Feliz Navidad, y A ño Nuevo pleno de Fe y A mor
BOLETÍN NACIONAL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN DICIEMBRE 2012- ENERO 2013 / Nº 179
BOLETÍN NACIONAL APOSTOL ADO DE L A OR ACIÓN DICIEMBRE 2012-ENERO 2013 Nº 179
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Editorial EL Niño-Dios Nostalgia del hombre moderno Año de la Fe Emprender un camino que dure toda la vida: La puerta está abierta
10 La humildad de Dios
Navidad: un Bebé impotente
12 Hospitalidad: Un valor profundo
Intención General / Diciembre 2012
14 Desde el pesebre de Belén
hasta el ermón de la montaña
Intención Misionera / Diciembre 2012
18 Felicitación de Navidad 19 La belleza de la Fe
“¿Cuando venda el hijo del Hombre encontrará Fe en la tierra?”
20 Amor activo y generoso
Intención General / Enero 2013
24 Convivencia pacífica
Intención Misionera / Enero 2013
EL ANHELO DE DIOS
fue “una ilusión, esperanza del hombre”. Soñó en el ser humano después de la creación, hecho a imagen y semejanza de él. Pero el ser humano oscureció la imagen que Dios había hecho de él. Se escapó de Dios y de sí mismo. Cerró las puertas de su corazón y no dejó entrar a Dios dentro de sí mismo. Se extravió, quedó atrapado en la red de sus propias mentiras. Reeditó el sueño ilusionado estableciendo un nuevo comienzo. En navidad celebramos esta realidad, tal como resplandece en Jesús. La carta a Tito expresa el misterio de navidad: “se manifestó la bondad de Dios nues-
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tro Salvador y su amor a los hombres”. Y esta humanidad de Dios está impregnada de bondad. Irradia benevolencia y amabilidad. Es bueno consigo y con los seres humanos. El mismo es amor. Su esencia es el amor. La misma carta de Tito considera la situación del hombre, hoy día, como estancados y sin remedio… “Nosotros fuimos descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros”. ¿Necesitaremos una Nueva Evangelización? El texto de Pablo a Tito cobra una importancia única. La Iglesia propone un nuevo Año de la Fe y una Nueva Evangeli-
zación, no es para conmemorar una fecha, 50 años del Concilio Vaticano II, sino porque hay necesidad, todavía más que entonces. En esta década ha aumentado la “desertificación” espiritual que ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora, lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. La crisis del mundo actual es muy profunda. Más que en la vertiente económica y política, sufrimos una cierta degradación en el aspecto humano. Ahora bien, quien dice “crisis” dice elección, todavía
es posible que de Cristo “nuestra paz, nazca un hombre nuevo”. Así podemos representar este Año de la Fe como una peregrinación en el desierto del mundo contemporáneo. El Año de la Fe “pretende sostener la fe de tantos creyentes que en la fatiga cotidiana no cesan de confiar con convicción y valor su propia existencia al Señor”. Se trata de recuperar el sentido de la fe, perdido en un mun-
do marcado por la ausencia de Dios generalizada que ha afectado también a la fe misma. Ha dejado al hombre abandonado a sí “mismo”, dejándolo “confuso”, sólo, a merced de fuerzas cuyo rostro ni siquiera conoce y sin una meta hacia la cual destinar su existencia.
Los tiempos han cambiado, pero siempre sigue siendo el tiempo de la paciencia de Dios y de la nuestra.
El hombre se extravió, quedó atrapado en la red de sus propias mentiras.
