Galápagos y un perchero tras el televisor con un par de armadores de plástico. El piso de madera, de uno de los cuartos de hotel del sector del Consejo Provincial luce limpio. En la habitación número 8, los amantes tienen dos horas para ocupar la una o las dos camas. Hasta entrar en calor pueden encender el antiguo televisor de 14 pulgadas, que descansa sobre una mesa enorme que bien podría servir para el comedor. En temas amatorios no hay que dejar a la imaginación fuera del cuarto, así que, quién sabe, habrá quienes sí le puedan sacar provecho a esa robusta mesa de madera. Todo es cuestión de mover el televisor a un lado y ejercer la fantasía. febrero de 2014 • 33


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No es un secreto aunque lo parezca. Las pequeñas salas de cine para adultos han acompañado por varias décadas la vida cotidiana de varias calles de Quito. Acá nos cuentan dos casos paradigmáticos. Escribe y fotografía Jonatás Spencer febrero de 2014 • 37


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e acuerdo con aquella libreta de apuntes, las películas de acción y el porno eran las que más se alquilaban en el Quito de los ochenta, década en la que Rosendo se quedó sin empleo y se lanzó a sobrevivir con un negocio de préstamo de casets para Betamax. La sala de cine porno, que hasta el sol de hoy día mantiene en el Centro Histórico, nació por pedido de los clientes que, con algo de frustración, le devolvían las películas sin haber podido disfrutarlas del todo. Es que el Betamax era la estrella de la casa, debía mantenerse al alcance y la vista de todos. Con el porno, como plan de entretenimiento, había que esperar a que la abuelita o el naño menor se ausentaran de la casa o se quedaran dormidos. Pronto desapareció el Beta y el VHS tuvo éxito. Pero su vida fue corta. Rosendo entendió que su negocio languidecía pues no se podía alquilar discos para devedé. Así que acogió la idea de sus clientes y colocó un anuncio en el diario: “Proyección, películas para adultos. Pantalla grande”. El estreno de la pequeña sala, que funciona frente a su cocina y baño, fue inolvidable. Ese 23 de diciembre de 2000 había fútbol. Ecuador enfrentaba a Argentina en un partido por las eliminatorias y esas piernas masculinas le indicaron que aquella era oportunidad que buscaba. Así que colocó en la calle el seductor letrero de “Pantalla grande: Ecuador vs. Argentina” y en el interior de su vivienda otro que anunciaba porno luego del fútbol. Pero en realidad no había tal pantalla gigante, solo un televisor de 14 pulgadas común y corriente, sobre cuya pantalla Rosendo colocó una suerte de lupa, de las que por entonces vendían los mercachifles, y que en algo amplificaba la imagen. El resultado: dos perso38 • febrero de 2014

nas llegaron para ver el fútbol, pero se fueron al término del primer tiempo pues la imagen era borrosa. Luego llegaron otros cuatro tipos que se quedaron a ver una película para adultos cuyo título Rosendo no recuerda ahora con precisión. Los que preferían el deporte no se marcharon sin antes saber que las funciones de porno serían habituales. Pronto el negocio creció lo suficiente como para ponerse una meta: tener un promedio de 17 clientes diarios en un año. A los 11 meses de correr la voz entre vecinos, amigos y conocidos, la sala empezó a tener llenos y esto obligó a que Rosendo alquilara el cuarto de al lado. El arriendo subió a 180 dólares, pero el negocio demandaba la inversión. “Se proyecta películas” dice ahora en la entrada de una joyería afuera de la calle Guayaquil. Hasta ahí no hay sospechas. Quizá los vendedores del local del enfrente apostarán a que uno que otro cliente no va por una cadena ni un anillo, sino que seguirá hasta el fondo del estrecho local y seguirá la flecha verde que guía hacia la inusual sala de proyecciones de Rosendo. Tras una puerta de madera -a la que se le ha clavado un elástico grueso para que funcione como en vaivén- hay unas gradas de cemento en caracol, luego un letrero grande que ofrece una buena cantidad de servicios de filmaciones y traslado de formatos analógicos a digitales. En el pasillo de entrada hay un franelógrafo, de esos que se usan en los colegios para exhibir los destacados trabajos de Cívica, que confirma que se ha llegado finalmente al sitio de las proyecciones. Hay que cruzar una tercera puerta, dejarse delatar por esos timbres chismosos que anuncian escandalosamente la llegada del cliente. En el último vestíbulo Marcos recibe a la gente, un tipo moreno, de baja estatura y entrado en años.


En la ventana que da a la calle destacan unos geranios rojos que han aprendido a respirar el esmog de los cientos de carros que alternan la calzada con el Trole. Marcos ofrece películas de todo género, por si acaso a alguien le cueste ir directo al grano. Las paredes están forradas con títulos de comedia y acción, solo un pequeño estante de madera contiene muy discretamente títulos como: Bragas abajo, Mujeres eróticas, Parodia de Saw 3, El hotel de las duras, entre otras. También hay una ínfima sección de porno gay, una donación desinteresada de un cliente de tendencias múltiples y heterodoxas.

En el Sur, una pequeña sala con sillones de cuero recibe a los clientes que, a cambio de dos dólares, acceden a otra habitación con 15 sillas de plástico y un LCD.

Desde ahí, si la puerta que da al sur está entreabierta, se puede ver parte de la habitación de Rosendo, en la que destaca un radio antiguo. Una vez claramente establecido cuál es el tipo de servicio que busca el cliente, Marcos lo llevará a la sala de cine, es decir al espacio que está frente a la cocina y al baño. La doble puerta de madera se abre hacia afuera y tras una cortina café hay 12 butacas que antes eran del cine Metro, iguales a las que ahora siguen recibiendo a los creyentes de la iglesia que funciona actualmente ahí. La pantalla plana de 40 pulgadas aparece como sostenida en el aire, en esa nada oscura febrero de 2014 • 39


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que se logró tapando las ventanas con cartulinas negras. En algún momento esta sala le ganó en clientela al mismísimo cine Hollywood. La estrategia fue sencilla, mientras la gran sala abría desde las 14:00, Rosendo lo hacía desde las 10:30. Los clientes se adaptaron bien al horario matutino. No faltaron los peculiares cinéfilos que solicitaron que se ampliara el abanico de servicios con licor y trabajadoras sexuales. Pero Rosendo se negó. Su límite estuvo claro desde el principio. El exhibe películas y punto. En algún momento prefirió poner una pequeña cafetería, pero las papas fritas y los hotdogs terminaron caducándose ante la urgencia de tabacos, colas y caramelos de menta. Los clientes tienen una edad que promedia entre los 40 y 50 años. Rosendo reconoce que sí hay adictos a sus pelí42 • febrero de 2014

culas a los cuales no les interesa el argumento. Ellos exigen ser penetrados de forma directa por imágenes potentes. El sexo anal predomina en la programación gracias al éxito que impuso el Hollywood desde los ochenta cuando proyectó el clásico italiano Viudas en calor. La cola para ver la cinta se prolongaba por tres cuadras y las entradas se revendían. Algunos versados en la historia del género en Quito dicen que era la primera vez que se veía una doble penetración en la pantalla grande. Y, como la nostalgia es el segundo deporte nacional después del alcohol, los clientes solicitan continuamente si no la misma cinta, alguna que se le parezca. Rosendo no fue el primero en proyectar porno en espacios chicos. Haciendo memoria, él evoca a un policía


retirado que mostraba cintas en un establecimiento cercano al exterminal terrestre de Cumandá. Luego apareció una sala instalada en un local diagonal al convento de la calle Flores, en el mismo Centro. Los habitúes de la sala tenían que ingresar por la puerta lateral de una peluquería. En esta estadística espontánea Rosendo vendría a ser el tercero en mantener una sala subrepticia de cine porno. Y, claro, no es el único. Hace pocos meses participó en una reunión con otros proyectores de sala. La idea era crear la primera Asociación de proyectores porno de Quito. En la reunión él registró la existencia de 11 espacios similares al suyo. La tecnología ha permitido que el porno sea más visto pero en espacios más personales. Del promedio de 20 clientes que Rosendo tenía cuando empezó el negocio, ahora solo le que-

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El lugar cuenta con dos mesas de billar alumbradas con lámparas cenitales, por si alguien quiere variar de entretenimiento.

on la ayuda del Facebook. Así se encuentra otra de las salas de proyecciones de la ciudad. Hay que ir a un popular barrio del Sur y usar el timbre negro de una casa de tres pisos, tal como dicen las instrucciones publicadas en la cuenta de face del lugar. A la voz del intercomunicador hay que darle a entender que ya se sabe lo que pasa ahí dentro. Entonces el portero automático se acciona y se franquea el paso. Los ocupantes del departamento que está al frente del bar, donde funciona la sala de proyección, pasan con la expresión de haber tenido un mal día. La puerta de madera del lugar de diversión se abre y la música se escapa como el gato que sale ansioso porque está en celo. La sala de proyección lleva funcionando un mes. Mauricio, el encargado del lugar, dice que el negocio nació por idea de unos amigos suyos. Y unos dólares más por el servicio no le vienen mal a nadie. Las tenues luces de las lámparas acompañan a quien quiera ocupar una de las dos mesas de billar. También hay un espacio para ver los programas de televisión de la tarde, desde una pequeña sala con sillones de cuero. La barra es

dan 10 por día, en el horario de 11:00 a 20:00. Aunque la tecnología también ha tenido efectos positivos. En su época había que ir a la Bahía de Guayaquil para conseguir el material reciente. Ahora todo es más fácil. No solo el cine la da a don Rosendo para cubrir los 250 dólares que ahora debe pagar por el arriendo del lugar donde vive y proyecta. Este ibarreño, que llegó a Quito para hacer estudios en la Politécnica, está por terminar la carrera de Ciencias Políticas y su trabajo no le ha impedido profesar su religión. Hasta ha cargado la cruz en la Procesión de Viernes Santo, consciente de que lo suyo es tan solo un negocio de cine para adultos. No se hace lío con su conviviente ni con su hija y en este feriado de carnaval, como en todos los otros, habrá proyecciones pues él, como el deseo de sus clientes, casi nunca descansa.

