Legado de Sangre (Prólogo y capítulo 1)

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Adelanto de la obra:

Legado de sangre de

Rafael Alcolea Harold (Enemigos oscuros III)

No está permitida la reproducción total o parcial de este adelanto, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier media, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor y el autor.


“El momento más oscuro de la noche de la vida, ocurre un instante antes del amanecer” Vicente Ferrer. “Lo que esta noche ha muerto aquí, es el último vestigio en mí de lo que era humano” Anne Rice –Entrevista con el vampiro–. “La fortaleza del vampiro radica en que la gente no cree en él” Susan Hubbard –La sociedad de la Sangre–. “Sé que estás cerca de mí. Aunque no te vea estás conmigo, aunque estés lejos, estás en mi corazón, en mi pensamiento, en mi vida, SIEMPRE” (Sasha) –Enemigos Oscuros–. “Sin la oscuridad no conoceríamos la luz, y sin la maldad no conoceríamos la bondad. Lo bueno y lo malo van de la mano, no se los puede separar” Marc. –Enemigos Oscuros–.


A mis amadas criaturas nocturnas‌ M, N y M.


PRÓLOGO

Nadie tiene derecho a manejar el timón de otra vida, ni de alimentarse de otros seres humanos, pero ahí estábamos nosotros: criaturas oscuras, enemigos irrevocables que seccionaban cualquier amenaza proveniente de la otra especie, ya fuese por placer, supervivencia o simple aburrimiento. Hechiceros, vampiros, Bonnyns, cambiantes, zombis, nigromantes… Un sinfín de seres ocultos y apartados de la cotidiana e ignorante realidad, que sin embargo controlamos vuestro mundo, el mundo que creéis dominar y que está a punto de ser engullido por alguno de, iba a decir nuestros clanes, pero no pertenezco a ninguno en realidad… Tal vez debería ir pensando en crear el mío propio cuando todo esto acabe, si es que alguno sobrevive a esta devastadora lucha. Cuando era humano, un simple y desechable mortal, solo quería vivir una vida tranquila y “normal”, si normal puede llamarse a vivir en una oscuridad irrisoria e incompleta, ciego ante todo lo que nos rodea. Ahora soy diferente, estoy dispuesto a plantarles cara. No viviré escondiéndome, pues no tiene sentido. Jamás me dejarán en paz, ahora lo veo claro, es ellos o yo. Por fin he comprendido que esto es una lucha a muerte, que no podré ser feliz al lado de Sasha hasta que arrase con todos ellos. Sí, con todos. De otro modo siempre habrá alguno que me tema, me odie o me envidie, alguien que decida que sigo siendo una amenaza y que debo desaparecer. No lo permitiré… Estos seres despiadados, sanguinarios, egoístas, hijos de la evolución secundaria, relegados a un segundo plano de la vida, pudiendo dominarla y extinguir a la especie dominante en un abrir y cerrar de ojos, no podrían subsistir sin vosotros. ¿Qué sería de los vampiros si no existiesen los humanos? Y… ¿Qué sería de los humanos si los hechiceros dominasen el mundo? Si los poseedores del don de la magia se erigiesen como los gobernantes del mundo también estaríamos perdidos. ¿Qué hacer…? En uno u otro caso el ser humano estaría condenado a desaparecer o a sobrevivir como esclavo, meros animales domésticos de los que alimentarse o de los que aprovecharse como fieles y leales siervos que pudiesen incluso calentar la cama de sus amos en una noche de frío o soledad. Ya no hay esperanza para vosotros, unos u otros se revelarán, dejando patente lo ínfimos e insignificantes que sois. Habéis tenido mucho tiempo: años, siglos… pudisteis ver lo que se avecinaba. Ahora, vuestra imperturbable burbuja de realidad no os protegerá más de la amenaza, aunque no queráis verlo. Habéis ignorado los retazos visibles