En un mundo
que ya no logra percibir la presencia de Dios, el nacimiento del Niño Jesús, “entre pajas” se manifiesta con una doble interrogación: ¿Qué pretende el hombre de hoy?, ¿tiene cierta nostalgia de Dios? El año de la Fe, cuya duración está pautada desde el 11 de octubre hasta el 24 de noviembre de 2013, quiere dar una respuesta aproximada a la doble interrogación. El año de la Fe “pretende sostener la Fe de tantos creyentes que en la fatiga cotidiana no cesan de confiar con convicción y valor su propia existencia al Señor”. Es decir, “se trata de recuperar su sentido perdido en un mundo marcado por una nueva crisis generalizada que ha afectado también a la Fe misma” varias décadas de lo que monseñor Fisichela no dudó en definir con estas palabras: incursiones de un laicismo que en nombre de la autonomía individual exigía la independencia de toda austeridad revelada y tenía como programa “vivir en un mundo como si Dios no existiese”. Esto ha generado una crisis “que ha dejado al hombre abando-
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nado a sí mismo”, dejándolo confuso, solo, a merced de fuerzas cuyo rostro ni siquiera conoce, y sin una meta hacia la cual destinar su existencia”. Se impone una necesidad, la de ir más allá. “Obligar a callar el deseo que el hombre siente de Dios impide que la persona llegue a la autonomía. El hombre está en crisis, pero no es marginando al cristianismo el modo de llegar a una sociedad mejor”, añade Fisichella. La campaña: La Nueva Evangelización pretende: el gran desafío del futuro está en que quien quiere la libertad de vivir como si Dios no existiera, puede hacerlo, pero debe saber lo que esto comporta. Trazando, de este modo, la situación de crisis del hombre contemporáneo, que “no ha olvidado” lo esencial, celoso como es de su propia independencia y de la responsabilidad personal de su modo de vivir. Porque como afirmó dicho conferencista, no es excluyendo a Dios de la propia vida como el mundo será mejor. Mientras los católicos no acepten ser marginados, seguirán llevando la Buena Noticia al mundo, que es Jesús.
El NIiño – Dios
Nostalgia del hombre moderno Advirtió que el anuncio de los creyentes no debe recurrir “a la arrogancia y al orgullo”, ni expresar “un sentido de superioridad hacia los demás”. Si no al contrario, debe ser llevado “con dulzura, respeto y recta conciencia”. En esto consiste la Nueva Evangelización en la misión de la Iglesia de hoy, de toda la Iglesia, como pueblo de Dios. No es algo diferente del pasado sino un nuevo modo de trasmitir el idéntico mensaje de salvación, “Cristo ayer, hoy y siempre”. La nueva evangelización cobra su fuerza no “diluyendo la fe”, sino sólo viviéndola totalmente en nuestro presente. “Porque no serán las tácticas las que nos salvarán, sino una fe repensada y vivida de modo nuevo mediante la cual Cristo, y con Él el Dios vivo entre en nuestro mundo”. Una verdadera Fe en todo lugar y en todo tiempo que se hace caridad, porque la vida encuentra su plena realización sólo en el horizonte de la gratuidad. En el mismo Congreso de Australia, Mons. Fisichella añadió que nos hemos empeñado en privilegiar todo lo que el mundo ha rechazado, considerándolo inútil y poco eficiente. De ahí que el enfermo crónico, el moribundo, el marginado, el diversamente hábil y todo lo que ex-
presa ante los ojos del mundo la falta de futuro, esperanza, encuentra el empeño de los cristianos. He procurado exponer a nuestros lectores los pensamientos e ideas estelares de Mons. Fisichella en su intervención en Australia, donde está en curso el congreso “Proclaim 2012”. Álvaro Lacasta S. J.
N. B. La exigencia de variar el modo de evangelizar, tal como subrayaba el Papa Pablo VI, y de encontrar nuevas formas, desarrollando capacidades de adaptación la expresión “Nueva Evangelización” fue usada por primera vez por el Beato Juan Pablo II en 1979, y su semilla fue recogida por Benedicto XVI con la institución del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización. A la vez añadió que no se puede evangelizar sin evangelizadores, porque la responsabilidad del anuncio es de todos. De aquí la indicación a los cristianos a saber discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo que da fruto y lo que, en cambio, es efímero. Lo que constituye el principal desafío de la Iglesia de hoy.
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Año de la Fe Emprender un camino que dure toda la vida: La Puerta está abierta. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él. (cf. Jn 17, 22). Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de 6 / 2012-2013 - año de la fe
la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: « ¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él
ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación. En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afec2012-2013 - año de la fe / 7
tos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17). Los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación: ● Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó 8 / 2012-2013 - año de la fe
a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf.Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4). ● Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a to-
da criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles. ● Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47). ● Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores. ● Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar.
Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19). ● Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban. ● También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia. «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga ca-
da vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados
también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
BENEDICTO XVI
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quien es, sino que se rebaja, se abaja más allá de lo debido a su ser, como lo expresa de una manera fuerte San Pablo en la carta a los Filipenses refiriéndose a Jesucristo:
La Humildad de Dios
Dios propone no seguir la carrera ascendente del honor, del prestigio social y del privilegio que imponían las clases dominantes desde lo más alto de la pirámide social sino de la ruta de zarse por arriba de los de- la ignominia de Jesús. más o de sí mismo, recoEl esclavo era una pronocer lo bueno y lo malo, las virtudes, defectos e im- piedad del amo, era una coperfecciones que hay en sa, “herramienta con voz”, uno mismo. Todo esto es sin libertad ni autonomía muy sano psicológicamen- personal. te y muy conveniente para Tal vez podamos enconel mejor trato con los demás, que al ver esa humil- trar en este himno la inspidad, es decir, esa verdad en ración para “identificarnos” el otro, lo aceptan inmedia- como seguidores de Jesús, tamente. Pero Dios va más hoy día, para vivir en pleniallá. No se contenta con ser tud.
NAVIDAD, UN BEBÉ IMPOTENTE Suena raro eso de hablar de la humildad de Dios, porque siempre se ha hablado de Él como omnipotente, sabio, creador, Padre bueno, juez... pero ¿humilde? Pues sí, Dios es humilde al grado máximo. Veamos por qué. Humildad viene del latín humus, que significa tierra. Según eso, humildad significa quedarse en su puesto, aceptar lo que uno es, no tratar de al10 / 2012-2013 - año de la fe
“Siendo él de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios, sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte y una muerte en cruz”.
El Niño Jesús asume es- ción humana: “La humildad ta humanidad desde lo más y la identificación con lo bajo, son la forma de obrar de quebrado. Dios en este mundo”. En esJesucristo es hombre, te sentido, los filipenses, en sí, pero también Dios. Lo medio de una gente torcida que pasa es que nosotros brillan como luminarias del tenemos que corregir nues- mundo. Ofrecen un futuro tro pensamiento sobre Dios diferente en el fondo de la viendo a Jesús hombre pa- pirámide social. En lo últidecer y morir. ¿Dios sufre mo de una vida ignominioy muere? Ya vemos que sí sa es posible vivir de otra y eso es la máxima humil- manera más humana. dad, el máximo rebajamienEsta propuesta de vida to. ¿Pero Dios no es eterno, impasible e inmortal? Esa no crea personas tristes ni es una manera de entender desalentadas porque expea Dios que Jesús corrige y rimentan en su corazón que que nos cuesta aceptar, co- la sabiduría y la fuerza de mo les costó a lo apósto- Dios que todo lo transforles. Queremos un Dios san- ma las atraviesa por dento, fuerte e inmortal, como tro. dice una invocación, que Jesús es el modelo, es no tenga nada que ver con nuestras limitaciones y mi- quien nos guía por estos serias. Pero Dios se rebaja senderos desconocidos del a compartirlas, a hacerlas amor del Padre, que siemsuyas, para luego superar- pre hace brotar nuevas y las vitalmente y hacer que bellas realidades. La verdanosotros las superemos de dera humanidad es audaz, fuerte, alegre y creadora. una manera definitiva. La glorificación después de su muerte no es un premio a su sacrificio, y a su condición de “vaciarse de sí”, sino la confirmación de lo que ya era cuando tenía la categoría de esclavo. Ese es el camino de la realiza-
Podemos elegir entre la humildad y el orgullo, la autosuficiencia. El orgullo nos impide reconocernos o aceptar que somos limitados, pecadores y que necesitamos de Dios, de su perdón y reafirmación. La
humildad nos hace agradecidos a Dios y a los hermanos que nos quieren y ayudan. La humildad nos sana, nos fortalece, nos hace solidarios. Gracias, Jesús, porque te hiciste humilde por nosotros. Gracias por haber sido un bebé impotente e incapaz de valerse por sí mismo, gracias por haber sido un adolescente inquieto y curioso, gracias por haber tomado en serio actitudes humildes que desconcertaban a los que esperaban de ti un vengador justiciero. “No ha venido al mundo para exigir que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia, sino a servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y necesitados.” (Pagola) La humildad de Dios nos da seguridad de que no estamos solos.
