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FRANCISCO HINOJOSA

MAESTRO, CABALLERO, LICENCIADO

CARLOS VELÁZQUEZ

ABSTINENCIA POSTMUNDIALISTA

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ LECCIONES DE UN MOLUSCO

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S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

EL GOBIERNO DE AMLO EN EL MAPA INTERNACIONAL UN ENSAYO DE RAFAEL ROJAS

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EL MUSEO DE LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE FEDERICO GUZMÁN RUBIO

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POESÍA NUNO JÚDICE

VERSIONES DE BLANCA LUZ PULIDO

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En el ámbito de la política exterior, al próximo gobierno le espera un contexto de inestabilidad, división, crisis económica y política. El antiguo liderazgo de Estados Unidos se ha desplazado, con Trump, a una sucesión de escándalos, agravios, rupturas en el orden internacional. Sin embargo, México tiene cifras espectaculares y alternativas de intercambio con otras regiones —América del Sur, Asia, Europa—, mediante alianzas consumadas en las décadas recientes. Ahí descansa una apuesta decisiva analizada en estas páginas.

EL GOBIERNO DE AMLO Y LA DIPLOMACIA IMPLÍCITA RAFAEL ROJAS

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urante su larga campaña por la Presidencia de la República, el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, y su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fueron deliberadamente opacos sobre la política exterior que seguirían de llegar al poder. Fueron omisos en cuanto a sus relaciones con Europa, Asia y África, y ambiguos sobre sus futuros vínculos con Estados Unidos y América Latina. A las preguntas sobre esa opacidad, López Obrador respondía con la máxima aislacionista de que la “mejor política exterior es la interna”. En un tuit de hace unos días, el candidato electo ha dicho lo contrario: que Morena es un “fenómeno mundial”. Desde un punto de vista normativo, la izquierda reitera su apego a la máxima juarista de que “el respeto al derecho ajeno es la paz”, refrendada luego por las doctrinas Carranza y Estrada, entre 1918 y 1930, como afirmación del carácter inviolable de la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos. La teoría de las relaciones internacionales y la historiografía más actualizadas sostienen, sin embargo, que

dichos principios tienen una validez relativa, ya que dependen del mayor o menor activismo internacional de cada gobierno en temas de interés global como los derechos humanos, el medio ambiente, el terrorismo, la migración o el narcotráfico. En una primera lectura, la política exterior de López Obrador pudo dar la impresión de un giro aislacionista o nacionalista, encaminado a proteger el ámbito doméstico mexicano, frente a los crecientes mecanismos supervisores de la comunidad internacional. Desde el tramo final de la campaña, aquella suposición se vio refutada con la propuesta, ya no de mantener en pie el Tratado de Libre Comercio ( TLCAN ), sino de profundizarlo por medio de una “nueva Alianza para el Progreso”, que incorporaría a Centroamérica, y que se basaría en una estrategia de desarrollo regional compartida por Estados Unidos, México y los gobiernos del área. Que Washington era una prioridad de la estrategia internacional del nuevo gobierno se comprobó en los días posteriores al triunfo de López Obrador. Donald Trump sostuvo una conversación telefónica de media hora con el candidato electo y el 13

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Amé rica de julio se celebró una reunión con el secretario de Estado, Mike Pompeo, en la que participaron el virtual canciller del nuevo gobierno mexicano, Marcelo Ebrard, y los titulares del Tesoro y la Seguridad, más el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner. Según declaraciones de Ebrard, la posición de México frente a Venezuela y Nicaragua sería de respeto a la “no intervención en asuntos internos” de esos países, pero no aclaró si, a su juicio, la del actual gobierno de Enrique Peña Nieto y su canciller Luis Videgaray es intervencionista.

acuerdos comerciales para proteger ramas importantes de nuestra producción interna de alimentos y evitar prácticas desleales de comercio internacional. (p. 203).

¿NUEVA ALIANZA PARA EL PROGRESO? Es extraño escuchar, en un líder de la izquierda latinoamericana, el anuncio de una “nueva Alianza para el Progreso”. Aquella iniciativa del gobierno de John F. Kennedy, a principios de los años sesenta, fue concebida para contrarrestar el efecto expansivo de la Revolución Cubana en la región. En el verano de 1961, durante la célebre reunión del Consejo Interamericano Económico Social de Punta del Este, Uruguay, el Che Guevara denunció la Alianza para el Progreso como un

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vehículo destinado a separar al pueblo de Cuba de América Latina, esterilizar el ejemplo de la Revolución Cubana y domesticar a los pueblos de acuerdo con las indicaciones del imperialismo. En su libro 2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México (2017), López Obrador da algunas pistas de cómo entiende esa iniciativa. Propone, en esencia, un proyecto de desarrollo agropecuario y recuperación del sector energético que reduzca la importación de alimentos y combustibles, dilate el mercado interno, rescate la infraestructura industrial y genere empleos, como fórmula para contener la emigración y atenuar el crecimiento desigual entre los países firmantes del TLCAN . En un pasaje de su libro, López Obrador deja claro que no entiende esa nueva Alianza para el Progreso como una negación sino como un complemento del Acuerdo de Libre Comercio desde América Latina: Con los países integrantes del TLCAN debemos procurar la negociación de diversos esquemas de cooperación por la vía de acuerdos complementarios que coadyuven a superar las asimetrías existentes en tecnología, productividad y apoyos al campo. Independientemente de estas negociaciones, es necesario hacer valer todos los instrumentos (aranceles, salvaguardas, normas técnicas y otras disposiciones) que México tiene en el TLCAN y en otros

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Rafael Rojas (Cuba, 1965), historiador e internacionalista, Premio Anagrama de Ensayo en 2006 por Tumbas sin sosiego, acaba de publicar La polis literaria (Taurus, 2018), un formidable estudio sobre la Guerra Fría y los escritores de la generación del boom.

Un aspecto de la nueva política de López Obrador, el de la retención de la emigración fronteriza, debió de agradar al gobierno de Donald Trump. La promesa de contener la emigración ilegal converge con la brutal ofensiva de la actual administración norteamericana contra las comunidades de migrantes latinos, sin necesidad de pasar por un diferendo en cuanto a la política de deportación y criminalización. Donald Trump y su gabinete de migración y seguridad siempre han sostenido que México “envía lo peor” del país y que revertir esa situación es responsabilidad del vecino del sur. A primera vista, López Obrador parece dar la razón al mandatario estadunidense. Jorge Durand, uno de los más acreditados estudiosos del tema migratorio en México, ha llamado la atención sobre esa errónea percepción, que sustentaría políticas contraproducentes. En “Cambio de narrativa” (La Jornada, 8 de agosto de 2018), el profesor del CIDE señala que “no es pertinente ligar el tema del desarrollo —y, lo que es más grave, de la seguridad— a reducir la migración”, porque “ya no corresponde a la realidad”. Durand y otros estudiosos del fenómeno migratorio, como los profesores de Princeton Douglas Massey y Alejandro Portes, han sostenido, desde hace años, que hay una tendencia decreciente en la migración mexicana hacia Estados Unidos. En el texto citado agrega: La emigración mexicana a Estados Unidos, según el último reporte del Pew Hispanic Center fue de 165 mil personas (regulares e irregulares) para el año 2014. Simplemente, para comparar, en 1991 se registraron 295 mil personas. El saldo migratorio es negativo, bajo cero, menos 6 por ciento. Ese es el argumento fundamental en una negociación bilateral, que el flujo migratorio cambió radicalmente, aunque los agoreros de desastres e iluminados digan lo contrario. Lo que ha trascendido de la reunión entre López Obrador, Ebrard, Pompeo y demás secretarios de Estados

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Unidos apunta a que se mantiene en pie la renegociación del TLCAN, sobre bases de un mayor acuerdo bilateral, en torno a estrategias de desarrollo regional para contener la migración, y de políticas de seguridad contra la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico. Según Ebrard, en la reunión del viernes 13 de julio en la Colonia Roma, no se habló del muro ni del tráfico de armas, pero el equipo de López Obrador se habría mostrado contrario a la retención de centroamericanos en territorio mexicano. En la propuesta del gabinete de López Obrador al gobierno de Trump, hasta donde sabemos, tampoco se trató el tema de Venezuela y Nicaragua, por lo que, en la práctica, no sabemos en qué consiste la aplicación del principio de “no intervención” con respecto a esos dos países envueltos en graves conflictos internos. ¿Se retirará México del Grupo de Lima, cambiará su posición en la Asamblea General de la OEA, dejará de mostrar preocupación por los asesinatos de estudiantes o ataques a religiosos por parte de las fuerzas represivas de Daniel Ortega? No hacerlo equivaldría a demandar que la comunidad internacional no se solidarice con los padres de los 43 de Ayotzinapa o con las víctimas de la violencia en la pasada campaña electoral.

