LAS SALINAS DE ARMALLÁ

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Historia y técnica de una obra pública singular: Las Salinas de Armallá (Provincia de Guadalajara) Existe a menudo la tendencia a considerar y analizar a las obras públicas como elementos aislados en el espacio y, sin embargo, éstas deben ser tenidas en cuenta como elementos integrantes e integrados en el territorio. Son frecuentes las descripciones de obras de ingeniería civil donde se nos hacen enumeraciones de sus partidas de obra así como del presupuesto destinado a su construcción pero nadie nos explica el por qué de su génesis ni a qué sociedad van a servir. Debemos pues observar de manera conjunta a la obra y a su territorio y hemos de preguntarnos las razones por las cuales los elementos están ahí y encontrar sus causas. Por Raúl Alba Molina, Ingeniero Técnico de Obras Públicas y Carlos Aso Pérez, Licenciado en Historia

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n este artículo se presenta la explotación salinera de la pequeña población de Armallá, en la provincia de Guadalajara, en el corazón de la comarca de Molina de Aragón. Estos establecimientos preindustriales tuvieron una gran importancia antes de que las redes de transporte rompieran con el aislamiento de las zonas del interior peninsular y les proporcionaran un elemento básico para la nutrición como es la sal. Tenemos por tanto una obra pública en toda regla, distinta por poco convencional al concepto actual de las mismas, pero de promoción estatal, sufragada su construcción con fondos públicos como cualquier carretera o presa y prestando un servicio a la sociedad de primordial valía, gestionada y explotada por el sector público como veremos en este artículo, siendo además fuente de financiación de otras obras públicas. Actualmente fuera de servicio es una de las abundantes salinas conti-

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nentales que han sido abandonadas y que se encuentran en mejor estado de conservación debido a la perfección y cuidado en su construcción, en tiempos de Carlos III (aunque su origen es mucho más antiguo), siendo un excelente ejemplo de esta tipología de primitivas explotaciones industriales. Es por ello que las Administraciones Públicas debieran preservar sus condiciones originales dada la singularidad y calidad constructiva empleadas, siendo un patrimonio, histórico y técnico, que bajo ningún concepto se debiera deteriorar o perder. Pertenecientes a un mundo ya lejano, enmarcaremos a la misma en su entorno geográfico e histórico pues sería imposible entender y comprender en toda su amplitud a esta obra sin conocer los avatares de la comarca en que se enclava. Se hará una somera historia de la misma así como de su estructura territorial y en el último apartado describiremos sus interesantes instalaciones, las cuales merecen

la atención y los recursos necesarios para su mantenimiento y conservación por parte de la Administración debido a su elevado interés como parte ya del patrimonio cultural de todos. Aprovechamos también para agradecer a Don Primitivo Giménez López, celoso guardián del acceso a las salinas y al, responsable del archivo de la Comunidad del Real Señorío de Molina y su Tierra, la amabilidad y el tiempo perdido para obtener las informaciones necesarias para la realización de este artículo.

1. Aproximación al marco histórico y geográfico del Señorío de Molina El Señorío de Molina se encuentra situado en el extremo oriental de la provincia de Guadalajara, quedando enmarcado administrativamente por los límites con Cuenca, Teruel y Zaragoza. Tiene una extensión aproximada de 3.430


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Km2 aunque en algunos periodos de su historia ha tenido más de 5.000. Se puede considerar que el marco físico ha condicionado y condiciona todavía, la fisonomía y la personalidad de la comarca y sus pobladores. La unidad de relieve principal es la meseta (la altura media es de 1.200 metros), enmarcada al oeste, y sobre todo al sur, por las serranías del Sistema Ibérico (la elevación máxima es el pico Caimodorro, 1.920 metros, en la Sierra del Tremedal); lo que conforma un aspecto generalmente abrupto. La mayor parte de los materiales que conforman la región son de origen mesozoico, principalmente calizas, y en segundo orden margas y yesos, los cuales se encuentran generalmente en los fondos de los valles, donde también se encuentran muy frecuentemente yacimientos de sales evaporíticas. Los suelos resultantes, excepto en las zonas de origen cuaternario, son poco propicios para el cultivo. Así, la mayor parte del territorio está cubierto de importantes masas forestales, de indudable interés, medioambiental y económico. El segundo aspecto, y el que definitivamente nos marca la dureza de la comarca es el clima 1. Las precipitaciones se concentran principalmente en primavera y en otoño, estando alrededor de los 800 mm anuales. Por lo que hace referencia al régimen térmico, este se corresponde a un mediterráneo de degradación, donde la continentalidad y la altura desfiguran sus características, teniendo en numerosas zonas características de clima continental. De esta manera se tienen en la comarca temperaturas medias anuales inferiores a 10ºC, temperaturas mínimas mensuales inferiores a 1ºC y no es raro que se alcancen en inviernos temperaturas inferiores

