Violencia y cultura Nuestra palabra. Viernes 12 de julio de 2013. No hay necesidad de justificar para nada el que el tema de hoy esté centrado en la violencia reinante en el país a raíz de confirmarse que los restos encontrados en el sector de “Las Cañeras”, en la colonia Siboney de Villanueva, pertenecen al periodista Aníbal Barrow. Monseñor Rómulo Emiliani decía que “hay una campaña para callar toda verdad” y, al mismo tiempo, comentaba que “es un salvajismo monstruoso y diabólico lo que hicieron con Aníbal”. Después de dos semanas nos confirman las sospechas que había acerca de que su asesinato se había producido no solamente en el mismo día sino que fue media hora después de haberlo secuestrado. Los medios de comunicación pueden ahora enredarnos mediáticamente con largas disquisiciones acerca del número de los sicarios que participaron, de la cantidad de dinero que se les pagó o, de manera más sensacionalista, describir hasta el último detalle de cómo fue que lo desmembraron, lo quemaron y se deshicieron de sus restos. Pues, como ya tenemos experiencia, con eso nunca se llega a saber quién está detrás y por qué. Yendo más allá de los análisis sociológicos, es importante tener en cuenta lo que se dice desde un análisis de la cultura que tiene en cuenta los valores, las actitudes, los medios que utilizamos para resolver los conflictos sociales, etc, etc. Según el último sondeo que realizó el ERIC, hay algunos rasgos de nuestra cultura que podemos señalar: 1) “el modelo político y económico del país funciona para que la toma de poder, el gobierno y la maquinaria política la gobiernen los ricos y sean ellos quienes tengan acceso al poder” 2) “la violencia es una forma de relacionarse socialmente y por múltiples causas: pobreza, disparidad económica, raíces culturales, influencia de los medios, modelos extranjerizantes, modelos autoritarios, caudillismo, verticalismo” 3) después de el golpe de Estado se ha dado una involución respecto a los mecanismos de resolución de conflictos donde no hay una voluntad política para resolver los conflictos que genera la violencia. Actualizando los datos del sondeo al momento actual de la realidad social se puede indicar que se ha dado una presencia y extensión mucho mayor del narcotráfico, del crimen organizado y lavado de dinero. Consecuencia de ello es una penetración amplia y profunda en la estructura policial, el sistema de seguridad, la institucionalidad del país; la estrecha vinculación con el sicariato y la gran telaraña de las extorsiones en crecientes “espacios territoriales” que es controlada por las maras y pandillas. Últimamente está apareciendo con fuerza la “violencia del poder político” que se ejerce en contra de los grupos comunitarios, ecologistas, defensores de la territorialidad de los recursos naturales, grupos originarios y afrodescendientes, al igual que los grupos campesinos en defensa de la tierra. A esta violencia se unen las compañías trasnacionales, especialmente las minero-extractivistas y las
compañías hidroeléctricas. El caso es que tenemos como resultado una confabulación de la violencia cultural, política, económica y la ecológica. Ante este panorama hay tareas a realizar a largo plazo, tales como la lucha y neutralización de la violencia cultural que supondrá tiempo y estrategias específicas para transformar los valores, actitudes y cosmovisión del imaginario social hondureño. En cambio, hay otras a corto y mediano plazo que pueden activarse y revertirse por parte de los nuevos actores políticos, sociales y una extensa ciudadanía que quiere cambiar la “política de los violentos” por la “política del respeto a la vida” donde los pocos no se impongan a los muchos que quieren vivir con dignidad y justicia.