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JUAN MANUEL GÓMEZ LA PETITE MORT

CARLOS VELÁZQUEZ

LOS DESIERTOS DE SONORA

ESGRIMA

RAFAEL ROJAS

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S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

DELIRIOS DE LA BELLEZA FEMENINA NAIEF YEHYA

POSTALES DEL DESASOSIEGO BIBIANA CAMACHO

JOSEPH ROTH PROMESA Y DESENCANTO GILDA WALDMAN M. Arte digital > A partir de una foto en wallhere.com/es/user/3016 > Staff > La Razón

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Una comedia reciente de Hollywood es referencia de este ensayo que indaga en el sometimiento de millones de mujeres a la aspiración de cumplir con el ideal de belleza femenina en la era digital. Las exigencias y modalidades de un mercado planetario se diversifican en las ofertas —entre otras— de gimnasios, yoga, spas, alimentación, procesos quirúrgicos, cosméticos y moda que inducen un aprecio discriminatorio de las mujeres, según su aspecto y apego a un canon que dictamina lo aceptable y lo indeseable.

DELIRIOS DE BELLEZA PODER DE LAS APARIENCIAS NAIEF YEHYA

“L

a belleza es un asunto moral”, escribe la filósofa Heather Widdows en su reciente libro Perfect Me. Igualmente podríamos añadir que la belleza es un asunto mortal o por lo menos de una importancia vital. Aunque la postura de los intelectuales con respecto al tema de la apariencia física en general y la belleza humana en particular es considerarlas como intereses frívolos, superficiales e irrelevantes, es imposible negar que fuera del contexto académico son preocupaciones constantes para gran parte de la gente y por tanto son un tema de estudio válido. Quisiéramos creer que la belleza es inconsecuente, “que no explica nada, que no resuelve nada y que no enseña nada”, como escribió Nancy Etcoff en su libro Survival of the Prettiest, pero es absurdo negar que los ideales de belleza imponen parámetros aceptados por la sociedad y que en una era de cultura virtual y visual, estos ideales se han globalizado y homogeneizado, aplastando idiosincrasias con exigencias muy a menudo inalcanzables. Esto quiere decir que las opciones de apariencias aceptables se reducen. Quizás sea una obviedad decirlo pero es importante recordar que en todos los niveles sociales y culturales, a través de las

tradiciones, orígenes étnicos y edades, la necesidad de alcanzar un cierto ideal de apariencia es para muchos una ansiedad incontrolable que los lleva a regir su vida y estructurar sus actividades en torno a procedimientos y rituales de belleza. La búsqueda de la perfección no es exclusiva de ciertas mujeres jóvenes sino que también afecta a los hombres, aunque sin duda con menor incidencia y rigidez. Ante la desventura de no cumplir con los modelos de belleza dominantes, para muchos es necesaria la resignación o bien el uso de maquillajes, ajustes quirúrgicos y cualquier recurso capaz de enfatizar ciertas características y ocultar otras. En términos de las apariencias, la biología era destino hasta que comenzamos a convertirnos en cíborgs. En la era de la manipulación de la identidad, de los genes y la reconstrucción corporal mediante la tecnología y la cirugía, es cada vez más probable que una persona con apariencia normal pase a formar parte de la élite de los cuerpos perfectos. Sin embargo, este poder implica nuevas formas de segregación y de presión para aceptar los estereotipos de belleza. La masificación de los ideales y las preocupaciones de la belleza en tiempos del selfie ha dado lugar a un aumento de las

exigencias mínimas de ajustes y mejoras físicas. Una de las paradojas que impone este ideal es que incluso la aspiración a una apariencia normal es en sí misma una imposición que requiere de un arsenal de prácticas y tratamientos cada vez más elaborados, costosos y en ciertos casos peligrosos. Widdows señala que: “las narrativas de ‘para ser normal’ y ‘para ser perfecto’, aunque aparentemente son distintas, son éticamente similares”. La obsesión de la belleza es el sustento de numerosas industrias de alimentos, medicinas, suplementos, gimnasios, centros médicos, cosméticos, salones de belleza y spas que generan en todo el mundo miles de millones de dólares en ganancias, crean miles de empleos y se dedican a cultivar la ilusión de la belleza con propuestas y promesas inagotables. Es común responsabilizar al comercio y al negocio de la belleza del estado de frustración y angustia permanente que viven quienes creen con pasión que la salvación radica en las apariencias. Esas empresas explotan inseguridades y fantasías en su beneficio, sin embargo, son sólo rémoras de un fenómeno mucho mayor y más complejo. No se trata únicamente de que seamos víctimas de la publicidad y la propaganda sino de

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que estamos cableados de tal manera que los mitos de la belleza parecen naturales y evidentes. El problema esencial que implica el culto de las apariencias en nuestro tiempo es delicado porque conlleva una carga moral. Históricamente, la belleza representaba virtudes internas, sin embargo, en una cultura de consumo compulsivo de imágenes, de una oferta masiva, aparentemente infinita, de estímulos estéticos y de gratificación instantánea, la belleza por sí misma es considerada la virtud. Es entendida como un marco de referencia, un sistema de evaluación que determina los parámetros de apreciación y dictamina, con cierta holgura pero de manera implacable, lo que es y no es aceptable. Criticar la apariencia física de alguien se ha reconfigurado como una llamada de atención, una acusación al carácter, un juicio a quien no está cumpliendo con un deber, que no hace su “mejor esfuerzo para cuidarse”, que no “aprovecha para volverse la mejor versión de sí mismo”, que no sabe o no acepta que “merece verse mejor”. “Abandonarse” es el equivalente a un descuido imperdonable, un acto de negligencia que se traduce en una agresión propia y a los demás. Humillar a alguien por su apariencia es ahora (se supone) injustificable o por lo menos no está bien visto, pero reprenderlo por no “cuidarse” es perfectamente aceptable. De esta forma los ideales de belleza se convierten en ambiciones de salud, bienestar y felicidad reflejadas en el cuerpo. Todos aquellos que no siguen la pauta son imaginados como holgazanes que están violando un compromiso moral consigo mismos. Este sistema de presión, disfrazado de apoyo, es confuso por su deliberada mezcla de criterios de salud y apariencia, sus justificaciones a veces contradictorias y a menudo pseudocientíficas, pero su dictadura es inflexible. Si la belleza es un ideal ético dominante, renunciar a su conquista es un fracaso estético, lógico, social y moral. El resultado de no cumplir con los rituales de belleza (maquillaje, procedimientos estéticos, alimentación y ejercicio) nos aleja de los ideales de salud y amor propio impuestos

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y aceptados masivamente. Si bien es claro que en gran parte de los casos estos sacrificios y sometimientos cambian poco la apariencia corporal, el hecho de alcanzar los objetivos puede ser menos importante que los esfuerzos cotidianos, los cuales representan una idea del “respeto al cuerpo” y un sometimiento de la voluntad a una aspiración casi religiosa. Los numerosos elementos de filosofías orientales que se funden con regímenes de ejercicios y dietas en el ideario contemporáneo de la salud conforman un dogma aspiracional, caótico, autorrepresivo y virtuoso, digno de un nuevo contrato puritano con el cuerpo. Es una ortodoxia sin dioses que rinde culto al ideal de la belleza definida por brandings corporativos, yoga, gimnasios, jogging, crossfit, pilates y fe en el poder transformador del sudor. Esta creencia ofrece la promesa de que si bien el cuerpo habrá de envejecer y deteriorarse, siempre nos quedarán los ritos para elevar el amor propio y la percepción de nosotros mismos. Widdows señala que el ideal de la belleza depende de logros a corto y largo plazo, los cuales ofrecen recompensas y satisfacciones personales y sociales, menos relacionadas con auténticas transformaciones físicas y más con el sometimiento cuasi devocional y fetichista a los sacrificios cotidianos de ejercicios y alimentación.

