Ejemplos%20de%20descripciones

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LOS TEXTOS DESCRIPTIVOS: EJEMPLOS

Raúl Ager Vázquez


TEXTOS DESCRIPTIVOS 1.

2.

Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. Gabriel García Márquez: Cien años de soledad La Torre de la Mala Muerte. Su aspecto impresionaba, como su nombre. Era un castillo de piedra, aunque en algunas partes el sol del atardecer la hacía brillar con el color de las llamas. Se elevaba en lo alto de una abrupta colina cuyas laderas estaban cubiertas por rocas, árboles y matorrales. Tenía una doble línea de murallas almenadas, la exterior con seis torres circulares y un baluarte. En el interior del recinto se alzaba la torre del homenaje, la mayor de todas, rematada por un pináculo de pizarra. Un puente, cuyo último tramo era levadizo, unía el pie de la colina con la otra orilla, mucho más plana y despejada, donde se alzaba una aldea, y en la que unos pastores recogían inmóviles el ganado.

3.

Las chozas tenían paredes de barro y paja, generalmente blanqueadas, incluso con alegres toques de añil enmarcando puertas y pequeños ventanucos. Su estructura principal eran grandes postes de madera de eucalipto y gruesas cañas entre los postes para dar soporte a las paredes de barro. El techo estaba formado por un cañizo que también se rellenaba con una ligera capa de arcilla, a modo de impermeabilización y por encima de este se disponía una gruesa cubierta de juncos, que daban el color intensamente oscuro común a todas las chozas del mundo, desde la selva a los suburbios. El suelo era de simple barro y cascarilla de arroz mezclados y apisonados. Al secar, de forma natural, queda un suelo liso y fresco de color gris. El interior, umbrío, era muy uniforme en temperatura a lo largo del año, por el buen aislamiento natural de los materiales empleados. El olor era difícil de definir, no desagradable, decididamente húmedo, muy familiar para los que acostumbrábamos a manejar gavillas de paja de arroz. El principal peligro que las amenazaba era el de incendio. En los años en que viví en Cotos vi arder tres de ellas y era un espectáculo impresionante. Joan de la Creu Fotut

4

La sierra sable es una herramienta eléctrica que se utiliza para cortar metales, plásticos, cerámica, ladrillo y madera. Se asemeja mucho a un serrucho multiuso eléctrico, pero se diferencia de éste en cuanto a su diseño ya que permite realizar cortes con mayor precisión y exactitud. Posee un motor de alta resistencia forrado en una caja de aluminio que le otorga mayor durabilidad, un sistema de cambio de hojas de sable que no requiere de herramientas, una base giratoria que permite que la pieza de trabajo alcance su máximo soporte, un revestimiento especial que permite tomar la herramienta con firmeza y comodidad, así como también un control de velocidad, que varía de acuerdo al material sobre el que se quiera trabajar. Fuente: De máquinas y herramientas

5

Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, sobre la que se encontraba extendido un muestrario de paños desempaquetados -Samsa era viajante de comercio-, estaba colgado aquel cuadro que hacía poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco dorado. Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida y levantaba hacia el observador un pesado manguito de piel, en el cual había desaparecido su antebrazo. Frank Kafka La metamorfosis


6

La casa de Juan el Viejo está a la sombra de un castaño, a la vera del camino de bajar a la playa. La casa tiene patio, pozo, una veleta en el tejado y una gotera en la cocina. La veleta es un gato de hierro que saca pecho y abre el pico, como a presumir amores o avisar que abre el día. El patio está emparrado de moscatel. El agua del pozo sabe a agua. Desde la ventana de la cocina se ve la mar. Juan Farias. Los caminos de la luna.

7

Tras mi ventana, a unos trescientos metros, la mole verdinegra de la arboleda, montaña de hojas y ramas que se bambolea y amenaza con desplomarse. Un pueblo de hayas, abedules, álamos y fresnos congregados sobre una ligerísima eminencia del terreno, todas sus copas volcadas y vueltas una sola masa líquida, lomo de mar convulso. El viento los sacude y los golpea hasta hacerlos aullar. Los árboles se retuercen, se doblan, se yerguen de nuevo con gran estruendo y se estiran como si quisiesen desarraigarse y huir. No, no ceden. Dolor de raíces y de follajes rotos, feroz tenacidad vegetal no menos poderosa que la de los animales y los hombres. Si estos árboles se echasen a andar, destruirían a todo lo que se opusiese a su paso. Prefieren quedarse donde están: no tienen sangre ni nervios sino savia y, en lugar de la cólera o el miedo, los habita una obstinación silenciosa. Los animales huyen o atacan, los árboles se quedan clavados en su sitio. Paciencia: heroísmo vegetal. Octavio Paz, El mono gramático


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