"MICROCLIMAS"

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MICROCLIMAS



Mi voz se mueve, nunca podrá anquilosarse donde estuvo, donde fue. Amanezco muerto en cada libro. La vida es un lugar que no conozco, podría hacer de mí un sujeto marginal de sentimientos primarios, sexo en bruto y bronca a nada. Podría -todos fuimos Bukowski el barfly a cierta edad- pero a veces me pregunto quién es en el fondo ese Iggy Pop. Si no seré un embaucador de tres al cuarto, de uniforme figurativo o existencial, traje para la percha a puro escarmentado, cheque en blanco y capitulación ante los discursos en boga. No obstante, cada vez que retorna es distinta mi voz, me lleva al aire libre con sus delirios de grandeza, directa al grano -la sinceridad es otro de sus vicios-. Para dejarme siempre viviendo al raso, fatigando los días en su busca. Porque se mueve, mi voz se mueve, nunca podré domesticarla en el lugar donde me agota. - REFUTACIÓN DEL SUJETO LÍRICO -


NIDO

“Parva, sed apta mihi” (Ariosto) “Bajo el sol de mediodía azada y cereales empapan de sudor la tierra. Ante el tazón servido ¿quién conoce de cada grano toda la pena?” (Li Shen) “Sentimentaly is a failure of feeling” (Wallace Stevens)



Una mujer que no se desajica, trajina desde que sale el sol y sufre por sus hijos, de siembra las pupilas y por cualquier resquicio el cierzo que se cuela en su corazón mientras hace la casa. La misma pejiguera de siempre, delantal y desgracias las prisas que rebuscan en la cómoda. Este año no cosechamos. Está con el badil en la lumbre, escardando centenos, dándole vuelta a la alfalfa, lavando el menudo en la poza, echándole el pienso a la ternera, macerando la carne de los membrillos, enajando el adobo, con el balde de ropa en la cadera, con el miedo por los estudios -que no se pierdan-, con la horca en la cuadra. Desde tan joven pendiente de nosotros, me tenéis consumida. Su voz que sufre pero nunca para hasta que los demás se acuestan. Este año no cosechamos.



Que venga ya la lluvia y no apriete el calor, que traduzcan los geranios el tacto de tus manos, pan caliente y mariposas. Y que resista al hielo de los días la semilla que crece en tu mirada.



Se ha llenado de liquen el tejado del gallinero y no hace tanto tiempo que lo hicimos. También el frontal de la chimenea, ¿te acuerdas? Piedra a piedra, la levantamos a ojo de buen cubero. Y se pararon tus relojes de caja alta. Cómo se nos pasó la vida sementera tras sementera. No acabaste la escuela porque eran los años del terror y había que apechar con las labores. Como bestias de carga, a cuestas las talegas, las vacas frente al pesebre, el morro lleno de harina y el estruendo del polvo, las trilladoras. Y Mc Cormick había ya, hacia 1834, inventado la cosechadora -todo lo que aprendiste, sin maestros-. Vuelvo a ver lo que cribamos juntos donde el silencio hondo y paternal: saber picar el dalle, cuándo se arrastrojan las fincas si el bochorno arrebata las cebadas, la seriedad de El Viti los días de guardar, que hay que ser discretos en el éxito y templados en la derrota, cautos. - HARNERO -



Apenas queda luz pero aun así, a fuerza de recuerdos, de corte y confección, acabas enhebrando la tarde, enristrando los nervios que acarrea la cosecha con el temor a los húngaros, la bayeta ecológica que deja los trincheros como una patena con los tratantes de lechones que siempre intentaban, en vano, engañarte con sus enredos. Consigues enhebrar, casi a oscuras -este miedo al gasto debe de venir de la posguerra-. Es hora, con la fresca, de ahorrar hoja de los olmos, de acabar las luces, la jornada, con barreños de zinc hacia el arroyo, aunque sea a gachas, ponerse a lavar sin poder ni gañir. Hora de jaculatorias y rosarios -pero son tiempos estos de una misa, y con suerte, al mes, ni feligreses quedan-. Te levantas. Hasta que te asobinas no puedes parar, siempre zarceando de aquí para allá, tratando de hacer gavilla de tus tiestos -drácenas, guindos, alegrías, chefleras...-, tus cacharros, de todo, de todos. Porque nada se olvida, el carro que volcó, sus ruedas soñolientas -y cómo bramaba La Voluntaria-, los pies en el brasero, un apedreo raso, las víboras en los fascales. Hay que pujar por el banzo para meter la virgen, que nos salgan buenos los niños y el año. Apenas queda luz, ¿puedo ahora alumbrarte? - GAVILLA -



Las piezas sin coger aún y una vara de mimbre el sol del mediodía en los rastrojos. Extendidas las alas el águila sostiene el vuelo contra el aire alborotado de la sierra. Pero julio y Valencia, sin agua de la fuente el que emigra -y sólo sirve para barrer, según los amos-. Allí la noche alta, la mujer, el vaho de las yuntas. Las piezas sin segar aún y hasta los cardos florecen. Extendidas las alas, ya sin vuelo, como charcos de hielo las letras que te envío. Recuerda al buey que sobrevivió tras diecinueve días sin comer. Aquí julio y Valencia, labios que no comprendo. Aunque volvió a los pocos meses, muchos años después los sueños de mi padre siguen estando llenos de naranjas que se pudren, se pudren. La tierra daba pan al menos.

