2do Concurso de Cuentos Infantiles

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ILUSTRACIONES ANAHÍ ROJAS LA FUEGA COLECTIVA DISEÑO YAMILA RAMÍREZ PRODUCCIÓN FM TINKUNACO


AGRADECIMIENTOS

A quienes integraron el jurado: Beatriz Alor, Daniela Sandoval y Daniel Sambrana. A las organizaciones participantes: Centro Comunitario Belén, Centro Comunitario Rodolfo Coronel, Instituto Juan Vucetich, Escuela N° 35 Cecilia Grierson, Biblioteca Popular Palabras del Alma, Espacio Literario Cultural Cantamañanas, Centro Comunitario El Gallo Rojo . A quienes pusieron sus voces para narrar los cuentos: Anahí Rojas, Ramón Brizuela, Gloria Mariani, Gastón Guerra, Giselle Ribaloff, Gisella Romero, Silvana... y Marcelo Ochoa. Y principalmente a quienes dicaron su tiempo y su creatividad para pensar y escribir historias y ser parte de este primer concurso de cuentos infantiles del papel a la radio. A todos, todas, MUCHAS GRACIAS.


ÍNDICE 1- Juan el Lobo...............................................................................5 2- La leyenda del bosque oscuro.......................................6 3- La Oveja.......................................................................................7 4- El campamento inolvidable...............................................8 5- Truco de calabaza..............................................................12 6- El Diario de un nene único..............................................16 7- La Michi especial..................................................................18 8- Una Cenicienta no tan Cenicienta............................19 9- Un gato en el bosque........................................................22 10- Las preguntas de un niño terrenauta....................24 11- La pastora y el zorro.......................................................26 12- Francy........................................................................................28 13- Poroto con patas...............................................................30


PRODUCCIÓN Vanina Correa Gisella Romero Yamila Ramirez Daniel Sambrana GRABACIÓN Yamila Ramirez Daniel Sambrana EDICIÓN Daniel Sambrana DISEÑO Yamila Ramirez

Julio 2018 FM TINKUNACO 107.3Mhz San Salvador y Carabobo Barrio San Atilio, José C. Paz

11-15 6690-5002 fmtinkunaco@yahoo.com.ar fmtinkunaco.blogpost.com.ar radiotinkunaco.radioteca.net


Érase una vez un lobo grande, se llamaba Juan. Vivía con su abuela en un bosque colorido. Un día, encontró un poster que invitaba a inscribirse en un concurso de canto; era organizado por la banda “Los lobos”, la banda más famosa de la ciudad. Pensó en anotarse para cantar, preparó todas sus cosas y fue al concurso, que se hacía en el medio del bosque. Al llegar vio que muchos de sus amigos ya estaban ahí. Pero al comenzar a sacar sus cosas, se dio cuenta que se había olvidado el micrófono. Uno de sus amigos lobos lo vio triste y le dio su propio micrófono para que cante. Juan cantó y le dijo a su gran amigo: - ¡Gracias! - desde el escenario. En ese momento llegó la abuela de Juan con otro micrófono y pudieron cantar juntos. El jurado los nombró ganadores y la copa se fue con ellos.


Había una vez, árboles malos contra árboles buenos. Los árboles buenos, en el bosque, estaban tristes porque los árboles malos no los dejaban cantar ni bailar. Los árboles buenos querían ir a la zona de baile, pero los guardias malos no los dejaban pasar. Entonces tuvieron una idea. Disfrazarse y así poder entrar y ayudar a que el resto de los árboles buenos entren. Así fue como, una vez dentro de la zona de baile, les sacaron las llaves a los guardias y todos los amigos árboles buenos pudieron entrar gracias a una maniobra de distracción. El salón de baile se llenó de árboles buenos bailando y cantando, y a partir de ese momento el bosque dejó de ser oscuro y pasó a ser clarito. Y todos festejaron e hicieron lo que querían. Colorín Colorado, este cuento se ha acabado.


Ricardo era dueño de una oveja llamada Francesca, que tenía una lana muy suave. Un día Ricardo la abandonó. Mientras caminaba la oveja, sola, se encontró con gente tocando el tambor y de repente una niña la vio y se la llevó. Le dio una planta y se pudo alimentar. Donde vivían había muchos animales. La oveja se hizo muchos amigos. Estaba la vaca, el chancho, el gato y la gallina. Todos ellos estaban siempre juntos. En un momento, apareció una oveja varón que se llamaba Leo, de quien Francesca se enamoró. A los pocos años tuvieron tres hijos, dos nenas y el bebe, un varón. Su dueña les daba comida a todos los animales y fueron felices para siempre.


Durante el campamento que realizan todos los años los chicos del apoyo escolar “Casita de los Sueños”, un grupo de amigos: Julián, su hermano Junior, Marcelo y Zaira decidieron, en la hora libre, salir a recorrer el lugar y de paso juntar leña para el fogón. Encontraron un hermoso lago de agua cristalina en el que se podían ver los peces. Al estar todos transpirados no tuvieron mejor idea que meterse. ¡Corrieron hasta el lago y se tiraron de cabeza! Entre risas y chistes el tiempo fue pasando; el cielo se puso tormentoso, oscuro, negro. Los relámpagos aclarecían el lugar y el viento comenzó a soplar. Los árboles caían destrozados y los rayos quemaban las plantas. Los chicos salieron apurados para regresar al campamento, pero en eso se largó a llover muy fuerte. Encontraron una casa abandonada y se metieron para refugiarse. Pero ninguno vio el letrero de advertencia que decía: “Prohibido el paso”. Al entrar y darse vuelta para cerrar la puerta vieron que la casa había quedado dividida en dos mundos diferentes. Por un lado, la casa abandonada, desde afuera se podía ver que era muy vieja, tenía dos gárgolas en el camino de entrada, los vidrios estaban rotos y la puerta entreabierta. Del lado interior se podían ver manchas de humedad, ratas, telarañas enormes, plantas crecidas. Al techo le faltaban maderas y había una escalera que iba a un sótano. Al bajar quedaron con cara de asombro: ¡Habían cruzado a un mundo desconocido y la escalera para volver ya no estaba!