tan sobria, como desnuda. Ahí se paga los dos dólares que dan derecho a ir al otro extremo, a una habitación amplia con 15 sillas de plástico y dos hombres desnudos, besándose y acariciándose en la pantalla LCD. El negocio empezó como un billar, luego bar y a esto se sumó la sala de proyección, que ofrece funciones desde las 16:00 hasta las 19:00. El pequeño cine se conecta a otra habitación en la que hay que dejar pasar unos instantes para habituar el ojo a la oscuridad. Entonces rápidamente se descubre un espacio en el cual los rituales adquieren un peso centrado en el tocar, ver, oler, sentir y sentirse. Lo etéreo queda sutilmente excluido. Hay cuatro títulos de películas para el promedio de tres clientes diarios. La mayoría de hombres prefiere quedarse a conversar en la barra y ver los chismes de la farándula en el televisor del bar. En la oscuridad del pequeño cine porno, dos personas susurran y comentan durante toda la función, a ratos parece no interesarles mucho la cinta, pero en otros es evidente su admiración por la acción que reproduce la pantalla. febrero de 2014 • 43


dossier

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Al menos cinco locales de striptease masculino abren sus puertas entre los miércoles y los sábados. Entramos en dos y esto fue lo que encontramos. Escribe Ana Catán. Fotos de César Morejón

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l jueves de noche, la Mariscal es un mal remedo del infierno de Dante. Los habitantes de este improvisado inframundo quieren agotar las reservas de cerveza y adrenalina en una sola sesión. Pero yo he decidido mantenerme sobria para recordar con lujo de detalles esta, mi primera vez. Hoy conoceré por dentro un show de striptease masculino. Y como en mis anteriores primeras veces, antes de empezar estoy hecha en un ramillete de nervios. El guardia del bar me mira de pies a cabeza para verificar si mi vestimenta está a la altura del establecimiento. Le indico mi cédula, vuelve a pasarme por el escáner de su mirada, ahora de arriba hacia abajo. Entonces me abre la puerta de vidrio. Luego de pasar a una sala interior, me encuentro con dos tubos, una tarima de tres metros y 120 minutos para disfrutar de la especialidad de la noche: full monty. El público está compuesto por unas 50 personas, entre hombres y mujeres, de entre 30 y 40 años, en ropa apretada, en una escena que se parece peligrosamente a un cuadro de Luigi Stornaiolo. Los colores estridentes, la temperatura sofocante y el olor de la ropa mojada de sudor son una bienvenida violenta para los recién llegados. Sobre la barra bailan unas 14 personas, las mujeres con el maquillaje ligeramente corrido, detrás del cual asoman unas arrugas incipientes, y los hombres tratan de trepar inútilmente a los dos tubos que están al final de la barra. Me acerco a Miriam y Erika, dos treintañeras que trabajan como ejecutivas de ventas de una conocida teléfonica. Ambas viven en El Coca y están de paso por “asuntos de negocios”, como dicen. Las dos acompañan a Liliana, la hija de su jefa, una sonriente estudiante de primer semestre de la Udla, quien fue la de la idea de venir. Me ubico estratégicamente al lado del grupo y lanzo miradas disimuladas para que alguien me invite a bailar. Como no pasa nada, 46 • febrero de 2014

me armo de valor para invitar a bailar a algún descuidado parroquiano (diciéndome “al cabo que por aquí ni vuelvo”). Pero en ese momento Liliana me toma del brazo y me pregunta cuánto falta para el show. 32 minutos, le contesto con una especie de vértigo. Tal vez sea mejor esperar. La espera no es tan larga como imaginé. La voz impostada y vulgar del DJ finalmente anuncia “¡Lo que todos esperábamos!”. Desde una esquina de la sala emergen Barbie y Max Steel, dos cuerpos perfectos vestidos de vaquera sexi y bombero con soga al hombro. Al día siguiente podría contarle a mi hijo que Max Steel existe. Aunque describirlo como un señor que se quita la ropa frente a un grupo de mujeres histéricas tal vez le decepcionaría. Mejor no le dije nada. Los strippers usan gafas que les cubren la mitad de la cara. La otra mitad la ocupan sus sonrisas brillantes. Miriam se emociona de pronto, me toma del brazo y me obliga a tocar el enorme bíceps de Max Steel que ahora baila entre el público. Contra todo pronóstico, el cuerpo de Max está tibio y huele a limpio. En la primera fila luchan los celulares y las tablets de las chicas. Varias manos me jalan hacia afuera de la barra. Entiendo que esto es una lucha y no negociaré mi primera fila. Max se levanta la ropa en actitud sugerente. Muestra los abdominales moldeados mientras sigue el ritmo de la música electrónica. Poco después, sobre la barra, Max ya semidesnudo baila con la cumpleañera de la noche. Ella le acaricia el torso mientras sonríe entre asustada y divertida. La provocación dura menos de tres minutos, al cabo de los cuales Max la despide con un ligero beso en la frente, de hermanos. Luego invita a subir a la siguiente afortunada, una mujer bajita y rellena, de cabello corto que se ríe nerviosamente. La sienta en una silla y se arranca frente a ella el pantalón de camuflaje rojo. La gordita abre la boca como si fuera a gritar, pero no lo hace. Max se pone más atrevido y la pone de rodillas


como disponiéndola a una improvisada y pública fellatio, mientras lleva sus manos hacia la mínima tanga roja que le cubre su profesional turgencia. A esta también la despide con besito en la frente y añade una palmadita amistosa en la espalda. Inmediatamente busca entre el público a la tercera favorecida de la noche que -¡juventud divino tesoro!- resulta ser Liliana. El bombero semidesnudo abraza desde atrás a la adolescente y acerca sus labios a los de ella. Luego la recuesta sobre el suelo de la tarima para colocarse a gatas sobre ella en lo que parece un prolegómeno gimnástico de la archiconocida posición del 69. Ella se ríe quedito y se tapa los ojos, como cuando los niños pequeños quieren esconderse de la realidad.

Pero la realidad sigue ahí, frente a ella, envuelta en una tanguita roja, que sube y baja frente a sus grandes ojos cafés, en potente movimiento pélvico, a punto de rozarla. Durante 15 segundos Liliana segrega toda la adrenalina que ha venido a buscar en este rincón subrepticio de la zona. Finalmente Max Steel, este quiteño de 38 años que ejerce el oficio desde hace 10, pone la cereza del pastel. Toma a Liliana por la cintura con un solo brazo, se le acerca al oído y le dice que salte. Ella obedece y él la acomoda sobre su cintura en una simulación de acrobacia coital. Finalmente, a ella también la despide con el consabido beso en la frente. El show doble dura 20 minutos. Al final los strippers corren hacia los vestidores. Yo corro

Iván cuida que su traje esté perfecto para su presentación nocturna. Esta noche le toco el turno al mariachi.

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detrás de una entrevista. A los desnudistas quiteños no les gusta la prensa. Las puertas del camerino están cerradas. Un empleado de la discoteca me mira con desconfianza. Cuando le pido una tarjeta de contacto de los bailarines, me dice que se le acabaron. Pero se apiada y ofrece llevar mi celular para registrar el número de Max. Finalmente regresa con los nueve dígitos en la pantalla y el nombre de Iván. Contenta, regreso a la barra. Liliana tiene el rostro encarnado y sudoroso, tiene una sonrisa vagamente pícara. Su exaltación se ha convertido ahora en una suave satisfacción, como un beatífico rayo de sol luego de una tormenta sensorial. Según la teoría clásica de los géneros, los hombres desean con la vista y las mujeres con el oído. ¿Y en este caso? La joven Liliana parece haber vuelto de una parte secreta de sí misma. Ha dejado de ser la niña bien preocupada por el maquillaje. Ahora brilla bajo una luz distinta. *** Es mediodía en Quito. Estoy en la esquina de la Vaca de Castro y la Machala, en el American Tiger Gym. Iván, el stripper de la noche pasada, es uno de los tres copropietarios del negocio. Mientras hablamos llega la hora de su batido. Me dice que le acompañe a la cocina. Lo veo mezclar el agua, el suplemento vitamínico y un plátano. Su oficio como desnudista comenzó como una derivación más o menos natural de su afición por el fisicoculturismo y el baile. Cuando empezó, dice, no eran muchos los que se arriesgaban a trabajar en esto. El único mes de clientela baja es diciembre porque las fiestas que priman son las familiares. Las desventajas del oficio provienen mismo lugar del que vienen las ventajas: las copas que toman las clientas. A veces le han rasguñado, otras le han agredido y, pocas, también le han dejado totalmente desnudo. Su rutina comienza siempre a las cinco de la mañana. Luego de desayunar y tomar su batido va al gimnasio. Su especialidad como instructor es el trabajo con pesas. Lleva una vida saludable y retirada. Sus farras, asegura, consisten en ver una película con amigos, o darse el grasoso lujo de una pizza. Ha tenido problemas por celos. Por su oficio no ha podido tener relaciones estables, pero ahora tiene una relación con una febrero de 2014 • 49


stripper a quien inició en el oficio. Para la noche me invita a ver el espectáculo en un bar del norte. En la Shyris y Gaspar de Villarroel, a medianoche, el frío muerde los huesos. Iván llega vestido con una chaqueta blanca de jean y zapatos negros de suela. En el camerino me cuenta que tiene más de 10 trajes especializados como los de marinero, policía, bombero, vaquero y mariachi. Hoy es el turno del mariachi. El show tendrá imitaciones de Alejandro Fernández (Iván) y Antonio Banderas (Krist). El cambio de ropa dura menos de 10 minutos. En Quito existen al menos cinco bares que ofrecen full monty ocasionalmente, de miércoles a sábado. Tres de ellos se encuentran en la Mariscal. Este tipo de shows existen en Quito desde hace cerca de 15 años, afirma Iván. Los espectáculos privados cuestan entre 70 y 200 dólares y duran entre 45 y 50 minutos. A mi lado, Cristina, estudiante de Odontología, a quien acabo de conocer, grita con euforia. Se coge el cabello constantemente y golpea la tarima. La adrenalina colectiva es un efluvio que nos envuelve a todos. La futura odontóloga me sugiere a los gritos que ¡suba, suba! Incluso trata de jalarme con un gesto que pretende ser amigable pero solo es ebrio. Le pregunto por qué le gusta. “¡Cómo no te emocionas con esto pues!”, responde. Al terminar el show las chicas parecen salir de un ataque de alferecía, más relajadas y distendidas, -como Liliana hace 50 • febrero de 2014

un par de noches en ese bar de la zona y se dedican a bailar la salsa de moda. En el camerino, Iván se prepara para salir a su tercera función. Es una excepción. Normalmente tiene una o dos por noche. La mañana del siguiente día, en el American Tiger Gym, siento los primeros estragos de un chuchaqui seco. Me sorprende que Iván haya comenzado su rutina, como todos los sábados, a las ocho de la mañana. Ha dormido cinco horas. El cansancio se compensa con una siesta vespertina. Casi todos los fines de semana tiene compromisos profesionales en la noche. Su idea es dedicarse a esto solo un par de años más. No cree que pueda sostener el ritmo por mucho tiempo. En la recepción, la administradora del gimnasio y madre de Iván prefiere no hablar sobre el oficio nocturno de su hijo. En cambio me da un recorrido excesivamente minucioso para mi precario estado mental, a través de las fotos, los trofeos y las medallas colgadas en la pared. Iván acaba de ganar el certamen de Míster Quito 2013 (un concurso de físico culturismo organizado por Federación Ecuatoriana de Fisicoculturismo y Potencia, Feficulp), ha sido campeón de fisicoculturismo y modelo de anuncios comerciales. “Es un hijo excepcional me llena de orgullo, es muy tierno cariñoso. Aún vive conmigo. Desde que falleció mi marido, mis hijos me convirtieron en la mimada de la casa”.


