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BIBIANA CAMACHO EL GUARDAVÍAS

CARLOS VELÁZQUEZ CAFÉ VAGO IMPERIAL

ESGRIMA

IÑAKI BONILLAS

El Cultural N Ú M . 1 6 9

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

UN POEMA DE W. B. YEATS “EL REGALO DE HARUN AL-RASHID" ENSAYO Y VERSIÓN DE VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

T. S. ELIOT Y LA TIERRA BALDÍA SEXUAL LYNDALL GORDON

LOS HERMANOS ASHKENAZI NOVELA MAYOR RECUPERADA GILDA WALDMAN

Moenitz: La ciudad de bronce, de Las mil y una noches (detalle) > Fuente > DeviantArt

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Dedicamos estas páginas a dos poetas primordiales de lengua inglesa —aunque no propiamente ingleses— que firmaron sus obras como W. B. Yeats y T. S. Eliot, y ganaron el Premio Nobel de Literatura (respectivamente, en 1923 y 1948). Aunque sus circunstancias fueron distintas, aquí se develan vasos comunicantes entre ambos. Iniciamos con el ensayo de Víctor Manuel Mendiola, quien presenta y traduce un poema emblemático de Yeats que en breve será publicado por El Tucán de Virginia, el sello editorial que luego de brindar una nueva versión de La tierra baldía (El Cultural 131) continúa su labor de actualizar títulos clave de la poesía moderna.

W. B. Yeats

EL RETORNO DE LA VOZ VÍCTOR MANUEL MENDIOLA 1

H

ace más de veinticinco años, mi actividad de editor me llevó a leer un borrador de la traducción de “The Gift of Harun alRashid”1 / “El regalo de Harun al-Rashid” de William Butler Yeats. El bosquejo del texto era poco fluido y a veces confuso. A pesar de los problemas de la traducción y de mis limitados recursos de lectura, mostraba —y yo lo pude ver— el valor de un poema bellísimo, entrañable y original. De aquellas líneas siempre quedó una reminiscencia inolvidable; también permaneció el ansia de comprenderlas cabalmente y editarlas; y, con ese anhelo, la plenitud de la coincidencia en la ilusión compartida. Recientemente, al ocuparme de la edición de La tierra baldía, reapareció entre las imágenes sicalípticas y esotéricas de la ciudad contemporánea —la frívola clarividente madame Sosostris, las imágenes del Tarot, el sexo rápido, un rey impotente— el anónimo personaje femenino de “El regalo de Harun al-Rashid”: la sabia joven sin nombre propio, amada por un hombre mayor y poseída por un espíritu del desierto.

Tanto las señales ocultistas como las llamadas eróticas y las alusiones a la sabiduría oriental presentes en los poemas de Yeats y de Eliot, me hicieron darme cuenta de que había un vínculo, con todo y las grandes diferencias, entre el poeta de Irlanda y el poeta de Estados Unidos, nacionalizado ciudadano del Reino Unido. También advertí la relación problemática entre la no muy conocida pieza esencial de la madurez espléndida del primer autor (Premio Nobel 1923) y la intrincada obra notable de la poesía inglesa del siglo XX del segundo (Premio Nobel 1948). Ambos, Yeats y Eliot, encuentran en un cierto hermetismo, en la comprensión de los conflictos de la triste sexualidad de nuestros días y en el fulgurante universo abovedado del Lejano y del Medio Oriente, una imagen de nuestras preocupaciones de mujeres y hombres extraviados en los tiempos volubles, veloces y violentos de la modernidad.

2 El poema de Yeats da la impresión de ser una historia hermosa, placentera, cuidada y, en general, en un estilo de escritura

Foto > Pedro Meyer

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de otro tiempo: el simbolismo. Ya que desde el comienzo, tanto en el título como en el verso veintisiete, aparece el renombrado apelativo de Harun al-Rashid, en la mente del lector surge de manera espontánea no sólo el mundo árabe sino Las mil y una noches. Con esta alusión inicial, la dirección del poema adquiere un sentido claro, exótico y abierto. Así, el texto avanza en forma progresiva y crea una narración llena de una magia elemental. Sin embargo, la composición ofrece también en la primera lectura un efecto desconcertante y, después en los sucesivos encuentros de la relectura, un juego de cambios, antinomias y correspondencias. Y, entonces, descubrimos en la armoniosa pieza encantada varios giros imprevistos y bruscos, una escritura automática —en concomitancia temporal con el surrealismo—, y una sincronía estética sutil —en comunicación con los poemas complejos de otros poetas de esos años. Bajo estas formas, Yeats forjó en la escritura de su madurez un lenguaje distinto —y libre— y produjo un tejido extraño donde cobran vida, como partes del poema, un cuento enigmático sobre el contenido de una carta y la ejecución de un Visir, un diálogo lúcido sobre la religión y el deseo y, finalmente, el desarrollo dramático de un conocimiento profundo, que siempre es erótico, y la escena inevitable del amor desgraciado. En el centro de la trama del poema, la discusión entre quienes parecen los personajes fundamentales de la obra, Kusta ben Luka y Harun al-Rashid, adquiere una forma singular. El plácido debate —plácido en apariencia— produce un conflicto múltiple al chocar dos visiones contradictorias de la religión: la fe de Bizancio y la fe del Corán. Este encuentro expresa, al mismo tiempo, modos distintos de comprender el deseo: el profundo y difícil amor permanente —“cuando escojo una novia la escojo para siempre”2— y el impetuoso y fácil cariño pasajero —“cambia de novia en la primavera”.3 La diferencia encarna, a su vez, en dos caracteres humanos: el hombre amable con el oído y la voluntad concentrados en su compañera y el hombre errabundo, amante de la caza erótica. En esta sucesión, el poema desplaza el nudo de la acción de la voz de él —en realidad el discurso de los hombres en discusión— hacia la caracterización de la voz de ella —el único personaje femenino del poema. De este modo, la hermosa joven sonámbula borra, en el relato de sus revelaciones, la controversia e impone las formas del sueño. Esta dicotomía, esta multiplicidad y este centro desplazado serpentean por la composición en un juego de cambios igual que en el legendario libro de los cuentos árabes. Como sabemos, en esa obra la princesa pasa muy rápidamente del territorio dominado al fuerte señorío dominante, es decir, ella —la princesa y no el rey— es la fuente de la imaginación y quien dicta el paso del tiempo al hacer siempre de cada día otro día, de cada cuento otro cuento. Del mismo modo, en “El

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Fuente > Chicago History Museum

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William Butler Yeats (1865-1939).

regalo de Harun al-Rashid”, en una suerte de repetición en eco, el poema guarda otro poema y otro más y otro más hasta que de la voz de la joven compañera emerge, cuando está dormida y deambula por la casa, la voz de un Djinn. La muchacha es un genio y su amante viejo es un intranquilo amanuense, “ella asemejó un hombre sabio y yo un niño”.4 La joven es la voz del hombre armado y él es el silencio expectante de un seguidor. El poema contado representa un artilugio, un lenguaje de otro lenguaje, y abandona la forma simbolista (hermosa, exótica, cuidada y de otra época) para convertirse en un espíritu de nuestros días y en una visión de la metamorfosis y del desasosiego. El tiempo desgarrado por la conciencia de la inminente pérdida y de la soledad ineludible transforma el carácter esencial de los personajes: no sólo el yo es tú y el tú es yo sino que —y esto es lo relevante— él se vuelve ella (bajo la forma de un niño) y ella trueca en él (bajo la forma de un genio), él es un aprendiz y ella, un sabio. Pero este trueque, que ocurre en el secreto de la noche, separa a los amantes. Es interesante recordar que esta dicotomía tanto temporal como psíquica y sexual también está presente en La tierra baldía en la figura de Tiresias. En “El regalo de Harun al-Rashid”, Yeats anhela un mundo desaparecido “Donde la fe quebrada nunca ha sido conocida”5 y reflexiona sobre el yo desmembrado por la edad. También cavila sobre el amor. En esta visión el otro, la compañera, el ser amado, con el paso del tiempo y el avance de la intimidad, muta de manera contradictoria en una persona extraña, en otra persona que necesariamente perderemos, ora en la proximidad de la vida diaria, ora en la lejanía del abandono. Con esta conciencia, Yeats afirma: “... debo pagar el conocimiento con mi paz”.6

