UNIVERSIDAD SANTANDER
17 DE JUNIO DE 2017
CREAR O MORIR La esperanza de Latinoamérica y la innovación Capítulo III Andrés Oppenheimer.
Ed. Vintage Español Nueva York - 2014
Andrés Oppenheimer
ha sido incluido entre los “50 intelectuales Latinoamericanos más influyentes” por la revista Foreign Policy en Español. Es editor para América Latina y columnista de The Miami Herald. Su programa semanal Oppenheimer Presenta en CNN y Foro TV.
En la cochera de su casa, Jordi Muñoz empezó a producir drones. Puso una tienda por Internet y ¡boom! Recibía pedidos de casi todo el mundo. En 2015, su empresa, 3D Robotics, logró ventas por 95 millones de dólares.
1 Hoy en día, la prosperidad de los países depende cada vez menos de sus recursos naturales y cada vez más de sus sistemas educativos, científicos y sus innovadores.
2
3
Los países más exitosos no son los que tienen más petróleo, reservas de agua, o más cobre, sino los que desarrollan las mejores mentes exportando, un programa de computación, etc exitoso, o un nuevo medicamento, o un diseño de ropa novedoso valen más que toneladas de materias primas.
La innovación se está democratizando, y cada vez está más cerca de nuestro alcance.
1
Duis Montes Tellus Lobortis
Varius natoque ac turpis est leo primis elementum est.
Jordi Muñoz y el movimiento de los makers Si alguien le hubiera dicho a Muñoz cuando tenía 19 años que a los 23 años sería el presidente de 3D Robotics, una empresa de California con más de 200 empleados, 28 000 clientes y ventas proyectadas de unos 60 millones de dólares en 2015, se hubiera muerto de risa. Lo habría tomado como una broma cruel para presionarlo a que dejara de ser un adolescente sin rumbo y sentara cabeza. Sin embargo, a los 23 años Muñoz ya era el CEO de 3D Robotics y se codeaba con los grandes de la industria aeroespacial en Estados Unidos. Su trayectoria había sido de película. Cuando mucho, según confesaría tiempo después, esperaba ser un vendedor en la sección de computación de la cadena Best Buy, y probablemente trabajar allí con un salario mínimo el resto de su vida.
Muñoz llegó a Estados Unidos a los 20 años procedente de Tijuana, México. No tenía empleo, ni papeles, ni un título universitario. Era uno de los tantos jóvenes “ni-ni”, como llaman en México a los millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. Además, acababa de tener un hijo no buscado con su novia, Priscila.
Pero no fue así. La obsesión de Muñoz por la tecnología aeronáutica, su participación en la comunidad de los makers —el creciente mundo de los internautas que comparten públicamente sus proyectos y sus descubrimientos— y una pizca de suerte lo convirtieron de la noche a la mañana en uno de los empresarios más prometedores de Estados Unidos. Su padrino empresarial y socio Chris Anderson, el ex director de la revista Wired que renunció a su puesto en 2012 para crear 3D Robotics junto con Muñoz, calificó a su joven socio en su libro Makers: The New Industrial Revolution [Hacedores: la nueva Revolución Industrial ] como “uno de los principales expertos mundiales en robótica aérea”
Los dos jóvenes, temiendo la ira de sus padres y sin tener un futuro claro en México, decidieron abandonar sus estudios y largarse hacia Estados Unidos, aprovechando que ella tenía ciudadanía estadounidense. Una vez en Los Ángeles, Muñoz no podía trabajar mientras esperaba sus papeles de residencia, y pasaba los días en su casa, cuidando al bebé, y escribiendo en blogs de amateurs de computación, robótica y drones, temas que lo habían apasionado desde pequeño. Sus expectativas para el futuro no eran muy alentadoras. 2
Pero no fue así. La obsesión de Muñoz por la tecnología aeronáutica, su participación en la comunidad de los makers —el creciente mundo de los internautas que comparten públicamente sus proyectos y sus descubrimientos— y una pizca de suerte lo convirtieron de la noche a la mañana en uno de los empresarios más prometedores de Estados Unidos.
