3Z Zine

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Nota al lector

3Z es un Zine que explora el contenido de los sueños y las pesadillas como un medio para la creación de relatos e imágenes. En este ejemplar se encuentran los primeros resultados que se han logrado a partir de los sueños y/o pesadillas de un total de 3 personas. Cada uno aportó lo que era capaz de recordar de su experiencia onírica.


¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

Pedro Calderón de la Barca


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El jardín Debía realizar un trámite en un lugar cuya dirección exacta desconocía; me encontraba perdido en la calle. Dado que me encontraba en una zona residencial tranquila, decidí tocar el timbre del pórtico de una gran casona que contaba con un maravilloso jardín. Esperé unos minutos a que alguien saliera para ayudarme con la dirección; la extensión del lugar me llevó a pensar que era natural esperar. Escuché pasos joviales y, para mi sorpresa, quien me recibió en ese lugar fue mi abuela. En un principio, no podía creer tenerla frente a mí, ya que había fallecido varios años atrás. Había quedado muy impactado pero el lugar y su presencia me calmaban. Estaba trabajando como encargada de la limpieza y del jardín de esa casona, que parecía estar vacía, por no decir abandonada. No obstante, había ciertos detalles que indicaban remodelaciones recientes en la propiedad. Los arbustos y plantas del amplio antejardín se alzaban casi hasta el tejado, exhibiendo colores muy atractivos. Detrás de la casona, se vislumbraban hileras de árboles frutales que se extendían hasta el infinito.

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Mi abuela lucía increíblemente bien; era mucho más activa y disfrutaba de un estado físico y de salud que parecían un logro para alguien de su edad. El entorno adquiría una sensación de frescura matutina con una leve niebla que se colaba entre la frondosa vegetación mientras el sol comenzaba a cobrar fuerza. Nos sentamos en el porche de la propiedad; ella entró a la casa y regresó con bandejas de té y una porción galletas. Comenzamos a conversar, poniéndome al día con mi abuela y olvidando completamente el trámite que debía realizar ese día. Aunque ella no habló mucho, parecía más interesada en escucharme que en contar sus propias experiencias. De las pocas veces que habló, lo que mencionaba era bastante evidente. —Me encuentro muy bien aquí; hay mucho que hacer y no está mal estar rodeada de vegetación —decía ella. Era algo que se notaba a simple vista. Estaba contenta y rebosante de energía. Después de horas de conversación, el sol comenzaba a descender. Recordé el trámite que debía realizar, y ella, al parecer, tenía que continuar trabajando. Nos despedimos; le di un abrazo y le prometí volver a visitarla. Aquello la conmovió profundamente, ya que sus ojos reflejaban una tristeza intensa. Aunque estaba orgullosa y feliz de haberme visto, fue la última vez que pudimos compartir un rato juntos, mucho después de su fallecimiento. El lugar que nos volvió a reunir fue un sueño.

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Púas Acababa de regresar de un breve viaje al interior con sus amigos. Residía en un pequeño apartamento en el centro de su ciudad, y su única compañía eran tres tortugas de tierra. Tenía planeado que, al regresar a casa, les daría un baño en la tina. Abrió la llave para llenarla con agua tibia, luego llevó a las tortugas al baño y las dejó en el suelo mientras verificaba la temperatura del agua. Acto seguido, salió del baño, dejó la puerta entreabierta y fue a buscar su celular para tenerlo a mano en caso que alguien le llamase, sin percatarse que la ventana corrediza del baño estaba abierta. A través de la apertura, ingresaron dos saltamontes muy peculiares, con intensa coloración amarilla y un exoesqueleto reforzado con púas para protegerse de depredadores. Eran ágiles y recorrieron el baño en un santiamén, refugiándose debajo del mesón. Las tortugas notaron su presencia, aunque no parecieron darle mucha importancia. Al regresar al baño y sin percatarse de las extrañas criaturas, colocó las tortugas en la tina con agua a la temperatura adecuada y cerró la ventana. Después de un tiempo, notó algo fuera de lugar y descubrió una masa amarilla moviéndose debajo del mesón. Se agachó, estiró el brazo para alcanzar aquello que le causaba curiosidad y, de repente, sintió una picadura en la mano. La retiró rápidamente por reflejo, y de manera sorpresiva, un saltamontes voló hacia su cara. Casi perdió el equilibrio al evitar el impacto del insecto con su rostro. Asustado, siguió la trayectoria del saltamontes que volaba de manera errática en el baño. Luego se percató del otro que volaba a ras del suelo, complicando aún más la tarea de bañar a las tortugas. Se acostumbró a la dinámica de aquellos molestos insectos, y todo iba relativamente bien. Al quitar el tapón para drenar el agua sucia y secar a las tortugas con la toalla, dio cuenta de la presencia de más saltamontes, se estaban multiplicando. Agarró rápidamente las tortugas y las secó lo más rápido posible. El baño se llenaba de insectos, y sin querer, los pisó en más de una ocasión; estaban por todas partes. La puerta del baño se perdía entre la multitud de saltamontes. 9