3 Cuántas diferencias hay entre La tierra baldía y “El regalo de Harun alRashid”. No obstante, la publicación del primero en 1922 y la creación del segundo en 1923 —cercanía significativa— y la conjunción dentro de una escritura en varios planos y, sobre todo, la puesta en escena de una representación dramática del amor fracturado los une —o los puede unir— de una forma secreta. La sordidez de una pieza y el encanto de la otra establecen un diálogo donde principios estéticos diferentes —en Eliot el poema es una textura total y en Yeats es una suma de excepciones— desembocan en el mismo desconcierto y en la reflexión sobre una realidad lejana y extranjera. Tanto en uno como en otro texto, el malestar en el presente y la búsqueda de una cura en un mundo remoto son visibles en la alusión a los Upanishads y a Las mil y una noches. Al leer y comparar los dos poemas, La tierra baldía y “El regalo de Harun al-Rashid”, podemos sentir que la composición del poeta irlandés es una resonancia, una reacción y casi una respuesta necesaria al poema de Eliot. Tan desiguales, pero a la vez con tantas cosas en referencia a los mismos problemas y a recursos característicos de la época. Sin embargo, el poeta irlandés —en contraste con el angloamericano— no teme unir, en un equilibrio impensado y provocador, el hermoso mundo de las formas abstractas con la concreción dura y variable, mas también hermosa, de las fragmentadas cosas reales. Tal vez por esta razón, muchos años más tarde, Eliot dijo de Yeats: Nacido en un mundo donde era generalmente aceptada la doctrina del “Arte por el Arte”, y habiendo vivido en un mundo en el cual se exigía que el arte fuera un medio para fines sociales, se mantuvo firme

“EL “ DEBATE —PLÁCIDO EN APARIENCIA— PRODUCE UN CONFLICTO MÚLTIPLE AL CHOCAR DOS VISIONES CONTRADICTORIAS DE LA RELIGIÓN: LA FE DE BIZANCIO Y LA FE DEL CORÁN. ESTE ENCUENTRO EXPRESA, AL MISMO TIEMPO, MODOS DISTINTOS DE COMPRENDER EL DESEO .

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con otros trabajos, es una evocación necesaria a este singular escritor, que también tradujo a G. M. Hopkins. Debemos recordar asimismo que el Seminario Permanente de Traducción Literaria publicó en 2003 De Hardy a Heaney. Poesía inglesa del siglo XX,10 que incluye poemas de Yeats. Por otro lado, este volumen busca encontrar, como en los otros libros de la colección El Cuervo, una respuesta a las limitaciones y los problemas de la poesía actual. Quizá, del mismo modo que sucede con las estrellas en la astronomía, en el tiempo remoto y en la luz cada vez más distante de las voces de los poetas del pasado podemos encontrar una forma de entender nuestro origen y hacia dónde caminamos.

“EN “ LA FASE FINAL DE SU OBRA, EL POETA IRLANDÉS RECOMBINÓ DE UN MODO CONCENTRADO LAS FORMAS DE LA CANCIÓN, EL RELATO Y LA TRAGEDIA CON LAS DEL HERMETISMO, EL AUTOMATISMO Y LA SIMULTANEIDAD . en la opinión acertada, que está entre esos dos extremos, aunque no transó con ninguno de ellos, y demostró que un artista, sirviendo a su arte con absoluta integridad, presta al mismo tiempo el servicio más grande que puede prestar a su propia nación y al mundo entero.7 Las lecturas ingenuas no han advertido la apertura de la poesía de Yeats. Él avanzó a través de los extremos excluyentes de las estéticas de su época hacia una escritura más honda y también hacia la posibilidad de la renovación de la poesía con la multiplicación del sentido en una cambiante unidad plural. En la fase final de su obra, el poeta irlandés recombinó de un modo concentrado las formas de la canción, el relato y la tragedia con las del hermetismo, el automatismo y la simultaneidad. En estos textos, además, vislumbró la superación de la corrosiva vulgaridad dominante, sin alma y verdadero oficio, y el retorno de la voz por medio “de cualquier oscura fértil nada”.8

En una primera instancia pensamos que reside en compartir con generosidad una idea sobre el amor. En una segunda, en facilitar el encuentro entre el viejo Kusta ben Luka y la joven poseída, sonámbula, sabia. Y, en una tercera, en el descubrimiento de la voz. Sin embargo, ¿el regalo es un regalo?, ¿la dádiva de ese encuentro no entraña dolor?, ¿ese presente no significa una ausencia profunda?

Notas Al escribir el nombre Harun al-Rashid, preferimos utilizar el criterio actual que escribe la partícula “al” con minúscula. 2 "When I choose a bride I choose for ever". 3 "Change the bride with spring". 4 "She seemed the learned man and I the child". 5 "Where broken faith has never been known", W. B. Yeats, “The Wanderings of Oisin”, The Collected Poems, Macmillan, Hong Kong, 1978. 6 "I must buy knowledge with my peace". 7 T. S. Eliot, Sobre la poesía y los poetas, Grupo Editorial Sur, Buenos Aires, 1959. p. 282. 8 “Or any rich, dark nothing disinter”, W. B. Yeats, “The Gyres”, New Poems, 1938. 9 W. B. Yeats, Símbolos, selección, prólogo y notas de Juan Tovar, Ediciones Era, México, 1977. 10 Coordinación de Difusión Cultural, UNAM. 1

5 En 1977, Juan Tovar publicó una colección de poemas de W. B. Yeats: Símbolos. 9 Gracias a este escritor mexicano tuvimos al alcance de la mano una visión amplia del gran poeta irlandés. Nuestra edición, junto

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Edición facsimilar del libro donde apareció el poema.

En el poema de Yeats, ¿en qué consiste el regalo de Harun al-Rashid?

W. B. Yeats

NOTA BIOGR ÁFICA JULIÁN CRENIER

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Fuente > National Portrait Gallery, London

W

illiam Butler Yeats nace el 13 de junio de 1865, en Dublín, Irlanda. Fue el primer hijo de Susan Mary Pollexfen y John Butler Yeats. El padre decide estudiar arte y la familia se traslada a Londres en 1867. Nueve años después vuelven a Irlanda. En 1883, Yeats escucha una lectura de Oscar Wilde en Dublín. Para 1885 publica sus primeros poemas; en los años subsiguientes entra en contacto con Ernest Rhys, May Morris y Madame Blavatzky. En 1888 regresa a Londres, donde se relaciona con Bernard Shaw y Lady Wilde. En 1889 publica “Las errancias de Oisin” y otros poemas. Ese mismo año conoce a la mujer que será durante mucho tiempo su amiga íntima y un ideal en sus poemas, Maud Gonne. En 1894 entabla amistad con Olivia Shakespeare y con Lady Gregory, esta última será un apoyo, un cómplice fundamental en su actividad alrededor del teatro irlandés, así como en la apertura de Abbey Theatre en Dublín. En 1902 conoce a James Joyce. Un año más tarde, Maud Gonne contrae matrimonio con Major John Macbride. En los primeros años del siglo XX los conflictos políticos en Irlanda

W. B. Yeats y Georgie.

aumentan, Yeats se mantiene atento, pero no abandona su actividad como poeta ni se hace militante. En 1911 se relaciona con Ezra Pound y el año siguiente con Rabindranath Tagore. En 1917, después de haber intentado infructuosamente casar con la viuda Maud Gonne, contrae matrimonio con Georgie Hyde-Lees; es en ese año cuando Yates comienza a experimentar la escritura automática. En 1922 es nombrado senador por el Estado Libre de Irlanda. En 1923 gana el premio Nobel de Literatura. Las obras poéticas principales de Yeats son La rosa secreta, En los siete bosques, El yelmo verde, Responsabilidades, Los cisnes salvajes de Coole, La torre, La escalera de caracol y La luna llena de marzo. Entre sus poemas dramáticos destacan “Las errancias de Oisin”, “La vejez de la reina Maeve”, “Las aguas sombrías” y “El regalo de Harun al-Rashid”. Entre sus obras de teatro sobresalen La condesa Catalina, La fuente del halcón, El yelmo verde, En la plaza de Baile, El reloj de arena, El sueño de los huesos, Purgatorio y La muerte de Cuchulain. Sus obras en prosa más destacadas son Visión y Memorias. Muere el 28 de junio de 1939 en el sur de Francia.