DEL AUTODESPRECIO A LA AUTOADMIRACIÓN La película I Feel Pretty, rebautizada en México como Sexy por accidente (llama la atención que el título original se refiere a una sensación, y traducido señala una causalidad que va de lo bonito, pretty, a lo excitante, sexy), ofrece, en un formato de comedia romántica, una reflexión feminista light sobre el rigor cruel del orden estético, presentado como un sistema discriminatorio en el cual las chicas que no son atractivas son ignoradas y maltratadas, además de funcionar como un ariete contra el ego y el amor propio. Renee dista mucho de ser “fea” en términos de los cánones convencionales, no obstante, sueña con mejorar su figura. Este objetivo es a la vez absurdo (debido a que ganaría menos) e inalcanzable (ya que es un puesto usualmente ocupado por esculturales aspirantes a modelos). Renee vive con resignación la fatalidad de no ser una de las chicas hermosas que, desde su punto de vista, pueden tenerlo todo simplemente por su apariencia, y se

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sorprende al descubrir que una chica muy guapa pueda ser infeliz. Es estúpido pensar que una mujer despampanante deba ser perfecta y feliz, pero es igualmente ingenuo imaginar que las apariencias no son poderosas y transformativas. Las mil y una indignaciones, ofensas y agresiones pasivas han hecho a Renee resistente al entorno. Quizás lo que Schumer interpreta con mayor aplomo es la transición de la sorpresa al cinismo cada vez que es menospreciada, como alguien acostumbrado a una vida de rechazos e interacciones decepcionantes. Trata de tomarse una foto ideal para subir a un sitio de citas, mientras reconoce tristemente que lo único que los hombres ven en esos servicios son las fotos y no importa la descripción que haga de ella misma, ya que nadie la leerá. Su esfuerzo parece más un desesperado intento de reconciliarse consigo misma que de conseguir una pareja. Con el propósito de mejorar su apariencia, la protagonista se inscribe al gimnasio SoulCycle, una corporación real que pregona un evangelio frenético del ejercicio como redención espiritual, y después de varias experiencias humillantes cae de la bicicleta y se golpea brutalmente la cabeza. Al recobrar el conocimiento, Renee está convencida de que se ha transformado en una belleza y que su deseo, formulado al lanzar una moneda en una fuente, se ha cumplido. Un golpe en la cabeza le ahorra todo el sacrificio, los obstáculos y eventualidades en su camino a convertirse en una espectacular belleza talla cero. No es que la chica haya cambiado de alguna forma visible, los desaires, las muecas y el desprecio de los demás siguen ahí, pero ella ha perdido la capacidad de percibir esas expresiones y se ha liberado así de sus propios fantasmas. El hecho de que una mujer como ella no pueda aspirar al puesto de recepcionista implica una especie de determinismo físico donde no importa el talento ni la voluntad. Armada de una confianza inédita, Renee se atreve a solicitar el empleo y su desparpajo no sólo la hace triunfar sino que logra volverse fundamental para la empresa. Ello ocurre no tanto por ser eficiente y amable hasta el extremo, sino por irradiar seguridad y compartir su sabiduría al respecto de las mujeres comunes y corrientes, las cuales pertenecen a un mundo desconocido para la empresa Lily LeClaire desde su fundadora, la exmodelo real Lauren Hutton, hasta los empleados a cargo de las decisiones estratégicas.

“ES “ ESTÚPIDO PENSAR QUE UNA MUJER DESPAMPANANTE DEBA SER PERFECTA Y FELIZ, PERO ES IGUALMENTE INGENUO IMAGINAR QUE LAS APARIENCIAS NO SON PODEROSAS Y TRANSFORMATIVAS .

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La conquista de Renee es motivo de hilaridad por la paradoja de ver a una chica como ella desenvolverse con éxito, convencida de que es bellísima. Su secuencia más conflictiva es aquella donde, ebria de confianza, se inscribe en un concurso de bikinis y brinda un extraordinario show cómico que evidencia el talento de la actriz para el humor físico, pero sin duda podríamos verlo como un espectáculo humillante y ridículo que contradice el presunto mensaje del filme. Es claro que Renee, como la mayoría de la gente, ve a las personas a través de un filtro que las clasifica de acuerdo con su apariencia, pero a partir de su accidente, su posición en la escala cambia para ella de manera radical: la sitúa en la cumbre, desde donde mira, condescendiente, a sus amigas y desconocidos. Su vulnerabilidad se ha evaporado y su superyo ha sido silenciado, así imagina que establece complicidades con las mujeres guapas que encuentra y disfruta la manera en que cree ser percibida. Nada define mejor su propio embeleso que la escena sexual donde ella se mira en el espejo y se niega a apagar la luz mientras hace el amor.

CURVAS Y CARNES La característica primaria del ideal de belleza dominante es la esbeltez, ya sea a nivel de las modelos o las atletas, o la delgadez con curvas prominentes, al estilo de la archiimitada Kim Kardashian. De tal manera, la primera regla de la belleza es que para alcanzarla es indispensable someter el apetito. No menos importante es la firmeza de la carne, el tono muscular. En Sexy por accidente, la idea de la belleza es reducida a la imposibilidad de que una chica “entrada en carnes”, “con kilos de más” y otras fórmulas peyorativas pueda creerse bella. Los chistes sobre la comida son inevitables y mientras Renee se llena la boca de lasaña y grandes dosis de carbohidratos, anuncia entre carcajadas: “Puedo comer lo que quiera y mi figura no cambia”, para la sorpresa de sus semibulímicas compañeras de trabajo que no saben qué creer, y la carcajada del público. El único objetivo de Renee es ser bella, cualquier otro beneficio que eso implique es adicional y tal vez redundante. No lo desea para seducir o complacer, tampoco para tener una mejor posición social y económica: aparentemente, sólo lo anhela por sí mismo. Podríamos especular que esto siempre ha sido así pero sin duda refleja la idea de la belleza como el valor principal de la era digital. Por supuesto que la paradoja es su anhelo de convertirse en una guapa recepcionista y que no le interese para escalar a un alto puesto corporativo. De esta manera la película ignora la discriminación por apariencias que es tan común en el entorno

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laboral, particularmente en ciertas industrias y determinados puestos de trabajo. Quizás los guionistas quisieron evitar un sesgo feminista que pudiera ser percibido como quejoso, radical o agresivo por las masas misóginas que desatan su odio contra cualquier expresión de poder femenino, como fue el caso de Cazafantasmas (Paul Feig, 2016), la cual provocó reacciones desproporcionadas de ira y troleos en contra de las protagonistas y de cualquiera que defendiera ese remake estelarizado por mujeres. Si bien esa concesión al mercado y los espectadores es obvia, debemos preguntarnos: ¿Cómo ser feminista y no sucumbir ante la presión de los criterios y exigencias de belleza? ¿Acatarlos es una traición? Es claro que las apariencias importan, pese a un deliberado esfuerzo por ignorarlas. La belleza sirve para conquistar poder y recursos. Cómo ignorar que durante la mayor parte de la historia y en casi todas las culturas, la mujer ha recurrido a su astucia y belleza para compensar la carencia de propiedades, autonomía o derechos elementales. La belleza no es tanto de quien la posee sino de quien la juzga: una fuerza pasiva que depende del reconocimiento de los otros. ¿Es legítimo aprovecharla y explotarla o es necesario cambiar el orden por la fuerza? ¿Será posible reeducar o desensibilizar no sólo a los hombres sino a las mujeres? El problema se vuelve más complejo porque incluso los recién nacidos prefieren mirar rostros atractivos, como demostraron los experimentos de Alan Slater y su equipo en la Universidad de Exeter, en 2004. La explicación de Slater es que la gente atractiva refleja el prototipo del rostro humano y la mente del bebé es el resultado de una evolución que hace que esos rostros sean fáciles de reconocer. Otros experimentos han encontrado resultados semejantes en bebés.

COSMÉTICOS BARATOS La experiencia y el sentido común de Renee resultan invaluables para la directora de la empresa y el resto de la familia LeClaire, que no saben cómo

alcanzar a una clientela no tan rica y no tan comprometida con su apariencia como la que compra sus costosos productos. Así se enfatiza el lugar común de que la alta belleza no es para las masas sino que es un privilegio de clase. Cuando Renee da su discurso reivindicador, explica que lo importante es lo que llevamos dentro y que uno debe quererse sin importar la apariencia. El elemento cómico más transgresor es que los cineastas (Abby Kohn y Marc Silverstein) escogieron recrear por medio de las tomas, la edición y la música una imagen de la percepción interna de Renee y mostrarla como un gozoso despertar de los senEscena de Sexy por accidente. tidos, en medio de un mundo adormecido que la ignora. Por momentos la cinta explota confusiones y enredos de comedia de errores con ecos shakesperianos, por lo que podemos recordar Sueño de una noche de verano, cuyo personaje Puck transforma la cabeza de Nick Bottom en la de un burro. Muy significativamente, el dilema moral de Renee la lleva a darse un segundo golpe en la cabeza, con el cual regresa a la realidad. Esto sucede cuando el heredero de la fortuna LeClaire y playboy internacional está a punto de seducirla; ella decide evadirlo y refugiarse en el baño con el pretexto de una diarrea. Ese momento de lucidez marca el fin del delirio y el retorno a la realidad. Al “verse” bella, Renee se vuelve arrogante y pierde sus atributos de sensibilidad, generosidad y humildad. Sin embargo, a diferencia de una comedia convencional hollywoodense, aquí la protagonista es una chica egoísta, torpe, desgarbada y algo sucia, como los personajes usuales de Schumer. Por eso la corrupción de la heroína no es tan maniquea como de costumbre. El viejo Hollywood adiestró a los públicos del mundo a una valoración hipócrita que recurre sin pausa a mujeres inusualmente atractivas pero pregona que la belleza interior es más importante que las apariencias. Así, incontables veces, tras sufrir toda clase de ofensas y desprecio, la chica común terminaba siendo reconocida por el interés amoroso, por encima de la belleza frívola. Esta lógica nutre las telenovelas y muchos otros productos culturales que juegan a la doble moral de obsesionarse con la superficialidad de las apariencias para tan sólo conceder al final que la belleza auténtica es invisible.

