CUENTOS PARA ALEGRAR CORAZONES

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Esperando que la lectura os ayude a que estos días de encierro sean más llevaderos, los chicos y chicas de sexto de primaria hemos escrito una serie de historias, que esperamos que os gusten. Ponemos nuestro granito de arena, en estos días tristes, publicando estos cuentos para alegrar corazones.

Escritos por el Alumnado de sexto de Primaria y adaptados por Teresa, su tutora.

CEIP PEDRO SIMÓN ABRIL ABRIL 2020


EL GATO CON GUANTES CONTRA EL CORONAVIRUS Esta historia va a tratar de un gato, pero no del conocido y típico gato con botas, sino del “gato con guantes”… El gato con guantes no hacia lo mismo que el gato con botas, este gato se dedicaba a ayudar y curar a gente que tiene el coronavirus, ya que es el único que tiene guantes. Y el cuento empieza así… Esto era un gato, al que le llamaban el gato con guantes, que vivía en una ciudad, donde había una enfermedad llamada coronavirus, que se extendía muy rápidamente. El problema era que un día, así sin más, las máquinas que fabricaban

los

guantes,

mascarillas, desinfectantes…, ya no eran suficientes para lo que necesitaban producir. Por suerte, ahí estaba…¡¡EL GATO CON GUANTES!! Da un salto, una voltereta hacia atrás, se coloca sus limpios y suaves guantes y dice: “Un secreto os voy a contar y es que mis guantes no hay que tirar, porque con su magia sin igual, matarán a este virus mortal”.


.

A partir de ese momento el gato con guantes dejó de perseguir a delincuentes y empezó a hacer un largo viaje por todos los hospitales de España. Primero, como no, empezó por el Hospital General de Albacete. Allí se encontró con una barbaridad de gente, pero al gato con guantes le llamo la atención un niño con pinta de tener unos ocho años. El gato con guantes se acercó dando un salto, una voltereta hacia atrás y una vez que ya estaba cerca del niño, se colocó sus guantes mágicos y le dijo al niño: “Yo te tocaré y con mis guantes te curaré, pero, lo bueno de esta majestuosidad, es que mis guantes no necesitaré tirar”. El gato con guantes se quedó satisfecho y se fue de ese hospital, continuó con su largo viaje y llegó al hospital Santa Lucía en Murcia. El gato entró y vio que en ese hospital las cosas estaban más feas, pero hubo una persona que le llamó más la atención al gato con guantes: una niña, un poco pálida y baja pero muy parecida a una gatita. El gato con guantes no le pudo quitar la mirada de encima, así que se acercó y le dijo:


“Te miro y no puedo parar de mirarte, tocaré con mis guantes mágicos tus hombros apasionantes y te curaré de este virus en un instante”. Por primera vez, el gato con

guantes

enamorado,

se

pero

había no

se

había enamorado de una persona

cualquiera,

se

había enamorado de una de sus pacientes. Al gato con guantes ya no le quedaban fuerzas en el cuerpo para seguir curando a la gente, así que el gato le propuso a la niña de la que se había enamorado que fuera con él, durante el resto del viaje, para curar a más personas. Y ¡Cómo no!, la niña aceptó. El gato con guantes le dio uno de sus mágicos, limpios y suaves guantes a la niña y juntos continuaron el viaje con el fin de acabar con el coronavirus. A lo mejor, el gato sólo no era lo suficientemente fuerte para afrontar ese largo viaje, pero juntos sí que lo consiguieron. Y colorín colorado, el coronavirus se ha acabado. FIN. LEIRE GÓMEZ LORES


GAUA Y EL CORONAVIRUS Érase una vez, tres primos llamados: Ada, Teo y Emma Un día sus papás los llevaron a casa de su abuela, la Amona, y les dijeron que tendrían que quedarse allí una temporada. Los tres primos odiaban la idea de tener que irse, sin sus padres, con su Amona.