de nuestra existencia por ingenuidad o soberbia. Todavía hoy en día, algunos pensáis que no somos reales, que no existimos. Otros sospecháis que pueda existir algo, pero no podéis dar vuestro brazo a torcer y admitir que hay otros seres superiores al hombre sobre la faz de la tierra. Yo mismo los ignoré durante gran parte de mi vida como humano, a pesar de que convivía con ellos, que los tenía delante de las narices. Incluso la primera vez que me enamoré no supe ver que ella era diferente, que el magnetismo que irradiaba no era natural. Sasha despertaba todas mis sensaciones primigenias, ahora lo entiendo todo, yo ignoraba que Sasha era vampira y la atracción irracional que sentía por ella era debido a su sex-appeal vampírico. Dejé de ser un muchacho normal hace mucho tiempo. Primero descubrí que era un poderoso hechicero, después me convirtieron en vampiro por amor, aunque también para sobrevivir a una herida mortal, una mordedura de Upiro. Ahora deambulo como el azote o la amenaza de ese equilibrio maquiavélico que ha gobernado el mundo durante milenios. Entre fuerzas poderosas e inamovibles, pero no puedo esperar más. Mi nombre es Marc, y algo ha cambiado dentro de mí de nuevo. Transmuto en otro ser diferente, más astuto y despiadado, una versión mejorada de mi anterior yo. Se acabó el tiempo de esconderse, de huir. Esta vez decido ser malvado, me paso al otro lado. Estoy harto de sufrir y ser quien pierda… Esto no quiere decir que disfrutaré haciendo el mal, no os asustéis, pero de esta manera espero dejar de ser esa criatura débil que siempre ha tratado de satisfacer los deseos y caprichos de otros, antes que los míos propios. He sido un hechicerovampiro con mentalidad de un joven pijo de clase media-alta que estudiaba medicina en la universidad porque era lo correcto, lo que se esperaba de mí. Hoy he comprendido que soy el dueño de mi existencia, de lo que me rodea. Hoy empezarán a temerme antes de que yo les tema a ellos. Esta vez no tengo miedo, ya no. Cuando lo has perdido todo, tantas veces, y se han aprovechado de ti tanto, nadie puede hacerte más daño. Por fin he comprendido que el tiempo que tengo es para conseguir lo que deseo, no lo que se espera de mí. Se terminó la ingenuidad, la ceguera por amor, o miedo a perder lo que tengo... ya han desaparecido, han dejado paso al verdadero ser que siempre estuvo dentro de mí, pero que jamás quise admitir que llevaba dentro o dejarlo salir por miedo a lo que realmente soy… Es el momento de recuperar aquello que me han robado. Siento como la sangre del vampiro longevo Avram, el más antiguo sobre la faz de la tierra, se retuerce en mi interior amenazando con dominarme, con acabar conmigo, destruirme por completo; pero no lo logrará. Mi determinación conseguirá dominarlo, ya sea por la fuerza o con la magia. Ni siquiera el veneno que se retuerce en mis entrañas ha podido matarme, al contrario, me ha ayudado a que desarrolle poderes mentales y características físicas inimaginables hasta el momento y que


mis enemigos probarán en sus carnes. Avram saboreará su propio veneno. Yo seré la plaga que acabe con él y con los suyos si es lo que quieren. Tan solo necesitaba algo que me despertase de mi letargo, y su traicionera sangre ha sido el catalizador perfecto. Aunque sea lo último que haga, los encontraré. Sé que mi hijo está arrepentido de lo que hizo, sé que de haber sabido la verdad no habría intentado matarme… No puedo culparle por haber crecido en el rencor y el odio hacia mí. De haberme tenido cerca me habría amado, lo sé. Solo necesité un instante para saber que lo adoraba, que era mío, el único hijo que jamás podré tener, fruto de la barbarie… pero mío; un pedacito de mi antigua humanidad. No podéis imaginar lo que significa para mí. Pensad algo inalcanzable, ¿tocar el sol?, y un buen día os despertáis y ahí está el sol, cerca, rozando tu mano, solo debes alargarla y podrás tocarlo sin quemarte… increíble, ¿verdad? Pues lo mismo... He visto el remordimiento y la culpa en sus ojos. Estoy seguro de que si el destino nos otorga la oportunidad de volver a vernos, vendrá a mí; no me rechazará. Nadie, por muy importante que haya sido o pudiera ser en mi vida, me separará de Sasha. Esta vez estaremos juntos, y será para siempre. Aunque tenga que acabar con el resto de las criaturas oscuras que se ocultan como acechantes alimañas dispuestas a supeditar mi felicidad, no me detendré ante ellos, aunque al final solo quedemos en pie Sasha y yo.