“EN “ SEXY POR ACCIDENTE, LA IDEA DE LA BELLEZA ES REDUCIDA A LA IMPOSIBILIDAD DE QUE UNA CHICA ENTRADA EN CARNES , CON KILOS DE MÁS Y OTRAS FÓRMULAS PEYORATIVAS PUEDA CREERSE BELLA .

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EL REMEDO Y EL REMIENDO Wendy Steiner la describe de manera notable: La experiencia de la belleza involucra un intercambio de poder, y como tal, es a menudo desorientadora, una mezcla de humildad y exaltación, sometimiento y liberación, sobrecogimiento y placer desconcertante.

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“EL “ CINISMO SE RINDE A LA LÓGICA DE LA AUTOAYUDA. NO HAY ESCAPE AL MITO NI POSIBILIDAD DE DISENTIR, POR LO QUE SE RECURRE AL VIEJO CLICHÉ DE QUE LOS BUENOS AMIGOS, UNA ACTITUD POSITIVA Y CREER EN SÍ MISMO SON LA SOLUCIÓN .

Los Ángeles de Victoria´s Secret.

La belleza no puede demostrarse de manera objetiva y es inevitablemente perecedera. Por un lado es una estrategia evolutiva y de preservación de genes en la competencia por recursos. Refleja la fertilidad y la salud, características que desde la época de las cavernas eran fundamentales para la supervivencia de la especie. Se trata de una expresión de la simetría facial, pero asimismo se manifiesta en irregularidades sutiles. Se ha demostrado que la belleza está en los promedios. El antropólogo Sir Francis Galton, primo de Charles Darwin, inventó el método de los retratos compuestos cerca de 1880, al sobreimponer caras de individuos para crear rostros promedio. Actualmente hay numerosos programas que promedian rasgos, a veces cientos o miles de ellos, y el resultado invariable son rostros muy atractivos. Pero al mismo tiempo la belleza está en ciertos rasgos ligeramente exagerados, detalles que enfatizan la feminidad o acentúan leves irregularidades que imprimen un encanto extraordinario. La película de Kohn y Silverstein no intenta de ningún modo probar esa vieja y tan falaz máxima de que “la belleza está en el ojo que la ve”, ni que la belleza es una ficción social irrelevante. Por el contrario, la muestra como una auténtica forma de opresión y discriminación que una sonrisa y una buena actitud no pueden solucionar. Renee no se libera por dejar de creer en el sistema de belleza y mucho menos

por volverse una antagonista, sino todo lo contrario: por imaginarse que es una de las elegidas. Al reducir la belleza a las medidas de la cintura, los pechos y las caderas se crea una especie de sistema instantáneo para cuantificarla. Es un recurso aparentemente efectivo y pragmático para evaluar y racionalizar la segregación. El ejemplo del concurso de bikinis sería evidencia del ideal predominante de las medidas como valoración. Las aspiraciones de belleza son una filosofía del remedo y del remiendo, una lógica hostil, patológicamente obsesionada con imitar rostros de celebridades y tratar de “corregir” defectos que muy pocas veces lo son. Sexy por accidente es un ejercicio interesante sobre el poder que tiene la mirada ajena en la percepción de uno mismo y la posibilidad de aislarse de esas miradas y murmullos para recuperar (o no perder) la percepción infantil de uno mismo. Es lamentable que no se atreva a proponer alternativas ni cuestionar los valores estéticos, y se limite a ofrecer que los cosméticos baratos puedan servir para que la gente se sienta feliz y realizada. De esa manera, el cinismo se rinde a la lógica de la autoayuda. No hay escape al mito ni posibilidad de disentir, por lo que se recurre al viejo cliché de que los buenos amigos, una actitud positiva y creer en sí mismo son la solución. Es una aceptación del orden dominante y si bien no puede esperarse mucho de una película hollywoodense, sí es posible exigir más de una perspectiva con barniz feminista en la era del #metoo. Este filme con buenos deseos y deseos culposos, si bien es fallido, tiene el mérito de reflejar las ansiedades y los temores femeninos (y en menor grado masculinos) en un tiempo en que la validación personal pasa por Instagram, Snapchat y Facebook. Con todos sus defectos, es importante reconocer que esta es una obra extremadamente arriesgada en una era de hipersensibilidades, personalidades con opiniones fuertes y emociones frágiles, cámaras digitales siempre al acecho y rabiosos coros censores en las redes sociales, donde cualquier divergencia real o imaginaria del dogma liberal (que más bien es una pseudoideología del rencor y la vergüenza, que antes he llamado red socialismo) da lugar a linchamientos, condenas y despiadados "autos de fe". Foto > Especial

Amy Schumer ha hecho una carrera al burlarse de sí misma, de la inseguridad y las imperfecciones de su cuerpo. Su trabajo cuestiona las imposiciones e incertidumbres de la feminidad, y juega a menudo con un humor escatológico y genital (aquí tenemos el infaltable chiste del golpe en la vagina). No obstante, su verdadero talento radica en hacer de su crítica algo universal. Es una comediante y actriz polémica que, como Lena Dunham, creadora y protagonista de la serie Girls, se ha transformado en un icono polarizante y en un personaje emblemático de ese “feminismo blanco”, una forma del feminismo burgués que denuncia las injusticias del patriarcado que le afectan sin entender los problemas del resto de las mujeres. Es decir que si bien Schumer y Dunham cuestionan y se burlan del statu quo, también son beneficiarias de un sistema injusto. Ambas se han visto involucradas en situaciones conflictivas debido a sus declaraciones y posteos, muchas veces insensibles, en redes sociales o en los medios masivos. En la cinta se incluye a un personaje que sería un caso extremo del privilegio blanco ridiculizado: Avery, directora de la empresa y belleza apabullante, que lo tiene todo pero es muy insegura y vulnerable, en particular por su voz agudísima e infantil que la hace pensar que nadie podrá tomarla en serio. Schumer actuó y coescribió Trainwreck/Esta chica es un desastre (Judd Apatow, 2015) y estelarizó Snatched/ Descontroladas (Jonathan Levine, 2017), dos comedias convencionales que explotan situaciones recurrentes en sus números de comedia stand up. La primera tiene muy buenos momentos pero pierde el aliento hasta desarmarse en un final deshilvanado y complaciente, mientras que la segunda es una masa de lugares comunes y clichés. Schumer no escribió el guión de Sexy por accidente, y aunque el papel de Renee está obviamente hecho a su medida, es claro que trató de mantener cierta distancia creativa. Si bien este es un filme plantado en un género del cual recorre las convenciones, siguiéndolas o transgrediéndolas, no necesita de villanos ni de personajes crueles o vergonzantes para establecer su punto sobre las cualidades y merecimientos de la protagonista, lo que es un paso adelante dentro de la lógica maniquea del cine de Hollywood.

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Este relato dibuja con precisión y agudeza los ambientes, personajes y costumbres de la vida burocrática en las oficinas públicas de la Ciudad de México. Roles y jerarquías son objeto de vigilancia y a la vez negligencia, en un rango que fluctúa del celo profesional a las infracciones cotidianas, los desplantes irracionales y el desperdicio de recursos humanos y materiales. En un entorno urbano de rasgos apocalípticos, el espacio vital se reduce al absurdo, el sinsentido; entonces, una vía de escape es necesaria.

