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CARLOS VELÁZQUEZ

EL CORRIDO DEL SANTO MADERO

ALEJANDRO DE LA GARZA LA GUERRA 5G

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ

UNA ESCENA LITERARIA TERMINAL

El Cultural N Ú M . 2 0 2

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

ESCRITORES DE LOS 70 Y LECTURAS MEXICANAS I JAIME MESA HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ ISAÍ MORENO ALEJANDRO BADILLO

FUTBOL EN CANCHA Y TEXTO

EL DISCURSO DE LA TRIBU EDGAR MORALES SAUCEDO Arte digital > Staff > La Razón

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Las plumas y las obras que constituyen el canon nacional. La narrativa y la poesía fundamentales de nuestra literatura contemporánea. Tirajes generosos, costo accesible. Todo ello quedó agrupado en la colección Lecturas Mexicanas, que difundió la SEP en la segunda mitad del siglo XX. ¿De qué modo marcaron esas ediciones a los creadores nacidos en los setenta y ochenta? Este conjunto de textos —cuya segunda parte publicaremos en el siguiente número de El Cultural— intenta responder a esa pregunta.

ESCRITORES DE LOS 70 Y LECTURAS MEXICANAS I COMPILACIÓN JAIME MESA Y HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ PRESENTACIÓN JAIME MESA

¿Q

ué leen los escritores mexicanos de las generaciones recientes (nacidos en los setenta y ochenta)? La respuesta es tan amplia y variada como sus temas, estilos que dotan a su creciente obra de una pluralidad cosmopolita, que mezclan lo tradicional y lo posmoderno. Son dos generaciones (en lo individual y en lo general) unidas por internet, en donde —a diferencia de las anteriores, que lo hacían en las bibliotecas— buscan y encuentran los árboles genealógicos (con todo y raíces) de su educación lectora. No me refiero a que lean expresamente en la pantalla, aunque lo hacen de manera natural y constante, sino que sus excavaciones son también virtuales: menciones de otros escritores (de su país y de todo el mundo) acerca de libros y textos, además del bombardeo sobre las novedades de todos los continentes. En pocos minutos pueden hallar el rastro, y la obra completa, de autores nuevos o ya consolidados o desconocidos o mediáticamente brutales. De esta forma, nos encontramos con un catálogo inmenso en donde podrían estar representadas casi todas las literaturas. Son, en

consecuencia, lectores que no muestran al primer vistazo sus fuentes ni su origen. Parecen venir, en su oficio lector, de todos lados. Sin embargo, hay una constante. En la mayoría de las mesas de discusión, en festivales, ferias y encuentros de escritores, siempre aparecen menciones a libros específicos que, aunque distintos en sustancia, temas y formas, fueron agrupados y respiran una misma atmósfera y una tendencia similar que, de cierta manera, es el canon de la literatura mexicana. Nadie desmiente que la colección Lecturas Mexicanas agrupó a lo más revelador de la identidad literaria de nuestro país. Fue primero la sorpresa de hallar en un solo espacio una cantidad tan abrumadora de obras reconocidas por la crítica, el público y la academia, incluso de otros países. Parecía que ahí estaban todos los que eran. El editor, o editores, de esta colección en sus distintas series parecía un sabio que había sido capaz de conformar un ejército, con libros de todo el país, publicados por distintas editoriales, en un sello del Estado en tirajes amplios (30 mil ejemplares) y a un precio costeable para (casi) cualquier familia en este país, y que la

Foto > medium.com

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clase media, sobre todo, aprovechó para alimentarse culturalmente. Y es ahí en donde se halla la segunda constante de esta colección y sus lectores. La mayoría de nosotros (los setenteros y ochenteros) hallamos en nuestros hogares colecciones completas o parciales de libros ya leídos o a veces aún en bolsas de plástico, con el logo de la colección y de la SEP, joyas que nuestros padres, familiares y amigos habían comprado en los estanquillos-librerías que había en distintos lugares, colocados, pienso, de manera estratégica para que tanto lectores habituales como potenciales se encontraran con ellos. Somos un par de generaciones educadas con esa literatura mexicana de primera división. De los tradicionales a los vanguardistas, de los que confiaban en un lenguaje estilizado y eminentemente libresco a los que perseguían la oralidad más prosaica. Tantos temas y tantos estilos, seguramente, influyeron en nuestra literatura. La única constante que une a los escritores que convocamos a escribir sobre la colección Lecturas Mexicanas y sobre varios de sus más importantes títulos, como Alejandro Badillo, José Miguel Tomasena, Iris García, Héctor Iván González, Franco Félix, Alejandro Vázquez Ortiz o Alberto Chimal, además de pertenecer a las generaciones de los setenta y ochenta, es la heterogeneidad, la pluralidad y la

JAIME MESA (Puebla, 1977) es autor de las novelas Las bestias negras (Alfaguara, 2015) y La mujer inexistente (Alfaguara, 2017).

noción de que sus literaturas pudieran estar fundadas en todas partes. Sin embargo, la raigambre mexicana se percibe y se nota en esa coincidencia de lecturas que los hizo conocer su propia tradición y que los formó en sus primeros años. Sin ser lectores exclusivos de literatura mexicana, sí se presiente su conocimiento de ella para, como los grandes artistas, traicionarla o refrendarla. Además, como colofón de lujo, decidimos invitar a Isaí Moreno, escritor de una generación anterior pero cercana a los setenteros, y a Ramón Córdoba, legendaria figura que ha visto pasar, no sólo como lector sino como editor, a muchos de los autores que ese canon inaugurado con Lecturas Mexicanas forjó. Como muchos de los buenos proyectos, éste fue resultado de una plática postfestival o postferia. Daniel Espartaco y yo habíamos participado en distintas reuniones en donde, de manera inesperada, descubrimos la constante de estas lecturas englobadas en la colección antes dicha. Independientemente de la tendencia, de sus propios libros, de sus lecturas nuevas, de sus preferencias literarias, la mayoría tenía una o dos anécdotas relacionadas, primero, con su contacto inicial con Lecturas Mexicanas y, enseguida, con varios de los títulos que la había marcado y que los perseguían desde niños o jóvenes hasta ahora que eran escritores maduros.

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Pasó el tiempo y la tendencia de hallar esas charlas continuó. La semilla sembrada por Daniel Espartaco y yo en ese tiempo: “Invitemos a autores de nuestra generación a reseñar o hablar de los títulos de Lecturas Mexicanas”, halló en otra reunión con Héctor Iván González una salida que ve la luz hoy en las páginas de El Cultural. Creo que es importante hacer notar que para dos generaciones que nada tienen en común hacia dentro o hacia afuera, que escriben como seres globales, la única constante se encuentre en la lectura y en esta particular colección. Porque parecería que, aún con su multiplicidad de temas y estilos, los títulos que aparecieron en Lecturas Mexicanas son distintos capítulos de un libro que representa, sobre todo, la segunda mitad del siglo XX mexicano. Es un resumen gigante de una literatura tan apegada a lo mexicano y a la vez tan universal que, de alguna forma, explica la tendencia diversa y plural de la nueva literatura mexicana y de sus más recientes escritores. Nada nos define tan bien, quizá, como haber sido lectores en nuestros primeros años de esta colección fundamental que por su selección prodigiosa, su amplia difusión y su costo bajísimo cumplió cabalmente para formar a una generación, o dos, de escritores que podrían estar escribiendo o leyendo los títulos de la siguiente serie de Lecturas Mexicanas.