a –15ºC (el observatorio de Orea tiene en enero una temperatura media mensual de 0.5ºC, y en el observatorio de Molina de Aragón se han registrado temperaturas mínimas absolutas de –28,2ºC)2. Por lo que respecta a su cuenca hidrográfica es el río Tajo la principal arteria de la misma, estando situado al sur de la comarca y conformando la espectacular subcomarca del Alto Tajo, de incalculable interés medioambiental y paisajístico. Su principal afluente es el río Gallo, atravesando de extremo a extremo la comarca, y uno de sus afluentes es el río Bullones, en cuyo margen derecho se encuentran las Salinas de Armallá.

territorio por parte de los celtíberos (VII a C.-II a C.) denominación genérica con la cual se agrupa a los pueblos celtas más avanzados culturalmente de todos los que habitaron la Península Ibérica. Su economía basada en la ganadería encontraría en estas tierras el marco adecuado para su desarrollo. Grande fue la resistencia que opusieron a la penetración romana, que no evitó su derrota y subyugación al poder impuesto por las poderosas legiones de los conquistadores. Testimonios de esta época son los yacimientos arquelógicos de La Yunta o Herrería, entre otros.

Sin embargo, no podemos pensar que la actual situación haya sido común a otras épocas. El reflejo de lo que fue un pasado dorado puede palparse observando sus grandes castillos (Molina de Aragón, Santiuste, Embid, Zafra, etc), que desafiaban a los elementos y a los hombres; admirando sus iglesias y conventos románicos y barrocos.

Los romanos, a juzgar por los escasos vestigios arqueológicos identificados, no sintieron especial interés por poblar esta zona, limitándose a crear villas rurales en las cercanías de las vías que atravesaban el territorio comunicando el valle del Ebro con el interior peninsular. De entre estas villas destacaría Manlia, identificada por algunos autores con la actual Molina de Aragón. No parece que con visigodos y musulmanes la tendencia cambiara. De los primeros, a pesar de la cercanía de Recópolis, una de las escasas fundaciones visigodas en la Península Ibérica, apenas hay indicios de su asentamiento en estas tierras, y los segundos se limitaron a establecer una red de fortificaciones para controlar el territorio, tal como solían hacer en todos aquellos lugares donde el clima no era de su agrado, realizando una mínima aportación demográfica. El castillo de Molina de Aragón, por ejemplo, fue construido en esta etapa sobre un antiguo poblado fortificado o castro celtíbero, siendo ampliado tras la conquista cristiana.

Zona poblada desde la Prehistoria, conoció un primer momento de esplendor con la ocupación del

Con la desaparición del Califato de Córdoba, en 1031, el territorio de Molina se transforma en uno de los

En cuanto a la estructura económica, tanto la ganadería como la agricultura están francamente infraexplotadas, siendo la industria muy escasa y localizándose principalmente en la capital. La conjunción de todos estos factores nos produce como resultado una bajísima demografía: la capital, Molina de Aragón, es la mayor poblada con 3.628 habitantes, seguida ya de lejos por poblaciones menos habitadas, en torno a los 500 personas. No es de extrañar que la densidad de población sea similar a la de Australia, siendo esta de 1,9 hab/Km2.

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reinos taifas independientes que surgen en el antiguo ámbito musulmán peninsular. La desaparición del poderío califal en la península –estas taifas están enfrentadas entre sí- favorecerá la expansión de los reinos cristianos del norte. Pronto el débil reino molinés cae bajo la órbita castellana, debiendo pagar un fuerte impuesto, denominado paria, a Castilla para garantizar su integridad. Pero no será Castilla el reino cristiano que acabe con la independencia de Molina en 1128, sino el Aragón de Alfonso I el Batallador, el conquistador de Zaragoza. Poco duró este dominio aragonés en la zona, ya que seis años después, tras la muerte de Alfonso I en el sitio de Fraga, Castilla invade no sólo Molina sino la propia Zaragoza. Si en esta última ciudad el dominio castellano sólo duró dos años (1134-1136), Molina de Aragón continuará en la órbita castellana. Así, en 1154 un magnate castellano, Manrique de Lara, será el encargado de organizar este territorio, escasamente poblado3, creando el Señorío de Molina, entidad que logrará mantener su independencia política hasta la mitad del siglo XIII, cuando fue avasallada por Castilla. A fin de repoblar el Señorío, Manrique de Lara tuvo que promulgar un marco jurídico muy favorable para los nuevos pobladores, el conocido Fuero de Molina, concediéndoles una gran capacidad de decisión en temas jurídicos y sociales, y amparándolos bajo su protección. Así consiguió atraer a un territorio de frontera, con todos los peligros que esta condición acarreaba en la época, a castellanos, vasco-navarros e incluso franceses. Una de las singularidades del Señorío de Molina es su peculiar estructura de organización territorial, creada precisamente por el

