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4. Conclusiones

CONCLUSIONES

La huella total de carbono de la alimentación en España, desde la producción de insumos a la gestión de residuos, se ha multiplicado por 3,8 en términos totales y por 2,4 en términos per cápita entre 1960 y 2010, pasando de 1,5 a 3,5 toneladas de CO2e per cápita al año. Durante el periodo de más de un siglo analizado en este trabajo, en la producción vegetal se pasó de un balance de emisiones dominado por la tracción animal y, en menor medida, las emisiones de N2O del suelo, a otro cuya magnitud es cinco veces mayor y en cuyas emisiones dominan la tracción mecánica, la energía y el CH4 de los embalses del riego, la producción de fertilizantes y el N2O. Al mismo tiempo, la industrialización agraria también conllevó un aumento de productividad, que llevó a una reducción de la huella de carbono por unidad de producto de muchos cultivos a partir de 1990, cuando el uso de muchos insumos se estancó.

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Las emisiones de la producción ganadera se multiplicaron por 7, y se pasó de un balance dominado por el metano entérico a otro en el que, además de estas emisiones, tienen gran peso el manejo de estiércol (sobre todo purines) y la producción de piensos, tanto locales como importados, estos últimos asociados a importantes emisiones por deforestación en los países de origen. La mayor parte de las emisiones derivadas de la producción de alimentos (emisiones “hasta puerta de finca”) consumidos por la población española están asociadas a la producción de alimentos de origen animal (80% del total), en la que destacan la carne de cerdo y vacuno, la leche y el pescado.

Las fases de la cadena agroalimentaria posteriores a la producción agropecuaria representan casi la mitad de las emisiones asociadas al sistema agroalimentario español. De estas emisiones destacan la gestión de residuos y el transporte. La comparación con otros trabajos basados en el ACV u otras metodologías para el cálculo de la huella de carbono (i.e. Input-Output), muestra que existen variaciones

notables en la estimación de la huella de carbono de la alimentación española

en la literatura (entre 1,6 y 3,8 toneladas de CO2e per cápita al año), aunque en general todos los trabajos están en un orden de magnitud parecido. Asimismo, en todos los casos se destaca el papel de los productos de origen animal como fuente de emisiones de GEI. El presente trabajo supera las limitaciones metodológicas de otras estimaciones previas, subrayando la necesidad de incorporar en las estimaciones el conocimiento empírico sobre los patrones de emisión en las condiciones edafoclimáticas locales, así como de una mayor armonización metodológica. La identificación de puntos calientes de emisión y de las tendencias históricas, así como de las necesidades de investigación, puede servir de base para orientar las políticas de investigación, diseñar estrategias de mitigación efectivas y monitorear de manera eficaz las políticas de mitigación orientadas a descarbonizar el sistema agroalimentario.

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