SERGIO FERNÁNDEZ BAJO EL SIGNO DE PISCIS ISAÍ MORENO

L

a serie Lecturas Mexicanas conforma un canon indiscutible para muchos de nosotros y estuvo en nuestra primera educación literaria e intelectual. Sí, nos quitamos los pañales leyendo obras de esta colección y aún seguimos sacándolas con cautela de nuestros libreros, temerosos de que cedan a la presión motriz y sus empastados se nos quiebren como oblea. Somos legión quienes nos hemos preguntado por qué es tan buena. Hemos especulado sobre los porqués de que se estuviese escribiendo tan bien en la época de publicación de tales libros; incluso hemos pensado que la SEP y el FCE publicaron primeramente o hasta descubrieron a los autores de esa colección. En realidad, esos autores formaban parte de las lecturas del novelista y maestro Eugenio Aguirre, quien coordinó con tino la primera y segunda serie, y son también consecuencia no sólo de su ojo lector, sino de su capacidad de gestión para que editoriales míticas, entre ellas Joaquín Mortiz o Era, con editores de alto riesgo como Joaquín Díez Canedo en la primera, y Vicente Rojo junto con

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“UNO “ DE LOS MEJORES PROGRAMAS DE PROMOCIÓN DE LA LECTURA, A MAGNÍFICO PRECIO Y SIN ÁNIMOS DE POPULISMO, SE DEBE A EUGENIO AGUIRRE Y A ESOS CÓMPLICES QUE EDITARON A AUTORES MARGINALES . los hermanos Espresate al mando de la segunda, coeditasen sus títulos con el FCE en tirajes de enorme escala. Joaquín Mortiz y Era tenían ya la fama de publicar y hacer visibles plumas rigurosas consigo mismas, varias de ellas emergentes o de la contracultura. Uno de los mejores programas de promoción de la lectura, a magnífico precio y sin ánimos de populismo, se debe a Aguirre y a esos cómplices que editaron a autores marginales, sin dejar de mencionar a los funcionarios entusiastas de la iniciativa pública que no escatimaron en el proyecto. Hecha ya la selección del novelista y profesor de la SOGEM, Lecturas Mexicanas resultó un producto exquisito y comercial. Insisto,

en su inicio soterrado, la colección fue responsabilidad de editores españoles que leyeron a mexicanos, volviéndose de esa manera lecturas españolas. Exagerando un poco, la colección fue —tras bambalinas— la herencia de los exiliados de la Guerra Civil Española que hallaron en México una casa y un hogar en la literatura que entonces nacía, lectores y herederos casi directos de Valle Inclán y Max Aub. Eugenio Aguirre hizo el resto. Vuelvo con frecuencia a libros de culto que, antes que por Era o Joaquín Mortiz, llegaron a mis manos mediante Lecturas Mexicanas. El otoño recorre las islas, La paloma, el sótano y la torre, Farabeuf (mi biblia y libro oracular de años atrás), La obediencia nocturna, Tiene la noche un árbol, el casi inconseguible Los viernes de Lautaro y Los peces (una de mis actuales biblias, inspiradora de un proyecto escritural). A éste último libro me aboco, no sin antes persignarme y agradecer en el tiempo al profesor Víctor Manuel Díaz Arciniega haberlo impuesto como lectura en uno de sus cursos en Filosofía y Letras de la UNAM.

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“EN “ EL VIAJE DE INICIACIÓN DE SERGIO FERNÁNDEZ PARA ENCONTRAR SU LENGUAJE, ÚNICO E IRREPETIBLE, NO PODEMOS ELUDIR LAS TRAVESÍAS METAFÍSICAS QUE EN SU OBRA HICIERA ATANASIUS KIRCHER, UNO DE LOS MAESTROS DE SOR JUANA . conseguir el cometido de romper con aquéllas? En parte, consultando a los poetas. Luego, yendo al sitio en que dormitan juntos palabras y símbolos. En el viaje de iniciación de Fernández para encontrar su lenguaje, único e irrepetible, no podemos eludir las travesías metafísicas que en su obra hiciera Atanasius Kircher, uno de los maestros de Sor Juana (maestra, a su vez, de Fernández). Al leer a Sor Juana, también leemos a Kircher y, al hacerlo, nos enfrentamos parcialmente al Corpus hermeticum (su obra fundamental). Los peces es un tratado de hermética y de gnosis. La alquimia de Fernández transmuta palabras para obtener un nuevo lenguaje, digamos, el propicio para una novela como ésta. Dice Fernández:

ISAÍ MORENO (Ciudad de México, 1967) es autor de las novelas El suicidio de una mariposa (Editorial Terracota, 2012) y Orange Road (Nitro Press, 2019).

Fuente > elem.mx

Los peces, de Sergio Fernández, fue publicada originalmente por Joaquín Mortiz y luego se hizo famosa en Lecturas Mexicanas (poseo ambas ediciones: en la de Lecturas Mexicanas aparece también el sello de Joaquín Mortiz y algo que me llamó la atención fue que en la disposición de cajas, tipografía y maquetado, las dos ediciones coinciden a modo de facsímil). Ésta es una de las novelas más extrañas que se han concebido en la literatura iberoamericana. No es una historia de consecución encadenada dirigiéndose a un final esperado o con posible vuelta de tuerca. La exigencia de su estética determina lo que esta obra habrá de entregarnos en la medida de nuestro interés lector, y más allá: en la medida de nuestro afán de conocer como sólo la novela permite hacerlo. Si quisiéramos ser políticamente correctos, diríamos que en ella se da la prevalencia del personaje sobre lo narrado y su transformación psíquica a lo largo del texto: lo que muchos exigen de una novela. La joven protagonista, extranjera que visita Roma los días previos a su boda, es objeto de descubrimientos sensoriales desatados y extensos, se halla plantada ante las mil y un maneras del deseo, ese deseo que constituye perdición para la carne y salvación para el espíritu. Hay en Los peces la carne de un hombre y el espíritu de una tradición religiosa: fusionados, ambos nos colocan ante una joven que es deseada por cierto sacerdote enamorado. Ella a su vez desea. Eso es todo. Empero, si pretendemos hallar el verdadero arte de esta novela, advertiremos que en ella, como en las obras maestras del género, la conciencia se funde paulatinamente con el espacio, se vuelve el espacio. ¿Qué hay entonces, pues, de todo el universo alterno que encierra una obra como Los peces? Para escribir el libro, Sergio Fernández debió someterse a un proceso iniciático de preparación en la escritura. Como primer paso se despojó de la linealidad espacio-temporal que implica el lenguaje con que aprehendemos el mundo, estructuras a las que dan lugar las palabras usuales, comunicativas y constreñidas a esa dimensión en la que hay un antes y un después. El autor hubo de diluir el propio concepto de consecución lógica y, una vez en el terreno de la narrativa, quebrantar las reglas dramáticas. ¿Cómo

Sergio Fernández (1926).

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Varias oraciones se dicen con familiaridad en las rutas abiertas a las Indias. ¿A qué actitud deberé responder? ¿A cuál si soy el espacio por el que se entra a un sitio los días primeros de los años y luego cada mes? —Después agrega—: Subimos; descendemos a un mundo regido por órdenes perfectos y lo que va a suceder se dispone así, un poco abruptamente sobre las almas: se trata de un material preparado con suavidad, con pulcritud; de algo que se condiciona porque los peces son costumbres rudimentarias que en círculos concéntricos penetran a la esfera que cargo en la cabeza. Los peces aludidos a la par que las transformaciones del verbo evocan flujo de conciencia y transmutación. En el universo de la Kábala existe el ángel Jabam-iah, el número setenta, cuyo nombre significa verbo que produce todas las cosas. Según la tradición, este ser portentoso aporta la esencia de la transmutación y se le define como el ángel de la Alquimia. Jabam-iah opera sobre quienes surte influencia, colocando en una parte de ellos esa pequeña porción de oro capaz de resplandecer plenamente. El signo del ángel de la Alquimia, por cierto, es Piscis. De aquí parte el secreto de Los peces, jugando a la transmutación de palabras de sabiduría en susurros de amante y viceversa, peces multiplicados por el milagro del deseo. Pensemos, como dice Sor Juana, en el pez como mudo pez, el pez que, en el silencio, remite al flujo de la conciencia. Entonces imaginemos al pez fluyendo en el agua de las palabras. El pez movimiento y a su vez, eje. El pez que se transforma infinitamente, como el pez filosófico de Fulcanelli. Eso es esta novela. En los

peces transcurre la tarde, diría Fernández. Los peces no tienen prisa, los peces son círculos concéntricos que penetran en la cabeza. Nada más ideal para una novela de flujo de la conciencia, del famoso stream of consciousness al que el autor admite haber recurrido. El stream of consciousness no es originario de los ingleses, como se cree, sino de Quevedo, en el final de El buscón. Sin embargo fueron los ingleses quienes mejor lo explotaron, entre ellos Virginia Woolf (otra de las maestras de Fernández) en Las olas. No resulta extraño, pues, que en lugar de un hombre sea una joven la protagonista de ese enorme viaje iniciático a Roma y al interior de la conciencia que es Los peces. En la novela, la prosa lírica constituye un agua de palabras, inasible, transparente y a veces turbia, pero que se deja guiar por las leyes propias de ese fluido que asume todas las formas, todos los estados: ahí habitan los peces y ahí podemos ahogarnos, como lo hizo Virginia Woolf en las aguas. Fernández nos ha entregado una novela líquida. Qué vastedad, la de la Roma ofrecida en Los peces. Esa ciudad intemporal que arrobó a Sergio Fernández bajo la guía de María Zambrano (su madre monstruosa, como la llamaba él), se nos instala como una herida eterna en el corazón. En la Roma de Fernández confluyen turistas vivos y turistas muertos. La guía turística metafísica es la novela en cuestión. Los peces, así como Las olas de Woolf, confluye en un punto luminoso alcanzable sólo si se deja la existencia misma. Dice al final la joven protagonista: “Vienen luego periodos de silencio pero entonces, realmente invertebrada, arrastro mi ataúd que entre una despedida y la cercana ofusca, entre sus alas, el sabor de mi muerte” y nos hace recordar a uno de los seis jóvenes de Las olas: Y al encuentro de la muerte cabalgo blandiendo mi espada... Hincando las espuelas en los flancos de mi caballo indomado, me precipito a tu encuentro, ¡oh, muerte! Al final de las aguas del deseo, donde nadan los peces eternos, nos espera esa pequeña gran obra de Lecturas Mexicanas. Es devuelta con devoción a su sitio en el librero (debería ir con nosotros, ser uno de nuestros arcanos) para señalarnos otro de los secretos que se ocultan al centro de las revelaciones, de los silencios, de la misma muerte: el de la voz interior que, en monólogo, ha hablado sin que nadie la pronuncie.