¿REGRESAR A AMÉRICA LATINA? En una conversación de Luis Hernández Navarro con Yeidckol Polevnsky, para el programa “Cruce de Palabras” de Telesur, canal de la televisión oficial venezolana, la dirigente de Morena argumentaba en enero de 2016 que en contra de cierta imagen aislacionista, Andrés Manuel López Obrador no es ajeno a la izquierda bolivariana, especialmente a los proyectos de Fidel Castro en Cuba y Hugo Chávez en Venezuela. Según Polevnsky, López Obrador no es muy expresivo sobre su visión de América Latina porque sabe que se “le criticará severamente” e intenta “cuidar el proceso” para ganar el poder. Sin embargo, durante la campaña presidencial de 2017 y principios de 2018, López Obrador mostró un interés en América Latina que eludía el circuito de la izquierda bolivariana. Si en la campaña de 2006 dijo seguir el modelo de Lula en Brasil, no el de Chávez en Venezuela, ahora diseñó una gira por América Latina en la que visitó Ecuador y Chile durante el verano de 2017. Los encuentros de

“DONALD “ TRUMP Y SU GABINETE DE MIGRACIÓN Y SEGURIDAD SIEMPRE HAN SOSTENIDO QUE MÉXICO ENVÍA LO PEOR DEL PAÍS Y QUE REVERTIR ESA SITUACIÓN ES RESPONSABILIDAD DEL VECINO DEL SUR .

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“FRENTE “ A LA TENDENCIA CONTRA EL LIBRE COMERCIO QUE ENCABEZAN DONALD TRUMP, VLADIMIR PUTIN Y ALGUNOS LÍDERES DE LA NUEVA DERECHA EUROPEA, EL PACÍFICO ES UN ÁREA QUE PUEDE AFIRMAR LA APUESTA DE MÉXICO POR LA GLOBALIZACIÓN . López Obrador con Lenín Moreno y Michelle Bachelet se enmarcaron en la coyuntura del distanciamiento entre el nuevo gobierno ecuatoriano y Rafael Correa y del apoyo de Chile al Grupo de Lima, que cuestionó la legitimidad de la nueva “asamblea constituyente”, la neutralización del parlamento opositor y la represión política en Venezuela. Durante toda la campaña, López Obrador no mostró simpatía por cualquiera de los regímenes bolivarianos y no criticó la política exterior del gobierno de Enrique Peña Nieto, que jugó un papel destacado en la crítica al autoritarismo venezolano en Lima, en la OEA y en los intentos de diálogo en Santo Domingo. El mensaje que el equipo de López Obrador transmitió durante toda la campaña fue contrario a cualquier alineamiento con el chavismo y, a la vez, favorable a la izquierda democrática del Cono Sur, especialmente a la personificada por José Mujica en Uruguay. Aun así, el programa de gobierno de Morena no contemplaba, centralmente, algunas de las demandas que han caracterizado a dicha izquierda, como la despenalización de las drogas, el matrimonio igualitario, la legalización del aborto y el nuevo marco jurídico ambiental. Partidarios de López Obrador han dicho que su política exterior propiciará una vuelta a América Latina. Habría que recordar que ese llamado se ha reiterado en México desde los años del gobierno de Vicente Fox, cuando el conflicto con Cuba y Venezuela llegó al borde de la ruptura de relaciones con ambos países. Desde el sexenio de Felipe Calderón, la política exterior mexicana ha reforzado lazos con América Latina. Calderón negoció con Lula la ampliación del Grupo de Río entre 2008 y 2009; en 2010, en Playa del Carmen, con la presencia de Hugo Chávez, Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales y demás líderes de la Alianza Bolivariana, se decidió la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). México ha estado comprometido con la CELAC, sin renunciar a su pertenencia a la Alianza del Pacífico, rechazada por los gobiernos bolivarianos. Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, como han estudiado Guadalupe González, Rafael Velázquez Flores y Ana Covarrubias, tampoco se descuidaron las relaciones con América Latina. México condonó la deuda de Cuba en un 70 por ciento; en 2014, el presidente viajó dos veces a La Habana en visita de Estado, y en 2016 asistió a los funerales de Fidel Castro. El gobierno mexicano relanzó sus

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relaciones con Brasil y Argentina, durante la visita de Dilma Rousseff en 2015 y el viaje de Peña Nieto a Buenos Aires en 2016. Las buenas relaciones, lo mismo con gobiernos de izquierda —como los de Tabaré Vázquez y Michelle Bachelet— que de derecha —como los de Mauricio Macri y Juan Manuel Santos—, colocan a México en una posición de gran realismo y flexibilidad en el hemisferio, que no tiene sentido deshacer. Los llamados a “volver a América Latina”, que desde sus propias bases se lanzan a López Obrador, no sugieren una interlocución pragmática con todos los gobiernos de la región, sino un giro ideológico a favor de los regímenes bolivarianos que podría ser dañino para México. Hay en la tradición diplomática mexicana suficiente experiencia y sabiduría para preservar el principio del respeto a la soberanía nacional, con el rechazo a cualquier recurso punitivo contra gobiernos legítimos, sin boicotear el marco interamericano ni dejar de expresar públicamente el desacuerdo con la represión política y la violación de derechos humanos. La legitimidad democrática del nuevo gobierno mexicano facilitará, aún más, esa vocación hemisférica.

¿Y LA DIVERSIFICACIÓN? Algunas versiones estereotipadas de las relaciones internacionales presentan a México como un país absorto en sus vínculos con América del Norte. Sin embargo, en las últimas décadas, las relaciones con la región de AsiaPacífico han alcanzado un nivel altísimo, que ronda entre el 20 y el 30 por ciento del comercio global del país. Especialmente con China, Japón,

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Donald Trump, Vladimir Putin y algunos líderes de la nueva derecha europea, el Pacífico es un área que puede afirmar la apuesta de México por la globalización. A diferencia de otros proyectos de la izquierda latinoamericana, como el de Lula en Brasil o el de Chávez en Venezuela, el nuevo gobierno de López Obrador aparece sin una estrategia geopolítica clara. Lula y Dilma impulsaron la relación sur-sur y los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), como fórmulas para descentrar el vínculo regional de la pugna histórica de las potencias atlánticas y de la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio. Chávez y Maduro, por su lado, han optado por una geopolítica más agresiva, basada en relaciones privilegiadas con Rusia y algunos regímenes extractivistas y autoritarios, sobre todo en el Medio Oriente, como Irán, Libia, Siria y, más recientemente, Turquía. Puede ser una ventaja que el nuevo gobierno mexicano carezca de una estrategia geopolítica definida, ya que le permitiría dar continuidad a los elementos positivos de la política exterior heredada de las últimas administraciones. Los mecanismos de diversificación de las relaciones internacionales, emprendidos tanto en la región Asia-Pacífico como en la Unión Europea, se pondrían en riesgo si dicha estrategia intenta alinearse plenamente con alguno de los nuevo polos del conflicto global. Incluso con Rusia, la administración saliente deja un saldo favorable, tras el viaje del canciller Luis Videgaray a Moscú en noviembre de 2017, en medio de la alarma por una posible intervención digital de Moscú en las elecciones mexicanas. Junto con la región Asia-Pacífico, con China a la cabeza, la otra zona del mundo que todavía apuesta mayoritariamente al libre comercio es Europa. En los nexos europeos, México tiene otra salida a la ineludible lógica de diversificación de sus redes diplomáticas y comerciales. En una coyuntura como la actual, marcada por una guerra comercial de baja intensidad con Estados Unidos y por el avance electoral de la extrema derecha europea, la presencia de México en Europa y de Europa en México no puede quedar fuera de las

Corea del Sur, Malasia y Taiwán, el vínculo se ha intensificado en los últimos años. Hoy México cuenta con doce embajadas y veintitrés consulados en esa región y el intercambio comercial rebasa los 150 mil millones de dólares. Frente a la tendencia contra el libre comercio que encabezan

