Publicación del Archivo Histórico Universitario de la BUAP
NUEVA ÉPOCA | NÚMERO 5 | 2012
Ejemplar Gratuito
GACETA TIEMPO UNIVERSITARIO BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA ARCHIVO HISTÓRICO UNIVERSITARIO DIRECTORIO Dr. J. Alfonso Esparza Ortiz Rector Dr. René Valdiviezo Sandoval Secretario General Dra. María del Pilar Pacheco Zamudio Directora del Archivo Histórico Universitario GACETA TIEMPO UNIVERSITARIO Reproducción de la edición original. Nueva época, no.5, año 2012 Mtra. Georgina Maldonado Lima Directora Archivo Histórico Universitario LDG. Armando López Vázquez Diseño Gráfico Alejandro Varela Ureña Diseño Gráfico 2017 Lic. Mónica Azcárate Sosa Editora 2017 GACETA TIEMPO UNIVERSITARIO. No. 05, abril 2017, es una publicación especial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con domicilio en 4 Sur 104, Col. Centro, Puebla, Pue., C.P. 72000, teléfono (222)229 55 00 y distribuida a través de la Dirección de Comunicación Institucional, con domicilio en 4 Sur 303, Col. Centro, Puebla, Pue., C.P. 72000, teléfono (222)229 55 00, ext. 5270, fax: (222)229 56 71, página electrónica: http://www.comunicacion.buap.mx, impresa por Promopal Publicidad Gráfica, S.A. de C.V., Tecamachalco 43, col. La Paz, Puebla, Puebla., C.P. 72160, teléfono: (222)141 1330, correo electrónico: publicidad@promopal.net, este número se terminó de imprimir en abril de 2017 con un tiraje de dos mil ejemplares. Distribución gratuita. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
LA TRANSFORMACIÓN DEL COLEGIO DEL ESTADO EN UNIVERSIDAD DE PUEBLA Por Humerto Sotelo M.
En abril de 1937, como es del conocimiento público, el entonces gobernador de Puebla Maximino Ávila Camacho decide enviar un decreto de ley al Congreso local con el propósito de transformar el Colegio del Estado (1825) en Universidad de Puebla. ¿A qué factores obedeció tal determinación? Algunos autores sostienen que se trató simplemente de una iniciativa inscrita en los afanes de aquél de asegurar un dominio total sobre el estado (1). Aparte de conseguir el control militar, de someter al Congreso, de sujetar férreamente a las centrales obreras y campesinas, de controlar a los medios informativos, y de establecer las bases para una política de reconciliación con los empresarios y la iglesia católica, todo parece indicar que pensó que había llegado el momento de manumitir plenamente a los estudiantes del Colegio, quienes desde hacía ya varias décadas se habían opuesto a varias directrices gubernamentales, en no pocas ocasiones de consuno con diversos sectores de la sociedad poblana. Entre las acciones antigubernamentales más notorias que protagonizaron los estudiantes del Colegio destaca su adhesión al movimiento maderista en 1910, y su tajante oposición al proyecto de educación socialista promovido por el presidente Lázaro Cárdenas en 1934, mismo que el gobernador José Mijares Palencia (1933-1937) trató de imponer en la entidad, viéndose ante la necesidad de dar marcha atrás debido –reiteramos– a la resistencia estudiantil. Unos años atrás, en 1919, ésta logró echar abajo las pretensiones del gobernador Alfonso Cabrera de reorganizar la planta docente del Colegio, hecho que lo llevó a clausurarlo el 24 de julio, arguyendo que en él se promovía “labor sediciosa” y se redactaban artículos con “lenguaje soez”. El “castigo” duró hasta el 4 noviembre de ese año. En este lugar –por cuestiones de espacio– no podemos explayarnos más sobre la situación de referencia. Baste señalar que coincidimos con los autores que aseveran que la transformación del Colegio a Universidad fue un acto de gobierno, enderezado a asegurar la “pax avilacamachista” (2).
