POETAS SIN FRONTERAS OCTUBRE 2014

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OCTUBRE 2014 Aテ前 3 EJEMPLAR 3


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ENCUENTRO CON EL MÁS ALLÁ Claudia Elizabeth Castillo Velasco México Desperté abruptamente un día, justo después de un hermoso sueño, alguien sometida me tenía; ¡presencia extraña sin un solo dueño! Tus gélidas manos me tocaban, caricia en puertas del invierno; mortuoria era tu oscura cara, ¡exhalabas justo delante de mi pecho! La temperatura bajo al instante, veía el frio vaho saliendo de mi boca, como sombra densa te manifestabas, me paralicé y me sentí como una roca.


Me susurraste al oído que un ángel eras, más lejos estabas de parecerlo, eras un alma espectral que está de luto, ¡llegaste a calarme hasta los huesos! Turbada me sentí al mirar que no tenías ojos, pues estos son el espejo del alma; temblé de miedo al darme cuenta … ¡Qué delante de mi eras tú el que flotaba! Quizá pasaron solo segundos, pero el tiempo inmóvil se me hizo eterno, una ardiente marca rojiza, dejaste justo al lado de mi cuello. Después con mucho humo desapareciste; totalmente empapada me encontraba, aun no entiendo a qué venías, pero te recordaré en cada madrugada.


FUNERAL DE UN CORAZÓN DESTROZADO Claudia Elizabeth Castillo Velasco México Recuerdo que pasaban de las doce, la temperatura era demasiado fría; junto a una blanca espesa niebla, un silbido entre los árboles se mecía. Pasos ligeros daba entre las catacumbas, transitaba lentamente sin deriva, caminando en el cementerio desolado, iba taciturna y sin rumbo aquel día. Parecía un ánima totalmente solitaria, me sentía triste y llena de apatía; algo se acongojaba en mi garganta; aunque las lágrimas de mis ojos no salían.


Encontré un camino lleno de velas blancas, mi intuición sabía que las estaba buscando, sin tardanza seguí aquel sendero para llegar hasta mi triste destino desafortunado. Arribé hasta el punto indicado observando con recelo la zona divergente, un funeral se estaba llevando a cabo mas ni un alma se encontraba presente. Sola me postré ante el féretro percatándome de que su tapa estaba levantada, aunque desde el punto donde me encontraba parada mi perspectiva no me permitía vislumbrar nada. Cautelosamente me acerqué para ver el contenido exhalando fuerte frente al ataúd negro de vinilo, contemplé un corazón aun latiendo ensangrentado, se distinguía allí en el fondo totalmente desolado.


Comenzó a sonar el réquiem de la muerte sonidos guturales saliendo del vacío; un grito ensordecedor en mi cuerpo, intervino, sentí un dolor indescriptible lleno de atavíos. Reparé en que el corazón de ahí adentro era mío mi mente se perdió inminentemente en el olvido; toqué mis manos, estaban gélidas sin vida, las cuencas de mis ojos estaban completamente vacías. Advertí certeramente que algo me faltaba observé mi piel, se había puesto naturalmente blanca; pasé rápidamente mis manos por mi pecho.. ¡un agujero sentí justo al lado de mi hombro izquierdo! Una fuerte ráfaga de viento llegó de la nada rápidamente todas las velas se apagaban el silencio sepulcral se hacía presente; me quedé quieta sin siquiera poder moverme.


¡Lúcida reminiscencia llegó a mi mente! Te recordé a ti, besando mi frente; ahora que te fuiste y me has dejado impertérrito mi corazón se ha quedado. Este funeral fue para enterrar nuestro amor hiriente que con el vilmente mi vida te has llevado; con desasosiego muerta estoy actualmente todo lo bueno que tenía me lo has arrebatado. Oscuridad negra bellamente perfumada dueña te has convertido de mi alma; llévame lejos, donde las sombras se desborden, ¡para no sentir más la agonía que dejó aquél hombre! Desperté abruptamente de aquel sueño síntoma de que aún me duele tu recuerdo debo arduamente olvidarme del pasado. ¡Estoy decidida!, me sobrepondré a todo daño.


CABELLOS CENIZOS MARISOL SOTOMAYOR Me observo en el espejo y veo mis cabellos cenizos donde contemplo y siento el tiempo transcurrido ya próximo a cumplir cinco décadas en mi vida y este acontecimiento es el 27 de octubre de 2013. Esto para mí significa mucho ya que son expectativas en mi vida y rompen barreras las cuales son para mí pasos importantes y experiencias que me ha dado la vida. Nací un 27 de octubre de 1963 en Puerto Rico en el pueblo de Arecibo y a los tres años un camión de leche me atropello, milagrosamente Dios me permitió seguir viviendo y seguir adelante luchando con mis defectos físicos ya que tengo la condición de Escoliosis pero eso no me limita, trato de ser una persona como cualquier otra porque siempre he pensado que los defectos o impedimentos están solo en la mente humana y como mi padre me dijo cuando era niña cuando estaba en esas etapas de crianza ; “Querer es poder” y siempre he seguido así y deseo hacer todo por mí misma, trabajando y seguir adelante alcanzar las metas. Ahora veo esos


cabellos cenizos esas primeras canas y algunas pequeñas arrugas en mi rostro, son experiencias maravillosas como lo son las del ser madre porque mi hijo y yo somos un milagro de vida y a Dios le agradezco el brindar este milagro de amor. En esta trayectoria de mis cinco décadas son maravilloso cada momento al poder compartir con grandes amistades que me aman, mi familia y mis estudiantes ya que ellos son el motor el cual me dan energía cada día porque en mi escuela yo soy alegre y soy su amiga y la paso súper con ellos. Ya por fin llega el gran día para mí, es mi cumpleaños y me siento feliz porque he roto expectativas médicas donde en lo personal he superado con salud. Mis cabellos cenizos muestran todo esto. Quiero darle las gracias a Dios porque comencé a escribir cuando estaba estudiando en escuela Superior y Mr. Rodríguez me motivo en su clase de español y fue mis inicios al escribir poesía y cuando estaba en la Universidad Católica participe en Peña Poética donde el profesor poeta; Reynaldo Marcos Padua nos encamino por el amor a la poesía.


También ya conozco muchos amigos cibernéticos los cuales apoyan y son mi oasis de felicidad que aunque sean distante saben escuchar y permiten superar con consejos llevándome a mi crecimiento personal. Le debo mucho a un amigo especial el cual es un caballero increíble, Jorge Banda un poeta, escritor y conductor. Aun pertenezco a la franquicia Fanstory.com donde al tener mi primera computadora hace cerca de cinco años y en donde puedo conocer grandes amigos poetas como lo son José Luis Vidal y Héctor Montes donde con sus palabras motivan y me dan fortaleza a seguir. Son demasiados amigos ya Internacionalmente los cuales a diario nos saludamos y nos sentimos unidos por el amor a la poesía y cruzamos fronteras. Bueno y gracias a todos porque compartiremos con amor de mi cumpleaños y al ver mis cabellos cenizos y arrugas no sentiré tristeza ni temor porque siento la seguridad y la bendición de haber aprovechado cada día y con el gran propósito con el cual Dios me envío a esta tierra y es ser un ente de amor y de paz.


EL EQUILIBRISTA HERNAN CAICEDO Sobre el vacĂ­o Trepado en La cuerda floja de Su vida va el equilibrista. Despacio, paso a paso da. Uno tras otro marca El ritmo de su propia suerte. Llevando consigo la vara paralela de sus Proyectos o su desventura, Ella lo sostiene en esta vida, Mientras va hacia la otra Del otro extremo de la cuerda.


LA FINCA HERNÁN CAICIEDO

De pequeño crucé senderos De arena y barro, Senderos pequeños enmarcados En cedros y guayabos, Trasegué esculpiendo mi alma Dulce con el olor a musgo, Caminé descalzo Persiguiendo chapules Y correteando tábanos, De pequeños escuche Las voces de la nana negra Referir cuentos de espantos, Duendes, madre-montes Y culebras.


