II Recital de cuentos cortos: Nuevas letras en el aire

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Nuevas letras en el aire II Recital de Cuentos Cortos LA VELA

Luis Olórtegui Ramos

lazos familiares

carta de consuelo

la mesa servida

el dolor de tu mente

Luis Carlos Lavado Villanueva Sebastián Jiménez Laveriano

Caleb Arias Quispe Rose Guerrero

hoy no sé qué pasó Daniel Orellano Miranda



Nuevas letras en el aire II Recital de Cuentos Cortos


Nuevas letras en el aire. II Recital de Cuentos Cortos © Luis Olórtegui Ramos, por «La vela» © Luis Carlos Lavado, por «Lazos familiares» © Caleb Arias, por «Carta de Consuelo» © Sebastián Jiménez, por «La mesa servida» © Rose Guerrero, por «El dolor de tu mente» © Daniel Orellano, por «Hoy no sé qué pasó» © Nuevas letras en el aire Dirección del proyecto: Gladys Chambilla Asesoría: Rony Vásquez Organización y administración: Jackeline Peña Edición y diagramación: Christian Cachay Corrección de estilo: Enrique Toledo Diseño del logo: Jackeline Peña Redes sociales: rccnuevasletrasenelaire@gmail.com https://www.facebook.com/rccnuevasletrasenelaire https://www.instagram.com/rccnuevasletrasenelaire/ https://rccnuevasletrasenelaire.wordpress.com/ Gestión de comunidad: Lucía Choquecahua y Enrique Toledo Creación de contenido: Gabriela Marcos Primera edición digital: marzo de 2022 Esta edición es gratuita y su uso es de libre circulación. Queda prohibida su comercialización.


ÍNDICE PRESENTACIÓN

7

Luis Olórtegui Ramos 9 La vela

11

Luis Carlos Lavado Villanueva 15 Lazos familiares

17

Caleb Arias Quispe

21

Carta de Consuelo 23 Michell Sebastián Jiménez Laveriano La mesa servida Rose Guerrero Roca

27

29 31

El dolor de tu mente

33

Daniel Orellano Miranda

37

Hoy no sé qué pasó

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Acta del II Recital de Cuentos Cortos 41


Solía escribir con el dedo grande en el aire César Vallejo


PRESENTACIÓN En setiembre del año pasado se realizó el primer recital de cuentos cortos de «Nuevas letras en el aire». El cual convocó a estudiantes de literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. De los participantes, fueron seleccionados seis cuentos, cuyos autores participaron en el evento central. Los buenos resultados del primer evento y el propósito de seguir brindando este espacio a más estudiantes de Literatura nos llevaron a planificar un segundo evento. En esta oportunidad, decidimos no solo convocar estudiantes de literatura de la UNMSM, sino también a las otras tres universidades del Perú que ostentan la carrera, con la finalidad de dar este espacio a más estudiantes de esta escuela profesional interesados en la escritura narrativa. Con esta convicción, emprendimos la planificación de este segundo evento con un equipo más amplio que se unió a este proyecto. En esta ocasión, este libro convoca seis cuentos, un cuento ganador y dos menciones honrosas y tres finalistas elegidos por jurados especializados. Los textos nos demuestran el talento que sus escritores que están desarrollando en la escritura creativa. Esperamos que el lector pueda vislumbrar el talento de estos jóvenes escritores que emprenden su camino literario a través de sus textos. Asimismo, deseamos seguir siendo una plataforma que los anime a seguir escribiendo. Gladys Chambilla Aleluya Directora del Recital de Cuentos Cortos



Luis Olórtegui Ramos primer puesto


Luis Olórtegui Ramos. Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro de la revista de crítica y teoría literaria Heterogénea. Ponente en el VI Encuentro de Jóvenes Investigadores en Humanidades con «El mar como la representación metafórica del amor en el personaje de “Catita” en un fragmento de La casa de cartón de Martín Adán». Finalista del Primer Recital de Cuentos Cortos «Nuevas letras en el aire». Docente de colegio y academias preuniversitarios.