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EL REGALO DE HARUN AL-R ASHID (Fragmento)

W. B. YEATS VERSIÓN VÍCTOR MANUEL MENDIOLA Kusta ben Luka es mi nombre. Yo escribo

Para Abd al-Rabban, una vez mi compañero de fiesta, Ahora el sabio tesorero del buen califa, Y a ningún otro oído sino el suyo. Lleva esta carta A través de la gran galería de la Casa del Tesoro Donde las banderas de los califas penden, color noche, Mas brillantes como el mismo bordado nocturno, Y aguardan la música de la guerra; cruza la pequeña galería, Pasa los libros del saber de Bizancio Manuscritos en oro sobre una mancha púrpura, Y detente al fin —estaba a punto de decir— En el gran libro de las canciones de Safo; pero no, Porque si abandonaras ahí mi carta, las manos indiferentes De un muchacho enfermo de amor podrían tomarla Y dejarla caer inadvertida en el piso. Detente en el tratado de Parménides Y ocúltala en él, porque los califas hasta el fin del mundo Deben guardar eso perfecto, como conservan la música de Safo. Tan grande es su fama. Cuando el tiempo oportuno haya pasado El pergamino revelará, a un hombre entendido, Un misterio que ningún cronista había encontrado Sino el salvaje beduino. Aunque apruebo A esos nómadas que acogieron en sus tiendas Lo que el gran Harun al-Rashid, ocupado Con la embajada de Persia o la guerra griega, Negligió, yo no puedo ocultar la verdad De que errar en el desierto, sin facciones Como aire bajo el ala, puede dar el ingenio de un pájaro. Luego hablarán mucho de mí Y no hablarán sino fantasía. Recuerda el año Cuando nuestro amado califa ordenó la muerte De su visir Jaffer por una razón desconocida: “Si nada más la camisa sobre mi cuerpo lo supiera La rasgaría y arrojaría al fuego”. Esa respuesta fue todo lo que el pueblo supo, pero él Pareció, por un momento, haberse vuelto joven otra vez; Actuó de esa forma a propósito, murmuraron los amigos de Jaffer, Así nadie podría advertir que el Califa sufría un golpe de conciencia —Mas ésa es la sospecha de un traidor. Basta para mí saber Que en el verano precoz El más poderoso de los príncipes del mundo Se aproximó al menos considerado de sus súbditos; Se sentó en la orilla de la fuente de mármol, Una mano en el agua entre los peces de colores; Enseguida, tuvo lugar un diálogo Y yo pedí mostrar a todos los cronistas Cómo los grandes corazones violentos pueden perder Amargura y hallar un panal de miel. “He traído a mi casa a una esbelta novia; Conoces el refrán: ‘Cambia de novia en la primavera’. Ella y yo, sumergidos en la felicidad, No podemos soportar que tú pises estos caminos, Cuando la tarde remueve las ramas del jazmín, y aún Estás solo, sin novia”. 1

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“Caen los años dentro de mí”. “Pero tú y yo no parecemos viejos Como esos hombres que viven por rutina. Cada día Cabalgo con el halcón a la orilla del río O llevo la cota anillada sobre la espalda O cortejo a una mujer; ni enemigo, Ave de caza, ni mujer hacen dos veces la misma cosa; Y así el cazador lleva en el ojo Un gesto fingido de juventud. ¿Puede el pensamiento del poeta, Que en el cuerpo brota y en el cuerpo cae Como este puro chorro, ora perdido en medio del cielo azul, Ora sobre la hoja del lirio y la escala del pez, Ser un simulacro?” “¡Mas qué importa si nuestras almas Están más cerca de la superficie del cuerpo Que las almas sin el juego de la caza y de la rima! La propia juventud del alma y no la juventud del cuerpo Se abre a través de nuestros rasgos. El fulgor de mi vela, Mi linterna, es muy leal para no mostrar Que ha sido creada en el reino de tu gran padre”. "Y sin embargo la estación del jazmín calienta nuestra sangre". “Gran príncipe perdona la libertad de mis palabras; Tú piensas que el amor tiene estaciones Y que si la primavera agota lo que ella dio, El corazón no necesita sufrir una derrota; pero yo, Que he aceptado la fe de Bizancio, Innatural para las mentes árabes, Pienso que cuando escojo una novia la escojo para siempre; Y si sus ojos no se entornaran para mí O brillaran sólo para otros ojos más jóvenes, Mi corazón nunca podría volver de la ruina incesante, Ni hallar remedio”. “¿Pero qué tal si yo Me he tropezado con una mujer, que comparte Tu sed por esos viejos misterios indescifrables, Que ve más allá de nuestra vida, un ojo Que nunca supo que ese esfuerzo podría apenas asomar luminoso, Y que ella, sin embargo, puede parecer la fuente de la juventud, Rebosante de vida?” “Si esto fuera verdad, Habría hallado lo mejor que la existencia puede dar, La compañía en esas cosas misteriosas En que el alma de un hombre o el alma de una mujer Se hacen ellas mismas y no alguna otra alma”. “Ese amor Exige ser en esta vida y seguir Sin cambio y en paz, y todo filósofo, Es lo correcto, debería alabar ese amor. Pero siendo yo nada, puedo alabar su opuesto. Hace mi pasión más fuerte pensar Cómo la pasión mueve al pavo real y a su compañera, Al ciervo salvaje y a su cierva; que boca a boca Es una burla del hombre del alma constante” [...].

Según W. B. Yeats (Una visión, Siruela, Madrid, 1991), Kusta ben Luka no es un contemporáneo de Harun al-Rashid, sin embargo la ficción permite concebirlos como dos personas que compartieron el mismo periodo de vida.

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La obra de T. S. Eliot ha sido objeto de análisis desde (casi) todos los ángulos posibles. Esta vez ofrecemos una aproximación que borda la cercanía entre vida y obra: ilumina el puritanismo de su juventud y se enfoca en poemas de franca violencia sexual junto a otros que exhiben una renovada fe en el cuerpo. De este modo se amplían las posibilidades de leer desde una óptica renovada al autor que fracturó el lenguaje de la poesía universal, para dar paso a una nueva forma de mirar. Y de escribir.

T. S. ELIOT Y LA TIERR A BALDÍA SEXUAL LYNDALL GORDON TRADUCCIÓN ANTONIO SABORIT

AL PRINCIPIO, cuando me topé con la corte bolovina y con Columbo y los suyos, asumí que se trataba de una aberración juvenil. El tercer tomo de

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Fuente > blogs.harvard.edu.

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urante la mayor parte de su vida T. S. Eliot apareció como una figura austera y reticente. A lo largo del lento quiebre de su primer matrimonio, con Vivianne Haigh-Wood, tomó un voto de castidad en 1928, normó sus relaciones con otras mujeres, y en 1953 planeaba retirarse a una abadía. De ahí que algunos se sorprendan ante el contenido sexual de dos conjuntos de poemas que se publican íntegros por primera vez en una edición completa de sus poemas. Al primer conjunto, los editores lo llaman amablemente Improper Rhymes (Rimas indecentes); se trata en realidad de un divertimiento obsceno. El conjunto posterior contiene poemas de amor marital, escritos para su segunda esposa, Valerie Fletcher. Ninguno de los dos grupos de textos se acerca siquiera a la grandeza de los Collected Poems de 1963, el último título de Eliot antes de morir en 1965, y cabe preguntarse cómo ubicar las proezas sexuales en la idea que tenemos de su vida y de su carácter. Eliot empezó a circular sus canciones de Columbo y Bolo siendo estudiante en Harvard, entre 1908 y 1914. Sólo para hombres, y degradantes para mujeres, judíos y negros, estas piezas ofrecen el espectáculo de un pene tan potente que es capaz de desgarrar a una “puta”, “del coño al ombligo”. Este deleite en la violencia alterna con las payasadas del loco sexual del Rey Bolo y su Gran Cuina Negra, cuyo trasero tiene la amplitud de una olla sopera. Una vez que se estableció en Londres en 1915, Eliot estaba listo para publicar sus versos, sólo que Whyndam Lewis, a quien fueron ofrecidos para su revista de vanguardia Blast, se rehusó a publicar palabras “terminadas en -uck, -unt y -ugger”.

Eliot con su segunda esposa, Valerie Fletcher, en 1957.

LYNDALL GORDON (Ciudad del Cabo, 1941), escritora y académica, es autora de Eliot’s New Life (1988) y T. S. Eliot. An Imperfect Life (1998), entre otros títulos sobre el poeta.

la correspondencia de Eliot (el cual abarca la etapa en que se convirtió a la fe anglicana, en junio de 1927) plantea un desafío a lo anterior, en la medida en que los versos obscenos que Eliot continuó escribiendo y diseminando hasta la avanzada edad de 44 años no son, en su propia idea posconversión, aberrantes. En un intercambio con su colega editor Geoffrey Faber, en agosto de 1927, elogia la obscenidad, a la manera de Swift, como un antídoto al mal de ojo. He aquí una elevada justificación que he intentado aceptar. La duda aparece de cualquier manera, toda vez que un antídoto contra el mal de ojo es peligrosamente divino, peligro que ya reconocía el antepasado puritano de Eliot, Andrew Eliott, quien condenara inocentes a la muerte en los juicios de brujas de Salem. En 1692, Eliot confesó que él y sus co-jurados habían sido incapaces de resistir los delirios de los poderes de la oscuridad. ¿Es posible que Tom Eliot sea una especie de recaída en el temperamento punitivo de aquellos viejos puritanos de Nueva Inglaterra, y que sea ajeno, a fin de cuentas, a los anglicanos de costumbres moderadas cuya fe adoptara?