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prioridades del nuevo gobierno. El papel de contención de las tendencias centrífugas o euroescépticas, nacionalistas o xenófobas, que actualmente juegan líderes como Angela Merkel, Emmanuel Macron y, en menor medida, el presidente de Italia, Sergio Mattarella, debería recibir el apoyo del gobierno mexicano. La próxima cumbre del G-20 en Argentina, pocos días antes de la toma de posesión del nuevo presidente, será una buena oportunidad para que el gobierno saliente y el entrante reiteren el compromiso expresado en las últimas semanas, por una política exterior consciente del lugar de México en la comunidad internacional. No reporta ninguna ganancia abandonar foros y plataformas de inserción comercial y diplomática que podrían dar un mayor rendimiento tras una reorganización de la política económica nacional. La reorientación de la economía a que aspira el nuevo gobierno, al otorgar un rango de prioridad al combate a la corrupción y la pobreza, requiere de un tejido multilateral de relaciones internacionales. Una diplomacia cuidadosa con Donald Trump, para poder avanzar en puntos prioritarios de la agenda bilateral, puede liberar sus distancias con las políticas racistas de la Casa Blanca por medio del respaldo a las posiciones más responsables dentro de la Unión Europea. Las tensiones entre Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y China ofrecen a México un campo de acción para una diplomacia soberana, muy parecido y, a la vez, más complejo que el de la Guerra Fría. Son más las oportunidades que los obstáculos que esta nueva fase multipolar ofrece a un gobierno de izquierda en México, siempre y cuando no ceda a la presión ideológicamente sectaria de un sector de sus bases, que apuesta por una geopolítica confrontacional.

“LA “ REORIENTACIÓN DE LA ECONOMÍA A QUE ASPIRA EL NUEVO GOBIERNO, AL OTORGAR UN RANGO DE PRIORIDAD AL COMBATE A LA CORRUPCIÓN Y LA POBREZA, REQUIERE DE UN TEJIDO MULTILATERAL DE RELACIONES INTERNACIONALES .

¿UNA DIPLOMACIA IMPLÍCITA? La teoría contemporánea de las relaciones internacionales acepta que las esferas doméstica y exterior de una política nacional están interrelacionadas, aunque poseen relativa autonomía. Muchas veces, esa interrelación se da por contraste, como sucedió en Estados Unidos durante la presidencia de Richard Nixon, cuando una política severamente anticomunista en el ámbito doméstico era acompañada de

Euro pa

una diplomacia realista, en busca del entendimiento con la Unión Soviética y China. Más o menos lo mismo que podría decirse de la política exterior de Vladimir Putin y Serguei Lavrov de los últimos años, que corteja a las élites económicas y políticas de Estados Unidos a la vez que desafía los foros globales de la democracia y los derechos humanos. Para México sería perfectamente idóneo combinar una política doméstica que gira a la izquierda, por medio de la recuperación del rol del Estado en el desarrollo y el aumento del gasto público en derechos sociales, y una política exterior que conduce con pragmatismo y diversificación su red diplomática global. Sin embargo, ese realismo puede enfrentarse a un límite en la normatividad internacional de derechos humanos y ambientales si no se cuida el respeto a los protocolos de la globalización. De ahí la importancia de no desaprovechar las instancias de integración global a las que México se ha sumado en las tres últimas décadas. La tesis de la “democracia implícita” no debería ser pretexto para devolver el país a viejas formas de ensimismamiento, reñidas con la realidad cada vez más interconectada del siglo XXI. Un buen ejemplo del ejercicio de la política interna como política exterior es la iniciativa de pacificación del país con apoyo de la ONU . La violencia de los últimos años ha desangrado a México y ha empañado la imagen internacional del país. El gobierno de Enrique Peña Nieto intentó contrarrestar el descrédito con costosas campañas publicitarias que resultaron inútiles. Un verdadero esfuerzo de pacificación, además de la reforma de los aparatos de seguridad, supone el involucramiento de la comunidad internacional. Durante el largo periodo del autoritarismo priista, los reflejos de la clase política eran contrarios a cualquier mecanismo de observación o escrutinio internacional. En los últimos sexenios

esa actitud ha cambiado lentamente, pero todavía quedan resabios de un excepcionalismo que utiliza el argumento de la “no intervención”

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como subterfugio de la impunidad. La legitimidad democrática de México ha salido reforzada tras las últimas elecciones por lo que el nuevo gobierno, si no abre nuevos flancos autoritarios, no tendría por qué apelar al aislamiento internacional como fórmula de protección. En el debate reciente sobre la “sociedad civil fifí”, algunas voces del nuevo oficialismo han cuestionado la amplia red de organizaciones no gubernamentales que opera en el país. Esa red es prueba del avance de la globalización en México y las reacciones en su contra, muy parecidas a las de los pocos regímenes cerrados que quedan en América Latina, transmiten mensajes de retroceso. La iniciativa de pacificación, con todo el seguimiento de los manuales de resolución de conflictos y “justicia transicional” que propone la nueva Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, es una buena noticia porque reafirma el apego de México a las normas internacionales en materia de derechos humanos. La recuperación de la credibilidad internacional del país, que se apodera de la narrativa global sobre México, se traducirá en una mayor demanda de activismo internacional; especialmente en América Latina, donde se vive la creciente tensión generada por las derivas autoritarias de Venezuela y Nicaragua. La tradición diplomática del México postrevolucionario, en el siglo XX, actúa a favor, no en contra, de ese rol. Con frecuencia se considera el legado de principios de las doctrinas Carranza y Estrada en términos estrictamente nacionalistas, pero lo cierto es que el papel de México en la región siempre ha sido activo. Una buena parte de ese activismo colaboró a la resolución de conflictos regionales, como en tiempos del Grupo Contadora o los Acuerdos de Paz de Chapultepec. Entonces la credibilidad de México se debía al hecho de que el orden institucional de la Revolución Mexicana había conjurado el peligro de las dictaduras militares y las guerras civiles. Hoy, en cambio, el crédito exterior parte de la consolidación del régimen democrático por medio de una alternancia que favorece claramente a la izquierda. El contundente triunfo de López Obrador hace de México el país latinoamericano con la mayor izquierda democrática en el poder. Es lógico que las expectativas de su papel en la región apuesten a la consolidación de la democracia en el hemisferio, sin dejar de ejercer contrapesos al intervencionismo de Estados Unidos.

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El conflicto que inició en Nicaragua desde el mes de abril multiplica las protestas contra el régimen de Daniel Ortega, cuya violencia represiva ha causado cientos de muertes entre estudiantes y población civil. Durante la semana en curso tuvo lugar el ataque al epicentro de la inconformidad: la ciudad rebelde de Masaya. Este ensayo recorre el camino de la revolución sandinista —hoy traicionada por un guerrillero transfigurado en dictador sangriento—, desde los libros de memorias de Gioconda Belli, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez, tres autores fundamentales de ese país.

EL MUSEO DE LA REVOLUCIÓN NICAR AGÜENSE FEDERICO GUZMÁN RUBIO

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n el Museo de la Revolución de León, Nicaragua, la exposición permanente no existe. Tampoco las temporales. Y no hay colección que resguardar. Salvo por unos murales con periódicos viejos, fotocopias de documentos ilegibles y unas cuantas fotografías colgadas de las paredes —la mayor parte sin marco ni créditos—, las amplias salas permanecen vacías. Casi no hay vitrinas ni mesas de exposición. No hay un solo cartel informativo, ni explicaciones de ninguna clase. En el patio trasero, como era de esperarse, tampoco hay nada, fuera de unos murales que bien pudieron haberse pintado la semana pasada o hace diez años, y que están muy lejos de tener la calidad de los que alguna vez entusiasmaron los muros de las ciudades del país (sobre todo de Managua, Estelí y de la propia León). No hay tampoco guardarropa, audioguía ni tienda del museo, ese espacio para clientes que en más de un museo del mundo parece despertar más entusiasmo que las exposiciones. Tampoco hay cafetería y mucho menos un restaurante con chef de estrella Michelin. En el Museo de la Revolución de León, Nicaragua, no hay absolutamente nada que pueda hacer pensar que es un museo, lo que da por resultado que, a falta de un relato asentado en forma de objetos intocables y de explicaciones escritas en tinta indeleble, todo esté abierto a la interpretación. Tampoco hay guías con sus chistes malos aprendidos en tres idiomas, ni guardias a los que se les prohíba sentarse, ni curadores arriesgados, ni cajeros inflexibles con la fecha de vigencia de la credencial de estudiante, maestro o viejo. O sí, pero no de la manera tradicional. Esto es, en un gesto tan radicalmente lógico que desafía toda lógica, lo único que hay en el Museo de la Revolución son revolucionarios; ellos son los encargados de la taquilla, de la seguridad, de la curaduría y del recorrido. Al pagar el boleto de entrada, al visitante se le asigna un guía, que en todos los casos resulta ser un combatiente, es decir, un exguerrillero. Él es el encargado de explicarle al visitante quiénes son esos señores pintados en las paredes —Sandino, antes y más que nadie, y luego Carlos Fonseca, el fundador del Frente Sandinista, muerto