De pequeño Crucé el río bravío en la champa Del viejo Graceliano, Camine sobre el tronco hueco de un viejo Y podrido guamo. De pequeño Comí guagua, tatabro, Gurre y gallineta. De pequeño Indigestado pasé una noche Después de haberme hartado de caimitos. De pequeño Salté el Atrato río ancho, En una canoa cruce Cotudo. De pequeño Viví feliz. Y fui feliz Cuando era campesino Matando serpientes, Sembrando árboles, Recolectando guayabas, Recogiendo borojo, Trepando palmas,


Cogiendo miel quemadas En las orillas, en las playas De río Atrato majestuoso O del Cabí oscurecido. De pequeño Crecí contento robando Cacao a mis vecinos O salteando sus naranjos, Salteando cañaduzales Y debes en cuando pescando. Todo era bello cuando era pequeño, Todo era hermoso cuando era pequeño, Pero crecí, crecí, crecí… Y ahora me toca contentarme Con recordar, con recordar cuando era pequeño, Cuando era pequeño, Cuando era pequeño, Cuando era pequeño Y viví feliz.


De pequeño viví feliz Cuando recorrí tus tierras De pequeños sentí vivir Cuando besé tu suelo De pequeño quise morir Cuando de ti me arrancaron Zafándome de lo más bello Mi finca, mi tierra, las aguas de Atrato Y de mi vida cuando era pequeño…


PRIMAVERA MARIA ESTELA RODRIGUEZ ARGENTINA

Los pequeños colibríes sobrevuelan los árboles. Perfume de alelíes primavera de colores. Cálidos amaneceres amores que se entregan. Alboradas de placeres tibios soles ya llegan.

Días bien primaverales ya marca el almanaque. Alegrías juveniles festejando por el parque. Hay flores por todos lados Inspirando poesías. Rosas, violetas y nardos van perfumando los días.


A LA MADRE NATURALEZA GRABIEL JIMÉNEZ La hermosura de un cielo azul, la belleza de las aves que surcan el cielo lleno de nubes, admiro la belleza de la naturaleza, arboles enormes llenos de hojas verdes . El viento sopla meciendo las ramas, subo, bajo, canto, bailo, soy feliz, admirando lo majestuosidad, de nuestra madre, naturaleza, que nos de su cobijo, cuidemos , de todo lo que de ella emana, pues todos ellos, son nuestros hermanos.


NOSTALGIAS GUADALUPE ESPINOZA LAGUNAS MÉXICO En la sombra de mis Hoy solo queda el vacío, indecisiones, En mi yerto corazón A merced de la añoranza La soledad que me abruma Voy divagando entre brumas… Y un lacerante dolor. Nubes de viejas nostalgias. Un cielo gris y sombrío Revolotean en mi mente Que acentúa mi añoranza Cual parvada de palomas En cada nube que llora, El eco de tus palabras Llora lágrimas de mi alma… Y mil recuerdos que asoman. Aquéllas caricias tuyas Que me erizaban la piel La tibieza de tus besos Que me hacían estremecer.


LA INMENSIDAD QUE TE PIENSA ELIZA HIPÓLITA RÍOS MÉXICO La inmensidad que te piensa, Eternos luceros, en este oscuro vacío, que alumbran la noche, ¡donde emerge la nada! astros y estrellas, Donde solo hay frío. que circulan veloces. Donde pronuncio tu nombre, y calan los huesos, estas aquí adentro, desde que despierto.

Medito y te pienso, comprendo que te extraño, la lejanía de mi guarida, me mantiene en resguardo.

Anegado en mi alma, vislumbro el paisaje, las aves me acompañan, en éste mi viaje.

Ven a buscarme, te estoy esperando, ¡espero me encuentres! Para jamás separarnos.

Pseudónimo: Una voz en el silencio con labios carmesí.


SE DESPIDE EL DÍA HEIDI SOSA CRUZ MÉXICO Y es el primero que vivo en libertad. ¿de cuántos hermosos días me perdí? No lo sé…y no tiene caso averiguarlo. Fui un gusano revolcado en sal, un sujeto con traje quitinoso, y ahora soy… Soy contigo la unidad… quien descubre la perfecta armonía de tu cauce… quien mirando dentro de sí, conoce el cosmos, quien disfruta de la altura de tu abrazo y recorre los caminos en la aurora, quien medita ahora, con los últimos rayos de sol.


VOLAR, VOLAR, VOLAR… AMÉRICA GUERRERO Desterrada de los placeres mundanos como ahora las envidio a ellas. vivo mi exilio en esta isla. Uso zapatillas para no enraizarme ¡No fue mi culpa haber pecado! Contemplo el azul del cielo, ¡Señor, tú pusiste ese varón a mi las nubes… la luz. lado! Me cubre el negro… señal de pecado. No toleré el engaño, Me conecto al árbol perdí los sentidos, absorbo su savia, su energía. el alma perdí. Me resisto al exterminio. Me lanzo al abismo Hace milenios volaba a las Y… estrellas bailaba sobre nubes Vuelo, vuelo, vuelo. tenía hermosas alas. Las aves me envidiaban


REPETIRÉ TU NOMBRE… ISIDORO A. GÓMEZ MONTENEGRO. MÉXICO Repetiré tu nombre; porque existes… Dulce flor que brotas, en vigoroso impulso hostil de espinas, ávida de vida recurrente de perfume… Pétalos abiertos coronan el día. Repetiré tu nombre; porque existes… Flor efímera, dulce flor de intenso aroma, de vida breve, de suntuoso vestido rosa.


Donde naces queda anclado el árbol que te nutre y te da sombra. Repetiré tu nombre… Dulce flor, trastocas en colores fucsia y morado. Eterna buganvilia, con ramas trepando por celosías blancas. ¡Oh flor! Te conviertes en morado. Violeta, te baña el rocío, tiemblas cada mañana. Duermen las dalias, noche buena de estrellas. Las azaleas se visten de bailarinas. Nieven los lirios sus capullos blancos. Lo que puedo hacer por ti es: Repetir tu nombre, flor múltiple, dulce milagro de Dios, herencia de perfume y mil colores.


PRIMAVERA EN FLOR MARUCA RODINI

Los nuevos retoños saldrán con la fuerza del sol ardiente las plantas florecen cuando llega por eso le doy la bienvenida a la bella y esperada primavera. Ya están preparadas las abejas para saborear el néctar de las flores sentir el perfume de los pétalos siendo siempre flor en primavera, ¡que felices que somos en tu llegada!

Respirar aire puro de los brotes de un tierno verde reluciente, se viste de colores los jardines, las mariposas revolotean por los aires aspirando el aroma a primavera la vida y la imagen se recrean en ese hermoso suave y sereno día el patio, las plazas y rincones se engalanan.


ESENCIA DE AMOR MARUCA RODINI Agrupados como palomas llenos de espíritu festivo, la ansiedad reinaba entre las mentes inquietas esperando ese momento. Los corazones sobresaltados envueltos de magia y amistad con calidad humana y una esencia colmada de amor así todos unidos fueron instantes de júbilo y pasión

El silencio era pleno, en ese ambiente conmovido se prestaba con atención las dulces palabras llenas de emoción.


EL HORIZONTE DE NUESTROS SUEÑOS José Alejandro Beltrán Ley Sinaloa , México Era una tarde cálida, de esas tardes en las que sientes que el viento baila en tu cara, en las que el sol brilla con todo su esplendor y solo al ver su reflejo entre las olas del mar te sacan una sonrisa. Me encontraba sentado en la arena, viendo como la espuma de las olas tocaban mis dedos. Me levanto y me acerco al mar, siento como mis pies se empapan. Miro mi reflejo y puedo imaginar lo grande e infinito que puede llegar a ser si siempre estoy cerca de las olas. Vuelvo a mi lugar en la arena y es entonces cuando veo que una mujer me mira desde hace tiempo. Siempre me preguntaba por qué me enamoraba de la primera mujer que se me quedaba viendo o me mostraba una mínima muestra de atención. Veo que ella se acerca a mí, soy una persona nerviosa, no sé lo que puede ocurrir. Se sienta en la arena conmigo y nuestras miradas se cruzaron por un largo tiempo. Hay cosas que dicen mucho más que las palabras, el silencio, su mirada, la sensación que sentía en mi cuerpo al sentir las olas galopear en mis manos, todo eso parecía un gran eco que se extendía por todas las partes de mi cuerpo.