Es posible que estuviera poniendo a prueba y juzgando la moral de los depositarios de su obscenidad, entre ellos su amigo de Harvard, Conrad Aiken, Ezra Pound y un miembro del consejo de Criterion, Bonamy Deboré. La duda persiste debido a que la generalizada historia de violencia contra las mujeres hace imposible divertirse con las incitaciones a la violencia sexual que acompañan la obscenidad de Eliot. Esto no es imaginativo. Es tan banal como las puñaladas de Eliot al antisemitismo, tan banal como el mal. Eliot ocultó sus extremos con una máscara normativa: el uniforme citadino de su sombrero de hongo, su paraguas enrollado y lo que su primera editora, Virginia Woolf, llamó su “traje de cuatro piezas”. El mismo Eliot caricaturiza la propiedad en la figura de J. Alfred Prufrock en una sesión de té en Boston, demasiado remilgado, demasiado tieso para el amor, alejándose de una mujer cuyo brazo, al cruzarse una chalina, descubre un “vello café claro”. Este escalofrío es anterior al malhadado primer matrimonio de Eliot y se intensifica con los años, como contrapeso a lo que él llamó “el viento más allá del mundo” —una visión evanescente que aparece rara vez. Hay un disgusto con la carne en “Sweeney erecto”, donde el sexo se asocia a los saltos de un ataque epiléptico. En los borradores de La tierra baldía, el empleado y la mecanógrafa copulan “como escarabajos trepadores”. Tres de los poemas maritales no pertenecen a la carne degradada ni al sentimiento purificado del poeta hacia una “Dama de los silencios”, una figura a la manera de Beatrice que forjó la imaginación de Eliot a partir de su larga vinculación con la maestra del lenguaje, Emily Hale. Los poemas maritales son uno con el último poema de sus Collected Poems de 1963, una dedicatoria a la segunda esposa de Eliot que versa sobre amantes dormidos cuyos cuerpos

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huelen el uno al otro. Del mismo modo, “Sleeping Together” (“Dormir juntos”), “How the Tall Girl and I Play Together” (“Cómo jugamos la chica alta y yo”) y “How the Tall Girl’s Breasts Are” (“Cómo son los pechos de la chica alta”) afirman el amor físico basado en la confianza y el compromiso. Buenas copias sobreviven en “Valeries’ Own Book” (“El libro de Valerie”).

CUANDO ELIOT SE CASÓ con Valerie

Fletcher, él tenía casi 70 años y ella 30, su confiable secretaria en Faber. Se nos invita a atestiguar cómo “juegan juntos” cuando no traen nada encima. Como ella es muy alta, sus pezones tocan los de él y sus lenguas se encuentran a la altura de la cabeza. El estímulo cabe tanto en la vista como en el tacto: se nos invita a ver los pechos de la chica alta desde abajo, desde arriba y desde el costado en que el escote incita a la mano del amante. Los poemas de Eliot tienen una frescura recobrada, como si por primera vez observara el cuerpo de una mujer como algo bello. Sólo que como poesía no se compara con la elocuencia del amante de Donne cuyas manos vagabundas, con licencia para ir “atrás, arriba, enfrente, abajo y entre”, se vinculan a viajes de descubrimiento: “Mi América encontrada: Terranova”. La sencillez de Eliot es encantadora cuando repite “amo a una chica alta”; también la ternura cuando acaricia su espalda y sus largas piernas blancas al “sentarse tendida” sobre las piernas de él. Lo explícito, sin embargo, es menos erótico que lo que se sugiere. Y no llega a la sobrecogedora teatralidad del amante de Yeats, con su “máscara de oro quemante / con ojos de esmeralda”. Las palabras de amor de Eliot eran para agradar a su esposa y para mantenerla a lo largo de su vida una vez ya sin él, sólo que para los lectores representan, creo, una especie de signo. Del otro lado de “todo un Tíbet de

rocas quebradas / Que señalan, con los colmillos vueltos hacia arriba, la marcha de una vida”, Eliot imaginó el paraíso como algo sumamente improbable, demasiado inmerecido. Podía creer en una vida perfecta, “ardiendo a cada instante”, pero se mantuvo imperfecto él mismo, no apto para el amor divino —y de esta distancia surgieron los poemas que conocemos. Pero entonces, en 1956, al concebir su última obra de teatro, El viejo estadista, empezó a imaginar la posibilidad del perdón. Este llega a un anciano con el corazón hueco por medio del amor de su hija. En el momento crucial de 1956, cuando flaqueó la salud de Eliot y se empezó a preguntar cómo prepararse para la muerte, encontró “un bombón de muchacha” lista entre bastidores, esperando la señal para entrar en acción. Como siempre, aparecieron los temas morales: el desplazamiento hacia el amor humano lo llevó a descartar otros dos, Emily Hale y Mary Trevelyan, quienes en diferentes formas vivieron para él por décadas. De hecho, la furia con Emily en 1956 pudo haberlo llevado a abrazar a Valerie, pues ese año Emily le dio a Princeton las mil cartas que él le escribió desde su ruptura con Vivianne. Por primera vez, Eliot perdía el control de lo que dejaría a la posteridad. Mi idea es que este arranque de furia y la necesidad de un custodio a largo plazo con la lealtad absoluta de Valerie tuvieron que ver en que él optara por ella.

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“LOS “ POEMAS DE ELIOT TIENEN UNA FRESCURA RECOBRADA, COMO SI POR PRIMERA VEZ OBSERVARA EL CUERPO DE UNA MUJER COMO ALGO BELLO .

SUS POEMAS DE AMOR nada nos di-

cen de Valerie como persona, salvo que ella lo adora y que le encanta ver que su belleza lo excita cuando está desnuda con tacones altos. Es fácil apreciar la enormidad, desde la perspectiva de ella, de haber sido elegida por un inmortal y sentir que está en su poder el provocarlo. Aun después de su muerte en 2012, quedan

las escenas para decirnos algo, y hay una pista ratificante en una publicación poco conocida, la última obra que escribió Eliot. Los poemas de amor son una señal de la gracia inesperada que llegó a Eliot por medio del amor humano en los últimos ocho años de su vida. Eliot expone el esquema de este final en un panfleto del British Council sobre George Herbert (1962). Se trata de una biografía espiritual en la que Eliot parece hablar al unísono con el poeta del siglo xvii , malhumorado, esnob, meticuloso en el vestir, quien le diera la espalda al mundo. Al igual que Eliot, tras sufrir la ausencia divina, Herbert tuvo un matrimonio feliz en sus últimos años. Eliot termina citando completo el poema que empieza: “Amor me dio la bienvenida: pero mi alma dudó, / Culpable de polvo y pecado”. Cada parte sugiere un paralelismo con la vida de Eliot, en especial la gracia de los dos últimos versos: “Debes sentarte, dice Amor, y probar de mi carne: / Eso hice y comí”. Eliot dijo alguna vez que por más íntimo que sea un poema de amor, es para ser escuchado. Compara esto con lo que se le dice al ser amado en privado, que debe ser en prosa. Se dice que le escribía a Valerie aun cuando estaban juntos. Así que podemos esperar mayores revelaciones en los tomos finales de la correspondencia de Eliot. Fuente The New Stateman, 20 de noviembre, 2015.

El traductor de poesía recrea lo escrito en la lengua de origen, para vertirlo del mejor modo posible en la de destino. Estas cuatro versiones del comienzo de La tierra baldía muestran ese juego de sutilezas y matices que han buscado, a través de los años, reflejar el sentido y la sonoridad de los versos de T. S. Eliot.

CUATRO INICIOS PAR A L A TIERR A BALDÍA [Agustí Bartra]

[Juan Malpartida]

Abril es el mes más cruel: engendra lilas de la tierra muerta, mezcla recuerdos y anhelos, despierta inertes raíces con lluvias primaverales.

Abril es el mes más cruel, hace brotar lilas en tierra muerta, mezcla memoria y deseo, remueve lentas raíces con lluvia primaveral.

[José Luis Rivas]

[Gabriel Bernal Granados]

Abril, el más cruel entre los meses, Injerta lilas en la tierra inerte, Cruza memorias con anhelos, remueve Raíces perezosas con lluvias vernales.

Abril es el mes más cruel, consiente Lilas de la tierra muerta, mezcla Memoria y deseo, y agita Raíces mustias con la lluvia de la primavera.

