Cuento Infantil Edici贸n Especial Abril 2015 A帽o No.3 Ejemplar 10
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Infancia... María Luisa García Aguilar Veracruz, México
Papá: Cuéntame un cuento, ¿Recuerdas esa frase? quizá tu no, yo siempre. me sentaba a tu lado, casi siempre había estrellas, y con tu mano grande cubrías la mía pequeña, decía: ¡Hueles a rancho! y te veías cansado, pero con todo y esto, la historia había empezado. Algunos eran largos, otros sin un final. Recuerdo a la ratita, (aquella de la flor) ese cuento muy largo que nunca terminó, siempre tuve la duda si era alguno inventado, con mi intuición de niña algo había sospechado. Pero gracias por tus historias, por tu cuento inventado, por tu historia infinita, por tu olor a ganado, por tus manos tan grandes, por tus magias, tu encanto, las lágrimas no dejan ya seguir con mi canto, solo espero otro día, que te sientas cansado, que haya noche de estrellas y huelas a ganado, y poderte decir: Papá, cuéntame un cuento! aunque sea uno inventado.
Polly Sebastian Vela Veracruz, México
Érase una vez, hace muchos años, más de los que tú tendrás supongo, vivía una niña de 8 años llamada Polly. Ella no era como las otras niñas, a ella no se le permitía salir a la calle a jugar, o a mojarse en la lluvia cuando ella quisiera, esto se debía a que Polly era hija de nobles muy distinguidos en esa época y ellos no permitían que su hija se mezclara con la gentuza de los bajos niveles económicos. ¡Claro que no!, ella debía socializar con los de su clase, por esa razón Polly no tenía amigos y pasaba el día en su habitación sin poder salir a la calle; aun así, sus padres eran muy amorosos, amaban a su hija y solo querían lo mejor para ella. Lo último que hacia Polly antes de dedicarse a dormir, era
abrir su ventana y mirar las estrellas, le encantaba preguntarse a sí misma ¿qué habrá más allá de lo que ella conoce? ¿Qué habrá más allá de aquella reja que la aparta de este mundo tan maravilloso? Dicho esto, Polly se echaba a su cama y se disponía a soñar, esto era lo que ella disfrutaba más que nada. Un día, ella estaba como siempre, viendo las estrellas a unos momentos de acostarse, cuando de repente, una intensa luz amarilla apareció e ilumino el cielo nocturno captando la atención de Polly de inmediato. Lo primero que pensó Polly al ver esta brillante luz es que era una estrella, la más hermosa estrella que jamás había visto en su rutinaria vida, de un momento a otro la estrella descendió y se estrelló estrepitosamente en lo más obscuro del bosque. Polly estaba que moría de curiosidad, por fin, acababa de ver algo interesante, en ese instante Polly salió de su cuarto, descendió las escaleras de su gran vestíbulo y salió de su casa de un salto, después se pasó por entre los barrotes de su jardín y corrió para adentrarse en los peligros y misterios del bosque. Cuando Polly llegó por fin a la estrella caída, se dio cuenta que esta no era una estrella si no una especie de burbuja metálica que desprendía humo de su interior (una nave espacial, en aquellos tiempos aún no había historias que hablaran sobre los ovnis), junto a esta burbuja extraña yacía un cuerpo humano en el suelo, Polly se acercó temerosa pero segura de que aquello era humano, tan humano como ella; pero antes de que ella pudiera acercarse lo suficiente al cuerpo que estaba ahí, éste se levantó y se puso de pie, era casi del
tamaño de Polly y éste era un niño, un niño albino de ojos verdes claros y brillantes, Polly no pudo resistir más la tentación y se atrevió a decir algo: -Hola, me llamo Polly, ¿y tú cómo te llamas? Para sorpresa de ella, el niño hablaba el español muy bien. -Me…me llamo Soren Polly aún no satisfacía su curiosidad, así que hizo una pregunta más: -¿Qué haces aquí en este bosque tan obscuro?, vi como caíste del cielo, no eres de aquí ¿o sí? El niño levantó su mirada y miró a Polly fijamente a los ojos. -Estoy buscando a mi mamá…la perdí hace unos días….y no sé dónde está... Soren se llevó las manos a la cara y explotó en llanto, Polly se acercó a él y lo abrazó para tratar de calmarlo y le dijo: -No te preocupes, yo te ayudaré a encontrar a tu mamá y también seré tu amiga. Después de esto, dedicaron casi toda la noche a hablar sobre cómo eran sus respectivos hogares, Polly habló sobre su monótona vida en la tierra y Soren le relato increíbles historias de mares que brillaban en la noche
y sobre seres fantásticos que nunca habría visto en tu vida. Después de esta maravillosa noche, Polly dedicó sus días en ir cada noche con el telescopio de su padre al bosque donde se encontraba Soren y mirar el cielo nocturno por horas, para tratar de buscar algo parecido a una mujer, o al menos, otra burbuja de hierro, en donde sea que estuviese la madre de Soren. Polly estaba dispuesta a encontrarla. Pasó el tiempo, y Polly cumplió 10 años, y con esto llegaron más responsabilidades para ella, lo cual hizo pensar seriamente en Soren, que aun con el tiempo, parecía no cambiar de edad, mientras que Polly seguía creciendo, y con responsabilidades cada vez más fuertes, no tendría tiempo para seguir ayudando a Soren a buscar a su madre, entonces ella pensó que la única formar de ayudarlo era reparar la nave y salir al espacio exterior a buscarlos por ellos mismos. Esa noche, Polly llegó con Soren para reparar la nave, no tardaron más de 1 hora y media cuando la nave ya estaba lista para despegar, ambos subieron a la nave y ésta se encendió como una gran estrella y despegó del suelo del bosque para dar paso al aire, luego al cielo y luego al espacio exterior, el helado y aterrador espacio exterior. Ambos pasaron mucho tiempo buscando a la madre de Soren, pero lo único que veían por las ventanillas de la nave, era obscuridad y rocas flotantes, así estuvieron durante mucho rato, hasta que tuvieron que aterrizar forzosamente ya que el combustible se había agotado,
aterrizaron en un cometa que estaba ahí flotando sin ningún destino, aunque éste flotaba en dirección opuesta a la tierra, no había otra alternativa, de lo contrario se hundirían en el vacío del espacio, lo primero que pensó Polly al ver cómo la nave, ya en el cometa, se alejaba de la tierra lentamente, fue en sus padres, ¿Qué dirían sus papás?¿Estarán buscándola?, todos estos cuestionamientos fueron interrumpidos por la necesidad de dormir de Polly, dejándola tumbada en el suelo de la nave. Cuando Polly despertó, lo primero que hizo fue asomarse por la ventanilla de nuevo, pero lo único que vio fueron más rocas flotantes y ningún vistazo de la tierra ni de la madre de Soren por ningún lado. Polly y Soren se preguntaron ¿cómo podrían encontrar a su madre si estaban pegados a la voluntad de un cometa sin destino a causa de la falta de combustible? Luego Polly sintió una necesidad, una necesidad que había olvidado cuando arribó la nave: tenía hambre. Había olvidado subir comida por la emoción del momento -Soren, tengo mucha hambre, ¿no tendrás algo de comer por ahí guardado? -Claro- dicho esto, se puso de pie y abrió la ventanilla, saco sus manos y después las metió, tenía algo en el puño y no parecía comida, ¿Qué clase de comida podría haber en el espacio? -Son estrellas
-¿Estrellas? ¿Se pueden comer? Polly no estaba segura si comerlo o no, pero el hambre era demasiada, así que decidió probar solo un poco, al probarlas recordó la miel que le servía su mamá todos los días en el desayuno, y terminó comiéndose toda la estrella completa. Así, Polly y Soren siguieron buscando a su madre y comiendo estrellas con sabor a miel, y a un no la podían encontrar. Pasaron los años y la niña Polly, se transformó en la jovencita Polly. Al pasar de los 10 años a los 15 años, el pelo castaño de Polly, comenzó a tornarse rubio a causa de las estrellas que había comido esos años, poco a poco, Soren y Polly fueron olvidando su propósito en aquella nave y en aquel cometa del que no podían salir y comenzaron a disfrutar su estancia más de lo que se hubiera esperado, en todos esos años, Polly nunca pensó en preguntarle a Soren si podían salir de la nave, para su sorpresa, el contesto que sí, entonces, ella, muy feliz, salió de la nave, después de 5 años de no haber salido y se dio cuenta de que si podía respirar, al contrario de lo que había aprendido en la tierra, el lugar en el que estaban, brillaba mucho, era como polvo cósmico, algo muy hermoso que no había en la tierra. En esos días que habían pasado, Polly encontró, después de mucho tiempo de no haberlo visto, el telescopio que pertenecía a su padre, salió de la nave hacia el cometa y lo puso en dirección opuesta a la que se dirigían, miró a través de él y lo primero que vio fue un bosque, ese bosque le parecía muy familiar, después lo acercó un poco más y vio una casa, esa casa tenía una terraza y podía verse a