Empezaron a observar qué cosas había en ese misterioso lugar. Vieron que las personas tenían cara de animales, y otros seres tenían cuerpo de dos animales al mismo tiempo. Ante la desesperación intentaron hablar con alguien, pero tenían miedo de acercarse. De repente un hombre-león les dice: - “Han invadido el mundo animal. Para poder salir deberán pasar algunas pruebas y obstáculos antes de la tercera luna llena porque si no se convertirán en seres mutantes”. Además agregó que tenían que encontrar el portal que los regresaría a su mundo. Algunas de las pruebas que debían pasar eran: cruzar el océano, llegar hasta la isla y adivinar un acertijo. Las restantes pruebas tendrían que averiguarlas solos. Y al despedirse les dijo: - “Pero recuerden, en este mundo cada lugar al que vayan tendrá la forma que le den con su imaginación”. Los chicos, con un poco de miedo, pero con ganas de volver a su mundo, emprendieron la búsqueda. Se subieron a un bote para dirigirse a la isla donde veían un resplandor desde lejos. - ¡Quizás ese puede ser el portal!, pensaron. Las sirenas-perros los ayudaron a llegar a la orilla. Al bajar se encontraron con uno de los obstáculos que les había advertido el hombre-león.


Allí los árboles que hablaban los recibieron y les contaron que sí descifraban el acertijo los dejarían pasar. Éste era: Vuela sin alas, silba sin boca, pega sin manos y no se le toca. Mientras empezaron a pensar y a discutir, la isla se oscureció y un fuerte frío los invadió. Entonces se dieron cuenta lo qué era. Todos gritaron al mismo tiempo: - ¡El viento! Al adivinar el acertijo la isla desapareció y sólo quedó el letrero que decía: “Prohibido el paso”. (El mismo que tenía la casa abandonada). De repente un hombre-halcón los empezó a guiar hasta el portal, pero éste se hacía cada vez más chico, por lo que sólo pudieron pasar tres chicos. Julián decidió quedarse para explorar el nuevo mundo y salvar a sus compañeros. Junior, Marcelo y Zaira aparecieron en otro mundo, lleno de cascadas flotantes y montañas que cobraban vida. En eso, Zaira se acordó que los lugares a los que fueran, tendrían la forma de su imaginación. Entonces comenzaron a imaginar una ruta de salida. Junior dijo: “vayamos hacia aquella montaña y encontremos el portal”. A lo que Marcelo le respondió: “¿Pero cómo vamos hasta allá?”. Junior imaginó un colectivo volador que apareció al instante y todos se subieron.


Pasaron entre el agua de las cascadas y al descender, la montaña les habló: “Lograrán pasar si este acertijo pueden contestar: Al principio anda en 4 Luego con 2 Y por último con 3 ¿Qué es?” Los chicos pensaron y pensaron. “¡Es el hombre!”, gritaron todos al mismo tiempo. Junior explicó: “cuando es bebé gatea, cuando crece camina, y cuando es viejito, usa bastón”. El portal se abrió de repente y ellos fueron caminando hacia el resplandor. Los tres amigos se tomaron de las manos y pensaron en Julián. Cerraron los ojos por un instante, y al abrirlos estaban en el campamento. Al regresar todo seguía igual; los chicos los estaban esperando para prender el fogón. ¡Sólo habían desaparecido cinco minutos en su mundo! Pero ninguno se dio cuenta que tenían la marca del halcón y una garra tatuada en su piel. No entendían qué había pasado. Empezaron a buscar a Julián por todos lados, y resulta que estaba durmiendo en su carpa como si nada. - ¿Había sido sólo un sueño? ¡No podía ser! Los tres habían vivido lo mismo. En ese momento, las seños los llamaron para cenar y prender el fogón. Julián nunca reveló cómo consiguió regresar al campamento. Hasta el día de hoy los chicos siguen sin saberlo, pero su amistad es más fuerte que nunca.


Para algunxs, simplemente es una bebida. Para otrxs, un compañero de ruta. Primo hermano del té y del café. Con leche o solo, dulce o amargo, caliente o frío. Típica discusión entre Paraguay y Argentina. O un amigo de las mañanas, tal como el gallo que despertó esa cálida mañana de verano a Anahí Mientras una niña guaraní dormía acurrucada en su cama se oyeron los primeros cacareos del majestuoso animal mañanero. Ella lentamente abrió los ojos mientras estiraba sus brazos hacia el cielo. Miró por la ventana al gallo que la había despertado, este estaba parado en la punta de un poste de madera. Ella le sonrió. Con los ojos entrecerrados puso un pie fuera de la cama, luego el otro, se colocó sus ojotas de paja y tela, y fue hacia otro cuarto de su choza, era una especie de comedor. Se preparó un poco de cocoa y salió, no antes de agarrar su bolsa con pequeñas semillas. Era temprano, algo así como la seis de la mañana. Cerró la puerta de su hogar mientras agarraba a su caballo. - ¿Vamos Dimitrio? - dijo, al cabo de esto Dimitrio relinchó. - Lo tomaré como un sí, ¡arre! Lo tomó de las riendas y empezó a cabalgar. Sentía el viento rozando su cara y acariciando su pelo. Su caballo galopaba velozmente al compás de las hojas que volaban. Luego de un rato, llegó al lugar de la cosecha. Aunque su casa no quedaba tan lejos de allí, ella iba por un sendero de bosques frondosos que era más largo. Sujetándose a Dimitrio se bajó de su lomo.