Un día su abuela les contó una leyenda. Mientras la contaba iba tosiendo, le faltaba el aire, sus nietos le tomaron la fiebre y tenía fiebre, concretamente tenía treinta y ocho y medio. Dedujeron que tenía coronavirus, la Amona fue al hospital acompañada de Teo y Emma; tenían razón, la dejaron ingresada en el hospital general. Sus nietos volvieron a casa, pero Ada no estaba. No pararon de buscarla, pero no conseguían encontrarla. Un chico les dijo que se había marchado a Gaua, un pueblo donde siempre es de noche, y decidieron irse allí a pasar la cuarentena.


Intensificaron la búsqueda. Pasaron días, semanas, y no se sabe si incluso meses. No la encontraban. Llegado el veintiséis de marzo, la encontraron en un instituto de magos. Le contaron que su Amona tenía el coronavirus y ella les dijo que ya lo sabía y que por eso se había ido antes de aquel lugar, para intentar conseguir la cura o la vacuna contra esa terrible enfermedad, pero no lo había conseguido. Se quedaron quince días de cuarentena, volvieron a ver si su Amona estaba mejor, pero seguía en la UCI. Regresaron a casa y, pasados otros quince días, volvieron de nuevo al hospital. ¡¡¡QUÉ ALEGRÍA!!! Su abuela estaba totalmente recuperada. Se fueron muy felices y agradecidos a los médicos, los verdaderos magos de esta historia, que hicieron y hacen un gran trabajo.

¡¡¡ÁNIMO!!! MARTA GARRIDO GONZÁLEZ


LA PRINCESA Érase una vez un pueblo en el que todos sus habitantes eran enanos. Por supuesto, todos vivían en pequeñas casitas. Se acercaban las fiestas y lo decoraron todo muy bonito. Cerca de allí, había un castillo donde vivía una reina malvada. La reina quería no quería competencia y se enteró que en el reino de al lado acaba de nacer una pequeña princesita. Desde el momento en que tuvo noticia de su nacimiento, dedicó todo su tiempo a encontrarla, con la intención de matarla. En cuanto los padres de la princesa se enteraron de las intenciones de la reina malvada, se la entregaron a unos sirvientes, para que pasara desapercibida. Los sirvientes montaron con la niña en una barca, para marcharse a una pequeña isla, que se encontraba en medio de un río muy caudaloso. Había mucha corriente y la barca chocó contra unas rocas, cayendo todos al agua, con la buena suerte que la princesita iba durmiendo en una cunita de madera, lo que le permitió seguir navegando a través de la corriente.


La reina buscaba a la princesita por todos lados, incluso mandó a unos uno lobos, que había adiestrado, para que siguieran su rastro. Ajenos a toda esta historia, los niños enanitos disfrutaban de todos los preparativos, corriendo y jugando alborotados, hasta que uno de ellos escuchó el llanto de un bebé. Guiados por el sonido, encontraron a la pequeña princesa en su cunita a la orilla del río. Entre todos se la llevaron al pueblo y los padres de uno de ellos se ofrecieron para cuidarla. Durante las fiestas, mientras tenían a la princesa escondida en su casa, Llegaron los lobos olfateando y, como no encontraron, mataron a muchos de los enanos como venganza. Cuando los lobos se marcharon, uno de los enanos, llamado Wilo, emprendió un viaje con la niña, buscando a sus padres para entregársela. Al final, gracias a la ayuda de mucha gente buena, descubrió que era la princesa del reino vecino, se encaminó al palacio y se la devolvió a sus padres. En agradecimiento, los Reyes nombraron a Wilo caballero real y le entregaron mucho oro, alimentos y joyas, para que a su pueblo nunca le faltara de nada. Al final todo salió muy bien y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.

GEMA ABELLÁN SÁNCHEZ


LOS PIRATAS Y LA GUERRA POR EL TESORO Érase una vez, en una isla del Pacífico, un barco pirata, capitaneado por Jones. El capitán Jones era un hombre grande y fuerte, con una barba negra muy larga. Surcaban los mares en busca de un tesoro, pero… se encontraron con otro gran barco y, temiendo que les arrebatasen el preciado tesoro, el capitán Jones les declaró la guerra. En esa guerra, todos los combatientes iban cayendo, hasta que sólo quedaron los dos capitanes, en una lucha cuerpo a cuerpo.