una mujer sentada en una mecedora contemplando el bosque, en ese preciso instante, Polly recordó todo, ese bosque, era el lugar donde había encontrado a Soren estrellado, esa casa era la de ella y esa mujer sentada en la terraza era su madre. Se podía ver en su mirada que tan miserable era al no tener a su hija junto a ella. En ese momento Polly explotó en llanto y se echó al suelo. -¡Quiero volver a mi casa, con mi madre y mi padre, extraño mi aburrida vida, ya no aguanto estar aquí por más tiempo!! Soren escuchó los sollozos de su amiga y salió a consolarla. -por favor, Polly, no llores, me haces sentir terrible, todo esto es mi culpa, todo por tu bondad de ayudarme, pero no te preocupes, te prometo que volveremos a la tierra para que te reúnas con tu familia. -¿Cómo haremos eso?….la nave no tiene combustibledijo entre sollozos -Lo sé, pero el cometa tendrá que pasar por la tierra otra vez en algún momento, y en ese momento, serás feliz de nuevo, todo es cuestión de esperar. Una expresión de esperanza se dibujó en la cara de Polly, entonces se calmó, con la idea de que el cometa volvería a la tierra, en algún momento de su vida. Y así, pasaron los años y Polly siguió viviendo con Soren en la nave, la cual estaba en el cometa, siguieron
comiendo estrellas sabor a miel, y siguieron siendo amigos, ya habían dejado de buscar a la madre de Soren desde hace mucho, ahora sólo se tenían ellos. Polly y Soren siguieron creciendo hasta que Polly cumplió 18, ella nunca supo la edad de Soren, pero sabía que era similar a la de ella, la nave, dejó de ser una nave, y se transformó en una muy bonita casa, llena de luz y armonía, gracias al entusiasmo de ambos, muy pronto, descubrieron que habían pasado más de 8 años juntos en el espacio y se dieron cuenta de que no podían vivir sin el otro, su amistad se hizo aún más fuerte hasta que llegaron a tener 2 hijos, ambos rubios, a causa de las estrellas. La vida de los cuatro siguió en felicidad hasta que un día, el cometa, por fin después de muchos años, estaba de nuevo frente a frente con la tierra. Polly tomo el telescopio de su padre y volvió a mirar a través de él por última vez, y pudo ver, ahora, que ya no había bosque, su casa ya no estaba, ni vio a sus padres, sólo había edificios y casas muy extrañas para ella (eran casas modernas). Entonces Polly se dio cuenta que no había estado en el espacio solo por unos años, había estado ahí muchos siglos, el mundo avanzó, pero ella, Soren y sus hijos no; después de tanto esperar, ahora Polly no quería volver a la tierra, ya que no quería que sus hijos vivieran la misma vida aburrida de la tierra que ella llevó en su niñez. Entonces, así, Polly, Soren y sus hijos, se adentraron de nuevo al espacio, para seguir viviendo la vida y ver las maravillas del universo y vivieron felices en el cometa por muchos, muchos siglos.
No te voy a dejar morir! Alejandra Inclán Veracruz, México
Todo aquello era tan real. Frente a mí, mi salón de Kínder. Me acompañaban mi amigo Francisco y Naín. Lo que observaba era una página abierta de un libro, que vagamente recordaba, pero que ahí estaba para repasarla. Con paso firme avancé hacía la puerta del salón. Ya ahí, vi a la maestra y la salude: –Buenos días–dije. –Buenos días– me contestó con un gesto de extrañeza. Se levantó y se dirigió hacia mí sin que se lo pidiera. –Si, dígame.
–Mire, soy el tío Raúl de Edgar –mentí–, mi hermana Esther me dijo que aquí estaba. Yo trabajo en la marina y solo ando de paso por aquí. Como ya casi me voy vine a saludarlo, ¿le permite por favor salir tantito? La maestra volteó hacia donde estaba yo, mejor dicho, aquel que yo fui y que había ido a recuperar. La maestra preguntó al pequeño Edgar: –¿Él es tu tío mi amor? El niño movió su cabeza lenta y tímidamente diciendo un sí. Algo en él sabía quien era en realidad ese joven de 21 años, y no le importó mentir con tal de estar con él unos minutos. Ante el gesto de Edgar la maestra sonrió y le dijo que saliera para saludar a su tío, que ya se iba de viaje. Edgar caminó hacia mí. Tomé su manita y lo conduje conmigo al patio, donde la maestra no pudiera oír lo que le iba a decir. A lo lejos vi a Francisco y Naín esperándome. Con gran ternura vi a Edgar, me vi a mí mismo. Y me abracé, me abracé muy fuerte y me correspondí ese abrazo cálido. A pesar de lo extraño que esto pudiera parecer, para mí no lo era. Estaba empezando a
quererme más a mí mismo. Estaba recuperando algo que no supe en qué momento se fue de mí ser. Él niño permaneció silencioso durante el abrazo. Su carilla denotaba alegría y tranquilidad. Hablaba sin palabras. Ante ese diálogo del alma, solo pude decir: –¡No te voy a dejar morir! ¡Vivirás siempre en mí ser! No olvidaré que vives en mi corazón ¡No te voy a dejar morir! Dicho esto, él depositó un beso en mi mejilla y nos empezamos a separar lentamente. A lo lejos la maestra del pequeño Edgar –mi maestra–, nos miraba conmovida. Ella no sabía que habíamos dicho, ni imaginaba siquiera que estaba ante la misma persona dividida en dos. Pero ya no había tal división, el niño volvía a vivir en el joven que lo había olvidado. Solté la mano de Edgar y me miró por última vez diciéndome: –Hasta luego. Te quiero mucho. Fue lo único que dijo con su voz. Se volteó y salió corriendo a su salón, donde lo esperaba la maestra. Ella desde la puerta y con su mano me dijo adiós. Correspondí a su gesto y quedamente dije <<gracias>>.
Hasta ese momento, mis inmutables amigos se dirigieron a donde estaba. Francisco puso una mano en mi hombro y dijo: –Es momento de irnos. –Lo sé, ya es el momento– respondí–. Debemos continuar nuestro viaje. Y partimos… una promesa quedó flotando en el aire y el tiempo. Quedamente, mientras la luz nos transportaba, musité: <<¡No te voy a dejar morir!... Hoy vuelves a vivir en mí…>>
PECOS María Luz Olivares Aldana Veracruz ,México
En un tiempo vivió un ser diminuto, no muy grande que una moneda , era un pececito al cual su dueña era una niña muy curiosa y le gustaba todo lo relacionado a las cosas y seres del mar, como las caracolas y los pececitos de colores, le puso de nombre “ pecos” por sus lunares negros que cubrían todo su cuerpecito blanco. Su reino era una pecera bellamente adornada de conchitas de mar y canicas transparentes como gotitas de agua, plantitas acuáticas y que compartía con otros pececitos de varios colores y diferentes especies, los cual todos eran parejas, solo el aunque en compañía estaba solo, por eso era el consentido de esa niña al cual ello lo observaba con atención y celo, ya que le llamaba mucho la atención sus negritas pecas. Ese pececito era el producto del cruce de dos especies distintas de “Mollineses” uno negro con cola de lira y
otro blanco, también de cola corta, a eso se debía su color y sus pecas negras. No sé porque Rosita, que así se llamaba la niña, le observaba siempre con mucha atención, porque era un regalo de cumpleaños de su tío Rolando que era dueño de un acuario, donde siempre ahí había peces de muchos colores y especies y tal vez porque lo vio como raro ejemplar se lo obsequio a su sobrinita. Rosita no tenía hermanitos y por eso distraía su soledad viendo los pececitos de su pecera, los conocía a todos y les gustaba ponerle nombre, por eso a este pececito le puso de nombre “Pecos”. Ahora déjame contarte de cuando ella se acercaba para darles de comer, Pecos era tan vivaracho y que no se quedaba quieto ni un solo instante cruzaba de extremo a extremo la pecera ondulando su cuerpo de un modo tan peculiar, pues carecía de las aletas de sus progenitores y su cola era tan pero tan pequeña que tenía que ondular todo su cuerpecito para impulsarse y poder nada. Llegó un día que rosita noto su ansiedad y los ojitos, Pecos se veían tristes y Rosita entonces entendió que a él también debía tener una compañerita que le acompañara en sus correrías por toda la pecera como lo hacían los otros pececitos y aunque el se sentía el rey por ser tan diferente nadie se dignaba tan siquiera a mirarlo
Rosita entendía de su tristeza porque dejo de nadar alegremente y cuando la veía, le miraba, como diciéndole que sufría su soledad y ella no sabía qué hacer, tal vez fue en muchos días en que el travieso Pecos hacía de todo por enamorar a alguna de sus súbditas, pero ninguna le quería por sus muchas pequitas negras Fue en vano visitar junto con su tío Rolando acuarios para encontrar una pececita igual para que fuera su compañerita y así Pecos recobraría su alegría, pero fue inútil. Y así sucedió, que él se enfermó de amor y busco en el fondo de la pecera, detrás de unas plantitas marinas y escondiéndose entre caracolas y ahí en el fondo, pasaba horas, todo él era tristeza y cuando Rosita le veía a sus ojitos parecía decirle ¡Me muero! ¡Me muero! Y así la noche era hermosa el cielo vestía todos sus astros y en pos de alguno se fue Pecos. ¿Que si le extraño rosita? ¡Le lloró! Y ni el tío Rolando la podía consolar y cuando ella posaba sus ojos en aquel mundo cuajado de bellos pececitos de colores le parecía verlo ondulando su cuerpecito y decirle no estés triste, no te sientas sola que yo aquí estoy. Ya han pasado muchos años y a veces en las noches de luna Rosita mira al cielo y entre las estrellas cree ver a su adorado pececito que se llamaba Pecos.
