Documento Encuentro USG

Page 1

1 LA FORMACIÓN DE LOS EDUCADORES, RELIGIOSOS Y LAICOS, AL SERVICIO DE LA EDUCACIÓN EN UN MUNDO QUE CAMBIA Comisión de Educación de la USG-­‐UISG PRESENTACIÓN Las Uniones de los Superiores y de las Superioras Generales, en su preocupación por el Ministerio Educativo confiado por la Iglesia a nuestras Instituciones religiosas, promueven desde hace algunos años una Comisión Educativa (CE), cuya principal función es la de dinamizar el compromiso de nuestras Instituciones en las actividades educativas que llevamos adelante en todo el mundo. Teniendo en cuenta el gran recorrido hecho y la importancia de los temas tratados, deseamos renovar nuestro modo de trabajo, buscando una mayor participación de los Responsables de la Educación de las Curias Generales. Entre todos los desafíos que tenemos en el horizonte de nuestra actividad, la Comisión Educativa de la UISG-­‐USG está convencida que la formación de los educadores es uno de los puntos fundamentales a reforzar para que nuestro compromiso educativo responda a las necesidades reales de nuestra Iglesia y de nuestra Sociedad de modo particular en relación a las complejas circunstancias en continuo cambio en las cuales nos encontramos actuando. Creemos que esta cuestión traiga hacia sí muchas otras, y puede ayudarnos a progresar hacia el objetivo que estamos buscando de conseguir: tejer una red de colaboración entre todas nuestras Instituciones. Con el fin de profundizar este tema la Comisión Educativa convoca a un “seminario de reflexión y estudio” respecto a la “formación de los educadores, religiosos y laicos, al servicio de la educación en un mundo que cambia”. Al fin de orientar el trabajo de tal seminario, la CE presente el siguiente documento, a leer como un “instrumentum laboris” o guía para el citado encuentro, destinado a los responsables de la educación de las Curias Generales de nuestras Instituciones Religiosas. Proponermos el siguiente esquema para seguir nuestra reflexión: 0. Introducción: el para qué de este trabajo 1. Una mirada sobre la situación educativa de nuestro mundo. 2. Las exigencias que nuestra realidad propone al educador, religioso o laico. 3. Las opciones formativas sobre las cuales nuestras Instituciones deben reflexionar. 4. Las propuestas hechas a la UISG-­‐USG. INTRODUCCIÓN. El por qué de este trabajo La actividad educativa realizada en la perspectiva de la fe cristiana es decisiva para la promoción de la misión evangelizadora de la Iglesia. (1) La Nueva Evangelización a la cual estamos llamados, no podrá realizarse en plenitud sin el compromiso con una educación cristiana de calidad, en grado de ofrecer a los niños, jóvenes y a las familias una formación integral que les permita vivir y transformar nuestro mundo según los valores del Reino de Dios. (2)


2 Sin embargo, esta tarea educativa será siempre el fruto del trabajo de los educadores y educadoras que asuman como propio tal servicio. Nuestras Instituciones deben tener una máxima atención en cuanto se trata de la formación de cada persona encargada en la actividad educativa, sean religiosos o laicos. De una adecuada formación de los educadores depende la eficacia y el resultado positivo de nuestro compromiso educativo. Siguiendo las palabras de Benedicto XVI (3), hoy hablamos de “emergencia educativa”, generada por una cierta auto comprensión del hombre. Solo a partir de una sólida formación como educadores podremos responder a este desafío, mediante una educación integral en grado de dar plenitud al hombre. Sólo la educación cambia el mundo, y sólo educadores conscientes de la propia misión pueden hacer posible este cambio. Por esto afirmamos, convencidos, que la formación de los educadores es la clave maestra y la respuesta que nuestras Instituciones pueden y deben colocar delante de los desafíos presentes en los horizontes de la educación cristiana. Afirmamos además que tal formación es fundamental para todos, tanto para los religiosos como para los laicos. Estamos convencidos del hecho que deba estar unida en comunión, y compartida por todos, al carisma y a la misión de cada uno de los Institutos. (4). Sólo hacia una opción de “comunión en la formación de religiosos y laicos”, podremos continuar, aceptando sus consecuencias, hacia una “misión compartida”. Esta comunión refleja la reciprocidad, de tal modo que también el laico forma un religioso. Estamos llamados a superar la visión que ve al religioso como único formador, para dejar espacio a una visión de formación que sea de todos y para todos. El contexto en el cual nos encontramos, así de complejo, diverso y en cambio permanente, exige educadores en permanente formación para que sean conscientes de los momentos que viven los niños, los jóvenes, las familias y las escuelas. Nuestras Instituciones están inmersas en un proceso de profundos cambios, no sólo en referencia a los contextos en los cuales actuamos. Debemos trabajar al interno de estas grandes circunstancias. Evitemos el error de pensarnos servidores de jóvenes del siglo XXI, permaneciendo con nuestra formación atrasada al siglo XX. Para una reflexión 1. Crees que nuestras Instituciones, de hecho, consideran que la formación de los educadores sea una prioridad fundamental para mejorar nuestra oferta educativa? ¿Qué preocupaciones experimentas en lo que se refiere a esta grande cuestión? 