Manuel L. Márquez Rector 1937 - 1938
Desde luego, Maximino Ávila Camacho –hombre al que no se podía calificar de ingenuo– no invocó razones políticas para justificar su determinación; de manera audaz e inteligente, adujo otros argumentos: así, en la Exposición de Motivos del decreto mencionado señaló que: “El Colegio del Estado no llena actualmente los fines de cultura superior que demandan los tiempos modernos. En dicha institución, solamente se preparan profesionistas: médicos, abogados, farmacéuticos y comerciantes (sic), que se lanzan a vivir (sic) de su profesión penosamente”. Y, no sin cierto “tono pontificador” se añadía: “¿en qué debe consistir la enseñanza superior ofrecida por la Universidad, y a quienes debe impartírsele?” A lo que se respondía: “I.-En la transmisión de la cultura II.-En la enseñanza profesional III.-En la investigación científica y educación (sic) de nuevos hombres de ciencia”. “Hasta ahora –se agregaba– y con pretencioso énfasis, se dice que en el Colegio del Estado se adquiere ‘cultura general’ porque se da una ligera ojeada (sic) a la historia y a las artes. Eso es mentira (sic). La verdadera cultura, como dice Ortega y Gasset, es la adquisición de conocimientos que hacen asimilar ideas claras y firmes sobre el universo, y sobre lo que son las cosas y el mundo. Cultura es lo que le permite al hombre vivir sin que su vida sea algo carente de sentido. Cultura no es ciencia; es el sistema vital de las ideas de cada quien (sic)”. No deja de llamar la atención el extraño –si es que no arbitrario– manejo de las tesis que desarrolla Ortega y Gasset en su ensayo Misión de la universidad en el que se inspiró la Exposición. El autor de La rebelión de las masas nunca recusó la “cultura general”, sino más bien la tendencia de las universidades a abandonar la cultura en aras de formar lo que denominó “nuevos bárbaros”, que “sabían mucho de algo pero nada de lo demás”. Unos de estos “bárbaros” eran los leaders, figura a la que se exalta en la Exposición (de quien se afirma: “La existencia del ‘leader’ se explica, porque no existe alguien mejor preparado (sic) que lo substituya”.
Si algo distinguió al Colegio del Estado fue –a diferencia de lo que se sostiene en la Exposición de referencia– fue su gran prestigio académico y cultural, el cual se mantuvo a lo largo de su historia pese a las vicisitudes políticas y sociales en que se vio envuelto el país y el estado de Puebla. Aquí –por limitaciones de espacio—no podemos demostrar esta aseveración. Sólo me limitaré a recomendarle al lector materiales tales como las leyes y decretos del Colegio que han sido publicados en la gaceta Tiempo Universitario del Archivo Histórico de la BUAP, en los que podemos apreciar la complejísima estructura académica, administrativa y política de dicha Institución. Por lo demás, la misma vida cultural de Puebla no era tan pobre como se suele pensar. En una carta de Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes, enviada desde La Habana (mayo 2 de 1911), aquél comentaba: “No vayas a creer que aquí hay buenas librerías de segunda ni de primera mano; las librerías de La Habana son poco más que las de Puebla”3. Observación interesante, tomando en cuenta que por esa época la capital de Cuba era un importante bastión cultural de América Latina. Pienso, en síntesis, que es un mito la tesis de que el Colegio del Estado se encontraba en un estado de postración académica y cultural. Al afirmar esto no pretendo, desde luego, valga la redundancia, “mitificar” al Colegio: sin duda había no pocos aspectos que exigían una profunda transformación, pero de ahí a sostener que estaba en plena decadencia media una gran distancia. Ahora bien, surge la interrogante: ¿entonces....valió o no valió la pena la transformación del Colegio del Estado en Universidad?
Alfonso G. Alarcón Rector 1938 - 1941
Pensamos que no podemos responder a dicha pregunta de manera esquemática o unilateral.
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Raymundo Ruiz Rector 1941 - 1943
Roberto Larragoiti Rector 1943 - 1946
En primer término, no podemos perder de vista el contexto nacional y estatal en que surge la iniciativa de referencia. Por un lado, era una época de transición, en la que se cristalizaba ya la posibilidad de que México superase las contiendas derivadas de las vehementes luchas por el poder que se desencadenaron una vez que triunfa la Revolución de 1910. Tal como sucede en esos periodos, se transforma la “matriz” –como observan no pocos sociólogos y otros científicos sociales– de las relaciones que predominaban entre el Estado y la sociedad, abriéndose paso a nuevos paradigmas de articulación entre las distintas esferas de ésta con el primero. En esta perspectiva, sobrevienen en cascada procesos de cambio institucional que inciden, desde luego, en una esfera tan sensible como la educación superior. En ese sentido, se torna necesario promover estudios e investigaciones que aborden la problemática a que hacemos referencia a la luz de enfoques que analicen el cambio social desde ópticas que no se limiten a la historiografía. Las investigaciones que ha elaborado Adrián Acosta Silva, en trabajos como “Cambios en la transición. Análisis de tres procesos de reforma universitaria en México”,4 pueden sernos de una gran utilidad al respecto. En contrapunto a ese tipo de investigaciones se requiere ahondar en el estudio de las contradicciones políticas y sociales de esa etapa de la historia de Puebla. El gobierno de Maximino Ávila Camacho no puede entenderse sin tomar en cuenta el complejo de factores nacionales y estatales que propiciaron que su gestión asumiese rasgos muy diferentes –sui generis– al de la mayoría de las entidades federativas. En tanto aliado del presidente Cárdenas, aprovechó la ocasión para imponer, como decíamos, un control absoluto de todo el estado. Empero, lejos de adoptar las políticas cardenistas en asuntos tales como las relaciones con la iglesia católica, la cuestión agraria, las relaciones con el sector privado y las centrales obreras y campesinas, la política educativa, etc. el gobernador poblano prefirió seguir su propio camino, buscando en todo momento contar con el apoyo de la clase política local, a la que unificó en torno a su gobierno mediante el “Pacto de honor” de 1939.
