Rehabilitacion de Rapaces

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Rehabilitación de aves salvajes heridas Técnicas de reparación de fracturas en las extremidades

Caldera Domínguez, J. Gonzalo Cordero, J. M.

MANUAL TÉCNICO


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«Suena un trueno. Opaco, feo, sin más eco que el espanto. Propaga el valle la atroz presencia de las armas. Una lluvia invisible con gotas de plomo, más veloz que el estampido, golpeó las entrañas palpitantes. Aquel que era caliente, abrigado de pelo o pluma, aquel que movía el aire o animaba los surcos o los baldíos, se frena. Una macabra voltereta ocupa el lugar del alegre trino, de la profunda ronca o del leve cloqueo. Otro segundo más y un cuerpo muerto golpea la tierra. Se adensa entonces un escalofrío: tirita de nuevo la Naturaleza, que se sabe cada día más sola.» Joaquín Araujo


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Edición y coordinación general: José Luis Rodríguez Primera edición: Avila, 1993 © Javier Caldera Domínguez

Edita: FONDO NATURAL, S.L. Plaza de la Victoria, 4 - 2.° 3 05001 AVILA Dep. Legal: AV-249-1993 ISBN: 84-604-7706-1 Imprime: Imagen Gráfica de Avila, S.L. - AVILA Printed in Spain (impreso en España) Reservados todos los derechos


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Rehabilitación de aves salvajes heridas Técnicas de reparación de fracturas en las extremidades

Dr. Javier Caldera Domínguez Doctor en Veterinaria por la Facultad de Veterinaria de León. Universidad de León

Dr. José Manuel Gonzalo Cordero Catedrático de Cirugía de la Facultad de Veterinaria de León. Universidad de León

Ediciones Fondo Natural, S.L. - Avila


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Agradecimientos A todos los que, de una forma u otra, han contribuido a que esta ilusi贸n se transforme en realidad.


ÍNDICE GENERAL Página Introducción

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1. Anatomía 1.1. Aparato digestivo 1.2. Aparato respiratorio 1.3. Aparato urogenital 1.4. Aparato locomotor 1.5. Piel y plumas

13 13 14 15 16 29

2. Fisiología 2.1. Generalidades 2.2. Aparato digestivo 2.3. Aparato respiratorio 2.4. Aparato urogenital 2.5. La muda

33 33 34 35 39 39

3. Manejo 3.1. Estrés 3.2. Problemática general 3.3. Captura y transporte 3.4. Examen del paciente aviar 3.5. Resumen patológico, topográfico y sistemático 3.6. Shock 3.7. Alimentación de pollos y adultos 3.8. La impregnación 3.9. Injertos de plumas

45 45 51 54 56 65 67 70 72 73

4. Aspectos preliminares a la cirugía 4.1. Vías de administración de fármacos 4.2. Fármacos más corrientemente utilizados en medicina de aves ... 4.3. Factores de riesgo 4.4. Electrocirugía y microcirugía

75 75 81 84 95

5. Anestesia 5.1. Generalidades 5.2. Precauciones en la anestesia

97 97 97

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Página 5.3. 5.4. 5.5. 5.6. 5.7. 5.8.

Profundidad de la anestesia Preanestesia Anestesia local Anestesia general Recuperación de la anestesia Urgencias en anestesia de aves

98 100 101 102 109 109

6. Osteosíntesis 6.1. Etiología de las fracturas 6.2. El callo óseo 6.3. Inmovilización externa 6.4. Técnicas quirúrgicas cruentas 6.5. Estimulación electromagnética

111 111 113 116 120 132

7. Postoperatorio 7.1. Influencia del comportamiento del paciente en el postoperatorio ... 7.2. Las perchas 7.3. El baño 7.4. Temperatura ambiental

135 136 137 138 139

8. Puesta en libertad 8.1. Valoración física 8.2. Valoración psíquica 8.3. El entorno de la suelta 8.4. Técnicas de suelta 8.5. Destino de los animales irrecuperables

141 141 148 150 153 158

9. Casos clínicos 9.1. Material y métodos 9.2. Resultados 9.3. Discusión

163 163 173 183

10. Bibliografía

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Introducción

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Desde sus orígenes, el hombre obtuvo de la naturaleza todo lo que precisó para sobrevivir y desarrollarse, manteniéndose en un delicado equilibrio con el medio durante siglos. Las presiones que se ejercen en la actualidad sobre los recursos naturales del planeta han roto este delicado balance y las consecuencias se nos muestran en forma de desertización progresiva, contaminación ambiental, desaparición de miles de especies animales y vegetales, y un largo etcétera. Para aquellos que ignoran las interrelaciones biológicas de unas especies con otras y las de éstas a su vez con el medio, la desaparición de una veintena de ellas no representa nada. Sin embargo, resulta evidente que es la multiespecificidad de los seres vivos en un biotopo lo que permite el desarrollo armónico de los distintos ecosistemas. Las aves rapaces, junto con otros seres vivos, forman la cúpula de la pirámide de los depredadores y desempeñan un papel fundamental en la cadena biológica por el control que ejercen sobre algunas especies, a veces muy prolíficas. Por tanto, podemos afirmar que su extinción originaría un desequilibrio que ocasionaría, a su vez, otros nuevos sobre el medio. En nuestro país, estas aves fueron perseguidas y aniquiladas por la ley durante años, siendo consideradas «alimañas». Esta idea, desgraciadamente, aún permanece en muchos de los hombres que cruzan nuestros campos con la escopeta al hombro y miles de rapaces caen cada año víctimas de sus disparos. Afortunadamente, en las últimas décadas esta mentalidad ha ido cambiando; el nacimiento de asociaciones ecologistas, la construcción de centros de recuperación de la fauna, la realización de estudios sobre especies en vías de extinción y un largo etcétera, así lo demuestran. La corriente actual no es sólo no destruir, sino preservar el medio y fomentar el crecimiento natural de las especies, y en ese marco queremos incluir este trabajo. 11


En España existen numerosos datos sobre la biología de estas aves (reproducción, censos, etc.), pero los estudios en el campo de la cirugía están diseminados y, en un gran número de casos, llevados a cabo por autodidactas. Pretendemos que este libro sirva para aportar un poco más de luz a la rehabilitación de las aves salvajes heridas, centrando el estudio en el manejo y la cirugía de los casos que con más frecuencia son hospitalizados en centros de recuperación de la fauna salvaje. Si nuestro trabajo sirve para que puedan ponerse en libertad algunas de las aves cuyas vidas, por ignorancia quiero pensar, el hombre intentó truncar sin conseguirlo, se habrán cumplido nuestros deseos. Indice

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1. Anatomía

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1.1. Aparato digestivo Las aves no poseen dientes, por tanto, el alimento pasa al interior del aparato digestivo sin triturar. Algunas rapaces despluman y despedazan las piezas con ayuda de su pico curvo, pero en la cavidad oral el alimento no sufre modificación física. Dependiendo del tipo de ave, el pico —estructura rígida— es utilizado para despiezar, aplastar, extraer o filtrar el alimento y como «pala» para beber el agua que necesitan. Algunas especies, como las palomas y los pinzones, son capaces de succionar el agua con el pico. El número de papilas gustativas de la cavidad oral es escaso. Su paladar es hendido y duro y carecen de paladar blando. La pared ventral del esófago se dilata a la entrada del tórax formando el buche, donde los alimentos sufren una maceración. Su capacidad es variable según la especie, pequeño en paseriformes, pero muy desarrollado en columbiformes y algunas aves necrófagas, donde puede llegar a almacenar hasta 1 kilo de alimento. La digestión química y enzimática se realiza en el estómago glandular o proventrículo y la trituración física del alimento en la molleja o ventrículo. El ácido clorhídrico secretado en el proventrículo consigue bajar el pH del contenido gástrico en algunas especies hasta 1-1,5, inactivando así gérmenes como los de la putrefacción (en aves necrófagas). Esta misma acidez es también capaz de disolver los huesos y las espinas que algunas aves carnívoras ingieren. Otros individuos, como las lechuzas, no los toleran, y los regurgitan nuevamente vía oral. El interior de la molleja está revestido de una gruesa capa de epitelio queratinizado con gran poder proliferativo que protege la mucosa del poder triturador de ese órgano. 13


El intestino grueso posee dos ciegos en aves granívoras y rapaces nocturnas, pero, según Steiner (1984), el ciego no existe en las rapaces diurnas, maitines pescadores y vencejos. En las últimas porciones del intestino grueso, en el recto, existen conexiones con el aparato urinario y genital. La defecación se compone por elementos del aparato digestivo y urinario. En algunas rapaces como los falcónidos (halcones, cernícalos, etc.), la musculatura de la región anal está circundada por potentes músculos que permiten la expulsión de las heces a gran distancia.

1.2. Aparato respiratorio La tráquea se prolonga desde la laringe hasta la entrada de la cavidad torácica. Está compuesta por anillos cartilaginosos completos, osificados en aves acuáticas. En la bifurcación de la tráquea aparece el órgano fonador: la siringe. La tráquea se bifurca en dos bronchas primarius, cada uno de los cuales cursa hacia un pulmón. De los bronchusprimarius se originan los broncha secundara y de éstos los parabronchus, que se ramifican y anastomosan libremente. Los parabronchas son continuos y forman una malla de capilares aéreos interconectados a la que se yuxtaponen los capilares sanguíneos, creando un eficaz sistema de intercambio de oxígeno merced a la gran cantidad de espacio existente. El sistema aumenta la eficacia de intercambio de gas en el pulmón, gracias al mecanismo de contracorriente que existe entre el sentido de circulación del aire y el de la sangre, que son opuestos (154).

Figura 1.1.—Ramificaciones del pulmón y sacos aéreos.

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Los sacos aéreos son bolsas finísimas que, generalmente en número de nueve, ocupan la cavidad torácica y abdominal. Algunos establecen contacto con los huesos neumáticos del esqueleto, al tiempo que se comunican con los pulmones mediante bronchus primarius y parabronchus. No son estructuras indispensables para la respiración, pero su falta reduce la ventilación pulmonar. Sus principales funciones son humedecer el aire inspirado y actuar como termorregulador del organismo.

1.3. Aparato urogenital

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El aparato urinario se diferencia del de los mamíferos por la presencia de unos ríñones alargados y lobulados, adheridos fuertemente a la región dorsal de la cavidad abdominal. No presentan división entre corteza y médula y desde el lóbulo caudal de cada riñon parte un uréter que desemboca directamente en el urodeum de la cloaca, puesto que no existe vejiga urinaria. Los testículos son intrabdominales y los conductos deferentes finalizan en la cloaca. No existe órgano copulador propiamente dicho, aunque algunas anátidas poseen una protuberancia fálica similar a un pene.

Figura 1.2.—Aparato genital femenino: 1. ovarium y folículos; 2. infundibulum; 3. magnum; 4. isthmus; 5. uterus; 6. vagina; 1. uréteres; 8. colon.

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En el aparato genital femenino se desarrolla únicamente el ovario y oviducto izquierdo. La cloaca es la región donde finaliza el aparato digestivo, urinario y genital. Gheite (1981) la divide en: — Coproceum, como continuación al recto. — Uroceum, en el que desembocan dorsalmente uréteres y deferentes u oviducto. — Protoceum, en cuya cara dorsal se desarrolla la bursa Fabrici.

1.4. Aparato locomotor El aparato locomotor de las aves posee una serie de diferencias con respecto al de los mamíferos que le facultan para poder volar. Los tres pilares básicos que han permitido esta sorprendente cualidad son: — El desarrollo de la musculatura en la región pectoral. — La presencia de plumas. — La ligereza del esqueleto.

1.4.1. Esqueleto Algunos huesos tienen carácter neumático, es decir, están ocupados por aire en su región interna, y mantienen conexiones directas con los sacos aéreos, que a su vez comunican con los pulmones. El carácter neumático de los huesos depende de la especie y la región ósea; son siempre neumáticos los huesos humerus, femoris y sternum, y sólo en ocasiones el tibiotarsus, parte del os comcoides y las vertebrae cervicalis. Como consecuencia del puente que se establece entre los pulmones y el canal medular, las infecciones pueden transmitirse en uno u otro sentido y, por tanto, en las fracturas óseas abiertas que afectan a las extremidades, son posibles las infecciones en sacos aéreos, pulmón, canal medular, etcétera. Aunque la arquitectura interna del hueso, a base de cristales de hidróxido de apatita asociados a fibrillas colágenas, es básicamente igual a la de los mamíferos, existen importantes diferencias: 16

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Figura 1.3.—Esqueleto de un ave: 1. Os incisivum; 2. Nares: 3. Os nasale; 4. Os lacrímale: 5. Os dentale; 6. Os palatinum; 7. Os quadratojugale; 8. Os pterygoideum; 9. Os quadratum; 10. Os articulare; 11. Atlas; 12.Axis; 13. Vertebrae cervicalis; 14. Clavícula; 15. Os coracoides; 16. Scapula; 17. Humerus; 18. Radius; 19. Ulna; 20. OS CARPI radialie; 2\.Os carpí ulnare; 22.DigitusII; 23. OS metacarpaleIII; 24. Os metacarpaleIV; 25.DigitusIII; 26. Dígitas IV' 27. Vertebrae thoracicae; 28. Costa vertebralis; 29. Cosía sternalis; 30. Processus uncinatus; 31. Sternum; 32. Processus costalis; 33. Processus thoracius; 34. Processus abdominalis; 35. Os ilium; 36. Os ischii; 37. Os pubis; 38. Foramen ischiadicum; 39. Foramen obturatum; 40. Vertebrae caudalis; 41. Pygostilus; 42. Os femorís; 43. Patella; 44. Tibiotarsus; 45. Fíbula; 46. Tarsometatarsus; 47. Os metatarsale I; 48. Phalanges digitii IV.

1. Los huesos largos de las aves tienen una cortical muy fina, con poca o ninguna organización en sus sistemas de Havers y el interior del hueso está atravesado por un gran entramado de trabéculas óseas que se orientan por toda la cavidad medular, permitiendo contrarrestar las fuerzas mecánicas externas que cargan sobre el hueso. La mayor cantidad de trabéculas óseas se localizan en los extremos, coincidiendo con los lugares de mayor tensión durante el vuelo. Esta valiosa trama aporta una gran ligereza y resistencia con un mínimo de sustancia ósea (30) (120). 17


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Figura 1.4.—Sección del hueso femoris en un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus). Cortical fina y trabéculas en el canal medular.

2. Sus huesos largos son menos elásticos y se fracturan con más facilidad que los de los mamíferos, debido a su fina y dura corteza y al mayor contenido en sales inorgánicas. 3. El sternum se encuentra articulado con un hueso; os coracoides, en cuyo extremo proximal posee fuertes ligamentos con la clavícula y la scapula. El gran desarrollo del sternum posibilita la inserción de los auténticos músculos valadores (M. pectoralis). Está unido a las costa vertebralis por ligamentos, no mediante unión costocondral. 4. En la región coxígea, la última vertebra es el pygostylus, en la que se anclan las plumas de la cola mediante ligamentos apropiados. 5. Refiriéndonos al miembro torácico, no todas las aves poseen igual proporción en la longitud de sus huesos. La evolución ha marcado diferencias acordes con la aptitud de cada una y, por ejemplo, las grandes aves planeadoras como buitres, albatros, cóndores, etc., cuyo movimiento de 18


alas es lento y realizan largas travesías en vuelo de planeo, presentan un humerus proporcionalmente largo con respecto al resto de los huesos del ala. Sin embargo, para Satterfield (1981), las aves de vuelo potente y rápido, como las ánades y algunas gallináceas, experimentan un acortamiento sustancial del humerus frente a una ulna, radius y metacarpale III y IV de mayor longitud. 6. El os humerus se une mediante potentes ligamentos a os coracoides y scapula en un punto, en el que también se fija la clavícula, constituyendo así una región clave para el vuelo, compuesta por cuatro epífisis. El humerus Indice presenta en su extremo proximal la fosa pneutricipitalis, por la que penetra el saco aéreo. Su extremo distal tiene un cóndilo y dos trócleas para articular con la ulna y el radius (76). 7. La ulna es de mayor diámetro que el radius. Su región posterior posee fuertes ligamentos que la unen a los cálamos de las remige secundarii (figura 1.5). 8. Los huesos del carpo se fusionan, quedando reducidos a dos: os carpí radíale y os carpí ulnare. 9. La mano está compuesta por los huesos metacarpale fusionados y los digitus II,III y IV El segundo dedo es el soporte de la denominada «ala degenerada» (úlula), y el tercero y cuarto sirven de soporte a las remige primarii, plumas verdaderamente posibilitadoras del vuelo que se unen a los huesos de la mano de una forma muy amplia por toda la superficie ventral del os metacarpale III y IV y el digitus III. 10. Las vértebras sacras y el coxal se hallan fusionados, formando el cinturón pélvico. En el miembro pélvico no existe un tarso diferenciado; la tibia y los huesos proximales del tarso se unen formando el os tibiotarsus. Asimismo, los huesos metatarsianos II, III y IV se fusionan con los tarsianos distales, formando os tarsometatarsus. 11. El dedo dirigido hacia atrás es el digitus I con una falange; hacia adelante se proyectan digitus II, III y IV, con 2, 3 y 4 falanges, respectivamente. 19


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1.4.2. Miología El sistema muscular de las aves no presenta grandes diferencias con respecto al de los mamíferos, si bien merece la pena mencionar la región de los músculos pectorales que, según Bellangeon (1981), en algunas especies puede llegar a representar hasta el 15 por 100 del peso corporal. Este voluminoso paquete insertado en el os sternum es el motor que mueve las alas del ave con potencia y rapidez. En especies de vuelo batiente como la perdiz roja (Alectoris rufa) o el ánade real (Anasplathyrynchus), o incluso en rapaces que se ciernen como el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), esta rapidez sorprende si se tiene en cuenta que las inserciones ligamentosas de este gran músculo están en el primer tercio del hueso humerus, y que el punto de verdadera resistencia al aire se encuentra en la punta de las alas, es decir, dos articulaciones más hacia el exterior. 20


El citado paquete está compuesto por los siguientes músculos: — M. supracoracoideus.—Se origina en la superficie ventral del sternum y va a insertarse al tuberculum dorsale del humerus mediante un tendón que pasa por el foramen trisseum, de manera que se establece una polea que permite rotar el humerus si el ala está plegada, y deprimirlo si está replegada. — M. subcoracoideus.—Se origina en el sternum, la scapula y el os coracoides. Se inserta próximo a caput humeri. — M. pectoralis.—Se origina a lo largo de todo el sternum, la clavícula y la membrana coracoclavicularis. Se inserta en el humerus por un fuerte tendón y posee tres partes: pars propatagialis, pars subcutanea abdominalis y pars subcutánea thoracica (37). Existen algunos músculos más que intervienen activamente en los movimientos del ala (m. coracobrachialis internus y externus, m. subscapularis, m. teresminor, etc.), pero poseen una importancia secundaria y no consideramos preciso su detalle. El miembro torácico posee una estructura única: la patagia, membrana que ocupa la región anterior del ángulo que se forma entre el humerus y la ulna y radius. Su función es aerodinámica, disminuyendo la resistencia al aire durante el vuelo. La porción más anterior consta de un fino tendón que corresponde al m. tensor propatagialis.

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1.4.2.1. Músculos del miembro torácico. Vista dorsal

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30 32 Figura 1.6.—Músculos del miembro torácico. Vista dorsal: 1. M. rhomboideus superficialis; 2. M. latissimus dorsi, pars cranialis; 3. M. deltoideus minor; 4. M. supra coracoidus; 5. M. tensor propatagialis; 6. M. extensor longus digiti majoris, pars proximalis; 1. M. extensor brevis alulae; 8. M. extensor longus alulae; 9. M. deltoideus majory retinaculum; 10. M. scapulo humeralis caudalis; 11. M. extensor metacarpí radialis; 12. M, adductor alulae; 13. M. interosseus dorsalis; 14. M. ulnometacarpaUs dorsalis; 15. M latissimus dorsi, pars caudalis; 16. M. tendo brevis; 17. M. tendo longa; 18. M. bíceps brachii; 19. M. ligamentum elasticum propatagiale; 20. M. flexor digiti minoris; 21. M. extensor digitorum communis; 22. M. extensor metacarpi ulnaris; 23. M. interosseus ventralis; 24. M. estepicondyloulnaris; 25. M. supinator; 26. M. pectoralis; 27. M serratus superficialis, pars metapagialis; 28. M. latissimus dorsi, pars metapagialis; 29. M. serratus superficialis, pars caudalis; 30. M. scapulotrkeps; 31. M. brachialis. 32. M. retinaculum, m. extensoris metacarpi ulnaris.

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1.4.2.2. Músculos del miembro torácico. Vista ventral

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Figura 1.7.—Músculos del miembro torácico. Vista ventral: 1. M. tensorpropatagialis; 2. M. pectoralis, parspropatagialis; 3. M. retinaculum flexorum: 4. M. abductor alulae; 5. M. flexor alulae; 6. M. abductor digiti majoris; 7. M. ulnometacarpalis ventralis; 8. M. bíceps brachii; 9. M. extensor logus digiti majoris; 10. M. adductor alulae; 11. M. interosseus ventralis; 12. M. flexor digitorum superficialis; 13. M. extensormetacarpi radialis, capulventrale; 14.M flexor digitorum profundus; 15. M. ulnometacarpalis dorsalis; 16. M. flexor digiti minoris; 17. M. flexor carpi ulnaris, pars cranialis; 18. M. pronator profundus; 19. M. flexor carpi ulnaris (ligamemum elasticum); 20. M. flexor carpi ulnaris, pars caudalis; 21. M. pronatus superficialis; 22. M. scapulotriceps; 23. M. pectoralis; 24. M. humerotriceps; 25. M. expansor secundariorum, tendo proximalis y tendo distalis; 26. M. brachialis; 27. M. flexor carpi ulnaris.

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1.4.2.3. Músculos del miembro pélvico. Vista lateral

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Figura 1.8.—Músculos del miembro pélvico. Vista lateral: 1. M. iliotibialis cranialis; 2. M. iliotibialis lateralis; 3. M. iliofibularis; 4. M. gastrocnemius, pars medialis; 5. M. flexorperforansy perforatus digitill; 6. M.fibularis longus; 1. M.fibularis brevis; 8. M. flexor perforans y perforatus digiti III; 9. M. caudofemoralis; 10. M flexor cruris medialis; 11. M. flexor cruris lateralis, pars pélvica; 12. M. gastrocnemius, pars lateralis; 13. Aponeurosis m. fibularis longi; 14. Cartílago tíbialis; 15. Tendo m. gastroenemialis.

1.4.3. Vascularización La cirugía en las extremidades de las aves debe pasar por un buen conocimiento de sus vasos y nervios si se pretende obtener un alto porcentaje de recuperaciones. Las nuevas técnicas de microcirugía que actualmente son empleadas en medicina humana supondrán uno de los pilares básicos para la traumatología de las aves salvajes heridas en un futuro próximo, ya que un gran número de casos sufre lesiones en el paquete vasculonervioso sin que se actúe sobre él por la dificultad que entraña el manejo de vasos y nervios de calibre tan reducido. 24


Los huesos largos poseen tres vascularizaciones diferentes e independizadas, aunque existen multitud de anastomosis que las interconexionan (122): — Arteria nutricia.—Casi siempre única. Se divide en dos ramas cuando llega a la cavidad medular, consiguiendo irrigar hasta el 70 por 100 de la región interna de la corticla. — Arterias del periostio.—Nutren el resto de la cortical. — Arterias cápsulo-epifisarias.—"Nutren las epífisis. A continuación se detallan los vasos más importantes del miembro torácico Indice y pélvico.

Figura 1.9.—Vascularización del miembro torácico. ABREVIATURAS: antebr.: antebraquialis; circunf: circumflexa; collat: collateralis; cutan.: cutánea; hum.: humeri; inteross.: interossea; marg.: marginalis; metacarp.; metacarpalis; postpatag.: postpatagialis; propatag.: propatagialis.

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Figura 1.10.—Arterias del miembro pélvico. ABREVIATURAS: cutan.: cutánea: dist, caud.: disto caudalis; fem.: femoralis; genic: genicularis; metatars.: metatarsalis; plant: plantaris; prof: profunda; prox.caud.: proximocaudalis; superf: superficialis. 26


1.4.4. Inervación Para la aplicación de técnicas quirúrgicas en aves es recomendable una cirugía poco invasiva (8). Exponemos a continuación los nervios más importantes del miembro torácico y pélvico.

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Figura 1.11.—Inervación del miembro toráctico. ABREVIATURAS: N. cutan. antebr.:N. cutaneus antebrachialis; N. cutan. brach.:N. cutaneus brachialis. N. m. coracobr. cran.: N. m. coracobrachialis cranialis. N. m. latiss. dors.: N. m. latissimi dorsi. N. propatag.: N. propatagialis. 27


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Figura 1.12.—Inervación del miembro pélvico. Vista lateral. 1. Ansa. m. iliofibularis; 2. N. cutaneus femoralis; 3. N. cutaneus cruralis cranealis; 4. N.fibularis profundius; 5. N. fibularis superficialis; 6. N. m. ischiofemoralis; 1. N. parafibularis; 8. R. muscularis.


Figura 1.13.—Nervio radialis de un azor (Accipiter gentilis) en el tercio distal del humerus. Indice

1.5. Piel y plumas 1.5.1. Anatomía La piel de las aves es gruesa si se la compara con la de los mamíferos, y está unida de una forma muy laxa con sus estratos inferiores. La mayoría de las especies no poseen glándulas sudoríparas. Su capacidad contráctil es casi nula y la sensibilidad muy escasa, excepto en la cera del pico, comisuras del mismo, cloaca y región tarsometatarsiana. En esta última, la pie se transforma en escamas córneas muy sensibles y resistentes. La piel está agujereada en multitud de puntos por las bases de las plumas (154). En regiones como el miembro torácico, las plumas se unen mediante fuertes ligamentos a los huesos, pero en otros lugares del cuerpo lo hacen mediante músculos foliculares. Las plumas son el recubrimiento de la piel de las aves. Todas proceden del hundimiento de la epidermis en la dermis, en cuyo centro está la papila plumífera, a partir de la cual crece la pluma. El crecimiento de estas estructuras ocurre desde la base, no por el extremo superior, y una vez que alcanzan su máximo crecimiento (tiempo variable según la especie) quedan sin aporte sanguíneo, 29


como una estructura muerta, siendo renovadas periódicamente en el proceso biológico denominado «muda». Una pluma cortada por razones quirúrgicas no crecerá hasta la muda siguiente. Sin embargo, este extremo debe tomarse con precaución, puesto que arrancar determinadas plumas, como las rémiges primarias en fase de crecimiento, puede ocasionar una hemorragia considerable y alterar o impedir, según el caso, el nacimiento de una nueva en ese punto. La vexilla está formada por barbas que se unen al rachis. Cada barba está formada, a su vez, por bárbulas (barbulae proximalis y barbulae distalis), de las que salen numerosos ganchillos (cilium) que proporcionan a la pluma homogeneidad cuando se unen los cilium ventralis de la barbulae distalis con los puntos de Indice unión de la barbulae siguiente.

Figura 1.14.—Estructura de una pluma: I. Pluma con bandera completa (péñola). II. Pluma de contorno (mixta). III. Plumón. 1. Calumus; 2. Rachis; 1+2. Scapus; 3. Umbilicus inferior; 4. Umbilkus superior; 5. Rami interni; 6. Sulcus rachis; 1. Rami cum radis (corresponde al plumón); T. Hiporrachis; 8. Rami externi.

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1.5.2. Tipos 1.5.2.1. Plumas de vuelo Presentes en las alas y en la cola. En las alas se denominan rémiges o remeras, y según su localización hablamos de: — Remigeprimaril— Aquellas que se insertan en la mano. Son las más importantes para el vuelo. Su número oscila entre nueve y doce, según la especie. Indice

— Remige secundarii.—Se insertan en la región posterior de la ulna. — Remige terciarii.—Se insertan en el humerus. En la cola se denominan rectrices o timoneras y todas se insertan en el hueso pygostylus. 1.5.2.2. Plumas coberteras Recubren casi todo el cuerpo y las alas, otorgando aislamiento y forma aerodinámica. 1.5.2.3. Plumón Son pequeñas plumas con un rachis muy corto y suave. Constituyen el plumaje de los pollos recién nacidos, y están presentes bajo las coberteras de los adultos (54). 1.5.2.4. Filoplumas Son plumas muy finas culminadas por un pequeño grupo de barbas en la punta. Su función no es clara, pero se cree que poseen un papel propioceptor sobre las coberteras, que se orientarían adecuadamente según los estímulos nerviosos captados por aquéllas para conseguir un mayor o menor aislamiento, o una determinada posición de las plumas durante el vuelo. 1.5.2.5. Plumas sedosas Aparecen localizadas en la cara. Poseen función táctil y de filtro de sustancias aerógenas extrañas; están próximas a los ojos, oídos y fosas nasales. 31


1.5.3. Función de las plumas — Aislar y proteger del exterior.—El papel aislante del plumaje se pone de manifiesto al comprobar el incremento que sufre el metabolismo cuando faltan algunas de ellas (plumajes deteriorados, muda fisiológica o patológica, desplume excesivo durante las intervenciones, etcétera). — Posibilitar el vuelo.—Las plumas del vuelo son las rémiges y las rectrices, pero el papel fundamental descansa sobre las remige primarii, las más alejadas del cuerpo durante el vuelo, que son las que producen mayor fuerza sustentativa. — Impermeabilizar.—El plumaje de algunas aves acuáticas y otras especies es impermeable al agua, lo cual les permite mantenerse indefinidamente sobre ésta sin que contacte con la piel. Este aislamiento limita las enormes pérdidas de calor que se producirían a través del tegumento por conducción, puesto que muchas de estas aves permanecen sobre el agua durante horas. Algunos autores atribuyen esta capacidad a la presencia de la glándula uropigial, situada en la región caudo-dorsal del cuerpo, con cuya secreción se impregnan los animales el plumaje ayudados por el pico. Sin embargo, parece que esta explicación resulta dudosa, puesto que la capacidad impermeabilizante persiste tras la extirpación de dicha glándula.