Cuando la Administración de Aviación Federal de Estados Unidos tiene previsto dar a conocer sus reglamentos para permitir que empresas como Domino’s Pizza, Amazon.com o Fedex puedan usar drones para transportar todo tipo de productos. ¿Cómo pasó Muñoz en pocos meses de inmigrante desempleado a presidente de una empresa que muy pronto podría ser puntera en la industria aeroespacial? Su historia, como me la contó en tres entrevistas separadas, es apasionante e ilustrativa del ascenso de los makers en el mundo tecnológico.
Su padrino empresarial y socio Chris Anderson, el ex director de la revista Wired que renunció a su puesto en 2012 para crear 3D Robotics junto con Muñoz, calificó a su joven socio en su libro Makers: The New Industrial Revolution [Hacedores: la nueva Revolución Industrial ] como “uno de los principales expertos mundiales en robótica aérea”.
“TENÍA PROBLEMAS EN LA ESCUELA”
Lejos de ser un buen alumno, Muñoz fue un estudiante mediocre. De niño, lo diagnosticaron con trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Pasó por un total de cinco escuelas antes de graduarse de la secundaria. Hijo único de una familia de profesionales de clase media —su padre es un médico neuropsiquiatra y su madre es contadora—, Muñoz pasó su niñez en Ensenada y Tijuana, Baja California, México. Sus recuerdos de la escuela primaria no son muy felices.
Cuando entrevisté a Muñoz por primera vez, 3D Robotics ya era una empresa consolidada, de la que hablaban muchas revistas especializadas en aeronáutica civil. Entre otras cosas, la compañía estaba vendiendo aviones no tripulados para vigilancia aérea policial, filmaciones desde el aire para canales de televisión, envíos de medicamentos a lugares remotos, sobrevuelo de campos agrícolas para detectar plagas, o para hacer llegar salvavidas en las playas a personas que se estaban ahogando. Pero eso era apenas el principio: la industria de los drones civiles promete dispararse en 2015,
“Tenía problemas en la escuela —me contó—. Padecía trastorno por déficit de atención.
3
No me podía concentrar. Las maestras hablaban de una cosa y yo siempre estaba distraído, pensando en otra cosa. En la escuela de monjas era problemático y muy revoltoso. Era el chamaco distraído y revoltoso al que las maestras no querían Su padre, preocupado por las calificaciones de Jordi, lo cambió de escuela y lo colocó en un plantel de Montessori. “Pero el tiro le salió por la culata. Se supone que la Montessori es una escuela donde los niños hacen lo que quieren, pero resultó que yo era un niño difícil de domar hasta para la Montessori”, recuerda Jordi, divertido. En una de las varias oportunidades en que lo amonestaron por una fechoría, Jordi abrió la jaula donde estaban encerradas unas palomas blancas que, por supuesto, salieron volando de inmediato. “A mi papá le dijeron muchas veces que me medicaran, pero él se resistía y nunca me medicaron”, recuerda. Jordi estaba obsesionado con los aviones y con la robótica en general, desde muy pequeño. Mientras las maestras daban clase, pensaba en avioncitos, en robots y hasta en bombas.Su madre, Rosa Bardales, me contó que, desde niño, Jordi jugaba con legos y le encantaba armar y desarmar todo lo que había a su alrededor. “Hasta las vecinas traían sus licuadoras para que Jordi se las arreglara — recuerda su madre—. Su pasión eran los legos. Le habíamos regalado un lego didáctico cuando era un bebé, cuando tenía un año, y allí nació su creatividad.