Sesión en el Paraninfo de la Universidad de Puebla
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En lo concerniente a la educación pública, el gobernador poblano nunca ocultó su hostilidad al proyecto de “educación socialista”, empero a la vez evitó manifestar sus simpatías hacia los sectores que lo rechazaban. Como apuntamos en líneas anteriores, decidió transformar el Colegio del Estado en Universidad con lo cual, como subraya Leonardo Lomelí Vanegas,5 “sentó las bases de la educación superior moderna en Puebla”, iniciativa que difícilmente podían recusar los universitarios ya que estaban conscientes de las ventajas que ello traía consigo a mediano y largo plazos, pese al inconveniente que representó la nueva ley orgánica de la Institución, la cual le permitió al gobernador ejercer un control absoluto sobre la misma. Hasta donde llega nuestra información no hubo resistencia de los universitarios a la iniciativa multicitada. Sin duda estaban conscientes de que la misma le permitía a la Institución gozar de un “status” más elevado, con los beneficios correspondientes (sobre todo de tipo económico). En no pocos periodos de la historia de México y Puebla los universitarios han tenido la perspicacia de “sacarle jugo” a determinadas situaciones, aunque no marchen a su favor los vientos de la política. Esto sucedió, por ejemplo, con el ofrecimiento que le hizo el presidente Emilio Portes Gil en 1929 a los líderes de la Universidad de México (aún no era nacional) que encabezaron en ese año varias protestas contra el callismo. Temiendo Portes Gil que la inconformidad estudiantil terminara por consolidar la figura de José Vasconcelos –quien amenazaba con convertirse en un serio opositor a Calles– les ofreció la autonomía de su institución, oferta que aquellos aceptaron gustosos, con todo y las restricciones de dicho proyecto. Escribe Gastón García Cantú que la autonomía de 1929 “fue resultado de una coyuntura y de una transacción en un momento difícil: era la forma de segregar al contingente estudiantil de la campaña vasconcelista”. Empero, al aceptar el ofrecimiento de Portes Gil, los líderes de la Universidad de México “habían obtenido una consecuencia nada despreciable: la autonomía. Con toda seguridad no imaginaron que la autonomía era, históricamente, un logro mayor de lo que pudo ser el gobierno de Vasconcelos”.6 Portes Gil sintetizó de manera muy lúcida lo que los estudiantes habían logrado (pese al carácter restringido de la autonomía); “La Revolución ha puesto en manos de la intelectualidad un precioso legado, la autonomía de la universidad”. Algo parecido sucedió con el decreto multicitado de Maximino Ávila Camacho: aunque tras dicha medida subyacía el intento de ejercer un control absoluto sobre los universitarios poblanos, tal vez sin proponérselo puso en manos de éstos un obsequio invalorable: la transformación del Colegio en Universidad.
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A setenta y cinco años de la creación de la Universidad de Puebla es urgente y obligado reflexionar mediante el estudio y la investigación social y humanista, respecto de los logros de esta institución educativa. También resulta necesario observar en qué medida la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) responde a las nuevas necesidades que la realidad actual nos plantea atender. Queda entonces abierta la invitación a todos los interesados en el estudio histórico y actual de la BUAP a introducirse en el vasto mundo de documentos que habitan el Archivo Histórico Universitario.
