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CARLOS VELÁZQUEZ PHILIP K. DICK POR CARRÈRE
NT CE E
MARY CARMEN SÁNCHEZ AMBRIZ SOBRE LA OTRA AVENTURA
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
El ensayo
LA INVENCIÓN INDÓMITA ALBERTO RUY SÁNCHEZ
MAÑANA FUE PRIMAVERA KARLA ZÁRATE
LA SUFRAGISTA PORFIRIANA VEKA DUNCAN
LA PANDEMIA, POR ARNOLDO KRAUS ALEJANDRO GARCÍA ABREU
Felix Setyono, Centauro, escultura digital > Fuente > artstation.com
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Ante un entorno de posturas confrontadas, cuyo encono degrada el diálogo público, este ensayo privilegia la razón como vía para ejercer en plenitud la libertad individual y de conciencia, fundamento básico de la democracia. Un espacio para cultivarla es, precisamente, el ensayo: esa invención de Michel de Montaigne que Alfonso Reyes denominó “el centauro de los géneros literarios”. Contra el dogma que impone su respuesta única, plantea la singularidad de una mirada alterna, el ejercicio autónomo del pensamiento que al dudar e indagar pone en crisis una manera de entender el mundo atada a moldes y convicciones inamovibles.
LA INVENCIÓN INDÓMITA ALBERTO RUY SÁNCHEZ @AlbertoRuy
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l fenómeno es muy antiguo. Podríamos decir que es clásico. Y muchas personas a lo largo de los siglos han tratado de explicarlo. Aun así, nunca dejará de asombrarnos que personas libres decidan someterse a un tirano. Ningún argumento lo explica totalmente. Es uno de esos fenómenos que, como el suicidio, es producto de una confluencia plural de razones. De hecho, comienza como un suicidio de la razón. La declaración de los verdugos genocidas del nazismo: “yo sólo obedecía órdenes”, fue claramente señalada por Hannah Arendt como una claudicación de la facultad humana de razonar. Y llamó a esa claudicación “la banalidad del mal”. Ella mostró lúcidamente que los dos grandes proyectos totalitarios del siglo XX, el nazismo y el estalinismo, así como sus reencarnaciones locales en diversos países, se establecieron siempre y se propagaron en la mente de sus ejecutores en nombre de un ideal. De un proyecto ideal de transformación social. Señala que “los grandes crímenes de la historia son ejecutados siempre a la sombra de una
necesidad. El mal nunca se ejerce por el mal mismo, el mal siempre es idealista”. Y “la banalidad del mal” consiste en someterse a ese ideal, creerlo aunque haya evidencias de que es falso, y someterse al autócrata que lo encarna subordinando a él la facultad de razonar con autonomía, con libertad. Es curioso que se vea como algo positivo ejecutar o pensar ciegamente lo que diga un partido, que hará ciegamente lo que el autócrata decida que es necesario. Y ese nuevo ideal justificará robar, matar, extorsionar, linchar, violar las leyes y abusar de las personas. Todo en nombre de un ideal. La razón, en todas sus variantes, desde la ciencia hasta la creatividad, resultará contrincante del autócrata si no se declara partidaria incondicional de su poder. El ideal irreflexivo es el arma de penetración social más poderosa de “la banalidad del mal”. De ahí la importancia de ese ejercicio de libertad individual que llamamos el ensayo. Inventado en el siglo XVI por Michel de Montaigne en su forma moderna como un antídoto a la claudicación de la razón. Ejercicio de libertad individual que
Foto > Nina Subin
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Fuente > theobjective.com
publicada y difundida tiende a volverse libertad pública, y con frecuencia, libertad comunitaria.
IMAGINEMOS LA ESCENA Ese funcionario público decide retirarse joven, aunque se siente viejo, quiere viajar y también encerrarse en una biblioteca bien dotada, que en parte ha heredado de su mejor amigo. Desea experimentar, como en un laboratorio de química, poniendo en contacto dos sustancias, algunas veces explosivas, otras veces muy fructíferas. Él es una de esas sustancias. La otra es cada una de las realidades que convoca, descubre, conoce, experimenta. Ha viajado, ha vivido situaciones extremas, ha amado y ha leído muchísimo, siempre con inmenso placer. El resultado de ese experimento será una obra brillante y original, con una forma de escritura bautizada por este autor con el nombre sencillo de ensayo. Y él será el ensayista. De entrada, no quiere ser visto como un escolar erudito sino como un viajero que ama dialogar con quien se encuentra en el camino y descubrir estratos de la realidad que le sorprenden y que, sobre todo, lo hacen reflexionar libremente, sobre sí mismo y sobre el mundo. “Yo me ensayo en lo que veo, en lo que toco”. Un viajero del pensamiento que fue un viajero real. Los relatos de sus viajes demuestran que elude los lugares comunes de todos los viajeros de su tiempo, los monumentos, o los mira con extrañeza para concentrarse en la gente que va encontrando y sus costumbres. Su primer asombro es la riqueza de la diversidad humana. En pueblos y en cada persona. Una anciana octogenaria de cuerpo joven, un grupo de mujeres que vivieron como hombres y un hombre que vivió como mujer, un poco barbuda por cierto. Se detiene en los rituales campesinos y religiosos, en edificios raros y, por supuesto, en las piezas más notables de una gran biblioteca. La extrañeza de exhibir en San Juan de Letrán “Las santas cabezas” de San Pedro y San Pablo, que describe con minucia. Le interesan lo mismo las excomuniones masivas que oficiaba el Papa como la picadura de un insecto cuyas secuelas son menguadas solamente por una piedra poderosa traída de la India. No deja de dar cuenta, constantemente, de los intensos dolores que las piedras en los riñones le propician, hasta el extremo de albergar la idea del suicidio. Entre las joyas encontradas con júbilo en una librería de Florencia (llamada Dei Giunti), hay un libro de Boccaccio que incluye su testamento y que le descubre con súbita melancolía “la asombrosa miseria a la que se vio reducido ese gran hombre”. Visita talleres de hilanderas de seda y queda fascinado ante la invención de un mecanismo que permite a una sola tejedora mover quinientos husos al hacer girar únicamente un carrete. Lo imagina como una metáfora del pensamiento. Ve innumerables espectáculos pero declara que más placer le ha dado una
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Hannah Arendt (1906-1975).
“MONTAIGNE VISITA TALLERES DE HILANDERAS Y QUEDA FASCINADO ANTE LA INVENCIÓN DE UN MECANISMO QUE PERMITE A UNA SOLA TEJEDORA MOVER QUINIENTOS HUSOS AL HACER GIRAR ÚNICAMENTE UN CARRETE. LO IMAGINA COMO UNA METÁFORA DEL PENSAMIENTO . carrera de carrozas de caballos en Plaza Navona, por encontrar en esa competencia ecos de las carreras más antiguas. El mundo clásico ilumina constantemente al suyo. Montaigne no alcanzó a ver la carrera de caballos de Siena, que aún se celebra. Pero afirma que la Plaza de Siena, la Piazza del Campo, es la más bella que se puede ver en cualquier ciudad de Italia. Todos los días se celebra misa en público en un altar exterior al pie de la torre, hacia el cual miran todas las casas, talleres y comercios, de tal manera que el pueblo y los artesanos pueden atenderla sin dejar sus trabajos ni salir de sus lugares. En el momento culminante de la elevación, de la consagración, una trompeta suena para avisarle al público. Montaigne describió así lo que nosotros llamaremos en México una capilla abierta. Interrumpe esas andanzas en septiembre de 1581 por haber sido elegido, contra su voluntad, alcalde de Burdeos, posición que no pretendió y cuyo compromiso trata de eludir en vano. Su viaje durará 17 meses y ocho días. El nombramiento interrumpe una década de trabajo en sus Ensayos, que había comenzado a escribir en 1571 y llevaba diez años sin publicar. Los había abierto con una opinión polémica: es un error defender “un juicio constante y uniforme de los humanos que son seres variados, maravillosamente vanos y ondulantes”. Ante el prestigio de la melancolía como fuente de reflexión se declara “exento de esa pasión y no la amo y ni siquiera la estimo. Aunque al mundo le ha dado por honrarla. Revistiendo con ella a la sabiduría, la virtud y la conciencia. Ornamento estúpido y monstruoso”. Con ese tono y empeño de no respetar prestigios de antemano, Montaigne continúa explorando los
afectos, la imaginación, la constancia, los pronósticos, la mentira, la cobardía, la pedantería, la amistad, la moderación, el canibalismo, la soledad, la ropa, los libros, la presunción, la enfermedad, las pulgas, el correo, el parecido entre los padres y los hijos, lo inútil de la honestidad, las campanas, lo incómodo, la fisonomía, la experiencia. Fue inmediatamente muy leído e imitado. Su invención particular se convirtió en género. Poco después nadie siente que plagia al francés cuando lo copia y hasta hay quien titula su propia obra de la misma manera. El libro Ensayos, de Francis Bacon, aparece tres lustros más tarde, en 1597. Los libros se parecen y al mismo tiempo un abismo los separa: la exploración ensayística de Bacon es conceptual, la de Montaigne es vivida. Bacon está en el mundo de las ideas que aspiran a no tener cuerpo (anhelo protestante), Montaigne sabe que no hay ideas sin cuerpo que las piense, las padezca o las goce. Incluso cuando lee, lo hace de manera peculiar: una que sólo puede ser descrita como independiente. Los libros le cuentan sus puntos de vista y él responde con los suyos. Los libros expresan sus pensamientos, le inspiran otros y, dice Montaigne, no se molestan cuando él guarda silencio, sólo hablan cuando él les pregunta. Su relación con los libros es de libertad: quiere leer y aprender pero sólo cuando él quiera. “Si un libro me resulta arduo no me muerdo las uñas por las dificultades que encuentro. Después de uno o dos intentos renuncio pues mi cabeza actúa al primer impulso”. No se ha instalado en la torre de su biblioteca para convertirse en un erudito y le repugna todo lo que viene de manuales y preceptos. Para bien o para mal, este autor no trata de ocultar su presencia en lo que escribe, tendrá que considerar que, resulte lo que resulte, eso escrito y descrito en gran parte muestra ampliamente su huella, será
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él quien es retratado en lo que mira. Todo ensayo es en gran parte sobre el ensayista, explícita o implícitamente. Otros se comunican con el mundo como sus jueces o astrónomos, gobernantes o letrados, él no quiere investirse de autoridad y afirma hacerlo “totalmente como yo, como Michel de Montaigne”. Tiene razón cuando afirma: “La intención de mi libro, Ensayos, es indómita y extravagante. Nada más digno de ser notado en él que su singularidad”.