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LA OBEDIENCIA NOCTURNA: UN TESORO ESCONDIDO ALEJANDRO BADILLO

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atención de la que gozaban coetáneos suyos como Juan García Ponce, Salvador Elizondo o José Emilio Pacheco. A pesar de haber trabajado en la UNAM y ser director de la Casa del Lago en uno de sus periodos de más esplendor, su obra escueta pero poderosa tardó mucho en leerse con seriedad y aún sigue siendo desconocida para muchos lectores. Por supuesto, una de las razones por las cuales la obra de Melo no fue de consumo masivo fue su talante oscuro y, de alguna manera, provocador. Publicada por primera vez en 1969 por la Editorial Era, tuvo una segunda edición en 1987 al integrarse a Lecturas Mexicanas. Gracias a esta edición de 20 mil ejemplares La obediencia nocturna sorteó tres décadas hasta el 2017, cuando la editorial de la Universidad Veracruzana publicó de nueva cuenta el libro con otras obras del autor. En La obediencia nocturna, el protagonista —un estudiante recién llegado a la Ciudad de México— comienza su historia recordando la muerte de Beatriz. El nombre de ella es, además de un recurso intertextual con el poema de Dante, un motivo para ahondar en la pérdida. Si en La divina comedia hay una redención última, en la novela de Melo no hay un escape a la luz. Beatriz no es el final sino el punto de inicio, la entrada a un laberinto de muros invisibles. Como en el ejemplar cuento de Borges, en el que un rey se venga de otro dejándolo en la mitad de un desierto, el personaje de Melo se pierde en la expansión continua de la ciudad y sus múltiples recovecos. No hay escape porque la salida no existe.

Fuente > correodellibro.com.mx

gnoro cuándo adquirí mi primer ejemplar de Lecturas Mexicanas. De los volúmenes que ocupan una sección de mi biblioteca, la mayoría fue comprada en las librerías de viejo de la calle de Donceles. La visita a esos negocios es una obligación cuando quieres comprar más de un libro y el presupuesto no da para mucho. En aquellas excursiones conocí buena parte de la literatura mexicana que estaba fuera de la mesa de novedades o de las recomendaciones y los artículos que aparecían en los suplementos culturales de los noventa. Esa colección, junto con la serie Lectura Semanal de la SEP, coordinada por Paco Ignacio Taibo II, fue fundamental para lectores autodidactas como yo, que no pisaron la facultad de Filosofía y Letras. Para nosotros, el próximo libro a leer era el que estaba más a la mano y, por supuesto, a un precio accesible. Entre decepciones y afortunados descubrimientos se afina el gusto de un principiante. Pronto me di cuenta de que Lecturas Mexicanas es una especie de canon para académicos, lectores, autores y editores. Así, poco a poco, fui llenando mi librero con las obras emblemáticas de Paz, Revueltas, Fuentes. También pude leer a escritores desconocidos para el gran público, como Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas y Jesús Gardea, entre tantos otros. Uno de los libros fundamentales para mi conocimiento de la literatura y que encontré en esa colección fue La obediencia nocturna, del veracruzano Juan Vicente Melo (1932-1996). Perteneciente a la llamada Generación de Medio Siglo, el autor no tenía la

Juan Vicente Melo (1932-1996).

“OTRO “ ASPECTO VITAL PARA ENTENDER LA NOVELA ES LA MUSICALIDAD. FERVIENTE MELÓMANO, UNO DE LOS POCOS CRÍTICOS MUSICALES SERIOS QUE HA DADO EL PAÍS, EL VERACRUZANO LLEVÓ LA ARQUITECTURA DEL SONIDO A SUS OBRAS .

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ALEJANDRO BADILLO (Puebla, 1977) es autor de la novela La mujer de los macacos (Ediciones Magenta, 2012) y el libro de cuentos La herrumbre y las huellas (Ediciones de Educación y Cultura, 2013).

Otro aspecto vital para entender la novela es la musicalidad. Ferviente melómano, uno de los pocos críticos musicales serios que ha dado el país, el veracruzano llevó la arquitectura del sonido a sus obras. Es probable que algún lector poco perspicaz no alcance a percibir esta intención en sus narraciones y se quede con una noción de anarquía en la selección de palabras y frases. Como si fuera la transcripción literaria de una sinfonía, la historia es, en realidad, un gran leitmotiv literario que pronto descubre su vocación musical. Hay una especie de tema principal y, alrededor de él, se disponen pequeñas variaciones que contribuyen a profundizar la trama y la experiencia de lectura. Hay un juego constante con frases que van y vienen, a veces con algunos cambios, como si estuviéramos ante un déjà vu interminable. La repetición constante crea la sensación de estar en un mismo lugar, atrapado. Una de las anclas para que La obediencia nocturna no se pierda en lo inverosímil es la posición siempre frágil del narrador. Melo sabe muy bien que la primera persona aporta lo confesional. El mundo trastornado en el que nos sumergimos siempre es visto a través de la lente de un muchacho que, poco a poco, empieza a perderse en múltiples realidades, pero en el que siempre creemos. Otro aspecto completamente moderno de la novela es, además de la ambigüedad, la crisis en el narrador, un narrador que discute consigo mismo, se rebela contra su versión de la historia, metamorfosea hechos como cuando visita su infancia y recupera el recuerdo del perro familiar, un perro que —como un animal chamánico, una especie de alebrije— se transforma en un perro-tigre, una bestia al inicio solidaria y que, muy a tono con la pesadilla que estamos leyendo, se vuelve enemigo que ataca y al que hay que darle muerte. La habilidad del autor para no caer en escenarios exagerados o inverosímiles es considerar, en todo momento, el lenguaje como constructor de un estado de ánimo, el protagonista, y no el simple medio para la anécdota o peripecia. A menudo descubro reminiscencias de la obra de Juan Vicente Melo en la línea de un cuento o el párrafo de una novela que estoy escribiendo. No hablo, por supuesto, de una trama o anécdota similar. Me refiero a la intención de la escritura. Narrar desde la incertidumbre, tratando de explorar, desde mi biografía, los resquicios de la condición humana, es lo que me vincula con La obediencia nocturna y con el ejemplar de Lecturas Mexicanas que atesoro desde hace mucho tiempo.

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EL UMBRAL DE UNA NUEVA POESÍA

Foto > Archivo familiar

HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ

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as cosas se dieron de una manera sencilla, casi gratuita. Yo impartía un taller de lectura en voz alta en la Casa Jaime Sabines, en 2003. Cada quien preparaba un poema de su gusto y lo leía ante el grupo. Uno de los asistentes, originario de Tabasco, llevaba su ejemplar de El otoño recorre las islas, en Lecturas Mexicanas, Segunda Serie, con un diez en números capitales. Esa colección la había visto en algunas librerías breves, como yo llamo a lo que otros llaman tiraderos. Era la colección que había publicado a Reyes y González y González, lo mismo que a autores como Villaurrutia o Inés Arredondo, entre los más jóvenes, con portadas novedosas y sin ninguna censura.1 Me había tocado ver pocos ejemplares de esa colección de poesía, a pesar de que estaban el tomo de Lizalde y el de Muerte sin fin, de José Gorostiza. “Voy a leer un poema de José Carlos Becerra, poeta de mi tierra”, aseveró el chico de Tabasco. Yo no sabía nada de Becerra y ni siquiera lo había oído nombrar por mis maestros. Ya me había leído casi todo Paz, Neruda, Sabines, mucho de Darío, había tocado la llama ardiente de Pessoa, pero la dejé casi de inmediato, y empezaba a admirar (sin entender) a Baudelaire. Incluso, siento que me había empachado de Sabines. Era el poeta de moda en los noventa y no pude salvar el escollo de sus poemas cursis, pero también conocí los buenos. El asistente empezó a leer “Betania”:

José Carlos Becerra (1937-1970).