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En la lejanía, podía escuchar los gritos desbocados de los hechiceros que caían a manos de los vampiros. Se detuvo, pues las piernas le flaqueaban, su corazón le impedía abandonarles. Su mente en cambio, trataba de apartarla de aquel renuente lugar. Le era indiferente que la hubiesen utilizado, poco importaba ya que Caden no la amase realmente, eran vidas humanas lo que se estaba quitando en esos páramos. Tenía que regresar a ayudarles. Su padre, Yegor, según le dijo, la observó con ternura a través de sus ojos color esmeralda oscurecidos por la sabiduría acumulada con el paso del tiempo. Desconocía su edad, pero era evidente que debía haber vivido bastante. No necesitó mediar palabra, adivinó sus pensamientos a pesar de que acaba de conocerlo, parecía existir una conexión inexplicable entre ellos, tal vez era la llamada de la sangre… Sus ojos la animaban a continuar, tenían que seguir adelante, marcharse de allí antes de ser descubiertos. La verdadera familia, la única que había tenido hasta ahora, su madre, la esperaba al final del camino que emprendían por las rocosas y vetustas montañas. Recordó cómo había llorado cuando las autoridades le aseguraron que debía darla por desaparecida, un eufemismo utilizado porque creían que estaría muerta, seguramente congelada o devorada por las orcas, los osos polares o cualquier otro animal salvaje. Ahora había una esperanza, aquellas criaturas, su nueva familia, le aseguraban que la habían encontrado, que estaba viva. Yegor se agachó y se despojó de una especie de capa corta con los bordes delanteros forrados en terciopelo. Lo colocó por encima para protegerla del fresco de la noche en las altas cumbres suizas, como un verdadero padre protector. Trató de mirar atrás, aunque sabía que si lo hacía jamás podría dejar de correr hasta volver a reencontrarse con Caden. En lo más profundo de su ser sabía que él había sido sincero con ella, que no le había mentido… Entonces, recordó lo que muchos le habían contado: lo mezquino y déspota que había sido hasta conocerla. Tal vez todo habría sido un papel, un guion a seguir con ella. Había sido tan inocente… Apretó los puños y aligeró el paso, la decisión estaba tomada: volver con su madre. Esa había sido su misión en todo momento, había emprendido ese viaje para encontrarla, y ahora, estando tan cerca, no la abandonaría. Había conocido el amor y se había desviado del camino, pero lo primero era estar con ella, volver a verla.