POSTALES DEL DESASOSIEGO BIBIANA CAMACHO

te pedí? —Sí, claro, te lo acabo de mandar. —Gracias, bonita. Recojo la bolsa con el tóper y salgo. Por supuesto que no le envié nada. Mimí, de libros, no sabe un carajo; no le interesa y ni tiempo tiene. Es mi jefa directa pero debe supervisar la confección y entrega de los chalecos, playeras, mochilas y demás prendas para las próximas elecciones. Ni se acuerda de mí y, cuando me halla en los pasillos, me da órdenes en voz muy alta, para que todos se enteren de que ella manda. Por la tarde me pide un listado de pendientes. Por supuesto, no hice nada y al otro día ni se acordó. Cómo indignarse con alguien que necesita tanta atención. Me voy con un mal sabor de boca. Mi objetivo era salir antes de las ocho de la noche. Permanecer tanto tiempo en la oficina a la espera de que los superiores se pongan de acuerdo y den una orden coherente es una prueba de resistencia a la que no estoy acostumbrada ni quiero acostumbrarme. Camino por el puente que atraviesa Periférico, le doy las buenas noches al primer policía. Siempre hay dos, sobre todo de noche. El segundo policía ni siquiera me mira cuando lo saludo; está entretenido en la pantalla de su teléfono. Han sido tantos los asaltos que hace algunos años se volvió necesario poner seguridad en el extenso puente que conecta el edificio del Instituto con el otro lado del Periférico. Cada que atravieso ese puente me pregunto si no es un riesgo para la salud de los vigilantes permanecer tantas horas a la intemperie, expuestos a las emisiones de cientos, miles de automóviles que a diario transitan por ahí. ¿Les pagarán un salario justo?, ¿tendrán seguro médico, revisiones periódicas? Si ocurriera algo, ¿están entrenados para actuar? Camino por Periférico y luego por Xomali hasta llegar a la estación de tren ligero. Tengo suerte: no viene tan lleno. Me acomodo en un rincón

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y abro el libro. Desde que estoy esclavizada a un horario de oficina me obligo a leer en el transporte público por más incómoda que vaya, ya no por placer, sino por obligación. Siento que la rutina me envenena y es un intento desesperado por no sucumbir a la monotonía.

EL OTRO JEFE, el de más rango que

Mimí, dice que las cosas deben hacerse de manera clara: “Antes tuvimos muchos problemas porque la gente decía mentiras por quedar bien, se saltaban las jerarquías y eran irrespetuosos; ahora los conmino a hacer un trabajo honrado”. El problema es que la aspiración de Mario, a quien es mejor hablarle de usted y con el rango de doctor, es imposible. Estamos en año electoral y todos los esfuerzos están concentrados en ese aspecto. Los libros son importantes, por eso hay un comité editorial, pero como nunca hay tiempo de nada, no queda más remedio que mentir, hacer estrategia, así dice Mario, estrategia.

FALTA UNA SEMANA Y MEDIA para la reunión del Consejo Editorial. Mi responsabilidad es entregar cuentas, pero apenas hace una semana que estoy aquí y aunque entiendo que hay que mentir, las órdenes son precisamente opuestas. ¿Qué hago? Trabajo día y noche con César y Roberto. Son la mejor ayuda que pueda tener. No sólo son inteligentes y analíticos: tienen la vocación del esclavo; se van a marchar hasta que el informe esté terminado. Yo me iría antes. Nada es para tanto. Maribel viene a cada rato, da órdenes contradictorias, grita, jamás está satisfecha. Es una mujer competente, hace oficios impecables, con las negritas donde deben ir y con las mayúsculas en los nombres adecuados. A veces, sin embargo, la Presidencia no le informa lo que ocurre y arremete contra nosotros, conmigo, como si yo tuviera la jerarquía para tomar decisiones u obtener información privilegiada. Siempre le sonrío y le digo: sí, Maribel, sí, no te preocupes, todo va a salir bien. Se queda callada y me mira con furia.

EL HORARIO ES UN MISTERIO. Podemos salir un día a las ocho de la noche y al siguiente, por razones misteriosas, es necesario permanecer ahí hasta la una o dos de la mañana. Aquí el tiempo no existe, tampoco los individuos. Todos formamos parte de una maquinaria que trabaja y trabaja, sin producir otra cosa que no sean oficios. Hoy me escapé a las seis y apagué el celular. —¿VISTE QUE MARGARITA está vendiendo Avon y Andrea? —¿Margarita? —Sí, imagínate, cómo se le ocurre. Margarita, me entero, tiene apenas unos meses ahí y resulta que Perla tiene ya diez años de trabajar y vender Avon, Jaffra, Andrea y un largo etcétera en estas oficinas. —No es justo. Perla siempre ha completado su gasto así. Mira, tú, esta vieja que le viene a bajar el mercado. —Hay que avisarle a todos, para que no le compren. La discusión se prolonga. Hay quienes defienden la antigüedad de Perla y su condición de madre soltera luchona, pero otros defienden a la advenediza: —Los cambios siempre son buenos. La competencia genera mejores ofertas. Se supone que las ventas en la oficina están prohibidas, pero guardo silencio. HOY ES EL CUMPLEAÑOS de una com-

pañera. Es diseñadora. Hay globos Fuente > traficozmg.com

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oy por el tóper que olvidé y, al salir del elevador, me topo a Mimí. —¿Ya me enviaste lo que

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y serpentinas por todos lados, un pastel y una gelatina sobre la mesa de trabajo. Se cantan las mañanitas. Yo apenas la conozco; finjo recibir una llamada en el celular y salgo. Vago durante algunos minutos por las oficinas. Cuando regreso, encuentro un plato desechable con una porción de pastel y de gelatina en mi lugar. Me siento una grosera, pero es que ni siquiera recuerdo el nombre de la festejada.

—LE VENIMOS A SUSTITUIR su equipo

viejo por uno nuevo. —Pero me acaban de dar esta computadora la semana pasada. ¿No será para ella? —Lalo me señala. Llevo más de un mes y trabajo con un equipo destartalado que me prestó el departamento de diseño. Tarda en prender, se apaga cuando quiere, se pasma y cada cinco minutos aparece un mensaje que indica problemas diversos, todos tan graves como que el equipo está a punto de explotar. Además, no tengo internet. El técnico revisa sus papeles, pregunta mi nombre, vuelve a revisar. —No, aquí dice que el equipo es para este señor, usted ni siquiera aparece en mi lista. —¿Qué puedo decir? Observo resignada cómo, ante las protestas e intentos de razonar de mi compañero, le cambian el equipo por otro exactamente igual.

L A JUNTA PROGRAMADA a las siete de la noche ocurre a las diez. Mientras tanto no hago nada, no hay nada que hacer, no puedo avanzar en los manuscritos, no le puedo solicitar a los autores sus textos o enviarles correcciones y sugerencias, no puedo preguntarles si han avanzado; no tengo el nivel, me dicen. Sólo los superiores pueden comunicarse con ellos. ¿Quién soy yo? La editora y jefa de producción. Nadie. LA REUNIÓN DEL COMITÉ editorial es la próxima semana. Los avances deben estar listos hoy mismo para que los miembros de dicho comité tengan tiempo de revisar. Pero no hay avances. Inventamos los que no existen y adornamos los pocos que sí. Lo importante es la presentación y el discurso: abigarrado y barroco; entre más se preste a la interpretación, mejor. Salgo a la una de la mañana, luego de que Jimena me gritonea, después de haberme insultado por Whatsapp, por algo que ni siquiera es mi responsabilidad: estar en comunicación con los autores y con los superiores. G RAN DÍA. Todos

estamos convocados al auditorio para disfrutar los spots que realizó el Instituto para invitar a la gente a votar. Hay palomitas. Luego de varios minutos, Lorenzo Orizaba hace su entrada triunfal. La gente le aplaude como si fuera el mismísimo Luis Miguel. No falta quien le chifle a la guapura y gallardía del funcionario. En su discurso afirma que esos spots fueron hechos para limpiar la imagen deteriorada del Instituto, porque, continúa: “No voy a permitir que nadie hable mal del Instituto, porque eso significa hablar

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LA PETITE MORT JUAN MANUEL GÓMEZ Como estatua de sal al viento Mi rostro inmutable se desgrana. Una sed originaria, Mineral, Carcome mi cuerpo, Me deshace por dentro. Pasan los días, los años, Las horas, Los latidos tenues de este corazón Desacompasado. Síndrome de abstinencia, Inquietud del alma, Bilis negra. La noche es absoluta. En la sucesión de los días Tan solo un breve momento falta, Un ritual nuestro Que corría el manto de la noche. Sin tus ojos no puedo despertar. ¿Para qué los rayos de sol furtivos? Sin la humedad de tus labios Que suavizan Cada partícula del mundo. Hacia dónde he de dirigir mis pasos Sin la guía de tus manos Que surgen del silencio oscuro Para inaugurar el día. Si tuve tus ojos para abrir la mañana Con el universo girando en tus pupilas, ¿Por qué paso los días en este páramo sin salida? No encuentro mi fuerza, mi Norte, mi centro. He perdido mi pan, mi casa, Los pies que me sujetan al suelo, Las alas que me hacían volar. Tuve miedo un día De que se derrumbara el edificio que hicimos. No quise abrir los ojos, Para salvarte a ti, Y la noche se extendió para siempre Sobre un Paraíso intacto Pero sin ti, en la penumbra. Recuperé cada una de las joyas que creí perdidas, Derroté a la catástrofe, pero no a tu ausencia. Ahora No tengo tus ojos para despertar. Los días pasan sin mí. Y en mitad del gran banquete de la vida Mi hambre de ti persiste Y todo lo llena de vacío.