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en combate, y luego los demás—, por qué y contra quién se peleó la revolución, cómo se vivía en Nicaragua en tiempos de Somoza y cómo se vivió ya con el sandinismo en el poder, qué fue la contra, qué papel representaron Reagan y Estados Unidos en la guerra contrarrevolucionaria y, si hay tiempo y suerte, cómo fue la toma de León y qué papel desempeñó el ahora guía en la guerra. En un momento del recorrido, el guía toma una bazuca casera —uno de los poquísimos objetos en exhibición, al alcance de quien quiera jugar al guerrillero, y son pocos los visitantes que resisten la tentación de la foto para Instagram— y actúa que dispara contra la odiada Guardia Nacional de Somoza. Quizás ése sea el punto climático del recorrido o, si se prefiere, la pieza estrella de la colección: el guerrillero que juega a ser guerrillero, el revolucionario que finge ser revolucionario, el combatiente que representa a un combatiente. Y es que una revolución lo es cuando está en marcha, y cuando triunfa, las raras veces que triunfa, está obligada a fingir que lo sigue siendo, que es una obra en marcha, que no ha dejado de ser y que la victoria final, más que punto de llegada, fue de partida. Si lo desea, al terminar las explicaciones, el visitante puede recorrer a solas el museo, entrar en las salas perfectamente vacías y admirar o lamentar el estado en el que se encuentra el palacete en ruinas, que, más que un punto turístico, parece una casa tomada, porque en rigor lo es: el museo se encuentra en un antiguo palacio somocista donde la aristocracia local festejaba sus míticas fiestas, y tiempo después fungió como

cuartel policiaco, hasta que los guerrilleros tomaron la ciudad y abrieron sus puertas al pueblo. De hecho, los guerrilleros reconvertidos en guías se jactan de que ahora son ellos quienes habitan el palacio; poco les importa que, quizás como involuntaria y cruel metáfora de la revolución sandinista, se esté cayendo en pedazos. Vacío y desordenado como está, el museo también representa, sin quererlo, el perezoso romance que las revoluciones suelen tener con las ruinas, como dejó claro el cubano Antonio José Ponte en su hermoso, habanero y descatalogado Un arte de hacer ruinas. Pero volviendo a los viejos soldados y flamantes guías, más que como un consuelo, insuficiente por definición, ellos asumen su papel con orgullo y dignidad, como si se tratara de una misión de guerra. Su labor puede verse como un continuo exabrupto literario calcado del conde Tokray, aquel personaje que en Respiración artificial de Ricardo Piglia soñaba con regresar a San Petersburgo, entonces ya Leningrado, para convertirse en un “museo viviente” que ilustrara, para las jóvenes generaciones soviéticas, el olvidado modo de vida de un aristócrata ruso en los tiempos del zar. El museo viviente de un solo hombre sería “la memoria de ese tiempo feliz”, como lo fue el zarismo para el conde, y como lo fue la revolución para los guías, y de ninguna manera representaría una rendición o una forma de colaboracionismo, sino muy al contrario: sería una delicada acción de rebeldía. El conde Trokay de Piglia, aristocrático y derrotado, es idéntico a los triunfantes revolucionarios del museo salvo por un detalle: el primero es imaginario, mientras que los segundos son reales, acaso a estas alturas mucho más reales que la revolución a la que defienden cada día con más dudas y nostalgia.

LA MEMORIA DE UN TIEMPO FELIZ Nada está más lejos de la intención de los guías que hacer algo, lo que sea, en contra de la revolución, en la que creen y están obligados a creer porque para eso los turistas pagan la entrada. Sin embargo, cuanto más

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heroica es la narración de las viejas batallas, mayor es el contraste con la Nicaragua actual, y cuando uno pregunta por el presente de la revolución, oficialmente en el poder, parecen evadir el tema o tratarlo con una pasión fingida, y se las ingenian para volver al relato de la corrupción de los Somoza y los crímenes de su Guardia Nacional, de los que, esos sí, nadie duda. Y entonces, siempre involuntariamente y sin darse mucha cuenta, los guías obtienen el efecto contrario al deseado: al recordar la incuestionable gesta de los guerrilleros sandinistas y rememorar el idealismo de esos años de pronto tan lejanos, se revela más perversa, más triste, la traición de la mayor parte de los comandantes sandinistas a su pueblo, a su movimiento y a ellos mismos. La locuacidad de los guías no es excepcional: parece que todo el que participó en la revolución sandinista quiere contar su historia. Más allá de la cuestionable vocación literaria de algunos de los nueve comandantes sandinistas que controlaron el país durante la década de gobierno en los ochenta, resaltan tres libros memorialísticos de sendos escritores que participaron directamente en los hechos: La revolución perdida (2005), de Ernesto Cardenal, Adiós muchachos (1999), de Sergio Ramírez, y El país bajo mi piel (2010), de Gioconda Belli. Ramírez y Belli, además, se han convertido a su pesar no en participantes, pero sí en voceros de la actual rebelión contra Daniel Ortega, mientras que Cardenal, a sus más de noventa años, se ha vuelto un perseguido político del sandinismo al que apoyó por décadas. Con sus grandes diferencias —el de Cardenal se centra en el espíritu de la revolución y en el papel del cristianismo en ella; el de Ramírez, en la organización política, y el de Belli, en su propia historia sentimental, tomando al sandinismo como una de las grandes pasiones amorosas de su vida—, los tres libros evocan los épicos años de lucha, la confusa década de gobierno y el desastre que significó la pérdida de las elecciones presidenciales de 1990. El eje que comparten es la participación de sus autores en los hechos; nunca pretenden escribir un relato oficial o una verdad incuestionable, sino consignar de forma mucho más sincera y fecunda su visión de los hechos. Que esta visión haya sido privilegiada por distintos motivos, y que coincida en los tres casos con la mirada de un buen escritor, es un hecho infrecuente en la historia y la literatura latinoamericana, a pesar de estar ambas plagadas de revoluciones y de dictadores. En los años de lucha, Belli fue correo clandestino y traficante de armas, además de embajadora de la revolución; Ramírez, por su parte, como miembro del Grupo de los Doce, y más tarde como vicepresidente del país, fue una pieza clave en la lucha política y en las negociaciones para que el Frente, ya triunfante, se hiciera con el poder a partir de la resignación de Carter; por último, el

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poeta y sacerdote Ernesto Cardenal fue miembro activo del sandinismo, y viajó como el que más, de la Europa socialdemócrata y solidaria a la Libia de Gadafi y al Irán de los ayatolas, para denunciar las atrocidades de Somoza, primero, y más tarde para conseguir armas y petróleo para un gobierno asediado económica,

política y militarmente por Estados Unidos en el periodo de Reagan. Los tres coinciden en la heroicidad del pueblo nicaragüense —verdadero protagonista de la revolución que de ninguna forma puede reducirse al triunfo de un grupo guerrillero— que a la menor oportunidad se alzaba en armas para desafiar el

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odiado dictador, sin importarle la certeza de que la venganza del régimen sería salvaje. Estas páginas cobran un sentido trágico al leer las noticias recientes; por ejemplo, Cardenal y Ramírez sostienen que uno de los puntos más rebeldes del país fue Monimbó, el barrio indígena de la