Esa huerta estaba llena de todo tipo de frutos, pero ella notó la Ella miraba sonriente el lugar, la huerta…su huerta. Anahí conocía el lugar desde pequeña, le encantaba ir allí. Pero lo que ella no sabía, es que algo grande sucedería. Mientras estaba sentada admirando el gran pastizal sintió un viento cálido, y aunque era verano, ese viento no era normal. Dimitrio relinchaba fuertemente. Las hojas empezaron a moverse de aquí para allá, formando remolinos. De un momento a otro el cielo se tornó gris y el viento era cada vez más intenso y olía como a…lluvia. Tormenta. Anahí corrió hacia donde estaba su caballo. Pero en su corto camino hacia este se tropezó con una enredadera entrometida, que asomaba su tallo hacia la superficie haciendo que caiga de cara contra el suelo. En cuanto ella intento levantarse, la enredadera se enrolló más en su pie. Quiso desprenderse de ella forcejeándola, fue en vano, porque a cada movimiento esta se enrollaba más y aunque luchaba, era inútil. Se sentía mareada, adormecida. Pensó algunos minutos hasta que recordó algo; el facón. Lo sacó de su cinturón y empezó a cortar los tallos y quitarlos de sus piernas. Y aunque ella se desprendió de su agarre, recordó que el líquido que largaban estos contenía un somnífero. Tronó por primera vez, fuertemente. Cada vez llovía con más intensidad, Dimitrio relinchaba en busca de ayuda. Ella intentaba mantenerse despierta, aunque el sueño la iba dominando. Recordó algo que la hacía calmar; el canto. Recordó una canción, carraspeó un poco y empezó...


-"viento del norte, que abrazas mi luna distante"... Aunque en realidad fueron segundos a Anahí se le hicieron minutos... "Tierra quebrada, transitar de los pies cansados", hasta horas; "Fondo del alma, son tus ojos claros poema y luz". Una de las preguntas que merodeaban su mente era ¿llegaría a su hogar?… "y del rocío se formó tu canto y el mío". Al cabo de un rato ella se quedó dormida, junto al ruido de la lluvia y la tormenta. De repente y como un acto de magia, la planta de caaiguá empezó a crecer, y brotaron flores, y algo en ella esta vez era especial… Anahí se despertó sobresaltada por como relinchaba Dimitrio. El efecto ya había cedido y la enredadera había desaparecido. Sentada, ella se miró sus extremidades, llenas de barro, como los cascos de Dimitrio. Intentó pararse con pocas fuerzas sujetándose de algo…algo como…una planta. - ¿Estaba allí desde antes? No, estaba segura de que no. ¿Sería de caaiguá? Es más… ¿Sería “Su” planta? Como primer movimiento ella le acarició una hoja y le depositó un suave beso. Esto hizo que se estremeciera un poco, dejando notar algo, que para su sorpresa era una pequeña calabacita. Emocionada ella sacó su facón y removió la calabaza para llevársela a su hogar. Contenta de su logro Anahí corrió hacia Dimitrio y se montó. - Perdón Dimitrio por traerte –dijo mientras lo abrazaba. Dimitrio relinchó, había aceptado sus disculpas.


Ya no se escuchaba lluvia, pero había bastante neblina y estaba húmedo. Lo tomó nuevamente de las riendas y empezó a cabalgar hacia su hogar, estaba cansada y sedienta, quería llegar. Esta vez fueron por el camino más corto. Llegada a su choza se bajó del lomo de Dimitrio y entró a su hogar. Depositó el pequeño vegetal arriba de la mesa y lo observó por un corto rato, le encantaba ver sus hojas. Le gruñía la panza y tenía muchas ganas de probar esa deliciosa caaiguá, era la primera vez que cosechaba una. En cuanto le quitó la parte superior, la expresión de su cara se transformó; pasando de una de alegría a una de confusión... - ¿Por qué esa caaiguá tendría eso? Y ella que tenía tanta hambre… Observó su contenido lentamente y con curiosidad, se veía como hojas secas, pero molidas, con agua caliente dentro. A ella le resultó algo extraño ver eso, pero al tener agua quería probarla, saber su sabor. Por lo que agarró una pequeña caña hueca, la colocó y... - Anahí - ¿Si Dimi? - Muy linda tú historia, pero pasa el mate que no es micrófono.


07/08/04. Desde que tengo memoria puedo recordar esas miradas, esas expresiones de asco o incluso era observado, pero inmediatamente desviaban la mirada. A esto último supongo que lo hacían para que no me sienta incómodo, aunque ya estoy acostumbrado, o también por el simple hecho de no soportar verme. Igualmente, no pienso que aquel defecto que ve la gente en mi sea tan “asqueroso”, ya que poseo una familia y un par de amigos queriéndome tal y como soy, aunque he llegado a pensar que ese cariño no es real. 10/08/04. A diario me observo en el espejo mientras hablo conmigo. Mirándome detenidamente y haciéndome la misma pregunta ¿qué hay de malo en mí? Esto parece de locos, pero imagino que habrá más personas haciendo lo mismo. He llegado a ver un par de nenas y a un nene parecidos a mí. La verdad se me hace muy extraño. Intenté preguntarle a mi madre varias veces, pero ella siempre cambia de tema. Quisiera preguntarles a mis maestras, pero me da vergüenza y a la vez miedo de lo que me llegue a enterar. 21/06/06. Hoy cumplí 7 años, la pase muy bien con mis papás y abuelos. Anteriormente me faltó decir que desde los 6 años he sido objeto de burlas y “chistes negros” como lo suelen llamar mis compañeros. Gracias a dios tengo dos mejores amigos que siempre me defienden cuando estoy siendo molestado. Les estoy muy agradecido por su amistad, incluso les tomé un cariño muy grande a sus padres ya que son atentos y cuidadosos conmigo al igual que mis padres. 13/07/06. De lunes a viernes es la misma rutina de siempre: me levanto, desayuno, me dirijo al colegio junto a mi mamá, soporto las burlas sin decir nada, mis amigas me defienden al igual que uno que otro profesor. Nunca le tuve rencor a ninguno de mis compañeros, a pesar de todo lo que me hacen, ya que pienso que es mi culpa tener este defecto. Quisiera no haber nacido para no causarle molestias a nadie, pero lo que realmente me frustra es el hecho de no saber qué es lo que está mal en mí. 16/07/06. He visto llorar a mi madre en brazos de mi padre, tras enterarse de las burlas que recibía diariamente. Imagino que luego de eso habrá ido a hablar con los directivos porque en el día de ayer los mismos de siempre me trataban BIEN. Sinceramente esto me sorprendió y a la vez me alegró mucho. Tenía más que claro que aquel afecto recibido era falso aun así tuve esperanzas de empezar a llevarme bien con mis compañeros.