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mencionado Fuero, pues su fin era la distribución equitativa de las nuevas tierras entre los nuevos pobladores. Desde entonces el territorio molinés se ha dividido en sesmas y que contrariamente a lo que indicaría por su nombre son cuatro (El Campo, El Sabinar, El Pedregal y La Sierra), y cada una de ellas se dividía en veinte subzonas (llamadas lógicamente veintenas), que se corresponden casi exactamente con los actuales términos municipales. A su vez las veintenas se dividían en cinco partes llamadas quiñones que eran entregados a los arrendatarios que recibían el título de quintaneros. Debido al sistema agrario de explotación de las tierras de forma paralela se dividía la veintena en cinco partes homogéneas en función de sus características (campos de cultivo, yermos, bosques, etc). De esta manera un quiñón genérico se distribuía de manera proporcional entre las distintas zonas homogéneas favoreciendo la rotación de cultivos y estableciendo un sistema equitativo de distribución de la propiedad que se mantuvo inalterado hasta el siglo XIX. El nivel inferior de distribución eran las parcelas, también definidas en el Fuero. Al frente de cada sesma figuraba un delegado señorial o sesmero con voz en el Común. De esta manera se atendía a las diferentes necesidades de cada sesma y se mantenía la unidad del señorío, evitando la fragmentación del mismo debido a la heterogeneidad de intereses. Tierra de fronteras, el peligro no venía solamente del sur, del poder musulmán fortalecido primero por la llegada de los almorávides y después de los almohades, sino también desde el vecino reino cristiano de Aragón. Los enfrentamientos entre Castilla y Aragón tendrán

su momento cumbre a mitad del siglo XIII, en la conocida como Guerra de los dos Pedros. Pedro el Cruel de Castilla y Pedro el Ceremonioso de Aragón mantienen un largo enfrentamiento armado (1356-65) en el que está en juego la supremacía peninsular. Castilla ve frenado su ímpetu por la guerra civil que sufre al mismo tiempo, en la que Enrique de Trastámara se enfrenta por el trono castellano a Pedro el Cruel, contando el primero con el apoyo de las armas aragonesas y, sobre todo, de las Compañías Blancas de Bernard de Guesclin, ejército mercenario de origen francés, auténticos sanguinarios, cuya única razón de ser era la guerra y el saqueo. A modo de recompensa por el servicio de armas prestado, Enrique, nuevo rey castellano, cede el Señorío de Molina a Guesclin y a sus hombres, acto que provocará la rebelión en 1366 de los habitantes del mismo contra el rey castellano, poniéndose bajo la tutela del rey de Aragón durante diez años, breve periodo del que sobresale un aspecto: desde entonces Molina se apellida de Aragón.4 La unión dinástica de Castilla y Aragón surgida de la política de los Reyes Católicos, pondrá fin a tantos siglos de inestabilidad militar, perdiendo el Señorío el importante papel estratégico que hasta entonces había tenido, pero, en lugar de ser éste un factor negativo, supuso en realidad el inicio de su etapa de mayor vitalidad. Así, durante los siglos XVI y XVII conocerá un importante crecimiento económico, incentivado por la llegada de familias acaudaladas del norte, y teniendo en la ganadería el principal motor de este desarrollo. Es en estos siglos cuando se producirá el cenit económico del Señorío. Injusto sería concluir esta aproximación a la historia del Señorío de Molina sin aludir al heroico


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Panorámica General

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Almacen de sal, situado a pie de la carretera.

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Compartimentación de las eras de secado mediante tablazones

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Dren de recogida de las aguas sobrantes

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Depósito de concentración, con alfolíes al fondo

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Esclusa de las salinas (vista desde la parte exterior)

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Caballón con canal de alimentación central. A ambos lados, las eras de secado

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Herramientas utilizadas para la extracción de la sal y la limpieza de las eras

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Caballón transversal. Obsérvense los canales de comunicación entre eras

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Panorámica General

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Estructura del Almacén. Obsérvese el buen estado de la estructura, a pesar de los dos siglos transcurridos

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Detalle de las aperturas en los tablazones. Al fondo, el muro perimetral del depósito de concentración