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ciudad de Masaya, donde se inventaron muchas de las armas caseras —como la bazuca con la que se fotografían los visitantes en el Museo de la Revolución— que desafiaron a la moderna Guardia Nacional. Monimbó es ahora también una de las poblaciones que con mayor valentía se ha rebelado contra Daniel Ortega, quien no ha dudado en responder con una represión sólo equiparable con la del antiguo dictador. Como es natural, otro sector implicado profundamente en la rebelión contra la dictadura es el de los estudiantes, los mismos que cuarenta años después, es decir, hoy, fueron desalojados por paramilitares sandinistas de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. En tan sólo unos meses, la represión de Daniel Ortega en nombre de la revolución ha dejado cientos de muertos por todo el país. Pero a diferencia de Somoza y su Guardia Nacional, el comandante Ortega no se enfrenta a un grupo guerrillero, sino a civiles pacíficos y desarmados; basta recordar que reprimió la manifestación de las madres de los estudiantes muertos, y no con golpes, gases lacrimógenos ni balas de goma, sino con francotiradores. Los tres escritores coinciden en la jubilosa confusión que reinó después del triunfo de 1979; los guerrilleros de toda la vida de pronto se encontraron en el poder, con un país, más que para reconstruir, para inventar. A falta de oficinas, la cúpula sandinista se instaló en el hotel Camino Real, y así, recién llegados del frente, o de San José de Costa Rica a bordo del Quetzalcóatl II, cortesía de López Portillo, se pusieron a trabajar. La primera medida que tomaron fue la campaña de alfabetización nacional, que convocó a decenas de miles de voluntarios, muchos de los cuales más tarde se alistaron para combatir a la contra, financiada por la CIA y compuesta por mercenarios y exguardias somocistas. En esos primeros años de sandinismo reinante, Nicaragua se convirtió en la capital de la revolución mundial, lista para tomar el cielo por asalto e ignorante de que faltaba una década para que el siglo de las revoluciones —inaugurado en el continente por Madero y en Nicaragua por Sandino— concluyera abruptamente, no sólo en Managua, sino en el mundo. “Es el país más vivo del mundo, el más hermoso y el más libre”, escribió Cortázar en uno de sus viajes revolucionarios, a quien siguió una glamurosa lista de celebridades de izquierda, sandalistas, como se les apodó, lista para jugar al Sartre en La Habana visitando al Che. Günter Grass, Graham Greene, Harold Pinter, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Susan Sarandon, Salman Rushdie, Rafael Alberti, Mario Benedetti, Joan Baez, Eduardo Galeano, Roberto Matta, Alicia Alonso y, cómo no, Carlos Fuentes, fueron a Nicaragua para ser vistos, pero también para participar con generosidad en lo que fue, probablemente, la última gran acción de solidaridad política internacional. Mención aparte merece García

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Márquez, quien conspiró a favor de la revolución y estableció contactos con el general Torrijos en Panamá, con Carlos Andrés Pérez en Venezuela y, last but not least, con el priismo mexicano. Arafat envió a Nicaragua armas de la Organización para la Liberación de Palestina (confiscadas por la CIA en Túnez), Irán aportó petróleo, innumerables países de Europa occidental (sobre todo Alemania y Suecia), a través del gobierno y cientos de comités de solidaridad, aportaron desde lámparas hasta latas de atún. El presidente del PRI, según cuenta Cardenal, ayudó con un cheque de cien mil dólares, después de hacerle firmar al padre revolucionario, en la Hacienda de los Morales, un recibo por doscientos mil. Que las revoluciones ajenas también le hicieran justicia al PRI no mancha por completo la solidaridad presupuestal de López Portillo, a quien uno de sus secretarios, antes de aterrizar en Managua, le preguntó cómo debían tratar al país centroamericano, a lo que el presidente respondió que como a un Estado mexicano.

LA NOCHE MÁS LARGA Muchos fueron los logros de la revolución, sobre todo en la educación y en la salud. En esa década agridulce, los sandinistas tuvieron la sabiduría de no imitar los excesos de sus admirados cubanos o de sus contemporáneos iraníes, y no cometieron atrocidades contra el bando derrotado. La revolución sandinista ni siquiera pretendió ser comunista, y en uno de sus episodios más cuestionables expulsó a decenas de activistas latinoamericanos que pretendían radicalizarla. El pueblo nicaragüense no se plegó a Washington, ni a Moscú, y ni siquiera al papa Juan Pablo II, a quien una multitud casi abuchea en la Plaza de la Revolución por negarse a algo tan simple como desear la paz al pueblo nicaragüense. No obstante, los sanguinarios ataques de la contra acabaron por tener éxito, y las elecciones de 1990 se convirtieron en un plebiscito por la continuación de la guerra. Para sorpresa de todos, los sandinistas, con Daniel Ortega como candidato a presidente y Sergio Ramírez como vicepresidente, perdieron las elecciones. Esa noche nadie festejó en Managua. La contra decretó el cese de las hostilidades y los sandinistas dejaron el poder para convertirse en uno de los poquísimos grupos políticos del continente que tomaron el poder por las armas para dejarlo por los votos.

“A “ DIFERENCIA DE SOMOZA Y SU GUARDIA NACIONAL, EL COMANDANTE ORTEGA NO SE ENFRENTA A UN GRUPO GUERRILLERO, SINO A CIVILES PACÍFICOS Y DESARMADOS . Nunca creí que me tocara vivir ese día. La desolación también se me llenó de muertos, pero esta vez fue terrible. Sentí que todos se me volvían a morir, y que ahora sus muertes eran vanas, inútiles —escribió Belli. Para Sergio Ramírez, la gran paradoja fue que, al fin y al cabo, el sandinismo dejó en herencia lo que no se propuso, la de mocracia, y no pudo heredar lo que se propuso: el fin del atraso, la pobreza y la marginación. Esa noche Daniel Ortega pronunció un discurso memorable, al reconocer la derrota, en el que dejó claro que los sandinistas habían llegado pobres, y pobres se iban, lo que hasta entonces era más o menos verdad. Por desgracia, esos logros no durarían mucho. Antes de dejar el poder, el sandinismo inventó la piñata, que Cardenal describe de la siguiente manera: Hubo el robo de las propiedades del Estado que hicieron los dirigentes para adjudicarlos al Frente Sandinista, y el robo de las propiedades del Estado que los dirigentes hicieron para adjudicárselos a ellos mismos, y posteriormente el robo de las propiedades del Frente Sandinista que los dirigentes también se adjudicaron. Así fue como la mayoría de los miembros de la Dirección Nacional (aunque no todos) y otras autoridades del partido o altos funcionarios del gobierno y líderes sindicales se quedaron con cuentas bancarias, casas, vehículos, empresas comerciales, supermercados, haciendas cafetaleras y ganaderas, ingenios de azúcar, fincas bananeras, restaurantes, televisión, radios, empresas comercializadoras de carne y de banano, y empresas financieras y bancarias. El pueblo fue ajeno a todo esto. En cuanto a la democracia y la pureza de los ideales, Ortega aprendió bien la lección. Para retomar el poder y ya no dejarlo hasta el día de hoy, según escribe Ramírez en un prólogo para la reedición de sus memorias en 2007, se alió con el cardenal Obando, enemigo histórico del sandinismo y viejo aliado de Somoza, a cambio de imponer una agenda ultraconservadora, sobre todo en lo referente a los derechos de la mujer, y con Arnoldo Alemán, en un pacto de impunidad cuya primera medida fue levantar el arresto al líder derechista, condenado a décadas de cárcel por corrupción. De estas alianzas surge el lema “Nicaragua cristiana, socialista

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que Ortega rompió para convertirse en el líder supremo, siempre acompañado de su esposa. Quizás sea una casualidad, pero la ausencia del retrato de la odiada pareja presidencial dice mucho de la revolución, y de las posibilidades del museo. Después de todo, las salas vacías pueden significar que la revolución sigue en marcha, y que las paredes desnudas, con restos de pintura muy probablemente de los tiempos de Somoza y con humedades de los de Darío, esperan los retratos de los nuevos héroes, los que hoy pelean para derrocar al viejo

y solidaria”, impreso en los miles de románticos retratos de Ortega y Rosario Murillo que cuelgan en la entrada y salida de todas las poblaciones de Nicaragua. A lo largo del país proliferan los carteles con la imagen de la pareja presidencial, menos en un sitio: el Museo de la Revolución de León. Los sandinistas tenían por norma, para evitar el culto a la personalidad, sólo hacer propaganda con imágenes de “mártires de la revolución” o, en otras palabras, con muertos. Ésta fue otra de las muchas reglas y pactos

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tirano. Después de todo, como concluye Belli sus memorias, mis muertos, mis muertes, no fueron en vano. Ésta es una carrera de relevos en un camino abierto. En Estados Unidos, como en Nicaragua, soy la misma quijota que aprendió, en las batallas de la vida, que si las victorias pueden ser un espejismo, también pueden serlo las derrotas. El Museo de la Revolución de León, Nicaragua, siempre está próximo a inaugurarse.

MEDITACIÓN SOBRE RUINAS NUNO JÚDICE TRADUCCIÓN BLANCA LUZ PULIDO

Confesión

Tiempo libre

De un lado y otro de lo que soy, de la luz y de la oscuridad, del oro y del polvo, oigo que me piden que escoja y deje atrás la inquietud, el dolor, el peso de no sé qué ansiedad.