AZAHAR -



Se han hecho ya mayores, de repente, apenas me imagino sus ojos cuando festejaban. Me están mirando desde la terraza con un amor que no merezco, se les juntan, lo intuyo, las lágrimas, que evitan la mesura y la templanza, cosas, en fin, de castellanos viejos. Puesto que no heredé vuestra paciencia ni aquella austeridad de a perra gorda -el frío que pasasteis, cartillas de racionamiento, manteca y orinales- que hablaba de los muertos en el frente, quizá debiera, al marcharme, aporcar algo a vuestras arrugas, a los achaques que os fueron consumiendo. Llevarme al menos remolinos de espigas decapitadas por el nublado y el dolor de la vida en los pueblos, deciros que al enseñarme pobreza y humildad lo supe todo. Y ser capaz -pero no puedo- de expresarlo. No escribir padres sino entrega. - LO QUE NO DIJO EL QUE SE FUE -



HORTUS CONCLUSUS

“Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel y veamos cómo comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor” (Santa Teresa de Jesús) “Ya sabemos que la rosa Está también en la espina Y que es tanto más hermosa Cuanto menos se defina” (Francisco Castaño) “Hay muchos sabios, pero en cambio no hay ni un sólo árbol estúpido” (Paavo Haavikko)



El jardín es pequeño, tanto que llamarlo así nos da vergüenza, quién tuviera uno de veras, demorado. Y sin embargo cualquier espacio es representación y este lo hicimos a medida, sabemos dónde está la mano y dónde el azar.



Al sol de oriente dos narcisos, mirándose se inclinan. Y la flor azul del romero su brevedad entiende, el carmesí de las anémonas, el amarillo y blanco aroma de la madreselva. Al sol de oriente dos narcisos, no ven los alhelíes, no ven lo que se yergue.



Sólo dos rosas, mínimas, pero de las antiguas. Huelen de verdad.



Estando triste nada ganas, mejor si ofreces algo, yerba recién cortada, aunque sea. Así es difícil, queremos que esté siempre, todo, perfecto, floreciendo. Debemos amar lo que se arruina.



Con doce surcos, cortos, de judías tenemos, congelándolas, para el año. Son demasiados aún. Con nueve le bastaba a Yeats, y una colmena, para marcharse a Innisfree, hacia el rumor del agua. ¿Qué esperamos?



Ante el arce me abstengo, dejo de ser -de estar, mejor dicho-. Según parece es roja su madera y viene de Canadá. Increíble, también las mecedoras, increíble. Soy el arce. Soy donde me pongo, cuanto averiguo, lo que respiro. En última instancia tengo sombra.



A veces enterraba huesos de fruta y sale ahora algún arbolito. La vida tiene rachas, espiga de repente o se queda en paja. No hay vuelta de hoja, me conformo. Ni certezas.



Los lirios son del campo, los arranqué con cuidado en febrero, apenas despuntaban. Acaban de estallar al lado, en muchos tonos, del blanco al fucsia, los claveles chinos. Y sólo un lirio azul, silvestre, contrasta con tanto esplendor. Pero en esa fragilidad difícil -casi todos se secaron- cifro cuanto me empuja a la palabra.



Ahora que sé cómo agarran los rosales añoro el tiempo de la ignorancia, cuando los veía sumirse y aun así me aleccionaban.



Quien retuvo arraigó, el que se esparce desatina. Conciencia del prudente: los transplantes.



Poco tiene en común el pruno con las adelfas, el serbal con el lilo. Ni tú con ellos. Nada tiene que ver la savia con la mirada. Pero es imprescindible que no crezcan, poder eternizarlos a este instante en que son lo mismo. Son. Con todo.



Bien pudiera escribir algo poético -patético-, qué duda cabe, sin más ni más. Sería una cosecha sencilla, aunque falsa. Con lo que cuesta llegar al fruto, cuando se logra.


El tilo seco tiene perfil de candelabro y los gorriones se espulgan en sus ramas. Para qué se mantiene en pie. Quien lo plantó pudo arrancarlo. Si no lo hizo convengamos que acaso permanece en su recuerdo o prospera a diario en la herida.




A finales de enero los rosales están metiendo y sé que a estas yemas les espera la muerte a poco que se cumpla en su costumbre la memoria. Es cierto, no cuajarán. Y sin embargo, pese a que les puedan las heladas, estoy en su infortunio, ahora somos la determinación, el presentimiento en la temeridad de lo fungible, estos renuevos que quisieron ser un poema.



Las fresas van volviendo de color. Un jardín puede dar al norte a condición de que la azada no cave la paciencia del que tiende a importunarse con lo venidero.



ESTERCOLERO

“La tierra que nos come poco a poco y nos gana” (Leopoldo de Luis) “A visão do campo contrapõe-se a escrita” (António Ramos Rosa) “Não tenho ambições nem desejos. Ser poeta não é uma ambição minha. E’ a minha maneira de estar sòsinho” (Alberto Caeiro)



Debe de tener algo este vicio -aparte de la belleza que, por mera exclusión, desata lo improductivo en estos tiemposcuando, en medio del griterío general, todavía mantiene, al menos en algunos casos, el difícil prestigio del silencio, amenazado incluso -y desde siemprepor el acoso parlanchín -y huerode cierta metafísica. - VACUNA -



Cuando el deseo ya no sea ayer pudriéndose en el fiemo ni reniegue la voz de quien se ausenta a veces para morir también en los otros. Cuando pueda con el olor el tiempo y deje de castrar lo que nos alza contra el poso de olvido y ruina que arrastra cada hombre de incógnito. No habrá sombras entonces, que atenacen, y sí contagios, vertederos donde poder morir un poco, al margen de aquel que mira sólo en sus adentros. - RESPIRANDO POR LA HERIDA -



La paciencia de Job nos dé la tarde estoica y límite, en el muladar. Su paciencia nos abra el canto hasta donde la nieve se avenga. Hasta la desnudez del más profundo, por generoso, pensamiento, hasta donde florezca, solo, el acto o lo que traiga el día, sin más. Donde acabe el proverbio y la palabra cicatrice en mojón que nos señala, donde la nieve no suprima, nos salve en todo cuanto tachamos. - DOCILIDAD DEL JUSTO -



Una buena nacida, al menos eso parece a contraluz. Febrero, martes probablemente, un hombre aguarda muy de mañana, mira los campos. Se terminó el futuro, pero al menos pudo extirparse al necio que de suyo busca aplauso. Recuerda ahora cómo infatuaba, a cuento de qué, su voz, con mucho ringorrango. Un hombre aguarda, mira el verde de los campos, una buena nacencia, supo arrancar de sí mismo al soberbio. - CORRESPONDENCIAS -



En cuanto te habitúas, es verdad, el hedor no se siente, da lo mismo excrementos que ámbar -pronto olvidé los jacintos, su aroma-.