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comportamiento de los habitantes de Molina de Aragón durante la Guerra de la Independencia, que prefirieron incendiar su ciudad antes que entregarla a los franceses, acción por la que la población fue elevada al rango de ciudad por las Cortes de Cádiz Tras la guerra de Sucesión, acaecida durante la primera década del siglo XVIII, se inicia la decadencia del Señorío, tendencia que ha perdurado hasta nuestros días. Los siglos XIX y XX discurrieron de manera paralela al de otras zonas del interior peninsular: falta de desarrollo agrario e industrial, fuertes migraciones hacia las principales ciudades, subdesarrollo territorial, falta de vertebración de las estructuras de comunicación, aspectos que han producido no solo el abandono de las tradicionales formas de vida sino el rápido e inexorable despoblamiento del territorio. 2. Breve aproximación a la historia de la sal en España Desde la Prehistoria, la sal común ha tenido un papel fundamental en la vida del hombre, objeto ya desde estos tiempos remotos de un intenso comercio, dadas las múltiples cualidades que posee. Además de su importancia en la dieta humana, durante muchos siglos ha sido el mejor sistema para la conservación de alimentos conocido, usada en medicina, permite curtir pieles, vital para la ganadería... No es extraño que sea además un símbolo de amistad, de confianza, de sabiduría, de buena suerte. Por ejemplo, el cristianismo recoge el carácter simbólico de protección contra el mal, presentando a los cristianos como la sal de la tierra. La sal ha sido empleada como moneda de cambio hasta épocas muy recientes. La aparición de organizaciones estatales supuso, por regla general la

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transformación de la sal en una importante fuente de ingresos para sus incipientes haciendas públicas5. En España, según se desprende del Real Decreto del 16 de febrero de 1824, que contiene el historial de lo que ha sido hasta la fecha la renta de la sal para la monarquía, ha supuesto una de las rentas de mayor cuantía6. Veamos aunque de forma somera, la evolución de este preciado bien en nuestro país. En Castilla, a partir del siglo X desaparecen los pequeños propietarios de salinas, acaparadas éstas por los notables de la sociedad. Alfonso X el Sabio (1221-1284) iniciará la normativa legal escrita sobre la sal, buscando el reconocimiento de las salinas como propiedad real, considerando en una de sus Siete Partidas que éstas fueron otorgadas a reyes y emperadores para que con su producción se mantuviesen honrradamente, pudiesen ampliar sus tierras y reinos, guerrear contra los enemigos de la fe y evitar imponer a los pueblos nuevos tributos y gravámenes. Esta iniciativa legal no tuvo éxito, porque no consiguió el dominio efectivo de las salinas, muy abundantes en Castilla, aunque sí consiguió incluirlas dentro de la categoría de regalía, con lo que el rey podía hacer con ellas gracias y concesiones. Se obligaba a las poblaciones a abastecerse de sal a través de personas autorizadas por el rey, los albareros, pero las irregularidades de éstos llevó a Alfonso XI el Justiciero (1311-1350) a suprimir estos cargos y a distribuir alfolies o almacenes de sal por el territorio, pero el abastecimiento siguió siendo muy deficiente. Ante esta situación, este rey intenta en las Cortes de Alcalá de 1347 reincorporar todas las salinas a su patrimonio, pero la oposición de Iglesia y nobleza, principales beneficiarios de la situación anterior, reducirá el éxito de esta ini-

ciativa; además, la política de sus sucesores de conceder mercedes y gracias a costa de las salinas provocó la vuelta a la situación anterior. Hasta Isabel la Católica no se invierte de nuevo la situación. La constante de este largo periodo medieval es que la población sufre los problemas de la mala distribución de la sal, debidos tanto a las luchas por el control de sus rentas como a la corrupción de los administradores. Felipe II en 1564 autoriza el comercio de la sal, ya no será necesario comprarla en determinados puntos prefijados, e incorpora las que todavía estaban en manos particulares a la Corona, previa indemnización a sus antiguos dueños, con lo que se produjo el primer monopolio de la sal en España. A partir de ahora, el poder recurrirá a la sal como fuente inagotable de nuevos gravámenes e impuestos. En 1631 se crea el Consejo de la Sal, en el que Felipe IV dispuso que se aplicara un nuevo impuesto sobre la sal. La medida no tuvo éxito, dada la generalización del fraude que provocó, y pocos meses después el rey decide crear el Estanco de la Sal, controlando su venta de forma similar a otros productos, como el tabaco. Las rentas obtenidas por este procedimiento se transformaron en una de las principales fuentes de ingresos del erario, lo que posibilitó que fueran destinadas a los más variopintos proyectos, entre los que destaca la financiación de la construcción de caminos7, ya en tiempos de Carlos III. A fin de evitar el fraude, las salinas se dotan de varios funcionarios -administradores, interventores...- para controlar la producción y el comercio de la sal obtenida, y de guardias para vigilar las instalaciones, en especial a partir de 1749, cuando