Probablemente el niño adquirió el hábito de reparar cosas viejas de su padre, el doctor Jorge Muñoz Esteves, cuyo hobby siempre había sido comprar aparatos viejos en los mercados de pulgas para repararlos. Según recuerda el doctor Muñoz: “Yo siempre estaba comprando artilugios electrónicos que conseguía baratos y los arreglaba: era mi terapia para salirme del canal de mi trabajo como psiquiatra. Era lo que Jordi veía de niño. Nunca me imaginé que se le diera por ahí, pero por ahí salió”. El doctor Muñoz Esteves estudió idiomas con la idea de ejercer en Estados Unidos o en Europa. Al terminar sus estudios de posgrado en la Ciudad de México, el padre de Jordi ganó una beca para perfeccionar su inglés en Filadelfia. Y ya estaba listo para viajar a Estados Unidos, pero el gobierno de México canceló la beca de último momento como parte de los drásticos recortes presupuestarios después de la crisis económica de 1982, y su proyecto de estudios quedó trunco. Curiosamente, o no tanto, el joven Jordi terminó haciendo, años después, las dos cosas que nunca terminó de hacer su padre: se dedicó de lleno a la innovación y se mudó a Estados Unidos. “Los hijos siempre tratan de compensar alguna carencia, real o imaginaria, de sus padres —me comentó el doctor Muñoz Esteves, hablando como padre y como psiquiatra.
4
Jordi quizás percibió inconscientemente algún grado de frustración mía por no haber podido hacer mi beca en Estados Unidos y posiblemente terminó compensando esa carencia mía”, agregó.
Como muchos niños con síndrome de deficiencia de atención que logran controlar o superar el problema en la adolescencia, Muñoz empezó a sacar mejores calificaciones en la escuela y a llevarse mejor con sus maestros. “Empecé a sacar buenas calificaciones a los 16 años y terminé la preparatoria a los 18. De milagro, nunca repetí ningún grado.”
“A LOS 11 AÑOS HICE UNA BOMBA”
De niño, Muñoz soñaba con tener una computadora. Pero sus padres, temiendo que se pasara el tiempo jugando y se distrajera aún más de sus estudios, sólo le compraron una computadora usada cuando tuvo 10 años. Al principio, Muñoz no sabía ni cómo encenderla, pero a los pocos días ya estaba fascinado con su nueva máquina. “Me quedaba 18 horas al día pegado a la computadora”, recuerda.
Una vez culminada la escuela preparatoria, y tras el divorcio de sus padres, Muñoz quiso mudarse a la Ciudad de México para estudiar en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), que era la única universidad que tenía una carrera en ingeniería aeronáutica. Su padre no estaba muy feliz con la idea porque en ese momento la Ciudad de México era muy insegura. A pesar de las objeciones de su progenitor, y quizás molesto porque éste había formado una nueva familia con una mujer que tenía una hija pequeña, Muñoz se fue a la capital a tratar de ingresar en el IPN.
Cuando no estaba frente a su computadora, el niño se divertía haciendo experimentos que a veces no le causaban ninguna gracia a sus padres. “Una vez, a los 11 años, hice una bomba con un control remoto — recuerda Muñoz, divertido. --Tomé unos cohetes, les saqué la pólvora, los metí en un tubo, le puse un circuito electrónico y la detoné en un terreno grande, lejos de todo.” Sus padres no sabían si estar orgullosos o alarmados con la vocación experimentadora del joven. “Mi papá me miraba con cara de que yo era un bicho raro”, recuerda Muñoz. A los 14 años, el joven ya estaba diseñando su primera página web y se interesaba por todo lo que tenía que ver con la aeronáutica.
“NO ME ACEPTARON EN EL POLITÉCNICO”
El joven Muñoz presentó dos veces el examen de ingreso al IPN, pero fue rechazado en ambas oportunidades. Los cupos para estudiantes del interior del país eran más restringidos que para quienes salían de las preparatorias de la red de escuelas del Politécnico, y no le alcanzaba el puntaje para ingresar. “Perdí dos años tratando de ingresar al Politécnico, y no entré. 5
“EMPECÉ A ESCRIBIR EN BLOGS”
Al final, regresé a Tijuana con la cola entre las patas”, recuerda. En Tijuana, algo frustrado por no haber entrado en la universidad que quería para estudiar ingeniería aeronáutica, Muñoz decidió cambiar de rumbo y abrir un restaurante de tacos. Vendió a su madre un carro Volkswagen que le había regalado su padre, e invirtió el dinero en un local para poner su taquería. Su padre, cuando se enteró, montó en cólera. “Le dije: ¿Tanto batallar para terminar de taquero? recuerda su padre. Según Jordi: “Mi papá se enojó, porque quería que yo estudiara una carrera en la universidad”. Al poco tiempo, Jordi entró a estudiar ingeniería en computación en el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (CETyS), una de las universidades privadas más prestigiosas de Baja California.