dossier. coda

A medio camino entre la historia y la literatura, las leyendas elaboran metáforas de las zonas ocultas de nuestro ser colectivo, domestican sus demonios, trazan puentes sobre sus abismos. Por eso las seguimos contando con el mismo asombro y el mismo tono de secreto que hace 300 años. Para cerrar nuestro dossier dedicado al deseo ofrecemos una reconstrucción libre de esa tragedia shakespereana que acaeció tiempo ha, aquí nomás, al frente de San Agustín. Escribe Edwin Alcarás

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l deseo es una de las formas más sutiles de la desesperación. Solo un cuerpo que tiembla en lo oscuro, con el alma afiebrada por la fantasía sensual, es capaz de comprender la esencia angustiante del ser humano, ese juego de sombras entre la vida y la muerte que nos trabaja por dentro. Aquel temblor –aquel temor- del cuerpo que anhela el ayuntamiento carnal es el sustrato hirviente de la mayoría de casos que los diarios de crónica roja subtitulan como crimen pasional. Tras el deseo palpita dolorosamente la vida. Y también la muerte. El deseo es el vértice que conecta lo mejor y lo peor de la gente y las claves de su funcionamiento siguen siendo un misterio. Debe ser por eso que los tabloides populares, como estridentes vitrinas del corazón humano, saben juntar en la misma oferta temática los asesinatos más escabrosos con mujeres semidesnudas. Desde luego que la combinación entre horror y deseo es tan antigua como la humanidad. Todos los pueblos, en todas las épocas, encuentran modos para concentrar en forma de relato el temor y el temblor que su gente experimenta frente a ese monstruo de infinitas cabezas que llamamos ganas. A mediados del siglo XVII quiteño se puede encontrar un relato que resume ejemplarmente los complejos vínculos entre la desesperación física y el temblor asesino. Sus protagonistas son una adolescente de 15 años y un perdonavidas de 23, cuya tragedia se conoce hasta hoy como la leyenda del Cucurucho de San Agustín. Era finales de 1654 o inicios de 1655. La época, como se sabe, destinaba a las mujeres muy rápido al matrimonio o al ostracismo. De modo que, a los 15 años, una adolescente tranquilamente podía tener sexo procreativo, siempre que mediara la bendición del cura, desde luego. Entre las incipientes damas que empezaron a poblar las fantasías febriles de los quiteños de entonces había una muy famosa por el rotundo tono de su piel y la elegancia angustiante de sus formas. Se llamaba Magdalena de Moncada y Peñaflor y era hija de un madrileño con ínfulas de linaje, asentado hacía poco en esta lluviosa zona de los Andes. En su conoci52 • febrero de 2014

do Al margen de la historia, Cristóbal de Gangotena y Jijón -abuelito de todos y cada uno de los actuales memoriosos quitensis- dice en 1923 que la tal Magdalena era “una de esas trigueñas que quitan el resuello y van derramando sal por donde pasan”. En la casa de los Moncada vivía en calidad de mayordomo un chapetón vivaracho y arruinado de nombre Jerónimo Esparza, cuyo hijo, Pedro, había puesto los ojos –como la mitad más uno de los quiteños en edad de reproducirse- en Magdalena. Con la particularidad de que ella también puso los ojos en él. Una particularidad tan extraordinaria como desdichada, como se verá. De modo que el mayordomo y la doncella establecieron un idilio platónico e impenitente que se alimentaba, entre conversaciones furtivas y salidas a misa, por los ideales galantes de la España barroca y por la perentoria máxima de que lo imposible estimula el deseo. Obviamente esos amores tan precariamente mantenidos tenían por fuerza que llegar pronto a conocimiento del padre, regente del patrimonio de la casa y del honor sexual de su hija. Entre las variadas taras sociales de su tiempo y de su clase social, estaba la idea de que su descendiente jamás podría yacer en la misma cama con un individuo de extracción inferior. En consecuencia, la primera reacción de don Lorenzo fue echar a la calle al mayordomo y a su priápico vástago. La prohibición no logró más que aumentar las ganas. La quinceañera y su anhelante novio se topaban –y a veces se tocaban, las manos- entre las sombras de las iglesias, durante la misa diaria, único evento de la realidad a la que Magdalena tenía autorización de asistir. Alfredo Fuentes Roldán, en su recopilación Quito: tradiciones, dibuja una alfombra negra debajo de las rodillas de la bella y una esclava adolescente a sus espaldas para guardar las inflamadas palabras de amor que Esparza le lanzaba desde atrás de una de las pilastras del templo. Sin fortuna ni esperanza, asediado por su vehemencia, el joven criollo, concibe el único plan que le podría caber a un temperamento fantasioso: volverse rico de pronto poniendo en riesgo su propia vida. Eso, que hoy suena a tráfico de


drogas o de órganos, en la época era perfectamente verosímil. De hecho, en una conversación casual, Esparza escucha sobre la expedición que don Martín de la Riva y Arguello está preparando para la selva. Se inscribe en el acto y en poco tiempo se lo ve borrarse descendiendo por Guápulo en dirección a lo desconocido. Magdalena, como pasa con estos personajes, calla, llora y espera. El azar quiere que no espere mucho. La expedición resulta un fracaso. La mayoría de los aventureros mueren o se extravían perturbados por el calor y los mosquitos. Las conversiones de capilla del siglo XVII es a la época lo que los programas de farándula son a esta: un envenenamiento colectivo sostenido la mayoría del tiempo en supuestos infundados. Por este canal se cola la noticia de que Pedro de Esparza, el soñador anhelante, había perecido en las aguas cenagosas de la jungla. A Magdalena, dicen, se le abrió una llaga en el alma. En cambio la noticia le cayó de perlas a su padre, quien ordenó el matrimonio (no fuera cosa de que Magdalena cumpliera 16 y se le empezara a ir el tren) con un caballero que acababa de llegar de Madrid, sin fortuna pero con ambición, llamado Mateo de León. Magdalena se resigna y acepta que si el destino le quitaba el amor, al menos le ofrecía el matrimonio. Cristóbal Gangotena consigna que la ceremonia se fija para el 27 de marzo de 1655. Pero entonces sucede lo insólito. Esparza, desde el inframundo, escribe una esquela para prevenir a Magdalena del más horrible de sus errores. Gangotena, quien además de memorioso tiene dotes de fabulador, transcribe la breve misiva que, según él, habría dicho: Señora y muy dueña mía: sé que mañana os casáis con un guapo mozo que os vale. Me creíais muerto y aún vivo para adoraros. ¿Consentiréis en que os vea esta noche en vuestra reja? Os beso los pies. Pedro de Esparza Pero ella, en lugar de dejar besarse los pies, responde: Mañana, como sabéis, me caso. No me pertenezco ya, D. Pedro. Vos mismo lo habéis querido así, ya que me habíais dejado creeros muerto. Mi honor me prohíbe hablaros. Olvidadme. Adiós. Magdalena.

La boda siguió según lo planeado. Hasta que llegó el sábado nupcial. Era costumbre, entre las familias coloniales acomodadas, que el día de su boda la novia repartiera limosna con su propia mano a todos los pobres que se presentaran en su casa. La dádiva era proporcional a la imagen que se quería dar a los vecinos. De modo que Magdalena se pasó todo el día repartiendo monedas entre ciegos, huérfanos, tullidos y cucuruchos (unos individuos que pagaban alguna vergüenza pública llevando un traje talar y la capucha, ancestros de los que hasta hoy asisten a la Procesión de Semana Santa). La luz de ese último sábado se ahogaba detrás de Cruz Loma cuando llegó el postrero mendigo en busca de su limosna. Magdalena, ya vestida, dejó de arreglarse el cabello para atender ese llamado final. Algo en la contextura que cubría el hábito, algo en la voz de ese último cucurucho, le atravesó el alma. Cuando alargó la mano recién pudo ver la cara del despechado aventurero. Pero sus ojos no eran los mismos. Pedro de Esparza en realidad nunca había salido del infierno, de ese vasto abismo de su deseo imposible. Verla de novia terminó de confirmar su determinación. Esparza tomó la mano núbil y la jaló hacia sí. Desenterró de entre sus hábitos un pequeño puñal que clavó violentamente en el pecho que tocaba así, por primera y última vez. Aquí las versiones difieren. Unas dicen que Esparza huyó y finalmente fue atrapado frente a uno de los muros de San Agustín. Y allí lo vieron los vecinos con el traje ensangrentado y el puñal todavía en la mano. Otras dicen que el desdichado Pedro hizo escándalo, vociferando su despecho como un carnero, que prefería verla muerta que en brazos de otro, como en una película gore clase b mexicana o como un episodio de Archivos del destino. Que luego huyo al pie de uno de los muros del convento. Que por un instante el criminal dudó. Los criados de Moncada le habían dado alcance. Que, entonces, Esparza tomó la única decisión que le quedaba, es decir clavarse el mismo el puñal que aún conservaba, tibia, la sangre de Magdalena. En cualquiera de las versiones Esparza nunca pudo salir de las tinieblas de su propio deseo. Entonces la pantalla se funde en negro y empiezan a salir los créditos. febrero de 2014 • 53


la crรณnica del mes

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Cuando se escribe bien, el periodismo es literatura.