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2. Fisiología

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2.1. Generalidades La tasa metabólica de las aves es alta comparada con la de los mamíferos. Su temperatura corporal oscila entre 38 y 44,4 °C, según especie, edad, sexo, estado fisiológico, etc. La termorregulación se realiza a través del aparato respiratorio y piel, ya que la transpiración cutánea está muy limitada por la inexistencia de glándulas sudoríparas y la capacidad aislante de las plumas (152). La evaporación del agua en la amplia superficie de los alvéolos pulmonares y sacos aéreos representa para estos animales el mecanismo más eficaz de pérdida de calor. Si la temperatura ambiental supera los límites tolerables, las aves extienden el cuello, abren el pico y jadean rápidamente, aumentando así la eficacia ventilatoria. Debido a su alto metabolismo y, principalmente en las aves de pequeño tamaño, la cantidad de alimento que precisan ingerir es muy elevada en relación a su peso, llegando algunas especies a necesitar su propio peso en alimento a lo largo del día. Las frecuencias cardíacas son altas; algunos paseriformes llegan de forma normal hasta 400-500 pulsaciones/minuto. Teniendo estos factores en cuenta, se valora aún más la capacidad aislante del plumaje, que puede llevar a importantes pérdidas de calor y energía si se encuentra en malas condiciones. El ave tenderá a ingerir más alimento, y si no lo hace, consumirá sus propias reservas. Esta situación se produce en la muda, y de ahí la necesidad de mantener a temperaturas ambientales adecuadas los animales durante esta fase, máxime si se trata de animales salvajes mantenidos en cautividad en los que el estrés que deben soportar lleva al organismo a un agotamiento rápido de sus reservas. 33


2.2. Aparato digestivo La saliva carece prácticamente de enzimas, teniendo como función primordial la hidratación del contenido del buche. En algunos órdenes, como los columbiformes, el buche es capaz de producir una «leche nutritiva» por proliferación de las células epiteliales de su mucosa con la que alimentan a sus crías. El alimento pasa desde el buche al proventrículo, donde se secreta C1H y enzimas digestivas. Las aves comedoras de peces, algunas rapaces diurnas, etc., producen enzimas tan potentes que llegan a digerir los huesos, pero otras como las rapaces nocturnas no los toleran. Tanto en un caso como en otro, los restos no digeridos, huesos, restos de plumas, cutículas de insectos, pelos, uñas, etcétera, son regurgitados en la denominada egagrópila, de consistencia sólida. La frecuencia, olor, tamaño y consistencia de la egagrópila es un buen parámetro estimativo del funcionamiento del aparato digestivo. El reflejo del vómito es muy patente en algunas aves, utilizándolo incluso como arma frente a sus depredadores. En pacientes hospitalizados, la aparición del vómito suele tener un componente neurógeno (buitres, cigüeñas y garzas lo hacen con suma facilidad), lo que dificulta en ocasiones la alimentación oral mediante sonda o la alimentación forzada, puesto que el alimento es nuevamente expulsado al exterior. Para evitar esto puede emplearse fármacos como el diazepam previamente a la ingestión forzada de alimento. Las aves no presentan esfínter anal externo, por lo que no pueden ejercer control sobre la defecación. Esta se lleva a cabo cuando la cloaca se llena de restos sólidos y líquidos procedentes del aparato digestivo y urinario. Durante la defecación elevan la cola y se inclinan hacia adelante, propulsando con fuerza el contenido al exterior. La expulsión lenta del contenido de la cloaca, que se evidencia por la presencia de restos adheridos a las plumas de alrededor de la cloaca, suele ir ligada a algún tipo de patología y aparece con frecuencia en aves muy estresadas.

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Figura 2.1.—Epagrópila de cigüeña blanca (Ciconia ciconia).

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2.3. Aparato respiratorio Los pulmones de las aves no contienen alveolos con sacos ciegos para el intercambio 0 2 -C0 2 , sino una fina red de capilares aéreos (no sanguíneos) que atraviesan el parénquima pulmonar y conectan los sacos aéreos. Aunque el diámetro de los capilares aéreos es menor casi en un tercio que el de los alveolos de cualquier mamífero, el sistema de intercambio gaseoso se considera que el del orden de 5-10 veces más eficaz. Algunos autores consideran a los pulmones órganos pasivos que se dilatan y contraen al tiempo que la caja torácica. Sturkie (1962) considera que no tienen la capacidad retráctil de los pulmones de mamíferos. Los sacos aéreos no toman parte activa en la respiración, actuando como meros fuelles que almacenan y liberan el aire tras haber pasado por los pulmones. Sin embargo, los sacos aéreos aumentan en gran medida el espacio vacío, aspecto éste causante de algunas sobredosificaciones anestésicas en los casos en que se utilizan anestésicos volátiles; si se desarrolla la apnea por dosis excesiva 35


de uno de estos anestésicos, aunque se corte la entrada del gas en el organismo, el acúmulo del mismo en los sacos aéreos posteriores obliga a pasar el gas por el pulmón durante los intentos de respiración artificial, aumentando así la sobredosificación. Otro aspecto del pulmón de las aves es la sensibilidad de los quimiorreceptores de C0 2 , que hace más sensibles a las aves a la hipercapnia. Merley y Payne (1964) demostraron que utilizando halotano en aves salvajes, la presión C0 2 se incrementaba gradualmente a medida que transcurría la intervención, incluso cuando la respiración parecía ser normal, pero que esta presión aumentaba mucho más en aves con respiración debilitada (de 18,27 mmHg a 50-75 mmHg en un espacio de diez minutos). Asimismo, Payne (1964) demostró en aves domésticas que, manteniendo en posición de decúbito prono a un ave durante la anestesia, el volumen/minuto respirado podía reducirse hasta en un 60 por 100 debido a la presión que ejercían las visceras sobre los sacos aéreos. Los efectos de la hipoxia son diferentes dependiendo de la especie, pero, en general, las aves necesitan más oxígeno por kilogramo de peso que cualquier mamífero. Ante estados de hipoxia manifiestos no suele existir reversibilidad; sobreviene la acidosis respiratoria, el miocardio se encuentra presionado y la presión sanguínea desciende, apareciendo el fallo cardíaco. En la respiración participan diferentes músculos, dependiendo de si el ave se encuentra en la tierrao volando. En el suelo, según Crestian (1970), son los músculos intercostales y abdominales los que actúan principalmente, ascendiendo y descendiendo el sternum. Durante el vuelo, es el m. pectoralis quien hace descender las alas al contraerse, en cuyo momento se eleva el sternum. Steiner (1984) ha comprobado que la dirección que lleva el aire desde que entra en el aparato respiratorio hasta que vuelve a salir consta de dos ciclos, con dos inspiraciones y dos espiraciones. El aire inspirado penetra por la traquea y los bronchus primarii y secundarii hasta los sacos aéreos caudales, sin entrar en los capilares aéreos del pulmón. En la espiración, este aire almacenado avanza cranealmente a través de los parabronchus, llegando a los capilares aéreos, donde se efectúa el intercambio 0 2 -C0 2 . En la siguiente inspiración, pasa de los pulmones a los sacos aéreos craneales, y en la segunda espiración, de éstos al exterior. 36

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Figura 2.2.—Mecanismo de la respiración.

2.3.1. Mecanismo del vuelo Entre las aves voladoras, las facultades para el desplazamiento y la forma de progresar en el aire están desarrolladas de muy diversa manera, pero presentan el mismo «modelo» anatómico. Su cualidad más importante gira alrededor de la conquista del espacio aéreo, puesto que ningún otro vertebrado (salvo algunas excepciones, como los murciélagos) ha conseguido adaptarse de forma tan completa al mismo. La anatomía de las aves ha evolucionado en cuatro direcciones distintas para adaptarse al vuelo: — Ligereza.—Óptima relación esqueleto-musculatura-plumas/kilo de peso corporal. — Aerodinamia.—Se han suprimido todos los apéndices que pudieran ofrecer resistencia al aire (no existen las orejas de los mamíferos, las patas se retraen durante el vuelo o se extienden longitudinalmente hacia atrás, el cuello se alinea en la dirección del vuelo, el pico es puntiagudo, etcétera). — Potencia.—Gran desarrollo de la musculatura impulsora de las alas en la región del esternón (músculos pectorales). 37


— Presencia de plumas.—F'aneros muy ligeros y que ofrecen gran resistencia al aire. La manera más frecuente de volar es el vuelo batiente, en el que las rémiges, abiertas, describen aparentemente un movimiento hacia arriba y hacia abajo. El movimiento, durante el descenso de las alas, parte en realidad de un punto antero-superior y va a otro postero-inferior. En el ascenso vuelve en sentido opuesto, pero de una forma mucho más rápida. Debido a la disposición de las plumas en las alas, similar a la de las tejas de un tejado, durante el batir de las mismas hacia abajo, las plumas se cierran unas junto a otras como una válvula, ofreciendo una gran resistencia al aire que se ve traducida en la fuerza sustentadora e impulsora que precisa el ave para volar. Al retornar el ala hacia arriba, las «válvulas» se abren y el aire penetra entre las plumas con facilidad. Durante el descenso de las alas, y por la acción m. pectoralis, se produce el ascenso del sternum, coincidiendo la espiración-inspiración con el descensoascenso de alas, respectivamente. El vuelo aparece como resultado de dos tipos de fuerza: sustentativa y propulsiva. Ambas proceden del miembro torácico, aunque en algunas especies el miembro pélvico es el iniciador de las primeras fases del vuelo. Bajo condiciones fisiológicas, el movimiento de ambas alas está sincronizado y posee igual potencia, recayendo esta fuerza sobre el centro de gravedad del ave. Cuando existen defectos de plumaje, afecciones musculares, tendinosas, óseas, etc., la fuerza activa de ambos remos no coincide en el centro de gravedad y el vuelo se ve dificultado, o resulta imposible.

Figura 2.3.—Posición de las alas y el cuerpo durante el vuelo.

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2.4. Aparato urogenital El ácido úrico es el producto final del metabolismo de las proteínas, y según Steiner (1984) se excreta mediante un mecanismo tubular aún desconocido. Las sulfamidas y otros antibióticos utilizan un mecanismo tubular semejante, por lo que su empleo debe ser muy cuidadoso cuando existan lesiones renales. El riñon posee un sistema único de aporte sanguíne_o que permite que parte de la sangre del intestino y del miembro pélvico penetre directamente en los ríñones. Como consecuencia, las enteritis e infecciones de la almohadilla plan- Indice tar («clavos») suponen un riesgo añadido para el riñón si los gérmenes o sus toxinas son conducidos hasta él desde el foco primario.

2.5. «La muda» La muda es un mecanismo fisiológico mediante el cual las aves renuevan periódicamente su plumaje. La mayoría de las rapaces mudan en el período comprendido entre abril y octubre, con oscilaciones según la especie, el hábitat y los factores ambientales. El proceso supone un aumento del metabolismo basal y un estrés adicional, que puede llegar a ser crítico para aquellos pacientes que han estado previamente sometidos a condiciones adversas, como escasez de alimentos, temperaturas extremas, cautividad, etc. (los animales que mudan en cautividad deben ser mantenidos a temperaturas ambientales de 25 a 30 °C). El primer plumaje de los jóvenes se inicia desde unas formaciones epiteliales denominadas folículos (154). La pluma aflora como una estructura muy vascularizada y con forma de cilindro, el cañón, que irá dando lugar al rachis y las barbas. Una vez terminado el crecimiento, las plumas pierden todo contacto vital con el organismo, permaneciendo como estructuras muertas, si bien, en algunas de ellas, como las remiges, mantienen una fuerte unión ligamentosa con los huesos del ala. El tiempo de permanencia de las plumas en el cuerpo suele ser de un año. Pasado este tiempo, las barbas se despegan y el rachis se hace quebradizo. Durante la muda, los niveles hormonales inducen al aumento de vascularización en la zona y las estructuras que fijaban la pluma vieja sufren una lisis. La 39


pluma cae y deja libre el camino para la estructura nueva que está partiendo ya desde el folículo. La evolución de la muda en las plumas de vuelo (remiges y rectrices) y la numeración de las mismas según la Conferencia de Tring es la siguiente: — Remige primarii.—En aves rapaces son 10, más una vestigial a veces ausente. Se numeran del interior al exterior. La secuencia de la muda comienza generalmente por la 4.a y prosigue desde este punto, divergente, hasta la 1.a y la 10.a, aunque la secuencia no es fija en todas las especies. — Remige secundarii.—Entre 13 (halcones) y 17 (águila real). Están numeradas de exterior a interior. La muda comienza en la 5.a y prosigue desde aquí hasta la 1.a y 11.a. La 12.a y 13.a mudan al tiempo-que la 8.a y 9.a. La secuencia no es fija en todas las especies. — Rectrice.—Generalmente en número de 12. Las plumas de la cola suelen mudar por pares desde el par central, aunque existen excepciones.

Figura 2.4.—Numeración de las remiges.

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Especie

Nombre científico

Período de incubación (días)

Tiempo en emplumar (días)

Gavilán

Accipiter nisus

32-35

24-30

Azor

Accipiter gentilis

36-38

41-43

Ratonero común

Buteo buteo

34-38

42-49

Halcón peregrino

Falco peregrinus

35-42

35-42

Cernícalo vulgar

Falco tinnunculus

28-31

27-30

Cárabo común

Strix aluco

28-30

30-37

Búho chico

Asio otus

27-28

23

Mochuelo común

Athene noctua

28-29

35-40

Lechuza común

Tyto alba

32-34

64-86

Lechuza campestre

Asió flammeus

24-28

24-27

Grajilla

Corvus monedula

17-18

30-35

Urraca

Pica pica

17-18

22-27

Petirrojo

Erithacus rubecula

13-14

12-14

Añade real

Anas platyrynchus

28

52

Ánsar común

Anser anser

24-30

53-57

Tarro blanco

Tadorna tadorna

28

45

Faisán común

Phasianus colchicus

21-28

Gaviota argéntea

Larus argentatus

20-34

42

Paloma doméstica

Columba livia

17-19

16-38

Género agapornis

Agapornis spp.

18

30-35

Género amazona

Amazona spp.

23-24

45-60

Figura 2.5.—Períodos fisiológicos de incubación y emplume en diversas especies.

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2.5.1. Muda anormal El diagnóstico de una muda anormal puede detectarse por la aparición de alguno de los siguientes signos: — Caída intensa de la pluma fuera de la época propia para la especie. — Pérdida excesiva de plumas en regiones concretas, con calvas locales. — Plumas que tardan mucho en crecer o no llegan a hacerlo nunca. — Plumas viejas y estropeadas que no se desprenden. Las etiologías posibles pueden ser:

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Posible causa

Síntoma

Muda intensa

Temperatura ambiental extrema, cambios bruscos de temperatura, estrés.

Lenta y escasa salida de plumas nuevas

Alimentación inadecuada, avitaminosis.

Pérdida de plumas

Acaro rojo (Dermanyssus), acaro de las plumas (Syrin-

Caída y plumas deshilachadas

Hipotiroidismo (por problema en tiroides o por deficiencia en iodo o tiroxina).

Picaje, malacia

Vicio, prurito por dermatitis, parasitosis.

Plumas deformadas

Jaula inadecuada, traumatismos.

gophilus y Dermogliphidae), sarna de patas por Knemidocoptes spp.

Figura 2.6.

2.5.2. Estimulación artificial de la muda En los centros de recuperación de la fauna salvaje son frecuentes las hospitalizaciones largas debidas, únicamente, a problemas en el plumaje. Intentar 42


acortar este lapso de tiempo mediante técnicas forzadas de muda puede verse traducido en un aumento de las posibilidades de reintegración del paciente, que no deberá verse sometido por más tiempo a los problemas de la cautividad (amansamiento, engrasamiento, conductas neurógenas, etcétera). Sin embargo, el estímulo de una muda artificial puede llevar implícito riesgos para el paciente, que se verá sometido a un gasto energético extra y, por tanto, a unos mayores requerimientos nutricionales. Existen varios mecanismos para forzar la muda de un ave: Indice

— Ambientales.—El tradicionalmente utilizado es introducir al paciente en una estancia semioscura y tranquila, denominada por los cetreros «muda», que es mantenida a una temperatura ambiental estable y caldeada (20-25 °C). — Alimenticios.—La alimentación con la glándula tímica de vacuno o porcino provoca la muda, pero la dosis diaria debe ser cuidadosamente calibrada para no producir un incremento desproporcionado del gasto metabólico que podría llevar al animal a la caquexia. — Farmacológicos.—La administración de progesterona vía oral o parenteral, o de iodo en el agua de bebida, durante varios días, produce la muda en casi todas las ocasiones.

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3. Manejo Indice

3.1. Estrés El estrés que padece cualquier animal salvaje capturado desencadena una serie de procesos en su organismo que en muchos casos terminan con su vida. Como norma general, el estrés es mayor para las aves de pequeño tamaño. Si a esto se suma la mayor tasa metabólica que tienen los seres vivos a medida que disminuye su tamaño, nos encontramos con que aves, por ejemplo, del tamaño del autillo (Otus scops) o el gavilán (Accipiter nisus) superan con dificultad el período crítico de los primeros días si no se vigila cuidadosamente su manejo (125). El estrés se produce ante situaciones de frío o calor extremos, sed, ruidos anormales, manipulaciones inadecuadas, captura, la lesión en sí, etc., pero sobre todo por la presencia física del hombre, ante el cual el ave siente verdadero terror. En las primeras fases, el organismo se prepara para una reacción que lleva a un estado de tensión constante, los niveles de glucosa en sangre aumentan por la acción de los glucocorticoides y adrenalina, y aparece un estado de ansiedad que puede terminar en shock. Los glucocorticoides de la corteza suprarrenal realizan en el organismo algunas acciones beneficiosas, pero el efecto catabólico sobre el organismo y la supresión de la respuesta inmunitaria son claramente perjudiciales. A este respecto, influyen sobre la sangre disminuyendo los niveles de eosinófilos, linfocitos, monocitos y basófilos, aunque aumentan los polimorfonucleares y el número de glóbulos rojos. Además, dificultan la cicatrización normal de las fracturas y heridas al reducir la respuesta inflamatoria. Derivado del papel inmunosupresor, puede desarrollarse con rapidez un cuadro septicémico que termina en poco tiempo con la vida del animal. 45


Por otra parte, la liberación de adrenalina de la médula suprarrenal, también con actividad hiperglucemiante, estimula el consumo de oxígeno, aumenta el metabolismo basal y produce ansiedad en el paciente. Todos estos factores, unidos a una taquicardia continua, introducen al paciente en un estado catabólico general que necesita compensar con una mayor ingesta. Si las causas actuantes persisten en el tiempo sin ser contrarrestadas, se suele desarrollar un cuadro septicémico y/o hipoglucémico que terminará en muerte o caquexia. Un dato a tener en cuenta es la vida de los corticoides en sangre. En condiciones normales, el cortisol, por ejemplo, tarda en metabolizarse aproximadamente ciento veinte minutos, mientras que en los animales estresados, por el trabajo extra que está sufriendo el hígado debido, entre otras causas, a la formación de glucógeno, no puede ser metabolizado a esa velocidad. Por tanto, los niveles permanecerán más tiempo en sangre y persistirán en su acción. 3.1.1. Prevención La oscuridad total tranquiliza a casi todas las aves y permite manipulaciones, transporte y exploraciones con riesgos menores para el clínico y el paciente. Se proponen distintas soluciones para conseguirla: 3.1.1.1. Jaula de cuidados intensivos (JCI) La jaula de cuidados intensivos permite observar al paciente de cerca sin ocasionarle molestias y evita en gran parte los efectos perjudiciales derivados de la presencia del hombre. En la misma sala pueden instalarse varias, poniendo especial interés en restringir al máximo las visitas y mantener el mayor silencio posible durante su estancia en ella. También pueden ser ubicadas en el exterior, incluso en tejados, postes, árboles, etcétera. Características: 1. Foco de calor y luz artificial (bombilla o fuente de calor de 25-60 watios). Control de su temperatura interior, bien mediante la instalación de un termostato individual para la jaula, o bien para toda la sala, y posibilidad de encendido manual para la luz interna. 46

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2. Percha. Elevada del suelo a 10-25 cm., según talla. La sección será diferente según la especie y tamaño; los falcónidos (halcones, cernícalos) precisan perchas de base plana (tronco o taco de madera). Azores, gavilanes, milanos, etc., acostumbrados a posarse en las ramas de los árboles, prefieren secciones circulares. A las rapaces nocturnas les gusta arrimarse a las paredes; las perchas deben situarse junto a ellas. Es recomendable anclarla a los laterales de la jaula para permitir que la bandeja entre y salga con facilidad. 3. Persiana (en la imagen recogida). Regula la luz del exterior y la posibilidad de ver al hombre mediante un sistema de láminas paralelas, cuya inclinación es regulable a conveniencia. Puede ser sustituida por cristal traslúcido. 4. Compartimento oscuro (opcional). El animal se introduce en él cuando necesitamos realizar la limpieza, introducir alimentos, bebida, etc. La puerta corredera que le separa de la zona de luz abre hacia la región frontal de la jaula. 5. Puerta corredera. 6. Espacio de 2-3 cm. de altura reservado a la bandeja extraíble. 7. Mirilla, o «cristal-espía», de visión en un solo sentido. Funcional una vez activada la luz en el interior. 8. Puerta de acceso para alimentación y bebida. Apertura hacia el interior. Bisagras en la región superior. 9. Bandeja extraíble con 2-3 cm. de altura de grava fina, o bien suelo con césped artificial. 10. Cuatro orificios situados en el techo de la jaula, a través de los cuales se hacen salir los cabos del «Body sling» (véase cap. 6) que se fijan fuera, o la conducción del gotero, para la administración intraósea. 11. Orificios en el techo de la jaula para ventilación. 47

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Figura 3.1.—Jaula de cuidados intensivos.

TAMAÑO 1 (cm.)

TAMAÑO 2 (cm.)

TAMAÑO 3 (cm.)

70 + 20

35 + 15

25 + 10

PROFUNDIDAD

90

50

35

ALTURA

130

60

40

FRONTAL (estancia + cuarto oscuro)

Figura 3.2.—Medidas recomendadas según talla (en cm.).

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— Tamaño 1.—Aves de la talla del águila real (Aquila chrysaetos), buitre leonado (Gyps fulvus), garza real (Árdea cinérea), etcétera. — Tamaño 2. —Aves de la talla del águila calzada (Hieraaetus pennatus), azor (Accipiter gentilis), etcétera. — Tamaño 3.—Aves de la talla del cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), mochuelo común (Athene noctua), etcétera. 3.1.1.2. Caperuzas La caperuza de cetrería fue introducida en Europa por el Emperador Federico II, destronando así al azor, «cazador a vista», por el halcón, «caballero cubierto» Indice (Rodríguez de la Fuente, 1970). El efecto tranquilizante de este artilugio es indudable, permitiendo, además, transportar y manipular al animal con cierta comodidad. Según Rodríguez de la Fuente (1970), una caperuza debe ser amplia frente a los ojos para no irritarlos, ha de adaptarse perfectamente a la cabeza para que no pueda quitársela y debe permitir comer perfectamente y devolver la egagrópila. El uso de las caperuzas de cetrería, aunque resulta idóneo para algunas aves, presenta algunos inconvenientes: — Es necesario disponer de un gran número de ellas para abarcar todas las tallas y especies existentes. — En algunas especies, por la especial morfología de su cabeza, resultan difíciles de confeccionar (rapaces nocturnas, aves de pequeña talla, etcétera). A pesar de estos inconvenientes, su uso es muy recomendable para disminuir el estrés, siempre que dispongamos de la caperuza adecuada.

Figura 3.3.—Caperuza de halcón peregrino (Falco peregrinus).

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Figura 3.4.—Caperuza de azor (Accipiter gentilis).

Si no disponemos de caperuzas, podemos vendar durante un tiempo la región de los ojos con gasa y esparadrapo, poniendo cuidado en no dañar los ojos y respetar los orificios nasales, y permitiendo cierta movilidad al pico. Este sistema puede sernos de utilidad cuando no contamos con la JCI adecuada o precisamos transportar al paciente. 3.1.1.3. Sutura de párpados Este método cruento, utilizado por algunos cetreros medievales durante la primera fase del adiestramiento y denominado por ellos «pestañeo», consiste en cerrar los párpados con dos puntos de sutura con objeto de impedir totalmente la visión. La sutura de párpados, realizada con cuidado y en el momento preciso, es un buen método para tranquilizar las aves. Para llevarla a efecto se recomienda la anestesia general y, por tanto, el momento más adecuado es tras los minutos 50


que siguen a la finalización de la intervención quirúrgica, con el paciente aún anestesiado. Sin embargo, en ningún caso aplicaremos anestesia general con el único objeto de suturar los párpados, por el riesgo que ésta conlleva. Para suturar los párpados debe utilizarse material de sutura que produzca poca reacción inflamatoria (nylon o supramid) de dos o tres ceros y con aguja enfilada. El punto se aplica primero sobre el párpado superior y se continúa con el inferior. Para mayor comodiad del cirujano, la primera sutura puede anudarse después de que el segundo punto haya sido aplicado. La técnica también puede ser utilizada aplicando un solo punto en cruz. 3.1.1.4. Habitáculo en oscuridad Habitaciones o salas oscuras pueden ser empleadas para albergar aves, pero presentan el inconveniente de necesitar más espacio por individuo y de un difícil manejo individualizado del paciente. Como medidas complementarias a las que consiguen disminuir el estrés basadas en la oscuridad que producen, existen otras no derivadas de la influencia de luz, igualmente importantes: — El tratamiento con tranquilizantes vía oral (por ejemplo, diazepam) durante los primeros días, puede resultar beneficioso (siempre que el animal no haya padecido severas hemorragias, ya que la mayoría de los tranquilizantes poseen efecto hipotensor). — En las proximidades del paciente los ruidos deben reducirse al mínimo. — Las manipulaciones directas al paciente serán las imprescindibles. — La temperatura ambiental se mantendrá en torno a 25-30 °C. — La limpieza de la estancia se efectuará a diario.

3.2. Problemática general La hospitalización de un ave salvaje herida está rodeada por una serie de factores adversos que se repiten con frecuencia en cada caso clínico. Los datos sobre la etiología, antigüedad de la lesión y alimentación recibida son a veces imprecisos, y la captura, transporte y manejo puede que hayan sido efectuados por personal especializado. 51

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El tiempo que transcurre desde el accidente hasta la hospitalización resulta decisivo para la vida del animal. Al obligado período de ayuno se le suman los efectos del estrés y las consecuencias de la lesión (hemorragias-shock hipovolémico, heridas abiertas-infecciones locales, septicemias). Todos estos factores conducen a un grave cuadro de acidosis metabólica que será necesario controlar rápidamente, bien mediante la administración de sueros tipo Ringer Lactato, bien con la ayuda de otro tipo de complejos minerales y electrolíticos que restituyan la normalidad al organismo. Algunos medios técnicos, como los rayos X, pueden ayudarnos a determinar la etiología (disparos por arma de fuego), pero en ocasiones los perdigones atraviesan el cuerpo sin dejar huellas visibles. Generalmente, para establecer la etiología se recurre al análisis de las lesiones y a la investigación en el lugar en que fue capturado; aves próximas a alambradas o tendidos eléctricos pueden haber sufrido choques o electrocuciones; las rapaces nocturnas encontradas en las cercanías de carreteras, generalmente han sido atropelladas, y los pollos recogidos cerca de nidos pueden arrojarse voluntaria o involuntariamente de los mismos. Tras la investigación, resta un porcentaje de aves en el que no es posible determinar su etiología.

Figura 3.5.Fracturas óseas en un azor (Accipiter gentilis) producidas por perdigones.

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Otro de los principales problemas es la negativa del paciente a ingerir voluntariamente alimento. Los efectos del estrés mantienen tal estado catabólico sobre el organismo que las reservas se agotan en poco tiempo si no son repuestas. Para evitarlo, «embucharemos» al paciente, introduciéndole forzadamente la comida en la garganta (76). Si consideramos como lesión-tipo a las fracturas óseas abiertas ubicadas en algún hueso del miembro torácico o pélvico originadas por disparos, los factores adversos pueden reflejarse en los siguientes puntos: 1. Las lesiones que producen los perdigones (fracturas, laceraciones en ner- Indice vios, vasos, músculos, piel, etcétera). 2. Hemorragias por la lesión. 3. Contusión al estrellarse contra el suelo. 4. Hemorragias subsiguientes al cortarse con los extremos óseos fracturados sus propios vasos, nervios y músculos. 5. Ayuno durante horas (a veces más de un día). 6. Infecciones locales o sistemáticas por la vía abierta con el exterior. 7. Estrés y sus consecuencias debidas a la cautividad y a las manipulaciones del hombre.

Figura 3.6.—Fractura abierta en ulna y radius de un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus).

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En ocasiones, la intervención quirúrgica constituye un factor de riesgo más para el ave, que tendrá que soportar durante la misma la anestesia y nuevas hemorragias. Todos estos hechos llevar a la obtención de unos resultados muy bajos de recuperación total, entre el 25 y el 40 por 100, pero con cifras aún menores para los pacientes con fracturas abiertas localizadas en el miembro torácico.

3.3. Captura y transporte La captura debe realizarse bajo condiciones de oscuridad para evitar debatidas del animal, preferiblemente durante la noche o en habitáculos totalmente oscuros. Es recomendable arrojarle una tela amplia por encima y envolverle con la misma, manteniendo las dos alas fijas al cuerpo. La oscuridad le tranquilizará, y con las alas sujetas evitaremos autolesiones. Es el momento de acoplarle la caperuza, si se dispone de ella, y de protegerse de su pico y garras (en rapaces, zancudas, etc.). En tanto se realiza una primera exploración, el pico y las garras pueden mantenerse cerrados si se envuelven con varias vueltas de esparadrapo o celofán. En animales de talla mediana o pequeña, nuestras dos manos sujetarán firmemente al paciente con la espalda dirigida hacia nosotros, manteniendo envuelta también la cabeza en la tela. Las aves de gran tamaño se sujetan mejor si las encajamos en nuestra región axilar, entre brazo y tronco, al tiempo que una de nuestras manos traba sus dos patas y la otra su cuello y cabeza. La caja de transporte debe poseer las siguientes características: — Interior oscuro y acolchado en paredes y techo. — Anchura no mucho mayor a la del diámetro del tronco del paciente. — Altura suficiente para permitir viajar de pie. — Material de construcción fácilmente lavable y desinfectable. — Suelo antideslizante: 2-3 cm. de espesor de grava fina o arena, o suelo de césped artificial. — Acceso amplio al interior. Si la lesión radica en algún hueso del miembro torácico, antes de introducir al paciente en la caja de transporte sujetaremos ambas alas al cuerpo mediante unas vueltas de celofán alrededor del mismo. 54

Indice


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Figura 3.7.—Vendaje de las garras y control de la temperatura rectal en un águila real (Aquila chrysaetos).

