Derechos y actitudes Nuestra Palabra | 30 MAYO 2011 Ya vino Mel, ya vamos a retornar a la OEA, ya vamos ingresando a una nueva etapa política del país. Y aunque las cosas de fondo siguen intactas y los dinamismos productores de exclusión y de violencia siguen intactos, es conveniente ponerle sensatez y polo a tierra para evitar que los optimismos se queden en desvaríos políticos enajenantes. Insistir en unos cuantos derechos y actitudes nos ayudará a emprender con pie firme el camino que se nos viene por delante. Defender y seguir promoviendo el derecho a la libertad de expresión sin poner cortapisas al pensamiento y a la libre circulación de las ideas, será básico para este camino que nos toca seguir emprendiendo. Este derecho a la libertad de expresión no se reduce a que no se restrinja o controle lo que se diga o se quiera decir, sino que se luche por democratizar los medios de difusión para que todo mundo tenga la oportunidad y el acceso para decir lo que se piensa. Eso de las redes de medios es una concreción espléndida de la lucha por el derecho a la libertad de expresión. Otro derecho a defender y promover es el derecho al disenso. Querer que todo mundo piense y repita lo que se ha definido como línea oficial, no sólo atenta contra la libre circulación de las ideas, sino que es un abono para los autoritarismos y las dictaduras. En toda esta coyuntura que se arrastra desde el golpe de Estado, el movimiento de ideas y el pensamiento autónomo han tenido muy poca cabida, y quienes se han esforzado en sostener una palabra crítica e independiente en relación con los bloques definidores del conflicto político, han acabado fulminados con el membrete de golpista, si acaso la crítica se dirige a algunos de los grupos o sectores que han conducido la resistencia, o zelayista si la crítica se dirige hacia los sectores responsables del golpe de Estado. El derecho a defender las víctimas sigue siendo fundamental si es que de verdad queremos avanzar hacia una auténtica disminución del conflicto. En los Acuerdos de Cartagena, los derechos humanos y las víctimas han sido sacrificados para sacar adelante negociaciones políticas entre los actores principales del conflicto. Esto no tiene ningún asidero ético, porque no podemos creer ni aceptar que ingresamos a un período nuevo en la vida de la nación, si lo hacemos pisoteando a las víctimas. Y este derecho tiene que ver con las personas y grupos cuyos derechos e integridad física han sido violentados, y tiene que ver con el compromiso por poner en el centro de cualquier compromiso a las víctimas de las políticas públicas desacertadas o corruptas que se han impulsado a lo largo de las últimas décadas. Necesitamos apostar por nuevas actitudes. Una de ellas es la actitud de apertura hacia los otros y otras que piensan distinto y tienen posiciones diversas a las nuestras. La polarización que hemos vivido nos ha colocado en trincheras desde las cuales nos defendemos de los distintos, y desde donde atacamos a muerte a quienes piensan y actúan de manera diferente a nosotros. Es impensable que avancemos hacia un nuevo período político distendido mientras no exista apertura hacia los otros. Y en este terreno, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad histórica de dar el primer paso. Finalmente queremos quedarnos con la actitud de búsqueda. Esta actitud supone que nadie en las actuales circunstancias hondureñas tiene la verdad y la fórmula para salir de la crisis. Todos tenemos algo que aportar y todos tenemos algo que aprender y recibir de los demás, por muy contrarios o distintos a nosotros que parezcan. La actitud de búsqueda es la que nos puede poner en un estado político de transición activa y movilizadora, llevando las alforjas vacías para llenarlas con lo que otros tienen. Esta actitud es la garantía para impulsar el nuevo pacto social con los mínimos consensos como el gran punto de partida político para avanzar hacia la Honduras democrática e incluyente que necesitamos construir para el presente siglo.