E L ENSAYO no es un tratado que establece verdades absolutas, no pretende enseñar ni orientar, y no quiere ser esclavo de ideas preconcebidas o ajenas. Es lo contrario de un tratado universitario con notas y bibliografía. El ensayo no es sino el recorrido de un ensayista que se refleja en la geografía que explora, en los temas variados que interroga, experimenta, reflexiona. En su camino adelanta por escrito sus reflexiones, propone ideas y, muy importante, despliega dudas. En el umbral de su biblioteca mandó grabar una declaración de independencia: En el año 1571, a la edad de treinta y ocho años, la víspera de las calendas de marzo, aniversario de su nacimiento, Michel de Montaigne, disgustado desde hace tiempo con la esclavitud de la corte y de los cargos públicos, [...] ha consagrado esta habitación a su libertad, a su tranquilidad y su ocio. Más tarde formulará entre sus anhelos, liberarse de la vanidad y del orgullo, que es tal vez lo más difícil: evitar la presunción, liberarse del miedo y de la esperanza, de las convicciones y los partidos, de las ambiciones y toda forma de codicia, vivir libre como la propia imagen reflejada en el espejo [...] libre de todo fanatismo, de toda forma de opinión estereotipada, de la fe en los valores absolutos. En las vigas de su biblioteca inscribirá decenas de frases, varias de ellas citas de otros autores que lo inspiran. Por ejemplo: “Goza el presente, lo demás está fuera de tu alcance”. Una máxima reinaba, según testimonios, sobre todas y era la más antigua, ahora desvanecida: Non serviam. “No serviré”. Atribuida a Luzbel en su gran rebelión ante Dios. Pero también citada en diversos desacatos a las órdenes de los reyes, las autoridades religiosas y hasta a las leyes de la naturaleza, como hizo Vicente Huidobro en el siglo XX. Al recibir el premio Nobel, Octavio Paz fue elogiado por la Academia Sueca por hacer del Non serviam modo de vida y de obra. Con frecuencia se olvida que el Non serviam fue siempre parte medular del ensayo como lo concibió Montaigne. El ensayo no se caracteriza sólo como una reflexión temática breve o una escritura fragmentaria y desenvuelta, es sobre todo ese Non serviam liberador. El énfasis en ese modo de operar del pensamiento es parte de la aportación sustancial de Montaigne a la larga tradición de reflexiones escritas. Existen antecedentes parciales del ensayo en varias culturas, desde tiempos muy remotos. Desde principios del siglo I, las Cartas a Lucilio, de Séneca, o Las vidas paralelas, de Plutarco, casi cien años
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“MONTAIGNE INTRODUJO LA INVENCIÓN DE UNA ACTITUD ANTE LA ESCRITURA Y, MÁS ALLÁ, LA INVENCIÓN DE UNA ACTITUD ANTE LOS PODERES DEL CONOCIMIENTO, Y POR LO TANTO ANTE LOS PODERES DE LA ORGANIZACIÓN SOCIAL DE SU TIEMPO . después, pueden considerarse emparentadas con el ensayo. Un ejemplo notable en la cultura árabe es el adab, un tipo de composición que a diferencia del tratado se da la libertad de navegar reflexionando sobre un tema y explorándolo con los instrumentos tanto de la poesía como de la narrativa. Es una forma de pensar y exponer ideas recurriendo tanto al deslumbramiento de una imagen como al interés de una historia, sin abandonar el hilo de una reflexión. Desde entonces la varias veces centenaria libertad genérica hizo a Alfonso Reyes describirlo como “el centauro de los géneros literarios”. En el adab, como en el ensayo, quien escribe se permite la digresión, salirse aparentemente del tema para regresar a él con mayor fuerza. Pero lo que Montaigne hizo en el siglo XVI no fue sólo la reinvención de un género de escritura mixto, sino que introdujo algo mucho más profundo y duradero: la invención de una actitud ante la escritura y, más allá todavía, la invención de una actitud ante los poderes del conocimiento, y por lo tanto ante los poderes de la organización social de su tiempo. Una actitud tenaz y retadoramente reflexiva ante los poderes más oscurantistas de su época. Reflexiva de manera nunca servicial: Non serviam.
ELOGIO DE LA AUTONOMÍA La palabra libertad es una de las más frecuentes en los Ensayos. Su autor habla de un “esplendor de la libertad” que se da al escapar de la servidumbre de ideas que exigen los poderosos. Corriendo incluso el riesgo de ser considerados adversarios del poder, por lo tanto aniquilables. Fuente > newrepublic.com
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Michel de Montaigne (1533-1592).
La autonomía de pensamiento, por su naturaleza frágil, fue vista por los contemporáneos de Montaigne como una debilidad. Pero se convirtió, para él, en su fortaleza. Y sigue siéndolo tantos años después. Es en parte y en ocasiones, para nosotros hoy, su legado más preciado: el ensayo exige autonomía. O deja de serlo de verdad, según el escritor francés. La palabra autonomía se vuelve un bien escaso. Ha sido muy agredida cada vez que un nuevo impulso autoritario se vuelve predominante en una sociedad. Por lo tanto es cada día más apreciada y defendible. La causa de un partido, los ideales de los poderosos, se vuelven enemigos de la autonomía y por extensión de la libertad. Pero resulta que la autonomía de pensamiento está en el corazón de la actitud que Montaigne introdujo y volvió, finalmente, el sentido de su vida cuando dio forma a la práctica del ensayo. Uno de sus biógrafos más perspicaces, Stefan Zweig, señala la paradoja de que, justamente su terca voluntad de alejarse de la política radicalizada de su momento histórico, su repugnancia a tomar bandos entre enemigos que se enfrentaban, primero en paz y luego a muerte, lo convirtió a la larga en una autoridad muy respetada entre religiones distintas y ambiciones políticas extremas. “Durante años —escribe Zweig— los poderosos habían considerado a Montaigne con el recelo que sienten siempre los hombres de partido y los políticos profesionales hacia el hombre libre e independiente”. Le reprocharon pasividad en una época en la que, como él dice, “el mundo entero actuaba en exceso”. No se había adherido a ningún rey, a ningún partido, a ningún grupo y no había elegido a sus amigos en función de su pertenencia o de su religión sino en función de sus méritos. Un hombre así —declaraba Montaigne—, era inservible en una época de alternativas forzosas. Una época en la que, en Francia, se temía tanto la victoria de los protestantes como su exterminio. Pero después de la terrible devastación de la guerra civil, después de que el fanatismo había llegado al absurdo, lo que hasta entonces en la política era considerado un defecto, la imparcialidad autónoma, el juicio libre, se convirtió de pronto en un mérito y un hombre que ha permanecido siempre libre de prejuicios y de opiniones prefabricadas, al que no se le puede sobornar con honores y beneficios, neutral entre los partidos se convierte en el mediador ideal.
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Fuente > youtube.com
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Étienne de La Boétie (1530-1563).