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mal de mi gente, de ustedes. Yo me voy a ir, pero ustedes se quedan y se van a quedar con la mejor reputación que haya tenido este Instituto durante su existencia. De eso me encargo yo”. Ovación generalizada. Y yo, con un ataque de pánico.

—¿QUÉ TALLA ERES?

—¿Por? —Es para los chalecos. —¿Chalecos? —Sí, vamos a mandar a hacer chalecos para todos, por las elecciones. Estoy a punto de decir que, si estamos en oficinas, no los necesitamos, que es un gasto inútil y que de todos modos yo no pienso ponerme ningún chaleco, pero contesto: —Chica.

—MIRA, CARMELITA, hay oferta en Sears. —A ver... ¡Las teles... ! —Ay, Carmelita, pero te acabas de comprar una. —Pero ésa se la quedó mi mamá. A ver, ¿a cuántos meses? Carmelita y Néstor hacen cuentas, planean una estrategia, revisan los cortes de sus tarjetas. Al final, Néstor da una amplia explicación de cómo endeudarse y no pagar la deuda en su totalidad, sin que les cancelen la tarjeta. Escucho atenta pero no entiendo nada. Otros compañeros se unen a la charla. Todos son expertos en plazas comerciales, tarjetas, créditos envolventes, pago de capital y demás detalles ajenos a mi entendimiento. Yo ni tarjeta tengo. Pretendo estar muy ocupada, aunque en realidad me estoy devanando los sesos por aprender algo, quizá lo necesite en un futuro. —A ver, ¿tú dónde compras? Siento las miradas en mi espalda. Cuando volteo, mis compañeros están a la expectativa. —En los tianguis, no me gustan las plazas, me dan claustrofobia y ansiedad. Me miran un par de segundos para continuar casi de inmediato: —Perisur es lo mejor. —No es lo mejor, es lo más cercano. Antara es mucho mejor, más exclusivo y con ofertas de verdad. —No estoy de acuerdo. ME ACABAN DE CONFIGURAR internet.

ESTOY LISTA, de buen ánimo. Tengo un

café y las gomitas de jengibre que tanto me gustan. Abro la aplicación. “¿Estás listo?”. Elijo “Sí”. Tengo que aprobar un curso de inducción al Instituto, por medio del cual conoceré mis derechos y obligaciones. Tengo derecho a contar con el equipo y los medios necesarios para realizar mi trabajo, a que respeten mi horario de entrada y salida, a que me paguen con puntualidad, a recibir horas extras en caso de que haya suficiencia presupuestal, a vacaciones, aguinaldo, a que me devuelvan el dinero que aporte al Instituto por emergencia, a que me paguen transporte en caso de salir a altas horas de la noche, a quejarme si sufro acoso laboral o sexual. Entre mis obligaciones están: cumplir con mi trabajo, asistir a juntas, dirigirme con respeto a mis superiores. Vuelvo a leer la oración, “a mis superiores”, dice. ¿Y a los inferiores? ¿Eso quiere decir que los puedo tratar como una mierda sin consecuencias?

—NO HAY CAJA CHICA para pagar un ISBN. Lo tienes que pagar tú.

—¿Qué? —Mira, si quieres que las cosas funcionen aquí tienes que hacer algunos sacrificios mínimos. —No voy a pagar un ISBN. —No exageres, son como doscientos pesos. —No importa la cantidad, no voy a pagar por trabajar, nomás eso me faltaba. —Pues no es justo. A mí me deben más de diez mil pesos. No es justo. —Claro que no es justo. No pagues más. Yo no pienso pagar. —No es justo. —Vamos a hablar con Mario, no pagues más, yo no voy a pagar. —Es que si no pagamos las cosas no funcionan. —Pues que no funcionen. Cinco días después, Mimí me avienta un billete de quinientos para pagar el ISBN. He visto contratos millonarios con editoriales externas que se aprovechan del presupuesto del Instituto e inflan las cantidades. A ellos sí les pagan, de lo contrario el libro no sale. Fuente > ciudadanosenred.com.mx

Ya no será necesario molestar a César o Roberto para que me presten sus computadoras para enviar correos; por fin tengo correo institucional:

ahora existo. Mi entusiasmo se viene abajo cuando me doy cuenta de que tengo cuarenta y cinco mensajes, diez de ellos son tareas atrasadas con las cuales tengo que ponerme al corriente: cursos, declaraciones patrimoniales, actualización de CV, subir una foto al sitio...

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“ENTRE “ MIS OBLIGACIONES ESTÁN: CUMPLIR CON MI TRABAJO, ASISTIR A JUNTAS, DIRIGIRME CON RESPETO A MIS SUPERIORES. VUELVO A LEER LA ORACIÓN, A MIS SUPERIORES , DICE. ¿Y A LOS INFERIORES? . El ISBN corre por nuestra cuenta, “si queremos que las cosas funcionen”.

LA MEJOR HORA del día es cuando llega Lencho. Bolea zapatos y trae dos enormes bolsas negras llenas de golosinas. ¿Van a querer ago?, pregunta. Nos acercamos como abejas al panal: ¿traes platanitos?, ¿papas naturales?, ¿gomitas de jengibre? Sabe que adoro las gomitas de jengibre y siempre me guarda una bolsita. No siempre quiero, pero le compro cada que aparece, no sea que un día no traiga.

VOY AL COMEDOR por primera vez. La oferta es tentadora: el menú cuesta diez pesos. Hay coctel de camarón, sopa de poro, filete de pescado o flautas y gelatina. Desolada, miro mi charola. Estoy sentada en una mesa larga, rodeada de gente que no conozco. Apenas como. La sazón no existe. Pienso en la ensalada que olvidé en casa: queso, lechuga, zanahoria, pepino, pollo, aceitunas, jitomate, jamaica y tocino. La mayoría de las charlas que cacho versan sobre el trabajo, los problemas económicos, los chismes de pasillos. No vuelvo a olvidar mi comida. CÉSAR NO ESTÁ. Luego de la comi-

da acompañó a Carlos ver un departamento en renta, muy cerca de las oficinas. Como los horarios son tan desgastantes, Carlos decidió rentar algo cerca, igual que César desde que fue contratado. Roberto está nervioso, la próxima sesión del Consejo Editorial es el lunes y hoy es jueves. Ya todo está entregado y revisado, pero nunca se sabe. Yo me voy temprano, ya avisé. Hoy presento el primer libro de cuentos de uno de mis mejores amigos, no faltaría por nada. Tomo un taxi hora y media antes de la presentación, debo atravesar la ciudad desde el sur profundo hasta Polanco. Al principio el tráfico fluye sin contratiempos, pero a la altura de Perisur todo se detiene; luego vuelve a fluir hasta El Charco de las Ranas, donde se detiene de nuevo. Creo que tengo taquicardia. No puedo faltar, me aterra llegar tarde. El tráfico es impredecible y caprichoso. Hay tramos verdaderamente congestionados y otros bastante fluidos. Repaso mis notas en el taxi. Llego justo a la hora de la cita. Mi amigo está nervioso, como siempre, pero contento. El lugar está lleno. Me abruma la atención del público y temo decir estupideces, como seguramente hago. Luego bebemos vino, platicamos con otros asistentes. Mi celular vibró durante la presentación, pero no miré. Ahora, relajada, presiono un botón y miro: “Junta importante, todos en mi oficina ahora”. Por supuesto que no voy a regresar, por nada en el mundo.

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Los pequeños hombres que habitan la obra del narrador austriaco Joseph Roth miran el mundo desde la tangencialidad, la tensión establecida por su experiencia extrema de inocencia y podredumbre, esperanza y debacle, castidad y desenfreno. En el relato “Pesos y medidas”, el protagonista conoce la precariedad de un mundo que le es ajeno y también reconoce en sí la decadencia que le ofende en otros. Las líneas que siguen desmenuzan al personaje y, con él, revelan la esencia misma de la narrativa rothiana.