Para el transporte, colocamos la caja en posición estable y mantendremos silencio durante el trayecto, manipulando el vehículo con cuidado. En todos los contactos que se mantengan con el paciente intentaremos evitar que pueda ver al hombre, utilizando caperuzas, telas u otros sistemas aplicados sobre los ojos, y en ningún caso le sujetaremos por los extremos de las alas o de las patas. 55


3.4. Examen del paciente aviar 3.4.1. Estado general Evaluar el estado general de una ave no es tarea fácil, puesto que la actitud del paciente no es la misma en presencia del hombre que cuando se encuentra solo. A pesar de ello, es imprescindible realizar esta valoración prequirúrgica antes de intentar la cirugía. Las reacciones de agresividad y huida son parámetros que indican buen estado físico y psíquico, pero es necesario observar al paciente sin que nos vea para poder emitir un dictamen más real de su situación. Mediante mirillas, o a través de cristales de visión unidireccional se observará la posición del cuerpo en la percha (erguida o caída), de las alas en el cuerpo (laxas, sin fuerza para mantenerlas en su posición, o bien situadas), el movimiento de las pestañas (rápido y limpio, o lento). Observaremos, asimismo, las reacciones de alerta o pasividad ante ruidos desconocidos, la posición del cuerpo y potencia durante la defecación, conducta ante la comida, estado de las plumas, etcétera (119). Las aves de pequeño y mediano tamaño se ven sometidas en la naturaleza a una depredación constante que les obliga a mantener una vigilancia continua del entorno. Si su capacidad de respuesta disminuye por enfermedades u otras causas, se convierten en presas fáciles. Por esta razón, los enfermos subclínicos mantienen una apariencia casi normal, y cuando los síntomas son ya evidentes el estado general está tan deteriorado que difícilmente se consigue su recuperación. Para evaluar el estado general nos valemos de signos externos e internos. Son externos los expuestos en el apartado siguiente en referencia al shock y, además, la palpación de los músculos pectorales. Una buena musculatura, según Rodríguez de la Fuente (1970), es aquella que se asemeja a la coraza de una armadura medieval, es decir, a la palpación se nota levemente la quilla del esternón, que se continua con suavidad en unos músculos prietos y redondos. Como signos internos, la comprobación de un hematocrito (PCV) bajo nos indica estados anémicos (valores por debajo de 22), generalmente debidos a hemorragias copiosas. Los valores superiores a 55 aparecen en pacientes deshidratados. 56

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Otros parámetros, como la glucemia, nos informan sobre las reservas energéticas del organismo. Los niveles de glucosa en sangre de las aves son altos comparados con los de mamíferos. Son valores fisiológicos los comprendidos entre 180 y 500 mg/dl (dependiendo de la especie), sin embargo, debemos tener en cuenta que la adrenalina y los glucocorticoides liberados al torrente circulatorio ante situaciones de estrés actúan con un efecto hiperglucemiante. La obtención de valores por debajo de 180 mg/dl debe hacernos pensar en un agotamiento de las reservas, pudiendo cursar con un cuadro de convulsiones hipoglucémicas. Los niveles elevados de glucosa, si aparecen combinados con Indice poliuria y polidipsia suelen ser signo de diabetes mellitus. La proteína total en sangre oscila entre valores de 2,5-8,5 g/dl. Steiner considera que las aves con tasas inferiores a 2,5 g/dl fallecen siempre, aunque se instaure un tratamiento. Los niveles bajos de proteína total en sangre aparecen en las hepatitis y nefritis crónicas, en la malnutrición, en casos de malabsorción intestinal (como consecuencia, por ejemplo, de parasitismo intestinal crónico), etcétera. La hiperproteinemia suele venir asociada a estados de deshidratación, inflamaciones crónicas, etcétera. La determinación del ácido úrico en sangre (de 4-21 mg/dl) refleja el fisiologismo del riñon y su capacidad para metabolizar-filtrar. El ácido úrico es el principal producto del catabolismo proteico, del nitrógeno no proteico y de las purinas. El riñon de los mamíferos excreta la urea exclusivamente por filtración, mientras que en las aves se elimina por secreción tubular. Las concentraciones aumentan en sangre en procesos como la inanición, la gota, enfermedades renales graves y en necrosis tisulares. Los niveles de colesterol suelen situarse en las aves por debajo de los 200 mg/dl, aumentando en enfermedades hepáticas y en el hipotirodismo. Los niveles descienden por debajo de lo fisiológico en las septicemias bacterianas. Las aves no poseen biliverdina reductasa, enzima necesaria para transformar la biliverdina (de color verdosa) a bilirrubina (amarilla). Por tanto, la bilirrubina representa un pequeño porcentaje de los pigmentos biliares de las aves. El riñón elimina rápidamente los dos pigmentos, dando una coloración verdosa a las excretas. La biliverdinuria es signo de enfermedad hepática, anemia hemolítica o inanición. La biliverdinemia (en casos graves se ve traducida por una coloración verdosa del suero), suele ser indicio de enfermedad hepática grave. 57


La AST (aminotransferasa sérica de aspartato), también denominada GOT, aumenta en la necrosis hepatocelular, que a su vez puede tener un origen traumático, de necrosis tisular o de hipoxia. La AST también se ve incrementada por lesiones en el músculo esquelético. Para diferenciar la necrosis hepatocelular de las lesiones del músculo esquelético deberemos recurrir a la determinación de la creatinkinasa sérica (CK), específica de lesiones en este último, y cuyos valores fisiológicos oscilan entre 100-300 UI/1. La LDH (lactato deshidrogenasa sérica) se ve incrementada bajo las mismas situaciones que la AST. El calcio sérico o plasmático suele establecerse entorno a 8-12 mg/dl. Por debajo de los 6 mg/dl (en la enfermedad renal crónica) pueden aparecer síntomas de convulsiones o tetania. Los niveles aumentan durante la puesta en las hembras. El Na sérico normalmente se sitúa entre los 130 y los 170 mEq/1. El K oscila de 2,5-6 mEq/1. El estudio del diagnóstico diferencial de leucocitos (WBC) resulta de sumo interés. Los neutrófilos, tan abundantes en los mamíferos, son muy raros en las aves y, sin embargo, proliferan los heterófilos. Estos últimos aumentan rápidamente en procesos de estrés e inflamaciones crónicas. Su valoración continua es un excelente medio para evaluar el progreso del ave durante la hospitalización. Barrows (1984) y Gilbert (1982), para las especies águila real (Aquila chrysaetos), ratonero común (Buteo), canario (Serinus canaria) y periquito (Melopsittacus spp.) ofrecen los siguientes valores: Parámetros

Glucosa (mg/dl)

Especies Águila real

Ratonero común

Canario

Periquito

250-400

300-400

200-450

200-400

Prot. total (GR/Al)

2,5-3,9

3,9-5,2

3,0-5,0

2,5-4,5

Ac. úrico (Mr/Al)

4,0-12,0

8,0-21,0

4,0-12,0

4,0-14,0

Calcio (Mr/Al)

7-9

8-10

Fósforo (Mr/Al)

1-3

3-4

Creatin. (Mr/Al)

0,6-1

0,7-1

0,1-0,4

SGOT (mu/Al)

95,210

113-180

150-350

150-350

Colest. (Mr/Al)

100-190

150-280

Figura 3.8.

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Los análisis realizados por nosotros en el buitre negro (Aegypius Monchos), buitre leonado (Gyps flus), alimoche (Neophron percnopterus) y búho real (Buho bebo) arrojan las siguientes cifras: Buitre negro

Buitre negro

Buitre leonado

Alimoche

Buho real

40,7

42

28,2

40,32

36,76

1.740.000

1.780.000

1.565.000

2.360.000

2.310.000

5.000

35.000

7.000

31.000

21.000

Hemoglobina (GR/Al)

13

13,5

10,4

13,6

10,3

Prot. totales (GR/Al)

5,9

5,8

6,8

5,4

5,3

GOT (U/1)

213

154

258

219

113

GPT (U/1)

46

51,9

41,7

60,8

47,4

CPK (U/1)

258

230

141

293

GGT (U/1)

1

2

5

6

LDH (U/1)

261

257

348

336

148

Creatinina (Mr/Al)

2,2

2,6

2,2

1,64

Calcio (Mr/Al)

9,77

10,05

11,05

9,68

Hematocrito (%) Glóbulos rojos Glóbulos blancos

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Figura 3.9.

La comprobación de cualquiera de los factores adversos descritos, hemorragias profusas, shok o mal estado general, es suficiente para posponer la intervención quirúrgica. Gran parte de los fracasos que ocurren en cirugía de aves salvajes aparecen precedidos de una valoración inadecuada de estos factores.

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Figura 3.10.—Relaciones entre algunos factores de riesgo y su influencia sobre el estado general y la intervención quirúrgica.

3.4.2. Exploración Durante la primera exploración podemos envolver al ave en una tela, sujetando ambas alas contra el cuerpo, aprovechando este momento para pesarle (también puede efectuarse en el interior de la caja de transporte, destarando luego el peso de la misma). Liberaremos progresivamente cada región a explorar, poniendo cuidado en que el paciente no vea en ningún momento al hombre (excepto para el examen de la cabeza). 3.4.2.1. Por regiones, en la cabeza observamos si en los ojos existen hipe mas (frecuentes en rapaces nocturnas tras colisiones). La experiencia de Coles (1985) le lleva a decir que estos acúmulos de sangre de la cámara anterior del ojo suelen desaparecer después de tres o cuatro semanas. La integridad de la córnea puede valorarse si nos ayudamos de unas gotas de fluoresceína. La congestión en la conjuntiva puede obedecer a infecciones locales o sistémicas. En enfermedades como la aspergilosis o la viruela se desarrollan alrededor de la mismas costras semisecas. 60


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Figura 3.11.—Hipema en un búho real (Bubo buho).

3.4.2.2. La cera del pico y las fosas nasales deben permanecer limpias. La presencia de sangre en los orificios nasales suele ser síntoma de traumatismo craneal, generalmente de mal pronóstico. 3.4.2.3. En la cavidad oral puede investigarse la presencia de placas blanquecinas en la mucosa debidas a trichomonas o candida, y para una primera evaluación del funcionamiento del aparato circulatorio, el color de la mucosa de la lengua y glotis. Un color blanquecino en esta región suele estar asociado al shock hipovolémico (por pérdidas de sangre) o a otros tipos de shock. 3.4.2.4. Por palpación externa del buche podemos averiguar si el paciente ha ingerido comida recientemente. Abriendo el pico y presionando la región con suavidad, se desprenden en ocasiones malos olores debidos a fermentaciones anormales del contenido alimenticio almacenado. Estas fermentaciones pueden desarrollarse por parálisis del aparato digestivo o por ingluvitis debidas a trichomonas o candida que impiden el tránsito normal del alimento hacia esófago y proventrículo por inflamación de la zona (145). 61


3.4.2.5. En cualquier región del cuerpo observaremos si existen heridas abiertas, hematomas, enfisemas subcutáneos o las frecuentes dermatitis de color verdoso ocasionadas por pseudomonas spp. que se originan sobre la piel de las regiones traumatizadas. 3.4.2.6. En las extremidades, las fracturas óseas deben ser cuidadosamente exploradas para evitar que los extremos óseos fracturados produzcan autolesiones sobre los tejidos adyacentes. A este respecto, lo correcto es sujetar con fuerza el extremo proximal del humerus ofemoris, según el caso, y, sin soltar éste, explorar el resto de los segmentos óseos del miembro:* Con esto, los posibles movimientos violentos originados durante la exploración no conseguirán mover el Indice miembro, o lo harán lentamente y sin consecuencias. En la extremidad torácica, además de la exploración de fracturas, conviene comprobar la integridad de la membrana del patagio, frecuentemente lesionada en aves colisionadas. 3.4.2.7. Con frecuencia las aves presentan cojeras de etiología diversa. Según Steiner (1984), algunas de las causas pueden ser: Fracturas o parálisis por traumatismos. Aseladeros incorrectos. Infestaciones de patas por Knemidocoptes pilae. Anillas apretadas. Compresión en el nervio ciático o plexo lumbosacro por masas tumorales ubicadas en abdomen. Artritis infecciosas (Salmonella spp.). Estafilococias de los dedos («clavos» en cetrería). Raquitismo. Gota articular. Deficiencias vitamínicas (vitamina E, Bl B6,B12, ácido fólico, etcétera). Figura 3.12.

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Figura 3.13.—Necrosis por compresión en el tibiotarsus de un polluelo de cigüeña blanca (Ciconia ciconia) y en el tarsometatarsus de un búho real (Bubo Bubo) debidas a una cuerda y un cepo, respectivamente.


3.4.2.8. La exploración externa del abdomen puede poner en evidencia la presencia de hematomas, casi siempre debidos a roturas de hígado u otro órganos por golpes contra tendidos eléctricos, postes, alambradas o caídas contra el suelo. En las aves recién capturadas, la región de la cloaca suele aparecer manchada de restos fecales y urinarios debido a los efectos del estrés o a parálisis del miembro pélvico (fracturas de columna, lesiones óseas en sus huesos largos, etcétera) que impiden un apoyo normal del animal. 3.4.2.9. La palpación de los músculos pectorales nos informa sobre el estado de carnes y supone un importante parámetro a la hora de evaluar el estado general, aunque no es recomendable practicarla a diario por el estrés de captura. Si Indice los medios técnicos lo permiten, se puede pesar la jaula de emplazamiento cada 24-48 horas, destarando posteriormente. 3.4.2.10. Después de la exploración directa, Bush (1975) recomienda hacer una segunda valoración del animal transcurrida una hora en la estancia, puesto que los signos externos son manifestados de forma distinta en soledad y sin estímulos externos que cuando se encuentra bajo la influencia de ellos. 3.4.2.11. Con la luz de la jaula de cuidados intensivos encendida observamos al paciente: la postura de joroba con el plumaje erizado y la de las dos alas caídas son signos de mal pronóstico. Si es tan sólo una de ellas, la dolencia suele ser local (fractura en algún segmento óseo, lesión muscular, nerviosa, etcétera). Constituye un buen síntoma observar al paciente subido en la percha con el plumaje bien sentado sobre el cuerpo, verle parpadear rápido y con el ojo bien abierto y limpio, efectuar con frecuencia la limpieza de su plumaje, constatar la existnecia de un buen estado de carnes y comprobar la ingestión voluntaria de alimento.

64


3.5. Resumen patológico, topográfico y sistemático POSIBLE ENFERMEDAD

REGIÓN 0 APARATO CABEZA Hinchada

Influenza, peste aviar, sinusitis infecciosa, enfisema.

Ladeada

Ceguera

Cabeceo

Enfermedad de Newcastle, otitis media, coriza

Oído externo inflamado

Piojos, otitis media

Ojos llorosos

Coriza, viruela

Párpados purulentos

Aspergilosis, deficiencia de vitamina A, viruela

Pupila contraída

Iridociclitis, enfermedad de Mareck

Senos infraorbitarios hinchados

Sinusitis infecciosa, mycoplasmosis, coriza

Boca abierta, boqueo

Aspergilosis, laringotraqueitis infecciosa, singamosis, bronquitis

Boca con lesiones blanco-amarillentas

Tricomoniasis, deficiencia de vitamina A. candidiasis

Lengua negra

Deficiencia en ácido nicotínico

Cera con escamas

Infestación por Knemidocoptes spp.

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CUELLO Cuello paralizado

Botulismo, deficiencia vitamina B

Buche dilatado

Candidiasis, tricomoniasis, obstrucción

MÚSCULOS PECTORALES Emaciación

Alimentación insuficiente o inadecuada, coccidiosis, parasitosis, infecciones crónicas, estrés

PATAS Incapacidad para mantenerse

Raquitismo, deficiencia vitamina B, fractura de vértebras o miembro pélvico

Deformación tarsometatarsiana

Perosis, osteopetrosis, salmonelosis

Dedos torcidos

Deficiencia vitamina B. deficiencia en ácido pantoténico

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PATAS (Continuación) Dedos hinchados

Abscesos por estafilococos o pasterellas, gota

Patas con escamas, engrosamiento

Infestaciones por Knemidocoptes spp.

PLUMAS Depigmentadas

Deficiencia en lisina

Desprendidas

Botulismo

Rotas, estropeadas

Piojos (huevos frecuentemente próximos a cloaca), jaula inadecuada

Alopecia

Autopicaje, deficiencias alimentarias, minerales o vitamínicas

SISTEMA NERVIOSO Incoordinación

Intoxicaciones, enfermedad de Mareck, enfermedad de Newcastle

Movimientos de pedaleo

Enfermedad de Mareck, encefalomalacia Figura 3.14.

3.5.1. Principales deficiencias de las aves en oligoelementos, vitaminas y aminoácidos SINTOMATOLOGIA

DEFICIENCIA Valina, leucina, isoleucina glicina, fenilalnina, tirosina

Plumas cóncavas

Lisina

Depigmentación

Arginina

Retención de la vaina de las plumas, raquis fino, pérdida de la estructura de las bárbulas

Proteína

Osteoporosis

Vitamina A

Hiperqueratosis, palidez en la piel, callosidades en patas, alteraciones en la filtración renal

Vitamina E y selenio

Encefalomalacia, atrofia del cálamo en rémiges y rectrices, miopatía (músculo blanco)

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(Continuación) DEFICIENCIA

SINTOMATOLOGIA

Vitamina Bl (tiamina)

Cabeza echada hacia atrás, parálisis de extremidades

Vitamina B2 (riboflavina)

«Enfermedad de las patas curvadas»

Acido pantonénico

Retraso en el crecimiento de las plumas, dermatitis generalizada; fisuras en el rictus del pico, párpado, garras y metatarso distal; edema en dermis

Niacina

Inflamación de la articulación tibiotarsiana, patas curvadas

Vitamina B6 (piridoxina)

Anorexia, convulsiones en patas, patas curvadas

Zinc

Acortamiento y engrosamiento de los huesos largos, inflamación articulación tibiotarsiana, alteraciones del plumaje, hiperqueratosis y acantosis en garras y rictus del pico

Hierro

Anemia, debilidad, falta de pigmentación en plumas

Manganeso

Perosis con hinchazón de la articulación tibiotarsiana

Calcio

Raquitismo (epífisis traslúcida, acortamiento y curvatura de huesos largos), muda dificultosa, picaje, heces líquidas Figura 3.15. Indice

3.6. Shock El shock es un estado patológico que se manifiesta principalmente por un desequilibrio circulatorio, que suele ir unido a los grandes traumatismos y está caracterizado por una gran depresión de las funciones vitales, con inhibición de los centros nerviosos. Aparece bruscamente y produce con frecuencia la muerte. 3.6.1. Tipos de shock Según la clasificación de los tipos de shock de Slatter (1989), las aves salvajes heridas sufren con mayor frecuencia los siguientes: 67


— Shock hipovolémico.—Por volumen sanguíneo reducido (en hemorragias internas o externas, diarreas, etc.). Es el más frecuente de los tipos de shock en aves traumatizadas. — Shock vasculogénico.—Por pérdida del tono en la resistencia y capacidad de los vasos. En lesiones del sistema nervioso central. — Shock cardiogénico.—Por disminución de la actividad del corazón (en anestesias demasiado profundas, hemoneumotórax, etcétera). — Shock maldistributivo.—En traumatismos, sepsis, etcétera. Indice

3.6.2. Síntomas Los primeros síntomas de un ave en shock deben aprenderse a reconocer rápidamente; a veces, desde la aparición del primer estadio hasta la muerte pasan tan sólo unas horas. La observación de estos signos debe ser efectuada sin que el paciente se percate de ello (a través del cristal-espía instalado en la jaula de cuidados intensivos y una vez que haya permanecido en la misma un corto período de tiempo sin ruidos ni molestias). Según Mckeever (1979), algunos de los síntomas que pueden indicar que un ave salvaje está en shock son: Evidencia de pérdida copiosa de sangre de una herida externa. Semiinconsciencia. Ojos semicerrados, parpadeo lento. Plumaje erizado. Disnea. Escalofríos Apatía ante el hombre. Falta de reflejo de huida. Falta de agresividad. Postura de joroba en la percha, o colocarseen el suelo habiendo percha. Disminución del reflejo pupilar a la luz. Orofaringe anémica. Lento rellenado de la vena humeral tras ser comprimida. Figura 3.16.


Si el ave ingiere alimento voluntariamente y con rapidez, podemos afirmar que no está en shock.

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Figura 3.17.—Shock hipovolémico en un azor (Accipiter gentilis).

3.6.3. Prevención Para prevenir el shock podemos aplicar, entre otras, las medidas siguientes: — Mantener la temperatura ambiental a 25-30 °C. — Cohibir las hemorragias y restituir el volumen de sangre perdido. — Usar corticoides. Es recomendable la Dexametasona vía intramuscular, a dosis de 0,1 mg/kg. — El estrés incrementa las necesidades de vitamina C y, por tanto, la administraremos durante los primeros días de hospitalización. — Manipular lo mínimo al paciente y preservarle de ruidos, sustos, etcétera. 69


A un ave en shock no se le administrarán anestésicos ni tranquilizantes, ya que suelen poseer un efecto depresor sobre el sistema cardiorrespiratorio.

3.7. Alimentación de pollos y adultos La alimentación ideal es aquella que se asemeja a la que el animal consigue en la naturaleza, pero esto es posible en muy pocas ocasiones. La comida no debe administrarse fría, para evitar lesiones en la mucosa del buche o esófago y regurgitaciones, y la dieta base debe estar constituida por animales vivos o recién sacrificados. En los centros de recuperación de la fauna salvaje, las presas suelen proceder de criaderos del propio centro, en el que se reproducen pollos, palomas, codornices, conejos, ratas de laboratorio, saltamontes, grillos, etcétera. Como norma, no es aconsejable basar la alimentación en una sola especie o región anatómica. Las partes no digeribles del animal, como plumas, uñas, pelos, etc., ayudan a elaborar la egagrópila y, por tanto, contribuyen al buen funcionamiento del aparato digestivo. Los pájaros pequeños sanos precisan aproximadamente 1 Kcal de energía/ gramo de peso al día. Durante la noche, el ayuno les hace entrar en un estado de hipoglucemia que es rápidamente recuperado durante las primeras horas de la mañana. Debido a esto, en las aves convalecientes de pequeño tamaño que comen voluntariamente resulta acertado mantener la luz de la jaula encendida durante la noche para que se incremente la ingestión de alimento. En cuanto al agua, sorprende la poca que ingieren. La explicación a este fenómeno es la ausencia de sudoración y la eliminación de los residuos nitrogenados, que se realiza en forma de ácido úrico insoluble en lugar de urea hidrosoluble, tal y como ocurre en los mamíferos. En pájaros desnutridos, antes de comenzar con la alimentación, voluntaria o no, conviene restablecer el equilibrio electrolítico para evitar autointoxicaciones, estados de cetosis, acidosis, etc., que pueden abocar al paciente al colapso. En aquellos pacientes que se niegan a comer voluntariamente, se puede comenzar con una solución glucosalina al 10 por 100, complementada con vitaminas, minerales y proteínas (por ejemplo, Gevral*), administrada vía oral a 70

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dosis de 10 ml/kg. La yema de huevo cocida y las vitaminas del complejo B pueden resultar de gran ayuda en esta primera fase. Personalmente, utilizamos una mezcla de Biodiet* líquido más Meritene* polvo al 50 por 100, a la que se añade agua hasta conseguir una consistencia de papilla. La combinación se administra con sonda y a temperaturas próximas a 37-38 °C. 3.7.1. Alimentación de pollos Indice

3.7.1.1. Nidícolas Deben ser alimentados sin que el animal vea al cuidador en el momento de llegada de la comida para evitar la «impregnación» que se desarrollaría si su cerebro asocia al hombre como su especie progenitora. Esto podemos conseguirlo introduciendo la ración diaria a través de trampillas, o ayudándonos con pinzas que permitan un acercamiento al animal sin ser observados. Algunos expertos prefieren utilizar marionetas que simulan la cabeza de la especie progenitora o animales naturalizados de la misma especie, de cuyos picos se hace salir el alimento cuando el polluelo lo solicita. Debemos tener en cuenta que bajo condiciones de aislamiento individual y prolongado, los pollos se vuelven neuróticos y asustadizos, y no podrán establecer en el futuro vínculos normales con los de su especie. Para evitarlo, pueden ser colocados en compañía de otros congéneres suyos o de animales naturalizados de la misma especie. Alimentos recomendados: — Carnívoros.—Ratas, ratones, conejos, pollos, codornices, palomas, saltamontes, grillos, etcétera. — Insectívoros.—Saltamontes, grillos, comida preparada de insectívoros, gusanos de la carne, lombrices, etcétera. — Granívoros.—Harina de maíz y trigo formando papilla con leche o yogur. Pasta de huevo. Papillas infantiles de cereales. 3.7.1.2. Nidífugos Ingieren la comida por sí solos a las pocas horas de nacer. Alimentos recomendados: 71


— Granívoros.—Piensos de arranque de broilers con alto contenido en pro-eína, mezclado con comida de insectívoros. — Anátidas.-Piensos con alto contenido en proteína, pienso compuesto de gatos (en anátidas estrictamente piscívoras). Hierba verde del tipo del raigrass u otras gramíneas. 3.7.2. Alimentación de adultos Alimentos recomendados: — Rapaces.—Similar a la alimentación de pollos nidícolas carnívoros. — Ciconiiformes.- Peces, latas de comida de perro y gato, trozos de pollo y carne en general, que puede sumergirse en pequeñas charcas. — Insectívoras.—Similar a pollos nidícolas insectívoros. — Psitácidas.—Semillas oleaginosas, maíz, lechugas, acelgas, frutas variadas, zanahorias cocidas, etcétera.

3.8. La «impregnación» El fenómeno de la impregnación (impregnation, imprinting, troquelaje, fijación), descubierto en 1935 por Konrad Lorenz, permite explicar por qué muchas aves con apariencia física normal son incapaces de reconocer a su pareja. Se desarrolla en las primeras etapas de la vida, aunque si la influencia del hombre es muy intensa puede instaurarse en estadios posteriores y el polluelo tiende a identificar a la persona que lo alimenta con su progenitor, y más adelante con su pareja. Debido a este fenómeno desaparece el temor de las aves salvajes hacia el hombre, pero sufren una alteración psíquica que dificultará el reconocimiento de los individuos de su especie, desencadenando incluso reacciones agresivas frente a ellos. El animal es anormal para la vida en estado salvaje y, por tanto, inviable su liberación en la naturaleza. Este hecho es frecuente cuando llegan al veterinario clínico polluelos caídos o recogidos de los nidos y resulta necesario alimentarlos durante semanas antes de ser liberados. Para evitar que el animal quede «impregnado» se restringirá el contacto con el hombre, lo cual obliga a realizar la alimentación desde lugares 72

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ocultos, ayudados de pinzas u otros utensilios. Si ya se ha instaurado en el individuo, puede probarse con aislarle durante un largo espacio de tiempo de la presencia humana, manteniéndole en compañía de los de su especie. La «impregnación» no es sólo un fenómeno mediante el cual el animal aprende a reconocer su propia especie. Durante esta etapa sensible, el polluelo, tanto si se encuentra en su espacio natural como si permanece en cautividad, también grabará en su cerebro y se impregnará del hábitat, de la conducta ante determinados estímulos de los progenitores y del alimento que recibe. Todo ello influirá posteriormente en su adaptación a la vida salvaje, y el hombre, manteniéndole en cautividad, difícilmente conseguirá imitar todos estos factores de forma satisfactoria.

3.9. Injertos de plumas En determinadas ocasiones las aves salvajes son mantenidas en cautividad durante largos períodos por defectos en su plumaje que impiden su normal actividad en la naturaleza. La falta de 4-5 primarias o de algunas rectrices hacen imposible el vuelo de precisión de algunas especies para cazar o huir. Ante esta situación, los injertos de plumas evitan la espera hasta la muda fisiológica o el intento de una muda forzada que supone un gasto metabólico extra y lleva en algunas ocasiones a la caquexia. Recomendamos dos técnicas para efectuar los injertos, dependiendo del defecto original de la pluma, para lo cual se hace necesario una remesa importante de plumas de animales fallecidos, que podemos mantener conservadas en envases cerrados en los que introducimos bolas de naftalina. a) Pluma doblada.—Si el estado de la misma es bueno, se alinea hasta la posición natural y se practican dos incisiones paralelas al rachis, formando una lengüeta cuyo punto medio es la doblez original. Levantada la lengüeta, se introduce un rachis de otra pluma de menor grosor, un pequeño cilindro de fibra de vidrio, o una aguja fina, y se adhiere con cianocrilato en toda su longitud. La lengüeta se superpone inmediantamente, formando un cuerpo con la prótesis. b) Restitución de un tramo de pluma.-Es necesario medir y valorar previamente el tramo de pluma que vamos a insertar sobre la original. Una por73

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ción de rachis de otra pluma, un cilindro de fibra de vidrio, o una aguja de calibre inferior al canal de la pluma e impregnada con cianocrilato, se introduce longitudinalmente en la porción de pluma adherida al ave. Después se inserta la prótesis de igual forma sobre el resto de vástago sobrante.

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Figura 3.18.—Esquema de un injerto de plumas.

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4. Aspectos preliminares a la cirugía 4.1. Vías de administración de fármacos Con mucha frecuencia, las dosis de fármacos que utilizamos en medicina de aves están calculadas a partir de productos que se aplican en medicina humana o en la práctica veterinaria de pequeños animales y que el profesional extrapola en función del peso. Sin embargo, la alta tasa metabólica de las aves, mayor cuanto menor es su tamaño, hace que el producto se metabolice con mayor rapidez que en aquellos y, por tanto, los niveles plasmáticos no consiguen en muchos casos su efecto terapéutico. Las vías más usadas para la administración de productos en aves son la oral y la parenteral. 4.1.1. Vía oral Para la administración oral debemos situar el fármaco directamente en el buche, para lo cual, si es de consistencia líquida, nos ayudamos de una sonda flexible de punta redonda que se introduce por la boca con ligeros y suaves movimientos hacia el esófago, acoplando el extremo distal de la misma a una jeringa. Para no dañar el buche, podemos medir previamente la longitud del cuello e introducirla deshaciendo la «S» que forma el cuello extendiendo la cabeza con suavidad hacia arriba. En algunos casos es posible sobrepasar el buche con la sonda y situar el fármaco en proventrículo o molleja directamente. El volumen que podemos introducir en el buche es de aproximadamente 0,5 ml/100 g. Para las especies siguientes, las dosis recomendadas son: — — — — — —

Águila real (Aquila chrysaetos), 50-60 ml. Buitre leonado (Gyps fulvus), 80-90 ml. Azor (Accipiter gentilis), 10-15 ml. Milano negro (Milvus migrans), 10-15 ml. Tórtola común (Streptopelia turtur), 1 ml. Jilguero (Carduelis carduelis), 0,25 ml. 75

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Los fármacos vía oral también pueden ser administrados en el agua de bebida o con el alimento, o incluso ser introducidos dentro de éste (inyectados dentro de frutas, como uvas, naranjas, etc., en la carne o dentro de presas recién muertas). Aunque el consumo de agua resulta muy variable en función de la especie, temperatura ambiental, dieta, estado físico, etc., se considera que la necesidad diaria media se sitúa en torno a los 120 ml/kg. Sin embargo, las anátidas consumen más y las rapaces mucho menos (165). Los productos administrados en el agua son adecuados para tratamientos crónicos y colectivos, pero muchas aves no los aceptan por el cambio de color o sabor que confieren estas drogas. La administración oral mediante sonda, aunque tiene la desventaja del estrés que se produce por la captura, es la vía de elección para los casos en que es necesario restablecer el equilibrio electrolítico, proteínico o glucídico. En determinadas especies, como cigüeñas, garzas, buitres, etc., presenta el grave inconveniente de que desencadena el reflejo del vómito (de origen neurógeno). Para estos pacientes, la premedicación con diazepam a dosis bajas (0,5-0,75 mg/kg.) elimina el problema, ya que disminuye la excitabilidad del individuo.

Figura 4.1.—Cavidad oral de un ave.

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4.1.2 Vía parenteral Las vías parenterales más usadas son la intramuscular, la subcutánea y la intravenosa. En la intramuscular se utilizan los músculos pectorales y los del muslo y pierna. Cuando se aplica sobre los músculos pectorales, se efectuará tan caudalmente al sternum como sea posible. Si se eligen los músculos de la pierna o del muslo, debe tenerse en cuenta que la droga administrada pasará en parte por la circulación renal y que, por tanto, si su eliminación es a través de este órgano, puede llegar a eliminarse antes de conseguir un nivel plasmático suficiente en el organismo. Si se utiliza la vía subcutánea, el lugar de elección es la región del cuello, la axila o la parte interna del muslo.

Vía intramuscular

Figura 4.2.—Puntos de inoculación.

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Indice

Figura 4.3.—Inyección intramuscular en los músculos pectorales de un azor (Accipiter gentilis).