La supuesta debilidad del ensayo, frente al tratado con sus verdades de plomo que complacen a los poderes, es finalmente su fuerza. Es claro que el enemigo esencial del pensamiento autónomo es aquel que deja de reflexionar para convertirse en mímica del poder. Como se diría ahora, en su maroma argumentativa. En justificación forzada del dominio de algunos por las causas que sean. La servidumbre y esclavitud, es decir, “la sinrazón razonada”. El poder siempre ha adelantado la idea de que representa a una mayoría y que en nombre de ella deberá aniquilar a sus adversarios. Aun en los casos en los que el enemigo de la libertad y la autonomía es elegido de verdad en las urnas, como el caso de Hitler y de Mussolini, o incluso de Stalin y Castro en pantomima de elección, surge de nuevo el tema candente de las personas que de verdad deciden someterse al tirano, que pretenden no ver sus rasgos totalitarios o que de verdad no los ven. La mente cautiva, como la llamó el polaco Czeslaw Milosz, hace de la gente presa fácil de los ímpetus tiránicos. La idea matriz de “la mente cautiva” es “con el caudillo y su gobierno todo, sin el caudillo nada”. Porque no estar con el caudillo es para “la mente cautiva” estar en su contra. O como decía Benito Mussolini: “Dentro del Estado todo, fuera del Estado nada”. El ensayo cuestiona esa lógica irracional que germina en cualquier tierra, desde la fría Polonia estalinista hasta el cálido caribe isleño.
LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA Una de las presencias intelectuales que más profundamente marcaron a Montaigne y cuya huella sin duda está presente en esta concepción del ensayo como un riguroso ejercicio de autonomía, fue su mejor amigo de juventud, muerto a los 32 años de edad, Étienne de La Boétie. Fue autor a los 18 años de un texto que sigue aportándonos herramientas de pensamiento para comprender nuestro entorno, el Discurso sobre la servidumbre voluntaria. En él trataba de comprender cómo es posible que haya humanos libres, capaces de adorar, seguir y obedecer a un tirano hasta el grado no sólo de esclavizarse mental y físicamente sino de cometer, en nombre de su caudillo, las mismas crueldades con otros que el tirano desea y ejecuta.
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En lo que ahora llamaríamos la psicología del tirano, La Boétie describe el capricho, la inseguridad, el síndrome de persecución, la mentira sistemática pero aceptada por sus seguidores. Quienes lo adoran, tarde o temprano ven cómo los más cercanos son humillados, traicionados por el tirano e intuyen, muchas veces sin querer pensarlo de verdad, que ellos lo serán algún día. Y sin embargo continúan adorándolo. Si el tirano es superior a todos sus adoradores, como ellos lo creen, nadie merece estar a su lado, a su altura. Leído hace poco en un periódico: un diputado de oposición le reprocha a uno del partido en el poder que cambie de opinión en cuanto el caudillo le truena los dedos. La respuesta del diputado oficialista: “Bendito tronido de los dedos del líder que vela sabiamente por el bien de todos”. La premisa del tirano bienhechor, del “ogro filantrópico”, se vuelve dogma irrenunciable, aunque haya siempre evidencia en contra. En el fondo, los incondicionales justifican su propia aniquilación cerebral en cuanto se aproximan al tirano. El abuso viene junto con la práctica de la adoración al caudillo. Y tarde o temprano, de un lado o de otro, la violencia y la venganza emergen humillantes e incluso ensangrentadas. En su esclarecedor libro de historia de este fenómeno en el entorno de Stalin, La corte del Zar Rojo, Simon Sebag Montefiore nos muestra cómo opera la servidumbre voluntaria hasta la más cruel aniquilación de todos los cortesanos, sin excepciones. La Boétie señala con asombro el hecho de que los seguidores amorosos, los esclavos voluntarios, siempre se niegan a aceptar que el poder del tirano sólo existe gracias a ellos, a sus fieles, organizados como una pirámide de crueles que van extendiendo hacia abajo sus dominios. Y que, si esa pirámide de voluntarios serviles le retirara la devoción, el poder del tirano se desplomaría. Y lo que los sujeta no es necesariamente sólo la fuerza del poderoso, o su
“LA BOÉTIE SEÑALA EL HECHO DE QUE LOS SEGUIDORES AMOROSOS, LOS ESCLAVOS VOLUNTARIOS, SE NIEGAN A ACEPTAR QUE EL PODER DEL TIRANO SÓLO EXISTE GRACIAS A ELLOS, A SUS FIELES .
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reparto de beneficios. Ambas importantes, sin duda. Hay algo más hondo que ata activamente a esa sociedad tiránica. La Boétie encuentra que la razón profunda de la esclavitud voluntaria es la crueldad, compartida a lo largo y ancho de todas las jerarquías. Detonada por el tirano pero naturalizada en cada uno. La crueldad como parte sustancial de la naturaleza humana es lo que opera cotidianamente en las tiranías y las justifica. El fenómeno puesto a discusión por La Boétie hace tanto tiempo no ha dejado de tener actualidad. Y hay muchos ensayos célebres que lo exploran y tratan de comprenderlo desde la modernidad. La psicología de las masas de Freud es uno de los más conocidos, pero su antecedente histórico directo, el ensayo de Gustave Le Bon del mismo nombre, es aún más sugerente y profundo. Le Bon polemizó con Freud, quien lanzaba por delante su sistema de pensamiento, su teoría del inconsciente, y descalificaba a Le Bon por haber escrito nada más que un ensayo. Le Bon polemizó también con Einstein, porque escribió antes que él una teoría de la relatividad. Pero, como le argumentaba Einstein, “usted lo habrá dicho antes en su ensayo, pero yo lo demostré matemáticamente”. En la misma línea heterodoxa, los ensayos profundos de Gustave Le Bon hicieron que la antigüedad egipcia dejara de ser considerada por los europeos una forma de cultura “salvaje” o “subdesarrollada” y fuera aceptada en Europa como una verdadera civilización. También inventó una práctica sistemática de foros de discusión en la sociedad, que consideró importantes para la formación de pensamiento alternativo al Estado. No alcanzó a llamarlo sociedad civil, como sí lo hizo Gramsci. Le Bon llamó a esa organización de autonomías vinculadas “redes sociales”. Le Bon hizo suya la preocupación de La Boétie sobre la servidumbre voluntaria. Y en su ensayo sobre las masas estudia la transformación del individuo al integrarse a un grupo. Tres fases se sobreponen en su mente: En un primer momento observa en el individuo hecho masa la sensación de multiplicar sus poderes. Eso lo vuelve capaz de una violencia que no cometería solo. En un segundo momento está el contagio de ideas y actitudes que pueden incluso ir en su contra. El ímpetu de la masa puede ser suicida, sacrificial. En el tercer momento, una especie de hipnosis colectiva multiplica el poder del hipnotizador, del caudillo, haciendo de la masa un ente de obediencia. La vida consciente de los cerebros individuales queda paralizada, afirma Le Bon. Y el individuo se vuelve un esclavo de todas sus actividades inconscientes: Sus pensamientos y sentimientos se orientan en la dirección determinada por el hipnotizador. [...] El individuo que forma parte de una masa es un grano de arena inmerso entre muchos otros que el viento agita a su capricho. Y así vemos a jueces y jurados dictar veredictos que
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desaprobarían en lo individual cada uno de sus miembros. Vemos asambleas parlamentarias que adoptan leyes y medidas que rechazarían por separado. Los hombres de La Convención durante la época del terror de la Revolución francesa eran hombres de hábitos pacíficos pero reunidos en masa no vacilaron, bajo la influencia de algunos líderes, en enviar a la guillotina a los individuos más evidentemente inocentes. Y lo hicieron incluso en contra de sus propios intereses: renunciaron a la inviolabilidad de sus derechos y de su persona y se diezmaron mutuamente. El individuo inmerso en la masa no sólo difiere de su yo normal a causa de sus actos. Incluso antes de haber perdido toda independencia ha transformado sus ideas y sentimientos hasta el punto en que el avaro se pueda transformar en pródigo, el escéptico en creyente, el hombre honrado en criminal y hasta el cobarde en héroe. En 1895, Le Bon propone en su ensayo la idea de que el derecho divino, del cual venía supuestamente el poder de los reyes, fue sustituido por el supuesto derecho del pueblo, el derecho de las masas, convertido en nuevo derecho divino del que se apropia el tirano inventándolo y manipulando a las masas. Afirma que la gente convertida en masa abandona totalmente la razón para instalarse en la ilusión. Se ancla en imágenes, palabras, conceptos simplistas, normalmente falsos pero cuya falsedad deja de importar. La ilusión social reina sobre todas las arrumbadas ruinas del pasado, y el porvenir le pertenece. Las masas no tienen jamás sed de verdades. Se apartan de las evidencias que las degradarían prefiriendo divinizar al error y la mentira si el error las seduce. Quien sabe ilusionarlas se convierte fácilmente en su amo. El que intenta desilusionarlas se convierte en su víctima. Ni la verdad, ni la experiencia, ni siquiera la evidencia le importan a la masa linchadora. Casi cincuenta años después, el fenómeno fue ampliamente explorado por Elias Canetti en su libro imprescindible Masa y poder, de 1959. Cuando le reprochaban que no hubiera incluido la palabra fascismo en sus casi mil
Fuente > kinfolk.com
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páginas, Canetti, en una entrevista de los años ochenta, respondió: Mi libro sólo es sobre eso. Pero trato de comprenderlo, trato de entender cómo opera el horror inexcusable antes de condenarlo. Mi esfuerzo no es una condena, ahora fácil, sino una invitación a la gente para que tenga sus propias ilusiones, para que razone y abandone las que le son ajenas. En 1995, el historiador de la Revolución francesa, François Furet, en su ensayo El pasado de una ilusión, cuestiona las grandes ilusiones sociales del siglo XX examinando todo lo que tienen en común Hitler y Stalin, la devastadora ilusión comunista y la breve pero también masivamente asesina ilusión fascista. En ambos espejismos poderosos, el abandono de lo que llamaban entonces “el individualismo liberal”, la reunión del pueblo entusiasta por una meta común, el culto al jefe hasta la ignominia, la utopía o ideal superior que todo lo justifica: mentir, robar, matar o dejar morir por la causa. Ambos ímpetus masivos, sus enormes similitudes y menores diferencias fueron estudiados desde los años cincuenta por Hannah Arendt en su libro Los orígenes del totalitarismo. Los movimientos totalitarios —afirma— son organizaciones de turbas de individuos aislados y atomizados. En comparación con todos los demás partidos y movimientos su más conspicua característica externa es su exigencia de una lealtad total, sin restricciones, incondicional e inalterable del miembro individual. Esta exigencia es formulada por los dirigentes de los movimientos totalitarios incluso antes de su llegada al poder. Precede usualmente a la organización
“BARTHES CITA UN VOLANTE DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA QUE PLANTEA PONER POR ENCIMA DE LOS TRES PODERES DEL ESTADO UN PODER DE CENSURA DE OPINIÓN, UN PODER DE VIGILANCIA QUE PODRÁN EJERCER TODOS COMO MECANISMO DE DELACIÓN .