2. Respecto al contexto que conoces, nuestras Instituciones ¿actúan para garantizar la formación de los propios educadores partiendo de una clara apuesta a la “Misión compartida”? 1-­‐UNA MIRADA A LA SITUACIÓN EDUCATIVA DE NUESTRO MUNDO Son numerosos los puntos de vista a partir de los cuales podemos observar nuestro mundo. Nosotros queremos focalizarnos en la perspectiva del educador cristiano. (5) Nuestro modo de amar la realidad es contribuir para transformarla según la visión del Evangelio. Pero para hacerlo necesitamos conocerla. Estamos llamados a educar al interno de un mundo complejo, en cambio continuo y rico de desafíos, oportunidades y dificultades. En su análisis percibimos las numerosas tendencias y procesos a los cuales intentamos acercarnos con una vocación educadora, sobre todo porque deseamos definir bien en qué perspectiva nos situamos, cómo podemos y debemos intentar dar una respuesta. Estas tendencias y procesos, provocan, sin duda, oportunidades y desafíos. Debemos esforzarnos a entrar en su interior, también si la realización de un análisis exhaustivo de cuanto sucede en nuestra sociedad


3 no es el objetivo central del presente documento. Sin embargo sin una lectura de base de cuanto sucede en torno a nosotros, no es posible una clara ubicación de nuestra vida. Vivimos en tiempos “líquidos” en los cuales nos movemos de modo confuso si no desarrollamos un análisis sereno de nuestra realidad. Ser conscientes de “esto que sucede” y de “dónde estamos” representa la “tabla de surf” con la cual podemos movernos con más claridad en el mundo que vivimos. Debemos necesariamente reconocer que el hablar de la “cultura mundial de hoy” resulta por demás pretencioso, porque existen numerosas culturas particulares. Algunas resisten a los cambios y a las influencias externas, conservando fielmente los propios principios sin ninguna alteración. Sin dudas si deseamos hablar de “educación” y “educadores” más en general, tenemos que intentar descubrir algunas claves comunes que puedan influir cada cultura en modo diverso y que estemos en grado de definir nuestro mundo que está en permanente evolución. Esta es la categoría central: el mundo se mueve mucho y en diversas direcciones. Citamos algunas – seis – entre las tendencias percibidas que contribuyen a la configuración de este mundo poliédrico y diverso. En evolución. El cambio es una condición permanente de nuestro mundo, como ya fue dicho hace casi 50 años en el Concilio Vaticano II (6). También los lugares más remotos de nuestro mundo fueron tocados por los desarrollos tecnológicos, a los cuales siguen los cambios sociológicos, económicos y políticos. Además no podemos, hoy en día, preveer cómo será el mundo dentro de 10 o 20 años (7). De lo que podemos estar absolutamente seguros es que será diferente de hoy, pensando por ejemplo a la sorpresa general que ha producido el cambio que irrumpió en algunos países árabes. Global. Los medios de comunicación permiten una información instantánea respecto a cualquier hecho sucedido en el mundo. Además las personas viajan mucho más que en cualquier otra época histórica, a veces a propiamente a causa de esta información global que reciben, otras veces forzados por las circunstancias. En algunas partes del mundo (Europa, América del Norte, Australia) existe una fusión de etnias y razas que están transformando rápidamente el perfil de la sociedad (8). Importancia de la persona. La aspiración hacia una plena realización personal está profundamente radicada en nuestra sociedad. Esto es un gran valor sobre el cual podemos y debemos trabajar. Sin embargo los valores contienen un riesgo, en este caso la tendencia al individualismo, que ciertamente hace que la persona sea llevada, ante todo, a buscar los proprios intereses. Esto puede suceder en el mundo “occidental” y también en aquel que viene definido con el “sur del mundo”, comúnmente percibido como “más comunitario”. Este individualismo puede presentarse a un nivel personal y a otro más colectivo: los individuos se organizan