19/07/06. Luego de los excelentes días que estuve pasando, algo malo tenía que suceder, nuevamente todos mis compañeros, con excepción de mis únicos amigos, se reían, burlaban, me llamaban inútil, pero lo que realmente me dolió fue lo último que me dijeron “tus padres deben sentir vergüenza de vos” “mis padres dijeron que no perteneces a esta escuela y que deberías ir a una de los de tu especie”. Rompí en llanto apenas logré poner un pie en mi casa. Fue tanta la desesperación que me costaba respirar, tan solo pasaron 5 minutos, pero para mí fueron los minutos más largos de mi vida. 03/09/06. Ayer finalmente mi madre decidió contarme cual era mi defecto. Cuando ella era joven quería tener hijos, pero no podía, así que tomó la decisión de adoptar. Un día, junto a mi padre, fueron a un orfanato. Fue entonces que me encontraron en los brazos de una mujer siendo amamantado, en ese instante mi padre se dio cuenta el motivo por el cual había sido abandonado. Resulta que tengo síndrome de Down, esto no es una enfermedad sino una alteración genética que se produce por la presencia de un cromosoma extra. Mi padre se dirigió rápidamente a decirle a mi madre que había encontrado un nene que cambiaria y alegraría sus vidas, un nene único. Mi madre estuvo de acuerdo e hicieron todos los trámites para mi adopción. 10/09/06. Falté una semana a mí colegio, no soportaba el hecho de volver a la misma rutina de siempre. Anoche mi padre se acercó para contarme una historia, que consistía en que todos los nenes que padecían lo mismo que yo podían ver conejos y dependiendo de la personalidad de cada uno el color variaba. 12/09/06. ¡Por fin logré ver a mí conejo! Lo imaginaba pequeño, pero era del tamaño de mi mochila ¡w ooo! Estaba tan emocionado que no me importaba que fuera violeta, me encantaba así como era. Se lo conté a mis padres y se pusieron muy felices por mí. Así que decidí volver al colegio acompañado de mi nuevo mejor amigo. 15/01/16. Ya tengo 17 años, pronto voy a entrar a la universidad. Me costó un poco lograr ingresar, pero lo conseguí. Voy a asistir a las mismas clases junto a mi novia. Quisiera que nuestra relación durara para siempre, pero soy consciente de que nada es eterno. Me tomé el tiempo de transcribir mi diario porque la verdad no se entendía nada, tal vez esta sea la última vez que escriba en él.


Luna era una gata de color negro, le gustaba el dulce de leche y además era muy especial porque podía hablar con las personas. Podía contar cuando le dolía la panza y también pedir pan tostado con dulce de leche. Su especialidad para comunicarse la hizo famosa, venían michis de todo el país para contar sus necesidades y Luna se las trasmitía a sus dueños. Las primeras demandas gatunas fueron: “Basta de alimentos balanceados ¡Nos gusta la lenteja y el choclo!”. “¡Basta de mimos cuando dormimos!”. “Menos cajas de piedras y más libertad para salir al patio”. Luna estaba agotada de ser especial, así que en vez de traducir lo que decían los michis les enseñó a hablar. Al fin de cuentas no era tan difícil, ella aprendió escuchando la radio. Ojo, esta historia es real… ¡Sólo que no pasó aquí!


Había una vez una preciosa e inteligente chica que vivía en el barrio Peruzzotti, soñaba con ser una gran escritora y tener, algún día, una historia de amor que contarle a sus nietecitos. La llamaban Cenicienta, sus ojos y su pelo eran del color de las hojas en otoño y amaba leer todo tipo de libros: su preferido se llamaba El principito. Ella vivía con su madrastra y sus tres hermanastras menores, a quienes atendía todo el tiempo, casi sin tener espacio para hacer sus cosas. La madrastra de Cenicienta era tan despistada que hasta había olvidado anotarla en el colegio, por lo que la joven, impulsada por su amor a la lectura, había empezado a frecuentar una biblioteca en la que se encontraba con muchos chicos que vivían en el barrio. Entre todos esos chicos y chicas había uno que llamaba su atención... pero eso lo dejamos para más adelante. Todos los días al amanecer, Cenicienta preparaba el desayuno para su madrastra y hermanastras. Corría, literalmente, para cumplir con todos los pedidos a la vez. Después de un tiempo, se preguntó ¿por qué mantenía esa relación de distancia con ellas?, ¿por qué no podían ayudarla?, o mejor dicho, ¿por qué las cosas no podían ser diferentes?. Entonces empezó a pensar en alguna solución posible. Después de meditarlo durante algunos días, una mañana con mucho sol, se sentó en la mesa del desayuno, miró a su madrastra y a sus hermanastras y les dijo lo que sentía: que todas vivirían mejor si cada una se esforzaba un poquito más, en lugar de que ella se ocupase de todo el trabajo. Ellas la miraron un momento, mientras la madrastra pensativa, en otro de sus actos despistados, le agregó tres cucharadas de sal a su té. Repuestas de la sorpresa por el atrevimiento de Cenicienta, sus hermanastras estaban a punto de protestar cuando su madrastra habló: -Cenicienta tiene razón.- Y sus ojos se iluminaron de repente mirando a Cenicienta, y habiendo comprendido todo por lo que había tenido que pasar hasta aquel momento.


