Soolikarohu eva

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El primer vuelo de Eva Un día, justo después de que Enrique hubiera acabado de enseñar a Eva los mejores modos de volar, la mariquita Eva decidió ir a casa volando por primera vez. Como el piso de Oscar estaba situado en lo más alto de la planta, Eva tenía que ser muy valiente. Comenzó el despegue solita y lo hizo bien. Oscar observó con emoción su vuelo y se alegró por su mejoría. La mariquita se volvió más y más valiente en el aire y de repente le dio por probar un truco que Oscar le había enseñado. Eva le mandó un saludo con sus patitas e hizo un tirabuzón en el aire como le había dicho Oscar. Eva subía y bajaba entre la tierra y el cielo. Se imaginó bailando un vals con su futuro amado en el baile de verano de las mariquitas, llevando un vestido esplendido de encaje. Este sentimiento divino le duró hasta cuando, de repente, algo afilado le rozó su ala izquierda. Sin que se diera cuenta, mientras soñaba, Eva se había alejado del tanaceto y había chocado con un cardo puntiagudo. Asustada, Eva cerró los ojos, y, desgraciadamente las alas también. Por ello, se cayó Mientras soñaba, Eva se había alejado del tanaceto y había chocado con un cardo pinchoso.

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como un botón de puntitos al suelo, cayendo sobre la hierba alta. 12


El arrogante

La charla con el colibrí hizo que le latiera el corazón aún más rápido. La cabeza de Hugo estaba llena de distintos pensamien-

“Oye, ¿Estas mal de la cabeza des-

tos. Al menos, Hugo no era de los que se rendían fácilmente.

pués de golpearte con el suelo?

Sabía que había una solución adecuada a cada problema. Lo

¿No reconoces el desierto?”, le

que uno tiene que hacer es respirar profundamente, soltar len-

advirtió alguien al lado.

tamente el aliento y pensar con tranquilidad.

Hugo se extrañó.

“Puff”, Hugo vacío los pulmones y empezó a discutir consigo

“Vaya, vaya, que gente se puede

mismo. “Estoy en un lugar raro que se llama desierto, hablan-

encontrar aquí. El viaje por vía

Jacobo el curioso

do con un pájaro que acto seguido me puede tragar. Además,

aérea no te sienta bien. Mejor quédate en casa”, le dijo alguien

todavía estoy dentro de una cajita, como un gusanito dentro de

con la misma voz.

un capullo. Sin duda, las mariquitas han logrado realizar su plan

“Déjame hablar. ¿Quién eres tú que te pasas de listo? Deberías

- me han dado una lección amarga.” En este momento se acordó

presentarte primero”, insistió la araña.

que tenía que respirar. Ya sabía cómo responder a Jacobo.

“Con mucho gusto. Yo soy el colibrí Jacobo”, contestó amablemente.

“Jacobo, vengo de otro lado del mundo. Mi hogar es básicamente

“No tengo ni idea de que me hablas ¿Qué es eso de colibrí?” se

plano como una tabla. La tierra está cubierta por hierba fron-

extrañó Hugo.

dosa y flores de colores, además hay un bosque denso que olía

“Sinceramente, ¿Cuál es tu problema?”. La voz amable de Jacobo

muy bien. Este lugar aquí es completamente diferente”, explicó

había desaparecido de golpe. “Eres como un pollito que acaba

Hugo y preguntó con suavidad: “Me gustaría estirar las piernas.

de salir del huevo. No entiendes nada.” El colibrí estaba muy en-

¿Podrías ayudarme a abrir la tapita y presentarme tu país y su

fadado. “Ten en cuenta que aunque sea el pájaro más pequeño

gente?”

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Hugo se despertó de un sueño profundo a causa de un sonido peculiar. Notó de reojo a una preciosa señorita araña, negra, brillante y enorme, yendo hacia él. “Oo, ¡Que mandíbula tan masculina! ¿Cómo te llamas, misterioso?”, le preguntó la extraña con voz dulce. Al principio, Hugo pensaba que estaba soñando. Pero cuando la señorita araña repitió ya por tercera vez su pregunta, Hugo entendió que todo era real. Sus piernas empezaron a temblar como un flan. Un rayo de calor doloroso corrió por su espalda y terminó exactamente en su corazón. Los ojos de Hugo tuvieron un brillo especial y se volvieron redondos como platos de estaño. Puede parecer increíble, pero en este momento Hugo parecía más un marciano que una araña. Tartamudeando respondió: “Yo, yo, yo soy Hugo.” Se había enamorado de la belleza misteriosa a primera vista. “Encantada de conocerte, Hugo. Yo soy Latrocita”, contestó la araña divina. Sobre su tripita se podía ver una manchita roja Notó de reojo a una preciosa señorita araña, negra, brillante y enorme, yendo hacia él.

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parecida a un reloj de arena. 26


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