Tanto para la vía intramuscular como para la subcutánea, son preferibles las agujas de calibre fino, tipo «insulina» o similar, para no lesionar la vascularizada musculatura (en la intramuscular) y evitar el reflujo de líquido que se produce por la escasa capacidad rectráctil de la piel (en la subcutánea). La vía intravenosa resulta poco adecuada para aves de pequeño tamaño, por el pequeño calibre y fragilidad de sus vasos. Sin embargo, algunos autores la utilizan con asiduidad en aves de mediana y gran talla. Cuando se elige esta vía, los vasos de elección son la vena brachialis, que transcurre superficial a la región axilar del ala y la vena yugularis. 4.1.3. Vía inhalatoria Utilizada en afecciones respiratorias, sobre todo en las producidas por hongos del género aspergillus. Los sacos aéreos son estructuras poco o nada vascularizadas, con pocas defensas frente a gérmenes por su escasa circulación sanguínea y que suponen casi un 80 por 100 de la capacidad volumétrica del aparato respiratorio. Al ser regiones calientes y húmedas, las infecciones fúngi78


cas como la aspergilosis y las bacterianas por coliformes son relativamente frecuentes. Los pulmones, sin embargo, al tener una rica vascularización, están menos expuestos a este tipo de afecciones, salvo que exista un gran descenso de las defensas orgánicas o el agente patógeno sea de gran virulencia. Para poder tratarlas, Coles (1985) recomienda que la droga elegida sea nebulizada con aparatos que consigan partículas en suspensión inferiores a 5 micras de diámetro, mezclada con solución salina o tyloxapol. Las gotas gruesas que se consiguen con aparatos no específicos actúan en los primeros tramos del aparato respiratorio, pero no en sacos aéreos. Indice

4.1.4. Vía intratraqueal Aplicando el producto a la entrada de la glotis, puesto que ésta se observa claramente en la región dorsal de la base de la lengua, o bien inyectando con una aguja fina desde la región ventral del cuello entre los cartílagos traqueales 3.° y 10.°. Puede ser útil en las verminosis broncopulmonares que requieran un tratamiento antiparasitario de choque, en las aspergilosis, espasmos laringobronquiales, etcétera. 4.1.5. Vía subconjuntival Mediante inyecciones en la conjuntiva del ojo, preferentemente en el párpado inferior, desplazando éste hacia abajo. La inyección es más efectiva que los preparados oftálmicos, que resultan en general molestos para el ave. Son aconsejables los productos de acción retardada. 4*1.6. Vía tópica Principalmente pomadas con antibióticos, por la tendencia de las aves a la dermatitis por pseudomonas (color verdoso de la piel). La piel debe ser cubierta con un apósito para que el producto no sea ingerido o eliminado con el pico, o bien pueden colocarse collares isabelinos. 4.1.7. Vía intraósea Esta vía, poco utilizada en otros animales, ofrece grandes ventajas para las transfusiones sanguíneas de las aves de pequeña talla y para los tratamientos de 79


larga duración. Además, disminuye en gran medida el estrés que supone la manipulación diaria con un animal salvaje. La aguja, fijada en el hueso, permite la administración de fármacos cuando lo deseemos, puesto que puede ser conectada a un «gotero» situado en el exterior de la jaula de cuidados intensivos. Ayudados por esta técnica, podremos paliar los problemas de acidosis de los primeros momentos en cautividad (aplicación «gota a gota» de soluciones electrolíticas), la frecuente anorexia debida al estrés (alimentación parenteral) o el shock (administración lenta de tranquilizantes, sangre entera de otras aves, corticoides, antibióticos, etcétera). Los puntos de elección para la penetración de la aguja suelen ser el tibiotarsus y la ulna.

Figura 4.4.—Aplicación de fármacos vía intraósea en una lechuza común (Tylo alba) desde el exterior de la JCI.

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4.2. Fármacos más corrientemente utilizados en medicina de aves Fármaco

Vía

Dosis

Actividad

Penicilina

im o sc

40.000 U/kg

Baceterias Gram positivas

Ampicilina

im o sc

15-100 mg/kg

Gram positivos y Gram negativos

Amoxicilina

im o sc Oral

100 mg/kg 50 mg/kg

Gram positivos y Gran negativos

Tetraciclina

im Oral

15 mg/kg 250 mg/kg

Gram positivos y Gran negativos

Cefalexina

Oral

35-50 mg/kg

Gram positivos y Gram negativos

Cefalotina

im

100 mg/kg

Gram positivos y Gram negativos

Gentamicina

im

Aves < 150 g, 30 mg/kg Aves > 1.500 g, 4 mg/kg

Activo frente a E. Coli, pseudomonas e infecciones respiratorios

Kanamicina

im

10-20 mg/kg

Similar a Gentamicina

Doxiciclina

Oral

20-26 mg/kg

Tylosina

im

10-30 mg/kg

Infecciones respiratorias, micoplasmosis, clamidiasis, pasterelosis

Sulfamidina

Oral

1 g/3 ml agua

Coccidiosis

Trimetoprim

im

50 mg/kg en rapaces

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(Continuación) Fármaco

Vía

Dosis

Actividad

Dimetridazol

Oral

50-100 mg/kg en 150 ml de agua, 4 días

Tricomoniasis, giardiasis, histomoniasis

Metronidazol

Oral

50 mg/kg

Similar a Dimetridazol

Amfotericina sódica

iv. o en tráquea

1,5 mg/kg en rapaces, 3 días

Aspergillus, candida

Ketoconazol

Oral

10 mg/kg

Miconazol

im

10 mg/kg

Febendazol

Oral

10-50 mg/kg, 7 días 100 mg/kg en una dosis

Tiabendazol

Oral

40-200 mg/kg

Levamisol

Oral im

15-25 mg/kg 8 mg/kg

Nematodos

Ivermectina

im

200 mg/kg, diluida al 10 por 100

Gran espectro, incluso nematodos y coccidios

Piperazina

Oral

100 mg/kg

Ascarix

Testosterona

im o sc

2,5 mg/kg, 6 semanas

Estimulación sexual

Dexametasona

im

0,3-3 mg/kg

Shock, inflamaciones

Medroxiprogesterona

im

30 mg/kg

Regurgitaciones neurógenas

Oxitocina

im

3-5 U/kg

Impactación de oviducto

Atropina

im o sc

0,05-0,1 mg/kg

Preanestesia. Intoxicación por organofosforados

Antihelmíntico

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(Continuación) Fármaco

Vía

Dosis

Actividad

Tiroxina

Oral

1 mg/kg, 7 días

Inducción a la muda

Allopurinol

Oral

40 mg/kg

Tratamiento de la gota

Borogluconato Ca

iv o sc

1-5 ml/kg (al 10 por 100)

Hipocalcemia. Impactación oviducto

Yogurt natural

Oral

2 ml/kg

Restauración flora intestinal

Parafina liquida

Oral

4 ml/kg

Impactación cloaca

Glicerina

Oral

5 ml/kg

Impactación cloaca

Kaolin

Oral

1,03 g/5 ml agua

Antidiarreico

Diazepam

im

2 mg/kg

Tranquilizante, regurgitaciones neurógenas

Ketamina

im o iv

8-70 mg/kg

Anestésico

Xilazina

im

2 mg/kg

Reserpina

Oral

2-4 mg/kg

Anestésico

Doxapram

im

7 mg/kg

Estimulante cardiorrespiratorio

Respirot

Oral

2 gotas/kg

Estimulante cardiorrespiratorio

Vitamina A

Oral, im

100.000 U/ml, 0,3 mg/kg

Estrés, infecciones, xeroftalmia

Vitamina D

Oral im

500.000 U/ml,0,3 ml/kg

Fracturas, puesta

Vitamina C

Oral

100 mg/ml, 0,3 ml/kg

Estrés, infecciones

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(Continuación) Fármaco

Vía

Dosis

Actividad

Estilbestrol

sc

25 mg/ml, 0,1-0,3 ml/kg

Emaciación, caquexia

Extracto tiroideo

Oral

50 mg/50 g de alimento

Junto con 1-5 gotas de tintura de iodo en el agua, en el hipotiroidismo y como estimulante de la muda

Figura 4.5.

4.3. Factores de riesgo 4.3.1. Hemorragia Las hemorragias son causantes de un elevado número de fallecimientos en aves heridas hospitalizadas. Aparecen con más frecuencia que en los mamíferos por tres razones principales (30): — Los vasos son muy frágiles. Ligeros cortes o punzamientos producen copiosas salidas de sangre. — La tensión arterial es más alta que la de los mamíferos y, por tanto, la salida de sangre es más rápida. — En las fracturas óseas de los huesos largos, los extremos fracturados actúan a modo de cuchillo cuando se mueven violentamente, cortando y lacerando músculos, nervios, vasos y piel, y desarrollándose una hemorragia tras otra. Los pacientes que sufren hemorragias copiosas pueden evolucionar hacia el estado de shock hipovolémico. Si bajo esta situación administramos vasodilatadores o hipotensores (la mayoría de los tranquilizantes y anestésicos poseen este efecto en una u otra medida), las posibilidades de fallecimiento aumentan.

Indice


Por otro lado, y según Coles (1985), los capilares arteriales de los músculos de las aves están más influenciados por el sistema nervioso autónomo que por los metabolitos locales (H, C0 2 y ácido láctico) tal y como ocurre en mamíferos, por lo que el control de la hemorragia podría tener un componente nervioso en los capilares arteriales. A pesar de esta mayor facilidad para perder sangre, los estudios de Kovack (1968) han demostrado que varias especies de aves soportan mejor las pérdidas de sangre que los mamíferos. El citado autor pudo comprobar cómo palomas con pérdidas de sangre cercanas al 8 por 100 de su peso podían sobrevivir durante mucho tiempo (tengamos en cuenta que el volumen de sangre total puede estar alrededor del 10-13 por 100 del peso vivo). Este efecto parece encontrar explicación en la amplísima superficie capilar disponible y en la capacidad que poseen los capilares del músculo esquelético para contraerse. Ante la presencia de aves con fracturas óseas abiertas de alguno de los huesos de las extremidades, debe sospecharse que han existido hemorragias y, por tanto, determinaremos el hematocrito; punzando con una agua fina los vasos brachialis o tibiotarsialis, o mediante un pequeño corte en el nacimiento de las plumas de vuelo o las uñas, se pueden obtener unas gotas de sangre. Si se corta en el nacimiento de las uñas, el punto de elección es la región dorsal de las mismas.

Figura 4.6.—Corte en el nacimiento de la uña para extracción de sangre.

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Aunque existe gran variabilidad según la especie, edad, estado fisiológico, etcétera, se considera que valores del hematocrito entre 22 y 55 son normales. Los inferiores a 22 indicarían anemia, y los superiores a 55 estados de deshidratación. Valores de hematocrito para algunas especies de rapaces son: Especie

Nombre científico

Hematocrito %

Águila real

Aquila chrysaetos

38,7-42,3

Lechuza común

Tylo alba

39,1-43,3

Buho real

Bubo Bubo

35,5-43,6

Cárabo común

Strix aluco

39,7-41,5

Ratonero común

Buteo buteo

41,3-44,6

Cernícalo vulgar

Falco tinnunculus

38,2-44,6

Halcón peregrino

Falco peregrinus

46-52,2

Indice

Figura 4.7.

Otro dato de interés que podemos obtener de las tomas de sangre es la fórmula leucocitaria. Las cifras medias normales dadas por Levitt (1989) son las siguientes: Especie

Nombre científico

PMN

Linf.

Mono

Eosi.

Basof.

Buho real

Bubo Bubo

47

27-40

9

16

1

Halcón peregrino

Falco peregrinus

55

42

2

0

1

Cernícalo vulgar

Falco tinnunculus

55

42

2

0

1

Ratonero común

Buteo buteo

35

40-44

6

13 -15

2

Águila real

Aquila chrysaetos

60

27

7

5

1

Periquito

Melopsittacus spp.

45-70

20-45

0-5

0-1

0-5

Canario

Serinus canaria

20-50

40-75

0-1

0-1

0-5

Figura 4.8.

86


De forma genérica, podemos considerar que un paciente recién capturado que presenta las alas caídas y signos manifiestos de apatía tales como falta de agresividad ante el hombre o de reacciones de huida, y sobre cuyas plumas destacan manchas de sangre recientes o secas, precisa de forma rápida una transfusión de sangre. 4.3.1.1. Restitución del volumen hemático Para restaurar el volumen hemático se puede optar por: — Administrar sangre o plasma de la misma especie, o de otra distinta. En Indice una primera transfusión, Harrinson (1984) afirma que se puede administrar sin riesgo sangre heparinizada de otras aves. Las reacciones de intolerancia se desarrollan al reintentar una nueva transfusión pasadas tres-cuatro semanas. En la práctica, lo aconsejable es disponer de un animal donante momentos antes de la intervención (palomas, pollos, etcétera), o varios ejemplares de la misma especie (si ésta es valiosa) de los que obtener pequeñas cantidades. Uno de los puntos de elección para la extracción de sangre en la vena brachialis, situada en la cara axilar del ala. Si los donantes son especies como gallinas, palomas, etc., podemos extraer la sangre directamente del corazón mediante punción lateral izquierda. — Utilizar sueros de distintos tipos (fisiológico, ringer lactato, glucosado, etcétera).

Figura 4.9.—Proyección lateral izquierda del corazón de un ánade real (Anas platyrynchus).

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Figura 4.10.—Venoclisis en la vena humeralis de un ratonero común (Buteo buteo).

Tanto en un caso como en otro, la mayor dificultad estriba en el hecho de perfundir el líquido dentro del torrente circulatorio. Se puede intentar la vía intravenosa en las venas brachialis o yugularis con posibilidades de éxito en especies de mediano y gran tamaño. En las aves pequeñas esta vía suele conducir al fracaso y a la aparición de hematomas que agravan la situación. Para los individuos de pequeña talla es más aconsejable la vía intramedular (intraósea): la técnica se aplica perforando un hueso largo del ave (ulna, femoris, tibiotarsus) con un trócar de calibre fino hasta llegar a su cavidad medular. A través del orificio practicado se introduce una aguja hipodérmica de calibre ligeramente superior al del trócar y se conecta al depósito de sangre (jeringa u otro). La sangre es administrada muy lentamente y a temperaturas próximas a 38-39°C. A este respecto, autores como Lind (1985) y Trah (1986) recomiendan la vía intramedular para aves de pequeña y mediana talla, limitando la vía intravenosa a aves de más de 1.000 g. Los citados autores aconsejan escindir 2-3 mm la piel para la perfecta localización y fijación del vaso, si se opta por la vía intravenosa tradicional. 88


Indice

Figura 4.11.—Transfusión de sangre en el tibiotarsus de un cárabo común (Strix aluco).

4.3.2. Lesión La lesión «tipo» de las rapaces que acuden al quirófano suele estar representada por fracturas óseas de naturaleza abierta localizadas en alguna de las extremidades y con perdigones incrustados en distintas regiones del cuerpo. Por especies, una de las más frágiles es el gavilán (Accipiter nisus), seguramente por su pequeño tamaño y carácter nervioso, pero otras como la cigüeña negra (Ciconia nigra), el flamenco (Phoenicopterus ruber) o el autillo (Otus scops) son también muy sensibles. Entre las más resistentes se encuentran gaviotas, palomas, milanos, ratoneros, etcétera. Diferenciando por regiones, las fracturas en el miembro torácico, además de llevar implícitas un mayor número de muertes, dejan también más animales mutilados que cualquier otro tipo de lesión. Es evidente que las aves necesitan un perfecto funcionamiento de sus alas para volar y cazar (sobre todo las aves de presa), por lo que defectos aparentemente pequeños las incapacitan para subsistir en libertad.


El pronóstico dependerá principalmente de la cantidad de sangre perdida, del tipo de lesión, de la especie, del tiempo que transcurrra hasta la hospitalización y del manejo que reciba durante la cautividad. Por el hueso afectado, según Bellangeon (1981) y Joel (1987) las fracturas de humerus son las de peor pronóstico por la dificultad para conseguir una buena inmovilización en la zona; el paciente intenta liberarse de la cinta que mantiene fijas las alas al cuerpo, y en este movimiento juegan un importante papel los músculos elevadores y flexores del ala, que se insertan en diferentes tramos del humerus. Indice

Figura 4.12.—Fractura del humerus distal de un águila calzada (Hieraaetus pennatus). La porción distal del mismo se ha situado paralela a la ulna y el radius por la acción flexora de los músculos de la región.

Las fracturas en el miembro pélvico no precisan una reparación tan perfecta, y suele ser suficiente con que se forme el callo óseo entre los extremos fracturados, aunque no queden correctamente alineados. Además de las fracturas, las rapaces sufren también con frecuencia contusiones en distintas regiones corporales debidas a atropellos, choques contra 90


alambradas y tendidos eléctricos, o por los golpes que reciben contra el suelo al caer. En este tipo de lesiones, además de la columna vertebral, los miembros torácico y pélvico suelen también recibir daño, derivándose de ellos fracturas secundarias, luxaciones articulares, desgarros o simples heridas superficiales. En general, los perdigones de arma de fuego no deben ser extraídos, salvo que su presencia impida una adecuada formación del callo óseo o una función vital del paciente. El peligro de intoxicación por plomo sólo existe si éste es ingerido, en cuyo caso sí debe intentarse la eliminación del mismo por una u otra vía. 4.3.3. Antigüedad El tiempo de permanencia del paciente en el lugar del accidente determina en gran medida sus posibilidades de recuperación y subsistencia. Si la lesión es abierta, se facilita la infección, que será peor combatida a medida que pasan las horas por el deterioro general del organismo. En caso de hemorragias profusas, es obvio que el tiempo juega un papel inversamente proporcional a las posibilidades de éxito, pudiendo ocasionar la muerte por sí mismas. A medida que transcurre el tiempo, si los extremos óseos no se encuentran alineados y confrontados, el canal medular se tapona con tejido conjuntivo embrionario, que irá evolucionando desde cartilaginoso hasta tejido óseo, lo que obligará en intervenciones posteriores a eliminar parte del hueso, con el consecuente acortamiento de la extremidad. Si la herida es abierta, además del taponamiento medular, suele existir inflamación y engrosamiento del periostio y, finalmente, pérdida parcial del mismo. Por otra parte, la neumaticidad de algunos huesos (humerus, femoris, etcétera) posibilita la sepsis en los sacos aéreos desde fracturas abiertas, debido a la existencia de comunicación entre ellos. 4.3.4. Sepsis Las infecciones más frecuentes tras la captura son las derivadas de la lesión inicial. Las heridas abiertas permiten la diseminación de gérmenes al torrente circulatorio, y como consecuencia de la inmunosupresión que producen los glucocorticoides liberados al torrente circulatorio, se favorece la septicemia. Son 91

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distintos autores los que defienden la tesis de que la alta temperatura corporal de las aves posee un efecto bacteriostático, sin embargo, la bibliografía refleja múltiples casos de osteomielitis, artritis por salmonella, pododermatitis por estafilococos, dermatitis por pseudomonas, etcétera.

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Figura 4.13.—Osteomielitis en una paloma doméstica (Columba livia).

Durante esta primera fase es indispensable extremar las medidas de higiene y limpieza en el emplazamiento del paciente. Para disminuir las descargas de glucocorticoides y adrenalina aplicaremos medidas que reduzcan el estrés (véase capítulo anterior). 92


Como norma, deben cerrarse las heridas abiertas, al tiempo que se realizan tratamientos locales y sistémicos con antibióticos, pero restringiendo al máximo las manipulaciones directas. El pus de las aves tiende a ser caseoso, y esta masa solidificada es a menudo impedimento para la curación y la cicatrización. Si en una fractura ósea se desarrolla esta formación purulenta, el callo no se formará adecuadamente y, por tanto, no existirá unión entre ambos extremos. En las afecciones del miembro pélvico debe recordarse que el sistema circulatorio de las aves obliga a pasar parte de la sangre procedente de esta región por los ríñones y, por tanto, son frecuentes la nefritis por diseminación de gérmenes desde el foco infeccioso. Si bajo esta situación utilizamos drogas aplicadas en el miembro pélvico, existe el peligro de que el producto no realice su efecto si es eliminado vía renal, o bien de que aparezca una sobredosificación, si el fracaso renal está ya instaurado (antibióticos como la kanamicina o la colistina, que se eliminan casi exclusivamente vía renal, son un ejemplo de este problema si son inyectados en estos músculos). Las especialidades farmacéuticas que asocian antibióticos con procaína no deben ser usadas en aves, por la intolerancia a esta última. En un gran número de casos se desarrollan cuadros de temblores e incoordinación y en la mayoría de las psitácidas ocasiona la muerte. En los tratamientos sistémicos son recomendables las especialidades de acción retardada para no tener que manipular diariamente al paciente. La administración prolongada de antibióticos por vía oral debe ser compensada con la ingestión de flora microbiana (por ejemplo, yogur natural a dosis de 2 ml/kg) para regenerarla flora del buche e intestino. El tratamiento con Cloranfenicol puede estar contraindicado en pacientes muy abatidos, por su papel inmunodepresor. Sin embargo, el Levamisol, a dosis inferiores a las usadas como antihelmíntico, posee un papel inmunoestimulante. En aquellos casos en que se requiera un tratamiento sistémico por la posibilidad de infecciones generalizadas y se coincida con fracturas óseas, las tetraciclinas están siempre contraindicadas, por su efecto quelante sobre el calcio, que conlleva una disminución de su acción terapéutica y una mala formación del callo óseo. 4.3.4.1. «Clavos» El clavo es una infección de la almohadilla plantar de las aves que se manifiesta en forma de inflamación de la zona con infiltración de heterófilos y que 93

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está generalmente producida por Stafilococcus aureus, aunque también se han aislado otros gérmenes como Streptococcusfaecalis, Pseudomonas spp., E. coli, Proteus spp. y Mycoplasma synovitis. Las causas son múltiples, pero parece ser que resulta determinante la isquemia que se produce en la región como consecuencia de la permanencia en la percha durante largos períodos de tiempo sin volar, en combinación con una falta de higiene de las mismas (119). Otras etiologías manejadas son la estancia en aseladeros de forma o calibre incorrecto, los aumentos rápidos de peso del animal o las autolesiones provocadas por la uña del Digitus I. Indice

El pus de las aves es caseoso y tiende a hacerse sólido. El proceso se encapsula con rapidez, observándose desde el exterior en las fases iniciales un punto negro sobre la piel, similar a la cabeza de un clavo, al que debe su nombre. Cuando el proceso avanza, el germen coloniza tendones y otros tejidos, expandiéndose por toda la almohadilla si la causa persiste y provocando una cojera de apoyo que, si afecta a ambas extremidades, termina con el animal en decúbito permanente. La prevención es el mejor tratamiento; suficiente ejercitación, higiene de las dependencias, perchas limpias y confeccionadas con material adecuado (cuero, corcho, etc.). Algunos cetreros profesionales prefieren utilizar bancos móviles (conectados a un motor giratorio) revestidos de diverso material (cuero, césped artificial), que es impregnado continuamente con soluciones de clorhexidina. El mecanismo obliga a caminar sobre la percha continuamente para no caerse, estimulando así la vascularización, al tiempo que ejerce un efecto antiséptico constante. Entre los tratamientos curativos están las topicaciones con alcohol combinado con clorhexidina, la povidona iodada, las pomadas liposolubles compuestas por antibióticos (son recomendables antibiogramas cada siete u ocho días), la fibrolisina, el dimetilsulfóxido, etcétera. En casos avanzados será necesario la intervención quirúrgica. Para llevarla a cabo aplicaremos previamente un torniquete en el tarsometatarsus con objeto de evitar hemorragias, y extirparemos el «clavo» con toda su cápsula. Tras el cierre de la herida, podemos intentar almohadillar los dedos afectados con gasa y algodón, protegiéndolos con esparadrapo. 94


4.4. Electrocirugía y microcirugía La adaptación de los métodos quirúrgicos de vanguardia utilizados en medicina humana a la clínica veterinaria de pequeños animales, incluida la incorporación de técnicas microquirúrgicas, ha abierto la posibilidad para el tratamiento de tejidos blandos en las aves salvajes de cualquier talla. Más concretamente, y según Harrinson (1984), el desarrollo de estas técnicas aplicadas sobre las frecuentes roturas de nervios y vasos de los miembros torácico y pélvico van a permitir solucionar problemas hasta ahora insolubles. Indice

El primer factor a tener en cuenta debe ser terminar el procedimiento quirúrgico con la mayor brevedad posible, minimizando las hemorragias y otros asaltos operativos. Las hemorragias, aunque la intervención se realice correctamente, son frecuentes, y los pequeños vasos de las aves no pueden ser visualizados y ligados con antelación. A este respecto, el uso del bisturí eléctrico evita el problema. La unidad de electrocirugía va cortando suavemente el tejido en tanto produce la coagulación, sin realizar presión sobre el mismo. El efecto coagulador se lleva a cabo por el calor que crea una corriente alterna de alta frecuencia sobre el tejido, que hace explotar la célula, en tanto el electrodo permanece frío. De esta forma, los capilares son sellados y resulta un corte apenas sin sangre. El electrodo debe pasar por los tejidos sin arrastrar las células. Si éstas son arrastradas, la corriente suele estar demasiado baja. Si, por el contrario, el electrodo lleva hasta los tejidos una corriente excesivamente alta, aparecerán chispazos sobre el mismo. La electrocirugía en aves, por su efecto hemostático, se ha demostrado útil sobre todo en cirugía abdominal (tumores). En fracturas óseas de los miembros torácico y pélvico puede ser la solución para la eliminación de los vascularizados callos óseos en formación de las lesiones mal alineadas o consolidadas.

95


5. Anestesia Indice

5.1. Generalidades Antes de utilizar tranquilizantes o productos anestésicos en aves salvajes, deben plantearse algunas cuestiones que suponen diferencias entre éstas y los mamíferos. La gran variedad de especies hace que no exista una dosis uniforme por unidad de peso, sino unos márgenes dentro de los que es posible disminuir los riesgos. Así, por ejemplo, la dosis de ketamina necesaria para anestesiar un águila real Aquila chrysaetos) puede ser de 10 mg/kg (170), mientras que para un ánade real (Anas platyrynchus) se podrían necesitar 30 mg/kg y para una paloma doméstica (Columba lima) de 50 a 75 mg/kg. El mal estado general (caquexia, anorexia, alas caídas, apatía, etc.) o las conductas sospechosas, como la indiferencia ante el hombre u otras, son signos externos que obligan a tomar precauciones antes de la anestesia. Asimismo, son limitantes los valores del hematocrito por debajo del 22 por 100, la proteinemia total inferior a 2 g/dl y los niveles de glucosa en sangre menores de 200 mg/dl.

5.2. Precauciones en la anestesia a) Hematocrito (PCV): los fármacos con efecto tranquilizante suelen tener acción hipotensora y administrados en aves que han sufrido hemorragias copiosas facilitan la aparición del shock hipovolémico. Por tanto, anestesiar un ave con bajos niveles de su hematocrito tendrá como consecuencia un elevado número de muertes. 97


b) Ingesta de alimento: las aves de más de 1 kilogramo de peso deben mantener un ayuno absoluto en las doce horas anteriores a la intervención quirúrgica; las comprendidas entre 300 gramos y 1 kilogramo, tres o cuatro horas, y las menores de 300 gramos no deben sufrir ningún ayuno. c) Temperatura: mantener la estancia a temperaturas ambientales comprendidas entre 22-25 °C. d) Posición: siempre que la situación lo permita, utilizar la posición en decúbito lateral durante la intervención. No colocar las alas en hiperextensión, para evitar daños sobre el plexo braquial. Si el anestésico utilizado no causa relajación muscular, la posición con las alas abiertas puede mantener en tensión los músculos pectorales, restringiendo el movimiento del tórax durante la respiración. e) Fluidoterapia: utilizar terapia de fluidos si la anestesia va a mantenerse durante más de treinta minutos. Esto tiene una especial importancia si la droga anestésica se elimina a través del riñon porque facilita la dilución de la misma. Se puede usar solución Ringer lactato vía intramuscular. La dosificación recomendada es de 3 ml/kg cada diez minutos para aves de peso inferior a 100 gramos y 2 ml/kg cada veinte minutos para aves de más de 100 gramos. f) Controlar la funcionalidad del corazón del paciente, mediante, por ejemplo, estetoscopios esofágicos, electrocardiógrafos u otros. g) Vigilar para que el ritmo respiratorio no se reduzca demasiado y procurar que la dosis de anestesia sea lo más baja posible. h) Premedicar al ave con atropina; reduce las secreciones respiratorias y la tendencia a la bradicardia (0,05-01 mg/kg).

5.3. Profundidad de la anestesia Para medir la profundidad de la anestesia nos valemos de: — La respuesta a una serie de reflejos. — El número de respiraciones por minuto. — El número de pulsaciones por minuto.

Indice


5.3.1. Reflejos Durante la anesteisa pueden observarse tres reflejos principales: a) Corneal—Se manifiesta cuando tocamos la córnea. La membrana nictitante se desliza desde el ángulo interno del ojo intentando cubrirlo. b) Palpebral—Al golpear ligeramente el ángulo interno del ojo, el paciente parpadea. c) Pedal—Se manifiesta al comprimir la membrana interdigital o al pinzar alguno de los dedos. La respuesta normal es un pedaleo más o menos rá- Indice pido. A medida que los planos de anestesia se hacen más profundos, desaparece primero el reflejo palpebral, le sigue el corneal y, por último, queda abolido el pedal. El plano idóneo de anestesia se encuentra entre un reflejo palpebral abolido y un corneal y pedal disminuido. 5.3.2. Número de respiraciones por minuto La respiración es más lenta cuanto más profunda es la anestesia. Cuando está cercana a la muerte tiende a la apnea. En general, el número de respiraciones/minuto mínimo que se deben mantener durante la anestesia es de: — Aves grandes: 9-14 respiraciones/minuto. — Aves medianas: 15-20 respiraciones/minuto. — Aves pequeñas: 20-35 respiraciones/minuto. 5.3.3. Número de pulsaciones por minuto La utilización de un estetoscopio introducido vía esofágica, un osciloscopio o un electrocardiógrafo nos permite determinar el número de pulsaciones minuto. La frecuencia cardíaca durante la anestesia debe estar alrededor de: — Aves grandes: 80-140 respiraciones/minuto. — Aves medianas: 120-240 respiraciones/minuto. — Aves pequeñas: 250-350 respiraciones/minuto. 99


Las aves ligeramente anestesiadas se caracterizan por presentar un estado de narcosis del que pueden despertar con facilidad. Este estado es semejante al de un mamífero bajo anestesia profunda (relajación muscular, respiración lenta, párpados cerrados) y durante la misma el ave soporta las operaciones de lavado, delimitación del campo, etc., pero cuando se inicia la incisión de la piel se despierta, bate las alas, eriza las plumas, chilla, etc., impidiendo la intervención.

5.4. Preanestesia Indice

5.4.1. Derivados de la fenotiazina 5.4.1.1. Hidrocloruro de clorpromazina Posee efectos antieméticos y depresores del SNC, pero es hipotensor, lo que favorece la aparición del shock: -

DOSIS: 1-2 mg/kg, vía oral (170).

5.4.1.2. Maleato de acepromazina Con efectos similares al hidrocloruro de clorpromazina. -

DOSIS: 0,05 mg/kg, vía intramuscular (112).