No literatura de urgencia, ni literatura para gente apurada. Literatura a secas. Pero con una adrenalina distinta, con otro sabor, porque las historias son estrictamente reales y los personajes están ahí, al alcance de la mano. En este espacio, cada mes, publicaremos una historia en texto y en fotos que nos recuerde, con los instrumentos de la ficción, que la realidad quiteña es profundamente artística.

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Escribe Juan Manuel Granja. Fotos de César Morejón

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os niños en un auto y por asomarse a una de sus ventanas, se empujan, se insultan, JODEN (así, con mayúsculas). La razón de la emoción devenida en malcriadez es que el auto ya se acerca al Play Land Park. Aunque para algunos se trate de un parque de diversiones venido a menos, es sin duda el más famoso del Ecuador. En eso no hay misterio: por años fue el único que contó con esos juegos mecánicos que semejan enormes animales domesticados por la técnica. Aunque no se trate del más moderno, ni del más deslumbrante (¡un celular actual puede contar con más juegos que el Play Land Park!), todavía es el parque más querido. Sus fierros giran cerca del corazón, aunque revuelvan el estómago. Antes de llegar, los niños se asoman a ver las luces de los juegos instalados al pie de una tribuna deportiva, junto al estadio de la Liga, sobre un canchón de tierra en el norte de Quito. La tarde promete vueltas, algodón de azúcar y más vueltas sobre carruseles y carritos de colores. Y los grandes que los llevan, empiezan a recordar cuando no eran tan grandes y cuando se permitían ser malcriados. Se acuerdan de las primeras veces que los llevaron al célebre parque itinerante, cuando ir al Play Land Park era sacarle punta al vértigo y rayar sacudones en todo el cuerpo. Pero la memoria suele ser traicionera. En los huesos se empieza a refugiar el recelo natural a la altura y la velocidad. “¿Y si

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solo por esta vez algo fallara y todo se viniera abajo?” Es la pregunta que nos hacemos en secreto mientras volamos sobre cualquiera de estos vertiginosos juegos en cualquier parte del mundo. Hay que esperar para entrar y ver. Los rumores siempre preceden al Play Land Park. Sin haberlo visitado, ya todos saben que esta vez no hay montaña rusa. Han traído otras atracciones como, por ejemplo, el Super Shot, una torre de 30 metros para soltarse en caída libre; el Galeón, un gran barco pirata para balancearse de frente y luego caer de espaldas; o el gran plato que gira y se tambalea –el celebérrimo Tagadá– especialista en golpear cientos de traseros contra los asientos. (A la entrada del juego nada menos que tres letreros prohíben el ingreso de embarazadas, de personas con problemas de columna y advierten sobre el ingreso de celulares, objetos de valor y cualquier cosa que pueda salir volando hacia la destrucción). Llegamos. Curiosamente –por no decir, sospechosamente– quienes se encargan de acomodar los vehículos al ingreso (a pocos metros del letrero, y a la vez puerta de entrada, con sus recordados focos multicolores que se prenden para deletrear: “Play Land Park”) ofrecen una promoción. Se acercan a la ventana, uno me mira a través de sus gafas, el otro se aproxima más y usa voz baja. Los boletos para los juegos más demandados, cuyo precio es de dos dólares, ellos los venden a uno y medio: “aquí se ahorra y compra más barato”, dice el

Los visitantes del parque miran uno de los juegos que causa más temor y asombro.


guardia convertido en vendedor secreto (o no tanto). No es menos curioso que sean estas mismas personas quienes pretendan responsabilizarse por los autos parqueados. Pero seguimos. Entramos y ahí está de nuevo. Una vez más, como un déjà vu: el Play Land Park se alza de entre sus vagones rodantes –como cada año desde hace más de 40– y exhibe su pinta de ruidoso arco iris industrial. No estaba muerto, andaba de gira por el país, vivito y coleando; cobrando un par de dólares por hacerte sentir miedo dos minutos y luego obligarte a una sonrisa que no se sabe si obedece al fin de la angustia o a la mismísima alegría. Un gitano de acero que lee un único futuro en las miradas, sus dos rutas hacia la evasión: diversión y riesgo. Se acerca el fin de año y con sus dientes de luz y sus garras de metal, el

parque parece anunciar (es inevitable imaginar la voz de un payaso a la entrada de un circo): “¡Señoras y señores, niños y niñas, aquí está de nuevo: el único, el inconfundible PLAY LAND PARK!” Aún se vende vértigo por las ventanillas de sus casetas, todavía ofrece sus manzanas acarameladas a quienes lo creían extinto o lo juzgaban cosa de anteayer. Lo que sucede es que a su llegada ya no hace el ruido que hacía antes, ya no es el único parque de diversiones al que puede entrar un ecuatoriano sin salir del Ecuador. Pero este parque aún resuena, en más de un sentido. Por ejemplo, todavía sigue traqueteando, sobre todo el juego llamado Zipper. Esa metálica oda al mareo: canastas hechas de malla que giran en su propio eje mientras febrero de 2014 • 59


Mario Galarza es el operador del Zipper, uno de los juegos más famosos del parque.

toda la estructura que los sostiene también da vueltas y más vueltas; la idea es la de un cierre gigante que va de arriba abajo y de abajo arriba, sin parar. El sonido de sus engranajes produce más miedo que su altura. Esta tarde, el Zipper forma parte del top 3 de los juegos favoritos junto al Super Shot y al Freak Out (una gran garra que, con movimientos pendulares cada vez más altos, produce lo que era de esperarse: gritos). *** Luis Jiménez, gerente del Play Land Park desde hace 32 años, asegura que todos estos juegos (comprados en Italia y Estados Unidos, dice) se renuevan sin falta cada cuatro años. Puede tratarse del mismo juego que vimos de niños, pues este parque cuenta con algunas máquinas ya clásicas, pero en sentido estricto no es el mismo: el gerente asegura que todas sus piezas y componentes son renovados (¿o mejor sería decir restaurados?). Como las ideas trascendentes de las que escribió Platón: existe una sola idea del Zipper, un solo Tagadá abstracto y único, pero se actualiza cada vez que se lo reconstruye. El molde y sus copias, un solo parque (algunos añadirían “Jurásico”, por sus años) y sus renacidas criaturas de metal. Jiménez vive al revés: su rutina, su día a día, es la diversión de los otros. Y él, en más de tres décadas (desde que acabó el colegio y empezó a romper boletos al pie de la 60 • febrero de 2014

montaña rusa), dice nunca haberse subido ni una sola vez a ninguno de los juegos mecánicos. En su escritorio, en un vagón que sirve de oficina dentro del gran letrero-entrada (que, en realidad, es una gran caja rodante) controla cada detalle concerniente al parque. Es el prosaico Mago de Oz detrás del brillo fantasioso que pretende envolverlo todo. Se ve que es un tipo organizado: varias carpetas de colores con papeles pulcramente guardados se acomodan alrededor de su escritorio que, a su vez, es una superficie lisa y limpia. Es ahí donde el orden administrativo se vuelve vértigo festivo. Contrapunto: mientras Luis me cuenta su vida –tiene una voz grave, un decir lacónico–, que también es la vida del Play Land Park, afuera se escuchan los gritos de las jóvenes, las risas de los niños, el sonido de los motores. A las cinco de la tarde el parque es una gran bestia de ruido que se despereza. Una sociedad familiar salvadoreña es la propietaria del parque. Años antes, cuenta Jiménez, el Play Land Park salía a otros países, a Panamá y Costa Rica, por ejemplo, luego volvía al Ecuador. “Ahora pasamos todo el año recorriendo el país. Ya es un parque nacionalizado”. Ambato, Machala, Riobamba, Cuenca, Quito, Guayaquil, Portoviejo y Manta son las plazas más visitadas. Esta vez, en diciembre pasado, han estado un mes y medio en la capital (“nos ha ido mal, está flojo... la gente en la Navidad se dedica a hacer compras,


Arriba: Fairu Drouet, es nuevo en el Play Land Park y es uno de los operadores de los Carros Chocones. Abajo: Mauricio Calderón, en el interior de un furgón, que durante gran parte del año le sirve como vivienda.

preparativos o viaja por fin de año, la temporada buena es en agosto”). Pero Luis ya no piensa en el éxito que tuvieron en la ciudad precedente, Cuenca, pues no llovió y la gente respondió muy bien. En cambio habla de su edad y de su familia: “Ahora yo viajo con mi señora, los hijos ya están grandes. Antes andaba solo, pero como ya estamos de edad madura para arriba...”. Jiménez mira su reloj, tiene cosas que hacer –como, por ejemplo decidir qué ciudad será la próxima–, pero se de-

tiene y se toma un momento para recordar. Para él, definitivamente, los mejores años del parque fueron a inicios de los noventa, cuando se instalaba detrás del CCNU (antes de eso, su sitio era el parque La Carolina). En esa época tenía más juegos. Hoy cuentan con 19, de los cuales nueve son para niños. Estas máquinas rodantes son transportadas por ocho cabezales que se encargan de mover el parque de ciudad en ciudad (lo más difícil de desarmar es la pista de los carros chocones. Toma ocho horas). Además, cuentan con febrero de 2014 • 61


furgones, esos que pueden verse estacionados alrededor de los juegos. Ahí viven algunos de los trabajadores del parque: “A veces se reúnen entre algunos de ellos y alquilan algún cuarto en la ciudad”. Más que los giros y acelerones de sus máquinas, los movimientos que mejor definen el “Playlan”, como todos lo llaman, son: llegar, armar, trabajar, desarmar, irse. Además, si hay algo que el parque sabe muy bien es despedirse. El gerente, guayaquileño de carácter pragmático, cuenta cómo a veces han tenido que partir y esa partida se ha vuelto particularmente triste pues alguno de los empleados ha debido decir adiós a algún amor iniciado entre luces, fierros y huevitos chilenos. Luis también tiene buen humor, a fin de cuentas maneja un parque de diversiones: “Por otro lado, hay empleados que son casados pero acá son solteros”. 62 • febrero de 2014

*** No todos los amores son tan efímeros como una colisión de carros chocones. Narcisa Carpio, de 46 años, prepara hotdogs y salchipapas desde hace 32 años para los asistentes del Play Land Park. En esa primera etapa estaba cerca de dar a luz a su primogénito, meses más tarde conocería a su futuro esposo. “Él era maquinista, yo llegué a trabajar antes que él, pero ya era viuda. Él trabajó poco tiempo en el parque, unos cuatro años, se salió y se metió a la Policía”. La señora está agradecida con el parque, aquí crió a sus hijos, aquí conoció el amor y aquí piensa seguir recorriendo el país y seguir trabajando. “Me encanta mi trabajo, empezamos como a las tres de la tarde y acabamos a las 11 o más”. ¿Qué dice la mirada de esta mujer mientras examina los juegos? ¿Qué recuerdos dan vueltas en su interior con más fuerza emocional que cualquier rueda moscovita?