Travesuras perrunas Carmen Marisol Sotomayor Ramírez Puerto Rico
En un pueblo grande y hermoso, divertido de Camuy hay dos perritas y un perro malo que muerde a las personas que se acercan a merodear por la urbanización. Roxy Pavarotti es la perrita líder del hogar. Ella se escapa y rompe el vergel y llama a Pipita Amstrong y ella como es tan tímida le hace caso y se escapa de su hogar. Whyri Trambolosky es el perro guardia que tiene un rostro gruñón que no deja que se acerque a su casa. Cristóbal encontró a Pipita en un día de lluvia y la llevo a su casa. Pero Pipita no pudo permanecer ni ser dueño del jovencito ya que su casa no contaba con un vergel y podía morir atropellada por algún auto y decidió regalarla a su vecina. Pero Cristóbal las cuida y le da galletas cuando las visita por el vergel de la casa vecinal. Cristóbal es un joven dinámico y especial que tenía temor a los perros hasta que conoció a Pipita la cual
con su convivencia lo supero. Cada día que pasa las perritas buscan la forma de escaparse y de llegar al hogar de su amigo. Whyri siente muchos celos porque como es tan gruñón nadie juega con él ya que muerde y es agresivo. Solo juegan con las perritas hermosas de pelaje suave y color marrón las que han cautivado el corazón de Cristóbal y el de su madre que al ver a su hijo feliz con las perritas ella también siente ese sentimiento de amor con ellas. Ahora todos somos parte de esas perritas ya que cuidan el hogar de maleantes y Whyri las apoya también. Las perras traviesas son solo así porque desean escaparse e ir de visita al hogar de Cristóbal y entre todas esas aventuras todos somos felices de verdad.
“Carreritas de la infancia a la adultez” Vanessa Sam Veracruz, México
Ha llegado el momento de hablar claro, dejar atrás etapas que ya no corresponden. Todos en la vida hemos llegado a sentir que no encajamos, que somos incomprendidos, despreciados. Ya no es lo mismo llegar a la edad de veinte años, ser universitario y esperar a que en casa nos sirvan la sopa… Cuando nos damos cuenta que es nuestra obligación levantarnos de nuestros asientos y servirnos la comida fría hecha desde hace horas por mamá o abuela o a veces hasta por nosotros mismos, si es que vivimos solos, es un golpe duro.
Ser niño es la cosa más hermosa, maravillosa, divina del mundo. No hay nada más especial que esa ilusión de tenerlo todo sin pedir una explicación más que el amor de la familia hacia nosotros por ser unos pequeños demonios, pillos, pícaros, traviesos. Jugamos sin cesar, dormimos y somos arrullados por la ternura de la noche. Nuestras pesadillas se disuelven con el silbido del viento. Con los besos cálidos, con palabras de aliento y premios. Crecemos poco a poco, comienzan las dudas. <<¿Mamá, por qué no tengo senos como tú?, ¿papá, cuándo me crecerá el bigote como a ti? ¿Mamá, por qué usas pañales como mi hermanito?, ¿papá, por qué amanezco a veces con mi pajarito arriba?>> ¡Bendita inocencia que inunda angelicalmente los corazones infantes! No hay nada más maravilloso que el atender los cuestionamientos físicos y emocionales de un pequeño ser. A veces no tenemos la respuesta, pero es todo un honor emprender una búsqueda en el fondo de nuestro baúl ancestral para dar con la respuesta que aniquile los demonios exteriores que interfieren en el crecimiento pacífico del niño que tenemos a cargo. Todos tenemos primos, hermanos, hijos. En algún punto nos vemos en situaciones comprometedoras, así que a todos nos llega la hora… el momento. Llegar a una etapa madura y darse cuenta que ya no eres, ya no soy. ¡Ya no somos niños! Observamos con nostalgia esos paseos tiernos en bicicleta, o esos
juegos de pelota en los parques. Los correteos infantiles sin motivo, la despreocupación sobre administración y presiones morales en sociedad. ¿Por qué ya no encontramos satisfacción en actividades como esas… sin sentido, sin causa más que divertirnos? El corazón nunca debería envejecer. Si eres infante con prisa por crecer, desacelera tu paso y ten paciencia. Cuando a mí me lo dijeron no comprendí la frustración tan grande que me dejan saber mis, cada vez más lentos, pasos actualmente. Solo deseaba subirme a unos tacones altos y expresarle al mundo que todo lo puedo, todo lo quiero y todo lo alcanzaré… Si eres adulto, no envejezcas más de lo que tu cuerpo va marcando. Reinvéntate. Ámate. Date un respiro y disfruta. Ríe, inhala, llora, exhala. No necesitas el permiso de nadie para respirar, vivir. Nadie puede hacerte burla por tomar una pelota y lanzarla al aire con la esperanza de que suba tan alto como tus anhelos de niño o tus aspiraciones de adulto. Pena debes sentir por aquellos que son incapaces de sonreírle a esos momentos de placer y que sienten vacío al tener que servirse su propia sopa… si el invitarlos a jugar carreritas les produce irritación, entonces corre tú solo… en tu carrera seguramente vas a encontrarte a muchas personas que van a tener ese sentimiento de unión y liberación, ese que sientes tú. La meta para todos seguramente es la misma, y esa es encontrarse y abrazar a ese niño que dejaron atrás,
que tal vez física y mentalmente ya no les corresponde, pero en su corazón, no debe morir. Niños, entiendan algo. Tienen toda la vida para aprenderse a amar por sí mismos, solamente que ustedes tienen una ventaja: ustedes tienen la ventaja de la inocencia y la ingenuidad. Si aprenden a amarse sin cuestionar los porqués, van bien. Solo recuerden que si crecen sin saber cómo hacer esto, la solución es tomar esa muñeca o ese carrito olvidado… y recordar. Jugar, jugar, jugar. Reír, reír, reír. Amar, amar… amar.
Roque, el sapo enamorado María Estela Rodríguez Argentina
El sapo Roque descansaba a la orilla de la laguna, terminó de dormir la siesta, tomó la caña de pescar y se sentó muy tranquilo esperando que algún pez picara. De pronto pasó una rana, muy asombrado por ver tan bella dama quedó hechizado, dejó la caña, que justo en ese momento un pez picaba la carnada, algo que durante horas había esperado, pero a Roque no le importaba, quería conquistar a la rana. Cortó la rama de un árbol y con unas hojas de junco improvisó una guitarra; comenzó a cantar una dulce melodía para llamarle la atención, pero sin ningún resultado, la rana no le hizo caso.
Se quedó perplejo por el desinterés de la rana y pensando, que podía hacer para que le hiciera caso, entonces dijo – le voy a ofrecer flores- entonces, buscó entre las flores silvestres que había en el lugar y cortó las más bonitas y perfumadas que encontró. Ahora sí creía que la rana se fijaría en el, al otro día la rana, que si se había fijado en Roque pero quería que el sapo la cortejara, se vistió con un vestido a lunares y un sombrero de ala ancha y fue por la laguna donde Roque solía pescar, cuándo él la vio, dio un salto, se aproximó a la rana y le ofreció las flores que antes había cortado para ella. Oh sorpresa, le gustaron!!! Comenzó a saltar de contento, tomó la guitarra con las cuerdas de junco y le cantó una canción. Croa!! Croaaa!!! No era una canción muy bonita pero esta vez a la rana le gustó y hasta se atrevió a cantar con él. Croaa!! Croaaaa!! Croaaaa!!