-Hola. Dijo ella. Tardé en contestar unos segundos, no puedo explicar lo que siento, pero es algo que me agrada; la palabra Hola salía de mis labios. -Soy Daniela, ¿no eres de aquí verdad? Pude verla físicamente, nunca me había hecho la pregunta de cómo sería la mujer con la que me gustaría compartir toda mi vida, pero ella era perfecta. -Mi nombre es Santiago, y no soy de Mazatlán, vengo de la ciudad de Monterrey. -¿Y a qué te dedicas? -Tengo superpoderes, en pocas palabras soy un superhéroe viajando por todo el mundo en busca de personas que necesiten mi ayuda. Ella no pudo ocultar una gran sonrisa, en cierto modo me contagió, terminamos riéndonos. Me alegré que lo tomara como broma y no creyera que estaba platicando con un loco. -Pero ya dime, ¿a qué te dedicas? Dijo entre bromas. -Daniela, si te dijera lo que realmente hago, nos aburriríamos en cinco minutos. Ella se acomodó el cabello con su mano derecha. -En tres minutos me has convencido, me gustaría casarme contigo.


Al decirme eso los nervios nuevamente los sentí pues viajaban a una velocidad que mis manos comenzaron a temblar y si hubiera dicho una palabra, esta no se hubiera entendido. Era una extraña, nadie espera que te digan eso. Veo que se levanta de la arena y me regala una sonrisa, extiende sus manos esperando que me levante también, hago lo mismo. Estoy enfrente de ella, puedo ver sus ojos color café, sentía que nos mirábamos desde hace horas aunque fueron solo dos segundos. -¡Alcánzame! Gritó ella mientras se lanzó a las olas. Si estaba confundido, ahora lo estaba mucho más, pero dejé de pensar, solo hice lo que mi mente quería que hiciera, corrí detrás de ella. La arena brinca con cada paso que doy, siento la salpicadura de las olas del mar en mi cara cuando las toco, el agua ha llegado hasta mi rodilla y todavía falta un poco para llegar hacia Daniela; cuando la tengo enfrente de mí a solo unos centímetros, siento el viento recorrer mi rostro mientras escucho el sonido de las olas que recorren mi cuerpo. Ella se me quedó viendo, su cara estaba iluminada por los rayos del sol. -¿Qué se sentirá viajar más allá del horizonte del mar? Dijo. Me quedé un tanto confundido.


-Estamos aquí, en una parte profunda del mar, eso me da a entender que en estos momentos, dependemos del mar. Tan grande, tan vasto; siempre ha sido así y siempre será. De niña siempre me imaginaba en conocerlo, cuando lo conocí, mi mente se llenó de sueños que poco a poco se han vuelto realidad, menos uno. ¿Qué se sentirá poder hablar con el mar? El nos da sus aguas para navegar, para divertirnos en ellas, realmente ¿lo hemos cuidado cómo él se lo merece? Tengo mil preguntas y ninguna respuesta, aunque en el fondo sé, que en las noches, cuando duermo, en mis sueños, el las responde. Ella sonrió un poco. –Si piensas que estoy loca puedes decírmelo. Sus palabras fueron claras, tan envolventes, muy emotivas, así que con una paz y seguridad le dije: -Es lo mejor que he escuchado en toda mi vida. Ella comenzó a reír al son de las olas que reflejaban a dos extraños que acaban de descubrir uno de los mejores momentos del día. En la noche invité a Daniela a cenar. Acababan de abrir un restaurante a la orilla de la playa, por lo que la cité en el monumento a los sueños en el malecón de la ciudad. Llegué un poco más temprano de lo acordado y me quedé mirando aquella figura, nunca lo había visto, solo había escuchado de él. Estaba hecho de bronce, era muy alto, la silueta de un hombre que tenía una flecha en su mano derecha.


Tenía agua en sus pies que representaban el mar. Seguí la distancia que la flecha recorrería si éste la lanzara y me pareció que llegaba hasta el cielo. La distancia que hay entre el mar y el cielo es enorme, por eso tenía la flecha. Para hacer realidad los sueños debemos romper la distancia y las barreras. -Hola. Escuché la voz de Daniela. Giré mi cuerpo y la vi. Tenía un vestido de color rosa cálido y una trenza que giraba por su cuello. Era realmente hermosa, dejé escapar una larga sonrisa. -¿Estás lista? Dije. Nos quedamos viendo el monumento y ella tocó el agua que estaba a los pies del hombre de bronce. Me salpicó unas gotas en mi cara, los dos reímos. Caminamos un poco por el malecón, era un espectáculo lleno de colores, las estrellas, los sonidos, la luna reflejada en el mar, el viento que bailaba con mi pelo, sentía que volaba. Llegamos a una pequeña escalera y bajamos. Nos condujo a la arena, la luz era muy escasa, solo teníamos el brillo de las olas y a lo lejos parecía verse la luz del restaurante. -Yo creo que te gano en llegar. Le dije en forma de juego. Una sonrisa se formó en su rostro y salió corriendo. La perseguí, parecía que llevaba una gran velocidad.


Escuchaba al viento como eco en mis oídos, las olas pegaban en mis pies, ya había alcanzado su paso y la dejé un poco atrás. La bufanda que traía puesta en mi cuello por el viento se me resbaló y parecía que volaba junto conmigo, me sentía libre, había olvidado la última vez que sentí eso. Miré el mar y entonces una sonrisa salió de mi rostro. Sentí un gran peso en mi espalda y fue cuando vi que Daniela se me había echado encima haciendo que me cayera a la arena. No podía dejar de reírme y ella tampoco. Nos quedamos viendo el mar, después me quedé mirando sus ojos. Ella se levantó y tomó una piedra de la arena. Me levanté y caminamos hasta la parte donde se juntan la arena y el mar y lanzó la piedra entre las olas. -Dicen que si lanzas una piedra a las olas del mar y esta hace un recorrido, el mar te concede un deseo. Yo nunca lo he podido lograr y cuando lo logre ya sabes qué pediría. Asentí cuando tomé su mano derecha.


-¿Tú tienes sueños Santiago? No supe que responderle, nunca me había hecho esa pregunta y no quería mentirle. El viento parecía inspirarme pero fueron las olas que tocaban mis pies las que me hicieron descubrir que adentro de mí, había miedos y sueños. -La verdad nunca lo he pensado, pero es tiempo de hacerlo. Mi padre falleció cuando yo tenía cinco años de edad. La verdad, yo tengo muy pocos recuerdos de él, tal vez ninguno. Él se embarcaba. Una noche al salir de viaje, un huracán amenazaba con azotar en las costas de Guerrero. A los pocos días las noticias de que muchas embarcaciones se habían perdido corrían por todos lados. Llegó el día en que las embarcaciones volvieron, pero él nunca volvió. Mi sueño sería poder hablar con mi padre, poder vivir por lo menos cinco minutos más con él y tener un recuerdo para contar. Nos quedamos callados. Vi que ella tomó una concha del suelo y la guardó en su bolsa. Después me abrazó y sentí algo con ese abrazo algo que jamás pensé sentir. Nos sentamos en una mesa del restaurante en la playa. Había velas por todo el lugar, los cristales hacían un juego espectacular con el mar.


Fue una cena larga, tranquila, llena de una plática viva que no quería que terminara nunca. Tomé la mano izquierda de Daniela, ella me miró y tocó con su mano derecha mi mano, ambos sujetábamos al otro. -¿Te volveré a ver? Pregunté. De su bolsillo sacó la concha que había levantado de la arena, me la entregó y me dijo: -Nunca sabemos lo que podemos encontrar a la orilla del mar, como una pequeña concha, no sabemos lo importante que pueden llegar a ser las pequeñas cosas que hay a nuestro alrededor. Después de cenar caminamos un poco por la arena y ella me robó un beso en la mejilla. Los nervios recorrieron todo mi cuerpo. El único sonido testigo que escuchaba era el de las olas, me estaba enamorando. -Búscame mañana en el monumento a los sueños. Y se fue caminando por la arena con una sonrisa en su hermosa cara. Llegué al hotel en el que me estaba hospedando en ese momento. Lo primero que hice al llegar a mi habitación fue gritar de la emoción, Daniela dejaba de ser una desconocida. Ella comenzaba a ser parte de la historia de mi vida. Al poco tiempo me dirigí al baño.