para defender los intereses del proprio grupo contro los otros grupos de la misma sociedad, o los intereses del propio país respecto a aquellos de los países extranjeros. La comunicación. No hay dudas que la comunicación es una de las claves fundamentales de nuestro mundo. Podremos decir que “comunico, por lo tanto existo”. Sin embargo puede también ser verdadero que nuestro mundo contribuye a la creación de una cierta “identidad impersonal”. La imagen del supermercado puede representar bien nuestra realidad: es posible entrar en él, obtener todo lo que uno necesita (si se posee una carta de crédito bien provista o también bastante dinero en efectivo), e irse sin haber intercambiado una sola palabra con ninguno. Otro ejemplo de esta realidad es internet: se puede acceder a cualquier tipo de información, hacer muchísimas actividades comerciqales, etc, sin la necesidad de tener que ver con alguno: basta “cliquear” el “ratón”. Es posible obtener información sin el mínimo esfuerzo. Todo esto choca con lo que sucedía en las culturas precedentes, cuando el contacto con las personas era fundamental y gratificante. También cuando la tecnología facilita los encuentros en las “redes sociales”, allí donde un individuo puede tener


4 cien amigos, tales relaciones resultan ser en general muy superficiales. En estos casos, la mayor parte de las veces, uno se relaciona con los “íconos” más bien que con personas; también los personajes contactados pueden ser totalmente ficticios e imaginarios (9). El riesgo de la agresividad. La consecuencia del individualismo es la agresividad actuada para conquistar lo que los otros poseen. Tal agresividad se manifestó en numerosas modalidades a lo largo de la historia: guerras de conquista, esclavitud, colonialismo ... Hoy se manifiesta en modo más sutil, más o menos insidioso. Somos conscientes también de la actitud agresiva del progreso en relación a la naturaleza, y comenzamos a darnos cuenta que este tipo de relación con los otros y con el ambiente no puede prolongarse por mucho tiempo: si no lo modificamos estaremos obligados a pagar las consecuencias ( o tal vez la cuenta será tan grande que no podremos pagarla) en un futuro más o menos cercano. Ser y tener. El hombre se diferenció de los animales en el momento en el que comenzó a actuar según procesos racionales dejando de lado aquellos institivos. Poco a poco comenzó a descubrir el mundo de los valores, de la estética, del espíritu, de las relaciones que lo convierten en una mejor persona, más humana. Sin dudas el hombre de hoy se encuentra frente a un mundo en el cual el consumismo es el camino y el objetivo final: poseer la mayor cantidad posible de cosas para ser felices. Los medios para alcanzar la felicidad son más importantes respecto a una seria reflexión sobre la felicidad misma. Rodeada de tantos avances tecnológicos, la persona se olvida fácilmente que existe algo “mayor” de cuanto es posible comprar con el dinero, y que, en definitiva, nuestro ser humano consiste en el desarrollar siempre más nuestra dimensión espiritual, con los valores anexos, más bien que limitarnos a las cosas meramente materiales. Pero el corazón del hombre, dotado del don de la fraternidad, favorece también dinámicas de solidaridad, de conciencia humana, de voluntariado, que son las esencias mejores de nuestra sociedad. Nuestras instituciones y todas las personas que trabajan en ella para llevar adelante una propuesta de educación en grado de ofrecer horizontes a nuestros jóvenes y esperanza a nuestras sociedades, todos, debemos estar en grado de comprender cómo es el mundo en el cual vivimos, trabajar para discernir los procesos y ponernos como prioridad la relación de una dinámica virtuosa que nos favorezca la realización de dos puntos decisivos: a) Comprender lo que está sucediendo y lo que podrá suceder a través de una actitud de formación continua y de crecimiento. b) Sostener nuestro trabajo educativo al servicio de esta realidad, así como es, a fin de dotarla de instrumentos para el cambio y para una evolución hacia los valores en los cuales creemos y que dan sentido a nuestra vida y a nuestro trabajo. Para una reflexión 1. ¿Cuáles son las otras tendencias sociales que se distinguen en el mundo, teniendo en cuenta la perspectiva del educador? Provaremos a “completar el cuadro” 2. ¿Qué necesitan nuestras Instituciones a fin de desarrollar la capacidad de comprensión de nuestro mundo? y la educación que ofrecemos ¿es verdaderamente influyente en las personas a las cuales nos dedicamos? 3. ¿Cuáles son las principales fortalezas y debilidades que tenemos que considerar para crecer en nuestra capacidad de servicio educativo en el campo de la instrucción?