Horacio Labastida Rector 1947 - 1951
Guillermo Borja Osorno Rector 1952 - 1953
NOTAS 1 Esto es lo que sostiene Will Pansters, en su libro Política y poder en México, formación y ocaso del cacicazgo avilacamachista en Puebla (1937-1987), Centro de Estudios Universitarios de la UAP, 1992, págs. 97, 98. 2 Ibid. 3 Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Correspondencia, 1907-1914, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, pág.162. 4 Adrián Acosta Silva, “Cambios en la transición. Análisis de tres procesos de reforma universitaria en México”, en Sociológica, Año 13, No. 36, enero-abril de 1998. 5 Leonardo Lomelí Vanegas, Breve Historia de Puebla, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, México, 2001, pág. 370. 6 Gastón García Cantú, Idea de México, III, “1929: la autonomía”, Fondo de Cultura Económica, México, pág. 511.
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EXPOSICIÓN DE MOTIVOS QUE FUNDAN LA INICIATIVA DE DECRETO QUE
CREA LA UNIVERSIDAD DE PUEBLA, FIRMADO POR EL LIC. CARLOS I. MELÉNDEZ, SECRETARIO GENERAL DE GOBIERNO, 1937 GOBERNADOR MAXIMINO ÁVILA CAMACHO Una de las cosas que caracterizan los actuales tiempos, es un gran malestar social, proteiforme, y que para espíritus poco profundos solamente puede apreciarse por la aparición de la “masa” humana, y por las luchas de orden económico entre trabajadores y capitalistas. Ahondando un poco el problema, se nota que todo es cuestión de preparación de los elementos directores. Por donde quiera que se oye hablar de “socialismo”, como conjunto orgánico de ideas que regirán, rompiendo viejos moldes, las relaciones humanas en el futuro y en todos sus aspectos. Es tan grande la desorientación en cuanto a las ideas de nuestro tiempo y en la dirección de los hombres, que hay ocasiones en que la sociedad se agita y marcha a la deriva, falta de timón. Regla general: Se cita a cada instante a Marx, cuyas ideas no se conocen bien, se explota al obrero y se enriquece a su costa y se lanza a las masas obreras contra el poder jurídico y la ley, para satisfacer ambiciones personales. El comunismo que clama contra la burguesía, no es sincero; el político se llama a sí mismo revolucionario, y sin embargo, no sabe lo que es revolución, ni a donde va ésta: se limita a enriquecerse también a costa de la masa. Y todo esto reconoce como causa, la carencia de elementos directores suficientemente preparados, que hayan recibido cultura, en el verdadero concepto. Esos dirigentes, deben ser uno de los productos de la Universidad.
El Colegio del Estado no llena actualmente los fines de cultura superior que demandan los tiempos modernos. En dicha Institución, solamente se preparan profesionistas: médicos, abogados, farmacéuticos y comerciantes, que se lanzan a vivir de su profesión penosamente. Por otra parte, los alumnos no reciben conocimiento alguno sobre el sistema de ideas que prevalece. Excepcionalmente y por su propia cuenta, leen sin método, las nuevas ideas que informan la filosofía actual, y sin preparación especial se desorientan, y sus conocimientos se truecan en pedantería. Por experiencia se ha notado que los dirigentes de la masa estudiantil no son los más preparados. La ideología de los catedráticos no es uniforme, y en ciertas ramas profesionales, se vive en el Colegio del Estado con treinta años de retraso, aunque el profesionista catedrático, en detalle, esté al día en las corrientes científicas. Por lo mismo, es preciso imprimir a la enseñanza superior del Estado un nuevo derrotero que esté al nivel de las necesidades actuales. Las naciones no son grandes porque su escuela sea buena; la escuela es buena cuando la nación es grande; y así, debe mejorarse y superarse la Institución de cultura superior que posee esta entidad federativa, porque la nación ha entrado en derroteros de progreso que son obra de la revolución. ¿En qué debe consistir la enseñanza superior ofrecida por la Universidad y a quién debe de impartírsele? I.- En la transmisión de la cultura. II.- En la enseñanza profesional. III.- En la investigación científica y educación de nuevos hombres de ciencia. La Universidad enseña a ser abogado, farmacéutico, ingeniero, economista, etc.; pero no basta; la ciencia, además, se investiga. No es lo mismo ser abogado, médico o químico, que jurista, fisiólogo, bioquímico, filólogo, etc.
Armando Vergara Soto Rector 1951 - 1952
Gonzalo Baurista O’Farril Rector 1953 - 1954
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En Puebla no se investiga, no porque no haya individuos ni vocación, sino porque el que pretenda dedicarse a la investigación científica, sin elementos, tiene que buscar ante todo, la manera de subsistir y ante esto se estrella toda labor de investigación.