Por suerte, el capitán Jones venció al capitán del barco enemigo y su barco, con la mayoría de hombres heridos, continuó su camino, siguiendo, cómo no, el camino trazado en el mapa del tesoro, hasta una pequeña isla.


Cuando alcanzaron la costa y encontraron el lugar marcado en el mapa, empezaron a cavar sin descanso. Por fin encontraron algo duro. ¡Era el preciado tesoro! Todos se abrazaban y saltaban de alegría al ver el gran cofre. Pero la juerga duró muy poco. -¡Aquí no hay nada! - Gritó el capitán, después de abrir la tapa del cofre. La alegría pronto se volvió desilusión y rabia y, tras lo que parecía que iba a ser un gran día, se dieron cuenta que no se puede cantar victoria antes de tiempo.

DAVID CÓRCOLES SÁNCHEZ


EL PATITO ENFERMO


SOFIA CUADROS SANCHEZ


UNA HISTORIA PARA RECORDAR SIEMPRE Había una vez una familia humilde de Albacete llamada los Rosa López. Esa familia tenía dos hijas, llamadas Cayetana y Ainhoa. Su papá trabajaba como guardia civil, en un pueblo cerca de esta ciudad y su mamá también trabajaba, en una oficina, en un pueblo llamado Santa Ana. Papá y mamá trabajaban todos los días fuera de casa. Un día escucharon en la tele que llegado a España un virus muy peligroso, que estaba acabando con la vida de muchas personas. De un día para otro la mamá empezó a sentirse mal. Tenía mucha tos, fiebre y dolor de cabeza.


No le quedó más remedio que ir al médico y éste le dio una mala noticia: tenía el Coronavirus. Para no contagiar al resto de la familia, la mamá tuvo que ser aislada en una habitación, durante varias semanas, además de tomarse todas las medicinas que le recetó el doctor. Todos fueron muy valientes, siguieron al pie de la letra las recomendaciones que les había dado el médico y muy pronto la mamá empezó a recuperarse, hasta que, ya no tenía ningún síntoma. Es duro, pero con fuerza y valentía se supera el virus. Ahora, de nuevo, la mamá ya está en casa y toda la familia está muy contenta y feliz. AINHOA RUBIO ROSA


EL CORONAVIRUS Y LOS SANTANICAS Érase una vez un pueblo pequeño en el que tuvieron que cerrar el único colegio que había, porque había un virus contagiando a toda la población, el coronavirus.

Todos los niños se quedaron en sus casas y los profesores les mandaban ejercicios. Cada uno colaboraba en su casa como podía. Un grupo decidió escribir cartas, para mandárselas a la gente hospitalizada, y, así, alegrarles un rato y darles ánimos.


En otros ratos libres ayudaban a sus mamás a hacer las tareas de casa, unos limpiando y, otros, preparando comida. Incluso hubo una niña que ayudó a su mamá a coser mascarillas para los hospitales. Había tanta gente contagiada que hacían falta muchísimas mascarillas y batas.

Así estuvieron durante muchos días, demasiados. Sin poder jugar en la calle, abrazar a sus abuelos, montar en bici,…


Cada tarde, a la misma hora, salían todos, a sus ventanas o patios, a aplaudir para agradecer a los sanitarios su esfuerzo por salvar vidas.

Fueron todos muy obedientes, quedándose en casa, sin salir para no contagiar ni ser contagiados y, al cabo de muchos días, el coronavirus se cansó de no encontrar a nadie a quién infectar y fue desapareciendo de los pueblos y ciudades.


Cada día se salvaban más y más vidas y había menos y menos fallecidos. Hasta que llegó el día que pudieron salir todos a la calle de nuevo. Por fin podían abrazarse, jugar, correr y visitar a sus parientes. Este grupo de niños decidió celebrar que el coronavirus había desaparecido, organizando una gran fiesta en la que no faltó ni un detalle.