En una tarde de domingo, en Central Park, o en una tarde de domingo, en Hyde Park, o en una tarde de domingo, en el jardín de Luxemburgo, o en cualquier parque de una tarde de domingo que hasta puede ser el parque Eduardo VII, te recuestas en la hierba con el cuerpo doblado como si fueras una mujer metida en una servilleta. La tarde se limpia los labios con esa servilleta de flores que es tu vestido de domingo, y te deja desnuda bajo el sol frío del invierno de una ciudad que puede ser Nueva York, Londres, París, o cualquier parte, como Lisboa. Los árboles miran hacia otro sitio, como los pájaros distraídos con el sol que en esa tarde está como por error. Y tú, con los dedos prendidos en el pasto húmedo, ves volar tu vestido, como una servilleta, entre las nubes blancas de una tarde de invierno.

Pero llevo conmigo todo lo que rechazo. Siento entrar en mi espalda un resto de noche; y no sé cómo darme vuelta hacia enfrente, donde amanece.

Meditación sobre ruinas Desembarcó en una habitación sin muebles dorados ni sillas: maderas viejas, jarrones con flores de plástico, ventanas con vidrios rotos mirando a la carretera. Ni viento, ni mar: sólo el ruido de los carros entraba por las grietas y hacía eco en el techo (donde asomaban las vigas entre [los restos de estuco). Después, en la calle, se colgó de los fierros podridos de antiguos balcones. Entre los arbustos que invadían todo, [se podía ver un paisaje digno de un cuadro romántico. El valle, cubierto [de casas, y los montes invadidos de chatarra, ocultan un pasado de rebaños y pastores. Pero tal vez aquí no se haya oído la música de la flauta. En realidad, esta casa se limita a guardar antiguos silencios, que la costumbre transformó [en manchas sepia en la memoria. Ahora, se confunden con el color [de las paredes; y sólo albergan cuevas de reptiles, que sólo se adivinan, en invierno, escondidos del universo. Pero alguien pasó por aquí, hace poco; y un montón de madera humea, todavía, mientras el sol avanza desde el oriente, donde los colores fríos de la madrugada no se disipan, y ningún pájaro saluda el nacimiento del día.

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Botánica No hay diferencias entre la textura de las palabras (digo, de las palabras y no del tejido o del cristal) y la impresión que la superficie de ciertas hojas deja en los dedos: me refiero a hojas como las de los plátanos, de los chopos, y también de los cipreses. La impresión se transmite al alma, o a aquello que, en nosotros, tiene ese nombre, y nos lleva a un fondo extraño de ideas y sombras donde, como en la caverna del filósofo, la luz no se ve entrar: como en un sueño, todo vibra en el corazón de la oscuridad. Entonces, con un gesto brusco, arranco esas hojas. Sin embargo, en el suelo, separadas de la rama, no me dicen nada más de lo que, en el diccionario, está escrito: órgano laminar y verde de las plantas floríferas o fanerógamas... Estos poemas forman parte de Meditación sobre ruinas, del escritor portugés Nuno Júdice, traducción de Blanca Luz Pulido (Editorial Textofilia, México, 2018), edición bilingüe de próxima aparición en librerías.

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L A N OTA NEGRA Por

FRANCISCO HINOJOSA @panchohinojosah

MAESTRO, CABALLERO, LICENCIADO, SEÑOR, CIUDADANO

LA CANCIÓN # 6 Por

ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

EL DÍA MUNDIAL DEL ROCK Y LO Q U E PA S Ó DESPUÉS

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HACE POCO MENOS de quince años, mis amigos y anfitriones del Fondo de Cultura Económica en Lima me invitaron a cenar a un restaurante de su gusto, creo que en el distrito de Miraflores. En la puerta de entrada me topé con alguien a quien reconocí de inmediato. Él, al verme de frente, sin razón alguna, me preguntó que quién era yo. Como referencia, le dije que una semana antes un amigo mutuo, Marcos Límenes, me había mostrado una fotografía suya en una lectura de poesía que dio en el Zócalo del Distrito Federal sentado en un amplio sillón que él diseñó. “¡Marcos Límenes!”, se sorprendió, “tenemos que tomarnos una copa”. Le dije que no podía beber porque estaba en temporada de migrañas y el alcohol me las disparaba. Nos sentamos y le pidió a la mesera que me llevara un té de camomilla. Aunque el poeta ya no necesitaba una copa más, tenía muchas encima, pidió algo que no recuerdo bien —quizás un whisky— y me invitó a platicar. Le presenté a mis anfitriones, que sabían muy bien quién era el personaje y que se limitaron a compartir la mesa y escucharlo. —Sí estuve en esa lectura del Zócalo y a Marcos e Inés los conozco desde hace mucho. Inés, esposa de Marcos, es la hija del gran poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen, entonces vecina mía en Cuernavaca y a cuya hermana había visitado unos días antes. —En México todos me llaman “maestro” —me presumió. No quise contarle que, a partir de los dieciocho años, a todos los artistas y escritores en México, en las instituciones culturales, se les trata de “maestros”. Tampoco le dije que yo sí creía que él era un verdadero maestro para varias generaciones de poetas que lo habíamos leído con interés y admiración. Incluso el nombre de una revista hecha por jóvenes en los años setenta estaba inspirada en un poemario suyo: El canto ceremonial contra un oso hormiguero. A él, Antonio Cisneros, lo había conocido brevemente en Querétaro, hacia 1986, en uno de esos encuentros de Poetas del Mundo Latino, y lo había seguido a través de sus libros. Volviendo a ese encuentro en Lima, y después de responderle algunas preguntas y de platicar acerca de Inés y Marcos, me invitó a un programa de radio que tenía entonces, para conversar. Lo hubiera hecho con mucho gusto, pero tuve que rechazar la oferta porque al

DESDE EL 13 DE JULIO de 1986 se festeja el Día Mundial del Rock propuesto por Phil Collins para recordar el festival Live Aid como fecha simbólica. Aquel show contra el hambre en Somalia y Etiopía fue encabezado por Bob Geldof y Midge Ure. Pero la realidad no es pink como Elvis, es dark como Johnny sin Cash. Los millones de morlacos recaudados por Live Aid en Europa y Estados Unidos terminaron en las manos del dictador africano Mengistu Haile Mariam, cañonazo con el que armó a su ejército. Es la parte de la historia que se olvida para no acabar con la fiesta. Motivado por la hambruna africana, Geldof creó la organización Band Aid Trust para producir el megaconcierto en 1985, “el día que la música cambió al mundo”. Lo atestiguamos por televisión, realizado simultáneamente en el estadio Wembley de Londres y en el JFK de Filadelfia, ante 170 mil asistentes, un prodigio humano, musical y tecnológico de la época. Dieciséis horas de transmisión vía satélite a 150 países, durante las que participaron setenta y cinco artistas de todas la tallas, sabores y colores, para deleite de 1.5 billones de personas. La primera “juke-box global” incluyó a Status Quo, The Who, U2, David Bowie, Pretenders, Tom Petty, Neil Young, Bob Dylan y la estremecedora actuación de Queen. Con ello, Live Aid le daba un propósito al rock y al pop, efectiviewonder, con la sensación de que la música cambiaba al mundo. Pero después de la fiesta, mareados de fama como andaban, nadie supo con certeza dónde quedaron los 125 millones de dólares. Geldof se aceleró y, desoyendo las voces de prevención, entre ellas de Médicos Sin

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NO QUISE CONTARLE QUE, A PARTIR DE LOS DIECIOCHO AÑOS, A TODOS LOS ARTISTAS Y ESCRITORES SE LES TRATA DE MAESTROS .

día siguiente yo tenía que volar a México. Supongo que al rato se aburrió de mí y al fin volteó a ver a quienes me acompañaban y con quienes compartíamos la mesa. También supongo que ya para entonces se había tomado ese mínimo sorbo que distancia una apenas sensatez del principio de un humo que borra la realidad. Mis anfitriones supieron esquivarlo con facilidad. A veces me incomoda que me traten de “maestro” porque no lo soy y porque cuando yo lo utilizo lo hago con la conciencia de que mi interlocutor merece dicho título. Tampoco me gusta que me digan “caballero”, algo cada vez más común en nuestro país. Poco antes de haber conocido a Cisneros, trabajé como funcionario para el gobierno de Tabasco. Fui director de difusión cultural del recién creado Instituto de Cultura del estado. Mi jefa me advirtió que tendría que asumirme como licenciado para ser respetado por quienes tratarían en adelante conmigo. Siempre me incomodó que me llamaran “licenciado Hinojosa” y firmar documentos con ese grado académico, aunque me consolaba a mí mismo diciéndome que lo único que me acreditaba como tal era mi licencia de conducir. Terminé completa la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM aunque nunca me recibí, a pesar de que estaba muy avanzada mi tesis, porque no quería dedicarme a la docencia ni a la investigación. En ambos campos hubiera sido un desastre. Por lo tanto, mi título real debería ser “bachiller Hinojosa”, aunque de todas todas con el que me siento más a gusto es con el trato de “señor”. Y aunque menos, aceptaría la “c” que se antepone al nombre para decir ciudadano.