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Roland Barthes (1915-1980).
total del país bajo su dominio. [...] una vez en el gobierno, el líder totalitario normalmente nombrará en su equipo a personas mediocres pero leales, puesto que la lealtad absoluta sucede con mayor fluidez en la lealtad irrestricta y, necesariamente, irreflexiva. Por eso, para el totalitarismo son enemigos los avances científicos, la investigación intelectual, la creatividad y el pensamiento. Todo lo que tenga un aire de autonomía y libertad de pensamiento es ajeno al dominio totalitario y por lo tanto debe ser extinguido por el poderoso y sus seguidores. El mal no es sustancial a la persona. Y no es un crimen colectivo que exima a cada persona de sus propias responsabilidades. Así, la crueldad, para La Boétie, se convierte en eso que cualquiera puede ejercer justificándola en los términos que la justifica el caudillo.
D E LA ESCLAVITUD VOLUNTARIA pasamos a la renuncia a la condición humana fundamental, la reflexión. Y por lo tanto crece la ocasión de negársela a los demás. La negación del derecho a existir de todo lo que cuestione la omnipotencia del dogma. De lo que se llama una doxa, un lugar común autoritario. Ahí de nuevo el ensayo actúa como antídoto. Contra la doxa, la paradoxa o paradoja, mecanismo de reflexión que es esencial al ensayo. La doxa es siempre opresiva, afirma Barthes, pero a la menor oportunidad se volverá represiva. Los que piensen distinto, y los que piensen, punto, serán señalados. Roland Barthes cita significativamente como ejemplo un volante de la época de la Revolución francesa, llamado La boca de fuego, de 1790, que plantea “poner por encima de los tres poderes del Estado un poder de censura de opinión, un poder de vigilancia que podrán ejercer todos como mecanismo de delación pública por el bien de los principios revolucionarios”. El terror tiránico por encima de todo. La delación como uno de sus valores supremos. Tanto Barthes como Montaigne, como Arendt, repiten de diferentes maneras que “lo que ha sido pensado de verdad en libertad nunca limita la libertad del otro. Nunca trata de convertir sus pensamientos en fórmulas que sean obligatorias para los demás y los condenen. Ésa es la verdadera prueba del pensamiento libre”. Se aleja constantemente de aseveraciones categóricas: “busca no afirmar nada rotundamente y no negar nada a la ligera”. No tiene un objetivo concreto y para su pensamiento vagabundo todo camino es el bueno. Los enemigos del ensayo: el pensamiento totalitario, el dogma de todo tipo, la supresión de la persona, el compromiso de partido, la obediencia irreflexiva, la lealtad irrenunciable a un líder. En síntesis: la prohibición de leer y pensar al mundo con los ojos propios, y bien abiertos. Todos esos son a la vez enemigos de la democracia, que es la convivencia en libertad. El ensayo ayuda a que los hombres y mujeres se vean con sus propios ojos. Que ejerzan íntima y públicamente su libertad.
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La escritura de Karla Zárate se adentra en territorios personalísimos: la experiencia, la intimidad de habitar un cuerpo, los registros de la percepción y la conciencia que desde ahí se vierten en su narrativa con precisión filosa. Hay también un sentido mordaz del humor donde aparece un rastro rojo y oscuro como la sangre. Un sello, un estilo que son ya distintivos de la novelista de Llegada la hora (Dharma Books, 2019). Esta vez la llegada de la primavera la lleva a recordar el seguimiento a una estación de su desarrollo biológico.
MAÑANA FUE PRIMAVERA KARLA ZÁRATE @espia_rusa
LA PRIMAVERA suena a Stravinski, es sol, insectos, estornudos, la jacaranda que viste mi patio de morado, vestidos cortos y sandalias por donde se asoman mis pies con uñas pintadas. Es cuando veo a los hombres más guapos de lo normal y el corazón se me ablanda, a lo mejor por la humedad y el calor del clima. Una vez me picó una abeja, esa parte de la pompa se me hinchó como un durazno y me rasqué por horas hasta llegar al goce de la laceración. En el verano caen chubascos, gotas gruesas que parecen bailarinas al tocar el piso. Suelo fantasear de más por aquello de los espejismos que se forman sobre las superficies en pleno mediodía; mi cerebro interpreta los reflejos como reales, entre otros afectos que estoy segura tampoco suceden de verdad. Pero visito, sin falta, el mar azul oscuro del Pacífico que despeja la mente y lava la conciencia cuando me sumerjo en él. En otoño pienso en Nueva York por todas las películas que ahí se han filmado, en los árboles con hojas ocre que flotan y caen muy despacio sobre el pasto amarillento y seco, en los rostros de las personas indiferenciadas caminando en las avenidas, en un pintor que vive allá. Cuando es invierno paso muchas horas en casa, no salgo casi, me pongo melancólica y me da por llorar sin razón. Sólo una cobija y un té con piquete ayudan, porque lo que se requiere cuando hace frío es amor del que sí abriga. Los días son cortos y grises, pero como si la naturaleza quisiera compensarlo, las noches se vuelven más brillantes y estrelladas. CIERRO LOS OJOS, saco una postal: fue en primavera cuando tuve mi primera menstruación. Tenía doce años. No era niña pero tampoco adulta, esos brazos, piernas, pechos y cintura
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desarrollados no los sentía míos, eran los de alguien mucho mayor que el de mi aparato psíquico, tan infantil todavía. Hacerlos coincidir estaba siendo una tarea difícil; a la fecha me sigo esforzando para que el cuerpo se ponga de acuerdo con mi psique, tan desconectados uno del otro. Al desvestirme, muerta de calor, descubrí impreso en el centro de mi calzón blanco una mancha roja, un rostro informe, un monstruo marino o los restos de un helado de grosella derretido. Era el vaticinio de mi capacidad fecundante. Algunos dicen que la menorrea tiene que ver con la luna, con una herida arcaica o con la mordedura de un animal fálico, una serpiente, en la zona genital de la primera mujer que existió sobre la Tierra. Pero yo no creo en esos mitos. La menstruación es un hecho biológico que las hembras mamíferas experimentan cuando el óvulo no fertiliza. Es la sangre que se desprende del útero y sale por la vagina.
D ECIDÍ LLEVAR un registro de la metamorfosis que comenzaba a gestarse en mí. Tomé el
“LA PRIMAVERA SUENA A STRAVINSKI, ES SOL, INSECTOS, ESTORNUDOS, LA JACARANDA QUE VISTE MI PATIO DE MORADO, VESTIDOS CORTOS Y SANDALIAS .
papel de una científica o médica seria en una exploración de campo, me empeñé en obtener fundamentos y muestras de la realidad para entender el fenómeno que me estaba ocurriendo. El baño se convirtió en mi laboratorio, los envases del champú en tubos de ensayo y vasos de precipitados, el cepillo de dientes en un revolvedor. Mis ojos en un microscopio. En una bitácora recopilaba datos precisos, duración, consistencia. Escribí, con tinta roja por supuesto, la velocidad con la que los hilos de sangre recorrían mi pubis, luego las ingles y pantorrillas hasta formar un charco sobre el suelo. Puse atención en cómo mi cuerpo evacuaba la novel sangre que no bloquearía con ningún tampón y menos con algún prejuicio. Deseaba indagar si la hemorragia iba a salir poco a poco o fuerte como un chorro de agua, si la textura era uniforme, si el color era igual al de otras heridas. Para la labor comparativa, capturé hermosas fotos con mi Polaroid, que pegué sobre las hojas de la libreta. Desde entonces empecé a obsesionarme con el cuerpo humano, mi objeto de estudio y análisis por excelencia, su estructura, órganos, extremidades, cavidades, lo mismo que por el pensamiento y el inconsciente, igual de complejos.