He tocado esta carne y no [he hallado otra resurrección [que el olvido ni otra vehemencia que aquella [de los labios pegados a la noche, a la oscuridad besada de los cuerpos, a las palabras dichas para que las [bocas resistan el hierro [nocturno... Creo que en ese momento algo se posesionó de mí y no me ha dejado hasta este instante. Por medio de esa secuencia de imágenes, de esa melodía parsimoniosa, se revelaba ante mí un tipo de poesía de nostalgia introspectiva, que se enriquece con la memoria. Ya no era una de base oral ni una muy influida por el surrealismo (como Paz o como las que había leído antes), sino una amalgama entre la palabra y las reminiscencias. Esa poesía de orden intimista me mostraba la forma en que se puede escribir acerca del paso del tiempo y de la forma en que incide en la percepción del poeta. ¿En qué estación del año pensamos más en el suceder de los días sino es en el otoño, en el último estertor del ciclo antes de la muerte invernal? “Para la ausencia”: Hemos abierto los ojos. La palabra le da de comer a [nuestros ojos. Nos hemos incorporado. La frente ha perdido su temblor [nocturno, su palidez suscita sombras.

“ME “ LLENABAN DE CONGOJA SUS POEMAS, PORQUE LO SUBLIME LOGRA UNA TENSIÓN LINGÜÍSTICA QUE NO SE PUEDE MANTENER POR MUCHO TIEMPO Y LLEGA A SER OMINOSO. BECERRA ME ENSEÑÓ QUE LA BELLEZA ES INQUIETANTE .

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HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ (Ciudad de México, 1980) es autor de los libros de ensayo Menos constante que el viento (Editorial Abismos, 2015) y La literatura comprometida y Jean-Paul Sartre (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2018).

Becerra me permitía vislumbrar otra sensibilidad, aquélla donde las percepciones sensoriales, la nostalgia y la posibilidad de aderezar el lenguaje se vertían en una poesía, que —a mi modo de ver— ya anunciaba una visión filosófica. A través de aquel tomo que he visto decenas de veces con sus hojas secas en la portada empecé a tener contacto con una lírica que recibía influencias y continuaba la de poetas como Saint-John Perse, Rainer Maria Rilke, Paul Celan, T. S. Eliot y, en el contexto mexicano, la de José Gorostiza o Xavier Villaurrutia, pero también la de un poeta nacional mucho más joven, Guillermo Fernández (1932-2012). De un golpe entraba a esa poesía que, mientras canta, se hace uno con el objeto deseado y elimina los límites, los bordes, entre la sensibilidad y el momento evocado. Además, lo hacía en voz baja, porque siempre he sentido que ésta es una poesía para leerse con voz sutil, una que obra más que para anular el silencio: lo hace para propiciarlo. Me llenaban de congoja sus poemas, porque lo sublime logra una tensión lingüística que no se puede mantener por mucho tiempo y llega a ser ominoso. Becerra me enseñó que la belleza es inquietante. Finalmente, creo que la poesía de José Carlos Becerra me abría la sensibilidad a poemas con destinatario. En la medida en la que se establece un interlocutor equis, el poema se enriquece, se llena de alusiones internas. “Oscura palabra”, dedicada a la madre del poeta, me mostró el arte de escribir versos con destinatario, que se nutren de un deseo de decir más de lo decible por medio de un poema a una sola persona. ¿Poesía menor, de circunstancia? No lo sé. Sólo recuerdo que Borges ponderaba la sencillez de las metáforas y mostraba que la intensidad de las imágenes se alimenta de lo más hondo de nuestra sensibilidad y de nuestra propia percepción. El otoño... me colocaba frente a un poeta que hasta la fecha releo constantemente, un poeta que debe estar en el orden de nuestros mayores referentes, sin duda.

Nota

Los dos casos, Nostalgia de la muerte y Río subterráneo, tienen portadas emblemáticas. En la de Villaurrutia aparecen unas calaquitas de juguete, como las que venden en el Día de Muertos, y que la edición del FCE retomó. En la de Arredondo aparecen unas nalgas espectaculares que hacen que cualquier paseante detenga su paso para observar con detenimiento el libro de cuentos. 1

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Los torneos del deporte más popular llegan a su culminación luego del campeonato de la liga mexicana, que concluyó el domingo pasado, y con la final de la Copa Champions, este sábado en Madrid, donde dos equipos ingleses disputan la supremacía del mejor futbol de clubes en el mundo, en medio de una gran expectación. Es el motivo de estas páginas que abundan en las vinculaciones del futbol y sus prodigios con la literatura y sus autores. Un maridaje que enriquece dos canchas cruciales: la del estadio y la de la página escrita.

Futbol

EL DISCURSO DE LA TRIBU

“E

l futbol —escribió Pier Paolo Pasolini— es la última representación sagrada de nuestra época. El último gran rito que nos queda”. La literatura y el futbol son rituales que el hombre inventó para condicionar su propia existencia. En ambos está presente la metáfora de anhelar aquello que no podemos alcanzar, pero impacta nuestra geografía emocional. Hoy ese deporte se resignifica pues además de jugarse y mirarse, también se verbaliza. Veamos ejemplos.

Fuente > elrestoesmio.blogspot.com

EDGAR MORALES SAUCEDO

Con boina, el portero de la Universidad de Argel, Albert Camus.

LA OTREDAD Y EL BALÓN En el prólogo de Cuentos de futbol (1995), Jorge Valdano presenta al intelectual Alcides Antuña Cavallero que, indignado por lo que el balompié provoca, trata de entenderlo a la luz de la antropología social y rastrea que la pelota primitiva fue la cabeza de un hombre. La locura se apodera de su mente y su esposa lo encuentra hablándole a un balón, como Hamlet al cráneo. Ser o no ser gol, he ahí la cuestión. Por cierto, las primeras referencias literarias se encuentran en Shakespeare: tanto en la Comedia de los errores (1592) como en el Rey Lear (1603). En esta última lo hace con un insulto: “Tú, ¡despreciable jugador de futbol!”. Durante mucho tiempo, los intelectuales conservadores rechazaron este juego porque en él las pasiones se imponen a la racionalidad. Aunque pensadores más progresistas lo descalificaban por desviar la energía revolucionaria de los pueblos, el marxista italiano Antonio Gramsci lo definió como: “ese reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”. Por su parte, en El futbol a sol y sombra (1995), el narrador uruguayo Eduardo Galeano afirma que el futbol se parece a Dios en la devoción que le tienen sus fieles y en las sospechas que levanta entre la élite culta.

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Albert Camus fue uno de los primeros intelectuales en reivindicarlo con la palabra. Como portero del equipo de la Universidad de Argel entendió que la pelota guarda semejanzas con la vida: no es lo que parece. En el periodo de entreguerras, patear un balón fue el único refugio para jóvenes que buscaron en él una salvación. El novelista Henry de Montherlant dedicó páginas al fenómeno en Lección de futbol en un parque y en Los 11 ante la puerta dorada —que integran parte de su obra Las Olímpicas, publicada en 1924 a propósito de las Olimpiadas de París—. Este Píndaro moderno encontró poesía en el estadio, además de hallarla en valores como dignidad y nobleza. Se preguntaba qué ocurría en la danza de los cuerpos, que provocaba una fuerza de atracción igual que el amor. Un tercer representante de la tierra de la liberté, egalité, fraternité ahondó en la retórica del juego para ejemplificar la condición humana: en su tratado Crítica de la razón dialéctica (1960), Jean-Paul Sartre —entusiasta del Paris Saint-Germain— afirmó que en la cancha “todo se complica por la presencia del otro equipo”. Una analogía genial para explicar el existencialismo, la otredad: “El infierno son los otros”.

En 1928, los poetas Rafael Alberti y Gabriel Celaya protagonizaron un duelo a raíz de los tres partidos disputados entre el Barcelona y la Real Sociedad por la Copa del Rey. Ante la actuación del guardameta culé, Alberti escribió una nostálgica “Oda a Platko”, quizá una de las primeras expresiones del futbol como seña de identidad. Celaya, seguidor de la escuadra donostiarra, respondió con su “Contraoda”.