Fuente > U2songs.com

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MAREADOS DE FAMA COMO ANDABAN, NADIE SUPO CON CERTEZA DÓNDE QUEDARON LOS 125 MILLONES DE DÓLARES . Fronteras, le entregó su cheque al presidente del Consejo Militar Provisional de Etiopía, Mengistu Haile Miriam. Entre 1977 y 1991, Haile fue apoyado por soviéticos y cubanos para imponer por las armas un gobierno comunista. En 1986 la revista Spin publicó el reportaje en el que documentó cómo el dinero recaudado en Live Aid equipó a su ejército con armas rusas. Geldof descalificó todo sin aclarar el asunto y siguió organizando festivales como Live 8 en 2005. Un activista de sí mismo. Claro que el rock no tuvo la culpa, cantaría Miguel Ríos. Perdí el interés en los días mundiales de lo que sea desde que se convirtieron en sinónimo de oportunismo comercial y oficial, fechas para neutralizar y asimilar las causas incómodas. El rock no lo es, por eso me parece ñoño celebrar un día mundial. ¿Cómo no se le iba a ocurrir a Collins, si él aparece dos veces en Europa y América? Pura publicidad para protagonistas del altruismo.

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UN MUNDIAL siempre acaba mal. No falta a quien le suba la presión, lo deje la mujer u orine sangre. Por no hablar de la depresión a causa del papelón de las respectivas selecciones si eres mexicano, alemán, español o argentino. El protagonista indiscutible de Rusia 2018 no fue Francia, fue Maradona. No sólo opacó a la Selección Argentina (ganara, perdiera o empatara, Diego le robaba cámara), se convirtió en noticia por sus excesos y exabruptos. Desde la postal en el avión balanceando un caballito de tequila en el antebrazo, pasando por el bailecito chuntaro style del Profe Moreira, hasta su pose de Mumm-Ra El Inmortal en un partido de la albiceleste. De leyenda del futbol a rey de las redes sociales. Durante días la maquinaría productora de memes tuvo material de sobra para situar a Diego en todos los smartphones del orbe. Quién fuera Maradroga, con un séquito de médicos especialistas que lo acompañaban a todos lados cuidándolo del pasón. Las transformaciones en el mundo no las producen los regímenes, son obra de los Mundiales. Que en Rusia 2018 se hayan roto todas las quinielas es un indicativo, pero sobre todo la doble moral que se suscitó a raíz de la conducta de Maradona dan cuenta del estado de las cosas. Nos llevó siglos conquistar la libertad. Y estamos acabando con ella en minutos. El mundo puso el grito en el cielo porque cómo era posible que Diego diera ese ejemplo a los niños. Darse golpes de pecho porque Diego ensucia su leyenda es maniqueísta. Un hombre ya no tiene derecho a destruirse, carajo. De entre los conjuntos que fueron más vapuleados, nuestro amado Tri fue el que sacó la peor parte. En estos días salió una lista y ocupa el primerísimo lugar en la historia de los mundiales con goles en contra. 38 a la sazón. Podemos seguir burlándonos del Chicharito, pero también Alemania, España y Argentina soñaron cosas chingonas, y les metieron la riata como a nosotros. Podrán decir que al menos estas selecciones han sido campeonas del mundo. Sin embargo, el derecho a tener fe no ostenta nacionalidades. Hasta los travestis, los poblanos y los extraterrestres tienen derecho a la fantasía. Más que el triunfo de la Selección Mexicana contra Alemania, lo que más recordaremos de Rusia 2018 es la entrevista de Faitelson a Chicharito. Pero no nos equivoquemos. No es un acierto de la prensa deportiva. Es una necedad. Que el entrevistador quiera convencer al entrevistado de la no existencia de Dios habla de lo mal que está también el periodismo deportivo. En este campo las cosas no cambian. La evolución del comentarista en nuestro país se mantiene

Foto > Especial

PENDIENTE DEL TECHO, el alacrán observa la reconfiguración de la vida política mexicana a partir de la noche misma de las elecciones presidenciales. En particular se barruntan ya los cambios o las nuevas condiciones en las cuales la prensa deberá realizar la cobertura informativa de las acciones del nuevo gobierno. Para decirlo con una palabra cibernética, hay un reset en las relaciones de la prensa y el poder en México. La prensa ha reaccionado al drástico reacomodo del poder y no ha faltado la “cargada” mediática en pro del triunfador, en buena medida buscando la protección de los intereses propios, advierte el artrópodo. Tampoco han faltado articulistas críticos ante la situación, en general los mismos opositores de años al proyecto del presidente electo. Otros lamentan llorosos la falta de crítica en una prensa cuya característica no ha sido precisamente la independencia. ¿Cómo podría serlo si los periódicos en México dependen para su sobrevivencia de la publicidad gubernamental? Pocas publicaciones informativas se mantienen de verdad independientes y, en general, son aquellas cuya economía depende de sus lectores y anunciantes particulares. Ese parece ser uno de los graves errores de la prensa en México desde hace décadas. Si bien el artrópodo destaca un cierto impulso independiente en el periodismo, digamos a partir del Excélsior de los años sesenta (por favor, ya no traigan a cuento a la prensa del XIX o a Belisario), esa tradición se ha expresado sobre todo a través de ciertos columnistas y articulistas, no como política informativa independiente de los dueños de diarios en el país. No obstante, el sexenio en extinción enfrentó las opiniones más críticas de la historia contemporánea, por una razón fundamental: el crecimiento exponencial de las redes

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DARSE GOLPES DE PECHO PORQUE DIEGO

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por

MANIQUEÍSTA. UN HOMBRE

CARLOS VELÁZQUEZ

YA NO TIENE DERECHO

@charfornication

ENSUCIA SU LEYENDA ES

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A DESTRUIRSE, CARAJO . inamovible: 1) Vamos a ganar. 2) Sí se puede remontar. 3) La realidad del futbol mexicano. 4) Urge revisar estructuras. Tan disparatado es culpar a Neymar del mal desempeño del Tri (como hizo Osorio), como la presión mala leche que los medios esgrimieron contra nuestros muchachos. La prensa deportiva es una farsa. Un día se pelean a muerte, se traicionan, se apuñalan por la espalda, y al siguiente les llegan al precio y aparecen juntos en un anuncio de Telcel. Si buscamos seriedad y profesionalismo, lo sabemos, no lo vamos a encontrar en ESPN, Tv Azteca o Televisa. Impresionanti. El mundo no tiene memoria. Aprovechándose del racismo de los croatas, Francia se hizo la cool ante la humanidad, presumiendo su abanico multirracial y hasta portando ridículamente sombreros de charro. No olvidemos dónde nació el nazismo. Son más alemanes que Hitler. También los franchutes son unos trogloditas. Y para muestra la celebración. Los disturbios en París luego de la coronación. Muertos, heridos y saqueos millonarios. Se sirvieron con la cuchara grande. Se indignan porque Diego comparte un pase de un palco a otro, pero salen a mostrar su verdadero yo con el pretexto de haber ganado. Faltan cuatro años y medio para Qatar, la justa se llevará a cabo en noviembre y diciembre. El Mundial opacará a la navidad. A quién le va a importar la nochebuena si cinco días antes habrá un nuevo campeón. Lo sabemos, vamos a llegar más jodidos, más viejos y con el hígado más cansado, pero el entusiasmo será el mismo. Esperemos que la presidenta croata conserve su figura, que Ronaldo siga tan rechoncho como hasta ahora, y que Maradona siga con vida para que le siga dando al futbol ese color que ningún otro jugador le puede dar dentro o fuera de la cancha, así se llame Mbappé. Porque a la pelota no la puede manchar nada, ni el VAR. P. D.: Messi, CR7, gracias por participar.