ANDREA RUIZ LORENZO


MULÁN “SANITARIA”. Hace poco tiempo, en la lejana China Imperial, las temibles tropas de los Hunos atravesaron la Gran Muralla con intención de llegar a la ciudad de Wuhan. El jefe de los Hunos, el terrible Shan Yiu, quería acabar con el con el Emperador para apoderarse de la ciudad. Pero se encontró con un temible virus y el Emperador ordenó reclutar a todos los sanitarios disponibles para enfrentarse a él. Todas las familias de la ciudad debían alejarse lo que pudiesen de sus familiares más cercanos. Mientras, grandísima preparaba posible

en

una

ciudad, su

casa

cuarentena,

Mulán para

la

siguiendo

las normas de sanidad. Mulán no quería defraudar a la población, por lo tanto, se quedó en casa y, aunque

la

familia

quería

abrazarla, Mulán les dijo que no era posible. Pensó que cuando pasara la pesadilla, jamás podría rechazar un abrazo y un beso. Ese mismo día, llego un grupo de turistas a la ciudad. Cada familia aportó algo para que mandaran a los turistas a su país, por precaución.


Como Mulán no tenía nada que aportar, y nos le dejaban salir de la ciudad, ella aportó su segunda residencia, hasta que les dejaran salir. Mulán comprendió qué si su padre tenía contacto con algún contagiado, tal vez se le haría más duro, ya que su padre era muy mayor y tenía un alto riesgo. Ella tomó una difícil decisión, en secreto: como había estudiado la carrera

de

enfermería,

decidió

coger el uniforme e irse al hospital. En plena noche, y sin despedirse de nadie, Mulán partió a lomos de su magnífico caballo, dispuesta a salvar vidas. En el hospital de la ciudad los enfermos estaban desolados. ¡Ella, iba a ser la salvadora de todas las familias! Pero, alguien debía ir detrás de ella y protegerla. Mushu, un hombre muy burlón y con una manera de pensar muy ridícula, se ofreció como protector de Mulán. Los familiares se burlaron de él, pero no pudieron impedir que Mushu siguiera a la joven. Cuando Mulán llego al hospital, donde debía aislarse, se presentó a los sanitarios y dijo que se llamaba Ping. Mulán disimuló tan bien que no se dieron cuenta de que a ella no la habían mandado allí.


El aislamiento fue más duro de lo que se pensaban. Mulán intentaba mantener la calma, pero su fuerza física no le permitía aguantar más. Los compañeros la trataban con dureza, pensando en las familias. Tras el aislamiento, el aforo del hospital comenzó a subir. De pronto, a sus espaldas, un montón de personas se pusieron detrás de ella, ¡Eran los sanitarios con posibles síntomas! Los enfermeros sin síntomas se pusieron a hacer las pruebas, pero los contagios eran muy numerosos y avanzaban muy rápido. No había suficiente material. Entonces Mulán tuvo una sorprendente idea:

con

la

ayuda

de

los

sanitarios

hicieron

materiales

protectores. ¡La idea de Mulán fue todo un éxito! El contagio se desplomó y provocó una gigantesca alegría. Los enfermeros/a de Wuhan se sintieron felices y las autoridades sanitarias decidieron darle la plaza a Mulán para siempre. De pronto, Mulan se acordó del jefe Shan Yiu. ¡Aquel hombre no estaba contagiado! ¡Tenían que prevenirlo y ponerlo en cuarentena! Mulán subió a lomos de su caballo y partió a toda velocidad hacia la ciudad de Wuhan. Cuando llegó ya era demasiado tarde. Shan Yiu ya se había contagiado y tenía atemorizado a todo el mundo.


Mulán se encontró con tres compañeros y organizó un plan: se disfrazarían

de

escoltas

y

entrarían al Palacio Imperial, para llevarse al Emperador al hospital y evitar así que se contagiase. Una vez más, la idea de Mulán dio resultado. Los tres sanitarios, disfrazados de escoltas, lograron encontrar al Emperador, liberarlo y llevarlo al hospital, burlando al terrible Shan Yiu, con su ingenio y audacia. Restablecida la paz, los sanitarios recibieron a Mulán para darle las gracias por salvar la ciudad. Le brindaron los más altos honores y manifestaron públicamente que todos debían estar orgullosos de ella, ya que había honrado, no sólo a su familia, sino a toda la ciudad. Mulán regresó a la casa y se reunió con su familia, les contó lo que había pasado, todos se sintieron felices y orgullosos de ella. Y así fue como Mulán se convirtió en ejemplo para todas las generaciones. Por su parte el travieso Mushu también se ganó la admiración de toda la cuidad, aunque nunca se habían fijado en él.