Joseph Roth

FRONTERAS DE PROMESA Y DESENCANTO GILDA WALDMAN M. Al caminante no se le pregunta adónde va, sino de dónde viene. Sin embargo, lo que a un caminante le importa es su destino, no su punto de partida. J oseph R oth , Judíos errantes

adaptarse. No soporta el frío salvaje ni la pobreza de la región. Detesta su trabajo como verificador de pesos y medidas, verse obligado a lidiar con mercaderes tramposos.

abía una vez en el distrito de Zlotogrod un almotacén que se llamaba Anselm Eibenschutz. Su tarea consistiría en verificar las medidas y los pesos de los comerciantes en todo el distrito”. Así comienza el relato breve de Joseph Roth titulado "Pesos y medidas", uno de sus últimos libros, publicado en alemán en 1937, poco antes de su muerte en 1939. “Había una vez” remite al lector al inicio de los cuentos infantiles que alientan a la imaginación a volar a un reino de fantasía ubicado en un tiempo lejano, donde todas las historias tienen un final feliz que exalta valores como el amor, la sinceridad, la humildad, etcétera, aunque los bondadosos protagonistas deban sortear infinidad de peligros y obstáculos para librarse de villanos que intentan destruirlos. Sin embargo, "Pesos y medidas", aunque entabla una complicidad entre narrador y lector, como en los cuentos infantiles, en los que el silencio es tan importante como las palabras, resulta una narración totalmente ajena a las historias para niños. Más bien es el descenso a los infiernos de un hombre en el entorno de la degradación moral de una sociedad en la que corrupción y falsedad son la norma. Anselm Eibenschutz, un antiguo oficial del ejército austrohúngaro, ha dejado su regimiento a instancias de su esposa, una mujer a la que en el fondo no ama. Ha tomado la decisión con el fin de obtener un puesto como funcionario civil a cargo de verificar los pesos y las medidas de los comerciantes en el distrito de Zlotogrod, ubicado en los confines de la frontera ruso-austriaca, un lugar al fin del mundo, olvidado por Dios y habitado ante todo por humildes aldeanos judíos. No le resulta fácil

EIBENSCHUTZ NO ES como el almo-

“H

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tacén anterior, ese funcionario que aceptaba los engaños. Al mismo tiempo, la población de Zlotogrod lo odia: es el representante del Estado en un lugar donde los habitantes desprecian y se burlan de la ley y la autoridad (Zlotogrod refleja lo que Roth narra de su natal Brody en Fresas: los funcionarios viven de los sobornos, los delitos leves no son descubiertos, a los falsificadores de moneda no se les persigue y nadie va a la cárcel). El almotacén, por su trabajo, debe viajar por todo el distrito en un carro conducido por un viejo caballo, y el ambiente de corrupción que impera lo mortifica. Hombre íntegro, denuncia a los comerciantes que falsifican y mienten e incluso los envía a prisión, aunque su corazón no esté de acuerdo con el castigo. Para colmo, descubre que su mujer lo engaña y se embaraza de su propio secretario. La vida de Eibenschutz transcurre en esa atmósfera asfixiante y en ese desasosiego vital hasta que en la taberna de Zlotogrod, ubicada en la frontera ruso-austriaca, frecuentada por soldados, desertores, refugiados y contrabandistas, donde se bebe y juega a toda hora, conoce a la preciosa gitana Euphemia: se trata de la mujer de Jadlowker, dueño de la

taberna y conocido criminal desde sus tiempos juveniles en Odessa. Entonces, devorado por la pasión, una vez que logra encarcelar a Jadlowker por tramposo y hacerse de la administración de la taberna, convierte a Euphemia en su mujer; el almotacén comienza una época de vida exultante pero, al mismo tiempo, el inicio de su caída moral cuando comprueba que la gitana también comparte cama con Samesschkin, el vendedor de castañas que pasa el otoño y el invierno en Zlotogrod. Eibenschutz, un hombre probo, insobornable, trabajador y serio, caerá paulatinamente en una situación degradada y degradante: ilegalidad, alcoholismo, infelicidad y descuido personal en una atmósfera de creciente corrupción y bandidaje. La catástrofe es previsible y una epidemia de cólera acelera la tragedia: entre los presos utilizados para enterrar a los muertos se encuentra Jadlowker, quien termina por asesinar brutalmente al almotacén.

EL RELATO SIGUE la tradición de los narradores populares que en los veranos relatan historias en el claro del bosque y en los inviernos, junto a las brasas de un fogón, pero recupera también la tradición literaria de los maestros jasídicos, cuyas parábolas y alegorías están dirigidas más a la imaginación que a la sabiduría. La grandeza narrativa de "Pesos y medidas" se encuentra en el rescate de la herencia de los “pequeños personajes”, los “pobres hombres”, desplegada en la tradición literaria judía, y al mismo tiempo en la literatura rusa y centroeuropea, como es el caso, por ejemplo, de El pequeño soldadito Shweik, de Jaroslav Hasek. Estos mismos personajes, derrotados e indefensos, reaparecen después en otro ámbito igualmente significativo, con Charles Chaplin primero y Woody Allen, después. Estos “pequeños hombres”, tan presentes en la obra novelística de Roth, descienden a los infiernos para encontrarse con sus propios

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Fuente > independent.co.uk

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Stefan Zweig y Joseph Roth en Ostende, 1936.

demonios. Anselm Eibenschutz es un personaje fantasmal, replegado sobre sí mismo, que camina siempre en una cuerda floja. Al abandonar el ejército queda fuera del tiempo y de la historia. Ha dejado atrás el pilar del orden militar, de carácter casi religioso. Al mismo tiempo ha sido arrojado de un universo ordenado y ordenador, ha perdido a su Dios sin ganar el mundo. Carece ya de patria y de ideales. Es un civil sin ejército, ni jerarquías, ni uniforme, ni orden, ni tradición. Se ha adentrado en una tierra incógnita, cuyos puntos de referencia ya no son los suyos.

realidad para él desconocida y que no puede aceptar. En su trayecto descubre la precariedad del mundo, pero también la disgregación de su identidad y sus propias regiones tenebrosas. Descubre el caos del mundo y al mismo tiempo su propia fragilidad, provisionalidad y miseria. Percibe el fracaso y sabe que no puede evitarlo. Alejado de la vida segura del cuartel, sabe ahora que la realidad es banal, desoladora y despiadada. Ya no tiene el sentido de eternidad que le daba el ejército, sino que ahora sólo vive para el instante próximo. Ha quedado lejos el tiempo de, en palabras de Stefan Zweig,

COMO TANTOS OTROS personajes de

la edad dorada de la seguridad en la que todo parecía establecido sólidamente y destinado a durar, [cuando] cada persona sabía lo que le era permitido y lo que le estaba prohibido. Todo tenía su norma, su peso y su medida determinada y todo permanecía firme e inconmoviblemente en su lugar.

Joseph Roth (Franz Tunda, por ejemplo, el protagonista de Fuga sin fin), Eibenschutz ha sido desprendido del pasado. Es ahora un náufrago, expuesto al caos y desorden de la vida. No puede volver atrás pero tampoco se reconoce en su nuevo entramado social. Sin convicción ni pertenencia, se ha convertido en un nómada frágil, desarraigado en una sociedad sin centro ni ley. Es el hombre que debe establecer pesos y medidas para mantener un orden y una legalidad, en un mundo donde estos valores no existen. Es un antihéroe vacilante en un mundo caleidoscópico, azaroso e inseguro, que no le pertenece. Sin pasado ni historia. Lo único que como lectores sabemos de él es su origen judío, aunque también ese mundo ha quedado atrás. Vive en un mundo del que desconoce sus símbolos, ritos y ceremonias. El viaje permanente por el distrito de Zlotogrod lo convierte en un nómada que se mueve por territorio enemigo, en tránsito perpetuo por un camino sin retorno donde se encuentra con la brutalidad, con la vulgaridad de una

“PARA “ EL ALMOTACÉN, LA TABERNA FRONTERIZA ES AL MISMO TIEMPO UN LUGAR DE REFUGIO Y EL ESPACIO QUE LO CONDUCIRÁ AL DERRUMBE; EL SITIO DONDE ENCUENTRA EL AMOR Y EL ESPACIO QUE LO LLEVARÁ AL ABISMO .