LAS CUATRO ESTACIONES, como el periodo menstrual, llegan sin avisar y tampoco se despiden. Lo digo desde la nostalgia de aquella primera regla y desde el temor de que cuando llegue a su fin me sentiré vieja. En este momento mi organismo, conjunto de partículas fundamentales, habita el otoño, y me pregunto si llegará al invierno. Lo sigo inspeccionando y descubriendo, confiando en que mi investigación empírica personal me llevará a una hipótesis no sólo sobre lo anatómico sino sobre todo lo que me pasa, me emociona, me hace reír o enojar. Esta que soy florece, se marchita y quiere volver a nacer, diluvia por fuera y sigue sangrando por dentro. Intento coagular el dolor de envejecer. Por eso sigo llenando mis postales íntimas, porque he aprendido que somos permanencia y cambio, somos ciclos, un amasijo de pasiones demasiado complicado como para realizar un sistema metódico. Lo único comprobable que explica mi existencia es lo que escribo hoy, en esta nueva primavera que ya fue, a la sombra de mi jacaranda. Foto > Patty Jansen, pixabay.com
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e gustan todas las estaciones del año. Guardo en la cabeza una postal de cada una de ellas y, conforme pasa el tiempo, se llenan de paisajes, recuerdos, elementos nuevos y viejos que se repiten como figuras coloridas de un caleidoscopio. Son fragmentos personales, cuadros o daguerrotipos en un juego de permutaciones que se revelan constantemente. ¿Será eso la vida? ¿Postales recopiladas en el desván de la memoria?
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Los libros han tenido presencia en la televisión mexicana desde hace tiempo, pero quizá ningún programa había conjuntado la preferencia de un auditorio tan numeroso y una década al aire como La otra aventura, concebido y conducido por Rafael Pérez Gay. Para coincidir con el aniversario de transmisiones se lanzó un volumen homónimo (publicado bajo el sello de Cal y arena), suerte de guía lúdica que revela el gusto del escritor, periodista y editor por la lectura, así como su admiración por ciertos autores.
CONVIVIO LITER ARIO MARY CARMEN SÁNCHEZ AMBRIZ @AmbrizEmece
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ada determinado tiempo deben publicarse libros como La otra aventura, de Rafael Pérez Gay (Cal y Arena, México, 2020). Muchas veces se olvida que una labor esencial para forjar nuevas generaciones de lectores es la promoción de la lectura, y no desde la academia. Es una cuestión que a veces se da por sentado, pero que pocos deciden desarrollar en forma. Me vienen a la mente dos posibles soluciones: una es la publicación de libros para niños y jóvenes, de calidad, no con medias tintas ni temas aburridos (y bien escritos, por supuesto); y la segunda es la edición de antologías con temas de la vida cotidiana y referencias literarias, como ocurre en este libro de Pérez Gay. No sería difícil imaginar que todo empezó como un sueño porque en nuestra fase onírica hablamos de lo que nos gusta y da placer. Abordar temas literarios en la televisión es algo que ya se ha hecho, mas el resultado suele ser una moneda lanzada al aire. Los libros y la televisión en los años setenta y ochenta convivían a partir de una entrevista solemne y otras no tanto. Recuerdo a la China Mendoza, Severo Mirón, Ricardo Garibay, Maruxa Vilalta y Jorge Saldaña, por mencionar algunos. De todos esos acercamientos a la literatura mexicana, mi favorito era un programa que conducía Alejandro Aura; con la chispa que lo caracterizaba, de manera desenfadada hacía papelitos y los colocaba en una gran copa. Cada invitado debía tomar uno de esos papelitos, como si se tratara de la galleta de la suerte, y era el tema que el entrevistado debía mencionar en su intervención. Me queda claro que el programa gozaba de amenidad por la capacidad histriónica de Aura, no tanto por los entrevistados; y, por supuesto, en esos papelitos era inevitable hablar de libros. En los años noventa tuvimos noticias del programa de Antonio Skármeta, El show de los libros. Un segmento fresco, donde la literatura era el menú principal que se relacionaba con otros ámbitos para hacer algo verdaderamente entretenido y hasta la BBC empezó a transmitirlo. En la medida de sus posibilidades, Skármeta se convertía en un actor.
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Volviendo a México, en el Canal 22 se han hecho programas que fomentan la lectura; sin embargo, nada con más aceptación que cuando Pepe Gordon comenzó a hacernos más accesible la ciencia en la pantalla chica. No obstante, el reto de hacer que los libros y la televisión converjan de manera eficaz ha estado latente. Entre series que van y vienen, surgió la iniciativa de Pérez Gay en Canal 40, La otra aventura. Diez años después del programa nació la idea de crear el libro, un mosaico de temas que acaso siempre han estado ante nosotros, pero hacía falta que alguien los hilvanara con sumo cuidado. Cada vez es menos usual hallar guías de lectura que abran otros horizontes. Abundan los estudios académicos, análisis, crítica literaria saturada de hermetismo que difícilmente logra esparcir el interés en la obra de un determinado autor. Pérez Gay logra compartir el disfrute que genera la lectura. El libro también cumple una función que hace tiempo no se veía: es un almanaque con espléndidas fotografías de escritores de diversas latitudes. Cada vez que hay un Mundial de futbol, niños y jóvenes buscan las estampas de sus ídolos del balompié; yo preferiría coleccionar rostros de escritores
“DIEZ AÑOS DESPUÉS DEL PROGRAMA NACIÓ LA IDEA DEL LIBRO, MOSAICO DE TEMAS QUE HACÍA FALTA QUE ALGUIEN HILVANARA .
que admiro. Los temas que se incluyen van desde memorias, cartas, sueños, amor, erotismo, familia, suicidio, guerra, enfermedad, hoteles, ciudades, vicios, humor, locura, crímenes (en una segunda edición se incluirá la pandemia entre esos tópicos). La selección de autores es otro de sus aciertos y una serie de nombres figuran aparte, a manera de reconocimiento por su legado literario: Beckett, Cioran, Carver, Mailer, Bellow, los Goncourt, Ibargüengoitia, Fonseca, Flaubert, Víctor Hugo y Balzac. El azar también está convocado en estas páginas. Pérez Gay, en su calidad de anfitrión, señala que puede “ser abierto en cualquier página y ser capaz de ofrecer en ella algo de memoria y una herramienta de la imaginación”. Lo pienso como el I-Ching de la invitación a la lectura: el lector es el huésped que espera, saltándose páginas, ser atrapado en una narración.
AL ADENTRARSE en el tomo de La otra aventura, cuyo título parte de un libro de Bioy Casares, me parece inevitable no pensar en La buena compañía (Era, México, 2017), donde Bárbara Jacobs diseña una lograda guía de lectura. A partir del gozo y la admiración, surgen sus reflexiones en relación a una serie de divisiones literarias: el aforismo, la novela corta, el ensayo, el diario íntimo, el libro de viaje, la biografía, la autobiografía, las memorias. Además, el escritor es visto en distintas facetas: antólogo, crítico, cronista, ensayista, entrevistador, periodista, prologuista y traductor. Jacobs aporta definiciones y establece coincidencias, como si los libros fueran una especie de hilos que terminaran trenzados para reforzar la idea central del género literario al que se refieren; mientras, Pérez Gay y su equipo de aventureros arrojan anzuelos para ver si el lector se engancha y decide seguir por un paraje literario que, sin duda, valorará. Hace unos días, Julia Santibáñez preguntó en Twitter qué recomendación le haríamos a un maestro que debe incentivar la lectura entre jóvenes de preparatoria. Respondí que la prosa de Arreola, Monterroso y este par de libros que los promotores de lectura en nuestro país deben tener entre sus manos: La buena compañía y La otra aventura.
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El binomio bicicleta-música define en buena medida los placeres de nuestro columnista, Rogelio Garza. La editorial Producciones El Salario del Miedo publicó su libro de periodismo narrativo Bicicletas y otras drogas. Rilas, roles y rolas de un cletómano, en el que entre guitarras y pedales el “bicioso” lleva al lector hasta el origen de su devoción por las dos ruedas, le pide acompañarlo en viajes tanto literales como metafóricos —incluye pasones—, además de presentarle a sus gurús de música y literatura.