Es un producto con escaso efecto tranquilizante, contraindicado en aves con problemas hepáticos, por lo que no resulta aconsejable en animales muy estresados. Puede utilizarse como tranquilizante previo a la sedación con ketamina, a dosis de 0,05 mg/kg de maleato de acepromacina (62). 5.4.2. Derivados de la tiazina (9) 5.4.2.1. Xilazina No da buenos resultados si es utilizada sola. Produce mala analgesia y ligera bradicardia, aunque posee un gran margen de seguridad. 100

DOSIS: 5-50 mg/kg vía intramuscular (130).


5.4.3. Derivados de las benzodiazepinas 5.4.3.1. Diazepam Seguro y eficaz. Es un buen sinergizante de algunos anestésicos y resulta adecuado para los días anteriores y posteriores a la intervención quirúrgica a dosis bajas, vía oral, con objeto de disminuir la ansiedad inicial. Al igual que otros derivados de esta familia (lorazepam, alprazolam, clordiazepoxido), posee efectos sedantes y relajantes neuromusculares. El efecto sobre el sistema cardiovascular es prácticamente inapreciable, produciendo una ligera depresión respiratoria. — DOSIS: 1-15 mg/kg, vía intramuscular (7). 1-15 mg/kg, vía oral, días antes y después de la intervención (7). 10 mg/kg, vía intramuscular, y 2 mg/kg, vía intravenosa (48). 5.4.4. Otros 5.4.4.1. Meprobramato Es un producto que ocasiona resultados variables según la especie, pero que manifiesta poca toxicidad. Posee un claro efecto ansiolítico. En ánades reales (Anas platyrrinchus) la anestesia se consigue a partir de 1,6 g/individuo, y la dosis letal es de 3g/individuo (170). 5.4.4.2. Metomidato Parece ser un agente seguro para Falconiformes y Strigiformes, siempre que las intervenciones quirúrgicas no sean muy complicadas. Produce una hipersecreción no controlada por la atropina. Si hubiese regurgitaciones (egagrópilas o contenido alimenticio de buche), deben ser eliminadas rápidamente de la cavidad oral. — DOSIS: 10 mg/kg, vía intramuscular (34).

5.5. Anestesia local No es recomendable en ningún caso utilizar la procaína en periquitos (Melopsittacus spp.) y otras psitácidas, debido a su toxicidad (76) (102). 101

Indice


Sin embargo, algunos autores consideran que el efecto de los anestésicos locales es el mismo que el de los mamíferos y que los casos de intolerancia y toxicidad que describe la literatura son debidos a sobredosificaciones. Para evitarlas, recomiendan diluir las soluciones comerciales del 2 por 100 de hidrocloruro de lidocaína a soluciones al 0,5 por 100 (30). Otros autores utilizan anestésicos locales como la lidocaína o la cetacaína, pero advierten del peligro de muerte si se usa la procaína en las aves de jaula. También puede ser utilizado el cloruro de etilo por vía tópica (152). Indice

5.6. Anestesia general 5.6.1. Vía oral 5.6.1.1. Pentobarbital sódico (nembutal) - DOSIS: en gallinas, 0,16 g/kg (115). 5.6.1.2. Tribromoetanol Se utiliza para la captura de pavos salvajes impregnando los granos del alimento con el fármaco. La dosis en pavos es de 120-180 mg/kg (111). La anestesia para estorninos (Sturnus spp.) resulta adecuada con dosis de 330 mg/kg de tribromoetanol tras una inducción de siete minutos. Para el mirlo (Tordus merula) se precisan 260 mg/kg, con una inducción de un minuto (102). 5.6.2. Vía parenteral 5.6.2.1. Pentobarbital sódico (nembutal) Es un producto altamente necrosante por vía intramuscular, sin embargo, se recomienda para pequeñas aves preparando 500 mg del producto en 10 ml de agua estéril, a dosis de 1 ml/kg de la disolución, vía intramuscular (37). 102


5.6.2.2. Equitesin Es una solución inyectable formada por los siguientes fármacos y proporciones: — Hidrato de cloral — S04Mg — Pentobarbital sódico ...

2,13 g. 1,06 g. 0,48 g.

Los tres productos se mezclan en 50 ml. de una solución de agua destilada al 9,5 por 100 de alcohol y 35 por 100 de propilenglicol (152).

Indice

— DOSIS: esta mezcla, aplicada vía intramuscular en la paloma doméstica (Columba lina) y el arao común (Uria aalge) ha dado buenos resultados a dosis de 2,5 ml/kg (160). La dosis es aconsejable bajarla a 2 ml/kg en aves debilitadas, seniles o shockadas. La inducción conseguida con la mezcla oscila entre diez y treinta y cinco minutos y se mantiene durante veinticinco a noventa minutos (102). 5.6.2.3. Alfaxalona/alfadolona Son compuestos esteroides, hipnóticos a dosis bajas y anestésicos a dosis más altas. Cuando se administra esta mezcla vía intramuscular, la inducción se consigue a los cinco minutos, manteniendo su efecto máximo durante veinte minutos. Es un producto seguro, pero con alguna frecuencia ocasiona taquicardia y arritmias cardíacas. — DOSIS: 3-80 mg/kg. Vía intramuscular o intravenosa (35). En la grulla común (Grus grus) se ha utilizado a dosis de 2,8 mg/kg, vía intravenosa, con resultados satisfactorios (67,78). Samour (1984), con la alfaxalona/alfadolona consigue una buena anestesia en las siguientes especies:

103


ESPECIE

Peso (g)

mg/kg

Vía

Alimoche (Neophron pernopterus)

1.400-1.500

6-62

iv

Buho real (Bubo bubo)

2.350-2.450

4-5

iv

Buitre leonado (Gyps fulvus)

8.550-10.300

3-5

iv

Flamenco rosa (Phoenicopterus ruber)

1.800-4.200

2-92

iv

Grulla damisela (Anthropoides virgo)

2.030-2.100

3-48

iv

Grulla damisela (Anthropoides virgo)

2.030-2.100

25-41

im

Anade real (Anas platyrynchos)

1.000-1.100

22-85

im

Figura 5.1.

5.6.2.4. Clorhidrato de ketamina Es una ciclohexamina clasificada como anestésico disociativo. Tras la inyección intramuscular suelen aparecen opistótonos e incoordinación. Se mantiene su efecto máximo durante treinta a treinta y cinco minutos y el despertar suele cursar con excitaciones y aleteos. Si no se contrarresta con la aplicación de atropina, produce hipersecreciones salivares y respiratorias. Según Goodman (1986), «cuando se emplea ketamina para inducir la anestesia en pacientes hipovolémicos, puede sobrevenir hipotensión, pero la incidencia es menor que cuando se utilizan agentes inhalatorios». El mismo autor considera que la ketamina aumenta el índice metabólico y la presión intraocular, pero que deprime el reflejo tusígeno. La principal ventaja de la ketamina es su gran margen de seguridad. Como desventajas, además de las excitaciones motoras que produce, están las derivadas de su nula relajación muscular si no es combinada con otro agente. Para aves de menos de 100 gramos la dosis, vía intramuscular, estaría entre 100-200 mg/kg, y para aves de más de 300 gramos, de 20-50 mg/kg (87). En rapaces, la dosis es de 15-20 mg/kg, vía intramuscular (22). En psitácidas enjauladas, vía intramuscular, se han utilizado las siguientes dosis (20) (85): 104

Indice


ESPECIE

Dosis (mg)

Cacatúa

13

Periquito

1

Ararauna

17

Loros, rosellas

7

Figura 5.2. Indice

Algunas especies en las que se ha utilizado la ketamina y los resultados de la misma son: ESPECIE

Nombre científico

Peso

Ketamina

(g)

(mg)

Ketamina (mg/kg)

Anestesia

Grulla común

Grus grus

3.600-4.700

70

16

Ligera

Cigüeña blanca

Ciconia ciconia

2.700-3.600

46

15

Buena

Águila real

Aquila chrysaetos

3.600-5.100

45

12

Buena

Ratonero común

Buteo bufeo

575-1.050

15

16

Buena

Cárabo común

Strix aluco

325-460

9

13

Buena

Buho real

Bubo Bubo

1.650-2.450

29

14

Buena

Buho chico

Asio otus

210-350

7

17

Buena

Lechuza común

Tylo alba

250-390

10

22

Buena

Mochuelo común

Athene noctua

150

3

18

Buena

Lechuza campestre

Asió flammeus

340

5

16

Buena

Milano negro

Milvus migrans

550-875

15,6

23

Mala

Buitre leonado

Gyps fulvus

4

Buena

Águila calzada

Hieraaetus pennatus

Cernícalo vulgar Aguilucho cenizo

7.530-10.500

36

950

12,9

16

Buena

Falco tinnunculus

150-280

3,2

14

Buena

Circus pygargus

530-590

2,6

5

Buena


(Continuación) ESPECIE

Nombre científico

Peso

Ketamina

(g)

(mg)

Ketamina (mg/kg)

Anestesia

Anade real

Anas platyrhynchos

975-1.100

25

29

Buena

Paloma doméstica

Columba livia

260-435

25,3

75

Buena

Cuervo

Corvus corax corax

1.100-1300

21

23

Buena

Halcón peregrino

Falco peregrinus Hembra

880

12

13

Buena

Macho

580

7

14

Buena

13,05

15

Buena

2.200

28,60

13

Buena

3.210-5.200

150,50

35

Excitac.

2.600

32,25

15

Buena

17,48

19

Muy profunda

Azor

Accipiter gentilis

580-1.200

Águila culebrera

Circaetus gallicus

Ánsar común

Anser anser

Cigüeña negra

Ciconia nigra

Garza real

Árdea cinérea

900-1.450

Figura 5.3.

5.6.2.5. Ketamina + xilazina La combinación de estos dos productos disminuye algunos de los inconvenientes que supone su uso de forma individual; se consigue una buena analgesia gracias a la ketamina y una aceptable relajación muscular por la xilazina. Nosotros recomendamos en paloma doméstica (Columba livia) la dosis de 15-20 mg/kg de ketamina + 1 mg/kg de xilazina, vía intramuscular (26). Otros autores, para la misma especie, la estiman superior en ambos fármacos: 25 mg/kg de ketamina + 2,2 mg/kg de xilazina (166). Cuando se usa esta mezcla en rapaces nocturnas, la dosis es 1/3 más baja que en rapaces diurnas. No es recomendable exceder de 10 mg/kg de ketamina vía intramuscular para el cárabo común (Strix aluco) y la lechuza común (Tyto alba) (9). Con esta mezcla, viá intramuscular, se obtienen buenos resultados en el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) a dosis totales de 3 mg de ketamina + 0,6 mg de 106

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xilazma. En el halcón peregrino (Falco peregrinus) las dosis totales fueron de 12 mg de ketamina + 2,4 mg de xilazina para las hembras y 7 mg de ketamina + 1,4 mg de xilazina en los machos (165). 5.6.2.6. Ketamina + diazepam Esta combinación consigue buenos resultados a dosis de 25-35 mg/kg de ketamina + 1-1,5 mg/kg diazepam, vía intramuscular, aportando el efecto relajante que la ketamina no posee y obviando la bradicardia de la xilazina (137). Las rapaces diurnas necesitarían dosis de 30-40 mg/kg de ketamina + + 1-1,5 mg/kg de diazepam, mientras que los búhos necesitarían dosis menores: 25 mg/kg de ketamina + 1 mg/kg de diazepam, vía intramuscular (76,127). Sin embargo, dosis más bajas de ketamina consiguen también un buen efecto anestésico. 5.6.3. Vía inhalatoria La anestesia inhalatoria tiene las ventajas de adaptarse a cualquier especie al trabajar con una rápida consecución dosis-efecto y de permitir una pronta recuperación cuando se suprime el aporte de gas anestésico. La principal desventaja estriba en la necesidad de disponer de un profesional que controle la anestesia durante la intervención y en el fisiologismo especial del aparato respiratorio de las aves, puesto que la presencia de los sacos aéreos, estructuras inelásticas, supone una dificultad añadida para eliminar adecuadamente el gas anestésico si no se toman las precauciones oportunas. Algunos autores advierten del riesgo de utilizar aparatos no específicos en la anestesia de aves por vía inhalatoria, puesto que la concentración del anestésico es cada vez mayor si no se elimina con la rapidez adecuada (63). Según Coles (1985), la presión de C0 2 de las aves domésticas es normalmente un 30 por 100 más baja que la de los mamíferos, y debido a esto son mucho más sensibles a la hipercapnia. Según el mismo autor, resultaría de vital importancia mantener altos los niveles de circulación de gas oxígeno durante la anestesia inhalatoria de aves. En la práctica se utilizan niveles de circulación no menores a 0,7 litros de 02/minuto para las especies de gran talla (30). Al usar halotano como agente anestésico, la presión de C0 2 se incrementó gradualmente a medida que transcurría la anestesia, incluso en aquellas aves 107

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en que los movimientos respiratorios parecían ser normales. Por esta razón, se recomienda administrar anestésicos volátiles en las aves de forma intermitente con el fin de evitar las sobredosificaciones que se derivan de acúmulos excesivos de gas anestésico dentro de los sacos aéreos (111). 5.6.3.1. Éter Es un anestésico potente, que se elimina por vía pulmonar sin metabolizar. Puede ser usado impregnado en algodón y aplicándolo sobre los orificios nasales hasta lograr la narcosis. La operación se repite cuando aparecen síntomas de recuperación. El gran inconveniente del éter es la grave irritación que produce sobre las vías respiratorias (170). 5.6.3.2. Halotano (fíuotano) Es un anestésico potente y seguro, con mayor tolerancia y menor toxicidad para todas las especies que el éter. La inducción se realiza con una concentración del 3-4 por 100 de anestésico y se mantiene posteriormente con un 0,5-1 por 100 (63) (30). 5.6.3.3. Metoxiflurano (metafano, penthrano) Es igualmente seguro y falto de toxicidad. Es considerado como el agente volátil más seguro para anestesiar aves. La inducción se realiza a un 3-4 por 100 y el mantenimiento a un 1-1,5 por 100 (102). No es recomendable en águilas por la apnea que puede desencadenar; para otras especies, se considera que un 3,5 por 100 para la inducción y un 1,5-2 por 100 para el mantenimiento son adecuados (165). 5.6.3.4. Isoflurano El isoflurano es un producto excelente para anestesiar aves, incluso con algunas ventajas sobre el halotano y el metoxiflurano para pacientes viejos, en shock o con enfermedades cardiovasculares y hepáticas (42). La reconocida depresión cardiorrespiratoria que ocasiona está en función de la dosis, pero posee la ventaja de una rápida inducción y recuperación debido a su alta volatilidad (42). 108

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Para disminuir las concentraciones de halotano, metoxiflurano e isoflurano puede adicionarse óxido nitroso a la mezcla en las concentraciones siguientes: — 1/3 de oxígeno + 2/3 de N20 durante la inducción. — 1/2 de oxígeno + 1/2 de N20 durante el mantenimiento. En especies pequeñas, el halotano, el metoxiflurano y el isoflurano se pueden emplear introduciendo al paciente en un recipiente de un litro de capacidad con un algodón impregnado en 0,3 ml de gas anestésico. La inducción aparecerá entre los veinte y cuarenta minutos, en cuyo momento se retira el animal del recipiente. El mantenimiento se lleva a cabo con una torunda de algodón impregnada en el gas, que se aproximará y retirará de los orificios nasales según el plano de anestesia del paciente (63).

5.7. Recuperación de la anestesia (170) Cualquiera que se la vía y el producto utilizado, deben tenerse en cuenta algunas medidas para una buena recuperación. a) Mantener al paciente a una temperatura ambiental en torno a 25-30 °C. b) Exponerle a luz intensa: favorece la reanimación. c) La administración de oxígeno hace más rápida la recuperación. Es aconsejable colocar al ave en un habitáculo pequeño durante quince minutos recibiendo 3-4 litros de oxígeno/minuto (160).

5.8. Urgencias en anestesia de aves (119,30) a) Las aves, por su alta tasa metabólica, tienen tendencia a la hipotermia tras la intervención quirúrgica. Para evitarla, mantendremos la temperatura ambiental en torno a 25-30 °C y no desplumaremos grandes áreas durante la cirugía. b) «Aunque no se conocen muy bien los efectos de la posición del paciente durante la cirugía, se piensa que algunas muertes son debidas al shock que se produce por estiramiento de los plexos braquial y lumbro-sacro ante posiciones forzadas de los miembros torácico y pélvico» (170). Por esta 109

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razón se recomienda intervenir a los pacientes aviares en decúbito lateral (163). c) Cuando se aprecia insuficiencia respiratoria y la apnea se mantiene por más de cinco segundos, efectuaremos la respiración artificial mediante movimientos digitales sobre el tórax, una o dos veces por segundo. El paro cardíaco sobreviene tras una parada prolongada de la respiración. Según Bush (1985), las aves raramente responden a la resucitación pulmonar y nunca lo hacen al masaje cardíaco. d) Para recuperar al animal de la anestesia puede utilizarse el Doxapram*, vía intramuscular, a dosis de 7 mg/kg (22). Autores como Lind adminsitran tras la cirugía soluciones de dextrosa y ringer lactato (dextrosa al 2,5 por 100 vía subcutánea, o al 5 por 100 vía intravenosa).

110

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6. Osteosíntesis Indice

«Denominamos osteosíntesis a aquellas técnicas quirúrgicas que permiten inmovilizar los fragmentos de una fractura» (146). Las técnicas de osteosíntesis que se aplican sobre las alas de las aves silvestres deben conseguir una buena resolución, ya que el objetivo final es su readaptación en el medio natural. Para ello precisan una recuperación casi perfecta del vuelo (12). En el miembro pélvico, sin embargo, puede soportarse una eficacia menor y dependiendo de la especie, las aves pueden ser liberadas con alguna merma de su capacidad funcional. El resultado de la cirugía no depende exclusivamente de la técnica quirúrgica empleada; influyen, entre otras cosas, la lesión inicial y su antigüedad, el estado general previo, la biología particular de cada especie, los manejos y cuidados pre y postoperatorios, la ejercitación física posterior, etcétera.

6.1. Etiología de las fracturas Se denomina fractura ósea a la solución de continuidad existente a nivel del hueso (10). Las causas de las fracturas podemos dividirlas en: 6.1.1. Predisponentes a) Generales — Osteomielitis: las infecciones locales a nivel del hueso predisponen a las fracturas. 111


— Mala alimentación: sobre todo deficiencias en los niveles de calcio, o en la relación calcio/fósforo (frecuente en pollos de rapaces capturados de sus nidos y que han sido alimentadas con visceras). — Fatigas musculares: la acidosis del agotamiento facilita la descalcificación y, por tanto, la aparición de fracturas. — Edad: a medida que avanza la edad del paciente, al igual que en mamíferos, los procesos de cicatrización se retrasan en el tiempo. Este aspecto, sin embargo, no es fácil de determinar, puesto que en las aves existen pocos métodos que permitan averiguar la edad del paciente una vez que llegan a su estado de madurez. — Especie, sexo y estado hormonal (durante la puesta, las hembras padecen una mayor predisposición a las fracturas, ya que el calcio de los huesos está siendo movilizado para la formación del huevo). b) Locales — La propia forma del hueso (el humerus, por ejemplo, describe una trayectoria en «S» que posibilita su fractura ante determinados movimientos). — Tumoraciones óseas. — Compresiones permanentes de lazos y argollas. 6.1.2. Derterminantes — Traumatismos externos: son la causa más frecuente de fractura en las aves salvajes. El mayor porcentaje de casos está originado por disparos, choques contra tendidos eléctricos o alambradas, caídas del nido de polluelos y atropellos (sobre todo en rapaces nocturnas). — Contracciones musculares.

112

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Figura 6.1.-Fractura en la articulación humerus-ulna-radius de un halcón peregrino (Falco peregrinus) producida por perdigones.

6.2. El callo óseo Tras producirse una fractura ósea, alrededor de los fragmentos se forma un tejido nuevo que establecerá, más tarde o más temprano, un puente entre ellos. A este tejido nuevo que se forma se le denomina «callo» (71). 6.2.1. Mecanismo de formación Los estudios más recientes que se han realizado sobre los mecanismos de reparación de las fracturas de las aves utilizando radiografías y cortes histológicos han revelado su semejanza con los de los mamíferos, aunque el proceso parece que ocurre de una forma más rápida (88). Cuando se produce una fractura en un hueso largo, se establece una solución de continuidad en el hueso, quedando la estructura escindida en dos o mas fragmentos. Junto con esta rotura ocurre también la del periostio y la de los 113


vasos sanguíneos de los conductos de Havers y tejidos blandos adyacentes, que será tanto mayor cuanto más desplazamiento exista entre los fragmentos. Como consecuencia de la lesión de los vasos, en las proximidades de la fractura se producirá la muerte de los osteocitos del hueso y su posterior lisis, afectando también al tejido perióstico y la médula ósea, aunque en menor intensidad debido a su rica vascularización. Cuando se detiene la hemorragia, el hematoma formado entre los dos extremos comienza a organizarse, y se origina un foco inicial de acidosis que va a acompañar a los fenómenos de reparación. Junto con la organización del hematoma se produce una vasodilatación en el periostio y endostio, que aportará al foco de fractura abundante cantidad de células osteógenas, rellenando así el espacio existente entre los fragmentos. Con la proliferación de células osteógenas crecen también los capilares sanguíneos y en las zonas muy vascularizadas las células se diferenciarán en osteoblastos. Sin embargo, en los puntos con poco aporte sanguíneo las células osteógenas se diferenciarán en condroblastos y condrocitos, desarrollándose un tejido cartilaginoso en las regiones periféricas del callo. En fases sucesivas, este cartílago sufrirá metaplasia ósea y en última instancia ocurrirá la remodelación, mediante la cual se restablecen los sistemas de Havers por la acción de los osteoclastos (que eliminan el tejido muerto) y los osteoblastos. Si la fractura es reducida e inmovilizada adecuadamente en las primeras horas, el tejido cartilaginoso periférico se formará en cinco o seis días (122). La sustitución del tejido cartilaginoso por el óseo tendrá lugar a los diez u once días, la verdadera unión ósea ocurrirá alrededor de los veintidós días y la remodelación completa a los cuarenta y cinco días (122,71). El callo óseo formado en las aves es principalmente intramedular (callo endóstico), sirviendo de rápido y rígido soporte para la consolidación final (22,30,34). El callo perióstico que se forma cuando la reducción e inmovilización son correctas es pequeño, pero será tanto mayor cuanto peor se hayan realizado aquéllas (3). Dos de los problemas más difíciles de resolver en traumatología de las extremidades de las aves son las fracturas localizadas en las epífisis y aquéllas en las que se ve afectada la artería nutricia, por la consecuente isquemia. 114

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Las fracturas en las epífisis siguen la misma evolución que en cualquier otro punto del hueso, pero el tejido cartilaginoso que aparece en la zona impide durante cierto tiempo el movimiento de la articulación y la anquilosis articular suele ser la consecuencia final. Además, en este tipo de fracturas resulta dificultoso la aplicación de fijadores que estabilicen adecuadamente el foco sin lesionar la articulación. Si la epífisis afectada es la del humerus proximal, el problema es mayor; en esta región se insertan los potentes músculos pectorales, que impedirán una inmovilización absoluta de la zona con sus movimientos. Por otro lado, los disparos, choques violentos y autolesiones que se produce el paciente, o la introducción de clavos metálicos vía intramedular, seccionan a veces la arteria nutricia del hueso, comprometiendo seriamente la formación del callo. La evolución en estos casos es variable según la lesión que haya sufrido el vaso, pudiéndose retrasar la cicatrización durante meses, o no completarse nunca. 6.2.2. Evolución La evolución del callo óseo, tal y como se ha comentado, sigue un flujo de formación, pero el tiempo en que esto ocurre dependerá de varios factores: a) El lugar de la lesión (epífisis o diáfisis). b) Su naturaleza (simple, complicada, etcétera). c) La edad de la lesión (por ejemplo, huesos expuestos durante largo tiempo al aire, o con coloraciones verdosas, tienen tendencia a la degeneración ósea o a la osteomielitis, y la intervención en estos casos suele fracasar) (12). Las fracturas óseas antiguas de los huesos largos, si los extremos de los mismos no confrontan, se taponan en su canal medular con tejido calloso y con el paso del tiempo llegan a sufrir metaplasia ósea. Las intervenciones realizadas bajo estas circunstancias son especialmente complicadas, puesto que se hace necesario reavivar el hueso y abrir de nuevo el canal medular. d) La técnica de osteosíntesis aplicada. La evolución del callo es diferente según la técnica de osteosíntesis, y se considera que con fijadores externos ocurre en diez o catorce días, mientras que con fijadores internos se prolongaría hasta los 20 (136). 115

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e) La inmovilización del foco de fractura. La inmovilización correcta es el eje central de la formación del callo óseo en aves (64). f) La edad del paciente. El callo óseo se forma y evoluciona más rápido en los pacientes de corta edad que en los adultos. g) La existencia de infecciones generales o locales retrasa o imposibilita (según el caso) la cicatrización. Una fractura ósea de un ave, bajo buenas condiciones, se estabiliza en tres semanas (22). Algunos autores opinan que son estables a las seis semanas (86) y otros que en dos (2). Otras experiencias concluyen que, aunque las fracturas óseas sueldan antes que en mamíferos, con signos de curación entre los ocho y diez días, la remodelación completa no se presenta hasta pasadas varias semanas. Estos aparentes signos de curación son atribuidos a la rápida movilización de células osteógenas en el foco de la lesión (126).

6.3. Inmovilización externa La inmovilización externa puede ser utilizada sin otro tipo de intervención quirúrgica para el tratamiento de las fracturas sin desplazamiento y cuyos extremos óseos se encuentran perfectamente alineados (22). Bajo esas condiciones, las fracturas de os metacarpale y digitus sueldan en diez o catorce días (136). Uno de los problemas que se presentan para la inmovilización adecuada del miembro torácico es el que se deriva del movimiento sincronizado de las alas, puesto que durante el vuelo ambas extremidades suben y bajan al mismo tiempo, como una unidad funcional (13). Cuando el paciente presenta una lesión ósea en un ala que precisa inmovilización, si se otorga libertad de movimientos al homólogo sano, se entorpece la adecuada formación del callo óseo, sobre todo si la fractura se halla localizada en el primer hueso del ala (humerus) (111), puesto que el ala sana se moverá, influyendo negativamente sobre la que permanece inmovilizada. Para solucionar este problema es necesario inmovilizar también la extremidad torácica sana. Si se hace rodeando al tronco con cinta adhesiva formando un bloque en el que quedan también incluidas las dos alas, se presentarán problemas para mantenerse en la estación, sobre todo por los intentos que realizará 116

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el paciente al intentar liberarse de sus ataduras (suele terminar por trabarse las garras y los dedos con la cinta en la región de la quilla). Para evitar éste y otros inconvenientes, se recomiendan varios tipos de inmovilización, según el tramo óseo afectado: Tipo I. «En hamaca» (22) (116). Para fracturas de humerus o cualquier otro hueso de la extremidad, e incluso para fracturas en el miembro pélvico. Se inmoviliza el animal con una o dos vueltas de cinta adhesiva (celofán u Indice otros) alrededor del cuerpo, incluyendo ambos miembros torácicos y se le introduce en el denominado «Body sling» (119), de forma que queda colgado e inmerso en una «hamaca» que le permitirá apoyar las patas a voluntad. La inmovilización conseguida con este sistema es buena, pero presenta el inconveniente de tener que «embuchar» a diario a algunos de los pacientes.

Figura 6.2.—Inmovilización Tipo I.

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Figura 6.3.—Inmovilización en «hamaca» en una cigüeña blanca (Ciconia ciconia).

Tipo II. «En yugo» (30) (170). Para fracturas de ulna, radius y tramos finales del ala. Se inmovilizan ambas extremidades mediante cinta adhesiva (celofán u otros), pasándola sobre el dorso y la parte lateral del ala que comprenden el brazo y antebrazo. La cinta vuelve luego por la cara ventral de ambos remos, sin pasar por la región de la quilla. Para inmovilizar los segmentos distales del miembro torácico se puede utilizar un pequeño trozo de película radiográfica como férula, curvándola sobre el borde de ataque del ala, o incluso suturar o inmovilizar los cañones de las rémi118


ges primarias debido a la fuerte inserción que poseen estas plumas en los huesos del carpo (40). Utilizando una cinta adhesiva y dos piezas de cartón o material similar como elemento estabilizador, se pueden inmovilizar algunos tipos de fractura óseas en las aves (2).

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Figura 6.4.—Inmovilización Tipo II en un águila calzada (Hieraaetus pennatus).

En las fracturas del miembro pélvico puede utilizarse la «inmovilización Tipo I» anteriormente descrita, para facilitar el apoyo del cuerpo sobre la «hamaca» y no recargar el peso sobre la extremidad afectada. Además de esta inmovilización, será necesario una de la propia extremidad, que puede ser llevada a cabo, al igual que en mamíferos, con escayola (articulación superior e inferior al foco de fractura, inmovilizada) u otros materiales rígidos. En aves de pequeño tamaño son de elección materiales ligeros, pudiéndose combinar elementos plásticos, placas radiográficas, etc., y esparadrapo para formar un molde compacto. Si la técnica de osteosíntesis elegida fueron los fijadores externos, el conjunto actuará ya como sistema inmovilizador en la zona. Para las fracturas de los dedos en el miembro pélvico se obtienen buenos resultados inmovilizando todos los dedos en posición abierta sobre una esfera 119


construida en escayola, o algodón y gasa. La estructura se fija a su vez con escayola por la región superior. Rodríguez de la Fuente (1970) recomienda albergar a los halcones y otras aves de cetrería con lesiones óseas simples en un lugar totalmente oscuro durante un mes, encendiéndoles la luz únicamente para comer.

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Figura 6.5.—Inmovilización para fracturas de digitus I, II, III y IV.

6.4. Técnicas quirúrgicas cruentas 6.4.1. Fijación interna Entendemos por fijación interna aquella técnica de osteosíntesis que hace necesario abordar el foco de fractura para aplicar uno o más materiales con objeto de conseguir la estabilización de los huesos fracturados (136). Exponemos a continuación las técnicas de fijación interna más utilizadas. 120


6.4.1.1. Enclavijamiento medular (intramedular o centromedular) (8) (12) (91) (96) (140) Técnica que utiliza clavos introducidos en el canal medular como elemento estabilizador. Están construidos en acero inoxidable, aleaciones de cromo, cobalto y molibdeno, o en titanio, vanadio, etc., con secciones distintas según el modelo (cilindricas, en trébol, uve, etc.). Los clavos más usados en cirugía de aves son las agujas de Kirschnner y los clavos de Steinmann, con calibres comprendidos entre 1-4 mm. El enclavijamiento medular es una técnica generalmente orientada al tratamiento de las fracturas diafisarias de los huesos largos. Se distinguen dos tipos de enclavijamiento: 6.4.1.1.1. Enclavijamiento abierto En el que se aborda el foco de fractura para introducir el fijador. El clavo es introducido a través de la lesión hasta que perfora un punto del hueso próximo a la epífisis (o ésta misma) y sale por ella al exterior en unos centímetros para, una vez confrontados y alineados los extremos fracturados, introducirlo vía retrógrada desde el exterior (91).

Figura 6.6.—Esquema de enclavijamiento centromedular abierto.