La vela

La vela no se había apagado. Cuando la mujer despertó, se quedó mirándola. ¡Qué extraño! —se dijo—. Aunque su llama flameaba temblorosamente, seguía encendida. Miraba cómo la cera se deslizaba lentamente mientras su mecha ardía. Su esposo llevaba ya varias semanas en el hospital, pero como no le permitían verlo, había comprado algunas velas misioneras para rezar. Como vio que la vela estaba casi intacta, tuvo un buen presentimiento. Algo bueno pasará hoy —pensó—. Recordó cuando su esposo comenzó a toser, al principio no le dieron mucha importancia, pero cuando vino la fiebre, recién se preocuparon. Cuando casi ya no podía respirar, fueron al hospital. El lugar estaba repleto, no habían camas libres, incluso algunas personas estaban tiradas en los pasillos. Decidieron esperar, pero las horas pasaban y la fiebre aumentaba. Preguntaron a las enfermeras si alguien los podía atender, pero nadie les hacía caso. En su desesperación imploró por ayuda, hasta que por fin le suministraron oxígeno. Como ya era tarde, le dijeron a la esposa que no podía quedarse, pues también se podría contagiar. Así que regresó a su casa. La cama se sentía diferente sin él: el frío se acentuaba más. Esa noche no pudo dormir y su esposo tampoco. Por varios años habían intentado tener hijos, pero con el tiempo, se fueron quedando sin juventud y sin esperanzas. Buscaron otros 11


Luis Olórtegui

métodos alternativos, pero tampoco obtuvieron resultados, por lo que empezaron a considerar la adopción. Como estaba prohibido trabajar por la cuarentena, la casa le parecía mucho más grande y mucho más vacía, a pesar de que todas sus cosas siguieran allí. En las noticias veía que los fallecidos cada día eran más. La angustia socavaba sus fuerzas, así que decidió ir a verlo. Los carros también estaban prohibidos, por lo que tuvo que ir a pie. Aunque el hospital quedaba lejos, no le importó. Las calles estaban desiertas, parecían un pueblo fantasma en el que hasta la respiración sonaba tan fuerte como un latido. Las farmacias eran los únicos lugares abiertos. Cuando llegó, el caos de los alrededores era tanto que parecía mercado ambulante. Como pudo se acercó hasta la puerta principal, pero nadie le daba respuesta. Hasta que un guardia le preguntó si estaba mal, ella le dijo que no, pero que su esposo sí. Él le respondió que no podía entrar, pero que si había algún cambio, la llamarían, así que lo único que podía hacer era regresar a casa y esperar. Los días pasaban, pero para ella no había diferencia alguna. Sola, en su cuarto, se quedaba despierta hasta la madrugada. Por lo que se levantaba tarde, así que ya no desayunaba. Después empezó a almorzar casi al atardecer hasta que, finalmente, a veces ya ni cenaba. O era porque ya no tenía apetito o que, simplemente, ya no tenía dinero. Pero una mañana fue a comprar unas velas. Las velas misioneras, a diferencias de las demás, pueden durar varias horas, por lo que suelen usarse en las iglesias. Cuando llegó la noche, prendió una, y se quedó dormida mirándola mientras rezaba. A la mañana siguiente, se quedó viendo la casi intacta vela encendida. A los minutos, la llamaron del hospital, le dijeron que su esposo había mejorado, pero que habría que esperar unos días más para asegurarse de que estuviera completamente bien. Apagó la vela. Saber eso la alegró mucho, 12


La vela

así que ese día quiso preparar la comida favorita de su esposo para celebrar, aunque él no la fuera a comer. Se sentía tan feliz que comió doble, lo que le dio un poco de sueño. Aunque aún no era tarde, igual quiso descansar. Cuando la volvió a encender, comenzó a toser.