—Amber, no merece la pena, no es tu lucha, no les debes nada, al contrario... te han utilizado. ¡Vamos, debemos darnos prisa, cada minuto cuenta! Tu madre está sola, perdida, desorientada en un remoto poblado de esquimales. No reconoce a nadie, ni siquiera sabe quién es ella misma… Imagina la angustia tan atroz al despertar en un lugar en el que no conoces a nadie, ni siquiera a ti mismo. Tal vez si vuelve a vernos, sobre todo a ti, podrá recuperar la memoria. Estoy seguro que cuando hables con ella y sienta el tacto de tus manos, lo recordará todo. El vínculo de una madre con sus cachorros es muy grande, más grande que esa fuerza infinita a la que llaman amor… No temas por ese joven al que añoras, sabrá defenderse. Te necesitamos, Amber, tu madre te necesita… —dijo Yegor con urgencia en su mirada, conocedor de que todavía no estaban fuera de peligro. No hizo falta más para disipar sus dudas, tan solo imaginar la desesperada mirada de su madre buscando algo que le proporcionase seguridad y consuelo en esa ceguera mental en la que se encontraba. Se embutió en la capa para repeler el aire frío que empezaba a helar su rostro. A pesar de ser finales de verano, el otoño llegaría enseguida, aquellas cumbres pronto se teñirían de blanco, un color similar al que sus ojos se acostumbrarían en unos cuantos días, solo que en aquel níveo paisaje la aguardaba algo que había añorado durante mucho tiempo: el abrazo de su madre. —¿Vamos? —preguntó a sus acompañantes, haciéndoles ver que ya se había decidido. —¡Vamos! —La animó su hermano, adelantándose a través del bosque, guiándolos lejos del camino que conducía al pueblo de alta montaña. Se zambulleron en la negrura de la espesa noche que, bajo los árboles, parecía infinita como un océano oscuro e inquietante, repleto de peligros. Después, su hermano se mimetizó con la noche, su pelaje del mismo color que lo envolvía todo, se había transformado en lobo. Miró detrás y vio que su padre también se había despojado de su forma humana para seguir a su lado como el enorme lobo negro que meses atrás había tratado de protegerla de Caden y los hechiceros. Entonces, lo había temido, ahora sentía una tranquilidad y una paz inexplicables al caminar en mitad de la noche, flanqueada por dos gigantescos lobos. Amber se preguntó si ella también podría transformarse en lobo, aunque si aún no lo había hecho, sería porque su poder era otro. —Hermanita, lo siento, tú no puedes andar a cuatro patas. Una cosa u otra: magia o lobo, las dos cosas no pueden ser. El lobo parduzco se adelantó corriendo hasta una explanada que se abría más adelante. Allí, aparcado entre dos sinuosos árboles, había un todoterreno negro. Parecía que Dimitri ha leído mi mente. ¡Ojalá pudiera percibir y moverme como un animal salvaje en mitad de la noche! Parecen tan libres, pero… ¿Cómo ha leído mi mente? —se preguntó.


—Amber, cuando estamos cerca de alguno de los nuestros, el vínculo de la manada es muy fuerte. Tu magia te permite hacer cosas maravillosas, el nuestro nos permite otras. Hasta ahora habías bloqueado esa parte de ti, por miedo a lo desconocido, no aceptabas lo que eras. Ahora que estás asimilando de dónde vienes, todo será más fácil. Estamos conectados. En cierto modo, podemos leer algunos de tus pensamientos, saber cuándo estás en peligro. Por eso pudimos ir a buscarte aquella vez y te hemos encontrado ahora. Ya entenderás lo importante que es la familia y como estar lejos de ella al final nos afecta a todos. Volvieron a transformarse en humanos justo antes de subir al vehículo, pero esta vez completamente desnudos. Amber bajó la vista algo avergonzada, a pesar de ser su hermano y su padre de sangre, seguían siendo dos perfectos desconocidos. No imaginaba que los lobos volviesen desnudos a su estado humano, debía tenerlo en cuenta en el futuro… Sus cuerpos eran atléticos, y su piel morena contrastaba con la rosada piel del ruborizado rostro de la muchacha, suerte que no había mucha luz para poder ver con detalle. Llevaban algo de ropa en el maletero del amplio vehículo, se vistieron de nuevo y Amber se sentó en el asiento trasero sin hacer preguntas. Deseó con toda su alma que aquel coche arrancase de una vez. Quiso poner tierra de por medio entre ella y su gran primer amor. Ese que la había traicionado y había jugado con sus sentimientos, usándola para luchar una estúpida guerra que ella no había entendido nunca. Fue una tonta, una ingenua, se había dejado llevar, solo había sido un trofeo más que añadir a la lista del destrozacorazones de Caden, pero entonces, ¿por qué seguía fustigándose con los recuerdos de sus besos y sus caricias…? A pesar del daño que le había hecho, deseó que sobreviviese y esperaba que tal vez algún día sus caminos volviesen a encontrarse, aunque fuese un encuentro fugaz en un camino apartado y umbrío de un bosque como ese. Caden le debía una explicación. El coche arrancó y Amber apoyó la cabeza contra el cristal, se secó una lágrima que había caído del ojo derecho y los cerró para tratar de no pensar y olvidarse de todo. —————————)(————————— Caden no podía disimular su desconfianza, las tres figuras que le acompañaban eran sus enemigos naturales. Las vampiras eran peligrosas, pero ese hombre, que era un engendro aún más raro, podía convertirse en cualquier cosa con tan solo desearlo. Había leído sobre ellos, cambiantes les llamaban. Aún no entendía cómo los acontecimientos se habían concatenado de manera que al final él hubiese huido de la batalla. Había abandonado a Amber, a su madre y a su abuelo. Sintió que estaba arrepentido en el mismo instante en que comenzó a alejarse unos pasos. Entonces, recordó que se lo había