F. Javier Duplá sj
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INTENCIÓN GENERAL / DICIEMBRE
HOSPITALIDAD: VALOR PROFUNDO “Para que los migrantes sean acogidos en todo el mundo con generosidad y amor auténtico,especialmente por las comunidades cristianas”. Como sabéis, el mundo de los desplazados a los que el Servicio de Jesuitas Refugiados desea servir está cambiando rápidamente. Desde los ‘boat people’ vietnamitas que inspiraron al principio la respuesta piadosa del P. Arrupe en nombre de la Compañía, han surgido nuevas formas de desplazamiento, vulnerabilidad y sufrimiento. Lo sabéis mejor que yo: las víctimas de desastres naturales y medioambientales, los que perdieron sus tierras y hogares como consecuencia de la codicia por los minerales y los recursos, el creciente número de refugiados urbanos, sólo por nombrar unos pocos. ¿Cómo puede el SJR promover 12 / 2012-2013 - año de la fe
el espíritu y las estructuras de la libertad ignaciana para responder con agilidad a estos nuevos llamamientos a nuestra compasión? En nuestro servicio a los refugiados, me pregunto cómo el SJR puede construir comunidades participativas. La larga tradición de depender de la ayuda de otros puede ser un obstáculo para que aquellos a quie-
nes servimos asuman la responsabilidad de sus propias necesidades. Ayudar a la gente a hacer lo correcto, sin depender de los de fuera, quien puede hacerlo mejor y más rápido, requerirá de mucha objetividad y paciencia; pero, a largo plazo, será más efectivo. Queremos responder a las necesidades, ciertamente. Pero, ¿cómo construir algo más duradero, algo que fortalezca la humanidad de aquellos con quienes trabajamos? ¿Cómo podemos ayudarles a vivir y caminar hacia la reconciliación, la cura de las heridas profundas a menudo conectadas con el desplazamiento violento, de manera que puedan surgir comunidades de paz? También me pregunto cómo el SJR podría defender y promover más activamente el valor del Evangelio de la hospitalidad en un mundo de fronteras cerradas y de una creciente hostilidad hacia los extranjeros. La hospitalidad es un valor profundamente humano y cristiano que reconoce el clamor del otro, no porque él o ella sea un miembro de mi familia, de mi comunidad, de mi raza o de mi fe, sino simplemente porque él o ella es un ser humano que merece ser bienvenido y respetado. Es la virtud del buen samaritano, que en el camino vio al hombre, no al miembro de otra raza, sino al hermano necesitado. Es un valor que vosotros en el SJR sabéis que se erosiona
día a día en el mundo de hoy, en la cultura y en las políticas, porque muchos son los que tienen miedo al ‘otro’. Muchos cierran sus fronteras y corazones, por miedo o resentimiento, a aquellos que son diferentes. El SJR, sirviendo a los refugiados, es la hospitalidad del Evangelio en acción; pero, quizás, debamos preguntarnos cómo, creativa, efectiva y positivamente influir en los cerrados y poco acogedores valores de las culturas en las que trabajamos. Adolfo Nicolás SJ., Superior General, Mensaje al servicio Jesuita de Refugiados – 30 aniversario-
PREGUNTAS PARA UNA REFLEXION INDIVIDUAL O EN GRUPO
1. ¿Notamos en nuestra socie-
dad actitudes racistas o xenófobas? ¿En nosotros mismos? ¿Qué podemos hacer como cristianos para contrarrestarlas? ¿Cómo podemos promover más activamente los valores de la acogida y la hospitalidad en un mundo cada vez más hostil, que cierra progresivamente sus fronteras a los extranjeros? ¿Qué iniciativa concreta podemos tomar en nuestra comunidad cristiana en beneficio de los migrantes, siempre respetando la dignidad de los que reciben la ayuda?
2.
3.