Al salir de este no me percaté que el suelo estaba demasiado húmedo y me resbalé. Impacté mi cabeza en el suelo y el golpe fue tan fuerte que me desmayé. Abría los ojos por momentos, la última vez parecía estar en un hospital, enfermeras revisaban mi golpe, los sonidos poco a poco se acababan. Después, un silencio aterrador. Abrí mis ojos nuevamente. Enfrente de mí estaba una enfermera que me dio una gran sonrisa y salió corriendo en busca de alguien. Mi cabeza daba vueltas y me sentía con pocas fuerzas. Moví mis brazos y pies, no recordaba lo que había pasado. Entró a la habitación deprisa un doctor que al verme despierto se puso tan feliz como la enfermera. -Qué bueno que despertó. Pasaron tres días en los cuales me daban pequeños ejercicios para poder mover mis extremidades, y un ejercicio un poco convencional en el cual daban imágenes mías con diferentes personas, pero no recordaba a nadie, había perdido la memoria, si alguna vez conocí a una persona, no lo recordaba. En la noche mientras dormía, recuerdo la plática que había tenido con el doctor Lozano.


-El golpe afectó la zona de su cerebro donde tenemos almacenados los recuerdos. El golpe tuvo una gran magnitud y afectó otras áreas que combinadas borraron por completo una parte de su mente. -Aunado. Continuó hablando. –Los tres años que pasó en coma a causa del golpe hizo que tuviera un mayor grado de impacto. No pensábamos que iba a durar tanto para despertar. En algunos casos los pacientes despiertan al día siguiente del impacto y tienen su vida normal, no hay secuelas, pero el permanecer tres años con los ojos cerrados, hicieron un daño mucho mayor del que esperábamos. Su mente olvidó un año de lo que vivió antes del golpe, en pocas palabras un año de su vida fue olvidado para siempre. Me parecía algo extraño, como si fuera magia, pero realmente era verdad, recordaba lo que había vivido en mi vida menos ese año. No recuerdo a quién conocí, con quién hablé o qué lugar visité. -Pero en los tres años en los que permaneció dormido. Prosiguió el doctor. La tecnología avanzó a tal grado que en nuestro país entró un nuevo tratamiento que consiste en colocar una máquina en su cráneo, y esta automáticamente hará un recorrido en su cerebro ubicándose donde tuvo el golpe.


Lo siguiente que hará junto con una computadora, es devolverle todos los recuerdos que usted ha olvidado, cada minuto, cada segundo, cada persona y cada lugar regresarán. El tratamiento se hace en esta clínica, y como nosotros ya tenemos ubicado el lugar cerebral donde fue el daño, sólo es cuestión de esperar su respuesta. Tenía que darle una respuesta a la mañana siguiente, pero el doctor tuvo que salir de inmediato durante una semana a la ciudad de Torreón. A los diez días después de nuestra plática llegó nuevamente a la ciudad de México, que es donde me encontraba en este momento. Una enfermera llamada Paquita me contó que tuvieron que trasladarme de Sinaloa a México porque mi golpe necesitaba equipo exclusivo de la capital del país. Se hizo de noche y me acosté a dormir. Aún seguía en el hospital. Hace días me desperté asustado cuando en sueños parecía escuchar la voz de una mujer. Veía su cara pero por alguna razón parecía que estaba borrada y por más que hacía nunca podía ver su rostro. Lo que si podía ver era la arena y el mar, lo cual me parecía extraño porque no recordaba haber estado en un lugar con mar desde mi infancia. En mis sueños esta mujer siempre tocaba mi mano y me decía algo que nunca podía escuchar. Después todo se volvía oscuro y tanta oscuridad me aplastaba y me asfixiaba. Es cuando despierto. Cuando conseguí dormirme esta noche no fue la excepción. Recordé a esa mujer y sentía el viento que pegaba en mi rostro y los rayos del sol en la cara de ella.


Pude ver las olas del mar que llegaban hasta mi cuello y nuestro reflejo. Por primera vez pude ver su rostro. Era una mujer hermosa que había olvidado por el golpe que tuve hace tres años. -Soy Daniela. Escuché que me dijo eso con una dulce voz. Me sentía un tanto confundido. Me desperté asustado y me levanté de la camilla del hospital. Todos los focos estaban apagados. Avanzaba por el pasillo guiándome a una pequeña luz que se veía a lo lejos, entonces recordé: -¿Tú tienes sueños Santiago? Su voz hacía un eco en mi cabeza. Veo la pequeña luz que me lleva a la oficina del doctor pero en mi mente veo lo que parece ser un restaurante en la arena del mar. -Más allá del horizonte. La voz de aquella mujer que parecía llamarse Daniela lastimaba mi cerebro. Caigo al piso gritando casi llorando en el pasillo, sujetando con mis manos mi cabeza. Escuché que alguien abrió la puerta, vi que era el doctor Lozano y me ayudó a levantarme. Ya que me tranquilicé. En su oficina dije: -Hace días recuerdo una mujer en mis sueños y debió ser alguien muy importante. Quiero saber exactamente qué pasó con ella, qué viví con ella, por qué no puedo sacarla de mi mente.


-El tratamiento puede responder todo lo que yo no puedo. Dijo el doctor. -Hágalo. Contesté. El doctor colocó una máquina gigante en mi cráneo. Puso un sinfín de cables por toda mi cabeza y uno muy grande en donde fue el golpe. Estaba revisando algo en su computadora y anotaba cosas en un cuaderno que tenía a la mano. Sacó de un escritorio un pequeño pañuelo, en su otra mano tenía una pastilla de color amarilla. Desenrolló el pañuelo y sacó una concha. -Hace tres años, el día que llegó de Mazatlán tenía esto en el bolsillo del pantalón. Dijo. -¿Mazatlan? Pregunté confundido. -Tome esta pastilla, al despertar ya no estará confundido. Dijo sonriendo. Me tomé la pastilla. Estaba haciendo efecto, mis ojos comenzaban a cerrarse involuntariamente. -Cuente hasta cinco. Decía el doctor. -Uno… -Cinco… -Búscame en el monumento a los sueños. Escuché la voz de ella. Al día siguiente pagué un vuelo a la ciudad de Mazatlán. Sabía por qué tenía que ir a esa ciudad. Habían pasado ya tres años desde que fui por última vez.


No me dirigí a ningún hotel sino al malecón. Lo empecé a recorrer. Veía personas caminando, el viento pegaba en mi cara, sentir los rayos del sol, me hacían despertar, ver el infinito mar azul me hacía sentir vivo, al escuchar el sonido de las olas, las lágrimas casi salían de mis ojos. Vi que a lo lejos estaba el monumento. No lo pensé, corrí hacia el y sentía que volaba. Nuevamente me sentí libre, sentí lo que debió haber sentido mi bufanda mientras volaba conmigo cuando corría. Llegué y vi a un hombre de bronce con una flecha. Bajé las escaleras y sentí nuevamente la arena en mis pies. Me quité los zapatos y la sensación era indescriptible. Entonces, la brisa del mar me inundaba todo el cuerpo, y vi a una mujer sentada en la arena jugando con la espuma de las olas en sus dedos. Y sabía quién era esa mujer. Sabía que teníamos una cita hace ya tres años, pero por cuestiones del destino tuvo que esperar. No había duda, era Daniela. Una lágrima resbaló por mi rostro. Ella quizá esperó tres años en la arena el momento en el que yo regresaría

Tomo una piedra de la arena y me paro detrás de ella, no se ha dado cuenta de que estoy atrás. Lanzo la piedra a las olas, para mi sorpresa esta hace un recorrido.


-Dicen que si lanzas una piedra a las olas y hace un recorrido, el mar te cumple un deseo. Daniela volteo a verme rápidamente. Una sonrisa y una lágrima brotaron de su rostro. -Volviste. Dijo ella. -Volví. Respondí.


