Asex el ángel que nunca debió amar por RBC

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© Texto: 2014 © Diseño de portada: 2014, RBC © Edición: 2014, RBCBOOK Publicado en México - RBCBOOK www.rbcbook.blogspot.com www.cinerbc.blogspot.com www.librogeminis.blogspot.com Maquetación: RBC Primera edición: Diciembre de 2014

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Hasta ahora nadie lo ha visto, pero muchos sabemos que existe‌ Dedicado a los que creen y aman sin importar de quÊ manera. RBC.


1 La paz en el cielo

E

l paraíso lucía como todos los días, con inmensas y espesas nubes blancas decoradas por un precioso resplandor no proveniente del sol, agradable a los ojos y con cálida luz para los afortunados habitantes, a los que jamás les provocaba calor ni les permitía sentir frío. Una particular sinfonía celestial fluía a los alrededores como el correr de un pequeño arroyo, provocando un inmenso estado de tranquilidad. El tiempo no importaba, nadie envejecía, nadie conocía el dolor, las enfermedades, las tristezas, solo las habían visto en los humanos como si sintonizaran un canal de televisión. En un punto no muy lejano del Atrio Principal, un ángel se encontraba resguardado entre una roca y arbustos de follaje fresco, donde gozaba de un buen ángulo para apreciar fijamente su fino reflejo en un paradisiaco lago cristalino, dentro, lo único vivo era el mismísimo fluido que manaba de algún inexplicable lugar, para el ángel le figuraba que aquel espejo natural se revitalizaba a cada segundo, llevando siempre agua nueva y fresca a la superficie. Es por ese motivo que cada momento que podía lo contemplaba oculto,


anhelando siempre el obtener la capacidad de poder regenerarse una y otra vez como aquél estanque y no preguntarse más de su vida eterna…¿por qué siendo uno de los hermanos más fieles, leales y bondadosos, no podía amar? Estando tan cerca de los humanos entre las dimensiones más palpables al mundo, el ángel pudo ver por años cómo vivían los humanos ese mismo amor que él sentía, ese que es tan prohibido tanto en su dimensión como en la terrenal. Sus centenarios de años vividos se debatían entre el libre albedrío y al mismo tiempo de lo etéreamente celestial. Las campanas sonaron, sacando al ángel de un singular abatimiento que vivía en silencio y soledad, el repique no cesaba, todos los ángeles debían acudir a su llamado, para aquel que no asistiera su castigo sería que por la eternidad escucharía campanas, así que con pocos ánimos y un prolongado suspiro, el ángel de un salto se elevó en el aire y emprendió su camino al atrio principal. A una altura no más de cinco metros contempló la congregación de todos sus hermanos, era difícil diferenciarlos pues todos cabían en lo que para los humanos era la perfección de la belleza, incluida la de él. — Hermanos— una potente voz irrumpió toda esa pequeña porción del infinito cielo. Todos expectantes apreciaron la silueta de un hombre alto de cabellera larga y armadura completa de color plata que caminaba hacia ellos, las nubes se abrieron como una cortinilla para darle paso. Todos aplaudieron pues no era muy común ver a un arcángel visitarlos a la hora de la reunión: “Canto al mundo bendiciones” y la visita de aquel ser


majestuoso daba aviso de que algo grande estaba por suceder. El ángel no se sentía muy cómodo ante su presencia pues le costaba el doble, casi el triple bloquear sus pensamientos; en un pequeño descuido podrían reprenderlo y todo acabaría, centenas de años lo había vuelto un “experto” en callar su voz mental, pero cualquier día…podría ser la excepción. — Es un honor venir a saludarlos— expresó el arcángel con voz dominante pero pacífica— me han encomendado una misión en la cual necesito de la ayuda de uno de ustedes— la expresión de casi todos los presentes fue de regocijo, algunos hasta sacudieron sus alas y se frotaron las manos en lo que pareció una plegaria disimulada a Dios para ser elegidos— lugar donde llevaremos la encomienda: La dimensión Terrenal— sentenció con cierto suspenso, los congregados veían literalmente la armadura pues ningún ángel alguna vez había visto el rostro de un arcángel— mi compañero de viaje ni yo mismo lo conozco, ya que los principados me han ordenado que no lo descubriese hasta estar frente a ustedes. Casi todos estaban extasiados con aquella noticia, excepto el ángel, no se imaginaba estando cerca de un ser tan misterioso y bello sin ser descubierto. Intentando pasar desapercibido con sigilo se apartó lo más que pudo de sus hermanos y silenció todo tipo de pensamiento o petición. El arcángel levantó el pergamino lo destapó y a pesar que no le veían el rostro pareció sorprendido, aunque segundos después se pudo escuchar una pequeña sonrisa provenir de él; levantó la mirada fijándola en el punto más alejado de ahí. Todo quedó en silencio por un tiempo, suspiró y con una voz que


erizó la piel del ángel, este escuchó su nombre, realmente los nombres de los ángeles no eran pronunciables para los seres humanos, para ellos serían solo balbuceos. Todos volvieron el rostro a su compañero que parecía aterrado, aunque los ángeles no deberían de mostrar esos gestos mundanos, ya que no conocían el temor, sus actitudes debían ser siempre de fortaleza y pasividad. — Tú— el arcángel se dirigió directo al ángel con su dedo índice apuntándolo como una flecha— ven aquí que la encomienda ha dado inicio y los principados no suelen andarse con rodeos— el tono era tan grave que más que una petición sonaba a un fuerte regaño. El tímido ángel voló por encima de sus compañeros quienes lo observaban desconcertados al no encontrar ni un solo atisbo de felicidad en su rostro. El arcángel lo tomó del brazo y lo colocó delante de él, al contacto, el ángel no pudo evitar estremecerse, más cuando sintió un fuerte abrazo metálico y en su oído derecho una voz grave que le susurró: — Sostente fuertemente a mis brazos que pronto seremos mortales, seremos…como cualquier humano en la tierra — el ángel no podía apartar los ojos de toda la masa de hermanos que observaban incómodos, como si en ese instante hubiesen desbloqueado sus más íntimos pensamientos. En ese instante una intensa luz envolvió sus cuerpos y como un rayo descendieron al semiinfierno.


2 Conociendo el semiinfierno

U

n escándalo insoportable, las baldosas frías iluminadas por el azul plata de la luna, millares de murmullos, el latir de un corazón, la necesidad de sentir calor, el miedo; ¡el dolor!, hicieron gritar al arcángel. Con sus manos aferradas a la tierra intentaba detener todo ese remolino de nuevas sensaciones. — ¡¿Qué es esto?! — preguntó a la imagen borrosa de un hombre nervioso , alto, de cabellos dorados y desnudo que estaba frente a él — ¡¿qué es ese olor?! — gritó una vez más contorsionándose en el suelo — ¡ayúdame! — suplicaba agitado ¡AYÚDAMEEE! — repitió desde lo más hondo de su verdadero ser, arrastrando su gigantesco cuerpo musculoso y sin cobijo a los pies del pavoroso ángel…



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