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Anselm Eibenschutz es un outsider, un desarraigado total, un desplazado permanente, un extraterritorial como lo fue el propio Roth a lo largo de su vida y como lo son muchos de sus personajes, por ejemplo los de la novela Hotel Savoy: siempre de paso, recorren sin rumbo fijo los pasillos del hotel o las calles de la ciudad. Eibenschutz es un personaje dostoievskiano en el que se entretejen las tinieblas y la luz, un balance sutil entre la vida y la muerte, la lujuria y el ascetismo, la esperanza y la destrucción, hasta caer en los profundos abismos del sacrificio o del crimen para vivir, en un instante, la agonía de la existencia. El único lugar en el mundo al que siente pertenecer es la taberna fronteriza del pueblo de Szwaby, que forma parte del distrito de Zlotogrod, donde transcurre gran parte de la historia.

LA TABERNA ES UN LUGAR crepuscular

entre la vida y la muerte, frecuentado por contrabandistas como Kapturak (presente en otras novelas de Roth), criminales y desertores, y donde se cruzan idiomas, nacionalidades, religiones y culturas. Para Roth, la frontera es un lugar existencial por excelencia.

Las fronteras circunscriben, dividen y delimitan. Identifican lo que está “dentro” y lo que permanece “fuera”. Marcan el fin de una zona segura y el principio de otra, quizá incierta. Nos encierran en la seguridad del territorio familiar y pueden ser defendidas más allá de toda razón y necesidad. La frontera puede ser una herida cuyo dolor sirve para reafirmar nuestra identidad, pero también un espacio de encuentro, experiencias y visiones plurales. Contrapunto de juicios ortodoxos, su fuerza radica en su heterogeneidad. Ámbito subversivo, a veces caótico, apunta a la búsqueda de nuevas alternativas y aun recorrida por cercas, muros y ríos se puede transgredir y traspasar. Para Roth, la frontera es el espacio del valor auténtico y la libertad vital, pero también el espacio de la incertidumbre vital y de la fragilidad de la vida. No es casual que Eibenschutz se enamore en la taberna fronteriza de una gitana de origen desconocido y de un pueblo que vive por completo al margen. Euphemia es un personaje que, al igual que Eibenschutz, deambula sin ancla y se mantiene viva gracias al viento que sopla a su favor. Para el almotacén, la taberna fronteriza es al mismo tiempo un lugar de refugio y el espacio que lo conducirá al derrumbe; el sitio donde encuentra el amor y el espacio que lo llevará al abismo; el espacio de transgresión pero donde no encontrará respuesta a su vacío; el territorio de la promesa y el desencanto; la Ítaca de la plenitud y también del espejismo; el espacio de la espera pero también donde el mundo puede estallar en cualquier momento. Para Eibenschutz no hay redención posible, ni siquiera la del amor. Si Roth descree de toda utopía política que promete el (falso) paraíso, en "Pesos y medidas" el descreimiento alcanza asimismo la posibilidad de superar la corrupción. El hombre honesto terminará sucumbiendo a la maldad, al caos, a la ilegalidad. Nuevamente, en Roth, el territorio del desencanto. Joseph Roth, Pesos y medidas, traducción de Ricardo Ruiz León, Secretaría de Cultura, Ciudad de México, 2017.

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EL DESIERTO es uno de los territorios literarios por excelencia de la última narrativa latinoamericana. De la obra de Roberto Bolaño a Norte de Paz Soldán, pasando por Zurita, Gardea, etcétera. Para honrar su preponderancia la revista de crónica barcelonesa Altaïr Magazine le ha dedicado un número. Tomando como punto de partida Los detectives salvajes, esta compilación, Los desiertos de Sonora, es un recorrido ficcional por regiones tan enigmáticas como sin desazolvar: Bacadéhuachi, Bavispe, Banámiche, Hermosillo, Punta Chueca, El Dólar, Altar, Piquito, Trincheras, Agua Prieta, Caborca y anexas. El viaje se centra en Sonora porque además de la exploración producto de la pluma de Bolaño se hace hincapié en su fuente de inspiración: el Atlas de Sonora. Un documento que ha escrito su propia historia y que ha fascinado a un sinnúmero de escritores. El periodista mexicano Diego Enrique Osorno le ha dedicado valiosas líneas. Con fichajes de miedo: Villoro, Rodrigo Fresán, Sergio González Rodríguez, Jorge Carrión et al., este monográfico es el peregrinaje por un imaginario en pañales a la vez que un viaje sentimental por este territorio antes ignorado por la gran narrativa del continente. Una tierra que en apariencia no tenía nada que decir se reveló en un par de décadas como un semillero de historias. Cuando la urbe se agotó, el destierro ocupó al cosmopolitismo como la materia prima de las nuevas mansedumbres del hombre. En Los desiertos de Sonora se encuentra uno de los últimos textos escritos por Sergio González Rodríguez. Si bien es cierto que después se publicarían un par de libros póstumos, el material aquí contenido le otorga a este número una cualidad entrañable. Por supuesto, Sergio no podía faltar. Pese a ser recalcitrantemente chilango, fue uno de los observadores más agudos del desierto y sus derivados, no sólo narrativos, de toda índole. Quizá no era el prototipo de viajero incansable que se nos suele vender en cuanto a reportero de viajes, no usaba botas para caminar en la montaña, pero sin duda fue uno de los autores mexicanos que más recorrieron el país, de norte al sur, para atestiguar el estado de las cosas. Altaïr es uno de los proyectos más sólidos que ha ideado la crónica para seguir posicionándose. Es dirigida por Pere Ortin, quien como Sergio es uno de los observadores más curiosos de lo que ocurre del otro lado del charco. Por eso la lectura de las obras no es suficiente per se. Hay que ir a indagar y atestiguar de primera mano todos esos territorios otrora ignotos que se han apoderado de las mesas de novedades en lengua hispana. Por eso el esfuerzo de Los desiertos de Sonora de ofrecer a los

Fuente > laprensa.hn

EN SU DESTARTALADA motoneta, el escorpión transitaba muy quitado de la pena por las calles de la urbe cuando fue avasallado por un “contingente vehicular” —dos camionetas negras de lujo y un automóvil blanco—, desde el cual guardaespaldas y choferes de mirada feroz y conducción agresiva exigían a conductores, peatones y motociclistas cercanos hacerse a un lado porque transportaban a un funcionario muy importante. Nada nuevo, la prepotencia usual de los mismos de siempre, pensó el alacrán forzado a detenerse para ceder el paso al inmortal político del momento. ¿Desde cuándo ha sido así?, se preguntó también el arácnido haciendo un esfuerzo por recordar si alguna vez los políticos mexicanos han sido de otra manera o menos arrogantes y prepotentes, cuando ése es precisamente “el chiste” de ser funcionario: ejercer el poder con impunidad, capacidad de abuso y posibilidad de arreglos económicos a favor propio o de los suyos. El lector no recordará tanto, pero vinieron a la mente del longevo artrópodo los sketches cómicos de Héctor Lechuga y Chucho Salinas, allá por mediados de los años sesenta, cuando aparecía el personaje de “Juan Derecho”, un Chucho Salinas vestido de charro, con capa y un chicote con el cual azotaba a funcionarios, burócratas y políticos corruptos (“¡Chicotito no!”, gritaban los culpables, como puede consultarse en YouTube). Aquella serie desafió la censura de la naciente televisión mexicana durante los sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz. Aún antes, desde los años cuarenta, los políticos y funcionarios han vivido siempre en el terreno de la impunidad y la prepotencia, según nos muestran también las películas mexicanas, principalmente las comedias ambientadas en el México posrevolucionrio.

Fuente > rutanortelaguna.blogspot.com

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por CUANDO LA URBE SE AGOTÓ, EL

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

DESTIERRO OCUPÓ AL COSMOPOLITISMO COMO LA MATERIA PRIMA DE LAS NUEVAS MANSEDUMBRES DEL HOMBRE . lectores un repaso puntual y señero. Porque esa es una de las principales misiones de la crónica. Ir más allá de donde la mirada se agota. De entre las muchas nociones que ofrece Los desiertos de Sonora está aquella de que el viaje apenas ha comenzado. Sonora es en esta ocasión el centro neurálgico, pero lo mismo el resto del desierto tiene sus historias. Es lo que pretende transmitir. Su pertenencia a una inmensidad. Este es un proyecto al que sus perpetradores le invirtieron tres años. Hay un alto grado de paciencia y dedicación detrás de estas páginas. Como obedece a unos editores enamorados de su trabajo y del desierto. Pero las cosas no terminan aquí. Se ha creado un documental de Los desiertos de Sonora. Que se proyectará el próximo jueves 5 de julio en la Ciudad de México. La cita es en el Centro Cultural España y contará con la participación de Juan Villoro. Es un evento que ningún fan de Bolaño se puede perder. Tampoco los fans de Villoro. El desierto ha inspirado tanto o más que cualquier otro ecosistema. Sin él no existiría el espagueti western, ni la música de Johnny Cash. Tarde o temprano sería un virus que inocularía a la literatura. Y posteriormente la crónica. Y aunque de la tierra yerma no salen frutos, Los desiertos de Sonora son una mirada sobre aquello que se nos escapa cuando vemos los cerros pelones por la ventanilla del coche.