Fuentes > Agustí Bartra: Picazo, Barcelona, 1977; José Luis Rivas: UAM, México, 1990; Juan Malpartida: Barcelona, Círculo de Lectores, 2001; Gabriel Bernal Granados: El Tucán de Virginia, México, 2018.

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Estas páginas celebran la recuperación de la historia, injustamente olvidada, de un autor cuya relevancia fue opacada por el éxito y prestigio que condujo a su hermano menor, Isaac Bashevis Singer, a obtener el Premio Nobel de Literatura en 1978. Israel Yehoshua Singer fue a su vez un escritor muy notable, cuya obra más reconocida, Los hermanos Ashkenazi, circula en nuestro idioma en versión directa del ídish. Aquí, la trama y la sustancia que la nutren.

Israel Yehoshua Singer

UNA NOVELA MAYOR, RECUPER ADA

E

n 1936, la novela de un escritor desconocido, escrita en ídish y publicada ese año en Nueva York, se convirtió en un éxito literario y de público, rivalizando con Lo que el viento se llevó como el libro más leído del año. Su título era Los hermanos Ashkenazi y su autor, el escritor judío polaco Israel Yehoshua Singer (1893-1944) —hermano mayor de Isaac Bashevis Singer, Premio Nobel de Literatura 1978—, había emigrado a Estados Unidos en 1934, invitado por el editor del periódico Forwards, el más influyente de Nueva York en ídish. Para entonces, Israel Yehoshua Singer tenía una carrera literaria ya consolidada en Polonia, con un libro de cuentos y dos exitosas novelas, y era considerado como una de las voces más poderosas de la literatura en ídish de su tiempo, a lo cual se agregaba una importante carrera como periodista. Su vocación literaria había surgido desde que era todavía un adolescente cuando, en oposición al destino rabínico que le estaba destinado como hijo mayor de una piadosa familia jasídica y de un padre que ejercía como rabino, dejó atrás su educación judía tradicional, abandonó la ortodoxia y se interesó por la cultura occidental y escritores como Tolstoi, Dostoievski, Turguéniev, Hamsun y Twain. Atraído por los ecos de la Revolución Rusa, en 1918 viajó a Kiev y Moscú; regresó a Varsovia en 1921, desilusionado por el fracaso de la redención social y política prometida, y horrorizado por los resabios de

antisemitismo que aún perduraban en Rusia. Su éxito literario y sus críticas a la experiencia soviética, reiteradas en 1928 en sus crónicas de viaje como corresponsal del periódico Forwards, lo enemistaron con gran parte de la intelectualidad judía de izquierda. Esto lo alentó a aceptar la invitación para emigrar a Nueva York e incorporarse al equipo directivo de dicho periódico. Al mismo tiempo inició una nueva y notable carrera literaria, que lamentablemente fue opacada por su temprana muerte y por el talento y la fama de su hermano menor, Isaac (1904-1991), emigrado a Estados Unidos en 1935 por invitación de su hermano mayor, a quien siempre reconoció como mentor y padre espiritual. Sin duda, Los hermanos Ashkenazi es la obra maestra de Israel Yehoshua. Ubicada en la ciudad de Lodz, capital de la industria textil polaca, la novela transcurre entre mediados del siglo XIX y los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la formación de una Polonia independiente. Escrita como una saga familiar, narra la historia de dos hermanos gemelos —tan opuestos como Caín y Abel— nacidos con pocos minutos de diferencia en el seno de una acomodada familia jasídica, cuyo patriarca es el administrador comercial de una fábrica textil perteneciente a un industrial alemán. El mayor, Simja Meir —esmirriado, tosco, calculador, cruel, impopular y un prodigio en la exégesis talmúdica— tiene como objetivo en la vida triunfar

“SU “ RIVALIDAD, TANTO EN LOS NEGOCIOS COMO EN LA CONQUISTA DEL AMOR DE LA MISMA MUJER, ES EL MOTOR DE UNA HISTORIA FAMILIAR A LO LARGO DE TRES GENERACIONES QUE CULMINA EN UN DESTINO TRÁGICO PARA AMBOS .

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Fuente > wikipedia_org

GILDA WALDMAN

Israel Yehoshua Singer (1893-1944).

en los negocios, convertirse en un magnate y ser el Rey de Lodz. Está dispuesto a pagar cualquier precio por ello. Su gemelo, Yánkev Bunem, menos dotado intelectualmente pero compasivo, es guapo, encantador, y la fortuna le sonríe casi sin proponérselo. Aunque los dos alcanzan el éxito —de diferentes maneras—, su rivalidad, tanto en los negocios como en la conquista del amor de la misma mujer, es el motor de una historia familiar que se desenvuelve a lo largo de tres generaciones y que, aun con una tardía reconciliación entre los hermanos, culmina en un destino trágico para ambos. Suponer que esta novela se refiere sólo a la rivalidad de dos hermanos con ambiciones y temperamentos distintos no le hace justicia a una narración de resonancias tolstoianas y cercana a otra saga familiar tan compleja como Los Buddenbrook, de Thomas Mann. Alrededor de las trayectorias individuales de Simja Meir y Yánkev Bunem y de su difícil relación, la novela entreteje las vivencias personales de una familia —y de muchos otros hombres y mujeres— con la urdimbre social en la que se desarrollan sus destinos, envueltos todos en el vértigo de fuerzas históricas poderosas y cambiantes. Por una parte,

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la evolución de la industria textil en la ciudad polaca de Lodz a lo largo del siglo XIX hasta comienzos del XX . Por la otra, la profunda transformación de la vida judía en esa localidad —y, en general, en toda Europa—, por efectos de la industrialización, el secularismo y el peso de las nuevas corrientes ideológicas de la época, como el comunismo y el nacionalismo. La trama de Los hermanos Ashkenazi se desarrolla, casi en su totalidad, en Lodz. Son muchos los escritores que han convertido el territorio geográfico de la urbe en espacio literario, alcanzando de hecho la simbiosis entre una ciudad y su escritura: es el caso de Virginia Woolf con Londres, Franz Kafka con Praga, James Joyce con Dublín, Fernando Pessoa con Lisboa, Jorge Luis Borges con Buenos Aires. Por su parte, Israel Yehoshua Singer relata a Lodz a lo largo de un siglo, recorre la historia de esta ciudad que, de ser un poblado pequeño y pobre, incorporado al imperio ruso en 1815, se convirtió en su capital textil más importante, hasta ser devastada por la ocupación alemana durante la Primera Guerra Mundial. Más tarde, ya incorporada a Polonia y aún conservando su carácter industrial, no logró recobrar el intenso desarrollo que tuvo en el siglo XIX. Con la llegada de tejedores alemanes alentados por el gobierno polaco, a fin de crear las primeras fábricas de hilado de algodón para el vasto mercado ruso, la novela comienza así: Por los polvorientos caminos que desde Sajonia y Silesia descienden hasta Polonia, una insólita procesión de hombres, mujeres y niños, cargados con todas sus pertenencias, atravesaba pausadamente prados y bosques, pueblos y aldeas, saqueados y devastados por las recientes guerras napoleónicas. Ya fueran ricos o pobres, todos ellos coincidían en una preciada posesión: un lustroso telar de madera atado a cada carro o carromato. Si la inmigración alemana fue la semilla de la industrialización de Lodz, a ella se sumó muy pronto la actividad de industriales y comerciantes judíos que en poco tiempo la llenaron de ruido y agitación, cuyo crecimiento parecía no tener fin, sobre la que brotaban avenidas, calles, edificios, tiendas, bazares y almacenes. Lodz se convirtió en un imán para muchos polacos de otras zonas del país; desde los pueblos cercanos y de regiones como Lituania y Galizia, llegaron también miles de jóvenes para aprender primero el oficio de tejedores y, más tarde, servir como mano de obra en las fábricas con maquinaria de vapor. Singer nos adentra, paulatinamente, en las entrañas de una ciudad que crecía esplendorosa y próspera, donde confluían ingenieros, químicos, maestros tejedores, diseñadores, mercaderes, viajantes, agentes comerciales, jóvenes aventureros, etcétera, provenientes de todas partes del