Las tortugas ocultaron sus extremidades para evitarlos. Él las envolvió en la toalla y las llevó con su brazo, abriéndose paso entre la masa amarilla de saltamontes a manotazos. Después de un gran esfuerzo por encontrar la puerta, dio con la manilla, la abrió y salió. Dejó a las tortugas libres en el pasillo y se dirigió a su dormitorio a buscar un espejo que guardaba allí. Al observar su reflejo, notó algunos pequeños cortes superficiales en su rostro. Su ropa estaba completamente desgarrada debido a las púas de aquellos insectos. Pensó en el estado de las tortugas. Se apresuró hacia donde les había dejado y no observó ningún rastro del paso de los saltamontes sobre sus caparazones ni extremidades. Sus tortugas se encontraban en perfectas condiciones. Aliviado, se acercó a la puerta del baño y escuchó atentamente cómo crujía y vibraba debido a la actividad de los saltamontes. Pensó que sería una buena idea llamar a alguna empresa de control de plagas. Se palpó los bolsillos de su pantalón buscando su celular y se dio cuenta de que no lo llevaba consigo. Estaba a punto de regresar a su dormitorio, creyendo que lo había dejado allí, cuando escuchó sonar su celular. Fue en ese momento cuando sintió escalofríos; el tono de llamada provenía de detrás de la puerta del baño. El mismo baño que minutos antes había colapsado con saltamontes.

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Aquello que secuestró al mundo Tras un arduo día del cual no logro recordar qué fue lo que hice exactamente, entré en una sala de clases solitaria para disfrutar tranquilo el ocaso. Los típicos asientos de color café con sus cicatrices y manchas más las huellas del tiempo marcadas en cada rincón me recordaron a viejas amistades y risas compartidas. Las paredes, ahora sucias, alguna vez fueron puras y blancas, quién sabe lo que atestiguaron durante todos estos años. En medio de aquélla habitación cuya quietud petrificó el tiempo, dos figuras se materializaron en la esquina más oscura. Eran dos profesoras que alguna vez conocí. Al acercarse, me dieron un abrazo y se mantuvieron así, acariciándome de una manera que no corresponde entre el trato de una profesora y un alumno. Yo no quería que aquellas señoras empezaran a tocarme de aquella forma. Yo estaba congelado igual que el tiempo en aquella sala y la parte más desagradable es que aquellas profesoras a quienes recordaba respetuosas y amables, se transformaban frente a mis ojos sin detener el abuso. Sus rostros apenas eran reconocibles, y sus cuerpos, envueltos en trajes de monja, parecían desafiar la morfología humana. La sala, antes un refugio tranquilo para disfrutar del ocaso, se convirtió en un escenario grotesco donde mi incomodidad y desespero bailaba con el éxtasis ajeno en una danza extrañamente macabra. A medida que las “monjas” se separaban de mí, sus formas adquirían proporciones gigantescas. Sé que aquello lo hacían con el fin de reducirme a algo insignificante Se elevaban sobre la sala de clases, y sus lentos movimientos controlaban la luz y la sombra del mundo a su antojo. El entorno totalmente distorsionado, cernía una oscuridad que me envolvía, creando una atmósfera negra y caótica que desafiaba las leyes de la realidad. Estaba atrapado en un sueño turbio, donde lo conocido se transformaba en lo desconocido, y las figuras de autoridad se desdibujaban en seres tétricos y voluptuosos dispuestos para vulnerarme. 13


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LA CASA DE MI ABUELA Apenas tenía 8 años cuando empecé a tener un sueño recurrente que resultaba tan vívido como impactante. En aquel sueño, me encontraba yendo de visita a la casa de mi abuela. Todo parecía normal hasta cuando quise salir al pasaje para jugar con una pelota. Para salir a la calle uno tenía que abrir primero la puerta de la casa y luego cruzar un pequeño antejardín para abrir el cerrojo de la reja que da al pasaje. Como era costumbre durante las juntas familiares donde mi abuela, dejábamos la puerta de la casa entre abierta para que entrara el fresco. Aquél “día” recuerdo que hacía un calor enfermizo y aquello me causaba mucha curiosidad pues el cielo se en-