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Un motivo es de orden legal: el artículo 49, fracción II, inciso 13, de la Constitución Política del Estado establece que es facultad del Congreso “legislar en materia de educación e instrucción, procurando sean intensamente difundidas, con especialidad la educación primaria rudimentaria y estableciendo para el más amplio desarrollo de la cultura técnica superior la “Universidad de Puebla”.
Armando Porras Rector interino 1956
Rafael Artasánchez Romero Rector 1954 - 1956
Hasta ahora, y con pretencioso énfasis, se dice que en el Colegio del Estado se adquiere “cultura general” porque se da una ligera ojeada a la historia y a las artes. Eso es mentira. La verdadera cultura, como dice Ortega y Gasset, es la adquisición de conocimientos que hacen asimilar ideas claras y firmes sobre el universo, y sobre lo que son las cosas y el mundo. Cultura es lo que permite al hombre vivir sin que su vida sea algo carente de sentido. Cultura no es ciencia; es el sistema vital de las ideas de cada quien. La Universidad, al investigar, hace cultura, porque busca, analiza y procura descubrir hechos que originen ideas exactas sobre el mundo y el hombre correspondientes al tiempo. Por regla general el profesionista, carece de cultura y no tiene aptitudes para influir sobre las masas y dirigirlas. Actualmente la sociedad necesita dirigentes preparados con cultura para manejar la vida de la nación. En toda sociedad manda alguien: persona, grupo o clase; entendiendo por mandar, no sólo el ejercicio jurídico de la autoridad, sino, principalmente, la presión e influjo necesarios sobre el cuerpo social, para que progrese. Importa, pues, que la Universidad enseñe y prepare a individuos capaces de vivir e influir vitalmente según la altura de los tiempos. Por eso, es ineludible crear la Universidad de Puebla. La existencia del “leader” se explica, porque no existe alguien mejor preparado que lo sustituya. En cuanto a quienes debe impartirse esa enseñanza, debe decirse que a toda la juventud, sin distinción de clases ni de fortuna. La Universidad no es patrimonio de privilegiados y si se crea para beneficio de la juventud, debe organizarse partiendo del estudiante y no del saber del profesor. Sobre la denominación del Universidad, cabe decir: debe llamarse UNIVERSIDAD DE PUEBLA; así a secas. Existen dos motivos primordiales para ello, que a continuación se exponen, porque había la tendencia de connotar su funcionamiento con el término “Socialista”.
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El otro motivo es de orden lógico: en todas las épocas fecundas, la humanidad ha tenido una ideología, formada por los principios filosóficos, éticos y sociales dominantes y de acuerdo con ella, ha vivido. Una Universidad sin orientación definida carece de sentido. La Universidad requiere, por definición, el libre examen de todas las ideas, y no puede, por lo mismo, admitir un credo político, filosófico o religioso que la incapacite para ese libre examen. Toda pretensión en sentido contrario es absurda, porque no hay cadenas posibles para el pensamiento. Actualmente, por el hecho de que la Universidad no ha ser marxista en la forma y términos propuestos por algunos sostenedores de esta idea, en manera alguna puede concluirse que habrá de rechazar la ideología socialista, en aras de un anhelo de libertad anárquico y estéril. Es preciso distinguir - dice Mendieta y Núñez - entre ideología y filosofía: ideología es un sistema de ideas que caracteriza a una escuela, a una tendencia, a una organización, y en ese sentido, puede decirse que, si toda filosofía tiene una ideología, no toda ideología constituye necesariamente una filosofía. Puede haber, y de hecho hay ideologías comerciales e industriales, que nada tienen que ver con los sistemas filosóficos. En la Edad Media, la ideología de las Universidades fue religiosa y dogmática; no hace muchos años los colegios sustentaban una ideología positivista; actualmente, la ideología es socialista: pero sin apartarnos de la idea del predominio de la ideología socialista en la actualidad, ella no debe formar parte dominante de la estructura misma de la Universidad, y plasmarse como connotación al nombre. En otros términos, la Universidad no debe llamarse Universidad socialista, porque los tiempos cambian y también las ideas dominantes de cada época, y dentro de cien años quizá, la Universidad socialista será considerada como algo perteneciente al pasado, como hoy consideramos las Universidades de la Edad Media. La ideología de la Universidad tendrá que derivarse de su propia naturaleza, de su misma misión y evolucionará a través del tiempo. ¿Qué es una Universidad? Ya se dijo antes: una organización de carácter científico y docente, propagadora de la ciencia universal, propulsora de la cultura del pueblo en que actúa: prepara profesionistas y técnicos, difunde cultura, realiza investigaciones científicas, discute ideas y tendencias y estudia problemas, en función siempre del bien social.
C.I. Meléndez
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