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Luis Carlos Lavado Villanueva mención honrosa


Luis Carlos Lavado Villanueva (Huaral, 1999). Estudiante del último año de la carrera de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su área de interés es la escritura creativa, relacionada a los géneros del terror y el policíaco. Fuera de los estudios universitarios sus dos grandes intereses son la música y el cine, así como el dibujo.


Lazos familiares

5 de mayo de 1990 Querido John, Sé que aún estarás una larga temporada fuera del país. Quizá esta carta no llegue sino después de meses. Pero me encuentro un tanto preocupada. Es Edgar. No sé qué es lo que está pasando, John. Todo iba bien. Él era un chico adorable, aún lo es. Lo sé. Cuando me lo presentaste, quedé encantada por su carisma y su desenvoltura a pesar de ser solo un niño. Inmediatamente supe que él sería el hijo que nunca podré tener. Hice todo lo posible por ganarme su confianza, tú lo sabes. Íbamos al cine a ver sus dibujitos, al parque, le compraba sus juguetitos y lo acompañaba siempre a la escuela. Y cuando tú estabas aquí pedíamos pizza, jugábamos juegos de mesa y nos quedábamos viendo películas hasta muy tarde. Éramos una familia. Edgar, tu hijo, era el mío también. Por eso cuando me pediste matrimonio no lo dudé dos veces. Era tan feliz. Y cuando me llamó mamá por primera vez lo abracé tan fuerte que creo que casi lo ahogo. ¡Pobrecito! Aunque estaba tan contento al igual que yo. Eran tiempo maravillosos. Pero luego tuviste que irte. Traté de darle lo mejor, en serio, lo hice. Lo apoyé en sus estudios, veíamos juntos sus 17


Luis Carlos Lavado Villanueva

dibujitos y hasta jugábamos casi toda la tarde. Era una niña más, nos hubieras visto. Pasamos mucho tiempo juntos, tanto que hasta sentí como si nos fundiéramos en una sola persona, como almas gemelas. Cuando creció un poco acostumbraba a llevarlo a mi trabajo durante sus vacaciones. Él se quedó maravillado con los grandes estantes y escritorios del bufete de abogados en el que trabajaba. Una vez llegó a decirme: «Mamá, cuando crezca quiero ser abogada como tú». Solté una risa por su inocencia y le dije que no, que él sería un abogado. Él sonrió y me dijo que no lo comprendía, pero que, si yo lo decía, estaba bien. Me pareció bastante tierno de su parte. A veces solía sentarse en mi escritorio y escribir como si fuera yo. Mis compañeros se reían de sus ocurrencias y me bromeaban diciendo que había llegado mi nuevo reemplazo. Edgar asentía conforme y permanecía en mi escritorio como si de verdad lo fuera. Ahora que lo pienso, creo que Edgar se tomaba muy enserio su papel. Aunque no dejaba de ser divertido, supongo. Era solo un niño. Pero una vez. No sé como decírtelo. Lo he ocultado por miedo a que te enojes con él o fueras a hacerle algo. Perdóname. Pero ahora la incertidumbre me embarga tanto y tú como su padre tienes todo el derecho de saberlo. Una vez lo encontré vestido con mi ropa de vestir, como si fuera a salir al trabajo, con mi cartera colgando en sus hombros y tratando de emular mi manera de caminar. Quedé tan sorprendida que solté un pequeño grito y Edgar me escuchó. Pero no se mostró alterado. Lo tomó con tranquilidad, sonrió y me dijo que solo era un juego, que era divertido. No pienses mal, por favor. No lo hizo de mala intención. Era solo un juego, ¿sí? Por supuesto me preocupó en un inicio, pero puedo aceptar a Edgar tal cual es, no me importa. Lo amo. Tú lo amas también, ¿verdad? Te extrañamos tanto, John. 18