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contraba bastante nublado, con nubes espesas de negro. Al bajar un pequeño peldaño que da al antejardín, el sonido del entorno se desapareció, sólo podía escuchar cómo la sangre recorría mi cuerpo. Por alguna razón que desconozco sólo se me ocurría seguir hacia delante sin mirar atrás pues sentía que algo malo se encontraba en la casa de mi abuela. No se trataba de algún ser tangible como podría ser el hombre del saco o alguna criatura monstruosa sino una suerte de presencia que poseyó la cuadra entera. Fue entonces cuando la atmósfera del sueño cambió. La realidad se distorsionó, y de repente, mis movimientos se volvieron torpes y lentos. Cada paso que intentaba dar se volvía una lucha contra


una fuerza invisible que me jalaba hacia atrás. Era como si la gravedad hubiera decidido conspirar en contra mía, creando una resistencia que aumentaba con cada intento de avanzar. Comenzaba a desesperarme, el silencio del entorno no me ayudaba, yo solo quería alcanzar la reja para que “aquello” no me encerrara en la casa. No sé de qué forma me las arreglé para que con mis manos pudiera aferrarme a los fierros de la reja que protegía la entrada, pero la fuerza que me arrastraba hacia atrás se intensificaba.

Mis dedos se cerraron con fuerza en los fríos y chúcaros barrotes, pero la sensación de ser arrastrado se volvía abrumadora. La lucha se hizo más intensa, y la gravedad invertida parecía ganar la batalla. Mis pies ya se habían despegado del suelo, suspendidos en el aire, y mi resistencia se desvaneció. Finalmente, agotado y sin fuerzas, no pude seguir aferrándome de la reja, sintiendo cómo era absorbido por la casa sumergiéndome en la oscuridad del sueño, dejando atrás el misterioso y desafiante escenario que mi mente infantil había creado.

La casa ya había absorbido la pelota con la que iba a jugar y muchos maceteros que se encontraba en el antejardín. La reja comenzaba a tambalearse, el material si bien era fierro con lo exagerado que era su movimiento daba la impresión que fuera gelatina.

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Vértigo Desperté acostado en el muro del balcón de mi departamento, justo en un espacio que por alguna razón no tenía barandilla. Me encontraba desnudo y tenía las piernas colgando. La mañana era fría, una delicada y helada brisa matutina recorría la atmósfera de lo que parecía una copia de mi ciudad pero desprovista de vida. Vivo en un sector donde constantemente circulan bastantes vehículos, ahora estaba vacío y sólo se escuchaba el eco de un mar bravo a la distancia. Desde aquél balcón podía ver los demás departamentos de los edificios cercanos al mío, muchos de ellos con las cortinas abiertas y nadie en su interior. El lugar era inhóspito y aquello me provocaba el cuestionamiento de mi propia existencia, era una desolación absoluta y arrolladora. Sentía cómo la adrenalina recorría mi cuerpo, no me gustaba encontrarme en tal situación e intentaba que la desesperación no me ganara. Estando allí percibía la sensación de que me iba deslizando al vacío y una parte de mí lo aceptaba. Al final de cuentas, tenía la impresión de que no existía nadie en la ciudad y que mi cuerpo una vez desprovisto de vida en la calle sería imposible de encontrar. Algo dentro de mí intuía que aquella ciudad no volvería a tener gente nunca más. A pesar de todo intenté volver a la solera del balcón para estar a salvo. Me temblaban los brazos y mis piernas empezaban a sentirse muy pesadas y parecían no responderme. Además “eso” dentro de mí incitaba a que tuviera el impulso de incorporarme con fuerza para caer. Sentía mi cuerpo frágil y mi cara húmeda, estaba llorando y cada lágrima que brotaba de mis ojos se sentía como un filo abriendo la piel entumecida por el frío. Aquellos segundos se extendieron hasta convertirse en una eternidad. Poco a poco lograba asegurar mis piernas en el muro, el corazón me palpitaba con tal fuerza que sentía que mis oídos recibían golpes con cada latido. Empezaba a entrar calor y por alguna razón a medida que iba asegurando la parte inferior de mi cuerpo comenzaba a llevar prendas de ropa puesta. Finalmente la parte superior de mi cuerpo cayó a la solera, me golpee la cabeza con la baldosa y el impacto me dejó mareado. Producto del mareo, la desesperación y la adrenalina intentaba abrazar el suelo del balcón con el fin de sujetarme a algo firme, como si mi vida en aquel momento dependiera de ello pero por más irracional que fuera mi reacción, ya sabía que estaba a salvo.

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Agradecimientos

Siempre es un desafío elaborar proyectos de este formato, en especial cuando trabaja solo una persona, sumado a todo el tiempo que pueden consumir las otras responsabilidades que se pueden tener. Por eso quiero agradecer especialemente a: Nel por soportar el autismo y por ofrecerse como lector de prueba en mas de una ocasión, Vania por colaborar con un relato, Anter que también colaboró con un relato y fue lector de prueba, Zacha por ofrecerme distracciones, Internet Archive por ofrecer tanto por tan poco y a la piratería que sin ella no tendría herramientas digitales.


Impreso en verano de 2023 Viña del Mar, Valparaíso Chile





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