Mientras desarman y empacan los juegos mecánicos, un grupo de operadores juegan y bromean.


Al igual que el gerente, Narcisa, en 32 años de hacer del parque de diversiones más célebre del país su hogar, nunca se ha subido a ninguno de los juegos. Tampoco dice haber visto un solo accidente. Lo mismo atestigua Edwin Joseph León Palacio, operador de juegos nacido en Machala hace poco más de 20 años. Responde alegremente, le gusta su trabajo. Esta tarde le ha tocado encargarse de los carruseles para los niños pequeños y del jueguito de las tacitas giratorias. Igual que Narcisa, cuando se le pregunta sobre accidentes o malos ratos, reacciona de una forma un tanto defensiva. Con excesiva resolución dice: “No, no. Nunca ha pasado nada, esa ambulancia que pasó, viene de vez en cuando, pero es parte de los cuidados que tenemos”. Está claro que, como el resto, debe proteger su trabajo. Y lo hace adoptando una seriedad que contrasta con la peluca rosada que le cubre la cabeza en honor del fin de año. No es el único, falta un día para el fin del año y todos los operadores, o casi todos, llevan pelucas, crestas y sonrisas. El ánimo está alterado. Gritos de chicas, como en un concierto de los Beatles; parejas que se toman de la mano mientras caen en el abismo de un juego, grupos de amigos que se toman fotos al pie del Super Shot (al bajar, una joven dice: “Estoy temblando, es como si te fueras a matar, ¡Qué hijue!”); o chicos que aprovechan el grito y el susto

para abrazarse a sus amigas; olor a pinchos, canguil y chifles, amplificadores que lanzan bachatas y baladas románticas; memorias de cuando el parque iba a La Carolina y la montaña rusa era lo más emocionante (lo dice Ángel, de 42 años, que hoy viene con sus dos hijos); 25 personas haciendo fila para entrar al Freak Out junto a basureros con cabeza de payaso; baños limpiados con mangueras; gente que viene, acompaña a otros pero no se hace los juegos (“Ya vine el otro día, me hice el Zipper y pasé mareada desde las ocho hasta la medianoche... No vomitas porque la garganta te raspa de tanto gritar”). Y así por todo el país, por cada plaza lista para el vértigo y los recuerdos. El Play Land Park se despide hasta la próxima temporada. Seguramente, habrá un día en que se despedirá por última vez, como todo. Mientras tanto, seguirá girando y fabricando gritos. El parque de diversiones más famoso del país, ese arco iris industrial, ese déjà vu de fierro de fantasía y manzanas acarameladas, nos entrega un boleto que quiere llevarnos al pasado pero que nos hace entender que es imposible, que solo existe el aquí y el ahora. Ni siquiera el Zipper de hoy es el mismo Zipper de ayer, aunque ambos hayan sonado y traqueteado desde siempre.

En el frio del sur de Quito, en Solanda, la señora de los chicles trabaja mientras funciona el parque

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poesis

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Escribe Andrea Rodríguez. Fotos de César Morejón

El octogenario artista, uno de los referentes de la plástica nacional contemporánea, presenta una muestra antológica con 100 de sus piezas en el Centro Cultural Metropolitano. Una provocación artística para remover la confianza ingenua en la realidad.

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Usted y yo vivimos encerrados en un mundo de tres dimensiones. Alto, ancho, profundidad. Antes, ahora, después… Nuestro mundo limitado de esta manera se parece al territorio parodiado por el profesor y teólogo inglés Edwin Abbot a fines del siglo XIX. Su libro Flatland, a romance of many dimensions (País llano, una novela de muchas dimensiones) es famoso hasta hoy por la ironía que hace sobre las barreras del entendimiento humano y por volver comprensible, entre los estudiantes de Matemáticas y de Física, el concepto de las múltiples dimensiones de la materia. En la novela, flatland es una superficie llana sobre la que seres de diversas formas geométricas (círculos, cuadrados y triángulos) se deslizan tranquilos y satisfechos en sus dos dimensiones, sin imaginar siquiera que pudiera existir algo diferente. Sin embargo, una súbita aparición de un extraño objeto cambia de pronto la vida del cuadrado. Por no tener nada con qué compararlo, el paralelogramo lo asocia con una criatura de otro planeta. El cuerpo insólito es tridimensional, es decir incomprensible. Luego se descubre que es una esfera simple. Pero la revelación significa una alteración radical del sistema de creencias de flatland, de modo que el cuadrado es tildado de peligroso y condenado al ostracismo. La parábola de Abbot se puede aplicar perfectamente a los quiteños del siglo XXI. ¿No lo cree? Hagamos la prueba: ¿Cree que puede haber una cuarta dimensión? ¿Y una quinta? ¿Y más? Si no lo consigue entonces debe visitar la muestra antológica Espacio y Tiempo de Estuardo Maldonado, uno de los artistas plásticos vivos más importantes del país, que está abierta desde el 20 de febrero hasta el 30 68 • febrero de 2014

de marzo en el Centro Cultural Metropolitano de Quito. Desde el arte, es decir desde la intuición, el talento y el trabajo, el maestro Maldonado ha vuelto visible lo que parecería inexistente. Si Quito fuera flatland las 100 piezas de la muestra serían un verdadero atrevimiento. Sobre todo, sorprende la compleja estructura de los hipercubos y las hiperesferas. Los primeros son como esos cubos de rompecabezas de colores, pero más grandes. Si miramos detenidamente en su interior, podemos encontrar muchos más cubos, tantos que es difícil entender cómo pueden caber todos en una sola figura que no pierde su forma. Del mismo modo las hiperesferas son como globos enormes, casi transparentes, que contienen infinidad de otras esferas, como anillos concéntricos. Esta estilización geométrica ha estado en las preocupaciones creativas del maestro desde la década de los cincuenta. Poco después decidió experimentar con los conceptos cubistas, fragmentando la percepción de un objeto y juntándolo luego en una suma distinta que ocupaba el mismo espacio. Durante los setenta y ochen-


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ta se interesó profundamente en los fenómenos de percepción óptica. La intuición de las dimensiones, para Maldonado, no está en los libros de matemáticas sino en la misma naturaleza. “En ella está todo. Lo que vemos aquí no es el resultado de conocimientos avanzados de matemáticas y geometría. Esto es intuición”, dice el artista de 85 años, oriundo de Píntag. El dimensionalismo es, de hecho, un movimiento intelectual y artístico que busca superar la barrera de las tres dimensiones del espacio, a través de la búsqueda mental del hiperespacio y de la profundización de las propiedades topológicas de las figuras geométricas. El conocimiento del universo es uno de los motores del dimensionalismo, en realidad, su núcleo. Este movimiento se nutre de la imagen cambiante de un universo envolvente y perceptible. Lo que genera movimiento es la percepción de la posibilidad de extender la propia conciencia, de mirar, de ver con otros ojos y de escuchar con otros oídos, de tocar con otras manos. Cuando Maldonado conoció el movimiento lo sintió muy familiar porque la abstracción de la naturaleza siempre fue uno de sus intereses. “He buscado siempre una obra que esté en armonía con el palpitar del Cosmos”. Los puentes entre el arte y la ciencia La obra de Maldonado sorprendió a Edmundo Dueñas cuando este fue invitado, hace tres meses, por el Centro Cultural Metropolitano, a conocer la muestra y conversar con el artista. Fue un acontecimiento inusual para un investigador y profesor de ingeniería de la Escuela Politécnica Nacional, acostumbrado a tratar con números más que con intuiciones y emociones, los dos pilares del arte. El interés que Dueñas sintió fue tan profundo que terminó por realizar un ensayo, desde terreno de la geometría y la física, sobre su la obra, a la cual tituló Estuardo Maldonado: Espacio y Tiempo. Por la precisión de las figuras, el catedrático pensó que Maldonado trabajaba sobre una sólida base matemática, pero lo que encontró en realidad fue algo más misterioso: la intuición. El aporte de Dueñas fue crucial, porque, a través de su investigación, que explicaba los conceptos de hiperdimensiones, se ajustó el concepto

museográfico y el montaje de la obra para volverla más atractiva para el público. Para Edmundo Dueñas, la idea de que hay otras dimensiones en realidad es tan vieja como la ciencia occidental. En la Grecia antigua, hace 2500 años, Platón ya pensó que los cuerpos ideales (las ideas en estado puro que tanto éxito y tan buena prensa tuvieron hasta el siglo XIX) están compuestos por cuatro dimensiones y que lo que nosotros vemos son solo sus sombras, proyectadas en el espacio rústico y prosaico de las tres dimensiones. Hoy en día, muchos científicos creen que nuestro mundo no es tridimensional y que por fuerza debe existir otras formas de desplazarse. “Descubrir esas dimensiones ocultas cambiaría para siempre la forma en que vemos el Universo”, dice Dueñas emocionado. Para muchos científicos, en un mundo con más de tres dimensiones seríamos teóricamente capaces incluso de tomar atajos en una cuarta dimensión para llegar más rápido al trabajo. Precisamente esta “otra” manera de entender el universo la que ha buscado por décadas el gran artista Maldonado, cuya obra, inspirada en corrientes como el estructuralismo, el futurismo y el dimensionalismo, ha sido estudiada en varias universidades europeas. Durante años ha adiestrado su mirada y su alma para abstraerse del mundo cotidiano y tridimensional para imaginar uno diferente, que trascienda las percepciones empíricas comunes. Para construir su complejo mundo geométrico, el artista ha trabajado por décadas el óleo, el pastel, las acuarelas, el wash (un acondicionador anticorrosivo de superficies metálicas), las témperas, sobre soportes como la piedra, la madera y el yeso. En su casa, en la calle Guayaquil, entre la Ambato y la Loja, en el borde sur del Centro Histórico, con una vista extraordinaria de la ciudad, Maldonado crea sus objetos teórico-artísticos. Dice que el febrero de 2014 • 71


Portafolio Nació en 1930 en Píntag. En 1945 comenzó sus estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil. En 1956 obtuvo el premio Continental Guggenheim de las Américas y con él el derecho a concurrir al Premio Mundial que se otorga en París. En 2010, recibió el premio Eugenio Eugenio Espejo por su destacada trayectoria en actividades artísticas. Su obra ha sido presentada en Brasil, México, Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Checoslovaquia, España, Rumania, Francia, Mónaco, Venezuela, Suiza, República Dominicana, entre otros países.