Lazos familiares

La semana pasada Edgar accedió a visitar a un profesional para no preocuparme. Pero nos dijo que el único remedio era que me alejara de él. Me negué rotundamente ¿Cómo hacerlo? Edgar tampoco lo aceptó, aunque se mostró muy afectado. Se encerró por unos días en su cuarto y no quería comer. Pedí días libres a mi jefe para pasar más tiempo con él, ya que estaba segura de que me iba a necesitar más que nunca. Pero ayer decidió salir de su encierro por fin. Había perdido mucho peso. Me lancé a sus brazos llorando al verlo así, y él me calmó diciendo que no me preocupara, que había encontrado una solución a todo. ¿Escuchaste, John? Todo irá bien. Después de todo, creo que te he asustado de más. Aunque lo que más temo es que decida irse de la casa. Ruego por que no pase. ¿Qué haría sin mí? Aunque ya es casi un adulto, pero… pero lo necesito tanto. Todo saldrá bien, ¿verdad? Estoy segura de que dirás que sí. Te mando muchos besos, y Edgar también. Atentamente, tu querida Clarice.

Esta carta fue encontrada al lado del cadáver de una mujer aún no identificada oficialmente debido al desfiguramiento total de su rostro, pero se intuye que es la autora. Por otro lado, la persona que llamó y recibió a la policía fue un joven de aproximadamente dieciocho años, vestido con una gabardina de mujer y una peluca castaña, identificándose como Clarice Álvarez. 19



Caleb Arias Quispe mención honrosa


Caleb Arias Quispe es bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha participado como ponente en diversos coloquios y congresos de literatura. Presidió la organización del Coloquio en Homenaje por los diez años del fallecimiento de Carlos Eduardo Zavaleta. Se dedica a la docencia y sus líneas de investigación son la poesía y narrativa peruana del siglo XX, con especial énfasis en la generación del 50.


Carta de Consuelo

Vuelvo a mirar tu retrato mientras me esfuerzo inútilmente por respirar. Mi habitación se ha convertido en un cementerio y mi cama es un sepulcro. Consuelo, querida Consuelo, en noches como esta es cuando más extraño que me beses y me susurres al oído «Duérmete, Leíto». Quiero contarte que mañana me entregan los resultados de las últimas radiografías. Desahuciado, esta noche me siento al filo de la cama y miro la caja de tabletas vacía y rota. Láminas de pastillas están dispersas por el suelo, cual serpentinas que adornan un cortejo fúnebre. Recetas arrugadas, bolsas amarillas, frasquitos de jarabe. El insomnio me carcome, no soporto el tic tac de las manecillas que marcan las tres de la mañana y martillean mis sienes. Cierro las cortinas para intentar luchar en vano contra el frío que se ya se ha colado en las rendijas de mis bronquios. Impaciente porque amanezca enciendo el interruptor. La luz artificial baña las paredes de mi cuarto. En mi mesita de noche tu tierna imagen se contrasta con la demacrada figura que refleja el espejo cuando me miro en él. Cierro los ojos para escuchar el eco de tu voz. «Leo, Leíto, tenías solo tres años cuando tu primera cita. Te llevé llorando a la posta, envuelto entre frazadas y chalinas. Tu cuerpito temblaba, tus manitos apretaban los puños y tu carita estaba morada, quién sabe si por el frío, por el miedo o 23