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la Hacienda estatal se encargará directamente de la explotación de las salinas, ya que hasta entonces el sistema del arriendo a terceros era el más extendido. El estanco de la sal durará hasta 1870, año en el que la tremenda presión pública en contra de este procedimiento obliga al gobierno se ve forzado a liberalizar la fabricación y venta de la sal. En la actualidad la importancia de las salinas continentales ha disminuido llegando incluso al abandono de muchas de estas explotaciones, incapaces de competir con las ubicadas en las zonas de litoral, que obtienen producciones abrumadoramente mayores que las realizadas por las antiguas salinas del interior peninsular a más bajo coste y que se distribuyen por todo el territorio gracias a las redes de transporte. 3. Historia de las salinas de Armallá La pequeña población de Salinas de Armallá (o Almallá según diversas fuentes) se encuentra a aproximadamente 15 kilómetros de Molina de Aragón, a pie de la carretera CM-210 entre las poblaciones de Tierzo (de la cual depende) y de Taravilla. Se encuentra situada en el inicio de la fértil Vega de Arias, pequeño valle excavado por el río Bullones y cuyo suelo cuaternario es rico en arcillas y ha sido ampliamente aprovechado para la agricultura. Como la mayoría de las poblaciones de esta Comarca, la población de Salinas de Armallá ha experimentado en las últimas un declive económico y demográfico que ha provocado la despoblación y el abandono de muchos de sus habitantes. Las actividades, como la explotación ganadera, han disminuido de manera considerable,

incluso la explotación de las Salinas que pasaremos a describir se ha abandonado, corriendo el riesgo de quedar en el más completo de los olvidos, como ya ha ocurrido con innumerables ejemplos del saber y el mundo rural. La sal se encuentra con facilidad en el subsuelo de esta zona y en muchos, al igual que en Salinas de Armallá se procedía también a la explotación de la misma. Ejemplos de ello pueden ser las Salinas de la Inesperada en Ocentejo, o el pueblo de Saelices de la Sal. Como podemos comprobar la importancia de la explotación de la sal ha calado en la toponímia, como en los ejemplos que se acaban de citar o en el pueblo cercano de Valsalobre. Conocer con exactitud cuándo estas salinas empezaron a ser explotadas y su evolución posterior sólo sería posible mediante un detallado estudio arqueológico, que hasta la fecha no se ha podido realizar, siendo las primeras noticias documentales del siglo X. A pesar de esta carencia, la recogida de materiales de origen celtíbero en las inmediaciones del complejo indican que ya este pueblo se aprovechaba de la sal de Armallá. En las zonas de interior, los rebaños necesitan un aporte extra de sal, ya que este elemento, que facilita la digestión de las fibras vegetales, es más difícil de obtener de forma natural que, por ejemplo, en zonas cercanas al mar, donde el agua dulce lleva una mayor concentración de sal. Por tanto, no es de extrañar que un pueblo fundamentalmente ganadero como es el celtíbero fuera el primero en dejar evidencias de sus actividades. Durante el periodo de dominación romana es muy probable que la explotación de Armallá se dirigiera desde alguna de las villas de la zona, dado que, el Estado romano,

propietario de todas las minas y salinas, recurría al arrendamiento a particulares de las mismas para su explotación, con la única excepción de las minas de oro. En árabe, “mina de sal” se traduce por m’adin al-mallaha, de donde deriva el actual nombre de Armallá, siendo esto una muestra clara de la presencia de los musulmanes en estas salinas, y es en este periodo histórico cuando se tienen las primeras noticias documentales sobre su existencia. La red de fortificaciones establecida por los musulmanes exigía el suministro regular de sal porque sus propiedades de conservación de alimentos la hacían indispensable para almacenar éstos en caso de que la plaza fuera sitiada. Esta preocupación por el abastecimiento de sal a los castillos está también presente entre los cristianos, por idéntico motivo, siendo buena muestra de ello una disposición de los Usatges de Barcelona -interesante conjunto de leyes y costumbres recopiladas a mediados del siglo XI - que indica que las fortificaciones deben tener sal. Tras la conquista cristiana y la formación del Señorío de Molina la propiedad de estas salinas recayó sobre su señor, pasando, a mitad del siglo XIII, a engrosar las propiedades del rey de Castilla al quedar englobado el señorío en este reino. Es en esta época y hasta el siglo XVI, y por las razones explicadas en los apartados anteriores, cuando se supone que las salinas de Armallá debieron alcanzar su apogeo productivo. Se desconocen la forma y composición de estas primitivas salinas, sin embargo sus instalaciones serían bastante precarias pues ya en 1739 el administrador de las mismas, D. Bernardo Arnao y Zapata solicita al rey, en nombre de los diputados del Común de la Tierra de Molina8, que luego y sin la