- Y fui tan despistada todo este tiempo que ni siquiera te anoté en el colegio… y vos tenés derecho a estudiar. -Ya lo sé- respondió Cenicienta, un poco triste -¿Cómo lo sabes? -En la biblioteca aprendí sobre los derechos que tenemos todas las personas… sobre todo nosotros los niños. La madrastra y las hermanastras miraron a Cenicienta, y advirtieron lo inteligente que era. Desde ese día, tanto ella como las hermanastras fueron mucho más comprensivas con Cenicienta y todo mejoró. Aquel día, nuestra bella Cenicienta invitó a sus amigas a su casa por la tarde para que la ayudaran a prepararse para ir a la biblioteca Palabras del Alma. Esa noche la biblioteca daba una gran fiesta a la que todo el barrio estaba invitado. Mientras se miraba en el espejo, se preguntaba ¿qué sería la belleza en realidad?, ¿dónde se alojaría...? ¿No sería bueno contestar esta pregunta con una frase de su libro preferido? Entonces se rió por dentro, recordando lo que le había dicho una de sus amigas hacía unos minutos: -No te preocupes, acordate que lo esencial es invisible a los ojos. Mientras continuaba preparándose, Cenicienta recordó el momento en que pisó la biblioteca por primera vez. Al instante sintió que ese sería el lugar en donde comenzaría a dar los primeros pasos rumbo a su más grande sueño: ser escritora. Algunas horas más tarde, le preguntó a una de sus nuevas amigas en qué sección se encontraban las novelas, y así llegó a un pasillo con dos inmensos estantes colmados de libros. Comenzó a buscar su libro preferido por el estante izquierdo, concentrada, sin advertir que justo en el estante opuesto se encontraba aquel chico que, al llegar, le había llamado tanto la atención. Siguió buscando el libro sin encontrarlo durante algunos minutos, y justo cuando leyó su título, una suave pero misteriosa mano se chocó con la suya.


Cenicienta miró inmediatamente a su lado: era él. Por primera vez lo vio un poquitito más de cerca y advirtió que tenía los ojos del color del mar. Él se presentó primero: se llamaba Adil. -Parece que buscábamos el mismo libro-dijo ella. -Sí-respondió él, sonriendo- no te había visto antes por acá. -No, es la primera vez que vengo a esta biblioteca- y al decirlo, Cenicienta terminaba de convencerse de que había llegado al lugar indicado. -Te va a encantar la biblioteca, como a mí me encanta este libro- le respondió él. Ella sonrió, y no podía creer que el libro preferido de él fuera el mismo que el suyo. Se sintió feliz, simplemente feliz. -Hay una frase que me gusta mucho, que dice lo esencial es... -...invisible a los ojos.- Dijo Él terminando la frase. Ya en la fiesta, Cenicienta, que en realidad se llamaba Alma, y Adil se encontraron. Las tres hermanastras y la madrastra se encargaron de ayudar a Alma a prepararse: una de sus hermanastras le prestó un vestido floreado que le quedaba muy bonito, una la maquilló y la otra le hizo un peinado que resaltaba su precioso rostro. Durante la fiesta la madrastra, despistada, se dio cuenta que Alma se había pintado los ojos con labial, pero nada de eso le importó y siguió riendo con una de sus amigas. Todos bailaron hasta cansarse y se divirtieron mucho hasta que el sol salió y un nuevo día los encontró unidos y felices… felices de poder estar todos juntos.


Un gato en el bosque Había una vez, en una casa cerca del bosque, un pequeño gatito, Fígaro, que vivía junto a su madre, sus hermanos, y a los humanos que lo cuidaban. A Fígaro le gustaba mucho hacerse el aventurero, al igual que agrandarse con sus hermanos, ya que era el más grande de la camada. Una vez, al pequeño gatito se le ocurrió la idea de salir al bosque a explorar. Su madre le había dicho cientos de veces que por nada en el mundo fuera al bosque, y sus razones para no hacerlo. Claramente, al gato no le importaron las advertencias de su madre, ya que fue al bosque de todas maneras. Cuando se adentró en el bosque, se puso algo nervioso. El bosque era un lugar frío, oscuro y muy escalofriante; las ramas de los árboles parecían brazos, y sentía como si estuviera siendo vigilado por alguien. Fígaro nunca había visto a ningún animal que superase su tamaño, y tampoco quería hacerlo, o no ahora. En eso, el gatito escuchó un ruido extraño provenir de uno de los arbustos. – ¿Q-Quién anda ahí?– preguntó, impulsado por los nervios. – Dime quién eres, y te diré quién soy– contestó la criatura detrás de la planta. Fígaro se quedó un tiempo callado, tiritando del miedo. – Y-Yo... soy...– intentó pensar en alguna excusa, hasta que la encontró –¡Yo soy un lobo! ¡Aléjate, si no quieres que te devore! Una risa provino del arbusto. – ¿Tú sabes cómo es un lobo? –preguntó nuevamente. – Tsss… ¿Te crees que no veo mi reflejo en el río?– dijo Fígaro, con aires de grandeza – Soy un animal enorme, de un reluciente pelaje, y... – ¿Con afiladas garras? – Sí, creo – contestó el gato, mirando sus garras. – ¿Y con enormes colmillos? – ¡Sí, por supuesto!– dijo este, entusiasmado – ¡Son más grandes que un alfiler! – ¿Eres aterrador? – ¡Uff! ¡Temblarías del miedo si te lo explicara! – rió el felino. – ¿Y es verdad que... puedes devorar a tus presas de un solo bocado?