Ahora la basura se cotiza, abona lo que triunfa, engominada, y no hay reunión, ni grupo, ni partido que no la recicle. En cuanto te acostumbras es higiénico tener las manos limpias, te las lavan cada poco los fontaneros en nómina. El hedor gusta, trepa. - Y LA CONCIENCIA TRANQUILA -



La soledumbre, qué palabra. Cierra con su boca pequeña la noción de desierto, hace lo estéril cotidiano, granizo, detritus. Es perro viejo y magullado. Alguien le tira piedras. Mire donde mire sólo se encuentra a quien lo acoge para quitarse un peso de encima. Se sabe escoria a cambio de entereza, no espera que la entiendan ni tampoco su dignidad permite al huésped, más triste cada noche, sin nadie. - EXTREMO -



Apenas un reguero, luchar contra el vacío. La sombra de los buitres, en círculo, amenaza el hilo flaco, ya sin empuje, despojo. Luchar contra el vacío, proseguir aunque sea reptando, sin pasar página, siempre hacia adelante. Si empiezo a descreer, persistir. Y si no, remontar contra corriente, hilo arriba, ensancharse, suceder de nuevo, errar, urdir, crecer, pues la búsqueda nunca me agota. - RAÍZ ARRIBA -



Si aguanto aquí es porque estuve alguna vez de parte del frágil, de los parias. Enteramente claridad sentí que el hombre puede cumplirse. Que tiene sueños para algo, infancia, que tiene hombro que arrimar, sonrisa sin sacar beneficio. Tiene tanto que lo consumen sus gastos. Mi ruina fue también distancia poco a poco, al cabo inhibición, descaro de buenas a primeras. Pero estuve, al menos puedo acordarme. - DECAPANTE -



Así parado vuelco la mirada, la renuevo, me meto en ella, entro tan despacio que soy el vínculo y aquello que se esparce me alienta. Me basta con nombrar. Corteza negra de los olmos. Rumor de invierno. Viento pelado de la sierra. Ropa blanqueándose junto a la casa. Soy la ventana al cielo, soy el aire que se mueve en las ramas y por eso antes de que oscurezca abrevio, me derramo amarillo en la tarde. - ENGASTE -



Debo de ser muy poco sensible, me advertiste, no entiendo de poesía, pero hay dos palabras que empobrecen irremediablemente los versos del mejor artesano: bello y hermoso. - LOS BORRONES DEL ESCRIBIENTE -


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SECARRAL

“Lausche der Pflugschar, lausche” (Paul Celan) “Todo poema, con el tiempo es elegía” (Jorge L.Borges) “Esa alegría virgen de estar yo solo y sentirme puro ante una hiniesta en flor” (Miguel Torga)



Tragando quina. Así te ves, en manos del invierno, las tardes apagadas. Que se las lleve el río -si tuviéramos-. La tierra cruda, alta. En cuanto temple arroja, menos mal, porque la nieve recuerda y nunca deja de asombrarnos. También la confianza de los chopos, tan escasos, el tiempo sin medida. Después se iguala la oquedad y al cabo los días son lo mismo. ¡A buenas horas!



Gris, gris, gris. Luego negro. Y más del gris, en lo raso. El espejo, la existencia. A lo lejos, las manchas de encinares, azul tirando a negro. Y un rebaño de ovejas asestadas, en contraste, sin señales de vida. Y más del gris al otro lado, en los atardeceres. A nadie extrañará un corte limpio. Un árbol no equivale a su follaje, de hecho lo deroga cada otoño.



Oscuro el canto de los grillos. Cuando rayaba el sol los galgos han cruzado con su pureza tibetana, dura desolación de la meseta, para evitar el verano. Decir tierra es decir cascajal. Los galgos sueltos vuelven por la llanura, husmeando sin altivez sus huellas, su fracaso. Pica el sol porque habrá tormenta, nubes como raigones en el cielo. Oscuro.



Su prisa por morir no les garantiza la indiferencia, ni siquiera eso. Ofende lo que abunda. Es su presencia aquí, seduce porque cansa, insiste en este aplazamiento en que vivimos. El tiempo siempre vence, la sequía, el desamparo. Y no hallarás respuesta. Para llegar a su raíz, por dentro, debes medir a cada instante el páramo en que aprenden los labios su condena.



En medio de la estepa, rojo eléctrico, un sillón con la espuma al aire, a trozos. Han hecho nido a cielo despejado, en uno de sus brazos, los ratones. Aquel que lo dejó sabía que es muy fuerte volver siempre de vacío. Los grajos se encaraman al respaldo, picotean a veces en la tela. Si miro soy su ausencia, la de todos: los ratones, los córvidos, el loco.



Con la fragilidad de las violetas al pie de la alambrada. Simplemente viendo llover, mirando el cobre, al fondo, de los montes, mirando cómo llueve. Los fríos y los soles. Casi dos meses sin caer ni una gota de agua. El viento por las cumbres, aguantó la violeta los cierzos y una sarta de lunas enhebradas con escarcha. Resistir. Aferrándose a lo mínimo.



Abrir el libro, varear la lana, ser piedra, amanecer sin muro aún, migaja para pájaros ociosos, la brisa en los caminos, una flor apenas, la tristeza incluso, el roble, una mujer de pronto con las piernas cruzadas, el silencio, la sazón, aquello que se entrega sin factura. Abrir un libro que pudo ser tuyo, que lo es, donde está cuanto perdiste.



La lluvia que no puedo traducir aunque baje la voz un poco y deje frío el goce de mayo. En todo hay distancia. Somos, a lo sumo, ríos interiores, tan poca cosa. Duros de oído, si escuchamos -sólo cuando nos conviene-, escasos de palabra en la alegría, por pudor. Y así ningún encuentro, ni en precario, nada de nada. Mayo es un azar, sin nombre.



