Migración forzada Nuestra Palabra | 31 AGOSTO 2011
Comienza estos días, la semana del migrante. Una fecha que las organizaciones que trabajan por los derechos de los migrantes nos proponen para detenernos un momento en nuestra agitada vida, para analizar ese fenómeno, cada vez más profundo. Como ya lo hemos dicho en otros editoriales, la migración es un derecho que toda persona debe gozar, el problema se agudiza cuando por ejercer ese derecho, se pierde incluso hasta la vida. Los gobiernos, especialmente, los centroamericanos, no atinan a una solución al conflicto porque en lugar de generar fuentes de trabajo dignas y real seguridad ciudadana, flexibilizan los derechos laborales, cargan con más impuestos y permiten aumentos en los servicios básicos, haciendo que la vida en este país sea una pesadilla. Por eso, decenas de hondureños, salen cada día con la esperanza de cruzar la frontera y ofrecer su mano de obra a cambio de un dinero que les permita a sus familiares sobrevivir aquí, aunque sea en esa condición de precariedad. A pesar de que la mayoría que emprende el viaje sabe de los riesgos a los que se enfrenta en el camino, y un porcentaje alto de los deportados afirma que intentará cruzar la frontera las veces que sea necesario, las posibilidades de quedarse y luchar en su país, se limitan frente a un gobierno preocupado por recibir el reconocimiento de otras naciones, incluso reconociendo a Palestina, mientras es cómplice de las graves violaciones a los derechos humanos de poblaciones campesinas en El Aguán. Recientemente recordamos el primer aniversario de la masacre de Tamaulipas, en México, donde fueron ejecutados decenas de migrantes, la mayoría hondureños, a la fecha no hay ninguna persona detenida como responsable. A pesar de que cada año cruzan por territorio azteca unos 400 mil migrantes, no se ha avanzado en una auténtica voluntad política para garantizar la seguridad de los migrantes. La migración forzada solo acabará cuando en el país, cada ciudadano y ciudadana tenga las oportunidades básicas para desarrollarse personal y profesionalmente, de lo contrario aunque se venda todo el país en pedacitos, los hondureños seguiremos siendo obligados a buscar afuera, lo que nos corresponde en el propio país.