5 4. ¿En cuáles puntos debemos insistir más respecto a la formación de los educadores, para responder a este mundo que cambia, tan poliédrico y complejo? 2– LAS EXIGENCIAS QUE NUESTRA REALIDAD PROPONE AL EDUCADOR, RELIGIOSO O LAICO No es posible pensar en nuestra formación como educadores sin tener en cuenta las exigencias y los desafíos del mundo en el cual vivimos. Nuestros proyectos formativos deben estar estructurados en dos direcciones: en parte respondiendo a lo que somo y queremos; en parte haciendo frente a la realidad a la que debemos dar una respuesta. En este sentido debemos considerar algunas líneas importantes para nuestra formación, teniendo cuenta de que es necesario que los educadores preparen los educandos a fin de que estemos en grado de vivir en su mundo para poderlo transformar. Proponemos algunas de las características a las que estamos llamados a promover en nuestro trabajo educativo, teniendo en claro que lo dicho para los educadores se refiere también a toda la comunidad educativa. Adecuada – constructiva. Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad en transformación, la actividad del educador deberá consistir en la preparación del educando para los cambios que estará llamado a vivir. No es necesaria la transmisión de conocimientos o habilidades de naturaleza “bancaria”, a las cuales el educando pueda recurrir en el futuro. Se trata más bien de desarrollar la habilidad de tipo “constructivo” que les permita individuar y utilizar los conocimientos necesarios en cada caso para responder a las diversas circunstancias en las cuales se encuentra para actuar. Vivimos en un mundo en el cual hay un acceso prácticamente ilimitado a la información. Lo que falta es saber seleccionar y organizar la información en cada momento. Todo educador debería haber madurado capacidades relacionales en la propria experiencia formativa a través de la búsqueda, y mantener tal capacidad a lo largo de toda su vida. Formará parte integrante de nuestra propuesta formativa el proceso de actualización permanente de los educadores y de su capacidad de proyectar. Abierta. Puesto que nos consideramos abiertos a la influencia de otras culturas, tenemos la oportunidad de ser más críticos con la nuestra, individuando sus aspectos positivos y negativos. Al mismo tiempo podremos abrirnos más fácilomente a los valores de las culturas diferentes de las nuestras. El educador debe poder facilitar esta apertura al mundo y a los otros, a aquellos que son diferentes, no solo para facilitar la convivencia, sino también para aprender de los otros cuanto de benficioso pueda existir para la vida de los educandos. Cada educador debería estar en grado de establecer relaciones hechas de aceptación, interculturalidad y comunicación, además debería estar grado de comunicarse a través de una segunda lengua, y comprender al menos una tercera. Solidario. A la larga, todos nosotros sentimos la necesidad los unos de los otros, para poder sobrevivir y mejorar nuestro tenor de vida. El educador debe preparar los educandos a vivir y actuar en un mundo en el cual todos somos interdependientes, porque desiertos no existen más. Esta solidaridad puede ser aprendida en la escuela, promoviendo una educación que sea de naturaleza colaboradora y grupal, antes que competitiva e individualista; es importante que se abran los ojos ante la necesidad de los otros, sean ellos cercanos o lejanos. Cada educador deberá haber vivido experiencias de solidaridad e intercambio, de tal modo que nuestras Instituciones puedan servirse de sus redes de conocimiento para favorecer experiencias formativas en contextos diferentes. (10)