prometido a un moribundo padre y a su madre. Tenía que ponerse a salvo, había hecho una promesa, no podía evitar sentir cierta repugnancia por lo que su hasta ahora idolatrado abuelo y su madre le habían hecho al pobre Marc. Su padre había sufrido y había sido engañado para contribuir a su propia creación, para alimentar las ansias de poder de su abuelo. Marc había sido engatusado con magia negra, todo por su avaricia. Su padre no había sabido nada de él porque lo habían apartado de su lado, no porque lo hubiese abandonado, como le habían hecho creer. Mientras fallecía, había descubierto en su sincera mirada que a pesar de lo que era: un vampiro asqueroso, lo amaba como habría hecho un buen padre humano. Caden no entendía cómo, pero era así, su padre le amaba desde el primer momento que había comprendido quién era, y se había dejado vencer. Él también había sentido algo, una ternura especial, un cariño que había necesitado compartir y demostrar durante mucho tiempo… Ahora era demasiado tarde, ¡Marc estaba muerto! Le hubiese dicho tantas cosas… ¡Era su padre…! Había reconocido a una buena persona, no era aquel ser maléfico que le habían hecho creer durante toda su existencia. Miró a sus compañeros de viaje. El cambiante se mostraba cortés y solícito, sobre todo con la vampira qué parecía mayor, Svetlana, recordó. Sasha, la otra mujer vampiro que les acompañaba, no había pronunciado palabra alguna desde que habían descendido desde las montañas. Parecía como si su alma se hubiese despeñado por esos desfiladeros dejando una herida mortal abierta, por donde se iba desangrando. A cada paso que avanzaban estaba más pálida, más ida. Parecía a punto de enloquecer. Estaba a punto de amanecer y necesitaban un refugio. Tendrían que encontrar un lugar para que Sasha y Svetlana pudiesen ocultarse, necesitaban llegar a un refugio pronto. Entonces, salida de la nada, descubrieron una caseta de cazadores en la distancia, tal vez eso les serviría. Entraron en el abandonado lugar echando la puerta abajo de una patada. Una nube del polvo, creado por el carcomido serrín de las paredes, los recibió poblando de blanco sus cabezas y hombros. Se adentraron casi al unísono, excepto Caden que se quedó en la puerta con actitud desconfiada. —Yo seguiré mi camino hasta que llegue a la costa, supongo que podemos quedar dentro de unos días en el puerto de Rotterdam, sé de la existencia de un hotel allí, podríamos encontrarnos en él. —¡Tú no vas a ningún sitio sin nosotros! —repuso la vampira que no había hablado durante todo el trayecto. —Lo siento, pero no pienso quedarme aquí esperando que os asalte el hambre en mitad del día —protestó Caden, dando por zanjada la conversación. Comenzó a andar pero sintió que algo lo agarraba por detrás y lo lanzaba por los aires con tal fuerza que cayó contra un camastro que se encontraba al final de la caseta. Caden se levantó rápido, elevó sus