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alma de un pintor está en sus manos. Las suyas están como nuevas, pese a sus más de ocho décadas de edad y del trabajo constante con disolventes y anticorrosivos. El artista ha dedicado mucho tiempo a dar color al acero inoxidable, sin utilizar pigmentos sobrepuestos. El éxito de este objetivo se llevó a cabo en 1972, cuando la empresa Internacional Níkel anunció que su centro de investigaciones había conseguido un procedimiento para colorear el acero inoxidable. La coloración se obtiene al sumergir la lámina de acero inoxidable en una solución líquida caliente de ácido crómico y ácido sulfúrico a una temperatura constante de 80 grados. Durante el tratamiento de la coloración se obtienen los colores: bronceo, azul, oro, rojo, púrpura y verde. Para la historiadora de arte y curadora independiente, Francesca Pietracci, quien escribió una reseña sobre la obra del pintor para esta muestra, los híper objetos de Maldonado “no son simples representaciones, sino organismos vivientes que mudan al cambiar de rayo de in-

cidencia de la mirada humana, de la fuente luminosa, del espacio físico en el cual están insertadas. Sus obras, de algún modo, se acercan al concepto de realidad virtual”. En sus inicios, en la década de los cuarenta, hacía escultura y pintura figurativa de temática criolla, aunque, comenta, su intención fue siempre dedicarse solamente a la escultura. Por esta razón, su primera exposición consistió en una muestra de 39 esculturas de barro, terracota y yeso en la que predominó la temática del realismo social, con figuras tituladas al estilo de La Siembra, La Planchadora, entre otras. En los años cincuenta, se interesó por el lenguaje geométrico tanto en la pintura como en la escultura. Su trabajo optó por la geometría para reflexionar sobre ese concepto tan huidizo y contradictorio que ya casi nadie llama belleza en el arte actual y que tiene que ver con trascender las dimensiones chatas y limitantes de la realidad. De ese modo, Maldonado abandonó hace mucho tiempo flatland. Y ahora está invitándonos a todos a hacerlo. ¿Usted se atreverá?


EL EXPLORADOR Y LA CIUDAD Escribe Rafael Barriga

D

En primera persona Vivo en Quito, Ecuador. Nací en 1971. Mi padre fue un comunicador radial, televisivo y político, de modo que desde niño estuve cerca de los medios. Sin embargo, he trabajado por 17 años en exhibición y distribución cinematográfica. Antes, estuve varios años en Edimburgo, Copenhagen y Pensilvania estudiando para eso. Fundé, junto a otros colegas y amigos, el Ochoymedio. He escrito también mucho sobre cine, en artículos para revistas y libros, y en un periódico mensual que edité para Ochoymedio. Me gusta mucho la historia política, y edité dos libros sobre este tema: Velasco, retrato de un monarca andino y El tiempo de Alfaro.

esde hace varios meses me encuentro realizando una investigación audiovisual –que culminará con un documental para televisión que será visto en los dieciséis países de la red DocTV Latinoamérica– sobre el explorador sueco Rolf Blomberg. La tarea, vasta y compleja, me ha revelado a este hombre que vivió en el siglo veinte, de una manera tridimensional y completa. Blomberg tuvo como objeto de su exploración varios lugares del mundo, pero su base estaba en el Ecuador. De los veinte libros y treinta filmes que publicó –todos en Suecia–, las dos terceras partes se refieren al Ecuador. Rolf Blomberg conoció el Ecuador y sus múltiples culturas de una forma en que pocos lo han hecho. Llegó al Ecuador en 1934, cuando solo tenía 22 años. Vino a recolectar objetos etnográficos de las Islas Galápagos y para estudiar la vida de una comunidad de escandinavos que se asentaron allí. Hasta su muerte, en 1996, Blomberg vino muchas veces, se casó dos veces con ecuatorianas –Emma Robinson y la artista Araceli Gilbert– y con esta última fijó como residencia, desde fines de la década de los sesenta, la ciudad de Quito. Exploró exhaustivamente los grupos indígenas de la Amazonía, los de los Andes, las comunidades de pesca de Manabí, la naturaleza de Galápagos; realizó varias expediciones a los Llanganates e incluso intentó tomar contacto pacífico con los Huaoranis, en esos tiempos llamados Aucas. Su pasión era retratar la naturaleza física y la naturaleza humana de los ecuatorianos. Quito fue el cuartel general de sus expediciones a la selva y al desierto, a la Costa y a la alta montaña. Su vida estaba dedicada a viajar y a filmar, fotografiar y escribir lo que veía. Su mirada y su personalidad eran las de una persona amigable y descomplicada. Era un ser cristalino, que creía en la protección de la naturaleza y en la preservación de las culturas originarias. Pensaba en ello cuando esos temas no estaban todavía en la discusión pública. Era un adelantado a su tiempo. Miró a los ecuatorianos como sus iguales y creó una obra literaria y cinematográfica en donde lo ancestral y lo moderno logran convivir.

opinión

Poco se conoce en el Ecuador a Rolf Blomberg, a pesar de la importancia de sus estudios y de sus imágenes. Esa fue una de las razones por las que decidí emprender el filme documental que estoy realizando y que se podrá ver este mismo año. Sus audiovisuales y sus libros no han sido difundidos en el Ecuador, salvo una corta selección de los filmes, que se pudieron ver hace más de 10 años en los EDOC, y dos de sus libros que han sido publicados en español, por editoriales quiteñas. Además, existen dos libros contundentes, compilatorios de su obra fotográfica, publicados hace relativamente poco tiempo por Marcela Blomberg, hija del explorador y que dirige el Archivo Blomberg, que ha preservado y catalogado su obra. Entre las cosas muy valiosas que encontré en el Archivo Blomberg está el filme de 1949 Quito, una ciudad de contrastes. Se trata de un documento crucial para poder entender la ciudad en la que vivimos a través de los tiempos. Como es típico en las películas de Blomberg, él mismo narra la historia que vemos. En este caso, el cineasta nos lleva a dar un paseo por una ciudad pequeña de solo doscientos mil habitantes, que va despertando –más con pereza que con entusiasmo– hacia algo que ahora se llama “progreso”. La ciudad –como la obra de Blomberg– convive entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo inmemorial y lo novedoso, entre lo ancestral y lo moderno. Una mirada más amplia de la ciudad, por parte del explorador, se puede encontrar en el libro Blomberg quiteño, publicado por el Archivo Blomberg junto a otras instituciones. Se trata de una compilación de fotografías tomadas a la ciudad y su gente en diversos momentos del siglo pasado. La disponibilidad de esas imágenes del pasado, la posibilidad de verlas, es un evento raro en este país. Aquí, los archivos son escasos. Los filmes del pasado han sido destruidos; los libros y las fotografías están perdidos. Nunca nadie le prestó demasiada importancia a eso de guardar las cosas para que otros, luego, puedan verla. Blomberg tuvo el acierto de guardar todo lo que hizo, y su hija la generosidad de ordenarla y ponerla a disposición del Ecuador. Es por eso que arqueología del futuro tendrá que contar necesariamente con la fuerza de esas imágenes, y tendrán, también que contar la historia del incansable viajero desprovisto de todo prejuicio que las capturó. febrero de 2014 • 73


anaquel TRADUCCIÓN

UN CLÁSICO CHINO CON SABOR ECUATORIANO

R

El Dao de Jing Lao Zi Renaud W. Neubauer y Santiago Gangotena. Editorial de la Universidad San Francisco de Quito. 217 páginas

enaud Neubauer y Santiago Gangotena, profesores de la Universidad San Francisco de Quito, acaban de publicar la primera traducción ecuatoriana (y la tercera a la lengua española) de una de las obras clásicas del pensamiento religioso chino, también conocido con el libro de las 5000 palabras. El texto está dividido en 81 capítulos. La palabra Dao significa “el camino” que une un lugar al otro. El vocablo propio jing significa originalmente “la trama de un tejido”. Este ultimo presenta cierto paralelismo con el termino sutra que significa hilo y se utiliza en la India para nombrar los tratados filosóficos. Dao de Jing es el nombre del libro comúnmente conocido con el nombre de Lao, pues en la antigua China los libros llevaban el nombre de su autor como parte de su título. El texto es uno de los más representativos de la Era de Oro China, más conocida como la era de las “Cien Escuelas y Numerosos Maestros”. Rebaud Neubauer, de 67 años, domina 11 lenguas, entre ellas el chino y el japonés. Nacido en Alemania, de madre francesa y padre alemán, dedicó gran parte de su vida al aprendizaje directo con eminentes maestros de la cultura oriental. Para ese estudio residió en Asia durante 10 años. En Ecuador se ha desempeñado como catedrático de autoconocimiento y de Lenguas y Filosofía del Asia en la Fundación San Francisco de Quito.

LITERATURA INFANTIL

INVESTIGACIÓN

POESÍA PARA EL ALMA DE LOS NIÑOS

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Ecos voces y sonidos Fabiola Carrera Alemán Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. 71 páginas

a publicación ofrece un recorrido por la armonía sonora de las palabras cotidianas de la cultura ecuatoriana. La poesía de Fabiola Carrera está llena de imágenes sonoras y onomatopeyas que están ensambladas pensando en la lectura como una experiencia teatral. Animales, paisajes y los primeros objetos nombrados por los niños, son tratados al texto de una forma lúdica y creativa. El texto puede ser una ayuda divertida para pronunciar las primeras sílabas y los fonemas más complicados. Esta es la publicación decimo octava de Carrera Alemán, quien trabajado en los géneros de la poesía, prosa infantil. Es miembro de la Sociedad Ecuatoriana de Escritores.