6 Dialógica. A pesar de los absolutos beneficios que pueden ofrecer las nuevas tecnologías en el proceso educativo, nada puede reemplazar el contacto directo entre educador y educando. El diálogo respetuoso es la modalidad más eficiente para madurar una capacidad crítica y de conocimiento, tal como Sócrates hizo ya muchos siglos atrás. En un mundo en el cual el contacto personal se pierde a causa de muchas urgencias, el educador (padre, profesor, catequista ...) debe estar convencido que nada puede ser de mayor ayuda en el propio trabajo que un contacto respetuoso y de calidad con el educando. En cualquier acto educativo existe siempre un intercambio; cada una de las dos partes recibe algo. El diálogo es propiamente la expresión de este intercambio. Cada educador debe estar formado en el acompañamiento educativo y, cuando fuese posible, haber hecho la experiencia de acompañamiento y participación en los espacios grupales o comunitarios en los cuales es posible compartir las propias experiencias, elecciones, incluida la fe. Respetuosa de los otros y del ambiente circundante, creadora de paz. En un mundo en el cual encontramos la presencia de muchos actos de violencia en relación a las instituciones (terrorismo, guerras locales, destrucciones ambientales), el educador debe estar en grado de sensibilizar a los educandos para favorercer el respeto del otro y de las diferencias existentes, lo mismo que el respeto a la naturaleza. Manifestaciones de racismo, machismo o cualquier otro tipo de influencias negativas, debe ser denunciado y corregido, a partir del ambiente educativo. La paz debe ponerse como aspiración universal; una paz basada en la justicia y el respeto de los otros. Cada educador debería poseer una importante experiencia de formación, en particular sobre aquellos aspectos más ligados a los valores en riesgo, según el contexto en el cual nos movemos (ecología, paz, espiritualidad ...). Fundada en valores y abierta a la trascendencia. El progreso nos ofrece una serie de recursos que hacen más cómoda nuestra vida. Sin embargo podemos elegir el objetivo de vivir en la comodidad, colocando el materialismo como filosofía de vida. El educador debe orientar a los educandos para que se esfuercen en el ir “más allá” del materialismo. Se trata de favorecer el descubrimiento de la propia vocación humana, que los eleva mucho más allá del mundo animal circundante. La formación de los valores (no en el sentido de normas y leyes) debe ser percibida como algo fundamental. Los mismos valores que ayudan al individuo a abrirse a la trascendencia, que lo mueve a considerar las preguntas esenciales sobre el sentido de la vida. Y que luego pueda encontrar una respuesta plenamente humanizante, augurándonos que sea una respuesta de fe. Cada educador debe ser una persona vocacionalmente motivada, que vive en coherencia con cuanto enseña, siendo él mismo testigo vivo de la formación que ofrece a los otros (11). Una educación a la fe. El educador cristiano, además, debe comprometerese a la promoción del encuentro con el Dios revelado en Jesucristo, en relación a los mismos educandos, y la personal respuesta a la llamada de fe, respetando una libertad religiosa que tolere otros modos de relacionarse con Dios, o el no relacionarse también. Este es, entre otros, un aspeto educativo que caracteriza la diferencia entre la escuela católica respecto a la escuela pública. Ciertamente hay otros medios para promover la educación a la fe, como la catequesis que habitualmente se desarrolla al interno de la familia y de la parroquia; sin embargo la escuela católica se distingue por la oferta integrada de una formación cultural y religiosa. Resulta por demás importante considerar las cuestiones relativas a la educación católica al interno de los contextos no católicos, a través del caracter dialogal y abierto de nuestra educación que nos vuelve abiertos y acogedores, sin por ello renunciar a nuestra misión evangelizadora. Nuestros proyectos educativos se fundan en una antropología cristiana y toman forma desde una pedagogía del amor, inspirada en el amor pedagógico de Dios.


