Semana Santa anclada en la realidad Nuestra Palabra | 16 ABRIL 2011 La feligresía católica nos preparamos para la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el hijo de Dios. Y el llamado es claro: reflexionar a la luz de nuestra fe y del Evangelio, sobre lo que pasa a nuestro alrededor y buscar la manera de cómo mejorar nuestro sistema de vida, pero no sucede así. La bullaranga veraniega con su consumismo a cuestas, promueve el olvido de los grandes problemas del país. Aprovechando que el pueblo está más preocupado por escoger playa o río dónde ir, por las comidas que se va a preparar --los que pueden pensar en comidas, pues--, y hasta por el traje de baño, los gobernantes decretan más aumentos a los combustibles, aumentos a los precios de la canasta básica familiar, y por supuesto, no podía faltar el acostumbrado aumento del pasaje al transporte. Mientras reducidos sectores de la sociedad se van de turismo incluso fuera del país, la inmensa mayoría buscamos pozas, ríos y quebradas para salir de lo cotidiano, aunque al regresar nos toparemos de frente con la misma realidad de siempre, solo que empeorada. No tiene nada de malo descansar, pasear y encontrarse con amigos y familiares. Todo eso es una necesidad humana. Lo que ocurre es que con la llegada de la Semana Santa corremos el riesgo de olvidarnos de todo, y el sol, las pozas, las playas y las cervecitas se convierten en un factor de evasión de una cruda realidad que nos persigue con tenacidad. Pero no solo eso nos aleja y se convierte en tentación por evadir la realidad. Lo es también en no pocas ocasiones el tipo de religión que practicamos, y no faltan pastores o líderes religiosos que se aprovechan de la angustia de la gente y de la dureza de la realidad para ofrecernos una esperanza y unas devociones que se adquieren a fuerza de diezmos, lealtades a la voluntad del pastor y de una feroz indiferencia hacia los compromisos y responsabilidades comunitarias y sociales. No hay nada alejado de la fe cristiana que la evasión de la realidad, y como cristianos y cristianas la celebración de la Semana Santa implica la unidad plena entre memoria litúrgica con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, compromiso con la lucha por la transformación de nuestra realidad, y porqué no también, una importante dosis de descanso y esparcimiento personal y familiar. Esta Semana Santa puede ser una espléndida ocasión para que no nos dejemos ahogar por las falsas cruces, como la de la vanidad, la indiferencia y el consumismo, y sepamos asumir el compromiso por dejarnos acompañar por el Señor de la Vida para luchar por arrancar de nuestras vidas y de nuestra sociedad las cruces de la desigualdad, la injusticia, el desempleo, la politiquería, la corrupción y la impunidad. Así estaremos siendo fieles a aquellas palabras sabias y profundas del jesuita mártir Ignacio Ellacuría: “La misión de los cristianos y de la Iglesia es ayudar a bajar a los crucificados de nuestro tiempo de sus cruces”.