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menor dilación componga las heras para evitar el perjuicio que se experimenta en la mala calidad de su fábrica" pues "los pueblos de dicho Común en fuerza de sus acopios se hallan precisados a acudir a las Salinas de Tierzo, por cuya causa experimentan inmenso perjuicio por la mala calidad de su fábrica, en tanto grado que lo más de ella es tierra, [...] las heras descompuestas y sin empedrar de modo que es sumamente perjudicial a la salud pública de los vecinos de los lugares de dicho común y también de los ganados advirtiendo que en caso de no realizarse se suministre la sal de otros lugares, con el consiguiente debilitamiento de la hacienda. Parece que las peticiones tuvieron éxito pues durante el reinado de Carlos III se realizaron importantes obras de mejora en las instalaciones de las salinas, (intereses impositivos y de producción de salitre para la fabricación de pólvora aparte), y cuyo resultado es el magnífico conjunto que hoy en día se puede contemplar. De este hecho es testimonio la placa conmemorativa existente en la entrada del almacén principal, datada en 1779. Así las describe Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones en Ultramar, en 1845:[...] comprende magníficos edificios para habitación y almacenes, buenas cercas y buenas eras necesarias para la evaporación; el manantial o pozo de las salinas es abundantísimo, de excelente calidad y tal vez de los mejores de la península pues sus sales pesan 125 libras, y su fabricación asciende de 16.000 a 18.000 fanegas cada año: hay en este establecimiento un administrador, un fiel interventor, un medidor, dos guardas de salobres y otro para las fábricas, este último habita siempre en ellas [...]

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Estas salinas son, sin género de dudas, el testimonio del esfuerzo de superación por parte de los pobladores del Señorío de Molina, que han sabido sacar partido a un territorio de extremadura, de suelos pobres y clima extremo, alejado de los ejes de comunicación y progreso. Ante estos retos el hombre trazó un sistema de organización territorial basado en la explotación racional y equitativa del territorio con el fin de sacar el máximo partido a lo que la naturaleza le brindaba. La explotación de la sal continental es el paradigma de este hecho, siendo la sal misma símbolo de poder y fuente de recursos, y por tanto disputada, codiciada y monopolizada, y de ahí que las instalaciones todavía existentes tengan, todavía hoy, el cuidado acabado y la calidad que a continuación describiremos. 4. Las instalaciones de la explotación en la actualidad (40º 44' 10" N ; 1º 56' 40" W) El recinto de las salinas está comprendido por dos grandes almacenes (o alfolíes) para la sal extraída, el molino mediante el cual se captaba el agua del manantial salino, el depósito de concentración y las eras de secado. Todo este conjunto estaba cerrado por un muro con un único acceso. Al lado del mismo se encuentra la casa del administrador y al otro lado de la carretera el almacén principal de sal. A diferencia de otras salinas en las cuales se empleaban métodos de desvío de caudales de los ríos para proceder a la disolución de la halita, aquí un manantial subterráneo nos da ya naturalmente la disolución o muera. Esta agua rica en sal era extraída ancestralmente mediante una bomba de tracción animal y desde 1.935 mediante un motor de explosión (Un Guyot de 2 tiempos). El recinto de extracción estaba cerrado por una edifica-

ción, de cuidada ejecución, de base octogonal para adaptarse al movimiento circular de las norias, de lado aproximado de 5.30 metros. El siguiente paso en el proceso de obtención de sal era llenar las eras de secado con el agua procedente del depósito de concentración y esperar a su evaporación por efecto de la radiación solar. Estos depósitos tienen un calado muy reducido para acentuar el proceso. Este método se empleaba en los meses de mayor radiación solar y menor precipitación que eran desde junio hasta octubre. El capricho de la naturaleza hizo que inmediatamente al lado del yacimiento de aguas salinas hubiera otro de aguas absolutamente potables del cual bebían las caballerías destinadas al acarreo de la sal extraída. Las concentraciones de sal obtenidas estaban en torno a 23 gramos de sal por 100 gramos de disolución, lo que refleja la calidad del manantial pues las concentraciones obtenidas en otras salinas de España estaban comprendidas entre los 18 y 26 gramos de sal por 100 gramos de disolución. Tal concentración comportaba no solo que esta agua fuera no potable sino mortal para seres humanos y animales. Del recinto de extracción se pasaba mediante una canaleta de madera a un gran depósito de 78 metros de anchura por 36.70 metros de longitud. Hay que destacar la cuidada ejecución del fondo de este depósito, al igual que en el resto de balsas, y la solidez de las paredes, constituidas por grandes sillares de piedra calizas forradas por láminas de madera. El objetivo de este depósito era doble: por un lado la distribución regular de caudal de agua hacia las eras de secado; por otro, conseguir una concentración de sal alta y uniforme con el