ADRIANCITO Y EL LABERINTO Yram Salinas México
Erase un día, en un enorme jardín lleno de flores, y grandes árboles, un día soleado; caminando más dentro de ese enorme jardín se encontraban arbustos que formaban un laberinto y frente a él, un padre y su hijo llamado Adriancito, llamó la atención al niño esos arbustos, y mencionó ¡Papá mira esos arbustos! Son como arboles pequeños, para un niño como yo. Ciertamente era como una arboleda de pequeños arbustos. - Menciona Adriancito- ¿Puedo jugar dentro de esos arbustos, Papi? Anda dime que sí- ¡Mira hay un camino! -El padre dice ¡Eres muy pequeño hijo! Te perderías al ingresar a ese laberinto; Adriancito
pregunta, ¿Que es un laberinto, Papá? El padre titubea al intentar explicarle al niño; después de quedarse pensando unos segundos - el Papá de Adriancito- Lo toma de las manos y lo mira a los ojos, y le explica, hijo un laberinto, “es un lugar que tiene una entrada y una o varias salidas” es fácil entrar y complicado al salir. Adriancito sin dejar de mirar a su padre y tomándolo de la mano fuertemente y jalándolo al laberinto, le dice -Papi anda entremos¡Papi, no me perderé, si no me suelto de tu mano! Anda vamos, ¿Si? Al fin el padre sede y brincando de alegría y gritando Adriancito ¡Yupi, Yupi! Vamos a entrar al laberinto, se encaminan y entran; los arbustos -sobrepasan la cabeza del papá, dirigen sus pasos - por el camino que marcan los arbustos- avanzan unos 5 metros y lo único que ven son las paredes de ramas llenas de hojas en los arbustos y muy cerrado sin poder mirar que hay tras de ellos; -de pronto- se encuentran con dos salientes, una al frente y una a la izquierda Adriancito pregunta: ¿Papá por cuál de los dos caminos iremos? Muy emocionado- Para él la aventura de verse dentro de algo desconocido, le hace sentirse grande y fuerte al ir tomado de la mano de su padre; se deciden por el camino de la Izquierda - avanzan- a lo largo de ese camino encontrándose con varios caminos por los que hay que decidir por cual caminar y así, mirando pájaros volar en su derredor siguen su camino entre charlas y risas, -encuentran más salientes- nuevamente
deciden y retoma el camino. Transcurre el tiempo de estar dentro de ese laberinto más de media hora, para encontrar la salida llegan a una saliente donde hay tres opciones a tomar y el papá pregunta ¿Adriancito, que camino te gustaría tomar el del centro, de la izquierda o el de la derecha? El niño titubea y asustado dice el del centro papi; -el papá le dice- calma hijo es buena decisión sigamos avanzando. Adriancito comienza a desesperarse, y recalca al papá -no hay salida hemos entrado por varios caminos y no hay salida- ¿Papá a lo mejor no existe un salida? Asustado toma de la mano mas fuerte a su papá, su papá le da una palmada en su espalda y le dice - calma hijo, vamos juntos y saldremos- mantén la calma eres fuerte… -¿Papi y si no podemos salir, que pasará?, Mamá se preocupará por que no llegamos a casa, el papa le dice – Hijo a veces tenemos que librar batallas, día a día- ¡Como en éste caso! Que te sientes un poco desesperado y con miedo al pensar que no podremos salir, toma esto como un juego. Adriancito piensa y decide por dónde iremos y si te equivocas, no importa tomaremos otro camino y así hasta que podamos salir; nos puede llevar un poco mas del tiempo para salir, mientras tanto disfruta, diviértete estoy a tu lado; ¡Vive este momento, juntos y a divertirnos sin asuntarse hijo! y piensa siempre positivamente, y sobre todo mantén la fe, en Dios y en ti. Mientras recorrían el laberinto, se equivocaron de salida varias veces y retomaron el camino otras tantas
charlando de miles de aventuras mirando las mariposas, que al vuelo se veían, escuchar el canto de los pájaros a lo alto, Adriancito y su papá reían y jugaban; -Cuando de pronto- ven una luz al fondo y Adriancito grita…¡Papi, mira ahí esta la salida yupi yupi! El papá sonriente le dice que valiente eres al vencer tu miedo en el laberinto y quitar de tu mente que no podríamos salir; ¿Ahora ves que con fe y seguridad en ti mismo se logran muchas cosas? -Hijo- menciona el padre, y agachándose hasta estar a la altura del su pequeño hijo, ¿Te divertiste? – Pregunta- a lo que responde Adriancito, si papá pero a veces me daba miedo de no salir. El padre menciona al tomarlo de las manos y mirándolo fijamente a los ojos, Ha mijito nunca dejes de soñar, ni de arriesgar, aun eres pequeño pero en el caminar de tu vida te darás cuenta que ese enorme globo, que es el mundo ¡Jamás dejará de rodar! Hoy tuviste miedo al verte en el laberinto y es normal hijo es el mismo miedo similar al que tenemos los adultos a la vida. El niño lo mira atento y le dice ¿Papi quién me enseñara a caminar por la vida? – El padre respondeHijo cuando me hiciste la pregunta, al pensar que no saldríamos sentí tu miedo ese miedo que los adultos tenemos al enfrentar la vida; y si cometes un error yo te mostrare el camino a seguir, hijo tu vida solo empieza, siempre ten confianza en ti ese laberinto es una prueba de lo que hay que sortear en esta vida. Adriancito dice: Papá tu mano me hizo fuerte, ahora
no sentí miedo mientras me tomabas de la mano, sé que tu estarás para mostrarme el camino en mi vida, que me darás aquellas armas con qué luchar y superar al momento de equivocarme ó quizá la vida me lo ira diciendo… ¡Papi te amo! A lo que el padre le dice hijo nuestro futuro es y será siempre una promesa; pon tu fe siempre en el día a día, sigue tus fantasías y sueños sin tener miedo jamás…que será el bálsamo que a tu vida hará feliz y cuando ya no esté yo, para guiarte nunca olvides que estaré en cada rayo de luz, siempre alumbrando tu camino a seguir. Y así charlando y riendo, emprendieron el camino a casa para contar a la madre todas sus aventuras y miedos en el laberinto.
Secreto de la vida… Mariela Abrego Hurtado México
Cuando íbamos a la primaria, mi maestra de cuarto grado, una mujer que siempre lucía molesta y amargada, nos hizo una pregunta ¿Qué queríamos ser de grandes? Su afán era que contestáramos algunos oficios y profesiones, la mayoría comentó: bombero, doctor, bailarina, policía, etc. Yo me quedé analizando lo que respondería y de pronto comencé a llorar. La docente sobresaltada fue a mi lugar para investigar que me sucedía. -¿Porque lloras Carlos? -.Expresó con cara malhumorada. Entre sollozos recuerdo haber dicho que era por la pregunta hecha, sentía como si de pronto nos presionaran a vivir la vida rápidamente ¿Qué de malo tenía ser niño? Yo disfrutaba la etapa en la que estaba, adoraba salir de la escuela y comprar un bolis, meterle un peso a las maquinitas e intentar sobrevivir en el juego de peleas, completar mi álbum
de estampas de futbol y no perderme ningún solo capítulo de Dragon Ball. Se quedó pasmada sin saber que argumentar, y su única reacción fue continuar la clase, todos se rieron y yo juré que no volvería a defender mis ideales. Sin embargo al finalizar el día ella me llamó a su escritorio y me dijo que la había hecho reflexionar profundamente -Hoy me has dado una lección Carlitos, después de lo que dijiste me he dado cuenta que los adultos nos enfocamos duramente en formar personas con gran futuro, los cuales posean muchos conocimientos, sin embargo en tal exigencia olvidamos el presente, y así van pasando los mejores momentos de nuestra vida. Y cuando ya eres grande te das cuenta que lo único que quieres es volver a ser niño otra vez. Me hiciste recordar que a pesar de que ya no soy pequeña, todavía me quedan muchos años por delante para disfrutar de las simplezas de la vida.-Me dio un abrazo y me pidió disculpas por el comportamiento antes mostrado. Desde entonces su semblante cambió, se notaba más feliz y de vez en cuando si nos portábamos bien nos sorprendía con detalles. Ahora soy un adulto fuerte y decidido, y aunque en ocasiones abundan los problemas y responsabilidades, me repito a mí mismo que el secreto de la vida para ser feliz es siempre maravillarme de las cosas como cuando era pequeño.
EL GUARDIÁN Claudia Elizabeth Castillo Velasco Veracruz, México
Cuenta la leyenda que una noche de verano, con el cielo plenamente estrellado, y un aire cálido que inundaba todo el bosque, una joven mujer salió a llorar desesperada por los alrededores. Después de un rato y mucho cansancio, se sentó a la orilla del rio más cercano; miró hacia el cielo y como si fuera su último aliento, imploro a la luna que le concediese ese único deseo; un hijo anhelado por el que su familia tanto había esperado.