LA ESTRELLA: EL JUGADOR La figura solitaria del arquero reviste un atractivo literario único. Es un mártir condenado a presenciar el partido de lejos, destinado a impedir anotaciones. Se trata del único actor entre los once que está preparado para lo imprevisto. Su romanticismo ha provocado versos recordados: “Te sorprendió el fotógrafo el momento / más bello de tu historia / deportiva, tumbándote en el viento / para evitar victoria, y un ventalle de palmas te aireó gloria”, reza la “Elegía al guardameta”, del poeta español Miguel Hernández. Habla, memoria, autobiografía de Vladimir Nabokov, es un elogio a sus

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pasiones: la literatura, las mariposas, el ajedrez, la familia y el futbol. Durante sus años en Cambridge fue un excéntrico cancerbero, posición que asumió como un arte en virtud de lo impasible de su desempeño. Ese mismo halo metafísico se advierte en el poema “Estadio de noche”, del alemán Günter Grass: “Lentamente ascendió el balón en el cielo. / Entonces se vio que estaba lleno el graderío. / En la portería estaba el poeta solitario, / pero el árbitro pitó fuera de juego”. En los versos de “El ángel de piernas chuecas”, el carioca Vinícius de Moraes encumbró a Garrincha, el extremo brasileño que brilló en Suecia 58 y Chile 62. Fue un homenaje para ese antihéroe loco por el aguardiente y todo lo ardiente —la pelota, la música y las mujeres, si bien murió entre pobreza, alcohol y soledad. En Las cenizas de Gramsci (1957), Pier Paolo Pasolini mostró indicios de su devoción por el futbol: descubrimos al tifoso detrás del poeta que entiende tanto las virtudes del balón como la delicadeza de las palabras. En su ensayo El futbol es un lenguaje con sus poetas y prosistas (1971) sostiene que se trata de un sistema no-verbal de signos y tiene un código definido por medio de las jugadas y la estructura táctica. Apunta además a la idea de que ese objeto redondo es

también producto de una reflexión de cariz filosófico.

CREATIVIDAD VS. ESTUPIDEZ La anécdota de la conferencia que dictó Jorge Luis Borges el 2 de junio de 1978, mientras Argentina y Hungría inauguraban en Mundial de aquel año en tierra albiceleste, fue una muestra sutil de hostilidad de la escena cultural hacia el fóbal. Según el genial ciego de Palermo, ese deporte es popular porque la estupidez es popular. Incluso un erudito como él percibía más viril el desafío entre cuchilleros; aunque implicaba matar, contenía cierta nobleza que no encontró en quien patea un balón. A pesar de esto, el autor de El Aleph y su compatriota Adolfo Bioy Casares se unieron bajo el seudónimo de

Honorio Bustos Domecq y nos regalaron “Esse est percipi” (Ser es ser percibido), cuento ubicado en una época en que no existen partidos y todo ocurre en los medios, a través de una falsa excitación de los relatores. En 1967 irrumpió Futbol, dinámica de lo impensado (2011), de Dante Panzeri, un referente del periodismo adelantado a su tiempo, un transgresor que modificó la crítica deportiva en Argentina. Postula que el futbol, para ser serio, tiene que ser juego. Además hace un juicio a la modernidad, el espectáculo, el intelectualismo y la engañosa profesionalización del placer. Este concepto lo retoma más tarde Futbol sin trampa (1986), de César Luis Menotti, un convencido de que el balompié nació en la calle, donde “los chicos para gambetear a un adversario tiraban la pelota contra la pared y la recibían detrás del contrario”, y luego fue saboteado por

“EN “ LAS CENIZAS DE GRAMSCI (1957), PIER PAOLO PASOLINI MOSTRÓ INDICIOS DE SU DEVOCIÓN POR EL FUTBOL: DESCUBRIMOS AL TIFOSO DETRÁS DEL POETA QUE ENTIENDE TANTO LAS VIRTUDES DEL BALÓN COMO LA DELICADEZA DE LAS PALABRAS .

DIEZ LIBROS IMPERDIBLES

1.

Martín Caparrós, Boquita, Planeta, 2005. La historia reciente de Argentina no puede explicarse sin futbol. La inmigración europea a partir de la segunda mitad del siglo XIX fue decisiva para la reconstrucción del ser nacional. Caparrós expone cómo, desde el principio, el barrio La Boca conservó una identidad xeneize (genovesa), a diferencia del resto de Buenos Aires, donde razas, lenguas y músicas del mundo se mezclaron. Más que una tesis sobre Boca Juniors es una aproximación a la idiosincrasia argentina, un recorrido por la geografía emocional de un sentimiento que abarca a la mitad más uno de argentinos y una radiografía de los alcances de una pasión compartida. Narra el origen del mito en los tiempos cuando se advertían las primeras diferencias entre football, una cuestión de método y fuerza, y futbol, un asunto de individuos, intuición y picardía. Ciencia vs. arte. Supuestas características criollas contra condiciones británicas presuntas: un país que en eñ fondo se buscaba a sí mismo. El recuento de leyendas bosteras va de Perón, las primeras Copas Libertadores y la consolidación de Maradona como ícono, a la ausencia prolongada de títulos y la época dorada en el nuevo milenio.

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2. Simon Critchley, En qué pensamos cuando pensamos en fútbol, Sexto Piso, 2018. Este ensayo ahonda en la necesidad de encontrar una poética en ese deporte. El intelectual inglés confiesa su devoción por exquisitos como Baggio, Maldini, Iniesta y Pirlo, mientras reivindica el arte del futbol defensivo como expresión de equilibrio perfecto y armonía estética. Profundiza en la paradoja de Zidane y la ambigüedad de su imagen colmada de gracia: ¿es una marioneta o un dios? Analiza con nostalgia la figura de entrenadores como Brian Clough y su ídolo Bill Shankly, hasta llegar a Jürgen Klopp, obsesionado por la creación del momento. Critchley —quien es practicante de la antigua religión del Liverpool FC— postula que conceptos filosóficos como espacio, tiempo, pasión, razón, estética, moral y política adquieren mayor sentido

a la luz del futbol: ofrece un acceso privilegiado al conocimiento sobre la humanidad. El futbol subyuga y deleita en la misma medida en que repele y exaspera. Es una experiencia de sumisión: nos atrapa en el drama, en espera de que ocurra algo extraordinario y nos traslade a un estado de euforia, fugaz y compartido.

3. Eduardo Galeano, El futbol a sol y sombra, Siglo XXI, 1995. El uruguayo desnuda a los protagonistas de la pasión: el jugador, el arquero, el ídolo, el fanático y, claro el gol (lo llama orgasmo del balompié). También aborda la historia, la política, la economía, la guerra y los medios de comunicación. Galeano es una voz autorizada para analizar la complejidad de América Latina. En el Río de la Plata, el futbol gestó un discurso criollo que creció, como el tango, desde los suburbios. La narrativa contextualiza e

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técnicos que no valoran el espíritu aventurero, obsesionados por tener funcionarios en lugar de creativos. Otro argentino imperdible en este recuento es Roberto Fontanarrosa —hincha de Rosario Central—, quien declaró que las únicas dos veces en que su esposa le interrumpió la siesta fue para informarle que los argentinos habían ocupado Las Malvinas, y que Maradona jugaría con Newell’s Old Boys. El Negro destacó como guionista, dibujante y humorista gráfico, pero lo mejor lo destinó al balón hecho palabra. La novela El Área 18 (1982) presenta un equipo de mercenarios patrocinado por una multinacional que viaja a Congodia, un inverosímil país que recientemente logró su independencia y basa el crecimiento económico en el desempeño de su selección nacional. El futuro político de la patria depende del resultado del partido. A su vez, 19 de diciembre de 1971 es un cuento que Fontanarrosa basó en un hecho real, con referencias concretas a la dialéctica entre canallas y leprosos. Esta historia de hinchas que lloran por el triunfo también es la celebración de la muerte como una despedida deseada. Tal vez por eso el creador de Boogie, el aceitoso imaginó el cielo como un sitio plagado de canchitas y bares, aderezado por la transmisión de los partidos.

interpreta el pulso vital que ocurre entre copas mundiales. El periodista está convencido de que el futbol profesional intenta castrar la energía de la felicidad. Quizá por eso se define como un mendigo del buen juego y suplica en el estadio “una linda jugadita, por amor de Dios”.