Los pinos casi no crecen, los años pasan, quien los mandó poner se pudre en la historia. En legítima defensa -abusando, por tanto, de mi edad, del tiempo favorable que me toca vivir- debo ensalzar por una vez la insumisa desidia de las manos que plantaron a cambio de un jornal en justicia subsidio. De unas manos que sabían lo estulto de ese injerto.



Aislar. En el machón una garrucha para colgar, abierto, y que se oree el cerdo. Jardineros mutilados. El peso del deber nos aniquila. Abrir. Sin protocolos, en canal y a conciencia. Dos nudos en la soga tanto más apretados cuanto más bravatas su testarudez porcina. Podar. De lo contrario las terapias de grupo, el carnicero de Milkwaukee.



CONTRA LA METAFÍSICA DEL PÁRAMO

“En defensa del cardo y de la ortiga” (Jesús Munárriz) “Sécate el calor y cúbrete luego” (Sótades de Maronea)



Cuidado con los ángeles y la luz del silencio, parecen de cualquiera, de tantos como planean o arden sin descanso. No más. No más incandescencia y a cambio la cordura de gente descarriada con su desmoche a ras de hijuelo. Es hora de notificarles que es inútil creer que se vuela si no se sabe cómo ni adónde dirigir las alas, que el impulso no es elevación -a menudo la invalida-. Que las miradas son cepo o trinchera. No más el demudarse en estremecimientos. Nunca. Nunca tanta clarividencia por mal de alturas, tanto incendio, tanto abandono en que hechizarse si en rigor no sublima sino que ofusca, perturba, designa al desenfreno vuelo, al ruido música celestial, a lo hinchado ingrávido, a la palabra fulgor. Jamás la transparencia de uniforme, sobada. En absoluto, menos globos. Toda ascensión desnorta. Rasear el balón, bajarlo al suelo. - REFUGIO ANTIAÉREO -



Hay que tener paciencia vietnamita y la suerte de cara, asegurarse de la bochornera, en tardes de tormenta y gula de tábanos. Elegir un ribazo sin hormigueros y dejarse llevar por la galbana. Cuánto joven habrá soñado aquí con tálamos hechos a su medida y hectáreas de tierra, con años que desbordan los graneros. Sin comprender siquiera la lentitud del tiempo agrícola y su eterno retorno. La dejadez nos libra de vivir de hipotecas, la ascesis nos impele a mirar los jaguarzos y caer entre los muertos. Y entenderlos un poco. Aunque hay que tener prudencia y saber apreciar los barbechos entre líneas. - AZORÍN CON LA SIESTA -



Con lo bien que intentaron criarlo, sus padres no pudieron imaginar ni -como diría acaso el pasmarote- en sus peores pesadillas que aquel perillán que se atrincheraba en las cuadras para no ir a la escuela iba a salirles, a pesar de su celo, escritor, escorándose incluso a poeta -más bien aspirante- sin alcanzar siquiera titulación de mérito después de haberse sacrificado para darle estudios. Y que por mor de ese jobi -más bien desviación- ya sin enmienda, llegara a hurgar en sus vidas, noviazgo incluido, a recordarles el pan moreno, el hambre de posguerra, los sacos hacia el sobrado, el trillo, los estraperlistas, en fin, los años de la cáscara amarga. Quién iba a decirles que el tímido solitario que repasaba Tartarín de Tarascón con pinturas alpino diera en malandrín y desertor del arado en lugar del hombre de posibles que esperaran. En sus peores pesadillas retorna el estupor de una llamada telefónica -que al principio no entendieroncomunicándoles el fallo de una flor natural. La primera.

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EL RETOÑO -



Al deformar acero en frío recristaliza, se agría, se resiste y se fractura. Y todo en el empeño aguirre de volver a sus orígenes. Cualquier hipérbole es síntoma de cobardía tras una noche de labranza (el ruido del tractor en el cerebro no consigue acallar los ukeleles -tiendas de ultramarinos, memories of east Texas-). - LA TOZUDEZ CORROE -



Los fines de semana, por encima de todo, soy minero, minero de Idaho en bares de dudosa catadura, entre rubias descocadas, anchas de caderas y estrechas de cerebro, y cantantes country, cargantes como pedagogos. Con esquimal paciencia permanezco acodado a las barras, completamente ajeno a los perfumes neolíticos de tantas solteronas famosas en sus ranchos por su hortera pastel de manzanas, a punto siempre para el día de acción de gracias. Y por otras torpezas que silencio. Tampoco atiendo a los escotes ni a frases, con motel, al oído, ni a intelectuales de interestatal, on the road, ni a las historias sordidez de los camioneros. Menos mal que los lunes vuelvo al pozo, para sudar a gusto el bourbon de garrafa. - DISIDENCIAS -



El cíngulo del páramo, al fondo, vida o muerte, si lo nombro esdrújulo menuda martingala. Por estos andurriales de aliaga y tomillar -algún gavanzo suelto pero el poder atado y bien atado- nadie está libre de ilusiones o espejismos. A mucha agua no hay cabeza, es cierto, y sin embargo casi seis semanas sin ni siquiera nubes achicharra las neuronas. Veo más allá del torcal dos galateos zonzos bizmando un choto perniquebrado, la tierra se cuartea. No puede ser, si no hay hierba ni dios que lo fundó, cómo es posible que se preñen las reses y se acerquen ahora ambos rabadanes con malas intenciones a juzgar -otra quimera- por sus modos de senador en campaña. Cuándo escaparemos de la sombra de los cachicanes modorros y de sus promesas públicas. De su peligro. - BARBACANA -



En los caminos vecinales se acumula la chatarra, sobre todo después de la cosecha. Son tardes duras, sólo extrañeza perdida, desnudez y carne lacia. Acaban siendo siempre salirse de uno mismo, mercancías raras y entonces para qué. Sin ir más lejos el óxido atrae a los caracoles y a buen seguro en mayo lo agradecen las linternas nerviosas en la noche. Los que ahora ponen el grito en las cunetas, porque quien más quien menos demuestra hoy en día sus avances en estética y ecología. - SECUELAS DE LOS DOCUMENTALES -