Fígaro dejó su arrogancia de lado, dando un sobresalto hacia atrás. Él no sabía eso de los lobos. – B-Bueno... podría hacerlo, si quisiera... La criatura tras el arbusto volvió a reírse. –Porque entonces, veo que me conoces bien. El animal salió de su escondite, y Fígaro no lo podía creer: ¡era un enorme y terrorífico lobo feroz! Su pelaje era tan negro como la noche, sus garras tan afiladas y gruesas, como una cuchilla, y sus dientes tan grandes como una de las patitas del gato. Fígaro retrocedió asustado, alejándose de la bestia. – Yo sí conozco a los gatos, lo bellos, dependientes, y arrogantes que son. Conozco mucho sobre ellos, y ¿sabes qué más? – hizo una pausa el lobo. – A mí también me gusta comérmelos de un solo bocado. Y, en aquel instante, solo los arboles de ramas extrañas y las aves de miradas espeluznantes, fueron testigo de los gritos del pobre gato, y de su intento de escapar de la masacre.


Un día como cualquier otro en casa me preguntaron si yo quería ser un astronauta. Yo me puse a pensar ¿Qué es ser un astronauta? ¿Por qué una persona querría irse del planeta tierra? Solo sé que los astronautas usan peceras vacías grandes y redondas como una pelota en la cabeza. Yo pienso que es para que no se les escapen las ideas y su inteligencia no se vaya volando cuando salgan de acá. También sé que usan trajes tan grandes como pijamas para que puedan estar cómodos, pobres astronautas ya deben estar cansados de vestirse para dormir. Usan botas más pesadas que las que usamos cuando llueve y queremos chapotear en el agua y con eso tienen que caminar gravedad ¿Cómo será caminar sin miedo a tropezar?


Y como si fuera poco son científicos, estudian mucho para poder ver las estrellas de cerca y así ayudarlas cuando ya no tienen más brillo, para que desde casa las podamos ver más relucientes. Lleva en su súper pijama cualquier herramienta que pueda servir en el espacio. Además, hablan con extraterrestres y les preguntan que saben de nosotros, pero ¿Les habrán llevado galletitas de la tierra para que las puedan probar? Un astronauta tiene que despertar a la luna y el sol por si se quedan dormidos cuando es la hora de salir, y con su nave espacial recorre largos kilómetros para que podamos tener las fotos que salen en el manual del cole para estudiar. Me preguntaron si quería ser astronauta cuando sea grande, pero me gusta pensar que mi propia nave espacial recorre todo lo que yo recorro mientras camino, que no necesito ir a marte para descubrir algo nuevo, estoy rodeado de colores, de aprendizajes, de días lluviosos y soleados. Y que lo nuevo no está tan lejos como lo veo.


La pastora y el Zorro El Zorro, pícaro, espiaba a la pastora para robarle. El Zorro se escondía atrás de los arbustos, atrás del churqui; de ahí espiaba a la pastora. Cuando la pastora se cansaba de que el Zorro la espié todo el tiempo, soltaba a sus perros para alejarlos. El Zorro corría para escapar y así esconderse en su madriguera. Lo que la pastora no sabía es que en su madriguera estaban los zorritos, los hijitos del Zorro, que tenían hambre y por eso él quería a los cabritos de la pastora para alimentarlos.


La pastora y las ovejas Cerca de las montañas la Pastora llevaba sus ovejas. En las tardes la Pastora se entretenía jugando, haciendo casitas de barro, y se olvidaba de sus ovejas. Mientras ella jugaba con barro sus ovejas se escapaban y las perdía. Cuando se daba cuenta y se ponía a buscarlas no las podía encontrar; y cuando las encontraba no las podía hacer volver. Todos los días la pastora iba con sus ovejas y siempre se entretenía haciendo sus casitas, preparaba su hornito, la cocina, el dormitorio, el jardín… pasaba horas jugando con barro, hasta que recordaba que tenía ovejas y dejaba de jugar para ir a buscarlas.

La abuelita y la nieta La pastora no solo tenía ovejas a su cargo, también tenía llamas. Mientras ella salía a pastorear las llamas en el hermoso pasto había perdices que ponían sus huevos entre medio de los pastizales. La pastora buscaba esos huevos hasta tarde para poder llevarlos junto con las llamas. Todas las tardes al llegar a la casa la esperaba su abuelita, juntas hacían buñuelos. Muy contenta siempre le preguntaba – “¿Trajiste los huevos mija? La pastora se ponía muy feliz al ver a su abuela y también por los buñuelos hechos con leche de oveja.


Francy Francy es una jovencita de 14 años. Alegre, de mirada pura y llena de proyectos. -“Abogada voy a ser cuando sea mayor”, le dijo un día a su madre. -“Quiero ayudar a esa gente que sufre de violencia”, continúo. Su madre la miró y sonrió llena de orgullo. Estudia en un colegio de un barrio de clase media. Su mejor amiga se llama Bety y como ella está llena de sueños y proyectos. En sus cabecitas ya están proyectando sus 15 años. Hace un mes algo se ha modificado en la vida de Francy. Sus amigas la notan distante, con un brillo extraño. Mezcla de alegría y misterio. Cuando le preguntan si le sucede algo, evade respuestas. Es lunes, Francy se prepara como todos los días para ir al colegio (desayuna apurada). Su madre la nota nerviosa y le pregunta: -“¿Te sucede algo hija? -“No, tengo un examen”, responde Francy. Le da un beso y se va. Son las 14hs y Francy no regresa. Su madre preocupada llama a su amiga y para su sorpresa escucha: -“Francy hoy no fue al colegio” Se desespera. Pide ayuda a familiares, amigos, a la policía.