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INTENCIÓN MISIONERA / DICIEMBRE
DESDE EL PESEBRE DE BELÉN HASTA EL SERMÓN DE LA MONTAÑA “Para que Cristo se revele a toda la humanidad con la luz que emana de Belén y se refleja en el rostro de la Iglesia”. No podemos recibir un mejor regalo de otra persona que ser elegido como su amigo querido, amado. Si lo entendemos así, podemos celebrar la Navidad adecuadamente cuando tomamos en serio las palabras de Jesús a Nicodemo, ‘Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna’. (Jn 3,16). Entonces empezamos a apreciar la profecía de Isaías que después citó Mateo (4, 16), “El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande” (Is 9.1). El color morado de Adviento es la media luz que predice el amanecer de un día lleno. Anuncia la maravilla y gloria del amor de Dios hacia cada uno de nosotros, que nunca falla. Es esa la verdad más profunda de nuestra vida, que se revela en el nacimiento de Jesús, enviado del Padre para que en su luz podamos ver la luz y, creyendo, poder seguir su camino hacia la verdadera paz y no andar perdidos. Cuando reflexionamos sobre las diferentes intenciones por las cuales nos pide el Santo Pa2012-2013 - año de la fe / 15
“Yo, la luz he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas”. dre que recemos cada mes, descubrimos que lo que estamos pidiendo en casi todas es que nuestros corazones y mentes, o los corazones y mentes de los demás, estén más abiertos a las inspiraciones del Espíritu Santo, abiertos para amar más, para una entrega mayor. Como individuos y como grupos – familias, naciones, Iglesia – para estar completamente vivos hemos de estar abiertos a este crecimiento. Nuestras mentes deben crecer en el conocimiento y aprecio de la verdad fundamental de la humanidad, es decir, nuestra dependencia absoluta en Dios y de la total entrega de sí mismo para amarnos. Y nuestros corazones, por medio de la reflexión, deben crecer mostrando nuestro amor en la entrega de nosotros mismos a Dios y unos a otros. Desde el pesebre de Belén hasta el Sermón de la Montaña, hasta la Cruz del Calvario, esto fue lo que Jesús nos enseñó, por medio de su palabra y ejemplo, con el poder del Espíritu de Sabiduría y Amor; esta fue la luz que envió para dirigir a los hombres hacia una vida nueva, alejándolos de la auto-destrucción. El mismo Jesús que dijo que había venido para que tuviéramos vida en abundancia (cf. Jn 10,10), también nos ofreció el camino más seguro para la vida, su propio camino iluminado por la entrega de sí mismo, brillando ya en el establo de Belén con el poder del Espíritu Santo. “El que camina en tinieblas no sabe a dónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz”… “Yo, la luz he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas”. (Jn 12,35 y 46). La oscuridad, el mal, el preferirse a sí mismo en vez de a Dios, debía ser vencido primero en sí mismo, “El que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8,29), y luego aquellos que se abren a la luz que 16 / 2012-2013 - año de la fe
él trae, “Todo el que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6,37-39). Así, ganado para nosotros por la entrega total de Cristo, el Espíritu de Adopción nos une a él como hijos e hijas muy amados del Padre. Es para anunciar y reflejar la luz de esta Filiación en lo profundo de nuestra mente y corazón que Cristo viene a nosotros hoy y cada día, y nos capacita así por el don de su Santo Espíritu. Él viene para ser nuestro camino hacia el Padre, la Verdad de nuestra relación amorosa con él y nuestro compartir en la Vida misma de Dios. Cuando nos ofrece el verdadero alimento y bebida de su Cuerpo y Sangre, el agua viva del Espíritu, la verdadera viña de su Cuerpo, la Iglesia y la vida eterna, él nos recuerda que el mundo que nos parece tan real no es más que un campo de entrenamiento para crecer en el amor que se entrega a sí mismo. Nuestras vidas aquí son un anticipo de la plenitud de vida en el amor de nuestro Padre, que vivimos desde ya en la acción de gracias. Él nos invita a sus hermanos y hermanas a ver nuestras vidas y las necesidades de los demás a esta luz de Belén, de su amor, la luz que revela nuestra verdadera realidad, para poder llevar su paz a nuestro mundo como testigos fieles de su verdad, de su entrega total, en el gozo de su gloria Pascual.