La niebla viene desde los quintos del puerto, reptando, y el resfrior que arrastra barrunta cencellada. Mejor, así nos recogemos los pocos que quedamos. De hecho, este es un paisaje sin hombres -mujeres no digamos- y, ya se sabe, a invierno malhechor primavera peor. Son días manriqueños, para pelechar a gusto con gazuza, cumplida lumbre y licor de maguillas. Me asomo a la ventana más contento y, absorbido en los carámbanos, pienso, no sé por qué, en icnitas. Y luego en pelendones, qué chocante, las legiones romanas pasaron por aquí. Las huellas de Escipión Emiliano. Y hoy en día ni dios, cornejas, cantizales. De pronto un cazador, vascongado -mediante estimación del vuelo de su boina en lontananza-, pateando los rastrojos tan campante. No somos nadie. Ahora que empezaba a sentir la llamada de los ancestros, de la patria arévaca. - RESERVA NATURAL -



Resulta cada vez más complicado tomar partido a ciencia cierta, distinguir las churras de las merinas. Por ejemplo esta bellota puede ser de quejigo o ser de encina. Al cabo nubarrones. Y no clarea. Los estragos de junio cuando el cierzo se para por la noche. Lo demás según se mire, relativo. Ahora bien, en caso de duda sulfatar, por si nos dejamos comer el tarro por cualquier plaga y nos da la ventolera. Y luego, demasiado tarde, nos arrepentimos. - ÚLTIMA HORNADA DE HERBICIDAS -



Parece ser que octubre viene desapacible, arguye el hombre del tiempo. Por tanto esta recolección será muy dura, como las de antes de la guerra, musita, tercia la abuela mientras mastica zanahorias. Por amor al matiz divago, esgrimo públicamente dos verdades como puños: que no existió Numancia y que nieva bastante más que nunca en los inviernos últimos. El padre agita un dedo sarmentoso y niega. Con eso basta, porque le cuesta abrir la boca. Qué te crees, el hombre no ha pisado la luna, hicieron un montaje en ese desierto del Mojave o como se llame, glosa con flema escandinava, ataja y apostilla el abuelo. Entre tanto yo imantaba tus pechos, que se erguían como pámpanos, y a modo de corolario aduje: nos vamos a la cama, a vendimiar. - RACIMO Y TENTACIÓN -



SIERRA

“Tu infancia es un pequeño pueblo, pero jamás cruzarás sus límites por lejos que vayas” (Adonis) “Más vale volver al campo, al pie de una montaña, y trabajar la tierra como un simple labriego” (Bai Juyi) “Aunque las hojas sean muchas, la raíz es sólo una” (W.B.Yeats)



Un pedazo de tierra lo es todo, nada hay más allá. Es dura la simiente de los días, el sueño de la paramera, pero debe enterrarse siempre en el mismo sitio. Los kilos de cebada engordan, el sudor de la cabra es cierto, lo demás es barbecho, rumores, pérdidas. - APEGO: CODICIA -



Creo que se llamaba Mary Lou , como la hermana muerta con un mes del relato de Goyen, y duró, me parece, dos cursos. Ella: colinas onduladas de trigo, maíz dulce, lo húmedo, lo fértil. Yo: tercer mundo y sin fotografías. Por eso le mandaba lirismos. Vivía en un pueblo, junto al río del mismo nombre, sus padres cuatro cosechadoras, los míos ni para una bicicleta por aprobar en junio. Qué distancia, era antes, bastantes años antes de que el maestro de Long Island me descubriera la gran ballena americana. La pasión por aquellos nombres desde entonces, para siempre, Iowa river, Missouri, Minnesota, Illinois, Wisconsin, Nebraska, Dakota, North Liberty, los sioux, Des Moines. Los arces, los abedules. Luego me aburrieron sus redacciones, supongo, lo remoto, lo misterioso. No sé por qué ahora lo recuerdo, aquel intercambio. La semilla de la palabra, de la fábula. Acaso ya el amor a lo intangible. Pero no me olvido, eso fue antes, algunos años antes de que se arruinaran los granjeros del medio-oeste. Como todo. - CARTAS DESDE IOWA -



Tampoco había agua corriente, por supuesto, las botellas de gaseosa -témpanosestallaban. Estoy hablando de hace muy poco tiempo, apenas media vida. Las largas noches sin moverse para entrar en calor, la cama glacial, un perro muerto en el tejado. Estoy hablando de hace nada, no de caminos de herradura ni de los años del hambre, parece mentira, leña de carrasca, reyes godos, gatos ahogados en el río, nidos de culebras, el cuerno del pastor donde supe del mar, los perros en las procesiones. Ciertamente parece mentira, ahora que el futuro, según los expertos, es el turismo rural. Al menos algo sabemos de chimeneas: la lumbre deja siempre fría la espalda. - CURSO DE FORMACIÓN -



Ayer vi musgo en las campanas y los pardales cifraron mi cautela en las revueltas del camino. Este otoño ha subido el nivel de los embalses hasta cotas que nadie sospechara. Quizá por eso las aceñas en ruinas desovillen la luna nueva de noviembre. Ayer mi porvenir invierno, oscura nieve de su luz las veredas que se pierden, se están perdiendo. Y dicen que donde muere el halcón el liquen de las rocas se desata en muérdago y verbena. Acaso sea esa la razón del silencio y del azul que se apaga en las lomas. Ayer las vigas pandeadas del campanario, casi de noche los caminos que el ocaso borraba, el miedo a despeñarse para siempre. Sólo se tiene lo que se abandona. - VOLTEANDO -



Se vuelven locos con la nieve, los llama en plena noche o al amanecer, porque saben que trae, como el rocío, el silencio. Los gorriones acuden a la puerta donde duerme el hatajo mientras ellos retozan ajenos al deber y la rutina. Se revuelcan, sudan al hundirse, jadean, saltan el río, resbalan como el tonto del pueblo. Y vuelven derrengados pero altivos, parecen justificar su ausencia con ojos de guardián sin tacha, parecen referir que en vez de acobardar a la perdiz y al tordo, en vez de deslizarse pendiente abajo persiguieron las huellas de la zorra, dieron con su guarida. - MASTINES SIN TRINEO -