puños para invocar su poder, pero antes de conseguirlo, Sasha ya estaba encima. La otra vampira se acercó en actitud desafiante y el cambiante se había transformado en una horripilante criatura diabólica. —Escúchame niñato, no te mato ahora mismo porque le hice una estúpida promesa a tu padre. —Sasha le miró tan cerca a los ojos que tuvo que apartar en seguida la mirada al comprobar que reconocía su expresión, ya había visto antes esos ojos y le dolía contemplarlos—. ¡Joder! Tienes los mismos ojos que Marc —le empujó, apartándolo—. No puedo… Nada más soltarlo, Caden se relajó también. —A ver, no creo que esto salga bien. Hasta hace un rato, hemos luchado entre nosotros. Somos enemigos, y ahora no podemos pretender ser amigos, como si nada. Necesitamos algún tiempo para adaptarnos. Os doy mi palabra de que no huiré, os lo juro por la memoria de Marc. Sasha alzó la vista con ira, Caden sabía que si rompía su promesa tendría que enfrentarse a ella hasta que uno de los dos no se levantase. —Tiene razón —intervino Svetlana—, no podemos convivir en un lugar tan reducido, es demasiado pronto para que olvidemos quienes somos. Estoy de acuerdo con el muchacho… —Caden —aclaró el joven con cierto desdén en su voz. —… Caden —dijo mirando a los otros—. Pienso que podemos dejarle buscar el transporte que nos lleve a los Estados Unidos y huir de la locura que invade este continente. Le dimos nuestra palabra a Marc, no le defraudaremos, pero pienso que es la mejor solución. ¿Estáis de acuerdo? —Sí —respondió Daniel—, yo puedo ir con él y reunirme más tarde con vosotras —sugirió el cambiante. Miró al joven de manera amenazante, quería indicarle que sería su niñera, le acompañaría para salir del atolladero en que se encontraban pues pronto la cálida luz del sol lo inundaría todo y debían tomar una determinación. Si comenzaban a luchar, Sasha y Svetlana correrían peligro. Daniel sabía del fuerte carácter de Sasha y que no se detendría a pesar de no estar en condiciones de luchar o proseguir con el viaje. Tras la muerte de Marc, lo que Sasha necesitaba era descansar. —Caden, yo no soy un vampiro, no me dirás que tampoco te valgo… No soy menos extraño como tú. Los dos somos humanos pero con poderes mágicos diferentes, no creas que eres superior a mí. Caden observó que el sol comenzaba a teñir de dorado las cumbres de las colinas más cercanas. Debían darse prisa y decidirse o ya no podría salir de allí hasta que llegase el anochecer. —¡De acuerdo! Daniel puede venir conmigo si así os quedáis más tranquilos todos. Nos reuniremos dentro de unos días en Rotterdam. —No te preocupes, los vampiros también tienen móviles. ¡Estaremos en contacto chicas! —Se despidió de ambas y acercó el rostro de


Svetlana hasta el suyo, después la besó con pasión. Esta sintió que se elevaba unos centímetros por encima del suelo, como si flotara. Sonrió tímidamente al verlo marchar, sin querer alardear de la felicidad que el cambiante le hacía sentir delante de su desgraciada amiga. Sasha acababa de perder el amor de su vida, y no quería ni imaginar cómo se sentiría. Pasaron el día como pudieron en ese antro de madera. el calor era abrasador pues la madera no las aislaba del sol como podía hacerlo un buen muro de piedra. Finalmente, el día pasó y justo cuando Svetlana y Sasha se dispusieron a retomar el camino y abandonar la cabaña, alguien las sorprendió. Eran mucho más rápidas que Caden y Daniel, pero debían correr mucho si querían alcanzarlos. —Alguien se acerca, Sasha —susurró Svetlana. —Los he notado, son tres, y son vampiros, rápido escondámonos de nuevo. —————————)(————————— Las tres figuras oscuras caminaban a prisa, sin detenerse a contemplar los magníficos parajes grises que les rodeaban. La luz del ocaso robaba los colores del bosque cuando de repente apareció ante ellos una especie de choza. Ese habría sido un buen refugio durante el día —pensaron—, y no la estrecha cueva donde tuvieron que esconderse a prisa cuando el sol les sorprendió, a punto de poner fin a sus vidas. —¡Un momento, detente! —ordenó Evan. Margelie se detuvo en seco, trató de no mover un solo músculo. Si Evan había detectado algo, tenían que confiar en sus instintos, era infalible—. Hay algo en esa choza… ¡Sin duda, vampiros! Margelie dirigió su mente hacia el interior, demasiada distancia. No detectó ningún pensamiento, solo percibió nerviosismo. Quien quiera que fuese estaba al acecho, no podían rodearlos. Sabían que los tres se aproximaban, así que el encuentro sería inminente. Lo más correcto habría sido dar la vuelta sin siquiera llegar a pasar cerca de ellos, pero era demasiado tarde. —¡Es ella, estoy seguro! Puedo olerla desde aquí, su esencia es inconfundible —voceó Radgüll, exaltado. Se dispuso a correr, pero Evan lo detuvo en seco, tirando de él hacia atrás. —¿Olvidas que no está sola? Quizás no somos bien recibidos, deberíamos dar la vuelta. Sus palabras se disiparon en el aire, a su lado ya no había nadie. Para entonces Radgüll corría colina abajo en dirección al magnífico valle forestal cuyas copas de los árboles ya estaban rociadas por la luz tímida y fría de una gran luna llena.