4. Juan Villoro, Dios es redondo, Pla-

neta, 2006. El hombre canta ópera o rompe récords porque le pasó algo horrendo. Villoro conecta la pasión por el futbol con la inocencia del buscador de héroes, pero también enciende hogueras. Seguidor del Barcelona por herencia y del Necaxa por capricho, interpreta el ascenso y la caída de Maradona, su relación con Nápoles y su segunda pasión pública, el lamento inconsolable: para el Pelusa, el llanto es una manera de separar capítulos de su vida. Villoro también se asoma a la liga española, con sus excesos y contradicciones. Reivindica la figura de Josep Guardiola tras su partida del mundo blaugrana, un ídolo raro y admirado, afecto al cine y la literatura, y

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Fuente > marca.com

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Sin embargo, quien mejor describió el incipiente proceso de globalización del futbol fue el uruguayo Mario Benedetti. En el cuento “Puntero izquierdo” (1954) se adentró en los conflictos laborales de un jugador seducido por la tentación del arreglo de partidos, con funestas consecuencias. El hincha del Nacional de Montevideo y vinculado con la izquierda escribió una obra cumbre, “El césped” (1989). El cuento explora la condición humana por medio de la fantasía a partir de los sueños que experimenta Benja, en los que imagina juntos a sus ídolos, entre ellos Nasazzi, Obdulio, Piendibene, Gambetta y Schiaffino. Una piedra angular en la construcción de este filón editorial es Sueños de futbol (1994), de Jorge Valdano, argentino nacionalizado español. Es

condenado a un equívoco: los escritores quieren hablar con él de futbol y él quiere hablar con ellos de libros. Destaca el diálogo con Jorge Valdano y su devoción por Ángel Fernández, que reinventó el imaginario del futbol nacional y provocó su vocación por las letras: lo llevó a descubrir las palabras como símbolos mágicos, “capaces de transformar un juego sin gloria en la caída de Cartago”.

5. Luis Martín y Pol Ballús, Cuaderno de Mánchester, Malpaso, 2016. Noel Gallagher, el líder de Oasis —agrupación indiscutible para entender el impacto del britpop en los noventa—, prologa este proyecto literario, pues profetizó que la llegada de Pep Guardiola había sido un golpe maestro para el club. Cuaderno de Mánchester narra la estancia de el Noi de Sampedor en el club con el que impuso un record insólito: coronarse con cien puntos en la Premier League. El subtítulo del libro, De cómo y con quién Pep Guardiola conquistó Inglaterra, anuncia la travesía de un técnico visionario que revolucionó

Valdano y Maradona en México 86. Días de gloria.

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su versión más menottista, es decir, de admirador del futbolista pensante, con su planteamiento de que un equipo es un estado de ánimo. Una mitología con la que consolidó un branding que se expandió en sus múltiples cuentos, cuadernos y apuntes, que lo sitúan como el juglar por excelencia de esta expresión. Por eso no fue casual que Valdano apareciera en la primera portada de Líbero, revista española independiente que se pregunta: ¿futbolizar la cultura o culturizar el futbol? Entre los colaboradores de Líbero destacan Luis García Montero, Andrés Neuman y Manuel Jabois. El autor de Futbol: El juego infinito (2017) cree que el balompié sin palabras es poca cosa, y que en la obsesión por la pelota empieza todo. En México contamos con un crack que es Juan Villoro. Heredero de la tradición filosófica, entiende que escribir de futbol es una de las múltiples reparaciones que permite la literatura. El autor de Los once de la tribu (1995) y Dios es redondo (2006) cree que el sistema de referencias de este deporte involucra las emociones de tal forma que construye su propia dramaturgia. Un testigo fundamental en la poética de esta misa pagana es el uruguayo Eduardo Galeano, quien exploró la realidad de la cancha como la de un monstruo que habla distintos idiomas

el futbol; incluye testimonios en primera persona y voces de su entorno más íntimo. La historia recorre su nacimiento en el remoto pueblo de Cataluña, su filosofía de juego, su paso por el Bayern Múnich, hasta la cúspide de los tiempos actuales. Con capítulos bien contextualizados y enmarcados por temas de Joy Division, Madness y más, Luis Martín y Pol Ballús logran un texto indispensable para amantes del futbol, pero también para interesados en historias urbanas con el tono original de los protagonistas.

6. Andrés Burgo, El partido (del si-

glo), Tusquets, 2016. El título sugiere que se trata de un libro sobre Maradona, pero en la portada aparecen Valdano y Steve Hodge, que al final del partido se quedó con la remera (camiseta) de el Diego. Es un homenaje sin reflectores a los protagonistas y una reconstrucción minuto a minuto del antes, durante y después de ese legendario 22 de junio en México 86, que enfrentó a Argentina e Inglaterra bajo la sombra de la Guerra de las Malvinas. Maradona juega en una ley de gravedad diferente, surca el césped y nadie lo detiene: hay cinco ingleses caídos (Beardsley, Reid, Butcher, Fenwick y Shilton). Luego de atravesar el océano, la pelota toca tierra. No es un gol, es alquimia de futbol, como si un relámpago cayera sobre el Azteca. La unión entre lo terrenal y lo galáctico. El autor asegura que su conciencia arranca en los mundiales, no en su casa ni el colegio. Por sobre todas las cosas, 1986 es su Mundial, el que aún no termina y juega en su memoria.

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y desata pasiones universales. Hizo con las manos lo que nunca pudo hacer con los pies; pidió a las palabras lo que la pelota le negó. Su obra capital es El futbol a sol y sombra (1995), pero conviene acercarse a Su majestad el futbol (1968) y Cerrado por futbol (2017).

EN INGLÉS SE DICE SOCCER

Fuente > thescottishsun.co.uk

En lengua sajona sobresale The Soccer Tribe —traducido al español de forma deleznable como El deporte rey— (1981), del inglés Desmond Morris, una interpretación antropológica del juego. Indaga el comportamiento de las antiguas civilizaciones y traza los vasos comunicantes entre la evolución y supervivencia del hombre y el balompié moderno. De 1990 es Among the Thugs (Entre los vándalos), que es un testimonio revelador en torno a la cultura del hooliganismo escrito por Bill Buford, intelectual estadounidense que no tenía interés por el deporte.

Su postura cambió al presenciar usos de los aficionados ingleses más radicales: decidió infiltrarse como espectador. Escrito sin miramientos y con una dosis alta de humor negro, explora los rincones más sombríos de la violencia en los ochenta. La transmutación de la First Division a Premier League en 1992 marcó un parteaguas en Inglaterra. En ese contexto se publicó Fever Pitch (Fiebre en las gradas), del inglés Nick Hornby, libro medular en la reconstrucción de la sociedad británica posterior a las tragedias de Heysel y Hillsborough. Por medio del relato autobiográfico, el autor nos adentra en un viaje sentimental a lo largo de veinte temporadas como seguidor del Arsenal.

7. Varios autores, Breve historia del ya merito, Sexto Piso, 2018. La vida es ese lapso que ocurre entre Mundial y Mundial. Este ejercicio literario sobre la Selección Mexicana escudriña la pesadilla de cada cuatro años. Los autores indagan en la psique del jugador mexicano, desde la construcción espiritual de una mística hasta entender que las heridas cicatrizan en la piel, no en el recuerdo. Escarban en la filosofía de la derrota con rostro de autoelogio: ser patriota significa honrar a los perdedores. La única constante para el tricolor en las copas del mundo es el incesto mediático con la empresa que dirige sus destinos, la capacidad para fracasar deportivamente y triunfar en la industria del entretenimiento. Las palabras se repiten: garra, espíritu, idea futbolística, jugamos como nunca y perdimos como siempre. Más que un anhelo, el añorado quinto partido parece una maldición. Es la piedra angular a partir de la cual se manosean las ilusiones de millones. Quizá por eso Carlos Velázquez dice que la colección del álbum Panini, sin completar, es un recordatorio indeleble de nuestros fracasos. 8. Thomas Kistner, FIFA Mafia, Roca,

2015. Investigación digna de un thriller que inicia con la designación de los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022. El personaje central, Sepp Blatter, se entrelaza con nombres decisivos como João Havelange y Patrick Nally, el papel de la televisión y los derechos de comercialización, la reinvención de la Copa de Europa en la Champions League, Ricardo Te-

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Irvine Welsh en el estadio de su equipo, el Hibernian.

xeira. Llega a tiempos recientes, con Michel Platini y su ascenso a la UEFA, su hijo Laurent como nexo financiero entre Qatar y el PSG, el Vaticano, Roman Abramovich, la compañía Gazprom, Gianni Infantino y otros que cedieron a la tentación del negocio del futbol. Es la historia de hombres que se ganaron la vida con la pelota sobre la mesa. Blatter situó al futbol por encima de fronteras y religiones, con dotes de servilismo y comedia pero sin perder el protagonismo que lo erige como líder de una iglesia que crea héroes y leyendas. Kistner recuerda: nadie ha notado que los dos hemisferios del logo de la FIFA desaparecieron para siempre.