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NUEVOS ENFOQUES ACADÉMICOS DESDE COLOMBIA

S

Comunicación Organizacional Fernando Véliz Montero (coordinador). Ediciones del Ciespal. 313 páginas

erá que la comunicación organizacional tiene que ver con la Lingüística, la Antropología, la Sociología y el Marketing? Nueve especialistas de la Universidad de Manizales, en Colombia, responden a esta pregunta en sendos capítulos de la reciente publicación del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, Ciespal. Por lo general esta disciplina ha sido relacionada con un enfoque empresarial, pero esta complicación académica enfoca nuevas discusiones para generar nuevos sentidos y nuevas acciones. Este texto es el numero 67 de la colección Intiyan que busca enfrentar la demanda de literatura especializada en Comunicación Social y Periodismo. Una publicación novedosa para el ámbito académico de las ciencias sociales en el país.


NOVELA

ESTUDIO

LAS MONEDAS COMO FORMA DE CULTURA

UN DELICADO MISTERIO EN LONDRES

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El canto del Cuco Robert Galbraith. Editorial Espasa. 450 páginas

A

propósito de la celebración de los 35 años de la Declaratoria de Quito como Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad, el Instituto Metropolitano de Patrimonio de la ciudad, acaba de presentar el libro Numismática ecuatoriana. Evolución y coleccionismo de nuestra moneda, de Ramiro Reyes. Las monedas son consideradas como objetos culturales y patrimoniales que transmiten la historia y la identidad de los quiteños. A través del conocimiento del material, la forma y el diseño de cada moneda usada en Quito desde 1504, los lectores se acercan a la evolución y el desarrollo de la cultura numismática de la ciudad. La publicación recoge información de fuentes primarias, archivos y colecciones públicas. Para la interpretación histórica, Reyes ha trabajado de modo interdisciplinar con otros especialistas que han enfocado aspectos olvidados de la numismática nacional, como los modos alternos de coleccionismo que abarca monedas contramarcadas, variedades, errores, monedas oficiales de circulación no forzosa, exonumia (es decir objetos que no son propiamente monedas pero que tienen valor numismático e histórico) y piezas extranjeras alusivas al Ecuador.

e gusta la novela de detectives? Esta es una buena oferta para que se entretenga un buen rato. El canto del cuco fue presentada, en su versión en español, apenas en noviembre pasado y ha conseguido buenos comentarios de la crítica especializada. En realidad Robert Galbraith es un seudónimo de Joanne Kathleen Rowling, la archifamosa autora de la saga de Harry Potter. El relato comienza cuando una joven modelo con problemas emocionales cae desde su balcón en el barrio de Mayfair en la mitad de la noche. Su cuerpo yace en la calle nevada. Todo el mundo asume que ha sido un suicidio, excepto su hermano, que contrata los servicios del investigador privado Cormoran Strike para que se encargue del caso. Strike es un veterano de guerra, con secuelas físicas y psicológicas, cuya vida se parece mucho a un desastre. El encargo le da cierto respiro económico, pero cuanto más profundiza en el complejo mundo de la modelo, más oscuro parece todo y más se siente la inminencia de un gran peligro. La novela está impregnada de la atmósfera de Londres, desde las calles refinadas de Mayfair hasta los pubs ocultos del East End o el bullicio del Soho.

LITERATURA

LA NOSTALGÍA DE LA LITERATURA Los años perdidos Juan Pablo Castro Rodas. Editorial Alfaguara. 345 páginas

Numismática ecuatoriana Ramiro Reyes. Instituto Metropolitano de Patrimonio. 239 páginas

E

l escritor cuencano Juan Pablo Castro acaba de presentar en sociedad su cuarta y más reciente novela. Faustino Alcázar, el protagonista, ansía arduamente ese malentendido que llaman reconocimiento literario. Y, como desearlo es la manera más eficaz de evitarlo, se consuela dando clases de Literatura. Esta biografía del fracaso se matiza con los personajes de Margarito y La Portuguesa que personifican, en palabras del mismo autor, a un alter ego de Alcázar así como a su delirio. Faustino experimenta su tránsito vital en una especie de lento paroxismo que sugiere la secreta espera de su asesino. Mientras, vive atrapado en su presente infértil en Quito y sus clases de literatura en una universidad anodina. Padece penosamente la canícula de la mitad del mundo y se va acostumbrando a los suicidios provocados por el calor. Con el pasar de los años, Faustino empezará a revelar las secuelas de sus constantes evasiones.

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Foto: Víctor Hugo Sánchez

bitácora

H

oy, en Quito hay más de 1 000 familias que han podido tener casa propia y ya no pagan arriendo. La Empresa Pública Metropolitana de Hábitat y Vivienda, acaba de entregar un anticipo para la construcción de 1 300 viviendas en Victoria del Sur. Este proyecto se ubica junto al parque Lineal de la Ecuatoriana, atrás del Camal Metropolitano. El plan pretende entregar al año entre 1000 y 1300 viviendas a familias de medios o bajos recursos económicos. Pueden aplicar todos quienes residan en Quito y tengan la necesidad de una casa o departamento propio. Usted puede acercarse a la Empresa Pública de Hábitat y 76 • febrero de 2014

Vivienda en la calle Espejo Oe2-40 y Flores, en el Centro de Quito. Los requisitos para acceder a estas viviendas son: certificado de ingresos, copia del pago de un servicio básico, certificado bancario, precalificación de ingresos, papeleta de votación y cédula de identidad. Si usted requiere de una vivienda de interés social para sectores populares, necesitará, además de los anteriores requisitos, un certificado de bienes. Para más información puede llamar al 1800 456 789, servicio al cliente. El objetivo es llegar a 6 000 familias con proyectos habitacionales en Ciudad Bicentenario, Bellavista de Carretas, IESS El Ejido, Girón de Chillogallo, San Francisco de Huarcay, San Diego, San Sebastián, 24 de Mayo y La Tola. El 80% de viviendas cuestan 30 000 dólares. Quienes acceden a estas casas tienen un subsidio de hasta 5 000 dólares de parte del Estado. La mayoría de beneficiarios accede a través del crédito del BIES.


bitácora

Foto: César Morejón

L

a fundación estadounidense Rockefeller, llamada así por su mutimillonario fundador John Rockefeller, es una oenegé filantrópica y privada que lleva trabajando desde 1913, en iniciativas de alto impacto que cambien la vida de un gran número de personas. A fines del año pasado seleccionó una treintena de ciudades en todo el mundo para crear un proyecto llamado 100 Resilient Cities Centennial Challenge, o sea las 100 ciudades que mejor preparadas están para reaccionar frente a catástrofes y desastres naturales. Eso es lo que quiere decir el vocablo inglés resilient, que en español no existe. El caso es que los señores de la fundación gringa han decidido incluir a Quito en esa lista.

Judith Rodin, presidenta de la Fundación, dice en su página web que estas son “ciudades que han demostrado compromiso con la construcción de sus propias capacidades para prepararse, resistir y recuperarse de catástrofes”. La Fundación Rockefeller creó este proyecto como un medio para contribuir a la preparación frente a los desastres naturales en todo el mundo. Dicen que van a poner 100 millones de dólares para apoyar esta causa. En la práctica, esta selección abrirá el camino para que Quito trabaje de manera conjunta con otras ciudades importantes del mundo. Cada ciudad recibirá apoyo financiero y técnico de parte de la fundación gringa para desarrollar, implementar y potenciar planes para construir la prevención de catástrofes en sus territorios.

febrero de 2014 • 77


bitácora

E

l 20 de febrero se cumple un año de la inauguración del nuevo aeropuerto de Quito. Las 1 600 hectáreas de la obra significan una dimensión 10 veces más que la anterior y se ubica a 42 kilómetros de la zona urbana. El proyecto creció como una necesidad de la ciudad de un aeropuerto que contara con parámetros internacionales de seguridad. En total se invirtieron 630 millones de dólares. La pista del aeropuerto cuenta ahora con 4 100 metros de longitud y 45 de ancho. Hoy prestan servicio 17 aerolíneas, de las cuales cuatro son nacionales. En abril del 2013 se informó sobre las negociaciones para iniciar la ampliación de la terminal de pasajeros ya que la actual sobrepasó las expectativas con sus 5,5 millones de usuarios al año. En noviembre del mismo año se inauguró el Quito Airport Center, con más de 18 000 metros cuadrados en los que se concentran bancos, farmacias, un centro médico, un área comercial, un centro de negocios, oficinas y un patio de comidas. A inicios de este año se inauguró la Terminal de Aviación General desde donde se reciben y despachan vuelos corporativos, gubernamentales y privados. Y el 8 de enero se puso la primera piedra para la construcción del Hotel Gran Cóndor, de cinco estrellas y con una inversión de 17 millones de dólares. 78 • febrero de 2014

También se ha recibido una oferta formal para la construcción de un Teleférico Masivo, una oferta orientada a proveer un servicio alternativo de transporte masivo y seguro de personas, carga y correo a través de una góndola desmontable sobre cables, desde Tumbaco y Cumbayá hacia el Aeropuerto Mariscal Sucre. También se ha recibido una oferta formal para la construcción de un Teleférico Masivo, una oferta orientada a proveer un servicio alternativo de transporte masivo y seguro de personas, carga y correo a través de una góndola desmontable sobre cables. El trayecto comprendería dos fases: una desde el aeropuerto hasta Zámbiza y la segunda desde allí hasta la estación del Metro, en El Labrador.