Clavos que no perforan el hueso: Otros tipos de clavos y materiales no perforan el hueso, siendo introducidos a través del foco de fractura y colocados luego en su posición por distintos mecanis121

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mos (146). Dentro de éstos se encuentra la técnica consistente en utilizar dos láminas plásticas de material inerte fusionadas entre sí en ángulo recto. El dispositivo esta perforado para poder introducir un sedal que hace retroceder el fijador hasta su centro, una vez que han sido confrontados y alineados los extremos óseos (30)

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Figura 6.7.—Radiografía de una fractura de humerus estabilizada mediante un enclavijamiento centromedular.

Una variación a esta técnica es la que utiliza los capuchones de las agujas hipodérmicas como fijadores (128). También se han realizado experiencias con varillas de propileno introducidas en el canal medular y fijadas con cemento óseo (101), así como con clavos de polimetilmetacrilato (96). 122


Otros tipos de clavos metálicos que no precisan perforar el hueso por ningún punto son aquellos que poseen un dispositivo de muelle, recogiéndose una parte del clavo dentro de otra hasta que los extremos óseos están confrontados y alineados, en cuyo momento se activa el resorte que hace recuperar al clavo toda su longitud.

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Figura 6.8.—Clavo con dispositivo de muelle. Comprimido y extendido.

6.4.1.1.2. Enclavijamiento cerrado No se aborda el foco de fractura. Se reduce la fractura por medios mecánicos (extensión, contraextensión y coadaptación) y se introduce el clavo por la epífisis, enhebrándose los fragmentos. Esta técnica se utiliza principalmente en animales de compañía (149). En general, los clavos suelen retirarse pasado un tiempo, aunque en los casos en que se utilizaron metales totalmente inertes, o en aquellos otros en que el fijador no perforó el hueso, algunos autores prefieren dejarlos en su lugar. Cuando se decide retirarlos, la operación se lleva a cabo por simple tracción del extremo metálico que sobresale de la piel (22). Las ventajas principales del enclavijamiento medular son la comodidad con que se introduce y extrae el clavo, la seguridad de la confrontación entre los extremos óseos y lo económico de los materiales. 123


Inconvenientes son, entre otros: 1. La rotura de trabéculas óseas que produce la penetración en el canal medular de los clavos, máxime si se utiliza una sección que ocupe todo el espacio medular con el propósito de estabilizar adecuadamente la fractura (no es necesario recordar que los huesos largos de las aves poseen una cortical extremadamente fina en comparación con su canal medular, siendo necesarios clavos de gran sección si se pretende ocupar todo su espacio) (26). 2. La posibilidad de que el clavo introducido produzca necrosis del hueso por isquemia al lesionar la arteria nutricia (99). 3. Al perforar la epífisis del hueso para introducir el clavo vía retrógrada lesionamos la articulación, persistiendo generalmente algún grado de anquilosis posterior (34). 4. El callo óseo que se forma en las aves es principalmente intramedular, y cualquier material extraño que se introduce en el canal medular interfiere su formación (22). 5. El clavo permite la rotación de segmentos (sobre todo en fracturas de humerus, femoris, tibiotarsus y tarsometatarsus) (22) (132). 6. El clavo mantiene una vía abierta con el exterior, posibilitando la infección (26). 6.4.1.2. Tornillos de cortical y esponjosa

Mediante esta técnica, los fragmentos óseos fracturados se unen por tornillos de diversos calibres y longitudes. Se requiere previamente un trócar especial para efectuar el orificio por el que se introducirá el tornillo. Es una técnica poco usada en el miembro torácico por la escasa firmeza que da a los tornillos una cortical de tan poco grosor (130), pero que puede ser utilizada en los tramos inferiores del miembro pélvico. 6.4.1.3. Placas de osteosíntesis

Son piezas metálicas rectangulares provistas de varios orificios, a través de los cuales se introducen tornillos que anclan la estructura directamente al hueso. Para colocarlas se horada previamente el hueso en los puntos de aplicación de los tornillos. Son poco usadas en las alas de las aves por la misma razón que los tornillos de cortical y esponjosa, aunque sus posibilidades en el miembro pélvico (tibiotarsus y tarsometatarsus) son mayores por tener una cortical de 124

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mayor espesor. Uno de sus inconvenientes es la necesidad de una gran incisión, aumentando con ello los riesgos de sepsis y lesiones neurovasculares (22).

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Figura 6.9.—Placa de pequeños fragmentos emplazada en la ulna de un ratonero común (Buteo buteo).

6.4.1.4. Cerclajes (46) (52) (96) Son hilos que mantienen unidos los extremos fracturados, o distintos fragmentos del hueso. Los materiales utilizados son generalmente el acero inoxidable o el ácido poliglicólico. Pueden ajustarse sobre toda la circunferencia del hueso, o bien, si se han practicado orificios en la cortical del hueso, fijar zonas más concretas. Son muy utilizados para fracturas «en pico de flauta» y para los casos en que se necesita acoplar esquirlas óseas al foco de fractura. El inconveniente de los cerclajes es la poca rigidez que aportan al callo en formación y la hipovascularización que producen en el periostio (139). Puede resultar adecuado el uso de clavos intramedulares combinados en cerclajes; se suman así los inconvenientes de ambas técnicas, pero se aporta una mayor fortaleza al foco de fractura (49). 125


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Figura 6.10.—Esquema de un cerclaje.

6.4.1.5. Injertos óseos Los injertos óseos contribuyen a la reparación de las fracturas mediante dos funciones primordiales: actuando, por un lado, como fuente osteogénica y, por otro, como soporte mecánico, refiriéndose la osteogénesis a la formación de hueso sin indicación del origen celular. «Cuando encima o alrededor de un injerto se forma hueso nuevo, éste puede proceder tanto del injerto, es decir, de las células que sobrevivieron a la transferencia y son capaces de formar hueso nuevo, como de las células huésped» (149). 6.4.1.5.1. Terminología (169) Injertos autógenos o autólogos.—El donante y el receptor son el mismo individuo. El lugar adecuado para extraer el injerto en las aves es, sobre todo, el os femoris y el tibiotarsus (169). Injertos alógenos.—EX donante y el receptor son individuos diferentes, pero idénticos en cuanto a histocompatibilidad antigénica. Xenoinjertos.—El donante y el receptor no son de la misma especie. Tanto en un tipo como en otro, los injertos pueden ser usados frescos (muy adecuado para los autógenos y alógenos) o tratados. 126


6.4.1.5.2. Injertos tratados

Descalcificados.—El hueso descalcificado con C1H es capaz de conservar la capacidad osteoinductora merced a la persistencia de la PMH (proteína morfogénica del hueso), pero el injerto óseo así obtenido no ofrece fortaleza y no puede ser usado como sostén (149). Tratamiento térmico.—Los injertos tratados en el autoclave destruyen la PMH, no siendo, por tanto, osteoinductores, pero mantienen intacta su capacidad de sostén. Indice

Congelación-desecación.—Este proceso no impide la incorporación del implante, demostrando una inmunogenicidad mínima. La congelación-desecación ha sustituido ampliamente a la descalcificación y a los tratamientos por calor (140). Los injertos óseos en las aves se aplican muy esporádicamente por la complejidad del proceso; están indicados en fracturas conminutas con gran destrucción de tejido óseo, uniones retardadas, no uniones avasculares, osteomielitis, etcétera. En cualquiera de las situaciones en que se utilice, se hace necesario rellenar el foco de fractura con abundante tejido óseo esponjoso y estabilizar perfectamente los extremos fracturados, ya que una de las condiciones principales para que un injerto óseo tenga éxito es la estabilidad absoluta. Aunque los pequeños autoinjertos esponjosos puedan ser capaces de formar hueso nuevo gracias a una proliferación y diferenciación de sus células, los injertos corticales suelen fracasar si no se fijan adecuadamente (169).

Figura 6.11.—Punto de extracción del injerto óseo en el tibiotarsus.

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6.4.1.6. Otros Otros materiales usados en el interior del canal medular como fijadores son: a) Cerámica porosa. b) Derivados de la apatita como la fosforita, o determinadas especies de corales, ya que poseen una composición mineral muy similar a la del hueso y una gran porosidad (134). c) Cemento óseo (15). Se han conseguido éxitos en medicina humana, pero en el miembro torácico de las aves no se consigue el mismo resultado. El implante de cemento termina aflojándose ante los potentes movimientos de las alas. En combinación con varillas de propileno, ha sido utilizado con éxito en algunas fracturas de alas (101). 6.4.2. Fijación externa Se puede considerar la fijación externa como un método capaz de estabilizar las fracturas empleando clavos de metal que atraviesan el hueso, siendo estabilizados externamente mediante un sistema rígido (51). 6.4.2.1. Componentes (149) a) Clavos de fijación o clavos percutáneos.—Son los clavos que se introducen en el hueso. Pueden ser: — Medios clavos: si atraviesan las dos corticales del hueso, pero no sobresalen por la piel del lado opuesto al de la inserción. — Clavos enteros: atraviesan también la piel del lado opuesto al de la inserción. b) Barras conectoras.—Son los soportes metálicos externos que estabilizan los clavos en la posición adecuada. c) Rótulas.—Son las piezas que coaptan los clavos con las barras. d) Articulaciones.—Son las piezas que unen una barra con otra. 128

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Figura 6.12.—Fijador externo de Kirschnner-Ehmer.

6.4.2.2. Tipos El fijador de Krschnner-Ehmer es el más utilizado debido a su poco peso, diseño simple, facilidad de aplicación y economía. Está constituido por clavos de Steinmann de acero inoxidable, lisos o con rosca. Su diferencia principal con otros tipos de fijadores, como el de Meynard, estriba en el tipo de articulación utilizado. Además de estos fijadores, otros autores han utilizado con éxito clavos transfijantes coaptados externamente con férulas de yeso, o metilmetacrilato y otras resinas sintéticas (58) (62). En general, se recomienda el uso de fijadores ligeros en aves. Las agujas hipodérmicas son utilizadas con éxito como clavos, fijándolas externamente con un entramado de hilo de acero y cemento óseo (128). Otros autores coaptan los vástagos metálicos con pegamento termoplástico. Se consiguen mejores resultados si la coaptación de los clavos se hace con barras dobles en lugar de con una sola barra (86). 129


Los medios clavos se recomiendan para las aves con fracturas de femoris, humerus y tibiotarsus, considerando dos el número mínimo de clavos que es necesario introducir en cada extremo óseo (22). 6.4.2.3. Aplicación

Para la aplicación de fijadores externos se requiere una técnica aséptica. Se pueden considerar cuatro las configuraciones más utilizadas en la aplicación de fijadores externos (45): — Tipo I: utiliza medios clavos. Las barras conectoras van situadas solamente a un lado de la extremidad. — Tipo II: utiliza clavos enteros. Las barras se sitúan a ambos lados de la extremidad. — Tipo III, tridimensional: instala un fijador tipo II y, posteriormente, un tipo I perpendicular al primero. — Tipo IV: utiliza dos medios clavos perpendiculares entre sí.

Figura 6.13.—Fijadores externos en una fractura de tarsometatarsas de una grulla damisela (Anthropoides virgo) y su evolución a los quince días tras la extracción de los mismos.

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Patat (128) prefiere tratar las fracturas sin incidir el foco de fractura, lo que no resulta difícil en lesiones de ulna, radius, metacarpale III y IV, tibiotarsus y tarsometatarsus. Sin embargo, en fracturas de humerus o femoris la palpación y alineación de los extremos óseos resulta más dificultosa. En la práctica, pequeñas incisiones pueden resultar de ayuda, al tiempo que permiten introducir hueso esponjoso en los casos de fracturas complicadas (conminutas, no unión, osteomielitis, etcétera) (45). La introducción del clavo es recomendable practicarla de forma manual; los aparatos eléctricos de altas revoluciones producen necrosis en el hueso y poste- Indice rior aflojamiento (135). En cuanto al ángulo de entrada del clavo, en general se acepta que debe existir una angulación diferente a 90° con respecto al eje del hueso para evitar deslizamientos y aflojamientos. Las normas básicas para la aplicación de un fijador externo son (45, 149): a) La fractura debe reducirse por palpación sin incidir la piel o a través de una pequeña incisión. b) Primero se introduce el clavo percutáneo más proximal y luego el más distal (ambos con una angulación adecuada). c) Los dos clavos se fijan a las barras por las rótulas. d) Se confrontan y alinean perfectamente los extremos óseos. e) Se insertan los clavos restantes y se cierran las rótulas. f) En caso de que se haya intervenido a cielo abierto, y si fuese necesario, colocamos hueso esponjoso autógeno. g) Cortaremos las porciones de clavos y barras que sobran. Según Rowley (139), la fijación externa es el único método capaz de solucionar las fracturas conminutas de las aves y las distales del os humerus. Otros autores generalizan recomendándola para cualquier tipo de fractura, por considerarla menos traumatizante que la fijación interna (113) (132). 131


6.4.2.4. Ventajas e inconvenientes (22) (128) 6.4.2.4.1. Ventajas 1. No es necesario abordar el foco de fractura, con lo que se evita la aparición de nuevas hemorragias, infecciones y embolias grasas. 2. No se interfiere apenas en la estructura interna del canal medular (no hay rotura de trabéculas). 3. No se interfiere en el foco de la fractura, permitiéndose una adecuada formación del callo óseo. 4. Se evitan los movimientos de rotación de los extremos óseos. 5. No se lesionan las articulaciones y, por tanto, no se interfiere en la vascularización de las epífisis ni se facilitan las anquilosis. 6. Puede ser utilizada en las fracturas conminutas, en las uniones retardadas, en las no uniones, osteomielitis, etcétera. 6.4.2.4.2. Inconvenientes 1. La complejidad del sistema. 2. Existe la posibilidad de osteomielitis al existir una vía de comunicación con el exterior.

6.5. Estimulación electromagnética «En los huesos intactos, la zona de crecimiento y la metáfisis es electronegativa y la diáfisis es isopolar. Las zonas electronegativas se asocian a osteogénesis» (146). Cuando ocurre una fractura, la diáfisis fracturada se hace electronegativa y persiste así hasta que la lesión queda curada. La estimulación del foco de fractura con corriente directa continua de 20 microamperios induce a la nueva formación de hueso a nivel del cátodo y a la reabsorción en el ánodo. El mecanismo por el que esto ocurre no es todavía conocido, aunque se supone que el sistema AMP-cíclico puede resultar activado por la electricidad, lo que determinaría una proliferación de células osteoformadoras (146). 132

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Para aplicar esta técnica, se introduce quirúrgicamente el electrodo de platino correspondiente al cátodo en el foco de fractura, con 20 microamperios de corriente continua. Ánodo y batería se colocan en el tejido subcutáneo separados del foco. Otra modalidad menos invasiva consiste en utilizar de uno a cuatro electrodos de acero inoxidable como cátodos, ubicados percutáneamente al foco de fractura; el ánodo se colocaría sobre la piel y a ambos polos se conectaría una batería con corriente continua de 20 microamperios. La estimulación electromagnética ofrece buenas posibilidades de éxito en los casos de no uniones avasculares, pseudoartrosis, artrodesis, osteocondritis y Indice suturas nerviosas (144). La consolidación perfecta fue posible en dos águilas reales (Aquila chrysaetos) y un halcón peregrino (Falco peregrinus) con fracturas en las que no se había formado callo óseo tras sesenta y ochenta días, respectivamente, mediante la aplicación de corriente continua de 0,83 voltios y 20 microamperios. El electrocallo formado se caracterizó por un aumento de la vascularización, una orientación tisular paralela al eje largo de la diáfisis y un aumento de la calcificación (104). Los ensayos efectuados con estimulación electromagnética han conseguido resultados favorables en el 60-85 por 100 de los casos de pseudoartrosis tratadas (17).

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7. Postoperatorio Indice

Terminada la intervención, el paciente será internado en unas dependencias que permitirán controlar su estado. Exceptuando el período crítico de la intervención, es durante esta fase (y principalmente en las primeras cuarenta y ocho horas) cuando el riesgo de fallecimiento es mayor y, por tanto, donde debemos centrar nuestra atención. Si las constantes vitales no fueron convenientemente estabilizadas previamente a la cirugía, la anestesia administrada y la posible hemorragia producida, además del estrés inherente a la propia intervención, pondrán ante nosotros un caso clínico en estado grave. Esta situación crítica a veces se ve agravada por la negativa del paciente a ingerir alimento, por la sensibilidad propia de la especie tratada (autillos, gavilanes y algunos paseriformes son muy vulnerables a los efectos del estrés) o por un manejo inadecuado, lo que puede conducir a un deterioro progresivo del estado general del paciente. Durante estas primeras cuarenta y ocho o setenta y dos horas nos debatimos ante la disyuntiva de manejar directamente al ave para administrarle sueros, antibióticos, alimentación, curas locales, etc., o bien evitarle el estrés que esto conlleva y permitirle una estabilización psíquica con una tranquilidad absoluta que restablezca el normofisioligismo. La solución al problema suele lograrse adoptando una postura intermedia que permita algunos tratamientos sin producir estrés, como por ejemplo la utilización de fármacos de acción «retard» tras la recuperación de la anestesia y antes de ser introducido el paciente en la jaula de cuidados intensivos (sueros, antibióticos y otros por vía parenteral, etc.), diazepam diariamente vía oral y mezclado con el alimento, nebulizaciones con agua o medicamentos (baños, tratamientos antibióticos, antifúngicos, antiparasitarios, etc.) a través de pequeños orificios de la jaula, o incluso modificaciones de la postura si se encuentra suspendido en el «Body sling» gracias a los hilos que lo mantienen conectado 135


con el exterior. La vía intraósea permanente, conectada mediante un gotero con el exterior de la jaula, permite una buena relación «tratamiento intensivo/ estrés», siendo posible incluso la alimentación durante algunos días a través de esta vía. La alimentación en esta fase será siempre procedente de animales vivos o recién matados. Cualquier sustancia que queramos administrar con la presa (antibióticos, corticoesteroides, vitaminas, minerales, etc.) se inyectará o introducirá dentro de la presa una vez muerta. Estos efectos antiestrés derivados de la no visualización del hombre por parte del paciente (el principal agente causal de estrés en las aves salvajes), son complementados con una temperatura ambiental adecuada, ausencia de ruidos y animales, limpieza y desinfección realizada desde el exterior, mínima manipulación del paciente, etcétera.

7.1. Influencia del comportamiento del paciente en el postoperatorio Según Coles (1985), las aves salvajes hospitalizadas son más propensas a sufrir estrés que los mamíferos en condiciones similares. En cualquier especie, la respuesta ante un comportamiento adquirido se pone en funcionamiento cuando aparece un estímulo específico en el medio ambiente. Si no aparece ninguno de los estímulos naturales que aportan seguridad al individuo (el confinamiento lo impide), el ave se pone tensa y se desarrolla el cuadro del estrés. La tensión que se crea será proporcional al grado de habituación al hombre y a la especie de que se trate, pero incluso dentro de la misma especie existirán variaciones individuales. Sin embargo, existen algunas pautas de comportamiento que son comunes a casi todas las especies, como por ejemplo que la mayoría de ellas pasan mucho tiempo (durante el vuelo) por encima del ojo humano. Por esta razón, la ubicación de las jaulas a cierta altura aporta una mayor seguridad al paciente y, por tanto, un menor estrés. Si bien los sonidos anómalos (voces, animales, ladridos, etc.) son un factor a evitar durante toda la hospitalización, el paciente aviar muestra más sensibi136

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lidad a todo cuanto ve, y en especial a la presencia humana. Eliminar de forma total este inconveniente realizando las observaciones desde mirillas o a través de cristales de visión unidireccional y limitar la entrada de luz en la jaula de cuidados intensivos mediante persianas u otros materiales opacos, puede llegar a ser determinante en aves sensibles.

7.2. Las perchas No todas las especies precisan perchas durnate su hospitalización, pero las rapaces, acostumbradas a reposar en cantiles o en ramas de árboles, se sienten mejor si la posición es elevada con respecto al suelo de la jaula. En las aves de cola larga (gavilanes, azores, etc.) este aspecto resulta de gran importancia y la falta de la percha les obligaría a mantenerse en posturas anormales, con el consiguiente estrés y gasto de energía. En la confección de las perchas deben utilizarse materiales porosos de secciones cilindricas o planas. Las estructuras metálicas o de otro material, si van revestidas de piel o corcho son igualmente válidas, pero son de elección los materiales que se encuentran en la naturaleza (ramas de distinta sección, troncos gruesos colocados verticalmente o ramas de alcornoque, encina, robles, etcétera). Otros materiales, como la cuerda de esparto, son también válidos. Esta última puede utilizarse con un calibre grueso, o bien, si es fina, arrollarse alrededor de un segmento cilindrico. En las aves que precisan superficies planas (buitres, falcónidos, etc.), pueden también emplearse materiales sencillos, como ladrillos o macetas de barro invertidas, recubiertas de piel o corcho laminado. Calibrar adecuadamente la sección cilindrica de la percha en función de la especie ingresada evita lesiones en la musculatura y dedos de los pacientes, que podrían llegar a complicarse con pododermatitis en la almohadilla plantar («clavos») si se combinan con una mala higiene y/o falta de ejercicio. En las aves inmersas en la «hamaca» son también posibles las perchas, permitiendo así el apoyo voluntario de las patas y la colocación de la cola en una posición cómoda. Sin embargo, en aquellos que permanecen inmovilizados de ambos miembros, pero no insertos en la «hamaca», la ubicación de una percha a cierta altura les obligaría a dar saltos hasta llegar a la misma, esfuerzo que iría acompañado de un movimiento más o menos marcado de los miembros toráci137

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cos que deben permanecer inmovilizados (en caso de fractura ósea en la región) y que redundaría en una mala formación del callo óseo. Para estos casos, deben instalarse perchas a distinta altura a modo de escalones que permitan la ascensión hasta la altura deseada sin dar saltos. En cuanto a la posición de la percha, es conveniente orientarla para que las deposiciones no caigan sobre el agua o el alimento, teniendo en cuenta que la mayoría de las rapaces expulsan los excrementos con gran fuerza en dirección horizontal. Las lechuzas y otras aves nocturnas, acostumbradas a refugiarse en los troncos de los árboles y oquedades, prefieren las perchas adosadas a una de las paredes. Para permitir extraer la bandeja de grava fina o arena del fondo de la jaula sin producir molestias, la percha debe permanecer fijada a una de las paredes laterales o traseras.

7.3. El baño Casi todas las aves silvestres se bañan. El efecto del agua sobre el plumaje estimula a la limpieza y contribuye al buen estado de las plumas. En algunas anátidas, zancudas y gaviotas, el agua es imprescindible para mantener sana la piel de las patas y las aletas; su falta favorece la presentación de escoriaciones y grietas en la piel que con frecuencia se contaminan y colonizan por bacterias. El baño no es siempre recomendable en traumatología aviar; con el paciente inmovilizado o suspendido, o con apósitos que no deben ser humedecidos (férulas de escayola) el animal no podrá efectuarlo, pero en otros casos, como daños en el plumaje, animales anoréxicos, contusiones, etc., puede ofrecer un mayor confort para nuestro paciente durante el período de hospitalización. Por su tendencia al baño, cuando éste no sea recomedable, los recipientes para la bebida deberían ser de pequeño tamaño y estar ubicados a una altura en la que no sea posible el intento de mojarse. Los polluelos (salvo los de especies acuáticas) no deben bañarse; su plumaje aún no está totalmente desarrollado y el agua empapa el plumón, pudiendo conducir a la hipotermia por falta de aislamiento. El agua para el baño puede aplicarse desde fuera de la jaula o en recipientes colocados dentro; desde el exterior es posible conectar a través de un pequeño 138

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orificio un vaporizador que humedecerá al paciente. Las aves amansadas sin posibilidad de recuperación podemos rociarlas con sprays caseros llenos de agua. Si utilizamos recipientes colocados en el interior, se calibrará con cuidado la cantidad de agua; para pequeños paseriformes no más de 1,20-1,30 cm de profundidad; en gavilanes y mochuelos, 2,30-2,60 cm; en azores y ratoneros, 3,5-5 cm, etcétera.

7.4. Temperatura ambiental

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Como consecuencia del elevado metabolismo basal de las aves, las pérdidas de calor y energía son rápidas. En pequeños paseriformes, Perrins (1979) ha demostrado que en las mejores condiciones no soportan más de cuarenta y ocho o setenta y dos horas de ayuno, pero si la temperatura ambiental es baja (en el medio natural a veces se desciende por debajo de los cero grados), este lapso de tiempo es aún menor. En estas pequeñas aves se han demostrado pérdidas importantes de peso corporal durante la noche que deben ser recuperadas en las primeras horas del día. Todo paciente aviar traumatizado disminuirá su gasto metabólico si se le mantiene a una temperatura ambiental alta, en torno a los 25 °C. En ocasiones, y dependiendo de las lesiones (alopecias, mudas anormales, etc.) y de la especie, la temperatura ambiental puede mantenerse a 35-37 °C durante algunas horas. Este calor artificial es recomendable regularlo con termostatos, acompañando a la instalación una buena ventilación. Las jaulas así acondicionadas son verdaderas incubadoras de gérmenes (procedentes de heces, alimentos no ingeridos, etc.). Si la limpieza o ventilación no son adecuadas, facilitaremos la aparición de infecciones secundarias. Tanto la luz que penetra en el interior de la jaula de cuidados intensivos como la temperatura ambiental de la misma serán mantenidas durante el período crítico. Pasado éste, se retornará el ciclo natural de luz y temperatura. Si mantenemos una oscuridad permanente durante largos períodos pueden llegar a provocarse mudas anormales, lo que produciría un estrés metabólico extra. 139


En la fase de traspaso desde la jaula de cuidados intesivos a la de ejercitación comprobaremos la temperatura ambiental de ambas dependencias. Variaciones bruscas de la temperatura pueden matar al paciente en una sola noche. Este aspecto, evidentemente, debe tomarse en consideración en las estaciones frías, pero también debe ser analizado si el intervalo térmico entre una y otra estancia es de más de 20 °C.

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8. Puesta en libertad Indice

Los estudios realizados por Asensio y Barbosa (1990) demuestran que un 4,4 por 100 de las aves salvajes anilladas que se liberan al medio natural tras haber sido hospitalizados son recuperadas por una u otra causa. Los mismos autores comparan estas cifras con las aves anilladas que no han pasado por ningún centro de recuperación de la fauna salvaje, apreciándose valores inferiores (alrededor de un 1,8 por 100 de animales recuperados). Estos datos ponen de manifiesto la desigual adaptación al medio de unos animales con respecto a otros, casi tres veces peor en el grupo de las aves rehabilitadas. Si bien estos y otros trabajos reconocen la distinta respuesta a la readaptación según la especie, se coincide en cuestionar la conveniencia de poner en libertad pacientes sanos sin un estudio individual de su capacidad física y psíquica y de un seguimiento tras la liberación.

8.1. Valoración física Aunque el grado de restablecimiento de la lesión o patología original debiera acercarse al ciento por ciento para devolver de nuevo un ave a la naturaleza, no en todas las lesiones o especies es necesario este índice de recuperación. Las aves necrófagas, con unos tarsos y garras poco especializados para la caza, no precisan más que una capacidad de locomoción en los mismos, y otras especies como las zancudas (cigüeñas, garzas y afines) pueden también subsistir sin una completa recuperación funcional de su miembro pélvico. En el miembro torácico la situación es diferente y, salvo en algunas especies, se requiere un grado de recuperación mayor. 141


8.1.1. Lesiones en el aparato locomotor Una fractura consolidada de humerus, ulna, radius o metacarpale puede no estar perfectamente alineada, o incluso haber sufrido un acortamiento en la longitud de sus segmentos, y a pesar de ello el ave llegará a adaptarse al vuelo compensado el ala funcional con la afectada (Coles, 1985). Sin embargo, las pérdidas de funcionalidad en las articulaciones presentan más inconvenientes. Los perdiones, atropellos y contusiones en general fracturan con frecuencia las epífisis de los huesos largos y, además de la dificultad de una buena osteosíntesis, la inmovilidad e inflamación de la zona suelen llevar a una fibrosis que reduce la movilidad articular. No obstante, si la pérdida funcional no es excesiva, la ejercitación física del miembro puede llegar a conseguir una recuperación total.

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Evidentemente, todas estas consideraciones varían en función de la especie; los cernícalos y otras aves que se ciernen durante la caza necesitan una movilidad casi perfecta de las articulaciones del ala. Durante el cernido, el ave se detiene totalmente en el aire, compensando con alas y cola un movimiento sustentatorio y de impulso. Otras especies, como las lechuzas, dependen para la caza de sus articulaciones carpianas, esenciales para maniobrar con rapidez, por lo que dificultades en el movimiento de la misma limitan su puesta en libertad. Para valorar el restablecimiento de la lesión se realizan pruebas de extensibilidad del ala, de medición de la longitud de los segmentos óseos y del grado de anquilosis articular. En aves de pequeño tamaño, como paseriformes, mirlos, etcétera, es posible la liberación con un menor grado de recuperación, ya que la potencia proporcional del sistema muscular en relación al peso es mucho más alta que en las aves de gran talla. Podemos considerar esta afirmación como cierta para las especies que no deben realizar grandes trayectos, con hábitats circundados de árboles y matorrales. En aves esteparias, cuyo riesgo de depredación es más alto, la liberación al medio debe ligarse más al restablecimiento de la lesión. En el sistema muscular pueden permanecer atrofias tras la hospitalización, bien por la inmovilidad (frecuente en músculos pectorales tras largos períodos de inactividad), bien por la propia lesión. Los nervios motores son seccionados con frecuencia y conducen a una falta de motricidad y posterior atrofia. En el miembro torácico, el nervio radialis, que transcurre por la cara axilar del humerus hasta su tercio distal, en cuyo momento gira hasta colocarse dorsalmente, y los nervios ulnaris y radialis, son los más afectados por las fracturas óseas, llevando implícitas dificultades para la extensión del miembro. 142


La membrana del patagio, que forma un triángulo anterior entre el extremo proximal del humerus y el distal de la ulta y el radius, se ve a veces afectada (principalmente en choques contra alambradas, tendidos eléctricos, etc.). Si la lesión en la membrana es grande, la cicatriz limita la extensibilidad del miembro torácico, haciendo el vuelo dificultoso o imposible. A este respecto, se han efectuado trabajos que, mediante la incorporación de injertos de piel de otras regiones corporales, permiten eliminar la retracción del patagio. Las lesiones del miembro pélvico, incluso en las especies muy especializadas para la caza, no precisan un restablecimiento tan perfecto como el de las alas. En general, las hembras de aves rapaces pueden ser liberadas con un menor grado de recuperación en sus patas (ausencia de algún dedo, uña o falta de movilidad en alguno de ellos) por su mayor corpulencia. Si bien algunos estudios han comprobado la subsistencia en el medio de aves con una sola pata, la falta de una extremidad suele ir acompañada de un mayor riesgo de infecciones y lesiones en el miembro sano, bien por fatiga, bien por isquemia y posterior infección o necrosis del mismo. Las aves de tarsos largos que buscan sus presas en el medio acuático (cigüeñas, garzas, etc.) suelen tener muchas dificultades para sobrevivir con un solo miembro.

Figura 8.1.—Fractura consolidada y no alineada del tibiotarsus de un águila calzada (Hieraaetus pennatus). El paciente mantuvo funcional el miembro afectado sin mermas físicas.