CORAZÓN RAMÓN DE JESÚS HERNÁNDEZ OLIVARES MÉXICO Me despedí de tu cuerpo lentamente mientras el silencio besaba mis labios, me aferré a ti como gorrión a su nido, y sábanas blancas secaron mis lagrimas mientras nuestras manos se despedían sutilmente. Un aire matinal besó mi espalda ¿Eran tus alas? ¡No lo sé! Pero respiraba tu aroma perfume de tus sienes. Te recordaba cada noche, entre canciones y fotografías, y al rodar mis lágrimas en las mejillas parecieran aún, el recuerdo de tus caricias vagas.


Sentir en los instantes del tiempo tu abrazo pequeño rebozo, cobijo de algodones nubes etéreas. Han pasado 2 meses tu corazón fue donado ¡Niña con Ojos Grandes! Tierno ámbar en su mirada. Me ha abrazado tan tiernamente ¡Que tu voz me ha llamado! En el latir del corazón prestado.


Salvador Díaz Mirón y parte de su vida Isidoro A. Gómez Montenegro.

Salvador Edmundo Antonio Espiridión Francisco de Paula nació en Veracruz el 14 de diciembre de 1853. En 1876 viajó a Nueva York. En 1878 fue Diputado por Jalancingo. En 1904 vuelve como Diputado el Congreso de la Unión, se porta valientemente en la minoría a la que pertenecía. 1912-1913 Es director de la Preparatoria de Jalapa, también dirige el periódico El Imparcial que circuló en la época de Victoriano Huerta, sale a Cuba, da clases de francés. En 1927 Rechaza el homenaje que le hace el Consejo de Escritores. El Presidente Carranza ordena le restituyan todos sus bienes, en 1928 muere en Veracruz, es trasladado a la rotonda de las personas ilustres; por su carácter irascible Salvador Díaz Mirón tuvo que pasar muchos años en la cárcel.


La poesía de Salvador Díaz Mirón se divide en tres etapas: la primera marca su adolescencia y juventud, está llena de contenido, valor, sensibilidad, valentía y versos armoniosos. Ni Lascas, poesía de la segunda época en 1892-1901 es mejor que la primera y la tercera. Son éstas dos etapas en las que el poeta transita por el rumbo de las estrofas para crear algo genial. Salvador Díaz Mirón era un poeta irascible, es famoso por los duelos que sostuvo a lo largo de su vida, se le conocía como un hombre mendaz, pendenciero e impulsivo, lo llamaban el vate de aire feroz. Era como el decía: un hombre de amores y odios, sus lances fueron altaneros, no ideológicos, ni políticos. Desde joven se enredó en pendencias, se entrenaba en casa para sacar la pistola primero, tenía un ego tremendo, congestionado. Díaz Mirón participó en tres duelos, uno de ellos informal y los otros dos con arreglos en los cánones. Del encuentro informal con Martín López en 1882, salió mal parado, López le dejó el brazo izquierdo como un colgajo.


Los otros duelos fueron con Roberto A. Esteban en 1887 sin resultado y con Manuel María Migonia quedó herido. Sin padrinos ni etiquetas, quedó tullido, tenía costumbre del madruguete: mató a Alejandro Madur y a Federico Walter, en simples riñas callejeras, a Walter le tiró dos balazos, tenía sólo un bastón de arma, el segundo disparo le partió el corazón y muchos se especula si estaba hincado o se cayó al recibir el siguiente disparo. En 1910 Díaz Mirón siendo Diputado, quiso matar al Diputado Juan Chapital que no iba armado, éste lo sujetó fuerte, logró desviar el tiro, lo desaforó el Gran Jurado. Díaz Mirón fue a la cárcel de Belén y salió en 1911 hasta que la Revolución le permitió salir. En 1887 fracasó con Francisco Landeros, persona estimada en Veracruz, con quien tuvo un enfrentamiento que no terminó en duelo, estrelló al poeta en dos ocasiones dejándolo inerme. Según Fernández Macgregor, Díaz Mirón conservó su temperamento temible hasta el fin de sus años.


Se cuenta que tuvo un incidente con un alumno en la Preparatoria donde impartía cátedra de historia, se hizo la pelea, el vate hizo salir al joven culpable, al salir Díaz Mirón recibió un ligero golpe en el rostro, en respuesta da un fuerte golpe en la cabeza del joven, dejándolo sin sentido. Esto ocasionó animadversión pública en su contra, el joven se puso a su disposición para el duelo y Díaz Mirón tuvo que dejar la Dirección de la escuela por las manifestaciones públicas. De todos sus poemas amorosos, sólo uno, fue inspirado por su esposa Genoveva Acea, cuando el poeta la pretendía: Ojos verdes Ojos que nunca me veis por recelo o por decoro, ojos de esmeralda y oro fuerza es que me contempléis; quiero que me consoléis


ANTE EL ESPEJO Miguel Ángel Llinas González México Ante el espejo , observo mi reflejo no puedo reconocerme, despojos veo. Al cielo imploro no recordarte; contraer amnesia , para no sufrir tu desamor. La vida era buena contigo , Sin ti… el amor perdió su significado.


Me he resignado a vivir de las sobras; de tu cariño , tu lástima … Como un cerdo entre el desperdicio, esperando la compasión de su amo. Ante el espejo Ante el espejo , observo mi reflejo no puedo reconocerme, despojos veo. Al cielo imploro no recordarte; contraer amnesia , para no sufrir tu desamor.


La vida era buena contigo , Sin ti… el amor perdió su significado. Me he resignado a vivir de las sobras; de tu cariño , tu lástima … Como un cerdo entre el desperdicio, esperando la compasión de su amo.


Amo la poesĂ­a Isela Aparicio MĂŠxico Bendita poesĂ­a, que con letras entrelazadas Logra hacer vibrar a tantas almas Sin importar status ni raza Eso, no importa para nada Solo que aflore lo que en tu interior llevas Sentimientos y voces guardadas Eso que en ti vive, eso que llevas en el alma.


Travesía América Guerrero González México Helena frisa los 45, trabaja en una oficina de Hacienda, un día se da cuenta que discute con un contribuyente, ella, siempre tan amable, paciente con las personas, ahora se irrita continuamente. Siente oleadas de calor que le suben de la punta de los pies a la punta de los cabellos, síntomas inequívocos de la menopausia, es tiempo de sus vacaciones, necesita cambiar de aires, irá a visitar a su madre a La Paz, B.C. Por primera vez hará la travesía sola, su esposo, el jefe de Hacienda, no puede salir de vacaciones. Se encuentra confundida, sus hijos se han casado, ella y su esposo pasan por la adaptación que sufren los matrimonios al quedarse otra vez solos, sin saber cómo acomodar el tiempo y la tranquilidad que llega a cierta edad, después del deber cumplido. Inician las vacaciones, lo primero que hace es cambiar su guardarropa, a esa edad todas queremos recuperar la juventud perdida o sentirnos diferentes, prepara todo para el viaje, el Ferry parte de Mazatlán por la tarde, llega a La Paz al día siguiente.


En su equipaje guarda la novela “Hija de la fortuna” de Isabel Allende, la HA iniciado y piensa disfrutarla en sus vacaciones, amén de divertirse en la playa con su madre y en todos los paseos posibles. Aborda el ferry en su auto, le asignan un camarote, ve que la tarde es perfecta para subir a cubierta, se prepara para hacerlo. Viste traje de chifón color arena, le sienta bien, ondea la tela suavemente al contacto con la brisa, trae en el cuello un gazné estampado, contrasta a la perfección con su atuendo, se sitúa frete al viento, siente el contacto de la brisa cálida. Después de un rato va por una limonada, camina hacia el Bar que hay en cubierta, pide la bebida, vuelve a la orilla para estar en contacto con la naturaleza; mar y cielo azul se pierden en el horizonte, la luna y las estrellas crean el marco ideal. Sumida en sus pensamientos es abordada por un joven, inicia la charla con la típica pregunta del tiempo, ella ríe, le parece gracioso, un joven se interesa en ella, sabe lo que busca, le sigue el juego, preguntas y respuestas, toman bebidas, después de varias vueltas al Bar, se siente un poco mareada… fantasea, al grado que solo palabras dulces escucha de la susurrante voz. El joven la conduce a su camarote, se deja guiar, coquetea, hace el papel de mujer fatal, frívola… de mucho mundo.