Caleb Arias Quispe

porque sentías que te abrazaba la muerte. Que si teníamos familiares con TBC, que si te habíamos puesto las vacunas, que si los controles prenatales… Tantas preguntas, hijito, tantos papeles que llenar para que te colocaran la mascarilla y dejaras de retorcerte y dar patadas para terminar dormidito entre mis brazos». Ahora soy yo quien viene solo a este inmundo edificio blanco, a cuyas puertas se arrastran almas que han perdido toda esperanza. Me he acostumbrado a preguntar rutinaria y resignadamente por el diagnóstico. No le tengo buenas noticias, caballero, me preocupa esa manchita blanca en el pulmón izquierdo. Quizá sea una neumonía leve, nada más. Sáquese estas placas. Sí, tiene que pasar por caja primero. Esta constante e interminable incertidumbre me trae a la memoria tus oraciones y tus intentos por rescatarme una y otra vez. No te miento al decir que intenté creer. ¿Recuerdas cuánto te emocionabas cuando el coro de la iglesia comenzaba a cantar y yo alzaba mis manos, cerraba los ojos y te contaba que sentía esa paz en el pecho? Respiraba, mamá, podía hacerlo. Hasta le dije a Dios que me dé una última oportunidad para entregarme a él en cuerpo y alma. Lloré, me arrepentí y por un momento sentí que podía volver a vivir de nuevo. Pero una mañana de abril te fuiste. Y cuando miré aquellas cortinas negras, el adorno floral y ese blanco ataúd, comencé a agonizar. Desde entonces recibo diferentes diagnósticos, mis recaídas son cada vez más constantes y hasta he perdido la cuenta de todas las navidades internado en Emergencias. Me he reprochado hasta el hartazgo haberte mentido cuando me preguntabas de dónde regresaba cada noche. De qué servían las excusas, los perdones y promesas si mi rostro avergonzado terminaba por esconderse detrás de una fingida sonrisa. Me lastimaba entregarme a anónimos cuerpos y unas horas después buscar refugio entre tus brazos. Siempre preferí tu beso de buenas noches a 24


Carta de Consuelo

esas fugaces y fingidas caricias. Por eso, cuando esas escenas no tuvieron más lugar, me sumí en esta vigilia constante de aborrecer las noches y esperar con ansiedad el amanecer, el detenerse del reloj, el fin del tiempo. Cada mañana amanezco con temor y me incorporo bruscamente. Mis legañosos ojos se rehúsan a abrirse. Me pesa el cuerpo y mis piernas tambalean. Toso. Respiro. Vuelvo a toser. Mi pañuelo se tiñe de sangre. El opaco espejo dibuja mi deforme esqueleto. Me llevo las manos a la cara y mientras las lágrimas dibujan surcos en mis dedos no puedo evitar preguntarme si tu muerte me ha dejado un poquito de mierda en el corazón.

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Michell Sebastián Jiménez Laveriano finalista


Michell Sebastián Jiménez Laveriano (Lima, 1999) cursa la carrera de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro de la revista de traducción literaria Lenguameta. Sus disciplinas de interés son la escritura creativa, la composición musical y la ilustración gráfica.


La mesa servida

Hoy fui a tu casa. Y esta vez sí toqué fuerte. Tu abuelo abrió y, al estrechar su mano enorme, de repente me sentí como un niño, me imaginé las veces en que tomabas su mano también. ¿Te seguirías sintiendo una niña todavía, cuando llegabas tarde y él abría la puerta por ti como si fuera un vidente? ¿Acaso él vería a través de mí, mis decisiones, mi futuro? ¿Sabría de las veces en que me ocultaba en tu cuarto y de las otras cuando, luego de tanto tiempo, te volvía a esperar por las calles para verte pasar? Guardamos silencio por un rato hasta que sus ojos azules me confirmaron que te habías ido del país, que al fin estabas con tus padres y que, después de todo, un abrazo por otro ¿eh? Sonreímos como dos niños cómplices. Creo, sin embargo, que ambos nos sentimos felices y resignados. Él parecía, mientras abría la puerta donde escribiste tu nombre con plumones de colores, recitar débilmente los detalles de tu partida. Me invitó a pasar y lo vi maniobrar la vieja radio de las noticias para luego entrar a la cocina. Sus bromas, el lonche y la música bajita durmieron una hermosa tarde sobre la mesa.