Pasan unas horas, la policía busca pistas en la computadora de la joven y encuentran varios chats con un jovencito de 16 años llamado Alejo. Al investigar más a fondo consiguen una dirección y allí se dirigen. Llegan al domicilio del supuesto joven y los atiende un señor de unos 40 años; que al verlos se pone nervioso, eso hace desconfiar a la policía que ingresa a la vivienda. Allí, en un sillón, esta Francy dormida con sus sueños rotos. Despierta, está confundida. No comprende aún qué sucede dado que está bajo el efecto de una droga que le suministro su supuesto amigo virtual. Ha pasado un año desde ese día, Francy se prepara para sus 15 años. En su bello rostro aún se refleja lo vivido hace un año atrás. Pero agradece a la vida estar viva. Las heridas gracias a sus seres queridos y amigos van sanando. En su corazón, sus sueños toman más fuerzas, su vocación es una convicción para impulsarse hacia adelante. -“Abogada voy a ser” y su mirada se ilumina, al darse cuenta que el futuro es de ella y sonríe feliz.


Poroto con patas Esa mañana parecía estar pasando lo imposible. Kevin tenía una arruga de preocupación en su frente, justo él, que era el más sonriente del grado. Candela no podía resolver las cuentas más fáciles de la clase de matemática, justo ella, que había ganado las olimpiadas de matemática el año pasado. Fernanda se había olvidado de traer la cartuchera, el cuaderno de comunicados y el sanguchito para el recreo, justo ella, que nunca se olvidaba de nada. Y Rodrigo estaba callado, justo él, que no paraba de hablar ni un segundo. Ese día, un aire de extrañeza se respiraba en el grado. Hasta la señorita Andrea lo notó, aunque nunca supo bien cuál era el motivo. En el primer recreo, chicos y chicas se reunieron en un rincón del patio que quedaba medio tapado por un sauce de ramas largas, y fue Vivi la primera que habló: -Si estamos acá es porque sabemos que algo raro está pasando… -Esta mañana en la huerta de casa habían desaparecido todos los morrones, y no encontramos ni rastros de dónde podrían estar -dijo Candela. -Mi mamá tiene unos rosales, pero este año, cuando abrieron los pimpollos, los pétalos tenían una forma rara… como deformes… -agregó Tomás. Entonces fue cuando Rodrigo decidió hacer su misterioso anuncio: -Reunamos a todos los chicos y chicas que hayan visto algo fuera de lo normal. Tengo que mostrarles algo en el próximo recreo. El tiempo en clase parecía no pasar más y los chicos realmente no prestaban atención cuando la señorita Andrea hablaba de polución, desechos tóxicos y otras cosas más en la clase de Naturales. Terminó enojada y dándoles más tarea por todo lo que no habían hecho en clase. Pero ese no era el verdadero problema. Cuando sonó el timbre, salieron corriendo al patio y fueron directo al rincón detrás del sauce. La cuestión era que esa vez eran muchos más, y también había chicos y chicas de otros grados. Tuvieron que hablar rápido antes de que los viesen las maestras, y menos que menos, la directora. -Tenemos poco tiempo -apuró Vivi.- ¿Qué tenés ahí? De golpe, Rodrigo mostró un frasco vacío de mermelada que tenía agujeritos en la tapa de metal. Adentro había un poroto. Un poroto con patas. -¿¿¿Qué es esoooo??? -preguntaron todos a coro, asombrados. Se empujaban por ver de cerca el bípedo poroto, mientras la legumbre caminaba en redondo dentro del frasquito.


-¡Paren! -gritó Vivi.- Dejen tranquilo a Rodri y que nos explique qué es esto. Vivi miró a Rodrigo con los ojos muy abiertos animándolo a contar. El chico pasó a explicar la situación: -Resulta que en casa no tenemos mucho espacio para una huerta así que decidimos plantar algo que pudiera entrar en un rinconcito de nuestro fondo, que es muy chico. Plantamos porotos. En pocos días creció una plantita y la atamos a una caña para que crezca para arriba. Todo venía bien y al tiempo habían salido las vainas con los porotos adentro. Ayer, después de desayunar con mis papás y mis hermanos, decidimos cosechar los porotos. Pero cuando fuimos a ver la planta… las vainas estaban abiertas y vacías. Y los porotos, por ningún lado… Hasta que vi algo chiquito que se movía cerca de una piedra… Sin que nadie me viera, lo agarré y lo guardé… Y es esto: un poroto con patas. Una exclamación de asombro llamó la atención de varias maestras que empezaron a caminar hacia donde estaban reunidos. -A la salida, nos encontramos en el tobogán de la plaza, ¿les parece? -propuso Vivi. El resto de los chicos y chicas estuvieron de acuerdo, y la reunión se terminó antes de que las maestras llegaran al sauce. Al mediodía, ya eran muchos los que estaban junto al tobogán de la plaza. En realidad había chicos y chicas de todos los grados y hasta varios de otras escuelas cercanas. Todos estaban hablando de las cosas raras que habían visto en sus huertas y jardines, mientras el frasquito de Rodrigo pasaba de mano en mano, entre exclamaciones de asombro. En un momento, la asamblea de chicos y chicas parecía que no iba a llegar a ninguna conclusión: todos estaban tan sorprendidos como desorientados. Hasta que, en medio de la multitud, logró abrirse paso un pequeño que había pasado desapercibido. -Ninguno prestó atención a la señorita Andrea, ¿no? -quiso saber. Muchos se enojaron con él y le preguntaron qué tenía que ver eso con un poroto con patas. -Es que justo hoy la seño habló de la contaminación… y ¿saben qué? Hay muchas fábricas que contaminan el aire, el agua y… -La tierra -completó Cande. -Exacto -respondió el chico, que se llamaba Dani y era nuevo.- Y acá cerca justamente hay una fábrica que tiene un tubo enorme que da al río. Por ese tubo larga un montón de líquido oscuro todos los días.