Se dice que a partir de ese día y contando nueve meses más, un hermoso niño blanco como las estrellas nació en aquel lugar. Todos se desconcertaron pues su familia era del color del cacao, de un bronce brillante, y como era de esperarse, enseguida lo rechazaron. Mas el niño salió adelante y cumpliendo los 7 años, le crecieron alas en la espalda y voló hacia un horizonte, el más lejano de los bosques. Pasaron veinte años y con el ir y venir de la vida, la historia se había olvidado, pero habían unos cuantos en el pueblo maya que aún la recordaban, y en alguna ocasión especial ellos la contaban. Ésta y otras historias le encantaban a Yatzil ya que al no poder ver nada, claramente las imaginaba con una sonrisa sutil. Yatzil una joven con el cabello negro azabache, piel morena y con ojos brillantes, soñaba despierta con las leyendas, imaginando cada escena; le dolía no poder ver los colores, pero más aún que la hubiesen rechazado los dioses; escuchaba esos rumores por su casa, y en cada esquina que pisaba, todos estaban hablando de ella y menospreciándola por ser ciega. Una tarde platicando con su amigo Ikal y no aguantando más, le dijo lo triste que se sentía, le comento que estaba decidida, que esa noche al volcán se tiraría, para que no desdeñaran más su vida. Y ella exclamó:
-Ikal jamás lo entenderías, es la tristeza de mi alma la que grita desesperada Entonces Ikal le respondió: -Hermosa Yatzil piensa bien las cosas, acaso tu ceguera también te impide sentir los sentimientos de quienes te rodean… déjame decirte una sola cosa, eres la flor más hermosa, las estrellas anhelan tu belleza y los que te insultan solo envidian tu grandeza. Pero a pesar de las palabras de su amigo Ikal, Yatzil se sentía fea y tan inferior como una piedra, así que cuando se oscureció, sintió la brisa del clima y supo que era media noche. Salió de su aposento caminando por el bosque, dirigiéndose hacia la montaña de lava, disfrutando cada paso que daba, porque sabía que su destino se acercaba. Decidió descansar un poco, ya que el camino era muy largo, se sentó en una roca y comenzó a recordar su vida pasada, y entonces recordó que sus 17 años de vida estaban llenos de agonía. De sus ojos lagrimas comenzaron a caer y gritando pregunto a los dioses el ¿Por qué? De pronto, detrás de ella un ruido se escuchó y ella espantada susurro: -¿Quién anda por ahí?- entonces un hombre detrás de ella contestó:
-Permíteme presentarme bella mujer, mi nombre es Itzamatul que significa que poseo la gracia del cielo, y perdón por estar aquí, pero escuche tus lamentos y a tan finos sentimientos no me pude resistir, tenía que venir a verte, pero ahora que te miro, noto que eres diferente… - Mi nombre es Yatzil que significa cosa amada, y tienes razón soy diferente, es mas no soy nada. Pero pronto todo acabará y ya nadie tendrá que soportar el tener que verme. - No digas eso, que jamás tus labios lo vuelvan siquiera a mencionar, el hecho de ser humano y poseer un alma te convierte en el ser más hermoso de los cosmos, en cambio yo siempre humano desearé ser, pero solo debo permanecer. El guardián tomo su mano delicadamente, y casi como si fuese de cristal y estuviese a punto de romperle, la hizo pasar por su pálido rostro, sintiendo sus majestuosas alas de plumas, la fuerza de su torso y la tristeza de sus ojos. -Bella Yatzil, cosa amada te concederé tu más grande anhelo, mas te lo advierto, que eso no cambiara en nada tu vida, pues lo único que necesitas, es amarte un poco cada día y dejar de escuchar las palabras necias de los hombres. Podre concederte tu deseo, porque
tengo el poder para hacerlo, quiero que lo sepas, sangre de los dioses corre por mi cuerpo. Con un suave movimiento de las manos, el guardián paso su mano sobre sus ojos, y aunque por dentro se estremecía Yatzil pudo darse cuenta de que veía. Lagrimas rodaron por sus mejillas, y sintió la dicha de estar viva. De pronto poso su mirada enfrente y vio al más bello ser que en la vida se hubiese imaginado. Se acercó un poco más a él y en su oído susurró a la vez: -Yo sé quién eres, me han contado historias sobre ti, nunca pensé que existieras, pero tienes razón sobre mí, con solo estar viva me basta para agradecer, así que te devuelvo mi vista, todo acabo de entender. Yatzil cerró los ojos y lo abrazo fuertemente. Y desde entonces se dice que sin falta cada noche un ave muy hermosa la visitaba, hasta que un día se la llevo y en el pueblo todos terminaron extrañándola. Se dice desde entonces que si miras un volcán de aquel pueblo maya, verás una montaña, con forma de ave, con forma de mujer que entrelazados forman parte de un solo ser, parte de una cascada.
LA ALCANTARILLA DE LA FELICIDAD Claudia Elizabeth Castillo Velasco Veracruz, México
Hace algún tiempo, estaba una niña de pie tomando fuertemente la mano de su mamá, esperando a cruzar la calle, mientras miraba como los coches pasaban rápidamente a toda velocidad. De pronto la luz del semáforo se puso color ámbar y después roja, por lo que todos los carros se detuvieron en aquel instante, pues era justo el momento de cruzar; la niña entonces sintió el jalón brusco de su madre que le avisaba que tenía que caminar detrás de ella, aunque
la madre estuviera muy entretenida hablando por su celular. La pequeña Marissa vio como caía lentamente su pequeña muñeca Molly por la alcantarilla, después del jalón que le había dado su mamá. En ese instante Marissa sintió miedo de nunca más volver a ver a Molly, pero solo vio a su mamá alejar el celular un poco de su cuerpo y gritar… -Marissa ven acá, cruza ya. Ala pequeña niña se le llenaron los ojos de lágrimas, pero tuvo que cruzar. Cruzó la calle y del otro lado abrazó a su mamá tan fuerte, que casi se fusiona en una sola con las piernas de su mamá. La madre nerviosa sin saber qué hacer, vio que a unos cuantos metros estaba un pequeño parque, pensó que era la mejor forma de calmar a la niña. – ¡Ajá!, podré sentarme en una banca y continuar mi llamada, mientras Marisa juega en el columpio- pensó. La joven madre mencionó a la persona que se encontraba del otro lado del teléfono celular que volvería a marcarle en 5 minutos. Marisa estaba envuelta en lágrimas, por lo que su madre tuvo que agacharse y sostenerse sobre sus bellas zapatillas negras de tacón alto y mirar de cerca a Marisa y decirle que irían al parque, pero que debía dejar de llorar, que debía quedarse en el columpio para que ella pudiera terminar su llamada. Marissa se quedó congelada con la respuesta de su madre, ¿Cómo era posible proponer algo así, cuando
Molly necesitaba por primera vez la ayuda de Marissa? La pequeña Marisa estaba a punto de decirle a su madre sobre la pérdida de Molly, de hecho se preguntaba cómo era posible que no se hubiese dado cuenta de su desaparición; si Molly era su primer amiga, acompañante de fiestas de té y defensora de los monstruos que viven debajo de la cama a la hora de dormir, Molly era quien le tomaba la mano para las inyecciones y quién le daba abrazos cuando tenía gripe. Marissa sólo logro ver alejarse las perlas blancas que rodeaban el cuello de su madre hacia arriba cuando se incorporaba, y sintió un apretón de manos que la llevaba hacia los columpios. La madre de Marisa cargó a la pequeña niña de coletas rosadas y cabello marrón, la trepó en el columpio más frío de aquel parque y fue a la banca más cercana a sentarse para continuar su llamada telefónica. Marissa solo veía los borbotones de lágrimas que caían en su vestido azul. Miraba a su madre reír, y mover sus labios. En ese momento Marissa deseó tanto ser un teléfono celular. Miró sus zapatos rojos de charol, como colgaban y quedaban suspendidos a pocos centímetros del suelo arenoso. Su corazón palpitaba a mil por hora. ¡Era momento de tomar una decisión! O se arriesgaba a ir por su preciada amiga Molly o no iba por ella, era todo o nada. ¡Ya no importaba nada más!