PAULA SÁNCHEZ LÓPEZ


NICO EL AVENTURERO Acostumbrado

a

múltiples

aventuras y continuas excursiones con su

familia,

encerrado

Nico en

estaba

casa.

Se

ahora había

decretado el Estado de Alarma a causa de un virus muy contagioso y, por culpa del dichoso virus, no se podía salir nada más que al balcón. Harto de sus juguetes y de la consola de los videojuegos, rebuscó entre sus libros. Y vaya sorpresa que se llevó al ver “El Medallón del Dragón”. No le sonaba de nada el libro y, con curiosidad, empezó a ojearlo. Contaba la historia de un chico, al que sus padres dejaron, como único tesoro, para él y su hermana, un Medallón dorado. Una mañana de domingo, se despertó con la sensación de que había demasiada luz en el cuarto, se levantó y se dio cuenta de que el medallón se había encendido y, según se movía, el medallón lucía con más o menos intensidad.


Nico tenía la sensación de que se le iluminaba la cara y, de repente, estaba en el cuarto del libro y siguiendo la dirección que le marcaba el Medallón. Era un barrio de casitas bajas y, al final de la calle, había

una

casa

de

dos

plantas, muy destartalada.

El brillar

Medallón y

se

dejó

encendió

de el

dragón nada más llegar a la puerta. El corazón le latía muy deprisa. Dentro de la casa, las paredes estaban nuevas, el suelo era de mármol y una agradable música le condujo hasta el sótano. Cuando estaba a punto de entrar se escuchó un golpetazo y comenzó una discusión entre dos hombres. La voz de una niña pedía ayuda al mismo tiempo. Al oír que los pasos se dirigían a la puerta, decidió esconderse en un pequeño hueco.


Dos sombras gigantes pasaron delante de él. Cuando se marcharon, intentó abrir la puerta, pero no pudo y llamó en voz baja a la niña: - ¡Hola! No llores. Me llamo Nico y he venido a ayudarte, pero no puedo abrir la puerta. ¿Tienes alguna idea de cómo puedo sacarte de ahí? - ¡Hola! Soy Nira. No lo sé. Cuando salen cierran con llave.

Cuando

Nico

se

agachó para mirar por el ojo de la cerradura, el Dragón se quedó pegado a esta como un imán, giró y la puerta se abrió. Nira

salió

corriendo

hacia él y escaparon.

Al poco tiempo, habían regresado a la casa de la que Nico había salido. Nira le contó que, en una excursión del colegio, alguien la agarró por el brazo y se despertó cuando la metían en la casa. Al parecer, buscaban un Medallón dorado, que ella no tenía y que siempre llevaba su hermano.


Nico

se

abrió

la

chaqueta y, al ver el Medallón colgado de su cuello, la niña exclamó: - ¡Hermano, qué alegría! ¡No te había reconocido con ese disfraz! - Y le dio un beso en la mejilla.

En ese instante, Nico se encontró de nuevo en su habitación, leyendo el final feliz de una historia, en la que creía que había participado de manera real. ¿O había sido un sueño? Su madre le llamó para cenar y se dio cuenta de que llevaba toda la tarde leyendo. Una sonrisa se dibujó en su cara y decidió que mañana leería otro ratito más.