SOUNDTRACK DE UN CICLISTA ATASCADO GEORGINA HIDALGO VIVAS @cactodeasfalto
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or la forma en que Rogelio Garza (Ciudad de México, 1969) escribe sus reseñas de rock y viajes se le reconocen ciertas obsesiones, como la de abrir sus escritos siempre con una rola de ocasión, un soundtrack bien heavy que algunos lectores corremos a escuchar para ambientar el momento, como si éste fuera también parte de la creación del texto. En su reciente libro Bicicletas y otras drogas. Rilas, roles y rolas de un cletómano (Producciones El Salario del Miedo, 2020), Garza es fiel a sus manías literario-musicales. Así, el libro abre la caja de Pandora de sus otras obsesiones, “las más densas: la adicción a la bici, el heavy-hard core-punk, los pastelitos chatarra, la mota, el perico, los aceites, yoyos, champis y todos los chochos y relajantes musculares inventados hasta ahora para curar el que llama El Abrazo del Diablo”. Y no es que ande yo prejuzgando al autor que acaba de unirse a la serie de despojos urbanos que publican en el sello de periodismo narrativo de Producciones El Salario del Miedo. Él mismito lo cuenta con desparpajo y hasta con erudición, gusto refinado y detalles precisos de varios de sus momentos más memorables de autodestrucción.
I NICIOS DEL R OGER
En Bicicletas y otras drogas. Rilas, roles y rolas de un cletómano, su tercer libro, aparecen los recuerdos de su infancia rodando en una Vagabundo Jaguar por los circuitos de Ciudad Satélite, “la última frontera de la clase media setentera”, mientras el “musculito” Henry Rollins (de Black Flag) grita: “Algo me quema por dentro / cada vez más y más caliente”. Vemos al gordinflón y peleonero Roger —un pequeño “bicioso” ávido de un shot de twinkys azucarados— apaleando a sus bullies al ritmo frenético de las guitarras de Shonen Knife, alias las Ramonas de Osaka. Con los alucines psicodélicos de XTC asistimos a su “despegue” por los aceitosos circuitos de “Aceitélite” y con los de TV on the Radio nos trepamos a su bici junto con un muerto y le sacamos un pedote marca Schwinn. Rob Halford, el gritante gay-leather de Judas Priest, fondea con sus legendarios
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alaridos las eruditas fichas de sus “rilas” preferidas. Roger dice que así le llaman a las cletas en la hermana República de Guanatos —de la que alguna vez fue expat– y de paso nos enteramos de dónde vienen los modelos chopper, low riders y BMX legendarios. El funky grounge cholostyle de Ugly Kid Joe ilumina el momento en el que en la vida del adolescente ochentero Roger aparece una Italjet BMX azul metálica rodada 20 que lo lleva a rockear y sudar hasta perder peso y moverse a sus anchas por el Bazar Skatorama y territorios anexos.
L A BICI, UNA DROGA
A guitarrazos y pedalazos emprendemos con el autor la conquista de las Californias y rodamos de Pasadena a Long Beach con sus pacheprimos rockeros de Buena Park, estrellas nacionales del freestyle BMX y de los churros nocturnos. Van Halen, AC/DC y Billy Idol suenan mientras Roger pierde la virginidad, le perforan una oreja y se hace un corte mohicano. La buenaondez del viaje iniciático californiano termina con nuestro héroe del hard core estrellándose de espalda contra el tubo de drenaje profundo en un parque sateluco, un anuncio de la que le espera de seguir consumiendo bici, pero el adicto Roger ya agarró vuelo. Enjundioso emprende la defensa acérrima del verdadero día y motivo del día de la Bici, el 19 de abril —en recuerdo del viaje en bicicleta que el doctor suizo Albert Hofmann realizó en 1943 en Basilea, tras haber ingerido accidentalmente un poco del ácido lisérgico que estudiaba e irse rodando a casa. El Riladay del ansioso Roger se celebra desde 1985 en Estados Unidos y Europa; desde el 2017 en América Latina, todo en conmemoración de ese “doble viaje” del Tío Alberto, el psicodélico y el ciclista. Y es que en el fondo esconde una verdadera certeza de todos los que pedaleamos a diario: que rodar fue también parte del alucín del visionario doc y que sí, en efecto, la bici es una droga en el estricto sentido científico de la palabra. Ya no importa si es Pink Floyd o Grateful Dead o los conciertos de Brandenburgo de Johann Sebastian Bach los que acompañan la ofensiva: Roger avanza sin
“CON UN ESTILO HONESTO, ALGO MAMÓN PERO INSTRUCTIVO, LEEREMOS DE SUS GRAVES ENCONTRONAZOS CON LA LEY Y CON LA RATA, DE SUS TRUENES Y LIGUES RAROS . detenerse ante los molinos de la corrección política que ha instituido en el santoral otros tantos “días de la bicicleta”, sin drogas ni hippies locos.
U N BUEN COCTEL
En el libro, Roger no sólo nos cuenta de corceles hechos de cromolio y aluminio, de marcas y aditamentos, de sus subidas y bajadas a la montaña o de sus viajes por las venas de asfalto del mundo. Con un estilo honesto, algo mamón pero instructivo, leeremos, agitando la melena, de sus graves encontronazos con la ley y con la rata, de sus truenes y ligues raros. Morbosos nos vamos a enterar de sus pasones y miedos más profundos, tomaremos nota de sus gurús literarios y musicales, que nunca sobran en esta sociedad de adictos al placer hedonista. Intoxicados invocaremos algunas fórmulas secretas de su manual de supervivencia del buen bicioso y “coctelearemos” el orden de los factores. Hay millones de testimonios de que la bici es una “droga” que salva la vida de quien la usa constantemente. Y si como afirma el autor, leer sobre drogas es drogarse sin tener que pasar por el aterrizaje forzoso, espero que esta tacha del atascado Roger les vuele la cabeza y los oídos y los lleve a tener una sobredosis de rock y letras. ¡Psiconautas, a los molinos! GEORGINA HIDALGO VIVAS (Ciudad de México, 1972) es autora de Vodka Naka (2014), y Tijuana, migración y memoria (2016). En 2017 sus crónicas integraron la exposición permanente Miradas a la ciudad del Museo de la Ciudad de México. Crónica Biciteka (2021), se centra en la tribu ciclista que ha transformado esta urbe.
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AL MARGEN Por
VEKA DUNCAN @VekaDuncan
obra: su esposa Annie quien, al igual que la mayoría de las mujeres, ha quedado como nota al pie. Hija de un comerciante, tras casarse con Pearson decidió dedicarse a la filantropía. Su labor caritativa resuena, sobre todo, a un año de la pandemia de Covid-19, pues además de donar cien mil libras para la creación del hospital mexicano, fue una de las fundadoras del Royal College of Nursing (Colegio Real de Enfermería), establecido en 1916. Su apoyo a las enfermeras se daba en un contexto fundamental para aquel oficio médico, cuando los cruentos combates de la Primera Guerra Mundial arrasaban con toda una generación de jóvenes británicos. Para entonces, otra causa que estaba cobrando fuerza era la del sufragio femenino y Lady Cowdray se sumó con entusiasmo. En gran medida, las dos luchas que apoyaba iban de la mano: la enfermería era de las pocas oportunidades laborales para las mujeres y, por el otro, su presencia en el frente como enfermeras, así como en las fábricas, estaba transformando la forma como se veía el rol de la mujer en la sociedad británica. Annie, que se decía feminista, se unió a las filas de la Women’s Liberal Federation (Federación EN 1889 DESEMBARCÓ en Veracruz el empresario Liberal de Mujeres), que desde 1886 reunió a varias británico Weetman Pearson, quien muy pronto organizaciones femeninas. Además, fue tesorera de se convertiría en el mayor la Liberal Women’s Suffrage magnate petrolero de México. Union (Unión Liberal por el Venía por invitación de Porfirio Voto de la Mujer), pero fue Díaz para construir el canal quizá en la Federación donde de desagüe de la Ciudad de tuvo más influencia, pues era México. A lo largo de los años, una organización que apoyaba se encargaría también de hacer al partido liberal, mismo en una de las mayores obras de el que militaba Weetman infraestructura del régimen, Pearson. Muchas afiliadas el Ferrocarril Nacional de a la organización estaban Tehuantepec, así como la emparentadas con miembros reconstrucción de los puertos del Parlamento y, en un de Veracruz y Salina Cruz. momento en el que las mujeres Pearson había adquirido fama dependían del permiso de del otro lado del mar por el sus padres o esposos para trabajo de su compañía en la cualquier asunto de vida construcción del ferrocarril pública, eso fue un poderoso de Lancashire a Yorkshire y de recurso para convencer al un desagüe en Londres. Entre partido de secundar su causa. la fundación de S. Pearson & Fue tal su presión, que en Son por parte de su abuelo y su 1914 el partido aprobó la llegada a México, la empresa Resolución de Cambridge, familiar había pasado de ser la cual establecía que no se una pequeña constructora y apoyaría a ningún candidato ladrillera de Yorkshire a un Hilda Dallas, cartel que estuviera en contra del para el movimiento sufragista, 1909. sufragio femenino. emporio mundial con sede en Londres y eso se debía al talento SI BIEN EL VOTO se les otorgó en 1918, no fue sino hasta empresarial de Weetman. Esa misma cualidad 1928 cuando se extendió a todas las mujeres; en saldría a relucir cuando sus trabajadores encontraron esa década, muchas de entre quienes impulsaron el petróleo en Tehuantepec y decidió que era momento