Marisa bajó del columpio y dio un último vistazo a su madre, quién se veía impecable con su pequeño y ajustado traje de vestir negro y su labios rojo carmesí. Tomó su mano y aventó un beso al aire, con la esperanza de que le llegara a su madre en alguno de sus sueños. Marissa tenía tanto miedo, su corazón latía aún más rápido, pero la vida ya no sería igual sin su fiel acompañante de aventuras; sin la única persona que la amaba, porque Marissa sabía muy bien que Molly era una persona, sus bellos ojos de botón fucsia siempre la miraban con amor. Marissa comenzó a caminar de espaldas mientras se alejaba de su madre, dio uno, dos, cinco, diez pasos y después dio la vuelta y comenzó a correr. Tenía poco tiempo antes de que su madre se diera cuenta de que el columpio estaba vacío, (o quizá la madre pensaría que había cambiado de juego). Caminó veinte pasos más y ya había cruzado la calle, llegando hasta la alcantarilla y agachándose para tratar de alcanzar a Molly, pudo observar que su amiga se había lastimado un poco, tenía unas manchas de lodo en sus mejillas y en su pie derecho. Marissa no lograba alcanzar a su muñeca, ¡No sabía qué hacer! ¿Y si entraba por ella? Pensó que después sería fácil salir. Levantó la pesada rejilla metálica y la colocó sobre el pavimento de la banqueta y después se escabulló lentamente para bajar por Molly, desafortunadamente resbaló con el agua y el moho formado por tanta humedad y cayó sobre Molly, la
cual amortiguó el golpe en su cabeza. Marissa se desmayó de inmediato por el susto. Fue así que en aquella tarde soleada de verano, como a eso de las 3 de la tarde, iba caminando un transeúnte por allí que vio la rejilla metálica sobre el pavimento de la banqueta, y como todo buen ciudadano hizo lo correcto, tapó aquella alcantarilla para que ningún niño cayese por ahí. ¡Qué ironía! ¡Oh!, pobre infortunio de Marissa, ¿Alguien la encontraría allí? La alcantarilla era oscura, y no era muy fácil de ver hacia adentro, lo bueno era que la alcantarilla tenía rendijas, así que Marissa no tendría problemas para respirar o para gritar cuando despertara. Fue entonces cuando a uno cuantos metros de la alcantarilla, la mamá de Marisa se percató de que su niña no estaba y se levantó suavemente desde su lugar, observando rápidamente todo el lugar miró fijamente hacia los columpios y monitoreó cada rincón, mientras su celular caía lentamente de su mano derecha abriéndose el compartimiento de la batería, mientras salía volando lejos de allí… ¡Pero nada de eso importaba!... ¡Marissa no estaba ahí! La madre corrió con dificultad con sus largos tacones de aguja y su falda negra entubada. Se dirigió rápidamente a los columpios para cerciorarse de que realmente Marissa no anduviera por allí escondida. Buscó a la niña en todos los juegos y por los alrededores del pequeño parque. De pronto, algo
comenzó a ocurrir; de sus ojos caían grades gotas de lágrimas, una tras otra y sintió claramente como se le partía el corazón en dos, como si de pronto no pudiera respirar más. Ese dolor hizo que se sentara en el suelo del parque e incluso su elaborado peinado recogido, comenzó a deshacerse. La madre de Marissa hundió sus en el pavimento y después levantó la cabeza al cielo murmurando unas palabras, de pronto giro su cabeza rápidamente hacia el lado del parque observando que había una caseta de vigilancia de policía. Inmediatamente se reincorporó del suelo, su falda en forma de tubo se rasgó abriéndose un poco por lo que pudo correr más rápido. Llegó a la caseta y vio allí al oficial en turno. Sin poder hablar claro, exaltada, gritando, moviendo las manos hacia todos lados como si estuviera loca, le explicó al policía que su pequeña hija había desaparecido. El oficial a cargo llamó a otros policías. De pronto mucha gente se asomaba a ver que sucedía, pues veían los carros de patrullas que habían llegado. ¿La habían raptado?, ¿había huido? Todos buscaban a Marissa. Apenas habían pasado 2 horas y la búsqueda se había vuelto exhaustiva, la gente buscaba por los alrededores, la foto de Marissa ya había sido fotocopiada al menos 50 veces, su foto estaba en casi todas las redes sociales, y los familiares cercanos de la niña se comunicaban constantemente por mensajes y llamadas.
De pronto, la madre Marissa se le ocurrió volver por sobre sus pasos, sentía una corazonada, una intuición, algo la condujo con demasiada fuerza hacia aquella avenida donde cruzaron la calle, en donde por última vez le había gritado, en donde había tomado su mano antes de deshacerse prácticamente de ella en aquel parque, mientras le prestaba toda su atención a un objeto sin vida, a un objeto que en realidad no amaba, que fastidiosamente tenía que ponerlo a cargar todas las noches, y que jamás le daría un beso, un abrazo o le diría mamá. Cruzó la calle y con el reflejo de la luz del sol que era muy fuerte a esa hora del día, un brillo salió desde una alcantarilla, la madre se asomó con su corazón a punto de explotar de su pecho y pudo ver que el brillo provenía del vestido rosa metálico de la muñeca Molly. En ese momento la madre de Marissa sintió algo indescriptible, era una mezcla de alegría y miedo, enojo, coraje, dolor, tristeza y quizá todas las emociones conjuntas que alguna vez había sentido. Después de unos segundos, se dio cuenta que respiraba… ¡Estaba viva! La madre de Marissa al no saber qué hacer, comenzó a gritar, ¡Ayuda, ayuda! La gente de alrededor se dio cuenta de lo que sucedía, hablaron a los paramédicos, la ambulancia, el equipo de rescate y los bomberos. Todos comenzaron a llegar, los noticieros, camarógrafos y periodistas, también había gente grabando desde sus celulares e informando por
videos en Youtube e imágenes en Facebook sobre el caso. Todos querían saber que sucedía con la niña, pero a pesar del ruido y movimiento, Marissa no despertaba. Pasaron al menos otros 50 minutos para que alguien del equipo de bomberos llegara y comenzará a idear un plan para levantar la alcantarilla y poder introducirse para sacar a Marissa de una manera especial, pues podría estar herida y lastimarla durante al ascenso. Cuando el bombero levantó la rejilla, vio que con la luz del sol, brillaban tenuemente unas letras fundidas en el metal que decían: “ESTA PEQUEÑA ALCANTARILLA, AYUDA A UNIR A LAS PERSONAS QUE SE DEBEN AMAR”. El bombero no creía lo que había leído y pestañeó varias veces, pero no pudo volver a leer nuevamente el mensaje pues ya no había nada. El bombero rescatista dejó de pensar en lo que había leído, debido a que la madre de Marissa comenzó a gritar desesperada -¿Qué está esperando? ¡Por favor, sáquela de ahí! Rápidamente todos maniobraron juntos y comenzaron a sacar a la pequeña niña, los paramédicos se acercaron y Marissa comenzó a despertar lentamente. La madre de Marissa se soltó abruptamente de los brazos de gente extraña que la sujetaba para calmarla y no permitir que cometiera una locura o que entorpeciera el trabajo de los rescatistas.
La madre corrió a abrazar a su hermosa hija tan fuerte como si deseará fundirse con ella. Marissa no entendía lo que sucedía, los paramédicos apartaron a la madre y comenzaron a evaluar a la niña, aunque al parecer no tenía ni un rasguño, sin embargo tenían que llevarla al hospital para evaluarla profundamente. Marissa se levantó del suelo de donde estaba sentada y comenzó a recordar todo, de pronto comenzó a preguntar preocupada por Molly, su pequeña amiga de aventuras. El bombero que la rescató la tenía en su mano, vio que Marissa la buscaba y se la entregó. La pequeña la abrazo y sonrió muy feliz. La madre volvió a acercarse a Marissa mientras la llenaba de besos, con lágrimas en sus ojos. Los paramédicos le informaron a la madre que debían llevar a la niña al hospital porque había pasado mucho tiempo desmayada. Marissa miró a todos y dijo: -Yo no despertaba porque estaba soñando muy bonito, estaba caminando en un campo lleno de flores con Molly y una persona me decía que nunca más iba a estar sola, que mi mamá me iba a querer y que iba a estar más tiempo conmigo. La niña miró a su mamá a los ojos y comenzó a reírse muy despacio. –Mamá te ves muy mal, por primera vez estás despeinada. Marissa veía a su madre sucia, con un traje roto, con el rímel corrido, sin zapatos, dos uñas quebradas, despeinada. Ya no olía a su tradicional perfume caro, ya no se veía como una
muñeca, ahora se veía desarreglada, pero se veía más como una mamá ¡Nunca se había visto más hermosa! Marissa abrazó a su madre y le susurró al oído –Te quiero mucho. Miró a los ojos a su madre y también le dijo – mamá quiero mucho a Juanita – (quien era la persona que la cuidaba todo el día en casa)- pero ya no quiero pasar tanto tiempo con ella en las tardes después de la escuela, quiero estar contigo. No me gusta que el único día en que podemos estar juntas, que es para que tú estés conmigo, te la pases hablando por el celular. La madre de Marissa comenzó a gimotear y abrazó fuerte a su hija. El bombero que había rescatado a la niña escuchó todo lo que había dicho la niña y no pudo evitar acercarse a la madre y le contó sobre lo que había leído en la alcantarilla. Después de unos días del incidente, la mamá de Marissa decidió cambiar de trabajo, pudiendo así convivir más tiempo con su hija. Todos los domingos iban al parque. Un domingo cuando iba a cruzar la calle, Marissa y su madre vieron como a una joven muchacha se le atoraba su zapatilla en la misma alcantarilla donde había caído Molly hace algún tiempo. Un joven apuesto corrió presuroso a ayudar a la joven mujer, cuando se miraron a los ojos quedaron enamorados al instante. La madre de Marissa pensó que de alguna forma, aquella alcantarilla, sí era mágica después de todo.
Tomo suavemente la mano de su hija y cruzaron la calle, mientras platicaban alegremente. La madre de Marissa, Marissa y Molly, se dirigían a comprar unos deliciosos helados.