—¡Maldita sea! Nos han descubierto, vienen hacia aquí. ¿Qué hacemos? —preguntó Svetlana. —Saldremos por la ventana trasera —sugirió Sasha. Entonces, escuchó que alguien pronunciaba su nombre en la distancia. Las voces se dirigían hacia ella. Se quedó paralizada, por un momento creyó que se trataba de Marc, su gran amor, que habría conseguido burlar a la muerte. Entonces, prestó atención y el mundo se le cayó a los pies, descubrió que tan solo era Radgüll… La desilusión se apoderó de su rostro e hizo una mueca a Svetlana para que no le diese importancia, no corrían peligro. El vampiro se había portado muy bien con ellas ayudándoles a escapar en mitad de la batalla. Por una parte deseó ir a su encuentro para darle las gracias, pero eso empeoraría las cosas. Sasha sabía que ella y él no podrían estar juntos nunca. Eran como el agua y el aceite; aún menos ahora que Marc había fallecido. No le apetecía tener que contarle que el hechicero había muerto. Parecería una invitación a consolarla, como si de nuevo tuviese el terreno libre para poder estar con ella. Decidió huir sin dar explicaciones. —¡Solo es Radgüll, no hay que temer, pero debemos marcharnos! No está solo, y en realidad no quiero encontrármelo. Estoy agotada mentalmente, podría usarlo en su favor... Tampoco me gustaría darle falsas esperanzas, bastantes décadas hemos jugado al gato y al ratón ya. —¡De acuerdo! Pero… estamos demasiado cerca, deberíamos tomar otra dirección o nos descubrirán. Podrían seguirnos hasta el puerto de Rotterdam, hay que escapar siguiendo algún camino que se aleje de nuestra verdadera ruta de escape —alertó Svetlana que abría la puerta trasera de golpe. El tiempo se acababa, lo tenían casi encima. —Tienes razón, dirijámonos al este. Ya retomaremos el camino cuando los perdamos de vista. Sasha desconocía que la otra figura que acompañaba a Radgüll era Evan, el mejor vampiro rastreador que conocía. Ya se había enfrentado contra él en alguna ocasión y era un luchador formidable. Margelie contempló cómo Radgüll corría hacia la caseta de madera, exponiéndose y exponiéndolos a ellos. Gritaba, provocando que sus voces se confundiesen con los pensamientos de una de los vampiros que huían… Radgüll vio que ambas corrían a toda velocidad. No entendía qué pasaba. Supuso que Sasha no quería verlo, le rehuía, después de lo que había hecho por ellas, las había salvado y protegido. Finalmente, dejó de perseguirla, sabía que Sasha era muy veloz, tampoco quería perder a Margelie y Evan. Volvió cabizbajo a reunirse con sus compañeros de viaje. —¡No lo entiendo! —espetó confuso—, ¿por qué corre? ¿No me ha visto?