James Fitzimons, sj Antiguo Secretario Nacional del AP en África del Sur
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18 / 2012-2013 - a単o de la fe
La belleza de la fe “¿Cuándo venga el Hijo del Hombre encontrará Fe en la Tierra?” (Lc 18,8) Con la promulgación de este Año el Santo Padre quiere poner en el centro de la atención eclesial lo que, desde el inicio de su pontificado, más le interesa: el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él. Por otra parte, la Iglesia es muy consciente de los problemas que debe afrontar hoy la fe y considera más actual que nunca la pregunta que Jesús mismo hizo: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lc 18, 8). Por esto, «si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces». El «Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozo-
sos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la “PUERTA DE LA FE” a tantos que están en búsqueda de la verdad». «El comienzo del Año de la fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos que han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II por voluntad del beato Juan XXIII (11 de octubre de 1962) y los veinte años desde la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992)». El Concilio Vaticano II, «desde la luz de Cristo ha querido ahondar en la naturaleza íntima de la Iglesia... y su relación con el mundo contemporáneo». «Después del Concilio, la Iglesia ha trabajado para que sus ricas
enseñanzas sean recibidas y aplicadas en continuidad con toda la Tradición y bajo la guía segura del Magisterio». El Catecismo de la Iglesia Católica, como «auténtico fruto del Concilio Vaticano II» se sitúa en la línea de esa «renovación dentro de la continuidad». Comprende «cosas nuevas y cosas antiguas» (Mt 13, 52). Por una parte, recoge el antiguo y tradicional orden de la catequesis, articulando su contenido en cuatro partes: el Credo, la liturgia, la vida en Cristo y la oración. Pero, al mismo tiempo, expresa todo ello de un modo nuevo para responder a los interrogantes de nuestra época. El Año de la Fe será una ocasión privilegiada para promover el conocimiento y la difusión de los contenidos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica. Magisterio de la Iglesia.
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Mira a tu alrededor
Mira a tu alrededor, tómate un tiempito. Vamos demasiado apresurados, la prisa nos mata. O el miedo de ser atracados. O la inseguridad de llegar sanos y salvos a casa. No es bueno vivir así, no lo merecemos, ni cada uno de nosotros ni nadie en este país. Tómate unos minutos, siéntate en algún banco libre en la plaza Bolívar, allí donde las palomas esperan que les des una miga de pan. Así, muy bien, mirándolas cómo se apresuran por acercarse a ti, benefactor esperado por ellas.
Comienza diciembre y los días se han acortado un poco, y la brisa del Ávila se hace sentir en las mañanas. Pronto será Navidad y ya se nota el apresuramiento por comprar regalos. ¿Por qué esa necesidad de comprarlos? Es verdad que hay regalos sinceros, que los haces a personas que quieres, pero otros sólo responden al prurito de quedar bien. Quedar bien, ¡qué expresión tan necia! Con quien tienes que “quedar bien” es con Dios y a él no tienes que regalarle nada. Todo lo contrario: él nos lo regala todo. Y no quiere que le paguemos con ofrendas ni sacrificios que no necesita. Lo que quiere de nosotros es un corazón puro, misericordioso, generoso con los demás. Ya lo dijo por medio de Isaías hace más de dos mil años: “El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano” (Is 58, 6-7).