primer ímpetu sufragista fueron perdiendo interés en de emprender sus propios negocios, estableciendo la causa pues, desde su privilegio, poco les importaba la famosa compañía El Águila, para lo cual fueron que las mujeres sin propiedades carecieran de los muy útiles sus buenas relaciones con el gobierno mismos derechos. Pero Annie Pearson no desistió: del general Díaz. Pero ése no sería el único legado de fue presidenta de la Federación Liberal de Mujeres los trabajadores de S. Pearson & Son en México: el primer partido de futbol que se jugó aquí fue entre los entre 1921 y 1923, años decisivos para lograr el voto Pearson Wanderers y los San Cristóbal Swifts, equipos universal. En esos años creó un club para mujeres profesionales, entre ellas las enfermeras; bautizado formados por los empleados ingleses de Weetman como Cowdray Club, lo fundó en 1922 en una que trabajaban en el Gran Canal. casa que le había comprado al ex-Primer Ministro CUANDO SE HACE el recuento de las aportaciones de H. H. Asquith y a su esposa Margot, ambos fervientes Pearson a México, a esta lista usualmente se añade el opositores de las sufragistas. Me gusta pensar que Hospital ABC, cuyas siglas significan American British Annie tenía un gran sentido del humor y esto no fue Cowdray; gracias a sus fructíferos negocios y buenas una coincidencia, sino un finísimo golpe relaciones políticas entre la nobleza británica, recibió con guante blanco. el título de Vizconde Cowdray. Si bien es cierto que El pasado 8 de marzo salimos a tomar las calles con su fortuna fue la base del hospital, cuando se evoca su pañuelos morados evocando a las sufragistas que memoria en la historia de la beneficencia mexicana lucharon por nuestros derechos hace cien años. No a menudo se omite a la verdadera promotora de la olvidemos que por aquí pasó una de ellas. Fuente > Universidad de Cambridge
L A S U F R A G I S TA PORFIRIANA
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na mujer tiene el derecho a registrarse como votante parlamentaria para un distrito electoral [...] si a) tiene más de treinta años; y b) no es sujeto de ninguna incapacidad legal; y c) tiene derecho a ser registrada como votante de un gobierno local en relación a la ocupación de propiedades en ese distrito electoral [...]”. Con estas palabras, publicadas en la Ley de Representación del Pueblo de 1918, se otorgaba el voto a las mujeres británicas (siempre y cuando fueran tanto mayores de treinta, como dueñas de una propiedad). El color morado que usamos hoy para conmemorar el Día de la Mujer tiene su origen en la bandera creada para el movimiento sufragista del Reino Unido, que a través de la protesta logró este histórico hito. Entre ellas, hubo una mujer que podríamos llamar porfiriana y que vincula el feminismo mexicano con el sufragismo británico. En este mes que conmemoramos las luchas de las mujeres vale la pena repasar el legado de la sufragista Annie Cass, nacida en Yorkshire, que pasaría a la posteridad como Annie Pearson, vizcondesa de Cowdray.
“EN ESTE MES QUE CONMEMORAMOS LAS LUCHAS DE LAS MUJERES VALE LA PENA REPASAR EL LEGADO DE ANNIE PEARSON, NACIDA EN YORKSHIRE .
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El Cultural
DESDE EL FONDO de su grieta en el muro, el alacrán lee a otro de los poetas arrojados al margen del canon de la poesía mexicana. Se trata de Abigael Bohórquez, nacido en Caborca, Sonora, el 12 de marzo de 1936, y fallecido de un ataque cardiaco, solo y rodeado de libros, el 27 de noviembre de 1995 en su estrecho apartamento de Hermosillo. La recuperación de la historia vital y la obra de Bohórquez se debe a poetas como Dionisio Morales, investigadores como Miguel Manríquez y Hugo Salcedo, y a su editor y antologador Gerardo Bustamante, quienes han documentado los alcances artísticos del poeta, dramaturgo y promotor cultural, así como han lamentado el escaso conocimiento de su obra. El viaje de Bohórquez es el de un artista cuya obra (12 libros de poesía y varios de teatro) fue relegada de las antologías de la poesía nacional y se publicó en ediciones marginales. Luego de pasar la adolescencia en Sonora y de ganar una docena de premios municipales, en 1955 dejó Caborca (“me corrieron por incómodo”, escribió) y se trasladó a la capital. Aquí residiría treinta años, primero en Milpa Alta y luego en Chalco. Estudió en Bellas Artes y sobrevivió enseñando dramaturgia a grupos de teatro del Seguro Social. En 1985 regresó a trabajar a Sonora mientras continuaba su obra poética sobre tres vertientes: la íntima y anecdótica de “estar vivo”, como en Abigaeles y Poeníñimos; la social y comprometida, donde destaca su Menú para el generalísimo, y la vertiente del homoerotismo, motivo de su rechazo en la “tierra de vaqueros” de Caborca.
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LLEVÓ LA VIDA DE UN ROCKSTAR. Y NO GRACIAS AL GLAMUR, DEL CUAL HUBO MUY POCO .
Abandonó a su primera mujer por una rubia que lo deslumbró. Pero su inestabilidad emocional, en parte potencializada por las pastillas, hizo que acusara a la rubia con su psiquiatra porque lo había amenazado con un cuchillo. El médico ordenó que internaran a su segunda esposa en un psiquiátrico y que la medicaran. Entonces los remordimientos atormentaron a Dick y la sacó del psiquiátrico sólo para huir de ella y dejarla con dos hijas de su anterior matrimonio y una que habían procreado juntos. Después tuvo otro hijo con una chica de 19 años. De la cual también huyó. Para entonces su fama como miembro elite de la era psicodélica ya había despegado. Y en sus entrevistas presumía de las grandes cantidades de LSD que consumía para escribir sus obras. Pero era mentira. Sólo había probado el ácido una vez y había tenido un mal viaje. Le temía. Su verdadera pasión fue el cristianismo. El cual abrazó con fervor. De ahí la teología que inunda algunas de sus obras como Valis. Se autoexilió en Canadá por miedo al FBI. Por voluntad propia se metió a una clínica de rehabilitación. Ahí fue un modelo de comportamiento. Y su plan consistía en quedarse ahí de por vida. Pero una invitación a Los Ángeles le hizo recordar que siempre sí le gustaba ser un autor. Volvió a enredarse con una mujer, con la que ya no procreó porque era impotente. Ella lo acompañó a Francia, donde ofreció una conferencia en Metz que desconcertó a todos sus admiradores por la fuerte carga religiosa de sus palabras. Pese a su vida acelerada vivió hasta los 53 años. Un stroke lo condujo a la muerte. Vivía solo. En un departamento que compró con la venta de los derechos de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? No alcanzó a gozar de la fama mundial que despertó la película. Y en sus delirios quién sabe si alcanzaría a vislumbrar la potencia de su obra y lo que representaría en el futuro. Se consideraba un mal prosista. Pero aun así lo cambió todo.
Fuente > youtube.com
EL CULTO hacia Philip K. Dick cada día crece más. La adaptación en los últimos años de su trabajo en Electric Dreams (2017), una serie basada en algunos de sus relatos, y de El hombre en el castillo (2015), más el estreno de Blade Runner 2 (2017), demuestran que el entusiasmo por quien muchos consideran el mejor escritor de ciencia ficción de la historia está lejos de decaer. Pero casi igual de fascinante que su obra es su vida. Narrada de manera magistral por Emmanuel Carrère en Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (Anagrama, 2018). Según los iniciados existen biografías más exhaustivas sobre K. Dick, pero coinciden en que la versión de Carrère es bastante aceptable. En manos del francés la vida de K. Dick cobra las dimensiones de una novela. Una luminosa, apasionada, disparatada, excesiva. Y es que a este libro se le puede achacar el adjetivo que se nos antoje. La voz de Carrère funciona como el gran ojo que todo lo observa, y excepto por breves intromisiones de pensamiento cuenta la vida de uno de sus héroes. Un ser imperfecto que tuvo la capacidad de vislumbrar el futuro como ningún profeta oficial ha podido hacerlo. La técnica de Carrère vuelve al libro un documento sumamente accesible. Tanto que basta leer unos cuantos párrafos para verse arrastrado por la novela y literalmente volar por sus casi cuatrocientas páginas. Por supuesto, gracias a Carrère pero también a la vida de K. Dick. Uno no quiere desprenderse ni un momento de la trama y desea saber qué le ocurrirá a continuación al escritor. Aunque el subtítulo de la novela es Un viaje en la mente de Philip K. Dick, son en realidad sus actos, más que sus pensamientos, los que nos mantienen atados a lo que ocurre en la página. Literalmente, llevó la vida de un rockstar. Y no gracias al glamur, del cual hubo muy poco, sino porque el exceso marcó su existencia. La vida de K. Dick compite directamente con la de Ozzy Osbourne, John Belushi y otros locazos. Me atrevería a decir que K. Dick era mucho más extremo. Su mundo eran las pastillas. Para dormir, para despertar. Las anfetaminas le permitían escribir de manera vertiginosa. Llegó a escribir una novela en dos semanas. Pero le cobraban cara la factura con fuertes periodos de depresión. Sufría angustia, ansiedad, ataques de pánico. Era inseguro, contradictorio y casi toda su vida lo poseyó el miedo a vivir solo. Lo que le atrajo muchos problemas con las mujeres.