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fin de favorecer el proceso de cristalización. El recinto principal está constituido por los depósitos de evaporación, los caminos de acceso a las mismas y los canales de alimentación del agua salina. Todo este conjunto tiene unas dimensiones de aproximadamente 78 metros de anchura por 110 metros de longitud. Los caminos de acceso (o caballones) están cuidadosamente empedrados y su anchura es de 2.75 metros aproximadamente, existiendo cuatro caminos en sentido longitudinal y cuatro en sentido transversal. Por el centro de los caminos longitudinales transcurren los canales de alimentación, lo que hace que

la sección transversal de estas calzadas esté dotada de un bombeo a dos vertientes para favorecer el acceso del agua a través de los canales de distribución. La sección de estos canales es semicircular, de diámetro 18 centímetros, y construidos todos en madera. Los caminos transversales no disponían de canales de alimentación, pero si estaban atravesados por canales de comunicación entre eras. Por lo que respecta a las eras de secado, existen 9 principales rectangulares, 4 secundarias laterales, también rectangulares y 2 trapeciales. Las eras centrales estaban subdivididas en 12 suberas de dimensiones aproximadas 8.45*5.57 m, ya que la comparti-

mentación favorecía la evaporación. Las divisiones de estas suberas están constituidos por paredes de madera, denominadas tablazones, con aperturas en los lados próximos a los caminos para favorecer el drenaje del agua en caso de vaciado (para limpiar el recinto o para drenar los depósitos en caso de lluvias). Dos aspectos merecen destacarse y que son visibles hoy en día: el primero es la óptima resistencia de la madera (de sabina albar) a la corrosión de la sal, ya que se conservan actualmente todos los elementos constituidos por este material. El segundo es el esmerado acabado de las soleras de los depósitos, de cuidada mampostería, que hacía que la sal extraída a


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diferencia de la procedente de otros lugares, fuera apta para el consumo humano ya que al retirarse no arrastraba los materiales del subsuelo, evitándose precisamente los problemas que originaron la reforma de las instalaciones en tiempos de Carlos III. El agua sobrante en caso de drenado del establecimiento era recogido por un canal situado en el extremo del mismo, de sección rectangular y 35*20 cerrado aguas abajo por una magnífica esclusa de piedra caliza. De ahí, el agua sobrante pasaba al río, aunque siempre se avisaba para que las poblaciones situadas aguas abajo estuvieran sobre aviso y así evitaran que los rebaños bebieran de las aguas momentáneamente contaminadas, lo que no evitaba que de vez en cuando se produjeran algunos accidentes. Excepcionales son los dos almacenes de sal que orgullosamente todavía se mantienen en pie. Su humilde aspecto externo oculta el amplio espacio interior donde sorprende la esbeltez de sus pilares de madera de pino que el contacto prolongado con la sal a tornado en tacto de terciopelo. Coronando al conjunto tenemos conjuntos de cerchas que testimonian, con más de dos siglos de permanencia, el buen hacer y la profesionalidad de los técnicos autores de las obras. Estas protonaves industriales albergaban la sal recogida en su interior hasta la coronación misma de los elementos vertebradores del conjunto, de sección rectangular y bordes achaflanados de 33*33 cm en el caso de la nave situada al lado de la carretera. El espacio interno se hallaba compartimentado en cinco naves, la central de 4.5 metros de luz transversal y una separación longitudinal entre soportes de unos 3 metros aproximadamente.

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5. Organización funcional de la explotación Pascual Madoz nos describía anteriormente las salinas en su Diccionario Geográfico-EstadísticoHistórico de España y sus posesiones de Ultramar de 1.845. A continuación vamos a dar un breve repaso al organigrama funcional descrito en esa obra y en explicar sus cometidos9. La cúspide en el sistema organizativo estaba representada por el Administrador. Ya que la propiedad de estas instalaciones estaba en manos del Estado, así como la producción y comercialización de la sal, el Administrador era por un lado el máximo representante de la autoridad estatal, así como el Jefe de Fábrica, producción y venta. El siguiente escalón estaba ocupado por el Interventor, también llamado en otros lugares Oficial Inspector. Sus cometidos pasaban por vigilar la administración de la venta de la sal, llevar un diario de entradas y salidas, en definitiva y como nos dice Madoz, ser un “fiel interventor”, con casi total seguridad el hombre de confianza y el jefe ejecutivo de las salinas. El medidor o guardacaños llevaba un control de la graduación de las mueras. Provisto de un graduador controlaba la concentración de sal de la disolución que pasaba a las eras de secado. El graduador no es más que un areómetro de tipo de peso constante, provisto de una escala graduada a partir de disoluciones de concentración conocida. Los dos guardas de salobres, así como el guarda de las fábricas, tenían obviamente como principal cometido vigilar la sal como propiedad del estado, tanto en sus procesos de fabricación y comercialización, como en su almacena-