No intiman sobre nombre, edad, estado civil, charlan de cosas superfluas. En el camarote la situación sube de color y calor, se despoja de la ropa, por un momento se evade, se olvida del esposo, de los hijos, del trabajo, de su mundo. Decidida a vivir la aventura hasta el final, hasta quedar exhausta. ¿Satisfecha?... Creo que no, al amanecer, sin el humo del alcohol, empiezan las comparaciones, descubre que su esposo es mejor amante, que el joven. Él la conoce, sabe guiarla, explora al máximo sus sentidos, hasta que llega a la cima del placer, en explosivo orgasmo. Se despide de su acompañante decidida a disfrutar sus vacaciones y olvidar lo que fue una mala experiencia, sólo eso, una mala experiencia.


CONJURO América Guerrero González México Poderoso hechizo incité para que me amaras. Esperanza del nuevo día… de alcanzar una estrella. Entre risas, largas pláticas, y bromas me enamoré. Poemas de Neruda iniciaron el idilio. Con Baudelaire te exaltaste. Revelé el velo de tu lírica. Brillaba en el horizonte sonrisa, poesía e ilusión.


Me sumergí en tus palabras extasiada… entre baladas y murmullos. Una tarde de abril el sortilegio se cumplió. Primavera de recuerdos, nostálgico ensueño. Tus versos llenaron la oquedad de mi infortunio, la usencia de amor… mi soledad. Poemas con sangre de poeta. ¿Recuerdas el tranvía? Quiero: Un rosario de amor para tu dolorido pecho. Los anillos de Saturno para ornan tus dedos.


El arcoíris policromo para pintar la alborada. Llueve‌ el pasado agoniza la lluvia estiva diluye el conjuro. Atrevido, olvidado, incoherente poema. ¥Aviva el amor!


SUEÑOS DE NOCHE Cecilia Díaz Hernández México Los sueños dibujan con las olas de un mar estrellado, Entre algodones aéreos azucarados de grises tonos Dos siluetas tendidas sobre la luna; Dibujan un lenguaje con sus cuerpos enlazados, Arrojando ilusiones al viento; Pintan el amor con olores y sabores, Que transforman la carne en utopía, Así, lo sublime del paraíso roza sus labios, Encierra en una estrella el amor de una sombra, y la otra. Los sueños cantan una ópera de dos almas perdidas; Tras el desierto del tiempo enterrados, Enterrados como el tesoro perdido, Aquel que nadie podrá hallar.


Tras el alba, los sueños huyen Dejando enterrada la estrella de un tesoro extraviado, En el mar rojo de ahora la única silueta abrazada a la luna, Observando el viento simple; Sin ilusiones que lo tiñan con sueños sin sueños de noche

PARA MÍ Cecilia Díaz Hernández México Verdades que muerden mis entrañas Envuelven la habitación entera. Mi cuerpo apenas es una hoja que el viento En su andar violento induce a bailar a su ritmo Mi mente es un grano de arena girando suavemente. Comienzo a dibujar paisajes Que tiñen las olas aéreas de sonrisas cálidas.


Para mí tú eres el mar que ha anegado mi alma De vistas magníficas y diferentes siempre, Provocando tormentas y calma sobre mi piel; Debajo de ella, asomando un amor por los poros. Eres mi Luna cautiva, Obligándome a seguir tu reflejo de luz y admirarte Guardarte en mi memoria y así tenerte siempre. Eres para mí, Un cómplice de todos los días y aventuras todas; Los hilos de sangre que dan vida a la vida. Qué miedo de perderme en ti Qué miedo de este deseo ardiente en todo el vientre. Qué miedo insólito de entregarme toda y para siempre Pero basta tu sonrisa, Una mirada fugaz asomando por el rabillo de tu ojo Para tomar flecha, arco y armadura Y un beso tuyo para pelear las batallas necesarias.


OCÉANO MAR Cecilia Díaz Hernández México La lluvia esta noche habla un lenguaje mágico. Trae consigo palabras de musas, Me trasladan al océano mar de tus ojos. Dentro de él mi alma rebosa en deseos: Cubrirme con tu piel canela, fundirme en tu pecho, Llenar mis pulmones de tu aroma nocturno, Robarte suspiros y besos mezcalinos. Deseo obligues a mis deseos cumplir los tuyos, Perdernos, morirnos un instante, Resucitar colmados de libertad y vida en el pecho. Los cristales de lluvia sobre mi cuerpo deslizan, Dibujando tu nombre, Recorriendo líneas ya marcadas que tus dedos Han pintado sobre éste lienzo pálido De colores tornasoles entre tus brazos.


Ésta, es una noche de confesiones: La única verdad es la pasión frenética que quema mis entrañas. Es mi boca pronunciando en oración tu nombre Mis oídos escuchando tu estruendosa risa. La verdad la tienen mis ojos enamorados, La lluvia sólo me enfrenta sutilmente a mí; Rendida, perdida, inventando, soñando, amando El océano mar de tus ojos…


EMPANADAS Alejandra Abraham Argentina El día que Clarita decidió matar a Pepe estaba harta de sus insinuaciones. Sólo esperaba el momento oportuno. Siendo una niña vino de muy lejos, cuando se creía que en este país se lograba realizar el sueño de la prosperidad y la paz. Llegando a Buenos Aires los inmigrantes bajaban de los barcos y se subían a los trenes que entre el polvo y las extensiones de montes los desparramaban por todas las provincias. Sus padres escapaban de la postguerra y del hambre de una Europa desgastada. Pepe se enamoró perdidamente de ella, pero era la mujer de su hermano Miguel. Ellos se casaron muy jóvenes. Él, como todo jugador empedernido, dejaba en el casino la quincena transpirada en el Ingenio.


“El juego es dulce como el azúcar”, pensaba hombreando las bolsas de cincuenta kilos desde el depósito hasta el camión durante largas jornadas de trabajo. En los últimos veinte años habían perdido todo lo que podían perder: unas cien hectáreas heredadas, los pollos, la vaca y el caballo, también el fitito con el que se fueron de luna de miel, las alianzas de la boda. Clarita lloró cuando tuvo que empeñarlas, y lloró más al no poder recuperarlas. Pero lo peor fue perder la casa. Ese día comenzaron sus desgracias. Tuvieron que recurrir a Pepe, quien de los cuatro hermanos se encontraba en mejor posición económica. Se había quedado soltero y todos decían que era para cuidar a su madre en la vejez. Desde la época en que asistían a la escuela Pepe la aturdía con sus miradas. El mismo día de su boda, en un arranque de borrachera intentó besarla y tocarla cuando lo encontró cerca del baño tirado en un rincón con una botella de un tinto mendocino, regalo del padrino de la boda. Nunca olvidaría aquel maldito incidente; jamás se lo contó a su marido, y después del cual no volvió a mirar a Pepe sin sentir miedo y repugnancia.


Llevaban cinco años viviendo con Pepe; él los recibió animadamente, más que animadamente porque bien sabía que ella quedaría a su merced. Tanto esperó para tenerla cerca que no desaprovecharía ni la más mínima oportunidad. En ese momento las estrecheces crecieron porque Miguel perdió su trabajo en el ingenio y conseguía únicamente changuitas de vez en cuando. Clarita tuvo que aguzar su ingenio para sobrevivir y comenzó a aplicar los rudimentos de medicina que había aprendido en la universidad los tres años que concurrió antes de casarse; además tenía ciertos conocimientos de enfermería ya que durante ese período había trabajado como ayudante de un médico del pueblo. Colgó un cartelito en la puerta que decía “Coloco inyecciones, controlo la presión”. Este rudimentario negocio no le dejaba demasiadas ganancias, quizás por un motivo de cierta trascendencia. La gente en aquel pueblo se enfermaba poco y cuando lo hacía o se curaba con la ciencia milenaria de las abuelas o iban al dispensario más cercano porque allí no tenían que pagar para que les colocaran una inyección o les tomaran la presión.