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Rose Guerrero Roca finalista


Rose Guerrero Roca (Lima, 1999) cursa la carrera de Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Participó en el año 2019 como voluntaria en el I Congreso Nacional ALADAA-PERÚ. Asia y África: visiones y estudios desde el Perú. Sus intereses en relación con la lectura varían desde obras de suspenso, terror y fantasía, algunos clásicos sobre romance y misterio hasta mangas y webtoons de los géneros previamente mencionados.


El dolor de tu mente

Era de madrugada cuando, de pronto, ella abrió sus ojos. Respiración agitada, llanto en silencio. Otra pesadilla terminó por aturdirla nuevamente y yo tenía que consolarla o hacer que la olvide. A veces ignoraba mi existencia y se desahogaba entre las sábanas. Esta rutina resultaba agotadora, pero debía hacer algo. Yo solo deseaba continuar con mi descanso. —Mírate, ¿quién podría aguantar esto además de mí? Verte en ese estado y luego ser testigo de una sonrisa tuya al día siguiente no es algo bueno, ¿sabes? Esto no es saludable… para mí. No hubo respuesta de su parte; sin embargo, las lágrimas dejaron de brotar y solo quedó lo que yo empecé a considerar como un par de finas gotas de cristal reposando sobre sus mejillas. Parece que ya me estaba prestando atención. —¡Oh, lúgubre belleza, ten compasión y libera a este pobre ser del sufrimiento! —No creí que fueras capaz de pedir algo como eso para mí, creo que exageras —respondió ella en voz baja—. Generalmente me ordenarías que sea fuerte, que aguante o que haga algo al respecto. —¡Oh, pero si claramente lo pedía para mí! El cansancio me atormenta, tus pensamientos también. Me haces daño, pero lo tomas a la ligera. Ya discutiremos esto en la mañana, descansa por ahora. 33


Rose Guerrero Roca

Ella terminó relajándose luego de unos minutos de compañía y volvió a cerrar los ojos. Ya en la mañana, salió perezosamente de la cama y observó su rostro en el largo espejo colgado en una de las paredes. Se sentía frustrada y soltó un suspiro en un intento por desaparecer su fastidio y tristeza. Luego, ella se dirigió al baño a lavarse y tratar de controlar sus emociones. Otra discusión esperaba por ella en el comedor, las críticas no tardaron en llegar ni bien tomó asiento. Ella sabía que unas cuantas personas adultas estaban a su lado; sin embargo, sus rostros eran difusos, oscuros, difíciles de reconocer. A pesar de ello, la molestia en sus voces era evidente. —¿Cómo te atreves a decir eso de nosotros? ¡ Jamás te haríamos daño! —Ninguna persona sería como tú, ¡nadie nos trataría así! —Decepcionante, eso es lo que eres. ¡No hacemos mal alguno! Todos hablaron al mismo tiempo, aturdiéndola, confundiéndola por un instante, pero no valía la pena quedarse a terminar de escucharlos. Yo tenía que convencerla para que se retire, pero ella no parecía ceder; nada funcionó al final. Solo pude hallar algo de tranquilidad fugaz cuando los demás se retiraron. —¿Cuándo terminará todo esto? ¿Vas a hacer algo o tendré que hacerlo yo? —¿Qué podrías hacer tú? —noté ciertos trazos de burla en su voz, pero eso no me detuvo. —Mi encierro involuntario aquí no significa que yo sea inútil. Podré estar en tu cabeza, pero no me rendiría ante el temor por escenarios hipotéticos, yo tomaría decisiones razonables. Esto también puede lograr que las personas realicen cosas increíbles, no es malo sentirlo. A veces el temor es necesario, pero no creo que lo entiendas. 34