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El estado de carnes es también un factor determinante; los pacientes con excesivas reservas grasas, generalmente debidas a la inactividad, manifiestan signos de fatiga durante el vuelo prolongado y no pueden ser liberados al medio. La alimentación precedente a la suelta deberá vigilarse para evitar los excesos en la ingesta o los alimentos muy energéticos. No obstante, es aconsejable un pequeño grado de engrasameinto que sirva de acúmulo de energía antes de la suelta, pero con una ejercitación previa suficiente que evite la disnea de esfuerzo. Por contra, la excesiva delgadez del individuo resulta también limitante. Si la ingestión de alimento es normal durante períodos largos de tiempo y el paciente no incrementa su peso, debemos pensar en problemas parasitarios. En la necropsia efectuada a un gavilán (Accipiter nisus) hallado muerto con signos alarmantes de caquexia, pudieron encontrarse los parásitos que aparecen en la figura 8.2.

Figura 8.2.

8.1.2. Daños en el plumaje Antes de la puesta en libertad, el plumaje ha de encontrarse en buen estado. No sólo es importante la integridad de las plumas de vuelo, sino que la capacidad 144

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aislante del plumaje sea la adecuada para evitar pérdidas de calor a través de la piel. De todas las plumas del cuerpo, las verdaderas sustentadoras y propulsoras en el aire son las rémiges primarias, es decir, las situadas en el punto más distante del ala. La importancia de estos faneros no es la misma para todas las especies; las aves acuáticas, durante la muda pierden todas sus plumas de vuelo en pocas semanas y permanecen refugiadas en el medio acuático en tanto crecen unas nuevas. Por consiguiente, si la capacidad aislante no se encuentra afectada, este tipo de aves puede ser puesto en libertad en períodos próximos a la muda, aunque presente daños importantes de su plumaje. En casi todas las especies, la falta de tres o cuatro rémiges primarias hace imposible el vuelo, pero en las aves de reducido tamaño (dependiendo del hábitat) esta pérdida de plumas puede ser suplida en alguna medida por su, proporcionalmente, mayor potencia muscular. La pérdida de plumas de la cola afecta a las especies de distinta forma. Muchas pueden volar sin ellas, pero para otras son imprescindibles. En general, las aves de cola larga como gavilanes (Accípiter nisus), azores (Accipiter gentilis), rabilargos (Cyanopica cyanus), milanos (Milvus spp.), urracas (Pica pica), etc., no pueden prescindir de la cola si quieren dirigir su vuelo, y las aves que se ciernen como los cernícalos, charranes, etc., la necesitan para detenerse en el aire. Los denominados vulgarmente «pájaros carpinteros», pico picapinos (Dendrocopos major), pico mediante (Dendrocopos medius), pito real (Picus virdis), etc., no pueden buscar la comida en las grietas de los troncos verticales si no se sujetan con la cola en el propio tronco. 8.1.3. Valoración de la aptitud para el vuelo Nuestra exploración directa sobre el animal ha permitido valorar el grado de restablecimiento del miembro lesionado, pero sólo cuando le veamos en el aire podremos dar por buenas nuestras suposiciones. Para ello debemos contar con una jaula de ejercitación lo más amplia posible, o bien utilizar sedales largos unidos al paciente que permitan vuelos en lugares libres de vegetación. La jaula de ejercitación, si está construida en malla metálica en todas sus caras, irá provista de un segundo recubrimiento semiopaco que permite al paciente visualizar los límites de la jaula. Tradicionalmente se utilizan el cañizo, la escoba, las 145

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telas de umbraculum, etc. En el techo suelen emplearse materiales menos rígidos, como la malla de nylon, teflón, etc., con objeto de evitar lesiones. Otras jaulas de ejercitación son las naves totalmente cerradas, con algunas ventanas y claraboyas. En cuanto al tamaño de la jaula, se considera que cuanto mayor sea, tanto en longitud como en anchura y altura, más tiempo podrá mantenerse el animal en el aire y, por tanto, se obtendrá una mejor rehabilitación física. Indudablemente, las especies pequeñas pueden ejercitarse en espacios más reducidos que las grandes. Como dato aproximativo, las jaulas que albergan especies de gran tamaño deben medir, al menos, 30 X 15 X 4 m para ofrecer un mínimo de ejercitación. Para obligar al paciente a ejercitarse, juega un importante papel la distribución de las perchas en la jaula. Las más altas deben estar en los extremos de los pasajes más largos de vuelo, permitiendo «pasillos de vuelo» sin obstáculos. Los árboles secos, apoyados en el suelo en posición horizontal y situados en los extremos de las jaulas de vuelo son de gran utilidad; permiten la ascensión a puntos elevados desde el suelo a aves incapaces de volar. Para los individuos más rehabilitados se sitúan las perchas en lo alto de la jaula (esquinas, laterales, etc.), pero restando un espacio superior que permita describir el pequeño arco en el aire que se produce durante el despegue y el aterrizaje. No sólo es necesario valorar el movimiento sincronizado y simétrico de las alas durante el batir de las mismas; observaremos además: 1. La capacidad para ascender, descender y girar. 2. La situación de las plumas de vuelo en el ala (los accidentes e injertos mal efectuados pueden colocar una pluma en un ángulo que suponga un obstáculo para el vuelo). 3. La velocidad de vuelo (si es posible, comparar con otros de su especie). 4. La existencia o no de disnea de esfuerzo tras el vuelo. Los animales que se fatigan tras un ejercicio normal no podrán ser liberados. En lugar de jaulas o naves, podemos optar por el sistema de correas (pihuelas en cetrería) sujetas a los tarsos y que, a su vez, se conectan a un sedal largo (80-100 m). En el otro extremo, el sedal permanece unido a un objeto no muy pesado que amortigua el golpe brusco que tiene lugar cuando el ave termina 146

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todo su recorrido. Para estimular aún más al ejercicio se suele poner el paciente «pico a viento», es decir, con el viento en contra. Este método no debe emplearse en aves de tarsos largos y delicados (zancudas, limícolas, etcétera). Tras la introducción en la jaula de vuelo, algunos pacientes radiológicamente normales presentan problemas en la flexión-extensión de sus miembros torácico y pélvico por anquilosis articular. Estos individuos pueden requerir una rehabilitación manual con movimientos forzados de los miembros afectados, aunque en muchos casos la terapia resulta estéril. El principal inconveniente de estos ejercicios es la necesidad de capturar y manejar directamente al paciente. Para dismiIndice nuir el estrés que esto significa, pueden llevarse a cabo en total oscuridad. 8.1.4. Lesiones en órganos de los sentidos 8.1.4.1. Ojos Aunque la pérdida de visión en un ojo podría hacer pensar en la incapacidad de un ave salvaje para calcular la distancia exacta a los objetos (vista estereoscópica), se ha comprobado que muchas rapaces son capaces de sobrevivir con uno solo de estos órganos. Las afecciones más frecuentes que producen la pérdida de visión son las cataratas, los hipemas no reabsorbidos, las úlceras corneales que no curan y las queratitis crónicas. Una vez más, la importancia de la especie resulta decisiva sobre la valoración final; las aves necrófagas y algunas nocturnas son capaces de sobrevivir sin un ojo, sin embargo, las especies pequeñas, con una gran presión depredadora, son presa fácil con una visión unilateral. Brows (1978) describe el caso de una de hembra de águila real (Águila chtysaetos) que sobrevivió dos años sin un ojo. 8.1.4.2. Oído Los traumatismos pueden llegar a lesionar el órgano del oído y hacerle perder totalmente su capacidad. En rapaces nocturnas, cuya principal etiología son los atropellos, es frecuente la pérdida parcial o total de la audición, y es precisamente en estas especies donde el oído resulta más necesario (las rapaces nocturnas localizan sus presas principalmente por estímulos auditivos, siendo capaces de atrapar ratones en habitáculos totalmente oscuros guidas únicamente por el sonido). 147


Para verificar el estado del órgano es necesario efectuar pruebas desde lugares en que el animal no pueda observarnos. Las jaulas de cuidados intensivos, con luz interior y mirillas o cristales de visión unidireccional, permiten este tipo de investigaciones. Al igual que en la vista, existen especies en las que la pérdida parcial del oído no supone un grave inconveniente para su liberación al medio natural (grandes águilas, aves necrófagas, etc.), aunque puede verse afectada su vida de relación.

8.2. Valoración psíquica El problema psíquico más importante de la hospitalización de aves salvajes es el de la impregnación. En el capítulo 2 ya fue explicado este fenómeno mediante el cual las especies de corta edad relacionan al hombre como su especie progenitora y en un estadio posterior como su pareja. Pero el individuo cautivo se impregna, además, en su cerebro del alimento que recibe y del hábitat en que se encuentra; en definitiva, «aprende» de sus padres, sean quienes fueren, cómo adaptarse al medio. Este aspecto plantea una serie de problemas para la suelta; son frecuentes los ataques de estos animales al hombre o, por el contrario, pasividad de los mismos hasta el punto de dejarse capturar. Pero el problema de la impregnación no sólo se desarrolla en presencia del hombre, si el paciente crece durante este período crítico en compañía de ejemplares de otra especie, los considerará como hermanos y, en definitiva, el problema es idéntico, puesto que presentará trastornos de relación y reproducción con los de su propia especie. Además del problema de la impregnación, los pollos altriciales (nidícolas), es decir, aquellos que necesitan ser alimentados por los progenitores en el propio nido, precisan de un aprendizaje para despedazar las presas (en el caso de las rapaces) y más adelante para cazarlas. Los progenitores son los encargados de transmitir este aprendizaje y con el ave en cautividad este eslabón queda cortado. Tradicionalmente se han adoptado tres soluciones frente al problema: 1.a Aplicar técnicas de cetrería. 2.a Enseñar técnicas de caza liberando animales vivos en la jaula de ejercitación. 148

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3.a Introducir al paciente en un nido con otros individuos de su especie y con edad similar. 1. La aplicación de técnicas de cetrería tiene adeptos y contrarios. Para el adiestramiento se requiere amansamiento previo y, por tanto, una adaptación del animal al hombre. Cuando finaliza el período de adiestramiento a la caza, la impregnación permanece en algún grado y el animal no resulta apto para la vida salvaje: sus aproximaciones al hombre y animales domésticos suelen terminar con su captura o con la muerte por disparos. 2. Si un polluelo de ave de presa es alimentado continuamente con trozos de Indice pollo y restos de carnicería, quedarán fijadas en su cerebro como alimento unas presas que en la naturaleza no va a poder localizar. El resultado será una inadaptación al medio, aunque su estado físico y psíquico sean buenos para la suelta. En las jaulas de ejercitación deben ser liberadas presas vivas similares a las que capturan sus progenitores (los centros de recuperación suelen tener instalaciones para la cría de conejos, ratones, ratas, saltamontes, etc.). Tras un período de tiempo más o menos corto, el aprendizaje a la caza se producirá sin graves alteraciones de la conducta del ave. A medida que se acerca el momento de la liberación se incrementará la dificultad en la captura de las presas; si los pacientes son alimentados con aves, pueden recortarse en un principio algunas de sus rémiges o rectrices para limitar su huida. Cuando nuestro paciente sea capaz de apresarlas con seguridad, las liberaremos con toda su capacidad. Evidentemente, será necesario, previo a la liberación de las presas vivas, limitar la posibilidad de que éstas se escapen antes de ser capturadas. 3. Insertar pacientes hospitalizados en nidos silvestres habitados requiere un control minucioso. En el éxito de la operación intervienen factores como: — Disponibilidad de alimento en la zona para los progenitores. — Edad de los pollos. — Especie. Los pollos de aves nidífugos (avutarda, perdiz, aves acuáticas, etc.) no plantean el mismo problema de aprendizaje para la captura de presas; el instinto y el comportamiento de la madre inducen al picoteo al poco tiempo de nacer, pero existe también un período de aprendizaje en el cual deben adaptarse al territorio, a los alimentos naturales, al reconocimiento de sus hermanos y a determinadas pautas de comportamiento de la especie. 149


Las aves adultas, sean altriciales o precoces, presentan menos complejidad en cuanto a la posible alteración de la conducta. Si la hospitalización y cautividad son de corta duración, los efectos sobre el comportamiento serán casi inexistentes. Por ejemplo, un ratonero común (Buteo buteo) contusionado puede permanecer en observación ocho o diez días y después ser liberado en el mismo lugar en que fue capturado sin que se deriven por ello problemas psíquicos posteriores. El confinamiento durante largos períodos de tiempo puede llevar al paciente a acostumbrarse a la comida fácil, a generar conductas neurógenas por aburrimiento o estrés, o derivado de la inactividad, producirse atrofias musculares y engrasamiento. En general, se considera que un ave «impregnada» plantea un problema irreversible. Algunos trabajos de expertos han conseguido éxito tras largos períodos de tiempo, incluso años, confinando al ave en compañía de los de su especie sin permitirle que vea al hombre. En la reversibilidad del proceso, los estudios coinciden en la influencia que tiene el tiempo de permanencia con el hombre y el estadio de desarrollo durante el cual ocurrió el proceso. Las aves altriciales tardan más en fijarse que las precoces y lo hacen más tardíamente. La opción de albergar al ave en soledad durante largos períodos, utilizando mecanismos de alimentación que impidan la visión del ser humano, evita, evidentemente, la fijación hacia el mismo, pero incapacita igualmente al paciente para su vida de relación, puesto que el animal se vuelve neurótico y asustadizo, y presentará problemas de comportamiento ante situaciones normales.

8.3. El entorno de la suelta Una vez transcurrido el proceso de rehabilitación, y con el paciente en adecuadas condiciones físicas y psíquicas, es necesario valorar dos factores que dependen del medio en el que va a ser liberado: 1.º La disponibilidad de alimentos de la zona. 2.° La posible competencia de individuos de su misma especie o de otras diferentes en ese entorno. 1. La riqueza alimenticia, el hábitat elegido y la estación en que nos hallemos influyen directamente sobre las posibilidades de supervivencia. El 150

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verano es una época apropiada para las rapaces diurnas, que encuentran pajarillos e insectos en abundancia, pero no para algunas anátidas, que deben soportar un gran estrés por la muda intensa que les impide volar durante un corto espacio de tiempo. En el otoño, el suelo se cubre de un denso manto de hojas que servirán de refugio a pequeños animales. En este período, las pequeñas rapaces nocturnas pueden pasar por dificultades si no están perfectamente adaptadas al medio. El invierno reduce este manto y las presas se tornan más vulnerables para estas rapaces. Sin embargo, el aporte de insectos, anfibios y reptiles para rapaces diurnas y algunas zancudas se reduce al mínimo, obligando a variar la dieta. En definitiva, la valoración de la especie tratada debe ir pareja a la de la estación del año para conseguir una liberación con éxito.

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La adecuación del hábitat a la especie resulta incuestionable. Los gavilanes (Accipiter nisus) y azores (Accipitergentilis) precisan zonas boscosas, el halcón común (Falco peregrinus) y el esmerejón (Falco columbarius) amplias llanuras, y las cigüeñas, garzas y aves acuáticas paisajes lacustres. Las lechuzas (Tyto alba) pueden ser liberadas en las ciudades o caseríos, el mochuelo común (Athene noctua) en espacios adehesados, el autillo (Otus scops) en bosquecillos. Los búhos reales (Bubo bubo) necesitan grandes roquedos y el aguilucho cenizo (Circus pygargus) terrenos de cultivo. Así pues, conocer el hábitat de la especie representa un eslabón más de la cadena, que no puede ser ignorado. 2. Durante la primavera, si bien existen unos recursos alimenticios amplios por la efervescencia de la reproducción, un animal que ha permanecido cautivo durante semanas o meses puede plantear problemas de integración. En esta época, los lazos que se establecen entre las parejas reproductoras son reflejadas en el marcaje de un territorio que será defendido frente a otros congéneres de la misma especie. Si nuestro paciente es liberado en uno de estos territorios, los hostigamientos supondrán un factor adverso más a añadir a la difícil readaptación. En otras estaciones del año las aves de presa poseen también un territorio de caza. Para reducir estas agresiones de otros individuos de la misma especie se recomienda realizar la liberación en zonas donde el aporte alimenticio sea abundante y la densidad de nidos de esa especie lo más reducida posible. 151


Idealmente, el enclave apropiado para la liberación es el lugar donde fue recogido originariamente (si se trata de un ave adulta), pero con frecuencia este dato es desconocido. Una vez elegido el lugar, y para poder realizar un seguimiento del paciente, puede resultar útil dar a conocer el hecho al propietario del terreno, a los servicios oficiales de protección de la naturaleza o a las asociaciones ecologistas de la zona. Estos dos últimos, si son informados adecuadamente, pueden constituir una de las piezas claves para la supervivencia de nuestro paciente. Indice

Algunos centros de recuperación de la fauna salvaje de nuestro país realizan un control de los individuos liberados utilizando técnicas de radioseguimiento. Es, indudablemente, una buena fuente de información para recabar datos sobre el destino de estos animales. Los datos de éstos y otros controles indican que los porcentajes reales de reintegración al medio son bajos y, por tanto, es necesario realizar controles más rigurosos del estado del animal previamente, estimularle a la caza con con las presas reales que después localizará en su medio, seleccionar con cuidado el biotopo donde será liberado, valorar su disponibilidad de alimento y mantener una ayuda alimenticia durante la fase de reinserción.

Figura 8.3.—Radioemisores utilizados en técnicas de seguimiento.

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8.4. Técnicas de suelta Las aves diurnas serán puestas en libertad con las primeras luces del día para proporcionarles un período de acomodamiento lo más amplio posible. Las rapaces nocturnas lo serán con el crepúsculo o en las primeras horas de la noche. Estas afirmaciones son evidentes para los casos en que liberemos aves rapaces, pero en especies con posibilidad de ser capturadas, estas primeras horas van a coincidir con las de máxima actividad de sus depredadores, que encontrarán en nuestro paciente una presa fácil. Indice

Si la especie es gregaria (estorninos, chorlitos, algunos córvidos, etc.) puede ser liberada en las proximidades de un bando de los de su especie. Algunos principios que deben ser observados son: — No liberar cerca de carreteras principales. El peligro de accidente directo se ve incrementado por el elevado número de pequeños animales que son atropellados en las mismas y que pueden llamar la atención de nuestro paciente, sucumbiendo también por atropello en un intento de atrapar presas fáciles. — Valorar la densidad de alambradas y cables de la luz existentes. — Poner en conocimiento de distintas personas de la zona la liberación de la especie. — Identificar al animal con alguna marca (anilla, marca alar, anilinas, tatuaje, etcétera). 8.4.1. Suelta directa Es el método más sencillo y económico. El animal se libera bruscamente al medio tras un período de cautividad más o menos largo. Ha sido durante años la práctica más habitual de liberación de los animales en los centros de recuperación de la fauna salvaje, pero diferentes estudios (Duke, 1980; Asensio, 1990) demuestran que la técnica lleva asociada una gran mortalidad. El paciente cautivo ha permanecido a veces durante meses ingiriendo presas no habituales a las que encuentra de forma natural en su medio y ha perdido en parte el hábito de la caza. En muchos casos son, además, frecuentes los problemas de amansamiento y de atrofia muscular por falta de ejercicio, máxime si las instalaciones no son lo 153


suficientemente amplias. Bajo estas condiciones, aunque el paciente presente una apariencia sana, el estrés de la readaptación puede ser un obstáculo insalvable que llevará al agotamiento progresivo y al fallecimiento. La suelta directa debe quedar limitada a individuos adultos cuyo período de tiempo en cautividad haya sido inferior a treinta días, o bien a especies de hábitos necrófagos que se liberan cerca de las zonas donde la especie se alimenta de forma rutinaria (comederos artificiales de buitres, basureros para el caso de cigüeñas y milanos, etc.), y teniendo siempre en consideración los problemas de comportamiento y las condiciones de ejercitación física del individuo a liberar. Para el primer grupo de animales, el lugar de la liberación debe ser el mismo en el que fue recogido. 8.4.2. «Jaula-comedero» (Hacking) Esta técnica ha conseguido buenos resultados en halcones (Coles, 1985) y otras especies. Consiste en la utilización de una jaula portátil que se emplaza en el lugar elegido para la liberación y a la cual se suministra diariamente de alimento. Es una práctica adecuada para individuos jóvenes, pero también puede emplearse en aquellos que han permanecido durante largo tiempo en cautividad. Sin embargo, en las aves adultas los resultados no son tan espectaculares. La jaula debe estar construida de manera que el ave pueda visualizar el entorno y adaptarse a él. Generalmente se instala a varios metros del suelo, sobre un árbol o en un roquedo. La alimentación durante su estancia en ella se producirá eliminando el contacto con el hombre, que introduce las presas sin ser visto (mediante pértigas en cuya punta se sujeta el alimento, y depositando las presas durante la noche, para aves diurnas, o a pleno día, en las nocturas). Pasado el primer período de adaptación (siente a quince días) se le permite abandonarla a voluntad, pero la instalación se mantiene durante algún tiempo más en su lugar, colocando diariamente en ella el alimento. Si las instalaciones del centro de recuperación se encuentran ubicadas en el enclave apropiado para la especie que deseamos liberar, la propia jaula de mantenimiento puede ser utilizada como jaula de Hacking si retiramos provisionalmente parte del techo o alguno de los laterales. 154

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Existen dos tipos principales de jaula-comedero: a) Hack-box: utiliza jaulas que simulan nidos. b) Hack-flight: utiliza jaulas de vuelo portĂĄtiles que son instaladas en lugar elegido para la suelta.

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Figura 8.4.—Jaula de Hacking para puesta en libertad.


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Figura 8.5.—Hacking en roca en un pollo de búho real (Bubo hubo).

8.4.3. Crianza e implantación en nidos (Fostering) Los estudios realizados por Fyfe sobre aves salvajes han demostrado el éxito que supone la introducción de polluelos en crecimiento en nidos emplazados en la naturaleza. A veces nuestro paciente hospitalizado es uno de estos polluelos y, si sus facultades físicas se encuentran restablecidas, podemos ubicarle en un nido de igual o distinta especie, dependiendo del caso. Los trabajos de Fyfe consiguieron la adopción de pollos de halcón peregrino (Falco peregrinus) en nidos de águila ratonero de cola roja (Buteo jamaicensis). Mediante esta técnica, los 156


polluelos conseguidos de la cría en cautividad encuentran una vía alternativa natural para reintroducirse en el medio, y dado que las puestas dobles o triples pueden ser estimuladas en animales cautivos que se encuentren en período de cría, existe una puerta abierta para intentar aumentar determinadas poblaciones sensibles de nuestro país. La ventaja del sistema es indudable: consigue eliminar la traba psicológica de la fijación y serán los propios padres quienes enseñen el aprendizaje a la caza. Son pocos los casos de rechazo del polluelo injertado por parte de los progenitores, pero resulta de gran importancia valorar la fase de desarrollo de los Indice pollos a injertar con respecto a los del nido natural. El ideal es, evidentemente, una edad similar para ambos grupos.

Figura 8.6.—Implantación de un polluelo de águila culebrera (Circaetus gallicus) en un nido de la naturaleza ocupado por otro polluelo.

Otros aspectos a tener en cuenta son el número de polluelos que posee el nido natural y la cantidad de alimento existente en la zona, factores que van a ser limitantes del número de pollos que pretendemos implantar. 157


El Fostering cruzado es poco recomendable. El progenitor aceptará fácilmente a un polluelo que no es de su especie, pero los problemas posteriores de éste durante su vida pueden ser insalvables; el individuo joven «fijará» en su cerebro el aspecto físico y el comportamiento de los progenitores y al llegar a su estado adulto intentará relacionarse con una especie que no es la suya, con el consiguiente rechazo de la misma. Por otro lado, el espectro de presas con que un determinado progenitor alimenta a sus crías puede no coincidir con el que el polluelo «injertado» sea capaz de cazar posteriormente en la naturaleza. Indice

8.5. Destino de los animales irrecuperables 8.5.1. Investigación Los trabajos realizados en nuestro país sobre aves salvajes han estado tradicionalmente ligados a profesionales de la biología y se ha prestado poca o ninguna atención a los problemas patológicos de estos animales que entran dentro del campo de la veterinaria. Esta situación está variando rápidamente, pero aún existen algunas facetas en las que se hace necesario recurrir a la bibliografía extranjera. Indudablemente, gracias a estas referencias se han podido aplicar ciertas técnicas de manejo y cirugía, pero también se comenten errores al intentar extrapolar datos de especies que no habitan nuestro país con las que sí lo hacen. Por esta razón nos hemos permitido sugerir algunos temas en los que es necesario profundiar más y, sobre todo, hacerlo con nuestras propias especies silvestres. Utilizar los animales irrecuperables no supone, desde nuestro punto de vista, un acto cruel o de experimentación, puesto que las sugerencias expuestas no implican un peligro para la vida del paciente, un empeoramiento en su calidad de vida o un sufrimiento al tener que tolerar sustancias extrañas en el organismo, sino una labor de laboratorio que se realizaría tras recoger muestras procedentes del animal. Averiguar ciertos datos de nuestras especies servirá para poder valorar más eficazmente el estado de otros animales que en un futuro sí podrán ser puestos en libertad. 158


Indice

Figura 8.7.—Necropsia de un azor (Accipiter gentilis) fallecido.

8.5.1.1. Bancos de sangre Es quizá una de las principales razones para mantener vivos estos individuos. Las frecuentes hemorragias que se producen tras los traumatismos ocasionan la muerte por shock hipovolémico de un elevado número de pacientes. Bajo esta situación, disponer de una reserva de sangre para practicar transfusiones puede salvar la vida de otros individuos que sí podrán ser liberados. 159


8.5.1.2. Banco de genes Las técnicas de coagulación de semen aún no están totalmente desarrolladas en aves salvajes, pero puede ser uno de los futuros para especies que se encuentren en peligro de extinción. Este semen permitiría la reserva genética necesaria para evitar la consanguinidad que se produce cuando son pocos los efectivos existentes de esa especie. 8.5.1.3. Estudios de muda En determinadas ocasiones puede interesar mudar artificialmente a un ave que se encuentra hospitalizada por problemas en su plumaje. En condiciones normales se precisan hospitalizaciones prolongadas a la espera de la muda fisiológica anual, con el consiguiente trastorno físico y psíquico. 8.5.1.4. Estudios parasitológicos Tanto hemáticos como gastrointestinales y pulmonares. Existen pocas referencias en nuestro país que describan parásitos encontrados en aves salvajes y su evolución con tratamientos antiparasitarios. 8.5.1.5. Estudios hemáticos 8.5.1.5.1. Niveles de insecticidas Los tratamientos insecticidas con organoclorados como el DDT, aldrin, lindano, etc., han demostrado que actúan perjudicando la reproducción de las aves al ir acumulándose en orden creciente sobre los individuos de la cadena trófica. Los resultados, además de infertilidad, suponen una reducción en el grosor de la corteza del huevo que lo hace excesivamente frágil. Como consecuencia, un porcentaje importante de la puesta de aves rapaces se pierde cada año por rotura de la cáscara o por infertilidad. A este respecto, los estudios de Fyfe han utilizado los niveles sanguíneos de organoclorados detectados en el halcón de pradera con el único objeto de determinar el estado de contaminación ambiental de distintas zonas de Norteamérica. 8.5.1.5.2. Determinación de parámetros sanguíneos por especie, edad y sexo 8.5.1.5.3. Investigación de grupos sanguíneos La investigación en este campo permitiría evitar las reacciones adversas que se producen si se intenta una segunda transfusión y contribuiría benéfi160

Indice


ciosamente a salvar la vida de muchos pacientes que han sufrido hemorragias. 8.5.1.5.4. Sexaje mediante cariotipo o antígenos de sexo Los mapas cromosómicos de la mayoría de nuestras especies aviares silvestres están sin realizar. Las técnicas actuales de electroforesis permiten el sexaje de aves a partir de sangre por la detección de determinados genes*. 8.5.2. Núcleos zoológicos y educación ambiental

Indice

A pesar de la presión ecologista para que el número de núcleos zoológicos tienda a hacerse cada vez menor, nuestro país cuenta con un gran número de ellos. Muchos no cuentan con aves rapaces, pero en ocasiones poseen individuos en perfecto estado físico que podrían ser intercambiados por otros irrecuperables, sobre todo en el caso de especies en peligro de extinción. Algunos de estos animales, por su fijación hacia el hombre, podrían también ser empleados en programas de cría en cautividad mediante técnicas de extracción de semen e inseminación artificial. 8.5.3. Cría en cautividad Para especies valiosas. Aplicando técnicas de inseminación e incubación artificial, o bien intercambiando los frecuentes huevos infértiles producidos por animales en cautividad por otros de la naturaleza a los que se ha estimulado a realizar una segunda puesta. 8.5.4. Eutanasia Es la última alternativa. Muchos centros adoptan esta postura en primera instancia y antes de intentar cualquiera de las vías anteriores. Estos animales no son ya «útiles» en la naturaleza, pero el argumento de la inyección letal con objeto de evitar sufrimientos al paciente y dar una muerte digna se ve a veces confundido con la verdadera razón, es decir, no querer mantener económicamente a estos animales. Sin embargo, existen casos en los que la eutanasia parece la única alternativa. Las fracturas, deformidades o heridas del miembro pélvico que se producen 161


en aves de tarsos largos (cigüeñas, flamencos, garzas, etc.), y cuya única solución quirúrgica es la amputación del miembro, no merecen ser tratadas. El animal pasará el resto de su vida postrado y lleno de heces adheridas al plumaje, o bien el miembro sano, debido a la fatiga, terminará por sufrir la infección de la almohadilla plantar («clavos»). La eutanasia también parece la mejor solución para los frecuentes casos de aves pesadas que se colisionan con alambradas o cables (buitres, avutardas, grandes águilas) y que sufren fractura de columna con lesión medular. En este caso, el paciente es incapaz de mover el tercio posterior y las heces y uratos se impregnan por toda la región abdominal indefinidamente. Las fracturas del miembro torácico, aunque hayan precisado la amputación del miembro, permiten vivir indefinidamente al ave en el centro y, por tanto, la eutanasia no debe ser, desde nuestro punto de vista, una solución a tomar con el animal.

162

Indice


9. Casos clínicos Indice

9.1. Material y métodos Entre los años 1988 y 1992 fueron atendidas 167 aves salvajes, llegadas a nuestra consulta a través de particulares y asociaciones ecologistas de las provincias de Madrid, León, Ciudad Real, Cáceres y Badajoz. Además de estos individuos, un segundo grupo, puramente experimental, compuesto por 36 palomas domésticas (Columba livia) y dividido en tres lotes de 12 aves cada uno, fue intervenido quirúrgicamente mediante tres técnicas de ostesíntesis: cerclajes, fijadores externos e injertos óseos. 9.1.1. Grupo 1. Individuos salvajes 9.1.1.1. Especies La distribución por especies fue: Especie

Nombre científico

N.° de individuos

Águila calzada

Hieraaetus pennatus

4

Águila culebrera

Circaetus gallicus

1

Águila real

Aquila chrysaetos

2

Aguilucho cenizo

Circus pygargus

2

Alimoche

Neophron pemopterus

2

Avestruz

Struthio camelus

2

Azor

Accipiter gentilis

5

Buho chico

Asió otus

3

163


(Continuación) Especie Buho real Buitre leonado Buitre negro Cárabo común Cernícalo primilla Cernícalo vulgar Cigüeña blanca Cigüeña negra Elanio azul Flamenco enano Ganso común Garza real Gavilán Grulla damisela Halcón peregrino Lechuza común Milano negro Milano real Mochuelo común Ratonero común Tarro canelo

Nombre científico Bubo bubo Gyps fulvus Aegypius monachus Strix aluco Falco naumanni Falco tlnnunculus Ciconia ciconia Ciconia nigra Elanus caeruleus Phoenicoaias minor Anser anser Árdea cinérea Accipiter nisus Anthropoides virgo Falco peregrinus Tyto alba Milvus migrans Milvus milvus Athene noctua Buteo Buteo Tadorna ferriginea

N.° de individuos 11 3 1 4 10 12 8 1 2 2 1 3 9 1 1 13 18 7 9 29 1

Figura 9.1.