9. Jorge Valdano, Sueños de fútbol, El País / Aguilar, 1994. El futbol es la recuperación semanal de la infancia y un equipo es un estado de ánimo. Más que un libro, es una declaración de principios. El autor postula que desde el futbol se puede filosofar y que, al contrario, es imposible hacer futbol a partir de la filosofía. Estas páginas narran parte de la historia que ocurrió en una isla a la que Jorge Valdano fue a buscar un tesoro y lo encontró: el CD Tenerife, equipo modesto que su mando transmutó en célebre. La trayectoria nos dice que bajó a la altura de África, voló a Europa, vivió éxitos y dramas, superó las pruebas que le impuso el destino como si fuera héroe de la mitología griega. Con la colaboración de los hermanos Carmelo y Martín Rivero Ferrera —periodistas vinculados al entorno de Canarias—, el libro invita a conocer el pensamiento de un enamorado del futbol bien jugado: “Es de

El escocés Walter Scott —una de cuyas novelas inspiró el nombre del Heart of Midlothian, equipo que representa a los protestantes de Edimburgo— decía que la vida en sí misma es un partido. Casi dos siglos después, su compatriota Irvine Welsh conmocionó al mundo con Trainspotting, suceso literario cargado de guiños a la cultura urbana, las drogas, la evolución del punk a la música electrónica y el futbol. Una frase del libro resume su pasión por el Hibernian —el otro club de la capital escocesa y de filiación católica—: “Preferiría ver a mi hermana en un burdel que a mi hermano con una bufanda de los Hearts”. El novelista sentencia: “El futbol en sí mismo es horrible. Representa todo lo que es feo en el mundo. Es el tipo de negocio más explotador, feo y neoliberal que existe, pero la cultura que existe en torno a él es maravillosa”. El deporte del balón es y será un relato de mitos, ritos y símbolos. Una repetición sin punto de partida: el eterno retorno. El juego perdura y se mantiene. También su carácter espiritual. Hasta el modo de levantar una copa cuando se es campeón tiene un claro paralelismo con la liturgia religiosa. Es verdad que en el principio fue el juego. Pero a veces, el mejor futbol se lee.

buen gusto intelectual presumir de ignorancia en materia futbolística. Como si el balón fuera a destrozar los delicados jarrones de la cultura”. No es un monólogo, porque Valdano dialoga consigo mismo y maneja la palabra con más soltura que el balón. Así, presenta un futbol de autor.

10. Andrés Iniesta, La jugada de mi

vida (Memorias), Malpaso, 2016. El símbolo que conquistó el planeta hizo una pausa para mostrarnos la trayectoria que lo llevó desde algún lugar de La Mancha hasta el Camp Nou, pasando por la conquista del cielo en Johannesburgo o la metáfora que supone Stamford Bridge. También toman la palabra sus compañeros Xavi, Puyol, Messi, Busquets y Mascherano, precursores como su admirado Michael Laudrup y algunos rivales, entre ellos Guardiola, Del Bosque y Luis Enrique, y sus padres. Este libro es resultado de la necesidad de Iniesta por reafirmarse en sus decisiones y exaltar sus raíces. Nadie le avisó que el balón no lo libraría de todos los males. Para este trabajo contó con la asesoría de Ramón Besa y Marcos López, quienes sostienen que el Fantasmita fue un niño sin infancia y que intenta recuperarla por medio de la escritura. El autor dice que el deporte es como la vida: no rendirse nunca, salirte con la tuya y ser fiel a tus principios. Es una síntesis emocional donde el mediocampista desempeña el mismo papel que en la cancha, es decir, reparte juego en un partido asombroso, porque conforme avanza descubre aspectos de su vida que no conocía. —Edgar Morales Saucedo

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AL FONDO DE SU GRIETA en el muro, el alacrán lee con lupa las cláusulas de su contrato de internet, donde le prometen una velocidad de veinte gigas siempre y cuando (pase a las letras chiquitas): la red de aérea local (LAN) tenga capacidad, la localización del inmueble o cierto tipo de muros no lo impidan, y el número de dispositivos conectados no fraccione el ancho de banda. El escorpión lo sabe: “Tenemos un internet lento, malo y caro”. El tema llamó al arácnido a indagar en la guerra (tecnológica, comercial, económica) entre Estados Unidos y China por las redes digitales de quinta generación 5G. Esta tecnología conectará todo el ecosistema masivo del Internet de las Cosas, dando a las redes la capacidad de atender la comunicación de miles de millones de dispositivos a gran velocidad, con gran calidad y a menor costo. La magnitud del cambio la apreciamos al recordar que bajar una película en 3G tomaba más de veinte horas, mientras la red 4G redujo el tiempo a seis minutos. Con tecnología 5G, la acción tomará tres segundos y medio. La tecnología 4G significó para Estados Unidos un aumento de 100 mil millones de dólares en su PIB. Con la implantación de la 5G, se estima una generación de 500 mil millones de dólares más para su economía, además de la creación de tres millones de empleos. Pero hay un problema, observa el venenoso con cierta inevitable sorna: ninguna empresa estadunidense ha desarrollado esa tecnología. La 5G más avanzada y lista para funcionar en todo el mundo en 2020 es de la empresa china Huawei, de ahí el conflicto entre ambos países. Pero además de empleos y dinero, también está en juego el poder, insiste el escorpión. Contar con la red 5G permitirá el acceso a todo lo que sucede en línea, y como van las cosas, Huawei podría

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SI ME SORTILEGEABA LA RED LIGHT Y DESENROSCABAN LA MALETA EQUIVALDRÍA A BAILAR CON EL CHAMUCO .

en lo que me desincorporaba de los yunaites. Pero el pulso de cruda me desbuchaqueó el despiste. Se insubordinó de panza sobre el cemento pelón. A la panorámica del bullir. Vale pústula, arpegié. Pa beatitud del brete no se guachaba ni un testigo del meteorizaje de la carga. Pero no argumentaba confiarse, el bártulo resplandecía a leguas de varado. Como la lata de cerveza más suculenta del proscenio. Me jalé en persistiza pa la garita. Si no contaba ovejas me desamainaba de que algún pinche abusadillo sin gracia me desinversionara del encomiende. A mi circunspección guaché a un bataclán de enmaletados. Pero ni uno se desacreditaba del delito de la importación. Qué popular la astrología de caguama, preciosé. Me labraba que todos trasportábamos lo idéntico. En la pasada me exactó la luz verde. Cetrina vida, cetrina miseria, faranduleé. Cetrina pausa. Pa qué me desprestigiaba del encarguito. Pero cómo empellejaba. Crucé sin inmaculaje de zozobra. La maleta aspavientaba su ubicadera como encendedor de plata abandonado al cacareo del sol. Equiné el paso pa reengendrarme la maleta e inclusionar la depósito. Su sino era un estudio de tatuajes. La encomendadera del precepto instruccionaba que increpara por un artista condimentado como el Peineta. Le soliviantas que te involucre una locomotora de tinta en el antebrazo. Es el señuelo de pórtico. Con embadurnada contraseña va a idiosincrar que apremia manutencionar la carga. Le sufragias la maleta y si arrecholas el tatuaje que te lo empolle. Ta inculcado en la tarifa. Me jineteaba la constancia de rayarme el envase. Estipularme el nombre de Palmita en el corazón. Sólo envilecía resignar el puente y reembrionar la carga. Un hilvane de mirada me contagió que contaminaba en el mismo milímetro. Proseguí el trote percherón con la lengua de fuera. El embauque taba lindado con tuercas. Pa eludientar las calles desobstaculizaría por la pista de un aeropuerto abandonado. Ansina como por en medio de un campo de beisbol. Metros más metros menos y apersonaría en el encale de la cita.

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

EL CORRIDO DEL SANTO MADERO (FR AGMENTO DE NOVEL A)