7 Cada educador que ejerce el propio ministerio en nuestras instituciones, debe ser consciente del caracter religioso de nuestra propuesta educativa y, siguiendo la propia vocación, está llamado a potenciar los conocimientos y las experiencias que lo convierten en maestro y testigo entre sus alumnos. Para una reflexión 1. ¿Cuáles creen que sean los aspectos ue nuestras instituciones deberían esforzarse a tener en consideración para formar los propios educadores, religiosos y laicos, a las exigencias presentes en el mundo actual? 2. ¿Dónde se encuentran las principales dificultades que debemos enfrentar, externas (amenazas) e internas (debilidades) respecto a la formación de nuestros educadores? 3. ¿Crees que haya una ulterior “clave de fondo” que debemos considerar? 4. Según tu experiencia, ¿cuáles son los elementos que puedan especialmente ayudar a los educadores que trabajan para el desarrollo de los aspectos más importantes de la propia vocación educadora? 3-­‐LAS OPCIONES FORMATIVAS SOBRE LAS CUALES NUESTRAS INSTITUCIONES DEBEN REFLEXIONAR. Este documento no representa el justo lugar para una amplia elaboración del desarrollo de cada una de las opciones formativas que deben guiar nuestras instituciones en relación a los propios educadores, tanto religiosos como laicos. Sin embargo resulta fundamental que, al menos, sean subrayadas las más esenciales. Lo haremos partiendo de tres puntos de vista diferentes, agregando, luego, una consideración final. a) Cuadro formativo institucional b) Estilos y prioridades comunes c) Estrategias contextualizadas Cuadro formativo institucional. Con la expresión “cuadro formativo institucional” entendemos expresar las claves – necesariamente pocas – que cada institución debe poder promover y utilizar en modo prioritario, claro y sistemático, a fin de proponer una reflexión: 1. La Misión Compartida (12) <MC>. Los religiosos y laicos comparten, a pesar de la diversidad de vocaciones, la misma misión educadora. La MC no es una estrategia que nace para salvar la falta de religiosos u otro tipo de necesidad; es una opción institucional que define la propia misión educativa, que “o es compartida o no puede considerarse una misión institucional”. Ciertamente la MC nace, en parte, como respuesta a una necesidad respecto a la falta de vocaciones religiosas, pero con el tiempo se convirtió en una opción convencida de nuestras Instituciones. Debemos avanzar con este proceso e intentar elevar el concepto de MC, transmitiéndole un carácter vocacional, proponiéndola como un itinerario de formación y un proceso de identidad carismática. No se habla exclusivamente de “colaboradores”, sino más bien de personas que conducen la misión educativa de un Instituto haciendo propias las claves fundamentales que la definen, inspirada en el carisma del propio fundador (13). Estamos hablando de un profundo cambio del sujeto de la evangelización y de la educación (14) apelando a una clara revitalización. 2. La identidad carismática. Si la Misión Compartida es, sobre todo, una vocación que va descubierta, la formación a la identidad carismática del Instituto es un don absolutamente imprescindible que las Congregaciones deben ofrecer para el bien de los educandos y para la fidelidad a una cierta razón de ser del Instituto mismo. La falta de proyectos claros en la formación de los educadores respecto a la propia identidad, es una irresponsabilidad institucional que no podemos permitirnos. Tales proyectos no pueden contener


8 exclusivamente un caracter teórico, basados solo en contenidos, sino más bien creemos necesaria la creación de espacios en los cuales poder actuar esta identidad de un modo vocacional (15). 3. La comunidad carismática de referencia, constituida por religiosos y laicos, fuente natural de los proyectos pastorales y educativos de nuestras escuelas, es la plataforma decisiva y fundamental para mantener el caracter cristiano y carismático de nuestra misión. Como comunidad cristiana de una iglesia-­‐comunión, en la cual viven y trabajan laicos y laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes, etc, que comparten una misma llamada carismática. Es propio ella la responsable de mantener y promover la dimensión carismática de la obra. Pasamos de un concepto de modelo de centro educativo ligado a la comunidad de religiosos, al modelo de centro educativo animado por una comunidad cristiana carismática. Estamos hablando de un desafío fundamental en el cual nos jugamos la presencia y la relevancia de nuestras identidades carismáticas, y lo que es más importatne, del futuro de nuestra misión. Debemos construir comunidades educativas que sean testigos del Evangelio (16). 