Fuente > xataka.com
SÁBADO 20.03.2021
ES UN ARTISTA CUYA OBRA FUE RELEGADA DE LAS ANTOLOGÍAS DE LA POESÍA NACIONAL .
Como anécdota, destaca lo ocurrido a su libro Poesida, ganador en 1992 del Premio Internacional Conasida, y cuya publicación no se realizó ni se entregó el monto del galardón a su autor, “por ser demasiado fuerte”, recuerda el crítico Bruno Ríos. Por fortuna, Dionisio Morales preparó Las amarras terrestres. Antología poética (1957-1995) del autor (UAM, 2001); en 2005 la Universidad de Sonora publicó Heredad. Antología provisional (1956-1978), y en 2016 esa casa de estudios publicó también Poesía reunida e inédita de Abigael Bohórquez, editada por Gerardo Bustamante. Valorado por Carlos Pellicer, Efraín Huerta y José Revueltas, reconocido por Guillermo Samperio, René Avilés y Evodio Escalante, el poeta murió en 1995, cuando apenas un año antes había recibido una beca como creador del Fondo Estatal de Sonora. Debemos leer a Bohórquez, insiste el escorpión y deja al lector con sus palabras: “Prefiero ser poeta anónimo del siglo XX, valorado en el próximo siglo XXI, que estar en la boca de nadie que no sabe leer... Si yo no fuera pobre como soy, me compraría puras cosas efímeras”.
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@Charfornication
PHILIP K. DICK POR CARRÈRE EL SINO DEL ESCORPIÓN Por
ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
LEER A BOHÓRQUEZ
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SÁBADO 20.03.2021
ESGRIMA Por
ALEJANDRO GARCÍA ABREU
ARNOLDO KRAUS LA ENFERMEDAD ES MAESTRA
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esconocer fronteras es una cualidad viral. Suprimir espacios, tragedias y vivencias que ocurren ‘en otra parte’ es otra peculiaridad de nuestro Covid-19. Los virus acortan distancias y borran conceptos. ‘En otra parte’ es aquí y ahora”, afirma, desasosegado, el médico y escritor Arnoldo Kraus (Ciudad de México, 1951). Bitácora de mi pandemia (Debate, 2020) de Kraus fue prologado por Antonio Lazcano Araujo —biólogo especializado en la evolución temprana y en el origen de la vida, miembro de El Colegio Nacional—, quien asevera: Kraus escribió que “Contra toda esperanza es un libro desgarrador y monumental de Nadiezhda Mandelstam. Tras la primera detención de su esposo en 1934, el poeta Ósip Mandelstam, uno de los hijos más granados de la literatura rusa, quien murió cuatro años después, víctima de Stalin en un campo de tránsito hacia Siberia, Nadiezhda empieza a narrar las crudas peripecias y el dolor infinito de la pareja y de sus compañeros de generación. Nada pudo la poeta hacer para salvar la vida de su marido, nada. Todo pudo hacer casi veinte años después del asesinato de Ósip cuando escribió Contra toda esperanza. Nos dijo, nos escribió, nos instruyó, nos alertó: la esperanza, pese a todo y a todos, debe seguir”. Arnoldo Kraus hace bien en atenerse a la poesía. Mezclada con la angustia y la desesperación ante un enemigo minúsculo e implacable, en medio de las cuatro paredes del encierro al que nos ha forzado la pandemia, se transpira la esperanza. ¿Esperanza en qué? En la inteligencia humana individual y colectiva, en el poder de la ciencia y la cultura, en los esfuerzos heroicos del personal de salud. La esperanza en nosotros mismos y en los que nos seguirán. En eso descansa el futuro. En Bitácora de mi pandemia, Kraus —profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y del Colegio de Bioética— ahonda en la irrupción de la enfermedad no esperada, habla sobre este tiempo de inseguridad y, a la vez, expresa —como apunta Lazcano Araujo— que conserva esperanza.
“LA PANDEMIA HA MODIFICADO ESQUEMAS QUE NOS PARECÍAN NORMALES. AHÍ RESIDE LA NECESIDAD DE LA RESIGNIFICACIÓN DE LA MUERTE .
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Escribiste que “las enfermedades y sus variantes, epidemias y pandemias, son maestras”. Ante la muerte, quizá sociedades o individuos podrán resignificar el mundo con otras herramientas, coliges. ¿Qué sentido le otorgas a la idea de darle un nuevo sentido a la realidad? La pandemia ha modificado muchos esquemas sociales que nos parecían normales. Ahí reside la necesidad de la resignificación de la muerte, de la enfermedad, de las patologías y sus causas. El SARSCoV-2 nos desnudó. Estábamos desprevenidos. Con la muerte que acecha todos los rincones del planeta debemos dar un nuevo significado a los conceptos de salud y enfermedad. Cambia la perspectiva de la muerte. La enfermedad es maestra. Algunas personas tendrán la suerte de morir de un infarto, pero cuando la enfermedad toca a la puerta se producen cambios desde sencillos hasta profundos. “El tiempo estruja, los relojes corren”, aseveras. ¿De qué manera percibes la flecha del tiempo en la época del coronavirus? La percepción del mismo se ha modificado. A todos nos ha cambiado la vida, solamente a muy pocos de forma positiva —algunos empresarios han incrementado sus carteras durante la pandemia, pero prácticamente a nadie le ha ido bien. El tiempo se trastoca y hay temor e incertidumbre. En este caso
Foto > Cortesía de Penguin Random House
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El Cultural
muy particular la palabra incertidumbre está más atada que nunca al concepto de tiempo. Me gusta tu alusión a la flecha del tiempo, en ella reinan la inseguridad, la duda y la perplejidad. El tiempo difiere cuando se cuentan los muertos. La percepción del tiempo se modificó para siempre. El tiempo en 2021 es diferente del tiempo a finales de 2019. Afirmas: “Sobran historias. La mayoría revela angustia, inseguridad, temor hacia el futuro, pánico por infectarse, desprecio hacia los políticos. Cada uno tiene su historia. La pandemia es un mar infinito lleno de historias”. Recurres a la literatura. Hemos conversado en otras ocasiones sobre La peste, de Albert Camus. ¿Cómo lidias personalmente con la pandemia? No tengo miedo. Lo digo sin petulancia. Pero escucho historias de pacientes y colegas míos en las que se manifiestan la desolación absoluta y la desesperanza. Qué bueno que menciones La peste de Camus, pero no olvidemos a Thomas Mann. En esos libros extraordinarios prevalece la ficción, pero hoy prevalece la realidad. Hay momentos en los que se imbrican ambas. La mezcla de realidad y ficción a veces deriva en plenas irrealidades. Tu bitácora carece de final. Decidiste enviarla a la editorial para no repetirte. La pandemia continuará. “La infección sigue acosándonos, tanto por el poder devastador del SARS-CoV-2 como por la pandemia de la pobreza”. Concluyes: “Quizá nunca se alcance el punto final”. En el libro reflexionas sobre la esperanza que otorga la poesía. ¿Conservas la esperanza o estás convencido de que la situación global devendrá en “un futuro sin futuro”? Soy escéptico. El hombre como especie tiene una dosis de maldad inherente. Kant decía que el mal está determinado ontogénicamente. A pesar de todo pienso que debemos conservar cierto grado de esperanza. La poesía —toda la literatura— ayuda. En 2009 entrevisté al doctor Jesús Kumate (19242018), catedrático e investigador especializado en infectología pediátrica e inmunología, miembro de El Colegio Nacional, Secretario de Salud de 1988 a 1994 y, en 1995, presidente del Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud. En la conversación le pregunté si tenía alguna esperanza en los sistemas de salud del país. Contestó que ninguna. Concluyó: “No creo ver un México mejor, pero traté de hacer algo cuando tuve la posibilidad de hacerlo”. Yo no suscribo lo dicho por él. Por ejemplo, mientras tú y yo conversamos sobre un asunto tan delicado como la pandemia estamos generando esperanzas. Tú y yo formamos un binomio enriquecedor. Es un intercambio de inteligencias. Afortunadamente hay gente con curiosidad, con ganas de preguntar, de retar, de no callarse. Este brevísimo listado que podríamos alargar es una suma de esperanzas.
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