miento. Debido al valor e importancia de la sal este último incluso pernoctaba en los almacenes con el fin de evitar robos. Otros miembros de la organización productiva de una salina a los cuales Madoz no hace referencia pero que si existían en otras de mayor entidad son el práctico, que entre otras funciones tenía el cometido de revisar el estado de las obras de reparación y mejora, así como de velar por la conservación y mantenimiento de la infraestructura; el escribiente, que llevaba toda la documentación relacionada con la producción y venta y era el asistente del Interventor; el guardalmacén, responsable de las entradas y salidas de sal, el pesador, los llenadores, así como diverso personal de infantería y caballería. Capítulo aparte merecen los jornaleros u operarios que realizaban las duras tareas cotidianas de recogida de la sal, transporte hasta los almacenes, pesaje y carga de la misma, etc, siendo su procedencia principalmente de las poblaciones de Baños de Tajo y de las mismas Salinas de Armallá. No es difícil ni aventurado hacer una hipótesis del extracto social de estos jornaleros, -en total unos cuarenta- ya que la temporada de recogida de la sal era desde junio hasta principios de octubre, época de recogida de las cosechas, lo que nos hace suponer que se dedicarían a trabajar en las Salinas aquellos que carecieran, o no tuvieran en número suficiente, propiedades que garantizasen su subsistencia mediante las explotaciones agrícolas. De manera previa, en el mes de mayo, se realizaba la limpieza de las eras, preparando las superficies y drenando las aguas todavía retenidas. Por lo que respecta a la producción anual de sal, las producciones obtenidas anuales durante el S. XX son muy similares a las referidas


A R T Í C U L O S

D E

O P I N I Ó N

HISTORIA Y TÉCNICA

por Madoz, ya que las 16.00018.000 fanegas y año se traducen en aproximadamente 1065-1200 toneladas por año, mientras que los datos más recientes disponibles están en torno a las 12001300 toneladas y año, cantidades

que, aunque a inferiores a otras producciones salineras continentales, contaban con la ventaja de que toda la producción era apta para el consumo. Teniendo en cuenta que la temporada de producción de sal rondaba los 122

días, obtenemos una producción diaria de aproximadamente 11 toneladas diarias, cantidad suficiente para el abastecimiento de toda la comarca.

NOTAS 1. Solo se disponen de dos estaciones meteorológicas, en Molina de Aragón y en Orea, considerándose que las precipitaciones aumentan hacia el sudeste. En cuanto a las temperaturas la disminución también es progresiva a medida que incrementamos la altura, también hacia el sudeste. 2. El 8 de febrero de 1981 se registró una amplitud térmica de 29.4º en un solo día, con una máxima de 19.2ª y una mínima de -10,2, constituyendo hasta la fecha el registro máximo en toda España. 3. De ello da fe el Fuero de Molina ya que se incia así "Yo Conde don Manrrich fallé un logar desierto mucho antiguo et yo quiero que seya poblado et allí Dios fielmente rogado et loado" 4. V.V.A.A Guadalajara, guía del viajero Susaeta ed. Madrid 1996. Pg 101. 5. Rafols Rovira, J.M La sal común y la hacienda pública española Barcelona 1972 . Seguimos las indicaciones de este autor en la mayor parte de este apartado. 6. Ladero Quesada, M.A. El siglo XV en Castilla. Fuentes de renta y política fiscal Ariel Historia, Barcelona 1982. Hemos basado las referencias del periodo medieval en esta obra. 7. La sal era el principal recurso del estado para financiar la red de caminos, junto con el vino y licores o los pontazgos. Así el gravamen impuesto era de dos reales por fanega, según el testamento político de José Moñino, Conde de Floridablanca (1792). 8. Reales Provisiones ganadas a pedimento de los diputados del Común de la Tierra de Molina, para que D. Bernardo Arnao y Zapata, administrador de las reales salinas de Tierzo mande vender buena sal y otras diligencias. 9. Sanz Alonso, E. Las salinas de Poza de la Sal, Burgos 1989 .Se ha realizado un paralelismo con otras explotaciones salineras continentales existentes en Castilla, concretamente con las ubicadas en Poza de la Sal, en la provincia de Burgos.

BIBLIOGRAFÍA • •

Antonio Herrera Casado. "Molina de Aragón, veinte siglos de historia". Aache ediciones Antonio Rumeu de Armas. "Ciencia y tecnología en la España ilustrada. La Escuela de Caminos y Canales". Ediciones Turner-CICCP,


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