9.1.1.2. Valoración física La evaluación del estado general se realizó antes de la intervención. Los signos externos más significativos (aspecto general del plumaje, parpadeo, postura, signos de hemorragias sobre las plumas, palpación de los músculos pectorales, etc.) y algunos parámetros hemáticos como el hematocrito, la proteína total en sangre, los niveles de glucemia y ácido úrico, etc., fueron los utilizados para evaluar el estado general y de carnes. Las valoraciones otorgadas a ambos estados fueron: «bueno», «regular» o «malo». 164

Indice


Asimismo, se aprovechó este momento para pesar al paciente y hacer una primera valoración de la lesión. 9.1.1.3. Premedicación y anestesia

No todos los pacientes fueron premedicados o anestesiados. Como tranquilizante fue utilizado el diazepam (Valium*) en 143 casos, inyectado vía intramuscular en los músculos de la pierna o en los pectorales, a dosis comprendida entre 0,4 y 5,5 mg/kg, y una dosis media de 1,4 mg/kg. El producto anestésico más empleado fue la ketamina, en 106 ocasiones, inyectado vía intramuscular, a dosis de 3-35 mg/kg y una media de 9,3 mg/kg. 9.1.1.4. Lesiones Para poder homogeneizar la gran variedad de lesiones presentadas, agrupamos éstas en cinco grupos: Tipo de lesión

Número de casos

Fracturas óseas en miembro torácico

59

Fracturas óseas en miembro pélvico

39

Fracturas óseas en otras regiones o fracturas óseas mixtas

19

Lesiones sin fractura ósea (contusiones, desgarros, heridas, etc.)

27

Otras (electrocuciones, daños en el plumaje, etc.)

23

Figura 9.2.

9.1.1.5. Técnicas de ostesíntesis utilizadas Técnica

Casos

Inmovilizaciones externas

42

Enclavijamientos centromedulares

31

Enclavijamientos centro medulares más cerclajes

14

Cerclajes

8

Placas de osteosíntesis

5

Fijadores externos

9 Figura 9.3.

165

Indice


Para todas las técnicas, a excepción de la inmovilización externa, se aprovechó como vía de abordaje la herida inicial si la lesión se presentaba abierta. El campo quirúrgico se limpió y desinfectó mediante lavados con agua oxigenada y posteriormente la piel fue impregnada con povidona iodada. En fracturas antiguas fue necesario desbridar la región de adherencias y, en algunas, ocasiones, se procedió a la reapertura del canal medular que ya se encontraba relleno y taponado con tejido calloso. En estos casos, también fue necesario reavivar los extremos óseos fracturados. Una vez terminada la intervención, se espolvoreó antibiótico sobre el foco operatorio y se suturó tejido subcutáneo y piel con catgut 00 en planos independientes, mediante sutura continua. 9.1.1.5.1. Inmovilización externa Empleada en aquellos casos en que los fragmentos se hallaban alineados y confrontados. Se llevó a cabo con las denominadas inmovilizaciones «Tipo I» y «Tipo II» (véase capítulo 6) y escayola, manteniendo al animal inmovilizado un tiempo variable según la lesión, pero al menos quince días. Un problema derivado de la inmovilización Tipo I fue la necesidad de «embuchar» diariamente a algunos pacientes. 9.1.1.5.2. Enclavijamiento centromedular 9.1.1.5.2.1. Técnica La piel fue escindida con una pequeña tijera de punta fina en 2-3 cm sobre el foco de fractura. El acceso a la lesión se llevó a cabo mediante movimientos de apertura de la citada tijera, que seccionó así el tejido subcutáneo y se introdujo entre los paquetes musculares (o seccionó las fibras musculares de determinados músculos en sentido longitudinal) hasta localizar el foco. Los clavos utilizados fueron de acero inoxidable (agujas de Kirschnner) y fluoropolímeros plásticos. Aunque su calibre osciló en relación al hueso afectado, nunca ocuparon la totalidad de la sección del canal medular. Los fijadores fueron introducidos en todos los casos en el canal medular por el método de «enclavijamiento abierto» (véase capítulo 6). Í66

Indice


Pasado un tiempo variable según la lesión, los fijadores de tipo metálico fueron retirados de su emplazamiento por simple tracción. 9.1.1.5.2.2. Tiempo Dada la heterogeneidad de los casos clínicos (antigüedad, tipo de lesión, etcétera), el tiempo fue muy variable. En condiciones normales la intervención se desarrolló en veinticinco-treinta minutos. 9.1.1.5.2.3. Complicaciones

Indice

Las mayores complicaciones fueron las derivadas de la antigüedad de la lesión (necesidad de desbridar y reavivar los extremos óseos con tejido calloso en algunos casos), ya que ésta operación suele acompañarse de copiosas hemorragias (también cuando fueron utilizados cerclajes). 9.1.1.5.3. Cerclajes

9.1.1.5.3.1. Técnica Para acceder a los extremos óseos fracturados se incidieron 2-3 cm de piel con tijera pequeña y se procedió de igual forma que en la técnica anterior hasta llegar al foco de fractura. Los cerclajes utilizados fueron hilos de acero inoxidable monofilamento del número 0. Fueron colocados gracias a un pequeño trócar que perforó la cortical de las esquirlas y extremos óseos fracturados en dirección perpendicular a la longitud del hueso, en las proximidades al foco de fractura. Establecidos los orificios, se hizo pasar el hilo de acero inoxidable por los mismos en sentido dorsal-ventralventral-dorsal. Pasado un período de tiempo variable según la lesión, el acero inoxidable fue retirado de su emplazamiento. 9.1.1.5.3.2. Tiempo Al igual que en el enclavija miento centromedular, la heterogeneidad de los casos no permite considerar un tiempo estable para la intervención. En condiciones normales se llevó a cabo en treinta y cinco-cuarenta minutos. 167


9.1.1.5.3.3. Complicaciones Similares a las del enclavija miento centro medular, pero, además, en un considerable número de casos, se formó angulación entre los fragmentos fracturados. 9.1.1.5.4. Placas de osteosíntesis 9.1.1.5.4.1. Técnica Para la implantación de placas de osteosíntesis fue necesario escindir la piel y el tejido subcutáneo subyacente en, al menos, 4-5 cm de longitud. En los cinco casos clínicos en que se empleó, la técnica fue elegida por la simplicidad de la fractura. Las placas de osteosíntesis usadas fueron las empleadas en medicina humana para pequeños fragmentos, con cuatro y cinco orificios, fijadas con pequeños tornillos de cortical. Para ello fue necesario perforar previamente la cortical con un pequeño trócar en el punto elegido para los tornillos, quedando ubicada sobre la cortical en sentido longitudinal al hueso. Las placas fueron retiradas a los veinticinco días de la intervención. 9.1.1.5.4.2. Tiempo Una vez anestesiado el animal, la técnica se completó en cuarenta o cuarenta y cinco días. 9.1.1.5.4.3. Complicaciones Debido a la fina cortical de los huesos del miembro torácico, algunos tornillos no aportaron fijación a la placa. En el tibiotarsus y tarsometatarsus la cortical es de mayor grosor, consiguiéndose, por tanto, un mayor anclaje de los mismos. 9.1.1.5.5. Fijadores externos 9.1.1.5.5.1. Técnica Ayudados por el tacto, fueron introducidas dos agujas hipodérmicas de 1,2 X 40 o, dependiendo de la especie, dos agujas de Kirschnner en cada uno de los extremos óseos, poniendo especial cuidado para no insertarlas de forma paralela y evitar deslizamientos de los fijadores en sentido perpendicular a la longitud del hueso. 168

Indice


Para introducir las agujas fue preciso perforar primeramente el diámetro del hueso con un trocar de calibre ligeramente inferior a las agujas, y una vez atravesado, los extremos de las agujas fueron doblados para evitar lesiones y facilitar el anclaje posterior del pegamento termoplástico o la escayola (según el caso). Comprobada mediante radiografía la alineación de la fractura, se aplicó pegamento termoplástico o escayola y un entrelazado de seda gruesa entre las agujas con el fin de obtener un bloque sólido en el que estuviesen incluidos los cuatro extremos. Los fijadores fueron extraídos vía retrógrada a los quince días, Indice cortando la aguja en el punto de contacto con la piel previa aplicación de povidona iodada. 9.1.1.5.5.2. Tiempo Transcurrido un tiempo variable desde el comienzo de las manipulaciones hasta conseguir un plano de anestesia suficiente (debido a las diferencias individuales) se llevó a cabo la preparación y desinfección del campo en tres o cuatro minutos. La intervención quirúrgica ocupó treinta y cinco o cuarenta minutos. 9.1.1.5.5.3. Complicaciones — En el momento de la penetración de las agujas se originaron pequeñas hemorragias locales sin consecuencia. — Para introducir los fijadores fue preciso horadar el hueso previamente con un pequeño trocar, que en ocasiones resbaló sobre el periostio, produciendo ligeros punzamientos en los tejidos subyacentes. — Como consecuencia de las manipulaciones, los extremos fracturados sufrieron desituación, que fue necesario corregir antes de aplicar el coaptador. 9.1.1.6. Valoración Transcurrido un tiempo variable, y según la antigüedad y el tipo de lesión, el animal fue sometido a una prueba de valoración que permitió comprobar la recuperación de la lesión. Los dictámenes emitidos fueron «recuperación total», «recuperación física» y «fallecimiento». 169


— Recuperación total. Transcurridas unas semanas de la hospitalización, y tras un período de ejercitación, el paciente consiguió volar correctamente al menos 50 metros sin que se apreciaran asimetrías o deformaciones manifiestas del ala y la funcionalidad del resto del organismo fue suficiente como para poder ser liberado. — Recuperación física. Transcurridas unas semanas de la hospitalización, y tras un período de ejercitación, el paciente no consiguió volar al menos 50 metros, se apreciaron asimetrías o deformaciones en el ala que le impidieron un vuelo correcto y suficiente, o no recuperó adecuadamente la funcionalidad del resto del organismo para poder ser liberado. 9.1.2. Grupo 2. Paloma domestica (Columba liña) La valoración física se llevó a cabo de igual forma que en el grupo de aves salvajes. Para los tres lotes se seleccionaron aves de doce a catorce meses de edad en perfecto estado general y de carnes. 9.1.2.1. Premedicación y anestesia En uno de los lotes se empleó la combinación ketamina-xilazina vía intramuscular inyectada en los músculos pectorales, a dosis de 15-45 mg/kg de ketamina (Ketolar*) + 1-2,5 mg/kg de xilizina (Rompun*). Los dos lotes restantes se trataron con diazepam (Valium*) vía intramuscular a dosis de 1,5 mg/kg y ketamina (Imalgerie*) (de 60-125 mg/kg). 9.1.2.2. Técnicas de osteosíntesis Los pacientes presentaban todos una fractura reciente de ulna y radius localizada en las diáfisis. 9.1.2.2.1. Lote 1. Cerclajes Se efectuó sobre 12 aves, aplicando la técnica de igual forma que en el grupo de las aves salvajes. 9.1.2.2.2. Lote 2. Fijadores externos Se efectuó sobre 12 aves, aplicando la técnica de igual forma que en el grupo de las aves salvajes. 170

Indice


9.1.2.2.3. Lote 3. Injertos óseos

9.1.2.2.3.1. Preparación Doce palomas fueron intervenidas mediante esta técnica. La preparación del campo quirúrgico se realizó de igual forma que en los lotes 1 y 2. El implante se extrajo de la diálisis de los huesos tibiotarsus y tarsometatarsus de gallinas domésticas, resecando un rectángulo con la ayuda de una sierra eléctrica de pequeño tamaño, o bien tomando un tramo completo de los huesos ulnaIndice o radius de menor calibre que el hueso fracturado. El injerto se horadó en su región central con el fin de introducir un hilo que permitiese su posterior ubicación. Preparado el hueso-implante, fue sometido al autoclave durante veinte minutos. El paciente se mantuvo en posición de decúbito lateral. 9.1.2.3.2. Técnica Para colocar los implantes entre los extremos óseos fracturados se siguieron dos modalidades: — Cuando se partió de un segmento óseo cilindrico, el implante completo se introdujo por el canal medular y, tras confrontar los extremos, se le hizo retroceder vía retrógrada merced al hilo de seda insertado en su región central. — Cuando se utilizó una porción rectangular de hueso como implante, en la región dorsal del extremo proximal del hueso se practicó un canal. El injerto se hizo penetrar en su mitad por el extremo distal y se acopló en el canal del proximal con movimientos de bisagra para ser fijado posteriormente mediante un cerclaje. Tras la ubicación definitiva del implante, el hilo de seda fue retirado. 9.1.2.2.3.3. Tiempo El tiempo necesario para anestesiar al paciente fue heterogéneo, como en los dos lotes anteriores, debido a la variabilidad individual. 171


Indice

Figura 9.4.—Injerto óseo.

La preparación del injerto se pudo completar en veinte-treinta minutos (si bien esta fase es anterior a la intervención y no forma parte de ella). La preparación del campo operatorio y su abordaje se realizó en cinco-diez minutos y la propia intervención en quince-treinta minutos, dependiendo de la modalidad elegida (quince minutos en los casos en que se utilizó un segmento óseo cilindrico y treinta minutos cuando fue necesario canalizar y cerclar el hueso). En el cierre del campo quirúrgico se ocuparon tres-cinco minutos. En total, la técnica se desarrolló en un tiempo comprendido entre treinta y cinco y cincuenta minutos, según el tipo de injerto utilizado. 9.1.2.2.3.4. Complicaciones — La incisión de la piel y tejido subcutáneo produjo pequeñas hemorragias locales sin consecuencia. — Para los casos en que se utilizó un segmento cilindrico de hueso, la dificultad principal fue hacer penetrar la totalidad del injerto por el extremo 172


óseo (en su recorrido fueron destruidas las trabéculas óseas) y hacerlo retroceder vía retrógrada una vez confrontada la fractura. 9.1.2.3. Valoración Todos los animales fueron sometidos a una prueba de valoración para comprobar la funcionalidad del miembro torácico lesionado. Los dictámenes emitidos fueron: — Recuperación total. Transcurridas unas semanas, y tras un período de ejercitación, el paciente consiguió volar correctamente en vuelo deIndice remonte desde el suelo hasta una altura de 3 metros sin demostrar asimetrías ni deformaciones del miembro torácico intervenido. — Recuperación física. Transcurridas unas semanas, y tras un período de ejercitación, el paciente no consiguió volar correctamente en vuelo de remonte desde el suelo hasta una altura de 3 metros, o manifestó asimetrías en el miembro torácico que le impidieron un vuelo correcto. No se produjo ningún fallecimiento en este grupo de aves.

9.2. Resultados 9.2.1. Grupo 1. Aves salvajes 9.2.1.1. Especies Número

% al total

Hieraaetus pennatus

4

2,39

Águila culebrera

Circaetus gaHicus

1

0,59

Águila real

Aquila chrysaetos

2

1,19

Aguilucho cenizo

Circus pygargus

2

1,19

Alimoche

Neophron pernopterus

2

1,19

Avestruz

Struthio camelus

2

1,19

Especie

Nombre científico

Águila calzada

173


(Continuación) Especie

Nombre científico

Número

% al total

Azor

Accipiter gentilis

5

2,95

Buho chico

Asió otus

3

1,77

Buho real

Bubo buho

11

6,49

Buitre leonado

Fyps fulvus

3

1,77

Buitre negro

Aegypius monachus

1

0,59

Cárabo común

Strix aluco

4

2,39

Cernícalo primilla

Falco naumanni

10

5,9

Cernícalo vulgar

Falco tinnunculus

12

7,08

Cigüeña blanca

Ciconia ciconia

8

4,72

Cigüeña negra

Ciconia nigra

1

0,59

Elanio azul

Elanus caeruleus

2

1,77

Flamenco enano

Phoenicoaias minor

2

5,31

Ganso común

Anser anser

1

0,59

Garza real

Árdea cinérea

3

0,59

Gavilán

Accipiter nisus

9

6,5

Grulla damisela

Anthropoides virgo

1

0,59

Halcón peregrino

Falco peregrinus

1

0,59

Lechuza común

Tyto alba

13

6,5

Milano negro

Milvus migrans

18

10,62

Milano real

Milvus milvus

7

4,13

Mochuelo común

Athene noctua

9

5,31

Ratonero común

Puteo buteo

29

17,11

Tarro canelo

Tadorna ferruginea

1

0,59

Figura 9.5.

174

Indice


Distribución por especies

Rapaces nocturna 40

Indice

Rapaces diurnas 108

Aves rapaces 148

Nota. Datos en valores absolutos

Gráfico. Figura 9.6.

9.2.1.2. Etiología Disparo

Atropello

Choque

Otras

Desconocida

Total

Rapaces diurnas

43

2

7

15

41

108

Rapaces nocturnas

10

21

4

1

4

40

2

2

6

19

13

18

51

167

10,77

30,53

100

No rapaces

9

Total

62

23

% respecto al total

37,12

13,77

7,78 Figura 9.7.

17?


Distribución según etiología Etiología

Indice

R.diurnas

R.nocturnas

No rapaces

Tipo de ave Nota. Valores en %

Gráfico. Figura 9.8.

9.2.1.3. Premedicación y anestesia

El número de pacientes aviares anestesiados con inyección intramuscular de ketamina fue de 106. La dosis osciló entre 3 y 35 mg/kg, con una media de 9,3 mg/kg.

176


(g)

Diazepam (mg/kg)

Ketamina (mg/kg)

4

800-950

1,75

12,7

Buena

Circaetus gallicus

1

1.600

1

15

Buena

Águila real

Aquila chrysaetos

2

* 750-5.100

2

9,5

Buena

Aguilucho cenizo

Circus pygargus

2

530-550

0,62

7,8

Excitaciones

Alimoche

Neophron pemopterus

2

1.400-1.500

1,75

8,5

Buena

Especie

Nombre científico

N.°

Águila calzada

Hiemaetus pennatus

Águila culebrera

Peso

Indice

**

Anestesia

Avestruz

Struthio camelus

2

95.000-135.000

Azor

Accipiter gentilis

5

650-1.200

1,29

10,7

Buena

Buho chico

Asió otus

3

210-350

1,59

7.2

Buena

Buho real

Bubo buho

11

1.650-2.450

2,12

7.3

Buena

Buitre leonado

Gypsfuhus

3

8.700-9.800

1.1

6,9

Buena

Buitre negro

Aegypius monachus

1

8.600

1

Cárabo común

Strix aluco

4

325-460

1,75

11,2

Ligera

Cernícalo primilla

Falco naumanni

10

150-220

2,28

16.2

Buena

Cernícalo vulgar

Falco tinnunculus

12

150-280

2,13

14,3

Buena

Cigüeña blanca

Ciconia Ciconia

8

2.700-3.600

1,16

11,5

Buena

Cigüeña negra

Ciconia nigra

1

2.600

9

Buena

1

1

Mala, depresión


(Continuación) Nombre científico

Especie

N.°

(g)

Diazepam (mg/kg)

Ketamina (mg/kg)

Peso

Elanio azul

Elanus caeruleus

2

210-220

***

Flamenco enano

Phoenicoaias minor

2

1.200-1.450

1,5

Ganso común

Anser anser

1

3.400

Garza real

Árdea cinérea

3

900-1.450

30

2 0,83 Indice

Anestesia

Ligera

8,8

Mala, depresión

7.5

Buena

Gavilán

Accipiter nisus

9

180-300

Grulla damisela

Anthropoides virgo

1

1.900

1

Halcón peregrino

Falco peregrinus

1

580

1

12

Buena

Lechuza común

Tyto alba

13

250-390

1,51

15,6

Buena

Milano negro

Milvus migrans

18

550-875

1,19

20,7

Buena

Milano real

Milvus milvus

7

660-900

2.07

19,6

Buena

Mochuelo común

Athene noctua

9

150-210

1.83

9.7

Buena

Ratonero común

Buteo buteo

29

575-1.050

1,96

13,8

Buena

Tarro canelo

Tadorna ferruginea

3

25

Ligera

1

710 Figura 9.9.

Polluelo.

** Inmobilon*.

*** Combelen*.

1,38


9.2.1.4. Valoración por especie Recuper. totales

Recuper. físicas

Fallecidos

TOTAL

Rapaces diurnas

33

39

36

108

Rapaces nocturnas

16

11

13

40

8

7

4

19

57

57

53

167

No rapaces TOTAL

Figura 9.10.

9.2.1.5. Valoración por lesión Recuper. totales

Recuper. físicas

Fallecidos

TOTAL

Fracturas óseas en miembro torácico

8

26

25

59

Fracturas óseas en miembro pélvico

17

12

10

39

2

8

9

19

Hospitalización sin fractura ósea

30

11

9

50

TOTAL

57

57

53

167

Fracturas óseas en otras regiones, o fracturas mixtas

Figura 9.11.

Indice


Indice

Gráfico. Figura 9.12.

9.2.1.6. Valoración por técnica de osteosíntesis Recuper. totales

Recuper. físicas

Fallecidos

TOTAL

16

16

10

42

6

12

13

31

3

6

5

14

Cerclajes

2

3

3

8

Placas de osteosíntesis

2

1

2

5

Fijadores externos

4

2

3

9

33

40

36

109

Técnica empleada

Inmovilizaciones externas Enclavijamientos medulares Enclav. medul. + cerclajes

TOTAL

Figura 9.13.


Tipo de intervención realizada según técnica de osteosíntesis Técnica Inmoviliz. e x t e r n a Enclavij. medular E.med + c e r c l a j e

Indice

Cerclajes Placas ostesíntesis Fijadores e x t e r n o s 100%

50% Porcentaje I R.totales

R.físicos

I

1 Fallecidos

Nota. Cifras en %

Gráfico. Figura 9.14.

9.2.2. Grupo 2. Palomas domésticas (Columba liña) Por peso, si cuantificamos los tres lotes en conjunto, obtenemos unos límites máximo y mínimo de 425 y 275 gramos, respectivamente, y una media de 353,74 gramos. 9.2.2.1. Premedicación y anestesia A todas las palomas de los lotes números 1 y 2 se les administró diazepam (Valium*) previamente a la anestesia. La dosis, reflejada en mg/kg fue de 1,5 mg/kg para los lotes 1 y 2. Las 36 aves fueron anestesiadas con ketamina (lotes 1 y 2 con Imalgene*, y lote 3 con Ketolar*) vía intramuscular. Excepto en un caso (paloma 21), la anestesia conseguida fue buena (96,66 por 100). 181


Ketamina (mg)

LOTE 1

LOTE 2

LOTE 3

Ketamina (mg/kg)

Mínimo

21

60

Máximo

42

120

Media

26,22

71,25

Mínimo

19,5

60

Máximo

43,75

125

Media

25

72,5

Mínimo

14,6

45

Máximo

4,87

15

Media

9,15

26,66

Figura 9.15.

9.2.2.2. Valoración por técnica de osteosíntesis Las 36 palomas fueron divididas en tres lotes según la técnica de osteosíntesis elegida. A las 12 aves del primer lote le fueron practicados cerclajes, a las 12 del segundo fijadores externos y a las 12 del tercero injertos óseos. Número

LOTE 1

LOTE 2

LOTE 3

TOTAL

Recup. totales

9

75

Recup. físicas

3

25

Recup. totales

11

91,66

Recup. físicas

1

8,33

Recup. totales

8

66,66

Recup. físicas

4

33,33

Recup. totales

28

77,77

Recup. físicas

8

22,22

Figura 9.16.

182

%

Indice


Valoración por técnica de osteosínteis Técnica utilizada Cerclajes

Fijadores externos

Indice Injertos óseos

O

20

40

60 Porcentaie

80

100

120

Nota. Datos en %

Gráfico. Figura 9.17.

9.3. Discusión En el resultado final que se obtiene tras hospitalizar un ave salvaje herida tiene tanta importancia el tratamiento médico que se aplice como las medidas que se tomen antes y después del mismo. Los problemas que origina el manejo y el estrés de estos pacientes son los principales causantes de la gran diferencia de resultados que se establece entre este grupo y el de las aves semidomésticas. Considerando este extremo, podemos afirmar que la valoración de las técnicas de osteosíntesis tiene más valor como técnica en sí cuando se analiza sobre lotes experimentales de aves domésticas, ya que en éstas el éxito obtenido depende, casi exclusivamente, de la cirugía empleada (32). Por otro lado, intentar utilizar técnicas experimentales en el grupo de aves salvajes hubiera sido una decisión poco ética por nuestra parte, puesto que la mayoría de ellas están protegidas por la ley y algunas de ellas aparecen catalogadas como «especies en peligro de extinción». 183


La elección de la especie paloma doméstica (Columba livia) para el grupo 2 se llevó a cabo por cuatro razones: — Tolerancia al hombre. — Conservación de su capacidad para el vuelo. — Tamaño adecuado. — Fácil disponibilidad de ejemplares. Los 167 casos clínicos del estudio se distribuyeron en 29 especies diferentes. Dentro del Orden Falconiformes quedaron incluidos 108 animales, en el Strigiformes 40 y en el grupo de «no rapaces» 19 aves. El porcentaje de recuperados totales fue menor en el grupo de rapaces diurnas y nocturnas que en el de «no rapaces», observaciones que estarían de acuerdo con las de Grosso y Vallaplana (1987), que consiguen un 85 por 100 de recuperaciones totales para gaviotas intervenidas quirúrgicamente en el miembro torácico y tan sólo un 22 por 100 para rapaces. La explicación podría basarse en la mayor tolerancia al hombre de unas especies salvajes con respecto a otras y en el origen del accidente. Estos dos factores repercutirían posteriormente sobre la lesión en sí y su evolución (especies muy nerviosas llevarían implícitas más autolesiones, más efectos negativos por estrés, inmunosupresión, dificultad de manejo, etcétera). Del total de la casuística, 117 animales presentaron fracturas óseas, y de éstas, 59 se localizaron en el miembro torácico, es decir, prácticamente la mitad. Sin embargo, fue el grupo de pacientes con fracturas óseas en otras regiones o con fracturas mixtas quien sufrió un mayor número de fallecimientos. En el 60 por 100 de las hospitalizaciones sin fractura ósea se consiguió la recuperación total del animal. Estos resultados son lógicos si consideramos que en el grupo de animales con fracturas en otras regiones y fracturas mixtas se incluyeron pacientes con lesiones de columna vertebral, fracturas óseas con roturas de órganos, fracturas múltiples de miembro torácico y pélvico etcétera. La técnica quirúrgica de osteosíntesis más utilizada de los 109 pacientes fue la inmovilización externa con 42 casos, seleccionada sobre todo en animales que presentaban alineación y confrontación de sus extremos óseos. De esta misma opinión es Andre (1990), que aconseja tratar de forma conservadora las fractruas óseas cerradas y alineadas. En estos pacientes así tratados el porcentaje de fallecimientos fue el menor del grupo, un 24 por 100. El mayor porcentaje 1X4

Indice


de recuperaciones físicas lo obtuvieron los pacientes intervenidos mediante la combinación de enclavijamiento centromedular y cerclaje, pero debemos tener en cuenta que estos pacientes eran también los que poseían mayor complejidad en sus lesiones. De los nueve animales intervenidos con fijadores externos, cuatro consiguieron recuperarse totalmente (44,44 por 100), es decir, el mayor porcentaje conseguido; sin embargo, conviene aclarar que seis de las fracturas se localizaban en el miembro pélvico, generalmente con mejor pronóstico para la recuperación total. En aves salvajes, Bush (1975) obtuvo buenos resultados utilizando fijadores Indice externos en el humerus de una grulla común (Grus grus) y un halcón peregrino (Falco peregrinus) considerando este sistema muy adecuado, entre otras razones porque permite la movilidad del miembro afectado durante la recuperación, disminuyendo la casuística de anquilosis articular. En los estudios de Grosso (1987) se consiguen un 31,81 por 100 de recuperados totales sobre lesiones en el miembro torácico con clavos centromedulares. En el grupo de palomas domésticas (Columba livia), con afectación igualmente simultánea de ulna y radius, los resultados de recuperación total fueron un 75 por 100 en los cerclajes, un 91,6 por 100 en los fijadores externos y un 66,6 por 100 en los injertos óseos. Experiencias similares realizadas por Joel (1987) en paloma doméstica consiguieron un ciento por ciento de recuperados totales utilizando fijadores externos, tanto para fracturas de humerus como de ulna y radius, no hallando en la necropsia ningún tipo de deformación en los huesos, pero con severas deformaciones e incapacidad funcional en las fracturas de humerus a las que se habían aplicado otras técnicas. Las epífisis de las aves son consideradas como de muy difícil recuperación, quedando como secuelas generalmente anquilosis e inmovilidad crónica en las articulaciones (130, 128). La elección de la técnica de osteosíntesis se llevó a cabo realizando un estudio previo del caso clínico en cuestión, orientándonos por técnicas conservadoras para las aves con poca complejidad en su fractura (en función de parámetros como la antigüedad, el hueso, la localización, estado general, etcétera). 185


Por esta razón, el grupo experimental de palomas se convierte en el principal punto de referencia para valorar las técnicas de osteosíntesis (166), ya que en él se han homogeneizado la mayor parte de las variables que hacen difícil el estudio del grupo 1. Comparando nuestros datos de recuperación total sobre enclavijamientos medulares en aves salvajes (19,3 por 100) se aprecia una cifra menor a la conseguida por Harrison (31 por 100). Sin embargo, los valores bajan hasta un 22 por 100 cuando se aplican sobre fracturas localizadas en el miembro torácico. En el grupo 2, de palomas domésticas, el lote 1, al que se aplicaron cerclajes, obtuvo un 75 por 100 de recuperados totales. La elección de la técnica se hizo basándose en su simplicidad. Consideramos en un principio que la técnica, unida a una buena inmovilización ofrecería resultados altos de recuperación. Sin embargo, la dificultad para conseguir ésta llevó a algunos fracasos. Willians (1987), utilizando cerclajes en la misma especie consigue resultados semejantes (78,5 por 100). El lote 2, de fijadores externos, obtuvo el mayor porcentaje de éxitos (91,6 por 100 de recuperados totales). La bibliografía consultada (24, 45, 59, 73, 108, 135, 143, 161) y la casi falta de inconvenientes fueron los factores que llevaron a la elección de la técnica, considerándola la más acertada para las fracturas óseas de las aves. El lote 3, en el que se aplicaron injertos óseos, obtuvo el menor porcentaje de recuperados totales (66,6 por 100). El intento de aportar soluciones a las fracturas conminutas, que llevan implícitas una gran destrucción del tejido óseo ,fue el principal estímulo para intentar esta vía. Los malos resultados conseguidos podemos atribuirlos al modelo de implante utilizado, poco osteogénico, o bien a una inadecuada inmovilización de la región. ;

186

Indice


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