El gesto de la lluvia en los trigales sólo admite campesino si se quiere adjetivar. Del mismo modo en el perfil de un pájaro el asombro se nutre de pupilas con dedos de seda, comprende que no se necesitan aditivos. - APUNTE AL NATURAL -



Escucha al río, nunca explicó de dónde vino la escarcha, cómo fue que tuvo tacto el terronal en cuanto se sembró, por qué las hormigas presagian las tormentas, cuándo termina abril mordido por enero. Aunque lo intuyera jamás lo aseguró. Nunca. Y sin embargo ahora, en cada corral, hay un pluviómetro verde, de plástico, que regaló el seguro agrícola. Todos controlan los litros que cayeron y en consecuencia adelantan la suerte del año, la producción. Pero el que estima aprende mientras que aquel que mide yerra. - POR METRO CUADRADO -



La tarde se nubló por todos los caminos. Las aldehuelas que se fueron, a lo lejos, camuflan su soledad a la luz caediza que difumina en siena los contornos. El monte son los rastros, los manantiales la memoria, los nudos de los troncos. Dejadas de la mano del hombre las caceras se ciegan, los senderos. Qué es la nube sin la lluvia, la lluvia sin la siembra, el campo solo. Mira a poniente, intuye que muy pronto va a revolver el astro, por el color de las nubes. El invierno se acerca. - EL CAMINO DE VUELTA -



Sean los campos sólo entrega y sudor, nunca diapositiva, cada brizna de hierba los rumores de mayo entre el ganado, toda palabra boca del trigal y los surcos, palmo a palmo, tu recuerdo anterior a las parcelas. Tiemble el álamo, pero con el olor a gasoil y reúma que dejan en otoño los tractores. Regresen los fuelles a la fragua, el cierzo a los atajos. Y la nieve que es el tiempo devuelva la lana a las majadas y los lavaderos al curso de los ríos. Venga el dolor, que es la tierra, de aquella soledad aprendida en la infancia y el ojo que se agosta reviente como espiga. No quede luz sin cultivar en mis eriales. - RECLAMO -



Esta tierra me llama. Siempre se vuelve, siempre. Inútil ensayar otro modo de ternura. A los regatos los sorprende el hielo, así se quedan, irremediablemente en su hechizo. Y entonces cómo negarse en el pasado si nunca nos desteje, si se ha sentido el árbol, se ha sentido la piedra, si andando por cualquier ciudad han despertado en flor las zarzas después del aguacero y me ha llegado, imposible, su aroma. Inútil intentar el olvido, la indiferencia, el luto. El mismo monte que me vacía, me protege. - EPICENTRO -



PARQUE (CAPITAL DE PROVINCIA)

“La nostalgia está llena de rincones” (L. Gª Montero) “Quién pudiera no amar lo que desprecia” (J. Gª Hortelano) “Busco retornos, no repeticiones” (J. Talens)



En sus sueños hay siempre una multitud que le mira con la tristeza turbia del internado. Pasa hambre. Armado de valor resiste en su niñez a cada instante para evitar el escarnio de los fuertes, sus himnos y consignas. También hay literas y debe de ser otoño porque lleva todavía la libertad del campo como escudo contra la crueldad de los tutores, sus retinas falangistas. Está desnudo y solo, de uniforme. Por amor propio, simplemente, subsiste, sobrevive. Cuando puedo le paso bocadillos bajo manga. Y entonces me despierta. - A TOQUE DE CAMPANA -



En la penumbra de la carne escindida los cuerpos hablan, primero balbucean como alumnos dislálicos, tropiezan con los labios, se aturullan de sangre sin trenzar. Y de pronto duelen. Del dolor aprenden (sería más preciso decir que tan sólo recuerdan porque en realidad nada se enseña ya que nada se olvida y las escuelas son como almacenes de ideas extraviadas). Y es tan fácil dejarse seducir por el verbo que parece que nadie lo hubiera pronunciado jamás. Y descubrir es igual que ignorar, mas quién diría entonces que conjugan en vano, cuando el dolor se esparce y cede en la carne, que se abre como flor de loto. Así transitan sin buscar respuestas. Y cuando acaban se interrogan. Pero ya es tarde porque está todo dicho, para siempre. - PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO, INTRANSITIVO -



Cuántas veces me emborraché contra esta ciudad de malas lenguas con apellidos de los de toda la vida y quise abandonar sus maledicencias, sus dimes y diretes, sus chismes, sus fisgoneos, sus rumores en trenes que iban al sur cargados de añoranza, horizonte y pañuelos en blanco y negro -aquí en lo gris la tierra duele-. Nostalgia del adiós y de la espera, de andenes sin nombre, en tránsito, comercio de cuerpos con pupilas tan rápidas como intensas -ciertos gestos a cámara lenta, después-. Hasta qué punto tan sólo ya transporte de mercancías rancias, al servicio de filmes viscontianos -los guardafrenos han sido despedidos-. Y en efecto nada suplanta el brillo de repente en los ojos -aquí en lo gris cosmética deriva, de paso-. De tanto en tanto el azar o en su defecto la memoria. Trenes que van al sur y nunca se detienen. - CONTRABANDO -



La humedad de las sábanas mientras la radio condensa hecatombes, la huella del cuerpo, al desgaire la ropa en la alfombra. Y sin prisa la lluvia, en su calma articulas y bañas mi espera. Murmullo tu voz, recitando -tan pronto aprendiste el ritual que intimidas-. La radio salpica cadáveres. Fuente es el hilo que embasta lo múltiple. Así te demoras, parece que sólo recibes. Difícil vencer sin embargo tu frío prejuicio al detalle, al desorden, al miedo, al azar. De tal modo que el cuerpo a mis pies, perfumado con sales de albahaca adivina de golpe la trama y retira su ofrenda. Recoge la ropa, apaga la radio y renuncia a la lluvia en virtud del deseo que aplaza. - URDIMBRE -