En 2008, encerrado en su casa y cuidando a su niño mientras su mujer trabajaba, Muñoz comenzó a escribir en blogs de la comunidad de innovación de fuentes abiertas en internet. Cada vez más, grupos de makers estaban creando nuevos sitios de internet y foros de discusión para compartir sus ideas, con el objeto de beneficiarse de la experiencia de otros y avanzar más rápidamente en sus proyectos. Algunos de estos sitios, como Wikipedia, la enciclopedia gratuita por internet, creada por una comunidad de aficionados que aportaban su tiempo libre en forma voluntaria para crear una alternativa a las enciclopedias comerciales, ya habían logrado fama mundial. Pero estaban surgiendo a diario miles de nuevos sitios de internet para las comunidades de aficionados a todo tipo de nuevos productos.
Muñoz estudió en el CETyS durante 12 meses, hasta que su novia y compañera de escuela quedó embarazada y los dos jóvenes, asustados y conscientes de que sus padres no aprobarían sus planes, decidieron dejar los estudios y probar suerte en Estados Unidos. Corría el año 2007.
Así fue como Muñoz dio con un blog de Anderson, el entonces director de la revista Wired. Se trataba de un foro recién creado llamado DIY Drones, cuyo nombre era una abreviación de “Do It Yourself Drones”, o “Drones hechos por uno mismo”. En ese tiempo, el blog tenía apenas 14 miembros, todos ellos individuos que habían estado experimentando por su cuenta con aviones de juguete no tripulados, recuerda Muñoz. Como en casi todos los foros de este tipo, la mayoría de los participantes escribía.
“Fue muy estresante para los dos”, recuerda Muñoz. “El niño estaba en camino, yo no tenía papeles y no teníamos dinero. Yo no podía trabajar durante siete meses, hasta que me llegara el permiso de residencia. Para colmo, la economía se estaba cayendo, y al poco tiempo estalló la crisis 6
económica de 2008. Era muy difícil encontrar trabajo.”
Ese helicóptero que has hecho es excelente”. Según Anderson: “Yo también quedé impresionado. Nunca había usado el Arduino, y esto me llevó a mirarlo más de cerca”.
La primera entrada de Muñoz en el blog de Anderson empezaba pidiendo disculpas por su mal inglés. Decía así: “El inglés no es mi primera lengua, de manera que les pido perdón por los errores que haga al tratar de explicar este proyecto”. Acto seguido, Muñoz ofrecía su propuesta para solucionar un problema que había planteado Anderson, sobre cómo abaratar los costos de los pilotos automáticos para los drones hechos por amateurs. Muñoz contó en el blog DIY Drones que él había fabricado un piloto automático a partir de piezas que sacó de sus videojuegos. Usando un helicóptero de juguete que le había regalado su madre, una plataforma de electrónica muy barata llamada Arduino, y piezas de su videojuego Nintendo Wii, Muñoz construyó un aparato que Anderson y otros fanáticos de la tecnología de Silicon Valley estaban produciendo a un precio muchísimo más alto. Mientras una plataforma normal costaba 500 dólares, la plataforma de Arduino, un producto casero pre-armado, costaba apenas 30 dólares. Muñoz explicó en el blog cómo había hecho volar a su helicóptero con partes de su videojuego y a los pocos días comenzó a postear fotografías y videos de su helicóptero volando a control remoto.
7
8
9
10
11
12