SÍNDROME DE ABSTINENCIA P O S T M U N D I A L I S TA

LA PRENSA HA

EL SINO DEL ESCORPIÓN

REACCIONADO

Por

REACOMODO

ALEJANDRO DE LA GARZA

DEL PODER

@Aladelagarza

AL DRÁSTICO

Y NO HA FALTADO LA CARGADA MEDIÁTICA EN PRO DEL TRIUNFADOR . sociales dio a conocer la inaudita corrupción del gobierno, y su influencia vertiginosa y alcance fueron mucho mayores que los de cualquier diario impreso. A estas alturas, el lector avezado se percata de inmediato del desfasamiento en tiempo e información de aquellos columnistas perezosos, ajenos aún, en pleno 2018, a la información en redes sociales. Además, son escasos los columnistas y articulistas que son leídos en diarios impresos: los lectores los siguen a través de internet. ¿O cómo está leyendo usted al escorpión? Los anuncios del futuro gobierno sobre la prensa y los medios han sido contundentes: reducción del cincuenta por ciento en el gasto en comunicación social, centralización de las oficinas de prensa en una sola entidad y disminución de los gastos a lo imprescindible. El venenoso insiste: el reset de la prensa y el poder en México está en marcha.

PRENSA Y PODER (RESET HERE)

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REDES NEURALES Por

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ

LECCIONES DE UN MOLUSCO

“ES “ POSIBLE AISLAR UN GANGLIO NERVIOSO DE APLYSIA CALIFORNICA PARA ESTUDIAR CON DETALLE LOS CAMBIOS OBSERVADOS EN LAS ESTRUCTURAS SINÁPTICAS .

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n el año 2006, un científico llamado Eric Kandel publicó un libro titulado En busca de la memoria, que narra una historia de vida que tuvo como eje principal la investigación acerca de los cambios que sobrevienen en el sistema nervioso durante los procesos de aprendizaje. Sin temor a exagerar, podríamos decir que la ciencia de la memoria puede dividirse en dos etapas: antes y después de Kandel. En justicia diré que también escribió el gran clásico académico de las neurociencias: me refiero al libro Principios de neurociencia. En su autobiografía, Eric Kandel relata que su nacimiento sucedió en 1929 en el seno de una familia judía askenazi, en Viena. La capital austriaca era una de las capitales de la tradición neuropsiquiátrica debido, entre otras cosas, a la estela de enigmas, controversias y maravillas dejadas por otro gran médico judío: Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Años después, Kandel decidió seguir los pasos de Freud para convertirse en psicoanalista. Según los psicoanalistas de corte clásico, la formación de múltiples síntomas psiquiátricos, las ensoñaciones, el significado de las obras de arte, los actos fallidos cotidianos, los famosos lapsus linguae y, en fin, los mecanismos psicológicos de defensa, están todos vinculados por el famoso inconsciente freudiano. Su autor Freud pensaba que el estrato inconsciente de la mente está formado, a su vez, por mecanismos de represión, los cuales resultan del conflicto entre la cultura (con todas sus leyes y normas morales), y la naturaleza instintiva y biológica del ser humano. En fin: para Eric Kandel, todo este “inconsciente freudiano” puede entenderse como un arreglo particular de la memoria. Entre otros motivos, la pasión por el psicoanálisis (considerado en los círculos científicos norteamericanos como una disciplina sin validez científica) llevó a Kandel a investigar la biología molecular de la memoria. En 1938, cuando los nazis decidieron anexar Austria a su zona de control, los ataques racistas contra judíos se volvieron realmente peligrosos. Entre otros factores, se hizo oficial la política de confiscar los bienes materiales de estos grupos humanos. Esto llevó a Sigmund Freud a dejar Viena con su familia, rumbo a Londres. De la misma manera, la familia de Eric Kandel dejó la ciudad de manera gradual: en 1939, Eric, de nueve años, y su hermano Ludwig, de catorce, tomaron un barco hacia Nueva York, donde los esperaba su tío. Tiempo después, sus padres siguieron el mismo trayecto. En Estados Unidos, Kandel hizo estudios de pregrado en el área de las humanidades. Escribió un ensayo sobre las actitudes de varios escritores alemanes hacia el movimiento nazi, entre ellos el famoso escritor Ernst Jünger, un opositor temprano de las políticas de Hitler. Allí, en la universidad de Harvard, los intereses de Kandel quedaron atrapados entre dos polos aparentemente irreconciliables: por una parte, su amistad con la hija de un matrimonio de psicoanalistas reforzó su interés en las complejidades de la subjetividad humana. Por otra parte, la universidad estaba dominada por el conductismo de B. F. Skinner, centrado en la investigación experimental del aprendizaje. De alguna manera, el trabajo neurocientífico de Kandel aparece como una salida a la tensión belicosa entre esos dos grupos: retiene todos los estándares rigurosos del conductismo, con su énfasis en el diseño experimental, las mediciones precisas y el análisis matemático de los datos, pero sin devaluar o evadir la compleja problemática que aparece en campos del saber como el psicoanálisis, la literatura y las humanidades. En este sentido, Kandel aparece como un heredero de la tradición inaugurada por el filósofo Demócrito, el bisabuelo del materialismo científico, quien mostraba una actitud alegre y despreocupada frente a los enigmas de la naturaleza, y los abordaba con sensatez, pero sin perder de vista la complejidad de la existencia. Tras estudiar la carrera de medicina y de completar su residencia en psiquiatría, Kandel se enfocó en el estudio

Retrato de Eric Kandel. Acrílico, acuarela y tinta china blanca sobre hoja negra > Cortesía de José Agustín Ramírez Bermúdez.

de la psicofisiología animal: es decir, el entendimiento de la conducta en correlación con el estudio del funcionamiento nervioso. Tras leer los reportes de Brenda Milner, en torno a un paciente que perdió la memoria anterógrada tras una lesión quirúrgica, Kandel se interesó por el estudio de una estructura cerebral: el hipocampo. Comenzó a hacer registros electrofisiológicos en neuronas piramidales de la corteza hipocampal. Sin embargo, comprendió que la organización celular del hipocampo era demasiado compleja, y que el estudio psicofisiológico de la memoria requería de manera inicial un modelo mucho más sencillo, al menos para establecer los cimientos sobre los cuales se podría generar una neurociencia de la misma. Kandel pensaba que el aprendizaje podía asociarse a cambios en la conectividad entre neuronas, específicamente en lo que se conoce como “espacios sinápticos”, es decir, zonas microscópicas donde los impulsos nerviosos se transmiten de una neurona a otra, mediante moléculas conocidas como neurotransmisores. Para demostrarlo se dirigió a París, con el propósito de aprender con un investigador francés, Ladislav Tauc, los secretos electrofisiológicos del animal más sencillo que podría ser útil para la investigación: el famoso molusco Aplysia Californica. Kandel observó claras ventajas con el estudio de este animal. Desde el punto de vista conductual, es posible realizar experimentos de aprendizaje en el molusco, a la manera del conductismo clásico, para conocer fenómenos de habituación, sensibilización y condicionamiento. Desde el punto de vista neurobiológico, es posible aislar un ganglio nervioso de Aplysia Californica para estudiar con detalle los cambios observados en las estructuras sinápticas. El doctor Kandel logró darnos claves indispensables para conocer la dimensión física, química y biológica de los procesos de aprendizaje, que en última instancia permiten la formación de nuevos recuerdos. En la terminología científica se dice que estos procesos son necesarios para la consolidación de las huellas mnésicas, es decir, los engramas, cuando estos pasan desde la memoria de corto plazo hacia la memoria de largo plazo. Al mostrar los cambios físicos que emergen como resultado del aprendizaje, Kandel contribuyó a establecer un puente sólido y transitable entre las ciencias de la mente y el comportamiento, por una parte, y las ciencias químicas y por la otra. Y así hemos empezado a comprender la materialidad que subyace a los procesos mentales, pero también los posibles caminos para modificar nuestra propia estructura cerebral a través del conocimiento. Sus investigaciones son los cimientos para conocer la plasticidad cerebral. Le valieron el Premio Nobel de Medicina del año 2000. Quienes lo conocen personalmente, saben que Kandel ha sido un ejemplo de creatividad y resiliencia, y en particular, de una capacidad inusual para enfrentar los problemas de la naturaleza con una risa franca y abierta, como lo hiciera el filósofo Demócrito veinticinco siglos antes.

20/07/18 19:13


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