ANTONIO BALSERA HERRÁIZ


LOS GUERREROS DE LOS ELEMENTOS Érase una vez, dos jóvenes, llamados Aitor y Luis Miguel. Ellos dos eran los mejores amigos. Un día, iban hacia su casa, cada uno por un camino, para estudiar el examen que tenían al día siguiente y, de repente, cada uno encontró una caja, con un brazalete dentro. Aunque parecían iguales, eran muy distintos. El de Luis Miguel tenía un rayo y el de Aitor una llama de fuego. Con el móvil se mandaron mensajes con fotos, que decían: Aitor. mira

que

-

Luis

Miguel,

brazalete

más

raro. Luis Miguel.- Es igual que el mío, solo que el mío tiene un rayo. Poco tiempo después. llegó un villano a Santa Ana, llamado Sombrío. Se llamaba así porque en su brazo llevaba el brazalete de las sombras. Una vez. Sombrío vio a un niño asustado por una peli y creo su mayor miedo, el payaso de IT. Apareció en las alcantarillas y encerraba a todos los niños que pasaban. Luis Miguel y Aitor leyeron una encontraron una frase escrita en cada brazalete. En el de Aitor decía “Ardo como el fuego” y el de Luis Miguel “Electrocútame, como la tormenta”.


Al leerlas, sin darse cuenta, se transformaron en superhéroes Aitor se transformó en Infierno y Luis Miguel en Electro y fueron a por el payaso IT. Electro lanzaba rayos, mientras Infierno lanzaba bolas de fuego. Aún así no conseguían derrotar a IT, porque este se cubría con un escudo de globos. En uno de sus intentos por vencer a It, lanzaron sus armas los dos a la vez y, como por arte de magia, se fusionaron.

Ahora los dos eran uno sólo, Electrofire. Y su arma era una bola de fuego eléctrico. Con la primera bola achicharron al terrorífico payaso. ¡Por fin le habían vencido! Y, en pocos segundos, los dos volvieron a sus cuerpos otra vez.


Habían vivido una aventura alucinante, que seguro que nadie creería, así que, se fueron a casa de Luis Miguel, para disimular estudiando. Pasaron muchos meses sin que nada nuevo les sucediera a nuestros amigos, que pasaron al instituto al curso siguiente.

Estudiaban 1º de ESO. Pasaban los meses y llegó el día de San Valentin. Aitor y Luis Miguel no estaban enamorados de nadie, pero un compañero sí, y la persona que quería le rechazó. Sombrío apareció de nuevo, sin que nadie le llamara, e hizo que su mayor miedo apareciese. Se llamaba Silenciador, porque era el típico chulito de clase, que siempre se chuleaba, imitando las voces de los demás y riéndose de ellos.


Luis

Miguel

y

Aitor

destaparon

sus

brazaletes

y

se

transformaron en superhéroes. Fueron a por él, pero los silenció y perdieron su poder. Aunque en lugar de las frases que leyeron al principio, pudieron ver en ellos un mapa. Siguieron el camino indicado en él y les llevó hasta la guardiana de los elementos, Teresa, que al saber su problema, les permitió elegir un brazalete nuevo, con un elemento diferente, pero para que lo utilizara otra persona. Teresa les advirtió que, este brazalete, tendrían que devolverlo cuando terminase su misión. Eligieron el del hielo y se lo dieron a su amiga Angela. Cuando se lo puso se transformó en la princesa Ice, que lanzando una sola centella, acabó con silenciador.

Concluida devolvieron

su el

misión,

le

brazalete

a

Teresa. Ella, al ver lo formales que habían sido, los nombró Guerreros de los Elementos y quedó que contaría con ellos cuando algún niño tuviese algún problema grave.

AITOR SÁNCHEZ CANO


CAPERUCITA Y LA ABUELITA CON EL CORONAVIRUS Érase una vez una niña, llamada Caperucita, que iba todos los días a ver a su abuela y, al mismo tiempo, le llevaba comida, que había preparado su mamá. Un día la abuela llamó a su nieta, muy preocupada, porque ya era hora de comer y Caperucita no había llegado. La niña le dijo a la abuela que lo había intentado, pero no había podido pasar, porque todo el pueblo estaba obligado a quedarse en su casa, por culpa de un virus muy contagioso, llamado coronavirus. No podría ir a verla en los próximos quince días. La abuela se asustó mucho y se puso muy nerviosa. Le dijo que no podía levantarse de la cama, que hablase con la policía para que le permitiese salir. Caperucita así lo hizo, preparó su cesta con comida, lo más rápido que pudo y se dirigió a casa de la abuelita.

No había hecho ni la mitad del camino, cuando se encontró con el Lobo Feroz, que estaba esperándola, apoyado en un árbol.