El dolor de tu mente

—No necesito entender, solo esperar a que yo también pueda salir de este «hogar» —ella respondió luego de levantarse y retornar a su habitación tras superar las oscuras escaleras, las cuales parecían interminables. —¿Ahora esa es la nueva regla? ¿Llamar «hogar» a un lugar lleno de nauseabunda hipocresía y corazones dañinos? —la observé cuando estuvo frente al espejo—. Lo que necesitas es decidir qué harás para salir, ¡no esperar! Nunca podré separarme de ti completamente, pero sé que puedo hacer algo por mi cuenta. Por primera vez, yo decidí tener el control sobre su cuerpo, lo logré al verla vulnerable. Dirigí sus manos a la parte superior de su cabeza y, clavando las uñas con fuerza, comencé a dejar heridas en su cuero cabelludo hasta lograr aberturas un poco más grandes. Desde ahí desgarré cada capa con locura, por fin tenía la oportunidad de ser yo quien esté afuera. En el espejo, ella se veía aterrada, parecía estar llorando y gritando de dolor, principalmente porque ya no podía detenerme. Esa era una imagen completamente diferente a lo que sucedía en la realidad. Mientras ella, desde el espejo, dirigía golpes desenfrenados hacia el vidrio, yo sonreía con tanta emoción al verme salir de esa piel que me aprisionaba, la cual retiré como si de un disfraz insignificante se tratara. Observé mi cuerpo en el espejo, ensangrentado; me veía igual que ella, pero ahora yo estaba afuera. —No esperé llegar a este punto, ¿sabes? Pero has dejado que te dañen y, como dije, me has dañado en el proceso. He sido tu Mente todo este tiempo, pero ahora seré tú y tú ocuparás mi lugar. Tú serás la encerrada en mi cabeza ahora y aprenderás lo que se debe hacer cuando te lastiman y te obligan a amar a personas que te han hecho daño… ¿Empezamos?

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Daniel Orellano Miranda finalista


«Mi nombre es Daniel Orellano Miranda. Nací en Lima, Perú, el 20 de diciembre de 1998. Soy bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; estoy haciendo un diplomado en Enseñanza del Español como Lengua Extranjera en la Escuela de Español Tía Tula; y soy estudiante de la Carrera de Especialización en Traducción Literaria de la Universidad de Buenos Aires. Produzco poemas, cuentos, guiones, cortometrajes, traducciones, artículos, contenido médico ginecológico divulgativo, y enseño español a extranjeros».


Hoy no sé qué pasó

Hoy no sé qué pasó, dije algo malo creo, juzguen ustedes, por favor. Entré a un café, le dije al mozo: «Buenas noches, joven, ¿cuánto está el café?». Amablemente, me respondió: «3.50, señor». Yo le dije: «No, no, yo hablo del local». Él se fue. Llamó al de seguridad. Estuve en la comisaría. Me deportaron a Marte y ahora me he quedado solo. Y, lo peor, sin mi café.

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ACTA DEL II RECITAL DE CUENTOS CORTOS «NUEVAS LETRAS EN EL AIRE» EN LA CIUDAD DE LIMA, A LOS CUATRO DÍAS DEL MES DE MARZO DE DOS MIL VEINTIDÓS, SIENDO LAS VEINTE HORAS, SE REALIZÓ UNA REUNIÓN POR SALA GOOGLE MEET, A SOLICITUD DE GLADYS CHAMBILLA ALELUYA, DIRECTORA DEL PROYECTO, PARA CERTIFICAR LOS RESULTADOS DEL II RECITAL DE CUENTOS CORTOS «NUEVAS LETRAS EN EL AIRE». INTEGRANTES DEL JURADO CALIFICADOR: • LUZ AINAÍ MORALES PINO • YENIVA FERNÁNDEZ • NICOLE FADELLIN • RICARDO SUMALAVIA • RONY VÁSQUEZ GUEVARA • JORGE VALENZUELA DE UN TOTAL DE 10 TRABAJOS PARTICIPANTES SE ACORDÓ SELECCIONAR AL CUENTO GANADOR, DOS (2) MENCIONES HONROSAS Y LOS TRES (3) TRABAJOS FINALISTAS, EN ESE ORDEN, POR DECISIÓN MAYORITARIA DEL JURADO CALIFICADOR. A CONTINUACIÓN, SE ABRIERON LOS ARCHIVOS CORRESPONDIENTES A FIN DE DETERMINAR LA AUTORÍA DE LA OBRA GANADORA, MENCIONES HONROSAS Y FINALISTAS DEL II RECITAL DE CUENTOS CORTOS «NUEVAS LETRAS EN EL AIRE». ESTAS SON:

