Las tierras árabes tan lejos, pero su pueblo y su lucha tan cerca Nuestra Palabra | 03 marzo 2011 febrero 2011 El levantamiento popular en los países árabes en contra de las dictaduras está diseñando un trozo de la historia del siglo XXI, teniendo como actores principales a los jóvenes, sus conocimientos sobre las nuevas tecnologías, su rebeldía y deseos de cambio como insumos principales en la lucha. En Honduras, al igual que en los países árabes del norte de África, hemos vivido en dictadura a lo largo de varias décadas, sólo que con apariencia de democracia. La diferencia quizá es que en Egipto, en Túnez o en Libia, el poder político y económico se concentra en una familia mientras que en Honduras se concentra primordialmente en una decena de familias. Pero tanto allá como acá las mayorías han sido arrinconadas y sometidas a decisiones iluminadas de unos pocos, al empobrecimiento y a experimentar una cultura violadora de los derechos humanos. En la lucha de los pueblos Árabes también observamos actores como la Unión Europea, el gobierno de los Estados Unidos y Organización de la Naciones Unidas exhibiendo el mismo cinismo e hipocresía mostrada en Honduras durante y después del golpe de estado en junio del 2009. Estas potencias e instancias internacionales tratan los conflictos a partir de la defensa de sus intereses, y usan la defensa de la democracia conforme a sus conveniencias. Ahora condenan las dictaduras, pero son las mismas a las que avalaron y las hicieron sus aliadas estratégicas mientras se llenaban de sangre y atesoraban fortunas. Por suerte, en algunos países de esa región del planeta sus pueblos ya lograron librarse del yugo de sus dictadores, mientras otros están trabajando para sacudirse décadas enteras de ignominia, sin importar las armas o el recurso a fundamentalismos religiosos de quienes se aferran al poder. En Honduras necesitamos alimentarnos de esos aires ejemplares del mundo popular que nos viene de los países árabes del norte de África. A todo cerdo le llega su pascua, dicen sabiamente en nuestras aldeas, y es cierto que las reducidas familias opulentas, la llamada oligarquía hondureña, se sienten seguras porque se escudan en que aquellas son dictaduras y aquí es democracia. Los ejemplos nobles de los pueblos son como esos vendavales que no se detienen, y las caretas de la falsa democracia se están cayendo y va quedando al desnudo la esencia dictatorial en la que se sostiene el Estado y la política hondureña. Aunque geográficamente lejos, las luchas africanas por sacudirse las dictaduras están política y éticamente más cerca de Honduras de lo que algunos ricos del país desearan. Pero aquí necesitamos llenarnos de ética y de convicción, para ello, las diversas luchas hondureñas de la resistencia han de pasar de las demandas estrictamente gremiales a demandas nacionales, para que todita la gente se sienta incluida y convocada, para que desde un compromiso enteramente nacional podamos heredar a las nuevas generaciones un país dignamente compartido y con la esperanza sostenida en la justicia y la equidad.