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“AMBOS “ SE ALEJAN DE UNA TRADICIÓN INALTERADA DURANTE SIGLOS, QUE PODÍA VIVIRSE COMO UNA PRISIÓN PERO QUE OFRECÍA, AL MISMO TIEMPO, LA CERTIDUMBRE DE UN MARCO DE RESPONSABILIDAD Y SOLIDARIDAD COMPARTIDO . mundo; pero donde también, tras las bambalinas de su desarrollo industrial, su rápida urbanización y cosmopolitismo, ocurría la realidad de miseria y explotación de sus trabajadores. En páginas que evocan el universo desolador de Londres durante la era victoriana plasmado en la literatura de Charles Dickens, Israel Yehoshua Singer ofrece un retrato descarnado de la vida obrera en Lodz —hambre, trabajo extenuante, condiciones de vida miserables, jornales insuficientes— que descifra literariamente el surgimiento y la consolidación de la burguesía, conseguidos a expensas de la explotación, la amenaza de despido y la reducción salarial de los trabajadores. Hasta que, en el marco de las nacientes revoluciones sociales, comienzan a surgir las rebeliones de los trabajadores ante el abuso de los patrones, convirtiendo a Lodz en uno de los centros del movimiento comunista. Ahí transcurre la vida de los hermanos Ashkenazi. El patriarca, Abraham Hersh Ashkenazi, es un judío jasídico acomodado, creyente, piadoso, sumergido en los textos sagrados y dirigente de la comunidad judía de Lodz, a quien su rabino anticipa el futuro de sus gemelos: “Tus descendientes serán hombres acaudalados (pero no devotos)”. Israel Yehoshua Singer pinta de manera magistral cómo las turbulencias históricas provocan cambios dramáticos en la vida judía tradicional, por efectos del desarrollo industrial, la secularización y la emergencia de las nuevas ideologías. Para los gemelos Ashkenazi, el éxito en el mundo de los negocios —que Simja Meir alcanza con astucia, tretas comerciales, codicia y cálculo, y Yánkev Bunem con simpatía y buena suerte— implica abandonar el judaísmo, romper con los valores familiares, aculturarse paulatinamente (cambiar de nombre, cortarse la barba, usar ropa europea, hablar en alemán) como paso previo a una total integración social, pues el éxito económico está fuera de la comunidad judía. Ambos se alejan de una tradición inalterada durante siglos, que podía vivirse como una prisión pero que ofrecía, al mismo tiempo, la certidumbre de un marco de responsabilidad y solidaridad compartido; los atraen las posibilidades fascinantes que ofrece el mundo moderno: libertad y cosmopolitismo, entre otras. Los dos, de manera distinta, quedan —metafóricamente— suspendidos sobre un trozo de hielo que se deshace mientras flota en el río. También los judíos pobres que trabajan en las fábricas textiles de Lodz —como muchos otros jóvenes

judíos, polacos y rusos— se adhieren con fervor al hechizo de las ideologías políticas seculares que recorren Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, en especial el comunismo. Así reemplazan las exégesis talmúdicas por ardientes discusiones revolucionarias que traducirán en acciones políticas —al precio de la clandestinidad y la cárcel— como única forma de poner fin a la pobreza y la marginalidad judías y dar paso a una etapa de redención universal. En la novela, el personaje de Nissan representa esta ruptura genealógica, histórica y social. Hijo de un rabino, expulsado de su casa por leer textos seculares, volcado al estudio del marxismo, se convierte en líder sindical, es expulsado a Siberia y alcanza una posición de influencia en la Revolución Rusa. Pero en todos los casos, implica el autor, los judíos no parecen tener un lugar en Europa. El antisemitismo recorre la historia de Lodz a lo largo del siglo XIX, e incluso después de 1918, cuando Polonia ya es una república independiente. Los pogroms [linchamientos] estallan con frecuencia, inclusive cuando una marcha planeada para conmemorar el Día del Trabajo fracasa y los trabajadores, ebrios, inician uno contra los obreros judíos, camaradas de clase. Los judíos se vuelven chivos expiatorios de cualquier conflicto social, económico o político. A pesar de su éxito en el mundo secular, Simja Meir y Yánkev Bunem —en especial éste último, en su trágico final— son perseguidos sólo por ser judíos. Para los hermanos Ashkenazi, ni el status económico ni la vida secular los protegerán del antisemitismo, aunque no lo quieran aceptar. Y Nissan vivirá también las desventuras y la desilusión del proyecto revolucionario en Rusia. Épica y realista, al estilo de la novela europea del siglo XIX, Los hermanos Ashkenazi no se enfoca en los dilemas existenciales de sus personajes sino en el entorno social y político donde se desenvuelven. Más aún: todos ellos están sujetos a las poderosas fuerzas de la historia. Sus derrotas no obedecen a contradicciones y ambigüedades internas, sino a las fuerzas sociales y políticas de su tiempo. Historia de una ciudad, de la revolución industrial, el capitalismo, los judíos polacos, la Revolución Rusa, Los hermanos Ashkenazi es una novela injustamente olvidada. Por eso, su reciente publicación al español —en traducción directa del ídish, realizada por Rhoda Henelde y Jacob Abecasís— es digna de festejarse. Israel Yehoshua Singer, Los hermanos Ashkenazi, Acantilado, Barcelona, 2017.

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Para calentar los entusiasmos con miras al cincuenta aniversario del Metro, varios escritores participan en el ciclo de charlas Los escritores viajan en el Metro, que se celebra en el museo de ese sistema de transporte. Presentamos el cuento que Bibiana Camacho leyó durante su intervención, como un doble homenaje: a los vagones color naranja y al maestro Juan José Arreola, cuyo centenario de nacimiento acabamos de conmemorar.

EL GUARDAVÍAS

Y

a casi es medianoche, el forastero acaba de llegar a la Ciudad de México por primera vez. El autobús lo dejó en la terminal Tapo. No trae dinero, sólo la dirección de un amigo que le dará hospedaje y le proporcionará un pequeño préstamo mientras le pagan en la chamba que le ofrecieron. Se apresura a la estación del Metro San Lázaro, pues sabe que está a punto de dejar de dar servicio y no quiere pasar la noche en la estación. Su amigo le ofreció prestado para un taxi, pero el orgulloso forastero se rehusó: ya es bastante con que me hospedes sin pedirme nada, te lo agradezco infinitamente, contestó tajante. Su amigo no insistió. Debe bajarse en la estación Cuauhtémoc de la línea uno, por fortuna no es necesario que transborde. Mientras observa el túnel vacío y oscuro, un anciano de la limpieza se le acerca y le pregunta por su destino. —Colonia Juárez... mmm... estación Cuauhtémoc. —Ja —contesta el viejecito con sonrisa chimuela—. A ver si llega, ese destino es difícil, fíjese, se lo digo yo, que he trabajado en el Metro toda mi vida. El anciano se queda mirando hacia el túnel, como si él también fuera un anhelante pasajero. —Pero estoy en la dirección correcta, ¿verdad? —Pues depende adónde quiera llegar. —Ya le dije: a la estación Cuauhtémoc. —Pero, ¿está seguro? A veces uno quiere llegar a otro lado, pero no lo sabe. A ver, ¿a dónde va? El forastero lo observa desconcertado, no sabe si confiarle la dirección; su amigo le advirtió, no le digas a nadie adónde vas, te vienes directo, es muy fácil, te bajas en Cuauhtémoc y caminas cuatro cuadras, dos hacia allá y dos para acá. No le des información a nadie, de ningún tipo, de preferencia no hables con nadie.

—Y O HE TRABAJADO aquí toda mi vida. Y no tiene idea de la cantidad de muertos que he visto, de esos que se avientan a las vías, cuando uno apenas va llegando y no tiene oportunidad de frenar, así, en seco —el anciano se queda mirando al vacío como si los fantasmas de los difuntos que habla desfilaran frente a él.

“YA “ CASI SE MARCHA, AHORA SÍ, POR FIN, DE UNA VEZ Y PARA SIEMPRE, LE RECOMIENDO QUE NO SE DUERMA Y CUIDE SUS PERTENENCIAS .

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Fuente > noticieros.televisa.com

BIBIANA CAMACHO

El forastero mira hacia las vías y dice, desconsolado: —Yo sólo quiero llegar a la estación Cuauhtémoc. —Muy bien —responde el vejete—, me encanta que persista en su proyecto. Si así fuéramos todos, personas de convicciones, esta ciudad, qué le digo, este país sería otro. En cambio, ya ve, todo es un desastre. Mire, lo que usted tiene que hacer para llegar a su destino es tomar el primer tren, rogar que vaya directo y sin contratiempos a la parada final. Porque mire, a esta hora, a veces, los trenes se ponen caprichosos y llegan a otros destinos. Por ejemplo, si usted no se fija bien, puede terminar en Pantitlán o en Observatorio, así nomás, sin darse cuenta, ¿sabe? El anciano sonríe y el forastero, verdaderamente aterrorizado, le devuelve la sonrisa sin saber si confiar en él o no. —Es que usted es de fuera, ¿verdad? Mire, aquí el Metro funciona con regularidad —y hace una seña con el dedo índice girando en la sien de su cabeza—. O sea, en las horas pico, lleva a la gente a donde quiere y necesita ir, pero a esta hora, oiga, ya es mucho pedir; lo lleva adonde se puede, como se puede. Y lo mejor que puede hacer uno, pues sí, es dejarse llevar. ¿Entiende lo que le digo? El forastero no entiende nada, él sólo quiere llegar a la casa de su amigo y dormir, si hay oportunidad, cenar algo: un vaso con leche, un pan con mantequilla, lo que sea. Saciar esa hambre que le tiene el aliento con sabor metálico; y dormir, sobre todo dormir en una cama, con sábanas y una cobija. Piensa en la gente que ha visto en la estación con cartones de cajas y cobijas apestosas, dispuestos a pasar ahí la noche. Ni madres, piensa, eso no. El viejillo le da un codazo que lo regresa a la realidad: —Mire, tiene suerte, ahí viene el último, pero le recomiendo que no se suba en los últimos vagones, hágase para delante, si no quiere que le den por detrás. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!