PONDERANDO A LA CLASE POLÍTICA

LOS D E SI ERTOS DE SONORA EL SINO DEL ESCORPIÓN Por

EL ALACRÁN

ALEJANDRO DE LA GARZA

NO ADVIERTE

@Aladelagarza

MEXICANA,

NI DE CERCA UN CAMBIO DE ACTITUD DE LOS POLÍTICOS . El venenoso pudo por fin avanzar luego del incidente vehicular con el importante político y sus guaruras, pero se enganchó en la reflexión sobre el cambio de cerca de tres mil quinientos políticos previsto para estas elecciones, las mayores en la historia de México, se insiste. Gane quien gane, ¿cambiarán los políticos?, se interroga el alacrán. ¿Dejarán los legisladores de disponer de carretadas de dinero para su beneficio político o personal? ¿Cambiarán las licitaciones y los licitadores, donde se reparten instantáneas fortunas multimillonarias? ¿Cambiarán los arreglos inmobiliarios y de giros negros de los delegados capitalinos? ¿Cambiarán las caravanas de vehículos “oficiales” y su paso por encima de los ciudadanos? El escorpión recuerda el epitafio del pesimista: “Se los dije”, y de esa pata cojea. Así pues, ponderando a la “clase política” mexicana, el alacrán no advierte ni de cerca un cambio de actitud de los políticos. ¿Quién sí?

¿CAMBIARÁN LOS POLÍTICOS?

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ESGRIMA Por

ALICIA QUIÑONES

R A FA E L ROJAS EL BOOM Y SUS DILEMAS

L

a polis literaria, el más reciente libro del historiador Rafael Rojas (La Habana, 1965), presenta un panorama de la América Latina de mediados del siglo XX a través de la generación del boom, que se desarrolló en medio de la Guerra Fría, la Revolución Cubana y la defensa del arte por encima de posiciones políticas. Es una reconstrucción del momento histórico y los debates políticos a partir de la correspondencia de varios de sus autores. Tiene que ver con el compromiso social del intelectual, en busca de explicar la emergencia de esta generación desde la historia, las tensiones y los dilemas sociales, culturales y políticos. Rojas ha publicado una veintena de libros sobre historia intelectual y política de América Latina, México y Cuba. Ha recibido premios como el Matías Romero, el Anagrama de Ensayo y el Isabel de Polanco. Es profesor visitante de las universidades de Princeton y Yale. ¿Por qué escribir este libro que aparece en un momento tan álgido para América Latina? Lo que me decidió fue la disposición de un archivo epistolar conformado ante todo por los fondos de la Biblioteca Firestone en la Universidad de Princeton, donde está la correspondencia de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante... Todo ello ocurre a través de Carlos Fuentes —principalmente— y de Emir Rodríguez Monegal, crítico uruguayo, así como de los archivos de García Márquez en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas. Este libro recapitula la correspondencia entre ellos y trata de encontrar el reflejo de las polémicas que tenían lugar en las revistas literarias más importantes del momento. La época de la Guerra Fría fue de grandes polémicas culturales, subdividida en pequeños debates. Lo mismo encontramos el tema de la homosexualidad, por ejemplo en Paradiso de Lezama Lima —que divide a Rodríguez Monegal y Mario Vargas Llosa— que la ruptura con los llamados novelistas de la tierra (Rómulo Gallegos, Asturias, Quiroga). Pero hay un tema que recorre el libro y es el compromiso político del intelectual: ¿cuáles son los límites de ese deber, hasta dónde se puede mantener un compromiso con autonomía estética? ¿La poética estilística debe subordinarse al compromiso político? Aquí es donde los personajes se dividen.

“¿CUÁLES “ SON LOS LÍMITES DE ESE DEBER, HASTA DÓNDE SE PUEDE MANTENER UN COMPROMISO CON AUTONOMÍA ESTÉTICA? ”.

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¿El boom es la generación más política que ha tenido América Latina? Creo que produjo en muy pocos años una renovación impresionante, específicamente de la narrativa. El nombre de boom capta el impacto de esa emergencia inusitada: en pocos años surgieron novelas icónicas para la tradición literaria latinoamericana. En sus autores hay una enorme diversidad de poéticas y a la vez una gran calidad, más la movilización de un público. La relación de los lectores con los escritores latinoamericanos cambió por completo y, sobre todo, cambió el lugar de la literatura latinoamericana en el mundo. Trato de explicar la emergencia del boom desde la historia y los dilemas políticos del momento, y de darle importancia sobre todo a los dilemas y las tensiones de la Guerra Fría como parte del contexto para comprender a esta generación. El boom no sale de la nada, no es sólo el resultado de una renovación estilística, ni del encuentro de tres o cuatro escritores que dijeron: “Vamos a renovar la literatura”. No, yo creo que ellos, además de sus poéticas y literaturas, enfrentaban los dilemas de la Guerra Fría. Lo veo claramente en la novela de dictadores, que es la respuesta literaria del boom a las dictaduras y la historia del autoritarismo latinoamericano. Pero también lo veo en las diversas estrategias para el realismo, es decir, las herramientas que usan para abrir flancos al realismo social o socialista, pues lo que buscaban era, en resumidas cuentas, un compromiso intelectual sin perder autonomía estética ni capacidad crítica. Estos escritores buscaban una nueva o tercera izquierda y así se involucraron en el debate público como periodis-

Foto > Cortesía FIL Guadalajara/Diego Zavala Scherer

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El Cultural

Carlos Fuentes entrega a Rafael Rojas el Premio de Ensayo Isabel Polanco, en la FIL 2009.

tas, ensayistas, intelectuales que suscribían manifiestos y adoptaban posiciones públicas. La Revolución Cubana fue punto de encuentro... Y desencuentro. Todos parten de una adhesión y entusiasmo muy intenso por la Revolución Cubana. Todos, en la medida en que la Revolución se institucionaliza, toman distancia o se mantienen. Yo trato de hacer una historia lo más precisa posible de esa relación, y el primero que toma distancia es Carlos Fuentes en aquella reunión del PEN Club de 1966 —con Arthur Miller, Pablo Neruda—, donde demanda “el entierro de la Guerra Fría en la literatura”. Esa correspondencia tiene un eco intelectual que hoy se ha perdido. Todo el tiempo pensé que escribía el libro de una era antediluviana, por ser anterior a la era digital; se trata de un mundo donde el epistolario era muy importante y el compromiso del intelectual, una cuestión de vida o muerte en América Latina, intensificada por la guerra, las guerrillas, los golpes de Estado, la Revolución. Hoy vivimos una época distinta por las transiciones a la democracia y la revolución digital. Antes había una mayor integración del campo intelectual latinoamericano, quizá los conflictos históricos daban mayor cohesión a la comunidad literaria regional y una fuerza especial a la idea de América Latina. Eso naturalmente se ha perdido, como el papel del epistolario, propio de la ciudad letrada y pretecnológica anterior al siglo XXI. Mario Vargas Llosa, lo recuerdas en el libro, defendió la autonomía del escritor. Él fue uno de los más enfáticos en decir que el compromiso político no implica una pérdida de la autonomía estética. En el capítulo sobre Vargas Llosa reconstruyo su visión de la literatura que la burocracia cubana mantenía a través de la Casa de las Américas. Por ejemplo, sus primeros cuentos y novelas —como La ciudad y los perros, Los cachorros y Los jefes— fueron valorados positivamente, porque esas obras implicaban una denuncia del autoritarismo. Cuando Vargas Llosa se mueve a proyectos más experimentales como La casa verde, a la burocracia ya no le gusta tanto y se lo hace saber, y entonces él insiste en defender la autonomía del escritor, la autonomía literaria. Esto también fue importante para García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, quien es el caso más emblemático de un escritor que es solidario con las causas de izquierda pero quiere mantener una autonomía artística, hacer un tipo de literatura cosmopolita muy ligada a las corrientes de la gran literatura europea. Cortázar no quería ser un escritor típicamente latinoamericano y al mismo tiempo reclamaba su derecho a defender la revolución.

29/06/18 17:49


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