¡Menudo susto para la niña!, que ya sabía como las gastaba este fiero animal. Echó a correr y, que mala pata, tropezó con una piedra. La niña cayó al suelo y toda la comida de la cesta quedo esparcida por el suelo. La recogió muy deprisa, sabiendo que el lobo corría tras ella, aunque como ya estaba un poco viejo, había perdido facultades. Consiguió llegar a casa de la abuela, entró y cerró la puerta. Al darse la vuelta, pudo ver a su abuelita. ¡Qué mala cara tenía! La abuelita le contó que llevaba toda la mañana con fiebre y náuseas. ¡Tenía el coronavirus! Con el lobo en la calle, no quedaba otro remedio que llamar al 112. Enseguida llego una ambulancia. Los médicos atendieron a la abuelita y le dieron las medicinas necesarias para recuperarse. También les dieron mascarillas y les dijeron que, para evitar más contagios, deberían quedarse juntas en casa hasta que pasara la pandemia. La abuelita dijo a Caperucita: ¡Tengo que ver más las noticias de la tele! Las dos se quedaron en casa durante tres semanas, superaron la enfermedad y, tiempo después, Caperucita pudo volver a su casa. Por supuesto, siguió llevando la comida a su abuelita todos los días. BLANCA MONTERO SERRANO


LOS TRES CERDITOS Y EL CORONAVIRUS Érase una vez, un cuento infectado. El de los tres cerditos que, por culpa del coronavirus, se tuvieron que quedar en la casa de su hermano mayor, la que estaba hecha de ladrillo. Pensaban que el estado de alerta duraría sólo unos días, pero el tiempo pasaba y ya llevaban encerrado unos meses. El hermano mayor, que era muy responsable, les ponía deberes y ellos hacían un poco cada día. También organizaron turnos para limpiar la casa, hacer de comer e ir la compra, pero no sólo por cumplir las normas, también, por el miedo que les daba encontrarse con el lobo feroz.


Así pasó mucho tiempo, hasta que un día anunciaron por la televisión que ya se podía salir de las casas. ¡TODO EL MUNDO ESTABA CONTENTÍSIMO! Sin embargo, nuestros amigos estaban algo preocupados. Mientras duró la cuarentena no tuvieron noticias del lobo y, las veces que salían a comprar, tampoco se lo encontraron. ¿Qué pasaría ahora? ¿Dónde se habría escondido el lobo durante la cuarentena? La sorpresa estaba en el kiosco de la esquina. Toda la prensa tenía el mismo titular: ¡DETENIDO EL LOBO FEROZ! La Guardia Civil había pillado al lobo merodeando en la calle, cerca de la casa de los tres cerditos, sin motivo justificado. Cuando iban a multarlo intento huir, por lo que los agentes no tuvieron más remedio que arrestarlo. Así que, amiguitos de todos los cuentos, quedaos tranquilos, porque el lobo feroz pasará entre rejas una larga temporada.

ROBERTO SÁNCHEZ SÁNCHEZ


AVENGERS ENDGAME EL PRINCIPIO DEL FIN

Aunque no es un cuento, también es una historia fantástica. “Avengers” o “Los Vengadores” es una saga de películas en la que todos los superhéroes y antihéroes que conocemos se reúnen para salvar al mundo de los villanos y catástrofes que amenazan a nuestro planeta. En muchas de las películas, la solución a los problemas pasa por conseguir una gema del infinito. Hay seis gemas: Mente, Poder, Realidad, Alma, Espacio y Tiempo, y todas son muy poderosas. Endgame es la última película de la saga y empieza haciéndonos un resumen de todas las anteriores. Después, empieza la acción. Las gemas han sido destruidas y todas las esperanzas de salvar el mundo se agotan. Comienza una época oscura y deprimente para todo el universo. No os cuento más para que la veáis ya que, en el momento que estamos viviendo también parece que no hay salida, pero, si todos somos héroes, como los de la película, y hacemos lo que debemos, seguro que todo acabará bien. ¡Quédate en casa! LUIS MIGUEL ABELLÁN SÁNCHEZ



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