El forastero lo mira contrariado. El viejo le parece simpático y conocedor, pero ya no sabe qué pensar de él. Lo único que quiere es llegar con su amigo, dormir en una cama que huela a limpio, sentirse seguro, descansar. El tren llega a la estación, va vacío, se detiene, pero no abre sus puertas. El forastero espera unos segundos, mira con cuidado; quizá sea necesario apretar algún botón, jalar una palanca, piensa. Pero no ve nada parecido. Cuando el tren acelera poco a poco, el viejo se retuerce en una carcajada, se palmea las rodillas y le cuesta trabajo respirar. —Yo que usted, la verdad, mejor me quedaba a dormir en la estación. El ambiente es muy bonito, todos somos amigos y compartimos las pocas pertenencias que traemos encima, si es que traemos algo. También compartimos un traguito, sobre todo si hace frío o si... El viejo le hace una seña para que lo siga, sin terminar la frase, pero el forastero desconfía. Ha escuchado tantas historias de robos; además, la estación le parece horrible, hedionda e incómoda. No quiere alejarse del andén. El anciano desaparece en los pasillos y el forastero respira aliviado, pero el alivio le dura sólo unos segundos. La estación está desierta y no hay indicio alguno de que vaya a pasar otro tren. Camina hacia los torniquetes y se percata de que las puertas del Metro están cerradas, tampoco hay policía y la taquilla se ve oscura y solitaria. Entonces escucha un pitido y vuelve a toda prisa hacia los andenes. De pronto, el viejecillo aparece a su lado y le dice: —Lo felicito, usted es un hombre de palabra que no abandona sus objetivos. Ya casi se marcha, ahora sí, por fin, de una vez y para siempre, le recomiendo que no se duerma y cuide sus pertenencias, uno nunca sabe. Procure ir directo a su destino en cuanto llegue a su estación tan anhelada. Ya se ve a lo lejos el faro y el viento se hace más violento cuando el tren está a punto de entrar al andén. El viejo hace un guiño y dice: “buen viaje”, entonces se avienta a las vías justo cuando el tren llega. El forastero pega un grito que nadie oye. Se sube contrariado en el último vagón y se asoma a la ventanilla trasera, en cuanto el tren se pone en marcha. Espera ver un cuerpo ensangrentado y aplastado, pero en su lugar ve al viejo sentado en flor de loto, en medio de las vías, diciéndole adiós con la mano y mirándolo con picardía. (Cuento inspirado en “El guardagujas” de Juan José Arreola, publicado en 1952 en Confabulario. Forma parte de la antología en homenaje al maestro Entorno arreolino, que está en proceso de distribución por etalcontenidos, México, 2018).

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El Cultural

Pensé que está no era tu primera incursión en el bisnes. Claro que es el primer restaurante en el que estoy inmiscuido. El Gaspar (de hamburguesas gurmet) es de Kenya, mi mujer, y de otros socios. Vago Imperial comenzó precisamente porque Kenya me sugirió que nos asociáramos con Juan Carlos Yerenas, el master del café a la vuelta de la casa: El Terrible Juan, donde lo conocí, me hice fan de su café y empecé a ir a diario. Entonces Kenya me dijo que se nos iba demasiado presupuesto en mis cafecitos. Que mejor nos asociáramos con Juan para que cuando menos me saliera gratis el consumo. ¿Le estás declarando la guerra a la torta ahogada? Soy un aficionado tardío a la torta ahogada, pero estoy verdaderamente convencido de que es una gran cosa de la región. Actualmente mis favoritas son las de buche. Jamás la declararía la guerra a las ahogadas. De hecho, ahora que lo dices sería bueno incluirlas en el menú. Del menú actual del Vago hay varias cosas que me gustan mucho, si es para desayuno los chilaquiles verdes con lengua me fascinan. ¿Los cafés se pusieron de moda de nuevo en Guadalajara? Me da la impresión de que es uno de los tantos rubros en que Guadalajara está teniendo una especie de boom. Yo no era tan aficionado a los cafés en mi juventud, pero creo que la oferta ahora es bastante buena, y veo que siguen apareciendo cafés y restaurantes y galerías y barberías y escuelas de yoga, etcétera. ¿Será de esas cosas que hay que agradecerles a los hipsters? De dónde sacas tiempo y energía para tanta actividad. Qué sigue, ¿vender birria los domingos? No me considero especialmente energético, pero por la forma de decirlo me hiciste sentir activo, emprendedor, y te

ABRUMADO por las muchas actividades conmemorativas del medio siglo del movimiento estudiantil-popular de 1968, y tras marchar para recordar los hechos, llegan al alacrán los comentarios sobre la serie de Televisa distribuida por Amazon Prime Video, Un extraño enemigo, donde se aborda aquel hecho histórico en clave de thriller político telenovelesco sobre el poder y los poderosos. El torpe planteamiento central de la obra, dirigida por Gabriel Ripstein, se resume en que los participantes (estudiantes, intelectuales, dirigentes, el comité de huelga y desde luego los granaderos, la policía y el ejército) fueron sólo objeto de una conspiración desde el poder, víctimas no-pensantes de la maldad de los políticos. A pesar de sus buenos actores, la ficción deviene melodramática y confusa; para colmo, insinúa una relación de amantes entre la escritora Elena Garro y el temible director de la Dirección Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios. De esta serie, producida por Emilio Azcárraga Jean, el escorpión esperaba al menos la recuperación autocrítica de aquella apertura del noticiero de Jacobo Zabludovsky para informar de los hechos: “Hoy fue un día soleado”, pero naaaa... Para teleseries de gran calidad y alcance crítico, el venenoso destaca la producida por TV-UNAM, Verano del 68, que se transmite desde agosto por televisión abierta y de paga. Dirigida por Carlos Bolado y producida por Fernando Sariñana, la obra significa uno de los esfuerzos más profesionales realizados por la televisión universitaria. Cada capítulo de treinta minutos, dramatizado y con magníficos actores, incluye una presentación de Ricardo Raphael, quien da contexto y ubica los hechos y sus conexiones. Las imágenes originales e inéditas del movimiento se mezclan con la ficción para profundizar en planteamientos críticos

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por

VAGO IMPERIAL FUE

COMO MI NOMBRE

CARLOS VELÁZQUEZ

DE BATALLA CUANDO

@charfornication

EL NOMBRE QUE ELEGÍ

QUISE SER DJ . lo agradezco. Soy un Molusco Imperial que se maneja a ritmo semilento, pero como casi no reviento y soy muy rutinario, puedo cumplir con mis obligaciones productivas de forma bastante confiable. La birria es otra de las maravillas de la región. ¿Cómo podríamos hacer una birria hipster para el Vago? ¿Con acentos de arúgula y quinoa? ¿El café es una de tus drogas favoritas? Una de las cosas tristes de la edad es tener que ir dejando los vicios. Ruego a los dioses moneros que no me los quiten todos, por favor. Me queda, efectivamente, el café (mi dosis diaria son tres long blacks y un macchiato), los puros, y en alguna fiesta a la que le vea el perfil adecuado, algún psicotrópico. Pero sí, básicamente el café. Y las redes sociales y Netflix. Cómo surgió el nombre de Vago Imperial. Vago Imperial fue el nombre que elegí como mi nombre de batalla cuando quise ser DJ. Mi carrera de DJ duró dos meses. Pero el nombre siguió conmigo. A veces lo completo: Vago Molusco Imperial. Algunos amigos me dicen Imperial Vaggins. Otros me nombran Pelucas Mi Alegría, y los más aventajados me dicen la Tía Pelancho. ¿Vago Imperial es un negocio o un pretexto para agasajar a tus cuates? ¿Eres el gerente o la atracción principal? Yo no tengo idea de cómo hacer que funcione un negocio. Por eso la operación la lleva Juan Carlos. Mi papel, aparte de ser (con Kenya) socio inversionista, es bastante ornamental. “Tómese una foto con el Molusco Monero mientras desayuna”.