LA CUCARACHA SE ENAMORÓ Claudia Elizabeth Castillo Velasco Veracruz, México
Había una vez en un baño muy lejano, una cucaracha que estaba buscando alimento. En aquella casa de aquel baño, vivía una joven llamada Viana. Un día, como de costumbre, Viana fue al baño a cepillarse los dientes. En ese momento sucedió, algo que la cucaracha no comprendió, pues algo de la belleza en Viana la impactó. La cucaracha se escondía cautelosa, por la rendija del espejo, mirando al nuevo ser que tenía enfrente. Eran
tan diferentes, pero eso no lo detendría, seguiría mirando sin detenerse. Y así pasaron los meses, y la cucaracha ya tenía grabado el itinerario de Viana en su mente, la veía en la mañana, cuando se bañaba y se peinaba su largo cabello cuidadosamente, y sabía que llegaba por las noches para cepillarse los dientes. ¿Dónde estaría ella? preguntaba con devoción ¡Pero era feliz cuando veía su flamante aparición! Nada superaba ese momento, allí depositaba toda su atención. Mucho tiempo del día la cucaracha se pasaba pensando, ¿Y si salgo por un momento, y ambos quedamos flechados?, pero había un miedo que lo invadía, sabía que no debía ser observada todavía. ¿Quién lo hubiese pensado?, aquel insecto, estaba enamorado. Se pasaba todo el día haciendo ilusiones sobre su querer, y componía canciones de trova, donde expresaba todo su amor que deseaba hacerle saber. Pero muy en el fondo, la cucaracha sabía que estaba mal, que aquello que anhelaba no era natural, lloraba de melancolía, y se daba cuenta que su esfuerzo tarde o temprano se esfumaría. Eran tan diferentes, ¿Cómo podrían tener una relación?, ¿Cómo él podría declararle su amor? Pero era su musa y estaba enamorado, así que estaba decidido, quería tener su encuentro tan soñado, esa misma noche sucedería, lo que tanto había añorado, quería correr el riesgo, aunque muriese desahuciado.
Estaba muy nervioso, deseaba que hubiese un encuentro de miradas, que esos segundos se fundieran en el tiempo, y luego huiría despavorido a morir en algún rincón de la casa. Pese a saber cómo terminaría, seguía imaginando, que ella lo aceptaba, aunque hubiese una enorme diferencia de tamaño. Esa misma noche estaba preparado para la ocasión, se había remojado las patitas y se presentaría ante Viana con mucha educación. Pero no contaba con la cruenta decisión, el destino le tenía reservada una sorpresa para su intensa aparición. Viana había llegado algo mareada de la fiesta de unos amigos, unas cuantas copas había bebido, estaba contenta y bailando en la oscuridad, pero tenía sueño y solo deseaba dormitar. Se dirigió al baño a cepillarse los dientes, y de entre la rendija salió la cucaracha muy amablemente, pero un crujido se escuchó en aquel lugar, Viana gritó, como nunca lo había hecho jamás. Con su mano la arrojó fuertemente al piso, y corrió a la cocina por un poco de veneno para el bicho, con él se acabo dos botellas de mucho insecticida, olía a dolor aquella casa en que había perdido una vida. Y allí yacía nuestro pequeño amigo, feliz porque todo había salido mejor de lo que él hubiese querido, no aconteció el intercambio de miradas que había añorado, ni le pudo expresar su amor como él había preparado, pero todo había valido la pena, pues había sentido un roce de su mano.
Así terminaron sus días, moría feliz en aquella absurda agonía, solo recordaba aquella sensación del roce de su mano. Se dice que cuando Viana fue a ver si se había muerto… ¡Solo quedaba una mancha en forma de corazón en el piso de su baño! FIN
Sueños de niño Isidoro A. Gómez Montenegro. México
De niño tuve infantiles presentimientos, mucho desasosiego, premura de hacer travesuras, luego sutil descanso, breve trecho recorrido. Ojos a los que todo asombraba, piedras, viandantes, postes de teléfono, pájaros. La iglesia al final de la calle franqueada por altos pinos como soldados de plomo custodios de la casa de mis abuelos. De mis labios de niño brotaban ingenuas palabras y muchas preguntas. Manos pequeñas llenas de tierra, asoman canicas, agüitas, tréboles, yoyo, trompo y tantas cosas que guardaba en las bolsas del pantalón corto, mis tesoros.
Y así un día no lejano pensé en detener el tiempo, devolver los barcos a la orilla, que el sol fuera una simple estrella, que la lluvia regresara a la nube, que la ceniza del tiempo no tiñera mi pelo de blanco, que la primavera y sus flores se queden ahí, que las flores volvieran a sus capullos. Que mi mano siempre sea tomada por la de mi madre, jugar juntos en la fuente de azulejos de talavera donde había cinco ranas que echaban agua por la boca. Que la misma mano me lleve al inmenso kiosco donde cabía toda una orquestra que dirigía un maestro español, el Maestro Pegueros, al que yo imitaba con mis cortos brazos. Retener el tiempo, que la tarde no pase; que yo nunca crezca, es sólo un lindo sueño, ha llegado la tarde a mi vida, la juventud se ha ido de mí, mis ojos cansados aún siguen asombrándose de la naturaleza, mis cabellos ya no existen. Mis hijos han hecho sus vidas. Felizmente me he llenado de nietos Monse, ya es una señorita que pronto cumplirá 18 años, Bryan a sus 15 años es un eterno enamorado prefiere el facebook que estudiar, Brandon cumplirá 8 años, también Camila es una excelente declamadora ha sido maestra de ceremonias en su Colegio. Además de ser muy buena contando historias, sabe muchos versículos. Mi Joyce tiene 4 años ya va al Kínder, le va al América y dice amén
cuando va a misa; da la paz. El nuevo bebé, aún no se deciden por el nombre, llegó el 11 de marzo de 2015. Somos devenir los seres humanos… hechos de tiempo, pulsiones y sueños, quedará este poema que hace años escribí a mi hija, antes de que llegara Camila, Brandon y Joyce y el nuevo bebé. La espera Se revela el ciclo de la espera serán nueve lunas exactas. Aumentará tu vientre llena de bostezos mientras la roca canta. Rueda en mi imaginación la duda… ¿Tendrá un poco de mi cara, un poco de tu mirada? Caerán rayos de sol sobre los árboles las hojas se mecerán al viento. Nueve lunas crecerá tu vientre. Será larga la espera. Deseo que corra el tiempo tocar con nuestros dedos ese vientre prominente. Pensando siempre… ¿Se parecerá a ti, tendrá tu cabello y un poco de mi mirada?
Las sillas fantásticas América Guerrero González. México
En mis sueños infantiles existieron dos sillas fantásticas, una la ocupaba mi abuela Josefina, la otra era de mi abuelo Hipólito. Eran sillas fantásticas porque sobre de ellas cada uno revivía su pasada juventud feliz, tejían su presente e imaginaban su vejez. La silla de mi abuela servía: en las mañanas para cocer en máquina, en las tardes la sacaba al jardín para leer y después tejer. En la otra silla, la silla que yo a mis 5 años admiraba y amaba era de mi abuelo en ella pasaba gran parte del día en su taller de zapatería.
A las cuatro de la tarde yo corría de una silla a otra llevaba el mensaje secreto del abuelo a la abuela que indicaba que era hora del café. Las dos sillas además de fantásticas eran mágicas los que las ocupaban poseían una creatividad asombrosa. Mi abuelo hacía cosas maravillosas en su taller, forraba con pedazos de telas que mis tías le pasaban, las zapatillas, hacía zapatos para sus hijos varones y para él, sandalias de fina piel para los delicados pies de su amada, mi abuela. Un día perdió la silla de mi abuelo todos los poderes mágicos, se convirtió en el lugar de sus últimos suspiros, después que habíamos pasado una mañana feliz, en ella se durmió para siempre. Ya no fue igual la vida para la otra silla, ni para mí. La otra silla igual que yo extrañaba la proximidad, el café de la tarde, el pan. Ahora la ocupaba un fantasma, que vivió triste más de 40 años, después que la otra silla sintió por última vez a su dueño.
Recuerdos… América Guerrero González. México
Mi abuelo me dijo: ¡No estés triste mi Quequi! Ya vas a ir al kínder, a la escuela para que aprendas a leer y no te vuelvan a poner en evidencia. Mira que decirle tu papá a tu tío Bicho que todo lo que le habías leído del Selecciones no es cierto. ¡Sólo porque no sabes leer! Ellos no conocen el secreto que guardas, que sólo yo comprendo. No saben escuchar tu corazón como lo hago yo. ¿Qué extrañas a tu mamá? Lo sé. ¿Qué cantas en el espejo? y pláticas con no sé quién, lo sé. Yo te comprendo después de… 10 hijos. Conozco los secretos de los niños, en especial tu corazón, es algo muy amado por mi. No sufras; “Si tus padres no te quieren”, “Aquí estoy yo” dice el Creador a sus hijos. Ya aprenderás, verás a leer y escribir, estudia mucho, se una mujer diligente, no pierdas tu sonrisa, ni el amor al prójimo.
Hoy, después de tantos años la Maestra Martha nos enseña, fíjate, aún sigo estudiando y ya soy abuela de tres hermosas niñas. Cuanta falta me hiciste, abuelo, después de acudir a tu llamado eterno.