Al escuchar esto, el poroto empezó a saltar como loco adentro del frasquito. -¡Tenemos que ir allá y ver cómo pararlos! -gritó Fernanda. En medio de la preocupación y ansiedad general, todos los chicos y chicas salieron corriendo con Dani al frente, que los guiaba hacia la fábrica contaminante y, por supuesto, con el poroto con patas. Llegaron al lugar y dieron la vuelta: era un edificio grande y bastante nuevo, con muchas luces y un alto y grueso alambrado que lo rodeaba. Los chicos y chicas bordearon el alambrado hasta llegar a la orilla del triste río que arrastraba sus aguas turbias. Y ahí lo vieron: el enorme tubo que enfermaba cada vez más al río, a la tierra, y a todos los habitantes del barrio. El poroto saltaba cada vez más fuerte sacudiendo el frasquito, Rodrigo tuvo que agarrarlo con fuerza para que no se le cayera. -¿Y ahora qué hacemos? -preguntó un chico. El silencio era total. Los chicos y chicas estaban indignados, tristes, furiosos por lo que veían, y realmente no sabían qué hacer. Al parecer, no se les ocurría nada. ¿Cómo podrían un grupo de chicos y chicas frenar la contaminación de una gran fábrica…? El poroto golpeaba casi con desesperación la tapa del frasco. Fue entonces que Rodrigo decidió abrirlo. El poroto saltó y cruzó el alambrado por uno de los espacios. Los chicos y chicas observaron con los ojos abiertos de par en par cómo el poroto corrió hacia el tubo gigante y se perdió por un costado. Durante unos minutos, contuvieron la respiración esperando que algo terrible y espectacular ocurriera. Pero nada pasó. Ya se estaban dando vuelta para volver a sus casas, desanimados y derrotados, cuando Vivi gritó:-¡Miren! Allá, a lo lejos, desde el otro lado del tubo gigante, unas ramas con hojas muy verdes se iban extendiendo y desparramando alrededor del tubo; crecían a una velocidad increíble para una planta y envolvieron en pocos minutos toda la extensión del tubo. En un momento, el crecimiento se detuvo y en el silencio total se escuchó un crujido. Y otro. Y otro. El tubo completo y parte del edificio se desmoronaron bajo la presión de la planta gigante, mientras los chicos y chicas festejaban a puros saltos y gritos de alegría. Rodrigo era el único callado: extrañaba a su pequeño amiguito saltarín. Muchos pero muchos años después, los chicos y chicas que habían vivido esa aventura, ya eran personas grandes, y les contaban esta historia a otros chicos y chicas. De cómo se unieron y se organizaron para resolver un problema. De cómo armaron una planta de reciclaje y una huerta comunitaria en el lugar donde antes estaba la fábrica contaminante. Y también, de cómo un chico –ahora hombrepuede hacerse amigo de un poroto con patas.


ESCRIBIERON... Juan el Lobo Thiago Lugo - Centro Comunitario Rodolfo Coronel La leyenda del bosque oscuro Jeremías Maldonado Corrales La Oveja Paloma Denise Aranda El campamento inolvidable Kevin Rodríguez - Paulo Klein - Priscila Klein Victoria Leguizamón - Ayrton Rondán - Lautaro Agüero - Franco Alvelo - Nahuel Sanabria - Joaquín Vera Dairon Gómez - Sergio Bogado Truco de calabaza Macarena R.R El Diario de un nene único Melani Tello - Celeste Fuentes La Michi especial León Hoyos - Sandra Hoyos Una Cenicienta no tan Cenicienta Milagros Solari - Brisa Solari - Carla Solari - Anahí Solari - Cintia Solari - Irene Villalva - Verónica Vivero - Dylan Verdichi - Johana Diaz - Iris Fernandez - Natasha Biblioteca Palabras del Alma Un gato en el bosque Lourdes Escudero - Cantamañanas Las preguntas de un niño terrenauta Zoé Alé


La pastora y el zorro Eduarda Bolivar Ventura (Sarañawi) Francy Shirley Roldán - Centro Comunitario Belén Poroto con patas Carolina Arias - Cantamañanas

ILUSTRARON... Juan el Lobo - La leyenda del bosque oscuro - La Oveja El campamento inolvidable - Truco de calabaza Anahí Rojas Camilo - El Diario de un nene único Yamila Ramirez La Michi especial - Las preguntas de un niño terrenauta La pastora y el zorro - Una Cenicienta no tan Cenicienta Poroto con patas Colores Gallarda Un gato en el bosque Héctor Diaz Herrera Las preguntas de un niño terrenauta Nicolas Lescan La pastora y el zorro Esmeralda Gómez Francy Anabela Pandolfo


VOCES... Juan el Lobo Gastón Guerra La leyenda del bosque oscuro -Truco de calabaza Anahí Rojas La Oveja - La Michi especial Gloria Mariani El campamento inolvidable

El Diario de un nene único - Las preguntas de un niño terrenauta Marcelo Ochoa Una Cenicienta no tan Cenicienta Gisela Ribaloff Un gato en el bosque Leonardo Smerling La pastora y el zorro Silvana Francy Gisella Romero Poroto con patas Ramón Brizuela




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