EL SINO DEL ESCORPIÓN

Fuente > lifewire.com

DE INCRÉDULO EMPACIENTABA que desacomplejaría la misión sin aspavientos. Empero, nunca emparentar una maleta fue trasunto de neófito. Era remedo de componer corrido. Driblé carretera cuanto pude. Veredita, surco o senda. La carga taba empeñada en lo arrequintado. Consistía en transmutarla de un ejido a otro. Malabarismo de oquis. Preferible ayunarse. Por ai debió de pactarme la mala espina. Sin embargo, omití arracherarme. Participan cómo se desenmatorrala uno. Malogra que porque esgrime extintor es doctorado en camorrar cantidad de hoguera. Pa promediar la autopista por lo ancho me agazapé a la retaguardia de un mezquite lo que dura una prole de relente fraganciar la noche. Y onque lo improbable llevaba mano, los transportes no desaligeraban tráfico. Se fundamentaba que el tránsito en el desierto no se insomniaba. Defraudador, aquella madrugada se extendió a extra innings. Cualquiera de las luces gemelas que ennieblaban el camino mal podían ser corresponsales del vehículo del diablo. De tanto encorve mi anatomía inventó a encariñarse de la figura de cuerpo de mesero viejo. Pero a las seis de la mañana, cuando las brujas y las sirenas se encovachan, el inframundo participó su brazo a dislocar. El trasiego se desalcahueteó. Y con la maleta como si fuera una charola anestesiada de copas con champán, atravesé la carretera de puntitas. Si lo atarantado no es lamprear los chiles, sino batir las claras de güevo. Se trataba de la maleta más peladita de mi profesión. La desenhuerfané en un contenedor de basura en Eagle Pass y pretendía desembalarla en Piedras Negras. Pero ya cronometraba despilfarrado de tiempo lo idéntico que duran cuatro turnos de parrilleros de cualquier grill. Espatulee cruzar a nado el Río Bravo. No era un camino, pero se disfrazaba con argucia. No debilitara por espejear al Leteo y se indumentara el diablo de pollero de regreso. Pero o me espueleaba la zambullida de a perrito con el asa de la maleta encariñada a los dientes o me desfondaba hacia México por la garita. Y le atoraba a la inarmonía del volado de la revisión. Si me sortilegeaba la red light y desenroscaban la maleta equivaldría a bailar con el chamuco a la luz de la luna. Prevalecí antojarme alejado de la línea. La migra pecaría de confundirme con un mojado. Auspiciaba no contrariar. Mejor, urdiría la de ordinario. Me desafueraría de la maleta dándole un raite por encima de la barda. Metros antes de la garita. Despuesito traspasaría despejado hacia suelo paisa. Desaforé la carga con ínfulas de jaripeo. Como se arremete a lazar un becerro. Tremoló con desagraciado pronosticaje. Propositaba atinarla en unos matorrales. Pa medio incognitarla

Fuente > stevennoble.com

SÁBADO 01.06.2019

Por

ALEJANDRO DE LA GARZA LA 5G MÁS AVANZADA Y LISTA PARA FUNCIONAR

@Aladelagarza

EN TODO EL MUNDO EN 2020 ES DE LA EMPRESA CHINA HUAWEI, DE AHÍ EL CONFLICTO ENTRE AMBOS PAÍSES . almacenar toda esa información. Para el gobierno estadunidense, eso equivaldría a ser espiado por China. Tampoco Google ni Facebook o Apple permitirán tal concentración de información en Huawei, cuando estas empresas estadunidenses han controlado tradicionalmente la información global. Menos aún permitirá el gobierno estadunidense el espionaje cibernético chino cuando esas tareas son propias de la CIA y de otras oficinas de información de la Casa Blanca. La respuesta del presidente Trump fue el sabotaje: prohibir a empresas estadunidenses utilizar o adquirir tecnología de Huawei, mientras Google y Apple buscan bloquear sus actualizaciones a los teléfonos de esa empresa. Con la sartén por el mango y una sonrisa irónica ante la guerra inminente, el CEO del consorcio oriental, Ren Zhengfei, pide calma y negociación, lee el escorpión en un portal chino, pero como reza el clásico: “The Winter is Coming”.

LA GUERRA 5G

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SÁBADO 01.06.2019

REDES NEURALES Por

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ

UNA ESCENA LITERARIA TERMINAL

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os actos suicidas ponen al descubierto el papel de las enfermedades físicas, las condiciones neuropsiquiátricas, los agentes violentos que operan en la familia y en la sociedad, el efecto de las pérdidas tempranas. La muerte de los escritores suicidas deja una trama interrumpida de manera brusca, que revela, en todos los casos, un conjunto de claves indispensables para alcanzar un entendimiento científico o hermenéutico de la vulnerabilidad humana, y de las rutas alternativas a la muerte trágica. Si abrimos el libro Eros y Psiqué, del psiquiatra Héctor Pérez Rincón, podemos entender uno de estos casos. Me refiero al ahorcamiento del poeta y químico mexicano Jorge Cuesta, en 1942: se trata del desenlace de una sucesión de etapas psicóticas, en las que se desarrollan cuatro temas delirantes: uno antisemita, un tema científico, uno corporal y uno religioso. Jorge Cuesta defiende la tesis de que los judíos dominan el mundo porque controlan las Esencias (filosóficas). Piensa que logrará quitar lo tóxico a las moléculas activas de la mariguana y el peyote; “elabora whiskies indiferenciables de los auténticos y un perfume extraordinario” requerido para un regalo a la actriz Dolores del Río. Un día, estando Cuesta al microscopio, es presa de una gran agitación. Cree haber logrado la creación de la vida, dice observar proteínas y ácidos nucleicos. Sus compañeros acuden y sólo observan cadenas de estreptococos y bacilos.

“A “ MI JUICIO, SE GANA POCO AL MITIFICAR LA ENFERMEDAD Y AL SUPONER QUE UN PADECIMIENTO DESTRUCTIVO ES UN EJERCICIO POÉTICO”.

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Emprende el proyecto de una explicación química de la Biblia. Cuando es llevado con el célebre neurólogo español Gonzalo Rodríguez Lafora (patólogo de contribuciones duraderas a la medicina científica, pero clínico atroz), Jorge Cuesta recibe la más prejuiciosa de las interpretaciones freudianas: Lafora dice que la paranoia tiene su origen en una homosexualidad reprimida. La falta de una terapéutica eficaz (que aparecerá una década después, en Francia) conduce al desenlace trágico de la autocastración y el suicidio. Esta escena literaria terminal nos muestra que Cuesta sufre, sin duda, un delirio crónico, de intensidad creciente, a pesar de los brillantes eufemismos de la época: “su muerte fue un caso de intoxicación racional”, dice Octavio Paz, mientras que José Emilio Pacheco afirma que el desenlace es “el precio de su implacable lucidez”, y Gabriel Zaid mantiene que el suicidio de Cuesta es “como la descarga instantánea de su experiencia poética”. A mi juicio, se gana poco al mitificar la enfermedad y al suponer que un padecimiento mental destructivo es un ejercicio poético. La doctora Rosa Aurora Chávez, quien trabaja en el Centro Internacional para la Creatividad de Washington, realizó un estudio con sujetos altamente creativos, pacientes con trastornos del espectro ansioso-depresivo, y un grupo control libre de psicopatología. Encontró que el grupo de sujetos creativos tenía bajos puntajes en las medidas de psicopatología, mientras que los sujetos con psicopatología tenían bajos puntajes en las medidas de creatividad. Esta relación inversa sugiere que, a pesar

Fuente > oldskull.net

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El Cultural

de la visión popular heredada de Aristóteles y Karl Jaspers, la instauración de un trastorno mental en el espectro ansioso-depresivo no estimula los poderes creativos, sino que los reduce. La doctora Chávez concluye su estudio sin ambigüedades, con la recomendación de que los estados depresivos sean tratados en los sujetos creativos. La perspectiva médica es útil para aliviar el sufrimiento y mejorar el desenlace, lo cual ocurre de manera efectiva en la mayoría de las personas con trastorno bipolar o depresión mayor. Pero la medicalización de la tragedia humana también puede incurrir en excesos dados por la ingenuidad o el dogmatismo. Se requieren abordajes científicos capaces de tomar en cuenta la complejidad de las relaciones entre la enfermedad y la creación artística, por ejemplo, el papel que desempeña la personalidad como una estructura intermediaria. Es imposible no observar las condiciones sociales y las narrativas personales que inciden y modelan también el espectro del sufrimiento de algunos autores suicidas: las pérdidas violentas, las frustraciones amorosas, el escenario global de una guerra con niveles destructivos inéditos, en casos como el de Walter Benjamin o Stefan Zweig: todo eso forma parte de la composición multifactorial de la tragedia humana. Es como si las personas dedicadas a la creación literaria, y a los lenguajes artísticos, de manera más general, tuvieran una capacidad afinada para detectar las señales sobresalientes, amenazantes, del medio externo y del medio interno, y para articular esas señales mediante un entramado narrativo comunicable, con los recursos milenarios o emergentes del lenguaje artístico.

Referencias

R.A. Chávez-Eakle, M. Del Carmen Lara, C. Cruz-Fuentes, “Personality: A Possible Bridge Between Creativity and Psychopathology?”, Creat Res J., 2006, 18 (1): 27-38. doi:10.1207/ s15326934crj1801_4 F.K. J.K. Goodwin, Manic-Depressive Illness, Oxford University Press, New York, 1990. H. Pérez-Rincón, Eros y Psiqué, Editores de Textos Mexicanos, Ciudad de México, 2006. J. Ramírez-Bermúdez, S.O.A., Principios de neuropsiquiatría: Abordaje de los síndromes neuropsiquiátricos, Asociación Psiquiátrica Mexicana, Guadalajara, 2018. P.F. Sullivan, M.J. Daly, M. O’Donovan, “Genetic Architectures of Psychiatric Disorders: The Emerging Picture and Its Implications”, Nat Rev Genet. 2012; 13 (8): 537-551. doi:10.1038/nrg3240

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