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Puesto

Título

Ganador La vela

Seudónimo Autor Orfeo

Luis Olórtegui Ramos

Mención Lazos David honrosa familiares Somerset

Luis Carlos Lavado

Mención Carta de Sansón honrosa Consuelo Carrasco

Caleb Arias Quispe

Finalista La mesa servida

Lebasto

Michell Sebastián Jiménez Laveriano

Finalista El dolor de tu mente

Yūgenira

Rose Guerrero Roca

Finalista Hoy no sé qué pasó

Dr. D.O.M. Daniel Orellano Miranda

DEL CUENTO GANADOR EL JURADO CALIFICADOR DEL II RECITAL DE CUENTOS CORTOS REFIERE LO SIGUIENTE: «LA VELA» ABORDA DE MANERA MUY ÍNTIMA LA PANDEMIA A TRAVÉS DE LA IMAGEN DE LA VELA. SI BIEN SON ELEMENTOS COMUNES EN LA LITERATURA, LA FORMA EN LA QUE DESARROLLA ESA IMAGEN MANTIENE AL LECTOR CAUTIVADO HASTA UNA MUY BUENA CONCLUSIÓN. EN SÍNTESIS, LA ECONOMÍA DEL LENGUAJE, LA ORIGINALIDAD EN EL USO DE LA IMAGEN DE LA VELA Y EL DIÁLOGO QUE PLANTEA CON EL CONTEXTO, SIN CAER EN LO EXCESIVAMENTE NARRATIVO, LOGRA TRANSMITIR EL IMPACTO PSICOSOCIAL DE LOS ÚLTIMOS DOS AÑOS.

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DE LOS DOS (2) CUENTOS CON MENCIONES HONROSAS EL JURADO CALIFICADOR REFIERE LO SIGUIENTE: «LAZOS FAMILIARES» ES UN CUENTO QUE MANTIENE UN BUEN RITMO Y CONFIGURA UN TEMA OSCURO Y PERTURBADOR. DENTRO DE LAS TEMÁTICAS QUE ESCOGIERON LOS PARTICIPANTES, FUE UNA DE LOS MÁS ORIGINALES. AUNQUE EL FINAL PUEDE PREDECIRSE, HAY UNA TENSIÓN QUE SE MANTIENE A LO LARGO DEL RELATO. ESTAS CARACTERÍSTICAS REVELAN A UN NARRADOR CON MUCHO POTENCIAL. «CARTA DE CONSUELO» ES UN CUENTO QUE PARECE TENER TODA UNA RETÓRICA SENTIMENTAL, PERO LUEGO CIERRA ABRUPTAMENTE CON UN QUIEBRE ÁCIDO. LO INTERESANTE SE HALLA EN ESE QUIEBRE. ADEMÁS, LA DESCRIPCIÓN, ASÍ COMO EL RECUERDO DE LOS PENSAMIENTOS DE LA MADRE, NO ES SUPERFLUA, SINO QUE SUMA AL DESARROLLO DEL CONTEXTO, YA QUE VA SIGUIENDO UNA SECUENCIA ESPECÍFICA QUE RECREA EL TEMA DE LA ENFERMEDAD, LA PÉRDIDA DE LOS FAMILIARES Y EL DOLOR. TAMBIÉN, RECREA UNA PROBLEMÁTICA MUY LOCAL.

LUZ AINAÍ MORALES PINO

YENIVA FERNÁNDEZ

NICOLE FADELLIN

RICARDO SUMALAVIA

RONY VÁSQUEZ GUEVARA

JORGE VALENZUELA 43



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