4. El caracter ministerial de la educación. Una nueva reflexión debe abrirse cuando decimos que el educador ejerce un verdadero ministerio eclesial. Debemos caminar hacia esta visión, al interno de un paradigma que nos muestra el camino hacia una completa renovación del sujeto educativo y evangelizador. No nos satisface el hablar en términos generales del “ministerio educativo”. Debemos estar en grado de crear ministerios educativos específicos, en función de aquellos compromisos que consideramos absolutamente prioritarios y teniendo en cuenta aquellas personas que realmente lo viven vocacionalmente. No debemos utilizar el término ministerio para indicar cualquier servicio educativo; debemos resaltar las exigencias de nuestra vocación, considerando todas las consecuencias de lo que significa promover el ministerio educativo. Estilo y prioridades comunes. Queremos subrayar en este punto algunos aspectos pedagógicos, pastorales, educativos, organizativos, etc, que deseamos promover en nuestras instituciones. Es nuestra tarea imprescindible el formar los educadores para que puedan encarnarlos adecuadamente. De ellos citamos solamente cinco, como ejemplo. 1. Formación para el trabajo en equipo, en red y con un estilo comunitario. No hay duda que este es uno de los puntos sobre el que debemos actuar. Sólo trabajando en equipo podremos dar soporte y coherencia a nuestro compromiso educativo. Estamos hablando de la capacidad de escucha, del liderazgo de grupo, de corresponsabilidad, de proyectos educativos, de aprovechar la sinergía, como también de la capacidad de crear espacios de participación. Todo esto no puede depender exclusivamente del “caracter” del laico o del religioso, más bien sentimos la necesidad de una “cultura” del trabajo. Solamente partiendo de este presupuesto puede tomar vida el concepto de vida “comunitaria”, y la convicción de que un centro educativo está animado (y no necesariamente dirigido) por una comunidad cristiana local. 2. Formación en el acompañamiento personal y grupal. Los educadores deben estar en grado de acompañar al joven en todas sus dimensiones, y deben hacerlo con calidad, empatía, exigencia y capacidad de testimonio. El trabajo educativo se nutre, cada día, del acercamiento personal y del acompañamiento de los jóvenes en su proceso de crecimiento. Si queremos “tocar su corazón”, estamos llamados a ser competentes en este sector: saber colocarlos preguntas no de una forma dirigida sino más bien receptiva; escuchar, estar abiertos tanto si se alejan o si debiera regresar (o no); concederles los espacios de participación que ellos mismos puedan evaluar. La educación, con o sin internet, se juega en una relación de tú a tú. Del mismo modo es importante saber conducir las relaciones grupales a través de un diálogo común, sobre el cómo reelaborar los valores, como leer la realidad, como identificar las propias preocupaciones, etc. En último análisis, resulta siempre más indispensable, saber gestionar algunas estrategias para trabajar con las familias. El rol de los educadores en el


9 proceso educativo resulta por lo tanto central, tanto que a veces ellos se sienten superados por las expectativas y sin una adecuada preparación. 3. Una adecuada formación profesional. Este aspecto no se puede más dejar a un lado. Un tema como la innovación pedagógica, las nuevas tecnologías, la didáctica, la formación y las competencias en los diversos sectores, la actualización curricular, etc, constituyen los elementos que no pueden ser devaluados y que Instituciones como a las que pertenecemos deben exigir, proponer y acompañar (17). 4. Ciclos y etapas en la formación. Existe una formación inicial, y otra que es permanente, y alguna otra específica o extraordinaria. Debemos prever, donde sea posible, algunos proyectos que sean elaborados según cada tipo de proceso formativo, porque cada uno de estos es necesario y complementario. El aprendizaje continuo a lo largo de toda la vida se convirtió en una norma para la educación del futuro. Estamos llamados a la creación de varios itinerarios formativos para responder a cada una de las fases de la vida de un educador en el ejercicio de su misión. 5. La formación para trabajar en contacto con las familias. No es posible olvidar que el contexto familiar – diverso y poliédrico – es uno de los más influyentes en la vida de los niños y de los jóvenes, y una de las agencias formativas más eficaces. Por este motivo resulta de fundamental importancia que nuestras Instituciones potencien la formación de los educadores con el fin de trabajar con las familias e intentar mejorar los contextos dentro de los cuales viven y crecen nuestros educandos. Estrategias contextualizadas. Los contextos dentro de los cuales estamos actuando, pueden y deben provocar algunas dinámicas formativas. No es posible subestimar, por otra parte, la diversidad de los contextos dentro de los cuales trabajan nuestras instituciones. 