8 DE JUNIO Pío Domingo Rosales Sena México Para mi Hijo Marlon Pío Domingo Rosales Maldonado Un buen día desperté, y comencé a sentir diversas sensaciones, algunas agradables otras no tanto. El mismo día que desperté hubo algarabía a mí alrededor. Pasó el tiempo y a medida que crecía, las sensaciones se iban acentuando, aclarando y diferenciándose unas de otras. Todos los días escuchaba una voz que me hablaba juguetonamente, y al mismo tiempo me acariciaba, a veces dulcemente otras bruscamente, pero siempre, siempre jugando y con mucha alegría. Ambos nos reíamos a pesar de que no nos conocíamos. Había otra voz que diariamente me cantaba, me hablaba con infinita ternura, platicaba conmigo, me acariciaba, me ponía música clásica, baladas, boleros y bailábamos. ¡He estado tan unido a esa voz desde antes de que despertara! Todo lo que la dulce voz sentía yo también lo sentía. También había una tercera voz, con ella, estaba atento. Me leía mucho y la lectura era muy variada. Siempre que me leía yo escuchaba como trasfondo
música, que dependiendo del género de lectura era el estilo musical que la acompañaba. Así, a veces escuchaba una cantata de Mozart mientras me entristecía con “el ruiseñor y la rosa”; otras escuchaba un ritmo atávico como el de una “mujer de magia blanca” mientras me aterrorizaba con “el matrimonio del cielo y del infierno”. Aproximadamente cada 25 o 30 días sentía que pasaban como un rodillo por todo mi cuerpo, y una voz extraña hablaba en un lenguaje que no entendía; esa voz extraña siempre se dirigía a las otras voces conocidas y estas le agradecían por lo que esa voz les decía. El tiempo siguió su inevitable marcha. Yo disfrutaba de la lectura y de la música. En ocasiones bailaba al ritmo de un buen rock and roll acompañándome de un cordón, ¡Como disfrutaba bailar así! El tiempo siguió avanzando y seguí creciendo; a medida que crecía me sentía más incómodo en mi hogar. Después, tiempo, y yo seguí creciendo entre música y lecturas. Cierto día sentí unas punzadas, al poco rato escuché la voz extraña, esa que cada 25 0 30 días hablaba con un lenguaje incomprensible. No sé qué le dijo a las voces conocidas, lo que sí sé, es que después de escuchar a la voz de cada mes, todo fue agitación a mi alrededor.
Después de tanta agitación, yo solamente deseaba descansar, dormir. Recuerdo que cuando me dispuse a acostarme no había música en esa ocasión, ni lectura de libros, ni baile como en otras ocasiones; en su lugar había el sonido de cosas extrañas y de demasiadas voces desconocidas. De pronto sentí cómo mi cuerpo se relajaba, y me quedé profundamente dormido. Desperté llorando, con frío y rodeado de gentes vestidas con una indumentaria azul, la cabeza oculta bajo un gorro también azul y el rostro semicubierto por un paño del mismo color. Sus voces eran desconocidas para mí, con excepción de la voz de lenguaje incomprensible de cada mes. Esa voz, la del lenguaje con terminología diferente, me llevó junto a la voz que diariamente me cantaba, me hablaba con infinita ternura, platicaba conmigo, me acariciaba, me ponía música clásica, baladas, boleros y con la cual bailaba. Inmediatamente me sentí seguro. La dulce voz me habló como un susurro y me dijo: “Hola, hijo mío, bienvenido al mundo. Hoy es 8 de junio y acabas de nacer, te llamas Marlon”. Al escuchar sus palabras me sentí como en mi antigua casa, dejé de llorar y ya tranquilo, me dormí. Como a las dos horas me desperté nuevamente y entonces conocí a la voz que jugaba conmigo, ella también me dijo cosas bellas: “Hola Marlon, te quiero mucho hermanito, te acuerdas cómo jugábamos cuando estabas dentro de mamá”. Yo quería contestarle que sí me acordaba, pero no articulé
palabra alguna sólo un “agu”. Y cuando lo pronuncié todos se rieron. De pronto la voz que me leía me habló, me besó, me cargó y me dijo: “Marlon, hijo mío, eres un pedacito de Cielo que Dios me dio. Te amo hijo mío.” ¡Ah! Cómo me hubiera gustado decirle que me leyera un cuento, quizás el de “Cenicienta” o el de “La bella y la bestia”; pero tampoco en esta ocasión me salieron palabras, solo logré articular mi segundo “agu”. Todos volvieron a reír cuando lo pronuncié. No pasó mucho tiempo para que me durmiera nuevamente, pero antes de dormir mamá, papá y mi hermanita me dieron un beso, y todos al unísono exclamaron: ¡Te amamos Marlon! Así rodeado por los brazos de amá, custodiado por papá y hermanita, transcurrieron mis primeras horas de vida en este nuevo mundo
LA LUZ DEL AMOR Pío Domingo Rosales Sena Para mi Hijo Marlon Pío Domingo Una noche de Octubre, un grupo de pescadores se hicieron a la mar en sus respectivas lanchas con la finalidad de conseguir una buena pesca para así tener que comer al día siguiente, además de obtener un poco de dinero por la venta de lo pescado. Siguiendo la tradición, en las humildes casas de los pescadores se encendían dos velas que se depositaban en la ventana del hogar que daba al mar. La razón de ser de esta tradición era que los hombres pudieran guiarse con la luz de las velas de regreso hacia la playa del pueblo, ya que no había ningún faro que les iluminara el regreso. En las lanchas los hombres soltaban y recogían sus redes con la esperanza de obtener buena pesca. Los familiares sabían que estaban trabajando y sin ningún
problema en la mar porque cada bote contaba con una lámpara de petróleo que iluminaba la embarcación. Pasada la media noche empezó a soplar un viento fuerte, helado, cuyas ráfagas parecían de muerte. Con las primeras rachas de viento las lámparas de petróleo se apagaron, los hombres trataban de volverlas a encender, pero, el mar embravecido con sus olas mojaba todo y a todos. En el poblado las velas también se apagaron. La Luna se escondió detrás de las negras nubes, y la oscuridad su manto tendió tanto en la tierra como en la mar… El viento arreciaba más y más, y más y cada vez más… Se sentía un frío de muerte y un silencio de desesperación y dolor… Llegaban a la playa, al poblado, uno que otro grito de angustia procedente del mar; pero así con la misma rapidez con que llegaba se perdía… En todas las casas del poblado lloraban y rezaban por la salvación de sus hombres con mucha desesperación, en todas las casas menos en una… En la mar todos los pescadores se sintieron desesperados, perdidos y sin esperanza y esto los hacía luchar contra la inclemencia del tiempo sin resultados positivos, todos desfallecían, todos menos uno…
En el poblado, en una choza humilde, una bella doncella de faz serena y ojos color de miel, con alma de niña y cuerpo de mujer; al iniciarse la tempestad no perdió la calma, se dirigió a la ventana y fijo su mirada hacia el mar al mismo tiempo que con amor y con fe rezaba al Señor para que guarneciera a su pobre y amado pescador. Mientras tanto en el encolerizado mar, un pescador con mucha serenidad, templanza y fortaleza se enfrentaba a la tempestad, mientras lo hacía rezaba con gran amor y fe, pidiéndole al Señor le concediera volver a ver los ojos color de miel de su princesita adorada… Cuanto duró la tempestad nadie lo supo… Lo único que se supo es que solamente una embarcación llegó a la playa sana y salva, la del pescador lleno de amor y fe; las otras embarcaciones se perdieron en la mar. En todas las casas de los pescadores había luto, en todas las casas menos en una; en la humilde choza de la niña – mujer de faz serena y ojos de miel princesita del pescador lleno de amor y de fe. Cuando al fin los enamorados se encontraron, se abrazaron y besaron, juntos hicieron una oración de agradecimiento al Señor por permitirles verse y estar unidos otra vez.
Ella le preguntó cómo le había hecho para encontrar la playa del poblado, y no otra cualquiera donde pudo haberse estrellado contra las rocas. Él le contestó que cuando se puso en oración fijó la mirada hacia donde creía que estaba la playa y divisó dos luces que irradiaban tanta luz y energía que lo único que hizo fue dirigirse hacia ellas, a medida que se acercaba pudo distinguir que la luz procedía de la ventana de su hogar, y eso le dio más fuerza, serenidad, esperanza y lo llenó aún más de amor y de fe, logrando alcanzar así la orilla. Ella al escuchar su relato, lloró… Sus ojos llenos de amor y de fe fueron el faro de luz de la salvación de su pobre y amado pescador… En ese preciso instante despuntaba el alba, con los primeros lampos del astro rey y las últimas gotas de lluvia de la tempestad se formó un arco iris radiante de amor… ¿Era la bendición del Creador para tanto dolor o la luz de alegría para tanta fe y amor, o la caridad inagotable del corazón Divino?... Eso solamente cada uno de los pobladores de la comunidad de pescadores lo sabría.
MUCHAS GRACIAS A TODOS LOS COLABORADORES QUE HICIERON DE ESTA EDICIÓN ALGO ESPECIAL, MES DE ABRIL, MES DEL DÍA DEL NIÑO
Ramón de J. Hernández Olivares Director y editor