C A F É VAG O IMPERIAL

¿Algún día dejarás Guadalajara? Nunca me iré. Soy Molusco. Los moluscos no se mueven. Tendría que ser una marea muy poderosa para que, sin que enterarme, termine en un lugar lejano, como Tlaquepaque.

EL SINO DEL ESCORPIÓN

Foto > Especial

EN LA TIERRA DE LA TORTUGA ahogada existe un espécimen endémico que responde al nombre de José Ignacio Solórzano. Also know as Jis. Este molusco es monero (niños escondan a sus mamás), melómano y facebookmaniaco. Junto a Trino conforma una de las duplas humorísticas más memorables desde que le quitaran tres ceros al peso, con quien perpetra el espacio radiofónico La chora interminable (en Spotify). Es transparente como una botella de Evian. Desde hace décadas publica en Milenio una suerte de autobiografía en su cartón “Otro día”, Karl Ove Knausgård se la pela. Habitué del estriptis emocional, habló de la apertura del Café Vago Imperial (Guadalupe Zuno 2143, Colonia Obrera, Guadalajara).

Foto > Especial

SÁBADO 06.10.2018

Por

ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

LAS IMÁGENES ORIGINALES E INÉDITAS DEL MOVIMIENTO SE MEZCLAN CON LA FICCIÓN PARA PROFUNDIZAR EN PLANTEAMIENTOS CRÍTICOS NADA AUTOCOMPLACIENTES

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nada autocomplacientes (puede consultarse aquí https:// www.youtube.com/watch?v=KVljCNjqlrs). El escorpión no puede regresar a su nido sin recomendar la miniserie documental Desaparecer en México, recién lanzada precisamente el 2 de octubre por la organización Artículo 19 en su canal de YouTube (https://www.youtube.com/ watch?v=c1jPTZh1KUo). Mediante evidencia documental y material de archivos diversos, la obra articula la historia de la desaparición forzada en México desde los primeros casos hasta su establecimiento como práctica de violencia estatal, y de ahí a su adopción por parte de grupos del crimen organizado. “No podemos entender las desapariciones de hoy sin reconocer ese pasado”, insiste Artículo 19. Sacudido por la primera emisión, el arácnido la trae a discusión para avivar la memoria de lo ocurrido y la conciencia del terrible presente mexicano.

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SÁBADO 06.10.2018

ESGRIMA Por

ALICIA QUIÑONES

IÑAKI BONILLAS LO QUE LA FOTOGR AFÍA D E J Ó AT R Á S

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esde muy joven, el artista Iñaki Bonillas (Ciudad de México, 1981) estableció una relación entre su trabajo plástico y la fotografía pero, más aún, con las prácticas de la misma durante las décadas de los sesenta y setenta. Por ello, su obra se enfoca en el hecho fotográfico (la cámara, la película, el obturador, el revelado), para después conectarlos con distintos procedimientos nofotográficos. Entre las exposiciones individuales más recientes de Bonillas se encuentran Secretos (Estancia Femsa, Casa Luis Barragán, Ciudad de México, 2017) y Arxiu J. R. Plaza (La Virreina Centre de la Imatge, Barcelona, 2012). Su trabajo también se ha exhibido en Estados Unidos, España, Brasil, Bélgica e Italia, entre otros países. Ya no, todavía no es la primera exposición de Iñaki Bonillas en la galería Kurimanzutto: permanecerá abierta hasta el 20 de octubre. En ella presenta el resultado de su investigación sobre lo que el pintor y cineasta Robert Bresson llamó la inteligencia de las manos. También se enfoca en lo que la fotografía ha perdido con el avance de las tecnologías. ¿Cómo se mira la fotografía contemporánea a través tu exposición? Esta muestra no es exclusivamente sobre imágenes, aunque uno de los trabajos (“Adiós a la fotografía”) fue de los puntos de partida: tiene que ver con mi formación profesional, porque fui asistente de diversos fotógrafos en una época en la que todo lo que aprendía tenía una muerte anunciada. La era digital estaba por llegar y desplazaría gran parte de todo ese aprendizaje. El título de la exposición es Ya no, todavía no, frase que tomo prestada de un ensayo de Hannah Arendt donde habla de estos huecos, de estos vacíos que se abren cuando una cosa deja de ser actual, pero aún no desaparece del todo. Eso es, para mí, lo que está sucediendo con la fotografía. Las manos han ido perdiendo importancia, las desempleamos: con un dedo oprimimos un botón y capturamos una imagen. Hasta ahí llega la relación de las manos con la construcción de una imagen. Antes había un ritual sobre la materialización de la imagen, en el cual las manos participaban de manera determinante. Por otro lado, en mi trabajo siempre hay un sinfín de manos que participan en los procesos y tienen, en general, muy poca visibilidad. En esta exposición quise darles un lugar.

“EN “ NUESTROS TIEMPOS, LA FOTOGRAFÍA SE HA CONVERTIDO EN UNA ESPECIE DE LENGUAJE. EMPLEAMOS LAS IMÁGENES PARA CONSTRUIR ENUNCIADOS”.

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¿Qué es lo que el espectador puede encontrar en la galería? Creo que en el arte, grosso modo, se trata de tener límites, así que una de las reglas consistió en trabajar única y exclusivamente con colaboradores que están cerca. Eso quiere decir que no hice fotograbados, una de las técnicas que presento en la muestra, con quien habitualmente los hago. En cambio busqué a alguien en México que se dedicara a este técnica que es de lo más arcaica, obsoleta y difícil de hacer hoy. Tuve la suerte de encontrar un taller en Santa María la Ribera que se llama Zopilote: ahí producen heliograbados a la vieja usanza. Dos series de esta exposición fueron hechas así, a partir de la impresión de imágenes creadas para placas de cobre. Otra de las características de la fotografía digital es que casi todo lo que se genera a través de ese proceso, trabajes como trabajes, se acaba viendo igual. En contraste, al emplear placas de cobre resulta impresionante que el proceso se anteponga a la imagen. También se exhibe una serie de videos que hice en colaboración con el fotógrafo de cine Rafael Ortega. Grabamos cada uno de los procesos con la idea de mostrar una secuencia que se repite mecánicamente, una y otra vez. Eso es exactamente lo que acaba pasando con las manos inteligentes, que han reemplazado a aquellas que durante muchos años desarrollaron un proceso artesanal. Las nuevas manos tienen una especie de autonomía, hacen todo casi por sí solas.

Fuente > kurimanzutto.com

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El Cultural

Por otro lado incluyo fragmentos de canciones de la poeta antigua Safo, los cuales se fragmentaron aún más con una técnica de esténciles que diseñó un impresor francés del siglo XVI e iluminaciones antiguas que se empleaban, como su nombre lo indica, para iluminar un texto: los decorados en oro ayudaban a la lectura a la luz de la vela. Descubrí que uno de los volúmenes más y mejor iluminados en el medioevo fue El libro de Kells. Me basé en esa caligrafía (hoy la llamamos tipografía) para hacer la invitación de esta muestra y con la misma se transcribieron algunos fragmentos de los poemas en prosa de Arthur Rimbaud, Iluminaciones, en los que sólo se iluminaron las letras cerradas, en una especie de código secreto. ¿Qué aporta de nuevo el discurso de tu exposición? Aunque en el primer mundo esta muestra habría sido anacrónica, el juego del título, Ya no, todavía no habla de que en México todavía es común encontrar este tipo de dicotomías. Por un lado estamos hipertecnologizados y por otro todavía encontramos escribas en la Plaza de Santo Domingo que pueden llenar tus documentos si no sabes leer o escribir o si no tienes computadora para diseñar la invitación de los quince años de tu hija. Esos extremos se tocan con mucha efusividad. Por eso pensé que era importante desarrollar este tema en México. ¿Ha cambiado el propósito de la fotografía? Sí, antes el acto fotográfico tenía que ver con la huella, como lo describía Roland Barthes en su libro La cámara lúcida. Decía: tú ves una imagen de algo que estuvo ahí, que quizá ya se convirtió en un espectro pero dejó una marca fotosensible, una especie de juego de espejos entre la cámara y lo que estuvo ahí, la luz que permitió que esa imagen se formara. En nuestros tiempos se ha convertido en una especie de lenguaje, es decir, empleamos las imágenes para construir enunciados. La fotografía como la conocíamos antes no tiene nada que ver con lo que es hoy.

04/10/18 21:51


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