1. Consideremos los países y los contextos sociales. No es lo mismo educar a la paz en un país que vive situaciones de conflicto permanentes, que hacerlo en un contexto de razonable estabilidad. Por otra parte no podemos comparar el trabajar en un país multicultural con hacerlo en ambientes más homogéneos. Nuestras instituciones están llamadas a tener presente tales cuestiones y saber posicionarse y promover las propias propuestas formativas. Nuestras acciones educativas no deben ser algo sin fundamento. Ciertamente ésta es una afirmación obvia. Pero, como todas las grandes opciones, también la educativa se convierte en estratégica cuando está dotada de un proyecto claro y estructuras que puedan ayudar nuestros educadores a inserirse bien en el contexto en el cual trabajamos. Probablemente uno de los desafíos fundamentales de las Curias Generales de nuestras Instituciones es el ayudar a meterse en el contexto sin perder la perspectiva global e institucional. (18) 2. Consideremos las diversas plataformas educativas. No podemos comparar el trabajar en las escuelas de educación formal que disponen de una gran cantidad de medios, con lo desarrollado en las escuelas populares, en los centros educativos no formales o en los centros pastorales. Existen, en todos los educadores, algunos elementos generales a considerar. Existen sin embargo, elementos específicos, propios de una cierta plataforma educativa en la cual se actúa. En algunos espacios educativos nuestra presencia está creciendo mucho, esto significa que debemos organizarnos y articular las estrategias formativas al fin de responder con claridad a las instancias que recibimos. Este es el caso, por ejemplo, de la Educación no Formal. 3. Consideremos las redes de nuestras Instituciones. Una Congregación es ya, en sí misma, un “contexto educativo”. Debemos tener cuenta de esto, para que las redes en las cuales de mueve nuestro trabajo sean plataformas de educación eficaces. No podrán serlo si la formación de los educadores no representa uno de los


10 ejes centrales desde donde se articula la construcción de tales plataformas. Pero no caigamos en el error de pensar que podemos solamente crear redes “monocromáticas” que representan una sola institución. Vivimos tiempos de “intercongregacionalidad”, por lo tanto las instituciones están llamadas a colaborar, al interno de una comunión múltiple y organizada, sobre todo compartiendo aspectos que son fundamentales. El trabajar juntos sobre la formación de los educadores, nos ayudará a ofrecer una mayor calidad en la respuesta a estos desafíos. (19) Una última consideración: abramos los horizontes de la reflexión sobre las nuevas preguntas y respuestas. Desde hace tiempo estamos trabajando sobre estos aspectos, promoviendo la Misión Compartida, evidenciando cuáles sean los núcleos temáticos o las prioridades formativas. No podemos perder la oportunidad de este “Seminario de reflexión y estudio” para sugerir la necesidad de continuar a estar abiertos a las reflexiones que encienden una luz nueva en nuestro trabajo, y algunas elecciones que puedan ofrecer nuevos puntos de vista que nos ayuden a responder con más audacia y creatividad. Por ejemplo: no podemos limitarnos a hablar de una red de contactos exclusivos entre nosotros, más bien “vivir en red en la sociedad con sus instancias”; tendremos necesidad de un análisis cuidadoso de los contributos más significativos que la Educación Católica propone al mundo de hoy. Pero también de un cierto conformismo suyo. Existe la necesidad de parte de nuestras Instituciones de profundizar (y compartir el propio análisis) cuál sea el aporte real que ofrece a las propias escuelas, y las oportunidades que se dejan escapar; debemos inserirnos en las particularidades a las cuales estamos convocados para responder a la pluralidad de plataformas en las cuales actuamos nuestro ministerio educativo (por ejemplo la creciente Educación no Formal); podremos estudiar la naturaleza del cambio aportado por la Educación Católica en nuestro mundo actual, para intentar descubrir algunas líneas-­‐ fuerza de nuestro servicio, etc. Sentimos estar llamados a una apertura que vaya más allá de las respuestas que hasta hoy hemos dado, y que la preparación para el próximo futuro nos obliga a repensarnos en un modo nuevo. Invitémonos, unos a otros, a continuar a reflexionar, creativamente, sobre las principales opciones formativas a las cuales dar vida, así como a los nuevos escenarios que estamos llamados a abrir. Para una reflexión: 1. ¿Cuáles características te parece sean las esenciales para que se pueda hablar con autenticidad de una Misión Compartida? En el proceso de desarrollo de esta última, ¿qué rol juega la formación de los educadores? 2. Además de cuanto se señala en este documento, ¿en cuáles otras dimensiones educativas deberíamos cuidar la formación de nuestros educadores? 3. ¿Cuáles son las “buenas prácticas” que conoces en referencia al concepto de formación seria a la identidad carismática? ¿Cuáles experiencias crees que valga la pena conocer y publicar? 4. ¿Cuáles son las publicaciones que consideras interesantes respecto a la formación de los educadores en los diversos contextos o en plataformas específicas? 5. ¿Cuáles deberían ser los aspectos a mejorar respecto de nuestras redes, en relación a la formación de los educadores?


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.