O la desolación en las tinieblas, se arruga el sexo bajo el peso de escombros, los errores. Perforan las arañas las heridas, retumban los cerrojos y es el túnel, abismo hacia la nada, corredores sin fondo que imitan a la muerte en su crecimiento. Devora el miedo las entrañas con su angustia de mármol y escayola. Estoy perdido, en destierro, en el cuerpo que se ausenta. Mas nadie colma este silencio zanja, torbellino y dolor, sequedad de los labios en la noche de los quirófanos, cuervos en capilla, fiestas de carnaval con esqueletos, erudición de las ortigas entre lápidas, carroña para buitres. El cuerpo anduvo por la tierra, sonámbulo de pena, párpados fijos como persianas, telones que derraman su sentencia, perfume de la carne, infamia de las horas, mataderos, cloacas, anestesia del hielo en los pulmones. - DENSIDAD DEL FRÍO -



Acaso agradecer la sombra, mientras planea el buitre y las tabernas abren, en tardes de dudosa travesía. Palomas sin sentido, acosando a los niños, que se empujan, trabajan a destajo para las madres gárrulas. Y a esas horas, amorfas como sapos, pedir limosna en las piscinas para escandalizar a los mirones. Acaso guarecerse en campanarios y disponerse al vuelo, mientras tanto. Hasta que vengan los bomberos y el cuerpo imite mal la distracción de los vencejos. O morirse de sed en calles aceitosas, considerar en firme la idea del infierno. - FRIGORÍFICO -



Describes lo que escribes y aun así traicionas cuanto piensas. Registras la ciudad, de ordinario, su llaga ya fuera de tu alcance. Escarbas vida, escancias los desgarros y luego los disecas. Y entonces ¿qué hacer?, cada línea menos propicia. Has de seguir así. Si caminos hubiera, aun de lejos, soltar amarras, minas donde se extrae la locura cuando nieva en el mar. Pero con todo no con mirar conoces, bien podrían batir las olas la escombrera, tu tesoro, llevárselo. Aquello que no expresarás nunca de forma convincente. - ANCLA -



Una mujer desnuda te recuerda, se inclina hacia los días que murieron para admirar el riesgo de las madrugadas, su peso al que entregarse con las primeras luces, vinagre y fosa. Sucios los billetes, las manos, como perras preñadas. Aunque cambia de nombre es costoso aparcar el pasado en hoteles de cuatro estrellas donde siempre pernocta con un hilo musical hecho de frío y tiempo. Cuando abra los ojos otro bulto que empuja se habrá marchado. Todavía serás menos que aquel recuerdo: su impotencia. - VIBRACIÓN -



Todos hemos sentido alguna vez que éramos Li Bai -ermitaños del loto verdey en la ebriedad de escarcha hemos visto la luna juvenil como un reflejo del rostro que amábamos, la boca seca, un junco su cintura. Y en las calles recién regadas -una lucidez última- contra el olor a orina del mendigo cómo brillaba el sol en las carrozas. Todos hemos sido, like a rolling stone, god save the queen, el que escribe en Montmartre o se toma un café con Debbie Harry en “A Brasileira”, Jim Morrison un dieciséis de junio por las tabernas de Dublín. Hemos sido Neil Young y los Dolls, los Clash, Beckett y los Ramones. Pero ahora, definitivamente, lo que es la vida, si llegara a viejo sólo me gustaría parecerme al pobre Enrique Gran en “El sol del membrillo”. - INESTABLE -



Ahora, cuando nada inmediato nos une, cuando el tiempo deriva de los ojos que miran sin mostrarse y la nostalgia es un pretexto para afirmar la quiebra sin sutura, el error, como si fuera recordar un triunfo en sí mismo -nos bastan los detalles para creer en algo que acaso nunca fuimos, para ensayar, entre bostezos, las risas cómplices, por repetidas, los malentendidos-. Cuando bebemos el abismo en cada barra, miradas como pozos, sin sed de manantiales, intercambiando las pupilas, los descalabros, quizá un poco tristes -porque nos conocemosbajo el peso del tedio y la costumbre. A salvo, sin embargo, de intenciones ocultas, al amparo de los paréntesis. Hicieron falta tantas palabras, tantas noches para alcanzar este silencio que nos define, nos emplaza. - DE AMICITIA -



Me dijo, y era muy legal, acaso en exceso: la vida es un lugar que no conozco, si no impostas tu voz y la uniformas en la misma cuerda, en cualquiera, nunca entrarás en florilegio alguno ni maniobra. Qué os voy a contar que no sepáis. La vida es un lugar que no conozco, podría hacer de mí un sujeto marginal tipo Carver, beodo y follador. Probablemente lo sea -lo haya sido-. Y sin embargo tantas furcias resacosas y tanto exabrupto, tanta blasfemia, café y cigarrillos de Jarmusch, tías al final de la barra o de andar por casa terminan aburriendo. Podría levantarme sembrado de experiencias y en tono menor o metafísico atribuir al mar la memoria del diluvio, pongamos. Y después irme a almorzar con vino tinto y albañiles, hablar de resistencia para, al caer el día, refugiarme en el silencio, la luz, el fuego místico. Podría, sé que de todos tengo algo, su urgencia, su impostura, ciertas expresiones, el polen del sentido que me mandan, siempre a punto. Sé que podría, pero no me someto, dudo, todo lo extraño, son trajes que me aprietan porque la vida es un lugar del que no dispongo. - NUEVA REFUTACIÓN DEL SUJETO LÍRICO -