Aguzando un poco más la intuición montó un pequeño negocio de venta de empanadas que ella misma cocinaba; la ayudaban sus hijos a la hora de picar la carne, lavar las verduras, preparar el fuego en el horno de barro y hornearlas. Los fines de semana el negocio duplicaba las ventas de la semana y el trabajo casi siempre resultaba agotador. Desde entonces se hizo conocida en el barrio por su habilidad para preparar las más sabrosas empanadas. De esta manera pudo mejorar un poco su ahogada situación económica. Pepe se mostraba amable en extremo. Cuando la ocasión se presentaba le traía flores o aquellos quesos que a ella tanto le gustaban. Ella lo miraba con recelo. Él de la amabilidad y la buena disposición pasó al acoso descarado de las miradas, los roces y las palabras. Hacía ya dos años que la asediaba incansablemente. Miguel no vio esta situación o tal vez no la quiso ver, jamás demostró ni una mínima sospecha; Clarita, a causa de esa culpa mal fundada que afirma que si un hombre acosa a una mujer es porque ella lo provocó, nunca comentó una palabra de esto con nadie, mucho menos con su marido.


Aquella actitud de Pepe la había rebasado. Las tentativas resultaban cada vez más deliberadas; comprendía que si no intentaba algo para salir de ese enredo terminaría en su cama tarde o temprano. El solo roce de aquellas manos ásperas, cuando le alcanzaban la sal en la mesa le producían tanto asco que hasta ganas de vomitar sentía. El odio fue creciendo desmesuradamente y rompía en olas de fuego mientras dormía. En el último mes las pesadillas y el insomnio la atormentaron de tal manera que casi no conciliaba el sueño y comenzó a probar todos los remedios caseros conocidos: el tecito de tilo, de hojas de naranjo, hasta ponía el tronquito de la lechuga debajo de la almohada. Como todos los años llegó mayo con el viaje a Córdoba, a casa del menor de los hermanos para el festejo de su cumpleaños. Siempre para esta fecha se reunía la familia completa. Clarita había estudiado detalladamente la coartada para acabar con Pepe. Fingiría que tenía un encargo muy importante de empanadas para una fiesta de bodas y por lo tanto no viajaría.


Tendrían que viajar solos Miguel y los muchachos. Sabía que si ella no iba, Pepe tampoco lo haría. Pero tendría que tenderle una trampa que lo inmovilizara y lo dejara a su merced. Imaginó diferentes formas para deshacerse de él. Envenenarlo, no, no le gustaba esa idea. Clavarle el cuchillo con el que mataba y descuartizaba las gallinas, no porque sería muy sucio el desparramo de sangre. Tenía que pensarlo bien, sobretodo cómo haría para deshacerse del cuerpo. Y la ocasión llegó, el plan se ponía en marcha. Ese martes por la noche mientras Miguel derrochaba su dinero en el casino y sus hijos dormían, ella se puso a mirar televisión esperando la llegada de Pepe. Lo esperaba en la cocina, se había puesto un ligero camisón de algodón que dejaba traslucir que no llevaba ropa interior. Pepe había soñado tantas veces verla así. El placer de contemplarla lo embriagó de tal modo que jamás imaginaría que ese era el comienzo de su fin. Ella le sonrió amablemente y lo miró profundamente a los ojos como jamás lo hizo.


Él creyó tocar el cielo con las manos. Se sentó a la mesa y comió un plato con guiso de arroz que Clarita había calentado del medio día. Luego, ella levantó la mesa mientras él cambiaba de canal el televisor. La miraba de reojo mientras lavaba los platos. Siempre había deseado acariciar la suavidad de esa espalda que adivinaba detrás de la sutil tela que la cubría. Y no aguantó más. Se paró detrás de ella y puso sus manos en aquella cintura que presentía de fuego. La primera sensación que tuvo Clarita fue la de rechazo pero se contuvo, aquello se volvía necesario. Volcó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos fingiendo que agonizaba de placer. Pepe enloqueció. Dejó correr sus manos con desesperación. Acarició la tersura de aquellos senos erectos que ya no eran los de una adolescente pero mantenían su orgullo intacto. Ella lo esquivó suavemente susurrándole: “El viernes por la noche seré tuya”. Escapando a su habitación lloró desconsoladamente comprendiendo que ya no había vuelta atrás. Esos dos días fueron el camino al calvario y la agonía juntos.


Antes de que amaneciera el viernes, en su mente tenía el plan detallado hasta en lo más mínimo. A la mañana muy temprano partieron Miguel y los hijos. Ella quedó desolada. No había posibilidad de retorno. Pepe había salido a su trabajo como todos los días y no regresaría hasta la noche. Clarita comenzó sin prisa ni pausa a ejecutar el plan preestablecido. Preparó el licor casero de huevos que adoraba Pepe, aunque le faltaba el toque de gracia. Entonces salió apresurada a la farmacia. Don Pancho, el farmacéutico le recomendó un somnífero muy efectivo para esas noches de insoportables insomnios. Regresando sacó la botella con el licor de la heladera, y primeramente pensó en colocar solo cinco pastillas de las diez que traía el blister, pero se arrepintió y le puso todas. Volvió a tapar la botella y la batió un momento. Recuperó del baúl de los recuerdos un conjunto de lencería en seda y encaje negros. Pocas veces lo había usado. A Miguel las sutilezas del erotismo lo ponían nervioso; prefería ir al grano saciando sus necesidades de sexo en el menor tiempo posible.


Cuando ella recién empezaba, él le daba la espalda y quedaba dormido como un tronco. En realidad la triste Clarita era una infeliz con todas las letras. Solo encontraba paz y alegría en sus hijos. Dos muchachos casi hombres. Trabajó sin descanso preparando todo lo necesario para armar las empanadas que vendería el domingo. Fue a la verdulería, compró todo lo necesario; y pasó por algunos clientes levantando pedidos. Ese día estaba más hacendosa que de costumbre, tanto que se fue a la vieja letrina que ya nadie usaba y se puso a ordenar el cuartucho. Destapó el viejo pozo y se encargó de echar mucha agua con lavandina y detergente para matar todos los virus que pudieran habitar allí. Pensó también que el sábado por la tarde se encargaría de meter en ese lugar todos los trastos viejos que andaban dando vueltas por la casa. A la tardecita preparó la masa para las tapas de las empanadas y dejó todo listo en la heladera. Estaba sola y faltaban todavía tres horas para que llegara Pepe. Preparó la bañera con unas sales minerales y un espumoso jabón que dejarían su piel como de terciopelo.


Pensó que compraba todas esas cosas, igual que las velas perfumadas con la ilusión de avivar el deseo por ella en su aburrido marido. Mientras se desnudaba frente a la luna del espejo de su viejo ropero la hizo estremecer una duda: ¿Por qué se empeñaba tanto en rechazar a Pepe sabiendo el amor que él le tenía? ¿Por qué si veía en sus ojos los deseos ardientes de hacerla feliz? ¿Por qué el amor era tan cruel a veces? Sacudió su cabeza rechazando todas estas locuras y se perdió en sí misma contemplando su cuerpo desnudo. La delicadeza de su piel blanca, esos muslos aún firmes, los senos tan suaves, aquellas manos pequeñas de dedos largos, y ese pelo, tan largo, casi rojizo, coronado de unas cuantas estelas blancas. Estuvo metida en la bañera aproximadamente unos cuarenta minutos. Recordando. Sólo recordando los viejos tiempos. La primera vez que vio a Miguel fue cuando sus padres la llevaron a vivir en aquel barrio. Unos pocos meses antes habían llegado de Europa. Todavía no entendía lo que le hablaban las gentes del lugar. Pero Miguel le sonreía y le prestaba sus autitos de plástico y su pelota de trapo. Fue con él con quien aprendió los primeros balbuceos del español.