Foto: Víctor Hugo Sánchez

bitácora

P

ara nadie es secreto, vea vecino, que la recolección de basura en el Centro es complicada y tiene debilidades como el irrespeto de los horarios de recolección, los perros callejeros y la estrechez de las calles y las aceras. Ahora, con la Contenerización Soterrada del Centro Histórico, 11 078 familias (o sea como unos 38 000 beneficiados en total) podrán depositar su basura las 24 horas, los 365 días del año. El plan es poner 60 islas con tres tachos plásticos en la superficie que tienen adosados tres contenedores subterráneos de 1 300 litros cada uno. Los contenedores estarán cerrados herméticamente bajo tierra y recibirán los residuos orgánicos y el material reciclable. Dos de los tres buzones de la superficie reciben desechos orgánicos y uno, inorgánicos. Los vecinos del Centro Histórico formaron parte

de un proceso de socialización sobre el uso de los nuevos contenedores. La operación de recolección de basura de estas islas se realiza todos los días en horario nocturno (20:00 y 03:00). Se recolectarán 900 toneladas mensuales de basura que se producen en esta área de intervención de 120 hectáreas. Camiones de recolección con sistema hidráulico, levantarán cada isla y el contenedor plástico que se encuentra bajo tierra será vaciado automáticamente por el camión. Es importante, verá vecino, que separe en su casa mismo los residuos orgánicos e inorgánicos. La limpieza de la isla soterrada se realizará una vez a la semana y el mantenimiento del sistema hidráulico, una vez al mes. De esta manera se evitará la presencia de malos olores y se mantendrá el sistema en óptimas condiciones. febrero de 2014 • 79


tiempo libre

Hasta el 28 de febrero

34 ARTISTAS POR EL ARTE IBEROAMERICANO Dónde: Salas Oswaldo Guayasamín y Eduardo Kingman de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Patria y Seis de diciembre. A qué hora: martes a sábado de 9:00 a 17:00. Cuánto: libre

La muestra colectiva Arte Iberoamericano Contemporáneo, intenta mostrar la propuesta actual de artistas jóvenes y consagrados de México, Perú, Chile, Bolivia, Panamá, Argentina, Colombia, Ecuador y España. Eduardo Mezquida, coordinador de la muestra, dice que la exposición itinerante agrupa a artistas que, por su vida, experiencia y dedicación, viven y transitan por las líneas de creación del arte actual en Iberoamérica.

2,9,16 y 23 de febrero.

VIAJANDO POR LOS MULTIVERSOS Dónde: Casa Teatro Babilon. Marcos Aguirre N47 204 y av. Brasil. A qué hora: 11:30. Cuánto: 5

Casa Teatro Babilón festeja su primer año de actividades con teatro libre e independiente y en 2014 trae programación para los más pequeños. Viajando por los Multiversos cuenta la historia de dos niños que viajan por su imaginación para encontrar el “invisibiliflú”, una sustancia mágica y divertida. La obra está inspirada en la poesía infantil de autores ecuatorianos como Manuel Agustín Aguirre, Edgar Allan García, Francisco Delgado Santos y Soledad Córdoba.

Hasta el 28 de febrero

Exposición Permanente

ACHACHAY, UN CUENTO DE AGUAS Dónde: Yaku Parque Museo del Agua. El Placer. A qué hora: 9:00 a 17:30 (último ingreso a las 16:30). Cuánto: 1 niños y tercera edad; 2, estudiantes y 3 adultos. Personas con capacidades especiales, ingreso gratuito

Una experiencia lúdica y de interacción en diversos niveles para niños menores de cinco años, que permite el desarrollo y fortalecimiento de destrezas, habilidades, hábitos y valores para la generación de relaciones armónicas con el medio ambiente. 80 • febrero de 2014

FRAGMENTOS Y CATARSIS DE OLÁG RACSO Dónde: Alianza Francesa, sala Gangotena-Michaux. Eloy Alfaro y Rusia. A qué hora: De lunes a viernes 09:00-19:00. Sábado de 09:00 a 12:00. Cuánto: Libre

La Alianza Francesa llega a sus bodas de oro, con 50 años de trabajo. Y para celebrarlo Galo Duque, más conocido como Olág Racso, expone Fragmentos y Catarsis, son imágenes reales y surreales de su universo interno. En su obra se aprecia valiosos estudios del cuerpo humano. Olág es pintor, escultor, grabador, ceramista, maestro académico de artes plásticas.


26 de febrero

VUELVE YAVIRAC AL CCM Dónde: Auditorio Hugo Alemán, Centro Cultural Metropolitano. García Moreno y Espejo. A qué hora: 19:00 Cuánto: libre

El Grupo Yavirac de música tradicional ecuatoriana ofrecerá uno de sus conciertos habituales en el Centro Cultural Metropolitano. Se hará un recorrido musical y emocional por los clásicos de la música nacional del siglo XX, con guitarras y requintos. Hasta el 16 de febrero

ITCHIMBICHOS SIGUE ABIERTO Dónde: Centro Cultural Itchimbía. Pabellón principal. A qué hora: de martes a domingo, de 10:00 a 17:00. Cuánto: libre

54 hectáreas del parque Itchimbía están siendo reforestadas poco a poco con flora nativa. Aquí los investigadores Juan Manuel Guevara y Valeria Granda pudieron fotografiar poco más de 180 especies. ¿Cuáles? Usted puede conocerlos en la exposición Itchimbichos, una muestra de fotografías, infografías y esculturas de esta peculiar fauna de Quito. La investigación duró un año y busca crear consciencia sobre la existencia de estos insectos y el medio ambiente en el que viven.

27 de febrero

1 de febrero hasta 2 de abril

CONCIERTO DE FERNANDO GUZMÁN

UN RECORRIDO DE LA OBRA DE EDUARDO VILLACÍS PÁSTOR

Dónde: Teatro Variedades Ernesto Albán. Manabí y Guayaquil. A qué hora: 19:30. Cuánto: 5

Fernando Guzmán es uno de los representantes actuales de la música pop nacional. Comenzó a componer desde los 17 años. Comunicador de profesión, empezó a cantar y tocar la guitarra cuando era niño. Este es el concierto promocional de su primer disco que contiene 12 sencillos entre ellos, Con amor.

Dónde: Centro de Arte Contemporáneo, Luis Dávila y Montevideo. A qué hora: De martes a domingo de 9:00 a 17:30. Cuánto: libre Antilógica es una exposición que se presenta por primera vez en el país. La exposición cuenta con aproximadamente 500 creaciones visuales y plásticas creadas desde inicios de los años 90 hasta hoy. Fue expuesta por primera vez en los Estados Unidos en 2003, 2004 y 2007. Villacís utiliza el humor para destacar las contradictorias justificaciones morales e interpretaciones de la conquista española. Con esto el artista logra que el espectador se acerque hacia problemáticas como la intolerancia religiosa y la destrucción étnica/cultural. Eduardo Villacís trabaja el dibujo, la pintura, el cómic, la ilustración y animación en 3D. En la actualidad es profesor en la Universidad San Francisco de Quito.

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A bocajarro

A

los 25 años la cantante quiteña Alexandra Cabanilla ya ha cumplido uno de sus sueños. La compañía del Cirque du Soleil, la más famosa del mundo, la ha admitido dentro de uno de sus elencos. En sus nueve años de carrera ha producido un álbum titulado Pasional que mezcla el pasillo con el jazz. También tiene otros proyectos de fusión como Electrocantina que mixtura la música electrónica con los boleros. Se formó musicalmente en la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil del Ecuador, el Conservatorio Nacional del Ecuador y el Instituto de Música Contemporánea, de la Universidad San Francisco de Quito. Actualmente reside en Guayaquil y trabaja en montaje del musical Enredos.

¿Qué artistas y canciones marcaron el sabor emocional de tu juventud? Me encantaba Whitney Houston. Vi El guardaespaldas y empecé a practicar en la ducha. Creo que ese fue un referente para saber hasta dónde podía crecer mi voz. También la dulzura de la voz de Joan Manuel Serrat, a quien escuchaba por influencia de mi papá. ¿Cómo te convenciste de que la música era lo tuyo? En el colegio, comencé a participar en grupos extracurriculares, el coro por ejemplo. Y me sentía muy bien. Hubo un intercolegial que se llamaba Música Voces y Talento. Yo gané ese concurso. Desde pequeña estuve en academias de música pero no en un escenario. Eso me dio mucha cancha para creer y saber que esto era para mí. Mi mamá estuvo muy cerca de mí en ese transcurso, viajaba conmigo, me maquillaba, me cuidaba. Ella fue mi manager de la infancia. En tu trabajo la fusión entre el jazz, el blues y el pasillo parece algo muy natural. Pero a otros no les ha salido tan así. ¿Algún secreto? Siento que la música o va muy a las raíces o se va mucho a las fusiones. El pasillo llego a mí cuando el Fonsal me invitó a participar en un proyecto de salvamento en el Centro Histórico. Antes, La Ronda estaba muy abandonada y yo fui a cantar pasillos, a hacer shows, conciertos, para invitar a la gente a visitar 82 • febrero de 2014

el Centro. Entonces comencé a empaparme y a enamorarme de los pasillos. En la universidad mi escuela era el jazz. En 2009 conocí a Cristian Blazer, mi productor, y le sugerí hacer un disco que fusione el jazz y el pasillo. De ahí salió el Pasional. ¿La fusión sigue entre sus intereses artísticos actuales? Después del disco viajé dos años fuera y escuché muchas tendencias musicales. Comencé a definir más mi carácter vocal e interpretativo. Ahora me veo muy aferrada a lo que he formado en mi gusto. Es una mezcla de muchos estilos: Jorge Drexler, Jarabe de Palo, Natalia Lafourcade… una fusión muy bonita que no es balada. En este mes presento un nuevo sencillo llamado Perro atropellado, que me lo regaló Sergio Sacoto y tiene ritmos latinoamericanos, nada estilizado ni estadounidense. La docencia, la música y el teatro ¿en dónde te sientes más cómoda? La música es la que siempre ha estado a mi lado la que me acogió en el momento en que las otras dos no se han llevado bien conmigo. La música ha estado desde muy pequeña, no la puedo abandonar. Pero un artista debe ser multifacético tienes que ser muy recursivo, por lo menos acá en el Ecuador. Comencé a actuar en el Conservatorio Nacional porque era una clase que te daban allí y luego seguí tomando seminarios. La actuación llegó sin saber que mi madre era actriz de teatro, luego lo supe. Y la educación vino porque cuando yo estaba fuera del país cantaba mucho, pero necesitaba un trabajo fijo de lunes a viernes. La educación y los niños es algo que me llena. ¿Cómo te llevas con la disciplina? ¿Sigues un horario para el trabajo? Si fuera por mi propia cuenta, no tendría disciplina. Pero cuando entro a trabajar soy muy perfeccionista. Mientras estoy en marcha en un proyecto no paro. Y cuando descanso, me gusta descansar. Soy libra, no sé si eso tiene algo que ver en que me gusten esos dos extremos. En la música tienes el doble filo de estar entregado a lo subjetivo. Uno tiene que tener todo muy clarísimo para después empezar a disfrutarlo.



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