ÍNDICE

Refutación del sujeto lírico

Página 3

NIDO Como agua de mayo Harnero Gavilla Azahar Lo que no dijo el que se fue

6 7 8 9 10

HORTUS CONCLUSUS El jardín es pequeño, tanto que llamarlo Al sol de oriente dos narcisos, mirándose Sólo dos rosas, mínimas, pero Estando triste nada Con doce surcos, cortos, de judías tenemos Ante el arce me abstengo, dejo A veces enterraba huesos Los lirios son del campo, los arranqué Ahora que sé cómo agarran Quien retuvo arraigó, el que se esparce Poco tiene en común el pruno Bien pudiera escribir algo poético El tilo seco tiene perfil A finales de enero los rosales Las fresas van volviendo

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26

ESTERCOLERO Vacuna Respirando por la herida Docilidad del justo Correspondencias Y la conciencia tranquila Extremo Raíz arriba Decapante Engaste Los borrones del escribiente

28 29 30 31 32 33 34 35 36 37

Página


SECARRAL Tragando quina. Así te ves, en manos Gris, gris, gris. Luego negro. Y más del gris Oscuro el canto de los grillos. Cuando Su prisa por morir no les garantiza En medio de la estepa, rojo púrpura Con la fragilidad de las violetas Abrir el libro, varear la lana La lluvia que no puedo traducir Los pinos casi no crecen, los años Aislar. En el machón una garrucha

39 40 41 42 43 44 45 46 47 48

CONTRA LA METAFÍSICA DEL PÁRAMO Refugio antiaéreo Azorín con la siesta El retoño La tozudez corroe Disidencias Barbacana Secuelas de los documentales Reserva natural Última hornada de herbicidas Racimo y tentación

50 51 52 53 54 55 56 57 58 59

SIERRA Apego: codicia Cartas desde Iowa Curso de formación Volteando Mastines sin trineo Apunte al natural Por metro cuadrado El camino de vuelta Reclamo Epicentro

61 62 63 64 65 66 67 68 69 70

Página


PARQUE (CAPITAL DE PROVINCIA) A toque de campana Pretérito pluscuamperfecto, intransitivo Contrabando Urdimbre Densidad del frío Frigorífico Ancla Vibración Inestable De amicitia

72 73 74 75 76 77 78 79 80 81

Nueva refutación del sujeto lírico

83



No es tarea fácil enfrentar estas imágenes, inéditas en su inmensa mayoría, a los emotivos a la vez que profundos poemas de Fermín Herrero. Digamos que conforman una historia paralela, en algunos casos cercana, y en otros no, pero en lo que si coinciden, es en el tiempo en que fueron creadas que, al igual que en el caso de Fermín, suponen mis comienzos en el mundo este de la fotografía. Andaba yo en mis inicios, metido en alquimias, probando películas, forzando “los Asa y los Dines” ,buscando el tiempo de revelado perfecto para los negativos y copias, gastando papel sensible, recorriendo pueblos, buscando imágenes, educando la mirada y tratando de descubrir que era eso de ser fotógrafo. Desde luego nada que ver con la perfección, en muchos casos aburrida, de las imágenes y los medios de que disponemos hoy en día. En cualquier caso son testimonio y memoria desde finales de aquellos años 70-80, de la vida rural, de sus gentes y costumbres en los pueblos de la provincia. Queda de aquellos años la sencillez e inocencia de buscar, de hablar y retratar. Y, ante todo quiero dejar constancia de mi respeto, cariño y agradecimiento por todas las personas que aquí aparecen y que tan bien me trataron colaborando en la creación de estas imágenes. Vaya un recuerdo muy especial por todos ellos, los que aún están y los que ya se fueron. Ramón Siscart Marzo 2019


NOTA DE AUTOR

Cada uno de los apartados que conforman este volumen no pasó de tanteo o de tentativa nula, de conato de libro de poemas. Cuando los escribí, pienso, no sin la vana presunción inherente al esquivo mester de la poesía, que aún no había consolidado un estilo personal, un tono al menos en el que pudiera reconocerme un poco, lo que no me sucedió hasta que llegó Yliria, un tiempo después, mi libro inicial, que sin embargo no publiqué hasta un cuarto de siglo, ya en otro siglo, más tarde. Desde luego el retraso no deja de ser una anécdota a efectos literarios, la poesía no tiene prisa alguna. Son, pues, versos primerizos, en agraz, sin cuajar; no cabe duda de que, por ser suave, les falta oficio, seguramente, de hecho, carecen por completo de la pericia necesaria para ser considerados como tales. Pero quiero pensar que guardan cierto candor, o no tanto, en fin, algún resto de inocencia, y tal vez algo de emoción pura, o cuando menos auténtica. A este respecto, me acaba de venir a la cabeza Pepe Sanz, que en paz descanse, cual bardo de voz y hechuras imponentes, recitando conmovido, al borde de la lágrima, al abrigo de la Casa del Guarda de Valonsadero, durante una presentación de SoriaEdita, “Lo que no dijo el que se fue”. Cómo me estremeció, por un momento hasta pensé, fatuo de mí, con la presunción que me caracteriza, que aquel poema podía tener de por sí la gracia reservada a la poesía. Quia. El caso es que consciente de su bisoñez y limitaciones los fui reuniendo, de por parte, según habían venido, en una carpeta, para que durmieran el sueño de los justos. Allí seguirían, ahora en una balda del altillo, de no ser porque un día reparé en que la luz de las fotos en blanco y negro de Ramón Siscart, que estaba mirando asombrado, era justamente aquella que había perseguido en vano con mis tanteos, que en ellas respiraba, sostenida, eternizada en su fugacidad elegiaca, esa luz del pueblo en mi niñez, la luz campesina del alto llano numantino, ya lo dijo Sorolla, tan difícil de captar. Esa constatación, muchos años después, me ha dado pie a coser de alguna manera los retales sueltos hasta formar este libro-patchwork, gracias al hilván que me proporcionaban las magníficas, luminosas fotografías de Siscart, cuyo valor excede con mucho el de los textos. Espero que la conjunción no sólo se me antojara a mí adecuada, sino que ciertamente lo sea y haya merecido la pena que lo embarcara en esta edición. En último extremo, en mi descargo, la propia etimología del término fotografía remite a la luz y a la escritura, que aquí se han juntado, vamos a imaginar que para bien.








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