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Esos serían espléndidos regalos de Navidad que tú y yo y todos podemos hacer. Mira a tú alrededor, pero no a las palomas, sino a tantas personas con las que te encuentras a diario. ¿Qué ves en sus rostros? De todo: seriedad preocupada, tal vez angustia en los adultos, alegría y gozo de vivir en los más jóvenes. ¿Puedes hacerles un regalo de Navidad? Una palabra amable, una sonrisa, un gesto de acercamiento, tal vez una acción de ayuda concreta. Son regalos simples que todos podemos dar. En estos días de Navidad dedica algunos pensamientos al Niño Dios, nacido tan pobre, y piensa en tantos que nacen así. Si tienes posibilidad, acércate a ellos, muéstrales tu afecto, tu simpatía. Son el Jesús niño de estos tiempos. Las palomas se te van acercando nerviosas y si ven que no les das nada, se van. Así somos también muchas veces las personas: nos acercamos a quienes nos pueden dar algo, sin pensar en lo que nosotros podemos dar. Y podemos dar muchas cosas: respeto, comprensión, empatía, ayuda de mil maneras. Esos son regalos no materiales, pero mucho más importantes para vivir como seres humanos. Esos son los dones que nos trajo Jesús recién nacido, que prodigó después en su vida pública y que sigue ofreciendo a los que son capaces de percibirlos y desearlos. La Navidad es época de regalos, sí, pero no de regalos materiales, sino de esos regalos inmateriales que sirven para construir una mejor convivencia: amor, cercanía, paz, tolerancia y respeto. Javier Duplá, S.J.
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INTENCIÓN GENERAL / ENERO
Amor Activo y Generoso “Que en este Año de la Fe los cristianos podamos profundizar el conocimiento del misterio de Cristo y testimoniar nuestra fe con alegría”
Simón Pedro recibió del Señor Jesús la misión de “fortalecer” a sus hermanos y hermanas. (Lc 22,32). Nuestro Santo Padre, el sucesor de San Pedro, hace lo mismo al llamar a la Iglesia Universal a observar el Año de la Fe, que corre desde el 11 de Octubre de 2012 y que concluirá el 24 de Noviembre de 2013. Tenemos muchas razones para centrar nuestra atención y nuestras energías en la renovación y en la profesión de nuestra Fe en Cristo Jesús y en su Evangelio vivificante.
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Mientras que la Iglesia está creciendo en algunas partes de nuestro mundo, en otras muchas parece ser que los hombres y mujeres han perdido todo lo que nuestra fe les puede ofrecer en sus propias vidas y a sus comunidades. Parece como si al crecer en número de personas las sociedades tradicionalmente cristianas, el seguimiento de Cristo ya no fuera el sendero a seguir y que la promesa de fidelidad de Dios, manifestada en la Resurrección de Jesús, ha dejado de ser nuestra esperanza
y nuestro consuelo. Iglesias cerradas, descenso de los que regularmente asisten a Misa, escasez de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, son solamente síntomas de una erosión profunda de la fe. A pesar de ello, “Pedro” trata de fortalecer a sus hermanos y hermanas. Durante este Año de la Fe, el Santo Padre nos invita a cada uno a invertir tiempo y esfuerzo en profundizar en el misterio de Cristo. Sólo a través del esfuerzo consciente para descubrir la riqueza
Preguntas para una reflexión individual o en grupo ¿Tengo fe? ¿Me influye en mi vida práctica, en mis criterios y decisiones? ¿de qué manera? Mi comunicación con Cristo Resucitado, ¿es algo constante en mi vida diaria? ¿Cómo la puedo mejorar? ¿Qué personas en mi historia personal me han ayudado a fortalecer la fe? ¿Cómo puedo ayudar a fortalecer la fe de otras personas? de Cristo, su presencia en nosotros en los sacramentos, su Palabra dada en las Escrituras, en el ejemplo de los santos y en las enseñanzas de la Iglesia, podremos vivir plenamente la vocación a la que el Señor nos llama y descubrir el gozo, el sentido, la plenitud de vida a la que estamos invitados. El Año de la Fe, pues, es principalmente una invitación a un encuentro con el Señor Jesús Vivo, que nos permita una vez más, ser transformados por su acción en nuestras vidas.