De repente alguien golpeó la puerta y tuvo que salir a las corridas a ver quién era. Doña Rosita, la almacenera de la otra cuadra tendría visitas el domingo y quería que le reservara unas tres docenas de empanadas. Todo estaba listo, en minutos llegaría Pepe. Sirvió una mesa para dos. Puso un florero con dos rosas amarillas que cortó del jardín. Había cocinado una tortilla de papas, porque sabía que eso halagaría a su invitado. Envolvió el licor en papel para regalos y lo dejó en el lugar de la mesa que correspondía a Pepe. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Al llegar Pepe le besó tiernamente la frente. Vio todo lo que había hecho y se sentía orgulloso y animado por no haberse dado nunca por vencido. Por fin la vida comenzaría a pagarle todos los años de soledad y desamor sufridos. Por fin ella se había dado cuenta de que él, Pepe, era quien podía hacerla feliz. Se dio un baño tibio que resultó reparador y lo llenó de energías.


Ella le sirvió una copita con el licor y le sonrió mientras él saboreaba su bebida. Cuando Pepe le ofreció del mismo vaso, ella lo acercó a la boca y apenas mojó con él sus labios. Se sentaron a la mesa y comieron conversando de las alegrías y tristezas del trabajo. De tanto en tanto él rozaba con sus dedos las manos de ella que temblaba de espanto. Se había puesto un vestido negro con un sutil escote. Debajo, el conjunto de encajes negros, medias de seda y unos zapatos fuera de moda. Se había maquillado ligeramente y usó su mejor perfume para darse un toque femenino. Pepe estaba alucinado con tanta dicha. Jamás imaginó que sería la única vez que tocaría a la mujer que lo hacía erizar. Entre charla y charla ella le servía el licor y en poco rato ya se había bebido poco más de un cuarto de la botella. Después de la rústica cena, Pepe se levantó de la mesa, tomó de la mano a Clarita, y la llevó a su habitación. Ella le propuso un juego, lo había visto en la televisión. Lo hizo desvestir y le pidió que se acostara mientras se sacaba lentamente la ropa.


Él no le quitaba los ojos de encima y ella ciega por la ansiedad tuvo que entregar caricias y besos indeseados mientras llegaba lento el momento del fin. Una cama de bronce con barrotes en la cabecera coronaba la habitación, unas sábanas tan blancas que parecían nubes. Pepe feliz se dejó recostar mientras Clarita con un pañuelo le vendaba los ojos. Con las medias de seda le ató las manos a la cama y en un dulce engaño se trepó encima de su estómago y bajó con besos desde su cuello hasta el centro del pecho. A esta altura los somníferos hicieron efecto. En dos caricias más Pepe quedó completamente dormido. Entonces tenía que actuar rápido. Trajo todo el equipo para extraer la sangre. Con manos trémulas pero seguras palpó el fuerte brazo derecho y le puso una banda elástica que hacía presión dibujando nítidamente las venas. Insertó con cuidada destreza la aguja, conectada a una manguerita que llegaba hasta el balde que dejó cerca. Un líquido rojo borgoña empezó a salir lentamente mientras el hombre apenas parpadeó. La mujer sintió un escalofrío al ver las primeras gotas. En cuestión de minutos el cuerpo fue tomando esa coloración pálida de las velas de cera que se usan en los cementerios.


El rostro hasta hace muy poco enrojecido por el licor y el deseo, había perdido toda gracia y hasta los leves surcos de las arrugas parecían ríos secos. Se sentó al lado y explotó en un llanto agudo. Con las piernas cruzadas y la cabeza apoyada en ellas estuvo por lo menos unos treinta minutos descargando su angustia. En milésimas de segundo vio en regresión su vida desde este instante del dolor hasta la imagen del barco que ancló su vida en este lejano e infeliz lugar. Recobrándose despacio tomó su ropa y se vistió. No debía perder ni un minuto de tiempo. En un momento escuchó al hombre lanzar un suspiro fuerte y sus labios se retorcieron en una mueca absurda. Volvió junto al cuerpo aún tibio y palpó el cuello y las muñecas buscando el pulso. Pero nada. Estaba perfectamente muerto. Aquel era un cuerpo pesado, un hombre alto y fornido hecho del trabajo duro. Como pudo lo bajó al piso. Había hecho afilar los cuchillos de carnear las gallinas la semana anterior. Estaba todo listo. En el fogón que tenía en el fondo de la casa preparó el fuego y puso dos ollas locreras con agua a hervir. Sabía cómo iba a descuartizar el cuerpo y cómo llegar a las arterias para que el corte resulte exacto.


Separó primero la cabeza que colocó en una de las ollas a hervir, luego las extremidades en la otra. Con el tronco no podía hacer nada. Fue hasta la letrina y la destapó. Lo envolvió en una sábana vieja y lo arrastró hasta echarlo dentro. Hizo lo mismo con el balde y todo su contenido. Preparó en un bolso de Pepe las ropas que este se había puesto y algunas más, puso también las medias de seda y la botella con el licor casero. Todo lo arrojó en aquel pozo. Rayando ya el amanecer terminó la limpieza de la habitación de Pepe. Los perros de la casa olisqueaban descaradamente las ollas. Se fue hasta el fogón y sacó la cabeza arrastrándola también hasta la letrina. Los perros la seguían tentados de quitarle la presa. Cuando ya los miembros estuvieron bien hervidos y tiernos se ocupó de separar los huesos de la carne, los que también tiró dentro del hoyo. Volvió a taparlo y llenó el cuartucho de trastos viejos. Con la carne que había separado preparó la pasta para las empanadas.


Luego se dio un baño que la ayudó a relajarse un poco. Recién entonces se fue a dormir. Le costó mucho descansar pero al fin logró conciliar el sueño. Durmió unas tres horas y se levantó a llenar las empanadas. Las armó y colocó en las bandejas para meter al horno cuando amaneciera el domingo. Despertando con el sol arrimó la leña al horno y prendió el fuego, que ardía en cada tizón presintiendo el fuego abrasador de los infiernos. Al mediodía salió con su canasta de mimbre a repartir por el vecindario las empanadas. Después de dos recorridos solo quedaron en la heladera una docena que se imaginó le daría a los perros en la mañana siguiente. La desgracia sin embargo, le llegó en el aire que traía a los viajeros que habían adelantado un día el regreso. Les sorprendió la ausencia de Pepe. Clarita solo les dijo que se fue con un bolso pequeño sin decir a dónde. Creyeron que podía ser alguna de sus salidas a pescar o al monte a cazar como acostumbraba.


Por la noche Miguel revisando la heladera encontró las empanadas y quiso meterlas al horno de la cocina para recalentarlas. Clarita se las quitó de las manos y se negó rotundamente. Miguel insistió. Ella, suplicó en su negativa. Su nerviosismo y su ansiedad la desbordaron. Y de repente comenzó a llorar desesperadamente despertando la curiosidad de Miguel. Este no era un buen hombro para consolar ya que su brutalidad lo volvía casi inhumano: “Deja de llorar, mujer, por una estupidez semejante” y le arrebató la bandeja metiéndola en el horno. En aquel momento Clarita tomó el cuchillo carnicero y amenazó con clavarlo en su propio estómago si él comía esas empanadas. Miguel gritaba aterrorizado: “¿Por qué, mujer, por qué?” Ella desplomándose exclamó: “No las comas. No las comas porque las hice con el cadáver de tu hermano”.-


TIERRA MATERNA Ignacio Olivar Argentina Pechos de granito Cobija del alma Torrente de cristal Piedra Redonda Surcos, misterio Lluvia de sales Cofre del Hombre. Esterilla de cuarzo Abriga mis pies heridos. La fe y tus estrellas Esos antiguos saberes. Hormiga del viento Cosquillas nocturnas. Sobrias miradas Encuentros, olvidos.


Qué fue de tus sueños Rostro moreno, curtido, eterno Qué soles esperas Te guíen despierto, sumiso, atento. Tus manos acusan Embrujos de cantos De uvas de miel De aromas de cerros Terrazas de cedro Consuelo de estío. Qué oscuras vivencias Arrastran tus hombros Herida solitaria Viajero y extraño Buscando, alumbrando Sintiendo el lamento.


ETERNAS GRACIAS A TODOS LOS COLABORADORES Y AQUELLOS LECTORES ASIDUOS A ESTA REVISTA.

CADA POESÍA ES UNA ACUARELA DEL ALMA DE POETA

RAMÓN DE JESÚS HERNÁNDEZ OLIVARES DIRECTOR Y EDITOR


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