Margelie se acercó a su oído y le indicó que se agachase para poder hablarle más de cerca y evitar ser escuchada. —¡Es Sasha! Tal vez yo sepa qué le ocurre. Sé por qué ha salido huyendo de nosotros, solo espero que no cometa una tontería... —¿A qué te refieres? —preguntó Radgüll visiblemente contrariado. —Ha intentado esconder sus pensamientos con una muralla de ideas absurdas… pero ya sé qué le preocupa… Sasha está completamente destrozada, apenas si se tiene en pie. Es muy fuerte… cualquiera en su lugar habría sucumbido al dolor. —¿Qué le ocurre? —preguntó Evan entrecerrando los ojos para comprobar la dirección que tomaban: ¡este! —pensó para sí. —¡Marc está muerto, ha caído en la batalla...! Se hizo el silencio entre los tres, nadie se atrevió a romperlo. —Pienso que es mejor dejarla marchar, no debemos mezclarnos con su dolor. Ya habrá tiempo para encontrarla más adelante. Estoy segura que querrá huir de este lugar. Radgüll creyó que el corazón se le paraba, salía de su pecho y volvía a latirle de nuevo como cuando fue humano. Esa extraña sensación casi hizo que se marease, tuvo que sentarse en cuclillas para asimilar la noticia: El niñato estaba muerto. Por fin, después de tantas plegarias, su sueño se había cumplido, su rival estaba fuera de combate. Deseó correr para estrecharla entre sus brazos, decirle de nuevo todo aquello que sentía… Esta vez le abriría su corazón, sería dulce, sincero y le pediría perdón por haberle hecho daño en el pasado. Estaba seguro. Ciego de amor estuvo tentado a seguir su ímpetu por tenerla entre sus brazos para poder consolarla, sin embargo, Margelie tenía razón, ya habría tiempo para arreglar las cosas con tranquilidad. Su deseo por amarla no podía empujarle de nuevo al fracaso. Debía ser cauteloso, ahora tenía toda la eternidad para conquistarla. La dejaría respirar, era demasiado pronto para que lo aceptase sin más. Sonrió de satisfacción ante la muerte del vampiro-hechicero, si lo hubiese planeado no habría tenido tanta suerte. Agachó su rostro cuando sus compañeros de viaje le preguntaron si se encontraba bien, quiso contestarles que estaba mejor que nunca, que ese era, sin dudas, uno de los días más felices de su vida. Al levantarse disimuló su dicha, no quería aparentar ser un presuntuoso delante de Margelie, ella quería mucho a Sasha y lo habría descubierto. Esta vez lo haría bien. Si hacía falta dar pena lo haría, aunque eso demostrase cierta debilidad, él sabía que en realidad todo era pura fachada. —¿Las seguimos? —preguntó Evan señalando al este, estaban a punto de salir de su campo de visión. —Mejor no —respondió la joven—, nos habrán sentido del mismo modo que nosotros a ellas. Si no se ha detenido será porque no estaba en condiciones de hablar con nosotros, debe estar hecha polvo. No hay mayor problema. Seguiremos nuestra ruta: dirección Norte, como


habíamos previsto. Estoy segura que tarde o temprano nuestros caminos volverán a cruzarse, entonces, hablaremos. El puerto de Rotterdam es ideal para pasar desapercibidos y volver a los Estados Unidos, debemos poner tierra de por medio, aquí están todos locos. Y tú —miró a Radgüll que trataba de disimular su júbilo—, ¡deja de relamerte con la muerte de Marc! También era amigo mío, ¿sabes? Así que tengamos la fiesta en paz, ¡borra esa sonrisita cínica de tu rostro! ¡No seas sádico! O te quedarás aquí. Ya sabes el dicho: “quien se alegra del mal vecino, el suyo está en camino”. Así que aún no las tengas todas contigo, primero deberíamos saber qué ha ocurrido. Radgüll agachó la cabeza, le mostró los dientes en señal de reproche y se giró para seguir caminando. Esa odiosa mocosa lo tenía bien calado. En realidad le traía sin cuidado. Se reiría cuanto quisiese, el indeseable niñato había desaparecido de su vida de una vez por todas. Desde que aquella noche siguiese a Sasha hasta el cementerio de Sayville, había sido una piedra en su zapato, molestándole todo el camino. Ahora descansaría de él, todo seguiría su curso como si no hubiese pasado nada. Un par de décadas no era nada en la vida de un vampiro. Sasha lo olvidaría pronto… al fin y al cabo, él era el único que había permanecido a su lado durante el transcurrir de los años y lo seguiría haciendo durante toda la eternidad.


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