Eso requerirá de nuestra parte estar disponibles a la conversión. En la medida en que nuestras propias vidas se configuren a la imagen de Cristo, así nuestras familias, parroquias, comunidades, escuelas y lugares de trabajo podrán ser transformados. Con el ejemplo de nuestras vidas, más que de nuestras palabras, nuestra fe iluminará e inspirará a los que nos rodean. El Santo Padre sabiamente nos recuerda que nuestra adhesión a Cristo será reconocida a través de
un amor activo y generoso. Manteniendo firmemente nuestros ojos fijos en Jesús, el origen y perfección de nuestra fe, conociéndolo y amándolo más en este Año, pidamos a Dios nuestro Padre Amado que complete en nosotros nuestra salvación para que, a través del testimonio valiente de los seguidores de Jesús, el mundo pueda creer en el ¡Único Dios verdadero y en Jesucristo su Hijo! Fr. Gerald Blaszcack, sj Secretario de la Compañía de Jesús para la Promoción de la Fe
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INTENCIÓN MISIONERA / ENERO
Convivencia Pacífica “Que las comunidades cristianas de Medio Oriente reciban del Espíritu Santo la fuerza de la fidelidad y la perseverancia, especialmente cuando son discriminadas”. En el Medio Oriente se encuentran una gran variedad de comunidades cristianas, cada una con su historia particular, con sus tradiciones teológicas y espirituales, su propia lengua y costumbres. Por ejemplo, en nuestra región en Siria aún se usa en la liturgia la lengua hablada por Jesús y por la Iglesia primitiva, es decir, el arameo. En nuestros días y desde los tiempos de la conquista musulmana la lengua dominante es el árabe, y hoy la mayoría de los cristianos en Siria ora en esta lengua. Se usan también la lengua copta, armena, asiria, griega, hebrea y turca. Una particularidad de esta región es el hecho que aquí nacieron las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo y musulmán. En estas tierras bíblicas han ocurrido todos los acontecimientos del cual habla el Antiguo Testamento y es aquí en Palestina donde nació Nuestro Señor. También aquí, en Jerusalén, fue crucificado y aquí resucitó. Desde acá salió fi24 / 2012-2013 - año de la fe
nalmente el mensaje de la salvación de Jesucristo. Nosotros, las Iglesias del Medio Oriente, somos guardianes y testigos del evangelio rodeados por un ambiente musulmán y judío. Ha habido muchas persecuciones a lo largo de la historia, una historia que tristemente continúa hoy. Hoy los cristianos en muchos de nuestros países ven amenazada su fe y han sufrido persecuciones y atentados contra sus vidas, especialmente en Arabia Saudita, en Irak o en Egipto. En el Medio Oriente se comprueba que no es exagerado afirmar que en este momento histórico, considerando el conjunto de los pueblos, los cristianos son el grupo más perseguido en el mundo. El Sínodo de Obispos celebrado en esta región hace dos años testimonia la importancia que tienen los cristianos del Oriente Medio para la Iglesia universal, y fue para nosotros un valioso signo de solidaridad y apoyo en momentos difíciles. Pero no olvidemos que hay también hay otra cara en esta historia. Ha sido posible para los hijos de diversas tradiciones religiosas, en Medio Oriente y en otras partes, convivir en paz y en común acuerdo por muchos siglos. Junto al Santo Padre deseamos orar este mes para que hagamos nuevamente realidad esta convivencia pacífica y que en los momentos difíciles los cristianos puedan vivir su fe en fidelidad y perseverancia. P. ZYGMUNT KWIATKOWSKI, S.J. Secretario Nacional del AO - Siria
lanos han o z e n e v de o eraciones ir y se han formad n e g s a h Muc Estudios. y escrib a r r o e id le u a ib o s aprendid s de texto de Distr do a todo n o a r g b e li ll s n lo ue con i jardín sig eografía nacional. M y o t li e ag Ang de nuestr s e n o c in los r
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El Secretariado Nacional del Apostolado de la Oración desea a sus lectores y simpatizantes una Feliz Navidad y ruega a Dios poder celebrar con alegría estos días. Caminando con humildad y gozo hacia la luz del mundo llegaremos al “pesebre de Belén”.
Que la Madre del Verbo encarnado nos dé una FE fuerte y permanente para ser dóciles discípulos de su Hijo, Luz de los Pueblos, capaz de iluminar los pensamientos de aquellos que en oriente y occidente detentan el poder. Concede a los hombres de gobierno, a los representantes de los pueblos, a los jueces, a los pastores y funcionarios, a los periodistas de nuestro país, el discernimiento y la imparcialidad que necesitan para una acción responsable. Te damos gracias por el don de la paz y la prosperidad de todas las naciones, porque eres nuestro Dios y porque nos has concedido ser tu pueblo.